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Axx apurcar el titulo de La comedia humana a una obra que se ini- cié hace cerca de trece afios, considero necesario exponer cual fué la idea directriz que la engendré, como asimismo indicar su origen y dar cuenta por anticipado del plan de dicha obra. Al hacerlo deberé esfor- zarme en mantener una actitud ecudnime, procurando no parecer in- teresado en lo que tanto me concierné; posicién que, por lo demas, no es tan dificil adoptar como acaso supongan los lectores. Verdad es que cuando la produccién de un autor es escasa el amor propio suele apo- derarse de él, pero no es menos cierto que la modestia es atributo de los autores prolificos, Observacién ésta que basta a explicar las cri ticas que Corneille, Moligre y otros grandes autores hacen de sus obras: si es imposible igualarles en sus bellas concepciones, puede aspirarse en cambio a asemejarseles en este sentimiento. La idea primera de La comedia humana surgid en mi, al principio, como un suefio, como uno de esos proyectos imposibles que se acarician y se dejan escapar; una quimera que sonrie, que muestra su rostro de mujer y que despliega al punto sus alas remontdndose a un cielo fantastico. Pero la quimera, como muchas otras quimeras, truécase a veces en realidad y entonces dicta sus mandamientos, hace patente su tiranfa, a la que hay que ceder. Tal ha sucedido en este caso, Basté para ello una simple compara- cién entre la Humanidad y la Animalidad. Serfa un error suponer que la gran querella que, en estos dltimos tiempos, se ha suscitado entre Cuvier y Geoffroi-Saint-Hilaire, reposaba 57 tnicamente sobre una innovacién cientifica. La unidad de la materia preocupaba ya bajo otros términos a los espiritus mas grandes de los dos siglos precedentes. Releyendo las obras tan extraordinarias de los es- critores misticos que se han ocupado de las ciencias en su relacién con el infinito, tales como Swedenborg, Saint-Martin, etc., y los escri- tos de los mayores genios en historia natural, tales como Leibnitz, Buf- fon, Charles Bonnet, etc., se encuentran en las ménadas de Leibnitz, en las moléculas orgdnicas de Buffon, en la fuerza vegetatriz de Need- ham, en el acoplamiento de las partes similares de Charles Bonnet, Jo bastante audaz para escribir en 1760: El animal vegeta como la planta; se encuentran, digo, los rudimentos de la hermosa ley del si para si sobre la que reposa la unidad de la materia. No hay més que un animal. El creador no se ha servido sino de un solo y tinico patrén para todos los seres organizados. El animal es un principio que toma su forma ex- terior, y, para hablar mas exactamente, las diferencias de su forma, en los medios en que esta Hamado a desarrollarse. Las especies zooldgicas resultan de estas diferencias. La iniciacién y el mantenimiento de este sistema, en armonia por otra parte con las ideas que nos hacemos acerca del poder divino, constituird la eterna gloria de Geoffroi-Saint-Hilaire, vencedor de Cuvier en este punto de Ja alta ciencia, y cuyo triunfo fué saludado por el ltimo articulo que escribié el gran Gethe. Penetrado de este sistema mucho antes que los debates a que did lugar, pude ver que, en este aspecto, la sociedad se asemejaba a la Naturaleza. gLa sociedad no hace del hombre, segiin los medios en que su accién se despliega, tantos hombres diferentes como variedades existen en zoologia? Las diferencias entre un soldado, un obrero, un administrador, un abogado, un ocioso, un sabio, un hombre de Estado, un comerciante, un marino, un poeta, un pobre, un sacerdote, son, aun- que més dificiles de captar, tan considerables como las que distinguen al lobo, al le6n, al asno, al cuervo, al tiburén, al buey marino, a la oveja, etc. Han existido, pues, y existiran siempre, especies sociales como hay especies zoolégicas. Si Buffon ha realizado una magnifica obra in- tentando representar en un libro el conjunto de la zoologia, zno estara también por hacer una obra del mismo género con respecto a la so- ciedad? Pero la Naturaleza ha establecido, para las variedades animales, limites entre los cuales la sociedad no podia mantenerse. Buffon des- cribia el leén, y luego daba remate a la leona en algunas frases; mien- tras que en la sociedad la mujer no siempre es la hembra del macho. 