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PROFESIÓ N: ARRIEROS DE BETANIA!

Por Luis Gonzalo Henao Henao

Una vez necesité bajar una carga de café de la cumbre a la Cooperativa y “El Quemao”
me dijo, espere yo llamo a “La Rata”. Obviamente me asusté un poco y le pregunté a
quién se refería. Como me vió asustado me dijo sonriendo: -Tranquilo Marcelito, la
Rata es una persona muy amable, se llama Santiago Gó mez y es un arriero el berraco,
el le baja esa carga de café en una mula que tiene acá cerca-. Pues así fue. Ahí conocí
yo un verdadero arriero: Andaba con cotiza de cuero (¡!), camisa abierta, machete al
cinto y paruma de cuero ademá s de sombrero de cañ a. Traía una mula que parecía
alimentada con lo mejor del campo: Grande, robusta, oreji parada, casco pequeñ o. La
Rata se apoyaba a cada paso de un zurriago que tenía un hermoso palo labrado y
terminaba con cabeza de pá jaro.

Después de este episodio me quedó sonando el tema y en una entrevista con Anibal
Romá n, con Pablo Alvarez (Pablo Roñ a) y otros amigos de la mulada, me di cuenta que
Betania tiene una gran tradició n arrieril que muchos desconocemos. Un arriero era
un campesino que en las fincas descubría que le gustaba tratar con los animales de
carga y aprendía a amarrar bultos de muchas y variadas características.

Ahí me acuerdo de mi vereda El Pedral Abajo y có mo se enfrentaban Eduardo


Cá rdenas (El Amarillo) con Nando Cañ ola o Manuel Osorio(Tolete) y Misael Rojo para
ver quien terminaba primero de cargar el café en el patio de la casa, con todos los de la
familia mirando y gritando. Lo berraco era que cuando cargaban la mula y tenían que
bajar la carga hasta la carretera, ellos se montaban otro bulto al hombro y cogían
camino abajo arriando y diciendo palabrotas al pobre animal.

Pero cuando la carga se hacía sobre la Enjalma era hasta fá cil. Aprendí como se hacía
la enjalma en mis largas charlas con el papá del “Musi”, Miro Henao, el “enjalmero”
que tenía su lugar de trabajo al frente de “Gato Negro”, la cantina que había antes de
llegar a la bomba de La Cuarenta. Eso era todo un arte. Pero las enjalmas había que
“domarlas”, así se le decía al proceso de ajustarlas al lomo de la mula.

Otra cosa muy diferente era cargar las mulas con cañ a. Ahí tuve que recurrir a las
artimañ as utilizadas por el famoso Selso Cano y el recordado Faelo (có mo se
llamaba..?). Me enseñ aron que para eso había que utilizar sobre la enjalma una
angarilla, fabricada en madera para formar una especie de silla que se ajustaba con
una sobrecincha. Esa es toda una cultura y un vocabulario especial. En la finca
familiar aprendí de los accesorios de la enjalma que eran el pretal para amarrar
delante del cuello; la grupa bajo la cola del animal; la cincha para el tó rax, y
la retranca para retener la carga en los descensos. La lía era un lazo de cabuya para
atar los bultos por pares y enseguida se tenía la sobrecincha o sobrecarga,
generalmente un lazo de cuero, que remataba en un “garabato”. Como yo soy zurdo,
mi papá Marcelo Henao y mi Tío Rafael, se cansaron tratando de enseñ arme có mo se
hacía el círculo con la sobrecarga para pasar el garabato con la cincha por debajo de la
mula. Siempre lo hice al revés.

Con Israel Restrepo y Luciano aprendí a respetar a esos arrieros que se iban con 15 o
20 mulas por el camino que bajaba de Betania al Guadualejo. Salían madrugaditos y
sobre la angarilla instalaban a cada mula dos cajones, uno a cada lado de la enjalma.
Llegaban al río y mientras los animales bebían sedientos, ellos apretaban las enjalmas
y comenzaban a empacar piedras como armando un rompecabezas. Cuando ya
calculaban el peso con el que podía la respectiva mula seguían con la otra y así
sucesivamente. Ya al medio día, los que arrancan camino arriba. Epa! Parriba pues
orejinegra! Oe, Oe, Oeeeeeee! - Cuando el camino se repechaba demasiado, la actividad
del arriero llenaba los caminos de sabiduría: -Nelson! Ayudale a la colimocha! Esa
hijueputa se va a mataaaaar!!! – Tocaba ponerle el hombro al cajó n y empujar hacia
arriba para que la carga se nivelara. Todo eso mientras la mulita se esforzaba por no
despeñ arse. Era dura la faena. En la Fonda de las Picas don Anselmo Florez ya les
tenía aguapanela con limó n. Las mulas sabían cuando el arriero se detenía. Ellas
hacían lo mismo y paraban a resollar, como tomando aire porque lo duro de la trepada
faltaba. Los esperaba la subida de La Cascajosa. Su nombre lo dice todo. Así se
construyó el primer atrio que le conocimos al templo parroquial.

