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HACE UN PAR DE AÑOS BRUCE DORMINEY consagro en forbes el libro el valor de la luna, de PAUL

SPUDIS geólogo lunar sostiene que en el satélite existe recursos suficientes como para impulsar la
exploración extraterrestre.

el año pasado se descubrió que la luna alberga millones o incluso miles de millones de toneladas
de hielo en sus polos.

el agua además del consumo doméstico se puede descomponer en hidrogeno y oxígeno para crear
combustible, además en las zonas iluminadas la mayor parte del año por el sol podrán colocarse
grandes placas solares.

R.L.S. TAYLOR ERUDITO de la bristish interplanetary society resume con meridiana claridad de la
creencia de la comunidad espacial de que el desarrollo del turismo espacial, al principio en orbitas
cercanas a la tierra y con escalas en hoteles orbitales, supondría un importante impulso financiero
para la expansión y el uso de los recursos del espacio.

TAYLOR MATIZA opina que el impulso financiero para la expansión y el uso de los recursos del
espacio, no puede desarrollarse desde la tierra, si no desde la luna.

SCOTT HUBBARD de la universidad de stanford incide en la necesidad de utilizar recursos de los


lugares explorados para crear industrias sostenibles por si mismas resumiendo cree que la luna
podría utilizarse como una gran gasolinera para establecer una red de transporte espacial.

NEIL DE GRASSE Y PETER DIAMANDIS dijo que el primer millonario de la tierra lo seria gracias a la
minería en asteroides.

RIVKA GALCHEN EN THE NEW YORKER menciona que trabajar en asteroides es como la caza de las
ballenas por la duracion de las misiones y lo incierto de sus resultados, mientras que la luna esta
tan solo tres dias y conocemos perfectamente sus movimientos.

PHILIP METZGER propone que la luna se convierta en el primer eslabón de toda una nueva cadena
de suministro espacial capaz de expandir las posibilidades de la economía humana a la minería se
añadirían las manufacturas y los servicios aliviando de paso las espaldas de nuestro cansado
planeta.
1- la luna alberga millones o incluso miles de millones de toneladas de hielo en sus polos.

2- el agua además del consumo doméstico se puede descomponer en hidrogeno y oxígeno


para crear combustible, además en las zonas iluminadas la mayor parte del año por el sol
podrán colocarse grandes placas solares.

3- el desarrollo del turismo espacial

LA EXPLOTACION DE LOS RECURSOS DE LA LUNA


MINERIA LUNAR:

Con más de 1.600 millones de toneladas de agua depositada en sus polos


en forma de hielo y una enorme cantidad de tierras raras ocultas bajo su
superficie, la Luna se ha convertido en un objetivo ideal para las grandes
compañías mineras.
En un artículo que aparece en el último número de Physics World, Richard
Corfield explica con detalle cómo muchas firmas privadas y varias agencias
espaciales sueñan desde hace tiempo con aprovechar esta ingente cantidad
de recursos y transformar la Luna en una auténtica máquina de hacer
dinero. Un sueño, por cierto, que está a punto de convertirse en
realidad. [¿Para qué quiere la humanidad regresar a la Luna?]
Desde que la NASA desmanteló su programa Apolo hace más de 40 años
ningún hombre ha vuelto a pisar nuestro satélite, pero en ese tiempo los
vuelos espaciales no tripulados han dado pasos de gigante y han
conseguido localizar abundantes depósitos de agua helada en los polos
norte y sur de la Luna. Lo cual, para Cornfield, ha sido suficiente para
despertar el interés (y la codicia) de las grandes corporaciones, porque
"donde hay hielo, hay combustible".

Estación de servicio espacial

Un buen ejemplo es el de la compañía tejana Shackleton Energy Company


(SEC), que planea ya explotar las vastas reservas de hielo de agua lunares
para convertirlas en combustible para cohetes, en forma de hidrógeno y
oxígeno. Un combustible que se vendería a las agencias espaciales
en "estaciones de servicio espaciales" instaladas en la órbita terrestre.
Tal y como ha explicado Dale Tietz, director ejecutivo de SEC, el plan es
construir una "gasolinera" en el espacio en la que el combustible para
cohetes podrá venderse a precios significativamente más bajos de lo que
cuesta enviarlo desde la Tierra.

Por eso, SEC planea extraer el hielo de los polos lunares instalando allí
estaciones mineras operadas por humanos y robots, y utilizar ese material
tanto para obtener agua como combustible que pueda alimentar tanto a las
grandes tolvas mineras como a los rovers lunares de las compañías que se
instalen para extraer materiales del subsuelo lunar.
Otra compañía privada, Moon Express, también está interesada en utilizar
el hielo lunar como combustible, pero de una forma diferente. Su idea, en
efecto, es que tanto sus operaciones financieras como las naves espaciales
se impulsen utilizando peróxido de alto rendimiento (HTP), un combustible
basado en el hidrógeno y con una larga tradición en los vuelos espaciales.

