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Valorar la insubordinación: Problemas de la

obediencia amoral en los crímenes de masas


¿Por qué se acata cuando no corresponde? ¿Qué rol tiene en ello la sociedad?

Francisco Guido Santillán


Ciudad de Buenos Aires, 2020 1

I. Introducción

II. Posibles definiciones y problemas de la obediencia amoral

III. La influencia negativa de las sociedades contemporáneas

IV. Conclusión

V. Bibliografía

«Los que estuvimos en campos de concentración


recordamos a los hombres que iban de barracón en
barracón consolando a los demás, dándoles el último trozo
de pan que les quedaba. Puede que fueran pocos en
número, pero ofrecían pruebas suficientes de que al
hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última
de las libertades humanas –la elección de la actitud personal ante un
conjunto de circunstancias– para decidir su propio camino.»

Viktor Frankl, El hombre en busca de sentido.

1
El presente trabajo fue elaborado para la materia «Metodología de la Investigación» de la carrera de
especialización en Derecho Penal, dictada por ante la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la U.B.A.
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I. Introducción

La violencia forma parte del ser humano, por lo menos desde la vida en sociedad, y se ha
vuelto tangible por el frecuente uso y abuso de la guerra, así se ha definido que:

«…El arte de la guerra se basa en el engaño. (…) en condiciones de atacar, ha


de aparentar incapacidad; cuando las tropas se mueven, aparentar inactividad (…)
Con una evaluación cuidadosa, uno puede vencer; sin ella, no puede. Muchas
menos oportunidades de victoria tendrá aquel que no realiza cálculos en
absoluto.» 2.

Sin embargo, si en la actualidad reprochamos con énfasis la venganza entre las personas
como alternativa de solución de conflictos, entonces:

«…La guerra, en todo caso, como duelo judicial de dos estados, es tan digna de
abolición como lo ha sido entre los individuos por las leyes esenciales del hombre
en su manera de razonar y juzgar.» 3.

Más allá de los reproches formales, podríamos decir en términos hobbesianos que siempre
subsisten otras formas de guerra latente tanto entre las personas como entre estados nación, e
incluso que en una mayoría de los casos se hace uso de la amenaza para infundir temor en los
súbditos:

«…puesto que los hombres aman por voluntad propia, y temen por voluntad del
príncipe, un príncipe prudente debe fundarse en lo que es suyo, y no en lo que es
de otros. Debe únicamente ingeniárselas, según se ha dicho, en evitar el odio.» 4.

Tristemente se ha llegado al máximo grado de insensatez, con el devenir de los grandes


genocidios del siglo XX 5, en los cuales se ha puesto en práctica la evaluación y planificación

2
Cfr. Sun TZU, ‘El arte de la guerra’, Buenos Aires, Centro Editor de Cultura, 2014, págs. 14-15.
3
Cfr. Juan Bautista ALBERDI, ‘El crimen de la guerra’, La Plata, Terramar, 2007, pág. 68.
4
Cfr. Nicolás MAQUIAVELO, ‘El Príncipe’, Buenos Aires, Prometeo libros, 2016, pág. 117.
5
Aquél que le dio origen al término, fue el genocidio armenio, que quedara en la impunidad. De todos modos,
el más resonante por el contexto y su modalidad, ha sido el Holocausto Nazi que fuera juzgado por el Tribunal
Penal Militar Internacional de Nüremberg (y su correlato en Asia que fuera reprochado por el Tribunal Penal
Militar Internacional para el Lejano Oriente).
Sin embargo, no puede dejar de mencionarse también el ‘auto’ genocidio en Ruanda y el exterminio de la
multicultural ex Yugoslavia; en los cuales la ONU creo para cada uno un Tribunal Penal Internacional Ad-Hoc.
Incluso otros casos menos resonantes: aquellos en la República Democrática del Congo, de los Jémeres Rojos
en Camboya, de la ocupación indonesa en Timor oriental, entre otros; todas situaciones en las que se
constituyeron Salas especiales dentro de las propias jurisdicciones locales.
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(propia de una guerra, adormeciendo las bases colaborativas de una sociedad al estilo Goebbels)
como también el temor social, con fin de destruir culturalmente a ciertos grupos de la población
civil (en base a prejuicios racistas, étnicos, religiosos, entre otros), es que en rigor:

«…el objetivo de los genocidios (por oposición a las masacres antiguas) no radica
en aquellos sujetos a los que se aniquila, sino en el efecto del proceso de
aniquilamiento en toda la sociedad, los efectos que produce la muerte de algunos
en aquellos que quedan vivos. Y no está pensando en sus efectos en tanto
liberación de una necesidad sacrificial de tipo pulsional, sino en efectos más
complejos y mucho más vinculados a los modos de construcción de las
identidades colectivas.

En los genocidios modernos, el aniquilamiento no es el fin de la acción sino su


herramienta. El propio Lemkin afirmaba, en 1943: ‘El genocidio tiene dos
etapas: una, la destrucción del patrón nacional del grupo oprimido; la otra, la
imposición del patrón nacional del opresor’…» 6 –el resaltado me pertenece–.

