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CADA VEZ SOMOS MÁS

ESTÚPIDOS?, LAMENTÁNDOLO
MUCHO LA RESPUETA ES SÍ.
24 S E PTI EMBR E, 2019 N EUR ON A SA PI ED ECA LLE

Día tras día, se van acumulando estudios científicos sobre la lenta (pero constante)
degradación de la capacidad de aprendizaje.

Un tema muy candente por la época del año en la que estamos, la inevitable llegada del mes
de septiembre y con él el comienzo de un nuevo curso escolar.

El profesorado asiste curso tras curso al aumento del número de niños que necesitan ayuda
intelectual de forma significativa y por el contrario observan que el número de niños
superdotados disminuye.

¿Qué está pasando?, ¿nos encontramos frente a una involución de los cerebros?

Recientemente en la televisión pública, en el programa Documentos TV, proyectaron un


documental titulado “Cerebros en peligro”, de Sylvie Gilman y Thierry De Lestrade, donde 
responden a la cuestión ¿Qué peligro se cierne sobre los cerebros de los bebés?

Para responder a esta pregunta entrevistan a una serie de científicos, antropólogos,


neuropsicólogas etc, y tener una visión global y muy completa sobre el problema que nos
ocupa.

Edward Dutton (antropólogo), centrado en la evolución de la inteligencia ha encontrado


datos muy curiosos observando la base de datos de los resultados de los test del Cociente
Intelectual del ejército escandinavo. Sus estudios muestran que el CI aumentó hasta
mediados de los años 90, y a partir de entonces empezó a disminuir, y este descenso no ha
parado. De hecho, en los últimos 20 años el CI ha descendido 2 puntos por década. Sus
conclusiones fueron muy claras, estamos asistiendo a una inversión de la curva de la
inteligencia. Este estudio se respalda con estudios realizados en colegios de Francia y
Estonia, que obtuvieron unos resultados muy similares a los del Ejército finlandés.

Pero, ¿el descenso del CI es la única amenaza existente sobre los cerebros?  A esta pregunta
Barbara Demenix, del Centro Nacional para la investigación científica de París (bióloga
especialista en endocrinología), tiene la respuesta muy clara, y es NO. No, porque cada vez
hay más niños con déficit de atención, hiperactividad o autismo. Esta afirmación, viene
respaldada con datos provenientes de California. Éstos  revelan que entre 1990 y 2001 el
número de niños diagnosticados de autismo aumentó un 600%, cifras verdaderamente
alarmantes. A lo que Demenix se preguntó, si la tiroides podía tener algo que ver, ya que
este retraso mental podría estar relacionado con el mal funcionamiento de la tiroides.

Para responder a esta pregunta, nos remitimos al Doctor Peter Pharoah, que realizó una
investigación en Papúa Nueva Guiena, sorprendido por la cantidad de niños que tenían
cretinismo (Enfermedad que se caracteriza por un déficit permanente en el desarrollo físico
y psíquico y va acompañada de deformidades del cuerpo y retraso de la inteligencia; es
debida a la falta o la destrucción de la glándula tiroides durante la etapa fetal). Pharoah
sospechó que el problema podría ser causado por una disfunción tiroidea debido a una
carencia de yodo. El estudio reveló que el yodo era necesario para prevenir el cretinismo.
Sin el yodo, no se generan hormonas tiroideas y sin ellas el cerebro no se desarrolla
correctamente. Revelada la gran importancia del yodo, la Organización Mundial de la Salud
ha detectado carencia en 50 países. En Europa el 44% de la población presenta carencia de
yodo; ¿esto podría explicar el descenso del CI?

El doctor Franceso Vermiglio, comprobó a través de un test de inteligencia que pasó a 719
alumnos, que el 14% presentaba retraso mental leve. También observo que niños de entre
18 y 36 meses tenían problemas de hiperactividad, confirmando el diagnóstico de TDAH en
más de un 70% en los hijos de madres con carencia de yodo. Además se observó que existía
una diferencia de varios puntos en el CI entre los hijos de las madres con mayores carencias
de yodo. A la conclusión que se puede llegar es que el nivel de yodo en las madres
repercute directamente en el CI  de los hijos. Pero cabe preguntarse, ¿esta carencia de yodo
es la única responsable de los trastornos del desarrollo cerebral?, la respuesta es clara, NO.

