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Alvarez Valdes A - Que Sabemos de La Biblia Iii (1997) PDF
Alvarez Valdes A - Que Sabemos de La Biblia Iii (1997) PDF
¿Qué sabemos
de la Biblia? III
Ediciones
Fray Juan de Zumárraga, A.R.
México, D.F.
Colección Cn torno a la Biblia
ISBN 950-724-439-5
©1997 by LUMEN
Hecho el depósito que previene la ley 11.723
Todos los derechos reservados
El 1, el 2 y el 3
7
gún Marcos, sanó a un solo ciego en Jericó, llamado Bar-
timeo (cf. 10, 46); pero según Mateo, eran 2 los ciegos (cf.
20, 30). Según Marcos en el juicio contra Jesús se presen
taron “algunos” falsos testigos (cf. 14, 57); pero Mateo
aclara que eran 2 (cf. 26, 60). ¿Quién está contando la ver
dad? Ambos, pues mientras Marcos nos da la versión his
tórica, Mateo usa el número simbólico.
El número 3 expresa “totalidad”, quizás porque 3 son
las dimensiones del tiempo: pasado, presente y futuro. De
cir 3 equivale a decir “la totalidad” o “siempre”. Así, los 3
hijos de Noé (cf. Gn 6,10) representan a la totalidad de sus
descendientes. Las 3 veces que Pedro negó a Jesús (cf. Mt
26, 34) simbolizan todas las veces que Pedro le fue infiel.
Las 3 tentaciones que Jesús sufrió del Diablo representan
todas las tentaciones que Él tuvo durante su vida. Y a Dios
en el Antiguo Testamento se lo llama el 3 veces Santo, el
que tiene toda la santidad (cf. Is 6, 3).
El 4 y el 5
8
vientos para que soplen sobre los huesos secos (cf. Ez 37,
9), no es que haya 4 vientos, sino que invoca a los vientos
de todo el mundo. Y cuando el Apocalipsis cuenta que el
trono de Dios se asienta sobre 4 seres (cf. 4, 6), quiere de
cir que se asienta sobre todo el mundo, que la Tierra ente
ra es el trono de Dios.
El 5 significa “algunos”, “unos cuantos”, una cantidad
indefinida. Así, se dice que en la multiplicación de los pa
nes Jesús tomó 5 panes (= algunos panes). Que en el mer
cado se venden 5 pajaritos por dos monedas (= algunos pa
jaritos). Que Isabel, la madre de Juan el Bautista, luego de
su embarazo se escondió en su casa por 5 meses (= algu
nos meses). Que la samaritana del pozo de Jacob tenía 5
maridos (= varios maridos). Jesús emplea frecuentemente
el 5 en sus parábolas en este sentido indefinido: las 5 vír
genes prudentes y las 5 necias, los 5 talentos, las 5 yuntas
de bueyes que compran los invitados al banquete, los 5
hermanos que tenía el rico Epulón. Y Pablo, hablando del
don de lenguas, dice: “Prefiero decir 5 palabras (= algunas
pocas) comprensibles, que 10.000 en lenguas” (cf. 1 Co
14, 19).
El 7, el 10 y el 12
9
puede expresar la perfección del mal, o el sumo mal, como
cuando Jesús enseña que si un espíritu inmundo sale de un
hombre puede regresar con otros 7 espíritus peores, o
cuando el Evangelio cuenta que el Señor expulsó 7 demo
nios de la Magdalena.
Por su sentido de perfección, esta cifra aparece referida
frecuentemente a las cosas de Dios. El Apocalipsis es el
que más lo emplea: 54 veces para describir simbólicamen
te las realidades divinas: las 7 Iglesias del Asia, los 7 espí
ritus del trono de Dios, las 7 trompetas, los 7 candeleras,
los 7 cuernos y 7 ojos del Cordero, lo 7 truenos, las 7 pla
gas, las 7 copas que se derraman. Muchos se equivocan
cuando toman este número como si fuera una cantidad o un
tiempo reales.
La tradición cristiana continuó este simbolismo del 7, y
por eso fijó en 7 los sacramentos, los dones del Espíritu
Santo, las virtudes.
Por su parte, el número 10 tiene un valor mnemotécni-
co; al ser 10 los dedos de las manos, resulta fácil recordar
esta cifra. Por eso son 10 los mandamientos que Yahveh
dio a Moisés (podrían haber sido más), y 10 las plagas que
azotaron a Egipto. También por esta razón se ponen sólo
10 antepasados entre Adán y Noé, y 10 entre Noé y Abra-
ham, aun cuando sabemos que existieron muchos más.
Otro número simbólico es el 12. Significa “elección”.
Por eso se hablará de las 12 tribus de Israel, cuando en rea
lidad el Antiguo Testamento menciona más de 12; pero con
10
esto se quiere decir que eran tribus “elegidas”. Igualmente
se agruparán en 12 a los profetas menores del Antiguo Tes
tamento. También el Evangelio mencionará 12 apóstoles
de Jesús, que resultan ser más de 12 si comparamos sus
nombres; pero se los llama “Los Doce” porque son los ele
gidos del Señor. Asimismo Jesús asegura tener 12 legiones
de ángeles a su disposición (cf. Mt 26, 53). El Apocalipsis
hablará de 12 estrellas que coronan a la Mujer, 12 puertas
de Jerusalén, 12 ángeles, 12 frutos del árbol de la vida.
11
ra Dios. Salomón ofreció 1.000 sacrificios de animales en
Gabaón (cf. 1 Re 3, 4), y tenía 1.000 mujeres en su harén
(cf. 1 Re 11, 3).
A veces, este número puede entrar en combinación con
otros. Así, el Apocalipsis dice simbólicamente que al final
del mundo se salvarán 144.000, porque es la combinación
de 12 x 12 x 1.000, y significan los elegidos del Antiguo
Testamento (12), y los elegidos del Nuevo Testamento (x
12), en una gran cantidad (x 1.000).
Finalmente quedan algunos otros simbolismos menores.
Como cuando san Lucas cuenta que Jesús eligió a 70 dis
cípulos para enviarlos “a todos los lugares y sitios por don
de Él tenía que pasar” (Le 10, 1). No está dando una cifra
real, sino simbólica, ya que según Génesis 10, el total de
pueblos y naciones que existían en el mundo era 70. Lucas,
hombre de mentalidad universalista, al decir que Jesús
mandó 70 misioneros, quiso decir que los mandó para que
el Evangelio llegara a todas las naciones del mundo.
También san Juan encierra un mensaje cuando cuenta
que en la pesca milagrosa los apóstoles obtuvieron 153 pe
ces (cf. 21, 11). ¿Por qué tanto interés en dejar registrado
este detalle sin importancia? Es que en la antigüedad se
creía, entre los pescadores, que 153 era el número de peces
que existía en los mares. El mensaje es clarísimo para los
lectores: Jesús vino a salvar a gente de todas las naciones,
razas y pueblos del mundo.
12
Averiguar en cada caso
13
Esta posibilidad que ofrecían las lenguas bíblicas daba
lugar a juegos ingeniosos y entretenimientos originales, ya
que en cada cifra podía haber escondida una palabra. La
Biblia trae varios ejemplos de estos juegos.
Así, Génesis 14 cuenta la invasión de Palestina por cua
tro poderosos ejércitos del Oriente, que se llevaron prisio
nero a Lot, sobrino de Abraham. Cuando el patriarca se en
tera reúne 318 personas, sale en persecusión de aquéllos,
logra derrotarlos, y rescata a Lot. Ahora bien ¿pudo en ver
dad Abraham, con sólo 318 personas, vencer a los cuatro
ejércitos más poderosos de la Mesopotamia? Hay que ser
muy ingenuo para creerlo. A menos que este número sig
nifique algo. En efecto, sabemos que Abraham tenía un sir
viente heredero de todo sus bienes, llamado Eliézer (cf. Gn
15, 2). Si ahora sumamos los números que corresponden a
las letras hebreas de este nombre, tenemos: E (= 1) + L (=
30) + I (= 10) + E (= 70) + Z (=7) + R (= 200) = 318. (Los
valores asignados corresponden al alfabeto hebreo, por eso
una misma letra puede tener distintos valores.) Con lo cual
se habría querido decir que Abraham salió a combatir con
todos sus herederos; y que sus herederos, es decir, la des
cendencia de Abraham, será siempre superior a sus enemi
gos.