58 Puede haber dos seres perfectamente disimiles en un matrimonio. La mujer de un comerciante es a veces digna de serlo de un principe, y a menudo la de un principe no vale lo que la de un artista. E] estado social presenta contingencias que la Naturaleza no se permite, ya que aquél es la Naturaleza més la sociedad. La descripcién de las especies sociales era, pues, por lo menos, doble que la de las especies animales, sdlo considerando los dos sexos. En fin, entre los animales se pro- ducen pocos dramas, la confusién no se suscita entre ellos apenas; se lanzan los unos contra los otros, esto es todo. Los hombres también se lan- zan los unos contra los otros; pero su mayor o menor grado de in- teligencia hace que el combate se complique en otra forma. Si algunos sabios no admiten todavia que la animalidad se trasfunda en la Huma- nidad por medio de una inmensa corriente de vida, el tendero llega ciertamente a par de Francia, y el noble desciende a veces al tiltimo peldafio de la escala social. Ademas, Buffon ha hallado que la vida es excesivamente sencilla en los animales. El animal tiene escaso mobi- liario, no tiene ni artes ni ciencia; mientras que el hombre, por una ley que aun no se ha investigado, tiende a representar sus costumbres, su pensamiento y-su vida en todo cuanto aplica a la satisfaccién de su necesidad. Aunque Leuwenhoec, Swammerdam, Spallanzani, Réaumur, Charles Bonnet, Muller, Haller y otros pacientes zodgrafos hayan de- mostrado cudn interesantes eran las costumbres de Jos animales, los ha- bitos de cada animal son, a nuestros ojos al menos, constantemente idén- ticos en todo tiempo; mientras que los habitos, las ropas, las palabras, las viviendas de un principe, de un banquero, de un artista, de un burgués, de un sacerdote y de un pobre son enteramente diferentes y cambian a la par de las civilizaciones. Por todo esto, la obra proyectada debia presentar una triple forma: los hombres, las mujeres y las cosas, es decir las personas, y la repre- sentacién material que ellos dan de su pensamiento; en una palabra, el hombre y la vida. Leyendo las secas y enfadosas nomenclaturas de hechos Ilamados his- torias, zquién no se ha dado cuenta de que los escritores han olvidado, en todas las épocas, en Egipto, en Persia, en Grecia, en Roma, darnos la historia de las costumbres? El pasaje de Petronio sobre la vida pri- vada de los romanos excita, sin satisfacerla, nuestra curiosidad. Des- pués de haber sefialado esta inmensa laguna en el campo de la His- 59 toria, el abate Barthélemy consagré su vida a reconstruir las costum- bres griegas en Anacharsi Pero cémo hacer interesante el drama de tres o cuatro mil perso- najes que una sociedad presenta? ;Cémo agradar a la vez al poeta, al fildsofo y a las masas que quieren la poesia y la filosofia bajo ima- genes sugestivas? Si bien yo concebia la importancia y la poesia de esta historia del corazén humano, no veia en cambio ningiin medio de ejecucién, ya que, hasta nuestra época, los mas célebres escritores ima- ginativos emplearon su talento en crear uno o dos personajes tipicos, pintando un aspecto de la vida. Con tal pensamiento lei las obras de Walter Scott. Walter Scott, este bardo moderno, imprimia entonces una marcha gigantesca a un género de composiciones injustamente llamado secundario. gNo es verdaderamente mis dificil hacerle la competencia al Registro Civil con Dafnis y Cloe, Roldan, Amadis, Panurgo, Don Quijote, Manon Lescaut, Clarisa, Lovelace, Robinson Crusoe, Gil Blas, Ossian, Julie d’Etanges, mi tio Tobias, Werther, René, Corina, Adolfo, Pablo y Virginia, Jeanie Dean, Claverhoe, Ivanhoe, Manfredo y Mignon, que ordenar los hechos, los mismos poco mas o menos en todas las naciones, investigar el espiritu de leyes caidas en desuso, redactar teorfas que extravian a los pueblos, 0, como algunos