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Créditos
~ MODERADORA ~
GIGI

~ TRADUCTORA~
GIGI

~ CORRECCIÓN Y REVISIÓN ~
MONA

~ DISEÑO ~
GIGI

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Índice
SINOPSIS 5 ~ 10 ~ 156

~ HACE SIETE AÑOS ~ 6 ~ 11 ~ 169

~1~ 24 ~ 12 ~ 171

~2~ 33 ~ 13 ~ 192

~3~ 38 ~ 14 ~ 201

~4~ 40 ~ 15 ~ 205

~5~ 51 ~ 16 ~ 220

~6~ 80 ~ 17 ~ 222

~7~ 100 ~ 18 ~ 224

~8~ 119 ACERCA DE LA AUTORA 227

~9~ 141 4
Sinopsis
T
atum O’Shea de dieciocho años es ingenua, tímida, una pequeña niña
rica. Jameson Kane de veintitrés es inteligente, seductor, y más rico. Se
encuentran una noche, una explosión, un error y Tate queda en la
deriva; sin familia, ni dinero, ni Jameson.

Siete años después, la vida de Tate va bastante bien, cuando se encuentra con
Jameson de nuevo. Esta vez, piensa que está lista para él. Ya no tiene ni un hueso
ingenuo en su cuerpo, y ni siquiera recuerda qué se siente ser tímida, Jameson ha
evolucionado también; palabras más duras, más ingenio, y una lengua que puede
partirla en dos. Todo suena divertido para una mujer como Tate, y está lista para jugar,
determinada a demostrar que no es la misma chica que conquistó en aquel tiempo. Una
serie de juegos comienzan, cada uno más tortuoso que el anterior.

Pero cuando la línea entre los juegos y la realidad es más borrosa, Tate
rápidamente se da cuenta que Jameson definitivamente ganó su apodo, “Satán”. ¿Puede
ganarle en su propio juego antes que alguien salga herido? ¿O él la dejará sin alma al
triunfar de una vez por todas?

ADVERTENCIA: contiene un aspirante a estrella porno, un asistente personal


indiferente, y la palabra M, DEMASIADO. También situaciones sexuales gráficas y temas
sadomasoquistas.

5
~ Hace Siete Años ~

H
abía ido a su apartamento simplemente a dejar algunas cajas con cosas
de su hermana, Eloise, Ellie. Tatum apenas había cumplido dieciocho e
iba a mudarse a su propio apartamento en el centro de Boston. Había
estado en una habitación en su primer semestre en Harvard, pero sus
padres no “aprobaban” a su compañera de cuarto, así que, su padre le había rentado un
apartamento fuera del campus. Cuando el padre de Tate decía salta, todo lo que tenía
permitido decir era: “¿qué tan alto?”; así que, se iba a mudar.
Su hermana Ellie, era cuatro años mayor, y nunca se llevaron muy bien. Hace casi
dos años, Ellie había empezado a salir con Jameson Kane; Kane, como casi todo el
mundo lo llamaba. Su relación era extraña para Tate. Ellie y Jameson parecían más
conocidos que personas que dormían juntos, pero, ¿quién era ella para juzgar? Ni
siquiera le gustaba su propio novio.
Tate realmente no sabía qué pensar de Jameson. Era tan guapo, que
probablemente era ilegal. Se preocupaba que, si lo miraba demasiado, se volvería ciega.
También era muy inteligente, se había graduado temprano de Yale con una Maestría en
Administración, y se estaba tomando un tiempo para empezar a trabajar y analizar sus
posibles trabajos. Venía de una familia adinerada, su padre era alguna clase de gran jefe
en Wall Street, y se rumoreaba que Jameson seguiría sus pasos.
En los dos años que había estado saliendo con su hermana, Jameson no parecía
notar mucho a Tate. La ignoraba, la trataba con indiferencia. Cuando tenía que tratar
con ella, era casi como una ocurrencia tardía, como si hubiese olvidado que existía. Era
alto y apuesto, experimentado e inteligente. Tate era una chica lista, ingenua, sin idea
de la vida, recién salida de la secundaria, sin experiencia real en el mundo o de las
personas que lo habitaban. La intimidaba.
Se sentía raro, estar en el apartamento de Ellie sin que estuviese allí. Jameson
había dejado pasar a Tate, y la ignoró casi todo el tiempo. Qué caballero. Tate tuvo que
arrastrar las cajas pesadas del estacionamiento al edificio, y luego por el pasillo al
apartamento, todo por su cuenta. Cuando llevó la última caja, la dejó junto a su cama,
resoplando y jadeando. 6
—¿Querías ayuda? —preguntó Jameson, apareciendo en el umbral de la puerta.
Tate se volteó y se sorprendió.
—No, esa era la última caja —respondió, acomodando su cárdigan. Siempre la
hacía sentir nerviosa. La mirada de él fue a su rostro.
—Estás muy roja. ¿Quieres algo de beber? —preguntó. Tate sintió que se
ruborizaba más de lo que aparentemente estaba; nunca estaba preparada para sus
modales repentinos.
—Si tienes algo de té sería genial —respondió, y luego lo siguió a la cocina. Pensó
que le iba a servir un poco, pero sólo le hizo un gesto al refrigerador.
—No sé qué tiene Ellie ahí, montones de comida saludable de mierda. Busca. —
Le ofreció. Ella hizo mala cara a sus espaldas.
—Agua está bien —le dijo, y luego sólo se sirvió un vaso de agua del grifo.
—Así que. Nuevo apartamento, completamente sola en la gran ciudad. ¿Estás
lista? —preguntó. Ella asintió y se volteó para mirarlo. Sus penetrantes ojos azules
estaban observándola y resistió el impulso de limpiar su rostro. ¿Estaba goteando agua
por su barbilla?
—Como nunca, supongo. Soy bastante confiada, así que, creo que estoy lista —le
respondió, tomando sorbos delicados de su agua. Él rio.
—Vamos, parece que estás muriendo. Siéntate, puedes beber tranquila —le dijo,
llevándola hacia la mesa. Incluso la sorprendió al apartarle una silla.
—Gracias —dijo Tate antes de seguir sus instrucciones y beber el agua en un par
de tragos. Sin preguntar, él alejó el vaso de sus manos y lo llenó de nuevo antes de
sentarse al otro lado.
—¿No tienes un novio, o algo? ¿Está en Boston? —preguntó Jameson, deslizando
su vaso por la mesa. Ella negó.
—No, Drew se quedó en State —respondió.
—Ustedes han estado saliendo por un tiempo… ¿qué tal es, estar en una relación
a distancia? —preguntó Jameson. Estaba sorprendida por su pregunta. Jameson nunca
le importó nada sobre ella.
—Hemos estado juntos por tres años, pero no sé cuánto va a durar. No quería
que fuera a Harvard, quería que lo siguiera a Penn State. Discutimos mucho sobre eso.
Quiere intentar que funcione, pero creo que es tiempo de terminar. Seguir adelante.
Ahora estamos en la universidad, no tengo tiempo para esa clase de mierda. —Dejó salir
todo. Jameson levantó una ceja.
—Wow, una reflexión muy madura. ¿Cuántos años dijiste que tenías? —
preguntó. Tate puso los ojos en blanco.
—Me has conocido por dos años, Jameson, ¿y no puedes recordar mi edad? —
respondió con una pregunta. Él se encogió de hombros.
—Creo que ni siquiera sé la edad de Ellie. ¿Cuántos? —La presionó.
—Acabo de cumplir dieciocho, hace dos semanas. ¿Cómo puedes no saber la 7
edad de Ellie? Han estado juntos por tanto tiempo —aclaró Tate. Él se encogió de
hombros de nuevo.
—No presto atención a cosas como esas. Entonces, ¿qué estudiarás en la
universidad? —preguntó. Tate tuvo que detenerse para señalar, de nuevo, que ya
debería saber esas cosas; lo discutieron muchas veces delante de él. Nunca se dio cuenta
antes, pero era un poco egocéntrico. Arrogante.
—Ciencias políticas —dijo. Él puso los ojos en blanco.
—Veremos cuánto dura eso. Ve a economía, más dinero —le dijo. Ella estrechó
los ojos en su dirección.
—No lo estoy haciendo por el dinero —replicó.
—Entonces eres estúpida.
—Eres un imbécil —dijo bruscamente, sorprendiéndose ella misma. No era
propensa a decir malas palabras, la mayoría del tiempo, o ser grosera. Acababa de hacer
ambas. Aunque, no pareció molestarlo; simplemente soltó una carcajada.
—¿Recién te das cuenta de eso?
Tate sonrió. Él tenía una linda risa, y una sonrisa sexy. Podía sentir que se estaba
sonrojando. Podía recordar la primera vez que Ellie lo llevó a casa. Tate había
desarrollado un flechazo al instante que lo vio; alto, cabello oscuro, brillantes ojos
azules, sonrisa matadora; ¿qué chica no se enamoraría completamente a primera vista?
Pero nunca fue más que eso, sabía que Jameson estaba fuera de su liga, ni siquiera era
visible para él. No desperdiciaba mucho tiempo fantaseando en eso.
Pero ahora, sentada al otro lado de la mesa, se sentía caliente bajo su suéter.
—Bueno, sí, nunca hablas conmigo —remarcó ella.
—Hablo contigo.
—¿Cuándo?
—¿Disculpa?
—¿Cuándo hablas conmigo? ¿Cuándo fue la última vez que hablaste conmigo? —
preguntó Tate. Él pensó por un segundo, mirando al techo.
—Te pregunté si estabas bien cuando tu perro murió —respondió, sonriéndole.
—Eso fue el año pasado —le dijo. Jameson empezó a reír de nuevo.
—Oye, al menos lo recordé —puntualizó. Ella también comenzó a reír.
—Supongo que es algo. No importa de todos modos. Me iré; no más cenas
familiares silenciosas, gracias a Dios. Tú y Ellie estarán por su cuenta —le advirtió.
—Bueno, tendrás que regresar de vez en cuando.
—No. —Negó—. No lo haré. He decidido que no regresaré hasta que termine mis
estudios, si lo logro. Estoy intentado entrar en un programa avanzado de cuatro años, o
menos.
—Wow. Un infierno de desafío, nena. ¿Crees estar a la altura? —preguntó. Ella 8
se estremeció cuando le dijo “nena”, nunca le había dicho eso antes, nunca le llamó por
ningún apodo. Se aclaró la garganta.
—Creo que estoy a la altura de todo lo que me proponga —respondió. Él sonrió.
—Buena respuesta. ¿Quieres un trago? Ellie debería llegar a casa en cualquier
minuto, deberíamos abrir algo y tenerlo listo para ella —preguntó repentinamente,
levantándose de su silla. Tate alzó su vaso.
—Tengo agua justo aquí —señaló. Jameson rio y sacó una botella de la alacena.
—Me refería a un trago verdadero, Tate. Ya que aparentemente “nunca” he
hablado contigo, supongo que ahora es un buen momento para felicitarte. Creo que
nunca hice eso, ¿verdad? —preguntó, levantando la botella de champagne en su mano.
Ella rio.
—No, ni siquiera fuiste a mi graduación. Y quizás sólo un vaso —respondió,
haciendo a un lado el agua que había estado bebiendo.
Al haber estado tan ocupada con la escuela y todas sus clases extra, Tate jamás
había sido una chica de fiestas. Nada de fiestas locas y casi nada de experiencia con el
alcohol. Un poco de champagne en Navidad con la abuela O’Shea en la granja O’Shea en
los Hamptons, fue casi todo. Pero no quería que Jameson supiera eso, quería parecer
madura, como una chica que bebía champagne todo el tiempo. Era tonto, pero no podía
evitarlo.
Bebieron la primera botella, discutiendo de política y la situación económica
actual del país. Él estuvo en gran desacuerdo con la mayoría de los puntos de vista de
Tate, pero nunca se alteró o molestó. Aunque se las arregló para meterse bajo su piel, y
notó que discutía con él para que se molestara, pero era impasible. El champagne la
relajó un poco, y era mucho más firme con sus opiniones; o al menos, más de lo usual.
—Nada más después de esto, la niña debe estar presentable para su familia
mañana —dijo Jameson, sacando una segunda botella. Ella le puso mala cara.
Bebieron y charlaron un poco más. Ellie le envió un mensaje que llegaría tarde.
Era asistente jurídico, y sus horarios eran extraños. Tate estaba bien con eso, nunca se
sintió cómoda cerca de su hermana. Ellie era alta y hermosa, con cabello rubio oscuro
que siempre estaba arreglado justo en el estilo perfecto. Siempre vestía la ropa más
elegante.
Tate era de una altura promedio, cabello oscuro, casi negro, y nunca prestó
atención a lo elegante, sólo vestía lo que su madre le compraba. Estaba intimidada por
Ellie, lisa y llanamente. Esa es la razón por la que iba a sobresalir en el programa de
Harvard; para ganarle. Ellie era la hija de oro, la favorita. Tate siempre tuvo que trabajar
duro, sólo para estar siempre atrás.
Terminó balbuceándole todo eso a Jameson. Luego, le dijo todo sobre su novio
Drew, que no recordaba haber conocido, aunque sí lo hizo, muchas veces. Lo aburrido
que era Drew, la forma que siempre quería decirle lo que tenía que hacer, pero él nunca
quería hacer nada. Jameson asintió y escuchó su parloteo, alejando el champagne de su
alcance.
—Eres muy divertida, Tate. Nunca lo supe. —Rió. Ella puso los ojos en blanco, 9
encogiéndose de hombros en su cárdigan.
—Qué sorpresa. Nunca nadie me nota, no cuando Ellie está cerca. —Resopló,
levantando su cabello en un moño. Él levantó una ceja.
—No diría eso, Ellie no es tan buena como la haces parecer —le dijo.
—Pffft. Ella es la respuesta a cómo luciría el bebé de Cindy Crawford y Christy
Turlington —remarcó.
—También eres bonita.
—Tienes que decir eso, eres su novio. Tienes que ser bueno conmigo. —resopló.
—No, no es por eso. Casi nunca soy amable, y casi nunca miento. Eres una chica
atractiva, solo tienes una mala autoestima, y un peor gusto en hombres —le informó.
Ella se encogió de hombros.
—Quizás, pero eso no cambia el hecho de que Ellie sigue siendo mejor a los ojos
de la mayoría de las personas —respondió, jugando con la base de su copa de
champagne. Jameson se echó hacia atrás en su silla, cruzando los brazos sobre su pecho.
—No diría eso. De un punto de vista técnico, si somos completamente honestos,
diría que eres mucho más sexy que tu hermana —le dijo.
No pudo respirar por un momento. ¿De verdad Jameson Kane acaba de decirle
eso? ¿O era el champagne? Lo miró, y la estaba observando fijamente, una sonrisa ligera
en sus labios. Negó e hizo de lado sus nervios. No. Sólo estaba siendo agradable. Eso
tenía que ser… ¿qué tipo de chico le dice a la hermana de su novia que es la más sexy de
las dos? No un buen chico, eso es seguro.
—Lo que sea. Todo quedará atrás en un par de semanas. Seré una nueva Tate,
eso es lo que busco; Ellie puede joderse —proclamó Tate, y luego hipó. Jameson soltó
una carcajada.
—Ves, ahora eso es divertido. Tu hermana jodiendo algo… eso nunca sucederá
—bromeó. Tate podía sentir sus mejillas sonrojarse.
—Qué asco —dijo repentinamente.
—¿Demasiado? Supongo que no somos tan amigos todavía. —Rió.
—No deberías hablar de esa manera de tu novia, no es lindo —le dijo. Él se
encogió de hombros.
—Algunas veces no es una novia muy linda —respondió. Los ojos de Tate se
ampliaron cuando comprendió.
—¿¡Vas a dejar a mi hermana!?
—Ahora, ¿por qué preguntarías eso? —respondió Jameson, su sonrisa
desapareció y tenía su mirada fija en ella.
—No lo sé. Tu voz, tu actitud, ¿lo harás? —lo presionó. Él suspiró, pasando una
mano por su rostro.
—No debería haberte dado champagne. No sabía que te convertirías en Nancy 10
Drew —comentó.
—Oh, Dios mío. Vas a dejar a Ellie. Han estado juntos por dos años. Piensa que
vas a proponerle matrimonio. Va a morir —dice efusivamente, presionando su mano
contra su pecho. Los ojos de él se estrecharon.
—Ni siquiera hemos hablado sobre el matrimonio, ¿por qué pensaría eso? Y no
sé qué va a suceder conmigo y Ellie, tenemos que discutir mucho; no le digas esto —le
ordenó Jameson, señalando con un dedo a Tate. Ella levantó sus manos.
—Me alejo a propósito para no hablar con ella, no diré ni una palabra. Pero,
¿puedo preguntar por qué? —cuestionó, alcanzando su champagne. Jameson ni siquiera
se dio cuenta, estaba tan perdido en sus pensamientos, así que se sirvió otra copa.
—No lo sé. Es… aburrido. No es emocionante. Como lo que estabas diciendo de
Drew. Quiere una vida pre-programada, tiene todo decidido para nosotros. Sabe qué va
a cenar el martes que viene, dónde va a ir el cuatro de julio, cómo llamaremos a nuestro
primer hijo. Se va a la cama a las diez, se levanta a las seis; no tengo permitido tocarla
entre esas horas, ni siquiera estoy bromeando. No me gusta que me digan qué hacer. —
Su voz bajó al final. Tate asintió, tomando un gran trago de su champagne.
—Suena a Ellie. ¿Sabes que una vez cuando estaba enojada conmigo, para
devolvérmelo, entro a mi habitación y organizó mi armario? Esa fue su idea de venganza
—le digo.
Él empezó a reír, y eso alentó a Tate. Ambos se echaron hacia delante, sin poder
respirar por lo mucho que se estaban riendo. Era chistoso, y totalmente cierto. Ellie era
una Barbie con Trastorno obsesivo-compulsivo. Muy linda, y un poco loca.
—Oh, Dios mío, eso suena a ella —dijo él con una risa. Tate asintió.
—¡Lo sé! Tengo cien más, una vez… —empezó a decir Tate, pero estaba haciendo
gestos con su copa, y se derramó el champagne sobre ella.
—Oh, Jesús, sabía que esto iba a pasar. —Jameson negó, pero estaba riendo. Tate
resopló, manteniendo su camiseta mojada lejos de su pecho.
—Entonces no deberías haberme dado eso —respondió. Él se puso de pie.
—Intenté mantenerlo alejado. Vamos, estoy seguro que Ellie tiene algo que
puedas usar —digo, haciendo señas para que lo siguiera. Se levantó de su silla.
—Oh, no, me matará, no tengo permitido usar sus cosas —le dijo Tate,
siguiéndolo por la sala de estar hasta su habitación.
—¿A quién le importa? Tiene mucha mierda, nunca lo sabrá. Sólo toma algo, su
ropa está aquí —explicó, señalando a la sección del guardarropa antes de salir de la
habitación.
Tate miró el armario por un rato, vagando su mirada sobre la ropa. Todo lo que
Ellie tenía era caro; de diseñador. De joven, Tate había aprendido a no tocar. Jameson
acababa de darle pase libre. Resopló y se acercó, moviendo las perchas. Rió y sacó una
blusa de seda, lucía ridículamente costosa.
Perfecto. 11
Se volteó y arrojó la camiseta en la cama mientras se aproximaba a trompicones.
No creía que estuviera borracha, pero se sentía un poco liviana. Mareada. Se rio de sí
misma, colocando sus dedos en el borde de su camisa y levantándola. Iba a jalarla sobre
su cabeza, pero algo sucedió. La etiqueta se quedó atrapada en el collar de perlas que
estaba usando, que se enredó en su cabello, y estaba atorada con sus brazos en el aire,
luchando por quitarse de una forma u otra la camisa.
—Oh, Dios mío. —Tate rio, dando un paso atrás y adelante.
Perdió el equilibrio y tropezó a través de la habitación. Chocó con algo, una
cómoda, y se movió así su trasero estaba contra eso. Ahora de verdad estaba riendo,
intentando no hiperventilar con su camiseta cubriendo su boca. Sus codos estaban
sobre su cabeza e intentó alcanzar su nuca con sus dedos, arqueando su espalda. Sus
dedos estaban apenas rozando su espina dorsal cuando oyó algo.
—¿Qué estás haciendo?
Se quedó inmóvil, su risa murió. Jameson estaba en la habitación, muy cerca de
ella, juzgando por el sonido de su voz. Oh Dios mío, oh Dios mío, oh Dios mío. Con su
camisa sobre su cabeza, estaba sólo con su sujetador y falda caqui.
—Um, me atoré —dijo en voz baja. Él rió, y estaba mucho más cerca que antes,
justo frente a ella.
—Obviamente. ¿Ayuda? —preguntó. Tate se las arregló para negar.
—No, creo que… —empezó a decir, pero luego sintió sus dedos en el cuello de su
camisa. La levantó, exponiendo su boca y nariz, pero luego la dejó ahí. Ella respiró
profundamente.
—¿Estás borracha, Tate? —preguntó, hablando lentamente. Ella negó de nuevo.
—No. Quiero decir, no creo. Sólo estoy atorada —respondió. Jameson rio y sintió
que estaba jalando el cuello de la camisa de nuevo. Un par de tirones, y el collar de perlas
se rompió, esparciéndose por el piso. La camisa salió de su cabeza y Jameson la hizo a
un lado con su mano derecha. La estaba observando fijamente. Ella luchó por controlar
su respiración.
—Eres muy diferente a Ellie —le dijo en voz baja. Tate presionó sus labios y
asintió.
—Lo sé —respondió.
Sabía que debía moverse, debería tomar su camisa, hacer algo para cubrirse.
Correr al baño. No debería estar de pie frente al novio de su hermana sólo con un
sujetador de encaje negro. Él dejó caer su camiseta mientras sus ojos vagaron por su
cuerpo, y se dio cuenta que estaba congelada en el lugar, sin poder mover ni un músculo.
—¿Reliquia familiar? —preguntó, y luego extendió la mano, trazando un dedo
por su pecho. Lo bajó hasta su escote y pensó que iba a desmayarse. Pero luego, él
levantó sus manos, y tenía una perla entre sus dedos.
—Regalo. De Drew. —Su voz era apenas un susurro. Él examinó la perla.
—Es barato. No es real —comentó. Ella casi rio. 12
—¿Qué?
Jameson dejó caer la perla y su atención regresó a su rostro. Tate aún no podía
moverse. Incluso había dejado de respirar. La estaba mirando como si fuera la cena. No
podía creerlo. Jameson Kane de veintitrés estaba mirándola, realmente mirándola, por
primera vez. Estaba mal, tan mal. Intentó pensar en Ellie, pero no podía convencerse.
Sólo podía ver sus ojos.
—Deberías irte de esta habitación —le dijo Jameson, sus manos deslizándose
por sus caderas. Su piel reaccionó a su toque y pudo sentir una corriente eléctrica entre
ellos. Su cuerpo se estremeció y asintió.
—Lo sé —dijo exhalando. Sus dedos se extendieron mientras sus manos se
movieron a su espalda, hacia arriba a sus omóplatos.
—Ellie es mi novia —le recordó. Como si lo necesitara.
—Lo sé. —Aparentemente su vocabulario impresionante había desaparecido.
Sus manos se deslizaron hacia abajo, hasta su trasero. Ella puso las manos en la cómoda
detrás para apoyarse.
—No soy solo yo —dijo como una declaración, pero sabía que era una pregunta.
También lo estaba sintiendo.
—Lo sé —susurró.
—Si quieres huir, te sugiero que lo hagas ahora —le dijo.
—¿Por qué? —preguntó, él se inclinó más cerca.
—Porque como chicas como tú de desayuno —siseó en su oído. Ella se estremeció
de nuevo.
—Entonces, deja de dudar. —Lo desafió, sorprendiéndose a sí misma.
Quizás era el champagne, tal vez era él… Tate nunca era tan atrevida, no en la
vida real. Quizás era eso, sentía que era un sueño. Jameson Kane, mirándola, no a Ellie.
Tocándola, no a Ellie. No podría ser real. Él era… demasiado. Todo. Demasiado para ella.
No podría quererla, no en la vida real.
—Nena, esto no es nada. Si no quisiera dejarte ir, no serías capaz de hacerlo. —
Se burló. Ella tomó una respiración profunda, preparándose para alejarlo, para decirle
que la deje ir.
—Quizás no quiero irme —susurró.
No quiso decir eso, ni siquiera lo pensó. Pero lo dijo, no podía retractarse.
Jameson gruñó y su boca bajó a su cuello. Jadeó cuando sus labios tocaron su piel, y
luego gimió cuando sus dientes siguieron sus labios. Cerró los ojos y echó la cabeza
hacia atrás.
Esto está mal. MAL. Le pertenece a tu hermana. Eres un diablo. Maldad en persona.
—Tatum, si no sales jodidamente de aquí, voy a quitarte la ropa, doblarte sobre
esta cómoda, y follarte como nunca antes te han follado —le gruñó, su voz enojada y 13
ronca. Sus palabras la sorprendieron. Lo alejó.
—¡Lo dices como si fuera mi culpa! —le espetó. Él levantó las cejas, pero
mantuvo sus manos en sus caderas.
—Tú eres la que se emborrachó en mi cocina, parloteando sobre odiar a su
hermana. Eres la que está medio desnuda en mi habitación —señaló. Ella jadeó.
—¡Nunca dije que la odiaba! ¡Y tú me emborrachaste! ¿¡Qué dice eso de ti!? —
gritó. Él rió.
—No necesito emborrachar chicas para follarlas, Tate —le dijo, su voz baja. Ella
resopló.
—Eres tan egoísta, no iba a… hacer… eso contigo —respondió, tartamudeando
un poco. Jameson echó la cabeza hacia atrás y se echó a reír, alejándose unos pasos.
—¿”Eso”? Dios, lo olvidé, simplemente eres una niña —se burló. Llamas ardieron
en el rostro de Tate.
—¡Y tú eres una patética escusa de hombre, provocando a la hermana pequeña
de tu novia, porque no puede conseguir a nadie más para follar! —gritó, empujando su
pecho antes de salir furiosa de la habitación.
Dios, estaba tan avergonzada. ¿¡En qué había estado pensado!? Había jugado con
fuego. De verdad, Tate era afortunada. Si no le hubiese gruñido, no sabría cuán lejos le
habría dejado ir. Drew nunca le había hablado o tocado de la manera que Jameson había
hecho; la llenó de ira. Pero las cosas que le había dicho. Se sentía como una niña. Se
sentía estúpida. Limpió las lágrimas que empezaron a caer por sus mejillas. Tomó su
cárdigan de la cocina y se apresuró a la puerta principal. Jameson estaba saliendo
lentamente de su habitación.
—No estaba provocándote. Ni siquiera sabía que ibas a venir esta noche. Como
dije, tú eres la que estaba quejándose que nadie te quiere, que todo el mundo quiere a
Ellie, preguntando sobre nuestra relación. Suena que tú estabas provocándome —
comentó, bajando la mirada en su dirección. Ella resopló, luchando por acomodar las
mangas de su suéter.
—Entonces eres un objetivo terriblemente fácil, casi te atrapo. Dios, qué
increíble historia hubiese sido para Ellie cuando llegara a casa, “hola, engañé a tu novio
para que tuviera sexo conmigo… por cierto, va a dejarte”. Suena maravilloso, quizás sólo
debería llamarla y decírselo en este momento —amenazó Tate. Él entrecerró los ojos.
—No juegues conmigo, nena —le advirtió. Ella lo miró fijamente.
—Tú eres el que está jugando, y perdiste. Muévete —le ordenó, haciéndole señas
con su mano. Él estaba bloqueando la puerta. Se cruzó de brazos y no se movió.
—Yo no pierdo —respondió. Ella puso los ojos en blanco.
—¡Dios! ¡Lo que sea! Intentaste seducirme, no funcionó, ¡supéralo! Sólo quiero…
Estaba sorprendida cuando él de repente la tomó de la nuca, acercándola así
pudo posar su boca sobre la suya. Ahogó un grito, empujando su pecho. Él movió ambas
manos a su nuca, su lengua forzando su entrada a su boca mientras empezó a llevarlos
hacia atrás. 14
Ella luchó al principio, pero a medias. Tate sabía que era un idiota. Sabía que sólo
era un juego para él. Sólo sexo. Sabía que estaba haciendo algo muy malo con el novio
de su hermana. Estaba haciendo algo muy malo con un chico que no era su propio novio.
Iba a arder en un lugar especial en el infierno.
Y no le importaba.
Tatum O’Shea era una chica buena. Hacía lo correcto. No porque quisiera, sino
porque la gente siempre estaba diciéndole que lo hiciera, que debía hacerlo. Salía con
Drew porque sus padres los emparejaron. Empezó a tener sexo con Drew porque él le
dijo es que lo que las parejas hacen. Iba a una escuela de Ivy League porque eso es lo
que los O’Shea hacían. No tenían aventuras ilícitas con la pareja de sus familiares.
Aun así, no le importó.
Gimió en su boca, moviendo sus manos bajo su camiseta, levantándola. Él se alejó
lo suficiente para quitársela sobre su cabeza, y luego su boca regresó a la suya. Era
demandante, casi como un castigo con su beso. Duro y agresivo. Drew nunca fue de esa
manera.
Le encantaba.
—No se siente como si estuviese perdiendo ahora —gruñó Jameson contra su
boca, sus dientes mordiendo su labio inferior mientras iban hacia el sofá.
—Cállate, o me iré —lo amenazó, y luego jadeó cuando sus manos cubrieron sus
pechos. Él rio entre dientes.
—No lo creo —respondió, una de sus manos deslizándose por su abdomen y bajo
su falda. Sus dedos rozaron su muslo.
—Puedo hacerlo que sea que… —Terminó con un jadeo cuando su mano de
repente levantó su falda, bajando por su ropa interior.
—Harás lo que sea que yo diga. —Contrarrestó su declaración. Ella cerró los ojos
y apretó sus labios, asintiendo.
—Sí, sí —dijo finalmente, de puntitas.
—Querías esto… desde el momento que llegaste, querías esto —dijo, sus dedos
rozando y jugando como si fuera un instrumento.
—No, no. No quería esto. —Tate se las arregló para decir con un jadeo, una de
sus manos bajando para agarrar su muñeca. No para detenerlo, sino para controlarse.
Para sentirlo. Él rio por lo bajo.
—Estás terriblemente mojada para alguien que no quería hacer esto —se burló.
—Oh Dios.
Era verdad, lo sabía. Siempre estaba así cuando estaba cerca de él, hasta donde
recordaba. Se había tocado sola con demasiadas fantasías sobre él. Con Drew, le llevaba
mucho juego previo ponerla de humor. Pero a veces con tan solo pensar en Jameson era
suficiente para que tenga que cambiarse de ropa interior.
—Voltéate —le ordenó, pero ni siquiera le había dado la oportunidad de 15
quejarse. Le apartó sus manos y le tomó el brazo, girándola. Aún estaba lidiando con
sus pensamientos cuando Jameson empezó a subir su falda por sus caderas.
—¿Realmente haremos esto? —jadeó, aferrándose al respaldar del sofá.
—A menos que te vayas ahora, sí —respondió él, bajando sus bragas por sus
piernas.
Ella no se movió.
Colocó una mano en el medio de su espalda y la empujó hacia delante,
obligándola a doblarse sobre el sofá. Puso sus manos en los cojines, tratando de ganar
un poco de equilibrio. Podía sentir sus manos moviéndose en la carne de su trasero, y
luego deslizó uno, dos dedos dentro. Ella gritó.
—¡Oh Dios mío!
Pero antes de que siquiera pudiera ajustarse a eso, pudo sentir su erección. Ni
siquiera hizo un sonido, sólo mantuvo la respiración. Él era enorme, o por los menos,
mucho más grande que Drew. Se dobló completamente por la mitad, su rostro contra
los cojines del sofá, su culo en el aire. Se sentía como si todo se estuviera moviendo en
cámara lenta, y cuando estuvo dentro y se presionó contra ella, inhaló repentinamente,
todo su cuerpo temblando. Sólo había tenido sexo con Drew. Con nadie más. Hasta
ahora.
Pensó que se lo había estaba perdiendo.
—Maldición, Tate —gruñó Jameson—. Estás tan jodidamente apretada.
Eso era irreal. Tener sexo con Jameson. Jameson hablándole sucio. ¿Cómo
sucedió esto?
Luego salió de ella. Luego la embistió. Salir. Embestir. Dentro. Fuera. Gimió, hizo
ruidos desde su garganta, y se las arregló para enderezarse. Ni siquiera podía pensar
con claridad. Todo se sentía tan asombroso. Nunca había tenido sexo de esa manera
antes, con alguien detrás. Drew no era aventurero. Siempre de noche. Ella sobre su
espalda. Él arriba. Las luces siempre apagadas.
Todas las luces estaban encendidas en el apartamento moderno de Jameson. No
era un día soleado afuera, pero no había ni una sombra. Todos en el edifico de enfrente
podrían verla teniendo sexo. No, espera, ¿qué había dicho él? ¿qué no había sido capaz
de decir antes? Follar. Él la estaba follando. Ni siquiera había realmente follado antes,
pero ahora podía ver que había una enorme diferencia. Esto era mucho, mucho mejor.
Jameson Kane podía follarla cuando quisiera, pensó para sí misma.
Oh Dios mío, estoy follando al novio de mi hermana.
—Esto está mal, Jameson, tan mal —dijo sin aire. Sus manos de repente fueron
a su garganta y acercándola a él. Tuvo que arquear su espalda para alcanzarlo.
—Entonces dime que me detenga. —La desafió, presionando su rostro a un lado
del suyo, sus dientes contra su piel. Ella negó.
—No puedo, no puedo —chilló. Él rio y la mano en su garganta fue a su cabello
en una coleta, jalando con fuerza. 16
—Te encanta eso. Probablemente fantaseaste sobre esto. ¿Lo hiciste alguna vez?
¿Alguna vez te tocaste mientras pensabas en mí? —preguntó, sus dedos tirando la raíz
de su cabello. Ella gritó.
—¡Dios, sí! ¡Sí! —respondió. Él rio de nuevo y se alejó, pero no aflojó su agarre
en su cabello.
—Mierda, Tate, eres tan sexy. Deberías verte —gruñó, su mano libre pasando por
su culo—. Sabía que debería haberte follado hace tiempo.
Estaba sorprendida.
—¿Tú… querías hacer esto… antes? —Se las arregló para decir entre embestidas.
—¿Estás jodidamente bromeando? No conozco a ningún chico que no haya
pensado en intentar follar a la hermana más caliente de su novia, y nena, definitivamente
eres jodidamente sexy —le informó Jameson, jalando con más fuerza su cabello.
Dios, está hablando sobre follar a Ellie mientras me está follando. Tan mal.
—Oh Dios mío, tenemos que detenernos, esto está mal. Tú eres de Ellie… yo soy
su… esto está tan mal. ¡Oh Dios mío! —gritó. Él salió de su interior, y Tate gimió por la
pérdida. Pero luego, la volteó para enfrentarla, sus dedos clavándose con fuerza en sus
brazos.
—No digas su jodido nombre de nuevo —le dijo.
—Pero esto está mal. Ellie podría…
—Si dices su nombre una vez más, te advierto, follaré tu boca —gruñó, y luego la
besó de nuevo.
Fue como que la abofetearan, cuando Jameson la hablaba de esa manera. Nadie
jamás le habló así a Tate antes; no podía creerlo. Sabía que debería estar ofendida.
Quería estar ofendida. Pero no lo estaba. Como mucho, la calentó más. ¿Le hablaba así a
Ellie? No podía imaginarlo. Ella gimió, envolviendo sus brazos alrededor de su cuello.
—No lo diré de nuevo —susurró, besándolo. Fueron a trompicones a la
habitación, sus labios juntos, manos vagando por todos lados. No paso por alto que sus
besos parecían igual de desesperados que los suyos, igual de necesitados. Como si no
pudiera tener suficiente de su sabor. Él quería tanto esto como ella, quizás más.
—Tienes jodida razón que no lo harás —espetó, dándole un fuerte empujón así
caía sobre la cama.
Estuvo sobre ella al instante, sus manos por todas partes. Bajó las copas de su
sujetador y puso su magnífica atención en sus pechos, jugando con sus pezones con sus
dientes. Su mano estaba entre sus piernas, las uñas de ella estaban sobre sus hombros,
sin pensar en herirlo. Él siseó y regresó su boca a la suya.
—Jameson —dijo exhalando sobre sus labios.
—¿Qué? —espetó.
—¿Vamos a…? —empezó a preguntar, pero luego empezó a adentrarse en ella.
Sin dudar, sin acomodarla… sólo completo, duro, largo, entrando tan profundo como era
posible. Ella gritó su nombre, sus piernas moviéndose alrededor de su cintura. 17
—¿“Vamos a” qué, Tate? —preguntó sin aliento mientras movía sus caderas
contra las de ella.
—¿Vamos a hacer esto de nuevo? —Se las arregló para decir. Él se puso de
rodillas y tomó sus caderas, adentrándose con mucha más fuerza. Ella puso los ojos en
blanco.
—Vas a dejarme a hacer esto cuando quiera —le informó.
—Sí, Jameson, sí, sí, sí —gimió, clavando sus uñas por sus brazos. Una de sus
manos fue a su pecho, entre sus senos, empujándola contra la cama. Sosteniéndola a sus
estocadas.
Va a enloquecerme.
—Amas esto, follarme. El novio de tu hermana. Una victoria, ¿verdad? ¿No crees
que esto te hace más o menos una puta? —le preguntó, ralentizando sus movimientos.
Ella empezó a jadear de nuevo.
—Sí, eso pienso —respondió, y luego la mano en su pecho lentamente se deslizó
hacia arriba, subiendo a su cuello.
—Tatum O’Shea. Perfecta, princesa, mojigata, Tate. Quién lo hubiese pensado,
una puta —le dijo. Ella gimió, pasando sus manos sobre su propio pecho. Los dedos de
él apenas envueltos alrededor de su garganta.
Esto no debería estar calentándome. ¿¡Por qué está calentándome!?
—Sí, por ti, Jameson. Sólo por ti —gimió. Sus movimientos eran tan lentos. Casi
salía completamente de ella, y luego completamente dentro hasta la empuñadura, tan
lento. Le dificultaba respirar.
—Cuando quiera —le repitió su declaración anterior. Ella humedeció sus labios
y asintió de nuevo.
—Por supuesto —suspiró, y luego él se alejó de su garganta.
Casi era como si la hubiese estado masajeando, desde el interior. Sólo que, en
lugar de relajarla, causaba que tense cada músculo de su cuerpo. Iba a deshacerse,
explotar por completo, y nadie jamás sabría de Tate.
—Maldición, eres tan jodidamente sexy, Tate —le gruñó Jameson, pasando sus
dedos por la parte interior de sus muslos. Ella respiró profundo.
—¿Estamos juntos? —dijo repentinamente.
Él dejó de moverse.
Uh-oh.
—¿Qué? —le preguntó, su voz de acero. Ella movió la cabeza de un lado a otro y
abrió los ojos, mirando fijamente la pared al otro lado.
—Vas a dejar a Ellie. ¿Eso significa que estaremos juntos? —preguntó.
Él soltó una cruel carcajada y luego, empezó a embestir nuevamente. Ella chilló,
sus manos en su pecho, clavando las uñas en sus músculos. Él se inclinó cerca, obligando 18
a que abriera todo lo que pudiera las piernas, su pecho presionándola.
—No salgo con putas, Tatum —le dijo.
—Pero soy…
—Una buena follada, sí. Pero Ellie es mi novia. Nunca dije que iba a dejarla. Y si
lo hubiese hecho, no saldría con su hermana. No saldría con alguien de dieciocho años.
—Jameson rio en su oído.
—Tenemos que parar, tenemos que parar, tenemos que parar. —Empezó a
gemir. Su cerebro le estaba diciendo una cosa: ¡vete, ahora, zorra estúpida!; pero su
cuerpo iba por un camino completamente diferente: santa mierda, esto es increíble,
nunca te detengas, por qué no hiciste esto antes, ¡si lo detienes, nunca te vas a sentir de
esta manera de nuevo!
—No lo creo —susurró, y luego su mano estaba deslizándose entre sus cuerpos,
sus dedos rozando la parte de ella que más dolía.
Gritó. Su cuerpo se sentía como si estuviera dividiéndose. Nunca había tenido un
orgasmo como ese, no con Drew, ni con ella misma. Se levantó de la cama y clavó sus
dientes en su hombro. Él dejó salir un gruñido y pudo sentir que también se estaba
viniendo. Cada uno de sus músculos se tensaron y se presionaron contra ella. Su
orgasmo se intensificó y soltó un sollozo. Le tomó un momento calmar los espasmos de
ambos cuerpos hasta quedarse inmóviles de nuevo.
—Santa mierda —dijo sin aliento Tate, colapsando en la cama.
—Mierda. Mierda —susurró Jameson, su respiración caliente contra su piel
mientras descansaba su frente contra su pecho.
Se quedaron así por un rato, bajando de la cima del buen sexo. Tate nunca lo
experimentó; Drew no era lo suficientemente bueno para inducirlo. Jameson
simplemente la había enviado a la estratósfera. No creía que alguna vez regresara.
Tomó respiraciones profundas, tratando de encontrarse en el espacio. Su mano
descansaba sobre la espalda de él, sintiendo su piel húmeda y caliente.
—¿Has…? —Empezó a preguntar con voz ronca, pero él se alejó. Se levantó de la
cama mientras subía sus pantalones. Estaba un poco sorprendida, y se sentó mientras
acomodaba su sujetador.
—Cállate. No digas una jodida palabra. Sólo vístete —le ordenó, levantando la
blusa de seda del otro lado de la cama y arrojándosela. La atrapó cuando cayó sobre su
cara.
—¿Cómo puedes…? —Empezó a preguntar cuando fue interrumpida por un
zumbido. Ambos se quedaron congelados por un segundo, y luego Jameson fue a la sala
de estar. Lo escuchó caminar hacia la puerta, asumió que estaba presionando botones
por el intercomunicador de abajo.
—¿Qué? —preguntó, su voz dura y agitada.
—Estoy fuera, olvidé mis llaves. Hazme entrar. —La voz de Ellie llenó el
apartamento. 19
Tate puso su rostro entre sus manos, notando la gravedad de la situación.
Acababa de tener sexo con el novio de su hermana. Estaba todo bien y excelente caer en
la euforia y el momento del sexo, pero el después era horrible. Era una persona horrible.
Ellie era una hermana mala, pero Tatum era oficialmente la peor.
—¿Qué estás haciendo? Te sugiero que te vistas. —La voz de Jameson resonó
hacia ella. Levantó la cabeza para mirarlo caminar a través de la habitación hacia el
baño.
—¿¡Cómo puedes estar tan tranquilo!? ¿¡Después de lo que hicimos!? —
demandó. Se oía el sonido de agua corriendo, y luego tiró la cadena, después reapareció,
sus pantalones acomodados.
—No es para tanto a menos que lo hagas de esa manera, Tate. Vístete o vamos a
tener que explicarle mucho a tu hermana —le dijo, sacando una camisa de su armario y
colocándosela. Tate luchó para ponerse de pie y arreglar su falda en su lugar.
—¡Acabo de tener sexo contigo! ¡Nosotros acabamos de tener sexo! ¡Tenemos
que decirle! —le gritó.
Jameson finalmente la miró, pero, santa mierda, era guapo. Y ahora sabía cómo
lucía mientras tenía sexo. No iba a poder mirarlo de la misma forma de nuevo. Tragó y
apartó la mirada.
—Bien. ¿Quieres empezar esta conversación? Una vez que me vaya, se terminó,
nunca tendré que verla de nuevo. Pero tú, eres su hermana. Mucho peor para ti —
señaló.
Tate luchó con su conciencia, su labio inferior empezó a temblar. Iba a llorar de
nuevo. Él era gélido. Siempre había sido tan gélido, ¿cómo pudo haber pensado que
sería diferente? El sexo no cambiaba las cosas. Pero tenía razón. Decirle a Ellie sólo
molestaría a toda la familia, y él saldría ileso. Había dicho que no quería salir con ella,
así que no era como si ganaría algo al decirle a su hermana.
—Eres una persona absolutamente horrible —le siseó, parpadeando a través de
sus lágrimas. Él rio, su voz alta en el gran apartamento.
—Y una mierda, pero tú acabas de follar al novio de tu hermana, así que, ¿qué
clase de persona te hace? Ahora ponte la maldita ropa, y vete —le dijo, tomándola del
brazo y llevándola por la puerta de la habitación.
Se detuvieron lo suficiente para que Tate abotonara la camisa de seda mientras
él levantaba el cárdigan del suelo. Se negó a mirarlo mientras intentaba lucir
presentable, sus dedos combatiendo con su cabello lo mejor que pudo, rogando que
quedara semi presentable. O por los menos no lucir como alguien que acababa de tener
una aventura caliente con el novio de su hermana.
Oh Dios.
—Voy a olvidar que esta noche alguna vez sucedió —le informó mientras
caminaron hacia la puerta principal. Jameson se rió de nuevo.
—Nena, no podrías olvidarlo ni por intentarlo —le dijo en voz baja,
presionándose detrás. Se estremeció y tuvo que controlarse para no presionarse contra 20
él.
—Mejor que rompas con ella. Si siguen, tú… tú estás enfermo —le informó, su
mano en el picaporte. Se encogió de hombros, sin apartarse de ella. Su cuerpo estaba
tan caliente, como una estufa. Quería acurrucarse en él.
—Puedo vivir con eso. Nos vemos por ahí, Tate —le dijo. Ella abrió la puerta.
—No, no lo harás.
Su risa la siguió por el pasillo. Sonaba demoníaca. Como si Satán estuviera
riéndose.
—Lo haré si eso quiero.
Fue pisando con fuerza por el pasillo, lágrimas cayendo por su rostro. ¿¡Cómo
pudo dejar que eso sucediera!? Era mojigata. Tate nunca actuaba salvaje, nunca hizo
nada malo, nunca hizo nada prohibido. Claro, siempre había querido hacerlo en secreto,
pero quizás algo más de robar a hurtadillas el brandi de su papá, o quedarse despierta
mucho más tarde del toque de queda. No follar al novio de su hermana. Eso estaba más
allá de lo salvaje.
Hablando del diablo… su hermana estaba saliendo del anticuado elevador al final
del pasillo. Tate respiró profundo, limpiando su rostro. No sabía si toleraría este
momento. Jameson acababa de partirla en dos. Ellie limpiaría el piso con sus restos.
—Kane no me dijo que seguías aquí —dijo Ellie en un tono brusco, atravesando
el pasillo con sus sandalias ballerinas caras.
Nunca lo llamaría Kane. Odio eso. Él tiene un primer nombre. Acabo de gritarlo
como veinte veces.
—Estaba de salida, dejé tus cosas —dijo Tate, su voz baja y cabeza gacha,
esperando que siguiera su camino. No hubo tal suerte.
—¿¡Estás usando mi camisa!? —demandó Ellie de repente, tomando a Tate del
brazo.
—Sí, uh, derramé algo sobre mí. Jameson me dijo que tomara algo, así que
simplemente tomé algo —murmuró Tate.
—Jesús, Tate, eres una niña. Kane no sabe nada sobre ropa, ¿tienes alguna idea
de cuánto sale esto? Quítatelo, ahora mismo —le demandó Ellie. Tate jadeó.
¿Este día puede ser peor?
—¡Ellie! ¡No tengo nada más! ¿Quieres que vaya a casa desnuda? —preguntó.
Ellie puso los ojos en blanco.
—Eres tan dramática. Tienes tu suéter.
—¡No cierra! Ellie, vamos, puedo enviarte de regreso la camisa mañana. Incluso
la lavaré en seco —ofreció Tate.
—No. La arruinarás. Quítatela, ahora —le ordenó Ellie.
Algo encajó en Tate. 21
—Vete a la mierda, Eloise. Es una maldita camisa, y voy a usar esta maldita
camisa, todo el maldito camino a casa —siseó, y luego subió al elevador.
Se apoyó contra la pared mientras el viejo artilugio rechinó y se agitó de camino
a la planta baja. No podía creer que le había hablado así a Ellie. Nunca le hablaba de esa
forma, a nadie. Jameson había desatado algo en ella, la dio vuelta. Ahora sabía que era
Satán en un cuerpo de modelo, pero había hecho algo en ella, no cabía duda.
Arrastró sus pies mientras caminaba fuera. No quería pensar en las
repercusiones de sus acciones. Era seguro asumir que Ellie ya estaba llamando a su
padre. Eso nunca acababa bien para Tate, bajo las mejores circunstancias, y estas
circunstancias era una completa mierda.
Estaba nevando, cayendo sobre la capa que ya estaba en el suelo. Llegó a la parte
trasera de su auto, pero no pudo resistir mirar hacia arriba. El apartamento de Jameson
tenía grandes ventanas de techo a piso que daba al estacionamiento y calle. Hermoso
en un día soleado.
Tenía una vista clara del interior del lugar. Ellie parecía que estaba teniendo una
rabieta, sacudiendo sus brazos y cabeza a un muy inmóvil Jameson. Tenía sus brazos
cruzados y casi lucía aburrido. Primero, Tate no pudo adivinarlo; si Ellie estaba
enloqueciendo por su camisa, entonces estaba completamente exagerando.
Generalmente, era un dulce ángel con Jameson. Falsa. Pero lucía como si estuviera
gritando. Estaba sosteniendo algo en su mano, y luego todo encajó en la mente de Tate.
Está sacudiendo mis bragas en la cara de su novio. Aparentemente, esta noche
puede ser peor.
Tate sabía que debería tener miedo. Que debería sentirse mal, o culpable, o de
alguna manera molesta. Pero no. Su hermana era una perra, y Tate simplemente ya no
le importaba. Nada. Soltó un suspiro tembloroso, y fue como respirar por primera vez.
Real, verdadera, honesta, completa y simplemente no me importa una mierda.
El cuerpo de Ellie se volteó para mirar por la ventana, y vio a Tate de pie allí.
Luchó con un pestillo, y luego una gran sección de la ventana estaba abriéndose. Una
pieza negra de encaje fue arrojada, y Tate observó su ropa interior flotar al suelo.
—¡Puta estúpida! ¡Le diré a papi! ¡Le diré todo! —gritó Ellie, inclinándose por la
ventana.
Tate sonrió.
—¿¡Sabes qué, Ellie!? —gritó en respuesta, sus dedos desabotonando el frente
de la blusa. Se la quitó de sus hombros—. ¡No me importa una mierda! —Dejó que la
camisa cayera sobre el pavimento cubierto de nieve, y luego la pisoteó, clavando su
talón en la tela.
—¡No! ¡Zorra! ¡Estúpida zorra! —gritó Ellie, y luego se apartó corriendo de la
ventana. Tate sólo pudo imaginarla apresurándose por el pasillo. Se rio para sí misma.
—¡Bien por ti, nena! —Jameson rio hacia ella.
22
Tate levantó la mirada a él, temblando mientras nieve caía por sus hombros
desnudos. Estaba en el estacionamiento, a las ocho de la noche, y se estaba congelando,
sólo con su sujetador y falda. Había enloquecido.
Y le encantaba por completo.
Levantó su brazo y le mostro el dedo medio a Jameson. Él se rio de nuevo, luego
le envió un beso antes de alejarse de la ventana. Tate se subió al auto. Aceleró y vio a
Ellie correr por el estacionamiento, agitando sus brazos como una persona loca.
Levantó la camisa del suelo, gritando algo al auto de Tatum mientras se alejaba.
No me importa. No creo que alguna vez me importó.

23
~1~
—D e acuerdo, ¿quién quiere joderse esta noche?
Tate tomó a un chico por la nuca y lo obligó a
inclinarse sobre la barra. Le sonrió y ella le guiñó, justo
antes de verter tequila por su garganta. Luego colocó su mano sobre la boca de él y
movió su cabeza atrás y adelante. El chico trastabilló cuando se puso de pie, pero se las
arregló para voltearse.
—Eso va por mi cuenta, cariño —le dijo ella, su voz coqueta mientras giraba la
botella de tequila en su mano. Él rebuscó en su bolsillo y sacó unos billetes.
—¡Eres la mejor cantinera de la historia! —le gritó, dejando de golpe el dinero
en la barra.
—¡Eso es lo que todos dicen! —Rió, tomando el dinero de la parte superior de la
barra. Le echó un vistazo rápido antes de guardarlo en un frasco detrás. Dos de veinte.
Ni de cerca una mala propina.
—¡Eres la mejor, Tatey! ¿Saldremos después de esto? —le gritó su amiga
cantinera y compañera de piso, Rusty Dobber. Ya que la música siempre estaba alta en
el bar, la gente tenía que gritar para poder ser escuchada en cualquier momento.
—Ya veremos, Rus. Estoy trabajando en algo —respondió Tate, asintiendo a un
lado. Rus miró sobre su hombro. Un chico sexy estaba sentado al final de la barra,
observando a Tate de arriba abajo. Brad, uno de los regulares de Tate.
En más de un sentido.
—¡Oh, pooh, eres tan aburrida! —Rusty rió antes de irse bailando, dirigiéndose
a un grupo de chicos que estaban clamando un trago.
Tate amaba ser cantinera. Nunca había regresado a Harvard. Después que Eloise
la acusó, se quedó sin su “pase libre”. Pero Tate hubiese abandonado de todos modos.
Supo eso antes de siquiera llegar a casa en esa noche determinante. Odiaba ir a la 24
universidad. Odiaba ir a la secundaria. Odiaba estudiar. Odiaba su guardarropa de tonos
pastel. Su vida color pastel. Fue a casa, empacó sus cosas, y huyó. No se detuvo hasta
que llegó a Boston, a siete horas de distancia.
Una vez allí, no pasó mucho hasta que recibió la llamada de papi. Sus padres eran
demasiado estrictos. Tenían planeada la vida de sus hijas. Ellie era una asistente legal,
por convertirse en abogada y, algún día, jueza de la suprema corte. Tatum iba a ser
consejera política y, algún día, una senadora o gobernadora.
Pero Tate no quería esas cosas. Amaba pintar, pero nunca se lo permitieron.
Amaba cantar, bailar y ser tonta. Todo contra las reglas de la casa O’Shea. Así como
también acostarse con el novio de una hermana, incluso si dicho novio ni siquiera le
gustaba la hermana. La familia Kane era muy, muy adinerada, y con buenos contactos.
Los O’Shea querían esos contactos. En sus mentes, Tatum había arruinado eso, había
arruinado todo. La peor. Navidad. De la historia.
No la invitaron para pascua.
Su apartamento estaba rentado hasta el verano, papi no podía hacer nada al
respecto, y Tate definitivamente no era vaga. Ir en contra de su propia naturaleza por
años había sido difícil. Se fue y encontró un trabajo. Encontró dos. Hizo amigos. Amigos
verdaderos, por primera vez. Tenía una vida social. Tenía citas. Tenía aventuras.
Actuaba acorde a su edad. No contactó a su familia en absoluto, pero eso estaba bien,
porque no los quería más de lo que ellos a ella.
Así que, ahora, todos esos años después, su vida era mejor que nunca, en su
opinión. Se dio cuenta que, seguro, quizás algo de eso era gracias a cierto demonio de
ojos azules, pero no pensaba en él seguido. Jameson había despertado algo en su
interior, la hizo cambiar, pero ella era responsable de su vida. Había tomado el control.
Había madurado. Y él no había estado en el proceso. No era nada para ella. Nada en
absoluto. Ya no existía.
Y no tenía ningún problema con eso.

Tatum despertó desorientada la mañana siguiente; al principio, no muy segura


de dónde estaba. Entrecerró los ojos por la luz del sol, levantó una mano. Había una
ventana abierta al otro lado. Gimió y casi jaló las sábanas sobre su cabeza, pero un
ronquido provino de la almohada a su lado, y dejó de moverse.
—Oh, Jesús —gruñó, llevando una mano a su cabeza. Brad estaba roncando a su
lado.
Ahora lo recordaba vagamente. Fue a un club después de hora con Rus y Brad.
Más bebidas fluyeron entre ellos. Tomaron tragos. Tate era una chica de fiestas bastante
responsable. Bajo circunstancias normales, podría lidiar con el licor y controlar las
sustancias muy bien, pero anoche fue un poco salvaje, incluso para ella. Podía recordar 25
un poco entrar a trompicones al apartamento de Brad. Hacer travesuras en el pasillo
fuera de su puerta.
Había algo sobre ponerse de rodillas frente a un chico en público que
simplemente la volvía loca.
Pero no mejoró después de eso… un par de tragos, y fue suficiente para Brad por
la noche. Se durmió en su cama, justo en el medio del striptease de Tate. Tan alentador
para su ego. Pero ya que estaba medio desnuda, sólo se arrastró por la cama a su lado y
también se durmió.
Ahora se arrepentía. Brad tendía a ponerse meloso cuando se quedaba por la
noche. No era su novio. En realidad, más como una manera de aliviar el estrés. Le
gustaba eso, y quería que permanezca de esa manera. Pero se volvió más y más obvio
que él no quería seguir de esa manera.
Tate se las arregló para deslizarse de la cama sin despertarlo. Fue de puntitas
alrededor de la habitación, juntando su ropa que arrojó por todos lados. Se colocó su
camiseta blanca ajustada y luego fue dando saltos, luchando más con sus leggings de
cuero ajustadas.
—Ahora, esa es una vista a la que podría acostumbrarme. —Oyó que dijo Brad
detrás de ella. Lo miro sobre el hombro y rió. Estaba inclinada, luchando por pasar su
pie por el pantalón. Su culo cubierto con una tanga estaba a la vista directa de Brad.
—Podrías tomar una foto —le ofreció, y luego tuvo éxito al pasar su pie. Hizo lo
mismo con el otro sin problema y subió las leggings por sus caderas.
—¿De verdad me dejarías hacer eso? —preguntó. Ella se encogió de hombros,
colocándose sus botas.
—Quizás. Depende. Que mi rostro no esté en la foto —dijo, tomando su chaqueta
de la silla.
—¿Por qué siempre vas apurada? Podría necesitar ayuda aquí —dijo con una
carcajada, señalando la tienda que se estaba formando en las sábanas. Tate rió en voz
alta.
—¿Estás bromeando? Me debes una, después de lo de anoche —aclaró, buscando
su bolso.
—¿De qué estás hablando? Pensé que la pasamos genial —dijo. Ella le dio una
mirada.
—Tú la pasaste genial, corriéndote en mi boca después de dos segundos, y luego
al dormirte. Tienes el peor caso de pene borracho que jamás haya conocido —le
informó, y luego vio su bolso casi bajo la cama. Se arrodilló, intentando sacarlo.
—Podría compensártelo ahora —le ofreció, su mano acariciando su erección.
Ella resopló.
—No, gracias, ese tren ya dejó la estación. ¡Nos vemos por ahí! —canturreó,
saliendo de la habitación.
Se quedó en una esquina, esperando que Rus la pasara a buscar. Bebió el café
que se había comprado, jugando con su celular. Después de casi quince minutos, un VW 26
Beetle destartalado estacionó a un lado. Se deslizó en el asiento del pasajero.
—¿Y? ¿Fue increíble? ¿Fuegos artificiales? —preguntó Rus. Tate soltó una
carcajada, levantando su pie en el tablero de mandos.
—Bah, ni de cerca. No sé por qué sigo haciéndolo con él. Solía ser divertido.
Ahora es sólo… eh —respondió, subiendo sus gafas de sol por su nariz.
—Dices eso sobre cada chico con el que estás, ¿sabes? Incluso cuando solías salir
en citas. Ahora ni siquiera haces eso; sólo los follas y te olvidas. ¿Qué tipo de hombre
puede satisfacer a la insaciable Tatum O’Shea? —preguntó Rus.
—Si soy “la insaciable Tatum O’Shea” entonces, por definición, no puedo quedar
satisfecha —bromeó Tate.
—No, en serio. ¿Qué tipo? Un hombre perfecto. ¿Qué quieres? —la presionó Rus.
—No quiero un novio. Ya intenté eso, no me gusta, lo superé. Me gusta tener
aventuras —respondió Tate. Rus se encogió de hombros.
—De acuerdo, entonces, ¿qué necesita un chico para ser tan bueno en la cama
que nunca querrías dejarlo? —Cambió la pregunta.
Tate apretó los labios y miró por la ventana, en silencio por un minuto. No le
gustaba que le hicieran muchas preguntas. Provocaba que piense en el pasado, lo que
cual no le gustaba hacer, para nada.
—Alguien un poco dominante, alguien que pueda lidiar con mi personalidad loca
y extraña. Alguien que me haga sentir espectacular. Alguien que me hable
absolutamente obsceno, pero aun así sepa dónde está el límite, e incluso sepa cuándo
pasarse en ocasiones. —Empezó Tate—. Alguien que… sólo me deje ser yo, y estar bien
con eso. Que me deje ir y venir.
—¿Énfasis en el venir? —preguntó Rus, Tate empezó a reír a carcajadas.
—Eres tan madura como una niña de doce años. Vamos por unos tacos, estoy
muriendo de hambre —gruñó.
Se sentaron fuera, sobre una mesa de picnic. Tate arrojó el exceso de lechuga a
algunos pájaros mientras Rus le contaba sus problemas de chicos. Siempre estaba
buscando al Señor Correcto, y su novio actual no estaba a la altura. Le estaba explicando
que Vinny no sabía cómo manejar su cuerpo ni porque le hiciera un mapa, cuando el
celular de Tate comenzó a sonar. Miró a la pantalla y gruñó antes de contestar.
—¿Sí? —respondió, su voz amortiguada por casi medio taco.
—Tate, cariño, ¿me cubres hoy? Te lo devolveré, lo prometo. —Su voz lloriqueó
del otro lado. Rachel. Otra amiga, que trabajaba en el negocio de catering. Tate trabajaba
provisionalmente en ocasiones, así que Rachel la llamaba para cubrirla de vez en
cuando.
—No lo sé, como que me quedé despierta hasta tarde anoche —refunfuñó Tate.
—Esto será sencillo. Bebidas y aperitivos en algún edificio elegante en el centro, 27
de siete a diez; debes estar ahí a las seis, termina a las diez. Por favor, por favor, por
favor, te debo mi vida —le suplicó Rachel. Tate puso los ojos en blanco.
—Consérvala, esto no vale nada de todos modos. Lo haré, lo haré —le respondió.
Siempre necesitaba más dinero.
—¡Eeeeek! Eres la mejor, Tatey-Watey, la mejor de la historia —dijo con
entusiasmo, y luego le pasó la dirección y la información del evento. Tate cortó la
llamada y suspiró.
—Su voz es tan difícil de resistir. ¿En qué te metió esta vez? —preguntó Rus,
terminando su último taco.
—Sólo una fiesta, cocteles y esas cosas. Alguna nueva compañía que acaba de
abrir en el centro, algo así como un evento de bienvenida. Kraven y Dunn, una agencia
financiera o algo. Montones de trajes, culos ricachones —explicó Tate.
—Oh, entonces, ¿tu tipo de gente?
—Cállate —espetó Tate, golpeando el brazo de Rus cuando comenzó a reír—. Ya
no. Mi madre moriría si viera la forma que vivo.
—No estamos tan mal —exclamó Rus. Tate asintió.
—Lo sé… es más un comentario de ellos que de nosotras —le explicó antes de
saltar de la mesa—. Vamos. Tengo que bañarme y encontrar ese uniforme.
Tate apareció en la dirección a las seis en punto. Todo el edificio de oficinas le
pertenecía a la agencia, y la fiesta se iba a realizar en el último piso. Ooohhh, mucho
dinero. Podría significar buenas propinas. O nada. Había notado que así de divertida era
la gente rica.
Se cambió en el puesto de baño, y luego se examinó en el espejo. En realidad, no
había estado segura cuán arreglada debería estar; cuando trabajaba, siempre intentaba
ir a los eventos discretos. Esperaba que su maquillaje cargado no fuera demasiado, no
quería tener que luchar por quitárselo. Levantó su cabello en una colita y fue a la cocina.
Todos los camareros estaban reunidos y caminaban por el espacio del evento,
una gran sala de conferencias que habían quitado todos los muebles y arreglado para la
fiesta con pequeñas mesas por todos lados. Aún no había ningún invitado, pero algunos
tipos en traje estaban vagando alrededor, observando las cosas. Tate suspiró y miró sus
uñas, ignorando el discurso; bla, bla, servir bebidas, bla, bla, no hablar con los invitados,
bla, bla, dejar caer la bandeja equivale a muerte instantánea. Siempre era lo mismo.
No había mucho que hacer hasta que los invitados llegaran, y Tate era inquieta
por naturaleza. No le gustaba quedarse sin hacer nada. Empezó a preparar rondas de
bebidas, sirviendo algunas copas de champagne que habían sido diseñadas
especialmente para la ocasión; se suponía que había un brindis al final de la noche, y
todas las copas tenían grabadas una K grande y en cursiva. Las acomodó en la cocina, y
luego las llevó a la mesa donde las otras bandejas estaban llenas de comida, listas para
llevarlas. Estaba con la última cuando se volteó y fue directo a alguien.
—¡Qué mierda! —exclamó, soltando la bandeja y cayendo de rodillas.
—Disculpa. —Una voz de hombre llenó sus oídos. Se quejó y empezó a juntar los 28
vidrios rotos, dejándolos con fuerza en la bandeja.
—¿¡Caminas mucho!? ¿O es la primera vez que caminas? —espetó. El tipo se
agachó a su lado.
—Lo siento, no te vi ahí —repitió, aunque su voz no sonaba como una disculpa.
Levantó su mirada a su rostro, dándole la mirada fulminante más severa antes
de concentrarse en el vidrio frente a ella. Frunció el ceño. Ojos claros. Cabello oscuro.
La había estado observando. Era muy atractivo, y llevaba un traje que se veía costoso.
Dios, ¿acaba de insultar a uno de los invitados? ¿Qué hacía un invitado en la cocina?
—Lo siento, no debería haberte espetado. Sólo me asustaste —murmuró Tate
como disculpa. Él soltó una carcajada
—Eso no sonó exactamente genuino. —Rió entre dientes.
—Simplemente hago mi trabajo, señor. —Se las arregló para murmurar una
respuesta cortante.
—¿Trabajas aquí?
—No, sólo me gusta usar delantal y correr alrededor de las cocinas por diversión
—dijo antes que pudiera detenerse. Él rio de nuevo.
—Ah, una camarera. Vamos, levántate. Ignora eso, traeré a alguien para que
limpie —dijo, y luego la tomó del brazo, obligándola a ponerse de pie. Estaba un poco
sorprendida por la audacia de simplemente tocarla así, pero no dijo nada. No podía.
Sentía que sus dedos estaban perforando la camisa de uniforme que estaba usando.
—Pero no puedo tan solo dejar eso, yo… —empezó a decir, tratando de
agacharse de nuevo. Él mantuvo su agarre.
—Déjalo —ordenó, un estremecimiento bajó por su espina dorsal. Finalmente lo
observó de nuevo.
—No puedes simplemente decirme que deje el desastre allí y que esté bien.
¿Quién eres? —demandó. Él le sonrió, y algo se revolvió en su pecho.
No. No es posible.
—¿Ves la K en esas copas? —preguntó. Ella bajó la mirada a la bandeja.
—¿Sí?
—Ese soy yo. Soy el Kraven en Kraven y Dunn —explicó. Tate se las arregló para
asentir.
—Oh.
—Luces sorprendida.
—No. Simplemente deseando no haberte gritado ahora —respondió Tate. Él rió
de nuevo, en voz alta. Frunció el ceño. Algo no estaba bien. Sentía que su universo se
estaba inclinando a la izquierda.
—Está bien. No estaba prestando atención, no debería haber entrado aquí sin
más. Sólo pensé… pensé que había visto algo —le dijo.
29
—Probablemente debería volver al trabajo —le dijo, mirando sus ojos. Eran
muy, muy azules. Le dio un apretón a su codo y luego la dejó ir. Ella se alejó un par de
pasos.
—Probablemente deberías. Nos vemos por ahí —dijo. Asintió y se alejó.
Nos vemos por ahí.
Tate dejó de respirar. Casi dejó de moverse. Llegó al final de un pasillo corto y
luego se hizo a un lado, presionando su espalda a la pared. Sentía que iba a hiperventilar.
Era ridículo. No podía ser, el tipo dijo que su nombre era Kraven. No Kane.
Se inclinó a un lado y asomó su cabeza por la esquina. Él aún estaba de pie allí,
sus manos en los bolsillos de sus pantalones, mirando el desastre. Estudió su perfil.
Cabello oscuro. Rasgos definidos. Ojos claros. Hombros amplios, y alto, probablemente
casi uno noventa. Muy sexy. Tan guapo… que sentía que, si lo miraba demasiado, se
quedaría ciega.
Oh Dios mío.
Se apresuró hacia el otro lado, abriéndose paso entre el resto del personal hasta
que encontró a una de las coordinadoras del evento. La pobre chica parecía que estaba
al borde de un colapso nervioso, pero a Tate no le importó. Tenía que saber algo.
—¿Quién es el anfitrión del evento? —demandó.
—Ya hablamos de esto antes, Kraven y Dunn —respondió la chica.
—Sí, sé eso. ¿Cómo se llaman, Kraven y Dunn? ¿Sus nombres completos? —
preguntó Tate, luchando por no zarandear a la chica.
—Nunca llames a un anfitrión por su primer nombre, llámalos…
—¡Sólo dime sus malditos nombres! —espetó Tate. La mujer empezó a buscar
en las páginas de su portapapeles.
—Wenseworth Dunn y… hmmm, déjame ver. —Siguió pasando las páginas. Le
tomó una eternidad—. ¡Ah! Kraven. Jameson Kraven.
Jameson Kraven. No Kane. Aun así, ¿¡cuáles serían las coincidencias!?
Tate no tuvo tiempo para procesarlo, otra coordinadora apareció apresurada y
llamó la atención de todos. Le dieron bandejas y los enviaron a servir. Tate llevó plato
de tartas de cangrejo en su palma y fue hacia la multitud de trajes y vestidos de noche.
No quería verlo, pero su mirada seguía buscándolo. No había pensado mucho en
Jameson durante todo el tiempo que había pasado desde la noche loca; excepto cuando
estaba sola en la cama. O en la ducha. Algunas veces en el sofá.
Pero más que eso, había estado ausente de su mente. La había marcado hasta
cierto punto. Por un tiempo, justo después, que su tonto corazón había esperado y
rogado que la contactara. “Lo haré si quiero”, había dicho de verla. Muy pronto, fue
evidente que no quería; nunca la contactó. Luego su vida se volvió tan loca que Tate no
había tenido tiempo para preocuparse por él, estaba muy ocupada con resolver de 30
dónde vendría su próxima comida, o si iba a pagar la renta, para pensar en Jameson
Kane. Realmente nunca fue nada. Tan solo un momento en el tiempo, que cambió su
vida para siempre.
Sirvió las tartas de cangrejo y bolas de camarón, bebidas y llevó las copas vacías.
Sonrió y coqueteó, animó a todos a beber más, y les aseguró que toda la comida estaba
increíble. Sabía que no lucía tan elegante como la mayoría de las otras camareras, pero
algunas veces eso funcionaba a su favor, especialmente con los del tipo estirados. Ellos
veían su maquillaje de noche y cabello desordenado, y solían pensar cosas indecentes.
Pensamientos traviesos era igual a mejores propinas; y en ese caso, donde todas las
propinas se juntaban, significaba más para todos. Así que, daba lo mejor.
Después del brindis, el cual se aseguró de perdérselo, el lugar empezó a vaciarse.
Ya nadie estaba comiendo, y les dieron indicaciones que no sirvieran más alcohol. Se
había ocupado en limpiar las mesas, empezando por la esquina trasera, cuando escuchó
un ruido detrás de ella.
—Eres tú, ¿verdad? —preguntó él. Tate suspiró y se enderezó.
—Eso me estaba preguntando —respondió, lentamente volteándose. Jameson le
estaba sonriendo.
—Dios, luces tan diferente. Ni siquiera te reconocí al principio. ¿Cuánto tiempo
ha pasado? ¿Seis años? —preguntó.
—Más o menos siete. ¿Qué pasa con el Kraven? —preguntó, levantando una copa
de champagne con el logo hacia él. Jameson rio.
—Apellido de soltera de mi madre. Jameson Kraven Kane. Suena bien —explicó.
—Tiene sentido.
—¿Eres camarera? —preguntó. Tate rió.
—Como dije, simplemente me gusta usar delantal por diversión —respondió. La
ponía incómoda. Tatum no se ponía incómoda nunca, así que era una sensación extraña.
—Linda. Así que, ¿solo trabajas en eventos de catering?
—Entre otras cosas.
—¿Cómo qué?
—Soy cantinera los fines de semana. Tengo trabajos eventuales. Paseo perros.
Enseño yoga en una casa de retiro los días restantes. Doy tours en bicicleta, a pie, en
bote… —Empezó enlistar cuando él levantó una mano.
—Tours. Lo entiendo. Pensé que ibas a ir a Harvard. Ibas a cambiar el mundo, o
algo así. —Recordó. Ella rió de nuevo.
—Érase una vez. Pero luego tuve esta epifanía. Odiaba la maldita escuela. Odiaba
mi vida. Odiaba mis padres. Ellos mayormente me odiaban, así que, eso funcionó de
maravilla. Dejé la escuela y encontré un trabajo. —Recapituló su vida.
—¿Por qué te odian? —preguntó con las cejas levantadas.
—Adivina, señor Kane.
31
—No jodas —dijo Jameson en voz baja, mirándola bajo su nariz.
—Si. Eloise nunca fue de esas de procesar las cosas. Aunque lo sabrías mejor que
yo —bromeó Tate. Él levantó más las cejas.
—Estás tan… diferente —le dijo, su voz suave.
—Bueno, nunca realmente me conociste —aclaró.
—Pensaba que llegué a conocerte bastante bien.
Ella inhaló rápidamente y contuvo el aliento. El ambiente de la habitación subió
diez grados. Tatum no se sonrojaba mucho, ya no. Había roto con Drew la misma noche,
y desde entonces, se acostó con muchos chicos. Probablemente más de los que le
gustaría admitir. No era tímida sobre el sexo. Pero algo sobre él, la hacía sentir de esa
manera. No le gustaba. Tenía que recuperar el liderazgo. Dio un paso hacia él, casi
rozando su pecho.
—Fue una noche, Jameson. No sabes nada —susurró la última parte, mirándolo
fijamente.
Antes que pudiera responder, ella se volteó y se alejó. Medio esperó que la
siguiera, pero no lo hizo. Cuando regresó a la cocina, echó un vistazo a través de la
portilla de la puerta. Aún seguía allí, mirando por donde se fue. Sonrió a sí misma.
Tomé la delantera.
No sabía por qué sentía la necesidad de “ganarle”; él no le importaba. Ella no le
importaba. Una jodida e increíble noche juntos no significaba nada, al ver el panorama
completo de las cosas. Si era honesta, le había hecho un favor, y él pareció disfrutarlo,
así que funcionó.
Un cierre. Era un cierre, pensó Tate, un capítulo de su vida que ni siquiera sabía
que necesitaba cerrar. Jameson Kane definitivamente era una cosa del pasado. De
verdad.

