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La bomba de ariete irrumpe en la historia al principio de la era de los grandes inventos, a finales

del siglo XVIII, y alcanzó su adultez paralelamente a las máquinas de vapor y el motor de
combustión interna. La aparición del ariete hidráulico data del año 1772, cuando el inglés John
Whitehurst en una cervecería del condado de Cheshire construyó un ingenio basado en un
principio de funcionamiento novedoso: accionaba manualmente un grifo en una tubería
conectada a un tanque de abasto, en un nivel superior, para provocar el fenómeno conocido como
golpe de ariete, que permitía elevar parte del caudal a un tanque de almacenamiento colocado a
una altura de 4,9 metros. El ariete hidráulico luego fue perfeccionado y patentado en 1796, por el
francés Joseh Montgolfier (1740-1810), quien utilizó el invento al que denominó “belier
hydraulique” para elevar agua al molino instalado en su fábrica de papel en Voiron (Francia).
Después de la muerte del ilustre francés otros se ocuparon de añadir bondades al equipo que
pronto tuvo una amplia difusión por todo el mundo. Baste decir, a modo de ejemplo, que estuvo
presente en las famosas fuentes del Taj Mahal en la India, o en el Ameer de Afganistan. Con el
tiempo cayó en desuso, sobre todo debido al avance arrollador de la bomba centrífuga y los bajos
costes de la electricidad y de los combustibles fósiles. No obstante la bomba de ariete sigue
siendo una buena solución para abastecer de agua en países en vías de desarrollo y a pequeña
escala en países desarrollados, donde se suele utilizar por razones de sensibilidad ambiental, o
también por ahorro de costes energéticos, siempre en lugares donde se puedan dar las
condiciones apropiadas. Una de las ventajas que ofrece la bomba de ariete es su escaso
mantenimiento. Sólo requiere la sustitución de pequeños elementos de goma y además, procurar
que no lleguen a las válvulas: pequeñas piedras, hojas o lodos desde la toma de agua. La vida útil
puede superar en gran medida con un poco de mantenimiento, cuarenta años o más. En Ameya
(Nicaragua), se encuentra un ariete funcionando desde 1884. En Cuba algunos modelos
instalados en el siglo XIX todavía resisten la prueba del tiempo y con un mínimo mantenimiento
podrían reiniciar su rítmico accionar.

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