metafi- sicos, explicar lo’ que es? En primer lugar, casi todos nuestros per- sonajes, cuya existencia Iega a ser mis dilatada, més auténtica que la de las generaciones en medio de las cuales se les hace nacer, no viven sino a condicién de ser una gran imagen del presente. Concebi- dos en las entrafias de su sociedad, todo el corazén humano se agita ba- jo su envoltura, y en ellos se esconde a menudo toda una filosofia. Walter Scott elevaba, pues, al valor filoséfico de la Historia la novela, esa literatura que de siglo en siglo incrusta de diamantes inmortales la corona poética de los paises en que las letras se cultivan, Ponfa en ella el espiritu de los tiempos antiguos, reuniendo a la vez el drama, el dié- logo, el retrato, el paisaje y la descripcién; hacia entrar en ella lo maravilloso y Io real, elementos ambos de la epopeya, y hacia que se codeara con la poesia la familiaridad de los més humildes lenguajes. Pero, habiendo imaginado menos un sistema que encontrado su manera en el fuego del trabajo y por Ja ldgica de ese trabajo, no pensé en ligar sus composiciones una con otra a fin de coordinar una historia completa, de la que cada capitulo hubiera sido una novela, y cada no- vela una época. Advirtiendo esta falta de encadenamiento, que por otra 60 pare no hace a ects menos grande, vi a Inver essen favorable fla ejesacda de mi oben y In piled de erarla a cabo. Aunque Aeshamiredo, por dei th por ls feundidad sorpreadente de Waber St, sempre tran a i mismo y siempre eign, no me dees pers, pues encntcebe Ls raxén do so talento en In infinite varedad ela naurlecs bana, Elza ese ayor novela del mando: pars ter focinda, Kets con esudialo, Le sodedad frances iba a ser e Bisoriador, y yo tenis que liniterme a eer el secraario. Levamtando tl inventario lu vicosy de ne vite reanend lo prizlpales fos de ea psines pntando ls caracee, scopiendo ls sues principles de Ia ovede, componiendo ios pot a reign do los Taegor de varie caracteres homoginens, lat polio legar «ect bir In historia desatads por ante hstoriadores: Ie de as costume re, Can mucin paclensia y devisn, tu a reali, sobre In Franca (il siglo, ee bo que todas echamos de menos, que Roma, Ateas, Tiro, Meni, Persia 0 i Tada 20 nos han dejado sob su eve cin, y qo, a imitacén del aba Barbdemy, hela intantado hacer tobe la Edad Medial asimoso y pciente Montel, aunque ajo uns forma poco stasiva Te trabajo no erin nada, Alenéadoe «esa reproduccin siguross, un eutitor pon Hepat 4 ser up plaor mis o reac fi, fais o meros afore, paciente 0 inrpido de Tos tpos humanos, fl narador de los dramas dela vida inca, ef arquslgo de ja foci el denominador de lk profeiones, el consigaador del bien de toa pero, para mercer lon logos que tado atta debe ambicioar, eo deka yo atudar as muones ols ran de eos efectos sci y Capea el sentido ocuko en ee inensa earn de figuras, de pasones 1 de secnce? En fi, dso de haber bused, no digo encontada, fia atin ese motor sci, jn0 ae baci precio meter sobre lo rncpee naturel y ver en qu © parton o ee acercan [a aocedades dela rela eterna, de To verdadero y de lo bal? A posar de Is exten sin de lat prema, que pudan constitu por si slas uns obra I bra, para sor comple, regueria una condién. Ast desert, Ino ‘edad bia evar consgo Ia ean de au movimiento, Ls ley del eit, ie Te hee a tl ls qo, me tere a deco, le hace igual y quis perioral home de Estado, sopove ona deci calquers acre de les coe humans, sna field abolte © wos, princpios. Magsisvlo, Hobbes, Bamuet, Leib, Kon, Montague fan le clenin gus le hombres del Eaado splicn, “Un ecitor debe a tener en moral y en politica opiniones fijas, debe cohsiderarse como un maestro de los hombres; pues los hombres no necesitan maestros para dudar”, ha dicho Bonald. He adoptado desde los comienzos como regla estas palabras, que constituyen la ley del escritor mondrquico tanto como del escritor democrdtico. Por ello, cuando se me quiere oponer a mi mismo, se encontrar que se ha interpretado mal alguna ironfa, 0 acaso se querran volver contra mi erréneamente las frases de alguno de mis