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Foro III
Análisis Del Llamado 1
“Libre Desarrollo De La Personalidad”
Punto de vista psicológico
Introducción
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Psicóloga, psicoterapeuta, docente – investigadora universitaria. E-mail: angelahc@etb.net.co
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“Libre desarrollo de la personalidad”: Visión psicológica. Ángela Hernández Córdoba, 2011
La libertad fue reconocida por primera vez como derecho del hombre y del ciudadano
en la declaración promulgada en 1789 en la Revolución Francesa y ratificada con
carácter universal en 1948 por Naciones Unidas. Allí nació la figura del individuo libre y
responsable como valor fundador de la modernidad en occidente, por contraste con el
hombre de la Edad Media, propiedad del señor feudal o del monarca, hijo de Dios,
puesto en el mundo a merced de la voluntad divina y predestinado a transitar por este
“valle de lágrimas” para salvar su alma.
No sobra recordar que la palabra derecho proviene del término latino directum, que
significa “lo que está conforme a la regla” y que como concepto constituye el orden
normativo e institucional que regula la conducta humana en sociedad, inspirándose en
postulados de justicia. Hay dos tipos interrelacionados de derechos: el derecho efectivo
o positivo formado por leyes, normativas, reglamentos y resoluciones creadas por el
Estado para la conservación del orden y la resolución de los conflictos en la sociedad, y
el derecho subjetivo, que es la facultad del sujeto para realizar una cierta conducta, es
decir, la potestad para desarrollar su propia actividad frente a otro, en conformidad con
una norma jurídica.
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“Libre desarrollo de la personalidad”: Visión psicológica. Ángela Hernández Córdoba, 2011
Por eso Bobbio (1955, p. 176, citado por Sartori) advierte que la autonomía de la que se
habla en sentido político es metafórica, en cuanto a que las normas reguladoras del
comportamiento deben tratar de tener en cuenta los deseos de los ciudadanos, pero
esto alude más al consenso en la construcción de la ley y a las llamadas autonomías
locales, que a la idea de una absoluta autonomía individual. La libertad de es la libertad
como autonomía y en ese sentido son libertades distintas. Así, paradójicamente, la
autonomía es sagrada, pero no es libertad para oprimir, de la misma forma que mi
voluntad puede permanecer autónoma, aunque me encuentre en prisión.
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“Libre desarrollo de la personalidad”: Visión psicológica. Ángela Hernández Córdoba, 2011
Podría decirse que ese inicio del abordaje del psiquismo por cuenta del encargo social
de aportar explicaciones y mecanismos de control del desorden social atribuido a los
individuos, ha conducido a que las teorías psicológicas prevalecientes en el mundo de
hoy, como son el psicoanálisis y el enfoque cognitivo conductual, fundamenten más la
predeterminación del ser humano, que su potencial como sujeto autónomo,
precisamente porque al buscar validación científica, suprimieron de su estudio las
nociones de libertad, autonomía, sujeto, actor e intersubjetividad.
Por su parte, el psicoanálisis ve al hombre como un ser determinado por sus pulsiones
y limitado por el control social ejercido a través del superyó, mientras que el enfoque
cognitivo conductual, al definir epistemológicamente la subjetividad como una “caja
negra”, ve a un hombre determinado por su contexto. En el primer caso, la liberación es
una utopía que se alcanzaría con el sometimiento a un análisis sin fin, y en el segundo,
la promesa de felicidad depende de la adaptación a las expectativas sociales, las
cuales, con el aval de las ciencias médicas y humanas, adquieren el carácter de normas
incuestionables para regular el cuerpo, el psiquismo y las relaciones familiares y
sociales, con un fuerte sesgo que define el bienestar como salud y el malestar y el
sufrimiento como enfermedad. Así, sin proponérselo, estos planteamientos contribuyen
a un peligroso reduccionismo psicologista de los problemas humanos complejos, que
hoy emergen en la coyuntura mundial de factores culturales, históricos, económicos y
geopolíticos.