32
~2~
—¿¡C
ómo pudiste no reconocerlo!?
Tate se inclinó por la cintura, balanceó las
caderas en un círculo, dio un aplauso y luego se puso de
pie.
—No lo sé, ¡estaba con la guardia baja! No lo reconocí.
Inclinarse, círculo, aplauso, de pie.
—Debe lucir muy diferente.
Inclinarse, círculo, aplauso, de pie.
—Realmente no. Más grande, seguro, pero sigue siendo el mismo. Sexy como la
mierda.
Inclinarse, círculo, aplauso, de pie.
—Entonces, ¿¡cómo no lo reconociste!? Me resulta difícil creer que olvidaste el
rostro de un tipo que te folló cuando estabas borracha y luego te trató como una mierda.
—¡Disculpa!
Tanto Tate como su mejor amigo, Angier Hollingsworth, miraron por encima de
sus hombros a la mujer que acababa de interrumpirlos. Bueno, tal vez una clase de
Zumba no era el mejor lugar para tener esa discusión en particular, pero Tate no la
había empezado. Además, pensaba que escuchar a escondidas era un rasgo
desagradable; si la gente lo hacía, deberían tener la decencia de fingir no estar
escuchando y mantener la boca cerrada.
—Oh, cállate, esta es probablemente la cosa más caliente que has escuchado en
toda la semana —espetó Ang a la mujer antes de volverse hacia el instructor.
Comenzaron a caminar con las rodillas hacia arriba, saltando en el lugar mientras
levantaban los puños en el aire. 33
Zumba no era el ejercicio habitual de Tate, pero lo gratis era gratis, y no podía
permitirse una membresía en el gimnasio. Ang era un acaparador compulsivo de
cupones, y siempre la llevaba cuando tenía cupones de dos por uno. Ella había hecho
jazz, step, Tae Bo, clase de ciclismo, cortesía de Ang. Además, siempre sabían a dónde ir
para tener batidos gratis, aperitivos, galletas, lo que sea. Cuando realmente se lo
proponían, ambos podían pasar un día entero en la ciudad y no gastar un centavo.
—No pienso mucho en él. Supongo que lo olvidé. —Tate mantuvo la
conversación, su cuerpo rodando a la derecha.
—Así que, sigue siendo sexy, ¿huh? ¿Vas a aprovechar eso? —preguntó Ang,
rodando justo detrás. Ella rió.
—Um, no. No lo creo. Creo que una vez fue suficiente, gracias. Las cosas que me
dijo… —Dejó de hablar mientras saltaban a la izquierda.
—Te pone tan caliente, probablemente estás empapada en este momento. —Ang
terminó por ella, y se echó a reír. La mujer detrás bufó, pero no dijo nada.
—Eres tan repugnante. —Tate resopló, apartando el cabello sudoroso de su
frente. Tan estúpida como se sentía, Zumba era un infierno de ejercicio.
—No soy el que está caliente en medio de un gimnasio lleno de mujeres de
mediana edad. Oh, Dios mío, realmente lo estás, ¿verdad? Puedo verlo, ven aquí —dijo
Ang, y rompió la fila para agarrarla. Ella se echó a reír, apartando sus manos.
Tropezaron a la izquierda, Ang hundiendo sus dedos en su cintura y caderas. Tate rió
incontrolablemente, tratando de alejarse.
—¡Disculpen! ¡Estamos en medio de una clase! —gritó el instructor por el
micrófono. Ang puso los ojos en blanco.
—Vamos, podemos hacerlo en casa con música techno y vodka, salgamos de este
lugar —dijo en voz alta, colocando un brazo alrededor de los hombros de Tate y
levantándola del suelo.
—Probablemente no se nos permitirá volver, ¿sabes? —señaló.
—¿A quién le importa? Hay un montón de otros lugares. ¿Ducha? —preguntó,
deteniéndose frente a los vestuarios.
—Sí, me siento repugnante. Te veo en quince —dijo, pero él empezó a seguirla
por la puerta de las mujeres. Ella rió y puso una mano contra su pecho.
—¿Qué? Si estás toda lujuriosa por el señor Follada Amor Odio, pienso que
debería beneficiarme —dijo Ang con un rostro serio. Ella resopló.
—No estoy lujuriosa, y no lo creo —dijo riendo, pasando a su lado.
—Oh, vamos, cariño, será rápido. Siempre te encanta —le suplicó, haciendo
pucheros. Tate puso ambas manos en su pecho.
—Creo que paso.
Él se dio por vencido cuando una madre del equipo pasó molesta a su lado. Tate 34
lo miró y se escapó al vestuario. Juntando las cosas de la ducha, se metió bajo el agua.
Había conocido a Angier en una fiesta de fraternidad, hace cinco años. Su fase
rebelde había estado en pleno apogeo. Tenía mechones de colores en su cabello,
demasiado maquillaje, incluso era capaz de perforar su ceja. Era la primera noche que
Tate había probado cocaína, y se había sentido como una bomba por estallar, corriendo
por el edificio. Quería hablar con todos, conocer a todo el mundo. Ang la había
acorralado. Un desgarbado de uno noventa y cinco con cabello castaño claro y ojos
grises llamativos, era muy guapo. Había pensado que iba a coquetear con ella, pero tenía
algo más en mente.
Le había preguntado si estaría interesada en hacer un porno con él.
Tate había pensado que era una broma al principio, pero iba muy serio. Tenía un
gran cuerpo, le dijo. Sonrisa perfecta, buenos dientes. Genial para el porno. Se negó
cortésmente. Él se encogió de hombros, pero la invitó a ir a una grabación, para que
pueda “sentirlo”, tal vez. Fue uno de los momentos más surrealistas que había tenido
con otra persona.
Desde entonces habían sido mejores amigos.
Tate nunca se metió en el porno, pero Ang se dedicó a ello. Hizo gay, hetero,
porno "selfie", haría casi cualquier cosa. Explicó que, aunque era heterosexual, por el
precio justo podría ser casi cualquier cosa que alguien quisiera que fuera; conocía esa
sensación desesperada por dinero en aquellos días. Ya que ella no quería hacer porno,
le enseñó las maneras de ahorrar con cupones.
Después de una noche de borrachera en una degustación de vinos, gratis, por
supuesto, durmieron juntos por primera vez. Ang fue la persona que más se aproximó
a la manera que Jameson la había hecho sentir. Y lo mejor de todo, no tenía ninguna
expectativa de ella. Sexo era sólo sexo para Ang. Casi como hacer ejercicio. Algo
necesario para mantenerse saludable, y se sentía extra bien, ¡bonus! Pero en realidad
no significaba nada para él más allá de eso, lo que facilitaba estar juntos. También era
un monstruo total, por lo que nunca se sentía mal por sus propias preferencias, como a
veces sucedía con otros hombres. Ang era como una manta de seguridad. Una sexy,
traviesa, pervertida manta de seguridad.
—¿Qué te lleva tanto tiempo? —La voz de Ang resonó por el vestuario mientras
Tate movía su cabeza bajo un secador de manos. Un par de chicas gritaron, pero ella
solo rió. Se enderezó, pasó sus dedos por sus bucles negros, y luego tomó sus cosas,
corriendo a encontrarse con él.
—Soy una chica, me tomo más tiempo para lucir presentable —señaló.
—¿Qué, exactamente, luce presentable en ti? —preguntó, y ella le dio un codazo
en el estómago.
—Cállate.
—Así que… —Empezó mientras se abrían camino—. En serio. ¿Vas a volver a
verlo?
—No. Quiero decir, ¿por qué lo haría? A menos que necesite una camarera en su 35
firma, no creo que vuelva a oír de él —respondió Tate, moviendo su bolso de gimnasio
sobre sus rodillas.
—¿Y? Podrías llamarlo, ya sabes dónde trabaja —aclaró Ang. Arrugó la nariz.
—¿Por qué demonios querría llamarlo?
—Porque aún piensas en él —contestó Ang, y ella soltó una carcajada.
—No. Te lo dije, ni siquiera lo reconocí al principio —le recordó. Ang negó.
—Pero comparas a todos los tipos con los que estás con él. He sacado algunos de
mis mejores movimientos contigo, ¿¡recuerdas el columpio!? y aun así no estoy a la
altura —dijo. Dejó de reír.
—No es cierto. Eres increíble, lo sabes.
—Bueno, duh, pero puedo verlo. Soy bueno en estas cosas, tengo que serlo por
mi línea de trabajo. Soy bastante bueno, puedo decir que soy uno de tus favoritos, pero
no soy él —terminó. Ella frunció el ceño. No le gustaba este tema. No comparaba a todos
los chicos con Jameson Kane.
¿O sí?
¿Cómo podría? Sólo había dormido con él una vez. Seguramente no había dejado
tal impresión.
Tenía que cambiar de tema.
—Si eres tan bueno en distinguir el sexo, ¿cómo estoy a la altura del resto de las
personas con las que te has acostado? No es realmente justo, tengo que competir con
ambos sexos, el doble de competencia —bromeó Tate.
—Perra, por favor. Si pudiera encontrar una mujer que folle como tú, y que me
dejé verdaderamente filmarla y venderlo por dinero, me casaría —dijo Ang con
expresión seria. Ella rió.
—Eso es lo que me gusta escuchar.
La acompañó hasta su apartamento y se quedó un rato, haciendo comentarios
coquetos en Rusty. Eso no estaba bien, Rus tenía un gran enamoramiento por él. Tate
había intentado explicarle que Ang no salía en citas, que no buscaba una relación, pero
eso no detuvo las esperanzas de Rus. Tate estaba empezando a pensar que tendría que
compartir algunas de las historias más sucias de ella y Ang, con la esperanza de asustar
a su compañera de cuarto. Rus era una dulzura; columpios sexuales y mordazas no eran
probablemente su cosa.
—¡Oh! Olvidé que dejaste tu celular aquí, sonó sin parar —dijo Rus, después que
Ang se fue pavoneándose por la puerta. Tate tomó el teléfono de la mesa, entrecerrando
los ojos ante la pantalla. Era la agencia temporal en la que trabajó, ¿un nuevo trabajo?
Punto. Les llamó de vuelta.
—Hola, Tatum, ¿cómo estás? —exclamó sin aliento la directora de la agencia,
Carla.
—Super duper. ¿Me llamaste ocho veces? ¿Qué pasa? —preguntó Tate, 36
removiendo su plato de frutos secos y dulces.
—¡Tengo un trabajo para ti, si estás interesada! —exclamó Carla.
—Por supuesto. ¿Qué es? —dijo Tate alrededor de un bocado de comida.
—Una firma de abogados en el centro de la ciudad tiene una conferencia. Su
asistente regular está enferma y tienen una reunión importante con un cliente mañana
por la tarde. No tendrás que cumplir con tus deberes normales, solo te presentas a la
reunión y servirás agua, muffins, ese tipo de cosas. Rápido y fácil. —La voz de Carla se
volvió más susurrante.
¿Cómo habla así? ¿Tomó lecciones?
—Suena como mi tipo de trabajo. ¿Qué debo usar? —preguntó Tate.
—Traje de negocios. Si tienes un vestido funciona, eso sería genial, pero una
falda o pantalones, y blusa abotonada estaría bien. Preséntate a la una en punto, ¿de
acuerdo? —susurró Susurro McSusurradora.
—Seguro, seguro. ¿Dónde es?
—Um… —Carla balbuceó la dirección, su voz apenas un susurro—. Y asegúrate
de llegar a tiempo. Eso lo dejaron muy claro. Te pidieron a ti especialmente, sabes.
Tate se ahogó con una almendra.
—¿¡A mí!? ¿Por qué a mí? —Se las arregló para toser.
—No lo sé. Dijeron que habían visto tu trabajo. ¡Supongo que hiciste un gran
trabajo! ¡A la una en punto, recuerda! —El susurro de Carla casi un tarareo.
—Anotado.
Tate miró fijamente su teléfono después de terminar la llamada. Podía recordar
trabajar para un abogado, pero no era como si hubiera hecho algo increíble. Al menos,
no lo creía. Ni siquiera estaba segura si era para la misma firma de abogados, pero tal
vez lo era; tal vez sus habilidades para servir eran mega impresionantes. Legendarias.
Tal vez había impresionado al tipo. Quién sabe.
Oh, bueno. Un trabajo era un trabajo. Entró en su habitación y pasó la siguiente
hora rebuscando en su armario, viendo si tenía algo que se ajustara a la ocasión.

37
~3~
J
ameson Kane estaba de pie frente a su escritorio, mirando fijamente la
carpeta. El archivo de Tatum O’Shea de la agencia de catering le devolvía la
mirada. Le tomó una eternidad llegar a la agencia a la que trabajaba, y luego
había pagado una suma generosa por una copia de su archivo.
A través de los años, pensó en ella ocasionalmente, pero no lo
suficiente para preguntarle a alguien de su vida. El sexo había sido espectacular. Joven,
de veintitrés años, recién había estado descubriendo el tipo de hombre que era; había
estado saliendo con Ellie por dos años, y aún no había tenido la oportunidad de explorar
completamente su apetito sexual.
Se había acostado con otras personas, muchas veces, pero nunca mintió. Ellie
siempre lo supo, antes y después. Había intentado terminar con ella, muchas veces, pero
luego los gritos empezaban. Los llantos. Las súplicas. Las amenazas. Los Kane y los
O’Shea eran amigos cercanos. ¿Realmente quería arriesgar eso?
Después de dos años juntos, Jameson finalmente había empezado a darse cuenta
que no le importaba si arriesgaba algo. Iba a terminar las cosas con Eloise O’Shea.
Mudarse de Harrisburg, regresar a la universidad, algo. Ir a Manhattan. Simplemente
alejarse de todo. Estaba aburrido de todo, aburrido de su vida. Necesitaba algo
diferente. Tan sólo tenía que averiguar qué era, y cómo conseguirlo.
Y luego Tatum entró en su apartamento. Había empezado a excitarse por Tate.
La hermana pequeña de Eloise siempre había sido una bomba sexual por explotar.
Piernas largas y tonificadas, ojos color chocolate y un cuerpo sexy, había tenido más que
un par de fantasías sobre ella. Pero estaba fuera de límites. Demasiado joven, y muy
inocente; sin mencionar la cosa de estar saliendo con su hermana.
Sin embargo, al final, nada de eso lo detuvo.
Se deshizo en sus manos. Como arcilla. Sintió que podía moldearla. Hacerle lo
que quisiera. Decirle lo que quisiera. Cada palabra que salió de sus labios, sin importar 38
qué respondió ella, sólo la calentó más. Estaba más necesitada. Muy increíble. Si Ellie
no hubiese llegado a casa en ese momento, estaba muy seguro que Tate nunca hubiese
salido por la puerta. Ellie los habría encontrado en acción.
Algunas veces, Jameson se preguntaba cuán diferentes las cosas habrían salido
si eso hubiera sucedido.
Se mudó casi inmediatamente después de terminar, no se molestó con
mantenerse en contacto con los O’Shea. Su padre murió no mucho tiempo después, y
Jameson tomó su rol en el mundo. Capital y finanzas. Adquisiciones. Asociaciones
secretas con muchos negocios. Además de eso, heredó la fortuna de la familia. Jameson
tenía más dinero de lo que alguna vez podría gastar, pero eso no significó hacerse a un
lado. Siguió y superó a su padre, era más capaz, hizo más dinero, más conexiones.
Consiguió la atención mundial por su habilidad de hacer dinero.
Tenía casas en Manhattan, Copenhagen, Río, y ahora Boston. Salía con
supermodelos e iba a premieres de alfombra roja. Tenía mujeres cayendo a sus pies. La
vida era casi malditamente perfecta.
Pero luego, vio a Tatum en esa cocina, y el tiempo cambió. En un mínimo instante,
estaba de regreso en su viejo apartamento, hablándole tan mal. Observándola llorar.
Mirándola gemir. Tenía que admitirlo, ella había sido un momento bastante poderoso
en su vida. Profundo.
Lucía tan diferente. Sus curvas se acentuaron un poco más, pero aún tenía el
cuerpo tonificado que recordaba. Mataría por ver cómo lucía su culo ahora. Su cabello
oscuro estaba levantando en una cola de caballo desordenada, causando que piense en
sexo. Su maquillaje de ojos había sido oscuro y difuminado, causando que piense en más
sexo. Su sonrisa sarcástica y boca inteligente fue un cambio de ciento ochenta grados
de la chica que había conocido antes; esta mujer era una nueva criatura. Y quería
descubrir qué clase exactamente.

39
~4~
T
atum jaló su camisa con nervios. La había metido en una falda de lápiz
ajustada y hasta se puso un par de tacones aguja con pulsera. Si alguien
la había pedido personalmente, quería hacer un esfuerzo de verse bien.
Se había arreglado el cabello con rizos en las puntas, y había atenuado
su maquillaje. Incluso ella tenía que admitirlo, lucía presentable.
Por primera vez.
Los hombres en trajes de negocios caros comenzaron a llenar la sala de
conferencias y ella permaneció inmóvil, dando una sonrisa educada a cada uno que
entraba. Una firma de abogados se reuniría con su cliente. Seis sillas estaban alineadas
en un lado de una larga mesa, con sólo una silla en el otro lado.
Tate se había ubicado al fondo de la habitación, junto a un aparador lleno de
dulces, café y agua. Caminó alrededor, arregló las servilletas y preparó las copas.
Cuando las seis sillas estaban llenas de un lado, se quedó mirando a sus espaldas,
preguntándose quién era tan importante para tener la mirada de todos bajo su nariz. La
persona que estaría de frente a ella. Una puerta en la parte trasera del salón se abrió y
se quedó sin aliento.
Santa. Mierda.
Jameson Kane entró a toda prisa en el salón, ofreciendo sólo una sonrisa cortante
a sus abogados. Su mirada fue hacia ella por un segundo, y luego la volvió a mirar. Su
sonrisa se hizo genuina e inclinó su cabeza hacia Tate, casi como una reverencia.
Ella se quedó boquiabierta, seguro que su boca estaba abierta. ¿¡Qué estaba
haciendo él allí!? ¿Sabía que estaría allí? ¿Había sido el que la había pedido? Imposible,
no sabía para qué agencia de catering trabajaba, pero ¿cuáles serían las posibilidades?
No lo había visto en siete años, y ahora dos veces en dos días.
Tate sintió ganas de tragarse la lengua. 40
—Señores —dijo Jameson, sentándose frente a los abogados—. Gracias por
reunirse conmigo hoy. ¿Alguien gusta un café? ¿Agua? La encantadora señorita O'Shea
nos atenderá hoy. —Señaló a Tate, pero nadie se dio la vuelta. Varias personas pidieron
café. Jameson pidió agua, su sonrisa fija en su lugar. Era casi burlona. Como si supiera
algo que ella no sabía.
Empezó a rechinar los dientes.
Sirvió las bebidas a todos, y luego llevó una bandeja de bocadillos. Nadie tomó
nada. Fue a la parte posterior de la habitación, llenó la jarra de agua. Ordenó todo. Sintió
a Jameson mirándola fijamente.
Esto es ridículo. Eres Tatum O'Shea. Comes chicos de desayuno.
Pero pensar en eso le recordó cuando él le dijo algo muy parecido, y sintió un
rubor subir por sus mejillas.
Fue prácticamente ignorada todo el tiempo. Todos discutieron sobre las
decisiones empresariales que Jameson debía o no debía tomar. Estaba muy interesado
en desmantelar empresas en quiebra y venderlas. Ellos intentaron frenar sus deseos.
Su abogado de impuestos explicó cómo iba su exención tributaria en Hong Kong. Otro
abogado le dio un informe de la ley de propiedades en Suiza. Tate intentó ocultar sus
bostezos.
Se tomaron un descanso de cinco minutos después de una hora. Tate estaba de
espaldas a la habitación, reorganizando algunos panecillos en una bandeja, cuando
sintió el vello de su nuca erizarse. Se volvió en cámara lenta, observando a Jameson
mientras se aproximaba.
—¿Sorprendida? —preguntó, sonriéndole.
—Mucho. ¿Pediste que viniera? —indagó. Él asintió.
—Sí. Te escapaste tan rápido la otra noche. Quería volver a familiarizarme —
explicó. Ella rió.
—Quizás yo no —respondió. Jameson se encogió de hombros.
—Eso realmente no me importa. ¿Qué harás esta noche? —preguntó. La atrapó
con la guardia baja.
—¿Estás pidiendo que salgamos, Kane? —exclamó. Él echó la cabeza hacia atrás
y rió.
—Oh Dios, aún una niña pequeña. No. No salgo con gente. Estaba preguntando
qué ibas a hacer esta noche —replicó.
Evitó el rubor que sentía emerger. Todavía tenía la habilidad de hacerla sentir
tan estúpida. Había pasado por tantas cosas desde él, llegó tan lejos con su autoestima
y su vida. No era justo que pudiera hacerla sentir tan pequeña. Quería devolverle el
favor. Se aclaró la garganta.
—Trabajo.
—¿Dónde? 41
—En un bar.
—¿Qué bar?
—Un bar que no conoces.
—¿Y mañana por la noche?
—Ocupada.
—¿Y la noche después?
—Todas las noches siguientes —le informó Tate, cruzando los brazos. Él
entrecerró los ojos, pero siguió sonriendo.
—Seguro que puedes hacer tiempo para encontrarte con un viejo amigo —
dijo. Ella negó.
—Nunca fuimos amigos, Kane —aclaró. Él rió.
—¿Entonces qué es? ¿Tienes miedo de mí? ¿Asustada de que te comeré viva? —
preguntó. Ella se acercó, negándose a intimidarse.
—Creo que eres tú el que debe tener miedo. No me conoces, Kane. Nunca lo
hiciste. Y nunca lo harás —susurró. Jameson se inclinó para que sus labios estuvieran
casi contra su oído.
—Sé cómo se siente estar en tu interior. Eso es suficientemente bueno para mí
—susurró en respuesta. Tate se alejó. Sentía que no podía respirar. Él removió algo en
su interior.
—Tú y mucha otra gente. No eres tan importante como piensas —se burló. Era
una completa mentira, pero tenía que recuperar el dominio. Él le sonrió burlonamente.
—Eso suena como un desafío para mí. Tengo que defender mi honor —le
advirtió. Tate resopló.
—Lo que sea. Arremete contra tu contrincante entonces, a mí. Defiéndete —le
respondió, poniendo los ojos en blanco.
No le contestó, simplemente siguió sonriéndole. Los abogados comenzaron a
llenar de nuevo la sala y Jameson tomó su posición en el otro lado de la mesa. No estaba
muy segura por qué fue su pequeña discusión, o de dónde había salido. Iba a tratar de
pasar el resto de la conferencia, y luego se escabulliría antes de que pudiera hablar con
ella de nuevo. No quería tener nada que ver con Jameson Kane, o con su…
—Señorita O'Shea. —Su voz aguda interrumpió sus pensamientos. Tate levantó
la cabeza.
—¿Sí, señor? —contestó, asegurándose de mantener su tono suave y cortés.
—¿Podrías traerme un poco de agua y algo para comer? —preguntó, sin siquiera
molestarse en mirarla mientras hojeaba un contrato.
Cargó una bandeja con sus peticiones y se dirigió a la mesa. Nadie siquiera la
miró, sólo siguieron con una jerga legal el uno al otro, un idioma que no conocía. Se paró
junto a Jameson y se inclinó hacia adelante, dejando su agua y luego fue a preparar
queso y galletas en un plato para él. Estaba a medio camino cuando lo sintió. 42
¿¡Esos son… sus dedos!?
Tate se congeló por un segundo. Su toque era ligero mientras movía sus dedos
de arriba abajo entre sus piernas. Echó un vistazo a sus rodillas y luego lo miró. Todavía
miraba los papeles, pero podía verlo sonriendo. Trató de ignorarlo, trató de volver a
preparar su comida, pero su mano subió más. Se atrevió a pasar por encima de sus
rodillas, muy por debajo de su falda. No podía llegar más lejos, a no ser que le subiera
la falda, o se deslizara en su silla. Dejó el resto del queso en su plato y comenzó a
alejarse. Acababa de volver a su puesto cuando escuchó un ruido, seguido por gruñidos.
—No se preocupen. ¡Señorita O'Shea! Lo siento, ¿podría limpiar esto? —La voz
de Jameson sonaba aburrida.
Se dio la vuelta y vio que había volteado su vaso de agua. Él estaba intentando
detener el líquido mientras se expandía por la mesa. Los abogados estaban todos
sosteniendo sus papeles en alto, gruñendo sin parar.
Tate refunfuñó y tomó una toalla antes de caminar hacia la mesa. Lo fulminó con
la mirada todo el tiempo, pero aún se negaba a mirarla. Empezó tan lejos como pudo,
limpiando todo, pero al final tuvo que inclinarse sobre él para alcanzar el lío. Se puso de
puntillas, extendiéndose sobre la mesa.
Como había asumido que haría, su mano encontró su camino de regreso a sus
piernas. Sólo que esta vez no fue tímido, y su posición permitía mucho acceso. Su mano
fue directamente por la parte de atrás de su falda, las puntas de sus dedos rozando el
encaje de sus bragas.
Ahogó un chillido y miró a su alrededor. Si alguno de los otros caballeros
levantaba la cabeza, habrían podido ver a su cliente con la mitad del brazo bajo la falda
de su asistente, claro como el día. Se las arregló para pasar el dedo bajo el dobladillo de
su ropa interior, por el lado izquierdo de su nalga, antes que ella se alejara. Regresó con
furia a la estación de comida, arrojando la toalla con tanta violencia que golpeó una pila
de cubos de azúcar.
Cuando se dio la vuelta, Jameson finalmente la estaba mirando. Puso sus puños
en sus caderas, mirándolo. Su sonrisa estaba en su sitio, como había esperado, y levantó
un dedo, señalándolo hacia arriba. Uno. Luego se señaló a sí mismo. Un punto. Empate.
Él pensaba que estaban jugando. Tate no había querido jugar con él, pero odiaba perder
en cualquier cosa, y no quería volver a perder ante un hombre como Jameson Kane.
Una idea pasó por su mente. Tate quería hacerlo sentir tan incómodo como
acababa de hacerla sentir. Fríamente levantó una ceja y luego se tomó su tiempo
mirando alrededor de la habitación. Todos los abogados aún le daban la espalda,
ninguno se había volteado en ningún momento. Había persianas en todas las ventanas,
nadie podía ver desde la oficina, pero sabía que la puerta no estaba cerrada con llave.
Cualquiera podía entrar en la habitación. Respiró hondo. No importaba de todos modos,
¿qué era lo peor que podía pasar? ¿La despedirían? Era un trabajo temporal, ya que
Jameson la había pedido, porque ni siquiera trabajaba allí. ¿Realmente le importaba lo
que pasaría? 43
Volvió su mirada hacia él y pasó sus manos por los lados de su falda. Jameson
también levantó una ceja, su mirada siguiendo sus manos. Cuando llegó hasta el
dobladillo de la falda, aplanó las palmas de las manos y comenzó lenta y sensualmente
a deslizar el material por sus piernas. Ahora él levantó ambas cejas. Su mirada fue a su
rostro y luego de regreso a su falda. Más arriba, pasando sus rodillas. A la mitad de sus
muslos. Más aún. Si alguien se volteaba, estaría muy sorprendido por lo que vería. Un
centímetro más, y estaría expuesta. La mirada de Jameson estaba prácticamente
ardiendo en ella.
Tomando respiraciones cortas y rápidas por la nariz, Tate deslizó sus manos
alrededor de su trasero. Levantó la tela más arriba de ese lado, con cuidado de mantener
el frente lo suficientemente bajo como para ocultar todo su asunto, y fue capaz de
enganchar sus dedos en su ropa interior. Ni siquiera pensó en lo que estaba haciendo,
no podía apartar la mirada de Jameson, mientras deslizaba su ropa interior sobre su
trasero y por sus caderas. Cuando el encaje se deslizó hasta sus tobillos, ubicó su falda
de nuevo a su lugar. Sacó los pies de las bragas y se agachó para recogerlas. Cuando se
puso de pie, dejó que el encaje colgar de su mano mientras levantaba un dedo. Punto.
Ganadora.
Jameson asintió, obviamente concediendo su victoria, y luego volvió su atención
a los papeles que tenía en frente. Tate dejó escapar un suspiro que ni siquiera se dio
cuenta que estaba sosteniendo, y se dio la vuelta, apoyando sus manos contra la mesa.
Se inclinó hacia delante y respiró hondo. Acababa de empezar a ganar el control de su
ritmo cardíaco, cuando alguien se aclaró la garganta.
—¿Qué es eso, señorita O'Shea? —gritó Jameson detrás de ella. Se giró y
escondió la ropa interior en su puño.
—¿Disculpe, señor? —preguntó.
—Eso —continuó, señalando con su pluma—. En tus manos. Tienes algo para mí.
Tráelo aquí.
Ahora todos se volvieron hacia ella. Tate se mantuvo tan quieta como pudo, sus
manos juntas frente a sus piernas, ocultando la ropa interior entre sus dedos. Todos los
ojos la miraban. Jameson sonrió y se recostó en su silla. Ella tomó una respiración
temblorosa.
—No sé qué…
—Tráigalo, señorita O'Shea, ahora —ordenó, golpeando la mesa con su pluma.
Ella le dio una mirada furiosa.
A la mierda.
Se dio la vuelta y colocó una de las bandejas de plata delante de ella. Dejó las
bragas allí, asegurándose de que el material estuviera sin arrugas y plano. Estaba muy
agradecida que había aprovechado y se había puesto su ropa interior buena, cara y “¡Soy
exitosa y con una carrera excelente!”. Equilibró la bandeja encima de las yemas de sus
dedos y se volteó, caminando hacia su mesa, una gran sonrisa en su rostro.
—Para usted, señor Kane —dijo con voz entrecortada, y luego dejó caer la
bandeja delante de él. Se estrelló ruidosamente y giró un poco antes de detenerse por 44
completo, las bragas deslizándose a un lado.
Mientras se alejaba, podía oír algunos jadeos. A otros reírse. Una risa muy
familiar. Cuando llegó a la puerta, la abrió y luego giró a la habitación. Un par de
abogados la miraban, y los demás se reían, señalando a la escena que acababa de armar;
Jameson la estaba mirando fijamente, su sonrisa burlona en su lugar. Ella le envió un
beso y luego salió por la puerta.
Un par de horas más tarde, Tate se sentó en el borde de su cama, mirando a su
armario. Debería haber estado preparándose para el trabajo. Había prometido hacer un
turno en el bar por una de las otras chicas, el martes solía ser su día libre. Se había
duchado, trató de motivarse para vestirse, pero después de la tarde que había tenido,
realmente no quería ponerse sexy e ir a tomar bebidas. Suspiró.
Supéralo. La renta está vencida.
Comenzó a quitarse la ropa, sin prestar atención a lo que escogía. Su mente
seguía vagando de regreso a la sala de conferencias. Tate se había vuelto bastante audaz
a lo largo de los años, muy segura de sí misma y de su sexualidad, pero nunca había
hecho algo así; nunca se había desnudado en una habitación llena de gente.
¿Cómo era posible que todavía tuviera ese tipo de poder sobre ella? Una vez.
Habían estado juntos una sola vez, no era justo. Y aún más raro… ¿por qué parecía que
la perseguía? Jameson Kane no perseguía a nadie, ni siquiera hace siete años. Ellie le
había pedido salir. Ciertamente nunca había perseguido a Tate. Ella lo primero que hizo
fue rendirse ante su polla esa noche, había estado tan ansiosa. Sacudió la cabeza de un
lado a otro, tratando de aclarar sus pensamientos.
Nunca más. Nunca voy a pensar en Jameson Kane, nunca…
—¡Tate! —La voz de Rusty chilló a través de su puerta.
—¿Qué? Está abierta —gritó Tate, dejando caer la toalla que llevaba puesta y
poniéndose un par de pantalones de chándal. Su puerta se abrió y Rus asomó la cabeza
por la esquina.
—Hay un tipo que quiere verte —dijo con voz emocionada. Tate frunció el ceño.
¿Un tipo?
—¿Quien? ¿Qué quiere? —preguntó ella, poniéndose una camiseta y luego
levantando su cabello húmedo en una cola de caballo.
—No sé quién es, pero es tan guapo, no puedo creer que sea de verdad. Lleva un
traje de aspecto caro. —Describió Rus. Tate gimió, frotando las manos sobre su rostro.
—¡Jesús! ¿Qué, me estás acosando ahora? —gimió.
—No. —Una voz profunda vino de su puerta. Levantó la mirada.
45
Jameson Kane está en mi apartamento de mierda.
—Siéntete en casa. —Suspiró, haciendo un gesto para que entrara a su
habitación. Rus soltó una carcajada y se puso roja, dejando espacio para él y luego
corriendo por la puerta.
—Es linda —comentó Jameson mientras paseaba por la pequeña habitación,
inspeccionando las cosas.
—Oh, ¿en serio? ¿Quieres comerla también para el desayuno? —preguntó Tate.
Jameson se rió, acercándose a una foto.
—Hmmm, no es realmente de mi gusto. Tengo hambre de algo un poco más
oscuro —respondió. Tate entrecerró los ojos.
—Bueno, ese “algo” no está en el menú —le informó. Él se enderezó y la miró.
—Ya veremos.
—De verdad. ¿Qué diablos quieres? —le espetó. Él le levantó una ceja.
—Actitud. Me gusta. ¿Dónde está toda esa mierda que normalmente tienes
alrededor de tus ojos? —preguntó, aproximándose. Ella empezó a retroceder, pero
luego se detuvo, manteniéndose firme.
—Estaba a punto de poner toda esa mierda de nuevo cuando fui interrumpida
por un idiota engreído —respondió.
—Mira. Quiero hablar contigo. No nos hemos visto en mucho tiempo. Me intrigas.
Ya no muchas cosas lo hacen —explicó un poco.
—¿Intriga?
—Eres tan diferente, pero sigues siendo la misma. Es interesante. Tengo
curiosidad por ver lo profundo que va cada cosa —agregó. Ella suspiró.
—Mira, Kane, no puedes simplemente decidir…
—Jameson —la corrigió. Ella parpadeó.
—¿Disculpa?
—Jameson. Ese es mi nombre. Llámame por mi nombre —le instruyó.
—Pero todo el mundo te llama Kane. Todos los abogados de hoy, mi hermana,
todo el mundo —respondió Tate, un poco perdida en la conversación. Él negó.
—No me importa. Siempre me llamaste Jameson. Repítelo —ordenó. Ella rió.
—Está bien, el tiempo de jugar ha terminado. Sal de mi apartamento. Estoy muy
halagada que pienses que quieres saber algo sobre mí, pero en realidad me importa una
mierda. No quiero tener nada que ver contigo. No eres nada para mí. Así que, gracias y
adiós —dijo, señalando hacia su puerta.
Jameson la observó por un segundo y luego se le acercó, sus pasos lentos y
deliberados. Ella se rehusó a retroceder, así que terminaron casi pecho a pecho. Sin
tocarse, pero lo suficientemente cerca como para aspirar todo el oxígeno de ella. Tate
lo miró fijamente, frotando sus labios para no soltar los pensamientos en su cabeza.
46
—No he pasado por alto que parece que te crecieron un gran par de bolas justo
después que te follara. Creo que merezco un poco de crédito y, por lo tanto, me debes
—le dijo descaradamente. Ella se echó a reír.
—¡Eres realmente increíble! Sólo porque tuvimos sexo, no significa…
—Yo te follé. Existe una gran diferencia.
—¡Fue hace siete años! —Tate, de repente, estaba gritando—. ¡Siete malditos
años! ¿¡A quién le importa una mierda!? ¡He follado a mucha gente desde entonces!
¡Estoy segura que tú también! ¡Así que, gran maldita cosa!
Nada lo sorprendió. Se quedó quieto, continuó sonriendo. La volvía loca. Quería
darle una bofetada. Clavarle las uñas en la cara. Tirarlo al suelo. Y luego, posiblemente,
follarlo como el infierno…
—Creo que fue una gran, gran cosa, y podemos hablar de eso en otro momento.
Por ahora, déjame llevarte al trabajo. Déjame ver el agujero de mierda en el que
trabajas, y luego tal vez podemos establecer un tiempo para charlar —ofreció Jameson.
Su mente estaba girando. ¿Había sido gran cosa para él? Imposible. No.
Jodidamente. Posible. Apenas la había mirado después de lo que sucedió, y ella había
sido como lodo en el suelo. Jameson Kane no era ese tipo de hombre, no podía imaginar
algo que fuera gran cosa para él. Siempre había supuesto que lo había olvidado.
Por eso estaba tan sorprendida.
—Yo… tú… ¿qué? —preguntó. Él rió.
—Estaré esperando abajo. Tu apartamento me asusta. Baja en quince minutos.
No me hagas regresar —ordenó, señalándola con el dedo antes de caminar hacia la
puerta.
—No puedes decirme…
—Oh, y Tate, olvidaste esto —dijo, buscando en su bolsillo. Sacó sus bragas y las
arrojó al suelo—. Siempre parece que las estás dejando caer a mi alrededor.
Hijo de puta.

Jameson estaba un poco sorprendido que bajara en los quince minutos. Tate lo
miró de soslayo durante un minuto, y era obvio que estaba pensando en marcharse,
pero algo la hizo pensar dos veces. Debió de darse cuenta de que simplemente la
seguiría. Suspiró y caminó alrededor de él, subiendo del lado del pasajero de su auto.
Tate no le habló, sino para dar instrucciones. Su tono se volvió un poco más grave
de lo que había sido cuando tenía dieciocho años. Tenía voz ronca, o algo así. Algo sexy.
Todo en ella era sexy. Hace siete años, había sido sexy como una mujer joven tonta e 47
ingenua. Ahora, como una joven con confianza de veinticinco años, detuvo su corazón.
Hacía difícil pensar con claridad.
Se había maquillado. Parecía preferir el maquillaje ahumado y oscuro. Lucía
bien. Un poco de mala calidad, pero de una manera muy sexy. Su boca estaba cubierta
de un brillo pálido, rosa, que realmente enfatizó el hecho que definitivamente tenía LCP,
labios chupa-penes. Hace siete años, nunca hubiera sido capaz de imaginarse a Tatum
O'Shea chupar una polla. Ahora no podía detenerse.
Jameson no se permitía pensar en su cuerpo, o tendría que detener el auto y
aliviar la tensión entre ellos, justo en ese momento y lugar.
Ella estaba luchando, y eso lo calentaba aún más. Cuando había empezado a bajar
sus bragas, en medio de esa habitación, con toda esa gente… había tomado todo el
control que no tenía en despedir a todos y follarla en ese momento. Había sido divertido
jugar con la vieja Tatum, lindo. Esta Tatum, quería poseerla. Quería romperla, inclinarla
frente él. Parecía un adversario digno, y Jameson amaba una buena pelea.
—¿Siempre empiezas a trabajar tan tarde? —preguntó, estacionando frente a
una especie de bar de mala suerte. Ella negó.
—No, estoy reemplazando a alguien, normalmente trabajo los fines de semana.
Gracias por el viaje —dijo antes de salir del auto. Él salió justo detrás.
—Oh, tengo que ver este lugar. Estoy fascinado con tu vida. La chica buena se
vuelve mala. ¿Hay orina en el suelo? —preguntó, manteniendo abierta la puerta del bar.
Ella le dio una sonrisa llena de dulzura.
—Tienes un don tan sexy con las palabras.
Entonces, Tate le dio un codazo y caminó a través de la puerta.
Fue hacia al bar, pasando bajo la división de la barra y se dirigió a una habitación
de atrás. Jameson se plantó en un taburete y pidió un bourbon. Seco. La mujer que lo
servía llevaba pantalones de cuero apretados y un top de bikini, y los llevaba bien. Le
hacía sentir curiosidad qué llevaría puesto Tate, se preguntó si sería tan zorra.
No estaba decepcionado. Quince minutos después, a las diez en punto,
reapareció. Su lengua se clavó en el paladar de su boca. Llevaba un diminuto short de
jean. Había querido ver su culo, y ahora su deseo estaba más o menos cumplido. Cuando
se inclinó sobre la parte trasera del bar para agarrar algo, pudo ver la forma redondeada
de su culo.
En la parte superior llevaba un top con algún tipo de logotipo de béisbol, pero
había cortado la mitad inferior. Terminaba justo debajo de sus pechos, y cuando
levantaba los brazos, podía ver un sujetador gris de encaje. El top dejaba a la vista su
estómago, tonificado y plano. La chica cuidaba su cuerpo. Tenía botas de cuero en los
pies, casi del estilo de combate, pero con parte superior dobladas. Debería haber elegido
al azar su atuendo sexy, pero de alguna forma quedaba bien.
—¿Es así como te vistes normalmente para trabajar? —preguntó Jameson
cuando se dirigió hacia su extremo del bar. Ella se miró a sí misma.
—No. A veces llevo menos —respondió, y él se rió. 48
—¿Menos? Así que, si vengo el fin de semana, ¿podrías estar sirviendo a la gente
en bikini? —Tuvo que gritar para ser escuchado por la música y por los gritos. Había
estado bastante lleno cuando entraron, ahora apenas había espacio.
—Sólo si es un día de partido.
—Qué caliente. Pero esos pantalones cortos, creo que tienen que irse. A veces
menos, es más, ya sabes —bromeó. Tate levantó una ceja.
—¿Crees que son demasiado cortos?
—Sí.
Ella se alejó y dio largas zancadas al otro extremo del bar. Levantó algo y luego
se dirigió hacia él. Le tomó un segundo antes de darse cuenta de que era un megáfono.
Le sonrió y luego se lo llevó a los labios.
—¡Todos! ¡Oigan! —gritó ella. Hubo un rugido de vitoreó y la música se cortó—.
¡El hombre de aquí cree que mis shorts son demasiado cortos! ¿¡Qué piensan todos!? —
Apartó el megáfono, levantando sus brazos en un gesto de interrogación.
El lugar se volvió loco. La multitud tenía que ser setenta y cinco por ciento
masculina, y todos estaban gritando y silbando hacia ella. Tate sonrió, y guiñó un ojo,
mordiendo la punta de su lengua entre sus dientes. Estaba claro que sabía lo que estaba
haciendo, sabía cómo lidiar con la multitud. Se dio la vuelta y se inclinó por la cintura,
moviendo un poco su culo. Los gritos crecieron a un nivel ensordecedor. Finalmente se
puso de pie y se dio la vuelta, alejando a todos. Luego se volvió hacia Jameson.
—No dije que te ves mal —señaló. Ella negó.
—Eres ridículo. Si no te gusta lo que estoy usando, vete —sugirió antes voltearse
hacia el bar para atender a los clientes.
—¡No hasta que aceptes hablar conmigo, Tatum! —gritó Jameson sobre el
estruendo. Ella lo miró mientras con habilidad hacía girar botellas en sus manos,
vertiendo licor en los vasos.
—¡Todavía no sé de qué tenemos que hablar! —gritó, batiendo dos vasos
cocteleros a la vez. Era muy buena en su trabajo.
—La forma en que hablas, la forma de vistes, tu maquillaje, tu culo —respondió.
Al oír la palabra “culo”, algún idiota junto a él vitoreó.
—Hasta donde recuerdo, ¡nada de eso te incumbe! —Se rió, abriendo uno de los
cocteleros y sirviendo una mezcla azul en un vaso de Martini.
—Si quiero son de mi incumbencia. Quiero conocerte —dijo.
—Pero no salir en una cita conmigo —aclaró ella, sirviendo la segunda copa.
—No seas jodidamente estúpida. —Jameson se rió.
Tate se dirigió hacia él y luego plantó las manos en la barra, abriendo los brazos.
Se inclinó cerca, muy cerca, su aliento caliente contra sus labios. Su camisa suelta
colgaba hacia adelante y tuvo una vista perfecta de su escote.
49
—¿Qué quieres, Kane? —preguntó en voz baja. Apartó la mirada de sus tetas y la
miró a los ojos.
—Llámame de nuevo de esa forma, y castigaré esa boca —le advirtió. Ella se rió
entre dientes.
—No hagas promesas que no cumplirás —le respondió.
Oh Dios, puede que haya encontrado al rival perfecto. Esto debe ser interesante.
—¿Quién dice que no lo haré? Tengo grandes planes para esa boca —dijo
Jameson, pellizcando su barbilla entre sus dedos. Ella puso los ojos en blanco.
—No va a suceder, Kane. Ninguna parte de mí va a tocar ninguna parte de ti, así
que mejor acostúmbrate a esa idea —le informó antes de alejarse.
Ya lo veremos.
—Bien. Pero vamos a hablar —dijo. Ella dio un suspiro.
—Bien. Bien. ¿Qué tal si acordamos un horario? ¿Cómo mañana? ¿A la una en
punto? ¿Eso está bien para usted, mi señor y maestro? —se burló. Él sacó su teléfono.
—Lo estoy marcando. Encuéntrame en mi oficina —le dijo. Ella resopló.
—Bien, lo que sea —se quejó. Él la miró.
—Será mejor que aparezcas. Si tengo que venir a buscarte, no te gustará —le
advirtió. Tate se rió.
—Palabras, palabras, palabras. En mi experiencia, los hombres que hablan tanto
como tú, tienen muy poca acción para respaldarlo —dijo. Jameson también rió.
—Me has experimentado en acción. Y no hubo mucha charla.
Tate le puso los ojos en blanco y luego tomó su vaso, bebiendo el resto de su
bourbon de un tirón.
—Pones demasiado énfasis en el pasado, Kane. Fue una vez, una sola vez. ¿El
gran Jameson Kane se quedó en una aventura de una noche? No fue nada, ya pasó
mucho. Hablaremos de lo que quieras mañana, y luego es un adiós —le informó antes
de marcharse. Él le sonrió burlonamente.
Dos veces. Me llamó por mi apellido dos veces. Ahora realmente me debe.

50
~5~
T
ate se sentó en una silla en una antesala del despacho de Jameson. Había
pensado en dejarlo plantado, pero no quería que apareciera de nuevo
en su apartamento. ¿Cómo había sabido dónde vivía de todos modos? Y
él había dicho que le asustaba. El señor Pantalones Remilgados
probablemente nunca había estado en un edificio de alquiler bajo.
Estúpido.
No tenía idea de lo que estaba pasando entre ellos. La desafió, ella jugó a sus
juegos. Podría haberse alejado de él; en el momento en que entró en la sala de
conferencias, podría haberse ido. Cuando le tocó la pierna, podría haberle dado una
bofetada. Podría haber gritado y actuado como una chica asustada.
Pero algo en él aún se metía bajo su piel. Algo había sido verdad de lo que Ang
había dicho; su noche con Jameson le había afectado mucho. No sólo estableció un
cambio importante en su vida, sino que la había ayudado a descubrir un nuevo lado de
sí misma. A Tate le gustaba ser tratada con dureza. Le gustaba que le hablen sucio, le
gustaba que la llevaran al límite. Por supuesto, sólo en sus términos y sólo por los
hombres que le gustaba. No le gustaba Jameson Kane, y nada con él estaba en sus
términos. La ponía nerviosa. La ponía caliente. La confundía.
—¿Señorita O'Shea?
Salió de su aturdimiento. Era obvio que la secretaria había permanecido allí un
rato. Tate sonrió y se levantó, siguiendo a la mujer a una gran oficina. Jameson no
escatimaba en nada: ventanas grandes con vistas asombrosas. Muebles de caoba.
Impresionantes diplomas enmarcados. ¿Había un verdadero Mark Rothko en la pared?
—Pensé que me plantarías. —Jameson se levantó de su silla cuando la secretaria
se retiró de la habitación. Tate se encogió de hombros y caminó hacia adelante,
sentándose en una silla frente a su escritorio.
51
—A pesar de lo lindo que suena acosar, pensé que sería mejor cortar esto de raíz
—respondió. La mirada de él recorría su cuerpo.
—Hoy te ves diferente. Cada vez que te veo, es como si fueras una persona
diferente —dijo. Ella se miró a sí misma. Llevaba pantalones de traje ancho, ballerinas
y una blusa con mangas abultadas. Todo negro.
—Hoy estoy contratada en un salón de lujo. ¿Qué quieres? —Tate fue al grano.
Él le sonrió.
—Tan impaciente. ¿Cómo has estado? ¿Terminaste la universidad? —preguntó,
tomando su asiento de nuevo.
Ella entrecerró los ojos. Dijo que sólo quería hablar, pero luego hacía
comentarios sobre castigar su boca, y otras cosas. Dijo que no quería salir con ella, pero
parecía obsesionado con la idea de conocerla. Confundía su mente.
—He estado fan-jodidamente-tástica. Dejé la escuela justo después de irme de
Harrisburg. ¿Es todo? —preguntó, levantándose de un salto.
—Siéntate —ordenó con voz severa, e inmediatamente lo hizo, sorprendiéndose
a sí misma un poco.
—¿Qué quieres, Kane? No nos vayamos por las ramas. No me conoces, nunca te
importé antes, así que, ¿qué problema tienes ahora? Si desapareciera mañana de la faz
de la tierra, no afectaría tu vida —señaló Tate.
—Tal vez no. Pero estoy un poco acostumbrado a conseguir lo que quiero, y
como he dicho, me intrigas —respondió Jameson. Se movió al borde de su silla.
—De acuerdo, bien. Mi historia de vida: me fui de casa después de la noche que
dormí contigo, sin mirar atrás. Mi padre me llamó, me dijo que ya no pagaría mi
matrícula. Le dije que se fuera a la mierda. Mi madre me llamó y me dijo que ya no era
bienvenida en su casa. Le dije que se fuera a la mierda. Ellie me llamó y me dijo que era
la puta más grande que había conocido. Le dije que se fuera a la mierda. Dejé la
universidad. Conseguí un trabajo en Chilis. Me mudé de mi apartamento. Conseguí un
segundo trabajo limpiando habitaciones de motel. Me mudé a un apartamento más de
mierda. Obtuve mi trabajo en el bar, me mudé con Rusty, a un apartamento el triple de
mierda.
»¿Pero sabes qué es lo más loco? Estaba feliz. Pude ser yo; Nunca pude serlo,
antes de irme. Fue increíble. Bebí mucho, probé un montón de drogas, tuve muchísimo
sexo, y todo fue increíble. Ahora, más o menos estás al día. ¿Puedo irme? —dijo ella a
toda velocidad, hablando tan rápido como pudo. Jameson se recostó en su silla.
—¿Sigues tomando drogas? —preguntó. Tate puso los ojos en blanco.
—Hierba a veces. He probado el éxtasis y la cocaína. Fue ácido la primera vez,
pero no eran realmente de mi tipo. Nunca hice nada más extremo —respondió.
—Escandaloso. ¿Con cuántos chicos te has acostado?
—Demasiados para contar —respondió. Ahora le tocaba a él poner los ojos en
blanco.
52
—Deja las respuestas simples. ¿Cuántos? —preguntó de nuevo. Ella se encogió
de hombros.
—No llevo la cuenta. Muchos, pero no un número, como, astronómico.
—¿Alguno tan bueno como yo?
—Un par.
—Lo dudo.
Tate lo miró un momento. ¿Estaba realmente inseguro si alguien estaba a su
altura? Parecía ridículo. Probablemente había estado follando a la lista de modelos de
la agencia Ford. Sabía que no había manera que se comparara a las mujeres con las que
debía haber dormido desde su noche juntos. Dejó escapar un profundo suspiro.
—¿Eso lo que realmente quieres saber? Simplemente puedes preguntar —le
dijo—. Sólo había tenido sexo con otra persona, antes que tú. Lo que tuvimos fue…
intenso. Probablemente no estuvo bien en más aspectos de los que me gustaría
reconocer, pero me gustó. Me llevó un tiempo admitirlo, sabes. Que me gustó. Pensé que
algo estaba mal conmigo. Eras un completo idiota, pero no podía dejar de pensar sobre
eso.
»Luego, un par de meses después que me mudé de nuevo aquí, después de
mudarme del apartamento que papá me había rentado, fui a una fiesta. Me emborraché
un poco. Había un chico ligando conmigo, realmente tirándose encima de mí, y fue como
si la vieja Tate estuviera susurrando: “Ew, no puedes estar ahí y escuchar esto, ¡es
inapropiado! ¡Te meterás en problemas!”, pero otra parte de mí empezó a decir: “¿A quién
le importa? Él es guapo, tú estás caliente; sólo fóllalo, no tienes que responder a nadie más
que a ti misma”. Y fue como si algo en mí cambió. Podría hacer eso, si quería. Ninguna
preocupación de decepcionar a mis padres, ninguna reputación que realmente importa,
nada de eso. Resultó que el tipo era horrible en la cama, una pérdida total de tiempo.
Pero me ayudó a darme cuenta de algo, me gusta el sexo. Me gusta tener sexo, me gusta
ser sexy. Me gusta estar soltera. Me gusta ser yo, y a la mierda al que no le guste. —
Terminó.
—Entonces, no puedes dejar de pensar en eso, ¿huh? ¿Todavía piensas en eso?
—preguntó Jameson. Tate gruñó.
—Eres el idiota más engreído que he conocido —le dijo. Él rió.
—Puede que hayas dado una vuelta de ciento ochenta grados, pero yo soy casi
el mismo tipo, sólo con garras más afiladas —le advirtió.
—No, no pienso en ello —respondió a su pregunta—. Ni siquiera te reconocí al
principio, en esa cocina. Me llevó un tiempo el clic.
—¿Y qué con lo que pasó en esa sala de conferencias? ¿Estás bien con eso? —
preguntó. Ella parpadeó sorprendida. Cambió de marcha tan rápido, dominó por
completo la conversación. Si siquiera pudiera llamarlo así; se sentía como si estuviera
siendo interrogada.
—¿Qué parte? ¿Qué me engañaras para ir a un trabajo? ¿O tocarme frente a un
montón de tipos en trajes? —Le pidió aclaración. Él sonrió. 53
—Ya sé que te gustó cuando te toqué, ¿qué te parece cuando te quitaste las
bragas? No te hice hacer eso; movimiento bastante audaz, no lo esperaba —dijo.
—Probablemente porque no me conoces. Tal vez eso algo de todos los días para
mí, para nada audaz —señaló. Jameson se echó a reír.
—No lo creo. Te desafié. No te gustó. Subiste las apuestas. Admiro eso —
comentó.
—Sí, y gané de lejos. Se acabó el juego. Yo gano. Tú pierdes —respondió Tate. Él
levantó las cejas.
—Y una mierda que ganaste, el juego no ha terminado todavía. ¿Hasta dónde
estarías dispuesta a ir?
—No voy a jugar contigo, Kane.
—Tú lo comenzaste. Si no puedes manejarlo, sólo dilo.
—Puedo manejar todo lo que hagas.
Se miraron durante un minuto, la tensión en el aire. No sabía lo que estaba
pasando entre ellos; debería levantarse e irse. Pero era como esa noche en el
apartamento de él de nuevo. Lo que Tate debería hacer y lo que iba a hacer, eran dos
cosas muy diferentes. La fascinaba. Por lo general, intimidaba a los hombres, o era
simplemente una chica de un buen rato para ellos. Rara vez se burlaba o discutía con
ellos, y si lo hacía, no tenía problema en patearles el culo. Sin embargo, Jameson era
intocable.
—Quiero oír sobre la mejor follada que has tenido. —Cambió de tema de nuevo.
Tate se rió.
—¿Estás seguro? No eres tú —bromeó. Era una completa mentira, pero no iba a
decirle eso.
—Yo juzgaré eso. Vamos a oírlo —dijo, recostándose en su silla. Ella pensó por
un segundo, echándose hacia atrás también.
—Probablemente fue con mi amigo Ang, como hace dos años o algo así. Yo tenía
novio, pero se enteró que me había acostado con su mejor amigo. Fue antes de que
empezáramos a salir, pero no le importó. Enloqueció por completo en un club, empezó
a gritar que era la puta más grande que había conocido, simplemente una jodida puta.
Seguía gritando a cualquiera que quisiera escuchar —comenzó Tate. Jameson suspiró.
—Así que, tu amigo, Ang, estuvo a tu lado después de una desagradable e
incómoda ruptura. Te reconfortó, quería que te sintieras bien contigo misma. —Él
intentó rellenar la historia. Tate echó la cabeza hacia atrás y rió.
—No tanto. Ang me llevó fuera y me folló como la mierda. Bastante caliente.
Follamos ahí mismo, en el callejón. Ang me inclinó sobre una escalera y le explicó a mi
novio, en detalle gráfico, qué buena jodida se estaba perdiendo al dejarme. —Terminó
de decir.
—Wow. ¿Esa fue la mejor follada que has tenido? —preguntó Jameson. Ella se 54
encogió de hombros.
—Fácilmente entre los cinco primeros. La mayoría de Ang —agregó.
—Debe ser un animal en la cama.
—Sí, además tiene un pene enorme.
Ahora estaba tratando de sorprenderlo a propósito. Tate estaba muy cómoda
hablando de sexo, y en su experiencia, los hombres tendían a ponerse nerviosos cuando
se enfrentaban a una mujer que hablaba de esa manera. Sin embargo, Jameson Kane no.
Él asintió con su comentario, mostrando todo el interés de alguien que escuchara un
informe meteorológico.
—Eso ayuda. ¿Todavía están juntos? —preguntó.
—Nunca estuvimos juntos. Sólo somos amigos que duermen juntos, cuando se
nos antoja —explicó.
—¿Y cómo uno puede llegar a ser de esa clase de amigo? —preguntó Jameson.
Tate se rió.
—¿Por qué, señor Kane, quieres ser mi folla-amigo?
—Deja de lado la parte de amigo —respondió. Se inclinó hacia adelante en su
silla.
—No ser tú. ¿De eso se trata realmente? ¿Quieres tener sexo conmigo? —
preguntó.
—Por supuesto que sí. Puedes mentirme todo lo que quieras, pero no tengo
ningún problema en admitir que todavía eres, hasta el día de hoy, probablemente el
coño más caliente que he tenido —dijo, su voz casual.
Tate inhaló bruscamente y se ahogó un poco. Ang era bastante contundente con
ella, pero muy pocos otros hombres alguna vez le hablaron de esa manera; le hizo algo
a su presión arterial. Escuchar a Jameson decirlo, le causó algo. Se frotó los muslos y
respiró hondo.
—Es muy halagador, Kane. No significa que alguna vez haya una repetición —
respondió.
—¿Por qué no?
—Porque. Es una mala idea. Eras un enorme idiota. Soy una persona diferente.
No sería lo mismo —sugirió. Él asintió.
—Tienes razón. Probablemente será mucho mejor, eras tan inexperta la última
vez —dijo sin rodeos. Tate resopló y se sintió ofendida.
—Si era tan “inexperta” y aun así sigo siendo el mejor coño que has tenido,
entonces, debes haber estado durmiendo con algunas mujeres muy mediocres —aclaró
Tate.
—Estoy empezando a pensar que sí. ¿Por qué es mala idea? Quiero decir, incluso
si esas cosas son ciertas, ¿qué tienen que ver con que follemos? No quieres novio, no
quiero novia, así que, que sea un idiota y que tú seas diferente no tiene nada que ver
con que nos acostemos —señaló Jameson. 55
Hmmm, tiene un buen punto.
Ella negó.
—¿Qué tal si simplemente no quiero hacerlo?
—Mentirosa.
—Eres como súper guapo, magnate, lobo, hombre, persona, cosa; puedes dormir
con cualquier chica que desees. ¿Cuál es la gran cosa sobre mí? —preguntó Tate,
tomando un pisapapeles encima de su escritorio y girándolo entre sus manos.
—La mayoría de las chicas quieren algo de mí. Compromiso, conexión, un trofeo.
En su mayoría, sólo quiero sexo. Tal vez a alguien que pueda tratar mal de vez en cuando
—dijo—. Creo que estás buscando cosas similares. Creo que podríamos ayudarnos
mutuamente.
Eso la sorprendió. A pesar de su historia, realmente no se conocían muy bien; sin
embargo, él ya la conocía. Sus palabras eran como poesía, y en un primer momento, lo
único que podía pensar era en decir sí. Sí, a cualquier cosa que quisiera. Y sus palabras
más la mirada ardiente en su rostro le dificultaba resistirse. Era una mirada que decía
que sabía exactamente lo que quería, y sabía exactamente cómo dárselo. Respiró hondo
y endureció sus nervios.
—Sabes qué —comenzó a decir Tate, poniéndose de pie y dejando el
pisapapeles—. Creo que hemos terminado aquí. Querías hablar conmigo, lo hiciste.
Querías saber cómo he estado, te lo dije. Me preguntaste si me acostaría contigo, lo
rechacé. ¿Ya terminamos?
La miró fijamente, con una sonrisa extendiéndose por sus labios. A pesar que la
miraba como si estuviera imaginándola desnuda, se las arregló para tener una leve
expresión de desprecio. Como si supiera algo que no sabía, y se regodeaba por ello.
Levantándolo en el aire, fuera de su alcance. Odiaba ese sentimiento.
—Sí, supongo. Cuando tu curiosidad saque lo mejor de ti, regresa y búscame —
le dijo Jameson. Ella puso los ojos en blanco y tomó su bolso.
—Adiós, Kane —dijo antes de salir de la habitación a paso rápido.
Tatum no había llegado al punto en el que estaba en la vida por mentirse a sí
misma. Tenía razón, estaba curiosa. Quería acostarse con él, quería ver si sería lo
mismo. Si sería mejor. Realmente no había ninguna razón por la que no pudieran, o no
deberían, aparte de no querer dejarlo ganar. Si retener el sexo era la única arma que
tenía, entonces lo manejaría con una venganza.
Tal vez…
Cuando salió, rebuscó su teléfono en su bolso y llamó a Ang. Estaba caminando
tan rápido, su cabello estaba rebotando por todo el lugar, pero no podía reducir la
velocidad. Si no hubiera estado preocupada por parecer completamente loca, habría
empezado a correr. Se sentía como si le hubieran infundido energía, con electricidad.
Ang no le contestó la primera vez y lo maldijo en su correo de voz, y luego lo llamó de
56
nuevo. Atendió después del segundo tono.
—¿Qué pasa, chica? —Sonó un poco sin aliento.
—¿Estás ocupado ahora mismo? —exclamó Tate, pasando entre el gentío de la
hora del almuerzo.
—Sí. ¿Qué pasa? Suenas como si estuvieras corriendo —le dijo.
—Casi, estoy caminando por el centro. ¿Qué tan ocupado? ¿Puedo ir? —
preguntó.
—No es una buena idea, cariño. ¿Es una emergencia? —preguntó Ang.
Finalmente dejó de caminar y se hizo a un lado del flujo de gente, a un edificio. Se apoyó
contra la pared.
—Algo así.
—¿Qué tipo de emergencia es una emergencia “algo así”? —preguntó.
—Hoy me encontré con Jameson. Quería tener una “charla” conmigo, en su
oficina. Acabo de salir. —Habló suavemente en el teléfono. Ang se echó a reír.
—Ooohhh, es ese tipo de emergencia. No puedo follarte ahora, gatita.
Normalmente salto a la oportunidad de satisfacer tus necesidades, pero estoy
preparándome para filmar en este momento. —Se rió. Tate puso los ojos en blanco.
—No es eso, discutí con él casi todo el tiempo —le dijo bruscamente a Ang. Él
resopló.
—Y te encanta discutir. ¿Qué tan húmeda estás ahora? En una escala, como de
¿agradablemente consciente o necesitas quitarte la ropa interior? —preguntó. Ella se
mordió el labio y se miró a sí misma.
Definitivamente la última.
—¿Tu sesión puede necesitar un extra hoy? —Se las arregló para reír con voz
tranquila.
—Oh, nena, realmente estás mal. ¿Cuál es el problema? Lo quieres, ve por él.
Nunca te he visto mantenerte lejos de algún tipo. ¿Por qué este sí? —preguntó Ang. Tate
se encogió de hombros.
—Porque es Jameson Kane. Es como mi peor pesadilla y mi mayor sueño, todo
en uno. Porque si él me quiere, y yo no lo quiero, yo gano; pero si él quiere, y nos
acostamos, él gana —balbuceó.
—Nena, lo único que estás perdiendo es buen sexo. ¿Por qué tiene que ser una
competencia? Jueguen juntos, y así todo el mundo gana —sugirió Ang.
Tate miró hacia la calle. Había estado pensando en ello como una competencia.
Jameson la había usado una vez, y quería vengarse de él. Pero Ang tenía razón, cuando
quería a un hombre, no se mantenía alejada. Y realmente quería a Jameson. Tenía que
reconciliar eso en su mente, o hacer que los dos pensamientos opuestos funcionaran de
alguna manera. 57
—Tal vez tengas razón —murmuró.
—Casi siempre tengo razón, nena. Piensa en ello como un cierre. O sexo de
reconciliación. O, ¡oh! Sexo furioso, ¡revancha por hacerte sentir mal! Amas el sexo
furioso —le recordó Ang. Ella rodó los ojos.
—Dios. ¿Y si duermo con él, y es horrible? ¿O extraño? ¿O él, no sé, se enamora
de mí? —preguntó Tate, mordiéndose el labio.
—Jesús, ¿cuándo te volviste tan chica? De la manera que lo describes, el hombre
suena incapaz de tener mal sexo, o enamorarse, para variar. Sólo asegúrate de no
entregar tu corazón. Los grandes y malos demonios no se casan con niñitas —le advirtió
Ang. Ella rió.
—Ni siquiera estoy segura de tener un corazón para entregar —respondió.
—Está ahí. Enterrado debajo de montones de condones usados y botellas de Jack
Daniels, está allí en algún lugar —le aseguró.
—Eres asqueroso.
—Mira, tengo que irme, dulzura. Pedro está cubierto de lubricante y listo para
grabar. Ve a tener sexo desagradable y caliente, con ese hombre. Haz que adore el suelo
por el que camina Tatum O'Shea. Ya sabes, sé tú misma. Después vete como si no fuera
gran cosa. Y luego dame todos los detalles. Ten cuidado —le instruyó. Ella suspiró.
—No puedes dejarme así, ¿qué hago? ¿Regreso allí? ¿Espero que me llame? No
sé cómo ser así. —Se quejó. Ang se echó a reír.
—Oh Jesús, de verdad estás caliente por él. Lo que no daría por estar contigo
ahora mismo, probablemente me dejarías hacerte todas esas cosas que normalmente
no me dejas. —Se rió.
—Si vienes a buscarme y salvarme de un demonio grande y malo, podría hacerlo
—le dijo con voz ahogada.
—Detente, no me tientes. En serio. Sólo haz lo que te parezca natural. Si quieres
llamarlo, llámalo. Si quieres que te llame, espera. Si quieres aparecer en su oficina con
nada más que una gabardina, envíame fotos. Ciao por ahora —bromeó y luego la línea
se cortó.
Tate respiró hondo y miró fijamente la pantalla en blanco de su teléfono.
Necesitaba un plan, si iba a hacer esto. Jameson Kane se metió bajo su piel, la expuso.
Necesitaba regresar a su eje antes de lidiar con él. Quería dormir con él, quería que la
quisiera como nunca había deseado a ninguna mujer, quería que esté obsesionado con
ella. Pero también quería poder marcharse cuando quisiera; lo cual haría, cuando se
aburriera. Tal como hizo con ella.
Aún es un juego, y voy a ganar.
Su teléfono sonó de repente en su mano, sorprendiéndola. Era la llamada de la
agencia de trabajos.
—Hola Carla, sé sobre el spa, iba a ir allí en un rato. —Le aseguró Tate a la mujer. 58
—No es sobre eso. ¡Hemos tenido otra petición para ti! Impresionante, Tatum.
Kraven y Dunn Brokerage llamó, necesitan un empleado administrativo. Escucharon
que eras buena. ¡Tiene el potencial de ser un trabajo a largo plazo! —Carla estaba
emocionada, su voz aún más agitada de lo normal.
—Gracias, Carla, lo pensaré —respondió Tate con los dientes apretados. Escuchó
a la mujer balbucear durante un rato, y luego se despidió.
Irguió sus hombros y se dirigió de nuevo al edificio de Jameson. Mientras estaba
en el ascensor, se apresuró a colocarse un poco de brillo de labios y agitar su cabello.
Luego se pasó un poco de delineador, para darle a sus ojos un aspecto más oscuro, más
sexy. Había lucido arreglada antes. Ahora quería lucir un poco alocada. Se dirigió a su
piso y pasó junto a su secretaria, que le gritó cuando Tate irrumpió en su despacho.
—Cielos, eso no tardó mucho —dijo Jameson riendo, colgando un teléfono que
había estado presionado a su oreja. Tate cerró la puerta de la oficina a la secretaria
gritona.
—¿Por qué quieres que sea tu secretaria administrativa? —preguntó.
—Porque si estás ocupada con todos esos patéticos trabajos secundarios, será
más difícil para mí llevarte al lado oscuro —bromeó. Ella se acercó a su escritorio.
—No voy a tomar un trabajo sólo para que te facilite las cosas en algún cubículo
de mierda —le informó. Él levantó una ceja.
—¿Dejaste que tu amigo te folle en un callejón, pero no puedo acosarte
sexualmente en un cubículo? —preguntó. Tate realmente se rió, no pudo evitarlo.
—Mira, si quieres verme o lo que sea, entonces ve a verme. Sabes dónde vivo,
dónde trabajo. No necesito trabajar en tu oficina. He jugado a la secretaria que folla al
jefe; no es divertido. La mayoría de las mujeres de la oficina tienen inseguridades muy
notorias y no toman amablemente a la nueva chica zorra —le dijo. Él negó.
—No quiero tener que rastrearte a cada trabajo ridículo que tomas; ¿excursiones
en bicicleta? Tienes que estar jodiendo. Quiero que tu agenda esté libre, para poder
verte cuando quiera —le informó. Ella se cruzó de brazos.
—Para alguien que no quiere novia, parece que planeas pasar un montón de
tiempo conmigo —señaló. Jameson finalmente se puso de pie.
—Sólo quiero conocerte, principalmente en el sentido desnudo. Eres la que sigue
sacando el tema del estatus de relación. Te lo digo, en este momento que eso no va a
suceder, así que no te hagas ilusiones —dijo, su voz grave.
—¿Y qué, sólo quieres que trabaje en tu edificio, escondiéndome en algún rincón
oscuro, como un secreto sucio? No es muy emocionante —le dijo Tate. Él negó.
—En absoluto. Como he dicho, sólo me gustaría que estés… disponible para mí,
siempre que quiera. —Trató de explicar Jameson. Ella negó.
—Bueno, eso es imposible. Tengo que trabajar. Vivo en el mundo real, Kane,
tengo que ganar dinero, tengo que pagar alquiler —le informó. 59
—Y te estoy ofreciendo un trabajo aquí —respondió.
—No voy a trabajar aquí. Además, amo el bar, nunca lo dejaría —dijo.
—Entonces deja toda la mierda de trabajos temporales, excursiones, paseo de
perros, camiones de helados, tráfico de drogas y todo lo que haces —sugirió Jameson.
Ella rió.
—¿¡Y vivir de tres noches a la semana!? Tengo muy buenas propinas, pero no lo
suficiente aún. —Tate se rió. Notó que la mirada de él comenzó a endurecerse. Era una
mirada que no había visto en mucho tiempo, pero la recordaba bien.
—Entonces, sólo trabaja aquí —dijo de nuevo. Ella negó.
—No, no voy a hacer eso —respondió. Él puso los ojos en blanco.
—¿Sabes qué? Bien. Te pagaré. Por cada día que pierdas un trabajo a causa de
mí, jodidamente te pagaré por eso —espetó Jameson. Ella levantó las cejas.
—¿Me pagarías por no ir al trabajo simplemente para poder estar conmigo y,
potencialmente, tener sexo conmigo? —aclaró. El asintió.
—Definitivamente tener sexo, y sí, si eso se necesita.
—Esa es la cosa más estúpida que he escuchado. Eres guapo y rico;
probablemente podrías encontrar mujeres que te pagarían para que tengas sexo con
ellas —señaló Tate. Él finalmente sonrió de nuevo.
—Guapo, huh. La adulación no te llevará a ninguna parte conmigo. Y hago más
que suficiente dinero, no quiero que me paguen por tener sexo —respondió.
—¿Pero no te importa pagar por ello?
—Para nada.
—¿No te parece extraño? ¿Pagar a alguien por sexo?
—Creo que es emocionante.
Su aliento atascó en su garganta.
—Pero si dejo que me pagues y tenemos sexo, eso me haría una puta. —Aclaró
los puntos sin rodeos. Él se encogió de hombros.
—¿Realmente tienes un problema con eso? —preguntó Jameson.
Tate había caminado por algunas líneas finas en su vida adulta, hizo algunas
cosas de las cuales no estaba 100% orgullosa, pero nunca sacó provecho. Le gustaba el
sexo, le gustaba usarlo como un arma a veces, pero nunca para que le paguen. Una vez,
cuando tenía alrededor de veintiuno, ella y algunos amigos habían estado locas por un
buen rato. Ella terminó dándole una mamada a un tipo por cocaína, y luego se sintió
culpable por días.
¿Seguía siendo un juego o simplemente era una puta? Las líneas finas eran tan
difíciles de ver. Estaba asustada de lo que le pasaría si pasara por encima de esa línea.
¿Qué tan lejos en el agujero estaba dispuesta a caer? 60
—No estoy segura. Creo que sí. No soy una prostituta. No puedes simplemente
pagarme, y luego tener que follarte cada vez que chasquees los dedos, o tener sexo oral
con tus amigos en un círculo sexual —le dijo. Él rió.
—Bueno, normalmente no asisto a círculos sexuales, así que deberías estar bien
en ese punto, y ni siquiera tendría que pagarte y aun así me follarías cada vez que
chasquee mis dedos —replicó.
Un punto, Jameson Kane.
—Dos mil dólares —dijo ella.
—¿Disculpa?
—Dejo todos mis otros trabajos, excepto el bar. Eso significa que todos mis días
estarán libres, voy a estar “disponible para ti” todos los días. Mi salario para eso es dos
mil dólares, por semana —le informó Tate. Él entrecerró los ojos.
—Quinientos dólares —dijo en contraoferta. Ella negó.
—No me insultes, Kane.
—Mil.
—Llámame cuando quieras jugar de verdad. —Empezó a alejarse. Él la tomó del
brazo.
—Mil y medio —ofreció, con una sonrisa maligna curvando la comisura de sus
labios. Ella le dio la más dulce sonrisa que pudo.
—Dos y medio. —Modificó su precio original. La sonrisa de él se extendió hasta
el resto de su boca.
—Trato.
—Tampoco soy una puta de una esquina. Me pagarás por estar disponible para
ti, no por abrir mis piernas cada vez que estés de ánimo. Mejor que respetes eso, o voy
a electrocutar tus bolas —le advirtió Tate.
—Fetichista.
—Lo digo jodidamente en serio.
—Nunca te obligaría a hacer algo si realmente no quieres hacerlo. Pero no
juegues tampoco. Pienso que eres caliente, Tate. Puedo recordar lo caliente que eras, y
cuando decida que es hora que nos acostemos, es mejor que no saques ninguna mierda
e intentes impedir que suceda —le dijo Jameson.
¿Él va a decidir cuándo es el momento?
Ella le sonrió burlonamente. Realmente no la conocía en absoluto. Se acercó a él,
presionando todo su cuerpo contra el suyo. Pasó las manos por su pecho y se alegró de
sentir un sólido músculo debajo de su camisa. Por supuesto, su cuerpo se veía bien bajo
su costoso traje y recordó que tenía un buen cuerpo hace siete años, pero era bueno
confirmarlo. Movió sus manos bajo su chaqueta, y alrededor de su espalda. Ronroneó
en su garganta y se frotó contra él, inclinándose para lamer un largo tramo en su
garganta. 61
—¿Parece que estoy jugando? —preguntó, su voz ronca.
Sintió la mano de él llegar a su cabello, y luego empezó a jalar, con fuerza¸
obligándola a mirarlo directamente a los ojos. Ella no hizo un sonido, se negó a dejarle
ver cualquier tipo de sorpresa, miedo o deseo en su rostro. Sólo lo miró con los ojos
entrecerrados mientras mantenía su cabeza su lugar. Parecía casi enfadado. Había
llegado a él, lo había alterado un poco.
Punto para mí.
—Pareces una chica que no sabe que está jugando con fuego.
—Eres inocente, sabes. —Tate se rió, apartándose. Él soltó su cabello—. Podría
ser horrible en la cama, podría prender fuego tu culo. O tal vez soy demasiado fetichista
para ti, quién sabe. ¿Qué te parecen las ovejas inflables?
—Estallan con demasiada facilidad —respondió Jameson. Ella se echó a reír.
—Sabes, Kane, parece que podríamos llevarnos bien. —Se rió.
—Eso mismo estaba pensando. Tal vez amigos es la palabra correcta.
Deberíamos haber sido amigos hace mucho tiempo —dijo. Ella asintió.
—Tal vez. Pero si las cosas no hubieran sucedido como lo hicieron, no sería esta
persona. No querrías ser mi amigo —señaló Tate.
—Esta persona siempre estuvo dentro de ti, tal vez podría haber ayudado a
sacarla antes —respondió. Se encogió de hombros.
—Ahora es inútil. Así que, amigo, ¿qué te gustaría hacer ahora? Doy un buen
paseo por el campus de Harvard —ofreció.
—¿Es mejor que tus mamadas? —preguntó. Ella lo pensó por un segundo.
—Probablemente no. Quiero decir, es un paseo bastante bueno, pero chupar
pollas es, como, mi especialidad —respondió en una voz excesivamente grave y
sarcástica. Jameson se echó a reír.
—Dios, espero que sí. Llama a ese salón, diles que no irás hoy. Llama a tu agencia
de trabajos también. ¿Cuál fue la cifra que acordamos? ¿Dos mil dólares? —preguntó,
retrocediendo detrás de su escritorio.
—Dos mil quinientos —le corrigió.
—Chica inteligente. Ahora sal de aquí, has desperdiciado bastante de mi tiempo
y algunos de nosotros tenemos trabajos reales; no todos podemos ser putas. Prepárate
para las ocho —le instruyó.
—¿Qué hay a las ocho? —preguntó.
—Irás a mi casa.