personajes, maniobra peculiar a los calumniadores. En cuanto al sentido fntimo, al alma de esta obra, he aqui los prin- cipios que le sirven de baie. El hombre no es ni bueno ni malo, nace con instintos y aptitudes; la sociedad, lejos de depravarle, como ha pretendido Rousseau, lo per- fecciona, le hace mejor; pero el interés desarrolla también sus malas inclinaciones. El Cristianismo, y sobre todo el Catolicismo, que, como ya lo he dicho en El médico rural, constituyen sistemas completos de represién de las tendencias depravadas del hombre, son los mayores elementos de orden social. Leyendo atentamente el cuadro de la sociedad, vaciado, por decirlo asi, en molde directo con todo su bien y todo su mal, se deduce de él la ensefianza de que si el pensamiento o la pasién —que comprende el pensamiento y el sentimiento— es el clemento social, es asimismo su elemento destructor. En esto, la vida social se asemeja a la vida hu- mana. No se les da a los pueblos longevidad sino moderando su ac- cién vital. La ensefianza, o mejor la educacién por Institutos religiosos, es, pues, el gran principio de la existencia para los pueblos, el ainico me- dio de disminuir la suma del mal y aumentar la del bien en toda so- ciedad. El pensamiento, principio de los males y de los bienes, no puede ser preparado, domado y dirigido més que por la religién, La nica religién posible es el Cristianismo (Jéase la carta escrita desde Paris en Louis Lambert, en la que el joven fildsofo mistico explica, a propésito de la doctrina de Swedenborg, cémo no ha habido nunca més que una religién desde el origen del mundo). El Cristianismo ha creado los pueblos modernos, y él los conservara. De aqui, sin duda, la necesidad del principio monarquico. El Catolicismo y la Realeza son dos principios gemelos, En cuanto a los limites en los cuales deben en- cerrarse por las Instituciones estos dos principios, a fin de no dejarlos desarrollarse de un modo absoluto, todos comprenderan que un prefacio tan sucinto como ha de ser éste, no podria convertirse en un tratado de politica, Por ello, no debo entrar ni en las disensiones religiosas 62 ni en las disensiones politicas del momento. Yo escribo a la luz de dos verdades eternas: la Religién y la Monarquia, dos necesidades que los acontecimientos contempordneos proclaman y hacia los cuales todo es- critor de buen sentido debe intentar conducir a nuestro pais. Sin ser enemigo del sistema electivo, principio excelente para constituir la ley, yo rechazo elsistema electivo tomado como tinico medio social, y sobre todo tan mal organizado como lo esté hoy, ya que deja sin represen- tacién a considerables minorias en cuyas ideas y en cuyos intereses pensarfa un gobierno mondrquico. EI sistema electivo, extendido a todo, nos da el gobierno por las masas, el tinico que no es responsable, y en el que la tirana no tiene limites, porque su nombre es la ley. Esto me hace considerar a la Familia y no al Individuo como el verdadero ele- mento social. En este aspecto, a riesgo de ser mirado como un es- piritu retrégrado, yo me coloco del lado de Bossuet y de Bonald, en lugar de marchar con los innovadores modernos. Habiendo legado a ser el sistema electivo el tinico medio social, si yo recurriese a él, no habria que inferir la menor contradiccién entre mis actos y mi pensa- miento. Un ingeniero denuncia que tal puente esta a punto de hundirse y que hay peligro para todos en utilizarlo, y él mismo pasa por él cuando dicho puente es el tinico camino para llegar a la ciudad. Na- poleén habia adaptado maravillosamente el sistema electivo al espiri- tu de nuestro pais. Por esta raz6n, los diputados de menos significacién de su Cuerpo Legislativo han sido los mds célebres oradores de las Ca- maras bajo la Restauracién. Ninguna Cémara ha alcanzado el valor del Cuerpo Legislativo, comparéndolos hombre a hombre. El sistema electivo del Imperio es, pues, incontestablemente el mejor. Algunas personas podran encontrar algo de soberbio y de insolente en esta declaracién. Se le hardn reproches al novelista por querer ser