En cuanto a la explotación de los minerales raros de la Luna, China es la


que lleva, por ahora, la voz cantante. Su "Conejo de Jade" aterrizó con
éxito en la superficie lunar en diciembre de 2013 y la agencia espacial china
ha anunciado públicamente su intención de establecer "una base en la
Luna, igual que hicimos en el Polo Norte y el Polo Sur"
En la actualidad, China mantiene una situación de casi monopolio sobre los
minerales raros terrestres, que son cada vez más escasos y que resultan de
vital importancia para una multitud de dispositivos, desde los teléfonos
móviles a los ordenadores y las baterías de los coches. Por eso, no resulta
extraño que el gigante asiático quiera ahora ampliar sus redes todo lo que
le sea posible.
Todas las partes interesadas -concluye Corfield- están de acuerdo en que la
Luna - a solo un paso de la Tierra - es el primer punto de apoyo y será
esencial para la diáspora de la humanidad a las estrellas"

La Luna posee una serie de recursos de gran valor para los vectores
económicos que dominan la Tierra en estos momentos. A pesar de que
desde el 20 de julio de 1969 que alunizara el Apolo 11, el hombre no ha
vuelto a pisar la superficie lunar, la NASA parece convencida de la
necesidad de explorar más a fondo los recursos de nuestro satélite. Sin
embargo, dado el freno que echó Barack Obama al programa espacial, por
considerarlo demasiado costoso, la agencia ha pensado que la mejor forma
de avanzar es que las empresas privadas exploten los recursos de la
Luna.
La iniciativa fue anunciada en el mes de enero y propone a las empresas
privadas aprovechar los conocimientos de la NASA, así como a sus
ingenieros y sus instalaciones, con el fin de construir robots lunares.
Algunas de las misiones más recientes a la superficie de la Luna han
descubierto evidencias de agua y otras sustancias a las que se les puede
sacar partido.
Sin embargo, aún queda mucho por explorar para llegar a conclusiones
sólidas. Para esto la NASA necesita más información y a ello no está
dispuesto a contribuir el gobierno de Estados Unidos, al menos por el
momento. La financiación, por tanto, se encuentra en las compañías
privadas. Pero no a través de inversiones a lo Silicon Valley. Las empresas
que trabajen con la NASA tendrán premio suficiente pudiendo acceder a la
Luna y aprovechar sus recursos.
La agencia espacial ya colabora con varias compañías en la construcción y
el diseño de herramientas y dispositivos, pero este trabajo está circunscrito
a la Tierra. Hasta ahora ninguna empresa privada había hecho extensiva su
colaboración más allá de la estratosfera. En 2013 la NASA ya tanteó el
terreno a través de un acuerdo con Bigelow Aerospace para diseñar una
base lunar. Esta primera prueba para involucrar al sector comercial en la
exploración de la Luna ha transcurrido con éxito, pues ahora la agencia ha
ampliado el programa. Incluso baraja que el próximo viaje tripulado a la
Luna lo organice el sector privado, aunque tenga la participación de la
NASA.

La superficie lunar tiene recursos de gran valor que pueden suscitar el


interés de algunas industrias en nuestro planeta. Las reservas de helio
3 son un ejemplo de ello, un material escaso en la Tierra, pero con un gran
potencial para servir de combustible en la fusión nuclear. Además, existen
17 elemento químicos cuya demanda es creciente hoy en día, sobre todo
por parte de la electrónica de consumo, y se pueden encontrar en el suelo
lunar.

EL PRESIDENTE OBAMA FIRMÓ LA LLAMADA «LEY DEL ESPACIO», APROBADA POR EL CONGRESO
DE LOS EE.UU., CUYO ÚLTIMO TÍTULO PERMITE A LAS COMPAÑÍAS DEL PAÍS LA EXPLOTACIÓN
MINERA ESPACIAL Y LA APROPIACIÓN DE ASTEROIDES Y OTROS «RECURSOS ESPACIALES»

El concepto de «minería espacial» se comenzó a desarrollar a principios de


los años 90, pero se puso de moda el 25 de noviembre de 2015 cuando el
presidente Obama firmó la llamada «Ley del Espacio», aprobada por el
Congreso de los EE.UU., cuyo último título permite a las compañías del país
la explotación minera espacial y la apropiación de asteroides y otros
«recursos espaciales» por parte de personas privadas y empresas si
consiguen la tecnología para desplazarse y explotar esos cuerpos ricos en
minerales como el platino, el oro, el hierro o el agua. Deja claro la ley que
quien sea capaz de recuperar recursos de un asteroide tiene el derecho de
«poseerlo, transportarlo, usarlo y venderlo». Esto no es algo original, los
americanos han traspasado las reglas del derecho marítimo al espacio.
Además, EE.UU. no puede reservarse derechos de soberanía porque la
reivindicación de cuerpos celestes por parte de los gobiernos está
expresamente prohibida en el Tratado Internacional del Espacio Exterior,
suscrito en el seno de la ONU en 1967, que establece que las naciones no
pueden tener territorios en el espacio. Es decir, ningún país puede reclamar
la propiedad exclusiva sobre ningún cuerpo celeste.