Tate fue a tomar unas copas con Ang primero, para estabilizar sus nervios. Le
62
dejó platicar sobre su rodaje porno, y entonces le contó todos los detalles en su charla
sucia con Jameson. Ang hizo que repitiera la historia de “castigar tu boca”; también fue
una de una de sus partes favoritas. Estuvieron de acuerdo en que debía jugar con calma,
sólo para ver a dónde se dirigía Jameson, qué pensaba. Y entonces, ella podía saltar.
Dejarlo impresionado, y ver si él era capaz de hacer lo mismo, y luego irían a partir de
allí. Mientras bebía, recibió un mensaje de Jameson, dándole su dirección.
—Estás tan tensa, es divertido. —Ang rió, masajeando sus hombros mientras
esperaban fuera por un taxi.
—Me pone nerviosa.
—¿Alguna vez te he puesto nerviosa?
—Por supuesto que sí —respondió Tate.
—¿De verdad? Nunca has actuado así. —Ang señaló, moviéndose para pararse
frente a ella. Tate se echó a reír.
—Ang, eres jodidamente guapo, y la primera cosa que me dijiste fue “tienes el
aspecto perfecto para faciales, ¿quieres hacer porno?”; ¡Por supuesto que me has puesto
nerviosa! —Rió en voz baja. Él se encogió de hombros.
—Bueno, siempre te sientes tan cómoda conmigo. Nunca te vuelves estúpida y
sin cerebro, como lo estás por él —respondió. Ella sonrió y apretó su mano contra su
mejilla.
—Oh, Dios mío, Ang, ¿estás celoso? —preguntó. Él intentó apartarse y le puso
ambas manos en sus mejillas, siguiéndolo mientras se alejaba.
—Cállate, vaca estúpida. Vete a la mierda con tu multimillonario abusivo, pásala
bomba —resopló, apartando sus manos.
—Siempre serás mi favorito, lo sabes. Vamos, podemos ir a tener un rapidito, en
unos minutos. —Se rió, llevándolo contra una pared. La agarró por las muñecas.
—No estoy celoso, Tate —dijo, mirándola fijamente. Dejó de reír. Ang muy rara
vez decía su nombre. Bebé, corazón, querida, gatita, folla-conejito, todo con dulzura;
cuando decía “Tate”, sabía que era tiempo de escuchar.
—¿Qué pasa? —preguntó. Ang suspiró y llevando sus manos a su pecho.
—Mira, estoy muy emocionado que vas a cumplir una fantasía esta noche —dijo.
Empezó a discutir, pero él apretó sus muñecas—. Sólo quiero que seas muy cuidadosa.
—Tate frunció el ceño.
—Siempre tengo cuidado, sabes eso —respondió, pero él negó.
—Es todo diversión y juegos con ustedes dos, pero este chico es nuevo; puede
decir lo que quiera, pero no te conoce como yo. La forma en que has hablado de él…
suena como correr con tijeras. Juega con él, hazle daño, deja que te dañe un poco, pero
ten cuidado —le instruyó Ang.
—Me has estado enloqueciendo para esto durante los últimos días, y ahora 63
parece que estás tratando de convencerme de no hacerlo —le dijo. Él negó.
—No, quiero que tengas diversión, pero sólo eso. Tienes esa mirada en tus ojos
y eso significa problemas. Crees que estás jugando. No pierdas ante él.
El taxista le silbó, pero Tate no se movió, parpadeando hacia Ang. La estaba
mirando, su ceño fruncido. No es un aspecto natural. Pasó sus dedos por su frente y por
un lado de su rostro. Se sentía tan cómoda con su piel, como si fuera la suya propia.
—Nunca pierdo —dijo con una sonrisa antes de darle un beso rápido. Ang puso
sus ojos en blanco.
—Esa es la peor parte de ti, sabes. Crees que estás ganando, cuando en realidad
siempre vas perdiendo —respondió él, y luego la giró, dándole una nalgada.
Tropezó hacia el taxi y subió al asiento trasero, agitando un brazo por la ventana
hacia él. Le devolvió el saludo y luego fue de regreso al bar. Le frunció el ceño. Nunca
había mostrado esa preocupación antes, y había estado presente durante muchos
tragos pre-citas. Esperaba que no fueran celos. No podía lidiar con eso, no de Ang.
Le dio la dirección al conductor y aceleraron. Iba a ser un largo viaje. Trató de no
pensar en el costo. Había estado viviendo al límite durante tanto tiempo, que comprar
un vehículo era algo que ni siquiera pensó, ni siquiera estaba en su radar. Había
asumido un poco que Jameson podría enviar un auto, pero no se ofreció a hacer eso; tal
vez era más del tipo liberal.
Vivía en el lejano Weston, el barrio más rico de Boston. Una de las ciudades más
ricas de América. Me lo imaginaba. Ella vivía en un apartamento en el norte de
Dorcester, justo en Boston. Algo pequeño a veces. Había estado en Weston antes, pero
con sus padres, y desde entonces, nunca había tenido una razón para regresar.
Cuando el taxi empezó a girar por un camino largo, arbolado, Tate trató de no
hacer arcadas por el marcador de sesenta dólares, y empezó a rebuscar en su bolso. Ahí
iba algo del dinero de la renta. Se preguntó si en realidad Jameson le daría todo el
dinero, o si todo había sido un juego. Estaba empezando a desenrollar unos veinte
dólares mientras el taxi estacionaba, cuando la puerta del acompañante se abrió.
—Aquí tiene, y gracias —dijo una voz culta y nítida, seguida por una mano
tendiendo dos billetes de cien dólares. Tate y el conductor se quedaron mirando el
dinero, ambos un poco sorprendidos. El dinero se intercambió y luego la puerta se
abrió, una mano se extendió hacia ella. Tate la tomó y se puso de pie.
Un hombre delgado estaba frente a ella, con un traje impecable. Lucía muy caro.
No era un hombre muy grande en general; ella medía de un metro setenta, y él no era
mucho más alto. Tal vez uno setenta y cinco, un centímetro más o menos. Su cabello
oscuro estaba gelificado y peinado, cepillado a un lado. Se veía como algo de la revista
GQ. Muy apuesto, de piel clara y ojos azules tormentosos. Le dio una sonrisa con los
labios apretados.
—Hola, señorta O'Shea. Soy Sanders, el asistente del señor Kane —dijo en tono
amable. Había un dejo de acento allí, pero no podía ubicarlo. No es de Boston, pero tenía
un timbre distinto, algo más de la Costa Este, o tal vez incluso de Europa. Sus fonemas 64
eran agudos, su voz suave.
Debería hacer audiolibros.
—Hola, soy Tatum —lo saludó, extendiendo una mano. Él la estrechó
brevemente, en realidad no estrechándola; simplemente presionando su piel a la de ella
y luego dejándola ir.
—Bienvenida. Por favor, sígueme —instruyó, y luego se dio vuelta para
enseñarle el camino.
No había conseguido echar un buen vistazo a la casa desde el auto. Abrió la boca
ante ella ahora. Era como un centenar de años antigua. Enorme y preciosa. Mucho
ladrillo, con columnas blancas en la parte frontal. Se preguntó si Jameson la había
comprado cuando se mudó a Boston, o si había estado en la familia. Se veía como algo
que estaría en el Registro Histórico Nacional.
—¿Estabas con él en la oficina hoy? —preguntó Tate, mientras caminaban por la
entrada de suelo de piedra.
—No.
—¿Vas mucho a Boston?
—No.
—Tengo la impresión de que él viaja mucho, ¿lo acompañas en esos viajes?
—No.
Sonrió a la espalda del asistente mientras le mantenía la puerta abierta para ella.
—Voy a asumir que vivir con Kane es lo que te ha causado este trastorno de
personalidad antisocial —dijo con voz dulce. El hombre ni siquiera parpadeó a su
declaración.
—Tenía este trastorno mucho antes del señor Kane. Está en la biblioteca, por esa
puerta —le dijo Sanders, señalando por la pared.
Ella jadeó, observando la enorme entrada. Techos abovedados, suelo original de
madera dura, una araña que probablemente era de la guerra civil. Una gran sala de estar
abierta a su derecha, y dos grandes puertas correderas, estaban cerradas en la
habitación a su izquierda. Más abajo en la pared, justo al lado de una gran escalera, había
otra puerta ligeramente entreabierta. Podía ver un resplandor, como la luz de la vela,
iluminando el pasillo.
Tate había nacido con dinero y creció en una casa preciosa, pero había pasado
mucho tiempo desde aquella vida. Se sentía extraña ahora, estar rodeada de esa
opulencia. La alfombra que estaba pisando tal vez costaba más que todas sus
posesiones.
—Sabes, Sandy —comenzó a decir, extendiendo la mano y tomando su hombro.
Él frunció el ceño mientras ella se estabilizó y se inclinó, deshaciendo las correas de sus
zapatos—. Creo que vamos a llevarnos bien, muy bien.
Con sus zapatos colgando de la mano, Tate fue de puntitas por el camino de
entrada y pasó por la puerta de la biblioteca. Había un gran fuego llameando en la 65
enorme chimenea en la pared del fondo; eso proporcionaba la única luz en la habitación.
Estanterías empotradas la rodeaban, y había dos grandes y esponjosos sofás con
respaldo cerca del fuego. A la derecha, había un ridículamente enorme escritorio
adornado con incrustaciones de oro. Jameson estaba de pie detrás, sosteniendo algunos
papeles, y levantó la vista ante su entrada.
—Llegaste. Todo un viaje en taxi —comentó mientras ella se aproximaba. Tate
asintió.
—Cuarenta y cinco minutos. No haré eso a menudo —le advirtió. Él rió.
—Lo harás lo suficientemente seguido. ¿Un trago? —preguntó, dejando su
trabajo y rodeando su escritorio.
—Dios, sí. Tu asistente me quemó con su frialdad. —Rió, observando a Jameson
mientras caminaba a un pequeño bar.
Se quedó cerca de su escritorio y se lo quedó mirando, permitiendo que sus ojos
vaguen por su cuerpo. Cada vez que lo había visto, había estado usando trajes caros;
chaquetas, corbatas, pantalones, zapatos brillantes y relojes más brillantes. Ahora,
estaba en jeans y camiseta lisa blanca. Sin zapatos. Ni calcetines.
Tate ni una sola vez lo había visto así de casual, ni siquiera cuando había estado
saliendo con su hermana. Estaba un poco sorprendida. Le daba un aspecto totalmente
diferente. Casi, aunque no del todo, parecía accesible. Era demasiado guapo como para
realmente lucir como un simple mortal. Pero, aun así. Tenía ganas de quitarle esa
camiseta, así podría lamer cada centímetro de su piel.
—Ah, Sanders. Sí. Vas a amarlo, casi todos lo hacen. ¿Qué te gustaría? —preguntó
Jameson. Cuando no respondió, se volvió hacia ella—. ¿Qué? ¿Qué estás mirando?
—Estás descalzo —dijo sin pensar, bajando la mirada a sus pies. Él rió, mirando
sus pies también.
—Sí. Al igual que tú —respondió. Ella le movió los dedos de los pies.
—Sí, pero es normal viniendo de mí. El señor Kane no camina descalzo. Tiene
gente que camina por él —bromeó, regresándole la mirada. Él resopló.
—Al señor Kane le duelen los pies después de un largo día. Te ves bien —
comentó Jameson, su mirada vagando sobre su cuerpo. Se había puesto un vestido
negro ajustado para su hora de cócteles con Ang; un poco demasiado elegante para una
noche fuera.
—Gracias. Fui a tomar algo con un amigo, antes de venir aquí —le dijo. Él rió.
—¿Juego previo? ¿Con miedo de venir aquí? —preguntó, volviéndose hacia la
barra y recogiendo botellas de cristal.
—No. Sólo tragos con un amigo —respondió Tate, girando en un círculo lento y
mirando alrededor de la habitación.
—¿Tu compañera de piso pelirroja? —preguntó. Sintió algo fresco, y se volvió
para verlo pasar un vaso lleno de hielo y líquido por el lado de su brazo. Ella se lo quitó.
—No. Ang —respondió, tomando un sorbo. Trató de no poner mala cara. Gin- 66
tonic.
—Ah, tu amigo medio hombre, medio-burro. ¿Qué tal el trípode1? —preguntó
Jameson, preparándose una bebida también. Ella rió.

1
Trípode: Hace referencia al soporte de tres patas por decir tres piernas.
—Cuidado, casi suena a celos, y tuve bastante de eso de él —bromeó Tate,
caminando y sentándose en uno de los sofás. Dejó que sus zapatos cayeran al suelo y
metió sus pies debajo.
—¿El hombre polla está celoso? Me halaga —respondió, tomando asiento a su
lado.
—En realidad, celos no, supongo. Sólo… cauteloso. En mi nombre. —Trató de
explicar.
—Comprensible.
—Entonces, ¿cómo encontraste este lugar, Kane? ¿Herencia de papi? —
preguntó. Sabía que Jameson y su padre no habían tenido la mejor relación.
—Algo así. La remodelé casi por completo hace un par de años —respondió.
—Oh, wow. ¿Estuviste aquí para eso?
—Por corto plazo.
—Así que, viniste a Boston hace un par de años.
—Como mi respuesta implicó.
Ella se quedó en silencio, sorbiendo su bebida. Había estado en Boston hace un
par de años, pero no se había puesto en contacto. Aún pensaba que era extraño. Si
estaba tan interesado, tan obsesionado por esa única vez que habían estado juntos, ¿por
qué no la había buscado? Tendría que haber asumido que aún estaba en Boston, aun
asistiendo a la universidad. Dejó escapar un suspiro e intentó no pensar en ello.
—¿Has…? —comenzó a decir, pero luego él se aclaró la garganta.
—No te llamé porque no pensé en ello. Recientemente había heredado una
jodida tonelada de propiedades y dinero, estaba un poco ocupado. Ni siquiera estabas
en mi radar. Las mujeres eran la última cosa en mi mente —dijo Jameson, leyendo su
mente.
—Probablemente fue algo bueno; hace un par de años, estaba más loca que
ahora. —Tate rió.
—Jesús.
—Tuve un tramo de locura, entre los veinte y veintitrés. Como si estuviera
recuperando el tiempo perdido, o algo así. Simplemente hacía todo y cualquier cosa en
lo que podía pensar —le dijo.
—Hmmm, suena interesante. Ahora desearía haber llamado —respondió, y ella 67
se rió de nuevo.
—¿Y qué hay de ti? ¿Qué has estado haciendo? —preguntó. Él respiró
profundamente.
—Empecé mi propia firma de inversiones, no mucho después de irme de
Harrisburg. Invertí en una empresa nueva de rodajes, gané unos millones. Vendí mi
firma, me mudé a Alemania durante un año para dirigir una nueva firma allí. Mi padre
murió y heredé todos sus negocios. Regresé, viví en Los Ángeles por un tiempo. Luego
Manhattan. Hice muchas inversiones. Ahora hago un montón de trabajo de consultoría.
—Resumió todo.
—Wow. Me mudé de un mal barrio a otro, mientras tú te mudaste por todo el
mundo. —Se rió. Jameson asintió.
—Tu historia de vida es mucho más jodida que la mía —concordó. Ella lo miró
con furia.
—Pero probablemente mucho más divertida —respondió Tate, terminando su
bebida.
—Dudo mucho eso. ¿Alguna vez has tenido sexo con una supermodelo mientras
navegabas por el Mediterráneo en tu yate de 76 metros? —preguntó. Tate pensó un
momento.
—No. Aunque masturbé a alguien en el baño de un Arby una vez. Casi parecido
—dijo con una sonrisa brillante.
—Mi error. Tu vida me deja asombrado. —Rió por lo bajo, pasando una mano
por su rostro.
—¿Cansado? —preguntó, echándose hacia atrás en su silla y acomodándose.
Había esperado estar mucho más nerviosa cerca de él. Por los dos años que había
salido con su hermana, Tate siempre había tenido un desorden nervioso a su alrededor.
Se sorprendió al descubrir que casi se sentía cómoda. Sentía que estaba con alguien que
podía decir absolutamente todo o nada en absoluto, y muy probablemente, no se
sorprendería u ofendería, eso la consoló.
—Muy cansado. Fue un largo día. También estoy involucrado en fusiones y
adquisiciones. A veces la gente no está tan ansiosa por renunciar a sus cosas —dijo
Jameson con voz ronca.
—Pobre bebé —lo arrulló. Él resopló.
—Cállate. ¿Cómo está Ellie? —preguntó.
Ella se quedó inmóvil. No había esperado que pregunte acerca de su familia.
Claro, Tate había preguntado por su casa y su vida, pero en general, de una manera de
“vamos a charlar antes que explote y te viole”. Sabía que no se preocupa por ella, o su
familia.
—Bien, supongo. No hablamos. Mi madre se pone nostálgica después de un par
de botellas de vino, me llama, me mantiene informada sobre la familia. Lo último que
supe es que Ellie está embarazada —respondió Tate, volviéndose a mirar a la chimenea. 68
—¿Primer hijo?
—Sí.
—Casada, supongo.
—Un año después que ustedes terminaron.
—Siempre fue ambiciosa.
Tate no respondió, mirando las llamas. Se perdió en sus pensamientos. No había
visto ni hablado con su hermana en siete años. La mayoría de las veces no pensaba en
eso; pero de vez en cuando, ese hecho le daba una bofetada. Tampoco había hablado
con su padre, y las únicas veces que habló con su madre fue cuando la mujer estaba
borracha. Dios, odiaba pensar en ellos.
Había frialdad en contra de su brazo de nuevo, y levantó la vista para ver a
Jameson, tendiéndole una bebida fresca. Ni siquiera lo había oído moverse. Le sonrió,
tomando la copa. Aunque, él no se alejó; seguía mirándola. Mantuvo su mirada fija
mientras bebía de su copa.
—Ambiciosa, pero aburrida como la mierda. Creo que empecé a odiarla, mucho
antes de lo que sucedió entre nosotros —dijo. Tate rió.
—Lo mismo digo. —Estuvo de acuerdo.
—Pero tú. Siempre has sido otra cosa —continuó. Ella sonrió.
—¿Yo? Ni siquiera te fijabas en mí. Eras Jameson Kane. Mi familia prácticamente
te alababa. Siempre era apartada a segundo plano. Ni siquiera sabías mi edad, esa noche,
y habías estado con Ellie durante dos años —señaló. Él se encogió de hombros.
—¿Y? Sabía que eras sexy. Esa primera vez que te vi, cuando Ellie me llevó a casa
a conocer a tus padres. Entraste por la puerta delantera. Lo recuerdo con tanta claridad,
tenías pantalones cortos ajustados, discutiendo con alguien por teléfono. Puedo
recordar el pensamiento de querer quitarte los pantalones y envolverlos alrededor de
tu cuello —le dijo.
¿Quién diría?
—Huh. Eso hubiera sido una interesante introducción —bromeó Tate.
—Y luego, la noche que nos acostamos. Ellie y yo habíamos tenido una gran
pelea. Nunca me dijo que irías. Entraste, en ese suéter prolijo que siempre usabas, y tu
falda estrecha. Cabello largo y negro. Tan diferente a ella. Sentada en la mesa de la
cocina, intentando ser una adulta conmigo. No tenías idea, pero sabía que algo iba a
pasar —dijo Jameson. Ella se mofó.
—De ninguna manera, Kane. Estaba lloriqueando y quejándome como una niña
pequeña. Probablemente te molestaba. Ni siquiera intentaste algo, hasta que me
atrapaste sin camisa —le recordó. Él se encogió de hombros.
—¿Qué puedo decir? Soy un caballero de corazón —respondió. Ella rió un poco
más.
69
—Y una mierda.
—No, supongo que no lo soy, ni siquiera un poco. Simplemente eras… había algo
acerca de ti, en la manera que siempre me mirabas. Tan tímida. Quería hacerte algo de
daño.
Ahora estaban llegando a un punto. Tate se inclinó hacia un lado de su sofá un
poco, dejando su vaso en el suelo. Luego se inclinó hacia delante, arqueando el cuello
para mirarlo. Él la miró fijamente, el fuego proyectando sombras en un lado de su rostro
y quemando el otro.
Se parece a Satán.
—Nunca te hice nada, ¿por qué querías hacerme daño? —preguntó. Él rió en voz
baja.
—No de la forma que piensas.
—Entonces, ¿cómo?
Él extendió una mano. Fue gentil mientras envolvía sus dedos alrededor de su
garganta, y luego apretó, lo suficiente para que sintiera la presión. Comenzó a acercarla,
y se vio obligada a seguirlo. La ayudó a levantarse, así estaba de pie justo frente a él.
Luego usó más presión, sus uñas cortas y afiladas aguijoneando su piel.
—Así —dijo Jameson, sin dejar de mirarla fijamente a los ojos. Ella tomó
respiraciones rápidas a través de su nariz.
—Tal vez simplemente deberías haber preguntado —susurró Tate—. Tal vez
hubiera estado de acuerdo con esto. —Él negó.
—No. No en aquel entonces. No estabas lista, y yo no estaba listo para ser esa
persona para ti —respondió. Tate levantó una ceja.
—¿Y crees que puedes ser esa persona ahora? —preguntó.
Sus dedos se aflojaron y su mano bajó por el cuello, y luego continuó hacia su
pecho. Apretó la palma de la mano, justo encima de sus pechos, y ella tuvo un recuerdo
de su noche juntos. Se estremeció.
—Sí, eso creo. Recuerdo que estabas muy preocupada por Ellie la última vez. No
dejabas de hablar de ella. He estado en tríos, donde las mujeres hablaban menos de la
otra de lo que tú de Ellie. ¿Eso va a ser un problema esta vez? —preguntó. Tate resopló.
—Tú eres el que sigue mencionándola. Quizás, en realidad estás más interesado
en encontrarte con ella —bromeó. Jameson puso los ojos en blanco y se alejó un paso,
dirigiéndose de nuevo hacia su escritorio.
—Dios, qué pensamiento horrible, Eloise O'Shea, siete años más tarde. De alguna
manera, supongo que no ha… madurado como tú —dijo, bajando la mirada por el cuerpo
de Tate.
—Me importa una mierda Ellie. Tal vez debería buscar a todos sus ex novios,
acostarme con ellos, realmente vengarme —Tate resopló, recogiendo su copa del suelo
y tomando un trago.
—Por favor, no lo hagas. Sé con seguridad que fui la persona más salvaje con la
que se ha acostado, e incluso entonces, mantenía las cosas muy suaves para ella. No me 70
gustaría que pierdas tu tiempo. Ahora, he estado pensando en nuestros términos. Dos
mil dólares parecen una horrible cantidad de dinero, cuando lo que has dicho es cierto.
¿Cómo sé que no me estás mintiendo? Creo que necesito probar la mercancía primero
—dijo Jameson, sentado detrás de su escritorio. Ella se burló.
—Ya has probado mis bienes una vez. Y el salario era de dos mil quinientos —le
recordó.
—Ah, sí. Sin embargo, esos bienes no están actualizados, y no tuve ni de cerca
una muestra suficiente. Como tu boca, por ejemplo. ¿Cómo estaría seguro que siquiera
sepas cómo usarla? —preguntó, juntando las manos delante de su pecho. Ella levantó
una ceja y colocó su bebida de nuevo en el suelo.
Desafío aceptado.
—Sabes, Kane. —Comenzó, dando pasos lentos para llegar a su escritorio—.
Tienes la manera más extraña de tratar de conseguir cosas. Si tan solo preguntaras, la
mitad de las veces lo conseguirías, en lugar de jugar estos juegos tontos.
—Pero, ¿dónde está la diversión en eso? Y tú empezaste estos juegos —le
recordó. Tate subió su vestido un poco y levantó la rodilla sobre su escritorio.
—No creía que continuarían durante todo este tiempo —respondió ella,
levantando la otra rodilla. Se inclinó hacia delante y se arrastró encima del escritorio.
Jameson no se movió.
—Van a continuar por mucho más tiempo —le advirtió. Ella extendió la mano,
poniendo la mano en su rodilla.
—¿Por cuánto tiempo? —preguntó con voz ronca, mientras deslizaba la mano
por su muslo, moviéndose lo más lento posible.
—Lo que sea necesario para que te des cuenta quién será siempre el ganador —
respondió Jameson.
Antes que pudiera responder, hubo un fuerte golpe en la puerta. No se movió,
mantuvo su mirada fija en él, su mano a un centímetro de su entrepierna. Parecía el
diablo. De repente, se puso nerviosa.
Oh, no.
—¿Quién es? —preguntó, cuando volvieron a tocar.
—Se me olvidaba, un socio de negocios va a pasar, sólo para solucionar algunas
cosas —explicó Jameson. Su voz era demasiado suave, demasiado ligera. Tate se echó
hacia atrás, sentándose sobre sus talones.
—Oh. De acuerdo. ¿Quieres que me vaya? —ofreció, confundida. Él negó.
—No, puedes quedarte. De hecho, tengo una idea maravillosa —empezó a decir.
Ahora estaba muy nerviosa.
—Oh Dios. ¿Qué? —preguntó, mirando por encima del hombro a la puerta.
—¿Quieres dos mil quinientos dólares? Tienes que demostrarme que lo vales — 71
dijo.
—Pensé que estábamos haciendo eso —aclaró. Él rió.
—¡Demasiado fácil! Ahora me tienes preocupado. ¿Una mamada en mi
biblioteca? ¿Ni siquiera puedo llegar a Arby? —bromeó. Ella le dio un golpe en el pecho.
—Cállate —gruñó. Se lanzó hacia delante en su silla, con el rostro a unos
centímetros del suyo.
—El señor Greene va a entrar, en unos dos minutos. Vamos a repasar algo de
información de una propiedad, va a comprar mi granja en Vermont. Si haces que me
corra antes que se vaya, voy a estar de acuerdo con tu salario —ofreció Jameson.
Ella se quedó mirando. Un poco aturdida. Un poco sorprendida. Muy intrigada.
¿Hacer que se venga? ¿Mientras que otro hombre estaba en la habitación? ¿Cómo iba a
hacer eso? ¿Cómo habían ido de bebidas y bromas ligeras, a actos de indecencia sexual
frente a un completo desconocido?
—¿Quieres que te masturbe delante de un tipo? —aclaró Tate. Jameson estalló
en carcajadas.
—Dios, no, hace tiempo que dejé de hacer cualquier tipo de fase voyerista. Tienes
aproximadamente un minuto —le advirtió, ya que hubo otro golpe en la puerta.
Su respiración se aceleró. Ni siquiera estaba pensando en el dinero. La expresión
de su rostro decía que pensaba que no podía hacerlo. Quería borrar eso de su rostro.
Tate le sonrió y se movió, balanceando las piernas hacia él. Tuvo que apartar su silla
mientras ella se deslizaba hasta el borde de la mesa y se bajó de un salto, de pie entre
sus piernas. Jameson levantó una ceja, pero no dijo nada mientras Tate se ponía de
rodillas. Retrocedió bajo el escritorio; era enorme, con espacio suficiente para que se
arrodille casi totalmente debajo. Puso sus manos en sus rodillas, clavándole las uñas,
acercándolo. Se deslizó hacia ella.
—Tiene que haber reglas. No puedes detenerme a propósito, ni jalarme el
cabello —declaró ella, mirándolo fijamente mientras deshacía la hebilla de su cinturón.
—Lo disfrutarías si jalara tu cabello —replicó. Tate puso los ojos en blanco,
moviendo su mano a través de la cremallera de sus pantalones.
—Sabes a lo que me refiero.
Hubo un fuerte golpe, y luego se oyó el sonido de la puerta abriéndose. Jameson
se movió hacia delante, y ella se quedó en la oscuridad, sólo un poco de resplandor del
fuego entrando debajo del escritorio. Tiró y jaló la cinturilla de sus pantalones,
escuchando mientras el otro hombre entró en la sala, saludó a Jameson, y se sentó frente
a la mesa.
Su única vez juntos, Tate no había llegado a ver, o incluso realmente sentir su
pene. Sólo había estado dentro de ella. Tan dentro. Era más grande de lo que recordaba.
Había dormido con un buen número de hombres desde esa noche, y él se las arregló
para ser el más impresionante, en casi todos los sentidos.
Pasó la mano de arriba abajo en su eje, descansando su otra mano en su muslo. 72
Tenía la esperanza de sentir su piel tensa, tal vez un tic muscular. Algo para mostrar
que estaba tenso. Pero sus piernas estaban relajadas, y aunque lo estaba masturbando,
su voz sonaba completamente normal mientras hablaba. Casi sonaba aburrido.
Podemos cambiar eso.
Tate no había estado mintiendo, dar mamadas eran casi su especialidad. Le
encantaba hacerlo. Tener tanto poder sobre un hombre, pero al mismo tiempo, estar
completamente subyugada. Una ilusión de control. Le encantaba, ¿y hacerlo en público?
Si Jameson no quisiera tener sexo después de esto, iba a encargarse de eso ella misma,
justo en su escritorio.
Lo lamió de arriba abajo, tomándose su tiempo al principio. Cuando envolvió sus
labios alrededor de su cabeza, sintió por fin un músculo tensarse. Casi sonrió, moviendo
su cabeza abajo y arriba un poco. Sintiéndolo. Apartó su mano de su pierna, la envolvió
alrededor de la base de su polla, y luego la movió hacia arriba, para cubrir la distancia.
No sabía cuánto tiempo duraría su encuentro. Casi sonaba más como una visita social,
con algo de charla de propiedades. Le encantaría tenerlo al límite, tenerlo jadeando y
sudando, pero no quería perder el juego.
Tomando una respiración profunda por la nariz, fue en busca del oro y bajó la
boca hasta el fondo. Cuando su punta golpeó la parte posterior de su boca y comenzó a
deslizarse por su garganta, finalmente oyó su voz subir. Victoria. Lentamente apartó su
boca, y luego lo volvió a hundir. Él tosió para encubrir un tartamudeo. Con su polla
totalmente enfundada en su boca, pasó una mano entre sus piernas, poniendo los dedos
alrededor de su saco. Jameson volvió a toser y ella retrocedió.
Termina esto.
Comenzó a bombear, moviendo su mano y boca de arriba y abajo en su pene.
Cada que salía de su boca, envolvía su lengua alrededor de su punta. Cada que llegaba
al fondo, apretaba sus testículos. Luego intercambiaba. Lo tomaba por completo. Luego
de nuevo con bombear y chupar.
Tate pudo escuchar en su voz que estaba teniendo problemas. Sintió una mano
en la parte posterior de su cabeza, y sus dedos bajando por su cabello. Giró y jaló. No lo
suficiente para alejarla, pero sí podía sentirlo. Dejó escapar un pequeño y agitado
gemido, clavando sus uñas en su muslo.
—Bueno, John, es un poco tarde, y tengo trabajo que hacer arriba. —Oyó a
Jameson decir en voz alta.
¡Trampa! ¡No puede pedirle que se vaya! ¡Tramposo!
Tate redobló sus esfuerzos, sacó todos sus trucos de la bolsa. Dejando al
descubierto sus dientes, los rozó por su piel. Lo oyó sisear ante eso. Lo tomó en su
mejilla, pasando su punta sensible entre los lados de sus molares. Entonces tuvo un
estremecimiento de cuerpo completo. Luego pasó la lengua por cada centímetro de sus
bolas.
Su voz estaba tensa, sus músculos estaban todos duros. No iba a durar mucho
más. Podía oír a Jameson tratando de conseguir que el tipo se fuera. Pasó su mano libre
por su pierna, por encima de su cintura, y empezó a subir por su estómago. Cuando sus
73
dedos estaban visibles sobre la mesa, él le soltó el cabello y la agarró. Colocó la palma
de su mano sobre ellos, contra su estómago. Le clavó las uñas y regresó la mano. Más
tensión en sus piernas. Su respiración era pesada, y a través de su camiseta podía sentir
sudor.
Voy a ganar. Voy a ganar. Voy a…
—Son casi las once de la noche, John. Ve a tu jodida cosa así puedo ir a la cama
—espetó de repente Jameson.
Ella se enfureció. Bastardo tramposo. Tate empezó a apartarse, pero su mano
regresó a su cabello, obligándola a continuar. Ella gimió, en voz alta esta vez, y luego
ambas manos estaban en su cabello, sosteniéndola en su lugar. Apoyó las manos contra
cada lado de la cómoda, tomando respiraciones temblorosas por la nariz.
Cuando la puerta de la biblioteca se cerró de golpe, la dejó ir. Ella se apartó de
golpe, empujando sus rodillas y obligándolo a alejarse. Se puso de pie rápidamente y lo
miró, pero él sólo le sonrió.
—Maldita sea, Tate, no estabas jodiendo. Lo haces como si fuera tu trabajo. —
Jameson rió, sonando orgulloso. Ella puso las manos en las caderas.
—¡Hiciste trampa! —le espetó. La ignoró y se puso de pie, metiendo su erección
de vuelta en sus pantalones.
—No era realmente tu trabajo, ¿verdad? ¿Excursiones a pie con final feliz? —
bromeó.
—Hiciste trampa. Hiciste que se fuera. Te tenía, y tú hiciste trampa —repitió
Tate. Él se acercó.
—Dije que tenías que hacerlo antes que se fuera de la habitación. No dije cuándo
o cómo iba a suceder. Deberías haberlo hecho con más ganas —le dijo.
—¿Es una puta broma? —gruñó. Él pasó un dedo por su mejilla.
—Piensa en lo bueno que será cuando sea un participante activo —dijo. Ella
negó.
—Tendrás suerte si hay una próxima vez —espetó.
—Oh, veamos. ¿Qué tal suena… mil quinientos por semana? —dijo Jameson en
voz alta, pero sonaba más como si estuviera hablando para sí mismo mientras caminaba
a su alrededor, rebuscando entre sus papeles.
—Oh, no. El precio acaba de subir a cuatro mil —le informó Tate. Él se rió, largo
y tendido.
—Ahora, esa es una puta broma. No te daría cuatro mil dólares a la semana ni
porque lo necesitaras para un trasplante de riñón. Chupas pollas como una campeona,
pero ninguna boca vale cuatro mil —se burló. Tate se acercó tanto, su pecho estaba
rozando contra el suyo.
—Mi boca sí. Puedes estar de acuerdo, o puedo irme por la puerta —le dijo, en
voz baja y con rabia.
No se trataba del dinero. Tate estaría allí, incluso si no le hubiera ofrecido 74
pagarle. Se trataba de ganar. Derrotarlo en su propio juego. Conseguir que admitiera
que era un igual, que podía invertir roles, justo como hizo con ella.
—No vas a ninguna parte, nena. Tenemos asuntos pendientes.
Nena.
—No es mi culpa —respondió.
—Me parece que sí; si fueras mejor en tu trabajo —dijo Jameson. Ella rió.
—Da igual lo buena que soy, si con lo que tengo que trabajar no funciona bien —
se burló.
Su mano estaba en su cabello en un segundo, tirando la base de su cráneo. La
empujó hacia delante, y estaba completamente sobre él, con la barbilla casi apoyada en
su clavícula. Su otra mano fue a su cintura, con los dedos curvándose en su vestido y
piel. Tate llevó sus manos a su pecho, preparándose.
—Mejor cuida lo que dices —le advirtió en voz baja. Ella se rió, sus ojos un poco
llorosos por el dolor en su cuero cabelludo.
—¿O qué, Kane? —lo presionó. Sus labios se ladearon en una sonrisa suave,
astuta.
—Eres tan jodidamente estúpida, Tate. Aún crees que es un juego. Zorra
estúpida. ¿Qué dije acerca de llamarme Kane? Lo has dicho trece veces. Dije que te
castigaría —amenazó Jameson.
Esto es lo que he estado esperando.
—Sigues diciendo eso, pero no vi que nada suceda. Creo toda es pura charla,
Kane.
La giró y se inclinó sobre ella, llevándola de golpe sobre el escritorio. Tate dejó
escapar un gruñido, eso puede que deje un moretón. Estiró una mano hacia atrás,
tirando de la mano que tenía en su cabello. La soltó, pero sólo para agarrar su muñeca.
La mantuvo sobre su espalda, y luego tomó su otra muñeca, uniéndola a la primera. Las
sostuvo con una mano, presionando con tanta fuerza que era incómodo respirar. Tate
trató de girar la cabeza y su barbilla se clavó en la madera del escritorio.
—Jodida niña, Tate. Juegos de mierda. ¿Me veo como el tipo de persona que juega
juegos? —siseó detrás, su mano libre subiendo por su muslo y levantando su vestido
por su culo.
—Eres el que sigue jugando. Eres el que… —empezó, cuando su mano golpeó su
culo. Jadeó.
—Esto no es un juego. Harías bien en recordar la diferencia —gruñó Jameson.
Ella rió de nuevo, y fue casi sorprendida por su propia valentía.
—Tal vez deberías escribirme un plan de juego, así puedo saber cuándo estás o
no jugando y…
Su mano era tan pesada, que sabía que iba a dejar una marca. Seis nalgadas.
Estaba llorando por el final, retorciéndose bajo su control. Ya no quería jugar. Lo quería 75
dentro de ella.
Jameson sabía lo que necesitaba, al igual que antes; como siempre,
probablemente. Le soltó las muñecas y ella se agarró del borde de la mesa, a los lados
de su cabeza. Fue duro cuando bajó su ropa interior, ni siquiera preocupándose por
bajarla hasta sus rodillas. Abrió más sus pies, y podía sentir el material estirarse. Se
preguntaba si se habían rasgado.
Entonces, estaba entrando en ella. Tate dejó escapar un largo gemido,
poniéndose de puntillas, tratando de acomodarlo completamente a la primera. Movió
sus caderas contra Jameson, y luego estaba presionado completamente en contra de
ella. Carne sólida y cálida, dentro y fuera. Dejó escapar una respiración profunda, todo
su cuerpo empezó a temblar. Se inclinó sobre ella.
—¿Aún se siente como un juego? —susurró Jameson, su voz llena de desprecio.
Tate rió y apoyó la mejilla contra el escritorio.
Soy tan glotona…
—No lo sé. No puedo sentir realmente mucho, para nada —dijo de nuevo con
una voz ronca.
La folló como si lo hubiese ofendido. Como si estuviera enfadado. Jaló su cabello,
obligándola a levantarse de la mesa. La embistió con tanta fuerza desde atrás, que
estaba segura que iba a tener moretones en sus piernas donde estaban presionadas
contra el escritorio. Su pene estaba rozando algo en su interior; no podía decir si era el
cuello de su útero, o tal vez su punto G del cual no estaba enterada; lo que fuese, le hizo
ver manchas y pequeños destellos del paraíso.
Le soltó el cabello y mientras una mano tomó su cadera, la otra bajó la cremallera
de su vestido. Bajó el material por sus hombros y se las arregló para levantar los brazos
lo suficiente para que se lo quite. Su mano fue al instante a sus pechos, retorciendo y
arañando a través del material de su sujetador. Se levantó, cruzando los brazos por
detrás.
—Santa jodida mierda, Tate, te sientes aún mejor de lo que recordaba —gruñó
Jameson, deslizando una mano hasta su cuello, sus dedos envolviéndose a su alrededor
y apretando con fuerza. Ella logró asentir, con los ojos cerrándose.
—Sí, sí, mejor. Mucho mejor. —Se las arregló para susurrar.
De repente se apartó y entonces la estaba llevando hacia atrás. No estaba segura
si podía sostenerse por sí misma. Sus bragas cayeron al suelo. La giró y luego la obligó
a sentarse en el escritorio, la empujó sobre su espalda. Abrió sus piernas, y luego se
hundió en su interior.
Tenía las manos sobre sus rodillas, obligándola a separar las piernas. Sus propias
manos estaban en sus pechos, a sus órdenes. Él le dijo dónde, y cómo tocarse.
Llamándola por apodos sucios. Le dijo que para esto era todo en lo que era buena, y que
por eso la había encontrado de nuevo. Porque incluso si era la única cosa en la que se
destacaba, era tan buena, que él era el único digno de compartirlo con ella.
Por una vez, no discutió.
—Vamos, Tate —gruñó, quitándose su camiseta por la cabeza—. Habría pensado 76
que ya hubieses terminado a estas alturas, llorando como una niña, viniéndote por toda
mi polla. —Ella se levantó, pasando un brazo alrededor de su espalda para mantenerse
firme en su lugar.
—Ya viste… que es un poco difícil… hacerme llorar ahora —le dijo, pasando la
lengua hasta el centro de su pecho. Sus manos se deslizaron por sus piernas hasta tomar
su culo, forzándola más duro contra sus embestidas. Ella gritó, echando hacia atrás la
cabeza.
—Hmmm, tendremos que intentarlo otro día —gruñó Jameson, dejando caer la
cabeza contra el hombro de Tate. Sintió sus dientes contra su piel, clavarse a su yugular,
como garras en su corazón. Mordió una vez. Dos veces. Una tercera, tan duro, que pensó
que iba a romper su piel.
Ya ha hecho eso, hace mucho tiempo, nena.
Ella se vino, duro. Apretó los muslos contra su cintura, presionó su rostro contra
su pecho, su mano a su mandíbula. Sus dedos se clavaron en su mejilla. Él se quedó
completamente inmóvil mientras Tate se estremecía y gemía, sus latidos eran lo único
que la mantenía conectada a tierra. Se sentía como si simplemente hubiese sido
disparada de un cañón.
—Tan fácil —murmuró él.
La alejó y Tate se derrumbó en el escritorio, respirando profundamente.
Jameson comenzó a embestir de nuevo, levantando sus piernas alto, apoyando sus
pantorrillas sobre sus hombros. Luego sus manos sobre sus pechos, cubriéndolos,
presionándolos. Ella se dejó ir por completo, con todos los músculos relajados,
simplemente le permitió hacer lo que quisiera. El escritorio comenzó a sacudirse y
moverse hacia delante; ni siquiera podía imaginar cuánto pesaba la monstruosidad de
roble, así de fuerte estaba embistiéndola.
Jameson se vino tan duro, que podía sentirlo. Sintió su eje apretarse, hincharse.
Sintió los músculos en sus hombros tensarse y estremecerse bajo sus pantorrillas. Dejó
que sus piernas caigan a un lado y de derrumbó sobre ella. Todo su peso. Era evidente
que no estaba preocupado por aplastarla.
Como la última vez.
Tate se preguntó qué otra cosa sería como la última vez. Amaba un poco de sexo
duro y atrevido; pero ser echada de la cama no era una experiencia divertida. Ni
siquiera le importaba si un chico la urgía a irse, pero en realidad esa era la única parte
de su experiencia con Jameson que no recordaba con placer. La forma en que la había
tratado después. No tanto sus palabras, sino su indiferencia. Como si no hubiese sacado
de eje su mundo, como había hecho.
—¿Asustada, nena? —dijo de repente contra su pecho. Ella rió.
—No es la palabra que usaría —respondió, frotando el dorso de la mano por su
frente.
—¿Y qué palabra utilizaría Tatum O'Shea?
—Jodida. 77
Jameson se rió y se apartó. Ella esperó la indiferencia, pero no llegó. Se subió los
pantalones, no subió la cremallera, y la tomó del brazo, levantándola así estaba sentada.
Sentía que su cuerpo estaba hecho de gelatina. Levantó una ceja ante ella y le acomodó
el sujetador, luego deslizó su vestido de nuevo sobre sus brazos. La miró por un
segundo, trazó su dedo a lo largo de su mandíbula y luego pasó un brazo alrededor de
su cintura, levantándola de la mesa.
—Sin lágrimas —murmuró, bajando la mirada a sus ojos. Ella rió.
—No.
La dio vuelta y subió la cremallera de su vestido. Mientras Tate subía su ropa
interior de nuevo, tomó la bebida que había olvidado y la volvió a llenar. La bebió en un
par de tragos y él le hizo otra. Hizo lo mismo, mirándolo por encima del borde de la
copa.
—Si así es como follas sobria, va a ser muy interesante ver cómo lo haces
borracha. —Jameson se rió, colocándose su camisa de nuevo.
—No estarías a la altura.
—Estoy a la altura de cualquier cosa que tengas.
Tate pensó que tal vez le diría que se fuera a casa, pidiera un taxi o un auto, o
algo. Pero no lo hizo. Le hizo otra bebida y luego tomó su mano, llevándola detrás de él.
Lo siguió fuera de la biblioteca y a la puerta de entrada. Había una luz encendida en la
sala de estar. Ninguna había estado encendida cuando entró a la casa.
—¿Hay alguien aquí? —preguntó. Él echó una mirada a la habitación mientras la
llevaba hacia las escaleras.
—Sanders. Trabaja hasta tarde a veces —explicó. Ella rió.
—Ese pobre hombre, probablemente lo asusté. —Sonrió. Había estado gritando
como si fuera un concurso, maldiciendo hasta por los codos. Oops.
—Por favor. Él ha interrumpido muchas escenas así, dudo que incluso lo note. —
Jameson resopló mientras llegaban al segundo piso. La llevó por el pasillo, pasando un
montón de puertas.
—¿Follas a muchas mujeres en tu biblioteca? —preguntó Tate. Jameson la miró
sobre su hombro.
—¿Celosa?
Ella rió.
—No. Follas mujeres en bibliotecas. Follo hombres en lugares extraños semi-
públicos. Po-TATE-o, po-TOT-o2 —respondió. Él se rió y finalmente se detuvo frente a
una puerta grande al final del pasillo.
—Bueno, me siento excluido. Un escritorio y una cama parece un poco aburrido
en comparación —se burló, abriendo la puerta.
—No quería darte ideas —dijo con expresión seria, y él se burló de nuevo antes
de llevarla a su habitación. 78
Era. Enorme. Soltó su mano y caminó hacia delante, observando todo, mientras
él cerró la puerta con el pie. Tenía una enorme cama tamaño king. Un closet amplio.
Muebles caros y antiguos. Se acercó a una mesa lateral, pasando sus dedos a través de
gemelos de aspecto caro, y relojes. Todo estaba oscuro, cada centímetro de la habitación
gritaba masculinidad. A él.

2 Po-tate-o, po-tot-o: significa que sin importar lo que los otros critiquen, continuarás haciendo lo que
te gusta.
Tate bebió el resto de trago y poco a poco se dio la vuelta para enfrentarse a él.
Todavía estaba frente a la puerta, con los brazos cruzados, observándola. Dejó su copa
sobre la mesa y se deslizó la parte superior de su vestido por sus brazos. Bajándolo por
sus caderas. Lo dejó caer al suelo y lo hizo a un lado. Se detuvo frente a él, una mano en
la cadera.
—Entonces. ¿Follaste a muchas mujeres aquí?

79
~6~
T
ate bostezó y se estiró, incapaz de evitar la mueca de dolor que siguió.
Se sentía dolorida por todas partes. Era delicioso. Abrió los ojos, se
concentró en los techos altos con molduras ornamentales. Giró la
cabeza hacia la luz del día, que fluía desde una ventana a su lado. Volteó
la cabeza hacia la izquierda, Jameson estaba en el otro lado de la cama tamaño king,
durmiendo sobre su estómago. Ella sonrió y se sentó.
Había sido una noche bastante asombrosa. No sabía realmente qué esperar.
Quizás sexo más duro y menos charla. Aunque la forma en que todo había ido era mejor.
Como le había dicho, se estaban reencontrando. Mejor no empezar con la mierda loca
la primera vez que durmieran juntos. Había sido casi amable con ella en su dormitorio,
y podía decir que él se estaba conteniendo. Preparándola. Sus palabras aún eran
prometedoras; una promesa de lo que estaba por venir.
Tate se frotó el cuello con los dedos. Dejó que bajaran por sus hombros, y hacia
el lado derecho, podía sentir una protuberancia. Dejó que sus dedos vagar durante un
minuto, tratando de averiguar exactamente qué era, cuando recordó que él la mordió.
Mirándolo, se levantó de la cama y corrió a través del cuarto, hacia el cuarto de
baño. Cerró la puerta y se miró a sí misma en un espejo de cuerpo entero. Su maquillaje
de ojos estaba en todas partes, parecía un panda. O realmente, con la combinación de
cabello enmarañado, una cantante de punk que había escapado de los años 80.
Se acercó, examinando la marca de la mordida. No había roto su piel, pero lucía
feo. La hacía sentirse caliente. Se dio la vuelta, mirando por encima del hombro,
tratando de ver su trasero. No había magulladuras, pero un lado estaba claramente más
rojo que el otro. Su espalda también tenía marcas rojas que bajaban por su longitud.
Jameson tenía garras afiladas. Cuando volvió de frente, pudo ver líneas de hematomas
formándose en la parte superior de sus muslos. Sabía que aparecerían. Luego levantó
la cabeza hacia el espejo, mirando por encima de su mandíbula. Había golpeado el
escritorio bastante fuerte, pero sin marcas. Eso era bueno. Le gustaba duro, pero no
80
caminar con un ojo morado. La gente hacía demasiadas preguntas.
Regresó de puntitas al dormitorio y vio que Jameson todavía dormía. Lo observó
por un momento. Su cabello estaba arremolinado y lindo, los brazos doblados hacia su
cabeza, las manos juntas bajo una mejilla. Su posición hacía que los músculos de sus
amplios hombros se juntaran y se mordió el labio inferior, tentada a despertarlo.
No lo hizo, optando por encontrar su ropa interior en su lugar. Encontró el
sujetador colgado del costado de un espejo y rápidamente se lo puso; decidió que su
ropa interior era una causa perdida y la arrojó. Estaba poniéndose su vestido cuando
oyó que las sábanas se movían.
—¿Escapándote, nena? —preguntó Jameson, con la voz ronca de sueño. Tate se
rió.
—No, te hubiera despertado para despedirme —respondió, luchando con la
cremallera en su espalda. Una vez que la subió, lo miró. Se había sentado contra la
cabecera de la cama, con las manos detrás de la cabeza. Sus penetrantes ojos azules
recorrían cada centímetro de su cuerpo.
—Ah, pero ¿quién te dijo que podrías marcharte? —preguntó. Ella se echó a reír
y se acercó a la cama.
—No sabía que necesitaba permiso —respondió ella, arrodillándose en el
colchón y abriéndose paso a su lado.
—Tienes que pedir permiso para todo.
—Probablemente no va a suceder, Jameson. —Se burló, sentándose sobre sus
talones. Él suspiró y dejó caer sus manos.
—Bueno, al menos superamos un mal hábito. Te lo juro, tu boca debe meterte en
tantos problemas. Muy desafiante, nena. Si te hubiese escuchado decir “Kane” una vez
más… —No terminó el pensamiento, simplemente inhaló entre sus dientes.
—No veo cuál es el gran problema. Casi todos los demás te llaman Kane —señaló.
Él se inclinó hacia delante.
—Tú no eres “todos los demás“, eres diferente. Puedes ver al verdadero yo —le
dijo.
Su corazón saltó en su pecho. Era diferente para él, podía ver al verdadero
Jameson. Demasiada información. No sabía si saltar de alegría o correr por las colinas.
Ang le había dicho que tuviera cuidado, y se había reído de él. Debería haber escuchado
su advertencia un poco mejor.
—Bueno, voy a tener que ver a tu “verdadero yo” más tarde. Me tengo que ir. —
Tate sonrió. Jameson entrecerró los ojos.
—¿Por qué?
—Porque son casi las once. Tengo que ir a casa, hacer algunos mandados,
ducharme, prepararme para el trabajo. Trabajo en el bar de jueves a sábado —explicó.
Él asintió y bostezó, frotando una mano por su rostro.
—Cierto, cierto, el agujero de mierda. Estaré en Manhattan este fin de semana, 81
pero regresaré el domingo. Te llamaré —le dijo.
—Ooohhh, fin de semana en Manhattan. Estilo de vida de los ricos y famosos —
bromeó. Él puso los ojos en blanco.
—Ahí está esa boca. Espera, haré que Sanders prepare el auto —dijo,
inclinándose y tomando un teléfono que estaba junto a la cama.
Mientras Jameson espetaba órdenes al pobre Sanders, Tate hizo todo lo posible
por limpiar el maquillaje que estaba bajo sus ojos. Podía ir al baño y mojar una toalla,
pero era demasiado esfuerzo. No quería alejarse de él hasta que tuviera que irse.
Levantó su cabello en una cola de caballo justo cuando terminó la llamada.
—Pobre Sanders, no creo que seas muy amable con él —comentó, haciendo
pucheros. Jameson extendió la mano y lo pellizcó.
—Funciona para nosotros —respondió, pasando el borde de su pulgar a lo largo
de sus dientes inferiores.
—¿Dónde lo encontraste? —preguntó, cuando dejó que sus dedos se deslizaran
por su labio y por el lado de su mandíbula.
—Londres —respondió, bajando los dedos hasta su garganta.
—¿Por eso el acento? No parecía británico —comentó. Jameson asintió,
moviendo los dedos por el borde de su marca de mordida, que apenas se asomaba por
el lado de su cuello.
—No es originalmente de allí, pero es donde lo encontré. Estaba tratando de
robarme —continuó, haciendo el material a un lado y acercándose para poder examinar
la herida.
—¿¡Robarte!?
—Sí. Tenía trece años, un carterista. Uno malo. Probablemente a una semana de
colapsar. Admiraba su tenacidad. Ha estado conmigo desde entonces. —Jameson
terminó la historia, alisando su vestido de nuevo en su lugar.
—¿Cuántos años tiene ahora?
—Veinte.
—Wow. Eso es una locura, pensé que…
—Tate —interrumpió Jameson, su mano va a su cuello y acunando su nuca—.
Estás obsesionada con otras personas, lo juro.
—Dice el hombre que me acosó para que traerme aquí —replicó. Él bufó.
—No te oí quejarte anoche.
—No hubieras escuchado, aunque lo hiciera.
—¿Estás bien con todo esto? ¿No huirás para ocultarte de mí? —preguntó,
estrechando los ojos. Tate se rió.
—Jameson. Si supieras algunas de mis historias. Una vez, Ang y yo fuimos
expulsados de un restaurante de lujo porque se arrastró debajo de la mesa y fue entre
mis piernas durante toda la entrada. Anoche no fue nada espantoso para una chica como
82
yo. Puedo lidiar con cualquier cosa que hagas —le aseguró.
—Hay una gran diferencia entre ir entre tus piernas, y decirte “la zorra más
idiota que he follado”. En mi experiencia, la mayoría de las mujeres dirán que están de
acuerdo con algo, y después de hacerlo, no estar de acuerdo en absoluto —dijo, sus
dedos masajeando su piel. Un escalofrío recorrió su cuerpo con sus palabras.
—No soy la mayoría de las mujeres —le recordó—. Todo es divertido para mí.
Un juego. A veces, yo soy la zorra idiota. Y otras, tú lo serás.
—Lo dudo muchísimo —resopló. Ella empezó a reír.
—No tengo tiempo para esto, Jameson. —Se las arregló para decir—. Podemos
jugar un poco más el domingo, tengo que ir a casa ahora.
Tate comenzó a moverse para bajarse de la cama cuando él la acercó de un tirón.
De repente, su boca estaba sobre la suya, y ella estaba jadeando. Sus dos manos fueron
hacia la parte posterior de su cabeza, acercándola. Lo siguió, poniéndose a horcajadas
sobre su regazo y presionando sus propias manos contra su pecho.
No se habían besado la noche anterior, ni siquiera se había dado cuenta de ello
hasta después de despertar. Sus labios habían estado sobre cualquier otra parte de su
cuerpo, pero nada de besos. No había pensado que fuera gran cosa en el momento.
Ahora parecía mega importante.
Tate había olvidado cómo era besarlo, como si estuviera robándole el aliento.
Succionando al aire directo de sus pulmones. Gimió, moviéndose tan cerca de él como
pudo, frotándose contra su pecho mientras envolvía sus brazos alrededor de su cuello.
Podía sentir su corazón palpitando, y si no se hubiera sentido tan perdida en el
momento, perdida en el gusto, el olor y la sensación de él, se hubiese puesto nerviosa.
Su ritmo cardíaco no era algo bueno, cuando sólo se suponía que eran juegos entre ellos.
Las manos de él fueron sobre sus rodillas extendidas y las deslizó por sus muslos,
bajo su vestido. El ritmo empeoró. Justo cuando estaba descubriendo que no llevaba
ropa interior, la puerta del dormitorio se abrió detrás de ellos. Jameson se alejó un poco,
pero no apartó los ojos de ella.
—El auto está listo, señor —dijo Sanders desde la puerta. Jameson la miró por
un segundo más y luego pasó los ojos por su hombro, sus manos continuaron su viaje
bajo su vestido.
—Veinte minutos, Sanders —respondió, con la mirada fija en Tate. Ella le sonrió
burlonamente.
—Muy bien, voy a esperar abajo. —Y la puerta se cerró, justo antes que Jameson
comenzara a levantar el vestido por su trasero.
—Es muy autoritario, señor Kane —dijo Tate, exhalando, lamiéndose los labios.
—No tienes idea.
Y luego, la estaba sujetando a la cama, forzando su lengua entre sus labios y su
rodilla entre sus piernas.
¿Por qué me molesté en vestirme? 83

Cuando Tate llegó a casa, se apresuró como una lunática. Se detuvo en la agencia
de trabajos temporales para decirles que estaba fuera del mercado por un tiempo.
Llamó a Ang y le dejó un correo de voz que casi consistía sólo en gritos en el teléfono, y
luego fue a la ducha.
Se había quedado mucho más de veinte minutos en la habitación de Jameson.
Casi una hora más tarde finalmente se levantó de la cama. Después de tomar una ducha
juntos, discutiendo sobre si era o no apropiado que usara la ropa de él en lugar de su
vestido de acabo-de-tener-sexo, la castigó por discutir, y luego buscó algo de su ropa que
le quedara bien a ella. En realidad, finalmente se fue horas más tarde, casi tres. Su turno
en el bar comenzaba a las seis.
Salió de su baño y caminó directamente hacia un cuerpo. Tate gritó, golpeando a
Ang en la cara, sin darse cuenta que era él. La tomó del brazo antes que pudiera volver
a golpearlo.
—Jesús, empiezas un poco temprano —le dijo. Ella apartó la mano.
—¡Me has dado un susto de mierda! ¿Qué haces aquí? —preguntó. Ang tenía la
llave de su apartamento, pero no lo estaba esperando. Por lo general, no se ven tanto,
excepto los fines de semana.
—No hablo fluido el idioma chica-estúpida, no tengo ni idea qué dijiste en tu
correo de voz, y tuve un día de mierda, así que pensé en pasar —explicó. Ella frunció el
ceño y su ira desapareció en un instante. Parecía un poco molesto, y se necesitaba
mucho que algo se metiera bajo la piel de Ang.
—¿Has tenido un día de mierda? Lo siento —dijo, y luego lo llevó a su habitación.
Él se estiró en su cama mientras Tate rebuscaba en su armario.
—Sí. Pedro se retiró de la película, así que están rehaciendo todo el rodaje. Y
luego, mi abuela pasó de visita. Sabes lo alegre que es; “Angier, ¿¡cuándo vas a ser una
persona respetable!? ¡Vas a arder en el infierno!”; uno de mis discursos favoritos de todos
los tiempos —le dijo. Tate arrojó algo de ropa al pie de la cama y luego se sentó a su
lado, frotando su mano sobre su estómago plano.
—Sabes que sólo es una perra vieja. ¿Por qué la dejas llegar a ti? —preguntó. Él
se encogió de hombros.
—Simplemente lo hace. Todavía recuerdo cuando me llevaba a su casa, me
horneaba galletas y esa mierda. Ahora ni siquiera me permite ir allá —gruñó.
—Bueno, que se vaya a la mierda entonces. Se pierde a la persona más increíble
que he conocido —respondió Tate. Ang puso los ojos en blanco y la miró.
—Como si fuera tan fácil para ti tener el odio de tu familia —señaló. Ella
parpadeó sorprendida. 84
—Lo es. No me importa que me odien —respondió. Él negó y se incorporó.
—Sí, sí te importa. Cada vez que te emborrachas y hablas de ellos, es cuando te
pones mala. Cuando empiezas a hablar sobre tu hermana sé finalmente que tengo que
quitarme la ropa y sacar el lubricante —le dijo Ang. Ella rió.
—Eso no es cierto. —Le sonrió, pero luego, su mano fue a su rodilla, sus dedos
deslizándose por su pierna. Un gesto muy similar al de Jameson, hace sólo un par de
horas. Su aliento se atoró en su garganta cuando Ang se acercó.
—No importa. Me siento como una mierda. Ella me hace sentir como una mierda,
lo odio —gruñó, inclinándose para besarle el cuello.
Tate tragó pesadamente. Estaba en territorio desconocido. Mientras que, en
circunstancias normales, Ang y ella lo hacían cada vez que se les antojaba, generalmente
no era cuando uno de ellos había dormido con otra persona. Y no sabía todas las reglas
del juego con Jameson. ¿Estaría enfadado si durmiera con Ang? Había dejado muy claro
que su relación sería puramente sexual, pero eso no significaba necesariamente que
fuera exclusiva. Apartó los hombros de Ang, obligándolo a mirarla a los ojos.
—No debes permitir que llegue a ti. Sé que es difícil, triste y algo deprimente a
veces, pero sigue siendo mucho mejor que la vida con ellos. Siempre estaremos para el
otro, así que a la mierda los demás —dijo. Él suspiró, y luego se inclinó para besarla, sus
brazos envolviéndose alrededor de su cintura.
Hmmm, tal vez fui por el camino equivocado con ese discurso.
—Fue horrible. Ya sabes cómo es, se quedó en el pasillo después que la eché.
Llamó a las puertas de las otras personas, gritando acerca de su “nieto marica“, la
mierda de siempre. No quiero odiarla… pero la odio tanto —susurró contra la piel de
Tate.
Ang había sido una parte importante de su vida, durante mucho tiempo. Jameson
pudo haber destruido el exceso de material, exponiendo a la verdadera Tatum, pero Ang
había ayudado a moldearla. Había afilado su lengua y garras contra él, entre otras cosas.
La necesitaba, y si bien la mayoría de los amigos querían mierda como cervezas, helado
o lo que sea, ellos tenían sus propias maneras jodidas. Simplemente funcionaba.
Así que, le siguió la corriente. Se sentía culpable y equivocada, sentimientos que
ya no estaba acostumbrada a experimentar; pero también quería que Ang se sintiera
mejor. Hacerle olvidar un poco de su dolor. Él la atrajo hacia arriba para que estuviera
a horcajadas, y corrió sus manos arriba abajo por su espalda antes de colocarlas sobre
sus hombros.
—Tengo que ir a trabajar pronto, Ang, así que quizá pueda darte una… —Empezó
a decir, cuando de repente él se levantó. Ella aferró a sus hombros, casi cayendo de la
cama.
—¿Qué diablos es esto? —preguntó, pasando los dedos por la herida de su
hombro.
—¡Jesús, me asustaste! —espetó Tate, luego miró donde sus dedos estaban
tocando. 85
—¿Él te hizo esto? —preguntó Ang, acercándose a la marca de la mordedura.
—No, estaba tratando de mordisquear mi propio hombro, para poder escapar.
—Tate se rió. Ang la fulminó con la mirada. Había pasado de estar triste a enojado, muy
rápido.
—¿Esos son dientes? ¿Qué mierda, Tate? Eso luce doloroso —dijo bruscamente.
Tate resopló.
—Estás bromeando, ¿verdad?
—¡Y tus piernas! ¿Qué diablos pasó? —preguntó, sus manos tomando sus
muslos. Su toalla había subido, exponiendo sus magulladuras. Ambos bajaron la mirada
hacia su regazo.
—¿Qué puta crees que pasó? Ang, no es como si algo de esto fuera nuevo para ti.
Hace un par de semanas, prácticamente me diste una conmoción cerebral, cuando
estaban practicando uno de tus “movimientos” de tus películas. —Imitó comillas en el
aire, haciendo una mueca.
—Eso es un poco diferente, Tate. Te he estado follando durante cinco años. ¡Este
tipo acaba de encontrarte hace dos días, y estás dejando que tome pedazos de ti! —La
voz de Ang era cada vez más fuerte. Tate frunció el ceño y se bajó de su regazo,
sosteniendo la toalla alrededor de su cuerpo.
—Ese tipo me encontró hace siete años, y ninguna señal sobre mi cuerpo es no
deseada o sin que me lo pidieran. Si me vas a dar un montón de mierda, entonces tal vez
deberías irte —le gruñó, caminando hacia su puerta. Ang se quedó en su cama,
pasándose una mano por el cabello.
—Lo siento, lo siento. Tienes toda la razón. Simplemente no… no estoy
acostumbrado a ver eso, tan rápido, contigo. Probablemente he dejado marcas más
grandes y peores. —Se disculpó. Ella asintió.
—Y una mierda.
—Mira, dije que lo siento. Vine aquí con esta gran idea para dejar mis propias
marcas sobre ti, y entonces descubro que algún tipo llegó allí primero. Como que
arruina mis planes. —Ang se rió, y ella no pudo evitar sonreír. Sonaba tan ridículo
cuando lo decía en voz alta.
Somos ridículos.
—Bueno, lo siento, pero sabías dónde estaba anoche —respondió. Él gruñó y se
tumbó en la cama.
—Arrrrrrg, sólo quería echar un polvo. ¿Tu compañera está aquí? —preguntó,
levantando su cabeza y dándole una sonrisa ladeada.
—De ninguna manera, amigo. Nunca pondrás un dedo en Rus. —Tate se rió,
volviéndose y sacando ropa interior de su tocador.
—¿Por qué no? Dijiste que estaba caliente por mí. Creo que es caliente. Suena a
fiesta —dijo detrás de ella. Tate bufó y logró ponerse la ropa interior mientras seguía
con la toalla.
86
—Por lo que a ti respecta, Rus es la Virgen María. Fuera de límites —contestó.
Dejó caer la toalla y se puso el sujetador. Se giró y los ojos de Ang se deslizaron por su
cuerpo, pero no dijo nada.
—¿Rus es una virgen? —preguntó. Ella negó, jalando una minúscula falda del
montón de ropa y poniéndosela.
—No, pero por lo que a ti respecta, podría serlo. Es un ángel hermoso y
minúsculo, enviado del cielo para ser dulce y rubia fresa. No tienes permitido
corromper eso. No la follarás —dijo Tate dijo, mirándolo a los ojos.
—Arruinas toda mi diversión.
—Tienes un montón de gente en marcación rápida que saltaría sobre ti con tan
solo respirar su aire. Llama a alguna —sugirió, colocándose una pequeña camiseta
recortada que tenía mangas largas y cuello redondo.
—Pero quería a mi conejo de miel, y no quieres jugar conmigo —dijo con voz
quejumbrosa. Ella puso los ojos en blanco y se volvió hacia su espejo, extendiendo sus
suministros de maquillaje.
—Deja de ser ridículo —le dijo. Él saltó de la cama.
—Voy a ser una persona normal, ahogar mis penas, encontrar una puta para
llevar a casa. ¿Quieres ir a un show este fin de semana? Tengo un tipo que nos dejará
entrar en el segundo acto —ofreció Ang, apoyándose contra su puerta.
—Por supuesto. Y fíjate si puedes encontrar más cosas de gimnasio. A decir
verdad, me gustó un poco la clase Zumba. —Se rió. Él asintió.
—Voy a mantener los ojos abiertos. Te veo después, no dejes que señor Infame
te dé demasiados mordiscos —le advirtió. Ella rió de nuevo.
—Está en Manhattan por el fin de semana, así que estaré libre durante un par de
días —le aseguró a Ang. Le levantó el pulgar desde la puerta, luego se fue por el pasillo.
—Hasta más tarde, gatita —gritó.
—¡Adiós!
Hizo su maquillaje pesado, pero dejó que su cabello se sequé solo; a veces el
aspecto desarreglado funcionaba muy bien. Terminó con un par de botas de cuña que
llegaba hasta las rodillas y luego tomó una chaqueta grande, cubriéndose por completo
para el viaje en autobús para trabajar.
El bar en el que trabajaba siempre fue popular, aunque los jueves no era tan
turbulento como el fin de semana. La noche siguiente fue mejor, los Red Sox habían
ganado un partido de local, y la ciudad se volvió loca. Tate llevaba una camiseta de
béisbol y Rus incluso consiguió que bailara sobre la barra. Terminaron
emborrachándose en una fiesta de hotel después. A pesar que tenía una oferta muy
tentadora para unirse a un chico para hacer travesuras sexuales en el baño del vestíbulo
del hotel, se negó. Incluso en una borrosa borrachera, Tate se abstuvo. Intentaría ser
una buena chica hasta que se hablara con Jameson.
Su fuerza de voluntad no duró mucho. El sábado por la noche, estaba detrás del
bar, aplaudiendo y moviendo su cuerpo al ritmo de la canción que estaba sonando. Se 87
estaba riendo de algo que decía uno de los habituales, cuando alguien le llamó la
atención.
Ang estaba caminando por la habitación, una cabeza más alto que la mayoría de
la gente. No era frecuente que fuera a verla al trabajo, y le dio una amplia sonrisa en su
dirección. Se dirigía hacia el bar, pero no la estaba mirando. Estaba ligando y teniendo
sexo con la mirada con alguna chica coreana sexy mientras se movía entre la multitud.
Tate no creía que fuera una ninfómana; podía pasar largos períodos de tiempo
sin tener sexo, y lo había hecho. Pero a le gustaba mucho y tenía una tendencia a usarlo
como una especie de terapia. ¿Enojada con alguien? Tenía sexo furioso. ¿Triste acerca
de algo? Se divertía con el sexo. ¿Simplemente aburrida? Tener sexo emocionante.
Y cuando estaba de humor, tenía muchos problemas para resistirse. Era como
un interruptor que no podía apagar. Había estado pensando en Jameson sin parar,
recordando la noche y la mañana juntos en vívidos detalles. Fantaseaba sobre lo que le
haría cuando llegara a casa. Lo que él le haría. Su interruptor ya estaba a medio camino
de encenderse, y a medida que Tate observaba a Ang trabajar su magia con las chicas
del bar, el interruptor se encendió completamente.
Llevaba una chaqueta larga, del tipo con cuello rígido y levantado que llegaba a
su barbilla. Lucía elegante y guapo. Su cabello estaba desordenado, como de costumbre,
y sus ojos grises sonreían, como de costumbre. Tenía una sonrisa traviesa, que de
alguna forma se las arregló para parecer inocente y travieso al mismo tiempo, y sabía
que enloquecía a la mayoría de las mujeres. Estaba en pleno efecto, y Tate no era
inmune; añadiendo eso al hecho que su cuerpo era casi tan familiar para ella como el
suyo, y era difícil resistirse. Respiró profundamente por la nariz, dejando que sus ojos
vagaran por su cuerpo.
El domingo por la noche parece tan lejano…
Cuando levantó la mirada a su rostro, él la estaba mirando directamente.
Sonriendo, le dijo algo a la chica que tenía delante y continuó su viaje. Empujó y alejó a
la gente del camino, hasta que se apoyó contra la barra frente a ella. Se quedó en su sitio,
todavía moviéndose un poco a la música.
—Bueno, bueno, pastelito, ¿cómo están las cosas? —preguntó Ang con su voz
sexy, su mirada recorrió su cuerpo antes de mirarla a los ojos.
—Bien. Ocupada —respondió Tate.
—No te ves muy ocupada —señaló. Ella se encogió de hombros.
—Las órdenes se calmaron. ¿Aún iremos al cine? —preguntó. Él miró con los ojos
entornados.
—Hmmm, no lo creo —respondió. Finalmente se adelantó, apoyándose contra
la barra delante de él.
—¿Por qué no? Pensé que querías salir —dijo.
—Eso quería. Pero creo que el pequeño Tater-tot 3 tiene algo más que una cena
y un espectáculo en mente —le dijo. Ella rió.
—Oh, definitivamente habrá un espectáculo más tarde. 88
Ni siquiera llegaron hasta “más tarde”. Cuando Tate salió a descansar veinte
minutos después, Ang la siguió hasta el fondo del bar y llevó fuera. La presionó contra
una pared y le pasó las manos por el cuerpo. Había tomado prestado el auto de su
compañero de cuarto, y cuando empezó a llover, la llevó hacia el asiento de atrás.