historiador, y se le pediran cuentas de sus teorias. Yo cumplo aqui con una obligacién: esta es toda mi respuesta. La obra que he emprendido tendra la longitud de una historia, y yo tenia que dar su razén, todavia oculta, sus principios y su moral. Necesariamente forzado a suprimir los prefacios publicados para contestar a criticas esencialmente pasajeras, no quiero conservar de ellas aqui mas que una observacién. Los escritores que persiguen una finalidad, aunque ésta signifique una vuelta a los principios del pasado por lo mismo que son eternos, deben siempre despejar el terreno, Ahora bien, todo el que aporta su piedra en el dominio de las ideas, todo el que sefiala un abuso, todo 63 el que marca con una sefial lo malo para que sea suprimido, pasa siempre por ser inmoral. El reproche de inmoralidad, que jamés se le ha ahorrado al escritor valiente, es por otra parte el dltimo que queda por hacerle cuando ya st le ha dicho todo a un poeta. Si sois exacto en vuestras descripciones; si, a fuerza de trabajos diurnos y nocturnos, lograis escribir la lengua mAs dificil del mundo, se os arroja entonces la palabra inmoral al rostro. Sdcrates fué inmoral, Jesucristo fué in- moral; ambos fueron perseguidos en nombre de sociedades que ellos derribaban o reformaban. Cuando se quiere matar a alguien, se le tacha de inmoralidad. Esta maniobra, familiar a los partidos, consti- tuye la vergiienza de todos los que la emplean, jLutero y Calvino sabian bien Jo que hacian al servirse como de un escudo de los intereses mate- riales heridos! Por eso vivieron toda su vida. Al copiar toda la sociedad, aprehendiéndola en la inmensidad de sus agitaciones, sucede, tenia que suceder, que tal composicién ofrece més mal que bien, que tal parte del fresco representa un grupo culpable, y entonces la critica condena su inmoralidad, sin llamar Ja atencién sobre la moralidad de otra parte destinada a formar el contraste perfecto. Cuando Ia critica ignoraba el plan general, yo la perdonaba, tanto més cuanto que no se le puede impedir a la critica, igual que a la vista, a la palabra y al juicio, que se ejercite. Ademés, el tiempo de la imparcia- lidad no ha’ Ilegado todavia para mi. Por otra parte, el autor que no sabe decidirse a aguantar el fuego de la critica no debe ponerse a es cribir, asi como un viajero no debe ponerse en camino contando con un cielo siempre sereno. Sobre este punto, debo todavia hacer observar que los moralistas de mas conciencia dudan mucho’ de que la sociedad pueda ofrecer tantas acciones buenas como malas, y en el cuadro que de aquélla yo trazo, se encuentran mas personajes virtuosos que perso- najes reprensibles. En él, las acciones censurables, las faltas, los cri- menes, desde los mds leves hasta los mas graves, encuentran siempre su castigo humano o divino, patente o secreto, He hecho més que el historiador, ya que soy més libre. Cromwell permanecia aqui abajo, sin més castigo que el que le infligia el pensador. Y todavia se ha discutido de escuela a escuela. E] mismo Bossuet ha tenido miramientos con este gran regicida, Guillermo de Orange, el usurpador, y Hugo Capeto, ese otro usurpador, mueren tras una larga vida, sin haber ex- perimentado més recelos ni més temores que Enrique IV y que Carlos I. La vida de Catalina If y la de Luis XIV, consideradas, fallarian en contra de toda especie de moral si se las juzgase desde el punto de 64 vista de la moral que rige entre los particulares; ya que para los reyes y para los hombres de Estado, existen, como lo ha dicho Napoledn, una moral pequefia y una moral grande, Las Escenas de la vida politica estan basadas sobre esta bella reflexién. La Historia no tiene por ley, como, la novela, tender hacia el bello ideal. La Historia es, 0 debia ser, lo que fué; mientras que la novela debe ser el mundo mejor, ha dicho la sefiora Nécker, uno de los espiritus mds distinguidos del iltimo si- glo. Pero Ja novela no seria nada si, dentro de esta augusta mentira, no fuese verdadera en los detalles: Obligado a adaptarse a las ideas de un pais esencialmente hipécrita, Walter