Por tanto, la carrera por la lucrativa exploración y explotación privada del


espacio ha comenzado y sólo falta que los avances tecnológicos lo
permitan. Es algo en lo que ya están inmersas empresas que han celebrado
la aprobación de esta ley que aclara el marco legal para un negocio que
podría ser extremadamente rentable y lanzar una fiebre del oro a nivel
espacial. Estas compañías están invirtiendo en desarrollar sondas capaces
de aproximarse a los asteroides para tratar de explotar sus recursos, que
son innumerables, y andan como pollos sin cabeza inventariando los
candidatos más aptos para sus primeras expediciones entre los cuerpos
rocosos que orbitan la Tierra o se acumulan en el cinturón de asteroides
entre Marte y Júpiter.

Carrera hacia los asteroides

Aunque hay más empresas interesadas en los asteroides, como Deep Space
Industries, Orbital Science, Mars One, Bigelow Aerospace, etc., mencionaré
como ejemplo a tres de ellas, la compañía aeroespacial Blue Origin,
propiedad de Jeff Bezos, el fundador de Amazon, que está construyendo un
cohete, el New Glenn, similar al Saturno V que impulsó a las naves Apolo
pero reutilizable, para lanzar en unos años a los nuevos turistas del
espacio. La firma SpaceX, fundada y dirigida por el empresario Elon Musk,
fundador de Tesla Motors y PayPal, que está llevando a cabo misiones de
carga a la Estación Espacial Internacional con su cohete reciclable Falcon 9
Dragón y tiene planes de futuro más allá de la órbita terrestre. Y Planetary
Resources, un grupo apoyado por los ejecutivos de Google Larry Page y
Eric Schmidt, el director de cine James Cameron, el magnate Richard
Branson, propietario de Virgin, y otros accionistas del Silicon Valley, que
estima que algunos asteroides (de sólo 500 metros de ancho) podrían
contener todo el platino obtenido de minas terrestres en toda la historia y
tener un precio de mercado de centenares de miles de millones de dólares.

De hecho, se presume que algunos contienen hierro, níquel o cobalto en


cantidad suficiente para cubrir las necesidades de la Tierra durante 3.000
años. La firma de investigación Bernstein, de Wall Street, afirma que un
gran asteroide llamado 16 Psyche, en el cinturón de asteroides entre Marte
y Júpiter, con una extensión de 200 kilómetros de ancho, podría contener
suficiente mineral de níquel para cubrir la actual demanda humana por
millones de años.
Considerando que son unos 12.000 los asteroides que cada año pasan
cerca de la tierra, desde grandes rocas hasta piezas de varios kilómetros de
diámetro, y que en un 10% de ellos sería más fácil aterrizar que en la
Luna, la fiebre por la conquista de los asteroides está servida y la batalla
por explotar comercialmente las riquezas del espacio no ha hecho más que
empezar. Más si tenemos en cuenta que muchas de estas materias primas,
tan necesarias para la industria moderna, como el zinc, estaño, plata,
cobre, plomo, antimonio, etc., podrían agotarse en la Tierra a lo largo de
este siglo.

Combustible espacial

Pero no termina en la cuestión comercial todo el interés que despiertan los


asteroides. Aparte de la extracción de minerales y metales preciosos, se
considera que esos fragmentos rocosos cuya resistencia, muy semejante a
la del hormigón, les ha permitido existir durante miles de millones de años,
podrían servir de apoyo logístico a los futuros asentamientos humanos en
Marte aportando agua, oxígeno y otros elementos que podrían usarse para
producir combustible y sistemas de respaldo vital en el espacio a un costo
mucho menor que el de llevarlos desde la Tierra. Los asteroides nos
ayudarán a llegar al planeta rojo porque la utilización de los recursos
capturados para propulsar las sondas espaciales y mantener a los
astronautas con vida a partir de sustancias que no se encuentran en la
Tierra es la única manera de permitir el desarrollo espacial permanente. Un
viaje a Marte sería mucho más barato y más eficiente si se pudiera
conseguir parte del combustible por el camino. Y ahí intervienen tanto los
asteroides como la Luna, que será imprescindible colonizar como ensayo
previo a la presencia humana en el suelo marciano.