3Tater tot: Término para describir a alguien que no es ni gay ni heterosexual, que simplemente quiere
sexo, sin importar el género.
Mientras su lengua corría por la marca de mordedura de Jameson, ella gimió y pasó las
uñas por su cuero cabelludo.
Realmente debería sentirme como una mala persona la mayoría del tiempo.

—¿Siempre lo mantienes tan caliente?


Tatum estaba tumbada en el suelo de la biblioteca de Jameson, a un paso de los
sillones. El fuego estaba rugiendo de nuevo, y la habitación estaba casi sofocante. El
sudor hacía que su cabello se pegara a su rostro, su camisa a su piel. Jameson estaba en
su silla, con los pies estirados hacia el fuego. El calor no parecía molestarlo.
¿Por qué el fuego afectaría al diablo?
—Me gusta el calor. —Fue todo lo que dijo en respuesta. Ella resopló, casi
derramando el vaso que había equilibrado en su estómago.
—Te gusta demasiado el calor —le corrigió.
—Si hace demasiado calor para ti, quítate algo de ropa —le sugirió. Ella sonrió
al techo y apartó el vaso de su estómago antes de quitarse los pantalones. Levantó la
cabeza lo suficiente para poder ver dónde estaba él, y luego le arrojó los pantalones.
Golpearon un lado de su rostro.
—Mucho mejor, gracias —le dijo con voz feliz.
Tate no supo de él el domingo, pero luego, el lunes por la tarde, recibió un
mensaje diciéndole que estuviera lista a las seis en punto, y que empacara algunas
prendas para una estancia "prolongada". Ooohhh. Estuvo lista horas antes, y esperaba
en la escalera de su edificio cuando Sanders se detuvo en su elegante Bentley.
Jameson no había sido demasiado hablador una vez que llegó a casa, sólo
contento de sentarse y trabajar. Su casa era enorme, pero por lo que podía decir, pasaba
la mayor parte de su tiempo en la biblioteca. Le preguntó por qué había enviado a
buscarla, si sólo iba a trabajar todo el tiempo, y le dijo que sólo porque estaba
trabajando, no significaba que no pudiera apreciar algo agradable de vez en cuando.
Cenaron y hablaron sobre los beneficios de asistencia médica pública y la
industria privada. Tate era una chica inteligente, había entrado a Harvard, después de
todo; tenía sus cualidades. Simplemente no tenía a nadie con quien hablar sobre ese 89
tipo de cosas. Ang estaba más interesado en hablar de qué estrella porno ganaba más
dinero y qué ángulo era mejor para las tomas traseras. Rus sólo quería hablar de chicos.
Amaba a sus amigos, de verdad, pero a veces Tate quería suicidarse.
Jameson era como una brisa de aire fresco. Era inteligente, culto y sabía cómo
tener una conversación, cuando alguien era considerado lo suficientemente digno como
para hablar con él. Y siempre se mantuvo tranquilo, incluso cuando ella intentó
intencionadamente de molestarlo. El Inquebrantable Jameson Kane.
Después de cenar, la llevó de vuelta a la biblioteca. El fuego ya estaba encendido
cuando llegó allí, pero él siguió aumentando, añadiendo más troncos. Por eso había
optado por echarse en el suelo. Las sillas estaban demasiado calientes.
—Calcetines atractivos, Tate. —Jameson se rió entre dientes. Ella levantó las
piernas y llevó los pies al techo. Llevaba unos calcetines de rayas púrpuras que le
llegaban hasta las rodillas. Su placer culpable en la vida. Si quedaba varada en una isla
desierta, y sólo podía tener una cosa, probablemente sería un par de calcetines largos
hasta la rodilla.
—Gracias, lo son. —Ella rió, pateando las piernas de arriba abajo antes de
dejarlas caer al suelo.
—¿No estás borracha todavía? —preguntó. Tate negó y extendió una mano,
pasando los dedos por la botella de Jack Daniels que estaba cerca.
—No. ¿Quieres que esté borracha?
—Podría ser interesante.
—Estás de humor oscuro esta noche. ¿Qué pasa? —preguntó. Jameson se rió.
—¿Alguna vez estoy de humor ligero? —respondió. Ella asintió.
—Por supuesto. A veces estás francamente feliz. Quiero decir, siempre eres malo
y un poco bastardo, pero al menos estás contento con eso —le dijo, y él se echó a reír.
—Está bien, está bien, basta con la adulación —bromeó.
—Así que, ¿qué sucede?
—Tuve un reencuentro el fin de semana. Con una… ex, algo así —dijo. Tate se
quedó inmóvil. Habló despacio, escogiendo cuidadosamente sus palabras.
¿Protegiéndola? ¿O escondiéndose de ella? No podía estar segura.
—¿Una ex mala? —preguntó.
—¿Hay algún otro tipo?
—Algunas personas terminan bien, Jameson. Es posible tener una ruptura
amistosa —señaló. Él bufó.
—Eso es mierda. ¿Tienes algún buen ex en tu pasado? —preguntó. Ella rió.
—No soy una persona muy normal. Te conté sobre el tipo, no hablamos
exactamente. Otro chico lloró cuando terminé; lo cual era extraño, considerando que yo
ni siquiera sabía que estábamos saliendo. Es curioso cómo algunas personas confunden
el sexo con una relación —respondió. 90
—Ahora, esa es la verdad.
—Entonces, ¿qué pasó? ¿Gran pelea? ¿Acosadora? ¡Oh Dios mío, por favor, dime
que no fue Ellie! —De repente jadeó y se sentó. Él se había volteado hacia ella y la
sonrisa de Satán estaba en su lugar.
—Eso habría sido gracioso. Sabes, podría ser interesante. Tal vez deberíamos
organizar una reunión familiar —sugirió Jameson. Tate entrecerró los ojos.
—No lo creo. Mira, si no quieres hablar de tu ex, bien, no es gran cosa para mí,
pero tienes que estar de mejor humor, o voy a buscar algo más que hacer —le informó.
Él levantó las cejas.
—Oh, en serio, señorita O'Shea, hablando duro. ¿De verdad quieres que hable de
ella? La mayoría de las mujeres no quieren oír a los hombres hablar de otras mujeres.
Particularmente mujeres con las que han dormido —señaló.
—No soy la mayoría de las mujeres. ¿Cuántas veces vamos a tener esta
conversación? Bien, voy a tomar la delantera. ¿Es caliente? ¿Ella te dejó cuando
terminaron? ¿Pelearon el fin de semana? ¿Tuvieron una follada de cierre este fin de
semana? ¿Te la follaste este fin de semana? —parloteó Tate. Él sonrió, volviendo la
cabeza hacia el fuego.
—¿Ves? Por eso te mantengo cerca. Nada de mierda; tan directa. Puede que
considere por eso ser amable contigo esta noche —ofreció. Ella resopló.
—Qué aburrido.
—Ella es muy caliente. Supongo que podrías decir que la dejé. Sí, discutimos este
fin de semana. Todavía puedo follarla cuando quiera, así que “follada de cierre” no fue
necesario. No la follé este fin de semana —respondió Jameson a todas las preguntas.
Tate había querido ser descarada. Demostrar que no le importaba. Podía
acostarse con otras personas. Pero cuando le dijo que aún podía dormir con la mujer
cuando quisiera, le causó algo a las entrañas de Tate. Follar a una mujer al azar era una
cosa; dormir con una ex, alguien con quien había tenido una relación, eso era peligroso.
Ponía nerviosa a Tate. No había esperado que se sintiera así.
De repente se sentía muy culpable por su fin de semana.
—¿Lo harías? ¿Si se presentara la oportunidad? —preguntó Tate, recostándose
en el suelo.
—Suena como si te molestara si lo hiciera.
—Realmente, no lo sé. Puede que sí.
—¿Por qué?
Tate tuvo que pensar en ello por un minuto o dos.
—Podría ser una puta, pero… bueno, definitivamente soy una puta, y me gusta
dormir con chicos, y no tengo reparos en quién, cuándo o dónde. Pero no soy infiel.
Nunca engañé a ninguno de mis novios. No dormiré con un chico si sé que tiene novia o
esposa. No voy a ser esa chica. Si empiezas a dormir con tu ex, puedes volver a estar con 91
ella. O en realidad, ella podría pensar que están de nuevo juntos; las mujeres son así de
estúpidas. Y si eso sucede, de inmediato me convertiría en la otra. No voy a hacer eso —
explicó, ignorando su copa y llevando la botella de Jack a sus labios, tomando un sorbo.
—Engañaste a tu novio, conmigo, cuando yo tenía novia, que también resultó ser
tu hermana —le recordó Jameson. Tate se rio en voz baja, tomó otro trago de whisky.
—Entonces, entiendes por qué estoy tan llena de cicatrices por todo el asunto.
No quiero ser esa chica nunca más. Fue un accidente estúpido, y mira lo que pasó. No,
gracias —respondió.
—Probablemente fue lo mejor que me pudo haber pasado en ese momento, así
que tengo una mirada opuesta de la misma. —Él se rio.
—Po-TATE-o, po-TOT-o.
—Tal vez. Tal vez eres demasiado dura contigo misma. Quiero decir, sí, cada vez
que me acostaba con alguien fuera de una relación, mis novias siempre lo supieron. Me
aseguré de ello; mentir es ridículo. Si a alguien no le gusta, puede irse a la mierda. Pero
tú y yo, éramos jóvenes, saliendo con las personas equivocadas. No es como si lo
hubiésemos planeado. Y ni siquiera nos dieron una oportunidad de ocultarlo. No
estábamos tratando de hacerle daño a nadie —señaló. Ella asintió.
—Cierto. Aun así. Tú preguntaste. Esa es mi respuesta. No, probablemente no me
gustaría que empezaras a dormir con esta ex novia. Pero tampoco te voy a detener. —
Concluyó su conversación.
—Bueno, gracias por eso, Tate. Voy a asegurarme de decirte antes de empezar a
revisar mi pequeño libro negro.
Tate presionó los labios, mirando al techo. Ahora era definitivamente el
momento de decir algo. Una parte de ella, no quería molestarlo o hacerlo enojar.
Levantó las rodillas y se frotó los muslos. La otra parte, realmente quería hacerlo enojar,
y ver lo que sucedería.
—Me acosté con Ang.
Dios, simplemente lo solté de la nada. Como una puta cabra. Jesús.
—¿Disculpa?
Se aclaró la garganta.
—Me acosté con Ang. Tuve sexo con él —aclaró.
—¿Qué, como este fin de semana? —preguntó Jameson. Ella hizo una mueca.
—Sí. Sábado por la noche —le respondió.
—Así que, ¿o puedo dormir con mi ex porque podría volver con ella, pero puedes
dormir con tu mejor amigo-barra-polla-grande? —cuestionó, pero no había risa en su
voz. No parecía enojado.
—Soy horrible. No quería, en un principio. Pero me sentía sola, y estaba 92
pensando en ti todo el fin de semana, y entonces él estaba justo en frente de mí, y
simplemente… pasó.
Tres veces.
—Bueno. Gracias por decirme —respondió Jameson en tono simple. Sintió un
poco ganas de vomitar.
—No estaba segura de lo que está o no permitido. Ang y yo nos conocemos de
toda la vida; el sexo es más como un juego de baloncesto para nosotros. Simplemente
lo hacemos, como deporte. Pero luego, me quedé pensando que tal vez no estaba bien.
No sabía si teníamos permitido dormir con otras personas, o qué está pasando
exactamente aquí, y… me sentí un poco mal después —le dijo Tate. Era la verdad. Había
pasado la mayor parte del domingo elaborando discursos ensayados para pedir su
perdón. Jameson soltó una risita.
—No me importa si duermes con otras personas cuando no estoy. Somos de la
misma especia, así que lo entiendo. Pero tengo que ser honesto, tengo el mismo
problema que tú; eres un demasiado cercana a este tipo, Ang, para mi gusto. ¿Qué pasa
si el mismo problema ocurre? Realmente no me importa ser el otro hombre, mientras
que sea el hombre. No puedo ser eso si vas y te enamoras de tu mejor amigo. Aunque
no estoy listo para dejar de jugar contigo. —Trató de explicar. Ella rió.
Oh, eres definitivamente el hombre, Satán.
—Eso no sucederá, confía en mí. Pero ahí vamos. No puedes dormir con tus ex
novias. Yo no puedo dormir con Ang. ¿Trato? —preguntó.
—Si eso te hace feliz.
Hubo una larga pausa después de eso, Tate bebió más de la botella y Jameson
simplemente se quedó tranquilo. Frotó sus piernas, las levantó de nuevo en el aire y dio
lentas patadas. Era bastante flexible, casi se podía llevar la rodilla al pecho. Soltó la
botella y entrelazó los dedos detrás de la rodilla, acercándola tirando. Sólo otros
centímetros y…
—¿Has pensado en mí? —La voz de Jameson cortó a través de la habitación.
—¿Perdón? —preguntó, soltando su pierna y levantándose con las manos. No la
estaba mirando, tenía la mirada en las llamas.
—Mientras estabas follando con Ang, ¿pensaste de mí? Dijiste que estabas sola,
que habías estado pensando en mí todo el fin de semana. Cuando él te estaba follando,
¿estabas pensando en mí? —preguntó Jameson, finalmente, volviéndose a mirarla.
Tate le devolvió la mirada, tomando una respiración profunda. No quería decirle,
porque la respuesta la hacía sentir mal. La hacía sentir como una traidora. La otra razón
por la que se había sentido tan mal todo el fin de semana. Pero siguió mirándola
fijamente, su mirada perforando su alma.
—Sí —susurró. Él sonrió y se inclinó hacia delante, por encima de su
apoyabrazos.
—Así que, mientras este tipo, Angier, estaba dentro de ti, estabas imaginando
que era yo, ¿verdad? —le preguntó. Torturándola. 93
—Sí.
Por lo general, Ang era tan increíble, que era capaz de destruir cualquier otra
persona de su mente. Apenas podía pensar con claridad, y mucho menos pensar en otro
hombre. Pero Jameson la enloqueció. Se había metido debajo de su piel y se estaba
extendiendo a través de su sistema. No era una cuestión de uno es mejor en la cama que
el otro; ambos eran espectaculares. Es solo que uno de ellos inundó su mente.
Y no era su mejor amigo.
—Bien. Nueva regla. Cada vez que folles con otra persona, piensa en mí.
¿Entendido? —exigió Jameson.
—No creo que ni siquiera deba ser una regla; va a suceder por sí solo. —Tate rió.
Él le dio una sonrisa más apretada y se inclinó hacia atrás en su silla.
—Jesucristo, que necesitemos este tipo de normas, realmente dice algo sobre
nosotros —murmuró.
—Creo que son buenas ideas —le dijo. Él se rió, y fue un sonido malvado. Le
envió escalofríos por su espina dorsal.
—Piensas eso, Tate, porque eres una puta —declaró.
Ah, ahora llegamos al punto.
—Tal vez. Pero por lo menos soy responsable —bromeó.
—Eso es una paradoja —le dijo.
—Tú eres una paradoja —se burló de él, riendo.
—Eso no tiene sentido.
—Tú no tienes sentido.
—Detente, Tatum.
—Tú detente…
—No me hagas ir allí. No estoy de humor —le advirtió Jameson.
—Tal vez si vienes aquí, podría animarte —le ofreció.
—Tal vez no quiero animarme. Tal vez quiero estar de mal humor —respondió.
Ella puso los ojos en blanco.
—Suenas como un niñito que quiere joder sólo por joder —le dijo. Su cabeza giró
bruscamente hacia ella.
—¿Qué demonios acabas de decir?
—Creo que me escuchaste —le dijo con una sonrisa. Él se puso de pie.
—Creo que quieres salir herida —le respondió, moviéndose para estar de pie
sobre ella. Se levantó sobre sus codos, sonriéndole.
—Vivo para hacerte feliz —le dijo, con un suspiro melodramático. Se puso en
cuclillas junto a ella.
—¿Alguna vez tienes miedo de mí? —preguntó, su voz suave. Tate negó. 94
—No, ni siquiera un poco —le aseguró.
—A veces me pregunto si tal vez deberías —agregó.
—¿Y por qué es eso?
—Porque, tengo los sentimientos más extraños acerca de ti. Como que quiero
llevarte a todos lados y tenerte a mi lado, pero también quiero tenerte debajo de mí.
Hacerte rogar y llorar —le dijo. Mantuvo los ojos fijos en él, no movió ni un músculo.
—Suena a un plan bastante bueno para mí —susurró. Él extendió la mano y pasó
un dedo por su pierna, desde el borde de su ropa interior hasta la rodilla, y luego volvió
a subir. Su mirada observaba su dedo.
—¿Cómo te encontré? —Era obvio que estaba pensando en voz alta.
—Eso es bastante fácil; me creaste —respondió. Los ojos de Jameson laceraron
de los ella, ardiendo en azul en la habitación en sombras.
—No sabía lo que estaba haciendo, en ese momento —le dijo, y luego comenzó a
clavar sus uñas en su muslo, arrastrándolas por su piel. Ella siseó.
—Tampoco yo. Tal vez nos encontramos —dijo exhalando, dejando escapar un
suspiro cuando él levantó la mano. La movió hacia abajo, hasta el mismo punto y repitió
el movimiento. Ella ronroneó y dejó caer la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos.
—A veces, todavía no puedo creer que estés aquí, Tate. Que realmente seas tú.
Tatum O'Shea. Hija de Mathias O'Shea; La hermana pequeña de Ellie —dijo, moviendo
su mano a la otra pierna.
—No he sido ninguna de esas cosas en mucho tiempo, tal vez por eso todavía lo
sientes tan extraño —sugirió.
—Si no eres esas cosas, entonces, ¿qué eres? —preguntó. Ella pensó por un
segundo.
—Sólo Tate. Cantinera. Chica fiestera. Amiga de Ang —dijo sin parar las cosas
que venían a su mente al pensarlo.
—¿Puta? —susurró Jameson. Ella abrió los ojos.
—Oh, sí. Definitivamente eso. —Suspiró. Sus uñas fueron a su garganta, por lo
que mantuvo su cabeza hacia atrás.
—Dolor —añadió él entre dientes. Tate dio un pequeño movimiento de cabeza
mientras arrastraba una uña afilada de debajo de la oreja hasta su clavícula.
—Tal vez sólo sexo, y punto. Casi lo abarca todo —sugirió.
—Muy considerado de tu parte.
—Me gusta. Tatum “Sexo” O'Shea. ¿Por qué no? —Se rió. De pronto, su mano
estaba apretada alrededor de su garganta, con fuerza. Levantó la mirada hacia él.
Jameson estaba mirando su cuello.
—Suena bien para mí. Podríamos… —comenzó a decir, pero fue interrumpido.
La puerta de la biblioteca se abrió. Tate no tuvo que mirar para saber que era Sanders. 95
Era extraño; caminaba dentro y fuera de las habitaciones sin llamar, todo el tiempo,
pero nunca parecía intrusivo. Casi no lo notaba. Siguió mirando a Jameson, que apretó
con más fuerza su cuello. Tomó respiraciones superficiales por la nariz.
—Tokio, señor. Las reuniones a las ocho en punto. —La voz tranquila de Sanders
llenó la habitación. Jameson suspiró y, finalmente, la miró a los ojos. Ella le sonrió.
—Me tengo que ir, nena. No hay descanso para los malvados —le dijo, antes de
dejarla ir. Se inclinó rápido y la besó en la garganta antes de ponerse de pie.
—¿Tardarás? —preguntó. Él asintió.
—Probablemente. Sabes dónde está la cocina, o puedes ir a mi habitación. Si
necesitas algo, sólo pregúntale a Sanders —instruyó Jameson, mirando entre ellos. Tate
le dio la sonrisa más grande que pudo. Sanders se quedó mirando a la pared.
—Entendido. Ve a hacer mi dinero —le dijo a Jameson. Él resopló.
—Eso ni siquiera es gracioso.
Salió de la habitación y Tate se quedó como estaba por un momento, mirándolo
irse. Luego suspiró y se sentó completamente. Sanders todavía estaba de pie en la
habitación, todavía mirando a una pared. Ella le dio una mirada.
—¿Tienes una cita sexy esta noche, Sandy? —preguntó. Le gustaba molestarlo.
Lograría que sea abra a ella algún día.
—No, señorita O'Shea. —Fue todo lo que dijo.
—Te ves terriblemente bien esta noche. ¿Nuevo traje? —Lo presionó. Él se aclaró
la garganta.
—No, señorita O'Shea.
—¿Alguna vez me vas a llamar a Tate, como te pedí?
—Probablemente no, señorita O'Shea.
Ella tuvo una idea. Tenía la impresión de que Sanders y Jameson casi nunca
salían de la casa, a menos que fuera para ir a la oficina de Jameson. No estaba bien.
Jameson no le había pedido nunca que regresara a su casa, o la llevó a algún lugar
elegante. Tate amaba cada segundo que pasaba a solas con él, pero tampoco quería ser
la ropa sucia de alguien.
—¿Tienes algunos periódicos, Sandy? —le preguntó, poniéndose de pie.
—Varios. ¿Qué prefiere, New York Times? ¿LA Times? —Enlistó.
—Sólo periódicos de Boston, todos los que tengas. Y cualquier revista semanal
—añadió, pasando sus manos sobre sus piernas para sacudir el polvo de la alfombra.
Estaba de pie delante de Sanders, llevando tan sólo los calcetines altos hasta la rodilla,
ropa interior estilo bóxer, y una camiseta blanca ajustada. Probablemente debería
sentirse mal, no le gustaba que la gente se sienta incómoda; pero si Sanders estaba
incómodo, no lo demostró. En todo caso, parecía aburrido.
—¿Eso es todo? —le preguntó.
—Solo eso. Regresa rápido, es tan solitario aquí —bromeó. Él puso los ojos en 96
blanco y salió de la biblioteca. Tate se rió y luego se acercó a la chimenea, determinada
a encontrar la manera de apagarla.
Jameson regresó a su biblioteca poco más de dos horas más tarde, y estaba un
poco sorprendido. El fuego era mucho más pequeño, y las luces de arriba estaban
encendidas. Casi nunca las usaba. Tate estaba sentada con las piernas cruzadas en
medio del suelo, rodeada de periódicos y recortes. Estaba cortando algo de uno de los
periódicos, la punta de su lengua visible en la comisura de su boca.
Casi linda.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó, caminando a través del desorden de
papeles.
Ella lo miró y le dio una gran sonrisa. Tuvo que armarse en contra de eso. Si no
tenía cuidado, se iba a poner demasiado cómodo con ella, y Jameson trataba de hacer
un hábito no llegar a estar demasiado cómodo.
—¡Recortando cupones! —respondió Tate con emoción.
—¿Disculpa?
—Cuando conocí a Ang. —Empezó. Nunca había conocido al hombre, pero
Jameson ya odiaba a su mejor amigo—. Yo estaba realmente desesperada por dinero.
Mis trabajos eran horribles, era una camarera de mierda. Ahorrando hasta el último
centavo, Ang me mostró lo lejos que te pueden llevar los cupones. Va en Groupon todo
el tiempo. Vamos a lugares gratis, tenemos todo tipo de comida gratis y cosas gratis. Es
muy impresionante.
—Genial. ¿Por qué haces eso aquí, ahora? —La presionó Jameson. Ella le sonrió
de nuevo, sólo que esta vez se trataba de una sonrisa diabólica. Esa era la sonrisa que le
gustaba, la que quería borrar de una bofetada de su rostro.
—Porque voy a llevarlo a la ciudad, señor. Tú y Sanders. Vamos a salir, y vamos
a vivir como un verdadero día urban-eszco —le informó. Él rió.
—No hay ninguna puta manera que alguna vez haga eso, así que, saca eso de tu
jodida mente, ahora mismo —sugirió. Ella negó.
—Oh, vas a hacerlo, y después vamos a una cena. Ya había aceptado en ir a cenar
en casa de un amigo. Puedes venir conmigo —le dijo. Él frunció el ceño.
—¿Y si no voy? —preguntó. Tate se encogió de hombros.
—No es gran cosa. Podemos declararte el rey de todos los maricas. Y no de forma
positiva. No tienes que ir, puedo llevar a Ang como cita —le aseguró.
—Supongo que voy a ir a una jodida cena en el lado malo de Boston. Tienes dos
horas, no más —le dijo. Ella rió. 97
—¿Escuchaste eso, Sandy? ¡Saldrás de aquí! —dijo en voz alta. Jameson ni
siquiera se había dado cuenta que el otro hombre estaba en la habitación; tuvo otra
sorpresa. Sanders estaba detrás del mostrador, cortando un periódico también.
—Suena estimulante. Si ya nadie requiere mis servicios, voy a volver a trabajar
—dijo Sanders, levantándose de su asiento. Jameson asintió.
—No tenemos que hacer nada mañana temprano, así que duerme hasta la hora
que quieras —le dijo. Sanders asintió, y se dirigió hacia la puerta. Tate levantó la mano,
con la palma al revés.
—Choca esos cinco, Sandy —dijo ella, sin apartar la mirada del papel que estaba
examinando. Sanders chocó la mano y luego salió de la habitación. Jameson se le quedó
mirando.
¿Qué acaba de suceder?
—Creo que le gustas —murmuró. Tate se encogió de hombros.
—Y a la mayoría de la gente. Soy jodidamente increíble —le dijo. Él se echó a reír
y se acercó, tomándola del brazo y poniéndola de pie.
—Sí, pero por lo general, a Sanders no le gusta a nadie. —Jameson se rió, tirando
de las tijeras de la mano y sacándola del mar de periódicos.
—Pero no terminé. ¿Qué estás haciendo? —preguntó.
—Oh, ya terminaste. Tiempo que las chicas buenas vayan arriba y me muestren
lo malas que pueden ser —dijo Jameson.
—No creo que quede mucha bondad en mí. —Se burló Tate, siguiéndolo fuera
dela habitación.
—Creo que no tienes idea de lo que realmente es la maldad; casi eres demasiado
buena —respondió.
—No creo…
—Dejar de discutir, o te haré arrastrarte por las escaleras.
Tate se quedó en silencio durante unos dos segundos, y luego volvió una abogada
defensora, discutiendo todos los puntos por los que ella no podría ser buena. Jameson
dejó de moverse, sonriendo a su espalda mientras ella empezó a subir las escaleras.
Luego se inclinó hacia delante y le agarró el tobillo, tirando de su pierna debajo de ella.
Se fue de rodillas, sus manos volando para evitar golpearse.
—¡Mierda! —maldijo. Se movió unos pasos por delante de ella, y luego se puso
en cuclillas y tomando un puñado de su cabello en su mano.
—¿Por qué siempre tan empeñada en desafiarme, nena? —preguntó en voz baja
mientras jalaba su cabello, forzando su cabeza hacia la suya. Ella lo miró, una sonrisa
curvando el borde de sus labios.
—Porque siempre es muy divertido. 98
—Estás tan jodidamente loca, Tate. Algo está mal contigo, quieres ser tratada de
esta manera, te gusta ser una puta —le dijo entre dientes. Ella se rió por lo bajo en su
garganta.
—Hmmm, pero, a decir verdad, ¿qué dice eso de ti? ¿Qué quieres tratar a alguien
así? ¿Que deseas estar con una puta? —respondió.
—He hecho las paces con mis deseos.
—Como dijiste, somos la misma especie. Tuviste un mal fin de semana. Vamos
arriba y puedes descargarte conmigo —le susurró. Él tiró más fuerte su cabello, y ella
se puso de rodillas.
—Eso suena más a tu favor que al mío —señaló. Tate se rió, extendiendo las
manos para arañar su brazo.
—Bebé, todo lo que hago es darte favores. Debes sentirte bendecido, de tener
una puta tan complaciente —murmulló. Jameson resopló y la empujó hacia adelante,
obligándola a estar de nuevo sobre sus manos.
—Jodido querrás decir. Ahora jodidamente arrástrate.
Y lo hizo, todo el camino a su dormitorio.
Tal vez debería quedármela…

99
~7~
U
na semana después, Tate corrió alrededor de su apartamento, con un
cepillo de dientes saliendo de su boca. Tomó varias prendas de vestir,
metiéndolas en un bolso de gran tamaño. Se había quedado en casa de
Jameson durante la mayor parte de la semana pasada, incluso regresó
a su casa después de sus turnos en el bar, y no sabía cómo iba a ir esta semana, pero
quería ropa suficiente para cubrir todas sus necesidades. Resopló ante ese
pensamiento.
No es que use mucha ropa.
Era agosto en Boston, lo cual significaba calor y humedad, pero Jameson insistió
en mantener la casa a temperatura casi hirviendo. Ella casi vivía en ropa interior, tops
y calcetines cuando estaba allí. Si molestó a Sanders, no lo mostró, así que no lo pensó
dos veces antes de hacerlo.
También le gustaba pensar que Tate y Sanders estaban desarrollando una
especie de amistad. Del tipo en los que sólo un amigo habla y el otro simplemente
observa y dice lo mínimo. Casi una amistad.
Aquella mañana había logrado llevarlos al centro de Boston para jugar a ser
pobre con ella. Consiguió almuerzo gratis, los llevó a un mercado de domingos, obligó a
Sanders a probarse ropa ridícula. Jameson no era tan fácil, simplemente se negó a hacer
cualquier cosa.
Pero fue con ella, e incluso se rió cuando tomó la mano de Sanders y le dijo a un
empleado que acababa de proponerle matrimonio, entonces ¿podrían, por favor,
participar en el almuerzo con champán que la tienda estaba organizando para la gente
recién contratada? Jameson se rió aún más cuando realmente vendió el acto plantando
un gran beso en la boca de Sanders y todo. La parte realmente impactante fue Sanders
devolviendo el beso. Hombre descarado
Pero entonces, llamaron del trabajo a Jameson; un cliente estaba teniendo algún 100
tipo de crisis financiera. Tate lo dejó ir, pero sólo después de hacerle prometer que la
recogería a las seis. Había dicho que iría a su cena, e iba a hacerlo.
Tate trató de no pensar en ello como una cita para cenar con amigos, le gustaba
pensar que era una forma elaborada de tortura, un juego; viendo hasta dónde podía
empujarlo. Además, una pequeña parte de ella había querido ver si en realidad lo haría.
Pasaban tanto tiempo en su casa, tan sólo aventurándose en ocasiones para cenar,
estaba empezando a pensar que la estaba ocultando. Era extraño, no le importaba ser
la puta de alguien, pero odiaba la idea de ser el secreto sucio de alguien.
Dejó caer su cepillo de dientes en el fregadero y escupió el exceso de espuma de
pasta de dientes. Agua, gárgaras, escupir, y ya estaba lista. Se puso una chaqueta y se
dirigió a la puerta principal, cuando de repente oyó un fuerte golpe. Hizo una pausa,
pero los golpes no. Una voz con un fuerte acento de Boston comenzó a gritar.
—¡Sé que estás ahí dentro! ¡Abre la pue-erta!
El casero.
Tate maldijo entre dientes y comenzó a retroceder. Se dio cuenta de una nota
pegada a la nevera: “Evita la puerta de entrada. Debería estar enfadada que no hayas
pagado la renta aún, pero tampoco puedo pagar. ¡Te quiero, perra! Rus”. Tate ahogó un
gruñido y se dirigió a su dormitorio.
—¡Tatum! ¡Sé que estás ahí dentro! ¡Me debes dinero! ¡Lo quiero ahora! —gritó
el propietario. Ella corrió hacia su ventana y estaba luchando para subirla cuando su
celular sonó. Con un suspiro agravado, lo sacó y respondió.
—Estoy en la acera, ¿dónde estás? —exigió la voz de Jameson.
—Uh, aún aquí —respondió en voz baja—. Mira, ve hacia el callejón. Te veré allá
afuera.
—¿Al callejón? ¿Y por qué mierda estás susurrando?
Puso los ojos en blanco y salió a la escalera de incendios.
—¡Simplemente encuéntrame malditamente ahí! —siseó y luego cortó la
llamada.
Cuando llegó al suelo, Sanders estaba estacionado junto a ella. Tate
prácticamente cayó en el asiento trasero, la correa de su bolso de tamaño gigante
enredándose alrededor de sus piernas. Rió, sin aliento, mientras el auto empezaba a
acelerar de nuevo.
—Está bien, en primer lugar, nunca me cortes de nuevo. En segundo lugar, ¿qué
mierda está pasando? —preguntó Jameson. Ella estiró una pierna sobre su regazo,
sacando la correa.
—Mi casero estaba en la puerta. —Seguía riéndose, llevando su pie hacia su
pecho, la correa aferrada con fuerza alrededor de su tobillo.
—¿A menudo huyes de él?
101
—Sólo cuando el alquiler ya venció.
Jameson la agarró de la pierna, deteniéndola, y le quitó la correa.
—¿No has pagado tu renta, Tatum? —preguntó con voz suave. Sólo que ahora lo
conocía mejor. Jameson sólo era suave antes de hacer algo duro.
—Bueno, alguien no fue muy sincero sobre pagarme. Sólo he trabajado seis días
en las últimas dos semanas. No exactamente al nivel de los gastos, así que no podía
pagar. Tengo que empezar a hacer trabajos temporales de nuevo; tengo que pagar mi
renta, Jameson. Rus depende de mí —le dijo. Él bufó.
—No voy a darte mil dólares…
—Cuatro mil dólares.
—Cualquier cantidad de dinero en efectivo, para que seas libre. Estás loca.
Probablemente lo gastarías todo en putas y cocaína. —Ella no lo negó—. Voy a
prepararte una cartera de inversiones. Tan divertido como suena chupar pollas por
dinero a los ochenta, no creo que quieras hacer eso.
—No cambia el hecho que necesito pagar el alquiler. Necesito comer, tengo que
pagar mis cuentas. Tres días a la semana simplemente no lo cubre, te lo dije —le recordó
Tate mientras se alisaba la falda. Se había subido hasta sus caderas durante su lucha
con su bolso.
—Te alimentaré, y no te preocupes por el resto. —Fue todo lo que le espetó entes
de voltearse, mirando por su ventana. Tema aparentemente cerrado. Ella resopló.
—Eres demasiado tierno. ¿Qué es lo que te hace sentir tan dulce? —preguntó.
—Tu vida es ridícula. Adelantaste la escuela, te graduaste como mejor alumna
en tu escuela privada y fuiste aceptada en un programa acelerado de la Universidad de
Harvard. ¿Por qué estás jodiendo? Eres una maldita niña —gruñó Jameson.
Lo miró por un segundo. Parecía enojado. Como que, realmente enojado. No
tenía sentido. ¿Por qué le importaba lo que hacía? Desde que preguntó por Ellie aquella
primera noche, Jameson no le había preguntado otra cosa sobre su vida o su familia.
Estaba un poco sorprendida, incluso recordó que había adelantado la escuela. Tate le
frunció el ceño.
—Dices que es ser niña. Yo digo que es vivir mi vida como quiero —respondió.
—Pero es el camino equivocado —le informó, su voz llena de desprecio.
¿Quién diablos era él para juzgar su vida? No era lo suficientemente buena como
para ser su novia, pero ¿aun así tenía que dirigirla y emitir un juicio sobre su vida? No
lo creía. Su enojo comenzó a hervir.
—¿Quién lo dice? ¿El gran Jameson Kane? —espetó Tate, su voz fuerte—. ¿Qué,
debo vivir una vida más como la tuya? ¿Por qué demonios quisiera hacer eso? Puedo
ser quien soy, la verdadera yo, todos los días. Digo y hago lo que quiero. Te escondes
detrás de tu dinero, negocio, trajes e intelecto. Haciéndote pasar por este tipo suave,
cuando los dos sabemos que estás a dos pasos de ser un completo sociópata que… 102
No pudo terminar su frase. Él se giró sobre ella en un instante, agarrándola por
la garganta. Tate no perdió ni un segundo. Jameson Kane todavía tenía que aprender
que Tate generalmente era capaz de dar tanto como recibía. Le golpeó su brazo para
que la soltara, pero para entonces él estaba medio tendido encima de ella. Era un lío de
manos y brazos, tratando de empujarlo mientras él trataba de controlarla. Se
arrastraron sobre el asiento trasero, uno de sus brazos inmóvil bajo la rodilla de
Jameson, mientras se inclinaba sobre ella. Uso su mano libre para tomar su muñeca,
intentando alejar su mano que estaba en su garganta.
—¿Crees que me escondo, Tate? ¿Crees que finjo? —siseó, su rostro cerca del
suyo. Ella lo miró fijamente.
—No lo creo, lo sé —espetó.
—¿Y qué es lo que estás haciendo, nena? Escapaste de casa. Escapaste de tu
familia. Escapaste de la escuela. Eso es todo lo que haces, te escapas. Estoy contando los
días hasta que lo hagas conmigo —le dijo. Tate aspiró aire a través de sus dientes.
—Lo llamas escapar, yo le digo liberarme.
—Mierda. Si eso fuera cierto, no estarías tan molesta por lo que dije —señaló.
—No estoy molesta, yo…
De repente, la estaba sacudiendo. Le clavó las uñas en la muñeca y él la soltó,
pero sólo el tiempo suficiente para sujetar ese brazo entre su cuerpo y su muslo. Su
mano volvió inmediatamente a la base de su cuello y bajó su rostro para estar
directamente encima del suyo.
—Nunca me vuelvas a jodidamente mentir, Tate. Maldita chica estúpida. Pon tus
malditas manos en mí de nuevo de esa forma, y verás lo malo que puedo llegar a ser —
le advirtió, con los labios tan cerca que rozaron contra los suyos.
Sintió que su temperatura se elevaba por el techo. Jameson tenía un don extraño
que le hacía imposible que estuviera verdaderamente enojada con él. Cuanto más
enojada estaba, más quería tener sexo con él. Estaba bendecida con ello; O, mejor dicho,
estaba maldita.
—Sigues prometiendo mostrarme. Aún estoy esperando —susurró Tate. Él rió, y
la ira en sus ojos se enfrió un poco. Hubo una larga pausa mientras la miraba, y luego
hubo una tos desde adelante de ellos.
—A una cuadra de distancia, señor —dijo la voz de Sanders desde el asiento
trasero. Jameson lo miró y volvió su atención a Tate.
—Sólo quieres que me enoje, lo juro por Dios. No tienes idea de las cosas que
quiero hacer contigo —le dijo.
—Las ventanas están entintadas. A Sandy probablemente le gustaría el
espectáculo —declaró, deslizándose por debajo de él, frotando su cuerpo contra sus
piernas. Jameson levantó una ceja.
—Lo dudo. Iremos a casa, y pondré un feliz final a esta discusión —le informó.
Ella entrecerró los ojos.
—No podemos ir a casa; vamos a cenar —le recordó. Él negó. 103
—Las chicas malas son enviadas a la cama sin cenar —contrarrestó. Ella empezó
a luchar contra su peso.
—No. Aceptaste ir, así que tienes que ir. Le dije a todos que estaríamos allí —
dijo.
—¿De verdad crees que me importa un carajo? —preguntó con una carcajada.
—Eso no es justo. Acordamos esto —subrayó Tate.
—¿Por qué es tan importante? ¿Quieres que conozca a tus amigos? No me
importan tus amigos, Tate. Si crees que me preocupo por tu vida, te equivocas. La
estupidez me molesta, ya sea de ti o algún tipo de la calle, o algo en la televisión, no
importa. Creo que eres estúpida, y eso me molesta. No exageres. Iremos a casa, y vamos
a terminar esta discusión allí. La única razón por la que no te estoy follando ahora
mismo es porque tengo mucho respeto por Sanders —le espetó Jameson.
Pero no por mí.
El problema con jugar sus juegos, había aprendido Tate hace mucho tiempo, era
que la línea entre la diversión y la maldad era demasiado borrosa. Por ejemplo, Ang la
llamaba de casi todos los nombres sucios que ambos podrían pensar, pero una vez,
mientras simplemente pasaba el rato en su apartamento, hizo una observación
sarcástica de su familia, que la odiaba porque ella era una enorme puta. No le dirigió la
palabra por dos semanas. Le tomó más tiempo meterse entre sus piernas.
¿Qué era o no real? Llamándola “puta tonta” estaba bien, siempre y cuando
Jameson realmente no pensara que lo era. Saber y pensar que era una puta estaba bien,
siempre y cuando la tratara con respeto. ¿Estaba jugando un juego ahora? Si hubiera
dicho esas mismas palabras en otro momento, en una situación diferente, ya habría
estado pensando en maneras de desnudarlo en el auto. Pero no sentía como si estuviera
jugando. Si lo estaba, ya no era divertido. Sus sentimientos estaban heridos. Odiaba eso.
—Quítate de encima.
Sorprendentemente, él cumplió sin vacilar. Tate se alejó, poniendo tanta
distancia entre los dos como pudo en el asiento. Sanders estaba por estacionar en un
lugar fuera del edificio de apartamentos de su amiga. Se negó a mirar a Jameson,
simplemente acomodó su ropa.
—Oh Jesús, he tocado un nervio. No sabía que Tatum O'Shea los seguía teniendo
—dijo, su voz tranquila. Ella lo miró.
—Que te jodan, Kane —le espetó. Él rió.
—Primera ronda. Entremos, terminemos con esto.
—Yo voy a entrar. Tú puedes irte a la mierda.
—Ya veo. Te he lastimado. Interesante. —Su voz era más tranquila, sus ojos
vagando por su rostro. Ella negó.
—No, sólo me iluminó. Si soy tan jodidamente estúpida, tan jodidamente
molesta, tan poco merecedora de tu maldito respeto, quizás deberías encontrar a
alguien más con quien jugar —le dijo. 104
—Aún no. Puede que seas estúpida y molesta, pero eres un infierno en la cama
—le dijo Jameson, con una amplia sonrisa. Ella rodó los ojos y salió del auto.
Tate estaba molesta, aunque no estaba segura por qué. Sabía que Jameson no se
preocupaba por ella, ¿por qué estaba enojada porque lo había dicho en voz alta? Porque
lo hacía real. Cuando estaban solos, holgazaneando alrededor de su biblioteca, era
sencillo olvidar. Él simplemente hablaba con Tate a veces, se reía con ella. Parecía que
en realidad le gustaba por algo más que sus habilidades en la cama.
Chica estúpida.
—¿¡Qué estás haciendo!? —demandó, cuando él salió del auto del otro lado.
—Tienes razón en una cosa. Acepté venir, así que entraré. No puedo tolerar que
saques a relucir eso más tarde. Di muchas cosas sobre mí, pero no incumplo —le dijo
Jameson mientras se acercaba para estar a su lado.
—Pero ya no te quiero aquí —dijo. Él se encogió de hombros.
—Realmente no me importa. ¿Cuál es el número de apartamento?
Su visión comenzó a volverse un poco roja. Nunca había tratado con un hombre
tan terco. Si Tate quería ir a la izquierda, él iba a la derecha. Si iba a la derecha con él,
de repente decidía ir a la izquierda. A veces la excitaba. Otras veces, sólo quería matarlo.
Su juego había sido malo, un fracaso. Jameson había pasado todo el día haciendo
sus cosas "normales", y no había actuado normal en absoluto. En el fondo, había
pensado que tal vez todo lo humanizaría un poco. Error. Ahora quería herirlo. Hacerlo
sangrar un poco. No sabía si era posible, pero cuando miró por encima del hombro, algo
le dio la idea de intentarlo.
—¡Ang! —gritó, agitando el brazo en el aire. Jameson se volvió y ella se alejó.
—Gatita, ¿cómo estás? No te he visto en un tiempo —gritó en respuesta Ang, aún
un par de edificios de distancia. Ella corrió en su dirección.
—Demasiado de tiempo —respondió Tate, arrojándose a sus brazos.
—Bueno, podrías…
Ella cubrió sus labios con los suyos, arremolinando la lengua por su boca. Él la
dejó en el suelo, claramente un poco sorprendido, lento en devolverle el beso. Dio un
buen espectáculo, pasando sus manos por sus hombros y agarrando su pecho.
Finalmente logró romper el beso, empujándola suavemente. Ella le guiñó.
—Eres mi mejor amigo —bromeó. Él miró detrás de Tate.
—Oh, ¿estamos en la fase de la relación de "lo pongamos celoso”? —preguntó
Ang, echando un vistazo a Jameson. Ella negó.
—No, estamos en parte de “hagamos que sangre”. Hirió mis sentimientos. Quiero
herir su orgullo —explicó Tate.
—Contento de estar a tu servicio.
Se acercaron a Jameson de la mano. La introducción entre los dos hombres fue
gélida, en el mejor de los casos. Ang sonrió con su sonrisa de mierda, envolviendo un 105
brazo alrededor de la cintura de Tate. Ang sabía que era el más querido entre los dos.
Jameson le devolvió la sonrisa sin ganas, dejando que su mirada vagara por el cuerpo
rígido de Ang y luego hacia el más pequeño de Tate. Jameson sabía que se iría con él esa
noche, y cualquier otra noche. Ambos sabían cómo era ella en la cama. Era como estar
en medio de una discusión muy silenciosa. Sentía como si sus vellos se pusieran de
punta por toda la tensión.
—¡Dentro! Todo el mundo dentro, chop chop —les ordenó, moviendo a los dos
hombres a las escaleras por delante.
Por supuesto que fue jodidamente incómodo. Su amiga Rachel, la chica a la que
había cubierto para atender el evento de Kraven y Dunn, y la persona responsable de la
relación en la que Tate se encontraba ahora, era la que organizó la cena, y en su mayoría
era un grupo de gente de veinticinco; todos tenían trabajos parecidos, mismas vidas.
Jameson se quedó como un pulpo en un garaje. Originalmente, Tate había pensado que
sería parte de la diversión. Pero simplemente hacía las cosas extrañas. Estaba tranquilo
y taciturno, ni siquiera trataba de pretender interesarse en nada ni en nadie.
No ayudó que Ang tomara su declaración muy en serio y aprovechara cada
oportunidad para tocarla inapropiadamente. Jameson observaba con esa mirada fría y
desdeñosa, pero no dijo ni hizo nada. Sólo sonrió. Eso la ponía un poco nerviosa. Se
escapó a la cocina, donde estaban la mayoría de las otras chicas; Tate era normalmente
el tipo de dama que prefería pasar tiempo con los chicos. No esa noche. Bebió algo de
vino Pinot gris, deseando que fuera whisky, y simplemente esperó que Ang y Jameson
se mataran mutuamente, curando todas sus frustraciones.
La cena finalmente estaba servida. Jameson se sentó en un extremo de una gran
mesa. No se habían dicho una palabra directamente entre sí desde que había besado a
Ang, y Tate dudó sobre qué asiento debía tomar. Jameson resolvió el dilema cuando la
tiró de su brazo, forzándola a sentarse a su lado. No discutió. Continuó bebiendo más.
Ang se sentó frente a ellos y trató de coquetear con más decisión, pero cuando ella dejó
de responder, volvió su atención hacia Rus, que se volvió toda risueña y roja. Tate la
fulminó con la mirada.
Estúpida chica normal. Apuesto a que puede tan solo salir y tener sexo normal y
aburrido. Apuesto a que nadie la llama una puta tonta; y si lo hacía, apuesto a que no sería
tan raro que a ella le gustara.
Jameson se iluminó durante la comida, verdaderamente riendo y hablando con
algunos de los chicos a su lado. Eso hizo que Tate se sintiera un poco mejor, hasta que
él tomó su vaso de vino. Ni siquiera la miró, sólo extendió la mano y lo tomó, dejándolo
del otro lado de su plato. Al parecer, se acabó el alcohol.
Idiota.
Ayudó a limpiar, y mientras ella y Rachel lavaban los platos, todos se reunieron
en la sala de estar. Ang estaba contando una de sus historias de “un día en la vida de un
aspirante a estrella porno”, y todo el mundo se reía. Cuando echó un vistazo, incluso
Jameson tenía una sonrisa en su rostro. Ella sonrió y regresó a la cocina. Al menos
estaba fingiendo pasar un buen rato. Tal vez eso suavizaría el golpe que vendría más
tarde.
106
—Oye, Rach —dijo Tate, presionando su muñeca en su frente—. ¿Tienes alguna
aspirina o algo? Tengo un dolor de cabeza asesino.
—En mi dormitorio, tengo un poco de tylenol en el baño; tal vez algo más fuerte,
no sé qué hay ahí dentro. Siéntete libre. Ve a acostarte, si quieres. —Le ofreció Rachel,
frotándole la espalda. Tate sonrió y caminó por el pasillo.
La habitación de Rachel era pequeña, pero tenía baño privado que Tate mataría
por tener en su propio apartamento, incluso una tina. Encontró el tylenol, pero en otra
estantería del gabinete de medicina, encontró algo de vicodin. Gracias a Dios. Tomó una
píldora y la pasó con la copa de vino que había traído de la cocina.
Había dejado la puerta del dormitorio casi cerrada y todas las luces apagadas,
pero no se acostó. Caminó por la habitación de Rachel, sin husmear, pero observando
por encima las cosas que estaban a la vista. Pijama estándar, sin encaje o cuero. Su
armarío no mostraba nada de travesuras. Había una cómoda a lo largo de una pared,
con un montón de joyas en la parte superior. Tate miró, sosteniendo pendientes y
moviéndose hacia un espejo que estaba en la pared al pie de la cómoda, echándose un
vistazo.
Tatum O'Shea, linda, chica normal. Pshaw, cierto.
La puerta crujió y se abrió, la luz del vestíbulo iluminando dentro. Por el rabillo
del ojo, vio a Jameson aproximándose. Ella no dijo nada, sólo tomó un collar de la
cómoda y regresó al espejo. Luchó con el broche y él se acercó detrás, tomando el collar
de sus dedos.
—Demasiado barato —comentó. Tate se quedó mirando su reflejo mientras
apretaba el collar.
—¿Eso crees? —preguntó, presionando una mano sobre la joya. Había varios
colgantes de perlas, de longitud variable, todos conectados a los mismos extremos.
—Sí. Son falsos. Recuerdo que llevabas un juego de perlas falsas, una vez.
Necesitas uno verdadero —le dijo. Ella sonrió.
—Voy a poner eso en mi lista de tareas pendientes. Renta, utilidades, perlas —
bromeó, extendiendo la mano y desprendiendo el collar. Tan pronto en cuanto se lo
quitó, las manos de Jameson tomaron su lugar, sus pulgares enganchados en su nuca y
sus dedos se extendiéndose hasta su cuello.
—Te lastimé —repitió Jameson su declaración del auto. Ella arrojó el collar
sobre el tocador.
—Un poco. Ya casi lo superé —contestó.
—No creo que seas estúpido, Tate —comenzó, y ella contuvo la respiración, con
los fijos en los suyos en el espejo. Jameson, ¿disculpándose? De ninguna manera—. Creo
que tu manera de vivir es estúpida. Tal vez me escondo un poco, pero tú también huyes.
Eres mejor que todo esto, más inteligente que todos ellos, y lo sabes.
—Esos son mis amigos. —Su voz era suave.
—¿Puedes decirme honestamente que a veces no quieres algo diferente? — 107
preguntó.
—¿Quién no? —replicó—. Es saber el valor de lo que tienes. Las perlas falsas son
tan buenas como las perlas reales, si son dadas con buenas intenciones y amor. Si Ang
me diera el más feo, espantoso, horrible colgante de perlas falsas, lo amaría más que
cualquier conjunto de perlas verdaderas que mis padres me dieron. Ang me ama. Bueno
o malo, estúpido o inteligente, esas personas se preocupan por mí. Me preocupo por
ellos. Podría regresar mañana a Harvard y seguiría siendo amiga de esta gente, Jameson.
Él la miró por un rato, su agarre cada vez más fuerte. Casi era como si estuviera
presionándola. Parecía un poco enojado, y se preguntó si tal vez la honestidad llegaba a
Jameson más que los juegos infantiles.
—Si Angier te diera perlas, huh. ¿Y si yo te doy perlas? ¿Qué significan para ti? —
preguntó. Ella frunció la nariz. La metáfora empezaba a ser tremendamente complicada.
—Depende.
—¿De qué?
—De cuánto cuestan. Tú no me quieres, así que, para estar impresionada, mejor
que el precio en la etiqueta sea enorme —bromeó a medias. Él le sonrió burlonamente.
—Por lo tanto, ¿si te doy un colgante de perlas de $50.000, y Angier te da uno
falso de mierda, el suyo significaría más para ti, porque él te “ama”? —aclaró Jameson.
—¿¡Hay collares de perlas que cuestan $ 50,000!? —Tate casi gritó su respuesta.
—Hay algunos que cuestan mucho más que eso. Al menos sé que puedo apuntar
un poco más bajo si quiero impresionarte. —Sonrió. Ella le golpeó la pierna.
—Cállate. Y no tengas celos de Ang, sólo le gusta jugar conmigo —le dijo.
—No estoy celoso. Y se ve más como te gusta jugar con él.
—Es algo mutuo.
—Así que, te seguí el juego. Vine al centro. Vine a tu cena. Te vi besar a dos chicos.
¿Gané? —preguntó Jameson, sus dedos masajearon su piel. Ella suspiró.
—¿Alguna vez pierdes? —respondió.
—Sigo tratando de decirte que nunca pierdo —dijo.
—Ya veremos eso, todavía tengo algunos…
—¿Confías en mí, Tate? —la interrumpió.
—Sí —respondió sin dudas. Parecía un poco sorprendido.
—¿De verdad?
—Sí. Nunca me has hecho algo que no quisiera o pidiera. Por lo que puedo decir,
nunca me has mentido. Has sido sincero acerca de todo. A veces no me gustas mucho; a
veces, creo que eres el idiota más grande que he conocido. Eres maleducado, grosero y
malicioso la mitad del tiempo. Pero nunca dijiste que no lo eras; siempre dijiste ser esas
cosas. Así que sí, confío en ti —explicó. Él rió.
—Las cosas que dices, Tate. A veces es como hablar con un hombre. Me pregunto 108
si es por eso que es tan fácil hablar contigo —se preguntó Jameson en voz alta. Ella
arqueó las cejas.
—¿Soy fácil de hablar porque soy como un hombre? —preguntó. Él asintió.
—Un poco —le dijo.
—Tengo tetas muy agradables para un tipo. —Se rió, poniendo sus manos sobre
sus pechos. Él se acercó, su boca contra su oído.
—Deja de hablar. Vine a cenar. Yo gano. Tengo que cobrar mi pago —dijo.
Con un brusco empujón, la hizo hacia un lado. Cayó contra la cómoda, poniendo
sus manos para evitar golpear su cara contra la madera. Empezó a alejarse, pero la
mano de Jameson la presionó sobre el centro de su espalda, manteniéndola en su lugar.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó.
—Lo que quiero. Dijiste que confías en mí —señaló, y sintió que su otra mano
rozaba la tela de su falda.
—Cierto, pero no quiero tener sexo en el dormitorio de mi amiga —le dijo Tate
con una carcajada.
—¿Por qué no? ¿Y qué te hace pensar que vamos a follar?
—Um, estaba en una posición similar la semana pasada, y me follaste como el
infierno, eso me hace pensar que vamos a follar. Y no quiero ser irrespetuosa. Esta es su
casa, su fiesta; piensa que estoy acostada con una migraña. La puerta está abierta,
cualquiera puede vernos —le dijo.
—¿Tímida, Tate? —Jameson se rió. Ella resopló.
—No, pero como he estado diciendo, estos son mis amigos. No quiero… —Dejó
de hablar mientras le levantaba su falda. Era larga y suelta, llegaba debajo de sus
rodillas. Le levantó la tela sobre su espalda.
—No voy a follarte. Eso sería darte el gusto. Has sido muy mala. Voy a hacer lo
yo que quiera —le informó, y ella podía sentir su ropa interior se deslizarse de su
trasero.
Empezó a discutir, pero se quedó en su garganta. Levantando la cabeza de la
cómoda, estaba frente a la puerta, podía ver en el pasillo. La sala de estar estaba justo a
la derecha, y podía ver los bordes de la espalda de un par de personas. Estaba oscuro
en el dormitorio, y Jameson y ella estaban en la parte de atrás. Si alguien se volteara,
probablemente no sería capaz de ver nada. Pero si alguien venía por el pasillo… no es
bueno. Ella respiró hondo.
—Jameson, no creo que debamos hacer esto —empezó a decir, pero terminó en
un jadeo cuando dos de sus dedos se deslizaron dentro de ella.
No estaba segura de cómo esto no era darle el gusto. Él no estaba recibiendo nada
a cambio, estaba de pie detrás lo suficiente que ni siquiera podía llegar a él. Ahogó un
gemido y mordió la madera superior de la cómoda. Él curvó los dedos un poco, casi
masajeando sus entrañas.
—No te escuché discutir hasta ahora. —La voz de Jameson era oscura detrás de 109
ella. Tate negó.
—No deberíamos… hacer esto —susurró, aunque sus palabras no tenían
convicción.
—Quieres esto. Dime que me detenga, y lo haré.
Apretó los labios y canturreó suavemente. Mordió su lengua. Cualquier cosa para
evitar gritar. Su otra mano fue a su cadera y la llevó hacia atrás un par de centímetros,
lo suficiente para que pudiera pasar su brazo entre ella y la cómoda. Soltó un chillido
agudo cuando esa mano fue a su frente. Se sumergió en la humedad. Llevándola al
espacio exterior.
—Jameson —susurró su nombre, casi un gemido.
—Estás muy dispuesta a jugar para alguien que dice que no quiere hacer esto —
señaló, y ella se rió.
—Lo empezaste en el auto. Hombre malo —bromeó, y luego realmente gimió.
Echó un vistazo a la puerta. Nadie parecía haberla oído.
—Siempre malo. Recuerda eso. Jesús, Tate, ¿cómo es que estás aún tan apretada?
Todos estos años, y sigues siendo el coño más apretado que he tenido. —Gruñó,
moviendo sus dedos más rápido.
—Kegels. Todos los días —respondió, y luego tuvo que morder la madera de
nuevo. Clavó las uñas en el armario de Rachel.
—Dios, hablando de ser irrespetuoso. ¿Qué es respetuoso de ti, Tate? ¿Tu boca
de puta? ¿O tus piernas abiertas? Apenas había regresado a tu vida dos días, y me
follaste. Chica fácil de mierda. ¿Angier lo consigue tan fácil? —preguntó Jameson. Sabía
que no lo era, pero sonaba como un amante celoso. La volvía loca.
—Más fácil —mintió. Sus dedos estaban moviéndose tan rápido que sentía como
si estuviera siendo desgarrada por la mitad. Dos Tatums. ¿Cuál querría? Estaba
presionándose contra él, llegando al límite de su orgasmo. Estaba muy cerca.
—Jodida puta —maldijo.
—No deberías sorprenderte.
—¿Qué voy a hacer contigo? Jodida zorra. Lo follaste cuando no estaba. No
puedes soportar tres días. ¿Cuánto se necesita para satisfacerte? —preguntó Jameson.
Tal vez él está celoso.
—Tal vez más de lo que tienes —se burló con una voz entrecortada, jadeando
por aire.
Él se apartó y llevó su espalda contra la cómoda. Esperó sus palabras sucias, sus
dedos aplastantes, su boca enojada. Pero nada de eso pasó. La tenía encerrada,
presionando su culo contra la cómoda y su frente a su pecho. Ella lo miró, respirando
pesadamente, juntando con fuerza los muslos.
—Si eres muy buena, cuando lleguemos a casa, te dejaré terminar esto —le dijo,
pasando sus manos por su cabello.
110
—¿Huh? —preguntó, atónita. Él le sonrió burlonamente.
—Eso es todo lo que tendrás, nena. Aprenderás a no presionarme —susurró,
antes de inclinarse y besarla.
Tate gimió y envolvió sus brazos alrededor de su cintura, se aferró a él.
Le encantaba la forma que Jameson besaba. Para un tipo agresivo, a veces podía ser muy
amable con su boca. Sus labios se movieron sobre los suyos, su lengua contra la suya,
tranquila y suave. Eso hizo que su corazón revoloteara. Suspiró y pasó las manos por
sus pantalones, pasó los dedos por el cinturón y comenzó a deshacer la hebilla. Pero
entonces Jameson se alejó, tan rápido que ella tropezó. Le dio unos golpecitos en la
mejilla y salió de la habitación.
Qué. Mierda.
Estaba tan cerca de correrse, que era incómodo caminar. Su ropa interior todavía
estaba alrededor de sus rodillas. Pensó que podría haber desarrollado
espontáneamente asma, era tan difícil respirar bien, y su corazón tronaba en su pecho.
Lo peor de todo, todavía tenía una habitación llena de amigos con la cual lidiar antes de
poder irse. Probablemente tenía su expresión de “puta recién follada” en su rostro; Ang
le echaría una mirada y sabría exactamente lo que había sucedido. Mierda.
Bien jugado, señor Kane. Bien jugado.
Entró al baño de Rachel y se limpió. Roció sus mejillas con agua fría para calmar
el rubor furioso que tenía. Realmente consideró venirse allí. Pero las palabras de
Jameson volvieron a ella, acerca de dejarla terminar en casa, y nunca le gustaba
estropear su apetito.
Terminó, tarareando mientras salía del dormitorio. Weston estaba tan lejos, se
preguntó si podría convencerlo de no respetar a Sanders lo suficiente como para
hacerlo en el auto. No sabía por qué, pero le encantaba hacer que Sanders se sintiera
incómodo, sobre todo porque estaba bastante segura que no era posible. Caminó por el
pasillo, alisando la falda con las manos, pensando en otras posibilidades, cuando alguien
le siseó:
—¿¡Qué estás haciendo!?
Se volvió para ver a Ang de pie en la puerta de un dormitorio. Ella sonrió y abrió
la boca para responder, cuando de repente la agarró por el brazo y la arrastró hacia él.
Llevaba unos tacones absurdamente altos, era prácticamente tan alta como Jameson, y
tropezó, cayendo en el pecho de Ang. Trató de alejarse, pero él tenía un agarre mortal
en su brazo.
—¿Qué sucede? Te lo dije, nada de hanky panky por un tiempo. —Tate rió, pero
cuando levantó la vista, él no estaba sonriendo.
—¿Qué te pasa? En un segundo, estás encima de mí, y al siguiente, estás dejando
que te hable como si fueras una especie de insecto mientras te viola —gruñó Ang. Ella
hizo una mueca.
—Oh Dios. ¿Viste? —Se quejó. Ang asintió.
—Sí, jodidamente vi. Tenía la mano tan dentro de ti que pensé que estaba
revisando tus amígdalas. ¿Qué mierda, Tate? Estás en una fiesta con tus amigos, ¿y que 111
ni siquiera tienen la maldita decencia de cerrar la jodida puerta? —espetó. Ella estaba
un poco sorprendida.
—Um, perdóname, pero hace media hora, ¿no agarraste mis pechos, y anunciaste
a todos al alcance del oído que tenía las mejores tetas que has visto? —señaló.
—Fue una puta broma, Tate, con las personas que nos conocen y saben cómo
somos. Si hubiera sabido lo bien que asumes ser realmente una puta, no me habría
molestado con tus pechos; simplemente te hubiese follado en la mesa del comedor —
siseó. Ella jadeó.
—¡Ang! ¿¡Qué te pasa!? —exigió.
—¿Cuál es el problema? Dejas que él lo haga. ¿Cuándo es mi turno? —preguntó.
—¡Qué mierda! ¿¡De dónde viene esto!? Nunca has tenido problema con que
duerma con otros chicos —señaló, apartando su brazo de su agarre. Él se pasó una
mano por el cabello.
—Porque. Dejas que un tipo que apenas conoces hace como dos semanas te haga
una prueba de Papanicolaou en la cena de tu amiga, en una habitación abierta, con una
puerta abierta. Ni siquiera realmente lo conoces —le dijo Ang. Ella negó.
—Lo conocí por dos años, y todo lo demás no es de tu maldita incumbencia —dijo
entre dientes.
—Tal vez si te trato como un pedazo de mierda, y te follo cuando y donde quiero,
me malditamente escucharás de vez en cuando —respondió entre dientes. Ella le dio
una bofetada.
—Basta.
Ambos voltearon la cabeza a un lado. Jameson estaba de pie en la puerta, con las
manos en los bolsillos, esa expresión aburrida, perfecta y sin paciencia en su rostro.
Tate estaba avergonzada de ser atrapada discutiendo por él. Ang no se veía incómodo,
se veía molesto. Cuando Jameson comenzó a adentrarse en la habitación, Ang se lanzó
hacia delante. Tate fue rápido para llegar entre ellos.
—Él tiene razón, ¡basta! ¡Sólo detente! —dijo ella en voz alta, esperando que
nadie llegara a escuchar en la sala de estar. Que incómodo.
Y es por esto que no participas en actividades sexuales en las reuniones sociales de
cortesía de nuestros amigos.
—Sabes —comenzó a decir Jameson, aclarándose la garganta—. Parece que
realmente tienes algo que decirme. He estado aquí, esperando toda la noche para esto.
Sabía que llegaría. Pero en cambio, te desquitaste con la persona que sabías que no
lucharía de verdad.
Observó la ira subir por el rostro de Ang. Vio todo su cuerpo tensarse, un rubor
arrastrándose hasta su cuello. La reacción de Tate fue automática, levantó una mano y
la apretó contra su pecho, frotando suavemente. Eso nunca fallaba en calmarlo. Ambos
hombres la fulminaron con la mirada, y ella hizo una mueca. 112
—Nadie va a pelear. Ang, estás siendo un idiota. Si quieres hablar, podemos
hablar, más tarde. Si quieres seguir siendo un idiota, bueno, entonces podemos hablar
de eso más tarde también. Pero por ahora, esto terminó —afirmó. Él la miró por un largo
rato, y luego asintió, dando un paso atrás. Jameson rió.
—Puede que hayas terminado con ella, pero no conmigo. Si alguna vez la tratas
así de nuevo, tú y yo vamos a tener una charla. ¿Entendido? —exigió Jameson, sus ojos
como cubos de hielo mientras miraba a Ang.
—¿¡Estás jodidamente bromeando!? —gritó Ang. Tate puso las manos sobre el
pecho de Jameson y comenzó a empujarlo fuera de la habitación.
—Nos vamos —gruñó ella, obligándolo a ir al pasillo.
Para su sorpresa, no se resistió. Le tomó la mano y la llevó detrás de él,
caminando directamente a la puerta. Mientras tomaban sus abrigos, Tate logró sonreír
y actuar medio normal. Jameson no dijo una palabra, sólo salió por la puerta. Tate se
despidió e inventó una excusa que él tenía una emergencia de trabajo. Cuando salió al
porche, vio Ang salir de la habitación. Lo miró y luego se dio la vuelta, apresurándose
por las escaleras.
—Bueno, eso fue mejor de lo esperado —comentó Jameson con voz seca, una vez
que estaban en el auto. Ella dejó escapar un grito de frustración.
—¡No puedo creer que haya hecho eso!
—Está celoso.
—¿¡Pero por qué!? Literalmente he follado chicos delante de él. Ha estado allí
durante novios, rupturas, rapiditos y los horribles… —Dejó de hablar.
—Porque soy el primer hombre por el que realmente se siente amenazado —
explicó Jameson. Ella se giró para enfrentarlo.
—¿Es por eso que ya no estás molesto? Dijo que me trataste como la mierda —
señaló. Jameson rió.
—Te trato como una mierda, casi la mitad del tiempo. No estoy molesto porque
estás en el auto conmigo, y él está en ese apartamento solo. Gané —dijo, pasando los
dedos por su cabello.
—Estás ganando en todo, esta noche —dijo Tate. Él la atrajo hacia sí.
—Te lo dije, siempre gano.
Lo empujó a su asiento de nuevo y se sentó a horcajadas sobre su regazo. Era
como si de repente estuviera ansiosa por devorarlo. Lo besó y lamió su boca, se
apresuró en quitarle la chaqueta. Pero cuando empezó a deshacer su cinturón, la agarró
por las muñecas y le sujetó las manos detrás de su espalda. Ella se quejó en protesta.
—No quiero esperar hasta Weston —dijo sin respiración, apoyándose contra él
y pasando sus dientes por su cuello.
—Al apartamento de la señorita O'Shea, Sanders —dijo Jameson en voz alta.
Estaba sorprendida. Nunca quería ir a su apartamento. Odiaba el lugar donde 113
vivía, odiaba esa parte de la ciudad. Casi pensó que iba a simplemente dejarla para
prolongar su castigo. Sin embargo, cuando llegaron allí, salió del auto con ella, y la siguió
por las escaleras.
—¿Te vas a quedar por la noche? —preguntó, sintiéndose mareada mientras
abría todas las cerraduras de la puerta.
—El tiempo que quiera. —Fue todo lo que respondió, abriendo la puerta y
pasando a su lado.
Se movió por delante de ella en la habitación. Su apartamento era pequeño, dos
dormitorios y un baño; ni siquiera tenía tina. La cocina era lo suficientemente grande
para que una persona cocinara cómodamente; una persona pequeña. Pero estaba
limpio, y era lindo, y podía pagar su parte.
A veces.
—No suelo traer gente aquí —dijo Tate, pasándose la lengua por el labio inferior
mientras cerraba la puerta. Sentía como si tuviera la boca de algodón. Incluso después
de todo el tiempo que habían pasado juntos, todavía tenía la capacidad de ponerla
nerviosa.
—¿No? —preguntó, deteniéndose en medio de la sala de estar. Ella negó, dejando
su bolso en una silla.
—No. Es como… mi espacio. Yo. Nunca he acostado con un chico aquí. Ni siquiera
Ang —dijo rápidamente.
—Eso es una sorpresa.
—Lo hicimos una vez en el pasillo, fuera de la puerta. Él organizó…
—Jesús, Tate, con la frecuencia que hablas de este tipo, estoy empezando a
pensar que tal vez debería follar con él, ver qué tan gran cosa es —espetó Jameson. Ella
rió.
—Quizás deberías. Probablemente le gustaría —le dijo.
—Oh, estoy seguro que sí.
—¿Puedo ver?
—Tatum. Ven aquí.
Era una orden y le hizo caso. Cuando llegó a su lado, le pasó la mano por su brazo,
más allá de su cuello hasta las hebras de su cabello. Cuando llegó a la parte posterior de
su cabeza, tomó un puñado, juntando su cabello. Pero no jaló. Ella lo miró fijamente.
—¿Qué estás esperando? —preguntó.
—Si escucho su nombre, una vez más esta noche, lo juro por Dios, voy a hacer
que te arrepientas —le dijo Jameson en voz baja.
Parece que alguien está celoso. ¿Juego nuevo?
—¿Qué pasa si no digo su nombre, y simplemente me refiere a él? —preguntó
Tate. El afianzó el agarre en su cabello, tirando un poco.
—Tate.
114
—Dijiste “escuchar su nombre”, por lo que técnicamente, podría simplemente…
Usó el puño en su cabello para empujarla hacia adelante. Ella tropezó en el
pasillo, y no necesitó más impulso. Empujó y abrió la puerta de su dormitorio, apenas
bajando su falda antes que él la tomara por detrás. Se estrellaron contra la cómoda y
Tate extendió los brazos para evitar caerse.
—¿Por qué te gusta presionarme? —gruñó Jameson, levantando su cabello para
poder morder su nuca.
—Porque me gusta cómo reaccionas —susurró.
Él le dio la vuelta y le quitó su camiseta sin mangas sobre su cabeza. Todo fue un
tira y afloja después de eso. Le desabrochó el cinturón y bajó sus pantalones al suelo. Se
quitó la camisa y lo empujó hacia atrás, sobre la cama. Bajó rápidamente sus bragas y
luego se sentó a horcajadas sobre su regazo, dejando que sus zapatos cayeran al suelo.
Ella no perdió el tiempo, simplemente agarró la base de su pene y se sentó encima. Dejó
escapar un grito, aferrándose inmóvil a él.
—A veces pienso que ni siquiera me necesitas para ser malo contigo; haces un
buen trabajo por tu cuenta. —Jameson rió en su oído. Extendió la mano a la parte
posterior de su cabeza y tomó un puñado de su cabello.
—Cállate.
—Entiendo lo que estás haciendo, ¿sabes? Sé cuando me estás provocando —le
informó. Ella movió sus caderas y fue recompensada al verlo parpadear rápidamente.
—¿De verdad? Entonces, ¿por qué por lo general caes? —preguntó ella, un poco
sin aliento mientras movía sus caderas más rápido.
—Porque todo esto es en mis términos, y a veces me gusta mimarte —respondió.
Ella no podía responder. Cuando estaba encima de él, su pene llegaba a puntos
en su interior que realmente podrían haber sido portales a otras dimensiones. No podía
pensar ni respirar. Simplemente jadeaba, moviéndose de un lado a otro. Pero después
de un par de minutos, algo no estaba bien. Estaba peligrosamente cerca de llegar, pero
él aún estaba sentado muy quieto. Manos en sus caderas, en silencio. Jameson nunca era
silencioso.
—¿Qué estás esperando? —jadeó contra su boca.
—Estas molesta. Estoy enojado. Es demasiado fácil —le respondió, arrastrando
sus labios por su hombro. Ella rió.
—Es demasiado fácil, señor Kane.
Él la miró juguetonamente.
—Esa jodida boca. A veces, lo juro, estás viendo si alguna vez en realidad te
golpeo. —Se rió.
—Hazlo.
No sabía quién estaba más sorprendido, Jameson o Tate. Pero lo había dicho. Ella
dejó de moverse, mirándolo a los ojos. Lo había dicho como una broma. ¿Realmente
quería que la golpeara? Era como otro reto. Él no pensaba que podría tolerarlo, no 115
pensaba que pudiera resistirlo. Tate no creía que alguna vez él realmente lo haría, nunca
dejaría de contenerse.
—Nena, no quiero golpearte —murmuró Jameson.
Tate le dio una bofetada.
Una vez más, sorpresa en el rostro de ambos. No lo había golpeado fuerte, fue
más ruido que otra cosa. Pero sus ojos eran fuego cuando se posaron en ella. Se habría
reído, si no hubiera estado tan nerviosa.
¿Qué está mal conmigo?
—Al menos uno de nosotros no tiene miedo. —Ella intentó de ocultar sus
nervios. Él rió con malicia y oscuridad. Satán estaba en la habitación.
—Ahora, esa es una puta mentira —dijo entre dientes.
Ella lo abofeteó de nuevo.
Soy suicida.
—Se siente bien estar al mando por una vez, Kane. Al menos uno de nosotros no
es un marica —le espetó.
—Tatum, no estoy jodiendo, no…
Lo abofeteó con fuerza, y sin dudar él le devolvió la bofetada. Antes que su cabeza
siquiera girara completamente a un lado, Jameson tenía una mano acunando su
mandíbula, obligándola a mirarlo. Sus ojos ardieron en los de ella. No la había
abofeteado con fuerza, realmente no. Pero, aun así. Su ritmo cardíaco se duplicó.
—Nunca más me vuelvas a golpear, ¿entendido? —dijo lentamente y en voz
grave. Bajó la mirada hacia él, con los ojos entornados. Se sentía drogada.
—No puedo prometer nada.
La giró, aplastándola en el colchón. Ella gritó cuando se deslizó en su interior,
una de sus manos inmediatamente sujetándola por el cuello, la otra aferrándose a su
muslo. Ella abrió la boca al ritmo de sus embestidas.
—Jodida Tatum. Maldición. Vete a la mierda. Jodidamente intentaste golpearme
en mi auto. Me diste un puto golpe aquí. ¿Quién mierda te crees que eres? ¿Con quién
mierda crees que estás lidiando? —exigió Jameson.
—Contigo. Sólo contigo —gimió, rastrillando sus uñas sobre sus pechos.
—Jodida perra estúpida, no puedo creer que hiciste que te pegue —siseó.
Si ella hubiera sido capaz de comprender lo que estaba diciendo, probablemente
lo habría abofeteado en ese momento. Sólo para dar énfasis. Pero no podía comprender
nada; con cada estocada estaba de camino a una de esas otras dimensiones que había
pensado anteriormente.
—Creo que… te gustó —dijo sin aliento, arqueando su espalda sobre la cama. Su
mano bajó de su garganta a su esternón, presionándola con fuerza al colchón.
—Y una mierda. Joder. Le diste un puto beso. No podía jodidamente creerlo. Casi
te arrastré al auto e iba a follarte justo frente a él; probablemente te gustaría, ¿verdad? 116
Le diste un puto beso frente a mí, ¿en qué estabas pensado? Estúpida jodida zorra —
gruñó.
Ah. Todo volvió a Ang. Estaba enfadada con Ang y consigo misma; así que quería
que la trataran mal. Jameson estaba enojado con Ang y con ella; quería tratar mal a
alguien.
Somos una pareja hecha en el infierno. Puede ser Satán, pero yo soy Lillith.
Se apartó y la volteó, obligándola a estar sobre su estómago. No tuvo la
oportunidad de moverse antes que él levantara sus caderas en el aire y empezara a
embestir con fuerza, su pene tocando fondo en el primer empujón. Tate gritó, golpeando
una mano contra la pared al frente. Era doloroso. Era sexy. Era agresivo. Le encantaba.
Intentó levantarse, pero él la empujó, su mano en la parte posterior de su cabeza.
Extendió una mano hacia atrás para tocarlo, y él la agarró, presionando su mano contra
su rostro. No podía ver nada. Sólo podía sentir.
Lo único que sentía era él.
—Quiero que vengas, Tate. ¿Vas a venirte para mí? —espetó a su espalda,
dejando ir su cabeza y arrastrando sus uñas a lo largo de su espalda.
—Sí, sí —gritó.
—Siempre te vienes para mí. —Siguió arrastrando sus uñas por la misma ruta,
una y otra vez.
—Sí.
—Es más de lo que merece, puta.
—Sí.
—Eres tan buena para mí —murmuró. Ella dejó escapar un sollozo.
—¡Oh Dios mío!
Se vino, todos los ejercicios de Kegel que le había contado, exprimiendo y
apretando su pene en su lugar. Él fue tan profundo como pudo y luego se detuvo, con
una mano sosteniendo su cadera. Ella gritó y jadeó, golpeando una mano sobre el
colchón. El orgasmo duró una eternidad, la destrozó. Dolor invadiéndola. Durante todo
el tiempo, él pasó las uñas por ese camino en su espalda. Rasguñando una capa de piel,
exponiendo una parte de su alma. Robándosela. O simplemente tomándola de regreso.
Houston, tenemos un problema.
Mientras ella seguía temblando y tratando de averiguar qué demonios estaba
sintiendo, salió de su interior. No tenía la energía para preguntar qué estaba haciendo;
simplemente se derrumbó, inhalando. Después de un minuto, sintió una mano en su
tobillo y de repente la bajó de la cama. Ella se aferró con las uñas a las sábanas,
llevándose una. Aterrizó en un montón de ropa, la manta cayendo por sus hombros. En
el momento en que pudo controlarse, vio Jameson sentado en una silla en la esquina de
su habitación.
—Ahora que eso está hecho —dijo con voz tranquila y suave, plantando sus pies 117
muy separados y poniendo sus manos sobre las rodillas. Su erección estaba
complemente firme y dura, y tuvo problemas en evitar mirarlo fijamente.
—Um… ¿qué? —Tate logró decir con la voz ronca.
—Vas a arrastrarte hasta aquí, en tus manos y rodillas. Y vas a chupar mi polla,
como si tu vida dependiera de ello. Si decido venirme para ti, vas a tragar hasta la última
gota. No te vas a mover. ¿Entendido? —le dijo.
Ella no respondió. En cambio, simplemente empezó a arrastrarse.
Tatum O'Shea, siempre una chica tan linda y normal.

