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Introducción Pentecostés
Introducción Pentecostés
La palabra pentecostés viene del griego pentecoste que significa “el día cincuenta”. En su origen,
en el Antiguo Testamento, era una fiesta en la que el pueblo de Israel celebraba el pacto de la
alianza con Dios en el Sinaí. Pero, a partir del acontecimiento de Pentecostés en Jerusalén, se
convirtió para los cristianos en la fiesta del Espíritu Santo que celebramos hasta el día de hoy.
Pero… ¿qué ocurrió? Recordemos un poco, después de la Pasión los apóstoles estaban aterrados
de ver morir a Aquel Jesús con el cuál habían convivido, el cuál habían visto hacer milagros,
curaciones, Aquel Jesús que les había dicho que era Dios. Tras la Resurrección hasta la Ascensión
el Señor se les aparecerá múltiples veces a los apóstoles para animarlos, consolarlos, y sobre
todo, repetirles: ¡No tengan miedo! Y mandarlos a bautizar en el nombre del Padre y del Hijo y
del Espíritu Santo (Mt 28, 19-20)
No es la 1era vez que el Señor les habla del Espíritu Santo, antes de su Pasión ya se los había
advertido: “Os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito”
“Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa.” (Jn 16, 7.13)
Hasta que llegó el gran día: De repente vino del Cielo un ruido como una impetuosa ráfaga de
viento. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre
cada uno de ellos; se llenaron todos de Espíritu Santo y se pusieron a hablar en diversas lenguas,
según el Espíritu les concedía expresarse.” (Hch. 2, 2-4)
A partir de ese momento, el Espíritu Santo hizo de los temerosos apóstoles testigos valientes de
Cristo. En poquitísimo tiempo se bautizaron miles de personas: era la hora del nacimiento de la
Iglesia.
El Espíritu Santo es el santificador. Es Aquel que vivifica y dirige la Iglesia. El Espíritu Santo nos
santifica por medio de la gracia, de las virtudes y de sus dones. Acompañemos al Señor esta
noche en la espera del Paráclito y supliquémosle cada uno de sus dones para que nos ayude a
alcanzar nuestro ideal de santidad.