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hebreas ge' hinnom, "valle de Hinom", o ge' ben hinnom, "valle del hijo de
el estanque de Siloé (ver com. Jer. 19: 2). El impío rey Acaz (ver t. II, p.
88) parece haber iniciado en los días de Isaías la bárbara costumbre pagana de
com. Lev. 18: 21; Deut. 18: 10; 32: 17; 2 Rey. 16: 3; 23: 10; Jer. 7: 31.
Manasés, nieto de Acaz, restableció esa práctica (2 Crón. 33: 1, 6; cf. Jer.
32: 35). Años después, el buen rey Josías profanó ceremonialmente los altos
del valle de Hinom donde se había realizado ese atroz tipo de culto (2 Rey. 23:
10), con lo cual se acabaron esos sacrificios. Como castigo por ése y otros
males, Dios advirtió a su pueblo que el valle de Hinom un día sería el "Valle
32-33; 19: 6; cf. Isa. 30: 33). Por eso los fuegos de Hinom se convirtieron en
un símbolo del fuego consumidor del último gran día de juicio y del castigo de
los impíos (cf. Isa. 66: 24). Según las ideas escatológicas judías, derivadas
almas de los impíos bajo castigo hasta el día del juicio final y de las
retribuciones.
La tradición que afirma que el valle de la 326 Gehenna (forma latina del
nombre) era el lugar donde se quemaban los desperdicios, y que por lo tanto era
una figura del fuego del día final, parece haberse originado con el rabí
Kimchi, erudito judío de los siglos XII y XIII. La antigua literatura judía no
contiene nada de esto. Los rabinos más antiguos basaron la idea de la Gehenna
como un símbolo del fuego del último día en