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Davip ABULAFIA EL DESCUBRIMIENTO DE LA HUMANIDAD ENCUENTROS ATLANTICOS EN LA ERA DE COLON Traducci6n castellana de Rosa Maria Salleras Puig ‘CRITICA BARCELONA HORIZONTES MENTALES: LOS es ISLAS Y LAS Sa DELAT Capitulo 1 . DESCUBRIENDO A GENTE DE OTROS MUNDOS {SE CREO LA HUMANIDAD MAS DE UNA VEZ? JL En la €poca del Renacimiento, aproximadamente entre mediados del siglo xIV y principios del siglo xv1, los europeos occidentales redescubrieron as- pectos del pasado clasico que inspiraron nuevas ideas respecto al lugar del hombre en el universo y transformaron las artes y las letras en Italia y al norte de los Alpes. Durante este tiempo aumentaron asimismo los cono- cimientos que se tenfan acerca de la forma fisica del mundo, no porque los primeros exploradores fueran hombres del Renacimiento comprometidos en la biisqueda pura del saber, sino porque perseguian metas mds tradi- cionales: descubrir fuentes de oro y especias y derrotar al enemigo musul- man, un proceso que culminarfa en la apertura de nuevas rutas mariti- mas alrededor de Africa hacia las Indias Orientales, por los portugueses, y a través del Atlantico hacia las Indias Occidentales, por los espafioles. Esta ampliacién de los conocimientos geograficos ha sido muy bien descrita en numerosas ocasiones, mientras que el descubrimiento de personas y pue- blos, y no de tierras, ha sido tratado como un tema més secundario. Aquél fue el momento en el que los europeos se relacionaron por vez primera con pueblos atlanticos de quienes antes habian estado completamente ais- lados, pueblos que, ante su alarma y perplejidad, nunca habian ofdo el nom- bre de Jesucristo (0 el de Moisés, 0 el de Mahoma), pueblos que vivian en lo que luego se darfa en lamar culturas en la «Edad de Piedra», que des- conocfan los metales, carecian de ciudades, a menudo de ropa y que, a ve- ces, segtin se inform6, disfrutaban del perverso placer de comerse los unos a los otros. Algunos de estos pueblos fueron descubiertos en la cadena de islas de las Bahamas a la llegada de Colén en octubre del afio 1492, y las investigaciones posteriores sacaron a la luz muchos més en las islas cari- befias més grandes y més al sur, en especial en La Espafiola (ahora dividi- w 0 EL DESCUBRIMIENTO DE LA HUMANIDAD da entre Haiti y la Republica Dominicana). De hecho, ya se habfan dado contactos anteriores con «gentes primitivas» en islas mucho més proximas a Europa, las Canarias, visitadas a partir de la década de 1340, pero que los conquistadores espafioles no conseguirfan subyugar hasta el afio 1496. Mas tarde, en 1520, los conquistadores del continente americano podrfan con: templar por primera vez la gran metrépolis de Tenochtitlan, donde-ahora se alza la moderna Ciudad de México, con sus templos-pirdmide, sus san-__ gqientos sacrificios y muy rica en oro, momento en el cual supieron que ha- bian Hegado a un mundo diferente al de los pueblos sencillos que vivfan en las costas del Caribe o de Brasil, mAs al sur. Habfan encontrado por fin una gran civilizaci6n rica en el oro que habfan ido a buscar; sin embargo, se trataba de la civilizacién equivocada en el lugar equivocado. Estos hombres y mujeres «primitivos» jeran realmente humanos?, {0 acaso eran animales de aspecto humano, creados de forma muy conveniente, como subordinados que podfan ser puestos a trabajar al servicio de los con- quistadores? La definicién de estos seres como humanos tal vez dependiera de su apariencia fisica, y en este punto, la experiencia no acababa de en- cajar del todo con las historias de gentes con cabeza de perro de la litera- tura medieval. Estos parecfan totalmente humanos, pero quizé fuera su con- ducta la que los definiera como menos que humanos: su permisividad sextial, la naturaleza de sus creencias y prdcticas religiosas y su negativa a reco- nocer las verdades de la Fe Verdadera, aunque es cierto que los europeos tampoco se esforzaron demasiado en hacérsela comprender. ,Por qué la pa- labra de Cristo no hab{a legado hasta ellos? ; Acaso la Espaiia de los «Re- yes Catélicos», Isabel y Fermando, habfa recibido la gloriosa misién de evan- gelizar a estos pueblos? Si era asf, parecfa un cruel retraso en asegurar la salvacion de muchos millones de almas, asf pues, tal vez si que habfan sido visitados por santo Tomés, el apdstol de Cristo en las Indias, pero quizé habfan sido demasiado obstinados 0 esttipidos para cefiirse a sus ensefianzas; 0 tal vez se trataba de los descendientes de las Diez Tribus Perdidas de Is- rael, una filiacién que demostrarfa ser de escasa ayuda en una época en la que los judfos padecfan persecuciones en Espafia. El encuentro con estos pueblos abrié los ojos de los europeos a una am- plia variedad de practicas y de creencias que nadie, hasta aquel momen- to, habia sospechado que pudieran existir, y tuvo una inmensa repercusi6n sobre quienes habjan sido descubiertos: fueron puestos a trabajar en las mi- nas de oro, incluso esclavizados, y la mayoria murieron por exceso de tra- bajo y a causa de las enfermedades levadas por los europeos; en la actualidad existen muy pocos descendientes de aquellos primeros pobladores. Resulta dificil argumentar que se tratara de un acto deliberado de «genocidio», pues- DESCUBRIENDO A GENTE DE OTROS MUNDOS 31 to que no se planeé aquella enorme mortandad, sin duda, una complica- cién-afiadida para los invasores; necesitados de mano de obra para extré erel oro y, més tarde, el azticar, en los nuevos territorios conquistados. Se ha dicho a menudo que, tras esta terrible pérdida de vidas humanas, lo que hubo fue 1a estupidez més absoluta de los conquistadores. La escasez de mano de obra, consecuencia de la desaparicién de los pueblos nativos ——-dellas Indias Occidentales tendria otra trégica consecuencia: la importacién a gra escala de mano de obra africana desde los centros de Comercio por- tugueses en las costas de Africa Occidental, aunque, en el perfodo qlie tra- tamos en este libro, este tréfico apenas se hallaba en sus inicios. El descubrimiento de nuevos pueblos constituyé una sorpresa por di- versas razones. Los europeos, por supuesto, habfan ofdo las leyendas de extrafias razas en los confines del mundo, pero éstas se encontraban en Asia o en Africa, en regiones contiguas a Europa a las que, sin duda, habia Ile- gado la palabra de Cristo. El enigma de los pueblos atlanticos, empezan- do por los canarios, se amplificé a medida que la magnitud del continen- te americano se hacfa evidente. Es cierto que Col6n, de algin modo, vio en los pueblos que encontré en el Caribe a stibditos del emperador chino 9 japonés, y entendié que se trataba de habitantes de islas situadas frente a la costa oriental de Asia acerca de los cuales habia lefdo en los libros de viajes de Marco Polo, y, sin embargo, segufan aislados y eran gentes sim- ples que vivian una vida sencilla y sin adomos, algo mas parecido a los ca- narios que vivian en la «Edad de Piedra» que a los habitantes vestidos