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Francisco, diga lo que ha visto ‘Mi humilded es sincera cuando soy humilee Francisco de Paula Santander Cabalgendo en el ance descuie al lado de ls oficiales ome fidoe que sven hada dels ne epibes Per ole auopllosy hecho de sngedetane de un sen de tesor de read deans Ingrons es eden, Calidad de capi spurte cron para lls hioros de as ‘mujeres que dead aca mis deunadéeda aban onpetade sng oe nombres abel en nosh secret conel fade hamteay cae = Fenn lnc el retro ae Escaneado con CamScanner s -se dijo el general con un iba con sus #eintisieteatis acento de reconcomio intimo que no ! i (@RBABA, seguramente si les hubiéramos dado los fusiles a tiem- éramos ahorrado para sacarnos el yugo “Las mujeres, las valientes mujeres po, cudnta lucha nos hubi espajiol de encima”. Después de haberle dado instrucciones al cronista que cabal- gaba a su lado, para que al llegar a Santa Fe precisara los datos de aquella joven sacrificada con el fin de exalt mirada en la infinita altiplanicie cruzada por vientos hiimedos que se abria a sus pies, y una especie de regocijo secreto se fue enco- nando en su pecho como el presagio de un tiempo de grandeza. Entonces detuvo la cabalgadura un instante, para poder disfrutar- lo sin remordimiento. ar su niemoria, fijé la Alguna vez escuché decir a un'’moribundo que todo hombre, al comienzo o al final de cada batalla, piensa por unos instantes en el nifio que fue antes, como una manera de su memoria de sacar cuentas en limpio con el propio destino; y por eso, mientras reem- prendia la marcha a paso de peregrino, en medio de los murmullos de la tropa y de las verdes sabanas, se permitié traer de nuevo un recuerdo de su infancia que se habfa escabullido en el fragor de los afios. Un recuerdo menor que ahora, por alguna razén, se revestia de una significacin que atin no entendfa del todo. caso la primera vez que habia sentido en sus entrafias el mor- disco crudo del temor, no habia sido precisamente en alguno de sus muchos enfrentamientos en el campo de batalla, sino @Halaia @ERSnISEIGEEREES, ata Ske, poco;menrs enas unos meses antes de su partida para Sent Fe enluque st tomé por ventana dl comer del em vento y divisé al grupo de muchachos que lo esperaba desde !35 onee bajo el alnendro del plazucla, Escaneado con CamScanner 49 todos blancos, uno espaiiol y los otros criollos: el que llamaban . Al principio no recono- cié sus intenciones, I que varias veces él con su locuacidad habia salvado de las muendas de su padre, quien le dio la alerta: ~AUStEAIESTANNGUCIESPEFAD, esos cuatro de allé, mi amigo de Paula, (para azotarle la espalda. Alescuchar esas palabras, dichas asi sin mucha nata, un calam- bre le acometié por todo el esqueleto. -é¥ a mi por qué? -fue lo primero que se le ocurrié preguntar. -No sé, no sé ~dijo Espineta, haciendo un reburujo bajo la cami- sa con el pan que no se habia comido y empezando ya a alejarse con cierta premura, como si presintiera que de estar en su compa- iia podia tocarle parte de la golpiza. Pero en la puerta del comedor volteé la cabeza para decirle: Francisco supuso que el hijo del molinero se referfa a un hecho reciente, la desaparicién de la cosecha de frutas del huerto del con- © es0 era lo que todos suponian, porque en verdadiFRAHESeD) habia sido el tinico testigo de lo que habia acontecido. Por supues- to, lue era la persona en la que quizas mas confiaba en el mundo, y en quien habja aprendido a apreciar su transparencia de pensamiento pese a su corta edad. Escaneado con CamScanner 50 grama célebre porque de sus estudiantes habfan salido ya varios novicios notables y algunos aprendices de bachiller. Todas las iso. UneIveinteHaldsimuchachostdellalvilla, de entre diez y quince aios, varios hijos de espafioles pero en su mayoria criollos, todos varones y con algunos conocimientos de gramética, WEGarOnlalSaD \gnqdalalesewelalparrequial adosado a las tapias del pequefio con- vento del Rosario, Eiilwistalde)siiiprivilegio\familianysformacionm més avanzada, a Francisco le fue indicado el lugar més préximo a (Gaimesa del/presbiteto, en la primera banca de madera, desde don- de no consegufa observar la mayor parte de los rostros de los otros aprendices, pero todos podfan distinguir su espalda. EI recuerdo que guardaba Francisco de las aulas no era en verdad demasiado grato. que acostumbraba someter la ignorancia de sus escolares con una , aunque con él guardaba una consideracién proporcional al aporte generoso de su