La inspiración para estudiar este fenómeno, tiene sus bases principalmente en esos
procesos de opresión que llevan al exterminio, y particularmente, en analizar las características de
los sujetos que se incorporan a esas maniobras, sobre lo cual es llamativo el experimento
psicológico social del profesor de Yale, Stanley MILGRAM, que se relatará a continuación:

«…Dos personas entran al laboratorio psicológico listas a participar en un estudio


de memoria y aprendizaje. Se designa a una de ellas ‘profesor’ y a la otra, ‘alumno’.
El experimentador explica que el interés del estudio son los efectos del ‘refuerzo
negativo’ sobre el aprendizaje. Conducimos al alumno a una pieza, donde se lo
sienta en una silla; le atamos los brazos para evitar los movimientos excesivos y se
le conecta un electrodo a la muñeca. Se le instruye que debe aprender una lista de
pares de palabras. Cuando cometa un error, recibirá el ‘refuerzo negativo’. El
estilo civilizado del lenguaje enmascara el simple hecho de que el hombre va a
recibir unas dolorosas descargas eléctricas.» 7.

A nivel local, tenemos el genocidio perpetrado en la última dictadura militar; para el cual se efectuó el Juicio a
las Juntas, y posteriormente la reapertura judicial a través de la anulación de los indultos y de la ley de
obediencia debida y punto final.
En definitiva, la enumeración está lejos de ser taxativa, es meramente enunciativa para dar cuenta de un siglo
cargado de violencia desde las propias esferas de los Estados a nivel global.
6
Cfr. Daniel FEIERSTEIN, ‘Juicios sobre la elaboración del genocidio II’, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica
de Argentina, 2015, págs. 172-173.
7
Cfr. Stanley MILGRAM, ‘Obediencia a ordenes criminales’, Buenos Aires, Ediciones del CES, 1969, págs. 12-13.
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Se aclara que en realidad:

«El verdadero foco del experimento es el profesor. Después de observar que el


alumno queda ajustado al asiento, se lo conduce al principal ambiente
experimental donde lo acomodan frente a un impresionante aparato generador de
shocks. El rasgo sobresaliente de este instrumento es una línea horizontal con
treinta interruptores que descargan desde 15 voltios hasta 450, con incrementos
sucesivos de 15 voltios cada uno. Tiene también señales verbales, tales como
‘Shock Mínimo’ o ‘Peligro, shock severo’ (…) El ‘profesor’ es un sujeto
verdaderamente ingenuo que ha asistido al laboratorio para participar en un
experimento. El alumno, o víctima, es un actor que en realidad no recibe shock
alguno. El objeto del experimento es simplemente el de ver hasta dónde puede
avanzar una persona en una situación concreta y conmensurable cuando se le
ordena infligir un dolor creciente sobre una víctima que protesta. ¿En qué
momento se negará el sujeto a obedecer al experimentador?» 8 –el resaltado
me pertenece–.

El dilema que presenta esta experimentación es:

«…Por una parte, el sufrimiento manifestado por el alumno lo presiona a


abandonar. Por la otra, el experimentador, una autoridad legítima con quien el
sujeto ha contraído cierto compromiso, le ordena seguir (…) en orden a cuatro
fórmulas verbales: ‘Por favor continúe’, ‘El experimento requiere que usted
prosiga’, ‘Es absolutamente esencial que usted continúe’, y finalmente, ‘No tiene
otra elección que seguir adelante’. A fin de escaparse de la situación, el sujeto debe
romper claramente con la autoridad. El objeto de la investigación era encontrar
cuándo y cómo la gente enfrentaría la autoridad ante un claro imperativo moral.
(…) Efectivamente, los resultados del experimento fueron tanto sorprendentes
como consternantes. Pese a que muchos sujetos experimentan una fuerte
tensión, pese a que muchos le protestan al experimentador, una gran parte de
9
ellos continúa, hasta suministrar el último shock del generador» –el
resaltado me pertenece–.

8
Cfr. Ibíd., págs. 13-14.
9
Cfr. Ibíd., págs. 15-17.
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Una conclusión preliminar, lleva a pensar en forma primigenia que desobedecer en esas
circunstancias no sólo es correcto sino necesario, lamentablemente no es lo que suele suceder por
un conjunto de factores que se analizarán posteriormente.

II. Posibles definiciones y problemas de la obediencia amoral

Existe un universo infinito de pequeñas acciones que el común de las personas realiza en
su día a día y no las hacen pensando si son o no morales, es que nos desenvolvemos bajo una
serie de automatismos, instintos o técnicas que son casi espontáneas (comer, caminar, trabajar,
estudiar, investigar, prestar atención, sociabilizar, pasear, entre otras).