118
~8~
J
ameson pasó la mayor parte de la semana siguiente en Los Ángeles.
Necesitaba espacio. No podía pensar bien, no cuando ella estaba cerca.
Tate había seguido sus instrucciones esa noche, tragó la última gota
que él tenía para ofrecer. Dijo lo que quería sobre su vida, Tate había
conseguido algunas cosas buenas de vivir al margen de la sociedad; daba las
mejores mamadas que alguna vez tuvo el privilegio de recibir.
Ella se tumbó en el suelo un rato después, y al final se tumbó a su lado. Y
simplemente charló con ella. Le dijo que parte de la razón por la que lo había sacado de
la ciudad para conocer a sus amigos, era porque estaba empezando a sentirse como su
secreto sucio, estar escondida en su casa.
Estúpido. No era que Jameson se avergonzara; simplemente no le gustaba estar
con otras personas. Llano y simple. Odiaba salir de su casa, sin importar si Tate estaba
o no allí. Ni siquiera se trataba de Tate. Le recordó que, si pensaba que algo estaba
relacionado con ella, probablemente no lo era. Se había reído de él.
Le contó historias "aterradoras" sobre su primer año viviendo sola en Boston.
Jameson le contó historias "aterradoras" sobre la primera toma hostil que había
supervisado. Ella le preguntó si había tenido algún problema con su familia, y admitió
que había tratado con su padre varias veces, pero nunca habían hablado de Tatum, ni
de ninguna de las O'Shea. No se le había ocurrido preguntar, pero a juzgar por la forma
en que hablaba, su padre no habría sabido nada sobre ella, de todos modos.
A mitad de camino a través de una historia muy aterradora sobre ella
perdiéndose en el peor barrio de Boston, escucharon la puerta abrirse. Se miraron
mientras escuchaban a una borracha Rusty tropezando por la sala de estar. Hubo
algunas risitas. y luego una voz de hombre. Pasos por el pasillo, un poco de ligeras
bromas sexy. Jameson apretó una mano en la boca de Tate, para evitar que riera en voz
alta. 119
Cuando empezaron los gemidos, casi se rió. Dios, ¿cómo es que la gente tenía
sexo de esa manera? “Eres tan hermosa”, “Eres tan increíble”, “Oh Dios mío, ¡tú eres tan
increíble!”, “Oh Dios mío, ¡tú eres tan hermosa!” Gemido, gemido. Jadeo, jadeo. Tate
estaba casi convulsionando bajo su mano, riéndose con todo. Sonaba ridículo, y peor
aún, sonaba falso. Jameson no entendía el sexo malo; ¿por qué no detenerse? Pero los
resortes de la cama seguían chirriando, la cabecera golpeando a un ritmo apagado.
Jameson se había puesto encima de Tate y comenzó a burlarse de los ruidos de
la habitación de al lado. Resopló y se ahogó para no reírse, trató de apartarlo de encima,
pero cuando él palmeó su pecho, dejó de ser un juego. Apartó sus piernas, bajó sus
dedos y los deslizó en su interior. Ella mantuvo sus labios juntos y gimió en su garganta.
Le susurró que ella era hermosa, que ella era increíble. Pero era diferente de sus
vecinos; Jameson lo decía en serio. No sabía qué pensar. Nunca la había tratado así
antes, como si fuera delicada o especial. Pero estaba empezando a darse cuenta que
significaba ambas cosas para él.
A la mañana siguiente, se despertó antes que ella. Se habían movido a la cama en
algún momento y se habían quedado dormidos. Tate había estado justo a su lado, la
cama no era muy grande, tal vez de dos plazas. Estaba acostumbrado a una king. Había
estado tendida sobre su estómago, con un brazo y una pierna colgando del costado. Él
la había visto dormir un rato, sus ojos vagando por las marcas de arañazos marcadas en
su espalda, sobre las contusiones de un lado de su cuello. Le permitía hacerle tantas
cosas. Con el tiempo, ella querría algo a cambio, y ese pensamiento le daba miedo.
Se escapó sin despertarla. Se detuvo en la oficina de su casero, se ocupó de su
situación de alquiler. Si no podía actuar como un adulto, podría serlo por ella, pensó.
Llamó a Sanders y la llamó al celular, le dejó un mensaje de voz. No quería que lo acusara
de huir. Eso no era lo que estaba haciendo.
Al menos, no lo creía.
Así que voló a Los Ángeles, trató de olvidarse de ella durante un par de días. Se
estaba apegando demasiado. Cuando la había visto en la reunión con sus abogados,
cuando había sabido que iba a dormir con ella otra vez, había empezado a pensar en
Tate como una posesión. Algo que había creado, algo que le pertenecía. Linda para jugar,
divertida para bromear, pero nada más que eso. Sin embargo, ahora, empezaba a
parecer mucho más.
No creía que estuviera bien. Jameson no quería apegarse, a ninguna mujer. No
quería necesitar a nadie, y menos aún a Tatum O'Shea. Así que se dispuso a distraerse.
Consultado en algunos negocios con los que estuvo involucrado, fue a algunos eventos,
asistió a una gala. Conoció a muchas mujeres. No funcionó muy bien. Todavía pensaba
mucho en ella. Su cuerpo, su risa, sus pequeños juegos.
Estaba un poco sorprendido que no lo hubiera llamado, y entonces se dio cuenta
que Tate nunca lo había llamado. ¿Había dado la impresión que no se le permitía? A
veces no era enteramente consciente de cuán imbécil estaba siendo, en cualquier
momento dado. Al cabo de tres días, su curiosidad se apoderó. 120
—Sanders —espetó Jameson a través de su suite de hotel. Un momento después,
la cabeza del otro hombre se asomó por la puerta.
—¿Sí? —preguntó.
—¿Has hablado con Tate? —preguntó Jameson, mirando algunos periódicos.
—¿Qué? No. ¿Debería hacerlo? —preguntó Sanders, sorprendido. Jameson había
pensado que tal vez lo había llamado; los dos habían desarrollado una extraña clase de
camaradería, era más extraño por el hecho que Sanders casi nunca hablaba. Pero era
obvio que ella le caía bien, disfrutaba de su compañía.
—No. Dame tu teléfono —dijo Jameson, tendiéndole la mano. Sanders entró en
la habitación y le entregó su teléfono. Eran las cuatro en LA, lo que significaba casi noche
en Boston.
—¿Está todo bien? —preguntó. Jameson asintió, marcando el número de Tate.
Contestó al cuarto tono.
—Guten Abend, haben Sie mueren correo de voz-caja erreicht… —Su voz comenzó
a parlotear en alemán.
—¿Qué mierda estás haciendo? —la interrumpió.
—¿Jameson? —Se oyó risa en su voz.
—Sí. No sabía que hablabas alemán —dijo.
—No sé, sólo conozco esa línea. ¿Tienes teléfono nuevo?
—No, estoy usando el de Sanders. ¿Por qué contestaste en alemán?
—Siempre hago eso, cuando es un número desconocido —le dijo.
—Eso es ridículo —dijo bruscamente.
—Aw, me echas de menos, ¿verdad? Es por eso que estás susurrando palabritas
dulces en mi oído —bromeó.
La echo de menos.
—No seas estúpida. ¿Qué estás haciendo? —preguntó, levantándose de su silla y
saliendo al balcón.
—Viendo una película con Ang —respondió.
Se arreglaron rápido.
Jameson no era tan inmune a Ang como le gustaba fingir. Ella tenía razón, estaba
celoso. Cuando había besado a Ang, Jameson casi perdió el control. Y cuando regresó al
apartamento, oyó cómo Ang le hablaba, había tomado todo lo que tenía no destruir al
joven. Había querido golpear a Ang hasta acabarlo en el suelo. Jameson podía hablar
con Tate de esa manera, pero nadie más podía hacerlo. Sólo él.
Un pensamiento escalofriante.
—¿Estás segura que sólo están viendo una película? —preguntó, pasando su
mano por la barandilla. Ella rió. 121
—No lo sé, déjame comprobarlo. Ang, ¿estamos viendo una película o teniendo
sexo? —Su voz se alejó del teléfono.
—Definitivamente follando. —Se oyó una respuesta a lo lejos. Hubo ruidos
ahogados y Tate se echó a reír, de nuevo al teléfono.
—Está mintiendo. Estamos viendo “Las Locuras del Emperador” —explicó.
—¿La película de Disney? —preguntó Jameson, frunciendo el ceño.
—Mmm hmmm.
—¿Por qué estás viendo caricaturas?
—Porque me gustan. Y estamos realmente drogados —le dijo. Él gimió.
—Jesús. Es por eso que no puedo dejarte sola —murmuró al teléfono.
—Entonces, tal vez no deberías —contestó con voz ronca. Jameson hizo una
pausa durante un rato largo y pudo oírla levantarse. Moverse. Irse a un lugar tranquilo.
—No puedo llevarte a todas partes conmigo —le dijo en voz baja.
—No. Pero tampoco tienes que irte tanto —contestó. Él sonrió.
—Creo que me extrañas, Tate —bromeó en respuesta. Ella resopló.
—Extraño partes de tu anatomía. ¿Cuándo regresas a casa? —preguntó.
Mentirosa.
—Dos días. ¿Crees que puedes esperar tanto tiempo? —preguntó. Ella rió.
—Probablemente no. Estoy a punto de empezar a frotarme contra objetos
inanimados.
—Dios, eres tan obscena. Sucia. Voy a follarte tan duro cuando llegue a casa. —
Se rió.
—Promesas, promesas —murmuró Tate.
—Dos días. Te quiero en mi casa a la una. Lleva traje de baño.
—¿En serio?
—¿Por qué me haces repetir?
—Dos días. A la una en punto. Traje de baño. Lo tienes, jefe.
Jameson no se despidió, simplemente terminó la llamada. Oír su voz lo hizo feliz.
Hace siete años, si alguien le hubiera preguntado si pensaba volver a ver a Tatum,
habría dicho que no. Y ahora estaba durmiendo con ella regularmente, y pensando en
sus palabras. Estúpido, estúpido hombre.
—Sanders —espetó, regresando a la habitación.
—¿Sí? —respondió el otro hombre, tomando su teléfono cuando Jameson se lo
tendió.
—Llama a Dunn. Llama a los otros asociados. Llama a mis abogados. Vamos a
tener un evento cuando llegue a casa. Comida y bebidas en la piscina, si el tiempo lo
permite —dijo. Sanders parecía sorprendido.
122
—Lo siento. Vamos a tener… ¿qué? —preguntó. Jameson se echó a reír.
—La señorita O'Shea parece pensar que es mi pequeño y sucio secreto. Vamos a
demostrarle que no lo es —explicó Jameson. Sanders lo miró un momento.
—Realmente te gusta, ¿no? —preguntó. La risa de Jameson se desvaneció.
—Sabes que odio ese tipo de preguntas. Ahora ponte a trabajar.
—Está bien, voy a llamar a todo el mundo y encontrar un lugar para que se
encargue de los detalles. ¿Qué hago al respecto a tu arreglo para esta noche, las
hermanas Harmon? —preguntó Sanders, tomando un libro de citas y abriéndolo.
—¿Qué con eso? —preguntó Jameson, caminando hacia su armario y revisando
su ropa.
—¿Quieres cancelar? —continuó Sanders.
—¿Por qué carajo querría hacer eso? —exclamó Jameson, volteándose. Sanders
se encogió de hombros.
—Tu reciente llamada telefónica, la fiesta. Pensé que tal vez… —Empezó a decir.
—Pensaste mal. Ahora ve, tienes una fiesta que planificar.

Dos días después, a la una y media, Jameson estaba en su porche. Sus brazos
estaban cruzados sobre su pecho y llevaba un par de gafas de sol costosas. Su patio
trasero estaba lleno de una veintena de sus amigos y colegas, la mayoría con sus
respetivas parejas, pero él estaba esperando a una persona específica.
Y llegaba tarde.
—¿Te llamó? —preguntó. Sanders apareció en su línea de visión.
—No. Sigues preguntándome eso. ¿Por qué me llamaría la señorita O'Shea? —
respondió Sanders. Jameson se encogió de hombros.
—Le gustas, ustedes son amigos —respondió.
—También le gustas.
Jameson frunció el ceño.
Finalmente, diez minutos más tarde, un taxi se detuvo en la entrada. Jameson
sabía que siempre podía enviar a Sanders a buscarla, pero entonces todo el proceso
llevaría el doble de tiempo. Además, necesitaba un poco de responsabilidad; le tocaba
a ella llamar al taxi, subir y llegar aquí. Francamente, se sorprendió que pudiera hacerlo
en absoluto.
—Lo siento, realmente no fue mi culpa esta vez. —Tate se rió mientras salía del
asiento trasero. 123
—Claro que no —respondió, frunciéndole el ceño.
Llevaba los mismos pantalones cortos que llevaba cuando había ido a su bar, y
una blusa negra con un bikini negro debajo. Tenía unas ojotas en los pies, un bolso
ridículamente enorme y gafas de aviador tan brillantes que podía ver su reflejo.
Mientras hablaban, levantó su cabello en una coleta descuidada. Lucía completamente
diferente de cualquier otra persona en la casa.
Quería devorarla.
—Realmente no es culpa suya, señor —dijo el taxista, saliendo del auto. Todos
se volvieron hacia él—. Una llanta explotó en la autopista. Tengo un nervio delicado en
la espalda. La joven cambió el neumático por mí. Sin cargo por el viaje.
Jameson se volvió hacia Tate con las cejas levantadas. Ella sonrió ampliamente y
flexionó sus brazos como un fisicoculturista, besando uno de sus bíceps. Se rió e hizo
un gesto para que Sanders pagara al hombre de todos modos.
—¿Has cambiado un neumático, vestida así? —preguntó mientras la llevaba a la
casa. Ella echó la cabeza hacia atrás y rió.
—No, me cambié con un overol. Sí, así, Jameson. No tenía más elección. ¿Siquiera
sabes cómo cambiar un neumático? —preguntó. Él jaló su cola de caballo.
—No juegues conmigo tan temprano, tenemos que actuar respetable por un
tiempo —le dijo.
—¿Por qué?
Pero no tuvo que responder. La parte trasera de la casa era un invernadero que
estaba detrás de su piscina y patio trasero. Ella soltó un silbido. Había mucha gente en
el césped, riendo y sonriendo. Gafas brillando y personas conversando, parecían estar
pasando el mejor momento de sus vidas. Jameson Kane raramente invitaba gente a sus
casas privadas. Tate permaneció inmóvil, contemplando todo.
—¿Asustada, nena? —susurró Jameson. Ella negó.
—No, pero, ¿por qué? ¿Por qué estás haciendo esto? —preguntó.
—Dijiste que te trataba como un secreto. Esta es toda la gente que conozco en
Boston. A excepción de Angier. Olvidé invitarlo —dijo Jameson, su tono lleno de
desprecio. Ella bajó sus gafas y le dio una mirada.
—Pero, ¿por qué? —presionó.
—No eres un secreto para mí, Tate. No me avergüenzo de ti ni de lo que hacemos.
Estás dos pasos por encima de ser una empleada de todos modos —señaló. Ella resopló.
—Les pagas a los empleados, y no he visto un puto dólar. Comí macarrones con
queso TODO el fin de semana —le dijo.
—Lo que sea. Estoy siendo amable. Esta puede ser tu única oportunidad de verlo
en acción —le advirtió. Ella respiró hondo.
—No soy como estas personas, Jameson. No encajaré. Estoy muy halagada, y esto
significa mucho, que hicieras esto. Es muy dulce. Pero… —Dejó incompleta la frase.
124
Está asustada.
—Bien. Hice mi declaración. No tienes que ir allí. Ya que estás asustada. Y bueno,
ahora sabemos realmente quién es el gran cobarde —se burló.
Tate se volvió para mirarlo, empujando sus gafas sobre su cabeza. Se desabrochó
lentamente la camisa y la dejó caer al suelo, luego se quitó los pantalones cortos por las
caderas. Llevaba un bikini negro, los extremos en dos tirantes que se curvaban
alrededor de sus caderas. Tenía un cuerpo increíble, y el verano abrasador le había dado
un bronceado asesino. Bebió la vista de ella.
—No tengo miedo. Al final del día, le gustaré a esas personas más de lo que tú a
ellos —le informó. Él rió.
—No lo dudo. Pero te das cuenta que ni una sola persona por ahí está
simplemente pavoneándose en su traje de baño. No sabía que tenías que estar medio
desnuda para sentirte cómoda —dijo Jameson, señalando hacia fuera. Estaba en lo
correcto. Había algunos en shorts, y un montón de chicas llevaban trajes de baño debajo
de batas de lujo y vestidos largos, pero nadie iba en serio acerca de entrar en la piscina.
Tatum negó.
—Dijiste que trajera un traje de baño, así que estoy lista. Vamos a hacer esto —
respondió, y salió por la puerta de atrás. Jameson la alcanzó, y era obvio que la
sorprendió cuando pasó un brazo alrededor de sus caderas, guiándola hacia el grupo
más cercano de personas.
—Cecily. Livvy. Tad, esta es mi amiga, Tatum. Nuestras familias eran cercanas,
en Pensilvania. Recientemente descubrí que vivía aquí, en Boston. Tate, Tad es un
corredor menor en la firma, Livvy es su esposa, y Cecily mantiene el departamento de
contabilidad en orden. —La presentó.
Tad se quedó mirando sus tetas todo el tiempo, Livvy parecía que quería sacar
sangre, y Cecily se echó a reír, estrechando la mano de Tate. Tate, por supuesto, era
amable y agradable. Se rió con facilidad y era obvio que hacer amigos era algo natural.
Jameson la presentó a un par de grupos más, y luego la dejó a su suerte. Había hecho su
parte, le había demostrado que no era alguien a quien quería esconder. Era una amiga,
suponía, igual que los demás.
Ahora podría volver a ser un idiota.
Jameson estaba cerca del improvisado bar, charlando y riendo con algunos de
los chicos, pero siempre vigilándola. Vagó alrededor de la fiesta, mezclándose con todo
el mundo. Cecily le gustó, al igual que un par de las otras chicas, pero la mayoría de las
mujeres la miraban con veneno en los ojos. Era obvio que Tate era consciente de esto,
y coqueteaba descaradamente con cada hombre. Más aún con los que tenían novia o
esposas criticonas a sus lados. Se recostó en un sillón en un punto, e hizo un espectáculo
de poner loción bronceadora en cada centímetro visible de su piel.
Él no era inmune a la atracción que ella tenía sobre otros hombres.
—¿Dónde la encontraste? —Wenseworth Dunn se acercó a Jameson, señalando
a Tate mientras extendía los brazos por encima de su cabeza.
—Te lo dije, nuestras familias… —empezó Jameson. 125
—Eso es mierda. La mayoría de los tipos de sangre azul no engendran hijas tan
calientes —Dunn rió. Jameson asintió.
—Cierto. Pero es hija distanciada de Mathias O'Shea —agregó Jameson. Dunn
silbó.
—Oh, wow. Un tipo bastante poderoso. Jugando con fuego, Kane —advirtió.
—Realmente no. Muy distanciada. No ha hablado con ellos por siete años. Soy
parte de la razón, aunque él todavía me habla —dijo Jameson. Dunn se volvió para
mirarlo.
—¿Qué quieres decir?
—Estaba saliendo con su hermana, y Tate y yo dormimos juntos. La repudiaron
—explicó Jameson. Dunn se echó a reír.
—El buen viejo Kane. Sabes cómo elegirlas. Luce del tipo de acostarse con el
novio de su hermana. Jodidamente caliente. ¿Es tuya? —preguntó Dunn.
A Jameson no le gustaba esta línea de preguntas, pero no quería salir como un
amante celoso. Tate no tenía ninguna reclamación sobre él, ni viceversa; habían sido
muy claros sobre eso desde el principio. Aun así.
Jodido Dunn.
—Estamos durmiendo juntos, si eso es lo que estás preguntando —respondió
Jameson a la evasiva.
—Un poco vulgar para ti, Kane. Pensé que solo salías con modelos de Europa del
Este —bromeó Dunn. No fue gracioso.
—No salgo con nadie. A Tate y a mí nos gusta follar, eso es todo —replicó
Jameson. Era duro, pero no le importaba. No le importaba si la gente sabía que estaban
durmiendo juntos; lo que no quería era que la gente pensara que estaba en el mercado
en busca de esposa o algo así.
—Chica para pasar el rato, está bien. Dile que me llame algún día —murmuró
Dunn, con la mirada fija en la figura de Tate mientras se levantaba de su silla,
entrelazando su brazo en el de Sanders y caminando con él hacia la casa. Jameson rió
sombríamente.
—No podrías con ella, Dunn —dijo.
—Oh, ¿en serio?
—Decir que le gustan las cosas un poco salvajes es un eufemismo. Y tú
definitivamente no podrías pagarla. —Dunn levantó las cejas.
—Quieres decir que es una…
—Quiero decir que esta conversación ha terminado. Ve a charlar, comer, beber,
golpear a alguien, Jesús —gruñó Jameson antes de alejarse con furia.
Estaba enfadado. “… pensé que solo salías con supermodelos de Europa del Este”. 126
Jameson no apreciaba oscuras referencias a su ex. No apreciaba las referencias a ella,
en absoluto. Y sobre todo no apreciaba la forma que Dunn había estado mirando a
Tatum. Todo estaba bien y cómodo para ellos con dormir con otras personas, pero
ciertamente no quería estar intercambiando historias aguafiestas sobre sus
capacidades gimnásticas en la cama.
Y, una pequeña parte de él susurró que simplemente no le gustaba Dunn
mirándola, y punto.
Varias horas más tarde, Tatum subió las escaleras en una pierna, colocándose su
calcetín en la otra pierna. Cuando llegó al final de la escalera, también se puso el otro
calcetín. Había optado por largos calcetines rojos. Mejor para la noche. Estaba
empezando a oscurecer afuera y la gente estaba entrando al conservatorio. Mientras se
dirigía a la biblioteca, se quitó la camiseta y caminó directo a algo. Tropezó hacia atrás,
colocándose rápidamente la camiseta por encima de su top de bikini.
—Lo siento, no sabía que hubiera alguien aquí. —Se rió. Había un hombre
parado en la biblioteca. Lo había visto antes, pero no podía recordar su primer nombre.
El apellido era Dunn, era el socio comercial de Jameson. Él le sonrió.
—Simplemente mirando alrededor. Tan sólo he estado en la casa de Jameson
una vez —le dijo. Ella rió de nuevo.
—Sí, nunca deja que venga nadie, lo trata como una fortaleza. Me sorprende que
no haya agentes de seguridad al final de la calle, revisando a la gente antes que entren
—bromeó Tate, pero se sintió un poco incómoda. La mirada de Dunn nunca se encontró
con la suya, sólo se quedó fija en su cuerpo, y era muy consciente el hecho que estaba
de pie delante de él con calcetines hasta la rodilla, un bikini y una camiseta ligera.
—Es extraño de esa manera, ¿verdad? Tan abierto acerca de algunas cosas, tan
privado en las demás —murmuró Dunn. Ella frunció el ceño. Sus palabras estaban
cargadas de tensión y doble sentido.
—No estoy segura de lo que quieres decir. Siempre ha sido muy abierto conmigo
—respondió.
—Siempre. Se conocen desde hace mucho tiempo, ¿eh? Ni siquiera sabía que
Mathias tenía hijos —comentó Dunn. Tate se sorprendió. ¿Jameson había hablado de su
familia con este tipo?
—Sí, somos dos, tengo una hermana mayor.
—La mencionó también. Parece que eras muy traviesa en tu juventud.
Ella entrecerró los ojos. ¿¡Jameson había hablado de eso!? Y le gustaba cada vez
menos ese tipo, Dunn. Su voz era lasciva, y aunque normalmente eso no le molestaba,
era el compañero de Jameson. Estaban en la casa de Jameson. Y no se sentía atraída por 127
Dunn. Le daba escalofríos a escala sísmica.
—Todos tenemos un pasado, ¿verdad? —Pasó delante de él, dirigiéndose hacia
donde estaba su celular enchufado y cargando.
—Oh, sí. Tu pasado suena más interesante —le dijo Dunn, siguiéndola a través
de la habitación. Ella frunció el ceño, fingiendo concentrarse en su teléfono.
—Me aseguraré de informarte cuando escriba la historia de mi vida —le
respondió.
—O podríamos reunirnos en algún momento y también podrías contármela —le
ofreció.
Levantó la cabeza de golpe, un poco sorprendida. Aunque no había pasado
mucho tiempo con ella en la fiesta, pensó que Jameson había dejado muy claro a todo el
mundo que tenían algún tipo de relación. Cuando se paró a su lado, siempre pasó su
brazo por su cintura. Cuando había ido sola, en un extremo de la piscina, él había llegado
detrás y envolvió sus brazos alrededor de sus hombros, besó el lado de su cuello. La
volteó mientras le susurraba cosas muy traviesas en el oído, sus manos corriendo por
su cuerpo. Nadie estaba al lado de ellos, pero estaban bien a la vista de los otros
invitados. Así que fue un poco sorprendente que su socio de negocios, y amigo, estaba
ligando con ella.
—No creo que sea una buena idea —dijo Tate, moviéndose para pasar a su lado.
Él le bloqueó el camino.
—¿Por qué? ¿Por Jameson? No le importará, ya hemos compartido chicas antes
—le aseguró Dunn. Ella resopló.
—A mí me importa, y digo, no, gracias —espetó, tratando de ir a otro lado. Él se
movió de nuevo.
—Sólo dime tu precio, estoy seguro que puedo igualar lo que Jameson ofreció.
Tate se quedó inmóvil, mirando a Dunn a los ojos. ¿Jameson le había dicho eso?
¿Le estaba diciendo a la gente que le había pagado para que durmiera con él? Era más
una broma que otra cosa, nunca le había dado dinero. No quería que sus amigos
pensaran que podían darle dinero y podrían follarla en un rincón oscuro de su casa. No
quería que Jameson pensara en eso.
¿¡Cómo podía pensar eso!?
—No sé de qué estás hablando. Muévete —le ordenó. Dunn se echó a reír.
—Está bien, estoy bien con eso. Jameson está bien con eso —le aseguró,
acercándose. Ella retrocedió.
—¿Todo en orden? —La voz clara de Sanders atravesó la habitación. Dunn giró
y Tate corrió a su lado, pasando su brazo en el de Sanders.
—No, este tipo es un idiota —dijo. Dunn se echó a reír.
—Oh, vamos, yo sólo… —Comenzó cuando Sanders se aclaró la garganta.
—Creo que encontrarás al señor Kane en el conservatorio, con el resto de los
invitados —interrumpió. 128
—Oh, ¿estaba preguntando por mí? —preguntó Dunn.
—No, pero supongo que desde que solicitas servicios de una mujer que ha estado
en su casa, querrías hablar con él primero —dijo Sanders a Dunn, su voz gélida como
hielo. El rostro de Dunn se endureció y Tate sonrió. Al parecer Jameson no estaba “bien
con” esta pequeña propuesta; teniendo en cuenta la expresión de Dunn, suponía que
Jameson no sabía nada acerca de ello en absoluto.
—Podríamos ir juntos —ofreció Tate—. Contarle la historia entera, hacer una
recreación. A él le encantaría. ¿Qué piensan ustedes?
—Lo que usted diga, señorita O'Shea —respondió Sanders. Dunn bufó y salió de
la habitación. Tate se rió.
—Dios, ¿viste su rostro? Qué idiota. —Se rió entre dientes. Sanders asintió,
girándola y conduciéndola por el pasillo, hacia la cocina.
—Claramente. ¿Le apetece una copa, señorita O'Shea? —preguntó. Ella asintió, y
sin siquiera tener que decírselo, fue y tomó una botella de Jack Daniels de un armario.
—Me tratas tan bien, Sandy. —Suspiró mientras dejaba la botella en la enorme
isla en el centro de la cocina. Hizo un gesto hacia las copas, pero ella negó.
—¿Está bien, señorita O'Shea? —preguntó con su tono cuidadoso. Ella se encogió
de hombros, moviéndose hacia el otro lado de la isla para poder estar frente a él.
—No lo sé. Lo estaré —respondió.
—¿Te tocó?
Levantó la mirada a Sanders, y por primera vez, la estaba mirando. Casi nunca
hacía contacto visual directo con nadie, excepto Jameson. Su pregunta la sorprendió. Su
voz carecía de emoción, como de costumbre, pero había algo en sus ojos. Estaba
preocupado por ella, intranquilo. Tate se sorprendió.
—No, no lo hizo —le aseguró. Él asintió.
—¿Quiere que busque al señor Kane? —preguntó Sanders. Ella negó y quitó la
tapa de la botella.
—No. —Se rió, tomando un trago.
--Creo que debería saberlo. Estaría muy molesto —le dijo. Tate se rió un poco
más.
—¿De verdad crees que estaría molesto? Yo no —replicó, tomando un trago aún
más grande.
—Se equivoca. Se preocupa por usted, señorita O'Shea —le aseguró Sanders. Ella
casi escupió el licor.
—Jameson Kane no se preocupa por nadie más que por él mismo —resopló.
Tenía que decir cosas así; tenía que recordárselo a sí misma.
—He visto a muchas mujeres pasar por su vida. —La voz de Sanders era
tranquila, casi suave. Lo miró fijamente—. Sin embargo, nunca ha tratado a nadie de la 129
forma que la trata. Solía hablar de usted, sabe. Hace mucho tiempo, cuando bebía.
Mencionaba su nombre, mencionaba que se preguntaba qué hacía, dónde estaba. Le
importa.
Hizo hincapié en las últimas palabras, y Tate casi sintió deseos de llorar. ¿Quién
sabía que Sanders podía ser tan apasionado? Y de ella, de toda la gente. Que le diga esas
cosas, estos secretos obvios, significaba mucho, en tantos niveles diferentes. Realmente
quería que supiera, Jameson se preocupaba por ella.
Se había dicho tantas veces que no era una posibilidad, Jameson Kane nunca se
interesaría por ella. Nunca sentiría nada más allá del deseo. Tal vez había esperanza…
no. No quería creerlo. Satán no tenía sentimientos, y si empezaba a pensar que los tenía,
se comería su alma, lo poco que le quedaba.
—Eres muy dulce, Sandy. —Se rió en voz baja—. Pero creo que ambos sabemos
que eso no es cierto.
—¿Qué no es cierto?
La voz de Jameson resonó en la puerta. Caminó hacia la habitación, sin lucir muy
feliz. Miró a ambos, cruzando los brazos sobre su pecho cuando se detuvo en la parte
delantera de la isla. Tate le tendió su botella antes de tomar otra copa. Sanders se puso
de pie.
—¿Necesitan algo? —preguntó.
—No. Puedes irte —le dijo Jameson. Sanders asintió.
—Estaré en la casa de huéspedes. Señorita O'Shea —dijo, y Jameson y Tate
miraron a Sanders—. Por favor, piense en lo que dije, de verdad.
—¿Qué mierda está pasando? —preguntó Jameson mientras Sanders salía de la
habitación. Tate se encogió de hombros.
—Sandy es un alma vieja en un cuerpo joven, sus enigmas son demasiado
profundos para que podamos entender —bromeó. Jameson la fulminó con la mirada.
—He estado buscándote por todas partes. ¿De qué estaban hablando aquí? —
preguntó. Ella rió.
—Tu amigo, Dunn —respondió.
—¿Dunn? ¿Qué hay de Dunn?
—Parece haber tenido la impresión de que soy una prostituta —dijo Tate.
Jameson se quedó muy quieto, sus ojos se convirtieron en hielo.
Sanders debe haber aprendido ese truco de él.
—¿De qué estás hablando? —preguntó Jameson en voz baja.
—Me acorraló en la biblioteca, estaba actuando mega acosador, ligando
conmigo, diciéndome que podría pagar lo que sea que tú estás pagando, bla, bla, bla.
Sandy entró y me salvó —explicó Tate.
—¿Estás hablando en serio?
—Sí. Estupendos amigos, Jameson. Aunque mejor mantén nuestro pequeño
130
juego más discreto. A menos que quieras que me acueste con tus amigos que, en este
caso, podríamos arreglar…
Jameson golpeó una mano contra la isla, haciendo que se sobresaltara.
—Mierda, no, no quiero que duermas con mis amigos. No puedo jodidamente
creer que él hiciera eso, en mi propia casa. Voy a ir a arrancarle la puta cabeza —maldijo
Jameson. Ella puso su mano en su brazo antes que pudiera moverse.
—Se acabó, está hecho, no es gran cosa. Sandy le dio algo de esa actitud cortante
de hielo, y el tipo casi se mea cuando le dijimos que íbamos a contarte, así que está bien.
Estamos bien —le aseguró.
—No está bien, no estamos bien —gruñó Jameson.
—Si no quieres que tus amigos me traten como una puta, tal vez no deberías
mencionar que ofreciste pagarme —sugirió.
—No, hice una broma —dijo. Ella puso los ojos en blanco.
—Sí, y los hombres son idiotas retrasados. Haces una broma así y él mira mis
tetas, y es uno más uno igual a puta —explicó, y Jameson finalmente se rió.
—Me hubiera gustado ir a esa escuela. —Se rió, pasándose la mano por el cabello.
—Realmente no es un gran problema, Jameson. No enloquezcas. Él es negocio.
Yo soy placer. Lo mantendremos separado de ahora en adelante —sugirió Tate. Él
asintió.
—Parece que ninguno de nuestros pequeños juegos funcionó. Nuestros mundos
no parecen encajar tan bien —señaló. Ella asintió.
—Parece que tenemos idiotas de amigos.
—Dios mío, ¿qué dice eso de nosotros?
—Somos la realeza de idiotas.
—¿Rey y Reina de los idiotas?
—Totalmente.
Ambos rieron a carcajadas después de eso; era demasiado ridículo para Jameson,
y el hecho de que le siguiera el hilo, la hizo reír también. Le quitó la botella de Jack
Daniels y tomó un trago también. Hizo una mueca cuando se la devolvió.
—La razón por la que bebes esa mierda nunca la sabré —murmuró.
—Cuando eres simplemente pobre, basura e insignificante, no vas exactamente
directo a la sección Johnny Walker Blue. —Tate rió.
—Tengo un poco, podríamos estar bebiendo eso —ofreció.
—No, quiero permanecer fiel a mis raíces —bromeó, tomando un buen trago de
whisky. Él se quedó en silencio por un momento, mirando a través del cuarto. Sonidos
de la fiesta retumbaban en la cocina. Jameson frunció el ceño.
—No puedo jodidamente creer que Dunn hizo eso —masculló, mirando por la 131
puerta de la cocina.
—Dijo que han compartido chicas antes —le dijo. Él la miró.
—No así, no por lo que somos —respondió, señalando entre él y Tate.
—Entonces, ¿cómo?
—Como compartir la misma chica de un servicio de compañía. Nunca dejé que
durmiera con una chica con la que me acostaba regularmente. No hago eso. Y nunca
estaría de acuerdo que duermas con él, o con ninguno de mis colegas. Ni ahora ni en
ningún momento en el futuro —le dijo Jameson. Ella asintió.
—Lo tendré en cuenta.
—Y jodidamente mejor que lo hagas.
—Oye, no te enojes conmigo; fui la solicitada. Merezco, no sé, un compensatorio
o algo así —bromeó. Jameson rió.
—¿Compensatorio? ¿Cómo qué? —preguntó.
—Un collar de perlas de $50.000 —respondió sin dudar. Él resopló.
—Sólo continúa y mantén la respiración, me pondré en ello —le dijo. Ella lo miró
con mala cara.
—Te extrañé, ¿sabes? —dijo repentinamente. Jameson levantó las cejas
—¿De verdad? ¿El súcubo extrañó a su amo y señor, Lucifer? —bromeó, y ella
casi se ahoga. Era básicamente la misma broma que se hizo en la cabeza.
Es psíquico, lo sabía.
—Tal vez “extrañar” es una palabra demasiado fuerte —se corrigió. Él rió.
—Cállate, ni que me hubieses extrañado tanto. Estabas demasiado ocupada
drogándote con Angier —se burló.
—Una noche. Era una ofrenda de paz, él vino a disculparse. Nunca rechazaría
buena hierba —le dijo. Jameson se rió de nuevo.
—¿Estás segura que eso es todo lo que pasó? No sé si confío en ti —dijo. Ella
puso los ojos en blanco.
—Juro solemnemente que no me he acostado con Angier mientras estabas en
Los Ángeles. —Tate extendió una mano sobre el corazón, mientras juraba. Jameson
asintió.
—Bien. Entonces, ¿qué extrañaste de mí, nena? —preguntó, apoyando los
antebrazos en la isla. Ella pensó por un segundo.
—Tu pene.
Él soltó una carcajada.
—Ya sabía eso. ¿Qué más?
—No lo sé. A veces casi eres divertido. Me dejas vagar en mi ropa interior todo
el tiempo; Rus odia cuando lo hago en casa. Y a veces casi eres medio dulce conmigo. — 132
Trató de explicar.
—Jesús, suena como si Stalin fuera dueño de la Mansión Playboy —señaló. Ella
asintió.
—Sí. Exactamente eso —dijo con aprobación.
—Cállate. ¿Qué más? —presionó Jameson. Ella reflexionó de nuevo.
—La forma que me tratas. Algunas veces, y no me malinterpretes, lo amo, pero
simplemente a veces… Ang me mima. Me sobreprotege. Intenta cuidar de mí demasiado.
Como si tuviera miedo que cayera de cara al suelo si estoy fuera de su vista. Tú, por otro
lado, prácticamente me empujas por la escalera y me dices que aparte los pies. —Se rió.
—Me haces sonar abusivo —remarcó. Ella se encogió de hombros.
—Lo dije como un cumplido. Y lo eres un poco, en cierto modo. Pero me gusta —
dijo. Él la miró juguetonamente.
—No soy abusivo. Soy… agresivamente sexual —explicó Jameson. Ella puso los
ojos en blanco.
—Más bien agresor sexual —bromeó.
—Me halagas demasiado. Y te he echado de menos, sólo un poco —confesó. Tate
se llevó la mano al pecho.
—¿Ves? Ahí lo tienes; dulzura. Tranquilízate, corazón acelerado.
—Cierra la jodida boca.
Tate se levantó y pasó a través de la cocina, tomó unas galletas y luego se apoyó
en los armarios. Mientras masticaba, lo observaba. Él se había volteado para mirarla
también.
—En una escala del uno al diez —comenzó a decir Tate—. ¿Cuánto me
extrañaste?
—No tengo una base para compararlo.
—Uno, no pensaste en mí ni una vez; diez, acortaste tu viaje porque no puedes
vivir sin mí —sugirió. Él pensó por un segundo.
—¿Dos?
Le lanzó una galleta.
—Dios, eres un idiota. La dulzura desapareció. Probablemente no me extrañaste
porque estaban ocupado echando un polvo con una actriz novata —bromeó. Jameson
se quedó en silencio, se limitó a mirarla, y ella se quedó sin aliento—. Oh Dios mío. Lo
hiciste, ¿verdad?
—No creo que realmente quieras tener esta conversación en este momento —
dijo, alejándose de la isla y en dirección a la puerta de la cocina.
—¿Fue tu ex? —dijo en voz alta, y Jameson se detuvo. Se volvió hacia ella.
—No. No es una actriz y no vive en Los Ángeles —le aseguró.
—Entonces, ¿quién era? ¿ha estado en la televisión? Por favor, dime que la he 133
visto en un show o algo. —Tate se rió. Él se apoyó en la puerta, metiendo sus manos en
los bolsillos.
—¿Realmente estás bien con esto? —preguntó. Ella se movió de nuevo a la isla y
se subió, frente a él.
—Quiero todos los detalles morbosos. ¿Era más bonita que yo? —preguntó Tate.
—No sé cómo responder a esa pregunta —respondió. Ella rió.
—¿Tímido, Jameson? —bromeó. Él negó.
—No puedo decir si ella era más bonita que tú, porque había dos mujeres.
—¿Te acostaste con dos mujeres, en Los Ángeles, en una semana? —Tate trató
de entender todo. Él negó.
—En una noche.
—Impresionante. Muy hábil. ¿Se cruzaron al pasar por la puerta?
—Entraron al mismo tiempo.
Se quedó sin aliento. Oh, wow, Jameson había sido un chico malo en su ausencia.
La emocionó que él estaba preocupado que le molestaría, pero no era el caso en
realidad. No estaba amenazada por algunas chicas al azar de Los Ángeles.
—Caliente. Entonces, ¿alguna de ellas era más linda que yo? —preguntó de
nuevo Tate.
—Eran gemelas, y eran muy sexis, pero no tan sexis como tú —le aseguró
Jameson. Ella sonrió ampliamente.
—Estoy pensando si creer eso. ¿Eran mejores en la cama? —continuó. Él pensó
por un segundo.
—Bueno, eso es difícil de responder. Dos cuerpos con los que jugar, como que
les da ventaja —dijo. Tate le hizo un puchero, tratando de ocultar su risa—. Pero no
eran mejores. No. No, definitivamente no. Nadie me cuida como tú.
—Eso es bueno para escuchar, viendo que por lo general tú eres el que se
encarga de cuidarme; ¿alguna vez has dormido con ellas antes? —preguntó, comiendo
una galleta. Jameson negó.
—No, sólo las conocí esa semana. Fue algo del momento. Me pidieron ir a cenar,
una cosa llevó a la otra. —Asintió para dar énfasis. Tate rió.
—La vieja noche de una cosa llevó a la otra y de repente estoy follando a las
gemelas. Tengo el mismo problema todo el tiempo. Las perras caen ante ti de a pares,
hombre —bromeó. Él le puso los ojos en blanco.
—Dios, no debería haber dicho nada.
—No, estoy feliz que lo hayas dicho. Quiero saber todo —instó, alejando la caja
de galletas. El rostro de él se endureció, se puso serio. Casi enojado.
—¿De verdad? ¿Quieres saber todo? ¿Cómo amarré a una chica y la obligué a
observar mientras follaba a la otra? ¿O como tomaban turnos para chupar mi polla?
¿Ese tipo de cosas? —La voz de Jameson era grave también. La temperatura en la cocina 134
de repente subió cien grados. Ella se humedeció los labios y asintió.
—Exactamente así —respondió, con la voz entrecortada. Él la miró por un
segundo y luego sacó el celular del bolsillo, apretó un botón.
—Sanders —espetó al teléfono, sin dejar de mirarla—. Terminó la fiesta. Quiero
a todos fuera de mi casa en cinco minutos.
—Ooohhh, por fin, tiempo a solas. —Tate rió.
Jameson no dijo nada en respuesta, y se miraron en silencio. Cuando escucharon
los pasos a través de la casa, él le guiñó y fue hacia la puerta, cerrándola al salir.
Ella dejó escapar un suspiro, inclinando la cabeza hacia adelante. La imagen
mental de Jameson teniendo sexo con dos mujeres. Se frotó las piernas. Cuando ellos
tenían sexo, estaba demasiado atrapada en el momento, la mayoría de las veces, para
realmente prestar atención. La idea de sentarse y observarlo, viendo toda su perfección
en acción, la excitaba. ¿Con dos mujeres? Wow.
Las despedidas parecieron durar una eternidad. Podía oír voces murmurando,
oyó la voz de Jameson entre ellos. Aplanó la espalda en la isla, apoyó los pies sobre el
borde. Dos mujeres. ¿Hablaba con otras mujeres como a ella? Se lo imaginó amarrando
las muñecas de una mujer a un poste de una cama, diciéndole nombres. Pasando su
lengua por su cuerpo dispuesto. La mano de Tate se deslizó por su estómago. Jugueteó
con el borde de su bikini. Tomó una respiración profunda por la nariz, obligando a su
mano a quedarse quieta.
Había sido una larga semana sin él.
—¿Empezando sin mí? Chica mala. —La voz de Jameson era suave mientras
entraba de nuevo a la cocina.
—No, pero pensé en hacerlo —le respondió, sin levantar la cabeza, pero
levantando sus manos para que las vea.
—Eso es suficientemente malo. Apenas te dije algo, ¿y ya estás excitada? —
preguntó, acercándose para estar frente a ella. Tate se sentó, dejando que sus piernas
vuelvan a caer contra los cajones debajo. Él tomó sus rodillas y le abrió las piernas para
que pudiera estar en el medio.
—Tengo una imaginación muy buena, señor Kane —le aseguró. Él colocó una
mano en la entrepierna de su bikini, trazando suavemente su dedo medio arriba y abajo.
Ella aspiró aire a través de sus dientes, tratando de no gemir.
—Aparentemente. Estás empapada, Tatum —le informó. Ella asintió.
—Tienes ese efecto en mí, por si no lo has notado.
—¿Estás segura que no fue por todos esos hombres con los que estabas
coqueteando? Estabas bastante concentrada en eso —le dijo, con los dedos de la otra
mano clavándose en su rodilla.
—Pensé que te gustaba cuando era zorra —señaló. Él entrecerró los ojos.
—Hmmm, a veces. —Fue todo lo que dijo en respuesta, la presión de los dedos 135
cada vez más fuerte. Ella tomó otra bocanada de aire y agarró su muñeca.
—No es justo. Quiero escuchar tu historia —le dijo, deteniendo sus movimientos.
—Eres una mujer increíble, Tatum O'Shea. —Jameson rió, alejándose.
—No tienes idea. Ahora da todos los detalles jugosos. Miente si es necesario —
le dijo, y él se rió, volviendo a su posición junto a la puerta, apoyado en la pared.
—Bien. ¿Qué quieres saber primero? —preguntó. Ella se tumbó de nuevo.
—Por cómo empezó todo, por ahí. Qué estabas vistiendo. Qué llevaban ellas —
sugirió.
—Terriblemente detallado.
—Soy una persona muy visual.
—Veamos. Me encontré con ellas para la cena. Yo estaba vestido con ropa. Una
de ellas llevaba un vestido ridículo, te habría encantado, corto, de zorra, de un solo
hombro. La otra era más recatada, una camisa de lujo y pantalones ajustados —
describió. Tate rió.
—Tú “estabas vestido con ropa”, ¿huh? Eres horrible contando historias. ¿Las
chicas tienen nombres? —preguntó, apoyando su pie sobre la parte superior isla.
—Probablemente. —Fue todo lo que dijo, y ella se rió.
—Terrible. Entonces, bien, vamos a llamar a Cosa Uno, Zorrita, justo como la
describiste. Cosa Dos, Seducción Tentadora. ¿Cuánto tiempo te tomó convencerlas de
llevarlas a casa contigo? —preguntó. Él resopló.
—No las convencí ni mierda, Tate. Comimos aperitivos, les dije que me iba a casa,
preguntaron si podían unirse. Seducción Tentadora chupó mi polla durante el viaje en
taxi a mi hotel —dijo Jameson.
—Oh Jesús. Taxista con suerte —susurró Tate.
—Una vez que llegamos a mi habitación, me senté en el balcón mientras se
turnaban para chupármela. Zorrita no podía esperar más y se subió a horcajadas, ahí
afuera —continuó.
—¿Qué estaba haciendo Seducción Tentadora? —preguntó Tate, mirando hacia
el techo.
—Regresó a la habitación, se desnudó. Se tumbó en la cama. Tocándose. —Su
voz era suave. Tate podía sentir su respiración acelerarse.
—¿Te gustó?
—Muchísimo.
—¿Qué más?
—Llevé a la hermana Zorrita a la habitación, me acosté entre ellas. Puedes
tocarte, Tate, está bien —dijo Jameson cuando su dedo empezó a trazar líneas sobre su
bikini. Ella rió.
—No necesito tu permiso —señaló. 136
—Te equivocas.
Su mano pasó debajo del material del traje de baño y cerró los ojos. Levantó la
otra pierna, así ambas rodillas estaban en el aire, las puntas de sus pies en equilibrio
sobre el borde de la isla. A veces se preguntaba quién era mejor con su cuerpo; ella o
Jameson. Los dedos de Tate podían moverse con experiencia, precisión, sabía
exactamente cómo tocarse. Jameson era más como seda; liso, afinando todo. Ella
empezó a jadear.
—¿Qué más? —gimió.
—Mierda, Tate, ¿qué hice para merecerte? —Su voz sonaba tensa. Ella se rió
entre dientes.
—Nada, aún. Sigue hablando, por favor —le suplicó, la otra mano uniéndose a la
primera mientras lentamente deslizaba un dedo en su entrada.
—La hermana recatada montó mi pene por un tiempo, mientras que Zorrita me
dejaba ver cuántos dedos podía meter en su interior. Luego intercambiaron —continuó.
Tate gimió, empujando sus caderas en el aire. Alejó una mano, la llevó a su cabello y tiró
un poco.
—Ve a la parte de las cuerdas —dijo sin aliento.
—Tatum, chica traviesa, quieres que te amarre, ¿verdad? —preguntó Jameson.
—Quiero que hagas lo que jodidamente quieras —dijo, y luego gritó, metiendo
dos dedos en su interior.
—Buena respuesta. No tenía ninguna cuerda, tuve que usar las medias de Zorrita.
La amarré para que esté tumbada en el colchón, a las patas de la cama. Doblé a la
recatada justo al lado de la otra chica y la follé tan fuerte como pude.
—Oh Dios mío, ¿les hablaste? ¿Les dijiste las cosas que me dices a mí? —Las
palabras salieron sin pensar de Tate, su voz sonaba como si estuviera casi lloriqueando.
Su historia, el cuadro que estaba pintando, estaba poniéndola tan caliente, que casi no
necesitaba su mano para ayudarla a correrse.
—Oh, no. No, me reservo para las personas que realmente pienso que pueden
tolerarlo. Es por eso que el sexo siempre ha sido el mejor contigo; siempre puedo ser
yo —le dijo en un susurro. Ella gimió de nuevo, largo y bajo, metiendo sus dedos dentro
y fuera de sí misma.
—Me alegra —susurró, la mano en su cabello pasando a su nuca, agarrando el
borde de la isla.
—No quiere decir que sexo aburrido, normal y regular no ayude a pasar el
tiempo. Después que la recatada se deshizo a mi alrededor, fui a Zorrita. La dejé
amarrada así podía hacer lo que quisiera. —La voz de Jameson estaba sonando casi
amenazante.
—¿Qué hiciste? —La voz de Tate estaba empezando a temblar. No quería
correrse, no sin él en su interior, pero no podía detener sus dedos.
—¿Qué piensas que hice? —le preguntó. 137
—¿Fuiste entre sus piernas? —preguntó, y luego contuvo el aliento.
—No. No hago eso por cualquiera —le informó. Se puso feliz al escuchar eso, no
había hecho eso por ella todavía.
—Me di cuenta.
—¿Quieres que vaya entre tus piernas, Tate? —preguntó.
—No me importa.
—Lo considero un enorme gran favor. Es toda una recompensa. Tendrías que
devolvérmelo, a lo grande —le dijo. Ella negó.
—Obviamente, no necesito tus favores. —Se las arregló para reír, pero se
convirtió en un jadeo cuando un temblor atravesó su cuerpo, obligándola a levantar sus
caderas otra vez. Estaba tan cerca…
—¿Qué demonios acabas de decirme? —espetó Jameson. Ella sonrió, juntando
sus rodillas.
—Dios, sí, háblame así —gimió, sus dedos moviéndose rápidamente, a toda
velocidad.
—Jodidamente cállate y deja de moverte —le ordenó. Ella negó.
—No puedo. Lo siento —susurró, su respiración entrecortada.
No había escuchado que se moviera, pero de repente sintió su mano en su rodilla.
Giró la cabeza y abrió los ojos para encontrarlo mirándola fijamente. Deslizó la mano
entre sus muslos, separándolos. Finalmente apartó su mano de su centro, pero él tomó
su muñeca y llevó su mano a su rostro, envolviendo sus labios alrededor de sus dos
dedos. Ella gimió de nuevo, arañando con su mano libre su muslo. Su lengua se envolvió
alrededor de sus dedos pegajosos y dulces, y luego poco a poco los liberó.
—Siempre necesitas mis favores, Tatum —le informó, dejando caer su mano y
luego la tomó por las caderas, empujándola hacia atrás por el mostrador. Sus piernas
estiradas, hasta que sus pantorrillas estaban descansando contra el borde.
—Sí, sí, es cierto —lloriqueó.
—Suplica —ordenó.
—Cualquier cosa. Haz cualquier cosa. Sólo, por favor, tócame, algo, cualquier cosa
—le suplicó.
Él colocó sus manos debajo de las rodillas y las levantó. Ella aplanó sus pies
mientras él apartaba sus muslos. Un estremecimiento recorrió su cuerpo mientras sus
dedos se hundieron en que su carne. Sus ojos se cerraron, y sintió sus dientes contra la
parte interna de su muslo. Mordiendo un camino hacia abajo, su lengua suavizaba las
mordidas. Su aliento caliente contra su bikini húmedo y movió las caderas en
anticipación.
—Un muy gran favor —le recordó, sus dedos arrastrándose sobre su piel. Ella
rió.
—No pedí ningún favor —le dijo. 138
—Estás a punto de conseguir uno.
Con fuerza hizo a un lado la tela y luego su boca estaba en ella. Tate gritó, sus
manos al instante fueron a su cabello. Su lengua recorrió lentamente hasta su centro,
cortándola como un cuchillo. Sus muslos temblaron y sentía que su agarre en él era lo
único que evitaba que cayera de la isla.
El hombre no mintió; su lengua se movía hábilmente a su alrededor. Puede que
haya encontrado a su rival en el departamento de sexo oral. Su respiración se aceleró y
empezó a hacer sonidos agudos en el fondo de su garganta. Gimoteo. Gemidos. Jadeo.
Todos los anteriores.
—Dios, no creo que haya probado un coño tan dulce como el tuyo —gimió contra
ella, pasando sus manos sobre sus pechos y luego de nuevo por su cuerpo—. No creo
que haya nada mejor que follarlo, pero esto se le acerca.
—Mi objetivo es complacer —susurró Tate, jalando su cabello.
Su lengua estaba de nuevo en ella, esta vez acompañado por dos dedos.
Moviéndolos de arriba abajo, dentro y fuera. Gritó y gimió, retorciéndose debajo de él.
El otro brazo de Jameson descendió sobre sus caderas, sus dedos clavados en su piel.
Sus gritos se hicieron más fuertes, sus caderas moviéndose contra su cara. En el fondo
de su mente, sabía que la puerta estaba abierta, que cualquiera podía entrar. Sanders,
un cliente buscando algo, cualquiera; pero no le importaba. Sólo la excitaba más.
—Estás muy cerca, Tate. —Levantó la cabeza lo suficiente para susurrar,
mordiendo su muslo mientras sus dedos todavía se movían en su interior.
—Sí, por favor, por favor, tan cerca, por favor —jadeó, levantando sus caderas
de la isla hacia su boca.
—¿Quieres venirte en mi lengua o mi polla?
—¿No puedo hacer las dos cosas?
—Tal vez en otro momento. Mi generosidad se ha agotado por ahora —le dijo.
Ella se incorporó bruscamente, lo que lo obligó a alejarse. Lo acercó de la nuca y
se abalanzó sobre él, deslizándose por la isla. Posó sus labios sobre los suyos cálidos y
húmedos, saboreándose contra su lengua. Sus piernas fueron alrededor de su cintura y
enganchó sus tobillos.
—Ahora, tiene que ser ahora —gimió, con las manos entre su cabello, tirando.
—Tan codiciosa. —Jameson se rió, levantándola de la isla y llevándola a través
de la habitación. Lo arañó y se retorció contra él, todo el camino hasta la escalera. La
llevó a su habitación y luego la dejó en su cama, extendiéndose encima de ella.
—Entonces, ¿qué te debo por ese gran favor? —dijo sin respiración Tate,
estirándose mientras él le quitaba la ropa.
—Algo grande —advirtió. Ella sonrió, con un mano quitándole los pantalones.
—Oh, ya sé eso —respondió. Él rió.
—Todo en lo que piensas es sexo. 139
—No hay nada de malo en eso. Es tu culpa, de todos modos.
—Mi objetivo es complacer.
Ella había dejado bien claro que se quería venir en su pene, y lo hizo; pero antes
que él se viniera, bajó entre sus piernas y regresó sus labios a su coño. Tanto que habló
y habló de hacerle un gran favor al devorarla, que era algo que “casi nunca hacía”,
parecía que no podía detenerse. Parecía un hombre poseído. No se detuvo hasta que
ella estaba tan sensible que incluso la idea de otro orgasmo era incómoda. Se tumbó de
espaldas, temblando y estremeciéndose, con las manos sobre su cabeza.
—Por favor, demasiado, no más —jadeó Tate, recuperando el aliento, frotando
sus muslos. Él subió por su cuerpo, deteniéndose en sus pechos, sus dedos rodeando un
pezón, apretándolo. Su espalda se arqueó y gimió.
—Podría hacer esto toda la noche —jadeó Jameson, sus dientes en el pezón.
—Si tan sólo tuviera una gemela —bromeó.
—Jesucristo, me moriría.
—Pero muy feliz. Morirías como un muy hombre feliz —señaló. Él levantó su
rostro al de ella, frotando la nariz contra la mejilla.
—Eres mejor que cualquier par de gemelas, cualquier trío, que he tenido. Mejor
ten cuidado, Tatum, o mis garras se clavarán demasiado profundo para que nunca
puedas escapar —le advirtió. Su voz era suave, pero sus palabras graves. Se quedaron
en su pecho, interfirieron con sus latidos. Abrió los ojos y miró al techo.
—Me gusta más cuando dices cosas malas —susurró.
—¿Por qué?
—No duelen tanto.
Jameson se quedó en silencio por un tiempo y luego la volteó, le dio una nalgada.
La llamó zorra estúpida por escuchar todo lo que salía de su boca en la cama. La sujetó
por los hombros y la folló con fuerza.
Ese era su zona de confort. Sentía que, si era amable o dulce con ella, Tate se
olvidaría lo que realmente tenían, olvidaría su lugar en el gran esquema de las cosas. Y
él era Satán, después de todo. Se aseguraría de ponerla de nuevo en su lugar. Eso
realmente dolería, y no podía soportar eso, no de él. No otra vez.
Estoy perdiendo este juego.

