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Ávila
Así está el panorama de las inversiones provenientes de China en América Latina.
Desde hace un tiempo relativamente corto Colombia comenzó a recibir inversiones chinas
importantes que se expresan en varios proyectos de gran envergadura.
Foto:
Juan Pablo Rueda. EL TIEMPO
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Por: Ricardo Ávila
19 de septiembre 2020 , 10:34 p. m.
El avión de color azul y blanco, con una franja dorada en la mitad, que aterrizó en la noche
del viernes en el aeropuerto El Dorado trayendo en su interior al secretario de Estado de
Estados Unidos, Mike Pompeo, acabó con una larga sequía en materia de bienvenidas
protocolarias. Como lo señalaron los observadores, se trató de la primera visita en más de
seis meses de un funcionario extranjero de primera línea al territorio nacional.
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EDITORIAL
Aun así, mascarillas y distanciamiento confirmaron que la nueva normalidad cobija a las
relaciones internacionales, que ahora tienen lugar en otros escenarios. Por cuenta de la
pandemia que redujo los contactos personales a su mínima expresión, la diplomacia cara a
cara ahora exige al menos dos metros de espacio, cuando no debe adaptarse a la virtualidad,
tal como le sucedió a las Naciones Unidas, cuya asamblea general anual transcurre en el
ciberespacio.
Ese hecho hace más significativa la presencia del enviado de Donald Trump, quien
cerró en Bogotá una gira que lo llevó a Surinam, Guyana y Brasil, escalas en donde
envió varias veces el mismo mensaje. El más sonoro se le dirigió a Nicolás Maduro, quien
volvió a recibir una invitación a dejar el poder. Pero también fue clara la advertencia sobre
China, lo cual llevó a Pekín a decir que la mano derecha de Donald Trump busca “sembrar
discordia” en la región.
Aunque el cruce de salvas entre las dos principales potencias del planeta resulta usual desde
hace un tiempo, es claro que la tensión se extiende a América Latina. Washington no ve
con buenos ojos que se le metan en su patio trasero y menos ahora que la Casa Blanca sigue
alimentando la hoguera con acciones y palabras dirigidas al que ahora es su gran
adversario, al otro lado del océano Pacífico.
Semejante escenario puede sonar lejano en Colombia, cuyas urgencias inmediatas son de
otra índole. Sin embargo, las estadísticas confirman que la nación asiática no solo es el
segundo socio comercial, sino que desde hace un tiempo relativamente corto el país
comenzó a recibir inversiones chinas importantes que se expresan no solo en un grupo de
empresas cada vez más amplio, sino en varios proyectos de gran envergadura.
De otro lado, aparece una fuerte presencia en telecomunicaciones, a través de nombres tan
conocidos como Huawei –proveedor de celulares y redes para telefonía móvil–, ZTE,
Hytera, TP Link, Vivo o Xiaomi. En energía se encuentra Hydro Global, que desarrolla una
iniciativa hidroeléctrica en el Chocó, mientras que en minería Zijin Mining pagó 1.400
millones de dólares por una compañía que explota un yacimiento en Buriticá, en Antioquia.
A lo anterior hay que agregarle a CMIG International que se quedó con los activos de Old
Mutual en el área financiera, a Didi en el transporte de personas o a marcas de vehículos
como BYD –especialista en buses eléctricos–, al igual que JAC, Chery, Haima, Changan y
DFSK. El cálculo es que el número de compañías supera con facilidad las setenta.
Aunque se corre el peligro de sumar peras y manzanas, puede decirse con un alto grado de
certeza que hay cerca de 10.000 millones de dólares involucrados en operaciones de diverso
tipo. No todo ese dinero ha llegado, pues en ciertos casos hay emprendimientos que
tomarán años en madurar.
Según el Banco de la República, el flujo acumulado de la inversión directa de China en
Colombia ascendió a 277 millones de dólares entre enero de 2000 y junio de 2020. Como
proporción del total, esa cifra representa apenas un 0,14 por ciento, que es un guarismo
bajo. Quienes saben del asunto advierten que la explicación es que los registros identifican
el país de donde viene el dinero y no donde se toma la decisión de girarlo, por lo cual en
más de un caso aparece Panamá o algún paraíso fiscal, así su remitente sea una firma de
capital de la República Popular.
