Está en la página 1de 5

Santa Gertrudis la Grande - LOS EJERCICIOS

EJERCICIO II
DE LA CONVERSIÓN ESPIRITUAL

Cuando, después de renovar tu buen propósito, quieras celebrar la memoria de la primera


conversión, por la que has renunciado al mundo, y volver tu corazón con todas sus
energías hacia Dios, utiliza el presente ejercicio, rogando a Dios que te modele para él
como un monasterio de amor y de todas las virtudes.

¡Oh Jesús!, Amadísimo de mi corazón,


ningún fruto espiritual puede hacerse firme
si no está empapado por el rocío de tu Espíritu,
si no lo nutre el vigor de tu amor.
Que te agrade, pues, tener piedad de mí,
para que me recibas en los brazos de tu amor
y me caldees por completo con tu Espíritu.
Mira mi cuerpo y mi alma: te los entrego, para que los poseas.

¡Amado mío, Amado mío!, derrama tu bendición sobre mí.


Ábreme e introdúceme en la plenitud de tu suavidad1.
Te deseo con toda el alma y con todo el corazón,
y te suplico que sólo tú me poseas.
¡Ah, yo soy tuya y tú eres mío!
Haz que con fervor de espíritu siempre renovado
crezca en tu amor viviente;
y, por tu gracia, florezca
como los lirios del valle al borde de las corrientes de agua.

Aquí ruega a la Virgen Madre para que interceda por ti:

¡Oh blanco lirio!,


mi mayor esperanza después de Dios,
dulcísima María.
Habla en mi favor ante tu querido Hijo,
di por mí una palabra eficaz.
Defiende mi causa fielmente.
Por tu misericordia alcánzame lo que deseo,
porque confío en ti que eres, después de Cristo, mi única esperanza.
Muéstrate conmigo como una madre llena de bondad.
Haz que sea recibida por el Señor en el claustro del amor,
y en la escuela del Espíritu Santo,
porque tú, más que nadie, puede obtenerlo de tu querido Hijo.

1
Este parágrafo está lleno de alusiones al Cantar de los Cantares (1, 3; 5, 2; 2, 1). Esta última referencia combina con
Si 50, 8.
Madre fiel, cuida de tu hija,
para que me convierta en el fruto de un amor siempre vivo,
crezca en completa santidad
y persevere regada con el rocío del cielo.

Implora aquí la gracia del Espíritu Santo, para que te haga progresar en la religión:

¡Ven, Espíritu Santo, ven, oh Dios, que eres amor!


Llena mi corazón que está, ¡ay!, vacío de todo bien.
Inflámame para que te ame;
alúmbrame, para que te conozca;
atráeme, para que encuentre en ti mis delicias;
poséeme, para que goce de ti.

Ahora, sal del mundo y de todo lo que no es el dulce Jesús, tu amor.

¡Quién me diera, mi Amado Jesús, alas como a la paloma2,


y volar en el ardor de mi deseo, ávida de reposar en ti!

Después, ocúltate en Cristo Jesús:

¡Ea, Jesús, lleno de luz!,


por ese amor por el cual, Dios hecho hombre,
has venido a buscar lo que se había perdido para salvarlo3,
entra ahora en mí, Amado mío,
y haz que yo también penetre en ti.
Ocúltame en la roca inaccesible de tu protección paternal4.
Escóndeme en la caverna de tu bondadosísimo corazón,
lejos de todo lo que no seas tú,
el más querido de todos los seres queridos.
Y concédeme un lugar en el pueblo de Israel,
para que mi lote sea estar contigo entre las hijas de Jerusalén. Amén.

Ahora prostérnate a los pies de Jesús:

¡Bendíceme, Jesús tan amante!


¡Bendíceme y ten misericordia de mí,
por la ternura de tu benignísimo corazón!
¡Ah!, que mi alma elija no saber nada fuera de ti
y que, bajo la disciplina de tu gracia,
instruida por tu unción en la escuela de tu amor,
mis progresos sean grandes, rápidos, intensos.