140
~9~
—D
espierta.
Algo golpeó fuerte el culo de Tatum, y saltó un poco,
levantándose. Jameson estaba inclinado sobre la cama, con
un cepillo en la mano. Ella bostezó y levantó una ceja.
—Un poco temprano, pero está bien… al menos finalmente estamos llegando a
lo bueno —bromeó. Él rió y le dio una nalgada de nuevo antes de alejarse.
—Todo lo que te doy es bueno; no has ganado el derecho de jugar con juguetes
todavía —le informó. Ella resopló y rodó por la cama.
—¿Por qué estás tan contento? Es muy temprano —gruñó.
—Vamos a un lugar. ¡Levántate y dúchate! —espetó, desapareciendo en su
armario. Ella se incorporó.
¿La iba a llevar a algún lugar? Jameson nunca la llevaba a ninguna parte, excepto
quizás para comer fuera, de vez en cuando. Nunca por las mañanas. Casi nunca hacían
cosas en su casa. ¿Sería como una cita? Las palabras de Sanders volvieron a ella, también
algunas de las propias palabras de Jameson. Se sentía mareada. Había sido muy dulce
con Tate la noche anterior, dijo cosas que nunca habría pensado que iba a decir. Tal vez
la marea estaba cambiando. Tal vez a Satán le estaba creciendo un corazón.
Tate se apresuró a entrar en la ducha y terminar con su rutina. Cuando salió del
baño, Jameson no se encontraba en ninguna parte, aunque había un vestido en la cama.
Uno negro ajustado, muy elegante y apropiado. Probablemente muy caro. Mientras
tocaba el material, su celular comenzó a sonar, así que se arrastró a través de la cama
para tomarlo. El número de Rusty apareció en la pantalla.
—Oye, quería llamarte… —respondió Tate, pero un grito agudo la detuvo.
—OH DIOS MÍO, ¿¡¿¡CÓMO NO ME LO DIJISTE!?!? —Rus estaba gritando. Tate
apartó el teléfono de su oreja. 141
—Jesús, estoy sorda ahora, gracias. ¿Decirte qué? —preguntó Tate.
—¡La renta! ¡Es asombroso! Gracias, gracias, muchas gracias, ¡esto totalmente
me ayudará con tantas cosas! —Rus siguió y siguió parloteando.
¿Renta? ¿Qué pasa con la renta? Después que Ang se había arrastrado a su
apartamento, pidiendo perdón en sus manos y rodillas, Tate había pasado la mayor
parte de la semana en su apartamento, evitando a su casero. Salía por su ventana por la
noche, y entraba por allí por la mañana. Así que no tenía ni idea de lo que Rus estaba
hablando; hasta donde Tate sabía, todavía tenían dos semanas de retraso en la renta.
—¿¡Qué es asombroso, Rusty!? ¡No sé de qué estás hablando! —exclamó Tate.
Hubo un suspiro melodramático.
—Oh, Dios mío, fue él, ¿verdad? Apuesto que sí. Me encontré sin querer con el
señor Malley en el vestíbulo, y estaba dispuesta a mendigar, llorar, implorar o a ofrecer
tu cuerpo en sacrificio, cuando dijo que te diera las gracias por pagar los siguientes seis
meses de alquiler por adelantado —dijo Rus en un solo suspiro.
¿¡Seis meses!?
Tate cayó contra las almohadas. Estaba impresionada. Jameson debió haberlo
hecho, no conocía a nadie más que tuviera esa cantidad de dinero. ¿Por qué haría eso?
Bromeaban diciéndole que le pagaría, pero nunca lo había hecho. ¿Pagar su renta era
considerada forma de pago? ¿O simplemente estaba siendo un buen tipo? Se había
molestado terriblemente cuando se enteró que ella debía dinero. Tal vez estaba
tratando de rectificar el problema.
—No sabía que había hecho eso, no me lo dijo —murmuró Tate al teléfono.
—Ah, tal vez era un secreto y lo arruiné. Lo siento tanto, ¡estaba tan emocionada!
¡Por fin puedo pagar las clases de veterinaria! Dile que se lo agradezco. Qué lindo. —
Rus suspiró al teléfono. Tate resopló y rodó sobre su estómago, llevando el cobertor con
ella.
—No lo hizo por ser amable, Rus. Querrá algo a cambio. No lo llamo “Satán” sin
motivo. —Se rió.
—¡Cállate y trata de no arruinar esto! Por primera vez, encontraste a un tipo que
te trata como te gusta y también hace cosas buenas por ti. Será mejor que hagas lo que
sea necesario para aferrarte a él, ¿¡entendido!? Si no lo haces, ¡dile que me llame y yo lo
haré! —espetó Rus, y luego la línea se cortó. Tate hizo una mueca y dejó caer el teléfono.
Rusty durmiendo con Jameson. Se los imaginó. Él la comería viva.
—Soy Satán, ¿verdad? —La voz de Jameson estaba detrás de ella. Se puso de
rodillas y se volvió hacia él.
—Casi siempre en mi cabeza, así es como me refiero a ti —le dijo. Él se rió
mientras caminaba a través de la habitación, llevando una pequeña maleta negra con
ruedas.
—Qué halagador. Ya has escuchado todos los nombres por los que me gusta
llamarte —dijo. Ella se aclaró la garganta. 142
—¿Pagaste mi alquiler? —preguntó. La miró.
—Sí. La semana pasada, cuando salí de tu apartamento —le dijo, dejando la
maleta al pie de la cama y abriéndola.
—¿Por qué harías eso? —preguntó, gateando y arrodillándose detrás del
equipaje.
—Porque tu renta estaba vencida. Eso es horrible. Y si estabas lejos de poder
juntar el dinero para pagar, sabía que eso significaba que tendrías que trabajar más. No
quería eso, me gusta tener acceso a ti en cualquier momento. Parecía que la única
respuesta era pagar tu renta —explicó Jameson, desapareciendo en su armario.
—Eso es muy bonito, pero, ¿seis meses? Parece un poco excesivo —gritó. Él
regresó llevando camisas y pantalones en las perchas.
—Soy una persona excesiva. No me cabe la menor duda que uno de nosotros va
huir del otro antes de esos seis meses, pero era un buen número —le dijo, doblando la
ropa y dejándola en la maleta. Ella agarró su muñeca, deteniendo sus movimientos, y lo
miró a los ojos.
—Gracias —dijo sencillamente. Él le dio una sonrisa apretada.
—No me des las gracias todavía. No fue gratis —le advirtió, apartando el brazo
de su mano.
—Y por eso te llamo Satán. —Suspiró—. No creo que sea muy justo, esperar el
pago por algo que no pedí. —Él se rió y se acercó a la mesa de al lado, recogió unos
relojes y los metió en un maletín de viaje, que también entró en el equipaje.
—¿Estás jodiéndome? ¿Crees que realmente me importa lo que crees que es
justo? Vamos, levántate y vístete. Nos vamos en media hora —le informó, volviendo al
armario.
—¿A dónde vamos? ¿Te vas a algún lugar? Acabas de regresar —dijo, pasando
las manos por las camisas de su mochila. Jameson volvió a salir y dejó unos calcetines,
ropa interior y un par de zapatos en la maleta.
—Vamos a un lugar —dijo, empujando sus manos y cerrando la maleta.
—¿Disculpa? —preguntó Tate, sorprendida. Él la levantó de la cama.
—Tengo que cobrarme por esa ridícula cena de la semana pasada, y me debes
por la situación del alquiler. Vienes conmigo, de viaje —dijo, moviéndola para apoyarse
contra el borde de la cama.
—¿¡Yo!? —exclamó. Su corazón estaba de pronto ridículamente feliz. Si esto era
un castigo, lo tomaría sin ninguna pregunta. Quería irse con ella de viaje. Seguramente,
no podía ser sólo sexo entre ellos.
—Sí. Nos vamos por el fin de semana —dijo Jameson, sujetando el vestido contra
su cuerpo. Ella lo tomó y él se alejó, levantando una caja de su mesita de noche.
—Espera, ¿por todo el fin de semana? Tengo que trabajar —le dijo mientras se 143
giraba para enfrentarla. Dejó la caja en el extremo de la cama y la abrió, sacando unas
medias muy finas, puras y negras.
—No, no lo harás. He arreglado para que te tomes este fin de semana —le
informó, poniendo una media sobre el antebrazo de Tate. Fue seguida rápidamente por
la segunda.
—¿¡Lo hiciste!?
Corazón. Estallando.
—Arreglé eso mientras estaba en Los Ángeles.
Un par de bragas rojas de aspecto muy caro se unió a las medias.
—¿Adónde vamos? —preguntó. Jameson se rió, finalmente moviéndose para
pararse frente a ella.
—Ahora, eso es un secreto. Ve y vístete con todo eso. Arregla bien tu cabello y
maquillaje sutil. Nada de ojos de puta hoy —le dijo, dirigiéndola hacia el baño.
Tate se rió. Normalmente discutiría, pero estaba tan feliz, que no podía hacerlo;
ese día, él podría hacerle hacer lo que quisiera. Así que se arregló con una trenza
francesa algo desarreglada y luego se tomó su tiempo aplicándose maquillaje.
Delineado estilo ojo de gato y sombra de ojos piel con sólo base en polvo. Aunque se
aplicó un labial rojo pesado mate. Estilo dama sexy, como una secretaria traviesa.
Perfecto, a Jameson le encantaría.
No sabía cuándo le compró la ropa ni cómo había sabido sus medidas. Las bragas
rojas encajaban perfectamente, las medias parecían venir directamente de París, y el
vestido era como una segunda piel. Iba del cuello hasta las rodillas, y era muy ajustado,
con un cinturón delgado alrededor de la cintura. A primera vista, era casi recatado, pero
cuando se daba la vuelta, pudo ver que prácticamente no tenía espalda. Apenas cubría
la piel de sus hombros a su cintura. Se sentía como si estuviera usando la versión mujer
de un traje costoso. Con su cabello y maquillaje, se veía muy profesional. Muy rica.
Frunció el ceño. Casi como… como hubiera sido si nunca se hubiese ido de casa. Negó.
No, demasiado sexy. No era esa chica. Nunca sería esa chica.
—¿Cómo sabías todas las medidas correctas, Jameson? —preguntó mientras
salía del baño.
Pero no estaba en el dormitorio. Una caja de zapatos estaba en la cama, con un
par de cajas de joyas al lado. Sacó los pendientes de diamantes que no deben ser reales,
y una simple gargantilla con un colgante de diamante simple. Se puso todo, y cuando
abrió la caja de zapatos, se quedó sin aliento. Plantas rojas(1). El más codiciado de todos
los zapatos. Realmente gimió en voz alta mientras sacaba los tacones, sus ojos
recorriendo cada centímetro del cuero. El sexo con Jameson era bastante asombroso,
pero incluso unos Louboutins le ganarían. Se los puso y gimió de nuevo.
—¿Te gustan? —preguntó Jameson mientras volvía a entrar en la habitación.
—Quiero follarte tan duro en este momento —le dijo. Él rió.
—Tal vez cuando estemos en el aire. Vamos, nena, tenemos que irnos —dijo.
—¿Cómo sabías todas las medidas correctas? —preguntó. 144
—Tomé uno de tus vestidos y un par de calcetines ridículos, se los di a un
comprador privado. La ropa interior fue fácil, estoy muy familiarizado con tu culo —le
aseguró, sus ojos bajando por su cuerpo.
—Bueno, todo encaja como si estuviera hecho para mí. ¿Cómo me veo? —
preguntó.
—Absolutamente impresionante.
Tate se sonrojó. Nunca había dicho algo así antes, siempre era sexy, atrevida o
caliente. Rara vez hermosa. Nunca impresionante.
—¿Costó mucho? —preguntó con voz suave. Él levantó una ceja.
—Mucho. Ahora deja de cuestionarme. Vamos —ordenó, y salió de la habitación.
Sanders estaba esperando en la puerta principal, junto a dos maletas negras.
Tate sólo podía suponer que una le pertenecía, probablemente ya estaba llena de ropa
similar. La mirada de Sanders vagó por su cuerpo, y ella pensó que había visto una
sonrisa en sus labios. Le guiñó un ojo y le pellizcó el trasero mientras salían por la
puerta.
No hablaron mientras se dirigían a un aeródromo un poco lejos. Estaba
sorprendida que no se dirigieron al aeropuerto de Logan. Jameson ni siquiera levantó
la vista de su teléfono mientras pasaban por la seguridad y se dirigían a la plataforma.
El dinero hablaba. Se acercaron a un pequeño avión privado y abrió la boca.
—¿Exactamente dónde vamos? —preguntó mientras Sanders subía al avión
delante de ellos, cargando sus maletas.
—Te lo dije, es un secreto —dijo Jameson, apretando una mano contra su
espalda desnuda y acercándose a su oreja.
—Sí, pero… ¿un avión privado? ¿Eres dueño de este avión? —preguntó. Él rió.
—No, lo he alquilado para el fin de semana. Siento que, si alguna vez comprara
un avión, entraría de manera irreversible en la tierra de chico rico idiota —le dijo. Tate
se rió.
—No lo sé, podría ser bueno tener siempre un avión en espera —dijo.
Él mantuvo su mano sobre su espalda mientras ella subía las escaleras delante.
Sanders ya estaba sentado en la parte de atrás del avión, un ordenador portátil abierto
frente a él. Una auxiliar de vuelo vagaba por la parte trasera y un piloto les sonrió desde
la cabina. Tate no estaba segura de dónde sentarse, así que se ubicó en una silla cerca
de la puerta. Jameson se sentó en el asiento en frente, su mirada recorriendo su rostro.
—Pareces emocionada —comentó.
—Lo estoy. Tengo la esperanza que vamos a las Bahamas —le dijo. Él echó la
cabeza hacia atrás y se echó a reír.
—Oh, Tatum. Tan optimista. Te lo voy a decir ahora mismo, no son las Bahamas.
Deberías estar muy, muy asustada —bromeó. Ella puso los ojos en blanco.
—Ya veremos. 145
Le dijo que el vuelo tardaría unas dos horas, pero eso es todo. Cuando
despegaron, volaron sobre tierra, así que sabía que no iban al Este. ¿En algún lugar del
oeste? ¿De nuevo a Los Ángeles? No, eso sería mucho más de dos horas. ¿Cuánto tiempo
tomaba llegar a Chicago? ¿A Jameson le gusta Chicago? No tenía idea hacia dónde se
dirigían, y comenzó a procesar sus palabras. Se puso nerviosa.
Convenció a Sanders de jugar un par de rondas de gin rummy con ella. Jameson
sacó un tablero de ajedrez, y la venció tan rápidamente, que fue embarazoso. Luego
consiguió que Sanders jugara, y eso fue realmente interesante. Los dos estaban
muy bien. Se preguntó si alguno compitió antes, y se dio cuenta que casi no sabía nada
de su pasado. Jameson ganó, pero fue una batalla muy dura. Sanders hizo un ruido en la
parte posterior de su garganta, y le tomó unos cinco minutos darse cuenta que era una
risa.
Este va a ser un infierno de fin de semana.
—Es hora de cortar las alas, nena —comentó Jameson después que el piloto
anunciara su descenso.
—¿Disculpa? —preguntó Tate mientras él sacaba algo de su bolso. Una larga
venda negra apareció en sus manos.
—Dijiste que confías en mí —le recordó mientras se sentaba a su lado. Ella se
alejó.
—Sí, con los dos ojos abiertos. No tanto en la oscuridad —bromeó, aunque
estaba un poco nerviosa.
—No estoy preguntando, Tatum —dijo con voz severa.
La venda fue alrededor de sus ojos, y se quedó en la oscuridad.
Tate nunca había estado realmente en el tema del Bondage. Claro, era divertido
de vez en cuando, pero le gustaba tocar y que la toquen, demasiado como para que le
gustase lo contrario. Y el vendar los ojos era lo peor. Lo había dicho una vez; era una
persona muy visual. Quería ver todo. A Ang le encantaba y siempre estaba tratando
envolver cosas alrededor de su cabeza. Era generalmente una batalla que él ganaba
solamente después de cantidades copiosas de licor.
Después que el avión aterrizó, permaneció sentada en su silla, tan inmóvil como
una estatua, mientras la gente y la tripulación se movían alrededor. En un momento,
alguien se acercó y ella se apartó bruscamente, pero luego una mano cubrió la suya. La
voz de Sanders le aseguró que todo estaría bien. Consiguió sonreír y trató de tomar su
brazo, sus dedos se arrastraron por su manga mientras él se alejaba. Entonces Jameson
apareció a su lado, reconoció su colonia, y la levantó de su asiento, la condujo por el
pasillo.
Sus nervios disminuyeron un poco cuando tuvieron que arreglárselas para bajar
las escaleras. Tropezó en el primer escalón y se negó a bajar más mientras llevara la
venda. Jameson simplemente la levantó y la arrojó sobre su hombro, la llevó hasta el
auto. Cuando se sentó en un asiento trasero, se rió histéricamente.
Hizo una lista mental mientras conducían. Estaban en un lugar que no era más 146
cálido ni frío que Boston. Dondequiera que habían aterrizado, Tate podía oler el follaje,
un bosque pesado. Algo familiar. Pensó que todavía estaban en el noreste. Tal vez la
estaba llevando a alguna escapada en Maine. O Vermont, recordó a Jameson diciendo
que tenía una granja en Vermont. Aunque, su traje no favorecía a un fin de semana en
una cabaña. Esperaba un hotel de cinco estrellas.
—Voy a quitarte la venda en un momento. —Su voz era suave, después de
conducir durante una hora.
—Gracias a Dios. —Se rió.
—Sin embargo, quiero que recuerdes algo —dijo Jameson, al mismo tiempo que
el auto giró lentamente a la derecha. La grava crujía bajo las ruedas.
—¿Qué? —preguntó ella.
—Tú comenzaste estos juegos —le dijo. Sus nervios enloquecieron ante esa
declaración.
Esta no es una escapada romántica. Esto es algo muy, muy malo.
La venda cayó, y parpadeó, tratando de adaptarse a la luz. El auto en el que se
encontraban tenía cristales tintados, lo que hacía difícil ver fuera. Jameson estaba
sentado a su lado, cuidadosamente doblando la venda y poniéndola en el bolsillo de su
chaqueta. Se acercó a la puerta, mirando por la ventana. No entendía. Todo lo que podía
ver eran árboles. Un estrecho camino de grava. Apretó la frente contra el cristal y trató
de ver delante del coche. Vislumbró una casa en la distancia.
Oh. Dios. Mío.
—No lo hiciste —dijo sin aliento Tate, su corazón se detuvo en su pecho. Se
volvió para mirar a Jameson, y él le sonrió.
—Te lo dije, siempre gano —dijo, estirando un brazo a lo largo del asiento detrás
de ella.
Soy tan. Jodidamente. Estúpida. Maldito Satán gana de nuevo.
Perdió la maldita mente. Gritó y le dio una bofetada en la cara. Él esquivó el
siguiente golpe y agarró su muñeca, pero ya estaba arremetiendo contra él, agarrando
su cabello con su otra mano e intentando patearlo. Su vestido era demasiado apretado,
no podía llegar realmente, y tuvo que conformarse con patearlo en la espinilla.
Forcejearon alrededor de un minuto. Jameson podía detenerla cuando quisiera,
pero sabía que la estaba dejando liberar sus frustraciones, así que sacó el máximo
provecho, jalando su cabello, golpeando sus hombros. Sin embargo, cuando rasguñó su
rostro, aparentemente fue demasiado lejos. Estaban conduciendo en limusina amplia, y
él la llevó al suelo.
—¡Esto no es un puto juego! —le gritó Tate. Él le sujetó las muñecas por la cabeza.
—¡Jodidamente cálmate! —le gritó. Utilizó todos los músculos que tenía,
moviendo su peso por debajo de él. Jameson no se movió.
—¿¡Cómo pudiste!? ¿¡Cómo pudiste!? ¡De verdad que me odias, Kane! —le gritó.
La mano de él fue a su boca, cerrándola. 147
—Cálmate. Respira profundamente. No está tan mal. Esto iba a suceder algún
día, simplemente aceleré el proceso —dijo. Ella negó y lo maldijo bajo su mano. Él
apretó con más fuerza—. Cierra la jodida boca y cálmate. Me hiciste ir a esa ridícula
cena. Besaste a Sanders delante de mí. Besaste a Angier frente a mí. Me debes.
Se obligó a quedarse quieta, y finalmente Jameson apartó la mano. Respiró
pesadamente, mirándolo fijamente. Estaba muy cerca de ella, su cabello desordenado
sobre su frente. Una marca larga y roja de un rasguño pasó debajo de su oreja hasta
debajo de su mandíbula. No se notaba demasiado. Lástima. Tate respiró hondo.
—Esto no era sobre ti, no tenías derecho a hacer esto. No soy nada para ti, ¿por
qué harías esto? —susurró. Él frunció el ceño.
—No eres nada para mí —respondió. Ella negó.
—Siempre me estás diciendo que no soy nada. Recordándome, una y otra vez.
Nada, nada, nada. Eres el diablo —le dijo, apartando la mirada de la suya para mirar al
techo del auto. Podía sentir lágrimas en la parte posterior de su garganta y no quería
que tuviera la satisfacción de verla llorar.
—Admitiré plenamente que soy el diablo, pero nunca he dicho que no eres nada.
Mira, si no puedes hacer esto, si no puedes soportar esto, iremos directamente al
aeropuerto y te llevaré a casa. Nunca más tienes que hablar conmigo. Solo di las
palabras. Admite que no puedes soportar esto —le dijo. Ella respiró profunda y
temblorosamente.
—Muévete —le espetó, y se apartó de ella. La llevó al asiento a su lado.
Se arregló el cabello. Sacó un espejo y se arregló el labial, que se había esparcido
por toda la barbilla. Enderezó su vestido, volvió a acomodar las medias en su lugar, puso
las joyas en su lugar. Jameson extendió una mano e intentó colocarla sobre la suya, pero
ella se apartó de su toque como si la quemara, negándose incluso a mirarlo.
—Tate, podemos… —empezó, pero ella negó. El auto estaba deteniéndose frente
a una gran casa de estilo colonial. Igual a la casa de Jameson en Weston, aunque esta
estaba a una escala mucho mayor. Más pilares, más ladrillos, más habitaciones. Sabía
que tenía más habitaciones, porque había estado dentro muchas veces. Respiró hondo.
—Nunca ganarás, Kane. Entonces, ¿cómo haremos esto? ¿Hay una explicación,
una historia? ¿Eres mi novio? ¿Soy tu puta? —preguntó.
—Nos encontramos en Boston. Somos amigos —dijo con voz lenta. Ella se rió.
—Amigos. Nunca hemos sido amigos, Jameson —espetó, escuchando a Sanders
salir del asiento del conductor. Habló con alguien que había salido por la puerta
principal. Jameson puso un dedo bajo su barbilla y le atrajo la mirada. Parecía enojado.
—Nena, puedo ser el mejor amigo que hayas tenido —le dijo. Tate le sonrió con
dulzura al mismo tiempo que Sanders abrió la puerta.
—Será mejor que empieces a sonreír, Jameson. Sabes que mi familia ama un
rostro feliz —susurró, y luego tomó la mano de Sanders, permitiéndole ayudarla a salir 148
del auto.
Su madre, su hermana y algún tipo que no reconocía, estaban todos en el porche
de la casa en la que había crecido; la casa en la que había vivido cuando conoció a
Jameson. La casa a la que no había regresado en siete años. Respiró hondo.
Tiempo de la función.
Su madre realmente lloró. Como lágrimas verdaderas, no por estar borracha. La
abrazó. Se emocionó por lo hermosa que era Tatum, lo increíble que lucía. Tate logró
sonreír, pero tuvo la sensación que parecía más una mueca mientras esa llamada de
hace tiempo se reproducía en su mente. Su propia madre, llamándola puta sin valor,
una buena para nada, una destructora de familias. Diciéndole a su propia hija que no
tenía permitido regresar a casa, nunca más.
"Nunca más" parece que sólo dura siete años.
El hombre misterioso resultó ser el marido de Ellie. Era alto, con cabello rubio
oscuro y guapo. Sonrió mucho y se quedó mirando el pecho de Tate todo el tiempo,
aunque ni siquiera tenía escote. Tenía aura de idiota y Tate se alejó rápidamente.
A menudo se había preguntado cómo sería el encuentro con su hermana; ¿la
habría perdonado? ¿estaría enojada? No sucedió necesariamente ninguna de las
anteriores; era la misma, vieja, odiosa Ellie. Como si no hubiera pasado el tiempo.
Frunciendo el ceño a Tate como si fuera una molestia, una interrupción. Como si fuera
inferior. Y cuando Jameson siguió, le estrechó la mano a Ellie mientras permanecía de
pie lo que probablemente podría ser considerado demasiado cerca de Tatum, los ojos
de Ellie lucían absolutamente asesinos. Como si Tate pudiera leer sus pensamientos:
“me robaste esto, él era mío, y tú me lo quitaste todo”.
Era divertido que todo el mundo se había enfadado con ella, pero a nadie pareció
importarle la participación de Jameson en la situación.
Todos entraron y le dijeron que su padre estaba fuera de la ciudad, pero
regresaría al día siguiente. Su madre afirmó que estaba “ansioso" de ver a Tate, pero la
mujer apenas podía decir las palabras a través de su sonrisa pintada. Tate asintió,
siguiendo a todos a la cocina.
Bebieron vino y contaron historias. Jameson había llamado a la señora Blanche
O'Shea hace un par de días, le explicó cómo se había encontrado con Tate y que habían
desarrollado una amistad. Él sólo quería ayudar, ¿podía llevar a Tatum para una visita?
La mamá de Tate había estado emocionada ante la idea, y se alegró aún más cuando se
había invitado a sí mismo. Estaban ubicados en habitaciones enfrentadas, ninguna de
ellas era el dormitorio de Tate. Habían derrumbado esa habitación hace mucho tiempo, 149
y la habían convertido en una oficina secundaria.
El marido de Ellie, Robert, hablaba sin parar. Lo mucho que había oído hablar de
Tate, pero no tenía idea que fuera tan guapa. La señora O'Shea sólo hacía hermosas
niñas, al parecer. La mayoría de sus discursos fueron dirigidos a su pecho, y en un
momento ella vio a Jameson frunciendo el ceño, así que tuvo lástima de Robert. Arqueó
la espalda, estiró los brazos y se inclinó hacia él. Hizo un gran espectáculo soltando su
cabello, sacudiéndolo así estaba salvaje y desordenado; algo que sabía que a Jameson le
encantaba.
Ah, trágate esto, Satán.
Ellie ni siquiera lo notó, estaba tan ocupada besando el culo de Jameson; Tate
estaba esperando que ella se arrodillara y le hiciera una oferta para chupársela, justo
delante de todos. Era ridículo. En medio de coquetear con Jameson, Ellie le dio una
mirada venenosa a Tatum, quien sólo rodó los ojos y bebió un poco más. Finalmente,
como si la pequeña charla incómoda no fuera bastante mala, todos se sentaron a cenar.
—Así que, ¿dónde vives en Boston, cariño? —preguntó su madre.
—North Dorchester —respondió Tate.
—Oh, wow, debes ser una cosita dura. —Robert se rió. Tate se rió también,
guiñándole un ojo.
—No tienes idea —bromeó.
—Tate nunca ha tenido problemas en rebajarse y ensuciarse, ¿verdad? —le
espetó Ellie, bebiendo su agua. Estaba embarazada de dos meses, y era obvio, por la
forma en que miraba el vino, que la sobriedad era difícil para ella.
—Oh, nunca. De hecho, me encanta —Tate estiró las palabras. Jameson se aclaró
la garganta.
—Tate ha estado trabajando para mí —comentó él. La mesa entera se quedó en
silencio y ella lo miró fijamente. Se preguntó cuántas verdades diría.
—¿Oh? ¿Haciendo qué? —preguntó Ellie con voz fría.
—Oh, sólo un poco de trabajo aquí y allá, alrededor de mi casa. Dejando el lugar
más brillante, se podría decir. A cambio, he estado preparándola con una cuenta de
retiro —explicó, con la mirada fija en la de Tate. Ella se rió.
—Dejando el lugar más brillante; para eso vivo, señor Kane —respondió con voz
ronca.
—Bueno, eres muy buena en eso.
Su madre interrumpió entonces, no lo bastante borracha, aún, pasando por alto
las insinuaciones. Llegó la hora del poste y comieron en silencio en su mayor parte,
luego se retiraron a un salón. La señora O'Shea no duró mucho antes de irse a la cama.
Tate la siguió hasta la escalera y le dio un abrazo de buenas noches. Cuando se dio la
vuelta, Ellie estaba detrás.
—Sé lo que estás haciendo —dijo bruscamente. Tate suspiró. Estaba tan
cansada.
150
—¿Qué estoy haciendo, Ellie? —preguntó Tate.
—Me robaste a Jameson. Iba a comprometerse conmigo, y lo arruinaste todo.
Ahora que Robert y yo estamos a punto de tener un bebé, también quieres robármelo
—respondió Ellie, frotando su mano sobre su vientre. Tate se rió.
—No robé a Jameson; en siete años, ni siquiera lo vi, no hasta hace un par de
semanas. Nunca se iba a comprometer contigo, me lo dijo esa noche que iba a dejarte,
así que no arruine una mierda. Sólo le facilité las cosas para terminarlo. Y confía en mí,
en ningún momento, manera o forma, quiero a tu marido, así que, pueden tener todos
los bebés que quieren —le aseguró Tate. Ellie entrecerró los ojos.
—Eres simplemente una puta, Tate. Es tan desagradable. Puedo ver lo que está
pasando entre ustedes, “haciendo trabajo alrededor de la casa”. ¿Es eso le que llaman
follar? ¿Y te paga? Ahora realmente eres una puta. No le importas. Jameson Kane nunca
estaría con una puta como tú. Algún día el sexo no será suficiente, y necesitará una
mujer de verdad, y ahí es cuando se casará con una chica como yo. Nadie como tú —dijo
Ellie entre dientes.
Sus palabras eran ciertas, y dolían por esa razón, pero antes que la herida
pudiera abrirse y sangrar, Jameson entró en la habitación. Tate ni siquiera lo miró, sólo
mantuvo la mirada fija en su hermana. Aunque, Tate estaba un poco sorprendida
cuando él se detuvo a su lado y envolvió un brazo alrededor de su cintura.
—Claramente, subestimas el buen sexo, Ellie. Nunca podré tener “suficiente”
sexo con Tate, y te puedo asegurar que nunca me cansaré de ella, y sin dudas jamás me
casaré con una chica como tú. Tate no arruinó nada, lo que pasó entre nosotros esa
noche fue sólo un feliz accidente; iba a terminar las cosas contigo. No iba a casarme con
alguien como tú hace siete años, y definitivamente no voy a hacerlo ahora —dijo
Jameson con una voz fría y dura. Ellie retrocedió un paso.
—¿Entonces lo admites? ¿Le estás pagando por sexo? —preguntó. Jameson
levantó una ceja.
—Me alegra escuchar que prestaras atención a la parte importante de ese
discurso. ¿Alguna vez te he dado dinero en efectivo por sexo, Tatum? —preguntó,
mirando a Tate. Ella fingió pensar por un minuto.
—¿Cuenta esa vez me hiciste morder un rollo de dinero, para callarme? —
preguntó. Ellie parecía que iba a vomitar. Jameson sonrió.
—No, me aseguré de recuperar eso cuando terminamos. Después de todo, tenía
que pagar el taxi —le recordó.
—Entonces, no. Nunca he recibido dinero por sexo —concordó Tate.
—Verás, Ellie, algunas personas no necesitan que les paguen por sexo. Si algo, tú
esperas más cosas a cambio de sexo que Tate; ella todo lo que quiere es correrse, lo cual
puedo proporcionar con mucha facilidad. Sin embargo, tú requieres un marido, un
nombre, niños, aceptación, el auto indicado, la casa indicada. Y no vales ese precio, en
absoluto —explicó Jameson.
Si Tate hubiera sido la persona más rica del mundo, habría dado cada centavo 151
por grabar ese momento. Los ojos de Ellie abiertos, su mandíbula igual. La piel
volviéndose roja. Y escuchar a Jameson decir que nunca se cansaría de ella, aunque
fuera un acto, no tenía precio. De pronto, Tate estalló en carcajadas. Histéricamente.
Como si fuera la cosa más graciosa que había escuchado en toda su vida. Se inclinó por
la mitad, tropezando hacia delante.
—¿Qué está pasando aquí? ¿Festejando sin mí? —Robert se rió, uniéndose a
ellos.
—¡Me voy a la cama! —Ellie casi gritó antes de subir las escaleras.
—La vida siempre es una fiesta con los O'Sheas —dijo Jameson con voz seca
antes de dirigirse también al piso de arriba.
—Parece que quedamos tú y yo, Tatum —susurró Robert. Sintió sus dedos en su
espalda expuesta y se estremeció, alejándose de él.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó. Se acercó otra vez.
—Ellie me contó todo sobre Jameson, sobre ustedes. ¿Tienes algo por los novios
de tu hermana? Estoy bien con eso —le dijo Robert en voz baja.
Puede que haya coqueteado con él un poco demasiado. Dios, los ricos son más
espeluznantes que los pobres.
—Bueno, estás equivocado, así que no, gracias —dijo Tate.
—Vamos. Me habló de Jameson, de las locuras que solía pedirle que hiciera.
Debes follar como el infierno para mantener a un tipo como él persiguiéndote —señaló
Robert. Tate estaba un poco sorprendida. Esta debía terminar, ahora.
—Mira, no tengo una “cosa” por los novios de Ellie. Ni siquiera tengo algo por él;
simplemente sucedió. Fue un accidente. Ni ahora ni nunca voy a follarte, así que puedes
sacar esa puta idea de tu cabeza —le dijo, cruzando los brazos. La fulminó con la mirada.
—Eres una jodida provocadora. Tú y tu hermana. Jodidas provocadoras —le
espetó antes de pasar a su lado, empujándola con fuerza en el hombro. Ella tropezó
hacia atrás y tuvo que agarrarse a la barandilla, para evitar caer.
Hijo de puta.
Habían llamado a Tatum por muchas cosas, pero estaba bastante segura que era
la primera vez que le dijeron “provocadora”.
También fue arriba, a la habitación de Jameson. Él estaba en la ducha y no tenía
ganas de unírsele, así que vagó de nuevo a su propia habitación. Sentía una extraña
combinación de furia y agradecimiento hacia él. No debería haberla emboscado con su
familia, fue demasiado lejos; pero se había sentido mejor de lo que las palabras podrían
describir al verlo poner a Ellie en su lugar, después de todos estos años. Tener a alguien
respaldarla cuando dijo que no había sido previsto, que no fue a propósito. Estaba muy
agradecida. Era difícil permanecer enfadada.
Mientras se quitaba el vestido, su mente se regresó a las palabras de Ellie. Las
palabras de Robert. Puta. Provocadora. Tate estaba enojada. Quería regresar hacia ellos.
No eran tan buenos. Seis años, y un niño; Tatum apostaría dinero que nunca tenían sexo. 152
Ellie no era una persona sexual, y Robert era demasiado pervertido; tenía que estar
saciándose en otro lugar. Tate veía a los de su tipo todo el tiempo en su bar, ligando con
ella cuando sus esposas se iban al baño. La enfadaba tanto. Un pensamiento cruzó por
su mente. Cuando se enfadaba, había una cosa que siempre la hacía sentir mejor…
Sólo en sus tacones, ropa interior y medias, se precipitó a través del pasillo, de
vuelta en la habitación de Jameson. Todavía estaba en el baño, así que se tumbó en su
cama. Se tomaba un largo tiempo en la ducha, así que sabía que podría tardar. Rodó
sobre su espalda y cerró los ojos. Lo imaginado bajo el agua. Desnudo. Su enojo hacia él
se desvanecía cada vez más.
Cuando la puerta del baño finalmente se abrió, ella estaba acostada con las
piernas en el aire, cruzadas en los tobillos. La habitación estaba a oscuras y no parecía
notarla. Él cruzó la habitación, asegurando una toalla alrededor de su cintura mientras
se dirigía a su equipaje. Estaba a mitad de camino cuando la vio.
—¿Qué es esto? —preguntó Jameson, deteniéndose. Manteniendo las rodillas
juntas y las piernas rectas, Tate las abrió, mientras que su cabeza colgaba a un lado de
la cama para que pudiera mirarlo al revés.
—Suenas sorprendido —comentó, con lo que sus piernas de nuevo juntas y
luego lentamente volvió a abrirlas. La mirada de Jameson siguió el movimiento; amaba
sus piernas.
—Hace tres horas que me dijiste que me odiabas. Estaba preparado para dormir
solo esta noche —explicó.
—Tsk, tsk, hombre tonto. Simplemente porque te odie quiere decir que no
quiero follarte —respondió Tate. Él le sonrió.
—Alguien está muy enojada —dijo. Ella asintió y se puso boca abajo, llevando
sus rodillas hacia el colchón y usando sus piernas para impulsarse para sentarse,
movimiento clásico stripper. Él no era inmune, Tate podía ver que cosas interesantes
estaban empezando a pasar debajo de su toalla.
—Sí. Gané tu pequeño juego, me quedé. Quiero mi pago —le informó, deslizando
sus piernas de debajo y moviéndose hacia el borde de la cama.
—¿Y qué es exactamente lo que quieres? Tal vez no quiero pagar —respondió.
Tate rió y se levantó.
—Oh, pagarás. —Se rió, acercándose a la pared a su derecha. Presionó su espalda
y estiró los brazos a lo largo de la pared.
—¿Qué tienes en mente, nena? —preguntó Jameson en voz baja, aproximándose.
—Quiero que me folles, aquí mismo. Contra esta pared. Tan duro como sea
posible —le dijo.
—Parece que yo estoy ganando en esta situación.
Tate levantó una pierna, extendiéndola, tocando su estómago duro con el tacón
del zapato caro que le había comprado. Lo clavó en su piel un poco, con la esperanza
que sangrara. Él le tomó el tobillo, la sostuvo contra su cadera. 153
—Quiero que me llames por cualquier nombre sucio que puedas imaginar.
Quiero que me folles como si me odiaras completamente —susurró. Él entrecerró los
ojos.
—Suena como mi tipo de juego. ¿Cuál es el truco? —preguntó.
—No podemos movernos de este lugar. Esta pared. Quiero que folles contra este
muro —explicó. Jameson dejó caer su pierna.
—¿Quién está en el otro lado de esa pared? ¿Ellie y Robert? Muy inteligente,
nena. Muy obscena. —Su voz era baja también.
—Eso es lo que buscaba. No voy a ser silenciosa —le advirtió.
—¿Realmente quieres hacer esto? —preguntó para asegurarse. Su indecisión le
molestaba. Ella arqueó la espalda, alejando sus caderas de la pared, y suspiró. Apartó la
mirada, como si estuviera cansada de la conversación.
—Si no quieres, está bien. Estoy segura que puedo encontrar a alguien más para
jugar; Robert estaba muy emocionado hace un momento —dijo con voz aburrida.
Jameson levantó las cejas bruscamente. Ahora tenía su atención.
—Oh, ¿en serio? Vi la forma que te estaba mirando. ¿Qué te dijo? —preguntó
Jameson, dando un paso más cerca. Ella se encogió de hombros.
—Palabras. Cosas. Ya que tengo una cosa por las sobras de Ellie, básicamente,
por qué no darle una oportunidad. Lo provocadora que soy por no demostrárselo —
respondió con indiferencia. Jameson ahora estaba presionado contra ella.
—¿Se lo demostrarías? —le preguntó, con las manos presionadas contra sus
costillas y luego deslizándolas alrededor de su espalda. Ella se rió.
—Si pudiera atar a Ellie y obligarla a observar, tal vez —respondió.
—Pervertida. ¿También puedo ver? —le preguntó, desabrochando su sujetador
y deslizándolo por sus brazos.
—No lo creo. No has sido muy bueno conmigo últimamente —señaló. Él se rió,
tirando la toalla de sus caderas.
—Nena, siempre soy bueno contigo —respondió Jameson.
—Eso es una cuestión de opinión.
—Y tu opinión no importa.
Y entonces, fue como un interruptor. Le quitó las bragas, las costosas que le había
comprado, y tomó su culo, obligando a sus piernas envolverse alrededor de su cintura,
forzando su camino dentro de ella. Tate gritó y golpeó sus manos contra la pared por
encima de su cabeza. Iba a hacer una escena que Robert y Ellie nunca olvidarían.
Fue casi cómico en un primer momento; era como estar en una de las pornos de
Ang. Decía cosas que normalmente nunca decía, cosas las cuales le daban gracia cuando
otras personas las decían; “Me follas tan bien, oh Dios mío, tu pene es tan enorme, oh, sí,
más rápido, más lento, justo ahí, eres increíble”. Y, por supuesto, su nombre, una y otra
vez. No podía dejar que se olviden con quién estaba haciendo esto, después de todo. 154
Incluso oyó a Jameson reír en un momento dado.
Pero a medida que sus embestidas eran más duras, el juego terminó. Ella gimió
y gritó de verdad, golpeando una mano contra la pared. Los cuadros cayeron. Al igual
que los libros de un estante. Había un espejo frente a ellos, y al ver su reflejo, observar
su musculosa espalda y sus piernas fuertes tensarse, moviendo sus caderas contra ella
con tanta fuerza, fue prácticamente su ruina. Ni siquiera había pasado mucho tiempo, y
ella ya se estaba viniendo como un tren de carga.
Él no se detuvo en absoluto. En todo caso, embistió aún más fuerte. Todo su peso
la estaba presionando a la pared, con una mano agarrando su culo y la otra tomando
dolorosamente su pecho. Presionó su rostro a un lado del de ella, gruñéndole entre
dientes apretados. Le dijo nombres sucios que nunca había oído, y un par nuevos.
Aunque se sorprendió que sólo se limitó a llamarla por nombres. Por lo general, le
gustaba para degradarla, decirle cosas muy horribles sobre ella, pero no esa noche.
Después de lo que pareció una eternidad y dos orgasmos más de Tate, él
literalmente la dejó caer al suelo y en voz alta le dijo a chupara su polla. Mientras lo
hacía, Jameson se apoyó contra la pared, golpeando el puño cuando ella rozó zonas
especialmente sensibles. Cuando por fin se vino, lo anunció a toda la casa, manteniendo
la cabeza de ella en su lugar tomándola del cabello, jalando sus raíces.
Más de nuestros juegos debería ser así.
—¿Qué tal eso? ¿Suficientemente bueno? —susurró, la respiración pesada
mientras apoyaba sus antebrazos en la pared por encima de ella. Tate se apartó.
—Sirve por ahora —bromeó sin aire mientras limpiaba su boca. Jameson gruñó
y tomó un puñado de su cabello.
—No puedo esperar para llevarte a casa y realmente tratarte mal —murmuró,
levantándola y llevándola a la cama.
Yo tampoco.

155
~ 10 ~
T
atum despertó a la mañana siguiente con Jameson mordiendo su
trasero, literalmente. Se echó a reír y lo abofeteó. Él le informó que su
padre estaría en casa en un par de horas, así que probablemente
debería levantarse y prepararse. Le ofreció que se le uniera a la ducha,
pero ella sabía eso nunca tomaba poco tiempo, por lo que pasó y lo envió solo.
Gruñendo, se puso las medias de marca, unos pantalones cortos y una larga
camiseta antes de bajar. Jameson le había comprado un guardarropa entero para el fin
de semana, toda la ropa de señorita remilgada, pero había sido bastante pensativo para
incluir su ropa habitual de cama. Le hacía sentirse más cómoda, y se sintió más normal
cuando entró en la cocina. Su madre cerca de una cafetera, viendo cómo se llenaba el
café.
—Buenos días, cariño —murmuró su madre. Tate logró sonreír.
—Buenos días —contestó, apoyándose contra el mostrador y mirando la olla
también.
—Pasé y eché un vistazo a tu habitación a las cinco de la mañana, pero no estabas
ahí. ¿Dónde estabas? —preguntó su madre. Tate la miró. ¿En serio?
—Estaba en la habitación de Jameson —respondió con sinceridad. ¿La señora no
había oído nada?
—¡Oh, Jesús! ¡Pensé que sólo eran amigos! —exclamó mamá. Tate se enderezó.
—Lo somos. Somos muy, muy buenos amigos —enfatizó. Su madre ocupó sus
manos.
—¿Crees que es buena idea, cariño? Es decir, con Ellie y todo, tal vez sería
mejor… ya sabes, no —sugirió su madre.
¿Está jodidamente bromeando?
156
—Madre. Me importa una mierda Ellie, o cómo se siente —dijo Tate con voz dura.
Su madre jadeó.
—¡No hay necesidad de hablar así! ¡Deberías mostrar respeto por tu hermana y
por sus sentimientos! —dijo. Tate echó la cabeza hacia atrás y se echó a reír.
—¿Es una jodida broma? ¿Por qué debería respetarla? ¿O a alguno de ustedes?
Ella no me ha hablado en siete años, todavía me trata como la puta de Babilonia, y su
marido coqueteó conmigo anoche, después que ella se quejara de que arruiné lo que
tenía con Jameson. Papá ni siquiera reconoce mi existencia, y solo me llamas cuando
estás borracha y te sientes culpable —espetó.
Su madre la miró por un segundo, con los ojos llenos de lágrimas, y luego se
apresuró a salir de la cocina, soltando un sollozo. Ellie entró al mismo tiempo,
quitándose del camino. La observó por un segundo y luego volvió su mirada hacia Tate.
—Ves. Arruinas todo. Tu pequeño espectáculo de anoche fue desagradable. Algo
está mal contigo —siseó Ellie. Tate sonrió dulcemente.
—Ese espectáculo fue el mejor sexo que nunca tendrás, así que, de nada —
respondió, enviándole un beso a su hermana. Ellie se encogió.
—He tenido buen sexo. Me acosté con él primero, ¿sabes? —Tate se rió.
—No es lo mismo, Ellie. Y no es una competencia, quién lo consiguió primero,
quién fue la última. No lo quería en ese entonces, y no es mío ahora. Ni siquiera deberías
preocuparte con quién está, o no, follando; estás casada —señaló Tate.
—¡Pero debería haber estado casada con él! —gritó Ellie de repente.
—¿Qué dijiste?
Ambas se volvieron para ver a Robert de pie en una entrada separada. Ellie
gimió.
—No fue nada, no quería… —empezó ella.
—Tenemos que hablar, ahora —le espetó antes de girar y salir de la habitación.
Ellie suspiró y luego miró a Tatum por última vez.
—¿¡Ves!? Todo. Arruinas todo —repitió antes de precipitarse tras su marido.
Obligarme a ver está familia extraña. Listo. Jameson puso a mi hermana en su
lugar. Listo. Tener sexo increíble y fuerte para que todo se sientan incómodos. Listo. Hacer
a mi madre llorar. Listo. Arruinar un matrimonio. Listo. ¡Asombrosa reunión familiar!
Tate rodeó la cocina, preparándose un plato de cereal y comiéndolo. Luego llenó
dos tazas de café, sabiendo que Jameson querría una cuando saliera del baño. Las llevó
cuidadosamente por las escaleras, escuchando el sonido de la ducha. Ya había pasado
media hora, pero todavía estaba allí. Negó. A veces se arreglaba más que una chica.
Estaba a punto de entrar en su habitación, cuando un ruido llamó su atención.
Discusión. La puerta de la habitación de Ellie no estaba completamente cerrada y los
sonidos de una pelea llegaban hasta el pasillo. Dando una pequeña risita maligna, Tate
se acercó, escuchando lo que se estaba diciendo.
157
—¡Estúpida jodida puta!
Tate se sorprendió. Robert no había parecido el tipo de hombre que hablara con
su esposa de esa manera.
—Lo siento, lo siento —decía Ellie una y otra vez. Tate frunció el ceño. Ellie no
sonaba triste. Sonaba… temerosa.
—¿¡Jodidamente avergonzarme!? ¿¡Delante de esa hermana puta!? —Robert
estaba realmente gritando ahora. Tate tocó un dedo en el pomo de la puerta, apenas
presionado lo suficiente para abrir la puerta abierta un poco. Tenía una pequeña vista
a la habitación. Podía ver a Robert de pie, con las manos en su cabello. Ellie estaba
sentada en el borde de la cama, retorciendo las manos.
—¡No! ¡No quise hacerlo! ¡Estaba… enfadada! ¡Lo siento!
—¡Sabes que sus oficinas de Nueva York tienen un contrato con mi firma! Si se
queja con él sobre su hermana hija de puta, ¡podría perderlo todo!
“Hija de puta” era un tipo especial de palabra para Tate. Era la más sucia de todas,
muy tabú. Probablemente la calentaba. Pero por el otro lado, era tabú por una razón.
Era muy mala; una palabra degradante y cruel. En su experiencia, las personas que lo
usaban cómodamente en cólera no eran personas muy agradables. Para la mayoría de
la gente, tomaba mucho usar la palabra HDP en una pelea, y Robert la había dicho como
si estuviera diciendo “buenos días” o algo así.
—Hablaré con ella, lo prometo. Le haré prometer que no le diga nada —le
aseguró Ellie.
—¿Por qué te escucharía? Eres el maldito diablo, por lo que a ella le concierne
—respondió Robert.
—La haré, te lo prometo…
Su mano se estrelló contra el rostro de Ellie, y Tate jadeó, dejando caer las tazas
de café. Su hermana no era su amiga. En todo caso, Ellie era un enemigo. Pero también
era una mujer. Y estaba embarazada. Y su marido acababa de darle un revés. Agarró el
brazo de Ellie y la levantó de la cama, levantando su mano para golpearla de nuevo.
—¡OYE! —gritó Tate, apresurándose por la puerta. Ambos se volvieron y la
miraron.
—¡Tatum! —gritó Robert jovialmente, soltando a Ellie—. ¿Cómo estuvo el café?
¿Pudiste…?
—¡Jodidamente aléjate de mi hermana, pedazo de mierda! —gritó Tate,
acercándose al pie de la cama.
—Tate, sólo vete, no entien… —empezó Ellie, levantando una mano.
—Cállate. —Tate y Robert ambos rompieron al unísono.
—Realmente no eres parte de esta familia. Por favor, vete —le dijo Robert con
voz fría. Tate cruzó los brazos.
—Tú vete. No voy a ir a ninguna parte —le informó.
158
—No voy a volver a preguntar.
—Nunca has golpeado a alguien que devolvió el golpe, ¿verdad?
—No me presiones.
—¡Por favor! —le interrumpió Ellie, poniéndose de pie—. ¡Por favor,
deténganse! ¡Déjala en paz!
—¿¡Disculpa!? —Robert pareció sorprendido, mirando a su esposa. Tate
también se sorprendió.
—¡Déjala en paz! ¡Sal, déjame hablar con mi hermana! —demandó Ellie.
Él la abofeteó de nuevo, y Tate estuvo sobre él en un segundo, sin dudarlo. Trató
agarrarla, y ella gritó, lanzando un puñetazo. Estaba segura de que aterrizó cerca de su
oreja. No era exactamente una luchadora callejera. Se dio la vuelta y se subió a su
espalda, jalando su cabello y golpeándolo en la parte superior de la cabeza. Ellie empezó
a gritar. Robert giró en un círculo, gritándole a Tate para que se bajara. Cuando era
obvio que no tenía intención de hacerlo, la golpeó contra la pared. El dolor subió por la
columna vertebral de Tate, y lo dejó ir, cayendo a sus pies. Se dio la vuelta y la abofeteó
con tanta fuerza que la arrojó al suelo. Ella se apresuró a escapar, retrocediendo a una
esquina.
Él no había dado ni dos pasos cuando Jameson lo sujetó contra la pared. Tate ni
siquiera había notado que Jameson entró en la habitación. Era de lejos más grande, con
un físico mucho más fuerte; Robert no podía moverse. Tate se puso de pie, respirando
con dificultad, con una mano presionada contra su mejilla. Jameson la miró.
—¿Estás bien? —preguntó. Ella asintió.
—Estoy bien. La golpeó. Duro —respondió, señalando a Ellie, que tenía el rostro
entre las manos de nuevo.
—¿Qué tipo de mierda golpea a una mujer? ¿Una mujer embarazada? —preguntó
Jameson en voz baja, con la mirada gélida. Tenía el antebrazo presionado contra la
tráquea de Robert y el hombre más pequeño se retorcía.
—No es asunto tuyo, es mi esposa —dijo sin voz.
—Y Tatum es mi asunto —gruñó Jameson, asintiendo hacia Tate.
—Por favor, escuchamos la forma en que le hablaste anoche; probablemente a
la puta le gustó recibir una bofetada.
No hubo vacilación; El puño de Jameson se estrelló contra la mandíbula de
Robert y cayó al suelo. Tate se apresuró a avanzar, mirando al hombre inconsciente. Se
estremeció; probablemente tenía la mandíbula rota. Finalmente miró a
Jameson. Respiraba con dificultad, con las manos en los puños, y miraba a Robert con
ojos salvajes. Tate se acercó a él y presionó una mano contra su pecho, deslizándola de
un lado a otro. El mismo movimiento que utilizaba para calmar a Ang. La mirada de
Jameson fue hacia la suya. La miró fijamente.
Esto ya no es un juego.
Jameson se fue para a buscar a Sanders, que estaba alojado en una casa de
huéspedes. Tatum caminó con una casi llorosa Ellie de regreso a su propia habitación. 159
Se sentaron en la cama y frotó la espalda de su hermana, esperó a que se tranquilizara.
—¿Cuánto tiempo ha sido así? —susurró Tate.
—Desde siempre. Desde que nos casamos. Durante la luna de miel, se enojó
conmigo, me golpeó. Nunca había hecho eso antes —dijo Ellie entre sollozos.
Seis años. Ellie había soportado el abuso durante seis años. Durante los últimos
seis años, Tate había estado rogando a los hombres que la empujaran y la llamaran por
nombres sucios. Pero nunca así, no contra su voluntad. Suspiró y envolvió sus brazos
alrededor de los hombros de su hermana, algo que nunca pensó que haría.
—Déjalo —dijo exhalando. Ellie negó.
—No puedo. Estoy embarazada.
—Hay muchas mamás solteras por ahí.
—Papá estaría tan enojado. Lo eligió para mí.
—A la mierda lo que papá dice. ¿Sabe que te golpea?
Silencio.
Tate no podía creerlo. Por supuesto. Por supuesto que su padre lo sabía. Robert
era un buen chico, de una buena familia, así que como sea que trataba a las mujeres
estaba bien. Aunque su padre nunca había golpeado a su madre, Tate nunca lo había
visto tratándola con ningún tipo de respeto tampoco. La señora O'Shea era mejor
callada, no escuchada. Su propio tipo de abuso. Ella lo soportaba tomando píldoras y
emborrachándose. Ellie se había casado con un marido abusivo. Tate era un farsante
sociópata.
Todos estamos muy jodidos.
—No puedo dejarlo, Tatum —repitió Ellie, apartándose.
—¿Por qué? ¿Por qué no puedes? —exigió Tate.
—No sabes nada de nosotros, de mí. Tengo responsabilidades. ¿A dónde iría, de
todos modos? —preguntó. Sus muros estaban de regreso. Muy pronto, Tate sería
excluida.
—A cualquier parte. Ven con nosotros, puedes quedarte conmigo —le instó Tate.
Ellie se echó a reír.
—Gracias, pero no gracias. Estoy marcada por la vida por las cosas que escuché
anoche de ustedes dos. No podría soportar estar en la misma casa mientras vierten cera
caliente al otro, o lo que sea —bromeó. Tate casi se echó a reír.
—Por favor, Ellie —susurró Tate. Había pasos subiendo las escaleras, dos
personas pasando la puerta.
—No. Estará bien. Verá al bebé, y estará bien —dijo Ellie rápidamente y se puso
en pie de un salto, corriendo hacia la puerta. Tate la siguió hasta el vestíbulo, justo a
tiempo para ver a Sanders y Jameson llevando el cuerpo quejumbroso de Robert por el
pasillo. 160
—¿Dónde lo llevas? —preguntó Tate.
—Al hospital. Después de que le ayuden a recuperar la conciencia, voy a matarlo
—dijo Jameson con tono decidido. Ellie empezó a llorar de nuevo.
—Voy contigo —dijo Tate antes de precipitarse a su habitación y ponerse un par
de pantalones. Eran pantalones de traje, y lucía raro con su camiseta sin mangas, pero
no le importaba. Llevó a Ellie a su auto y luego las llevó al hospital, siguiendo a Sanders
todo el camino.
La mandíbula de Robert estaba, de hecho, rota. Al parecer, Jameson no
controlaba sus golpes. Ellie dijo que cayó por las escaleras. El personal del hospital
parecía muy incrédulo, probablemente debido al hecho de que Jameson estaba detrás
de todo el mundo, mirando todo por lo alto como un demonio. Ni siquiera habló,
simplemente dejó a Robert en una silla de ruedas y luego se alejó. Sanders se encargó
de todo, se marchó con Ellie y las enfermeras, dejando a Tate a solas con Satán.
—¿Estás bien? —preguntó con voz ronca. Ella lo miró. Estaba mirando fijamente
hacia adelante, tratando de quemar un agujero en la pared con su resplandor.
—Estoy bien. ¿Y tú? —respondió.
—No me golpearon a mí. ¿Estás bien? —Su voz estaba sonando enfadada.
—Ni siquiera fue tan duro, estoy bien —insistió. Él de repente se volvió y tomó
su rostro, exponiendo su lado izquierdo. Ella tropezó y presionó sus manos contra su
cintura.
—Te golpeó. Te vi caer al suelo. No me digas que no fue duro —le gruñó Jameson,
con los ojos en su rostro.
—Realmente no lo fue, lo prometo. Ni siquiera me duele —le aseguró.
—Es afortunado que no dejó una marca. Dios, quiero matarlo —susurró contra
ella, su agarre en su mandíbula casi doloroso. Tate lo alejó.
—Estás a punto de dejar una marca. Cálmate. —Intentó reír.
—Yo tengo permiso. Si algún hijo de puta te toca así otra vez… —Su voz se
desvaneció. Ella levantó la mirada.
Está muy enfadado por esto.
—Jameson —dijo su nombre fuerte. Su mirada fue a la suya—. Estoy bien. Soy
una chica dura del lado malo de Boston, que también está durmiendo con un corredor
de bolsa psicótico que tiene un gancho de derecha increíble. No estoy preocupada.
Él se rió y finalmente la soltó, pero no apartó la mirada.
—No pensé exactamente que el fin de semana seguiría este camino. Quería verte
retorcerte. Ponerte incómoda —explicó. Ella rió.
—Misión cumplida, señor Kane.
—¿Tu padre te golpeó alguna vez? —preguntó. Ella sacudió su cabeza.
—No. Era estricto y malo, pero nunca golpeó a nadie —respondió.
—¿Ellie va a estar bien? —continuó Jameson. Tate se encogió de hombros.
161
—Estoy empezando a pensar que nunca lo estuvo; está obsesionada con esta
cosa entre nosotros —respondió Tate, gesticulando entre los dos—. Deberías haberla
oído en la cocina esta mañana. Y luego me dijo que le estuvo haciendo esto desde que
se casaron. Piensa que el bebé lo detendrá.
—Jesús —dijo Jameson, dejando caer la cabeza.
Ellie volvió a salir en ese momento, y todos se regresaron a casa. Ellie fue
directamente a su habitación, no habló con nadie. Tate llevó a Sanders a su casa de
huéspedes, y él la miró durante un largo rato desde su puerta. No dijo nada, así que ella
le dio un apretón en el brazo y luego se alejó. Jameson contó todo en el despacho de su
padre. Su madre bebió, fingió que todo estaba bien.
No voy a sobrevivir este fin de semana.
Cuando oyó el auto de su padre por la entrada, Tate subió para cambiarse. Ahora
comprendió por qué Jameson había comprado su ropa para el fin de semana. Tate no
poseía nada que fuera apropiado para su padre, ya no. Después de cepillarse el cabello
y levantarlo en una cola de caballo agradable y ordenada, se puso otro vestido, uno con
una falda hasta la rodilla. No fue hasta que estaba tratando de subir la cremallera por
su espalda que se dio cuenta que sus manos estaban temblando. Estaba caminando
alrededor, tratando de recuperar la sensación en sus dedos, cuando Jameson entró en
la habitación.
—Detente —murmuró, tomándola por los hombros y girándola. Le subió la
cremallera y luego la giró, pasando las manos sobre el material.
—¿Estoy a la altura? —bromeó. Él apoyó las manos en sus caderas y la miró.
—Más de lo que jamás hubiera pensado.
El sentimiento la hizo sentirse enferma y pasó delante de él, bajando las
escaleras. Cuando llegó al piso inferior, su padre salía de la cocina. Ambos se detuvieron.
Se miraron. Estaba más viejo, más pesado. Más gris en su cabello. Tate sabía que ella
estaba diferente, había crecido a lo largo de los años. Se preguntó qué pensaría cuando
la miró. Qué había pensado.
—Tatum. No le creí a Kane cuando dijo que te traería —declaró su padre. Tate
dejó escapar un suspiro.
—Aquí estoy —dijo suavemente.
—Te ves bien. —Fue todo lo que dijo antes de pasar por delante de ella y entrar
en el estudio. Jameson se acercó y ella lo miró.
—¿Tu juego sigue siendo gracioso? —susurró. Él negó.
—Ni siquiera un poco —respondió, levantando las manos y frotándole los
hombros. Ellie apareció por la esquina y Tate se apartó automáticamente de él.
Porque no es mío.
La cena fue incómoda, por decir lo menos. Su padre preguntó dónde estaba
Robert, y todo el mundo miró a Ellie, quien sólo se rió nerviosamente. Preguntó a
Jameson cómo iba el negocio, preguntó a su esposa cómo había ido su día. No le dirigió 162
ni una palabra a Tatum. Ella bebió. En gran medida. Jameson le quitó el vaso en un
momento, pero ella empezó a llenar su vaso de agua con vino.
¿Por qué las personas ricas no pueden ser normales y beber whisky?
Se "retiraron" al salón. Jameson encendió un cigarrillo, cosa que nunca lo había
visto hacer antes; la calentó. Había bebido mucho vino, e imaginó las diferentes cosas
que podía hacer con un gran Macanudo.
Se preguntó qué estaba mal con ella.
Tate finalmente escapó a la cama alrededor de las nueve. No había dicho una
palabra en más de una hora, nadie había hablado con ella, así que pensó que nadie la
extrañaría. Entró en su habitación y se quitó toda su ropa antes de meterse bajo las
sábanas. Tratando de esconder sus resoplidos, le envió un mensaje a Ang.
¿Qué estás haciendo?
Le tomó un tiempo responder.
Tres intentos.
Casi se echó a reír.
Sexo. Follando en la ducha. Maratón de Battlestar Galactica.
Acertaste en dos. ¿Qué pasa, ratoncita?
Estoy en casa.
¡Pensé que estaban fuera del país! Voy a patear esta perra a la calle y llevar
Battlestar a tu casa.
No, estoy en casa. Casa. Hogar. Donde nací. Pensilvania.
Santas jodidas bolas.
Realmente se rió de eso. Capturó sus sentimientos tan bien.
Todavía sorprendida.
¿Satán te obligó a hacerlo?
¿Quién más? Decir que no ha ido bien sería un eufemismo.
¿Malo?
Peor.
Detalles.
Mamá es adicta a las píldoras y alcohólica. Papá todavía se niega a admitir que
existo. Ellie todavía piensa que soy la zorra más grande del mundo. Su marido es un
pervertido abusivo. Me golpearon en la cara. Me emborraché.
Hubo otra pausa larga.
Si Satán te golpea, lo voy a matar.
No. El marido de Ellie.
¿Satán estaba enojado o encendido?
Le rompió la mandíbula al tipo.
163
Bien, incluso estoy un poco excitado por eso.
Tate se echó a reír y justo entonces, su puerta empezó a abrirse.
—Pareces una loca. —La voz de Jameson era suave. Su cuerpo fue esbozado por
un halo de luz y luego la puerta se cerró, dejándolos en la oscuridad.
—Probablemente porque lo soy —respondió. Lo sintió sentarse en el borde de
la cama y luego su mano descansó sobre su estómago.
—¿De qué te estabas riendo? —preguntó.
—Ang. Nos estábamos enviando mensajes —explicó.
—Ah, por supuesto. Angier. ¿Estás bien?
—¿En serio te importa?
—Animada.
—No. Estoy cansada —dijo en un suspiro. Las yemas de sus dedos rozaron su
frente, apartándole mechones de cabello del camino.
—Te dejare sola. Un día más, nena, y luego ganas todo esto —susurró Jameson,
y luego se levantó. Salió por la puerta y la cerró sin decir nada más. Ni siquiera una
mirada hacia atrás.
Lo miró fijamente. Su teléfono estaba apretado en su mano, descansando contra
su pecho. Podía sentirlo vibrando con más mensajes de texto entrantes de Ang. Pero no
los leyó. Miró a la puerta, deseando que Satán regresara.
Odio estar sola.

Otro día, otro vestido. Jameson sólo había empacado un par de pantalones y los
había usado en el hospital, estaba arrugado en un rincón de su habitación. Así que, se
puso un vestido de tweed. Posiblemente Chanel. Se sentía horrible. Quería su propia
ropa, un par de shorts y una camiseta suelta. Sus calcetines hasta la rodilla. Cualquier
cosa. Fue cuidadosa con su cabello y maquillaje, y luego bajó las escaleras.
Jameson ya estaba en la sala de estar, hablando con Sanders. Ambos se volvieron
hacia su entrada, pero ella sólo logró sonreír a Sanders. Se sentía agotada. Vacía. Su
familia le quitaba la vida. No se había dado cuenta, pero tal vez por eso había sido un
robot en su vida pasada. Le habían succionado su voluntad de vivir. Tenía que escapar.
Si Jameson no los llevaba a casa esa noche, iba a irse sola. Secuestrar a Sanders. Robar
el auto. Algo.
—¿Todo bien? —preguntó Jameson con un gesto brusco de cabeza. Ella se
encogió de hombros.
—Como siempre. ¿Es demasiado pronto para empezar a beber? —preguntó.
Jameson asintió.
164
—Sí.
—¿Sandy, tienes algo de Xanax? —preguntó en broma.
—En mi equipaje, señorita —respondió Sanders. Se sorprendió por un segundo,
y luego se rió.
—Mejor ten cuidado, Sandy, o me enamoraré de ti —bromeó, dirigiéndose a la
cocina.
Al parecer, no era demasiado pronto para algunas personas, ya que vio a su
madre llenar su café con brandy. Ellie bajó un par de minutos más tarde, sin hacer
contacto visual con nadie. Robert había llegado a casa tarde la noche anterior, y aunque
tenía la mandíbula cerrada, había tenido mucho que decir. Sus murmullos se
escuchaban por toda la casa. Había ido a llorarle al padre de Tate. Podía imaginar lo que
quedaba para el resto de ese día.
No tuvo que esperar mucho.
—¡Tatum! Mi oficina, ahora, por favor —gritó la voz de su padre. Respiró hondo
y lo siguió hasta la habitación oscura.
—¿Sí? —preguntó ella, de pie frente a su escritorio.
—¿Qué haces de tu vida? —preguntó. Tate parpadeó un par de veces.
—Trabajo.
—¿Qué haces?
—Soy cantinera en el centro de la ciudad.
—Vergonzoso.
Empezó a enfadarse.
—Bueno, tenía que hacer algo, papá. Sin título universitario, sin dinero, sin
referencias. Las probabilidades eran pocas. Soy muy buena en eso, todo el mundo sabe
que Tatum O'Shea es la mejor cantinera de todo Boston —dijo en una voz dulce,
sarcasmo goteando de sus palabras.
—No me culpes de eso. Lo hiciste a tú misma. Chica desvergonzada —gruñó.
—No. Era una niña, estúpida, confundida, sin pensar; ni siquiera me preguntaste
qué pasó. Simplemente creíste la palabra de Ellie, como siempre —señaló Tate.
—¿¡Entonces no tuviste una aventura con él!? —gritó. Casi se echó hacia atrás,
pero entonces recordó que… él no era parte de su vida. No tenía poder sobre ella.
—No, no tuve una aventura con él. Fue sólo una noche, sólo sexo —respondió
bruscamente.
—¿Cómo te atreves a hablarme así?
—Tú preguntaste.
—No sientes ningún arrepentimiento, ¿verdad? —preguntó su padre—. Nada de
maldito arrepentimiento. Arruinaste la oportunidad de que Ellie tuviera un matrimonio
digno, y ni siquiera te importa.
165
—¿Ya terminaste? Tengo cosas que podría estar haciendo —respondió Tate.
—No me hables en ese tono, jovencita —le advirtió.
—Usaré cualquier tono que quiera —dijo en respuesta. Él saltó de su silla.
—Sabía que era una mala idea. Le dije a ese hombre que no podía salir nada
bueno de ti, que él simplemente te diera la espalda. Eres una pérdida de tiempo, Tatum.
No sé por qué me molesté contigo —le dijo. Ella ahogó un jadeo.
—El sentimiento es totalmente mutuo —replicó, y antes de que su padre pudiera
responder, Tate salió de la habitación.
Realmente estaba temblando mientras subía las escaleras. Permaneció en su
habitación un rato, pero no quería nada allí. No le importaba su ropa nueva. Caminó
hasta la habitación de Ellie y ni siquiera se molestó en llamar, sólo estalló dentro. Robert
estaba acostado en la cama y Ellie estaba de pie junto a él. Ambos jadearon en su
entrada.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Ellie, sobresaltada por la impetuosa entrada.
—Me largo de este jodido lugar. Ven conmigo —dijo Tate rápidamente. Robert
se incorporó, negando y murmurando algo.
—Tate, sé que no… —empezó Ellie, pero Tate negó.
—Última oportunidad. Ven conmigo —le ofreció de nuevo.
Hubo silencio, y luego los ojos de Ellie se dirigieron a su marido. Volvió a negar
y Ellie suspiró, volviéndose hacia su hermana. Tate asintió y salió de la habitación. Por
lo menos la despedida sería mucho más rápida ahora. Pasó corriendo por la casa,
ignorando a Jameson cuando la llamó. Estaba a medio camino de la casa de huéspedes
cuando Sanders la alcanzó.
—¿Puedo ayudarla con algo, señorita O'Shea? —preguntó rápidamente,
corriendo hacia su lado.
—No, Sandy, estoy bien —respondió, caminando por la puerta principal de la
casa de huéspedes.
—Bien. ¿Está buscando algo? —preguntó de nuevo mientras ella permanecía allí,
sus ojos vagando por la entrada.
—Llaves.
—Llaves para qué, si me permite preguntar.
—El auto.
—¿Nuestro auto?
—Ese.
—Lo siento —dijo Sanders de nuevo—. ¿Quiere ir a alguna parte? Estaría
encantado de llevarla.
—Está bien. En realidad, sé cómo conducir, ya sabes, y donde quiero ir llevará
tiempo —le dijo, caminando hasta un pequeño escritorio y abriendo los cajones, 166
revolviendo el contenido.
—No me importa un viaje largo. Estaría muy feliz de llevarla a cualquier parte
—le aseguró. Ella lo miró.
—Boston. Me gustaría que me llevaras a Boston —dijo claramente. Él dudó, y
luego asintió.
—De acuerdo, señorita. Si espera aquí, traeré el auto —dijo Sanders, y luego salió
por la puerta.
Tate estuvo un poco aturdida por un minuto, y se preguntó si estaba bromeando.
Pero Sanders nunca bromeaba, así que se sentó en un taburete decorativo. Estaba
demasiado cansada para pararse. Le tomó toda la fuerza de los músculos que tenía
mantenerse erguida. Quería acurrucarse.
Pérdida de tiempo.
—Entonces, ¿nos vamos? —La voz de Jameson era suave en la puerta. Ella se
echó a reír, sin molestarse en levantar la cabeza.
—Soplón —susurró ella.
—Es mi ayudante. No va a llevarte a Boston sin al menos decirme que va a estar
ocupado por un par de horas, o siete —señaló Jameson. Ella asintió.
—Sí. Debería haber pensado en eso —contestó.
—Comprendo que quieres huir de tu familia. Pero tratar de huir de mí, eso me
sorprende —dijo, acercándose para estar de pie frente a ella.
—No estaba de humor para oírte regodearte. No hoy, no ahora mismo —explicó.
Él suspiró y puso sus manos sobre sus rodillas. Todavía se negaba a mirarlo.
—Qué tal si me dejas ir contigo, te prometo que no regodearme hasta que
lleguemos a casa —le ofreció. Ella rió.
—No confío en que cumplas esa promesa —bromeó. Él le inclinó la cabeza para
que lo mirara.
—Dijiste que confías en mí —le recordó Jameson.
—Confío en que seas consistente. Eres consistentemente malo —aclaró Tate. Él
rió.
—Sí, pero también cumplo mis promesas. Mueve tu trasero, nos vamos de aquí
—dijo antes de dar la vuelta y salir por la puerta.
Tate fue y esperó en el porche delantero. Vio a Ellie asomarse por una ventana,
pero se alejó antes de que Tate pudiera hacer cualquier tipo de movimiento. Sanders
acercó el auto justo después y salió, corriendo para abrirle la puerta. Sin embargo, antes
de que pudiera subir, le tendió algo en la mano. Ella arqueó las cejas.
—Para usted, señorita. Supuse que hablaba en serio. —Eso fue todo lo que dijo.
Le tendió la mano y le dio dos pastillas. Ella se quedó mirando su palma, casi riendo.
Xanax.
—Sandy, creo que me tratas mejor que cualquier otra persona que haya 167
conocido. —Se rió, inclinándose y besándolo en la mejilla.
—No tengo ninguna duda de eso, señorita O'Shea —respondió antes de ayudarla
a subir al auto.
Tragó las píldoras y esperó a que apareciera Jameson. Le tomó unos quince
minutos, y luego salió por la puerta, llevando las dos maletas. Su madre siguió tras él,
diciendo algo que Tate no podía oír. Jameson simplemente la ignoró, subió al asiento
trasero junto a Tate. No dijo nada, sólo asintió hacia el retrovisor. Sanders encendió el
auto y aceleró.
—¿Hablaste con alguno de ellos? —preguntó Tate, mirando por la ventana.
—Sí. Le dije a tu padre que lo único bueno que hizo en su vida fue producir una
hija muy follable —respondió Jameson. Ella se echó a reír.
—No lo dices en serio.
—Lo digo muy enserio. También agregué que eres una persona muy buena, a
veces. Le dije a tu madre que pagaría su rehabilitación con mucho gusto y le advertí a
Robert que, si encuentro a Ellie en cualquier momento con otro moretón, no me
molestaría romperle la mandíbula de nuevo, simplemente lo dejaría sin mandíbula —
le dijo.
No era su familia. Por lo que sabía, Jameson realmente no tenía una familia. Su
madre murió cuando era joven, su padre murió hace un par de años. Sin hermanos. Sin
primos cercanos. Sólo Sanders. Y parecía que le gustaba de esa manera. Así que, no
podía entender por qué se estaba molestando con su familia, cuando ella ni siquiera se
molestaba con ellos. Había empezado como un juego, un desafío, pero había ido más
allá de eso; él había hecho un lío, y había hecho todo lo posible para limpiarlo. Tate
estaba impresionada. Sentía ganas de llorar un poco.
Y cuando él se acercó y le tomó la mano, algo que nunca había hecho antes, Tate
no pudo contener las lágrimas de su rostro. Habría estado avergonzada, pero el Xanax
hizo que no le importe. Todo en lo que podía concentrase era en la mano de Jameson.
Sus fuertes dedos, unidos entre los suyos. Ella le apretó la mano, tan fuerte que dolía.
Tan fuerte, que no sería capaz de dejarlo ir, nunca más.
¿Por qué todo se sentía tan diferente?
Porque todo es diferente.

