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propio Señor Jesús se hizo bauti- zar por Juan

BAUR, FERDINAD-CHRISTIAN (Mt. 3:13) y lo impuso para ser ad- ministrado


en la Iglesia (Mt. 28:19). Así ha sido
Agustín de Hipona*. 2º, fomentó la
preocupación social, no sólo entre los
superiores de las comu- nidades monásticas,
sino también entre los obis- pos. Así organizó
grandes obras de caridad en hospitales,
escuelas y hostales, para lo cual él dio ejemplo
desprendiéndose de sus propios bie- nes de
fortuna.
Bib. Basilio de Cesarea, El Espíritu Santo (CN,
Madrid).
J. M. Yanguas Sanz, Pneumatología de san
Ba- silio (EUNSA, Pamplona 1983); Shirley J.
Case, Los forjadores del cristianismo, vol. I
(CLIE, Te- rrassa 1987).

BAUR, FERDINAD-CHRISTIAN Este


teólogo protestante alemán (1792-1860) fundó
la Escuela de Tubinga, famosa por su método
his- tórico-crítico del NT. Desde el año 1826
hasta su muerte, fue profesor de teología en la
Universi- dad de Tubinga, donde dio a conocer
sus ideas sobre el origen del cristianismo y de
los escritos del NT. Mediante la negación de
todo elemento sobrenatural en dichos escritos,
intentó presen- tar una interpretación puramente
«histórica» del cristianismo primitivo, basándose
en la filosofía de la historia recientemente
presentada por He- gel. La influencia de Baur
se hizo sentir entre los teólogos alemanes de su
tiempo, especialmente sus seguidores D. F.
Strauss y A Ritschl, aunque posteriormente se
apartaron del pensamiento de su maestro. En
realidad, Baur fue en teología un filósofo más
bien que un historiador o experto en la
exposición de la Biblia. La más extensa expo-
sición de sus puntos de vista se halla en los dos
grandes vols. de su obra Paulus der Apostol
Jesus Christi (Pablo, el Apóstol de Jesucristo,
1846). Fue ardientemente combatido por Godet
y Vinet, representantes del punto de vista
tradicional de la inspiración divina de las
Sagradas Escrituras. Bib. F. C. Baur,
Investigación sobre la vida de Jesús (EDICEP,
Valencia 1984).

BAUTISMO Los vocablos bautismo y bauti-


zar entraron en el cast. a mediados del siglo XIII,
procedentes respectivamente del gr. baptismós
y baptízein = zambullir, sumergir; de ahí,
bautizar. Sin entrar aún ni en el modo ni en el
tiempo de administrar el bautismo, ya en Hch.
2:41 apare- ce como el rito de iniciación
cristiana. Sobre su origen, lo más probable es
que el bautismo como lo conocemos hoy
comenzara de la mano de Juan el Bautista. El
responsabilidad pueden ser bauti-
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practicado por casi todas las denominaciones


que se precian del nombre de cristianas,
excepto en- tre algunos grupos que han
intentado sustituir el bautismo de agua por el de
fuego, basados en Mt. 3:11.
El rito del bautismo consiste esencialmente en
una confesión de fe en la Trina Deidad, de
acuer- do con Mt. 28:19, antes de ser
sumergido o, al menos, metido en el agua. Hay
quienes piensan que Hch. 19:5 es una
excepción: en el nombre del Señor Jesús, pero
quizás significa, a pesar de la prep. gr. eis con
acus., algo así como bajo la autoridad del Señor
Jesús, en contraposición a la de Juan el
Bautista. Del gr. de Hch. 8:38-39 se desprende
que el modo usual de administrar el bautismo,
ya desde el principio, era por inmer- sión. Sobre
la confesión de fe del eunuco en el Señor
Jesucristo, debo advertir que el v. 37 falta en
los mss. más antiguos y fiables. Por otra par- te,
no es probable que el bautismo de Hch. 2:41
fuese por inmersión. La Didajé (Doctrina de los
Doce Apóstoles), redactada a primeros del siglo
II (lo más probable), dice sobre el bautismo:
«Bau- tiza en agua viva (agua corriente), pero si
no tie- nes agua viva, bautiza en otra; si no
puedes en fría, en caliente. Si no tienes ninguna
de las dos, derrama agua sobre la cabeza tres
veces en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu San- to». Siempre he estado
convencido de que ésa es la práctica correcta.
En cuanto al ministro del bautismo, Mt. 3:11 da
a entender que el ministro principal es el propio
Jesucristo, pero ya en Jn. 4:2 se nos hace ver
que no era Jesús quien bautizaba, sino sus dis-
cípulos. Por supuesto, nadie puede bautizarse
a sí mismo. Lo normal es que su administración
competa al ministerio público de la iglesia local,
con lo que los pastores son los responsables de
tal administración.
La principal diferencia entre las distintas
denomi-
naciones cristianas acerca del bautismo, tiene
que ver con el sujeto: ¿Se puede bautizar a los
niños en su infancia, o es menester administrar
el bautismo a los adultos con la edad suficiente
para emitir con toda libertad y responsabilidad
una confesión personal de fe? Las
denominacio- nes adictas a la llamada
«teología del pacto» sostienen que los hijos de
padres cristianos pue- den, y deben, ser
bautizados en su temprana in- fancia. Razones
pastorales así lo demandan. Por otro lado, los
bautistas*, como defensores natos del bautismo
por inmersión, sostienen también que sólo los
adultos nacidos de nuevo y cons- cientes de su

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