14
que en el éxodo de Egipto salieron 603.550 hombres, sin
contar las mujeres, los ancianos y los niños. De ser esto
cierto, habría que calcular que salieron unas tres millones
de personas de Egipto, cantidad desorbitada, probablemen
te jamás alcanzada por la población de Israel en toda su
historia. Pero si sustituimos las letras de la frase “todos los
hijos de Israel” (en hebreo: rs kl bny ysr’l) por sus corres
pondientes valores numéricos, da precisamene 603.550.
Con lo cual, diciendo que salieron 603.550 el autor quiso
afirmar que salieron todos los hijos de Israel.
San Mateo también trae uno de estos juegos. Divide a
los antepasados de Jesús en tres series de 14 generaciones
cada una, y agrega al final: “El total de generaciones son:
desde Abraham a David 14 generaciones; desde David
hasta el destierro 14 generaciones; desde el destierro hasta
Cristo 14 generaciones” (cf. 1, 17). Pero esto es imposible.
Mateo pone sólo tres nombres para cubrir los 430 años de
esclavitud en Egipto. Y sólo dos ascendientes para llenar
los tres siglos entre Salomón y Jesé.
Es que a propósito confeccionó artificialmente estas lis
tas para que dieran sólo 14 generaciones, ya que 14 es el
número gemátrico del rey David: D (= 4) + V (= 6) + D (=
4) = 14. Y como se esperaba que el futuro Mesías fuera
descendiente de David, el evangelista quiso decir que Je
sús es el “triple David”, y por lo tanto el Mesías total, ver
dadero descendiente de David.
El más famoso juego bíblico de gematría lo trae el Apo
15
calipsis, con el número 666 de la Bestia (cf. Ap 13, 19). El
mismo libro aclara que se trata de la cifra de un hombre. Y
quien se oculta detrás de ésta no es otro que el emperador
Nerón, ya que si transcribimos “Nerón César” en hebreo
obtenemos: N (= 50) + R (= 200) + W (= 6) + N (= 50) +
Q (= 100) + S (= 60) + R (+ 200) = 666.
16
De esta manera, cuando nos encontremos con números
o cifras en la Biblia debemos preguntamos si se trata de
una cantidad, un simbolismo, o un número gemátrico. Es
to nos ayudará a desentrañar mejor el sentido de la Palabra
de Dios. Y con ella, el mensaje que tiene para nuestra pro
pia vida.
17
¿CON QUIÉN SE CASÓ CAÍN,
EL HIJO DE ADÁN Y EVA?
El primer homicida
19
La expulsión de los cultivos
21
Comienza diciendo que Caín era labrador y Abel pastor
de ovejas (v. 2). Pero si ambos hermanos son hijos de los
primeros hombres, eso es imposible. Según la paleontolo
gía, los primeros seres humanos que aparecieron sobre la
Tierra hace 2.000.000 de años, vivían de la caza, de la pes
ca, y de los frutos espontáneos del suelo. La domesticación
de animales sólo surgió 10.000 años a. C., y la agricultura
más tarde aún, unos 8.000 a. C. ¿Cómo podía Caín cono
cer la agricultura y Abel ser pastor?
En el v. 4 se cuenta que Abel ofrecía a Dios los prime
ros nacidos de su rebaño y la grasa de los animales. Pero
fue en el monte Sinaí, muchos siglos después, cuando Dios
le ordenó a Moisés que el pueblo le ofreciera los primogé
nitos de los rebaños (cf. Ex 34, 19) y las grasas de los ani
males (cf. Lv 3, 12-16). ¿Cómo podía ofrecer Abel lo que
áun no estaba mandado?
Más adelante Caín invita a su hermano a salir juntos al
campo (v. 8). Pero ¿acaso habitaban ya en ciudades, cuan
do no existían más que ellos dos y sus padres?
Luego de su crimen Caín exclama: “Cualquiera que me
encuentre me matará” (v. 14). ¿Quién va a poder matarlo,
cuando hasta Abel murió y no existen más que Adán y
Eva?
Pero quizás lo que más ha asombrado a los lectores de
la Biblia es leer en el v. 17 que “Caín se unió con su mu
jer, y ella quedó embarazada”. ¿De dónde sacó una mujer
Caín? Algunos han llegado a suponer que se trata de Eva,
22
¡nada menos que su propia madre!, ya que en esa época no
habría estado prohibido el incesto.
Todo esto ha perturbado durante siglos a la gente, que
se hace tales preguntas.
El héroe Caín
23
Cuando el niño se hizo grande, se convirtió en el funda
dor de una famosa tribu beduina, llamada de los “cainitas”,
que habitaba en el desierto, al sur de Israel.
La historia incluía también su casamiento, quizás con
alguna de las muchas jóvenes pertenecientes a los clanes
que por entonces habitaban el desierto, y el nacimiento de
su hijo Henoc (4, 17).
El homicida Caín
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rativa; su papel es secundario y sin importancia; no dice
una palabra, sólo padece; Dios no le habla nunca; y su úni
ca razón de ser en el cuento es la de complementar el pro
tagonismo de su hermano.
Por otra parte, que del nombre de Abel no se dé ningu
na explicación, como se hizo con Caín. Más aún, en hebreo
su nombre significa “nulidad”, “vacío”, es decir, algo sin
consistencia. Resulta tan anodino, que ningún otro perso
naje bíblico lo volvió a utilizar jamás.
26
desobedecido a Dios; comiendo del fruto prohibido, ha
preferido su propia voluntad a la del Creador y cortó rela
ciones con Él.
Sin embargo, este diagnóstico era aún insatisfactorio.
Nuestro autor lo sabía. Decir que sólo cuando el hombre
peca contra Dios se produce un desorden en el mundo, era
decir la mitad. En cambio, con la historia de Caín, conde
nado a una vida penosa y dura por faltar contra su herma
no, pudo completar su enseñanza, diciendo que el mal tam
bién va creciendo en el mundo por los delitos contra los de
más hombres.
Por ello, al hablar de Abel destaca con insistencia su
condición de “hermano”, que es lo único que le interesa. Es
tan obsesiva esta idea, que llega a repetirla hasta siete ve
ces en ese breve texto. Como si quisiera enseñar que todo
hombre, cualquier hombre, por formar parte de la humani
dad, es hermano del resto de los hombres.
27
El de Caín y Abel tiene la misma estructura: a) manda
to de Dios (si obras bien podrás levantar la cabeza, pero si
no...); b) desobediencia del hombre (Caín mató a su her
mano); c) castigo de Dios (maldito serás lejos de este sue
lo.. .); d) esperanza de salvación (Yahveh puso una señal a
Caín para que nadie lo atacara).
Es decir, intenta proponer el mismo tema que el relato
de Adán y Eva: el origen del mal. Pero ahora con una res
puesta distinta. En aquél, el escritor sagrado explicaba que
el mal en el mundo dependía de las relaciones del hombre
con Dios. En ésta, en cambio, completa la información, y
añade que el mal no nace únicamente por la ruptura del
hombre con el Creador. Hay como un segundo “pecado
original”: es el de la ruptura de relaciones con el hermano.
Por eso en la narración de Adán y Eva, es la voz de Dios
la que advierte a los primeros padres que han pecado. En
cambio, en la de Caín, es la sangre de Abel la que lo acu
sa: “Se oye la sangre de tu hermano clamar a mí desde el
suelo.”
La pregunta de con quién se casó Caín no tiene, pues,
ninguna importancia. Éste era un dato que pertenecía al re
lato primitivo, y que quedó descolocado al ser insertado
aquí. Lo importante era su mensaje.
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Para que lo sepa el rey
29
La ampliación de Jesús
30
¿CUÁL ES EL ORIGEN DE LOS DIEZ
MANDAMIENTOS?
31
mientas son diez (cf. Dt 4,13; 10,4). Pero aquí está la pri
mera dificultad: no aparecen enumerados. Y cuando los
contamos nosotros, en realidad no aparecen diez, sino do
ce mandamientos. Estos son:
32
jandría y del historiador Flavio Josefo, ambos del siglo I.
Según ellos, el 1.° mandamiento es el que manda tener un
solo Dios (v. 3). El 2 ° prohíbe hacer imágenes y el postrar
se ante ellas (v. 4-5). El 3.° ordena no tomar el nombre de
Dios en vano (v. 7). El 4.° prescribe santificar el día del Se
ñor (v. 8). A los que van del 5 ° al 9.° los enumeran como
están (v. 12-16). Y el 10.° sería todo el v. 17, es decir, el no
desear la mujer del prójimo ni codiciar los bienes ajenos.
Esta clasificación distinguía cuatro mandamientos para
con Dios y seis para con el prójimo, y fue aceptada por va
rios escritores cristianos antiguos, como Orígenes, Tertu
liano y san Gregorio Nacianceno. Y es la que actualmente
siguen los protestantes luteranos, calvinistas y anglicanos.