Tanto nuestro satélite como el planeta rojo fueron siempre objeto de la


imaginación del ser humano, que los miró con ojos de conquista al verlos
pintados en el cielo. La Luna cayó en nuestras garras en 1969, aunque
abandonamos demasiado pronto su exploración, y Marte ha sido objetivo
de la Nasa desde que empezó a enviar sondas a mediados de los años 60, y
ha fijado en él la próxima gran meta de su programa civil del espacio. Un
paso importante lo dará la agencia espacial dentro de dos años, en otoño
de 2018, con la «Mission Exploration 1», una nave Orión tripulable lanzada
por cohetes reutilizables con capacidad para cuatro astronautas y dotada
de un módulo de servicio suministrado por la ESA. Con ella se pretende
llegar al espacio profundo, aunque el primer vuelo no llevará tripulación y
consistirá en un viaje de ida y vuelta hasta más allá de la Luna durante tres
semanas, lo que hoy en día es un récord de tiempo y distancia para una
nave que no haya recalado en la Estación Espacial Internacional. Este vuelo
ayudará a la Nasa a preparar la primera misión al planeta rojo.
Esto ya se propuso hace treinta años, en 1987, con Reagan en la
presidencia de los EE.UU. La «Iniciativa Marte» planeaba la exploración a
fondo del planeta rojo, primero con robots y luego con astronautas. Gracias
a ello, en estos años distintas sondas orbitales han estudiado el planeta
desde el espacio y hemos puesto sobre su superficie artilugios como los
rover Spirit, Opportunity y Curiosity, que sucesivamente y desde 2004 han
suministrado información imprescindible para preparar la siguiente gran
meta de llevar al ser humano hasta su frontera, algo que entraña
grandísimas dificultades y enormes inversiones pero que cada vez está más
cerca de lograrse, aunque no será posible hasta dentro de dos décadas. Eso
considerando que no se sucedan los fracasos. El último ha ocurrido el
pasado mes de octubre con el módulo Schiaparelli de la misión orbitadora
ruso-europea ExoMars 2016, de la ESA y Roscosmos, que se ha esnafrado
al resultar fallido el despliegue del paracaídas durante el amartizaje.

Los asteroides y la Luna, objetivo inmediato

Respecto a la Luna, también suscita este interés nuestro satélite para


proveer la energía futura requerida en la Tierra. Es la gran reserva de
materias primas en trance de agotarse en el planeta. Con los recursos
naturales disminuyendo por la alta demanda de la industria mundial y el
crecimiento exponencial de la población, la Luna presenta una abundancia
del isótopo Helio-3, un gas escasísimo en el planeta, que podría convertirse
en el combustible ideal no contaminante para una nueva generación de
plantas nucleares a fusión controlada. Eso por no hablar de la riqueza del
suelo lunar en titanio, hierro y aluminio. De ahí que Europa tenga puesto su
objetivo en llegar a la Luna, como Japón y México, que han previsto lanzar
su primera misión al satélite dentro de dos años, en 2018. Sin olvidar que
un robot chino acaba de posarse hace pocos días en la superficie lunar.

Sin embargo, el director de la Nasa, Charles Bolden, declaró en 2013 que la


agencia descartaba «conducir una misión lunar habitada», aunque no «la
posibilidad de participar en ella si es conducida por otro país o es producto
de una asociación con empresas privadas». Vamos, que la Nasa pasa pero
alienta al sector privado para colonizar los predios selenitas. De hecho, la
agencia espacial ha planteado la idea de compartir con las empresas
estadounidenses sus saberes, sus ingenieros y el acceso a sus instalaciones
y equipos para ayudar a concebir y a construir aparatos robotizados
capaces de alunizar plantando cargas de entre 30 y 500 kilos. Con
presupuestos razonables será posible enviar misiones para habitar la Luna
en una década.

Queda claro que tanto la Luna como los asteroides son objeto de deseo de
la minería espacial y hay varios países y unas cuantas empresas volcadas
en la exploración y utilización de los recursos extraterrestres. Haciendo un
poco de historia, esto de la minería espacial tiene sus antecedentes en los
especialistas norteamericanos del Bureau of Mines, organismo minero
oficial de los Estados Unidos, que en el XV Congreso Mundial de Minería,
celebrado aquí en Madrid del 25 al 29 de mayo del mítico año 1992, o sea
hace casi un cuarto de siglo, en una ponencia titulada: Minería en el
Espacio, trataron en profundidad y sin asomo de fantasía las posibilidades
reales de explotación minera en la Luna, incluyendo los equipos de
excavación y machaqueo que podrían utilizarse en esa nula atmósfera, su
transporte, mantenimiento y las posibilidades de utilizar determinados
compuestos minerales nativos de nuestro satélite, como la ilmenita.

Hace 25 años, a todos nos pareció una aportación un tanto visionaria, al


estilo de Julio Verne, de H.G. Wells o de Arthur C. Clark, pero lo cierto es
que avanzaba algunas conclusiones, aún muy primarias, acerca de la
denominada Iniciativa Nacional de Exploración Espacial, lanzada en julio de
1989 coincidiendo con el 20º aniversario del primer alunizaje del programa
Apolo. Esta iniciativa planteaba ya la exploración tripulada de Marte y otros
planetas utilizando una base permanente en la Luna como estación
intermedia. La minería, el proceso de los combustibles y los materiales de
construcción fueron señalados como elementos vitales para cualquier
intento de afrontar con garantías esta misión. Provisiones de aire y agua y
los materiales para levantar bases en la Luna habrían de obtenerse de la
superficie de nuestro satélite para procurar el mayor grado de autonomía
posible. La premisa básica, que ya hemos mencionado, es que resulta más
lógico y rentable fabricar materiales utilizando recursos indígenas que
transportarlos desde la Tierra. Las necesidades de oxígeno podrían cubrirse
con la explotación de la ilmenita, que supone el 4% del suelo lunar (un 8%
del cual es oxígeno recuperable), y el hidrógeno se obtendría por
calentamiento del polvo lunar, depositado por los vientos solares, con una
concentración de 50 ppm. En cuanto a las construcciones necesarias y sus
materiales, quedó el tema abierto a los avances futuros, pero se dijo que
sería posible aplicar técnicas adaptadas basadas en la minería subterránea
y en la construcción de túneles.