Scott ha sido falso, en lo relativo a la humanidad, en Ja pintura de la mujer, porque sus mo- delos eran cismaticas. La mujer protestante no tiene ideal. Puede ser casta, pura, virtuosa; pero su amor sin expansién sera siempre tran- quilo y ordenado como un deber que se cumple, Parece como si la Virgen Maria hubiese enfriado el corazén de los sofistas que la pros: cribieron del cielo, a ella y a sus tesoros de misericordia. En el protes- tantismo, ya no hay nada posible para la mujer después de la falta; mientras que en la Iglesia Catélica la esperanza del perdén la vuelve sublime. Esta es la razén de que no exista mas que una sola mujer para el escritor protestante, mientras que el escritor catélico encuentra una mujer nueva en cada nueva situacién. Si Walter Scott hubiese sido catélico, si se hubiese propuesto la tarea de llevar a cabo la descrip- cién verdadera de las diferentes sociedades que se han sucedido en Es- cocia, es posible que el pintor de Efia y de Alicia (las dos figuras que en sus ancianos dias se reproché haber descrito) hubiese admitido las pasiones con sus faltas y sus castigos, con las virtudes que el arrepen- timiento les indique, La pasién es toda la humanidad. Sin ella, la reli- gidn, la historia, Ja novela, el arte, serian inttiles. Al verme reunir tantos hechos y pintarlos como son, con la pasiGn por elemento, algunas personas han imaginado, muy erréneamente, que yo pertenecia a la escuela sensualista y materialista, dos aspectos del mismo hecho: el pantefsmo. Pero quizd podian, debian, engafiarse en ello. Yo no comparto en modo alguno la creencia en un progreso in- definido, en cuanto a las sociedades. Yo creo en los progresos del hom- bre sobre si mismo. Los qué quieren distinguir en mi una intencién de considerar al hombre como criatura acabada, se engafan, pues de un modo extrafio. Serafita, la doctrina en accién del Buda cristiano, me parece una respuesta suficiente a esta acusacién, bastante ligera por otra parte. 65 En ciertos fragmentos de esta larga obra he intentado popularizar Jos hechos asombrosos, puedo decir los prodigios de la electricidad que se metamorfosea en el hombre en un poder incalculable; pero los fe- némenos cerebrales y nerviosos que demuestran la existencia de un nnevo mundo moral, acaso se oponen a las relaciones ciertas y ne- cesarias entre los mundos y Dios? Ni en qué quedarfan debilitsdos por aquéllos los dogmas catélicos? Si, por hechos incontestables, el pensamiento se coloca un dia entre los fldidos que no se revelan sino por su efecto y cuya substancia escapa a nuestros sentidos, incluso re- forzados por tantos medios mecdnicos, ocurriré con esto como con la esfericidad de la tierra observada por Cristébal Colén, y como con su rotacién, demostrada por Galileo, Nuestro futuro seguir siendo el mis- mo. El magnetismo animal, con los milagros del cual me he familia. rizado desde 1820; las hermosas investigaciones de Gall, el continuador de: Lavater; todos cuantos desde hace cincuenta afios han trabajado sobre el pensamiento como los épticos han trabajado sobre la luz, dos cosas casi semejantes, Jes dan la razén lo mismo a los misticos, esos discipulos del apéstol San Juan, como a todos los grandes pensedores que han establecido el mundo espiritual, esa esfera en la que se reve- an Jas relaciones entre el hombre y Dios. Captando bien el sentido de esta composicién, habré de reconocerse que yo concedo a los hechos constantes, cotidianos, secretos 0 patentes, a los actos de la vida individual, a sus causas y a estos principios, tanta importancia como la que los historiadores han atribuido hasta ahora a los acontecimientos de Ja vida publica de las naciones. La batalla desconocida que se libra en un valle de Indre entre la sefiora de Mort- sauf y la pasidn, es quiz tan grande como la mas famosa de las bata- las conocidas (La azucena en el valle). En ésta, encuéntrase en juego la gloria de un conquistador; en la otra se trata del cielo. Los infor- tunios de los Birotteau, el sacerdote y el perfumista, son para mi los de la -humanidad. La sefiora Graslin (El cura de aldea) es la mujer toda entera, Nosotros sufrimos todos los dias como ellos. Yo he te- nido que hacer cien veces lo que Richardson no ha hecho més que una vez, Lovelace adopta mil formas, ya que la corrupcién social toma los colores de todos los medios en que se desarrolla. Por el contrario, Clarisa, esa bella imagen de la virtud apasionada, presenta lineas de una pureza desesperante. Para crear muchas virgenes, hay que ser un Rafael. En este aspecto, la literatura est quiza por debajo de la pin- tura. Por esto se me puede permitir hacer notar cuantas figuras irre- 66 prochables (como virtud) se encuentran en las partes publicadas de esta obra: Petrilla Lorrain, Ursula Mirouet, Constancia Birotteau, Eu- genia Grandet, Margarita Claes, Paulina de Villenoix, la sefiora de Ju- lio, la sefiora de La Chanterie, Eva Chardon, la sefiorita de Esgrignon, la sefiora Firmiani, Agata Rouget, Renata de Maucombe; en fin, muchas figuras de segundo plano, que no por estar menos de relieve que éstas ofrecen al lector en menor grado la practica de las virtudes domésticas. José Lebas, Ginestas, Benassis, el cura Bonnet, el médico Minoret, Pil- lerault, David Séchard, los dos Birotteau, el cura Chaperon, el jued Popinot, Bourgeat, los Sauviat, los Tascheron y muchos otros, no re- suelven el dificil problema literario que consiste en hacer interesante un personaje virtuoso? No era una pequefia tarea la de pintar las dos o tres mil figuras salientes de una época, ya que tal es, en definitiva, la suma de los tiempos que presenta cada generacién y que La comedia humana com- prenderd, Esta cantidad de figuras y de caracteres, esta multitud de existencias exigian marcos, y, perddneseme la expresién, galerias. De aqui las divisiones tan naturales, ya conocidas, de mi obra en Escenas de la vida privada, de provincia, parisiense, politica, militar, y del cam- po. En estos seis libros estan clasificados todos los Estudios de costum- bres que forman la historia general de la sociedad, la coleccién de todos sus hechos y hazafias, como hubiesen dicho nuestros antepasados. Estos seis libros responden por otra parte a ideas generales. Cada uno de ellos tiene su sentido, su significado, y formula una época de la vida humana, Repetiré aqui, aunque sucintamente, lo que escribi6, después de haberse informado de mi plan, Félix Davin, joven talento arrebatado a las letras por una muerte prematura. Las Escenas de la vida privada representan Ja infancia, la adolescencia y sus faltas, como las Escenas de la vida de provincia representan la edad de las pasiones, de los célcu- los, de los intereses y de la ambicién. Después, las Escenas de la vida parisiense ofrecen el cuadro de los gustos, de los vicios y de todas las co- sas desenfrenadas que excitan las costumbres peculiares de las capitales, en las que se encuentran a la vez el bien mas extremado y el més ex- tremado mal. Cada una de estas tres partes tiene su color local: Paris y las provincias, esta antitesis social, ha suministrado sus inmensos re- cursos. No sélo los hombres, sino también los acontecimientos prin- cipales de la vida, se formulan por tipos. Hay situaciones que se vuel- ven a presentar en todas las existencias; fases tipicas, esta es una de las exactitudes que he buscado preferentemente. He procurado dar una idea 67 de las diferentes comarcas de nuestro hermoso pais. Mi obra tiene su geografia como tiene su genealogia y sus familias, sus lugares y sus cosas, sus personas y sus hechos; como tiene su herdldica, sus nobles y sus burgueses, sus artistas y sus campesinos, sus politicos y sus ele- gantes, su ejército, jtodo su mundo, en una palabra! Después de haber pintado en estos tres libros la vida social, que: daba por mostrar las existencias de excepcién que resumen los inte- reses de varios o de todos, y que estén en cierto modo fuera de la ley comin: de aqui las Escenas de la vida politica. Concluida y revisada esta vasta pintura de la sociedad, no hacia falta presentarla en su estado de més violencia, saliéndose fuera de