No hay duda de que estamos en la mira. En opinión de Margaret Myers, directora del
programa de Asia y América Latina en el Diálogo Interamericano en Washington, lo
sucedido “refleja el trabajo de ciertas instituciones colombianas para hacer conexiones
y también un importante proceso de aprendizaje de parte de las compañías chinas”.
Y es que después de varios años, en esta parte del mundo ha tenido lugar una adaptación
hacia mecanismos más sofisticados. Eso lo evidencia “tomar parte en asociaciones público
privadas (APP) con frecuencia creciente, en lugar de apoyarse en créditos atados, lo cual
pasa por juntarse con empresas internacionales cuando hace sentido, como es el caso del
metro de Bogotá”, añade Myers.
Basta recordar que genera un 17 por ciento del producto interno bruto global y que cuenta
con casi 1.400 millones de consumidores, cuya calidad de vida ha cambiado
sustancialmente en menos de cuatro décadas. Aparte de ser el mayor exportador de bienes,
también es un enorme comprador de materias primas, con un gran impacto regional:
adquiere el 78 por ciento de las ventas de soya de Brasil o el 41 por ciento del cobre que
saca Chile, para solo citar un par de datos.
Como consecuencia, es uno de los dos principales destinos de las ventas externas de los
países de América Latina, que se concentran en alimentos y minerales. Ese surgimiento
tuvo lugar en lo corrido de este siglo y claramente ha sido de doble vía.
Los superávit acumulados y el mismo tamaño de sus empresas hacen lógico que la
inversión china sea cada vez más relevante en el planeta. En muchos casos, los capitales se
han enfocado en garantizar el abastecimiento de una nación deficitaria en bienes primarios.
En otros hay la intención de impulsar transnacionales en los sectores más diversos.
Dicha evolución debería ser más acelerada ahora, por cuenta de la pandemia. Al tiempo
que cerca del 90 por ciento de las economías en los cinco continentes entran en
recesión, la china se encamina a cifras positivas en 2020, así estén por debajo del promedio
observado desde comienzos de los años ochenta.
De un lado, Estados Unidos recortó sus compras de productos chinos, pero esa disminución
benefició a los exportadores latinoamericanos. Del otro, China también impuso barreras y
eso la lleva a buscar otros proveedores.
Al mismo tiempo, es probable que algunas industrias decidan localizarse en estas latitudes,
con el fin de disminuir el riesgo geopolítico y acceder al mercado estadounidense. Los
menores costos laborales y la cercanía son argumentos que juegan en favor de la región.
Así las cosas, el mensaje es que a América Latina le conviene ser neutral en la
confrontación de las superpotencias. Como afirma Margaret Myers: “Espero que las
naciones del área no tengan que escoger entre agradar a Estados Unidos o agradar a
China”.
Ello obliga mantener buenas relaciones con todos, no prestarse a los juegos de poder y
defender los principios del regionalismo abierto. En caso de que Trump repita mandato y
trate de volver realidad sus amenazas de desacoplarse de su antagonista al otro lado del
océano Pacífico, habrá que mantener la cabeza fría y usar la diplomacia.
Café, aguacate, banano, pulpas de fruta, frutas secas y chocolates son renglones que
muestran una muy buena dinámica. El desafío es ampliar ese abanico, y ojalá con artículos
de mayor valor agregado y con el objetivo de equilibrar una balanza comercial que sigue
siendo ampliamente deficitaria.
Por otra parte, es previsible que las inversiones sigan llegando y que eventualmente, una
vez la pandemia quede atrás, los turistas. Nada de eso era así de claro hace cuatro
décadas, cuando Bogotá y Pekín establecieron relaciones diplomáticas.
En ese lapso, las cosas han cambiado mucho, pero hay que reconocer que la historia apenas
comienza. Y así al Tío Sam le moleste, todo apunta a que el dragón chino seguirá batiendo
sus alas en esta parte de la cuenca del Pacífico.
RICARDO ÁVILA
Especial para EL TIEMPO
En Twitter: @ravilapinto
Tetra Pak cambiará su
capacidad instalada para
reemplazar los pitillos de
plástico por papel
sábado, 19 de septiembre de 2020
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PUBLICIDAD
Desde que fue declarada la pandemia global, en Tetra Pak nos enfocamos
proteger a nuestra gente, por ellos y por el rol social que implica que sigan
haciendo su trabajo, queríamos garantizar el abastecimiento de nuestros
productos en la mesa de los colombianos.