Material de construcción

En 1994, 25 años después de la conquista de la Luna, a raíz de estudios


exploratorios efectuados por la Nasa y otros organismos europeos, y de la
progresión de la Estación Espacial Internacional y del programa de la
Lanzadera Espacial, EE.UU. decidió reanudar el proyecto de instalar una
base habitada en la Luna como etapa preliminar para el envío de hombres
a Marte, considerando que a la Luna se puede llegar en tres o cuatro días y
a Marte, que está a 225 millones de kilómetros, se necesitan más de seis
meses. Para construir esta base, un grupo internacional de investigadores
solventó uno de los problemas más importantes a pesar de su aparente
nimiedad: el material de construcción. Los científicos desarrollaron un
nuevo material tan resistente como el hormigón terrestre, pero que podía
fabricarse sin necesidad de transportar a nuestro satélite agua, ni grava, ni
cemento, ni hierro.

De hecho, se presume que algunos contienen hierro, níquel o cobalto en


cantidad suficiente para cubrir las necesidades de la Tierra durante 3.000
años. La firma de investigación Bernstein, de Wall Street, afirma que un
gran asteroide llamado 16 Psyche, en el cinturón de asteroides entre Marte
y Júpiter, con una extensión de 200 kilómetros de ancho, podría contener
suficiente mineral de níquel para cubrir la actual demanda humana por
millones de años.

Considerando que son unos 12.000 los asteroides que cada año pasan
cerca de la tierra, desde grandes rocas hasta piezas de varios kilómetros de
diámetro, y que en un 10% de ellos sería más fácil aterrizar que en la
Luna, la fiebre por la conquista de los asteroides está servida y la batalla
por explotar comercialmente las riquezas del espacio no ha hecho más que
empezar. Más si tenemos en cuenta que muchas de estas materias primas,
tan necesarias para la industria moderna, como el zinc, estaño, plata,
cobre, plomo, antimonio, etc., podrían agotarse en la Tierra a lo largo de
este siglo.

Combustible espacial

Pero no termina en la cuestión comercial todo el interés que despiertan los


asteroides. Aparte de la extracción de minerales y metales preciosos, se
considera que esos fragmentos rocosos cuya resistencia, muy semejante a
la del hormigón, les ha permitido existir durante miles de millones de años,
podrían servir de apoyo logístico a los futuros asentamientos humanos en
Marte aportando agua, oxígeno y otros elementos que podrían usarse para
producir combustible y sistemas de respaldo vital en el espacio a un costo
mucho menor que el de llevarlos desde la Tierra. Los asteroides nos
ayudarán a llegar al planeta rojo porque la utilización de los recursos
capturados para propulsar las sondas espaciales y mantener a los
astronautas con vida a partir de sustancias que no se encuentran en la
Tierra es la única manera de permitir el desarrollo espacial permanente. Un
viaje a Marte sería mucho más barato y más eficiente si se pudiera
conseguir parte del combustible por el camino. Y ahí intervienen tanto los
asteroides como la Luna, que será imprescindible colonizar como ensayo
previo a la presencia humana en el suelo marciano.
Tanto nuestro satélite como el planeta rojo fueron siempre objeto de la
imaginación del ser humano, que los miró con ojos de conquista al verlos
pintados en el cielo. La Luna cayó en nuestras garras en 1969, aunque
abandonamos demasiado pronto su exploración, y Marte ha sido objetivo
de la Nasa desde que empezó a enviar sondas a mediados de los años 60, y
ha fijado en él la próxima gran meta de su programa civil del espacio. Un
paso importante lo dará la agencia espacial dentro de dos años, en otoño
de 2018, con la «Mission Exploration 1», una nave Orión tripulable lanzada
por cohetes reutilizables con capacidad para cuatro astronautas y dotada
de un módulo de servicio suministrado por la ESA. Con ella se pretende
llegar al espacio profundo, aunque el primer vuelo no llevará tripulación y
consistirá en un viaje de ida y vuelta hasta más allá de la Luna durante tres
semanas, lo que hoy en día es un récord de tiempo y distancia para una
nave que no haya recalado en la Estación Espacial Internacional. Este vuelo
ayudará a la Nasa a preparar la primera misión al planeta rojo.

