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Entre la página y el lienzo: el arte que se inspira en los

grandes autores
Varias exposiciones recientes, a cargo de artistas como Joan Jonas, Bruce Nauman o Dora García,
recuerdan el vínculo inquebrantable entre esas dos disciplinas

'Emily Dickinson and the Voices of Her Time', de Lesley Dill (2016).

ÁNGELA MOLINA

6 MAR 2020 - 00:04 CET

Artes visuales y literatura comparten territorios gemelos que hacen indistinto el


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uso de un vocabulario común. La dificultad inicial de trazar una línea sobre el
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lienzo tiene su correlato en el vértigo que sufre un escritor ante la página en
blanco. El individuo que encarna a su tiempo, bien como patriarca (¿matriarca?)
del ideal de vanguardia o como narcisista enloquecido por su musa recorre las
letras universales, pero en sus fundamentos el sentido que prima no es el de la
vista sino el que recalca la materia esencial de su ser en el mundo: el tacto. Es
una ley física, la gravedad que sostiene un desnudo antes de tocar el suelo, la
complicada maquinaria del brazo que recorre una cadera, la vulgaridad de un
bodegón sobre una mesa, las crestas de los abedules que asoman a un valle.

En Al faro (1927), Virginia Woolf hace


que Lily Briscoe, la joven titubeante de
la primera visita a la residencia
veraniega del matrimonio Ramsay, se
convierta en la artista madura de la
segunda cita, cuando por fin puede
concluir el cuadro que ha empezado. El
lector quiere saber por qué se
'Venus Birth', de Álvaro Barrios (2018).
interrumpió aquella obra que tantos
problemas causó a la pintora,
problemas de volumen, o las manchas
de color que después ha de resolver de memoria, porque la cuestión de la
reproducción de la realidad ya no depende de la noción de fidelidad. Woolf
invierte los términos de la representación, porque lo que tiene en la cabeza no es
tanto un cuadro como una obra de arte verbal. “Su mente continuaba arrojando,
desde lo más hondo, escenas, nombres, dichos, recuerdos e ideas, como una
fuente cuyo surtidor se derramara sobre aquel deslumbrante e increíblemente
difícil espacio en blanco”, escribe Woolf, según la traducción de Dámaso López
en Cátedra.

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Para conseguir la fluidez que le asegura el camino correcto, la pintora no solo


hubo de seguir su propio pensamiento en todos sus descarríos, también padecer
en su propio cuerpo el rapto del tiempo, la pérdida. En su deslumbrante novela,
Woolf sigue matrilinealmente el tema explorado por Balzac en La obra maestra
desconocida (1831), Zola en La Obra (1886) y los Goncourt en Manette Salomon
(1867), donde el pintor Coriolis busca plasmar “la escena que te roza”, porque la
misión del artista es poder trazar la línea interior que represente la vida, un dibujo
más verdadero que todos los dibujos.

Arte y literatura son un mar de arena,

La misión del artista es realidad no menos borgiana que la


poder trazar la línea alegoría de un museo que pudiera
interior que represente la contener una estructura babélica y
vida, un dibujo más vacilante de líneas vivas. El tema debió
verdadero que todos los de resultar un topos posible para la
dibujos filántropa norteamericana Ann B.
Friedman, promotora del primer
museo del mundo dedicado al

lenguaje, Planet Word, que se inaugurará en mayo en el Franklin School de


Washington D.C., el histórico edificio desde cuya terraza Alexander Graham Bell
hizo, en 1880, su primera transmisión fotofónica con un sistema de teléfono
móvil. El decibelio está tan unido a la literatura como a la fibra óptica.

También en el corazón de Washington D.C., la Folger Shakespeare Library libró


hace unas semanas el premio Tell It Slant a la artista Lesley Dill (Nueva York,
1950). El nombre del premio está sacado de la célebre invocación de Emily
Dickinson, "tell all the Truth but tell it Slant" ("di toda la Verdad, pero escondida")
que con el tiempo cada artista/autor ha ido adaptando a su antojo, el más
gamberro, Billy Wilder —“si quieres decir la verdad, hazlo con gracia o te
matarán”—, quien a su vez se la apropió de Oscar Wilde. Dill utiliza las palabras
como códigos y elementos decorativos que mezcla con papeles, cables, pelo de
caballo y fotografías sobre lienzos y vestidos, en un collage visual que el público
deberá descifrar. Un recurso parecido lo emplea Joan Jonas (Nueva York, 1936)
en sus vídeo-performances, la última, Moving Off The Land II, se presentará muy
pronto en el Thyssen-Bornemisza y es una convergencia de claroscuros y textos
naturalistas (El alma del pulpo, de Sy Montgomery), poemas (Emily Dickinson,
T.S. Eliot), narraciones épico-psicológicas (Moby Dick) y teatro no que advierten
de que lo mágico y lo prosaico viven juntos, en los límites entre la imagen y la
realidad, son ardides de artista como el que propició el antiguo pintor Zeuxis en
su representación de un racimo de uvas tan real que los pájaros intentaron
comérselas.

La posibilidad de invocar la presencia


de alguien o algo que en realidad no
está ahí es un asunto central en la
historia de todas las culturas. El
irlandés James Coleman (1941) suele
combinar de forma no lineal códigos y
géneros narrativos diversos, como

'Moving Off the Land II', de Joan Jonas.


fotonovelas, relatos góticos, clichés de
la literatura romántica, historias de
detectives, teatro y folklore de su país
(Clara y Darío, 1975, Seeing for Oneself, 1987-88, Charon, 1989, Retake with
Evidence, 2007), en un reclamo del defecto y el fracaso, como querrían James
Joyce y Samuel Beckett: How try say? ("¿Cómo intentar decir?"). De este último,
Bruce Nauman (Indiana, 1941), que protagoniza una retrospectiva en el Stedelijk
de Ámsterdam que llegará en otoño a la Tate Modern, toma las claves para
algunas de sus mejores piezas (la maqueta para Habitación con mi alma afuera,
1984); y, a partir del autor del Ulises, Dora García (Valladolid, 1965) crea The
Joycean Society (2013), compuesta por una película y diez ejemplares del
Finnegans Wake que contienen cientos de horas de grabación y toda la
hermenéutica realizada por los integrantes de la Fundación James Joyce de
Zúrich en torno a la obra más cíclica y caótica jamás escrita.

Cada autor tiene su propia receta en forma de aporía, de sueño discontinuo. El


propósito no está en la luz, sino en el trance, en el proceso. Así lo quiso Virginia
Woolf en una narración perfecta de continuo vaivén hacia el faro. En el momento
en que el viudo Mr. Ramsay y sus dos hijos consiguen —supuestamente—
alcanzar la isla, Lily Briscoe es capaz de ver con absoluta claridad la imagen final
de su cuadro: una línea limpia, o el pronombre I (yo).

Moving Off the Land II. Joan Jonas. Museo Nacional Thyssen-Bornemisza y Thyssen-Bornemisza
Art Contemporary TBA21. Madrid. Hasta el 18 de mayo.

Lapsus Exposure, 1992-94. James Coleman. Mumok. Viena, Hasta el 5 de abril.

Bruce Nauman. Stedelijk Museum. Ámsterdam. Hasta el 23 de mayo.

Love With Obstacles. Dora García. Rose Art Museum. Waltham (Massachussets). Hasta el 17 de
mayo.

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