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La Suprema Corte de Justicia ha establecido que la caducidad de la

instancia es una institución que sanciona la inactividad procesal de las partes, ya


que ello revela el desinterés de éstas para continuar con el asunto y que se
llegue a dictar sentencia, de modo tal que si las partes o alguna de ellas
pretende que no opere la caducidad, habrá de asumir la conducta procesal
correspondiente, que es precisamente impulsar el procedimiento antes de que
transcurra el término establecido por la ley, considerando que para que esto
ocurra, se requiere que la promoción presentada denote precisamente el interés
que se tiene para que continúe el asunto y se pueda llegar a dictar sentencia, sin
que puedan ser consideradas como tales, aquellas que sean frívolas o
improcedentes ya que no demuestran el interés de las partes para mantener viva
la instancia.
Además, el Estado está interesado en procurar una administración de
justicia pronta y expedita, en los términos del artículo 17 de la Constitución
Política de los Estados Unidos Mexicanos, de tal suerte que ante el derecho que
otorga nuestra Máxima Carta Magna de acudir a solicitar justicia, de igual
manera los ordenamientos positivos han limitado este derecho, en cuanto al
interés que tienen las partes para que se les decida el derecho sustantivo
controvertido y si una de ellas ha dejado de impulsar el proceso, solamente
puede interpretarse en el sentido de que han dejado de tener interés en la
acción que intentaron o porque intencionalmente abandonaron el proceso,
operando de pleno derecho esta institución procesal.

En este orden de ideas, el término para la caducidad de la instancia


debe comenzar a transcurrir a partir de la última resolución judicial que haya
tenido por objeto proseguir con la instancia, independientemente de que el auto
haya sido dictado de oficio o por la interposición de una promoción, en virtud que
luego de una interpretación literal y sistemática de los artículos relativos a la
caducidad de la instancia, no nos lleva a considerar que la última resolución
deba ser propiciada por las partes para interrumpir el término de la caducidad de
la instancia, pues el inciso “a” del artículo 76 del Código de Comercio omite
hacer esta precisión, por lo cual debemos considerar que se está refiriendo a
cualquier resolución siempre que sea de aquellas que impulsan el proceso.

Ahora bien, el principio dispositivo consiste en que la iniciativa del


proceso corresponde a las partes, las cuales tienen el deber de impulsarlo si
quieren obtener una resolución a sus pretensiones.

El sistema que se sigue en el Código de Comercio está basado en el


principio dispositivo, el cual consiste en no darle la facultad al Juez para dirigir el
proceso o de impulsarlo, pues de acuerdo a la tendencia individualista y liberal
que inspira el sistema procesal civil, el ejercicio de la acción procesal está
encomendado, tanto en su forma activa como en la pasiva, a las partes y no al
Juez.

En este tenor, la caducidad de la instancia tiene como consecuencia la


extinción de la relación jurídica sin que el tribunal decida o se pronuncie sobre la
cuestión de fondo planteada por las partes.