Esto ya se propuso hace treinta años, en 1987, con Reagan en la


presidencia de los EE.UU. La «Iniciativa Marte» planeaba la exploración a
fondo del planeta rojo, primero con robots y luego con astronautas. Gracias
a ello, en estos años distintas sondas orbitales han estudiado el planeta
desde el espacio y hemos puesto sobre su superficie artilugios como los
rover Spirit, Opportunity y Curiosity, que sucesivamente y desde 2004 han
suministrado información imprescindible para preparar la siguiente gran
meta de llevar al ser humano hasta su frontera, algo que entraña
grandísimas dificultades y enormes inversiones pero que cada vez está más
cerca de lograrse, aunque no será posible hasta dentro de dos décadas. Eso
considerando que no se sucedan los fracasos. El último ha ocurrido el
pasado mes de octubre con el módulo Schiaparelli de la misión orbitadora
ruso-europea ExoMars 2016, de la ESA y Roscosmos, que se ha esnafrado
al resultar fallido el despliegue del paracaídas durante el amartizaje.

Los asteroides y la Luna, objetivo inmediato

Respecto a la Luna, también suscita este interés nuestro satélite para


proveer la energía futura requerida en la Tierra. Es la gran reserva de
materias primas en trance de agotarse en el planeta. Con los recursos
naturales disminuyendo por la alta demanda de la industria mundial y el
crecimiento exponencial de la población, la Luna presenta una abundancia
del isótopo Helio-3, un gas escasísimo en el planeta, que podría convertirse
en el combustible ideal no contaminante para una nueva generación de
plantas nucleares a fusión controlada. Eso por no hablar de la riqueza del
suelo lunar en titanio, hierro y aluminio. De ahí que Europa tenga puesto su
objetivo en llegar a la Luna, como Japón y México, que han previsto lanzar
su primera misión al satélite dentro de dos años, en 2018. Sin olvidar que
un robot chino acaba de posarse hace pocos días en la superficie lunar.
Sin embargo, el director de la Nasa, Charles Bolden, declaró en 2013 que la
agencia descartaba «conducir una misión lunar habitada», aunque no «la
posibilidad de participar en ella si es conducida por otro país o es producto
de una asociación con empresas privadas». Vamos, que la Nasa pasa pero
alienta al sector privado para colonizar los predios selenitas. De hecho, la
agencia espacial ha planteado la idea de compartir con las empresas
estadounidenses sus saberes, sus ingenieros y el acceso a sus instalaciones
y equipos para ayudar a concebir y a construir aparatos robotizados
capaces de alunizar plantando cargas de entre 30 y 500 kilos. Con
presupuestos razonables será posible enviar misiones para habitar la Luna
en una década.

Queda claro que tanto la Luna como los asteroides son objeto de deseo de
la minería espacial y hay varios países y unas cuantas empresas volcadas
en la exploración y utilización de los recursos extraterrestres. Haciendo un
poco de historia, esto de la minería espacial tiene sus antecedentes en los
especialistas norteamericanos del Bureau of Mines, organismo minero
oficial de los Estados Unidos, que en el XV Congreso Mundial de Minería,
celebrado aquí en Madrid del 25 al 29 de mayo del mítico año 1992, o sea
hace casi un cuarto de siglo, en una ponencia titulada: Minería en el
Espacio, trataron en profundidad y sin asomo de fantasía las posibilidades
reales de explotación minera en la Luna, incluyendo los equipos de
excavación y machaqueo que podrían utilizarse en esa nula atmósfera, su
transporte, mantenimiento y las posibilidades de utilizar determinados
compuestos minerales nativos de nuestro satélite, como la ilmenita.

Hace 25 años, a todos nos pareció una aportación un tanto visionaria, al


estilo de Julio Verne, de H.G. Wells o de Arthur C. Clark, pero lo cierto es
que avanzaba algunas conclusiones, aún muy primarias, acerca de la
denominada Iniciativa Nacional de Exploración Espacial, lanzada en julio de
1989 coincidiendo con el 20º aniversario del primer alunizaje del programa
Apolo. Esta iniciativa planteaba ya la exploración tripulada de Marte y otros
planetas utilizando una base permanente en la Luna como estación
intermedia. La minería, el proceso de los combustibles y los materiales de
construcción fueron señalados como elementos vitales para cualquier
intento de afrontar con garantías esta misión. Provisiones de aire y agua y
los materiales para levantar bases en la Luna habrían de obtenerse de la
superficie de nuestro satélite para procurar el mayor grado de autonomía
posible. La premisa básica, que ya hemos mencionado, es que resulta más
lógico y rentable fabricar materiales utilizando recursos indígenas que
transportarlos desde la Tierra. Las necesidades de oxígeno podrían cubrirse
con la explotación de la ilmenita, que supone el 4% del suelo lunar (un 8%
del cual es oxígeno recuperable), y el hidrógeno se obtendría por
calentamiento del polvo lunar, depositado por los vientos solares, con una
concentración de 50 ppm. En cuanto a las construcciones necesarias y sus
materiales, quedó el tema abierto a los avances futuros, pero se dijo que
sería posible aplicar técnicas adaptadas basadas en la minería subterránea
y en la construcción de túneles.