de seda de los imperios del Remoto Oriente. No en vano, las primeras cr6ni- cas impresas del primer viaje de Colén al Caribe se refieren a sus descu- brimientos como las «Nuevas Canarias». Tal vez el mejor modo de intentar comprender qué sintieron quienes se encontraron con los nuevos pueblos recién descubiertos de las islas del Atlantico consista en imaginar que en algun lugar de las montafias de Mon- golia se descubrieran ejemplares vivos de humanos premodernos, por ejem- ~ plo, neandertales; o imaginar igualmente que los cientificos identificaran los sonidos procedentes del espacio exterior como sefiales de vida inteli- gente més alla de este planeta. Se ha informado en diversas ocasiones del avistamiento de «hombres» grandes y peludos en las profundidades de las selvas del suroeste asidtico, o incluso en las zonas altas del Himalaya y de las Montafias Rocosas; y aunque muchos de estos informes hagan referencia a avistamientos de osos 0 de simios, no queda claro por qué los humanos sobreviven en una tnica especie mientras que la tendencia de las otras cria- turas es sobrevivir en muchas. Si en la actualidad se descubrieran nean- dertales, o gentes similares, empezariamos de inmediato a sopesar los de- 32 EL DESCUBRIMIENTO DE LA HUMANIDAD rechos humanos de los pueblos menos avanzados que el Homo sapiens. Aun- que ya nadie insintia que los neandertales eran individuos torpes que an- daban encorvados y arrastraban los nudillos por el suelo cuando intenta- ban caminar, est4 claro que tenfan un aspecto diferente al del Homo sapiens, con su arcada ciliar prominente, su torso voluminoso y sus cortas y robustas piernas.' Esto, en cuanto a su aspecto fisico, pero queda la cuestién de su comportamiento, Suponiendo que estos pueblos carecieran de muchas de las habilidades que asociamos a la sociedad humana, que posiblemente ca- recieran de la capacidad de habla y de la habilidad artfstica, podrfamos de- batir hasta qué punto podrian ocupar un lugar igual en la sociedad civil, por ejemplo, si deberian tener el derecho al voto. Hoy en dfa, nos gustaria ga- rantizar que esta gente no permaneciera en cautividad, esclavizados, o como Objetos de curiosidad en un zoo 0 exhibiciones circenses, ni relegados a tra- bajos forzados. Y aun asi, a mediados del siglo xx, Carleton Coon todavia postulaba teorfas segtin las cuales las grandes «razas» de la humanidad des- cendian de diferentes especies de los primeros humanos, entre elas, el «hom- bre de Pekin», el «hombre de Java» y el «hombre de Rodesia».? En deter- minadas manos, esta teorfa condujo a peligrosas presunciones que establecian diferencias en la capacidad mental y en las habilidades fisicas. Esta argumentaci6n, ahora ya muy desacreditada, muestra puntos de com- paracién interesantes con los argumentos postulados por los escritores de la Espafia del siglo xvi, hostiles a los indios americanos, y que, en ocasio- nes, plantearon la cuestién de si éstos descendian realmente de Adan, 0 si formaban parte de otra creaci6n, una creacién diferente de un tipo inferior de humanidad. Si no, ,de qué otro modo hubieran podido propagarse tan numerosos, por espacios tan extensos, desde la época del Arca de Noé, mo- mento en el que sus hijos plantaron las semillas de la poblacién mundial, Sem en Asia, Cam en ‘Africa y Jafet en Europa? Por suerte para quienes de- fendfan su condicién de humanos, Agustin de Hipona, mil cien afios antes, ya habfa adoptado el punto de vista segtin el cual incluso las «razas mons- truosas» eran hijos de Addn que compartfan una «naturaleza humana comtin»,* En la mente humana, las barreras entre la identidad humana y el mun- do animal no han sido siempre muy nitidas.‘ En ocasiones, los grandes si- mios han sido dignificados por aquellos que han vivido entre ellos y que les han conferido la condicién de humanos, puesto que han podido ver que po- seen algunas de las habilidades que se dan asimismo entre los humanos, como por ejemplo el uso de herramientas (aunque también los pajaros tie- ne esa habilidad). Los chimpancés parecen ensefiar a sus pequefios (pero incluso los loros, que pasardn al vuelo mas adelante en este libro, tienen conocimientos bdsicos de aritmética y son capaces de mantener una con- DESCUBRIENDO A GENTE DE OTROS MUNDOS 33 vyersacion). En Buropa, los inientos de adjudicarles la condicién de humanos a los orangutanes empezaron en el siglo xvm,'si bien los habitantes del gureste asidtico ya los conocfan como los «hombres del bosque», el sig- nificado de su nombre en malayo. Lo que demuestra este interés de los eu- ropeos por los grandes simios es que el gran debate sobre quién es huma- no, y en qué consiste ser humano, que adquirié tanta importancia en la época de ‘Colén, permanecié muy activo a partir de aquel momento. Los gbser- vadores medievales, sin duda, deseaban saber si aquellos seres que en- contraron podian hablar, si eran conscientes de la existencia de Dios y si podfan aplicar la raz6n, por ejemplo, sumando ntimeros, criterios que se consideraban mis significativos que el vello, el color de la piel, o la forma y el tamafio del créneo. El dilema del observador bajomedieval 0 de princi- pios de la era moderna no diferfa demasiado del que se le podria plantear a un modemo descubridor de neandertales. A los canarios, y mAs particular- mente a los habitantes tainos del Caribe, se les traté como una fuente de mano de obra barata, y fueron obligados a trabajar en condiciones degradantes, Jo que result6 en una atroz pérdida de vidas y desencadené las duras criti- cas de Bartolomé de Las Casas en el siglo xvi. La reina Isabel de Castilla, antes de su muerte en 1504, exigié enérgicamente que no fueran esclavi- zados, puesto que, aunque no fueran cristianos, eran stibditos suyos; po- dian ser vistos como humanos débiles, infantiles (segtin observarfa el mis- mo de Las Casas), necesitados de proteccién e inacabados, y se lograria completar su humanidad haciendo que se convirtieran al cristianismo, trans- forméndose de ese modo en seres humanos completos, capaces de parti- cipar en la vida civilizada. Pese a los espantosos maltratos que recibieron los indios americanos, en la corte espafiola, y en presencia de los monar- cas espafioles Carlos V y Felipe Il, su sufrimiento suscit6 un fiero y du- radero debate acerca de sus derechos.’ La triste verdad es que, para entonces, ya era demasiado tarde para salvar a los canarios a los indios america- nos.® Tampoco la desaparicién de los guanches de Tenerife dio pie a de- masiado debate, no hasta que Alonso de Espinosa, admirador e imitador de de Las Casas, escribiera una defensa vigorosa de los guanches, pasa- dos mds de cien afios de la conquista de la isla por los matones espafioles. Ya bien entrado el siglo xvu, una vez casi extinguidos, los guanches se con- yirtieron en un tema que fasciné a diversos escritores.’ {SE CREO LA VIDA INTELIGENTE MAS DE UNA VEZ? Ya hemos visto que se puede establecer una analogia entre el descubrimiento de pueblos «primitivos» en la época de Col6n y el descubrimiento de otros 34 BL DESCUBRIMIENTO DE LA HUMANIDAD tipos de humanos, Otra analogia podria consistir en el descubrimiento de vida avanzada en algtin otro lugar del universo, en cuyo caso estaria- mos tratando con una cultura més avanzada, y no menos; aun asi, la com- paracién resulta muy instructiva, en especial desde una perspectiva teolé- gica, de gran importancia para aquellos primeros hombres que tuvieron que enfrentarse a pueblos «primitivos» en el siglo xy. El astrofisico Paul Da- Vies ha escrito: «Seguramente constituirfa él mayor descubrimiento de to- dos los tiempos, y eclipsaria los hallazgos de Newton, Darwin y Einstein unidos, Saber que no estamos solos afectaria la psique de las personas y- transformaria por completo nuestra cosmovisién, El simple hecho en si mis- mo ya plantearfa un problema». En ese caso, suponemos que deberfamos ajustarnos a unos tipos de asociaciones civiles y religiosas, cédigos mo- rales y de creencias construidos sobre cimientos diferentes y en un entor- no fisico muy diferente. La pregunta «estamos solos?» no es una pregunta restringida a los fisicos, sino que marca un punto en el cual convergen la ciencia y la religién, «parte de una larga buisqueda religiosa, ademas de un Proyecto cientifico», puesto que todos los cientificos, incluso aquellos hos- tiles a la religi6n, «aceptan una visiGn del mundo esencialmente teolégica» y buscan un patrén y un sentido en todo el universo.? Ademds de la cien- cia y la religién, la historia, la historia humana converge en este punto: la apertura de nuevos mundos a finales del siglo xv proporciona un precedente importante. Sin duda, uno de los problemas fundamentales de los cristia- nos europeos de la era de los descubrimientos tuvo que ser si la Palabra de Cristo habia llegado hasta esos pueblos que parecian tan numerosos, tan re- motos y tan ignorantes de las creencias cristianas. ;Acaso era posible que millones de humanos a lo largo de docenas de generaciones hubieran sido abandonados en las costas del pecado original sin esperanza de alcanzar la salvaci6n gracias al bautismo y al perdén? {No se suponfa acaso que el men- saje cristiano habia llegado a todos los pueblos de la Tierra? San Marcos habfa insistido en que Cristo habfa ordenado que su «buena nueva» fuera llevada a todas las criaturas vivientes a lo largo y ancho del mundo, y san Agustin habfa afirmado que «la palabra de Dios habia sido difundida por todo el universo», Marcos lo habfa atestiguado: «Y les dijo: Id al mundo en- tero predicando el Evangelio a toda criatura. El que crea y sea bautizado, serd salvado; pero el que no crea ser condenado».!° er En la actualidad, el Vaticano ha empezado a interesarse en la posibilidad de la existencia de otros mundos habitados en el universo.'! yLes habré visitado Jesucristo? {Comprenderdn el concepto de la Santfsima Trinidad? Los judios tal vez se preguntardn si conocen el Torah, y los musulmanes, si co- nocen el Cordn, y asi sucesivamente. Las revoluciones de Copérnico y de DESCUBRIENDO A GENTE DE OTROS MUNDOS 35 Galileo socavaron de forma gradual la visién de un universo geocéntrico, pero sigue existiendo una escuela de pensamiento, teolégica y biolégica, muy bien expresada, que sostiene que Ia evoluci6n de la vida basada en el ADN es tan compleja, y sobre todo improbable hasta el punto de ser casi imposible, que uno podria perfectamente argumentar que Ja vida tan s6lo ha aparecido en una de entre, poco mas o menos, unas 10“ galaxias.” Algunos.tedlogos modernos han defendido la idea de que un universo de miles'de millones de galaxias debe de contener miles de millones de lu- gares en los que exista vida inteligente (0 mejor: ha existido, a veces hace muchos millones de aiios), y que también estos lugares forman parte del plan divino. Uno de los argumentos aduce que, al establecer contacto con mundos asi, el conocimiento tardfo de Cristo puede extenderse, no sélo al continente americano en el siglo xv, sino a las galaxias mds alla en los si- glos venideros, mientras que otros han sugerido que en un planeta habita- do por «lagartos del fango» Cristo necesitarfa encarnarse en la forma de un lagarto del fango.'? (Igual que las especulaciones medievales sobre las tierras mas allé de los confines de la civilizacién habian creado criaturas fantdsticas, los imaginativos cientfficos modernos han creado imagenes del tipo de monstruos que podriamos esperar encontrar en otros mundos: una ballena celeste con alas estructuradas en celdillas y un «lagarto del fango» de seis patas con ojos montados sobre tallos que podrian haber salido di- rectamente de los bestiarios medievales. )*"* La cuestion de otros mundos ha generado una gran variedad de respuestas, del mismo modo que, en las décadas posteriores a la llegada de Colén a América, existfa una amplia variedad de opiniones sobre los pueblos in- digenas. Este no es un libro que trate de una tinica «tradicién intelectual», aunque en época de Col6n, se podfan encontrar numerosas Ifneas directrices en la obra de Aristételes que identificaban a los barbaros como «esclavos naturales» apropiados a las tareas domésticas, o en la de Tomas de Aqui- no en el siglo xm, quien identific6 aquellas caracteristicas de la «ley natu- ral» que podian dar legitimidad incluso a una sociedad pagana, Las ideas * El cdagarto del fango» y la «ballena celeste» hacen referencia al «mudpod» (su nom- bre inglés), y a la ballena voladora, dos de los «seres vivos extraterrestres» del planeta Au- relia y de su Luna Azul, un proyecto patrocinado por National Geographic y que culmi- 16 en la serie de reportajes «Extraterrestre», Los reportajes fueron emitidos con el nombre Alien Worlds, en el Channel 4 del Reino Unido, y con el nombre Extraterrestrial en el Na- tional Geographic Channel. La versién castellana de los reportajes puede encontrarse en hup:/Avww portal-cifi.com/scifi/content/view/1470/71/ y en http://www-portal-cifi.com /scifi/contenv/view/ 1461/1. (N. de la t.) 36 EL DESCUBRIMIENTO DE LA HUMANIDAD de ambos pensadores se hallan en el centro de ios debates que aparecieron en el siglo xvi sobre los derechos de los pueblos indfgenas."* Este libro re- trocede atin més en el tiempo y observa la experiencia en el momento del con- tacto, y examina cémo los que estuvieron presentes describieron lo que cre- fan que estaban viendo, o al menos, c6mo otros en Europa recibieron sus informes e intentaron crear orden a partir de lo que a veces parecfa informacion sin sentido sobre pueblos cuyo estilo de vida resultaba dificil de imaginar___ Para ello, los escritores tuvieron que regresar a las imagenes antiguas y me- dievales de razas extrafias, y asf, en ocasiones, injertaron las presunciones extrafdas de los antiguos libros, ricos en ficcién, sobre la informacién que Iegaba del Nuevo Mundo. Toda esta informaci6n no creé una imagen tini- cay estable de la humanidad primitiva, y algunos de los escritos mas expresivos no gozaron més que de una escasa difusién, el caso, por ejemplo, de la pri- mera crénica portuguesa de Brasil, enviada al rey en Lisboa en el afio 1500. Por otra parte, la crénica tendenciosa de las zonas mas cercanas escrita por Américo Vespucio se llev6 precipitadamente a la imprenta, se convirtid en una de las obras mas vendidas y contribuy6 a ampliar las opiniones sobre los habitantes del Nuevo Mundo, sin duda porque describi6 a algunos de los in- dios como vidos canfbales de apariencia bestial y que andaban desnudos.'