El problema surge cuando se vuelve automática, instintiva o técnica una acción ordenada
por un superior que particularmente podría ser dañosa, y en la cual el sujeto no repara a
interrogarse si está bien o no realizarla (sino que más bien a justificar su conducta en torno a la
obediencia), y de hecho la lleva adelante en posible perjuicio de la vida o la integridad (física,
psíquica o emocional) de otros.

Se trata de una situación de amoralidad, por cuanto el sujeto obediente decide separar
o evitar los asuntos morales de esa determinada acción; lo cual es por mucho distinto a la
10
inmoralidad del opresor que da la orden y conoce los alcances de lo que hace sabiendo
que ejerce mal dentro de la escala valorativa.

En ese sentido, lo sorprendente del estudio psicosocial referido es que:

«…las personas comunes, las que trabajan y no tienen una hostilidad particular,
pueden convertirse en agentes de un terrible proceso destructivo. Aún más:
cuando los efectos destructivos de su trabajo se hacen evidentes, y se les solicita
que lleven a cabo acciones que son incompatibles con las normas fundamentales
de moralidad, escasas personas tienen los recursos necesarios para resistir la

10
Existen sujetos tristemente célebres por su extrema crueldad e inmoralidad. Ejemplos de estos son:
- En la Alemania Nazi, Reinhard Heydrich –apodado la Bestia Rubia y el Carnicero de Praga– quien fuera
participante clave en la Conferencia de Wannsee para elaborar la ‘solución final’ (fue tal su importancia, que
después del atentado que culminara con su muerte, se arrasaron los pueblos de Lídice y Lezáky en represalia, y
se utilizó su nombre para la operación que finalmente perfeccionó el Holocausto).
- En la Argentina dictatorial, Alfredo Astiz –apodado Ángel Rubio y Ángel de la Muerte– que fue conocido por su
infiltración en organizaciones de derechos humanos y su participación en la desaparición forzada de la
adolescente sueca Dagmar Hagelin, como también de las dos monjas francesas, Alice Domon y Léonie Duquet.
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autoridad que mantienen exitosamente a la persona en su lugar.» –el resaltado
me pertenece–.

De hecho, es notoria la incongruencia entre lo valorado y lo accionado por el obediente


en razón de que:

«…Si se le pide a la gente que emita un juicio moral sobre lo que consistiría la
conducta apropiada en esa situación, infaliblemente considerará que es
correcto ser desobediente. Pero los valores no son las únicas fuerzas que operan
en una situación concreta. Son apenas un estrecho marco de causas que agitan el
espectro total de las fuerzas que operan sobre una persona. Muchos individuos
son incapaces de poner sus valores en práctica y se encuentra prosiguiendo
con el experimento pese a sus protestas.» 12 –el resaltado me pertenece–.

Se impone entonces como consecuencia necesaria, una pregunta que es central:

«…¿Qué impulsa, luego, a una persona a seguir obedeciendo al


experimentador? La respuesta contiene dos partes. Primera: hay un conjunto de
‘factores encadenantes’ que atan al sujeto a la situación. Son factores como la
cortesía, su deseo de mantener la promesa inicial de ayudar al experimentador y el
compromiso de retirarse. Segunda: una cantidad de ajustes operan en la mente del
sujeto que van socavándole su decisión de romper con la autoridad (…) Uno de
estos mecanismos es la tendencia del individuo a ser absorbido por el estrecho rol
técnico de la tarea y perder de vista las consecuencias más amplias de su acción
(…) El técnico es una persona que tiene la competencia y habilidad necesarias
para realizar una acción exitosamente, pero a quien no le incumben las
consecuencias humanas más generales. A su vez, el sujeto confía las tareas más
comprehensivas, de establecer objetivos y dar lineamientos morales, a la autoridad
experimental que lo contrató …» 13 –el resaltado me pertenece–.

Es que sacando los casos extremos en los cuales la obediencia está subordinada a
preservar la propia vida, esto es, matar o morir (lo cual incluso es discutible); la realidad marca
que hay un amplio espectro de posibilidades que simplemente las personas casi instintivamente
no eligen. A veces hubiera bastado con decir que no y afrontar las consecuencias, con

11
Cfr. Ibíd., pág. 19.
12
Cfr. Ibíd., pág. 20.
13
Cfr. Ibíd., pág. 21-22.
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renunciar y buscar otro empleo o actividad, pero estamos habituados a una sociedad en la que
está mal visto incumplir, ser rebelde, o abandonar una tarea imperativa.

En ese sentido, el Dr. Servatius, abogado de Eichmann durante su enjuiciamiento en


Jerusalén, intentó justificar las acciones de su defendido relatando que:

«…Eichmann llevó a cabo acciones por las cuales uno recibe una condecoración
si gana y va a la horca si pierde. (…) Sin embargo, hay otro mensaje, no tan
evidente aunque no menos cínico y mucho más alarmante y es que Eichmann no
hizo nada esencialmente diferente de las cosas que se hicieron en el bando
de los vencedores. Las acciones no tienen ningún valor moral intrínseco y
tampoco son inmanentemente inmorales. La valoración moral es algo externo
a la acción, algo que se establece siguiendo unos criterios distintos de los
que guían e informan la acción.» 14 –el resaltado me pertenece–.

