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La política fiscal es el instrumento clave  del Estado para estimular la actividad económica en el país y mejorar la calidad de vida de todos

los
mexicanos. A través de las medidas tomadas por el gobierno se hace uso del ingreso público afectando a toda la población.

Dicho lo anterior en esta ocasión se les invita  a reflexionar sobre el desempeño de la política fiscal de 1980 a1990.

¿Qué política se siguió en México de 1980 a 1990 (fiscal expansionista o contraccionista)? Explica ¿cuáles fueron los efectos que tuvo sobre la
economía mexicana? 

CONTRACCIONISTA

Durante la década de 1980 a 1990 la inflación fue una variable de gran peso para la dinámica económica del país. Como punto uno, la relación
entre la variable de inflación y el PIB es negativa esto se traduce como que a mayor inflación menor PIB, en segundo lugar el resultado que arrojo la
regresión lineal es, por 1 unidad de aumento en la inflación el PIB descenderá 0.06 puntos porcentuales. Por lo tanto, para comenzar la
recuperación económica era prioridad estabilizar la inflación. En 1983 la dinámica de inflación estuvo determinada tanto por los desequilibrios
económicos y financieros que se agravaron considerablemente a fines de 1982, como por los esfuerzos realizados durante 1983 para corregirlos.
Por lo que toca a la inercia inflacionaria que era preciso contener, las condiciones del mercado cambiario imperaron en los últimos meses de 1982
afectaron desfavorablemente la evolución de los precios durante el año siguiente. La aguda escasez de divisas que se experimentaba entonces, y
los problemas administrativos inherentes al control de cambios, sobre todo en sus inicios, dificultaron considerablemente la importación de los
insumos requeridos por la planta productiva del país. Así mismo, las sucesivas devaluaciones del peso se tradujeron en una elevación del costo en
moneda nacional de los componentes importados y en una presión al alza en los precios internos de los bienes y servicios comerciables
internacionalmente. Los elementos anteriores plantearon restricciones a la oferta interna que solo podrían corregirse gradualmente, y su efecto
sobre el ritmo de la inflación se vio reforzado por la gran liquidez que había acumulado la economía a fines de 1982, como consecuencia dl enorme
déficit fiscal. Así en diciembre de 1982 y enero de 1983, los precios al consumidor se incrementaron 10.7 y 10.9% respectivamente. De haber
repetido crecimientos mensuales a los precios de ese orden durante el resto del año, 1983 se habría llegado a una inflación cercana a 250%. Por
ello, las expectativas de inflación se vieron afectadas adversamente. De hecho, al iniciarse el año, algunos analistas que siguieron de cerca el
comportamiento de la economía mexicana pronosticaban que la inflación en 1983 sería aún superior a la observada en 1982.

La magnitud de los aumentos registrados por los precios se siguió asociando a la expansión de la demanda agregada- principalmente impulsada por
el crecimiento del gasto público- que siguió haciendo frente a una oferta incapaz de responder con la misma rapidez. Por otra parte, a esto deben
de agregarse los efectos de los ajustes en la paridad cambiaria ocurridos a lo largo del año, y las alzas que se autorizaron en productos bajo control
oficial de precios –sobre todo en los bienes y servicios producidos por el sector público- con el fin principal de reducir erogaciones del sector por
concepto de subsidios, y en algunos casos, de evitar el consumo excesivo. Estos dos factores explican la intensa aceleración que el ritmo de
crecimiento de los precios experimento en la segunda mitad del año. El comportamiento de los precios en el segundo semestre se explica, como ya
se apuntó, por la influencia de los ajustes en la cotización del peso y las autorizaciones para aumentar los precios de bienes y servicios tan
importantes dentro del consumo familiar como el pan, las tortillas, la gasolina, el azúcar, y los servicios eléctricos y de transporte público. Mientras
en el período 1977-81 el índice correspondiente a los servicios aumentó en 200.6 por ciento, el de las mercancías lo hizo en 169.6 por ciento. En
1982, el fenómeno se revirtió y los incrementos fueron de 106.1 por ciento para las mercancías y de 85.4 por ciento para los servicios. En 1981, los
aumentos correspondientes fueron de 26.4 y 32.4 por ciento, respectivamente. La crisis de 1982 era la peor hasta el momento, la cual provocó una
devaluación de 3,100% en el sexenio, la inflación creció 4,030%, el poder adquisitivo decreció 70%, el PIB per cápita se encogió 10%, las
paraestatales se redujeron de 1155 a 413. “Los hechos subsecuentes en México sugieren que las medidas incluidas en el PIRE no bastan para
reducir la inflación y corregir los desequilibrios macroeconómicos. Las medidas se basaban en el supuesto de que una reducción del déficit fiscal
nominal, combinada con una gran devaluación inicial seguida de un tipo de cambio fijo, bastaría para detener la inflación y restablecer el equilibrio
en la balanza de pagos.” (LUSTING, 2002)

Lo anterior se asevera dado que; En 1982 se seleccionó, dentro de la gama existente de posibilidades, una estrategia en particularmente ortodoxa y
un conjunto limitado de objetivos. En los últimos tres años las metas fijadas bajo estos criterios no han podido satisfacerse. Si bien ha sido posible
cumplir los compromisos del gobierno frente al exterior, ello fue a costa de una gran depresión de la demanda interna. Ésta resultó muy superior a
lo requerido para pagar los intereses de la deuda externa mediante la transferencia de recursos reales al resto del mundo. Estos acontecimientos
tienen su principal origen en el énfasis puesto en la represión fiscal, que ha sido instrumento central de la política económica. Lejos de controlar la
inflación, ha contribuido a exacerbarla. Es una paradoja preocupante que cuento más incide ésta política en perpetuar la inflación a través de los
recortes en los ingresos reales, con la consecuente intensificación de las presiones de costos. Otra paradoja que amerita reflexión es la de
pretender, de manera simultánea, cubrir los intereses de la deuda externa, lo que requiere de elevados superávit en bienes y servicios no
factoriales, e instrumentar una política de liberalización comercial. La contradicción, en las actuales condiciones internacionales, solo puede
resolverse por la vía de estancamiento económico. El cambio estructural más probable que se deriva de ello es el que caracteriza a la
desindustrialización. Difícilmente se elevara la eficiencia y la productividad del sector manufacturero cuando, a causa de una política fiscal y
monetaria, la demanda interna se deprime y, a consecuencia de la comercial, una proporción creciente de esta se nutre de importaciones. En estas
circunstancias es poco lo que el mecanismo del mercado puede lograr autónomamente. Se requiere una política industrial activa, el ausente más
conspicuo de la estrategia gubernamental actual.

Fuentes:
http://www.eumed.net/cursecon/libreria/2004/cno/3a.htm
http://www.scielo.org.mx/scielo.php?pid=S0187-57952007000200006&script=sci_arttext
http://www.economiamexicana.cide.edu/num_anteriores/I-2/03_Arrau_311-378.pdf

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