® Un historiador que escriba hoy en dia puede ir diversos grados més all de las fantasias de Vespucio o de los serios debates de la corte espafiola. Allé, en el Atléntico, habia un Nuevo Mundo real y habitado y no se tra- taba de una simple «construccién» posmodemista, sino de una serie de so- ciedades de cuya existencia tenemos s6lidas pruebas, a través de sus hue- Sos y de los objetos e idolos descubiertos por los arquedlogos. Todos estos testimonios proporcionan una imagen fascinante de las sociedades nativas, y de la transformaci6n radical que sufrieron a consecuencia del contacto con los exploradores y los conquistadores europeos. No existia ninguna idea maestra de cémo tratar con los pueblos recién descubiertos, sino muchas ideas que competfan entre sf, ni tampoco existfa algtin acuerdo en cuanto a la condicién humana o a los derechos de estos pueblos; aun asi, se die- ron una serie de reacciones coherentes ante descubrimientos tan alejados y separados como el de Brasil o Tenerife: curiosidad por la vida de las per- sonas a la que se sumaba el deseo mercenario de saber cudn ricas eran sus tierras y, a menudo, las aspiraciones de autoridad politica sobre los pue- blos que acababan de salir a la luz. El tema central de este libro es, por lo tanto, cémo intentaron abordar los europeos la cuestién del trato con pue- blos cuyo aspecto, comportamiento y moral diferian extraordinariamente de aquello que les era conocido, pueblos que parecfan representar una for- ma més primitiva de vida humana. “Capitulo 2 SALVAJES Y NOMADAS CoLON MARCA SU RUMBO, AGOSTO DE 1492 Crist6bal Colén zarpé del pequefio puerto de Palos, frente a Huelva, en el sur de Espafia, rumbo a Jap6n, China y las Indias, el 3 de agosto de 1492. «Asi que», escribié, «después de haber echado fuera todos los judios de vuestros reinos y sefiorios, en el mismo mes de enero mandaron vuestras Altezas 4 mf que con armada suficiente me fuese a las dichas partidas de India»,! una frase que evoca deliberadamente la imagen de una gran armada. De hecho, Col6n zarpé con la pequefia Santa Marfa, y las todavia mds pe- quefias Nifia y Pinta. Castilla, donde tres religiones habfan vivido hasta en- tonces, las unas junto a las otras, en la fragil pero productiva armonia que los historiadores denominan convivencia, habfa proclamado su identidad cristiana el 2 de junio de 1492, cuando recibié Ja rendicién de Granada, el Ultimo reino musulmén del territorio ibérico, tras setecientos ochenta afios de gobierno musulmén sobre parte, o incluso la mayor parte, de la penin- sula Ibérica, una rendicién de la que Colén afirmaba haber sido testigo. Unos pocos meses més tarde, en los palacios de la Alhambra, situados sobre la ciudad de Granada, Isabel y Fernando promulgaron unos decretos en los que ordenaban a todos los judfos de sus reinos de Castilla, Aragén, Sicilia y Cer- defia que abandonaran sus dominios, o bien, que se convirtieran al cristia- nismo. El papa Alejandro VI Borgia, él mismo un espafiol, no tardaria en recompensar a Isabel y Fernando con el titulo de «Reyes Catélicos», en re- conocimiento por el servicio prestado a la fe cristiana al conquistar Gra- nada, y por sus planes de continuar sus conquistas en el norte de Africa y Hegar, por supuesto, y si Dios asi lo querfa, hasta el Santo Sepulcro en Je- rusalén.? Colén y sus patrocinadores, Isabel y Fernando, entendieron que la conquista de Granada formaba parte de la misma gran empresa en la que Co- 16n estaba a punto de embarcarse: 38 EL DESCUBRIMIENTO DE LA HUMANIDAD __.Vuestras Altezas, como catélicos cristianos y Principes amadores de Ja santa fe cristiana y acrecentadores della, y enemigos de la'secta de Maho- ma y de todas idolatrfas y herejias, pensaron de enviarme 4 mi, Cristébal Co- 16n, 4 las dichas partidas de India para ver a los dichos principes, y los pue- blos y tierras, y la disposicién dellas y de todo, y la manera que se pudiera tener para la conversién dellas 4 nuestra santa fe; y ordenaron que yo no fue- se por tierra al Oriente, por donde se costumbra de andar salvo por el cami- no SOS por donde hoy no sabemos por cierta fe que haya pasado nadie. A Fernando no le bastaba llevar la guerra contra el islam hasta el otro lado del estrecho de Gibraltar y Marruecos, sino que debfa convertirse en una lucha global que debfa llevar el cristianismo a todo el mundo. En oca- siones, un fervor mesidnico dominaba a Fernando, en otras, parecia obs- tinado, implacable y pragmitico. TARTARIA Mara 2. Globo terriqueo de Martin Behaim, c. 1492, superpuesto sobre un mapa actual del Océano Atléntico (Segiin Fernéndez-Armesto, Colén). SALVAJES Y NOMADAS 39 Enel afio 1492, Espaiia fue «purgada» de sus judios, y todos sus musul- manes quedaron subyugados. También fue, no obstante, el momento en el’ gue Isabel y Fernando empezarian a adquirir y a ejercer su dominio sobre stibditos no cristianos en unas cantidades que superaban con creces a la po- blacién musulmana de Granada 0 las poblaciones judias de sus numero- | * — sos reinos en Espajia, Sicilia y Cerdefia. Juntos, todos estos judfos y mu- | ~~ ‘sulmanes no podian haber superado el medio millén. Colén incorporaria La Espajiola a los dominios de los Reyes Catdlicos, el hogar de, quiz, dos millones de indios tainos, y reivindicarfa la hegemonfa sobre una mirfada de otras islas y, si Colén no se equivocaba, ademés sobre un gran territo- rio en tierra firme asidtica. Los Reyes Catélicos estaban adquiriendo asi- mismo miles de nuevos stibditos «paganos» en otros lugares, La conquis- ta de Gran Canaria habfa sido por fin completada, y la de Tenerife, que se completarfa en el afio 1496, se aproximaba a su punto 4lgido. En las Ca- narias, igual que en el Caribe, vivian pueblos que, hasta que conocieron a los europeos, desconocian el hierro, no posefan libros ni sabian nada de Moi- sés, de Jesucristo, ni tampoco, por supuesto, de Mahoma. Los misioneros en- viados a las tierras mongoles ya habfan conocido antes a otros «paganos», chamanistas y budistas, y también los caballeros teuténicos, quienes has- ta finales del siglo xrv libraron desagradables guerras contra los grandes duques paganos de Lituania, pero se trataba de pueblos que tenfan acceso ala Palabra de Cristo, pueblos entre cuyos habitantes circulaban los mi- sioneros cristianos y entre quienes vivfan pueblos cristianos, aun cuando muchos de ellos fueran herejes y cismiticos, nestorianos y cristianos or- todoxos. En Africa Occidental, es cierto, existfan zonas donde habia pe- netrado el islam, aunque no el cristianismo; y mds al sur vivian los animistas, que rechazaban el islam o que lo desconocfan; ahora bien, estas tierras tam- bién formaban parte de un continuo geografico. Col6n era un ferviente lector de literatura de viajes y un navegante ha- bil y riguroso y, combinaba, por lo tanto, el conocimiento teérico y el prac- tico; ahi,-sin duda, radicaba el problema. Al igual que sus coetdneos, te- nia tendencia a darle prioridad a la palabra escrita, santificada en algunos casos por siglos de aceptaci6n (en especial en el seno de la Iglesia), y a su- poner que las respuestas a las preguntas fundamentales sobre la identidad de las tierras que él pretendia descubrir, y que descubrié, estaban revela- das en una serie de libros, empezando por el Génesis y continuando con Jas obras de Marco Polo, de Pierre d’ Ailly (el cardenal del siglo xv) y de Aeneas Sylvius Piccolomini (el papa Pio II del siglo xv).