Material de construcción

En 1994, 25 años después de la conquista de la Luna, a raíz de estudios


exploratorios efectuados por la Nasa y otros organismos europeos, y de la
progresión de la Estación Espacial Internacional y del programa de la
Lanzadera Espacial, EE.UU. decidió reanudar el proyecto de instalar una
base habitada en la Luna como etapa preliminar para el envío de hombres
a Marte, considerando que a la Luna se puede llegar en tres o cuatro días y
a Marte, que está a 225 millones de kilómetros, se necesitan más de seis
meses. Para construir esta base, un grupo internacional de investigadores
solventó uno de los problemas más importantes a pesar de su aparente
nimiedad: el material de construcción. Los científicos desarrollaron un
nuevo material tan resistente como el hormigón terrestre, pero que podía
fabricarse sin necesidad de transportar a nuestro satélite agua, ni grava, ni
cemento, ni hierro.

Fabricantes con la Nasa

Hay que decir que parte de estos


problemas, sin embargo, está camino de superación. El gran reto final será
hallar la forma de mantener los equipos sin problemas operacionales
durante las temporadas de tormentas en Marte, que levantan polvo fino a
velocidades de hasta 50 m/s, unos 80 km/h, que cubren toda superficie
expuesta, introduciéndose por las hendiduras, enterrando todas las
estructuras que pueda fabricar el hombre y reduciendo la visibilidad al
mínimo. En la película «Marte», de Ridley Scott, se reproduce fielmente una
de estas tormentas.
En estos temas están trabajando desde hace tiempo el Centro para
Construcciones Espaciales de la Universidad de Colorado, que está
desarrollando nuevos diseños de excavadoras cuyos sistemas de
desplazamiento y excavación producen vibraciones sobre el suelo, y
algunas de las grandes compañías de maquinaria, que con su experiencia y
su patrimonio de ideas y conocimientos, unido a la cultura de la innovación,
la preocupación por la calidad, la seguridad y el cuidado del medio
ambiente, les ha permitido mantener el objetivo de ofrecer en el futuro
productos y servicios punteros y eficaces. Esa es la grandeza de esta
industria, tener fabricantes de maquinaria que hacen las cosas en silencio y
con efectividad práctica.

EL PRIMER FABRICANTE DEL MUNDO, CATERPILLAR, SELLÓ RECIENTEMENTE UN ACUERDO CON LA


NASA CON EL OBJETIVO DE DESARROLLAR TECNOLOGÍAS DE PERFORACIÓN Y MINERÍA QUE SE
USARÁN EN YACIMIENTOS EN MARTE
De hecho, el primer fabricante del mundo, Caterpillar, selló recientemente
un acuerdo con la Nasa con el objetivo de desarrollar tecnologías de
perforación y minería que se usarán en yacimientos en Marte. La Nasa ha
mostrado particular interés en poner la experiencia de Caterpillar en
función de la llamada Utilización de Recursos In Situ (ISRU), o sea, el uso
de esos recursos en la subsistencia y el desarrollo de misiones espaciales
sin que éstas dependan del abastecimiento proveniente de la Tierra. La
extracción del agua que permanece congelada en los polos de Marte
garantizaría, por ejemplo, el oxígeno y el combustible necesarios para
sobrevivir en el intervalo de los viajes desde nuestro planeta, estimado
entre 150 y 300 días.

El secretismo que envuelve estos experimentos impide acceder a las claves


del acuerdo entre Caterpillar y la Nasa ni a conocer sus diseños y
presupuestos, pero es de suponer que a no mucho tardar salga a la luz
pública los avances conjuntos en esta materia. Otros fabricantes
importantes, sin embargo, como Volvo, Case o JCB, también preocupados
por el futuro, han compartido sus avanzados diseños futuristas, que con las
debidas adaptaciones podrán funcionar en la Luna y Marte.

El fabricante británico JCB, uno de los líderes mundiales en innovación de


este sector, tiene su producto estrella en la versátil retrocargadora, que
será uno de los equipos fundamentales en los inicios de la explotación
minera espacial. JCB decidió en 2014 aprovechar las nuevas tecnologías de
la información para llevar a cabo una experiencia contando con los mejores
diseñadores del momento: propuso mirar al futuro y convocó un concurso
con el reto para los participantes de conjugar la experiencia de utilización
de esta máquina con los supuestos desarrollos y avances más punteros de
las próximas seis décadas.
Volvo Construction Equipment

Por su parte, el fabricante sueco Volvo Construction Equipment ha


desarrollado una gama de prototipos de tipo conceptual e innovador que
demuestran su avanzada tecnología y su capacidad de diseño. Volvo CE
comenzó hace tiempo con el modelo SfinX, una excavadora diseñada
basándose en células de combustible de hidrógeno que convierten la
energía del combustible directamente en electricidad utilizable y calor, sin
necesidad de combustión. La introducción de la electricidad acabará con la
necesidad de sistemas hidráulicos, que podrán sustituirse por motores
eléctricos para su uso espacial. Los diseñadores han creado un brazo muy
ligero para aumentar la capacidad de elevación y de excavación. Mientras
que los aceros actuales luchan por hacer frente a las grandes fuerzas
impuestas sobre el brazo, en Volvo predicen una nueva generación de
aceros ligeros y de alta resistencia que estarán disponibles en el futuro
para hacer que este diseño sea una posibilidad real.

