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El “boom” del e-commerce post COVID-19

Tenemos algunos años de estar predicando con clientes, colegas y profesionales, no


necesariamente abogados, nuestra tesis de que la aplicación de los nuevos servicios de
la “sociedad de la información” en el ejercicio de la asesoría jurídica y en el como se
hacen negocios en nuestro país, estaba en pleno cambio y que creíamos que esta
“revolución” estaría por entrar en auge en El Salvador en los próximos años.

Pues todo ha cambiado en cuestión de tres meses, y lo cierto es, que a partir de la pandemia
que estamos viviendo, deberemos de entender que no solo la práctica jurídica, sino también el
hacer negocios en nuestro país deberá de contar con nuevas prácticas, y que las empresas que
venden productos y servicios deberán de implementar en sus organizaciones.

Pero, para conceptualizar creo prudente empezar por una pregunta básica, y es: ¿Qué es la
sociedad de la información?
Al respecto existen varias maneras de conceptualizarlo, pero en este artículo me referiré a dos
normas en las cuales se conceptualiza:

a. El numeral 2) del artículo 1 de la Directiva 98/34/CE, define servicio de la sociedad de la


información: “” todo servicio prestado normalmente a cambio de una remuneración, a distancia,
por vía electrónica y a petición individual de un destinatario de servicios”.
b. La exposición de motivos de la Ley 34/2002 [Ley De los Servicios de La Sociedad de la
Información y de Comercio Electrónico Española (LSSI)], la define como: “todo servicio prestado
normalmente a título oneroso, a distancia, por vía electrónica y a petición individual del
destinatario, comprendiendo tanto servicios remunerados directamente por el destinatario, como
aquéllos no remunerados por sus destinatarios, en la medida en que constituyan una actividad
económica para el prestador de servicios” (Francis Lefebvre).

Los servicios de la sociedad de la información entonces constituyen entre otros, todos aquellos
servicios prestados:

Distancia, han sido plenamente estudiados y regulados en leyes, tratados, jurisprudencia y en


doctrina, o,
Por la vía electrónica, ejecutados por medios digitales, ya que no sólo se refiere a la contratación
en línea, sino que también incluyen la difusión de información en línea, envío de información
comercial por cualquier medio digital, los procesadores de búsqueda, información y datos, entre
otros.

Nos referiremos acá en específico a los servicios de contratación en línea o comúnmente


conocidos como “comercio electrónico” o “e-commerce”, ya que la coyuntura que enfrentamos
como sociedad ha obligado a encontrar otras maneras de realizar negocios de manera remota
y por medio en muchos casos de plataformas, aplicaciones digitales por todos conocidas, y esta
práctica luego de sobrepasar la crisis generado por COVID-19 no cambiará sino que se
incrementará porque las costumbres de los ciudadanos, las medidas de seguridad e higiene nos
obligarán a continuar resguardándonos y es ahí en donde las empresas que venden productos
(desde un postre hasta un electrodoméstico), y las que venden servicios (asesorías empresariales
o inclusive educativas), deberán de reinventarse y utilizar las herramientas que nuestra legislación
o en muchos casos autorregulación provea para llegar a su consumidor final.

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El comercio electrónico entonces, se convierte poco a poco no en algo sofisticado ni de uso de
empresas que innovan, sino que será una herramienta sensible y necesaria en el “doing business”
de las empresas salvadoreñas que ahora tendrán la oportunidad de abrirse al mundo por medio
de las plataformas que servirán de intermediarios para conectarlos local o globalmente.

De acuerdo con datos publicados por CONAMYPE, las MYPES generan un poco más de 850,000
empleos en el país, esto último equivale a un aporte del casi 35% del PIB, entonces el potencial
de crecimiento de los emprendimientos de este tipo al ejecutar correctamente el e-commerce
en realidad se vuelve importantísimo para salir de la crisis generada por la pandemia. El contar
con herramientas tecnológicas al alcance y con la alta capacidad de programadores que ya se
encuentran en el país, puede llegar a ser en nuestra opinión la diferencia entre sobrevivir y no
hacerlo en la nueva normalidad económica post covid-19.

