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AZAHAR K. P.

ILUSTRACIONES:
NICO DOMINGUEZ
Azahar K. P.
"Tótem". 1era ed. Mendoza-San Luis, Mayo de 2018.
Instagram: Azahar K. P.

Ilustraciones de Nico Dominguez


facebook.com/putxleyendo
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AZAHAR K. P.

ILUSTRACIONES:
NICO DOMINGUEZ
T engo las piernas desnudas enterradas hasta
la rodilla en suelo fértil. La turba húmeda se
recuesta con apego sobre la piel entre los pelos,
detrás de las uñas y en los pliegues de los dedos.
La vegetación húmeda entorpece la vista del
cielo, pero la luz del sol atraviesa entre la maleza.
Por eso sé que todavía es de día. Aunque acá,
con las piernas en el barro, la penumbra es amiga
de la espera.

Entré de noche. A veces siento que por accidente y


otras me parece que las voces que me invocaron a este
espacio salieron de mí. Algunos días creo recordar que
broté. Cotiledones a los costados llenos de afecto,
pulsión, ardor. Pero me faltan las raíces. Me siento
vegetal, aunque mi cuerpo bombee sangre en
lugar de salvia.
A hí parado. Ahí parade. Ahí paradx. Bajo la
fronda. Siento el ruido del aire entre las hojas y la
humedad del espacio. Este lugar no aparecía en
el mapa. Aunque estos resquicios nunca
aparecen. Aún cartografiados, se mueven y
desplazan. Cambian su taxonomía. Se mudan las
especies que lo habitan y la tierra penetrada por
mis piernas siempre se siente diferente.

Llevo un tiempo prolongado en esta estancia


esperando las voces, las compañías, los espejos.
Siempre llegan. Esa es la única constante. Imposible
saber cuándo, porque no tienen relojes y el tiempo les
resulta una multiplicidad disonante. Es solo cuestión de
esperar. Paciente. Presente. En el suelo húmedo con la
tierra hasta las rodillas, el ruido del viento en las hojas y
la humedad del espacio. En mí.
EN SILENCIO.
EN SILENCIO.
EN SILENCIO.
E l silencio es lo más difícil. Y, aunque el
lugar está vivísimo no entender el lenguaje del
silencio me lleva a perder la cordura. Lo lleno con
toda clase de pensamientos, de tareas
minuciosas como sacarme los pelos de gata de la
remera. Y los pies húmedos y aprisionados. Y la
humedad densa que se cuela en mis fosas
nasales y es como si respirase agua. Me ahogo
de silencio, por eso grito. Y espero…porque no
quiero cavar para descubrirme los pies. Quiero
enraizar en este topos uranos de turba fértil, para
nutrirme de todo lo que el cielo, la tierra y el
espacio intermedio tienen de vivo para
alimentarme. Por eso espero, por eso callo.
P or eso, después de que me crecen branquias,
repito: “que se geste en lo oscuro del eclipse la
mirada que –acostumbrada ahora a la penumbra-
me piensa huérfano y por ello me aventura al
afecto”.

Y la luna se cierra…no es de noche pero es


penumbra. La luz tenue y la atmósfera densa. Cargada
de estática, la tierra se siente poderosa como si gestar le
fuese propio y profundo. Y cómo me suele suceder en las
esperas, registro el movimiento conocido –aunque hasta
ahora innombrable- de los ejércitos subterráneos de la
digestión. Para gestar, la tierra necesita turba fértil. Miles
de trabajadores pequeños y escondidos dentro de la
tierra me roen las piernas. Con una disciplina prusiana
me devoran, digieren y devuelven a la tierra como
producto en parte mío y en parte de ellxs.
U na disposición de avanzada por etapas, con
mandíbulas de diversos tamaños, ventosas,
lenguas húmedas. Y un dolor sordo, un ardor
evidente, una hiper sensibilidad abrumadora. Y
subrepticiamente, la hiper vigilancia inmediata de
sentir el aliento húmedo en la nuca. La bestia
silenciosa por encima de la tierra que -entre
gruñido, rabia, baba y el olor a muerto que sale de
su hocico- me acecha. No la escuché. No la sentí.
Ya inevitable, y con la pericia propia del predador,
me ahoga el grito al penetrarme con toda su
mandíbula entre el cuello y el hombro. Todos sus
dientes y el interior húmedo de su hocico y la
lengua húmeda en la espalda. Y todos los ojos
brillantes entre la maleza me miran mientras
recaigo sobre el pelaje y la sangre densa,
caliente. Recién ahí grito el desgarro.
s iempre quise ser un banquete…toda la
fauna alimentada de mi cuerpo. No muero. No
ceso. Siempre presente. Ya no hay silencio. Entre
las hojas y el viento también viajan mis gritos.
E l proceso del dolor perdura. El proceso de
la carne persiste. Desparramade en toda la
extensión de lo visible, filtrando bajo la superficie
del suelo, trasladade de a trozos perdidos y
extraños a su integridad. Alimentando. Rota, pero
en la integridad de la tierra para así poder
gestarme otros yos. Desperdigado entre la tierra,
voy a brotar para invocar lo potente e intencionar
el cuidado. Ya no seré uno, sino miles. Un
pastizal de hiedras, helechos, flores y todo tipo de
fronda. Abrigar las bestias, los insectos y
multiplicar la humedad. Soy la fuerza que
atraviesa la barrera de la superficie y aflora con
ímpetu vital de creación, de ser otro que semilla.
Soy quien sedimenta de sí para sí, en el suelo y
en el tallo. Soy la selva.
s oy la cartografía íntegra. Voy a trazar mapas
de hiedras. Encarno el nutriente en la inmensidad
de la flora. Me canto: ser todos los tonos de
verde. Ser todo y no ser nada. El Alba y el
crepúsculo. Emperador de sí que osa mapas
aunque todavía no existan. Soñador de sí,
inventor, gestor en suelo fértil de su propio arar,
de su propia siembra. Ser todo el paisaje.

Entonces voy a desmalezar, porque soy


protagonista en esta siembra. Voy a volver al sustrato
para explorar y elegir qué quiero ver crecer. El tiempo que
haga falta. Y con la intención de que el tacto y el
olfato vuelvan como sentidos yuxtapuestos. Mientras me
sienta ser esa turba fértil amiga de un tiempo múltiple y
polifónico. Saberme consistente como la tierra viva,
sosteniendo el proceso para habitar el malestar: padecer
su vitalidad y mi muerte, permitirme transmutar, gestionar
el follaje para saberme desear. Devenir el jardín más bello
y el más salvaje, donde el encuentro con lo salvaje es el
espejo conmigo misme. Donde mi muerte es preludio de
la siembra. Donde soy semilla por el placer de ser
semilla y donde devengo bosque porque quiero ser fruto
de la nutrición. Aunque desconozca los
colores, los olores, las texturas y los jugos que me
esperan mientras me boceto.

Quiero darme el permiso de repetir y recrear la


cartografía, toda la terra incógnita. Ser dorado siempre.
Saberme vegetal. Saberme boscoso. Húmedo. Una
ciénaga cósmica. Ser sedimento de mi propia
genealogía. Máquina orgánica deseante. Suelo Fértil.

Parade con la turba hasta las rodillas, voy a hundir


también las manos para moldearme un tótem.
HOY VOY A HACERME UN TÓTEM.
GESTAR
-
INVOCAR
-
DESMALEZAR
EXPLORAR
-
SOSTENER
EL PROCESO
EL MALESTAR
-
REPETIR
RECREAR
DESEAR
-
SUELO FÉRTIL.

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