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catequista

Ser catequista: una misión trascendente, un reto y


una gran responsabilidad.

Ser catequista no es cualquier cosa: tienes en tus


manos lo más importante de la educación de los
niños, pues lo que ellos aprenderán de ti no sólo les
ayudará a conseguir una nota aprobatoria o un título
universitario, sino que les ayudará a ser
verdaderamente felices en esta vida y a conseguir la
felicidad eterna. ¿Puede existir algo más importante?

Ser catequista es un reto y una gran responsabilidad,


pues el mensaje que estarás transmitiendo a tus
alumnos es el mensaje de Jesucristo y estarás
influyendo no sólo en su intelecto, sino que llegarás a
su espíritu, a su corazón, a su alma y podrás
colaborar de una manera eficaz con el Espíritu Santo
en la transformación en Cristo y para Cristo del
corazón de cada niño.

El catequista debe ser el mejor de los maestros, pero


no solamente eso, sino un verdadero apóstol, que sea
capaz de ver en sus alumnos a las almas que
Jesucristo quiere que guíe hacia Él.

Por todo esto, ser catequista no se puede tomar a la


ligera. Para ser educador de la fe, se necesita un
compromiso personal, serio, meditado y profundo.

"No son ustedes los que me han elegido a mí, soy Yo


el que los ha elegido para que vayan y den fruto, y
este fruto permanezca".

Decálogo para el Catequista

1. Cuidar mi vocación de catequista con la oración y la


formación permanente.

2. Estudiar y amar la Palabra de Dios como fuente


principal de la catequesis.

3. Crecer en el amor a Cristo, a la Iglesia y a cada


hermano.
4. Desarrollar mi vida espiritual con la vivencia de los
sacramentos y la participación activa a favor de la
comunidad cristiana.

5. Dar testimonio de Cristo en toda circunstancia.

6. Trabajar en común unión con los sacerdotes y mis


hermanos en la fe.

7. Preparar con seriedad y creatividad todos los


encuentros catequísticos.

8. Participar con entusiasmo en los encuentros de


formación, de oración y de programación de las
catequesis.

9. Servir con humildad y respeto, confiando más en la


acción del Espíritu Santo que en mis méritos.

10. Revisar y purificar mis motivaciones para evitar la


rutina y la autosuficiencia.

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