Ahora bien, el hacer negocios bajo estos modelos no puede ser una práctica libre y el Estado por
medio de su potestad normativa, debe de “marcar” los límites bajo los que las empresas (pymes
y grandes) van a realizar sus actividades, lo cual a su vez dará confianza a los consumidores finales
ya sea en relación B2B o B2C, todo en un momento puntual en donde las redes sociales se han
convertido en un referente a tener en cuenta sobretodo en factores reputacionales de las
empresas.

A nivel nacional, la actividad normativa (ya establecida y la que está en discusión) contrario a lo
que podamos pensar es robusta y en nuestra opinión contiene una base sobre la cual tanto
empresas como consumidores pueden tener la confianza para realizar este tipo de negocios, la
misma debe de ir evolucionando y leyes como la de protección de datos personales y de servicios
de la sociedad de la información se convertirán en un catalizador que terminará por sustentar las
bases para tener un sistema de defensa de derechos de consumidores y empresarios (no
importando sean emprendedores, pequeños, medianos o grandes ya establecidos).

Una buena práctica de autorregulación y de cumplimiento de normas ya establecidas


localmente, conlleva a cualquier empresario a tener los siguientes componentes en su BUSINESS
PLAN LEGAL a ser implementados en cualquier de sus plataformas:

a. Términos y Condiciones. Se deberá de cumplir con el deber de informar y suministrar toda


la información necesaria para regular los términos de uso de la plataforma utilizada como base
del negocio de compra y venta de bienes o servicios.
b. Política de Privacidad. Todos los negocios digitales indistintamente tratarán datos
personales de en las relaciones “B2C”, y aunque en nuestro país no existe una ley especial que
proteja específicamente estos derechos, si existe jurisprudencia y cuerpos normativos vigentes,
como por ejemplo la Ley de Regulación de los Servicios de Información sobre el Historial del
Crédito de las Personas, que podrán dar base a la llamada “autorregulación” que todo
empresario debería de implementar. Asimismo, como hemos dicho antes, el hacer negocios
digitales conlleva efectivamente el “abrirse” a un mundo global en donde se deberán de tener
en cuenta cuerpos como el Reglamento de Protección de Datos (RGDP) si los consumidores
finales serán ciudadanos de cualquiera de los estados miembro de la Unión Europea.
c. Política de Cookies. Es otra buena herramienta de autorregulación, que en nuestra opinión
debe de ser informada y debidamente aceptada por los usuarios o consumidores finales en la
plataforma web, programa de ordenador o aplicación base del negocio.
d. Existe un tema por demás importante que las empresas prestadoras de estos servicios
deben de tener en cuenta y es el tener políticas claras que puedan ser aplicables y que le
generen al consumidor final la CONFIANZA suficiente para saber que su reclamo en caso de
haberlo será gestionado directamente por el prestador del servicio, y que de haber infracciones
cometidas existirán entes especializados en la materia que podrán en base al conocimiento
técnico de la norma aplicar la misma para castigar las infracciones que se comentan por los
prestadores de servicios. Se deberá de tener en cuenta además una política interna de seguridad
de las plataformas utilizadas, que protegerán además de los datos personales resguardados en
las mismas, los medios de pago que los consumidores finales utilizarán en sus transacciones.

Como hemos dicho antes, existen un sin número de prácticas que se pueden implementar para
cada caso que al final al no estar reguladas actualmente, son y deberán de ser políticas de
autorregulación que permitirán al empresario cumplir con estándares internacionales lo que
tendrá como consecuencia la buena reputación de su emprendimiento o negocio digital.

Alfredo Napoleón Navas Duarte


Socio ECIJA

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