La propuesta judía
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dicia de la mujer del prójimo y de los bienes ajenos.
Todos los judíos adoptaron esta segunda división, tam
bién de cuatro mandamientos para con Dios y seis para con
los hombres.
La propuesta cristiana
34
La nueva clasificación de Agustín, sólo reconocía tres
mandamientos para con Dios, mientras que los otros siete
eran para con el prójimo. Según él, una razón de conve
niencia lo llevó a esto: con tres preceptos referidos a Dios
quedaba mejor “insinuada” la Santísima Trinidad.
Esta tercera manera de dividir los mandamientos fue se
guida por casi todos los teólogos cristianos y estudiosos
medievales, y se impuso luego en la Iglesia católica.
35
expresar su fe con imágenes. Mandaba santificar el sábado,
mientras los cristianos conmemoraban como día de salva
ción el domingo, cuando Cristo venció a la muerte.
La Iglesia, pues, resolvió elaborar un nuevo Decálogo
para el catecismo, mejorándolo con lo que Cristo había su
perado del Antiguo Testamento, de la misma manera que
habían quedado suprimidos de la vida cristiana los sacrifi
cios de animales del Antiguo Testamento, el degüello de
ovejas, la quema de novillos y las sangrientas matanzas
diarias de corderos en el Templo.
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tera. La iglesia lo convirtió en la prohibición más profunda
y exigente de “no fornicar”, es decir, se proscribió la rela
ción con cualquier mujer que no fuera la propia esposa.
El 7.° “no robarás”, que en el lenguaje hebreo se refería
al secuestro de una persona, se convirtió en el más genéri
co de “no hurtar”, que incluía cualquier clase de propiedad.
El 8.° aludía exclusivamente a no dar falso testimonio
en los juicios. Por ello se le agregó “ni mentir”, para adap
tarlo a cualquier otra circunstancia de la vida.
Finalmente el 10.°, que ordenaba no desear a la mujer ni
a los demás pertenencias del prójimo, fue desdoblado en
dos: el 9.°, referido en primer lugar y solamente a la mujer,
y el 10.° sobre los demás bienes del hombre.
De esta manera la Iglesia reelaboró y actualizó el elen
co de los 10 mandamientos, para que pudieran estar a la al
tura de la nueva moral cristiana. Por eso es que no coinci
de la lista de los mandamientos de la Biblia con la que nos
enseñaron en el catecismo. Pero ¿puede la Iglesia cambiar
los diez mandamientos?
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remonia. Pero si los analizamos cuidadosamente, vemos
que en realidad parecen no corresponder a la época de
Moisés, época de peregrinación por el desierto y de vida
nómade.
¿Qué sentido tiene, por ejemplo prohibir desear la “ca
sa” del prójimo, cuando ellos como peregrinos aún no ha
bitan en casas, sino en tiendas?; sólo cuando estuvieron
instalados en la Tierra Prometida edificaron casas de mate
rial. El mandamiento de no dar falso testimonio supone
que ya existen tribunales, jueces y procesos legales, cosa
imposible durante la travesía por el desierto. Y cuando se
ordena descansar el sábado se aclara “no trabajarás ni tú, ni
tu hijo, ni tu esclavo, ni tu esclava”; pero ¿cómo podían te
ner esclavos, si todos ellos eran esclavos recién salidos de
Egipto?
Esto ha hecho pensar a los bibüstas que los diez manda-
mientos más bien pertenecen a una época posterior a Moi
sés, cuando el pueblo ya estaba instalado en Canaán, orga
nizado con normas morales y jurídicas adecuadas a una
época más moderna.
En un momento dado, ante la abundancia de leyes y la
necesidad de tener una colección breve que tratase los crí
menes más graves que ponían en peligro la vida de la co
munidad, resolvieron redactar una pequeña lista. Para ello
buscaron, entre sus leyes, todas aquellas que incluían la pe
na de muerte, es decir, que terminaban con la fórmula “así
harás desaparecer el mal de en medio de ti”.
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Los pecados mortales
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da debe morir. Así harás desaparecer el mal de en medio de
ti. (Corresponde al 6.° mandamiento).
Cf. Dt 22, 13-21: Si una joven se casa con un hombre,
y resulta que no es virgen, la apedrearás hasta que muera.
Así harás desaparecer el mal de en medio de ti. (Corres
ponde al 7.° mandamiento).
Cf. Dt 24, 7: Si un hombre rapta a otro, el ladrón debe
morir. Así harás desaparecer el mal de en medio de ti. (Co
rresponde al 8.° mandamiento).
Cf. Dt 19, 16-19: Si un testigo injusto se presenta ante
otro y da testimonio falso, lo harás morir. Así harás desa
parecer el mal de en medio de ti. (Corresponde al 9.° man
damiento).
Cf. Dt 22,22: Si se sorprende a un hombre acostado con
una mujer casada, morirán los dos. Así harás desaparecer
el mal de en medio de ti. (Corresponde al 10.° mandamien
to, después desdoblado en dos).
40
después de la muerte de Moisés.
El único mandamiento que no aparece en el Deuterono-
mio es el 3.°, sobre el descanso del sábado. Quizás porque
antiguamente no era una falta tan grave para ser un “peca
do mortal”, y no figuraba en este grupo de leyes. Más tar
de, cuando a partir del destierro la observancia del sábado
se volvió un criterio decisivo de fidelidad a Yahveh, se lo
añadió.
Con el tiempo esta lista tomó tanta importancia entre los
hebreos, que comenzaron a atribuírsela a Moisés. Lo cual
en parte era cierto ya que Moisés había sido el legislador,
y el organizador de toda la vida legal del pueblo. Por lo
tanto, decir que Moisés se los había dado en el monte Si-
naí, era de alguna manera hacer justicia con quien había si
do el gran inspirador de toda la legislación de Israel.
Así, pues, como el pueblo de Israel habría adaptado una
serie de mandamientos y se los habría atribuido a Moisés,
también la Iglesia, el nuevo pueblo de Israel, cuando lo
creyó conveniente reactualizó esos diez mandamientos pa-
I ra la vida de los cristianos católicos. En esto sigue la tradi-
[ ción de la Biblia.
41
que “Moisés bajó del monte y dijo:” (cf. 19, 25). Y a con
tinuación, en vez de hablar Moisés, aparece pronunciando
Dios los diez mandamientos: “Entonces Dios pronunció
todas estas palabras: (cf. 20. 1). Significa que lo que sigue
a continuación, los diez mandamientos dados por Dios a
Moisés, no formaban parte del relato original, y que más
tarde fueron añadidos en este lugar.
Sea como fuere, una cosa es cierta: los diez mandamien
tos se encuentran en la Sagrada Escritura, son plenamente
inspirados, y conservan toda la autoridad de la Palabra de
Dios, sea que se remonten al propio Moisés, o a las leyes
posteriores de la vida del pueblo hebreo.
Lo que en verdad importa, es que se ponga en práctica
todo lo que el texto sagrado enseña: que el hombre adore
sólo a su Creador, que no dañe a su prójimo, y que no co
dicie sus bienes.-
De Yahveh a Jesús
42
Pero el diálogo continúa. Como el joven ha observado
los mandamientos desde su infancia, Jesús le pide que de
je todo y lo siga a Él. Aquí reaparece el 1.° mandamiento.
Jesús se aplica a sí mismo la antigua exigencia de seguir
exclusivamente a Yahveh. Realiza así, una inteipretación
nueva y revolucionaria del mandamiento principal, inaudi
ta y sólo posible al Hijo de Dios. Seguir a Jesús es, pues,
el nuevo Decálogo de los cristianos.
43
¿PERMITIÓ MOISÉS EL “OJO POR
OJO Y DIENTE POR DIENTE”?
45
Tres veces de la Biblia
46
Venganzas desgarradoras
A falta de policía
47
en épocas primitivas, lo encontramos en el libro del Géne
sis. Allí se cuenta que Caín, luego de matar a su hermano
Abel, huye y se esconde. Entonces una voz, que en el libro
aparece como de Dios, pero que en realidad sería de la pro
pia tribu de Caín, exclama: “El que mate a Caín, deberá pa
garlo siete veces” (4, 15).
Y el colmo de estas sangrientas venganzas lo tenemos
en un cántico compuesto por Lamec, el hijo de Caín, que
decía: “Yo maté a un hombre por una herida que recibí, y
a un joven por un moretón que me hizo. Porque si Caín se
rá vengado siete veces, Lamec lo será setenta y siete ve
ces” (Gn 4, 23-24).
