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Exposición de china guía

La extraordinaria reducción de la pobreza registrada durante las décadas recientes en


China ha sido resultado primordialmente de las reformas económicas.

A lo largo de la gran parte del siglo XX, esa nación padeció un prolongado estancamiento
productivo que mantuvo a la mayoría de su población en la penuria.

El sistema socialista controlaba la economía mediante la planificación central y la


propiedad de los medios de producción. La injerencia gubernamental sobre la vida
económica y social era avasallante y alcanzó su máximo nivel bajo la presidencia de Mao
Zedong, durante los años cincuenta y sesenta.

Con el programa Gran Salto Adelante, ese gobernante buscó transformar al país de una
economía agraria a una industrial. Como la mayor parte de la población era rural, el plan
combinaba la colectivización de la tierra, basada en un sistema de comunas cuya
generación agrícola subsidiaba el consumo de las ciudades, con metas manufactureras.

Un objetivo seleccionado fue alcanzar el liderazgo en la producción acerera,


sobrepasando al Reino Unido. En cada comuna se establecía la obligación de crear
hornos domésticos de acero.

Los recursos de producción eran tan limitados que muchas familias se veían obligadas a
recurrir a acciones desesperadas, como quemar puertas o ventanas de sus casas a fin de
atizar los hornos o fundir los utensilios de cocina para cumplir con las cuotas del metal.

El experimento de colectivización fue un desastre que condujo a una hambruna, causando


la muerte de decenas de millones de personas. No obstante, el fracaso de la estrategia de
mando probó ser la semilla de un cambio hacia un ambiente de gradual libertad
económica.

Tras su llegada al poder en 1978, el presidente Deng Xiaoping aplicó una serie de
cambios empezando por el campo. Bajo el Sistema de Responsabilidad Familiar, se
privatizó parcialmente la tierra, mediante la asignación de derechos de explotación de
predios, igualitariamente distribuidos entre los hogares.

Cada familia tenía un monto de producción agrícola que el gobierno apoyaba con
fertilizantes e insumos subsidiados y lo compraba a un precio elevado. La selección del
cultivo era libre. Además, las familias podían producir más y vender los excedentes a
otras personas o al gobierno.

Posteriormente, se liberó la actividad económica en las ciudades, permitiéndose la


generación de negocios. Se crearon zonas especiales en la costa, otorgando facilidades
fiscales, se liberalizaron los precios, y se abrió la economía a la inversión extranjera y al
comercio exterior.

Se admitió de forma regulada a migrantes rurales para trabajar o hacer negocios en las
ciudades, a condición de que se pudieran sostener. Empero, la migración ha rebasado los
registros permitidos.

Si bien el crecimiento económico alcanzó tasas significativas sólo a partir de mediados de


los años ochenta, impulsado por la orientación de China al exterior, la disminución de la
pobreza inició y se derivó preponderantemente de las reformas en el campo.

En particular, la pobreza se redujo al ritmo más elevado durante la primera parte de esa
década, cuando la producción agrícola se incrementó de forma extraordinaria, como
respuesta a los incentivos que tuvieron los campesinos de percibir las ganancias de su
trabajo.

Otro episodio de disminución notable de la pobreza ocurrió a la mitad de los años


noventa, cuando aumentaron los precios agrícolas internacionales.

El resultado social de las reformas ha sido espectacular. La proporción de indigentes,


según la Línea de Pobreza Internacional de 1.9 dólares de consumo diario, pasó de 88
por ciento en 1981 a 2. por ciento en 2015. En ese lapso, más de 800 millones de
personas superaron la miseria.

Una característica de la mejora en el nivel vida de China es que ha dependido de los


cambios económicos y no de programas de alivio a la pobreza. Si bien en años recientes
se han introducido algunas medidas para atenuar la pobreza, especialmente la de los
migrantes rurales, éstas no han representado la clave del éxito en la transformación social
de esa nación.

No existe un modelo de desarrollo económico único que sirva de receta a todos los
países. El sistema político y la idiosincrasia de China hacen particularmente riesgoso
tratar de trasplantar sus políticas a otras latitudes.

No obstante, una lección válida para cualquier economía es la necesidad de reconocer el


poder de los incentivos. La experiencia de China recuerda que no es el tutelaje
gubernamental sino el empoderamiento y la iniciativa de los individuos lo que, en última
instancia, les permite mejorar su condición.

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