¿Cómo se vieron afectadas sus ventas con las clases virtuales de los
colegios?
Nuestras ventas de material de envase se han visto afectadas por esto, pero las
familias han empezado a consumir productos en presentación familiar. El consumo
del hogar ha crecido y fuera de este ha disminuido, hay una compensación en
términos de cantidad de litros consumidos, esto permitió que pudiéramos seguir
trabajando teniendo en cuenta los cambios en los patrones de consumo.
Es difícil decirlo con certeza, mi creencia es que muchos de estos cambios van a
continuar porque aprenderemos a manejar esa mezcla de trabajo en casa y en
oficina. Esto contribuye a que los patrones de consumo que se han adoptado en la
pandemia permanezcan.
Lo que vemos es que continuará esta consolidación de consumo dentro del hogar
en el segundo semestre del año, porque si bien las cuarentenas se flexibilizaron
un poco, la gente sigue tratando de estar en la casa. En 2021 esperamos tener
unas tasas de crecimiento entre 5% y 7% respecto a este año.
Las tendencias que vienen están relacionadas con productos que aseguren el
refuerzo de defensas.
Claro que sí, y nosotros queremos hablar de circularidad con bajo impacto en la
huella de carbono. Acabamos de firmar un compromiso global para que en 2030
toda nuestra operación en el mundo tenga emisiones neutras y para 2050 toda la
cadena de valor de Tetra Pak también cumplirá con esto.
Es válido señalar que son muchos los beneficios financieros y tributarios que trae
el tránsito a este nuevo sistema de facturación. Sin duda, también representa
ventajas comerciales. Las facturas tienen la vocación de convertirse en títulos
valores, lo que da opción a las empresas de poder acceder a liquidez inmediata.
Es decir, permiten financiación en el corto plazo.
Cada día son mayores las facilidades que nos ofrece la tecnología con relación a
la compra o venta de productos de forma ágil a través de nuestro computador,
celular o tableta digital. Estos sistemas de negociación permitirán que los
empresarios también puedan negociar las facturas desde la comodidad de sus
oficinas, sin entregar documentos en físico y con varias facilidades para obtener
los recursos en muy corto plazo.
Esto hará que la base empresarial sea más dinámica, aporte al crecimiento en
esta fase de recuperación y nos haga menos vulnerables en una coyuntura como
la que hoy vive el país.
¿Qué es ser resiliente?
Pilar Ibáñez
La resiliencia nunca había sido tan necesaria como en este momento en el que la
forma en la que percibimos y vemos el mundo están definiendo la economía,
cambio social y cultural debido a la pandemia. Para los que la palabra resiliencia
es nueva, es la habilidad de salir de una experiencia negativa y convertirla en
positiva y un aprendizaje. La Universidad de Pensilvania realizó un estudio muy
interesante sobre las habilidades que quiere desarrollar una persona para ser
resiliente. Les comparto los hallazgos.
Primero, tener autoconsciencia: lo que significa conocer y saber cuáles son los
pensamientos, emociones, reacciones, observar la respiración y entender
perfectamente sus fortalezas y debilidades. La mayoría de las personas no son
conscientes de lo que sienten ni piensan, solo saben que lo hacen de forma
automática.
Los seres humanos nos hemos acostumbrado a ver los problemas detrás de todo,
lo que hace que la capacidad de adaptación a los cambios sea difícil. Lo vemos a
diario en las redes sociales y en las noticias en las que cada situación parece un
problema y no una solución, necesitamos más soluciones o, por lo menos, más
posibles soluciones que problemas.
Cuatro, el optimismo. Día a día nos enfrentamos a personas pesimistas, pero ellos
aseguran que no son pesimistas sino realistas. De acuerdo a la Universidad de
Pensilvania las personas resilientes son optimistas, pero esto no quiere decir que
sean personas que tengan el cuello metido entre la arena para no ver lo que está
sucediendo alrededor, que es la típica imagen que viene a la cabeza cuando se
piensa en un optimista.
La ciencia dice que el optimista tiene muy claro el reto al cual se está enfrentando,
pero hace algo de forma sabia, y es que tiene la capacidad de discernir entre lo
que puede cambiar y lo que no. De esta forma no se queda solo quejándose como
un pesimista, sino que hace algo al respecto, lo que esté a su alcance y bajo su
responsabilidad.