Tales prácticas pueden resultamos demasiado sanguina
rias. Pero en una época en que no existía la policía, ni una
autoridad central que pusiera orden en la sociedad, el te
mor de tales venganzas buscaba desalentar los crímenes y
frenar cualquier intento de robo o de violencia.
Ahora bien, si es cierto que el temor a estas venganzas
ponía orden en la sociedad, por otra parte se prestaba a in
numerables abusos, y generaba una espiral de videncia tal,
que con frecuencia culminaba en guerras y exterminios de
tribus y clanes enteros. Un simple golpe en la mejilla po
día desencadenar una batalla campal.
La misma Biblia nos relata cómo una joven muchacha
llamada Dina, fue raptada y violada por Siquem. Entonces
sus hermanos, para repararlo, entraron en la ciudad del vio
lador y lo asesinaron a él, a su padre y a todos los jóvenes
varones (Gn 34, 1-31).
Un gran paso para la humanidad
49
entender mejor el sentido de la Ley del Talión, es que no J
fue dictada para que la aplicaran los individuos particula- i
res, sino que estaba dirigida al juez, único encargado de
aplicarla. i
Debemos recordar que los jueces de la época antigua no
eran profesionales. No iban a la facultad, ni estudiaban de i
memoria gruesos libros de Derecho. Muchos de ellos ni si- \
quiera sabían leer.
Por lo tanto, para impartir justicia necesitaban fórmulas ]
prácticas, de fácil memorización y aplicación, es decir, pe- ]
queños “refranes” que les permitieran resolver el mayor |
número de casos posible. |
La Ley del Talión, pues, no fue promulgada para que ca
da ciudadano la aplicara por su cuenta, ni era una carta |
blanca para hacer justicia por mano propia. Fue dada para j
los jueces, a fin de que ellos decidieran en cada caso, có- 3
mo debían hacerla cumplir. Eso lo afirma el libro del Deu-
teronomio (cf. 19, 16-21).
La Ley del Talión no fue pensada para resolver cuestio-
nes personales, como a veces la aplicamos nosotros, sino
para dirimir delitos públicos en presencia de un juez. \
50 "i
Se trataba sólo de una manera de expresar que ningún
castigo debía ser superior a la ofensa recibida. Pero queda
ba librado al criterio del juez el elegir la pena justa.
Los jueces judíos afirmaban, con razón, que la aplica
ción literal de la Ley del Talión podía mover a injusticias,
ya que se corría el riesgo de privar a alguien de un ojo sa
no por un ojo enfermo, o de un diente intacto por un dien
te cariado.
Por eso la misma Biblia ya establecía otras penas com
pensatorias menos sangrientas. Por ejemplo: “El que lasti
me el ojo de su esclavo y lo deje tuerto, le dará la libertad
a cambio del ojo que le sacó. Y si le hace saltar un diente,
lo dejará libre también” (Ex 21, 26-27).
Y más adelante se establece que si un buey acornea a
una persona y la mata, los jueces pueden imponerle al due
ño del buey solamene una multa (cf. Ex 21, 28-30).
51
entendió que la venganza, por más controlada, restringida
y justa que sea, siempre genera nuevos resentimientos. Y
por ello, no tiene lugar en la vida cristiana, ni en el nuevo
orden que vino a instaurar el Señor.
Por eso en el sermón de la montaña, Jesús enseñó: “Han
oído que antes se decía: ojo por ojo y diente por diente. En
cambio, yo les digo: no le contesten al que les hace el mal.
Al contrario, si alguien te da una bofetada en la mejilla de
recha, preséntale también la otra. Al que te quiera hacer un
juicio para quitarte la túnica, déjale también el manto. Y si
alguien te obliga a acompañarlo un kilómetro, camina dos
con él” (Mt 5, 38-41).
52
tanto hay una sola manera de hacerlo: con el dorso de esa
mano. Ahora bien, según la ley rabínica, pegar con el dor
so de la mano era más humillante e insultante que hacerlo
con la palma.
Por lo tanto, lo que quiso enseñar Jesús fue que aun
cuando alguien nos dirija el insulto más grande y vergon
zoso, no debemos responder con otro insulto del mismo ti
po. En la vida no recibimos con frecuencia bofetadas, pero
sí agravios y ofensas, a veces desmedidas, equivalentes a
un golpe con el dorso para un judío. El cristiano es el que
ha aprendido a no experimentar resentimientos ni buscar
venganza alguna.
El verdadero discípulo de Jesús, es el que ha olvidado lo
que significa ser injuriado. Ha aprendido de su Maestro a
no tomarse nada como un insulto personal.
La túnica y el manto
53
biársela frecuentemente. En cambio el “manto” era una
prenda rectangular, hecha de tela gruesa. Durante el día se
la usaba sobre los hombros como parte del vestido exterior,
y durante la noche como manto para dormir. Por lo gene
ral se tenía un solo manto.
Ahora bien, la ley judía establecía que a un deudor se le
podía quitar con un juicio la túnica. Pero nunca el manto, ■
ya que podía ser pobre, y tener sólo eso para abrigarse de
noche (cf. Ex 22, 25-26).
Al ordenar Jesús simbólicamente que un cristiano entre
gue también su manto, quiso decir que no debe vivir pen- j
sando permanentemente en sus derechos, sino en sus debe- j
res. No debe vivir obsesionado por sus privilegios, sino por i
sus responsabilidades. El verdadero discípulo no es el que |
pone “sus derechos” por encima de todos, cuidando que no j
se lo “atropelle” en lo más mínimo. Es el que sabe pospo- :¡
ner aun sus derechos, cuando de esta forma puede ganar a
alguien para el Maestro. j
54
dadanos de un país ocupado tenían la obligación de prestar
cualquier tipo de servicio a las tropas de ocupación. Desde
darles alimentos o alojamiento, hasta llevar mensajes o una
carga a algún sitio. En cualquier momento un judío podía
sentir sobre su hombro el toque de una lanza de un solda
do romano. Y con esto sabía que su obligación era servir al
soldado que lo llamaba, en todo lo que él necesitara.
Esto fue lo que le ocurrió a Simón de Cirene un día que
venía del campo: fue obligado a cargar con la cruz de Je
sús, que caminaba hacia el calvario.
Lo que quiso decir Jesús fue que no debemos cumplir
nuestras obligaciones con amargura y rencor. Si se nos en
comienda una tarea que no es de nuestro agrado, no debe-,
mos asumirla como un deber odioso, rechazando interior
mente a quien nos la pidió. Ya que prestaremos el servicio,
debemos ofrecerlo con alegría. Y no lo mínimo indispen
sable, sino ir más allá, tratando de cumplir con lo que real
mente se nos ha querido pedir.
El que hace una obra de bien pero resentido y mal dis
puesto, no ha comprendido aún lo que significa la vida
cristiana.
56
¿CÓMO SE DERRUMBARON LAS
MURALLAS DE JERICÓ?
El primer obstáculo
58
¿Milagro o terremoto?
59
ricó en 1868, en una localidad llamada por los árabes Tel
Es-Sultán, a 28 km al noreste de Jerusalén, cerca del Mar
Muerto. En ese entonces era un fértil oasis recostado entre
palmeras y dátiles, con copiosas surgentes de agua que lo
convertían en un verdadero paraíso, rodeado por el tórrido
desierto de Judá.
Las primeras excavaciones fueron realizadas entre 1908
y 1910 por dos investigadores alemanes, E. Sellin y C.
Watzinger, y arrojaron resultados muy positivos.
La segunda campaña arqueológica tuvo lugar veinte
años más tarde, entre 1930 y 1936, mediante una expedi
ción inglesa dirigida por John Garstang, que también sacó
a la luz hallazgos de enorme importancia.
Pero los descubrimientos más extraordinarios los reali
zó la arqueóloga Kathleen Kenyon, en la tercera y última
campaña. A lo largo de ocho años, entre 1952 y 1959, ex
cavó intensamente toda la zona de Jericó, hasta no dejar ya
prácticamente ninguna zona estimable sin remover. Gra
cias a estas investigaciones, se pudo trazar casi íntegra
mente la historia de la ciudad de Jericó.
60
truida cerca del año 8000 a. C., el más antiguo muro defen
sivo hasta ahora conocido en la historia de la humanidad.
La colosal muralla de piedra, levantada para defenderla de
las incursiones de los nómades, medía 2 m de ancho, y te
nía adosada una torre de 9 m de altura y 8 m de diámetro.