Se ha distinguido hasta aquí entre aquellos opresores que imparten órdenes inmorales de
los que se limitan a obedecerlas en forma amoral. Sin embargo, aún cuando correspondiera
atenuar la responsabilidad de éstos últimos, siempre surgirán inquietudes como las siguientes:

 ¿Qué hubiera pasado si se les hubiera pedido que tomaran mayor partido en
decisiones que requirieran literalmente crueldad? ¿Cuánto más lejos podrían haber llegado?

 ¿Qué habría ocurrido si hubiesen ocupado un puesto diferente y de mayor


jerarquía? ¿En qué medida hubieran sido ellos quienes ordenaran las atrocidades?

No existen respuestas a esos supuestos, simplemente sirven para reflejar que en


determinados casos no puede saberse con certeza si se trata de un obediente amoral o de un
inmoral que simplemente no logró llegar más lejos. La línea que lo distingue es muy
delgada y así la ha reflejado Hannah ARENDT, precisamente al señalar las contradicciones del
referido Eichmann, en que:

«…no tuvo la menor vacilación en explicarle, detallada y repetidamente, por


qué razón no había podido alcanzar un grado más alto en las SS, y que no
había sido culpa suya. Había hecho todo lo posible, incluso había pedido ser
incorporado al servicio militar activo. ‘Al frente, me dije a mí mismo, y luego el
Standartenführer [grado de coronel] llegará de inmediato.’ En el tribunal, por el
contrario, alegó que pidió el traslado porque quería escapar a sus deberes

14
Cfr. Zygmunt BAUMAN, ‘Modernidad y holocausto’, Madrid, Ediciones Sequitur, 2006, pág. 40.
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homicidas. Sin embargo, no insistió mucho en ello, y, sorprendentemente, no le


fueron leídas sus declaraciones al capitán Less, a quien también dijo que había
confiado en que sería destinado a los Einsatzgruppen, las unidades móviles de
exterminio en el Este, porque, cuando fueron organizadas, en marzo de 1941, su
oficina estaba ‘muerta’…» 15 –el resaltado me pertenece–.

A nivel ético, corresponderá quedarse con la situación de hecho, analizando la acción


humana en torno al contexto. Será relevante para ello, tener como base imperativa al principio de
universalidad kantiano, por el cual se establece a la humanidad debe ser tratada en sí misma como
un fin y nunca como medio, por ende los sujetos obedientes debieron actuar conforme a aquellas
máximas que podían al mismo tiempo convertirse en leyes universales 16. Correspondería así,
indagar en los motivos reales que llevarían a esa obediencia (algo que está reservado para la
propia subjetividad de la persona y resulta difícil de conocer), es decir, si actuó por una inclinación,
si fue autónomo o heterónomo, o simplemente si lo hizo por conveniencia.

En definitiva, bajo la premisa de universalidad kantiana, considero nunca debiera


universalizarse una situación de obediencia amoral (que sería en realidad inmoral en todos los
casos) que deviene en un daño directo a otros, por lo que se impone necesariamente la
desobediencia como solución. Carlos NINO nos indica que las posibilidades son dos:

«…una es la objeción de conciencia, que se caracteriza por el hecho de que el


individuo cree que una obligación jurídica que se le impone está en conflicto con
una de sus obligaciones morales, o sea que la primera le impone una conducta que
está prohibida por sus principios morales o religiosos. El otro tipo importante de
inobservancia moral del derecho es la desobediencia civil, que consiste en la
inobservancia de ciertas normas jurídicas con el fin de lograr, a través de diversos
mecanismos, la derogación de esas u otras normas que se consideran moralmente
inicuas…» 17.

Abordando el tema de la obediencia debida, el jurista referido explica cuáles son las
restricciones para obedecer, y así dice que:

«…El respeto general por la dignidad humana debe servir como una
barrera permanente para obedecer órdenes. Aún cuando hay una tendencia

15
Cfr. Hannah ARENDT, ‘Eichmann en Jerusalén’, Barcelona, Debolsillo, 2017, pág. 79.
16
Para mayor ahondamiento, véase: Immanuel KANT, ‘Fundamentación de la metafísica de las costumbres’,
Barcelona, Ariel, 1996, Primera Sección 402, 10.
17
Cfr. Carlos Santiago NINO, ‘Ética y Derechos Humanos’, Buenos Aires, Astrea, 1989, págs. 406-7.
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general al cumplimiento de las órdenes, es común observar cierta resistencia


cuando las órdenes ofenden los valores humanos básicos. Walzer menciona un
ejemplo de un soldado alemán que fue ejecutado por sus camaradas por
abandonar un escuadrón de fusilamiento. De la misma forma algunos oficiales se
rehusaron a seguir las órdenes de Calley en la masacre de My Lay. En la Argentina
unos pocos oficiales solicitaron su baja para evitar participar en la represión. En
suma, un soldado puede transferir las decisiones a las de superior en materias
morales cuando el superior goza de legitimidad democrática, cuando la guerra es
justa, y cuando las órdenes no ofenden principios básicos de dignidad humana.» 18.