‘ Habfa profun- dizado en la obra cientifica de Aristételes, pero sus lecturas eran eclécti- cas, y buscaba en ellas la informacién que apoyara sus teorfas sobre la ex- 40 EL DESCUBRIMIENTO DE LA HUMANIDAD tensidn del globo.* Tenia un cardcter obstinado, determinado e inflexible, era consciente de su propia importancia y no aceptaba ninguna contradic- cién. Vivia obsesionado por la certidumbre de que descubrirfa la ruta ha- cia Asia y, una vez que hubo alcanzado el Nuevo Mundo, su insistencia en que lo que habfa descubierto era Asia y sus islas exteriores no flaqueé ni un instante.° En un momento dado, les hizo jurar a todos los miembros _ de su tripulacién que Cuba formaba parte del continente asidtico, y el cas- tigo por negar posteriormente esta afirmacién consistiria en una multa de diez mil maravedfes y la amputacién de la lengua del culpable,’ un episo- dio que, por su propia naturaleza, ya revelaba sus propias dudas ocultas. Col6n era un hombre instruido, aunque un autodidacta; podemos des- cartar que hubiera estudiado en la Universidad de Pavia, y también las leyendas acerca de su noble cuna;* por otra parte, se puede facilmente de- mostrar que era el hijo de un tejedor genovés’ y que no era judio. Es im- portante subrayar este ultimo punto porque han sido numerosas las afir- maciones segiin las cuales era judfo, 0 corso, o mallorquin, o portugués.'° Su pensamiento exhibfa un fervor mesiAnico, visible asimismo en los es- critos judios de la misma época: la expectacién ante Ja liberacién inminente. Para los judios, el liberador serfa, sin duda, el Mesfas, hijo de David. Los escritores cristianos, entre los que se inclufan algunos judios conversos, re- tomaron este tema, pero, en su versi6n, el liberador serfa Fernando, rey de Castilla y Aragon, que recuperarfa Jerusalén, aplastarfa el poder del islam y de los turcos, convertirfa a los judfos restantes y anunciarfa los tiltimos dfas de la humanidad que culminarfan en la Segunda Venida de Cristo. A medida que avanzaba su carrera, Crist6bal Col6n, el «portador de Cristo» (Christophoros) y paloma de Dios, o Espiritu Santo (colomba), se vefa a si mismo cada vez mds como alguien a quien Dios habfa enviado a fin de contribuir a liberar al mundo. El descubrimiento y la conversién de los ha- bitantes del Nuevo Mundo formaban parte del plan de Dios para la hu- manidad. Col6n era un personaje carismatico y que imponfa, alto y rubicundo.!" Incluso antes de su primer viaje en 1492, Colén ya habfa viajado mucho. El tradicional término «Primer Viaje» sugiere una experiencia menor que Ja que en realidad tenia; conocfa bien las islas del Atléntico, en especial el archipiélago de Madeira, habia navegado por la costa de Guinea y cons- tantemente establecfa comparaciones entre lo que veia en el Nuevo Mun- do y en Africa Occidental, siempre en detrimento de Africa. Al parecer, vi- sité Bristol e Irlanda y naveg6 hacia el norte rumbo a «Thule», un posible término literario que hacfa referencia a Islandia.'? Bs posible que hubiera recogido leyendas de boca de los marineros de Bristol, 0 incluso de los is- SALVAJES Y NOMADAS 41 Jandeses, que hablaban de tiérras situadas al oeste que-habfan sido visita- das por flotas pesqueras en busca'de bacalao, o por los vikingos, medio mii- Jenio antes, cuando los hombres del Norte colonizaron Terranova por un breve tiempo. Afios més tarde, Col6n quedaria impresionado por lo que pa- recfan ser las palabras proféticas del sabio romano Séneca (al que se con- sideraba, en general, un cristiano secreto): Vernin los tardos afios del mundo ciertos tiempos en los cuales el mar Ocgéano afloxerd los atamentos de las cosas, y se abriré una grande titrra, y “um nuebo marinero como aquel que fue gufa de Jasén, que obe nombre Ti- phi, descobriré nuevo mundo, y estonges no seré la isla Tille la postrera de Jas tierras (Vendré un tiempo en el curso de los siglos / en que el Océano abrird las barreras que cierran el mundo / y hard descubrir un inmenso con- tinente. / Entonces Tetis, reina de las ondas revelaré nuevos mundos [novos detegat orbes] / y sobre la tierra no existiré ya mas una tltima Tule]. Al parecer, Colén habia lefdo algunos documentos pertenecientes ala familia Perestrello, de Porto Santo, cerca de Madeira, que aportaban mas testimonios de la existencia de tierra al oeste. No obstante, a Colén le ob- sesionaba su ascenso social y, a lo largo de su vida, trabaj6 duro a fin de mejorar el estatus de su familia. Primero, se cas6 con una joven pertene- ciente a la familia Perestrello, de origen italiano y vinculada a la nobleza portuguesa, y mas tarde, les asignaria un alto cargo en el Nuevo Mundo a sus hermanos Bartolomé y Diego. Tras haber recibido de los reyes gene- rosas concesiones de derechos y de tftulos, Cristdbal se aseguré de que su hijo legitimo, también llamado Diego, contrafa un matrimonio en verdad ex- celente, apropiado a una persona de noble condicién.™* Sin embargo, las mur- muraciones de «los cristianos viejos» se alzaban en voz cada vez més alta contra los éxitos de los judios conversos admitidos en los rangos més al- tos de laccorte, y también contra el éxito de este arribista genovés, y con- tra el de todos los genoveses que gestionaban con tanto éxito el comercio en Andalucia en aquellos afios. PUEBLOS EXTRANOS Es necesario establecer la diferencia entre el hecho de caer en la cuenta de la existencia de nuevos mundos habitados por seres humanos més all de los limites de Europa, de Asia Occidental y del norte de Africa, y los nu- merosos mitos y rumores que hablaban de personas con cabeza de perro, incluso 4g personas sin cabeza, o de gigantes y pigmeos, mitos y leyendas 42 EL DESCUBRIMIENTO DE LA HUMANIDAD profundamente enraizados en las tradiciones, clasicas y otras. A partir de 1492, 0 de antes, si uno considera un hito importante, como deberfa ser- lo, el descubrimiento de los islefios canarios, los europeos cristianos vie- ron, realmente, en came y hueso a gente procedente de nuevos mundos que ni tenfan cabezas de perro ni carecfan de cabeza, un detalle de extrema im- portancia. En 1493, los documentos italianos que informan de las prime- ras llegadas a Europa de indios taino del Caribe observan que algunos de ellos, de cabeza redonda y «ojos orientales», se parecfan bastante a los tar- taros.'