Todavía hoy pueden verse en el lugar los veintidós escalo
nes que bajaban desde la torre al interior de la ciudad.
Se pudo averiguar, además, que los habitantes enterra
ban a sus muertos debajo del piso de sus propias casas.
Uno de los hallazgos más curiosos fue, justamente, el de
numerosos cráneos humanos, recubiertos con arcilla, como
si quisieran reproducir nuevamente la piel que una vez tu
vieron.
Esta ciudad fue destruida por la guerra, y abandonada
hacia el año 7200 a. C. Pero aquí los arqueólogos realiza
ron un segundo descubrimiento: en realidad no hubo una,
sino muchas Jericós, puesto que a lo largo de su historia la
ciudad había sido destruida y vuelta a construir numerosas
veces. Los excavadores hallaron restos nada menos que de
diecisiete Jericós, a las cuales pudieron estudiar y analizar.
Las sucesivas destrucciones y reconstrucciones de la
ciudad, muestran la importancia que tenía en la antigüedad
ese estratégico oasis, y las apetencias que despertaba la fer
tilidad de la región.
61
Las ciudades que siguieron
62
Lo que dice la historia
63
Lo que dice la fe
La verdad de la fe
65
inspirados en la procesión que todos los años realizaban,
desde el santuario vecino de Guilgal, alrededor de las rui
nas para conmemorar la conquista.
A los israelitas nunca se les hubiera ocurrido escribir
una crónica objetiva y fría de la batalla de Jericó, al moder
no estilo de nuestros historiadores. No les hubiera servido
de nada. Ellos escribían para que sus relatos fueran leídos
en el templo, en sus reuniones y grupos de oración. Y na
rrar, escueta y sobriamente, que sus antepasados al llegar a
la Tierra Prometida sostuvieron una tibia refriega con quie
nes en ese momento habitaban las ruinas de Jericó, además
de dejar de lado la visión de la fe, no habría ayudado a sos
tener ni alimentar la creencia en Dios, de los fieles.
En cambio, el relato de la procesión alrededor de la ciu
dad, el clamor del pueblo, el emocionante sonido de las
trompetas, y las murallas derrumbándose, sí que enardecía
a los lectores, excitaba y reavivaba la fe de cuantos lo es
cuchaban, y acrecentaba la confianza en Yahveh.
Y por otra parte el escritor sagrado estaba diciendo la
verdad: fue Dios quien había demolido para ellos las mu
rallas de Jericó (eso sí, varios siglos antes) en atención a
sus oraciones.
La nueva Jericó
66
que sí. Y la Biblia lo cuenta porque su caída anticipa de un
modo profético la victoria de Cristo sobre las fuerzas del
mal.
Al igual que la antigua Jericó, también hoy existe un
mundo del mal encerrado tras sus firmes fortificaciones:
las injusticias sociales, la mentira, la corrupción, el despre
cio por los más débiles, el hambre. Y esas estructuras le
vantadas, cual poderosas murallas, impiden que los hom
bres entren a la salvación, es decir, a un nuevo tipo de so
ciedad donde la dignidad de todos sea respetada, y donde
todos tengan derecho a la educación, al trabajo, y a vivir en
paz, que constituye la nueva Tierra Prometida.
La Iglesia sabe que la batalla de Jericó es eterna, que se
prolonga a través de los siglos. Y hacen falta, hoy en día,
trompetas válidas para vencer esta fortaleza injusta y per
versa: las trompetas de una predicación eficaz con el testi
monio de vida, las trompetas de la solidaridad, del servicio
y de la fraternidad.
Pero las trompetas solas no bastan. Josué ordenó un gri
to de guerra al unísono. La condición esencial para que la
Iglesia venza y debilite las estructuras injustas es, pues, su
unanimidad, su unidad.
El sonido de las trompetas prolongado durante siete días
nos muestra que con el servicio constante del anuncio del
Evangelio, el testimonio de vida, y sobre todo la unidad de
la Iglesia, puede ser destruida la soberbia Jericó, parapeta
da tras sus torres de egoísmo, de injusticias sociales y de
67
corrupción. El día que la Iglesia grite, con su ejemplo de
vida y su unidad, todo lo que sea enemigo del hombre que
dará convertido en escombros.
68
¿QUIÉNES FUERON LAS ABUELAS
DE JESÚS?
69
mente sin mayor sentido. Pero si lo analizamos, veremos
que no es así. Porque en medio de esta cadena de 42 nom
bres masculinos, la presencia de cuatro lejanas mujeres, las
únicas cuatro antepasadas de Jesús que se nombran, pro
yecta uno de los mensajes más emotivos del Nuevo Testa
mento.
70
naba el país en tiempos de Jesús, fiie siempre despreciado
por el pueblo debido a que tenía, heredada de sus antepa
sados, sangre del pueblo edomita. Este hecho llegó a fasti
diarlo tanto, que ordenó en una oportunidad destruir todos
los archivos de registros oficiales del país para que nadie
puediera demostrar que poseía una línea de antepasados
más pura que la suya.
71
Las lecciones de la historia
El Mesías escondido
72
mo lo dice al final: “El total de generaciones son: desde
Abraham a David 14 generaciones; desde David hasta el
destierro 14 generaciones; desde el destierro hasta Cristo
14 generaciones” (1, 17).
Esto no es posible. Mateo debió suprimir varios nom
bres para obtener esa cifra. Entre Fares y Naasón, por
ejemplo, no puede haber sólo tres personas para cubrir los
430 años que según el libro del Éxodo duró la esclavitud
de Egipto. Tampoco pueden sólo dos ascendientes llenar
los tres siglos que van de Salomón a Jesé.
¿Por qué razón utiliza, pues, artificialmente el número
14?
Para entenderlo hay que explicar una característica de la
lengua hebrea, que ya hemos comentado en el primer tema
de este volumen. Mientras en castellano escribimos los nú
meros con ciertos signos (1, 2, 3), y las letras con otros di
ferentes (a, b, c), en hebreo se emplean las mismas letras
para escribir los números. El 1 es la misma letra “a”; el 2,
la “b”, etc. Así, si sumamos las letras de cualquier palabra
hebrea puede obtenerse siempre una cifra, llamada “gemá-
trica”.
Ahora bien, según estos cálculos, muy conocidos y di
fundidos entre los judíos, el número gemátrico del rey Da
vid era justamente el 14, ya que en sus letras tenemos: D
(= 4) + V (= 6) + D (= 4) = 14.
Agrupando los nombres en 14, Mateo encontró una ele
gante e ingeniosa manera de decir a los judíos que Jesús
73
era descendiente de David, y por lo tanto, el verdadero Me
sías. Más aún, al reunirlos en 3 listas de 14, como el 3 sim
bólicamente significa “totalidad”, el evangelista quiso de
cir que Jesús es el “triple David”, y por lo tanto el Mesías
total, el auténtico y verdadero descendiente de David.
74
cer las mujeres. Por eso la presencia de nombres femeni
nos en la de Jesús es un hecho sorprendente y revoluciona
rio. Y si indagamos quiénes fueron estas mujeres, su apa
rición nos deja aún más estupefactos. Ellas son: Tamar, la
incestuosa (v. 3); Rahab, la prostituta (v. 5); Rut la exco
mulgada (v. 5); y Betsabé, la adúltera (v. 6).
La abuela Tamar
75
prometió un cabrito a cambio de sus favores. Y como seña
le dejó su bastón, su cinturón y su sello identificatorio.
Cuando más tarde él le envió el cabrito como pago, ella ya
no estaba, y no hallaron ni noticias de ninguna prostituta en
ese lugar.
Pero de esta unión ella quedó embarazada. Al enterarse
Judá de que su nuera esperaba un hijo, se enfureció, y aver
gonzado exclamó: “Sáquenla de la casa y quémenla viva.”
Tamar, entonces, activó la segunda parte de su plan. Envió
un mensaje a su suegro: “El dueño de este bastón, este cin
turón y este sello es el padre del hijo que espero en mis en
trañas.”
Así consiguió un hijo Tamar, la incestuosa. Y así salvó
su vida. ¿Mujer perversa o astuta? ¿O simplemente mujer?
Lo cierto es que Mateo puso el escandaloso nombre de Ta
mar entre los antepasados de Jesús.
La abuela Rahab
La abuela Rut
77
Pero si bien su moral era intachable, tenía algo vergon
zoso para cualquier judío: era extranjera. Peor aún, perte
necía a los moabitas, uno de los pueblos más odiados por
los judíos. Tan despreciables eran, que la misma ley judía
los había excomulgado para siempre, y no se les permitiría
jamás formar parte de la fe de Israel. El mismo libro del
Deuteronomio mandaba: “Los moabitas no serán admiti
dos en la asamblea de Yahveh ni aun en la décima genera
ción. No serán admitidos nunca jamás.”