ella misma, bien fuese para la defensa o para la conquista? De aqui las Escenas de la vida militar, la parte menos completa todavia en mi obra, pero para la cual le sera reservado un lugar en la presente edicién,* a fin de que forme parte de ella cuando la tenga terminada. En fin, las Escenas de la vida del campo son en cierto modo el atardecer de esta larga jornada, si se me permite llamar asi al drama social. En este libro se encuentran los caracteres mds puros y la aplicacién de los grandes principios de orden, de politica y de moralidad. Tal es el zécalo leno de figuras, Ileno de comedias y de tragedias sobre el cual se elevan los Estudios filoséficos, segunda parte de Ja obra, en la que se encuentra explicado el medio social de todos los efectos en la que los estragos del pensamiento se pintan sentimiento por sentimiento, y cuya primera obra, La piel de zapa, sirve de unién en cierto modo a los Estudios de costumbres con los Estudios filosdficos por medio del eslabén de una fantasia casi oriental en la cual la vida en si misma esta pintada en su lucha con el Deseo, principio de toda Pasién. Por encima se encontrarén los Estudios analiticos, de los cuales no diré nada, ya que de ellos no se ha publicado mas que uno: la Fisiolo- gia del matrimoni De aqui a algiin tiempo, he de dar otras obras de este género. Pri- mero, la Patologia de la vida social; después, la Anatomia de los cuerpos docentes, y la Monografia de la virtud. Viendo todo cuanto queda por hacer, acaso se dird de mi lo que ya dicen mis editores: “Que Dios os dé vida!” Yo deseo Gnicamente no verme atormentado por los hombres y por las cosas, como lo estoy desde 1 Este prefacio de Balzac a su Comedia humana, asi como el estudio sobre el mismo Balzac, firmado por Teéfilo Gautier, que damos en el presente volumen, pre- ceden a la edicién de las Oeuvres complétes de H. de Balzac, publicadas en Paris Por Ve Alexandre Houssiaux, éditeur, 1870. 68 que he emprendido esta espantosa labor. He merecido, y de ello le doy gracias a Dios, que los mayores talentos de esta época, los caracteres més bellos, y sinceros amigos, tan grandes en la vida privada. como aquéllos lo son en la pablica, me han estrechado la mano diciéndome: “;Animo!” zY por qué no he de confesar que estas pruebas de amistad, asi como los testimonios dados aca y alla por desconocidos, me han sos- tenido en la empresa tanto contra mi mismo como contra injustos ata- ques, contra la calumnia que tan a menudo me ha perseguido, contra el desaliento, y contra esa esperanza demasiado viva cuyas palabras se toman por las de un amor propio excesivo? Estaba resuelto a oponer una impasibilidad estoica a los ataques y a las injurias; pero, en dos ocasiones, cobardes calumnias han hecho la defensa necesaria. Si los partidarios del perdén de las injurias lamentan que yo haya mostrado mis conocimientos en Ja esgrima literaria, varios cristianos opinan que vivimos en una época en la que es conveniente hacer ver que el silencio tiené su generosidad. A este respecto, he de hacer observar que slo reconozco como mias las obras que evan mi nombre. Fuera de La comedia humana no hay mio sino los Cuentos droldticos, dos piezas de teatro y articulos sueltos que, por otra parte, van firmados. Uso asi de un derecho incontrover- tible. Pero tal repudio, aun extendido a Jas obras en las que puedo haber colaborado, me es impuesto menos por el amor propio que por la verdad. Si se persistiese en atribuirme libros que, literariamente ha- blando, no reconozco por mios, aunque su propiedad me fué confiada, equivaldria a permitir que se dijese que dejo el campo libre a las ca- lumnias, La inmensidad de un plan que comprende a Ja vez la historia y la critica de la sociedad, el anilisis de sus males y la discusién de sus principios, me autoriza, yo creo, a darle a mi obra el titulo bajo el cual aparece hoy: La comedia humana. ;Es ambicioso? No es sino justo? Esto es lo que, terminada la obra, el pablico decidira, Honorato DE Barzac. Paris, julio de 1842.

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