La pregunta central es ¿por qué ciertos bienes y servicios deben ser
provistos a través del presupuesto?. Estos bienes y servicios pueden ser producidos por el sector público o privado. En términos de propiedad, no interesa quien produce los bienes en cuestión, nos dice Musgrave (1987). El punto crucial es que a los consumidores no se les impone una carga directa por el acceso a dichos bienes. Dada la suposición general que la preferencia de los consumidores sería la de pagar por la compensación (quid pro quo) del mercado, ¿por qué estarían eligiendo la provisión presupuestaria en el caso de los bienes públicos? (Musgrave en Palgrave, 1987). Desde una perspectiva histórica muy somera, mostraremos algunas respuestas a la pregunta central.
El gasto público en la economía clásica.
Diferentes respuestas a los interrogantes planteados se encuentran en la
literatura británica de los siglos XVIII y XIX. Autores clásicos como los escoceses David Hume y Adam Smith, y los ingleses John Stuart Mill y David Ricardo, aportaron su punto de vista que ha orientado la literatura desde entonces.
Los economistas clásicos analizan el funcionamiento del sector público, en
el marco de la economía de mercado y en la no interferencia precisamente del mercado por parte del Estado. La provisión de los servicios públicos y la imposición para su financiación se debe realizar solo cuando lo demandan circunstancias excepcionales. Un rasgo esencial del enfoque clásico, es que los ingresos y gastos públicos se trataban de manera independiente. Mientras la imposición según el beneficio se consideraba el ideal; los ingresos y en general el problema impositivo, se analizaba en el contexto de la capacidad de pago, con el ajuste necesario del gasto público (Musgrave, 1985: 3).