Esta mujer, excomulgada y despreciada, fue elegida por
Mateo para figurar entre las predecesoras de Jesús.
La abuela Betsabé
Era una mujer hitita, esposa de Unas, oficial del rey Da
vid (2 Sm 11). Vivía con su esposo en Jerusalén, cerca del
palacio del rey. Era muy hermosa, tan hermosa que el rey
David se enamoró perdidamente de ella. Aprovechando
que Unas había marchado a la guerra el rey mandó a lla
marla al palacio, y ambos en complicidad se unieron amo
rosamente.
Ella, entonces, quedó embarazada. Para evitar el escán
dalo, David hizo venir a Unas del frente de batalla y le dio
unos días de vacaciones en su casa, a fin de que éste con
viviera con su mujer un tiempo razonable y cubriera las
apariencias. Pero Urías se opuso a este privilegio, sabien
do que sus soldados estaban en plena guerra.
78
Ante esto, el rey hizo que lo mandaran nuevamente a la
lucha, a la zona más fragorosa y de mayor peligro. Así mu
rió Urías, y David pudo quedarse con Betsabé.
Tiempo después un profeta, mediante una conmovedo
ra parábola le hizo ver a David su crimen y su gravísimo
pecado. David, humildemente, reconoció su culpa, se arre
pintió y pidió perdón.
Betsabé proporcionó a David mucho amor. Pero tam
bién muchas intrigas, celos, lágrimas y dolor. Y Mateo ubi
có a esta mujer adúltera como la cuarta antecesora de Je
sús.
79
que Jesús proviene también de la miseria humana, de lo
peor de Israel, de lo más bajo y ruin.
Por la genealogía uno comprendía la grandeza de una
persona, su pasado ilustre, su abolengo. Aquí sólo se ve el
aprobio que arrastra la parentela de Jesús.
Sin embargo, hay un gesto de gran delicadeza en la
mención de estas mujeres por Mateo. Se trata de un recuer
do intencional. Es como si de entrada quisiera dejar en cla
ro cuál fue la misión de Jesús, y su programa de vida. Más
allá de su historia personal, estas abuelas suyas tienen una
realidad simbólica que las trasciende. En el amor y el do
lor, en el pecado y en la alegría, en el perdón de cada una,
se nos retrata la historia de la humanidad peregrinante y su
friente, pecadora y esperanzada, la gran familia de la que
forma parte el Señor.
El evangelista quiso mostrar que Jesús no se avergonzó
jamás de sus parientes, ni de contar entre su familia a gran
des pecadores. A todos los aceptó así como fueron* Y a to
dos los estrechó en un abrazo eterno, único, sentido, como
no queriendo soltarlos jamás. Y que Mateo se encargó de
registrar en su genealogía, para siempre.
¿EL ÁNGEL DEL SEÑOR
LE ANUNCIÓ A MARÍA?
La audacia de Zeftrelli
81
de la anunciación tengamos a mano. A quien desde niños
nos acostubramos a mencionar, cuando al rezar el “ánge
lus” decimos: “El ángel del Señor le anunció a María...”;
al comunicador más grande de la historia.
Sí. Zefirelli se había atrevido demasiado.
82
Para que se note el embarazo
Un diálogo repetido
83
El saludo “alégrate” (v. 28) está sacado del profeta So-
fonías (cf. 3, 14). La expresión “El Señor está contigo” es
del libro de los Jueces (cf. 6, 12), cuando un ángel se le
aparece a Gedeón. “No temas” (v. 30) es la frase que el án
gel Gabriel le dice a Daniel al presentársele (cf. Dn 10,12).
“Nada hay imposible para Dios (v. 37) lo encontramos en
Gn 18, 14 cuando un ángel le anuncia a Abraham que le
nacerá un hijo.
El mensaje del ángel a María “concebirás y darás a luz
un hijo, al que podrás por nombre.. (v. 31) es la frase del
ángel a Agar, la esclava de Abraham (cf. Gn 16, 11). Y la
continuación: “él será grande, será llamado Hijo del Altísi
mo, el Señor le dará el trono de David, su padre, reinará so
bre la casa de Jacob por los siglos, y su reino no tendrá fin”
(v. 32-33) son una clara alusión a la profecía de Natán al
rey David, prometiéndole en nombre de Dios un sucesor en
el tumo y el reinado eterno de su linaje (cf. 2 So 7,12-16).
Lucas ha recopilado, así, frases importantes del Antiguo
Testamento referidas todas a intervenciones de Dios en la
historia, y con ellas ha tejido un relato sobre la más gran
de de las intervenciones divinas en la humanidad.
84
mada “relato de anunciación”. Se trata de un esquema fijo,
estereotipado, artificial, que aparece varias veces en la Bi
blia. Cuando alguien quería contar que un ángel o un en
viado de Dios se aparecía a algún personaje bíblico para
darle un mensaje, no podía hacerlo de cualquier manera.
Debía respetar un esquema ya prefijado.
Pongamos un ejemplo. Cuando alguien quiere hoy re
dactar una carta, generalmente empieza colocando arriba a
la derecha, el lugar desde donde escribe y la fecha de emi
sión. Luego abajo a la izquierda el saludo al destinatario,
casi siempre con la palabra “querido” o “estimado” y el
nombre. Sigue el cuerpo de la carta. Y finalmente envía los
saludos y coloca la firma. Dentro de este esquema uno se
expresa libremente, pero no se sale de él. Al ver estos ele
mentos, uno se da cuenta de que está frente a una carta.
85
4) Una objeción, que el personaje pone, y que servirá
para que se aclare mejor el mensaje.
5) Un signo, que el ángel da al personaje para confir
marle que viene de Dios.
Cada vez que Dios realiza una “anunciación”, es decir,
anuncia algo a alguien mediante un mensajero, la Biblia lo
cuenta siguiendo estos cinco pasos.
También a María
A los jueces
87
Y a los sacerdotes
88
mente el mensaje central, el trasfondo esencial. Pero los
cinco elementos de su estructura no son ciertos, ni son his
tóricos, sino que responden a un cliché artificial.
En el caso de María ¿qué es lo que se quiere afirmar?
¿Cuál es lo central y verdadero? Lo que se busca anunciar
y aclarar es la personalidad de Jesús, su ser, su figura. Pre
tende decir que el niño concebido por María es el Hijo de
Dios, es también el Mesías que Israel esperaba, y que en Él
se cumplen todas las expectativas del Antiguo Testamento.
Ahora bien, qué sucedió realmente en el momento de su
concepción, cómo se enteró María de su embarazo espiri
tual, cómo descubrió el misterio del Hijo de Dios en sus
entrañas, y las circunstancias que rodearon al hecho, no
son cosas que Lucas intente contar. Y los detalles persona
les y psicológicos de María en su preñez quedarán sumidos
en el misterio para siempre.
89
riencia tenía en Dios? ¿Por qué se pregunta qué significa
ría su saludo, tan conocido en el Antiguo Testamento?
Se han ensayado varias explicaciones. Para unos, sería
la turbación lógica de un ser humano ante un enviado de
Dios. Pero entonces debería más bien alegrarse. Para otros
sería la reacción de pudor de una muchacha que ve entrar
a un hombre cuando ella está sola en su habitación. Pero a
esto se objeta que los ángeles no tienen sexo. Finalmente
están quienes dicen que sería la modestia de María de ver
que Dios se ocupaba de ella.
Hoy sabemos que su turbación es sólo un detalle artifi
cial que forma parte del esquema ficticio de la anuncia
ción. Para Lucas, María tenía necesariamente que turbarse
porque así lo exigía el segundo elemento del género litera
rio. Esto indicaba que el enviado venía realmente de Dios,
es decir, de una esfera trascendente.
No conocía varón
90
Como única salida, algunos suponen que ella había he
cho en cierto momento de su vida un voto de virginidad
perpetua y, en consecuencia, el embarazo estaba fuera de
sus perspectivas. Así se ha interpretado durante siglos la
pregunta sorprendida de María. Pero esta hipótesis es com
pletamente equivocada, y hace tiempo que la exégesis bí
blica renunció a ella.
En primer lugar, Lucas no dice una palabra de ningún
voto de virginidad de María. En segundo lugar, la ausencia
de hijos entre los judíos era una señal de maldición. Un vo
to de virginidad es algo absolutamente desconocido entre
los judíos, y nunca fue valorado ni tenido como virtud.