Finalmente pone de relieve, que estos obedientes amorales de crímenes masivos suelen
negar su autoría y su participación bajo la noción de:

«…‘manos múltiples’. Dado que mucha gente participó de la acción criminal,


tendemos a caracterizar a cada una de ellas como menos responsable. Robert
Nozick describe esta posición de la siguiente manera: la responsabilidad está
contenida en algo parecido a un balde, y a medida que más gente comparta lo que
hay en el balde, menos de ese contenido es atribuible a cada persona. Nozick
rechaza esta posición y afirma que el hecho de que varios agentes sean
responsables por un hecho no debe necesariamente disminuir la
responsabilidad que cada uno debe asumir.» 19 –el resaltado me pertenece–.

La decisión de obedecer a una orden manifiestamente reprochable a nivel ético, por más
razones o condicionamientos que uno pueda intentar buscar, no deja de ser una decisión de un
nivel muy personal, lo esquematiza muy acertadamente el psiquiatra Viktor FRANKL, al decirnos
que:

«…Nosotros hemos tenido la oportunidad de conocer al hombre quizá mejor que


ninguna otra generación. ¿Qué es, en realidad, el hombre? Es el ser que
siempre decide lo que es. Es ser que ha inventado las cámaras de gas, pero
asimismo es el ser que ha entrado en ellas con paso firme musitando una oración.»
20
–el resaltado me pertenece–.

18
Cfr. Carlos Santiago NINO, ‘Juicio al mal absoluto’, Buenos Aires, Ariel, 2006, pág. 253.
19
Cfr. Ibíd., pág. 238.
20
Cfr. Viktor FRANKL, ‘El hombre en busca de sentido’, Mendoza, Ediciones de Grandes Obras, 2018, pág. 82.
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III. La influencia negativa de las sociedades contemporáneas

El análisis del capítulo anterior sobre la obediencia del individuo, no puede prescindir de
las especiales características que tuvieron las sociedades del siglo pasado y que todavía hoy
persisten, las cuales han sido y son muy influyentes en la formación de los sujetos que las
componen.

El clásico filósofo francés, Michel FOUCAULT, ha retomado los conceptos fundantes de la


ilustración (y el iluminismo) para reflexionar que:

«…la cuestión de la modernidad había sido planteada en la cultura clásica según


un eje de dos polos: el de la antigüedad y el de la modernidad; era formulada ora
en los términos de una autoridad que hay que aceptar o rechazar (¿Cuál autoridad
aceptar? ¿cuál modelo seguir?, etc.) era aún bajo la forma (por otra parte
correlativa de aquella) de una valorización comparada: ¿son los antiguos
superiores a los modernos? ¿estamos nosotros en un período de
decadencia, etc.? Se ve aflorar una nueva manera de plantear la cuestión de la
modernidad, no tanto en una relación longitudinal con los antiguos sino en lo que
se podría llamar una relación ‘sagital’ con su propia actualidad. El discurso tiene
que volver a tener en cuenta su actualidad, por una parte, para reencontrar allí su
lugar propio; por otra parte para decir así el sentido; y finalmente para especificar
el modo de acción que es capaz de ejercer al interior de esa actualidad.

¿Cuál es mi actualidad? ¿Cuál es el sentido de esta actualidad? ¿Y qué es


lo que hago cuando hablo de esta actualidad? Me parece que en esto consiste
esta interrogación nueva sobre la modernidad.

Esta no es más que una pista que convendría explorar un poco más de cerca. Sería
necesario tratar de hacer la genealogía no tanto de la noción de modernidad
sino de la modernidad como problema. Y en todo caso, incluso si yo tomo el
texto de Kant como punto de emergencia de esta cuestión, es claro que él mismo
hace parte de un proceso histórico más amplio del cual sería necesario tomar la
medida.» 21 –el resaltado me pertenece–.

21
Cfr. Michel FOUCAULT, ‘¿Qué es la Ilustración?, interpretación del texto de Kant <Was ist Aufklärung>’, primer
curso del año 1983, pág. 2.
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El hincapié que hace el autor sobre el hecho de hacer una genealogía de la modernidad
como problema, bien puede partir de la siguiente premisa:

Las sociedades modernas conformadas desde la caída de las monarquías absolutistas, se


han hecho eco de ideas iluministas (resumidas en el lema de ‘libertad, igualdad y fraternidad’), sin
embargo, nunca desmontaron realmente el andamiaje jurídico, ni han sustituido a los sujetos que
conformaban la práctica judicial del ancient régimen. Esa situación, bien podría llevarnos a pensar,
que la política se seguía pensando y ejerciendo en forma absolutista, reivindicándose procesos
expansionistas o cesarismos. Señala sobre este punto el autor aludido que:

«…No hay que olvidar que la reactivación del derecho romano en el siglo XII fue
el gran fenómeno en torno del cual y a partir del cual se reconstituyó el edificio
jurídico que se había desorganizado después de la caída del imperio romano. La
resurrección del derecho romano fue efectivamente uno de los instrumentos
técnicos que constituyeron el poder monárquico autoritario, el administrativo y
absoluto (…) La teoría del derecho, del Medioevo en adelante, se organiza
esencialmente en torno del problema de la soberanía y tiene esencialmente la
función de fijar la legitimidad del poder. (…) Por lo tanto he tratado de hacer
valer, en su secreto y brutalidad, el hecho histórico de la dominación, y de mostrar
no sólo cómo el derecho es el instrumento de la dominación –lo cual es obvio–
sino también cómo, hasta dónde y en qué forma, el derecho transmite y hace
funcionar relaciones que no son relaciones de soberanía sino de dominación. (…)
no tomo en consideración al rey en su posición central, sino a los sujetos (…) las
sujeciones múltiples que tienen lugar y funcionan dentro del cuerpo social…» 22.

A esa situación le adhiere, el desarrollo de la teoría de las razas surgidas:

«…durante la Revolución Francesa y sobre todo al comienzo del siglo XIX, con
Augustin y Amedée Thierry, para ver cómo a partir de este momento adquiere de
pronto dos transcripciones. Por un lado, una transcripción explícitamente
biológica, operada por otra parte mucho antes de Darwin, y que tomará su
discurso (todos sus elementos, sus conceptos, su vocabulario) de una anátomo–
fisiología (…) por el otro, sobre la política europea de colonización (…)
Tendremos por ende esta consecuencia fundamental: el discurso de la lucha de
razas (…) el discurso de un combate a conducir, no entre dos razas, sino entre

22
Cfr. Michel FOUCAULT, ‘Genealogía del racismo’, La Plata, Editorial Altamira, cursos en el College de France de
los años 1975-6, págs. 29-30.
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una raza puesta como la verdadera y única (la que detenta el poder y es titular de
la norma) y los que constituyen otros tantos peligros para el patrimonio biológico.
En ese momento aparecerán todos los discursos biológico–racistas sobre la
degeneración y todas las instituciones que dentro del cuerpo social harán
funcionar el discurso de la lucha de razas como principio de segregación, de
23
eliminación y de normalización de la sociedad.» –el resaltado me
pertenece–.

Finalmente, no puede dejarse de lado que las instituciones más básicas de las sociedades
contemporáneas (prisiones, escuelas, centros de salud, entre otras) fueron desarrolladas
arquitectónicamente con el modelo del Panóptico de BENTHAM, que por su forma o estructura
requiere menos personas a cargo de la vigilancia o el control, FOUCAULT lo explica diciendo que:

«…El Panóptico funciona como una especie de laboratorio de poder. Gracias a


sus mecanismos de observación, gana en eficacia y en capacidad de penetración en
el comportamiento de los hombres; un aumento de saber viene a establecerse
sobre todas las avanzadas del poder, y descubre objetos que conocer sobre todas
las superficies en las que éste se ejerce.» 24.

Teniendo entonces una base jurídica romana, ideas políticas de expansionismo por uso o
amenaza de la guerra, conflictos de índole racial, e instituciones en las cuales el poder se ejercía
más eficientemente, sólo restaba una cierta estructura económica de índole industrial para que
pudiera ocurrir un proceso tan moderno y repugnante como lo fue la sistematización de la
muerte en el holocausto. Ha señalado el aludido BAUMAN al respecto que:

«…De ahí que Henry Feingold insista en que el Holocausto forma, de hecho,
parte de la larga y, en su conjunto, irreprochable historia de la sociedad
moderna (…) ‘La solución Final señaló el punto en el que el sistema industrial
europeo fracasó. En vez de potenciar la vida, que era el anhelo original de la
Ilustración, empezó a consumirse…’ (…) ‘[Auschwitz] fue también una extensión
rutinaria del moderno sistema de producción. En lugar de producir mercancías, la
materia prima eran seres humanos y el producto final era la muerte: tantas
unidades al día consignadas cuidadosamente en las tablas de producción del
director. De las chimeneas, símbolo del sistema moderno de fábricas, salía

23
Cfr. Ibíd., pág. 56-7.
24
Cfr. Michel FOUCAULT, ‘Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión’, Buenos Aires, siglo veintiuno editores,
2014, pág. 237.
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humo acre producido por la cremación de carne humana. La red de


ferrocarriles, organizada con acierto, llevaba a las fábricas un nuevo tipo de
materia prima. Lo hacía de la misma manera que con cualquier otro
cargamento. En las cámaras de gas, las víctimas inhalaban el gas letal de las
bolitas de ácido prúsico, producidas por la avanzada industria química
alemana. Los ingenieros diseñaron los crematorios y los administradores, el
sistema burocrático que funcionaba con tanto entusiasmo y tanta eficiencia
que era la envidia de muchas naciones. Incluso el plan general era un reflejo
del espíritu científico moderno que se torció. Lo que presenciamos no fue otra
25
cosa que un colosal programa de ingeniería social.’» –el resaltado me
pertenece–.