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“Libre desarrollo de la personalidad”: Visión psicológica. Ángela Hernández Córdoba, 2011
Vista así, la libertad no surge de una mezcla incierta de determinismo y de azar, sino de
las posibilidades de decisión y de elección, para lo cual se requiere un sujeto auto-eco-
organizador, capaz de computar y de reflexionar sobre las situaciones que afronta, de
diseñar escenarios y proyectos de acción, de decidir entre estos escenarios y de llevar
a cabo la acción elegida. Esta libertad supone tanto determinación como
indeterminación: la determinación inherente a ser un miembro de la especie expuesto a
eventos exteriores que tampoco puede controlar; pero relativa indeterminación interior
por la posibilidad de escoger entre opciones y la presencia del azar en el ambiente
exterior, el cual permite la acción libre. Así, la acción libre se apoya simultáneamente
sobre el conocimiento y la utilización de las determinaciones biológicas y
antroposociales y sobre las posibilidades aleatorias que surgen en cada situación,
haciendo posible la estrategia del sujeto/actor en contexto.
Por otra parte, la necesidad ininterrumpida de proteger la propia existencia, hace del
sujeto un actor que se mueve entre el autocentrismo, la solidaridad y la trascendencia,
en una dinámica que se inclina hacia un extremo o busca el equilibrio según el
desarrollo alcanzado por el sujeto. Por lo tanto los actos del hombre -buscar, luchar,
huir, combatir- no deben ser vistos sólo como comportamientos objetivos o conductas,
sino como comportamientos con finalidad (ethos) para sí y para los suyos.
Porque si bien el autocentrismo implica que en su ser subjetivo, cada uno es único para
sí mismo y por lo tanto toma como referencia para actuar, sus propias necesidades,
intereses y finalidades, la misma exigencia vital de vinculación lo obliga a trascenderse
a sí mismo y a interactuar con el entorno, de modo que así surgen la ética, la moral y
los variados contratos sociales en los que estamos inmersos en forma indefectible. Se
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“Libre desarrollo de la personalidad”: Visión psicológica. Ángela Hernández Córdoba, 2011
Es útil recordar, como lo expresa Francisco Varela (2004), que la ética es una condición
humana por la cual todos somos capaces de “saber qué está bien y qué es lo justo” en
cada circunstancia, diferente a una moral racional, formulada por una autoridad
legitimada por la ley, la tradición o la religión, según la cual tenemos un “juicio correcto”,
fiel a una doctrina y a unas normas que establecen qué es el bien. Se diría que, vista
así, la moral tiende a enfatizar el contenido de las obligaciones, mientras que la ética se
enfoca en la consideración hacia el otro, merecedor de ese cuidado simplemente por
ser persona y porque, según el principio de la ética de la acción, toda interacción
humana implica un compromiso, en la medida en que hay un efecto ineludible entre
quienes participan en ella.
Porque para realizarse como individuo libre y responsable y como sujeto social, se
requieren ciertos soportes, tanto objetivos, basados en la economía tangible y material,
como soportes que constituyen la economía psíquica del individuo, los cuales se
convierten en condiciones para que fluya la subjetividad. Como tales soportes tampoco
están dados de hecho, puede decirse que en el mundo actual los individuos están
desigualmente respaldados para avanzar en su desarrollo como sujetos.
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“Libre desarrollo de la personalidad”: Visión psicológica. Ángela Hernández Córdoba, 2011
Desde este planteamiento, entonces, ¿con cuáles soportes cuenta el individuo para
llegar a ser un sujeto autónomo? Como hoy la dinámica que sustenta al individuo
moderno está fallando porque la propiedad social está amenazada por las crisis
laborales y económicas globales, R. Castell plantea la coexistencia de “individuos por
exceso” e “individuos por defecto”.
Los “individuos por exceso” serían quienes pueden vivir ignorando a la sociedad,
sumergidos en su subjetividad, siguiendo un ethos hedonista, motivado por la búsqueda
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“Libre desarrollo de la personalidad”: Visión psicológica. Ángela Hernández Córdoba, 2011
del goce por sí mismo, ayudados a eso por la medicina, la psicología y el acceso a las
diversas tecnologías que facilitan las satisfacciones en aislamiento, con una relativa
autosuficiencia. Los “individuos por defecto” serían quienes están atrapados en la
contradicción de no poder ser los individuos que aspiran a ser, porque no tienen los
soportes del individuo por exceso: viven en precariedad e inestabilidad, el trabajo
informal no les garantiza las condiciones mínimas para la independencia económica y la
desinstitucionalización de la familia les hace perder ciertas protecciones, pues ya los
vínculos no están dados de hecho, sino que operan por consentimiento mutuo.