Vivimos rodeados de grandes cantidades de sustancias químicas, como el bromo, cloro,


flúor…las moléculas químicas fabricadas a partir de estos elementos químicos poseen casi
la misma estructura que el yodo, y las hipótesis más recientes creen que nuestro organismo
confunde las hormonas tiroideas de modo que pueden ocupar su lugar y perturbar el
funcionamiento hormonal.

¿Dónde se encuentran estas moléculas químicas para influir en nuestro organismo?

Uno de los mayores sospechosos son lo policlorobiferidos (PCB), aunque actualmente están
prohibidos, son tan persistentes que aún se encuentran en partículas de polvo reducidas en
sedimentos, que se introducen en la cadena alimenticia a través de algunos pescados o
mariscos, ciertas carnes y algunos productos lácteos. Experimentos como los del Doctor
Tom Zoeller, demostraron que los PCB pueden interactuar con el receptor de la hormona
tiroidea y cambiar el desarrollo del cerebro.

Estos hallazgos implican que toda la población está expuesta a un producto químico, que
probablemente altera el desarrollo del cerebro de forma sutil, provocando cambios en el
comportamiento de los niños. Estudios, han demostrado que existe una relación entre los
niveles de PCB de las madres y el descenso de varios puntos del CI de sus hijos.
Aunque otras sustancias químicas se han hecho un lugar en nuestros hogares, como los
retardantes de la llama, derivados del cloro o bromo presentes en electrodomésticos,
cojines, colchones…Arlene Blum, del instituto Green Science Institute, en sus
investigaciones ha demostrado que hay una relación entre los niveles de retardantes de la
llama presentes en la sangre de las madres y el desarrollo neurológico y la disminución del
CI del niño.

Otros sospechosos proceden de la combinación de flúor, bromo o cloro, los pesticidas. La


neuropsicóloga Brenda Eskenazi, inició un estudio en el 2000, el estudio se llamó
“Chamacos”, en el que estudió los efectos de los pesticidas en los cerebros de niños no
natos. En este estudio midió residuos de pesticidas organofosforados presentes en la orina
de 600 madres, en su mayoría procedentes de familias de trabajadores agrícolas. En los
resultados se observó una relación entre los niveles de dichos residuos y el desarrollo
cerebral de los niños. Se realizaron exámenes a los niños desde su nacimiento regularmente
y los resultados son:

 Reflejos anormales en recién nacidos.


 Retraso intelectual en niños de 2 años.
 Descenso del CI en niños de 7 años.
 Aumento del TDAH.
 Incremento de síntomas de autismo.

Tras los resultados de este estudio se podría pensar que en las zonas urbanas este problema
no debería existir porque esta exposición no existe, pero nos equivocaríamos. La exposición
a los organofosforados se habitual, por ejemplo encontramos pesticidas en los aerosoles
para eliminar cucarachas. Y aunque las poblaciones son diferentes, y con marcadores de
exposición distintos, la relación entre la exposición prenatal y el descenso del CI eran muy
similares, entre las poblaciones agrícolas y las urbanas.

Aunque para la Doctora Irva Hertz-Picciotto esto sólo explicaría un tercio de ese
incremento, los otros dos tercios siguen sin tener explicación.
La última pregunta que se nos plantea es ¿la exposición en el vientre materno puede
modificar la anatomía cerebral?

Para responder a esta pregunta, se desarrolló un estudio en el que realizaron resonancias


magnéticas a 40 niños de 12 años, que estando en el útero materno habían sido expuestos a
Clorpirofós, presente en los pesticidas. Se observó que regiones del cerebro de niños con
mayor exposición difieren de las de menor exposición. Los cambios estructurales que se
observaron corresponden a regiones encargadas de la atención y al control sobre sí mismos.

En la actualidad, aun no se sabe cuántas moléculas alteran el cerebro, hay muchas muy
pocos test para su detección y poder responder a la cuestión. Demenix y su equipo están
elaborando un test con el objetivo de identificar las moléculas que perturban la glándula
tiroides.

Una de las soluciones propuestas para este problema es, asegurarse de que las mujeres
embarazadas tengan yodo suficiente  para saturar la glándula tiroidea, y de este modo se
convierta en una barrera contra determinados ataques químicos. Según Demenix, ésta sería
un comienzo para limitar los efectos de los perturbadores endocrinos.

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