168
~ 11 ~
—T atum.

—¿Cómo puedo responderte y…?


—¿Sí, mi señor?
—Cállate.

—¿Por qué me dejas tratarte de la forma que lo hago?


—Te lo dije, me gusta.
—Mataría a otro hombre que te hablara de la forma que te hablo.
—Eso es muy dulce.
—¿Piensas que hay algo mal conmigo, por tratarte del modo que hago?
—No necesariamente. Es consensual. Empoderamiento.
—¿Empoderamiento?
—Sí. Tienes el poder de sujetarme, decir cosas, llamarme nombres. Puta. Perra.
Pero tengo el poder de decir "basta". Termina todo. Tu poder es una ilusión. El mío es real.
—Suena un poco al revés. Podría hacer que hagas lo que yo quiera, sin
importar si quieres o no parar.
—Es por eso que no hago todo eso con cualquiera. Confío en ti. No harías eso.
—Confías mucho en mí.
—Mira, me gusta. Te gusta hacerlo. Es por eso que encajamos tan bien la mayor
parte del tiempo.
—Demasiado bien.
—¿Quieres que esto termine? Solo di la palabra.
—Ya no es tan fácil.
169
—¿Por qué no?
—Me acostumbré demasiado a ti.
—¿Cómo?
—Las cosas… las cosas que quiero hacerte.
—¿Qué quieres hacerme?
—Tantas cosas.
—Entonces, hazlas.
—Eso es parte del problema.
—Jameson. Sigo esperando que te dejes ir, para hacer lo que sea que quieras hacer.
—La gente dice eso, y luego cambia de opinión.
—Ooohhh, la misteriosa ex. ¿En qué se retractó?
—Me dijo que quería que hiciera algo. Lo hice. Problemas estallaron en mi
cara. No quiero que eso vuelva a suceder.
—Yo, Tatum O'Shea, juro solemnemente que no…
—Cuando Robert te golpeó, te enojaste. No te gustó.
—Hay una gran diferencia entre un idiota abusivo que me golpea hasta arrojarme
al suelo, y que tú me abofetees. Me conoces, te pido que lo hagas, tenemos sexo. No quieres
hacerme daño, quieres satisfacerme conmigo.
—Mmm, satisfacerte. Me gusta eso.
—¿Esto es un juego?
—Nada de juegos, Tatum.
—¿Qué somos si no tenemos juegos?
—Algo más.

170
~ 12 ~
J
ameson la convenció de quedarse con él durante las próximas dos semanas.
Esa primera noche, ella se había quedado dormida en el auto, por lo que la
llevó a su habitación. Él se quedó despierto, observándola dormir. Era fácil
olvidar mientras jugaban sus pequeños juegos, pero era realmente una chica
muy hermosa. Suave. Delicada.
Tatum se despertó alrededor de las tres de la madrugada, lo atrapó mirándola
fijamente y empezaron a hablar. Hablaron durante mucho tiempo. Era la primera vez
que pasaban la noche juntos y no tenían sexo. Antes, habría parecido inútil.
Ya no parecía tan inútil.
No hablaba de su familia, realmente no reconocía ese fin de semana en absoluto.
Aunque al día siguiente, ella se encerró en una habitación de huéspedes durante una
hora, al teléfono con Ang. Cuando salió, sonreía, pero tenía los ojos hinchados y rojos.
Aparentemente, podía discutir cosas con Ang, pero no con Jameson. Intentó no dejar
que le molestara. Habían pasado por una etapa diferente en su relación, pero no estaban
dispuestos a empezar a compartir sus sentimientos entre sí.
Le tomó un tiempo acomodarse en su propia piel de nuevo, pero después de un
par de días, Tate volvió a su antiguo ser. Corriendo en su ropa interior. Recortando
cupones. Bromeando con Sanders. Le pedía a Jameson que le hiciera cosas
indescriptibles. Pasó la mayor parte de sus días en Boston, y ella iba a la ciudad con él,
pasaba sus días haciendo Dios sabe qué, con Ang y Rusty. Pero en los días en que no
trabajaba en el bar, siempre se presentaba fuera de su edificio de oficinas a las seis.
Siempre se iba a casa con él.
No estaba seguro de qué estaba pasando entre ellos. Jameson no había estado
mintiendo al principio, no quería una novia; una novia por lo general significaba
exclusividad, y le gustaba tener relaciones sexuales con otras personas. Aunque a veces,
saber que Tatum estaba en casa y que, no sólo le gustaba oír hablar de sus aventuras de 171
una noche, sino que de hecho la excitaba, lo hacía aún más tentador salir y tener sexo
con mujeres al azar.
Así que, punto para ella.
Pero tampoco estaba en el mercado para casarse, y Tate era una chica, en su
núcleo. Tarde o temprano, ella querría algún tipo de compromiso que él simplemente
no podría, y realmente no podía, darle. A Jameson le gustaba su vida exactamente como
era; cada relación que había tenido, había terminado en una nota agria. Si trataban de
hacer su relación en algo más, también acabaría mal.
Era sólo diversión y juegos entre ellos, y tenía que quedarse de esa manera.
Ella y Sanders también se habían vuelto ridículamente cercanos, desde el fin de
semana en la casa O'Shea. Permanecían despiertos por horas, sentados en la cocina,
Tate balbuceándole, hasta donde Jameson podía darse cuenta, Sanders prácticamente
nunca decía nada. Pero parecía funcionar para ellos.
A veces, Jameson salía del trabajo para descubrir su auto solo en la acera, y los
dos estaban en un restaurante en alguna parte. O en un café. Merodeando en una tienda.
Una vez no pudo encontrarlos, y tardaron cuarenta y cinco minutos y ocho llamadas
telefónicas para poder hablar finalmente con Sanders, algo que nunca había sucedido
en el pasado. Sanders y Tate se habían distraído con un espectáculo en vivo en un
parque. Cuando llegaron a caminado hacia él por la calle, tomados del brazo, tuvo un
destello de ira y se sorprendió al darse cuenta de algo: estaba celoso. Celoso de su fácil
relación con Sanders.
Jameson sabía que era un sentimiento ridículo, sobre todo porque sabía que no
era sencillo hablar con él, o simplemente estar cerca. Y realmente, sabía que Jameson
era el que ella quería; él era el que consiguió ser montado en el invernadero, el que
consiguió ser violado en la piscina, el que despertaba con una mamada a las dos de la
mañana. Nadie más, ni siquiera había hablado de dormir con otros hombres. Ni siquiera
le había mencionado Ang.
Victoria.

—Ya no tienes tiempo para mí. —Ang estaba lloriqueando. Tate puso los ojos en
blanco.
—Te veo casi todos los días. En todo caso, te veo más ahora que antes que
empezara a dormir con él —señaló. Ang hizo una mueca.
—Ya no tienes tiempo desnudo para mí. —Ang enmendó su quejido. Ella rió.
—Shh. Hemos hablado de esto.
—Pero tú eres la única que sabe lo que me gusta, lo que quiero, lo que necesito. 172
—Enséñale a alguien más.
—Perra.
Le lanzó una almohada y él la tomó, riendo. Estaban en su habitación un sábado
por la noche. Tenía que ir al bar en un rato, y le había pedido a Ang su computadora
portátil. Ella no tenía una propia y no habían pasado tiempo juntos hace mucho, sólo los
dos. Dos pájaros de un tiro.
—Cállate, hay mucha gente por ahí que quiere montar el tren de Angier —le
aseguró, sentándose en el extremo de su cama y doblando sus piernas en postura del
loto. Se estiró en el colchón detrás de ella, moviendo los dedos de los pies en su espalda
baja.
—Estoy muy caliente, y ya sabes, Rus ha estado luciendo muy bien últimamente
—comentó, y ella se rió de nuevo.
—Será mejor que no mires dos veces, Ang. Estoy hablando en serio, no quiero
que le rompas el corazón —dijo Tate.
—No le rompería el corazón. Sólo la inclinaría un poco. Doblarla por la mitad —
respondió. Ella miró por encima del hombro.
—Lo digo muy en serio, Ang. Si la follas, se va a enamorar de ti. Y le romperás el
corazón. Y yo estaría enojada —le advirtió.
—Dios, eres tan aburrida. No entiendo. Tú y Satán no son novios, pero pasan
todo el tiempo juntos, prácticamente viven juntos, y no tienen permitido dormir con
nadie más. Ummm… estoy bastante seguro que es la definición básica de novio y novia
—señaló Ang.
Tate ya sabía esto, ya había pensado en ello, y mucho. Su relación con Jameson
era extraña. No tenía etiqueta, pero a ella le gustaba eso; las etiquetas eran aburridas.
Las etiquetas podían arruinar las cosas, hacían que una persona sintiera que siempre
tenía que estar a la altura. Jameson y ella, sólo existían. Era más fácil. Trató de no pensar
demasiado en ello.
—Tenemos permitido dormir con otras personas —lo corrigió.
—Oh, cierto. Excepto yo —se quejó, poniendo mala cara. Ella rió.
—Técnicamente, sólo yo no puedo dormir contigo, así que podrías…-
—No me hagas enfermar. Dijiste que se acuesta con otras mujeres todo el
tiempo, pero, ¿con cuántos chicos te has acostado? —preguntó Ang.
Y ahí es donde el aspecto de "relación abierta" se derrumbó. Jameson le había
dicho que podía dormir con otros hombres, y la independiente mujer zorra en su
interior le decía que podía dormir con otras personas, pero el deseo no estaba allí. Solo
lo quería a él.
Y era sólo su propio pensamiento, algo dentro de ella, pero Tate tenía la clara
sensación de que, a pesar que Jameson dijo que estaba bien, en realidad no estaba bien.
De ningún modo. A Jameson Kane no le gustaba compartir sus juguetes, y Tate pensó 173
que era una de sus mejores.
—Sólo porque no he dormido con alguien no significa que no puedo, o no lo haré.
Además, ¿por qué salir a comer una hamburguesa cuando tengo un bistec en casa? —
Ofreció como explicación, tratando de aliviar el estado de ánimo. Ang resopló.
—Suena como una mierda. Si tu relación no me disgustara tanto, te molestaría
más. ¡Vamos a hacer algo divertido! —proclamó. Ella volvió su atención al ordenador.
—¿Cómo qué?
—No lo sé. ¿Qué está haciendo Satán de todos modos?
—Está en casa, revisando algunos papeles para algunas tareas importantes que
suceden en Europa —respondió.
—¿Alguna gran tarea? ¿En Europa? ¿Cómo qué? ¿Dónde? —preguntó Ang. Se
encogió de hombros.
—No lo sé, realmente no pregunto. Tiene una casa en Dinamarca —le dijo.
—¿Dinamarca? Extraño, lo habría imaginado como un hombre de Londres, o
Berlín, o algo así. ¿Por qué Dinamarca? —preguntó. Ella se encogió de hombros de
nuevo.
—No lo sé. Te lo dije, no pregunto —respondió.
—Jesús, Tate. —Ang se rió, sentándose erguido—. Podría ser un asesino en serie,
o un traficante de personas, o un pedófilo escondido de la ley, o… —Siguió listando
cosas. Se volvió hacia él y lo golpeó en la pierna.
—¡Cállate! —Se rió.
—… o un traficante de drogas, o un ladrón de trabajo de arte raro, o
secretamente casado con una familia, o…
Ambos se detuvieron ante esa idea. Tate miró fijamente a Ang. Era un miedo
secreto que tenía. Jameson viajaba mucho. Nueva York por un fin de semana. LA por
una semana. De vuelta a Nueva York por un día. Miami por un día. De nuevo a Nueva
York. La ex novia vivía en Nueva York, Tate estaba bastante segura. Aunque no estaba
segura en absoluto sobre el estado de "ex".
—Siempre ha sido honesto conmigo. Me lo habría dicho —dijo Tate con voz
suave. Ang resopló.
—Al parecer, tienen más una relación de “no preguntar, no decir”. Algunas
personas no consideran omitir como realmente mentir. Búscalo —le sugirió, asintiendo
hacia el portátil. Ella bajó la mirada.
—¿Qué quieres decir? —preguntó. Él gruñó y tomó el portátil de sus manos.
—¿Cuál es el apellido de Satán? —gruñó. Ella mordió su labio inferior.
—Esto no está bien, Ang. Él no se mete en mis cosas —murmuró. Ang se echó a
reír.
—¿Lo dices jodidamente en serio? Tate, te vendó los ojos y te hizo pasar el fin de
semana con tu familia del infierno. Tienes razón, no se mete; rebusca en tu mierda y 174
hace un lío. Nombre completo —exigió.
Tate se lo dio.
Después que Ang lo escribiera en la barra de búsqueda de Google, le devolvió la
computadora. Se sorprendió de cuántas cosas aparecieron de inmediato. Jameson era
mucho más "famoso" de lo que hubiera imaginado. Hizo clic en la pestaña de imágenes,
y había toneladas de él, de fotos de paparazzi. Hace dos años, en un estreno de una
película de Los Ángeles, una actriz en su brazo. En la Semana de la Moda de Nueva York,
el febrero pasado, una cantante famosa en su brazo. De pie junto a una piscina en
pantalones cortos de natación, empapado, hablando por celular mientras una chica
ridículamente hermosa flotaba en la piscina debajo de él, alguna modelo cuyo nombre
no reconocía. La mayoría de las fotos eran porque estaba con gente famosa. Los tenían
que fotografiar, y él estaba ahí.
Pero había algunas de él. Era muy rico, lo que le convertía en una atracción por
derecho propio. Muchas de las fotografías eran de tabloides europeos, hablando de su
estilo de vida playboy durante los últimos dos años. Nada demasiado malo, nada de lo
que ella no hubiera sabido o asumido. Nada de eso le molestaba, y podía mirar a
Jameson todo el día, así que las fotos eran divertidas.
Navegó a través de los años, recuperando su pasado. Se preguntó si alguna vez
había sido fotografiada en secreto con él… y luego encontró una. Ang y ella se rieron,
una foto de mala calidad de ella, Sanders y Jameson, de pie fuera de algún restaurante
al que habían ido en su día de apertura. Un lugar bastante ostentoso, con algunas
celebridades locales haciendo apariciones. No había pensado mucho en esa noche, pero
ahí estaba ella, en Google. Era de un periódico local y no mencionaban ni el nombre de
ella ni el de Sanders, ni siquiera los mencionaban, sólo que Jameson Kane había asistido,
pero, aun así. Se sentía mareada.
Luego entonces comenzó a notar un montón de otras fotos, todas de Jameson
con la misma chica. Caminando por una calle juntos en París. Entrando a una estación
de metro en Londres. Muchas de ellos comiendo en restaurantes. Posando, con sus
brazos alrededor del otro, en eventos de moda, estrenos de película y entrega de
premios. Saliendo de los clubes nocturnos juntos, Jameson tomándola de la mano.
Sosteniendo su mano. Eso hizo que Tate se sintiera un poco nauseabunda.
—¿Quién es? —preguntó Ang finalmente. Tate suspiró.
—Creo que es su ex.
—¿Qué ex?
—La ex.
Ella era absolutamente. Be. Llí. Si. Ma. Una modelo magnífica, medio ucraniana,
medio danesa. Danesa. El corazón de Tate se detuvo un poco. Debía ser por eso que él
tenía una casa en Copenhague, la había comprado para estar cerca de ella. Qué sorpresa.
La modelo era internacionalmente famosa y retardadamente hermosa. Jameson era tan
rico que era obsceno. Una pareja del cielo. Había fotos de ellos juntos en todo el mundo.
Apenas sale de la casa conmigo.
—No tiene nada sobre ti. Mira esas caderas flacas, la quebraría —dijo Ang 175
rápidamente. Tate se rió.
—Es preciosa, Ang. Puedo admitir cuando alguien está mejor que yo —
respondió. Tate no era tímida sobre su aspecto, sabía que estaba caliente, sabía que era
francamente sexy. Pero esta mujer era hermosa. Despampanante.
—No, eres tan bonita como ella —le aseguró Ang. Tate resopló.
—No, no lo soy. Pero me gustaría apostar dinero en el hecho de que soy mejor
en la cama —dijo en respuesta, y Ang se echó a reír.
—Esa es mi chica. ¿Cuánto tiempo salieron?
Hicieron algunas investigaciones. La primera mención de ellos fue dos años
antes, habían estado juntos y separados, al parecer bastante escandaloso. Rumores de
peleas locas y sexo salvaje. El nombre del modelo era Petrushka Ivanovic. Fueron a su
sitio web, pero no fue muy útil. Sólo deprimente. Entonces fueron a su página de
Wikipedia, y las palabras en la pantalla abofetearon a Tate. Y no en buen sentido.
Pareja(s): Jameson Kane, financiero estadounidense. Estado:
Comprometidos.
—No, no, no, no, no —susurró Tate, y volvió a Google.
Escribió sus nombres juntos. Muchas de las mismas imágenes aparecieron, pero
también las que no había visto. Un par eran bastante recientes. Fue a los sitios web; eran
muy recientes. Hace tres semanas. Hace tres semanas, él había ido a Nueva York por el
fin de semana. Recordó que se lo mencionó. Parecían estar discutiendo en las
fotografías, de pie en una acera. Otro par de fotografías fueron de hace dos semanas,
caminando por una calle. Una era de ayer. Recién regresó de Nueva York, anoche.
Estaban sentados uno frente al otro en algún tipo de vestíbulo, la foto tomada a través
de las ventanas.
Tate se alejó de Ang, volvió hacia el pie de la cama, y puso su cabeza en sus
manos. No iba a llorar, pero quería hiperventilar. Seguía recordándose, una y otra vez,
que Jameson no era su novio. Técnicamente, podía hacer lo que quisiera. Podía hacer lo
que quisiera.
Pero teníamos un trato. No podía estar con ella. Teníamos un trato.
Sintió que Ang se movía, se deslizaba por la cama detrás de ella. Sus largas
piernas la rodearon a ambos lados y luego sus brazos, abrazándola por detrás, tirándola
hacia su pecho. Respiró profundamente y se apoyó contra él, dejándolo balancearla de
un lado a otro. Se sentía horrible. Se sentía enojada.
—Está bien, Tate. Son sólo fotos, no sabemos lo que significan —dijo Ang
suavemente.
—Lo sé. Sé eso. Es sólo… que es difícil —respondió, dejando caer sus manos
sobre su regazo.
—Realmente te gusta, ¿verdad? —preguntó Ang. Ella suspiró.
—Sí, creo que sí —le dijo. Él se rió.
—La buena chica Tate se enamora de Satán, quién lo hubiera dicho —bromeó. 176
Ella puso los ojos en blanco.
—No soy una buena chica —señaló.
—Sí lo eres. Es solo que lo eres muy buena en ocultarlo —respondió.
—No quiero verlo esta noche —susurró. La risa de Ang era oscura.
—Quédate conmigo —susurró de nuevo, sus labios contra su oído. Ella se
estremeció.
—No. Él puede ser un idiota, pero yo no. Cuando lo enfrente sobre esto, será con
la conciencia limpia. Si resulta que es un increíble mentiroso de mierda con alguna
esposa supermodelo secreta, entonces vendré a follarte como la mierda para vengarme
—explicó Tate. Ang se echó a reír.
—Aplausos, gracias por eso. Me alegra tener una opinión en esto, que soy bueno
en algo para ti. —Se rió. Ella se rió también.
—Cállate, te encanta —le dijo.
—Más de lo que sabes. Seré feliz de participar en tu sexo de venganza, cariño —
le aseguró. Ella respiró hondo.
—Eres demasiado bueno para mí. Tengo que irme, gracias por dejarme venir y
por deprimirme horriblemente. —Se rió, apartándose de él y levantándose de la cama.
—¿Adónde vas? —preguntó él, poniéndose de pie detrás. Tate se inclinó y se
puso los zapatos.
—Casa. Tengo que cambiarme, voy a trabajar —respondió. Sintió que las manos
de Ang se deslizaban sobre sus caderas, acercándola, y ella miró sobre su hombro.
—Simplemente re-familiarizándome —le dijo Ang. Lo miró fijamente por un
momento, lo observó mientras él bajaba la mirada por su espalda, a sus caderas, sus
manos deslizándose hacia adelante y atrás. Su voz era suave, pero el resto de su cuerpo
era lo contrario.
Uh-oh.
—Guárdalo para tu porno, Ang. Hablaré contigo más tarde —le dijo, riendo
mientras se alejaba. Él le dio una sonrisa tensa, pero no dijo nada mientras salía de su
habitación.
En casa, se puso unos diminutos pantalones cortos negros y una camiseta de los
Red Sox. Sus botas de rodilla alta negras de cuña. Hizo su maquillaje de ojos extra negro,
se levantó el cabello en una cola de caballo de estilo “recién follada”. Quería lucir mal.
Como zorra. Enojada.
Los Sox había jugado el día anterior, y su jersey tuvo un montón de elogios; al
igual que su estómago y culo. Preparó bebidas y coqueteó mucho más de lo usual, todo
mientras observaba la puerta. A veces, un sábado, Jameson venía a la ciudad temprano,
se sentaba al final del bar. La observaba de una manera que normalmente la tenía
retorciéndose para que estuvieran a solas.
Él no apareció, pero mientras tenía su mirada en la puerta, otro hombre guapo 177
entró. Ojos marrones cálidos. Cabello largo con ondas. Sonrisa abierta. Hombros
anchos, brazos gruesos. Lo reconoció y, de repente, un pensamiento surgió en su cabeza.
No podía dormir con Ang, y como Jameson y ella habían empezado a dormir
juntos, no había sentido la necesidad de estar con nadie más. Bueno, justo entonces,
sentía el impulso. El hombre era sexy como el pecado, y era un jugador de béisbol. El
jugador primera base de los Red Sox de Boston, Nick Castille, para ser exactos. Rico.
Semi-famoso. Un reto.
Una amenaza.
Coqueteó al máximo con él. Se inclinó sobre el bar para entregar sus bebidas, le
guiñó un ojo y tocó a Rusty de manera inapropiada delante de él. La miraba con ojos
entrecerrados, obviamente le gustaba lo que estaba viendo. Finalmente la llamó.
—Me gusta tu jersey —comentó. Tate se giró, mostrándole la espalda mientras
movía sus caderas.
—Bien, me alegro. —Se rió.
—Pero es el número equivocado —le informó. Ella se volvió, se acercó y se apoyó
en su lado del bar.
—¿Y qué número debería llevar? —preguntó, levantando una ceja.
—El mío —respondió.
—Ooohhh, y, ¿cómo hago para conseguir una de tus camisetas? —preguntó,
bajando la voz.
—Podrías tenerla mañana, cuando te despiertes llevándola —sugirió. Ella rió.
—Suena como un plan.
Conversaron durante un tiempo. En realidad, era bastante divertido, y muy
agradable. Se fue después de unas dos horas, pero volvió cuando el bar estaba cerrando.
Ella persiguió a todo el mundo, cerrando el lugar. Ni siquiera pidió ir a su habitación de
hotel de lujo, o penthouse, o lo que sea. Sólo se sentó a horcajadas sobre él en su
taburete. Le dio un baile en su regazo. Lo dejó llevarla a una cabina y extenderla sobre
la mesa, como si fuera la cena de domingo.
No era el sexo más emocionante que había tenido, pero tampoco estaba mal. Era
diferente de lo que había estado haciendo últimamente, y eso lo hizo divertido. Él
realmente era más que capaz y ella le dio un espectáculo, corriéndose fuerte y duro.
Luego lo llevó a una silla, se sentó sobre él, le hizo decir su nombre como si fuera una
maldición. Se deslizó debajo de la mesa, envolvió sus labios alrededor de él, y le hizo
susurrar su nombre como si fuera una oración.
No perdí el encanto.
Después, él le pidió su número de teléfono. Tate se echó a reír y dijo que
realmente no planeaba volver a verlo. Él se encogió de hombros y le dio su número, y
luego le dio una camiseta de verdad. Ella pensó que fue lindo y se la puso, le dio un beso
de despedida en la puerta.
—Eres una chica increíble —murmuró, juntando sus manos alrededor de su
nuca. Ella rió. 178
—No, sólo una enorme fan de los Sox —bromeó. Él puso los ojos en blanco.
—Ni siquiera sabías de mis estadísticas, o de cuál era mi número —señaló.
—Bueno, soy un gran fan ahora. Y sin duda recordaré tu número —le aseguró.
—La mayoría de las chicas quieren darme sus números, sabes. Normalmente
tengo problemas para escapar. Y ahora parece que me estás echando —le dijo con una
carcajada.
—Supongo que hoy es tu noche de suerte. Sin compromisos, sólo una noche de
sexo increíble —dijo riéndose también. Él levantó una ceja.
—Sólo una noche, huh. Así que, si vuelvo, ¿no conseguiré una repetición? —
preguntó.
Ahora, eso fue sorprendente. Parecía que realmente le gustaba a este tipo. No
sabía por qué. Era una súcubo. ¿No podía ver cuándo estaba siendo utilizado? ¿Que se
estaban usando? Pero cuando dejó que sus ojos vagaran sobre él, se mordió el labio
inferior. Era muy guapo y no había sido un mal momento. Era muy amable. Se
preguntaba si alguna vez la llamaría una pérdida de tiempo.
—No una repetición exacta —dijo, presionándose contra él mientras su voz fue
a un susurro entrecortado—. Me gusta cambiar las cosas, mantenerlas emocionantes.
Hay una mesa de billar en la parte trasera que está a la altura correcta para…
Él se metió de nuevo en el bar y pasó otra hora antes que se despidieran de
verdad.

Podría haber ido a su apartamento, pero tomó un taxi a casa de Jameson. Quería
terminar con eso, terminar su suspenso. Confesar sus pecados. Averiguar si realmente
eran pecados. Eran las cuatro y media de la mañana, y no esperaba que nadie estuviera
despierto, pero cuando el taxi llegó hasta el porche, Sanders salió.
—Yo puedo, Sandy —le aseguró Tate, corriendo para sacar dinero de su bolsa.
Pero él ya tenía billetes en la mano y ella ni siquiera había encontrado un billete de
veinte dólares antes que el taxi se alejara. Sanders se volvió hacia ella.
—Estaba preocupado —dijo simplemente. Tate parpadeó sorprendida.
—¿De verdad? Lo siento. Debería haber llamado —respondió rápidamente.
Nunca quiso lastimar a Sanders. Con Jameson era juego justo, pero Sanders era especial.
—¿Puedo preguntar dónde estabas? —preguntó. Ella se volvió y empezó a
entrar en la casa.
—En el bar, me quedé un rato. —Dio una respuesta evasiva.
—Una llamada habría sido apreciada, señora —dijo con voz cortante, abriéndole
la puerta. 179
—Lo siento mucho. Te llamaré la próxima vez, lo prometo —le aseguró,
apoyándose en él mientras se quitaba las botas.
—Está en la cocina —le informó Sanders. Ella se enderezó.
—¿De verdad? ¿Los dos han estado despiertos? —preguntó.
—Te esperé —respondió Sanders. Ella sonrió.
—Ah, y él no —terminó su declaración.
—Él ha estado… preocupado. —Fue todo lo que dijo Sanders.
Oooohhh, traducción: molesto.
Mientras Sanders se dirigía arriba, Tate entró en la cocina. Jameson estaba
sentado en la isla, con una taza de café delante. La miró entrar, pero no dijo nada, volvió
a mirar su teléfono. Ella miró alrededor de la cocina. Un montón de platos, tazas y
cuencos estaban apilados al lado del fregadero, impecablemente limpio. Tate frunció el
ceño.
—¿¡Has estado limpiando!? —exclamó. Había un lavavajillas que Sanders y ella
usualmente se turnaban en usar. Jameson nunca tocaba nada.
—Sí —respondió.
—¿¡Limpiaste todo, a mano!? Nunca he visto que laves nada. —Se rió,
acercándose para mirar. Todos los platos blancos de porcelana, tan limpios que
parecían pulidos.
—Me tranquiliza. ¿Dónde has estado? —preguntó Jameson, y ella se volvió para
verlo bajar el teléfono.
—En el bar —respondió, tomando una taza y llenándola de agua.
—Una llamada habría sido buena.
Tate se sorprendió.
—Aw, Kane, no sabía que te importara —bromeó.
—Que te jodan, O'Shea —respondió—. Ahora. La verdad, por favor. ¿Porque
llegaste tarde?
—Estaba follando al primera base de los Red Sox de Boston —le dijo sin rodeos.
Jameson levantó las cejas.
—De verdad. No esperaba eso. —Su voz era suave.
—¿Te molesta? —preguntó. Él se encogió de hombros.
—Hmmm, no estoy seguro. ¿Alguna vez te has acostado con él antes? —preguntó
Jameson, poniéndose de pie y apoyándose contra la nevera detrás de él.
—No lo conocía antes de esta noche —contestó, bebiendo su agua.
—Ya veo. Debes haber dejado una buena huella en él, ¿es su camiseta, supongo?
—preguntó Jameson, su mirada vagando por su ropa. Ella asintió.
—Sí. También me dio su número —le dijo. 180
—¿Vas a llamarlo? —continuó Jameson. Tate sonrió. Estaba fresco, tranquilo y
calmado, pero notó de que en realidad estaba un poco nervioso. En el fondo.
Bien.
—Le dije que probablemente no lo haría. No creo —respondió. Jameson asintió.
—Bien.
Tate se rió.
—Follas otras chicas todo el tiempo. Llegaste a casa el otro día de Miami, con esa
loca historia sobre esa bailarina de cinta —señaló.
—Te encanta escuchar esas historias —le recordó. Ella asintió.
—Sí, pero tuve la impresión que tenía permitido hacer lo mismo —dijo. Él
también asintió.
—Y es cierto. ¿Qué tal estuvo? Quiero escuchar todos los detalles. ¿Mejor que yo?
—preguntó Jameson, cruzando los brazos sobre el pecho. Tate negó.
—No quiero hablar de eso ahora mismo.
—Bueno, quiero saberlo ahora mismo, así que…
—Quiero saber sobre Petrushka Ivanovic —dijo Tate. Ser directa era, al parecer,
la sopa du jour4 esa noche.
Hubo un silencio violento. La rabia cubrió su rostro; casi estaba asustada.
Definitivamente un poco excitada. Nick había sido un buen aperitivo, pero ahora quería
cenar. Se preguntó si Jameson podría estar lo suficientemente enojado para estar
realmente caliente.
—¿Cómo mierda sabes sobre ella? —preguntó.
—Google es una herramienta increíble.
—¿¡Me buscaste en Google!?
—Ang lo hizo.
—Hijo de puta.
—Lo habría descubierto tarde o temprano, Jameson —señaló—. Estabas con ella
ayer. Les tomaron una foto. ¿Sabías que incluso hay una foto de nosotros en línea?
Parecía sorprendido.
—No. ¿Dónde? ¿Cuándo? —preguntó.
—No te preocupes, nadie puede ver que estás con una puta —le aseguró. Él
frunció el ceño.
—No me importaría si lo hicieran. ¿Es por eso que te acostaste con el jugador de
béisbol? ¿Porque viste fotos de mi con Pet? —preguntó Jameson. Ella le dio una mirada
furiosa.
Pet. Por supuesto que es su apodo. Maldita sea.
—No, lo follé porque él era sexy y estaba allí, la misma razón por la que follo con 181
cualquiera —replicó. Jameson se echó a reír.
—Mentirosa. Estás muy enojada, nena. Esta noche debería ser divertida. —Se rió.
Su furia aumentó hasta el techo.
—Esta noche debería ser extra aburrida. Estoy muy satisfecha —le dijo. Él rió.
—Un jugador de béisbol no podría satisfacerte —dijo.

4 Du jour: especial del día.


—Es curioso, porque me siento de la misma manera sobre los “financieros” —
espetó.
—Cuida tu boca, nena. —La voz de Jameson era como hielo.
—Decía que estaban comprometidos —exclamó. Más silencio.
—Estúpida chica, leyendo los tabloides. Sabía que eras estúpida, Tate, pero no
me di cuenta de cuánto. —Su voz era tranquila.
Tate gritó y lanzó su taza de café hacia él. Jugaba en el equipo de softbol del bar,
era una chica atlética y sabía lanzar una pelota. La taza le falló un centímetro y se
estrelló contra el armario que tenía a su lado. Jameson ni siquiera parpadeó. Ni siquiera
se movió.
—No me llames estúpida —siseó.
—Esas tazas son caras —le advirtió. Se volvió, tomó un plato de la pila y lo tiró
al suelo. Explotó.
—¿Qué hay sobre eso? ¿Ese era caro? —preguntó.
—Unos cincuenta dólares por plato. Más de lo que te puedes permitir —le
aseguró. Agarró tres platos más, los estrelló contra el suelo, uno detrás del otro.
—Sólo descuéntalo de mi sueldo —respondió.
—No creo que vaya a pagarte por esta noche. —Jameson se rió de una manera
oscura. Agarró una de las pilas, arrojó todos los platos a través de la cocina en un tiro.
—¡Me lo prometiste! ¿¡Recuerdas!? ¡Nada con ella! Me importa una mierda si la
follaste, si lo hubiera sabido desde el principio; pero todo este tiempo, ¡me dijiste que
no habría nada! ¡Hay fotos de los dos juntos, cada vez que fuiste a Nueva York! —le gritó,
agarrando platos y arrojándolos a sus pies. Él no se movió ni una sola vez.
—Cuidado, los celos no son un rasgo atractivo —señaló.
—Mentir no es un rasgo atractivo —espetó en respuesta.
—¿Terminaste? —preguntó, mirando los trozos de porcelana que cubrían el
suelo de la cocina. Ella también bajó la mirada, luego miró los platos restantes. Sólo
quedaba un plato y dos copas. Suficiente para que Sanders y ella disfrutaran de una
noche juntos. Estaba bien con eso.
—Creo que sí —respondió.
Lentamente comenzó a caminar hacia ella. No llevaba zapatos ni calcetines, y
podía oír la porcelana romperse y crujir bajo sus pies. Ella hizo una mueca de dolor. Un 182
paso en falso, y se cortaría. Pero tonto, Jameson Kane, nunca daba un paso en falso. No
dejó de moverse hasta que estuvo justo delante de ella.
—No soy un mentiroso —dijo, sus fríos ojos azules mirándola muy duro.
—No según lo que leo. ¿Comprometido? Eso sería definitivamente me hace la otra
mujer, mentiroso —le espetó.
Su mano fue al instante en su cuello, apretando fuerte. Ella extendió la mano
detrás y se apoyó en el mostrador, retorciéndose bajo su agarre. Él la levantó un poco y
Tate fue forzada a estar de puntitas. Obligada a tomar minúsculos jadeos de aire por la
nariz. Relajó la garganta, dejó su lengua plana en su boca. Conocía este juego.
—No soy un mentiroso. Estábamos comprometidos —dijo Jameson con los
dientes apretados.
—Entonces, ¿por qué la has estado viendo? —Tate gruñó.
—Porque puedo ver a quien puta quiera. Porque estábamos involucrados en
muchas de las mismas empresas y se necesita tiempo disolver toda esa mierda —le dijo.
—Entonces, ¿por qué no me lo dijiste? —preguntó. Su mano apretó más fuerte y
ella agarró su muñeca.
—Porque no tengo que decirte una mierda, Tate. Te dije que no dormiría con
ella, y no lo he hecho. Fin de la historia. Dijiste que confías en mí, aparentemente no.
Suena como si tú fueras la mentirosa —murmuró Jameson, acercando su rostro.
—Aun así… deberías habérmelo dicho —jadeó, su voz un susurro agitado.
—Deberías haber simplemente preguntado, en lugar de ir y encontrar a la
primera persona disponible para follarla para sacármelo en cara. ¿Realmente pensaste
que eso funcionaría? Estúpida jodida zorra. —Se rió en un tono amenazante.
Ah, ahí está mi Satán.
—Supongo que tendré que esforzarme más. —Se las arregló para decir Tate—.
La próxima vez que lo folle, lo haré realmente espectacular.
—No habrá una próxima vez con él —le informó Jameson. Ella llevó ambas
manos su muñeca, trató de reír. No salió ningún sonido.
—No puedes decirme qué hacer, Kane —respondió.
La estrelló contra el suelo y fue sobre ella. Fragmentos de porcelana se clavaron
en su espalda, y Tate siseó entre dientes apretados. Jameson tenía la mano apretada
alrededor de su cuello, la otra en el suelo junto a su cabeza. Ella se retorció y se movió.
—Te digo todo lo que tienes permitido hacer —gruñó.
—Y esa es la ilusión de poder —susurró. Estaba empezando a sentirse mareada.
¿Cuánto era demasiado? ¿Cuándo debería detenerlo? ¿Quería hacerlo?
—Vamos a aclarar algo sobre esta situación de poder, Tate. Te follo cuando
quiero, donde quiero, como quiero. Vienes cuando te llamo. Si quiero ver a mi ex novia,
o cualquier ex, lo haré. Estoy contigo ahora, en este momento. Eso es todo lo que
obtendrás de mí —le dijo. Ella puso sus ojos en blanco, sus párpados se cerraron. 183
¿Y si quiero más?
—No puedo… no puedo… —Abrió la boca en busca de aire, clavando las uñas en
su piel.
Su agarre se aflojó considerablemente, pero no la soltó. Tate se quedó sin aliento,
su cuerpo aflojándose debajo de él. Había estado muy cerca de perder el conocimiento.
Oyó un ruido metálico y abrió los ojos. Jameson, con su mano libre, rebuscó en un cajón
por encima de ellos, buscando algo. Después de un momento, un gran par de tijeras de
plata sólida apareció en su mano. Los ojos de ella se agrandaron.
—Perra estúpida. Estúpida jodida puta. Ni siquiera sabes cuándo decir basta.
Mierda —maldijo Jameson, llevando las tijeras hacia su estómago.
La miró, pero Tate no dijo nada, no hizo ningún movimiento para detenerlo, por
lo que continuó con lo que fuera que estaba planeando. Era peligroso, usando sólo su
mano izquierda, pero se las arregló para hacer un corte irregular hasta el centro de la
camiseta que llevaba. Cuando finalmente cortó el cuello de la camiseta, apoyó la punta
de las tijeras debajo de su barbilla. Apretó un poco.
—Adelante —susurró ella con voz ronca—. Sólo otra marca, ¿verdad? No es que
siquiera lo note.
—Voy a decir esto sólo una vez, Tatum. No estoy comprometido. Voy a seguir
follando otras mujeres. Pero estoy contigo —dijo con voz muy seria.
Desde esa noche, hace siete años, nunca la había hecho llorar de nuevo. Ni con
su tono duro y palabras degradantes. Ni con cualquiera de sus juegos sádicos. Ni con
sus manos castigadoras. La había estrangulado hasta el punto que sus vasos sanguíneos
explotaron en su rostro, la agarró tan fuerte al punto de dejar marcas de toda una mano
alrededor de sus muslos, la mantuvo agachada tanto tiempo que no creía que fuera
posible mantenerse erguida otra vez.
Pero cuando era amable, eso era demasiado. Que le dijera cosas dulces, incluso
en la forma más jodida, era más de lo que podría tolerar. Las lágrimas llenaron sus ojos,
bajaron por sus sienes. Corrieron por su cabello. No había querido preocuparse por este
hombre. De ningún modo. Quería jugar. Resultó que él era mucho mejor en el juego.
—Mentiroso —susurró Tate.
Fue entonces cuando Jameson se alejó. La levantó del suelo lo suficiente para
quitarle los restos de su camiseta, y luego dejarla caer de nuevo, con tan sólo su
sujetador y pantalones cortos. Ella observó mientras él arrojaba la camiseta en la
trituradora de basura, encendió la máquina hasta que se atoró y se dejó de mover, humo
saliendo debajo del fregadero.
—Nunca miento, Tatum. —Fue todo lo que dijo cuando salió de la cocina.
Ella se echó a reír. A carcajadas; una risa del tipo lunática, levantando los
hombros del piso y temblando. Podía sentir la porcelana cortándola, pero no le
importaba. Se rió, y las lágrimas corrían por su rostro.
—Deja que la ayude, señorita O'Shea. —La suave voz de Sanders estaba sobre 184
ella. Tate abrió los ojos.
—Oh, Sandy. Sandy, ¿por qué no me lo dijiste? —Le faltaba el aire, presionando
una mano al pecho.
—¿Decirle qué, señorita? —preguntó, tomándola del brazo y levantándola hasta
que estuvo sentada.
—Que nada de esto es un juego —dijo sin aire. Él hizo una mueca mientras
miraba su espalda.
—Porque sabía que se daría cuenta tarde o temprano, señorita —respondió, y
luego la puso de pie.
—No quiero que me guste, Sandy. De verdad, de verdad intenté lo contrario.
Pensé que si simplemente jugábamos. Si dormíamos con otras personas, y sólo
jugábamos, finalmente lo vencería. Yo ganaría —balbuceó mientras Sanders pasó un
brazo alrededor de su cintura.
—Si le sirve de consuelo, señorita, creo que ha ganado —le dijo Sanders,
ayudándola a subir las escaleras. Ella negó la cabeza y se apoyó en su hombro.
—Ya no es divertido. Es escalofriante. No conozco este juego —susurró. Él
asintió.
—Lo sé, señorita. Lo sé.

Jameson se despertó un par de horas más tarde con el sonido de pasos en su


habitación.
¿Tate?
Se había quedado despierto por un tiempo, esperando que ella subiera a la cama,
o escucharla escabulléndose de la casa. Puede que haya ido un poco lejos con ella, pero
lo había enfurecido tanto. Cómo se atreve a buscarlo en Google. Cómo se atreve buscar
a Petrushka. Cómo se atreve a no confiar en él. Cómo se atreve a follar a un tipo como
venganza a Jameson. Llevar la ropa de ese tipo a casa, a la casa de Jameson. Quería
ponerla en su lugar. Recordarle exactamente qué era para él, incluso si ni siquiera
estaba muy seguro.
Pero sus ojos habían lucido tan distantes. Diciéndole que la marcara con las
tijeras. Desafiándolo. Ella no estaba presente. Quería el dolor, no para recordarle que
estaba con él, sino para hacerle olvidar. Jameson no quería que olvide.
Le rompió el corazón un poco.
—Jameson.
Sanders estaba en su habitación. No podía recordar la última vez que Sanders
había entrado de lleno en su habitación. Jameson se incorporó, se frotó el rostro y luego
se levantó de la cama. No había luz de la mañana brillando a través de las ventanas, y el 185
reloj marcaba las seis y veinte. Miró a su alrededor. Tatum no estaba en la habitación.
—¿Dónde está? —Suspiró. Sanders dio la vuelta y se fue. Jameson lo siguió de
cerca.
Tate estaba dormida en la cama de Sanders. Jameson estaba un poco
sorprendido; estaba bastante seguro de que nunca nadie más había estado en la
habitación de Sanders. Jameson no había estado allí desde la remodelación. Ella estaba
recostada sobre su estómago, y no tiene nada en su parte superior. Hizo una mueca
cuando vio los rasguños y cortes en su espalda. Estaban limpios, no había sangre, pero
aun así lucían mal.
—Traté de llevarla a tu habitación, pero ella quería limpiarse primero. Se
durmió. Iba a ir contigo —explicó Sanders con voz suave. Jameson se sentó al borde de
la cama, pasó los dedos por su espalda. Ella se estremeció en su sueño.
—No. Quería estar contigo. Se siente segura contigo —respondió Jameson.
—No. Te quiere. Ha estado esperándote.
Jameson frunció el ceño. No estaba de humor para los pequeños acertijos de
Sanders. Se puso de pie y acercó a Tate al borde de la cama, la levantó en sus brazos,
acurrucada en su pecho. Le hizo un gesto a Sanders y luego salió de la habitación.
Una vez que la había recostado, le quitó el resto de su ropa. Durmió durante todo
el proceso, respirando con dificultad por la nariz. Ella se dio la vuelta sobre su estómago
y él dejó que su mirada vagara sobre su cuerpo. Se acostó a su lado, masajeó sus dedos
contra su piel. No había señales en su cuerpo que otro hombre había estado allí. Debe
ser mucho más suave con los extraños. Ella comenzó a moverse bajo su tacto.
—Jameson —murmuró, su rostro se apartó de él.
—¿Estás segura que no es Sanders? —bromeó Jameson. Ella se las arregló para
reír.
—Oh, reconocería sus dedos en cualquier parte —bromeó en respuesta.
—¿Estás bien? —susurró, pasado su mano sobre su espalda. Ella se encogió de
hombros.
—Sí. Nada que una chica dura como yo no pueda soportar —respondió.
—A veces, lo dudo.
—Estaba tan enojada. Lo habías prometido, y ahí estaban todas esas fotografías
de los dos, y yo sólo… sólo me molesté. No tenía ningún derecho de hacerlo, lo siento —
dijo suavemente. Él suspiró. Le gustaba fingir que era lo contrario, pero sabía que le
debía algo.
—Me enojé cuando me di cuenta de que llevabas su camiseta —respondió.
—Duermes con otras chicas todo el tiempo —señaló.
—Aun así, me enojé.
—Entonces, ¿no puedo dormir con otros chicos? —preguntó. Él pensó por un
segundo. 186
—Simplemente no quiero que lo uses en mi contra, tratando de molestarme con
ello. Nunca te hice eso; en todo caso, duermo por otras mujeres porque sé que te excita.
Nunca lo he hecho por hacerte daño. Sin embargo, que uses su camiseta, en mi casa
tratando de molestarme; funcionó —le murmuró Jameson.
—Lo siento —susurró.
Él se pasó la mano por el rostro. ¿Hasta qué punto realmente quería ir con esta
chica? La miró, se estiró a su lado. Cuando vio por primera vez a Tatum, en la fiesta, no
lo había creído. Una gatita sexual con cabello oscuro dispuesta a participar en juegos
peligrosos con él. Por otra parte, en la reunión con sus abogados. Quitándose las bragas
en una habitación llena de gente; lo había impresionado. Había querido jugar con ella
un poco más, tal vez terminar lo que habían empezado hace siete años. Sólo que ahora,
no había un final a la vista. Ya había ido demasiado lejos.
—Conocí a Petrushka en una fiesta, hace un par de años. Es una gran perra, así
que nos llevamos bien. Ella es el viejo del saco, te encantará —dijo. Tate se rió.
—Suena como un buen partido. —Se rió. Él pasó la mano de un lado a otro sobre
su espalda y su piel se erizó ante el contacto. Al igual que la primera vez que se tocaron.
Como todo el tiempo.
—Está jodidamente loca. Follábamos, peleábamos, rompíamos. Regresábamos.
Quiere todo a su manera, muy demandante. Estábamos juntos mayormente debido a
nuestras posiciones, creo. Supermodelo, chico rico, no sé. Estaba haciendo un montón
de trabajo en Europa en ese momento, era fácil. —Intentó explicar.
—Tienes una casa en Copenhague. Ella es danesa —comentó. Él rió.
—En serio, Tate, a veces se me olvida lo chica que eres. Tenía mi casa antes de
conocerla. Nos conocimos en Alemania —le dijo. Ella suspiró.
—Soy tan estúpida.
Él movió su mano hacia arriba y abajo por su espalda, rozó los dedos sobre sus
rasguños.
—A veces. —Estuvo de acuerdo—. Era infeliz. Pet clavaba sus garras, me distraía
de ese hecho. Estaba enojado la gran parte del tiempo, y a veces, ella me dejaba tratarla
mal —continuó.
—¿Al igual que yo? —preguntó. Él puso se puso de lado y se inclinó cerca.
—No hay nadie como tú, Tate. Eres real, ella era una máscara. Le gusta jugar mi
parte, quiere ser la que tiene el poder sobre alguien. Fingió todo por mí. No creo que
alguna vez realmente me gustó, o incluso si alguna vez realmente le gusté. Simplemente
nos gustaba cómo lucía el otro, nos gustaba follar —dijo.
—¿Estuvieron dos años juntos sólo por gusto por cómo folla el otro? —preguntó.
—Has estado haciendo lo mismo durante siete años —señaló Jameson.
—Sí, pero con diferentes personas, diferentes sabores. No sólo una persona que
ni siquiera me gusta. Y si no le gustabas, ¿cómo acabaste comprometido? —presionó. Él
se quejó y rodó sobre su espalda 187
—Fue un accidente, fui un poco engañado por ella. Fui a buscar un anillo de
Harry Winston, en Nueva York. Era el anillo de mi abuela. Enorme, magnífico. Pet y yo
acabábamos de tener una pelea muy pública, estaba en toda la prensa. Algún jodido
paparazzi de mierda tomó un montón de fotos de mí en la tienda con el anillo, hablando
con el joyero, sacándolo de la tienda. Estaba en todas partes. Ella enloqueció, se
entusiasmó. Cuando le dije lo que había sucedido, enloqueció aún más, señaló que
saldría en todas partes si me retractaba. ¿Cómo iba a retractarme cuando nunca se lo
propuse? —preguntó.
—Qué jodida perra —murmuró.
—No sé, era más fácil seguir la corriente. Allí estaba yo, casi treinta años y
completamente solo, aparte de Sanders. Quien la odiaba, por cierto. Un muy buen ojo
con la gente, Sanders —señaló.
—Duh. Confiaría en cualquier cosa que Sanders diga. Le confiaría mi vida —se
apresuró en comentar.
—Maldita sea, Tate, tal vez deberías estar durmiendo con él. —Jameson se rió-
—¿Quién dice que no?
La golpeó en el culo, y algo de la tensión incómoda entre ellos disminuyó a
medida que se rieron.
—Cállate, no me hagas matarlo. Él es mi persona favorita; tú puedes ser
reemplazada, a Sanders no —bromeó. Ella se rió—. De todos modos, pensé por qué no.
Ella era una de las chicas más calientes que había follado, era preciosa, y era bueno en
ignorar sus actitudes de perra. Seguí la corriente. Le di el anillo. Gran error. Nunca lo
recuperé.
—¿Qué te hizo finalmente terminar? —preguntó Tate.
—Había tratado de romper un par de veces; una vez se puso como loca cuando
me atrapó follando a esta tenista; no era tan abierta de mente como tú. Nunca quiso
tener sexo de nuevo, y cuando lo hacíamos, siempre era raro. Bueno, ya sabes, más raro
de lo usual. Finalmente le dije que terminamos, de verdad. Que nunca quise casarme con
ella y que nunca lo haría. Suplicó y rogó. Lloró. Nunca pude resistirme a las lágrimas,
sabes.
»Acabamos follando, me pidió que la golpeara. Nunca me dejó hacer eso antes,
nunca me pidió que lo hiciera; me permitió hacer otras cosas: cera caliente, látigos,
fustas, cosas que podría usar también conmigo. Pero golpearla… en algo de un solo lado.
Nunca serás capaz de golpearme tan fuerte como yo a ti —dijo Jameson
suavemente. Tate se rió.
—Ya lo veremos.
—Muy pocas mujeres permiten eso, descubrí. Muchas cosas jodidamente locas,
pero no eso, así que, era algo así como tener el fruto prohibido frente a mí. Fui suave,
no quería hacer nada loco. Le di una bofetada, quizás dos. Ella jodidamente enloqueció.
Me folló como la mierda, casi como tú —le dijo.
—La adulación no te llevará a ninguna parte —Tate resopló. 188
—Quiero decir, era una locura. Incluso para mí. Fuimos por todo el lugar, todas
las superficies en el apartamento. Pero entonces ella comenzó a golpearse. Duro. Se
volvió algo raro. Intenté detenerla. Se lastimó el labio y comenzó a sangrar, se sacó un
mechón de cabello, y cuando se vino, se golpeó, dejando un ojo negro. Me gustan algunas
cosas extrañas, pero eso era demasiado. La detuve. Ella se rió, dijo que yo era el loco,
que había algo malo en mí por gustarme esas cosas, dijo que iba a decirle a todo el
mundo, vender fotografías de su rostro a la prensa. Joderme. Empaqué mis cosas y me
fui. Nunca regresé a ese apartamento, aunque estoy bastante seguro de que todavía
estoy pagando alquiler —dijo Jameson.
—¡A la mierda el apartamento! ¿¡Qué pasó con la perra loca!? —exclamó Tate,
apoyándose en los codos para poder mirarlo. Él sonrió y pasó un dedo por el lado de su
rostro. Su cabello era un desastre y su maquillaje de ojos estaba manchado por sus
mejillas, pero lo estaba mirando. De verdad, su mirada distante ya no estaba.
Es tan hermosa.
—Debería haberte contactado —dijo de repente. Los ojos de Tate se agrandaron.
—¿Disculpa?
—Siete años. Debería hacerte buscado. Pensé en ti. Me preguntaba qué estabas
haciendo. Esa noche fue gran cosa. Nunca imaginé que ibas a ser como eres hoy en día
—le dijo.
—¿Qué, como tú? —preguntó. Él asintió.
—Sí.
—No lo hubiera imaginado tampoco, en aquel entonces. Provocaste algo en mí.
Gracias —le dijo. Jameson se rió y se levantó para estar sentado, apoyándose contra la
cabecera.
—No me des las gracias todavía. Estabas lista para matarme antes —le recordó.
—Estaba herida. Fui estúpida. Lo superaré —le aseguró. Él negó.
—No fuiste estúpida. Podría habértelo dicho. Hubiese querido que me lo dijeras,
supongo. Lidiar con ella no siempre es la experiencia más agradable. Rompimos el año
pasado, pero además de tener algunos planes de inversión en conjunto, nos
encontramos muchas veces. Tenemos sexo a veces. Los sentimientos viejos surgen. Es
jodido, pero creo que soy un tipo jodido —le dijo. Ella se recostó de nuevo, mirando al
lado contrario, y hubo silencio durante unos momentos.
—Viejos sentimientos, huh —dijo suavemente.
—Tatum.
—¿Hmmm?
—¿Si te digo algo, podrías por favor, por favor, no actuar como chica al respecto?
¿Sin leer demasiado entre líneas?
Tate se incorporó. Apartó su cabello desordenado de su rostro. Se acercó más y
apoyó la barbilla contra su rodilla. Él sonrió, extendió la mano y le pasó una mano entre 189
sus rizos.
Se merece algo mejor que yo.
—No hago promesas, pero lo intentaré. Normalmente soy bastante buena. Pero
hoy no —respondió.
—No quería que me gustaras —declaró sin pensar. Ella contuvo el aliento, pero
siguió mirándolo—. Cuando te vi por primera vez, hice que te contrataran como
empleada temporal. No tenía intención de conocerte. Simplemente quería acostarme
contigo de nuevo. Lucías tan increíble, y, Dios, tu boca. Ese era mi plan todo el tiempo.
Quería ver si eras como lo recordaba, si algo podría ser tan bueno otra vez. Fue mejor.
No estabas asustada de mí, te mantenías a la altura. Estabas dispuesta a tomar más de
lo que incluso estaba dispuesto a dar —le dijo. Ella se rió, se inclinó hacia un lado y le
mordió el muslo.
—Te lo dije, la adulación…
—Me gustas, Tatum. Mucho. No quiero que te vayas. Cuando no viniste a casa
esta noche, no respondiste tu celular, ese fue mi primer pensamiento. Que se había
acabado, que te aburriste, que no te importaba. Siempre pensé que sería yo primero.
Estaba enfadado. No quiero dejarte ir, todavía no. Me gustas —enfatizó.
Ella frunció el ceño, juntando las cejas.
—Eso es muy dulce, Jameson, pero no estoy segura de entender. ¿Por qué se
supone que no piense como chica sobre eso? —preguntó. Él suspiró, pasando los dedos
por su cabello.
—Porque nunca será más de eso. Eres mi amiga, una muy buena amiga. Pero eso
es todo. Nunca habrá un anillo de Harry Winston. Nunca voy a pedir que te cases
conmigo. No quiero esas cosas, nunca las quise. Ni con Pet, ni con nadie. Me gusta
divertirme, me gusta follar. No quiero poner estrellas en tus ojos, no soy ese tipo. Soy el
diablo, y no tengo planes de cambiar. Pero me gustas, y me gustaría que te quedes
conmigo, por un poco más —dijo.
Ahí. No sabía de qué otra manera podría decirlo. ¿Cómo le explicaría a una mujer
que sólo quería ser…? ¿Cómo había dicho ella? ¿”Folla-amigos”? Le gustaba Tatum,
probablemente mucho más de lo que estaba admitiendo para sí mismo o a ella. Pero no
quería aumentar sus esperanzas. Las cosas habían ido tan mal entre Pet y él, que no
quería que eso ocurra con Tate. Era una persona que siempre quiso llamar amiga.
Quería inclinarla, doblegarla a su voluntad y obligarla a hacer cosas horribles,
degradantes, con él.
Y quiero que sea mi amiga.
—Me quedaré, Jameson. Me quedaré —murmuró, alejándose de él para
tumbarse sobre su estómago.
—¿Estás de acuerdo con todo eso? —preguntó. Más silencio.
—Tengo que estarlo. Es todo lo que tienes para ofrecer —respondió finalmente.
—¿No quieres más? —presionó.
190
—¿Quieres que mienta?
—No.
—Por supuesto que quiero más. Soy una chica, tienes razón. Quiero un príncipe
azul montando un caballo blanco, y me lleve a su castillo. La única diferencia entre otras
chicas y yo es que, una vez que llegue allí, quiero que me incline sobre el trono y jale mi
cabello mientras me folla furo y me insulte. Pero sé que eso nunca sucederá contigo. No
estoy segura que siquiera quiera que seas tú; eres el diablo —concordó. Jameson rió.
—Un príncipe azul nunca podría tratarte tan bien como el diablo —bromeó. Ella
se encogió de hombros.
—Tal vez no. Pero puede ser. ¿Qué sucederá contigo si alguna vez soy tan
bendecida de encontrar a este mágico príncipe azul S&M5? —preguntó. Él miró al techo.
No quería pensar en ese momento.
—Regresar al infierno. Encontrar otra súcubo —respondió.
—Sea quien sea, espero que sea tan buena como yo —susurró.
—Nunca nadie será tan buena como tú, Tatum.

191

5 S&M: Sadismo y masoquismo.


~ 13 ~
J
ameson observó a Tate irse a casa más tarde ese día. No regresó por tres
días. Tres días de jalar su cabello, rechinar los dientes y rasguñar su piel.
Había dicho que quería estar con él. Estaba un poco tentado de ir a buscarla
y arrastrarla a su casa del cabello, forzarla a cumplir su palabra. Pero por
primera vez desde que habían empezado a dormir juntos, Jameson no sabía
si eso sería bienvenido.
Ella apareció por su cuenta un miércoles por la noche. Simplemente apareció en
su biblioteca, como si no hubiera pasado el tiempo. Le besó en la mejilla, luego subió a
cambiarse de ropa. No la volvió a ver durante una hora, y cuando fue a buscarla, estaba
en el cuarto de Sanders jugando ajedrez. Se sentía excluido, pero no quería
entrometerse. Terminó acostado en la cama, mirando al techo, pensando en ella.
—Te busqué abajo —dijo su voz desde su puerta.
—No estoy ahí.
—Ooohhh, ese tono. ¿Satán se siente especialmente diabólico esta noche? —
preguntó Tate con una carcajada, cerrando la puerta detrás.
—No más de lo habitual. ¿Qué tal el juego de ajedrez? —preguntó.
—¿Es eso? ¿Sanders? No tengo que pasar tiempo con él —le dijo. Jameson no
había apartado la vista del techo y ella no había entrado en su campo de visión.
—No me importa. ¿Qué has estado haciendo toda la semana? —preguntó. Sintió
su cama hundirse. Estaba sentada cerca de sus pies.
—Cosas. Sólo un poco de limpieza en mi apartamento —respondió.
—¿No más jugadores de béisbol? —preguntó con una mueca. Ella rió.
—No. ¿La verdad? No era nada comparado contigo. —Su voz era baja y ronca.
Ella había venido a jugar. 192
¿Quiero jugar?
—Bonitas palabras. La pregunta es si te creo o no —dijo. Ella se echó a reír de
nuevo.
—Realmente no me importa si me crees o no. Si no quieres que me acueste con
otras personas, dilo —le dijo. Él hizo una pausa.
—¿Siquiera era bueno? —preguntó.
—Sí.
—¿Cuán bueno?
—No tan bueno como tú. Ni como Ang. Pero bastante bueno. No me negaría a un
segundo —respondió.
—¿Te corriste?
—Dos veces.
—¿Dónde lo follaste?
—El bar.
—¿En el bar? Wow, Tate. Me lo estoy perdiendo.
—Lo sé. Y en la barra trasera, en una mesa de billar.
—Caliente.
—Creo que lo he asustado un poco, pero le gustó.
—Conozco la sensación. —Jameson se rió. Su mano descansaba en su pierna.
—Nunca podría asustarte —susurró.
—Me asustas ahora mismo —respondió.
De repente ella se arrastró por su cuerpo. Sus rodillas se detuvieron a cada lado
de sus caderas y él apoyó las manos en sus muslos. Las manos de Tate estaban planas
contra su pecho, usándolo como apoyo.
—No seas ridículo, no te queda. No era exactamente del tipo de tomar las
riendas, yo tuve que guiarlo —continuó con su historia.
—Suena como un marica —comentó, riendo. Ella se encogió de hombros.
—Sólo diferente. A veces es divertido estar a cargo —le dijo. Él dejó de reír.
—¿Quieres decirme qué hacer? ¿Estar a cargo aquí? —preguntó. Ella rió, un
sonido oscuro, y de repente se inclinó cerca, sus dientes contra su cuello.
—No. Eres tan bueno en eso —susurró. Él apretó los dedos y hundiéndolos en
sus muslos.
—Esto no es muy interesante. Pequeño hombre, tan asustado del gran lobo malo
que tuviste que guiar su mano para ayudarte a correrte. Debemos limitarnos a mis
historias —se burló Jameson.
—Hmmm, tal vez no todo se trataba de eso. Fue un cambio. Alguien tratándome
amable, como si fuera una chica normal y bonita. —Trató de explicar.
193
—Las chicas normales y bonitas no follan a jugadores de béisbol en la parte
trasera de bares —señaló.
—Puede que sí lo hagan. Él pensó que una lo hizo —susurró.
Bueno, esto es nuevo.
—Si eso es lo que quieres, entonces mejor llama a tu jugador de béisbol. No
quiero una chica normal y bonita. Quiero a una chica que le guste estar amarrada y
arrastrarse. Una chica que quiera ser golpeada y que la llamen puta. Quiero una chica
que me deje follar otras chicas, y luego estar tan excitada por ese hecho, que me dé una
mamada mientras estemos de camino por una carretera haciendo setenta y cinco —
espetó Jameson.
Historia verdadera.
—Suena como una chica muy caliente —comentó.
—La chica más caliente que conozco.
Ella lo estaba besando, de pronto, con la lengua presionando sus labios. La agarró
por la cabeza y se inclinó hacia adelante, besándola de regreso. Se sentía como si
hubiera pasado mucho tiempo desde que había probado su boca. Lo echaba de menos.
Ella jadeó y sus dedos fueron rápidamente a su camisa. Consiguió deshacer la mitad de
sus botones, y luego simplemente rasgó la camisa antes de continuar con la hebilla de
cinturón.
Tres días fue mucho tiempo.
—¿Follaste a alguien mientras no estaba? ¿Ingenieros? ¿Trabajadores de comida
rápida? ¿Médicos? —preguntó mientras ella le quitaba los pantalones por las piernas.
—No que pueda recordar, pero pregúntame más tarde, algo puede salir mientras
me tienes presionada contra el colchón —respondió casualmente. Él la tomó del cabello
y la subió por toda su longitud.
—Será mejor que no pienses en nadie más que en mí —gruñó. Prácticamente
pudo sentirla poner los ojos en blanco.
—Cállate y fóllame.
Pensó que tal vez ella querría ir despacio. No era que Tate hubiese sido una chica
que le gustara lento, pero había estado realmente molesta la última vez que la había
visto. No habían tenido sexo en cuatro días. Hace tres días le dijo que nunca la querría
como algo más que una folla-amiga. No había vuelto a hablar con él hasta esa noche, e
incluso entonces, había pasado la mayor parte de la noche con Sanders.
Pero si tenía en cuenta sus acciones, ella estaba encendida y lista para estallar,
incluso más de lo normal. Estaba recuperando el tiempo perdido o castigándose a sí
misma. O a él. Alguien iba a salir herido.
Le quitó toda la ropa, sus uñas arañando la piel sensible. Ella fue a su
entrepierna, sin retenerse, simple e inmediatamente lo metió profundamente en su
garganta. Jameson pensó que iba a hacer que se venga de esa manera, pero luego subió
por su cuerpo de nuevo. Gateando sobre él, acercándolo con fuerza, envolviendo sus 194
piernas alrededor de su cintura. Se movieron juntos, sus caderas empujando hacia el
otro, y ella fue más ruidosa, presionado su frente contra la suya mientras sus uñas se
clavaban en su nuca.
—Quiero que lo hagas —jadeó Tate. Él estaba agarrando sus caderas con tanta
fuerza, que sabía que le dejaría moretones.
—Creo que lo estoy haciendo. —Jameson se las arregló para reír.
—Golpéame —dijo exhalando. Él la fulminó con la mirada.
—No —respondió. Ella rió.
—¿Me estás negando? —preguntó.
—Porque no creo que lo quieras.
—Oh, lo quiero.
—Te estás castigando. No quiero hacerte daño —le dijo. Ella negó.
—No puedes hacerme daño. Quiero que me castigues. Por favor —rogó.
—Estás enojada conmigo. No voy a hacer algo para que pueda sacarlo en mi
contra más tarde.
—No soy ella.
De repente, él estaba muy enojado.
—No vuelvas a jodidamente hablar de ella —maldijo, deteniendo sus
movimientos, dejando en su interior toda su longitud.
—Oh, ¿eso te hace enojar? Hablas de cada otra chica que follas. ¿Por qué no
hablas de ella? Debe haber sido muy especial para ti, Kane —dijo con voz maligna,
girando sus caderas contra las suyas—. Muy especial. Una follada increíble, dijiste.
¿Estaba tan apretada como yo? ¿La ponías tan húmeda como a mí?
—Cierra jodida boca, Tate —le advirtió.
—Dos años, debe haber sido bastante asombrosa. ¿Quieres verter cera caliente
en mí? ¿Azotarme? ¿Darme nalgadas? —preguntó, dejando caer su cabeza hacia atrás.
Dios, esta mujer. Si mi pene se pone más duro, va a matar a uno de nosotros.
—Quiero dejar cicatrices en ti —gruñó.
—Golpéame.
—No.
—Esto es lo que quiero, Jameson. Quiero que hagas lo que quieras. Quiero ser
capaz de hacer lo que quieras. No soy ella. Simplemente déjate ir —pidió.
—No puedo —susurró. Ella sonrió satisfecha, sus caderas retrasando sus
movimientos.
—Bien. Si no lo haces, encontraré a alguien que lo haga —espetó. Él la fulminó
con la mirada de nuevo.
—Cuida tu maldita boca —respondió. Ella negó.
195
—Oblígame. A Ang le gusta jugar, y confío en él. Tal vez lo haga —se burló.
—Perra estúpida, mejor cierra la puta boca —gruñó Jameson.
—Estoy segura que hay muchos chicos por ahí que me lo harían. Un tipo
cualquiera, en un hotel. Pretenderé ser esa chica bonita y normal. Dejar que un tipo crea
que eligió a una chica dulce, y luego voy a dejar que me folle. Que me folle duro; más
fuerte que esto, más duro que tú —le dijo.
Él le dio una bofetada, y la respuesta fue instantánea. Ella gritó y su coño se
apretó tan duro en su polla, que casi se vino en ese momento y allí. Mierda. Él se movió
rápidamente, la aplastó contra el colchón y luego se puso de rodillas, sosteniendo sus
caderas mientras bombeaba en ella.
—Maldita sea, Tate. No todo puede ser acerca de ti. No quería jodidamente hacer
eso, tú estúpida jodida zorra. Maldita puta —juró, golpeando contra sus caderas lo más
fuerte que podía. Ella estaba gritando.
—Dios, fue tan bueno, por favor, di que fue muy bueno, que fue muy bueno, muy
bueno —jadeó. Él volvió a darle una bofetada y la volvió loca, la hizo estremecerse y
moverse debajo.
Me vuelve salvaje.
—Maldita sea, Tate. Voy a follarte todas las noches de ahora en adelante, por
todo el tiempo que pueda. Zorra. Puta. Mierda. ¿Por qué eres tan jodidamente buena para
mí? —gimió, agarrando una de sus piernas y apoyándola contra su hombro. Tomó su
mano, la colocó en su núcleo húmedo, obligó a sus dedos que se envuelvan alrededor
de él. Era como su marioneta, su muñeca para follar personal.
—Porque… eres el diablo. Necesitas estar con alguien. Quiero ser esa persona —
jadeó.
—Maldita sea, ¿dejas que todos te traten como a una puta? —dijo, sintiendo el
sudor gotear por su cuerpo. La tomó del tobillo, le levantó la pierna, lejos de su cuerpo,
para que pudiera llegar aún más profundo. Quería llegar a lugares que nadie había visto;
lugares a los que nunca nadie llegaría. De repente, ella se rió, un sonido bajo y oscuro.
—Te gusta pensar que eres el único, ¿no? Que eres el único que me folla así de
bien —respondió.
—Sé que lo soy.
—Entonces, ¿por qué estoy pensando en un jugador de béisbol en este
momento?
Le dio una bofetada, duro, y luego la tomó del cuello. Ella se empezó a venir,
llorando y clavando sus uñas en su pecho. Él no se quedó atrás, bombeando todo lo que
tenía para darle antes de colapsar sobre su pecho.
Pasaron un par de minutos antes de que su cerebro pudo funcionar de nuevo,
procesar lo que acababan de hacer. Sabía que debía ver si estaba bien, asegurarse que
todo estaba en orden, que lo que acababan de hacer estaba bien. Se cernió sobre ella,
pero en vez de decirle palabras amables, la tomó por las muñecas y las colocó sobre su 196
cabeza. Sus párpados se abrieron y lo miró fijamente. Parecía casi aturdida. Satisfecha.
Brillando. Feliz.
—¿De verdad pensabas en él? —demandó. Ella se rió.
—Jameson, cuando me follas… no existe nadie más que tú —dijo sin aliento. Él se
inclinó, arrastrando sus colmillos por su cuello.
—Bien —susurró. Ella gimió.
—Eso fue muy bueno, Jameson. Es oficialmente, sin lugar a dudas, el mejor sexo
que he tenido —dijo con una risa.
—¿Mejor que Angier follándote en un callejón sucio? —preguntó. Ella se rió más
fuerte.
—Hombre estúpido. Mentí. Siempre fuiste la mejor follada que he tenido,
simplemente no quería admitirlo. —Se rió.
—Lo sabía.
Él la besó entonces. Un beso largo y lento. Se estiró encima de ella, en su interior.
Pasó las manos de su cabeza a sus muslos y volvió a subir. Tate respiró en su boca, gimió
su nombre, clavó sus uñas en su espalda. Él empezó a endurecerse de nuevo, y
retrocedió. La rodó sobre su estómago, levantó sus caderas. Un par de minutos más
tarde, se recostó, la atrajo sobre él. Luego la apartó, la hizo tocarse sola por un rato antes
de entrar nuevamente en ella.
Fue lento, y casi dulce, pero le gustó. Con tan solo tener la certeza de que estaba
bien con dejarse ir y hacer lo que quisiera, la hacía la segunda mejor follada que
cualquiera de ellos alguna vez tendrían.