° Los rumores que hablaban de pueblos con fisonomfas extrafias no dejaron de circular durante muchos siglos pero no tardé en alcanzarse un consenso segtin el cual la forma del cuerpo de estos nuevos pobladores que habfan conocido en carne y hueso, y no sélo de ofdas, era humana. {Sig- nificaba eso que su tipo de alma también era humana? Tal vez las razas mons- truosas no fueran descendientes de Adan y, por lo tanto, no formaran par- te del plan divino para la humanidad. La Biblia hablaba en tono misterioso de gigantes que habjan vivido antes del diluvio universal, aunque se suponfa que estos gigantes habfan desaparecido, barridos por el gran diluvio. Las grandes hordas de Gog y de Magog mencionadas en La Biblia (seguin re- lataba Mandavila) descendifan de las diez tribus perdidas de Israel, que ha- bjan sido acorraladas entre impenetrables montajfias de la remota Asia, es- perando la llegada del Anticristo, cuando se desatarfan sobre la humanidad como un terrible azote.’® Por otra parte, hubo quien ya habia adoptado el punto de vista segiin el cual las sucias hordas mongoles, que avanzaban ha- cia el oeste arrasando cuanto se les ponia por delante, y que, en el afio 1241, Iegaron hasta Hungria, formaban parte del mismo ejército de Gog y de Ma- gog, un punto de vista que parecfan confirmar su extrafio aspecto y sus cos- tumbres salvajes, entre otras, las de no cambiarse nunca de ropa, beber le- che de yegua fermentada y cocinar trozos de carne colocdndolos entre la silla de montar y la ijada sudorosa de sus pequefios pero robustos caballos mientras galopaban a gran velocidad cruzando las estepas. La reaccién europea a los mongoles demuestra que existfan dos tipos basicos de criterios para evaluar la condicién humana. El primero se ba- saba en la apariencia fisica, la forma, la zoologia: lo que podriamos denominar testimonios de la antropologfa fisica o biolégica; el otro, se fundamenta- ba en el comportamiento, la conducta y la tecnologia: lo que podriamos de- nominar testimonios de Ja antropologia social. Col6én, como veremos més adelante, defendié desde el primer momento de contacto su opinién de que Jos pueblos encontrados eran fisicamente humanos, una afirmacién repe- tida por otros observadores, por ejemplo, el primer portugués que lleg6 a Brasil en el afio 1500. Eso no les impidié a Colén y a otros seguir especu- SALVAJES Y NOMADAS 43 Jando acerca de la existencia de razas todavia més extrafias justo al otro lado del horizonte. Es més, tenfan muy cerca la demostracién de la existencia de pueblos que, por su conducta diaria, no parecfan ser del todo humanos. Los judfos vivian en las ciudades europeas, segregados, o no, en guetos, vestian ropas similares (no olvidemos que fueron las autoridades cristianas quienes intentaron marcarlos exigiéndoles a muchos de ellos lucir un signo distinti- vo.especial) y su dieta, aunque mis limitada por la ley religiosa, no incluia nada extraordinario, del estilo, por ejemplo, de la carne de reptil que se con- sumfa en el Caribe. A los judfos se les habfa acusado, es cierto, de'consu- mir ritualmente la sangre de niiios cristianos, y no cabe duda de que estas acusaciones, tenebrosas fantasfas que presentaban a los judfos como canibales sedientos de sangre, se reavivaron en Espaiia, Italia y Alemania a finales del siglo xv y pusieron en duda su condicién de humanos. En el siglo x1v, Heinrich von Hesler no dejaba de insistir en que los judfos eran una raza maldita cuya tinica oportunidad de humanizarse se hallaba en su conver- sién al cristianismo..” Los judfos vivian en sociedad, en familia y en comunidades, a menu- do en zonas diferenciadas. A veces deambulaban de una tierra a otra, algo que ya habia ocurrido en 1492 tras su expulsién de Espajia, pero sus des- plazamientos siempre tenfan por objeto la biisqueda de un lugar donde vi- vir y asentarse. Sin embargo, otro tipo de personas no se ajustaba a esta nor- ma basica, por ejemplo los auténticos némadas, fueran lapones en el norte, © gitanos en el este. En el siglo xu, los némadas magiares que vivian en tien- das, a quienes se describfa como feos «monstruos humanos», constitufan objeto de mofa."* La legada del pueblo romanf a Europa en el siglo xv cau- s6 una gran perplejidad. Afirmaban ser cristianos expulsados del «Egipto menor, en algtin lugar del este, lo que dio pie a su nombre «gitano», 0 «egip- cianos», aunque no cabe duda de que eran originarios de la India. A su Ile- gada a Alemania, Austria, Italia y Francia, los sefiores locales intentaron tratar con ellos igual que harfan con cualquier otra sociedad, dirigiéndose asus «duques» con el debido respeto y suponiendo que posefan una estructura social similar a la de la cristiandad aristocrdtica. Al llegar el afio 1425, habian empezado a entrar poco a poco en Espaiia, llegados, al parecer, des- de Africa y desde Francia; en la década de 1480 legé una segunda olea- da cuyos miembros afirmaban ser griegos que huian de los turcos. Lo que les protegié fue la propia afirmacién de su identidad cristiana," no obstante lo cual, Isabel y Fernando les ordenaron marcharse si no se asentaban y tomaban empleo al servicio de algtin sefior, y les acusaron de deshonesti- dad y yagabundeo.” La falta de rafces sugerfa una carencia de costumbres civilizadas. 44 EL DESCUBRIMIENTO DE LA HUMANIDAD Un mejor ejemplo de némada lo proporciona alguien que vivia apar- te, entre los animales, y que incluso tenia un aspecto que parecfa més ani- mal que humano: el hombre salvaje de los bosques. Elo ella constituyeron un tema constante del arte bajomedieval inspirado en referencias biblicas: el demente rey Nabucodonosor, condenado a vivir en el campo como un buey; Elias o Juan el Bautista, que se vestfan con pieles y vivian en el desierto; 0 san Juan Criséstomo, que hacia penitencia desnudo y solo.” Una pintura del___ siglo xv1, obra de un discipulo de Pedro Brueghel el Viejo, muestra un dra- ma habitual: un hombre salvaje capturado y asesinado, un tema frecuente de los espectaculos populares a finales de la Edad Media, por ejemplo el de una representaci6n en Bruselas en el afio 1496 en honor de la infanta espafiola Juana («la Loca»), donde catorce actores disfrazados de hombres salvajes formaban parte del elenco.” Los ogros femeninos canfbales o los gigantes vestidos de pieles tenfan su lugar en las obras literarias cldsicas de la Edad Media de autores como Chrétien de Troyes en el siglo xu, y también en las coloristas leyendas populares del sur de Alemania. Lo habitual era que el hombre (0 la mujer) salvaje estuviera cubierto de vello, o escamas, o tuviera un espeso pelaje, 0 que, al menos, se vistiera con pieles de animal, se ali- mentara de bayas y raices, igual que un cazador-recolector primitivo, co- miera carne cruda (en algunas versiones, carne humana) y tuviera que uti- lizar su propia fuerza y astucia para sobrevivir, pero sin las ventajas de la tecnologia bajomedieval. A menudo, solia circular a cuatro patas, igual que cualquier otro animal. Quiza blandiera un pesado garrote, y evitara a cual- quiera de su propia especie, salvo algiin ocasional encuentro fugaz con al- gun individuo salvaje del sexo opuesto, lo que significaba perpetuar la raza. Carente de la capacidad del habla, y expresando slo «palabras sin sentido que le ensefiaba la naturaleza» (por citar a Edmund Spenser), se le hacia di- ficil razonar.