Ante esta situación, queda claro que, cuanto más individualizada está una sociedad,
más Estado necesita. Así como no hay individuos sin soportes, tampoco hay individuos
sin Estado, pues cumplir la promesa de satisfacer las condiciones de existencia del
individuo depende de la regulación nacional y transnacional. Pero un Estado pasivo,
burocratizado, que opera como una máquina para indemnizar, es ineficaz y las crisis
actuales cuestionan a fondo los beneficios de la hegemonía de un mercado
autorregulado.
De acuerdo con las anteriores ideas, se puede decir que la normatividad no puede
basarse exclusivamente en la premisa de la racionalidad del individuo-ciudadano, pues
si se aceptan las tesis expresadas sobre la emergencia del sujeto en un contexto que le
ofrezca las condiciones para ello, es imposible pensar que la alternativa para frenar las
desviaciones a las expectativas legales y sociales sea su penalización. Sin necesidad
de calificar al sujeto como enfermo o incapaz, sino por el contrario reconociéndole su
condición de ecodependencia, sería indispensable evaluar en forma abarcadora cómo
las circunstancias y los fenómenos inherentes a cada época están favoreciendo su
desarrollo y su “humanización”.
Por ejemplo, en el emblemático caso de la penalización de la dosis mínima del porte de
sustancias psicoactivas, se requiere analizar con detenimiento la cadena de cultivo,
procesamiento, comercialización y consumo, para saber cómo ocurre la transición ante
la ley entre delincuentes y enfermos. Pues, paradójicamente, las personas se vuelven
adictas a las sustancias psicoactivas porque no logran asumirse como sujetos
autónomos, pero los consumidores lo son, gracias a que hacen uso de su autonomía. Si
eso es así, ¿por qué deberían ser castigados con prisión?
Como afirma Alan Ehrenberg (1994), la exigencia moderna de llegar a ser un sujeto, ha
llevado a que por las angustiosas tensiones de la autonomía en un mundo de escasez,
se acuda a las drogas como un artificio apaciguador de las contradicciones que hacen
verter la frustración y la violencia hacia uno mismo. Por esto es sutil el límite entre la
droga y la guerra y reduccionista la tendencia a pretender controlar la complejidad
humana con la sanción.
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“Libre desarrollo de la personalidad”: Visión psicológica. Ángela Hernández Córdoba, 2011
Dentro de este marco tiene por lo tanto todo el sentido pensar en que las alternativas de
solución estén en la educación, pero no sólo en la educación formal, sino sobre todo en
la propuesta de estrategias de protección y bienestar articuladoras que incluyan a los
individuos, pero sobre todo las acciones del Estado para reducir la inequidad, y
entonces sí tener sujetos autónomos a quienes se les pueda hacer plenamente
responsables de sus actos, porque sólo así tendrían cómo responder.
Ello exige por supuesto el trabajo interdisciplinar. Pero en cuanto psicóloga, no ejerzo
mi profesión exclusivamente al servicio del control social, sino al servicio del desarrollo
de la autonomía de los sujetos en contexto. No encuentro mucha utilidad para mi
trabajo en la definición del sufrimiento como enfermedad, porque el sufrimiento humano
no se localiza en ningún órgano. Es una emergencia intangible para los sofisticados
instrumentos con los que cuenta la medicina, y aunque sin duda requiere como toda
capacidad humana de lo biológico para emerger, no puede resolverse eficazmente sin
incluir todas las condiciones ya mencionadas del desarrollo humano.
Por esto, sería necesario reconocer que el libre desarrollo de la personalidad es una
corresponsabilidad entre el individuo, sus grupos de pertenencia, la sociedad y el
Estado, sin negar que, aunque sea duro aceptarlo, por diversas razones, habrá siempre
individuos frágiles frente a las exigencias propias de convertirse en sujetos, y por tanto
su supervivencia dependerá de los demás.
En ese sentido, las campañas de prevención de todos los riesgos y enfermedades son
útiles, pero no podremos pretender sancionar a quienes no logran ajustarse a los
modelos ideales de salud, belleza y autosuficiencia, a no ser que caigamos una vez
más en la tiranía. Pero esta vez en la tiranía de la libertad.
Referencias bibliográficas
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“Libre desarrollo de la personalidad”: Visión psicológica. Ángela Hernández Córdoba, 2011
Varela, F. (2004). Quel savoir pour l’éthique? Action, sagesse et cognition. París: L
Découberte.
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