Angier Hollingsworth no estaba enamorado de Tatum O'Shea, pero sentía cierta


posesividad; siempre había pensado que era sólo amistad. Incluso cuando empezó a
follar a Satán y dejó de follar con Ang, no había pensado mucho en ello. Los hombres
habían ido y venido en la vida de Tate, pero Ang siempre había sido uno constante.
Pero entonces algo cambió, y podía sentir la marea comenzar a girar. Había
estado allí en el descubrimiento de la ex novia. Sabía sobre el jugador de béisbol. La
pelea en la cocina. Se había acurrucado con ella durante dos de los tres días que había
pasado ocultándose en su habitación. Se negó a hablar de Jameson, pero Ang supo que
estaba pensando en él.
Entonces, Tate volvió a Jameson, y Ang no la vio por una semana entera. Ella le
envió muchos mensajes; aparentemente habían llegado a una nueva meseta en el
departamento de sexo interesante, y ella estaba viviendo en ciudad orgasmo. Ir a la
ciudad para ver a su mejor amiga era demasiado, y Ang no era exactamente bienvenido
en la casa del diablo. No había preguntado, pero sabía que eso era cierto. 197
Estaba enfadado. Sentía que no podía hablar con ella al respecto. Se descargaba
con sus compañeros de trabajo, con el elenco y el equipo del porno en el que estaba
trabajando, con sus otros amigos. Era ridículo, estar enojado con su mejor amiga por
ser feliz, pero Ang estaba enfadado. Sabía que era fugaz. Jameson Kane era el diablo.
Tate afirmó que sabía en lo que se estaba metiendo, que sabía que él nunca la amaría o
que querría estar con ella. Trató de fingir que sentía lo mismo. Pero Ang lo veía claro.
Siempre lo veía claro.
Estaba enojado cuando fue a su apartamento. Tate había pedido prestada una de
las películas que él había protagonizado; “Quiero que Jameson te vea en acción, así puede
entender por qué estoy tan obsesionada contigo”. Pero Ang no quería que Jameson viera
su película. No quería que Jameson supiera nada de él, en absoluto. Tate era su amiga,
entendía sus razones; Jameson era un engreído chico rico con cuna de oro idiota de
mierda.
Ang estaba muy enojado.
Así que, cuando entró en el apartamento de Tate solo, no estaba en un buen
estado de ánimo. Estar en la habitación de Tate, entre todas sus cosas, oler su aroma, lo
empeoraba. Sentía que debía ser él el que dejara marcas en su cuerpo, no Satán. Se
enfadó más. Y luego fue por el pasillo y casi chocó con Rusty, la compañera de cuarto de
Tate. Bajando la mirada a la chica bajita, Ang entendió de dónde salía lo que Tate decía,
que a veces quería que la traten mal durante el sexo, y otras veces ella quería tratar mal
a alguien.
Rus dio esa dulce sonrisa. Recién salida de la ducha, no llevaba nada más que una
toalla, sus rizos rubios fresa estaban húmedos. Sabía tenía un gran flechazo por él. No
sentía nada por ella. Tate le había dicho que nunca bajo ninguna circunstancia podía
meterse con Rus. Pero él estaba enojado con Tate. Quería tratarla mal, y ella no estaba
allí.
Pastelillo de fresa sería suficiente.

Tate estaba en la biblioteca cuando su teléfono sonó. Estaba tendida en el suelo


sobre su estómago, revisando una revista. Jameson estaba detrás de su escritorio,
trabajando en algo. Sanders estaba en algún lugar en las profundidades de la casa.
Estaba a punto de ir a buscarlo cuando su teléfono se iluminó. El número de Rusty
apareció en la pantalla y Tate sonrió, levantando su teléfono a la oreja.
—Oye, lindura, estaba a punto de llamarte —respondió Tate.
—¡EEEEEEK! ¡Ocurrió! ¡Por fin ocurrió! —exclamó rápidamente Rus, tan fuerte
que incluso Jameson oyó desde el otro lado de la habitación. Tate se echó a reír y se
movió, así estaba sentada sobre su trasero.
—¿Qué pasó? —Se rió. Jameson puso los ojos en blanco, volvió a sus papeles. 198
—¡Finalmente dormí con él! Fue increíble, oh Dios mío, Tate. Vi la parte de atrás
de mis propios globos oculares. ¡Sus manos, su lengua, no podía creerlo! —gritó Rus.
Tate se rió.
—¿Quién es ese dios del sexo, y por qué no he acostado con él? —bromeó.
Jameson resopló.
—Esa es la parte un poco rara. Haz dormido con él —dijo Rus, riendo. Tate dejó
de sonreír.
—¿Disculpa? —preguntó con voz grave.
—Siempre dijiste que era tan extraño, ¡pero Ang fue tan dulce! Realmente se
preocupó por mí, me dijo que era tan hermosa, que era tan increíble. Fue increíble.
¡Realmente creo que tuvimos una conexión! —balbuceó Rus con voz entrecortada. Tate
se puso de pie.
—No, no lo hicieron —dijo exhalando.
—Oh, lo hicimos. Dos veces. Una vez en la cama, y una vez en la ducha. ¿¡Puedes
creerlo!? La ducha. Estoy tratando de ser más aventurera. —Rus se rió. Tate gruñó.
—No, no, no, por favor dime que estás bromeando —le rogó, pero Rus la ignoró.
—Mira, la razón por la que llamo es porque no he oído de él en una semana,
desde que sucedió. Me estaba poniendo un poco nerviosa, pero luego pensé que tal vez
no tiene mi número. Quiero decir, fue muy buen sexo. Dijo que teníamos algo, dijo que
él también lo sintió. Tiene que llamar, ¿verdad? ¿Podrías darle mi número? —preguntó
Rus, la felicidad desapareciendo de su voz. Tate tragó pesadamente.
—Sabes qué, voy a llamarlo. Ahora mismo —contestó.
Ese pedazo de mierda, hijo de puta. Él lo sabía.
—Gracias, muchas gracias. Quiero decir, no quiero parecer pegajosa. ¿Estoy
siendo pesada? Es sólo una semana, supongo. Toda una semana. —La voz Rus comenzó
titubear al final, y la inseguridad que, obviamente, intentaba ocultar salió a la luz; casi
sonaba al borde de las lágrimas.
—No, no eres pesada. Tengo que irme, lindura, te llamaré más tarde —le aseguró
Tate. Rus soltó una pequeña carcajada y luego la línea se cortó.
Tate soltó un grito largo. Asombrado, Jameson se puso en pie de un salto. Cuando
llamó al número de Ang, Sanders entró corriendo a la habitación. Ambos le preguntaron
qué pasaba, pero los ignoró. Presionó el teléfono a su oído y caminó por la habitación.
—Oye, dulzura, estaba pensando en… —respondió Ang.
—¡HIJO DE PUTA! —gritó al teléfono.
—¡Whoa! ¡Buen saludo! ¿¡Cuál es tu jodido problema!? —preguntó.
—¡Tú! ¡Tú eres mi problema! ¿¡Cómo pudiste!? ¿¡Y no decirme nada!? ¡He
hablado contigo TODA LA SEMANA! —le gritó Tate. Jameson ahora estaba
aproximándose a su lado, exigiendo saber qué sucedía. Hubo un suspiro en el otro
extremo del teléfono.
199
—No era asunto tuyo, Tate. Y no fue un gran problema —le dijo Ang.
—¿¡No fue un gran problema!? ¡Ella está prácticamente eligiendo su jodido
vestido de novia! ¡Pedazo de mierda! ¿¡Por qué!? ¡Te dije específicamente que ella
estaba fuera de límites! ¿¡Por qué!? —preguntó Tate.
—¡No haces todas las reglas, Tate! ¡No estás a cargo de todo el mundo! Somos
adultos, ¡podemos follar si queremos! —gritó en respuesta.
—¡Seguro que puedes! Pero, oye, aquí el punto; si quieres follar casualmente a
una de mis amigas más cercanas, ¡tal vez no le digas que tienen una maldita jodida
especial conexión! ¿¡Por qué dirías eso!? —gritó.
—¡Oye! Estás follando a Satán, ¿no? ¿Qué? ¿¡No puedo ser el diablo a veces!? —
exigió Ang. Ella jadeó.
—¿¡Hablas jodidamente en serio!? ¿¡Es por mi culpa!? ¿¡Me vas a culpar a mí!? —
gritó.
—¡Tienes razón! Jodidamente me dejaste por algún idiota porque es una buena
follada, ¡lo cual es algo de mierda de tu parte! Jódete, Tate. Jodidamente espero que…
Todo fue cuesta abajo desde allí. Ella empezó a gritar obscenidades al teléfono.
Él devolvió el fuego de inmediato. Cuando Tate tenía el rostro enrojecido y jadeaba por
aire entre insultos, Jameson le quitó el teléfono de la mano. Se lo entregó a Sanders,
quien se lo puso al oído y salió de la habitación. Tate soltó otro chillido, golpeando sus
manos contra el pecho de Jameson antes de caer contra él, presionando su rostro en su
hombro.
—¿¡Qué mierda está pasando!? —preguntó.
—Ang. Durmió con. Rus. —Se las arregló para jadear. Jameson se quedó muy
quieto.
—¿Estás molesta por que durmió con otra persona? —preguntó. Ella le dio un
violento empujón.
—¡Jesucristo! ¡Ninguno quiere estar conmigo, pero están celosos de cada jodido
movimiento que hago! —respondió. Él puso sus manos a cada lado de su rostro,
forzándola a mirarlo directamente.
—Quieres desquitar tu enojo conmigo, bien. Hagámoslo —ofreció. Ella lo miró
por un segundo más, y luego su labio inferior comenzó a temblar. Sus ojos se llenaron
de lágrimas.
—Estoy molesta porque prometió que no lo haría. Rus no es como nosotros,
realmente es una buena chica, normal. Siempre ha tenido un enamoramiento por Ang.
A él no le importa. Le hizo todas estas promesas, le dijo todas estas cosas dulces, y luego,
simplemente se fue. Satisfecho y complacido. Ella piensa que son almas gemelas. Sólo
lo hizo para vengarse de mí —explicó.
—¿Vengarse de qué? —preguntó. La mirada de Tate se apartó de él. Jameson la
sacudió suavemente—. Háblame. ¿Vengarse de qué?
200
Suspiró y se inclinó hacia él, envolviendo sus brazos alrededor de su torso. Ella
pudo sentir su sorpresa; al ser una persona muy sexual, Tate no era la persona más
afectuosa. No era propensa a los abrazos. Excepto con Sanders. Pero apretó fuertemente
a Jameson y decidió que era ahora o nunca.
Ya no me importa.
—Se está vengando de mí… por enamorarme de ti en lugar de él —susurró.
~ 14 ~
L
a tensión entre ellos creció hasta casi ser insoportable. Tatum no había
pensado que Jameson tomaría su confesión tan en serio. No había dicho
que estaba enamorada de él. No le había pedido matrimonio, bebés ni
nada, sabía lo que estaba pasando entre ellos, sabía que era casi
unilateral. Estaba bien con eso, o al menos eso es lo que ella misma se decía. Y también
se lo dijo, justo después de que la soltara y se alejara, su rostro duro y pálido.
Pasó toda la semana siguiente diciéndole que estaba bien, pero no parecía
importar. La conversación no fluía entre ellos de la forma en que solía suceder. Era casi
usual que él esté sentado en silencio detrás de su escritorio, y cuando ella levantaba la
mirada, a menudo lo encontraba mirándola fijamente. Con el ceño fruncido.
No es una buena señal.
Le preguntó a Sanders si se le había dicho algo, pero nada… Jameson guardaba
en silencio sus pensamientos. Comenzó a contar los días, esperando que le dijera que
terminaron. Esperaba hasta que dijera algo, ella no tiraría la toalla. Finalmente ganaría
uno de sus juegos.
Extrañamente, sin embargo, no afectó su vida sexual. En todo caso, fue más duro.
Al día siguiente de su pequeña confesión, Tate bajaba las escaleras cuando de repente
él estaba encima, una mano en su cabello, forzándola contra una pared y sus pantalones
cortos alrededor de sus tobillos. Un día más tarde, la aplastó en el sofá de la biblioteca.
Las noches eran las mismas; sexo, sexo, y justo cuando estaba a punto de dormirse, un
poco más de sexo.
Le decía cosas más extremas y la tomaba con más fuerza. Era como si hubiera
abierto una puerta sin límite. No podía decir si estaba siendo castigada por su confesión,
o recompensada. Ciertamente no se quejaba. Lo animaba, lo llevaba al límite, y más,
tanto como le fue posible; quería que todo fuera tan bueno para él como fuera posible.
Quiero que me recuerde. Quiero que cada mujer después de mí sea comparada y no 201
esté a la altura. Él me recordará.
Al final de la semana, mientras se inclinaba sobre su escritorio, tratando de
recuperar el aliento, él dejó caer la bomba. Sus bragas estaban en el suelo, su falda
arrugada alrededor de su cintura. Sentía punzadas en su cuero cabelludo, al igual que
en su culo. Estaba a kilómetros de la tierra cuando él se alejó, se sentó en una silla y
suspiró.
—Me voy —dijo Jameson en voz baja. Tate contuvo la respiración por un
segundo.
—¿Adónde? —preguntó, todavía apoyada contra el escritorio.
—Tengo que ir a Berlín —respondió.
—¿Por cuánto tiempo? —preguntó. Una larga pausa.
—No lo sé.
Tate respiró hondo. Se lamió los labios. Se levantó y arregló su ropa. No creía que
fuera justo. Si hubiera sabido que sería la última vez que iban a tener sexo, habría sido
más asertiva. Insistió en mirarlo a los ojos. Tenía unos ojos increíbles. Tate se acercó a
la otra silla y también se sentó. El fuego rugía, como siempre, pero no le importaba el
calor. Le dio la bienvenida al ardor contra su piel. Se preguntó si Sanders seguía
teniendo xanax.
—¿Esto es todo? —susurró Tate. Ninguno miró al otro.
—¿Quieres que lo sea? —preguntó Jameson.
—Obviamente no. Pero si lo es, está bien. Iré a empacar mis cosas y cuando
regreses, ni siquiera notarás que alguna vez estuve aquí. —Intentó bromear.
—Tate.
—Aunque, tendremos que elaborar un programa de custodia para Sandy. —Se
rió—. Ahora es mitad mío. Quiero…
—Tatum.
—¿Qué? —preguntó, finalmente mirándolo. El ala de la silla ocultaba su rostro.
—Esto no es una broma —le dijo. Ella asintió.
—Lo sé, sólo trato de hacerte sentir cómodo. Está bien, Jameson. Lo prometo.
Estoy bien —le aseguró. Él suspiró.
—¿Por qué eres tan buena conmigo? —susurró. Ella rió.
—Porque tú eres muy malo conmigo —bromeó.
—¿Quieres quedarte? —preguntó, y pudo verlo girar la cabeza hacia ella. La
parte inferior de su rostro se hizo visible. Su fuerte mandíbula, boca dura. Tate se
estremeció.
—No quiero quedarme donde no soy bienvenida —respondió a su pregunta que
hizo de soslayo. 202
—Siempre serás bienvenida, Tate. Sólo… tienes que saber que no estoy listo para
lo que quieres —le dijo. Ella asintió.
—Sé eso. No estoy pidiendo absolutamente nada. Nunca lo hice. Tal vez
deberíamos terminar con esto, seguir nuestros caminos separados. Es un poco
enfermizo, ¿no? —Se rió. De repente, Jameson se levantó, se acercó a su silla y la puso
de pie también.
—No creo que sea enfermizo. —Jameson exhaló, atrayéndola en un abrazo—.
Me preocupo por ti, Tate. Te odio y arruinaste las cosas un poco, pero me importas
jodidamente tanto. ¿Cómo me hiciste eso?
—Soy así de especial —susurró, una lágrima cayendo por su mejilla.
—Se suponía que todo era un juego. ¿Qué pasó? —preguntó. Ella negó.
—No tengo idea. Tal vez no fuiste lo suficientemente malo. —Se las arregló para
reír.
—Tal vez fui demasiado malo. Eres así de extraña —respondió Jameson, y ella se
rió.
—Cállate.
—No sé qué hacer contigo. No sé lo que quiero. Pero no quiero que te vayas. ¿Me
esperarás? —preguntó con voz suave, sus labios rozando la parte superior de su cabeza.
Ella respiró hondo.
—Te esperé durante siete años. Puedo esperar un poco más —respondió. Él se
rió.
—Espero no tardar tanto tiempo esta vez. ¿Estarás aquí cuando regrese?
—Si quieres que así sea.
—Eso quiero.
—Entonces estaré aquí.
—¿Por qué no puedes ser tan complaciente en la cama? —preguntó, y ella se rió
de nuevo.
Satán estaba en racha esta noche.
—No sería tan divertido —respondió.
—Me has arruinado, Tatum O'Shea —le dijo—. Me destrozaste por completo.
Su aliento se atascó en su garganta.
—Es justo, tú me lo hiciste primero —susurró. Finalmente se apartó de ella, la
mantuvo a la distancia de un brazo. Su mirada recorrió su cuerpo, y Tate se preguntó
qué veía. Qué veía realmente en ella.
—Me voy temprano mañana por la mañana. Eres bienvenida de quedarte en la
casa, de lo contrario voy decirle a Sanders que la cierre —dijo, su voz seria mientras se
alejaba. 203
¿Cerrarla?
—¿Sandy no va contigo? —preguntó. Él negó.
—No. Odia los vuelos largos, odia Alemania. Se quedará aquí contigo, o en una
casa en Boston —explicó Jameson. Ella se hundió en su silla.
—¿Y no tienes idea de cuánto tiempo durará el viaje? —preguntó. Él se encogió
de hombros.
—Dos semanas. Tal vez un mes —le dijo.
Tate soltó un suspiro de alivio. Eso no era tan malo. Había estado esperando que
dijera algo como seis meses. No sabía si podía soportar eso, pero un mes no era tan
malo. Podía hacer eso, pasar tanto tiempo sin él.
—Me quedaré en mi apartamento. O bueno, si me siento sola sin ti, iré a vivir de
pareja con Sandy, “mini-tú” —bromeó. Él la fulminó con la mirada.
—Mejor no. Él me cuenta todo, sabes, y voy a regresar en algún momento —le
advirtió. Ella respiró hondo.
—Entonces. ¿Cuáles son las reglas? —preguntó.
—¿Perdón?
—Reglas. Tenemos reglas para todo, si no lo has notado. ¿Aplican las mismas
reglas? —preguntó. Él asintió.
—Por supuesto. Puedes follar a todo Boston —dijo. Ella resopló.
—Un chico. Dormí con sólo otro chico en todo este tiempo. Tú has follado a la
mitad del país —señaló. Él se echó a reír.
—Es por eso que tengo que ir a otro continente. Tengo que conseguir más
historias para ti, tengo que mantenerte excitada —le dijo.
—Lo haces bien, todo por su cuenta, señor Kane —le aseguró. Jameson sonrió y
se inclinó sobre ella, con las manos apoyadas en los brazos de la silla.
—Dime que me echarás de menos —exigió. Ella asintió.
—Te echaré de menos.
—Dime que pensarás en mí, si follas a alguien más.
—Siempre lo hago.
—Dime que no te enamorarás de nadie mientras no estoy.
Todo su aliento salió repentinamente de su cuerpo.
—No es posible, así que no es un problema —susurró.
La besó. No la tocó en ningún otro lugar además de su boca. Lenta y dulcemente,
los labios rozando los suyos, su lengua entrelazándose con la suya. Ella gimió, llevó una
mano a un lado de su rostro. Esta. Más que nada, quería recordarlo así; le encantaban
sus palabras duras y su mano pesada, pero su beso. Su beso le dio esperanza. La besó
durante varios largos minutos y luego se apartó.
—De acuerdo, Tatum. Dame una noche que me haga soñar contigo todo el 204
tiempo que no esté —le dijo.
Le sonrió y se puso de rodillas delante de él.
Esto podía hacerlo. En esto era muy buena.
Sin embargo, en el amor, era una historia completamente diferente.
~ 15 ~
U
n mes no era tan malo. Podía hacer mucho en un mes.
Tatum le dio la mala noticia a Rus. Le explicó que Ang no era un
tipo de relaciones. Tate no lo reprodujo, pero le mostró a Rus un DVD
de una de sus películas. La portada era suficiente para que Rus se
volviera un poco verde. Tan formal y correcta. Hubo algunas lágrimas, y una maldición
general a los hombres, pero lo superó.
Sin embargo, Tate no estaba preparada para llamar a Ang. Seguía muy enojada
con él. Las cosas que le había dicho, la forma en que le había hablado. Esperaría hasta
que Jameson regresará, y entonces hablaría con Ang. Ya contaba los días.
Un día realmente impactante fue cuando Nick Castille la llamó; el jugador de
béisbol que había follado en su bar. Él había conseguido su número de su encargado.
Totalmente inapropiado y en contra de las reglas, pero estaba halagada.
Tate estaba sola y aburrida, así que aceptó cenar. Se lo pasaron bien, pero lo miró
fijamente cuando él le preguntó si en algún momento podrían salir en una cita "real".
Nick era muy guapo, y muchas veces mientras comían, la gente le pidió un autógrafo.
También era muy amable con ella, muy respetuoso. Era una experiencia de novela, y
Tate sabía que no debía desaprovecharlo. Pero declinó cortésmente su ofrecimiento;
ella se mantenía fiel para su señor y salvador, Satán. Nick lució un poco triste, pero le
sonrió y dijo que podía conformarse con ser su amigo.
Y lo decía en serio. Él le consiguió asientos preferenciales para uno de sus juegos.
Salieron a comer a menudo, e incluso la llevó a un par de espectáculos. Se llevaron muy
bien, a pesar de ser de orígenes completamente diferentes y tener vidas completamente
opuestas. Tate disfrutaba de su amistad. Pero no quiso sacar provecho; nunca regresó
a su casa y nunca lo llevó a la de ella. Jameson nunca había dormido con la misma chica
dos veces durante su relación. En realidad, no era una regla, pero Tate no quería ser la
que probara si debía hacerlo o no. Respetaría los deseos y acciones de Jameson. Lo 205
esperaría.
Sin embargo, no hablaba con él. Ni una sola vez. Antes, él le envió un par de
mensajes, a veces. Principalmente cosas traviesas, para recordarle quién era el jefe.
Otras veces preguntas por Sanders. Otros para recordarle sus promesas. Uno para decir
que la extrañaba. Tate se quedó mirando el mensaje durante días enteros. Pero luego,
los mensajes se detuvieron por completo, y continuamente permanecía cerca de su
teléfono, revisando constantemente si había enviado algo.
¿Cuándo me convertí en esta chica? Me entregué a él sin ni siquiera darme cuenta.
Sin embargo, nada fue tan impactante como lo que ocurrió durante su tercera
semana de espera.
Tate estaba dando vueltas en su apartamento. Rus estaba en una de sus clases
de veterinaria. Sanders estaba escondido en su penthouse, haciendo un trabajo de
traducción para Jameson. Nick estaba en un partido visitante. Tate estaba aburrida. Al
principio había temido que, sin Jameson pagando por todo, moriría de hambre o, peor
aún, tendría que volver a los trabajos temporales. Pero, por supuesto, él pensó en todo,
y Sanders le había proporcionado un flujo constante de dinero. Se sentía como si se
estuviera prostituyendo para los dos, pero no le importó demasiado. Ambos eran muy
importantes en su vida, así que valió la pena.
Estaba en su teléfono, preparándose para marcar por comida china, cuando
alguien llamó a su puerta.
—¡Sólo un segundo! —gritó, deslizándose hacia la sala de estar. Echó un vistazo
por la mirilla, pero no pudo ver quién era; era alguien que llevaba un sombrero grande
y flexible. Una mujer, asumió. Tate abrió la puerta.
—Tengo mi religión, así que no…
Su hermana se volteó para mirarla. Ellie llevaba enormes gafas de sol que no
estaban haciendo un trabajo muy bueno de ocultar un ojo morado. Su brazo estaba en
un yeso. Y aunque no había pasado mucho tiempo, su estómago lucía notablemente más
grande. Se miraron durante un rato, hasta que Ellie empezó a temblar.
—No sabía a dónde más ir —susurró.
—Entra, entra —instó Tate, guiando a su hermana a su pequeño apartamento.
Ellie miró a su alrededor y luego se echó a llorar.
Después de la pequeña reunión familiar O'Shea de Jameson, las cosas parecían
haber ido cuesta abajo para Ellie. Una mandíbula rota no frenó a Robert. Habían tenido
más peleas. Más golpes. Ella pensó que podría soportarlo, pero luego la había empujado
por un tramo de escaleras. Ahí fue donde Ellie puso el límite. Podía hacer lo que él
quisiera, pero no podía lastimar al bebé. Si podía tratar a un niño no nacido de esa
manera, ¿cómo trataría al niño cuando estuviera justo delante de él? No quería
averiguarlo.
—Lo siento, sé que me odias. Sé que arruiné tu vida, pero no sabía qué más hacer.
—Ellie sollozó. Tate le tomó la mano y la llevó hasta su dormitorio.
—No te odio, Ellie. Ni siquiera te conozco. Y no arruinaste mi vida. Mi vida es 206
bastante asombrosa. Me has salvado —le dijo Tate mientras dejaba que su hermana se
recueste.
—Me gustaría que alguien me hubiera salvado. —Ellie lloró. Tate frunció el ceño
y se acostó en la cama a su lado, fue detrás de ella y la abrazó.
—No estaba allí. Podría haber llamado, podría haberte preguntado cómo
estabas. Podría haberte salvado —susurró.
Ellie tardó un rato en calmarse, pero finalmente su respiración se ralentizó. Se
durmió. Tate se levantó de la cama y llamó a Sanders. Le contó la situación. Él le dijo
que estaba “trabajando en ello”, aunque no estaba segura de lo que eso significaba.
Realmente quería llamar a Ang, pero no se habían reconciliado todavía. No había
hablado con él en absoluto, por lo que sería incómodo, y peor aún, le preocupaba que
pensara que lo estaba usando. En su lugar, decidió hacer algo de té y lo llevó a su
habitación.
—Estoy despierta ahora —murmuró su hermana. Tate sonrió y se arrodilló
junto a la cama. Su hermana se sentó para tomar la taza y la mirada de Tate vagó hasta
su vientre.
—¿Aún no has escogido algún nombre? —preguntó. Ellie suspiró.
—Mathias si es un niño —dijo. Tate tuvo que reírse.
—El buen viejo papá probablemente ama eso. ¿Y si es una niña? —preguntó. Ellie
mordisqueó su labio inferior.
—Estaba pensando en, tal vez, Tatum —susurró. Tate levantó las cejas.
—Estás jodidamente bromeando —dijo repentinamente. Ellie negó.
—Quiero que sea fuerte. Más fuerte que su madre. Más como tú. Siempre he
deseado poder ser más como tú —explicó. Tate sintió que sus ojos se llenaban de
lágrimas y forzó una risa.
—Si esto se vuelve más dulce, yo voy a tener nauseas, encima de ti —bromeó, y
Ellie rió también.
Sanders apareció más tarde en la noche. No le dijo nada a nadie, pasó corriendo
por la sala de estar, dirigiendo su sonrisa forzada a Ellie. A pesar de que nunca había
estado allí, se dirigió directamente a la habitación de Tatum. Ella lo siguió y cerró la
puerta detrás.
—¿Qué pasa? —preguntó Tate, algo sorprendida al verlo.
—El señor Kane me envió. Quería saber cómo estabas —respondió Sanders. Ella
rió.
—El señor Kane puede simplemente llamarme, él mismo. Dile que estoy bien —
le respondió. Sin embargo, Sanders no se rió. En todo caso, su boca se endureció.
—Estábamos preocupados de que su esposo planeara venir aquí y tratar de
buscar venganza. Ambos sentimos que sería mejor si fueran a quedarse a un hotel —le
dijo Sanders. Ella rió aún más fuerte. 207
—¿Cómo siquiera sabría Robert dónde vivo? Piensa que Ellie y yo nos odiamos;
ella tuvo que robar mi dirección del libro de contactos de mi madre. No voy a dejar mi
casa —le informó Tate.
—Nos sentiríamos mucho más cómodos si… —empezó a decir él, pero ella
levantó una mano.
—¿Nos? Seamos sinceros, Sandy. Eres tú, ¿verdad? Solo tú. ¿Hablaste con él? —
preguntó. Sanders asintió.
—Sí, lo hice. Estaba muy molesto —le aseguró.
—¿Pero realmente dijo eso? ¿Que quería que fuera a un hotel? —Sanders guardó
silencio durante un rato.
—Si hubiera tenido una oportunidad, sé que lo haría. Lo conozco muy bien, sé lo
que él diría en estas situaciones. Estaba muy ocupado cuando llamé —explicó. Tate
empezó a sentirse un poco molesta.
—Ocupado, huh. Demasiado ocupado para hablar contigo acerca de mi
“situación”. Demasiado ocupado para hablar conmigo. ¿Ha dicho cuándo regresará a
casa? —preguntó, cruzando los brazos sobre el pecho.
—Sí. Este fin de semana.
Tate se sorprendió.
—Wow. ¿Estabas pensando en decírmelo? —Sanders apartó la mirada.
Uh oh.
—Sí. Él quería que te avisara, que va a haber una fiesta en la casa. Domingo.
Todos los socios estarán allí, gente de sus oficinas en Nueva York, Los Ángeles y Berlín,
de todos lados. Etiqueta negra. Jameson llegará a la ciudad ese mismo día —dijo
rápidamente Sanders.
—Mierda, eso es un poco apresurado, ¿no? —preguntó. Él se encogió de
hombros.
—Me tiene para planear todo. Si su vuelo no llega, la fiesta simplemente seguirá
sin él. Me dijo que te pidiera que te compraras un vestido —le dijo. Ella rió.
—Por supuesto que te lo dijo. Un vestido elegante, para una fiesta elegante. ¿Hay
algo que no me estás diciendo? —preguntó. Sanders por lo general tenía la mejor cara
de póker que cualquier persona que conocía. Pero ahora, había algo raro. Él no la miraba
a los ojos.
—Señorita O'Shea, yo… he disfrutado nuestro tiempo juntos aquí, en Boston. Es
una buena amiga para mí. Voy a volver a la casa mañana y me quedaré allí. ¿Quiere venir
conmigo? —dijo rápidamente, su voz casi tímida. Ella estaba conmovida.
—¿Por qué, Sandy? ¿Me pedirás que viva contigo? —bromeó. Él palideció.
—No. Pero su compañía sería muy apreciada, como siempre —le dijo. Ella se
echó a reír y lo abrazó.
—Por supuesto que iré contigo. Ayúdame a calmar a Ellie e iré a cualquier parte 208
contigo —susurró.
Y entonces, sorprendentemente, sus brazos la rodearon y Sanders la abrazó.

Algo no estaba bien. Algo definitiva, positivamente, no estaba bien.


Tate podía sentirlo en el aire. La casa de Jameson se sentía como su hogar, y
amaba a Sanders, pero simplemente podía sentirlo; algo no estaba bien. Sanders no le
quería decir nada y ella no tenía comunicación con Jameson. Ella incluso calculó la
diferencia horaria y lo llamó una vez; la primera vez que lo llamó, en todo el tiempo que
se habían conocido.
No respondió.
Para el sábado por la tarde, ella estaba inquieta. La casa había sido revuelta por
los planificadores de eventos. Sanders estaba corriendo, ayudando a preparar todo.
Tate se mantenía alejada. Ayudó donde era necesario, le preguntó a Sanders si había
algo que pudiera hacer, pero él prácticamente se había convertido en un mimo. No
hablaba, no si no tenía que hacerlo. Tate finalmente, se quebró y envió un mensaje a
Jameson.
¿Esto un juego?
Pasaron horas antes de que él contestara. Estaba acostada en su cama, lista para
irse a dormir, cuando su teléfono sonó.
Sí.
Se sentó, encendió una luz.
¿Cuáles son las reglas?
No más reglas.
Eso suena peligroso.
Pensé que te gustaba el peligro.
Ella mordisqueó su labio inferior, miró alrededor de la habitación.
¿Qué está pasando?
Pero ignoró su pregunta y le hizo otra en respuesta.
¿Dónde estás ahora mismo?
Tu habitación.
¿En mi cama?
Sí.
Bueno.
¿Qué está pasando?
Hasta pronto, nena.
209
No respondió más de sus mensajes. Tate permaneció despierta el resto de la
noche.
La noche siguiente, algunos de los colegas de Jameson se presentaron temprano
para la fiesta, se pusieron cómodos en su biblioteca. Tate se preparó, paseó por la casa.
Salía de la cocina, luchando por abrir un frasco de mantequilla de maní, cuando risa
provino de la biblioteca. Ella se detuvo junto a la puerta.
—Hombre astuto. Mantener dos chicas en dos continentes. —Uno se estaba
riendo.
La respiración de Tate se duplicó.
—¿Cuál crees que le gusta más? —Otra voz.
—Bueno, la chica de aquí parece más salvaje, más de su gusto. Apuesto a que es
un animal en la cama.
Ella asintió. Sonaba a Tate.
—Pero Pet es más elegante, más refinada. Puedes llevar a Pet a fiestas; llevas a
la otra chica a la cama.
Tate se apoyó contra la puerta de la biblioteca. A la mierda ser sutil.
—Sí, pero ¿qué haces con las dos a la vez?
—¡Parece una fiesta!
Risa descarada
—Supongo que lo averiguaremos, estarán aquí esta noche.
—La fulana ya está aquí.
—Jameson y Pet están en el vuelo de las seis. Deberían estar aquí en cualquier
momento.
Hubo un fuerte zumbido en su oído y Tate se alejó a trompicones de la puerta.
Dejó caer la mantequilla de maní. Cuando se volteó, Sanders estaba de pie detrás. Se
miraron. Simplemente se miraron fijamente, durante un completo minuto.
Traidor.
Se fue corriendo por las escaleras. Sanders gritó detrás, gritando su nombre.
Nunca antes lo había oído hablar en un tono tan fuerte; en cualquier otro momento,
habría estado sorprendida. Corrió por el pasillo, casi tropezando con sus tacones una
vez. Patinó a través de la puerta de Jameson justo antes que Sanders entrara, logró
cerrarla en su cara, girando la cerradura. Se apresuró a un balcón que habían convertido
en una sala de sol. Jameson tenía su computadora ahí. Nunca se había molestado con
eso antes, nunca tuvo una razón para hacerlo. 210
Tate sabía que Sanders tenía las llaves de todo y estaría en la habitación en
cualquier momento, así que lo hizo rápidamente. Escribió el nombre de Jameson en
Google. Más de la misma información apareció, por lo que inmediatamente se dirigió a
la pestaña de imágenes.
Se sorprendió al ver más fotos de sí misma; nunca había notado a ningún
fotógrafo dondequiera que fueran. Jameson y ella saliendo de su edificio de oficinas.
Jameson y ella comiendo. Sanders y ella riéndose saliendo del cine. Jameson y ella
besándose mientras él sostenía un paraguas. No podía entender por qué al principio.
¿Por qué había tantas imágenes de repente? Hizo clic en una para que la llevara a la
página web de origen, y luego jadeó al ver el titular.

¿A quién elegirá el famoso financiero, Jameson Kane? ¿Una sexy americana


o una belleza danesa?

Tate bajó por la página. Varias de las fotos de ellos juntos estaban en el artículo.
Pero las otras fotos le interesaban más. Había un par de viejas de él y Pet, pero también
un par muy recientes. Entrando a un hotel juntos, saliendo juntos del mismo hotel. Él
sosteniendo una puerta de un auto para ella. Su brazo alrededor de su cintura mientras
entraban en una tienda de ropa.
Era un sitio alemán. Tate se enteró de que Pet vivía a tiempo parcial en Berlín,
por eso había mucho interés. Un pequeño periodista novato había notado que Jameson
estaba trabajando en Berlín con Pet, y luego descubrió las fotos de Tate y Jameson en
línea. Boom. Historia. Sexo. Escándalo. Intriga. Demonios, incluso Tate querría leer algo
así.
Si esto no fuera sobre mí. Al menos me llamaron sexy.
Estaba viendo otro artículo cuando Sanders finalmente abrió la puerta y entró a
la habitación. Alcanzó el ratón del ordenador y ella le apartó la mano. Se produjo una
pequeña guerra de golpecitos durante un par de momentos antes de que Tate alejara la
silla. Él la tomó por el brazo, pero ella lo apartó.
—¿Cómo no pudiste decírmelo? —preguntó Tate, girando a su alrededor. Él
parecía molesto.
—No podía. Lo siento mucho, señorita O'Shea —respondió Sanders.
—¡Vete a la mierda! ¡Se supone que somos amigos! ¿¡Desde hace cuándo sabes
de ellos? —gritó.
—Hace dos semanas. Le aconsejé que era una mala elección —le dijo.
—Oh, le aconsejaste, que amable de tu parte. ¿Sabías que la iba a traer aquí hoy?
—preguntó Tate. Su mirada pasó de malestar a dolor.
—Sí —dijo Sanders en voz baja. Ella jadeó.
—¿Cómo pudiste dejarme venir aquí? Pensé que éramos amigos. ¿Cómo pudiste
hacerme esto? —susurró Tate. 211
—Porque le dije que lo hiciera.
Ambos se volvieron para ver a Jameson de pie en medio de su dormitorio. Se
quitó la chaqueta y luego enrolló las mangas de su camisa. Se quitó el reloj y lo arrojó
sobre la mesita de noche. Sanders se aclaró la garganta.
—Señor, creo que le debe a la señorita…
—Vete.
Mirando a Tate una vez, Sanders salió de la habitación. Ella luchó por
tranquilizar su respiración y entró en el dormitorio propiamente dicho. Jameson estaba
llevando su maleta a su armario. Hubo un ruido de perchas y salió con una camisa nueva
en las manos.
—¿Por qué? —susurró Tate. Él levantó la mirada. Un par de orbes azules de
hielo. Parecía que había pasado más de un mes desde que lo había visto por última vez.
Se sentía como si estuviera mirando a un extraño.
¿Lo conocí alguna vez?
—¿Qué dijiste, nena? —preguntó Jameson, cambiando su camisa.
—¡No me llames así! —espetó. Él se rió.
—Te llamo por lo que quiera —respondió.
—Ya no. ¿Por qué estás haciendo esto? ¿Qué te he hecho? —preguntó.
—Todo es un juego, ¿no? Pensé que te gustaban los juegos —dijo Jameson,
arrojando la camisa usada a su cama.
—A la mierda tus juegos —siseó.
—Ves, ahora suenas más como tú. Fue un vuelo muy largo, nena, y realmente
necesitaría algo para relajarme. ¿No quieres ponerte de rodillas? —preguntó. Ella se
echó a reír.
—No es jodidamente posible. Pídele a tu novia que haga eso por ti —le dijo.
—Pero no tengo novia.
—¿De verdad? Me parece que hay una “belleza danesa” de metro ochenta que
discutiría ese punto —aclaró. Él suspiró.
—Ahí empiezas de nuevo, haciendo suposiciones. ¿Te gustaría conocerla?
Probablemente se llevarán bien —dijo.
—¿¡Por qué estás haciendo esto!? ¿¡Qué pasó que te enfadó tanto!? ¡Te esperé!
¡Como dijiste! ¿Por qué me pediste que esperara si ibas a traerla a casa? —le gritó Tate.
—No te gusta ver mi foto en los tabloides, ¿verdad? Bueno, a mí menos —dijo de
repente. Ella estaba confundida.
—¿Qué? —preguntó.
—No me gusta que me dejen como tonto, Tate. Y eso es lo que siento que hiciste
—le informó.
212
—¿¡De qué mierda estás hablando!? —gritó.
—¿Estás molesta por las fotos de Pet y mías en línea? ¿En los tabloides? ¿¡Qué
hay de las fotos de ti con cierto jugador de béisbol, en las jodidas páginas sociales del
maldito Boston Globe!? ¿Qué tal ver esas en todo jodido internet? Tú y él juntos, en todos
lados. Fotos de ti conmigo ya están en línea, y de repente escucho de personas que
apenas conozco que una novia, que técnicamente no tengo, ¡está follando a un maldito
Red Sox! —le gritó Jameson. Ella se echó a reír.
—¿¡Me estás jodiendo!? A la mierda esto, me voy de este puto lugar. A la mierda
tu fiesta, a la mierda tu supermodelo, y vete a la mierda —maldijo, pasando con furia a
su lado. Él la agarró del brazo, su agarre de hierro.
—Oh, no irás a ninguna parte, nena. Porque todo es un juego, y si te vas ahora,
pierdes —le advirtió.
—A la mierda tus juegos. No quiero jugar. ¿Realmente estás molesto por eso? No
lo puedo creer. El Gran Jameson Kane, celoso. No puedo creerlo —le masculló.
—Cuidado cómo me hablas —le advirtió.
—Que te jodan. Él y yo somos sólo amigos, imbécil. Somos amigos. Tú te vas a
follar a toda Alemania, ¿y yo no puedo hacer un nuevo maldito amigo? ¿Quieres saber
la verdad? Me pidió salir. No intentó dormir conmigo. Él quería conocerme. Salir
conmigo. Y soy una zorra estúpida, porque, ¡me negué! ¡Fui lo suficientemente estúpida
de pensar que tenía algo mejor en casa! —gritó Tate.
—Ciertamente no discutiré la parte de zorra estúpida —le dijo Jameson.
—Que te jodan, Kane.
—Creo que ese es tu trabajo.
—¡Estás celoso! Todo este elaborado plan, escondiéndomelo, trayéndola aquí,
haciendo una escena. Eres como una chica, Kane. Un jodido marica —le espetó, el
desdén llenando sus palabras.
Él la arrastró con fuerza por la habitación, la volteó y la aplastó contra la pared
junto a la puerta. Ella luchó para liberar su brazo, empujándolo y moviéndose. Él llevó
su mano a su garganta y la mantuvo en su lugar.
—Te dije que cuidarás cómo me hablas —gruñó Jameson, su rostro cerca del
suyo.
—Como si me importara una mierda. ¿Valió la pena? ¿Sigue siendo una buena
follada? Eso espero. Espero que sea tan buena que por fin te engañara para que te
casaras con ella. Espero que te folle hasta un horrible matrimonio, y luego tome todo tu
maldito dinero. ¡Espero que sea así de buena! —gritó Tate, empujando sus muñecas. Los
dedos de él apretaron más fuerte alrededor de su cuello, pero ella no mostró ninguna
reacción.
—Nunca fue siquiera lo mitad de buena de lo que eres tú. Pero tal vez
deberíamos hacer que Ang la follara, realmente tener una comparación, tener más
comentarios —sugirió Jameson. 213
—¿Por qué detenerse ahí? ¿Qué tal si ampliamos el círculo? Hay un montón de
hombres allá abajo, y no me han follado hace mucho tiempo. Estoy segura que recibiré
buenas críticas, mucho mejor que una supermodelo psicótica —dijo en voz baja. Él
entrecerró los ojos.
—Si vas a follar a alguien en esta fiesta, seré yo —le informó. Ella rió.
—Eso no va a suceder, pero tal vez podamos hacer algo con alguien más cercano.
¿Qué tal si follo a Sanders? Estoy segura que dar vuelta su mundo. Infiernos, incluso
quitártelo. Quién sabe, tal vez será mejor que tú —dijo.
Las palabras apenas habían salido de su boca cuando Jameson dio un puñetazo
contra la pared, justo al lado de su cabeza. Rompió el cemento. Ella se alegró de que no
haya golpeado una bisagra. Eso aguaría la fiesta, muy rápido. Él la miró fijamente, con
los ojos ardiendo, un músculo moviéndose en su mandíbula, sus dedos continuaron
apretando su cuello. Ella le devolvió la mirada, sin mover un músculo.
—Nunca vuelvas a hablar de él así de nuevo —susurró.
—No puedes decirme qué hacer. Ya no. Nunca más —espetó. Jameson apretó su
cuello una última vez, y luego la soltó, apartándose.
—Podemos hablar de esto más tarde. Ve abajo. La gente espera que estés aquí.
Sé cordial. Sé jodidamente educada. Y no le digas una maldita palabra a Sanders —le
dijo, y luego abrió la puerta de su dormitorio, entrando al pasillo.
Tate jadeó y se ahogó en un sollozo. Se llevó la parte posterior de su muñeca a la
boca, tratando de contenerse; no funcionó muy bien. No estaba segura de qué hacer. No
podía irse a casa, no sin que Sanders la llevara, y no pensaba que él dejaría la fiesta. No
confiaba en él, de todos modos. Un taxi tardaría una eternidad en llegar, y no tenía
dinero. Aspiró de nuevo, mantuvo el aire, luego exhaló lentamente. Enderezó su vestido,
se limpió debajo de los ojos.
Puedes hacerlo. Eres Tatum O'Shea. No te destrozó la última vez. Esta vez no lo
hará.
Bajó. Fue cordial. Fue educada. Le dieron muchas miradas simpáticas de las
mujeres. Muchas miradas lascivas de los hombres. En cierta ocasión, tuvo un vislumbre
de la belleza danesa, pero la casa era grande y Tate la conocía bien. Huyó a otra
habitación.
Bebió, y mucho. Coqueteó con cualquier persona que parecía remotamente
hombre. Sanders trató de hablar con ella en algún momento, pero ni lo miró y se alejó.
Bebió el whisky seco. Tomó el Johnny Walker Blue del gabinete personal de Jameson y
lo terminó. Se rió de todo lo que decían. Besó a la gente en la mejilla, brindó por buena
salud, dio abrazos que eran demasiado íntimos a personas que realmente no conocía,
aunque ningún hombre se quejó.
De verdad se bebió todo el Jack Daniels del bar, así que fue hacia la cocina en
busca de más. Normalmente, Jameson mantenía algunas provisiones para ella. Quería
adormecerse cómodamente para que pudiera desmayarse en la casa de huéspedes,
214
luego irse a casa por la mañana, donde podía llorar hasta morir. Sonaba como un gran
plan.
Entró en la cocina, y luego retrocedió tan rápidamente que golpeó la compuerta
de la puerta, rebotó y casi cayó al vestíbulo. Salió y luego miró a la cocina. Jameson
estaba de pie con la espalda hacia ella, con la cabeza gacha, con ambas manos apoyadas
en el mostrador. Una morena alta, excepcionalmente hermosa, estaba a su lado. Estaba
hablando suavemente en lo que sonaba como alemán. Él negaba ocasionalmente,
murmurándole en respuesta cosas en el mismo idioma.
No sabía que hablaba alemán. Eso podría haber sido caliente; conversación sexy
en otro idioma.
Cuando Pet se inclinó cerca de él, presionó el frente de su cuerpo a su espalda y
le susurró al oído, Tate no pudo soportar más. Había imaginado a Jameson en todo tipo
de posiciones con mujeres, pero nunca simples y cariñosas. Fue demasiado. Ahogó un
sollozo y se alejó.
Había una botella a la mitad de Jack en la biblioteca, de su última noche juntos
hace mucho tiempo. Tate la agarró y se dirigió arriba. No estaba completamente segura
cuál era su plan, hasta que estaba de pie frente a la puerta de Sanders. Sólo quería que
el dolor se detuviera. Quería estar entumecida.
Xanax.
Entró a su habitación. Era un espacio enorme, casi más grande que el de Jameson.
Se dirigió directamente al cuarto de baño, comenzó a abrir los cajones y rebuscó en
ellos. Encontró las pastillas en un cajón inferior, claramente etiquetadas. Le tomó un
tiempo quitarle la estúpida tapa para niños, pero lo hizo. Bebió un poco de whisky y se
metió en dos pastillas. No quería pasarse, no quería morirse. Sólo quería sentirse en
paz. Tranquila. Se tragó todo y echó la cabeza hacia atrás, suspirando. Se mantuvo así
durante varios minutos, dejando que la calma la llene.
—Sabía que eras una chica de un buen momento, pero no tenía idea que eras tan
salvaje. —Alguien rió desde la puerta. Tate no levantó la cabeza, sólo la giró hacia la voz.
¿Cuál es su nombre? Dunn. El compañero de Jameson. Wensle, waddle, lo que sea, Dunn.
—Soy más salvaje de lo que puedas imaginar —le susurró Tate. Él se acercó más
así ambos estaban contra la puerta del baño.
—Suena mejor. ¿Te gustaría pasarlo bien? —preguntó. Ella rió.
—Lo siento. Creo que he tenido bastantes buenos momentos para que me duren
toda la vida —respondió, finalmente volteándose para encararlo.
—Lástima. Creo que podríamos ser muy buenos juntos. Jameson me habló de ti
—le dijo. Ella levantó una ceja.
—¿De verdad? —respondió suavemente.
—Sí. Me dijo que te gustan las cosas un poco locas. Muy duro. Ahora que Pet
regresó a la acción, pensé que necesitarías a alguien más para que, uh… te provea esas 215
cosas —dijo Dunn.
—Eso te dijo —susurró ella.
Tate se sintió ofendida, pero se estaba alejando. El xanax estaba tomando el
control. Realmente no le importaba. Jameson pensaba que era una puta. Jameson
rompió su promesa. Jameson estableció un elaborado plan para humillarla cruelmente.
¿Qué importaba más leña al fuego? Jameson les dijo a todos sus amigos que una
pervertida loca en la cama.
Simplemente no me importa.
—Entonces. Creo que podríamos tener un momento muy divertido juntos, tú y
yo. Incluso podría ser mejor que Jameson —bromeó Dunn.
Nadie es mejor que Jameson.
—Claro —dijo sin pensar. Dunn pareció sorprendido.
—¿En serio? —preguntó.
—Me acaban de dejar esta noche, ¿verdad? Muy públicamente. ¿Qué podría ser
mejor que una follada de venganza? Suena como un plan, vamos a la altura. —Tate se
rió. Las manos de Dunn se acercaron a la hebilla de su cinturón y empezó a deshacerla.
Su estómago se revolvió y se preguntó si iba a vomitar. Esperaba vomitar sobre
Dunn. Se sentía como si estuviera fuera de eje. Se balanceaba de un lado a otro,
preguntándose si eso la ayudaría a encontrar su fantasma.
Quiero a Ang. ¿Dónde está Ang?
—Así que ¿qué tan rudo te gusta, bebé? —le gruñó el chico, bajándose los
pantalones por las caderas. Tate se rió de nuevo. Era un sonido hueco. Extraterrestre.
Miró a su alrededor. ¿Quién estaba riendo?
—Dame lo mejor que tengas. —Rió.
La golpeó tan fuerte que la giró y su cabeza se estrelló contra el espejo,
rompiéndolo.
Eso definitivamente va a dejar una marca.
Ella gimió, ni siquiera segura de qué diablos estaba pasando, cuando él agarró la
parte de atrás de su vestido y la estrelló contra el fregadero de granito. Tate dejó
escapar un grito cuando su mandíbula golpeó con fuerza.
Está bien, una cosa es duro, y otra es bruto. Puede que no una zorra tan fuerte
para esto.
—Eres tan jodidamente caliente. Lo supe la primera vez que te vi, tenía que
follaste. Tan jodidamente caliente —gruñó Dunn, quitándole la ropa interior y bajándola
por sus piernas.
Tal vez esto no es una muy buena idea.
—Espera, espera —murmuró. Su lengua se sentía pesada y gruesa.
—Te va a encantar esto, te lo prometo —gruñó, apartando su vestido del camino.
Ella trató de alejarse del fregadero, pero sus movimientos eran lentos y torpes.
216
—Espera, no quiero…
Tate gritó cuando él entró en su interior. Ella no estaba exactamente preparada
para tener sexo, y al parecer Dunn no estaba interesado en los preliminares. Fue duro
y dolía. Ella se aferró al borde del fregadero y mordió su lengua con tanta fuerza que
probó sangre. Quería decirle que se detuviera, pero cada vez que abría la boca, sólo salió
un sollozo. Un trozo de espejo le lastimaba la mejilla y aplastó su rostro con más fuerza,
dando la bienvenida al dolor. Pero entonces, de repente, la estaba llevando hacia atrás.
—No, no, no, no, no, no —susurró, tratando de agarrarse al fregadero así se
quedaba en el lugar. Pero no pudo realmente flexionar sus dedos y la llevó hacia atrás,
cayendo al suelo y aterrizando de trasero. Cayó contra la puerta y luego hacia adelante,
cayendo entre el dormitorio y baño. Trató de concentrarse, pero la habitación estaba
tan oscura y estaba tan borracha, que no podía entender qué pasaba al principio.
Luchando. Dos personas luchaban. Se echó a reír. Jameson estaba luchando con
el señor Dunn. Estaban gritando, pero no podía decir lo que estaban diciendo. Jameson
sonaba muy enojado. Se miró a sí misma, se dio cuenta lo tenebrosa que debía lucir. Se
las arregló para ponerse su ropa interior de nuevo, bajar su vestido, todo mientras
estaba en el suelo.
Cuando volvió a levantar la mirada, la lucha había terminado. El señor Dunn
había desaparecido. Jameson caminaba lentamente hacia ella. Sólo podía ver sus
piernas desde donde estaba, así que inclinó su cabeza hacia atrás. Atrás. Muuuuy atrás,
mirándolo por completo. Era un hombre tan imponente, una persona necesita una vista
excepcional para verlo. Ella parpadeó en su dirección.
—Me caí —susurró Tate.
—Sí. Sí lo hiciste, nena —susurró Jameson en respuesta. Ella hipó.
—¿Ganaste? —preguntó. Él suspiró y se agachó frente a Tate.
—Por primera vez, no. Lideraste la última mano. Tenías todas las fichas. ¿Lo
invitaste aquí? —preguntó Jameson con voz gentil. Tate negó y casi vomitó.
—No. Él vino en busca —contestó.
—¿En busca de qué?
—En buscaaaaa…
—¿Querías que él hiciera eso?
—Pensé que sí.
—¿Le pediste que tuviera sexo contigo? —Jameson la interrogó. Preguntas.
Muchas preguntas. P. Qué extraña letra.
—No. Él lo pidió. No puedo sentir mis labios —le dijo.
—Y tú dijiste que sí —susurró Jameson. Ella asintió.
—Sí. Tienes una belleza danesa. Me gustaría un financiero para mí —dijo riendo.
Jameson le sonrió.
—Espera aquí, por favor —le pidió, y luego salió de la habitación. 217
Ella se recostó en el suelo. Se acurrucó en posición fetal. Estaba segura que
estaba llorando. ¿Qué había hecho? ¿¡Qué había hecho!? Algo horrible, terrible. Jameson
era Satán, pero ella era peor. Él lastimaba a otras personas, lo cual era malo. Ella se
lastimó, lo cual era mucho peor.
Todo lo que tengo es a mí misma.
Jameson regresó a la habitación. Tate logró enderezarse de nuevo, pero tuvo que
mantener las manos en el suelo para no caer. Él se agachó de nuevo, y Tate lo miró.
Entrecerró los ojos. Tenía algo en sus brazos, montones. Empezó a dejarlos caer al suelo,
todos frente a ella. Bajó la mirada, trató de concentrarse.
Oh, eso es mucho dinero.
Cuando no hubo más, ella se volvió hacia él. Tenía las manos entrelazadas.
—Ocho semanas. $4.000 por semana. Sus servicios ya no son necesarios,
señorita O'Shea. Por favor, lárguese de mi jodida casa —dijo, oh-tan-cortésmente.
Tate mantuvo sus lágrimas bajo control hasta que salió de la habitación. Luego
sollozó. Se puso de pie. Se quedó mirando el dinero. Regreso a tropezones al baño. Trató
de no mirar el espejo roto o la sangre en el mostrador. Levantó la botella de Jack del
suelo, y luego la botella de píldoras también. Luego, al salir del baño, tomó un juego de
llaves de un gancho junto a la puerta. Cuando salió de la habitación, apartó del camino
el dinero de una patada.
Tate no quería ver a nadie, no quería que nadie la viera. Fue por las escaleras
traseras, previamente las escaleras de servicio. Tuvo que ir por la puerta trasera y salir
por el lado de la casa para llegar a la entrada. Cuando llegó a la fila de autos, presionó el
botón de alarma del auto hasta que vio las luces del Bentley.
—Gracias a Dios —murmuró, arrastrando los pies en esa dirección. Tenía su
mano la puerta cuando hubo un crujido.
—¿¡Qué estás haciendo!? —Una voz gritó desde atrás, y entonces la apartaron y
giraron. Sanders estaba sosteniendo sus brazos.
—¡Sandy! —gritó, cayendo a un lado. Él pasó un brazo alrededor de su cintura,
la mantuvo en posición vertical y luego la apoyó en el auto.
—Oh Dios mío, ¿qué pasó? —preguntó, sosteniendo su rostro hacia la luz. Ella se
apartó.
—Oh, Sandy, ¿no te dijo? ¡Gané! Finalmente, finalmente gané. Anota uno al rival
pequeño. Me voy a casa ahora, no sé si alguna vez te vuelva a ver —le dijo, moviéndose
y abriendo la puerta del auto.
—No creo que sea buena idea —dijo Sanders rápidamente, agarrando su brazo
de nuevo.
—Oh, de verdad creo que sí. El señor Kane me pidió personalmente que me fuera.
Es un mal perdedor. Por favor, mantente en contacto —pidió, tratando de caer en el
asiento. Sanders la levantó de nuevo.
—Por favor. Te lo ruego. Sólo quédate aquí —le pidió. Ella lo rechazó. 218
—No me quedaría aquí ni un minuto más, ni siquiera si me pagaras —le informó.
Él la tomó por los brazos con fuerza.
—Tatum —dijo su nombre bruscamente. Eso le llamó la atención. Sanders
nunca, nunca dijo su nombre de pila antes; quería llorar de nuevo—. No hagas esto.
—Tengo que hacer esto —respondió, y luego lo empujó tan fuerte como pudo. Él
tropezó con los guijarros sueltos y ella se acomodó en el auto, bloqueando las puertas.
Sanders golpeó el techo, pero no le hizo caso y encendió el auto. Lo saludó con los dedos
mientras se alejaba.
Ven. Esto no es difícil. Mucho más fácil que jugar con Jameson Kane.

219
~ 16 ~
—T ienes que detenerla.
Jameson levantó la mirada. Sanders entró
rápidamente a la biblioteca. Lucía como un fantasma.
—¿Disculpa? —preguntó Jameson, echándose hacia atrás en la silla de su oficina.
—Tatum. Acaba de irse —explicó Sanders. Jameson se rió.
—Creo que eso es mejor —respondió. Sanders negó.
—No. Está ebria, Jameson —exclamó. Jameson frunció el ceño.
—Estará bien.
—¡No estará bien! Acaba de…
Jameson estrelló su mano con fuerza en su escritorio.
—¡No hables jodidamente de ella! No quiero escuchar su nombre, nada. ¡Ni
siquiera te refieras a ella! —gritó. Sanders lo miró fijamente por un minuto.
—No dices en serio nada de esto. La necesitas. Lo que hiciste estuvo mal. Ve a
buscarla y discúlpate —dijo con voz neutral. Jameson estaba sorprendido.
—No voy a disculparme por una mierda. Sí, hice algo jodido. Ella folló a mi amigo,
Sanders. Mi socio, en mi propia casa. ¡En tu baño! Le di dinero, se fue. Se terminó, se
acabó. Olvídalo —le espetó—. Sanders respiró profundamente.
—¿Estás diciendo que no irás tras ella? ¿Ni siquiera, por los menos, para
asegurar su seguridad? —preguntó. Jameson lo fulminó con la mirada.
—Estás demasiado cerca del límite —le siseó. Sanders se enderezó.
—Entonces considere esto mi notificación de renuncia, señor —le informó.
Las sorpresas no terminaban.
220
—No puedes decirlo en serio. —Jameson realmente se rió. Sanders se negó a
mirarlo.
—De inmediato. Voy a sacar mis cosas y me iré en menos de una hora —le dijo.
Jameson se levantó.
—¡Prácticamente soy tu familia! ¡Apenas la conoces! Me conoces hace… ¡una
eternidad! —gritó.
—No deseo ser empleado de un hombre de su calibre, señor. Lo encuentro
debajo de mí —respondió Sanders.
Ella realmente lo cautivó.
—Si realmente te sientes de esa forma, Sanders, entonces, bien. Ve. Te deseo lo
mejor. Este trabajo no estará esperando por ti. —Jameson intentó terminar con su
rabieta.
—Discúlpeme, señor, pero yo no lo buscaré —dijo Sanders, luego de apresuró en
salir de la habitación. Jameson parpadeó, luego levantó un florero pesado de cristal. Lo
arrojó contra la pared con toda su fuerza. Lo observó explotar por todas partes.
Bueno, maldición, nadie jode algo como yo…

221
~ 17 ~
T
atum no estaba segura cómo lo hizo, pero regresó a Boston sin chocar,
y sin ser arrestada.
No podía entender por qué estaba tan molesta. Había bebido lo
suficiente como para noquear a un marinero. Los dos Xanax tampoco
habían sido de ayuda. Luchó por abrir la botella de píldoras mientras conducía,
desviándose todo el camino. Llevó cinco píldoras más a su boca y luego bebió más
whisky. Cuando miró la botella y vio que sólo quedaban cuatro píldoras, pensó, qué
diablos. Cualquier cosa para detener el dolor. Arrojó La botella vacía por la ventana.
Entonces, cuando estaba justo fuera de los límites de la ciudad, tomó su teléfono. Llamó
a la única persona en la que podía pensar; la única persona con la que quería hablar, en
su vida.
—Me alegra tanto que hayas llamado, cariño. Lo siento por todo lo que dije… —
comenzó a parlotear Ang en el momento en que contestó el teléfono. Ella soltó un fuerte
sollozo y él se detuvo.
—No puedo, Ang. Simplemente no puedo. Te necesito tanto. —Tate lloró.
—¿Qué pasa? ¿Dónde estás? —preguntó.
—No sé, no sé dónde estoy. ¿¡Qué estoy haciendo!? Él fue tan horrible, Ang. Tan
horrible. Y ella era tan hermosa —sollozó, tosiendo e hipando.
—Jesús, suenas realmente borracha, Tate. ¿Cuánto has bebido? —preguntó.
—Oh, no, no, no, no lo suficiente. No lo suficiente ni de cerca —contestó, su
respiración entrecortada.
—¿Dónde estás ahora mismo? —preguntó de nuevo.
—Soy una persona horrible, Ang. Hice lo peor —susurró, sus palabras
comenzando a sonar raro. El camino se estaba poniendo cada vez más borroso.
—Oh Dios, ¿qué hiciste? —jadeó él. 222
—No quería hacerlo. Sólo quería que sangrara un poco. No creo que tenga
sangre. ¿Satán sangra? —preguntó, su mente empezando a nublarse. Como una niebla.
Se desvió de carril y un auto le tocó la bocina. Volvió la rueda en su lugar.
—Jesucristo, Tate, ¿¡estás conduciendo!? —le gritó. Ella tarareó al teléfono.
—Estoy volando —susurró.
—Mierda. Estaciona, ahora mismo. Iré a buscarte. Dime dónde estás —demandó.
Ella negó.
—No pierdas tu tiempo conmigo. No tengo reloj. —Se rió.
—¿¡De qué mierda estás hablando!? Me estás asustando, detente. ¡Para el auto!
—le ordenó. Ella negó violentamente de un lado a otro, y luego vio doble.
—No puedo. Estoy tan sucia. Él me ensució. Tengo que quitarlo de mi piel. Tengo
que estar limpia. Voy a ir a limpiarme. Limpia, limpia, limpia, limpia. —Comenzó a
cantar suavemente, y luego dejó caer el teléfono. Golpeó el borde de la puerta y salió
por la ventana abierta, llevando la voz gruñona de Ang por el camino.
Hace mucho tiempo, en uno de sus paseos por la ciudad, Ang y ella habían
descubierto una piscina. En un barrio más agradable. De tamaño olímpico y hermosa.
Pero la entrada era costosa. A la mierda. Habían encontrado una ventana del sótano que
se abriría si alguien la movía del modo correcto. Todo en lo que Tate podía concentrarse
era en llegar a esa piscina. Estacionó el auto, o al menos estaba bastante segura que lo
hizo, y logró abrir la ventana, sin problema. Bajar fue otro problema. Estaba bastante
segura que se había torcido el tobillo.
Se acercó a la piscina. Grandes ventanas se alineaban en la parte superior del
edificio, inundando la habitación con luz desde el estacionamiento. Todo tenía un brillo
misterioso y plateado. Caminó por el borde de baldosas, quitándose la ropa. Cuando
quedó con su ropa interior, entró a la parte profunda. Se adentró un poco más y luego
se puso de espaldas. Flotando al espacio exterior, la botella de Jack Daniels todavía
estaba en una mano, flotando junto a ella. Miró fijamente al techo.
¿Vea? Esto es bonito. Silencioso y tranquilo. Eso es todo lo que siempre quise.

223
~ 18 ~
A
ng robó el auto de su compañero de cuarto para llegar a Beacon Hill. No
podía estar seguro de dónde estaba ella, pero había estado hablando
sobre querer estar limpia, así que tuvo una idea. Cuando vio un Bentley
estacionado en medio de la hierba, supo que había adivinado bien. Salió
del auto rápidamente, sin siquiera preocuparse en apagarlo. Golpeó las puertas
delanteras del edificio, con la esperanza de llamar la atención de un guardia de
seguridad. Nada.
Ang corrió hacia la parte de atrás, ni siquiera se molestó en mover la ventana. La
pateó completamente y luego cayó al sótano. Corrió por la habitación, luego subió dos
tramos de escaleras. Encontró un tacón en la parte superior. Corrió por las zonas
divisorias entre los vestuarios. Encontró otro tacón. Primero corrió por el vestuario de
mujeres, rezando que estuviera allí, que se haya desmayado o vomitado. No hubo tal
suerte. Fue rápidamente a la zona de la piscina principal.
Había un rastro de medias, un cinturón y un vestido que llevaba al lado de la
piscina. Corrió a lo largo del borde y luego sin siquiera pensar en ello, simplemente saltó
a la piscina. No estaba en aguas muy profundas, sólo le llegaba al pecho. Tate estaba
flotando de espaldas, con los brazos extendidos hacia los lados, las piernas hundidas un
poco en el agua. Una botella de Jack Daniels flotaba cerca. Ang se acercó y la agarró por
los brazos. Sólo llevaba sujetador y bragas, y su piel estaba helada al tacto. La piscina
no estaba climatizada por la noche.
—Dios, Tate, ¿¡qué hiciste!? —gritó, colocando una mano bajo su mandíbula y
mirándola. Sus ojos de chocolate rodaron hacia él. No enfocaban lo suficiente. Ella miró
por encima de su hombro. Alrededor de la habitación. Al techo. Sus pupilas
eran enormes, tragando sus irises. Parecía poseída.
Maldito Satán.
—Estoy bien —murmuró Tate. Él comenzó a arrastrarla hacia el borde. 224
—No estás bien. Esto se ve tan, tan, tan mal —le gruñó. Ella suspiró y sus ojos se
cerraron.
—Estoy bien, Ang. Estoy bien —susurró.
La sacó de la piscina y luego salió tras ella. Se quitó la chaqueta y la colocó bajo
su cabeza, levantándola. Gritó su nombre, pero ella no abrió los ojos. Le dio una
bofetada. Aún sin reacción. Realmente empezó a entrar en pánico.
Sin pensarlo dos veces, Ang le abrió la boca y metió dos dedos en su garganta.
No funcionó la primera vez, pero la segunda vez realmente los hundió más. Ella se lanzó
hacia adelante, rodando hacia un lado mientras vomitaba toda su mano y al suelo.
—Dios, gracias a Dios, eso es todo. Sácalo todo. —Ang la alentó, frotándole la
espalda. Ella sollozó y volvió a vomitar. Todo era líquido. Copiosas cantidades de líquido
ámbar.
Cristo, ¿cuánto bebió?
Finalmente se cayó contra él, llorando. Su maquillaje estaba por todas partes,
fluyendo por su rostro. Estaba temblando, todo su cuerpo temblaba. La miró,
apartándole el cabello del rostro. Nunca antes había visto a Tate así, tan destrozada. Le
dolía el corazón.
—Lo siento —sollozó ella, extendiendo una mano y tomando su camiseta—. Lo
siento tanto. Soy un desperdicio. Una pérdida de tiempo. Lo siento tanto.
—¡Para! ¡Deja de decir eso! ¡Vales cada minuto que he pasado contigo! ¡Más que
eso! —gritó en respuesta. La mirada de ella finalmente encontró la suya y le sonrió.
Realmente le sonrió.
—Ang. ¿Por qué no fuiste tú? —susurró, su mano subiendo para descansar en su
mejilla.
—No lo sé, cariño. Ojalá lo hubiera sido —susurró en respuesta.
Tate asintió y cerró los ojos. Su mano cayó. Parecía que estaba durmiendo.
Incluso empapada y cubierta de maquillaje, seguía siendo hermosa. Tenía un alma
hermosa, brillaba a través de todo lo que hacía, sólo deseaba que ella pudiera verla.
Sus temblores se aceleraron, se volvieron más violentos. Ang decidió que quizá
fuera el momento de llevarla a algún lugar más cálido, e intentó levantarla. Pero sus
temblores se convirtieron en algo más. Todo su cuerpo temblaba; él no podía
sostenerla.
Cuando volvió a mirar su rostro, sus párpados se abrían y cerraban. Todo lo que
podía ver era la parte blanca de sus ojos. Líquido saliendo de su boca. Estaba teniendo
una convulsión, temblando tan violentamente, que pensaba que iba a romperse el brazo
o la pierna. O el cuello. Él empezó a gritar, tomando sus hombros lo más fuerte que pudo.
—¡QUÉ ALGUIEN NOS AYUDE!

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Continuará…
Todo es diversión y juegos hasta que
alguien sale herido, y lo que Jameson Kane le
hizo a Tatum O'Shea va más allá de una
simple herida, él está completamente en la
categoría de lo imperdonable. Tate dice que
quiere que se vaya para siempre, y él
rápidamente aprende que el viejo dicho: No
sabes lo que tienes, hasta que lo pierdes es
definitivamente cierto.
Pero Jameson nunca ha sido muy
bueno en seguir instrucciones, y cuando Satán
decide buscar redención, llegará a medidas
extremas hasta conseguirla. Propone un
último juego, uno para acabar con todos, si
ella acepta jugar. Está muy confiado que
puede ganar, pero Tate le advierte que eso no
es posible; ella no va a perder otra vez. Poco
sabe que Jameson está preparado para hacer
lo que sea. Preparado para poner el mundo
entero a sus pies. Preparado para aplacar su
alma.

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Acerca de la Autora
Mujer loca de un lugar remoto en Alaska
(Donde la necesidad de una mente creativa es
necesaria), he estado escribiendo desde...
¿siempre? Sí, eso suena bien. Las personas me
han dicho les recuerdo a Lucille Ball, también
veo matices de Jennifer Saunders, y Denis
Leary. Así que básicamente, me río mucho, soy
muy torpe y digo la palabra J MUCHO.
Me gustan los perros más que ciertas personas
y no confío en nadie que no beba. No, no vivo en
un iglú, y no, el sol no pone durante seis meses
al año, allí está tu lección del día de Alaska.
Tengo el cabello de sirena, tanto una maldición
como una bendición, y la mayor parte del
tiempo hablo tan rápido, que incluso yo no
puedo entenderme.
Sí. Creo que eso lo resume todo de mí.

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