¿Cómo María iba a ofrecer algo a Dios que era mal visto
según su cultura y su mentalidad?
Por más vueltas que se le dé, si el diálogo ocurrió real
mente, la objeción nos sumerge en un problema insoluble.
En cambio, las dificultades se desvanecen al compren
der que la narración, por seguir el esquema literario de la
anunciación, debe incluir siempre una objeción por parte
del que recibe el anuncio, para que el enviado pueda dar
una explicación mejor de su mensaje.
De este modo, la objeción no es una objeción real de
María, sino el recurso que emplea Lucas para explicar me
jor a sus lectores la filiación divina de Jesús, es decir, que
Jesús no sólo es el Mesías descendiente de David, sino el
verdadero Hijo de Dios desde el mismo momento de su
existencia en el vientre de María.
91
Cuesta poco y vale mucho
92
¿BAUTIZÓ JUAN EL BAUTISTA
A JESÚS?
94
Para ello, cada evangelista debía tener en cuenta los
destinatarios a quienes escribía, y los problemas particula
res de la comunidad a la que dedicaba su Evangelio.
Con esta clave de lectura en la mano, tratemos ahora de
comprender qué sucedió realmente.
95
mandar a su hijo en persona. Con este detalle Marcos que
ría decir que ese hombre que se estaba bautizando venía
nada menos que de los Cielos, de junto a Dios.
96
Sin que nadie se enterara
97
Lo malo de entender mal
98
ció literario donde Jesús mismo pudiera dar una explica
ción. Para ello ambientó una escena en la que Juan trata de
impedir el bautismo preguntando: “¿Por qué vienes tú a
mí, si soy yo el que necesita ser bautizado por ti?” (3, 14).
Era la angustiosa pregunta, que en realidad no había hecho
Juan a Jesús el día del bautismo, sino que se la hacía toda
la gente. La respuesta de Jesús, que más bien era la res
puesta de Mateo a la gente preocupada de su comunidad,
fue: “Déjalo así, porque conviene que se cumpla toda jus
ticia.”
Con esto Mateo explicaba que el bautismo era voluntad
de Dios. Aun cuando Jesús no tenía pecado, se presentó co
mo un penitente cualquiera en medio del pueblo, a fin de
identificarse con los hombres. Cargaba con los pecados de
todos ellos, y fueron éstos los que fue a lavar con su bau
tismo. ¿Acaso no había profetizado Isaías que Él “sería
contado entre los malechores”? (53, 12). Cristo era así el
representante de la humanidad pecadora.
El propósito de su bautismo, pues, quedaba aclarado por
el mismo Jesús: quiso hacerse uno más entre los pecadores.
Mateo hizo además una segunda modificación. Si según
Marcos la visión de los Cielos y la audición de la voz que
siguieron al bautismo habían sido percibidas sólo por Je
sús, según Mateo todos los presentes vieron que se abrían
los Cielos, y toda la gente oyó la voz de Dios, que ahora no
decía “Tú eres mi Hijo” como en Marcos, sino “Éste es mi
Hijo” dirigiéndose a todos. Así, todos eran testigos de la
99
superioridad del Señor sobre Juan. Sólo la visión del Espí
ritu en forma de paloma sigue siendo, en Mateo, propia de
Jesús. De los otros dos sucesos se enteró el pueblo entero.
Discípulos en disputa
101
ciones de Dios. Con este detalle quiso desviar la atención
del hecho mismo del bautismo para centrarla en la figura
majestuosamente orante de Jesús.
Por último, completa el proceso iniciado por Mateo, ya
que el pueblo presente aquel día no sólo ve los Cielos
abiertos y oye la voz, sino incluso ve al Espíritu Santo, des
cender sobre Jesús “en forma corporal de paloma”. Ahora
los tres acontecimientos son públicamente conocidos.
Ahora ante todo el mundo está claro que sólo Jesús es el
centro y la cumbre de la escena.
102
Por otra parte, tampoco las respuestas del nuevo evan
gelio de Lucas satisfacían del todo a la gente, que seguían
cuestionando la actitud de Jesús de hacerse bautizar.
Por eso cuando el Apóstol Juan compuso el cuarto y úl
timo evangelio, precisamente en Éfeso, donde las comuni
dades joaninas eran fuertes, decidió cortar por lo sano, e hi
zo lo que ningún otro evangelista se atrevió: suprimió el re
lato del bautismo de Jesús. En efecto, es el único de los
cuatro que no lo menciona. Solamente lo supone. Dice que
en cierta oportunidad Juan el Bautista vio venir de lejos a
Jesús, y entonces le dijo a la multitud: “Ese que viene ahí
es el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo. He
visto al Espíritu que bajaba del Cielo como una paloma y
se quedaba sobre Él” (1, 29.32). Pero ¿cuándo vio al Espí
ritu descender sobre Él? El evangelista calla. Sobre el con
flictivo problema del bautismo prefiere guardar un pruden
te silencio.
103
dida en este acontecimiento vivido por Jesús.
Conservando el relato primigenio cada uno le dio forma
distinta, lo retocó y amoldó, no según su propio parecer, si
no según el mismo Espíritu Santo los inspiraba. No lo
adaptaron porque les resultaba más cómodo, ni por el afán
de alterar la realidad, sino porque Dios los movía para que
su palabra fuera comprendida cada vez más por la gente.
Es la forma como predicaron los primeros evangelistas.
Es la forma como debemos hacerlo nosotros. No tanto sa
lir a repetir lo que dice la Biblia, sino más bien tomar los
hechos que leemos en las Sagradas Escrituras, que para los
ajenos resultarían incomprensibles, y después de hacerlos
carne, y amoldarlos a nuestra vida, y asimilarlos, difundir
los convertidos en gestos comprensibles por todos los
miembros de la comunidad.
104
¿FUE TENTADO JESÚS
POR EL DIABLO?
Ni buenas ni malas
106
mente al Templo de Jerusalén (cf. Mt 4, 5). ¿Cómo lo
transportó? ¿Alzándolo? ¿Volando? Esto exigiría aceptar
que el Diablo realizó un portento impresionante. ¿De dón
de sacó poder para obrar milagros, cuando la tradición bí
blica sostiene que sólo Yahveh puede hacerlos? (cf. Sal 72,
18; 86,10; 136, 4).
En la tercera tentación se lo presenta al Diablo lleván
dolo esta vez a un monte alto, donde le muestra todos los
reinos y países del mundo (cf. Mt 4, 8). ¿Existe en la Tie
rra esta extraordinaria montaña, desde donde se pueda con
templar semejante espectáculo?
¿Y cómo pudo Jesús permanecer cuarenta días en el de
sierto sin comer y sobre todo sin beber? La deshidratación
no perdona a nadie. A menos que Jesús haya hecho un mi
lagro para no sufrirla, pero entonces ¿qué sentido tenía su
ayuno? Hubiera sido una mera burla.
Finalmente, ¿cómo se enteraron los discípulos de este
duelo en el desierto? ¿Andaba Jesús contando estas intimi
dades personales?
107
giosa, una idea válida para la vida de los creyentes, que tro
piezan con sus tentaciones en el desierto de la vida.
En primer lugar, Jesús tuvo tentaciones, no un solo día,
sino todos los días de su vida. Él mismo les dijo una vez a
sus apóstoles: “Ustedes me han acompañado a lo largo de
todas mis tentaciones, por eso les daré un Reino como mi
Padre me dio a mí” (Le 22, 28-29). ¿En qué tentaciones lo
acompañaron sus apóstoles? No ciertamente en las del de
sierto, donde aparece solo, sino a lo largo de su vida públi
ca.
En efecto, por los evangelios sabemos que quisieron
tentar a Jesús muchas veces. Como cuando “se le acerca
ron los fariseos y saduceos para tentarlo y le pidieron una
señal en el cielo” (Mt 16, 1). O la vez que le preguntaron
“para tentarlo: ¿puede uno por cualquier motivo divorciar
se de su mujer?” (Mt 19,3). O cuando Él contestó a los que
le interrogaban si había que pagar o no los impuestos:
“¡Hipócritas! ¿Por qué me tientan?” (Mt 22, 18). O el día
en que le trajeron a una mujer sorprendida en adulterio
“para tentarlo” (Jn 8, 6).
El porqué de 3
109
las aguas del Jordán al bautizarse (cf. Mt 3, 13-17), entra
en el desierto cuarenta días (cf. Mt 4,1), conducido por el
Espíritu de Yahveh, donde tuvo tres tentaciones (cf. Mt 4,
1-11; Le 4,1-13).