El GaiaX es otro diseño conceptual de Volvo CE sobre la excavadora


compacta del futuro. Este modelo eléctrico va equipado con baterías
recargables o conectada a una fuente de alimentación externa. El diseño es
completamente minimalista y la cabina ha sido sustituida por un perfil
protector de acero ligero, mientras que la batería actúa por sí misma como
un contrapeso del brazo de trabajo.

El modelo de cargadora sobre ruedas denominado Gryphin es un diseño


extremo que elimina el ruido y las vibraciones. La máquina prevé un motor
eléctrico, un brazo de tipo monobloque, motores eléctricos en cada rueda y
ruedas totalmente independientes, por lo que puede literalmente elevarse
para volcar su carga. El concepto también incluye una envolvente de vidrio
inteligente en la cabina que automáticamente se calienta en tiempo frío y
se oscurece frente a la luz brillante. El equipo cuenta con un sistema de
energía regenerativa por el que las baterías se recargan cuando el operador
acciona los frenos de las ruedas, lo que genera ahorros de energía de más
del 50%.
Finalmente, el concepto Centauro de Volvo reescribe las reglas sobre los
dúmperes articulados proponiendo una cabeza tractora ultra compacta con
la parte posterior arqueada y las ruedas de gran tamaño, que permite
enganchar tráileres posteriores según la naturaleza del material a
transportar. Es una máquina ágil, flexible y fuerte. El Centauro se mueve
silenciosamente gracias a su sistema de impulsión eléctrico ultra eficiente
apoyado por sistemas de frenado regenerativos y paneles solares para
suministrar energía a controles auxiliares. La hidráulica se reduce al mínimo
y el líquido utilizado no es aceite sino agua. El Centauro utiliza su
generador eléctrico para alimentar los motores de cada rueda, permitiendo
que éstas dispongan de una verdadera tracción independiente y ayuden a
moverse libremente sobre superficies irregulares.

Máquinas sofisticadas para el futuro

Estos equipos serán utilizados por control remoto y en su futuro trabajo


espacial la cabina será un refugio de urgencia para los operarios. La prueba
es la novedad presentada hace dos meses en Las Vegas por el fabricante
Komatsu: el prototipo de un nuevo dúmper rígido autónomo en el que
destaca la ausencia de cabina, pues no necesita operador a bordo para
realizar sus labores de acarreo. Su concepto ha sido desarrollado para
maximizar el trabajo sin presencia humana, el sistema de dirección está
completamente automatizado y se optimiza en función de las condiciones
del trabajo, con suelos en mal estado, deslizantes, clima adverso y espacios
de carga y descarga complicados, es decir en escenarios como la Luna o
Marte. Aunque su tamaño es desproporcionado para su uso en el espacio,
el desarrollo de este concepto con su sistema de control remoto y los
sistemas autónomos de decisión incorporados, ayudarán a pergeñar nuevos
modelos adaptados a la minería espacial.

Máquinas sofisticadas como las que acabamos de ver, sencillas, ligeras y


resistentes, y otras que surgirán más delante de los tableros de diseño de
los grandes fabricantes, serán las primeras en explotar los recursos
naturales del espacio que habrán de suministrar el soporte vital a los
asentamientos humanos en satélites como la Luna y planetas como Marte.

Contemplar el porvenir es mirar hacia delante con los pies puestos en el


presente y el pensamiento en el pasado. La ciencia, que es en última
instancia quien ha resuelto los problemas graves planteados a la
humanidad durante el transcurso de su historia, será la que nos saque del
planeta y nos lleve a la conquista del cosmos, entre otras razones porque
será necesario el uso de la energía y los recursos minerales del espacio
para sostener la vida futura en la Tierra.
Nadie puede predecir con certeza ese futuro, o como decía Mark Twain: «Es
difícil hacer predicciones, sobre todo tratándose del futuro», pero estoy
convencido de que estamos en el principio de nuestra cita con el espacio.
Aunque a veces la realidad va más lenta que nuestros deseos, en el
próximo medio siglo habitaremos la Luna y Marte, estaremos rondando
otros planetas del sistema Solar y extraeremos con normalidad los
minerales de los asteroides. Hasta me atrevo a aventurar que nacerá el
primer terrícola en una base espacial.

Esperemos que así sea y que este siglo XXI, que será otra centuria
vertiginosa, otros cien años que cambiarán de nuevo el mundo, nos traiga
muchas respuestas a tantas cuestiones que aún quedan por resolver y
otros descubrimientos que todavía no hemos sido capaces ni de soñar.

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