2
Sal 54, 7.
3
Lc 19, 10.
4
Cf. Ct 2,14.
Para revestir el hábito espiritual, di:

Padre Santo,
en este amor por el que me has marcado con la luz de tu rostro5,
concédeme progresar en ti en toda virtud y santidad.
Cristo Jesús,
por el amor con que me has redimido con tu propia sangre,
revísteme con la pureza de tu vida inocentísima.
Paráclito Todopoderoso y Santo,
por el amor con que me has marcado para ti,
dándome un nombre espiritual,
concédeme amarte de todo corazón,
adherirme a ti con toda el alma,
gastar todas mis fuerzas en amarte y servirte,
vivir según tu corazón,
y, a la hora de mi muerte, preparada por ti,
entrar sin mancha a tus bodas.

Ruega a la Virgen Madre que sea tu guía en la religión o en cualquier otro estado:

¡Oh María, Madre de Dios!,


Madre mía, a quien amo tiernamente,
cúbreme con el vellón de Jesús,
el Cordero por excelencia.
Que por ti me reciba,
me alimente,
me posea,
me gobierne
y me haga perfecta,
Él, que es el amor primordial. Amén.

Aquí ofrece el voto de castidad a tu Esposo celestial:

¡Oh, Jesús dulcísimo!


Tú eres el único a quien he elegido por amante fiel de mi alma,
por compañero preferido de mi vida;
¡por ti languidece mi alma!
Te ofrezco el amor de mi corazón, eligiéndote por guía y compañero.
Te ofrezco mi cuerpo y mi alma para servirte,
porque yo soy totalmente tuya y tú totalmente mío.
¡Adhiéreme a ti, mi amor verdadero!
Te ofrezco mi castidad,
porque eres todo dulzura y encanto,
esposo lleno de delicias.

5
Cf. Sal.4, 7.
A ti te consagro mi obediencia,
porque tu paternal caridad me seduce,
tu bondad y dulzura me atraen.
Me comprometo a cumplir tu voluntad,
porque entregarme a ti es lo más amable de todo,
quererte es infinitamente dulce y deseable.
Me ofrezco a ti, el único de mi corazón,
para que desde ahora viva sólo para ti,
porque nada he encontrado más dulce,
nada he estimado más provechoso
que estar unida a ti, mi Amado, en lo más íntimo.
Modela mi corazón según el tuyo,
para que merezca vivir totalmente según tu voluntad.

RESPONSORIO 6:

La realeza del mundo


y toda la gloria de aquí abajo,
todo lo desprecio por el amor de mi Señor Jesucristo:
a quien he visto,
a quien he amado,
en quien he creído,
a quien he querido.

VERSÍCULO:

Me brota del corazón una poema bello:


consagro mis obras al Rey.
A quien he visto,
a quien he amado,
en quien he creído,
a quien he querido.

RESPONSORIO:

Verdadero autor y guardián de la pureza que,


nacido de la Virgen nos has inflamado con el santo amor a la castidad;
Cristo, modelo, esperanza y corona de vírgenes,
por la intercesión de la Bienaventurada Virgen María, tu Madre,
consérvame casta de espíritu y de cuerpo.

VERSÍCULO:

Fuente de la vida, origen de la luz sin fin


y autor santísimo de toda bondad7.
6
Responsorio de la fiesta de Santa Inés, que se utilizaba en el ritual de la consagración de vírgenes.
ORACIÓN:

Dios todopoderoso y eterno,


atiende favorablemente nuestras plegaria,
y concédenos, a nosotros tus servidores que, por el honor de tu nombre,
estamos reunidos en la unidad de una misma caridad,
una fe recta, una esperanza inquebrantable, una humildad verdadera,
una devoción santa, una caridad perfecta,
y en nuestras buenas obras,
asiduidad, constancia y perseverancia.
Por los méritos y la intercesión de todos los Santos,
concédenos que reine en nuestros corazones un afecto simple,
una paciencia fuerte, una religión pura e inmaculada8,
una obediencia apacible, una paz perpetua,
un espíritu puro, una conciencia santa,
la compunción del espíritu, la fortaleza del alma,
una vida sin mancha, un final irreprensible,
para que, corriendo con vigor,
merezcamos entrar felizmente en tu reino.
Amén.

7
Sa135,10.
8
St 1,27.

También podría gustarte