* ;Podia entonces conocer a Dios? No lo parecfa. Von Hes- Jer, que sentfa una cierta compasién hacia los hombres salvajes y que los Vea como criaturas de Dios, observ6 que «tienen forma humana, pero son tan rudimentarios y tan salvajes que nunca han ofdo la palabra de Dios». No todo el mundo compartia esa opinién. Geiler von Kayserberg, un tedlogo del siglo xvm establecido en Estrasburgo, postulaba la existencia de diver- Sas Categorias de «hombres salvajes», entre ellos diaboli, sAtiros 0 demo- nios, sin duda creados por Satands; otros, claramente, pertenecfan a la hu- manidad: santos del desierto, pigmeos y los hispani, un término que podia significar lundticos o gitanos, o que tal vez no fuera mas que una pulla poco sutil contra todos los espafioles.” El sureste europeo constitufa una reser- va especial de hombres salvajes del bosque, una tradicién conservada en el nombre de una de sus regiones m4s misteriosas, Transilvania.> SALVAJES Y NOMADAS 45 En la Europa de finales de la Edad Media y del Renacimiento no im- j peraba una imagen Unica y dominante del hombre o de la mujer salvaje, sino que esta Imagen era una fantasfa que podfa expresarse de muchas y diferentes maneras; basta observar la gran cantidad de dibujos de salva- jes de Durero para ver cémo los temas clasicos podian combinarse con las tradiciones literarias y folcléricas alemanas y producir toda una Arca de ~—Noé de-personajes fabulosos.”* Sin embargo, los atributos animales de la mayotia de los hombres salvajes de la literatura y del arte bajomedieval, en general, no se‘consideraban innatos, el resultado de haber sido éreado por Dios en una categoria que no era ni totalmenté humana ni totalmente animal, sino que se solfa entender que el hombre salvaje habfa caido de su lugar en la sociedad y se habia convertido en un exiliado, a consecuencia de algtin tipo de desgracia que tenfa su origen en la primera infancia; al fin y al cabo, los fundadores de Roma, Rémulo y Remo, habfan sido criados | en los bosques por una loba. Por lo tanto, era posible tecuperar la condi- cién humana y regresar a la civilizacién, y el camino mds directo hacia esa } tecuperacién pasaba por la fe cristiana. En este sentido, la imagen negati- va del hombre salvaje siempre cont6 con su imagen opuesta, la esperan- za de la redencién. Existia otra imagen del salvaje, cuya influencia encontrarfa campo abo- nado en aquellos que descubrieron nuevos pueblos a finales de la Edad Me- dia: la imagen de una humanidad primitiva que vivia en una Edad de Oro o de Plata, segiin la represent6, por ejemplo, en las décadas de 1520 y de 1530, Lucas Cranach en pinturas que ahora cuelgan en Londres, Dublin, Weimar y otros lugares.”” La Edad de Oro descrita por los poetas clasicos (en especial, Hesfodo y Ovidio) habia sido una edad de paz, aunque tam- bién, una era de simplicidad tecnolégica; en la Edad de Plata, la humani- dad aprendi6 a construir, a cultivar la tierra y empezé a comprender la di- ferencia entre el bien y el mal, pero en sus tltimas fases llegaron los heraldos de la Edad de Bronce que introdujeron la disensién. Esta edad primitiva de Ja humanidad se caracterizaba por una pureza pristina que se fue deterio- rando de forma gradual, puesto que la «civilizacién» conlleva tentaciones y corrupciones. Por tanto, las gentes sencillas de la primera edad de la hu- manidad no se relacionaban mediante grufiidos con individuos salvajes cu- biertos de pelo y poco habituados a las relaciones sociales; su desnudez era la desnudez de la inocencia, y no la de la permisividad sexual. Esta ima- gineria cldsica domin6 las primeras descripciones del Nuevo Mundo que hicieron los escritores de la corte real espafiola y se fundié con la imagi- neria del Jardin del Edén, un tema favorito de Colén, un lector de la Bi- blia, aun cuando a los tedlogos les resultara muy dificil aceptar la idea de 46 EL DESCUBRIMIENTO DE LA HUMANIDAD una parte de la humanidad sobreviviendo en pristina pureza desde los dias anteriores a la Cafda del Hombre.”* En primer lugar, en el Jardin del Edén solo vivian un hombre y una mujer, y en segundo lugar, incluso Colén, en sus momentos de maximo fervor, tuvo que admitir que el Jardin era inac- cesible a los seres humanos, Aun asf, la imagen de una humanidad viviendo en un estado anterior al del pecado original constituyé un tema recurren- te, y que no dejé de serlo, gracias a la imaginerfa clasica, ‘ Los SALVAJES DEL OESTE Otro Ingar donde buscar a pueblos que, por su conducta, no Ilevaban vi- das del todo humanas eran los confines de Europa. Los pueblos no con- vertidos de la regién més septentrional que rodeaba las costas del Baltico constitufan una fuente de fascinacién morbosa. Eran «ignorantes y pare- cian animales», y se les acusaba de practicar una idolatria salvaje y una fe- roz crueldad que desembocaban en el barbaro rito del sacrificio humano. Ahora bien, también a los irlandeses se les consideraba como poco més que paganos: «Cristianos de nombre, pero paganos de hecho», en palabras de san Bernardo.” Gerardo de Gales, un normando con una gran verborrea, dejé una descripcién de Irlanda en la década de 1180 que anticipa en mu- chos aspectos las descripciones del Nuevo Mundo de tres siglos mds tar- de. Cualesquiera que fueran sus reservas acerca de los irlandeses, Gerar- do alabé la frescura, el aire saludable (aunque Lluvioso), los verdes campos y la ausencia de serpientes de la isla; todo ello significaba que muy poca gente caeria enferma en ese lugar y que Irlanda conservaba algunas de las pristinas cualidades del mundo en el momento de su creacién, antes que la corrupcién lo invadiera casi todo.” Era asimismo un pais de milagros y, habfa que reconocerlo, de monstruos. Gerardo hablé de hombres-lobo que adoptaban forma animal durante siete afios a consecuencia de una mal- dicién local, pero que, bajo la piel de lobo, conservaban su condicién hu- mana: «El lobo dijo entonces algunas cosas sobre Dios que parecfan ra- zonables»; «el lobo daba una respuesta catdlica a todas las preguntas».2! Al crédulo Gerardo le fascinaban las leyendas de hombres y mujeres con caracteristicas animales: en Wicklow vivia un hombre muy deforme que se crefa que era medio buey; o una mujer en Connacht que realizaba el coi- to con una magnffica cabra blanca, un acto que, en opinién de Gerardo, era menos abominable para el animal, puesto que un humano racional no de- berfa rebajarse al nivel de las bestias.”