El autor reseñado, retomó en consecuencia una pregunta esencial en este punto de la


discusión, muy vinculada a lo que he previamente desarrollado, esto es:

«…¿cómo se convirtieron estos alemanes corrientes en alemanes autores de


asesinatos en masa? En opinión de Herbert C. Kelman, las inhibiciones morales
ante las atrocidades violentas disminuyen cuando se cumplen tres condiciones,
por separado o juntas: la violencia está autorizada (por unas órdenes oficiales
emitidas por los departamentos legalmente competentes); las acciones están
dentro de una rutina (creada por las normas de gestión y por la exacta
delimitación de las funciones); y las víctimas de la violencia están
deshumanizadas (como consecuencia de las definiciones ideológicas y del
adoctrinamiento).» 26 –el resaltado me pertenece–.

Estas condiciones aludidas y necesarias para que simples ciudadanos se incorporen a los
crímenes de masa, se encuentran vinculadas al desarrollo de periodización de los genocidios que
ha esbozado el sociólogo Daniel FEIERSTEIN, esto es, cada uno de los diferentes momentos que
atraviesa una sociedad para desarrollar un proceso genocida, los que ha denominado del siguiente
modo:

«…1) La construcción de una otredad negativa (…) El poder retoma símbolos


y características existentes en el imaginario colectivo, construye nuevos símbolos y

25
Cfr. Zygmunt BAUMAN, Op. Cit., págs. 28-29. Para mayor detalle, véase: Henry FEINGOLD, ‘How Unique is the
Holocaust’, pág. 399-400.
26
Cfr. Ibíd., pág. 43. Para mayor detalle, véase: Herbert C. KELMAN, ‘Violence without Moral Restraint’, pág. 29-
61.
Francisco G. Santillán | P á g i n a | 14

mitos, refuerza los prejuicios latentes a fin de construir un sujeto social como
negativamente diferente. Intenta delimitar dos campos: los iguales, los sujetos
cotidianos, mayoritarios como distintos cualitativamente de los otros, de aquellos
que no quieren ser como todos y, por lo tanto, no deben ser.» 27.

«…2) Hostigamiento (…) En este momento se distingue ya un salto cualitativo,


que comienza a construir el camino de la reflexión a la acción. (…) Hasta este
momento, el exterminio aparece prefigurado como posibilidad lejana y las
políticas apuntan más a la expulsión que a la muerte. El doble hostigamiento
(físico y legal) busca excluir al diferente del mundo normalizado.» 28.

«…3) Aislamiento espacial (…) esta etapa fue asumiendo formas distintas, pero
el objetivo ha permanecido intacto: delimitar el espacio (social, geográfico,
político) por el cual puede transitar esta fracción ‘diferente’.» 29.

«…4) Debilitamiento sistemático (…) centra su acento simultáneamente en las


siguientes acciones:

a) Resquebrajamiento físico: deterioro de las condiciones de existencia objetivas


(por desnutrición, epidemias, hacinamiento, falta de atención sanitaria, asesinatos
y torturas esporádicas).

b) Resquebrajamiento psíquico: deterioro de las condiciones de existencia


subjetivas (prácticas de humillación y de quiebre de las fronteras de resistencia,
asesinatos esporádicos de familiares o conocidos, intento de quebrar los lazos
solidarios a partir de la utilización de castigos colectivos, creación de condiciones
para prácticas como la delación, el maltrato a los pares, la categorización y
clasificación de los prisioneros).

c) Selección: aquí se produce el objetivo de esta etapa. Algunos son asesinados,


otros mueren por el deterioro (…) otros se adaptan (…) subsiste una masa,
debilitada…» 30.

27
Cfr. Daniel FEIERSTEIN, ‘Seis estudios sobre genocidio. Análisis de las relaciones sociales: otredad, exclusión y
exterminio’, Buenos Aires, Eudeba, 2000, págs. 36-38.
28
Cfr. Ibíd., págs. 40-41.
29
Cfr. Ibíd., pág. 42.
30
Cfr. Ibíd., pág. 44.
Valorar la insubordinación: Problemas de la obediencia amoral en los crímenes de masa | P á g i n a | 15

«…5) Exterminio (…) Es la etapa final. Su realización completa implicaría la


extinción física, psíquica e histórica de aquella fracción social…» 31.

Los diversos procesos genocidas han sido tan recurrentes a lo largo del siglo pasado que
prácticamente cualquiera de los casos que tomemos, podría ir encuadrando y avanzando en las
etapas mencionadas de un modo casi exacto.