¿Y por qué Jesús viene a reemplazar al antiguo Israel?
Porque éste había fracasado. Cada vez que había tenido
tentaciones en el desierto, había salido derrotado. En cam
bio, Jesús sale victorioso de esas mismas tentaciones. Por
eso, ahora El forma el nuevo pueblo, la nueva raza de hom
bres, y puede realizar el programa liberador encomendado
por Dios al antiguo Israel, el cual no había podido llevarlo
a la práctica por su infidelidad.
La tentación de la montaña
113
por vencerlas, tiene luego despejado el camino hacia el
éxito, y asegurado el triunfo final, como Jesús.
Basados en su vida
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sacando más pan, y redujera sólo a eso su misión.
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La tercera tentación, la del facilismo, en la que el Dia
blo le propone conquistar todos los reinos del mundo sin
sufrimientos ni sacrificios, simplemente adorándolo, la su
frió cuando Simón Pedro, al oir a Jesús que anunciaba su
futura pasión y sufrimientos, le aconsejó que no se dejara
matar en la cruz, sino que conquistara el mundo de un mo
do más fácil. Jesús, luego de pensarlo, le contestó: “apár
tate de mi vista, Satanás” (cf. Mt 16, 21-23). El Diablo en
realidad fue, esta vez, el mismo apóstol Pedro.
116
cen la Palabra de Dios, gracias a la cual, Jesús pudo ven
cer los embates del Diablo.
117
¿HUBO CATACLISMOS EL DÍA QUE
MURIÓ JESÚS?
Fenómenos insólitos
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funtos resucitaron. Y saliendo de los sepulcros después de
la resurrección de Él, entraron en la Ciudad santa y se apa
recieron a muchos” (Mt 27, 51-53).
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ganos con sus lógicas aberraciones, como la prostitución
sagrada.
En esta situación de desigualdades sociales y perversión
religiosa, Amos anuncia un mensaje de parte de Dios: todo
el país está corrompido y se ha depravado, pero las cosas
no van a durar mucho más. Dios está preparando una inter
vención grandiosa en el mundo. Está proyectando un “día”
en el que actuará sobre la Tierra para poner fin a este esta
do de injusticia y perversión.
Y a fin de que pudiera reconocerse la llegada de ese mo
mento, dejó una señal en una de sus últimas profecías: “Su
cederá aquel día, que en pleno mediodía yo haré ponerse el
sol, y a la luz del día cubriré de tinieblas la Tierra” (Am 8,
9).
La gente, entonces, empezó a aguardar la llegada de ese
nuevo amanecer, en que Dios libraría a todo el pueblo de
su dolor y de las injusticias. Comenzó a memorizar la se
ñal y a añorar ese oscurecimiento. Y pasó a llamarlo “el día
de Yahveh”.
El terremoto
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el 587 a. C. el pueblo de Israel fue llevado cautivo a Babi
lonia, y durante cincuenta años degustó el sabor amargo del
destierro. A su regreso a la patria, comenzaron las reyertas
y disensiones entre los que volvieron del cautiverio de Ba
bilonia y los que nunca se habían ido. Un espantoso egoís
mo reinaba en el país. Se presentaron muchos falsos profe
tas predicando y confundiendo al pueblo, que los seguía en
el culto a los ídolos y el abandono de la auténtica fe.
Entonces en tomo al año 300 a. C., surgió un nuevo pro
feta anónimo en Palestina. Los estudiosos lo llaman el deu-
tero Zacarías (deutero = segundo), porque su predicación
fue incorporada, en un segundo momento, al final del libro
de Zacarías (en los capítulos 9 al 12).
En medio de la gente, habló de la necesidad de purificar
el corazón. Y en una de sus últimas predicciones (cf. Za
14, 1-21), vuelto hacia el futuro, da a conocer que el “día
de Yahveh” no está muy lejos; que Dios vendrá pronto a la
ciudad de Jerusalén, hará su entrada triunfal como un gue
rrero, salvará a su pueblo que sufre injusticias y persecu
ción, y purificará la ciudad de sus pecados. Será el final de
la historia (cf. Za 14,7), el día sin ocaso, el fin del mundo,
y el comienzo de una nueva era.
Cuando eso suceda, las piedras se partirán, especial
mente las piedras del Monte de los Olivos, ubicado al fren
te de Jerusalén (cf. Za 14,4).
Así, el deutero Zacarías predijo la tercera señal del día
de Yahveh.
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Las tumbas que se abren
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veh: “Así dice el Señor Yahveh: yo voy a abrir las tumbas
de ustedes, los haré salir de sus tumbas, y los llevaré de
nuevo al suelo de Israel” (Ez 37,12).
Este vidente, en el punto culminante de sus anuncios,
agrega así una cuarta señal a las tres ya dadas por los pro
fetas anteriores sobre el “día de Yahveh”. Se trata, cierta
mente de una metáfora, un anuncio simbólico en la con
ciencia de la gente, que seguía con ansias aguardando la
llegada de la nueva era de Dios, y del final de los tiempos.
126
i
[
so, y por eso persigue a los santos de Dios (cf. 7, 25). Pe
ro Dios ya ha fijado el fin de la persecución (cf. 8, 17), y
con ella el fin de toda la historia. El rey enemigo será pron
to exterminado (cf. 8, 25), y vendrá el final de los tiempos
(cf. 11, 40). Llegará el Reino de Dios, y se acabarán las
desdichas y los sufrimientos, pues el Señor vivirá para
siempre al lado de los suyos.
Daniel da una señal sobre aquellos santos que murieron
dolorosamente en la persecución: “muchos de los que
duermen en el polvo de la tierra se despertarán” (Dn 12,2).
Es la primera vez en toda la Biblia que se anuncia la resu
rrección de los muertos. Podemos imaginar el impacto que
produjo este anuncio entre los judíos, que fijaron para
siempre el recuerdo de este hecho como signo de la llega
da del “día de Yahveh”.
Evocando el fin
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historia para juzgar al mundo, que había dado comienzo la
nueva era.
AI escribir san Mateó su Evangelio, comprendió que
con la muerte y resurrección de Jesús, Dios había ya juz
gado al mundo, se había introducido para siempre en la
historia de los hombres, y había inaugurado un nuevo tiem
po. Así pues, al contar los detalles de la crucifixión de
Cristo, inspirado por Dios añadió aquellas simbólicas pro
fecías de fenómenos extraños que, como buen judío que
era, conocía desde su niñez. De ese modo, sus lectores in
terpretarían la muerte del Señor como el principio del final
de los tiempos.
Ciertamente, sólo un judío podría entender este lengua
je de temblores, oscuridad y cuerpos que resucitan. Por eso
Mateo es el único de los evangelistas que cuenta tales por
tentos, pues escribe para un público judío. En cambio los
otros tres, que se dirigen a un público más amplio, los omi
ten, con excepción del detalle de la oscuridad.
El lenguaje de la Biblia
130
PREGUNTAS PARA REFLEXIONAR
Y DISCUTIR EN GRUPO SOBRE LOS
TEMAS BÍBLICOS TRATADOS
132
¿Quiénes fueron las abuelas de Jesús?
1) ¿Qué función ocupan las genealogías en la Biblia?
En nuestra sociedad, ¿sirve de algo tener antepasados no
bles?
2) ¿Qué lugar ocupaba la mujer en la sociedad de la
época de Jesús? ¿Qué lugar ocupa en la nuestra?
3) ¿Cómo es nuestra actitud frente a aquellos hermanos
nuestros menos “santos” que nosotros?
133
3) A ejemplo de los evangelistas, ¿cómo debe adaptar y
actualizar un catequista, el mensaje de Cristo al mundo de
hoy?
134
índice
El primer homicida.................................................19
La expulsión de los cautivos...................................20
Una figura desfigurada................................... ....... 20
El enigma de una esposa .................... ................... 21
El héroe Caín ......................................................... 23
El homicida Caín ................................................... 24
El hermano que faltaba...........................................25
Plagio en nombre de Dios.......................................26
El segundo pecado original....................................27
Para que lo sepa el rey ...........................................29
La ampliación de Jesús...........................................30
El primer obstáculo................................................ 57
El ardid insólito...................................................... 58
¿Milagro o terremoto?................................. .......... 59
Cuando las palas hablan ........................................59
La primera ciudad del mundo.................................60
Las ciudades que siguieron.....................................62
Lo que dice la historia......................... ..................63
Lo que dice la fe ............................ ........................ 64
La mejor manera de decirlo ................................... 64
La verdad de la f e ............................... ................... 65
La nueva Jericó................ ........... ...... ...................66