padre, don Juan Agustin, 7, especialmente la elegancia -y firmeza de sus mayiisculas, ¥en la que él se dia con mayor beneplicito, poeta cade Escaneado con CamScanner 51 Agradado con su dedicacién, el presbitero le concedié el permi- so. Una hora més tarde, cuando sintié que el sol retorefa las agujas. del techado de palma seca, Francisco se levanté de su sitio para de- jarsecarla tinta en el papel y se asomé a la ventana para calcular la hora por la sombra del almendro. Fue entonces cuando en la quie- tud de la siesta percibié un juego de movimientos silenciosos por los lados del depésito del convento, a un costado de la plazuela. Por curiosidad, el muchacho aguz6 la mirada para comprobar de qué se trataba, y en ese momento asomé por entre el quicio y la hoja abiettaldelldepesitellalcatalailadaQaelFlonp, que oteaba con gesto nervioso la presencia de cualquier vigilante. Unos segundos (@Getfigueyge, con un esfuerzo repentinofiROjSRORISObRSTEl URS que daba hacia la cafiada que habia detrés del convento. Francisco los reconocié de inmediato y no pudo despegar los ojos de la ventana, sorprendido por lo que descubria. UHIMINULO! (Giindadossobrelelimuro|perTAaHete, quien mientras tanto habia ascendido sobre é] de un salto. (GXSERLEIWIEAONABEAAte, cuando los sigilosos salteadores aban- donaban la plazuela, y antes de saltar desde la altura del muro, que etonitosTde FrraneiSCo/al(otro|ladSyAellaVEHTAHB. Se reconocieron en la mudez del calor que empezaba a ceder con lentitud, Francisco no Escaneado con CamScanner Escaneado con CamScanner 54 porla tinica puerta de acceso y enfrentay eran abandonar el recinto ; i asta que al: el enojo de sus acechadores, o bien aguardar allih ta que alguien ra a rescatarlo. Pero habia una tercera s cuatro aquellos se resolvieran a en- trar en cualquier momento y lo molieran a palos. De salir, penso, a de huir a Ja carrera. tendria al menos la alternativ: notara su ausencia y vinie realmente aterradora, que lo: De modo que tomé aliento y salié a Ja luminosidad del medio- dia apretando el paso y simulando no verlos por estar cegado por el sol, Pero uno de ellos llamé su atencién con un chiflido agudo, de pdjaro matrero, que restallé contra los muros. Francisco se de- tuvo en seco, con la vista clavada en la distancia imposible, y los sintié llegar a su lado. -Usted nos vio -dijo el primero de ellos, Florin, sin preambulo alguno, busedndole la mirada para que observara la piedra enorme que tenfa en la mano. ~Lo vimos -dijo entonces el menor de los hermanos Trujillo, le- vantando una vara de cafia. -Usted nos vio y nosotros lo vimos -completé el otro hermano, situado a su espalda. ~Usted nos vio por la ventana y nosotros lo vimos desde el pa- tio, éno es cierto? -dijo con més amplitud Juanete, rozdndole el rostro con su aliento agrio. _ Todos los cuatro eran mayores que ly también més altos, Francisco tuvo la sensacién de verse a sf mismo en aquel cerco inexpugnable, disminuido y pélido, a punto de llorar. Mas se dijo que aquello no sucederfa mientras estuvieran en el terreno abierto del convento, e intenté controlar su temblor, Entonces, observé los rostros vibrantes de sus captores, uno, sin soltar palabra, sin atreverse tod saber primero hacia dénde derivaba la 5 uno por lavia a responder antes de ituacion. Escaneado con CamScanner 55 Hable de una vez -le espeté Florin con impaciencia. -No, no. Que no hable -corrigié el Trujillo menor, Juan Antonio. -Que hable para que después no hable -especificé atin el Truji- Ilo otro, Tomas. ~Diga de una vez si nos vio, porque si nos vio es mejor que no ha- ble -intenté aclarar del todo Juanete, enfatizando su acento ibérico. Francisco no consiguié hacer otra cosa que asentir levemente. ~Pues sepa que si llega a hablar, sefiorito Santander -le murmu- 16 Juanete con sajia-, no le parezca raro que hagamos con usted Jo mismo que le hicimos hace afios a los comuneros -y mientras se sonrefa con una malicia brutal, el muchacho hizo el ademan de halar hacia arriba una soga amarrada al cuello. Luego, Francisco los vio alejarse entre risas y empujones, arro- jando las piedras contra las tapias y levantando polvo a propésito para parecer més fieros. Desde la esquina, antes de doblar, Juanete se volvié hacia él y repitid el gesto fatal que se le tatué en la me- moria. (@BPero el lunes en la mafiana, apenas artibé a la escuela, mien- tras los demds tomaban sus puestos, su tfo el presbitero Nicolas lo lamé a un lado. ~

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