* En eso, en esencia, se resumia el problema que tenfa Gerardo de Gales con los irlandeses en general, en que era incapaz de considerarlos sus iguales. El caso es que, en términos ge- SALVAJES Y NOMADAS a7, nerales, su aspecto fisico era humano; era su cultura Ja que era barbara: «Pero, aunque estén dotados de cualidades naturales, sus caracterfsticas externds, la barba y la manera de vestir, y el modo en el que cultivan su mente son tan barbaros que no se puede decir que posean alguna cultura».** Opinaba que sus sencillos mantos y leotardos eran burdos. Se lanzaban a la batalla «desnudos», es decir, sin armaduras ni armamento propiamente dicho, y uutilizaban lanzas, dardos, hachas y piedras. En fin, y hablando con franqueza, «son un pueblo salvaje y poco-hos- pitalario. Se alimentan sélo de animales, y viven como animales. No han progresado nada desde las costumbres primitivas de la vida pastoral».* Lo que Gerardo queria dejar claro era que la humanidad empieza en los bos- ques, se traslada a los campos y, a continuacién, alos pueblos y ciudades, una evoluci6n que, en su opini6n, representaba el progreso humano. No obs- tante, los irlandeses eran tan perezosos que ni siquiera se molestaban en sa- carle provecho al campo, ni en extraer el oro de las minas que existian en laisla, a pesar del valor que le daban. Evitaban, en la medida de lo posible, las artes de tejer el hilo y la lana: «Opinan que el mayor de los placeres con- siste en no trabajar, y que la mayor de las fortunas es gozar de la libertad». En gran medida, segufan siendo un pueblo de los bosques: «Todos sus ha- bitos son los habitos de los barbaros».** Vivian tan alejados del mundo de los hombres, que no conocian (por utilizar un término moderno) la civili- zacion. Vivir juntos les proporcionaba su cultura a los pueblos, y estas g tes eran salvajes que vivian en el limite salvaje del mundo, redimidos th camente por su excelente miisica, su tinica cualidad.** Su cultura material era primitiva, y en el aspecto moral, también eran deplorables, «unas gen- tes sucias que se deleitan en el vicio». No conocfan el matrimonio como tal, e ignoraban las leyes contra el incesto.*” Demostraban su falta de fe de dos maneras: hacian trampa en sus negociaciones entre ellos y no les costaba ningin trabajo romper los pactos solemnes; y apenas eran cristianos, ya que muchos de ellos todavia no habian recibido el bautismo. Gerardo habia ha- blado con algunos tripulantes de un gran buque, que en una ocasi6n, atra- pado en una tormenta frente a la costa de Connacht, se refugié en una isla frente a una costa que nunca habfan visto antes. Le explicaron que enton- ces vieron a dos hombres remando en un sencillo bote construido en mim- bre y pieles de animales; iban desnudos, aunque llevaban trozos de pieles de animales alrededor de la cintura, y su cabello rubio era tan largo que les cubria buena parte del cuerpo. Todo lo que les ensefiaron los marineros pa- recia ser nuevo para ellos; les ofrecieron pan y queso, que se negaron a co- mer, diciendo que no sabian lo que era. Sus alimentos habituales consis- tfan en came, pescado y leche, y quedaron muy decepcionados después que 48 EL DESCUBRIMIENTO DE LA HUMANIDAD los marineros se negaran a servirles carne, argumentando que estaban en épo- ca de Cuaresma. La Cuaresma en sf no tenia ningtin sentido para ellos, ni tampoco el cristianismo, ni el calendario de meses, semanas y dias. Solian pasearse desnudos, pero se cubrfan con pieles cuando necesitaban impe- riosamente protegerse de la intemperie. Los marineros, al despedirse de ellos, les entregaron muestras de pan y queso para ensefiarles a su gente..* Ignoramos si Colén leyé el libro de Gerardo de. Gales, ni siquiera sa- bemos si habfa ofdo hablar de él, aunque sf sabemos que visité Galway, al oeste de Irlanda, y resulta dificil demostrar que la crénica de Irlanda es- crita por Gerardo hubiera podido llegar a lectores ajenos a las bibliotecas de Oxford y Cambridge. Lo que sus palabras revelan, no obstante, es una extraordinaria coherencia en el modo en el que los europeos medievales juzgaban a los pueblos a los que consideraban menos avanzados que ellos. Se preguntaban por su aspecto fisico, que inclufa la utilizacién de vestiduras; por su tecnologia, en cuanto a fabricacién de armas, tejidos y construccién de casas (una cuestién planteada por otros autores); por sus costumbres se- xuales y comportamiento moral, que inclufa, algo muy importante, su co- nocimiento del cristianismo; y por su capacidad de asociarse entre ellos y de forjar una auténtica «sociedad». En cualquier caso, aquellos marineros que explicaban su encuentro con los barbaros irlandeses frente a la costa de Connacht actuaron de una forma extraordinariamente similar a la de aque- Ios otros que, en el afio 1341, conocieron a los canarios en Gran Canaria; en el afio 1492, a los indios tafnos en las Bahamas, 0 a los indios tupis en Brasil en el afio 1500: les mostraron sus alimentos, y observaron sus re- acciones a los barcos y aparejos. Los SALVAJES DEL ESTE Los informantes de Coldn, de hecho, eran mucho mas antiguos que Ge- rardo de Gales. Una fuente de informacién directa de Colén y de sus coeténeos era Plinio el Viejo, fallecido en la erupcién del voleén Vesubio enel afio 79 d. C., quien explicé que Etiopfa era el hogar de muchos pue- blos extrafios, desde los pigmeos de la tradicion clésica hasta los desnu- dos gymnetas y pueblos sin boca; en algtin otro lugar de Africa vivian los blemias, que tenfan los ojos y la boca en la Parte alta del torso y carecfan de cabeza, y los antropéfagos que comfan hombres; yen la India habfa gen- te que tenfa los pies colocados al revés. Sin olvidar que los términos «In- dia» y «Etiopfa» se interpretaban de una forma muy amplia que abarcaba los territorios costeros al sur y al oeste del océano {ndico, se tenia la es- peranza razonable de que los barcos de Col6n se tropezaran con estos pue- RE SALVAJES ¥ NOMADAS 49 blos extrafios. Las historias, a medida que se repetian, se iban amplificando. y pasaron por escritores como Agustin de Hipona en el Africa del siglo ¥, Isidoro de Sevilla en la Espafia del siglo vt y vu, el autor de‘la leyenda de san Brandan en el siglo x, los gacetilleros medievales como Gervasio de Til- bury, en el siglo xz, y el cardenal Pierre d’ Ailly, cuyos escritos fueron es- tudiados en todo detalle por Colén, a principios del siglo xv.» Marco Polo dédicé mucho espacio en su libro a los pueblos sin cabeza o a gentes que utilizaban su tinico e inmenso pie para protegerse de la Iuvia 0 del sol. Le gustaba insistir en el valor de sus testimonios presenciales y si destribfa algun lugar que no hubiera visitado realmente, intentaba conferirle a su cr6- nica una autoridad similar. En consecuencia, escribié acerca de una isla lla- mada Andaman, en el océano {ndico, poblada de salvajes que no tenian rey, «

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