IV. Conclusión

El Derecho en general, más precisamente su faz Penal Internacional, y principalmente los


medios masivos de comunicación, debieran replantearse los discursos intolerantes (como ocurre
con los casos de ‘terrorismo’, cuya definición jurídica ha sido imposible de abordar). Se debiera
fomentar la crítica y reflexión sobre los crímenes de masa que han opacado a nuestro mundo
contemporáneo. Para ello, se tendría que invitar a los pueblos a la reflexión sobre las
consecuencias de la obediencia ciega e incuestionada, lo que eventualmente implicaría:

«…deslegitimar la política dominante (…) éste es el compromiso ético y cultural


que debe abordar todo cientista social. Es que con el discurso se ejerce poder,
cuestión que los dicta-dores supieron siempre, si el penalismo en masa le
quitase el discurso, la incitación pública a la venganza quedaría reducida a
lo que es: pura publicidad mediática, con las limitaciones que reconoce la
publicidad de cualquier producto.

Zaffaroni nos advierte sobre el renacimiento de la ideología de la seguridad


nacional, ahora en plano mundial, y sitúa un compromiso del saber.» 32.

De no hacerse públicos, los problemas que acarrean a la obediencia, las víctimas nunca
podrán superar realmente las consecuencias de lo que han vivido ellos mismos o sus más íntimos,
es que, en definitiva:

«El silencio cimienta las relaciones basadas en la violencia y protege al agresor. El


silencio traiciona los intereses de los supervivientes, que, enmudecidos por el
miedo, intentan encauzar la marea de recuerdos traumáticos. El silencio sólo
parece proteger a la familia cuando, por ejemplo, los hijos o los nietos respetan los
tabús de los padres. En realidad, el miedo y el silencio cimientan las condiciones
31
Cfr. Ibíd., pág. 46.
32
Cfr. Eduardo Salvador BARCESAT, prólogo en ‘Crímenes de Masa’ de Eugenio Raúl ZAFFARONI, Buenos Aires,
Ediciones Madres de Plaza de Mayo, 2012, pág. 23-4.
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sociales que posibilitan la guerra y la violencia y la cuestionable paz entre las


víctimas y los verdugos. El miedo y el silencio bloquean como un muro invisible
la capacidad psíquica y social de superar el pasado.» 33

33
Cfr. Oliver SCHUBBE, epílogo en ‘El auténtico «drama del niño dotado». La tragedia de Alice Miller’ de Martín
MILLER, Buenos Aires, Tusquets editores, 2015, pág. 198.
Valorar la insubordinación: Problemas de la obediencia amoral en los crímenes de masa | P á g i n a | 17

V. Bibliografía

 Sun TZU, ‘El arte de la guerra’, Buenos Aires, Centro Editor de Cultura, 2014.
 Juan Bautista ALBERDI, ‘El crimen de la guerra’, La Plata, Terramar, 2007.
 Nicolás MAQUIAVELO, ‘El Príncipe’, Buenos Aires, Prometeo libros, 2016.
 Daniel FEIERSTEIN, ‘Juicios sobre la elaboración del genocidio II’, Buenos Aires, Fondo
de Cultura Económica de Argentina, 2015.
 Daniel FEIERSTEIN, ‘Seis estudios sobre genocidio. Análisis de las relaciones sociales:
otredad, exclusión y exterminio’, Buenos Aires, Eudeba, 2000.
 Stanley MILGRAM, ‘Obediencia a ordenes criminales’, Buenos Aires, Ediciones del CES,
1969.
 Zygmunt BAUMAN, ‘Modernidad y holocausto’, Madrid, Ediciones Sequitur, 2006.
 Hannah ARENDT, ‘Eichmann en Jerusalén’, Barcelona, Debolsillo, 2017.
 Immanuel KANT, ‘Fundamentación de la metafísica de las costumbres’, Barcelona, Ariel,
1996.
 Carlos Santiago NINO, ‘Ética y Derechos Humanos’, Buenos Aires, Astrea, 1989.
 Carlos Santiago NINO, ‘Juicio al mal absoluto’, Buenos Aires, Ariel, 2006.
 Viktor FRANKL, ‘‘El hombre en busca de sentido’, Mendoza, Ediciones de Grandes
Obras, 2018.
 Michel FOUCAULT, ‘¿Qué es la Ilustración?, interpretación del texto de Kant <Was ist
Aufklärung>’, primer curso del año 1983.
 Michel FOUCAULT, ‘Genealogía del racismo’, La Plata, Editorial Altamira, cursos en el
College de France de los años 1975-6.
 Michel FOUCAULT, ‘Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión’, Buenos Aires, siglo
veintiuno editores, 2014.
 Eduardo Salvador BARCESAT, prólogo en ‘Crímenes de Masa’ de Eugenio Raúl
Zaffaroni, Buenos Aires, Ediciones Madres de Plaza de Mayo, 2012.
 Oliver SCHUBBE, epílogo en ‘El auténtico <drama del niño dotado>. La tragedia de
Alice Miller’ de Martin MILLER, Buenos Aires, Tusquets editores, 2015.

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