Es conveniente citar lo establecido en el artículo 1076, del Código de


Comercio, que dice:
Artículo 1076. En ningún término se contarán los días en que no
puedan tener lugar actuaciones judiciales, salvo los casos de excepción que se
señalen por la ley.
La caducidad de la instancia operará de pleno derecho, sea porque se
decrete de oficio o a petición de parte, cualquiera que sea el estado del juicio,
desde el primer auto que se dicte en el mismo y hasta la citación para oír
sentencia, en aquellos casos en que concurran las siguientes circunstancias:
a) Que hayan transcurrido 120 días contados a partir del día siguiente a
aquel en que surtió efectos la notificación de la última resolución judicial dictada, y
b) Que no hubiere promoción de cualquiera de las partes, dando
impulso al procedimiento para su trámite, solicitando la continuación para la
conclusión del mismo.
Los efectos de la caducidad serán los siguientes:
I. Extingue la instancia pero no la acción, convirtiendo en ineficaces las
actuaciones del juicio y volviendo las cosas al estado que tenían antes de la
presentación de la demanda y se levantarán los embargos, mandándose cancelar
su inscripción en los Registros Públicos correspondientes;
II. Se exceptúa de la ineficacia señalada, las resoluciones firmes de las
excepciones procesales que regirán en cualquier juicio que se promoviera. De
igual manera las pruebas rendidas en el proceso que se haya declarado caduco
podrán invocarse de oficio, o por las partes, en el nuevo proceso que se
promueva;
III. La caducidad de la segunda instancia deja firmes las resoluciones
apeladas;
IV. La caducidad de los incidentes sólo afectará las actuaciones del
mismo, sin comprender la instancia principal, aunque haya quedado en suspenso
por la resolución de aquél, si transcurren sesenta días;
V. No ha lugar a la caducidad en los juicios universales de concurso,
pero si en aquellos que se tramiten en forma independiente aunque estén
relacionados o surjan de los primeros;
VI. Tampoco opera la caducidad cuando el procedimiento está
suspendido por causa de fuerza mayor y el Juez y las partes no pueden actuar;
así como en los casos en que es necesario esperar una resolución de cuestión
previa o conexa por el mismo Juez o por otras autoridades; y en los demás casos
previstos por la ley;
VII. La resolución que decrete la caducidad será apelable en ambos
efectos, en caso de que el juicio admita la alzada. Si la declaratoria se hace en
segunda instancia se admitirá reposición, y
VIII. Las costas serán a cargo del actor, cuando se decrete la caducidad
del juicio en primera instancia. En la segunda instancia serán a cargo del apelante,
y en los incidentes las pagará el que lo haya interpuesto. Sin embargo, las costas
serán compensables con las que corran a cargo del demandado cuando hubiera
opuesto reconvención, compensación, nulidad y en general las excepciones o
defensas que tiendan a variar la situación jurídica que privaba entre las partes
antes de la presentación de la demanda."

De esta manera, el Código de Comercio establece en su artículo 1076,


que la caducidad de la instancia operará de pleno derecho cuando hayan
transcurrido ciento veinte días contados a partir del día siguiente a aquel en que
surtió efectos la notificación de la última resolución judicial dictada y que no
hubiere promoción de cualquiera de las partes dando impulso al procedimiento
para su trámite, solicitando la continuación para la conclusión del mismo.

En dicho numeral se sigue el principio dispositivo ya mencionado, pues


se establece una carga procesal a las partes, consistente en que deben
"impulsar" o "proseguir" con el procedimiento, conceptos que gozan de un
mismo significado: necesariamente implican la idea de continuar, seguir con el
procedimiento o llevarlo adelante, para que se dicte la sentencia que resuelva la
controversia planteada ante el órgano jurisdiccional.

Así, el Código de Comercio afirma que para interrumpir la caducidad se


necesitan promociones que impulsen el procedimiento, solicitando la
continuación para la conclusión del mismo.

La dirección natural en la cual debe llevarse "la continuación" del


procedimiento, es precisamente hacia el dictado de la sentencia, en razón de
que debe tomarse en cuenta la teleología de todo procedimiento jurisdiccional,
que consiste en la solución de una controversia entre dos partes que pretenden,
en posiciones antagónicas, que se les resuelvan sus pretensiones, lo cual
sucede en el momento en que se dicta la resolución correspondiente.

Por tanto, sólo aquellas promociones que demuestran el interés o la


voluntad de las partes para que el juicio continúe y se resuelva, puede
considerarse que impulsan el procedimiento y, por tanto son susceptibles de
interrumpir el plazo para que opere la caducidad de la instancia.
En este sentido, se ha considerado que las promociones que pueden
demostrar el interés de las partes en la continuación del juicio y su resolución,
son por mencionar algunas, aquellas por las que se ofrecen pruebas, se solicita
el desahogo de las mismas, se pide el señalamiento de una fecha de audiencia,
o que se pase de una etapa procesal a otra.

Para que las promociones sean susceptibles de impulsar el


procedimiento para efectos de la caducidad de la instancia, se necesita
forzosamente, que además de los requisitos anteriores, sean coherentes con el
desarrollo de la secuela procesal, es decir, deben estar en concordancia con la
etapa procesal correspondiente; debe haber una relación directa entre lo que se
solicita y la etapa procesal en la que se hace.
Considerando que el proceso mercantil se encuentra regido por un
sistema dispositivo en el que las partes son las que deben impulsar el
procedimiento, la caducidad de la instancia es la sanción establecida a las
partes por no impulsarlo, siendo que ese procedimiento consiste en impulsar al
órgano jurisdiccional a continuar con las etapas procesales hasta el dictado de la
sentencia.

De ahí que sólo las promociones que se encuentran relacionadas con


dicho procedimiento en la etapa oportuna, son las que demuestran el interés o
voluntad de las partes para que el juicio continúe y se resuelva.

En este tenor, considerando que la razón legal de los artículos que


regulan la caducidad de la instancia es evitar que los juicios sean perpetuos,
para por un lado garantizar la seguridad jurídica de las partes, mismas que
pueden saber cuánto tiempo pueden estar sin impulsar el procedimiento sin que
se extinga la relación jurídica procesal y por el otro, evitar que los órganos
jurisdiccionales se saturen de juicios cuya resolución final no le interese
realmente a las partes.

Por tanto, la caducidad de la instancia es la sanción establecida por el


legislador por la falta de impulso de las partes a que el juicio se resuelva con una
sentencia definitiva.

En apoyo a lo antes expuesto se encuentra la tesis sustentada por el


Segundo Tribunal Colegiado en Materia Civil del Sexto Circuito, visible en la
página 1391 del tomo XXII, Julio de 2005 visible en el Semanario Judicial de la
Federación y su Gaceta, correspondiente a la novena época, que dice:

CADUCIDAD DE LA INSTANCIA EN EL PROCEDIMIENTO


MERCANTIL. LA RESOLUCIÓN QUE SE TOMA COMO PUNTO DE PARTIDA
PARA SU CONSUMACIÓN, NO NECESARIAMENTE DEBE EMITIRSE A
INSTANCIA DE ALGUNA DE LAS PARTES. El texto del artículo 1076 del Código
de Comercio, vigente a partir de la reforma publicada en el Diario Oficial de la
Federación el veinticuatro de mayo de mil novecientos noventa y seis, no señala
como elemento a considerar para que opere la caducidad de la instancia en los
juicios mercantiles, que la notificación de la última resolución pronunciada en el
procedimiento, que sirve de base para realizar el cómputo de los ciento veinte días
de inactividad para la consumación de esta figura, deba corresponder a una
determinación judicial emitida con motivo de alguna promoción de los interesados
dando impulso procesal al juicio de origen, pues el precepto de análisis alude a
cualquier resolución judicial, y en ellas quedan comprendidas las que se
pronuncian, aun sin instancia de parte, pero que de alguna manera dan
continuidad al procedimiento en que se dictan.

Resulta necesario insistir que las promociones que pueden impulsar el


procedimiento son aquellas que revelan o expresan la voluntad de las partes de
mantener viva la instancia, esto es, aquellas que tuvieran como consecuencia
activar el procedimiento y excitar al órgano jurisdiccional a continuar hasta el
dictado de la sentencia.

Por ello, para que pueda demostrarse el interés de las partes en


impulsar o continuar el procedimiento, es necesario que, además de las
características mencionadas, la promoción sea coherente con la correspondiente
secuela procesal, es decir, que la pretensión contenida en esa promoción sea
posible atendiendo al contexto del proceso en que se presenta; en
consecuencia, las promociones en las que se solicita que se inicie una etapa del
procedimiento o se realice un acto procesal, cuando aquélla ya concluyó o éste
ya se realizó, no son oportunas ni coherentes con la secuela procedimental,
porque de acuerdo al principio de preclusión que rige en los procedimientos
civiles y mercantiles, no puede reiniciarse o volverse a una etapa procesal que
ya quedó cerrada.

En tales condiciones las resoluciones o promociones que deben


considerarse son aquellas que tienen el efecto de impulsar el proceso y no a
otros, que no son aptos para interrumpir el plazo para que opere la caducidad,
como lo serían, por ejemplo, las promociones para solicitar copias, autorizar a
determinadas personas o señalar nuevo domicilio, pues si bien pudiera pensarse
que con dichas promociones se evidencia el interés del promovente en mantener
vivo el procedimiento y continuar con él, no deja de ser una apreciación
meramente subjetiva y sin sustento legal, ya que de igual manera podría
sostenerse que tales promociones pudieran presentarse, invariablemente, una y
otra vez, con el único objeto de interrumpir la caducidad y evitarla, sin tener
intención de proseguir el juicio, de ahí que la notificación a partir de la cual
comenzará a contar el término de caducidad es la relativa a los autos que
impulsen el procedimiento.

Sirve de fundamento, por identidad jurídica, la tesis de jurisprudencia


1a./J. 1/96, sustentada por la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la
Nación, visible en la página 9, Tomo III, enero de 1996, Novena Época del
Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, que dice:
CADUCIDAD DE LA INSTANCIA. SÓLO ES SUSCEPTIBLE DE
INTERRUPCIÓN A TRAVÉS DE PROMOCIONES QUE TIENDAN A IMPULSAR
EL PROCEDIMIENTO Y NO CON CUALQUIER ESCRITO (LEGISLACIÓN
PROCESAL DEL DISTRITO FEDERAL). Para que se interrumpa la caducidad será
necesario un acto procesal de las partes que manifieste su deseo o su voluntad de
continuar el procedimiento, acto que, cabe subrayar, deberá ser de aquellos que la
doctrina califica de impulso procesal, esto es, que tienen el efecto de hacer
progresar el juicio. Lo dicho se explica no sólo en función de lo que sanciona la ley,
o sea, la inactividad procesal de las partes, que de suyo revela el desinterés en
que se continúe con el asunto y que se llegue a dictar sentencia, a modo tal que si
las partes o alguna de ellas tiene interés en que no opere la caducidad,
necesariamente habrá de asumir la conducta procesal correspondiente, a saber:
impulsar el juicio mediante la promoción respectiva. También se advierte que la
naturaleza de esta última, como puede verse de la exposición de motivos del
legislador deberá ser tal que tenga el efecto de conducir o encauzar el juicio hasta
llegar a su fin natural. En efecto, la modalidad de la reforma entonces planteada
fue también en el sentido de impedir la interrupción del término de la caducidad
con promociones frívolas o improcedentes, sino sólo con aquellas que revelaran o
expresaran el deseo o voluntad de las partes de mantener viva la instancia, esto
es, que tuvieran como consecuencia activar el procedimiento y excitar al órgano
jurisdiccional a continuar hasta dictar sentencia. Además, debe tenerse en cuenta
que el impulso del proceso por los litigantes no es un deber; es sencillamente una
carga en el sentido técnico procesal del vocablo, carga que pesa sobre los
contendientes. Sobre el particular, los procesalistas distinguen poder, deber y
carga. Por el primero se crean situaciones jurídicas; por el deber se establece la
necesidad insoslayable de seguir determinada conducta para satisfacer un interés
ajeno aun con sacrificio del propio. Se tiene una carga cuando la ley fija el acto o
actos que hay que efectuar como condición para que se desencadenen los efectos
favorables al propio interesado quien, para que el proceso no se extinga y se
mantenga vivo, es condición que promueva. Así las cosas, no obsta para lo hasta
aquí sostenido que el artículo 137 bis no determine la naturaleza de las
promociones que puedan interrumpir la caducidad de la instancia, toda vez que
dicho carácter deriva de los derechos de acción y contradicción que competen a
las partes, esto es, de las facultades que como cargas procesales tienen de activar
el procedimiento para poder llevarlo hasta su terminación si quieren conseguir un
resultado favorable, de tal manera que si no la realizan no podrán obtener lo que
buscan. De entre dichas cargas es la del impulso procesal a la que se refiere la
norma en comento al aludir a las promociones de las partes, que consiste en la
actividad necesaria para que el proceso siga adelante a través de los distintos
estadios que lo componen y que es consecuencia del principio dispositivo que
domina el procedimiento civil ordinario, el cual se enuncia diciendo que el ejercicio
de la acción, su desarrollo a través del proceso, los límites mismos de la acción y
la propia actividad del Juez, se regulan por la voluntad de las partes contendientes.
Por tanto, no es cierto que baste la promoción de cualquier escrito para interrumpir
la caducidad de la instancia y que no importe su contenido siendo más que
suficiente que se dirija al expediente por cualquiera de las partes."

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