Pero otro andar era cargar madera. De eso sabían muy bien Carlos Palacio, Gildardo
Vélez y Don Mariano que se recorrieron el territorio cargando “rastras” de madera, es
decir, ocho tablas a un lado y ocho tablas al otro, cuidando por todo el recorrido que
no se salieran del camino porque peligraba la carga y la vida de la mulada. Se trajo
mucha madera a este pueblo para construir las viviendas. Que yo me acuerde, me tocó
conocer la casa de Doñ a Mira Vallejo, la Esquina de Martín Chalas, la Casa que había en
lo que hoy es “El Balcó n”. Era de madera y esa casa la consumió un incendio que
quemó hasta la esquina de La Españ ola. Otra era la vivienda del segundo piso del
granero de Manito. Ademá s, las viviendas de segundo piso eran todas “entabladas”,
las de Avelino Marín, las de Rodrigo y Arcadio Sanchez, la de Luis Escobar en la
esquina de la Farmacia, la casa encima del Clarita y aquella donde vivió toda la vida
Erasmo Agudelo, la de Martín Loaiza al frente de Los Soles .

Hay familias de Arrieros. Los Tabares han sido muy arrieros todos. William, Orlando,
Ruberley, Nelson Tabares y otro apodado “El Indio” (Uno de nuestros desaparecidos).
Han tenido sus pesebreras, sus “coches”, otra forma de carga que ya afortunadamente
no se utiliza. A pesar de que las carreteras y sus vehículos han desplazado bastante el
arte de la arriería. No se crea. Todavía los encontramos sacando café, cañ a, panela,
transportando ladrillo a las fincas donde el vehículo veredal no entra. Entre ellos
recordando a sus colegas de antes: A Cuchimbi que se hizo famoso porque era el
arriero má s bajito del suroeste, medía 1.45, pero se alzaba los bultos de yuca má s
grande que él. En las fiestas daba demostraciones de sus habilidades junto con Canito
su compañ ero de arriería, ante el aplauso de propios y extrañ os.

Si usted habla con los arrieros, en medio de aguardienticos, le cuentan a uno sus
historias. Todos recuerdan que las mulas de Luis Escobar tenían amansador propio.
Era un arriero conocido como “El Diablo”. No había mula brava a la que no domara
para luego enjalmarla mansamente. Eso si, arriero que se respete lleva su escapulario
en el zurriago o en el cuello para que la virgen del Carmen le proteja en esas cogidas
de noche por los caminos. Pero ni de fundas le pida a un arriero que pase a las 12 de
la noche por el alto de la Corneta en el Tablazo, que transite entre la Linda y los
Aguacates despues de las 11 de la noche o que pase la Serranía entre Los Aguacates y
Tierras Blancas por el lado de Tapartó en horas nocturnas o finalmente, que baje a
Hispania por el lado de Media Luna por la vuelta del bobo, después de las 10 de la
noche. Es que los cuentos de los espantos, las mulas que se negaban a seguir a pesar
de que aparentemente no se veía a nadie, los ruidos de sollozos y jadeos raros que
crispaban la sangre y paraban el pelo…eso es mejor no sentirlo.

Cuenta mi apreciado viejo Pablo Alvarez, que por eso es que existen las fondas
camineras, para llegar, descargar, comer unos frisoles bien preparados por las hijas de
los dueñ os de las fondas, picarles el ojo, enamorar y ponerse a decansar, no sin antes
pegarse una jugadita de dados: treces, cincos, cenas y as. A veces se ganaba, otras se
perdía y no faltaba una que otra pelea donde rechinaban los machetes contra las
piedras, pero después de otro aguardientico, todo pasaba. Bien madrugaditos
comenzaba de nuevo la tarea. A enjalmar, a cargar y seguir el camino.

Para que no se nos olviden esos ancestros arrieros a los betaneñ os de hoy, hemos
sido testigos muchos de nosotros, que entre la una y las tres de la mañ ana, se escucha
pasar por las calles del pueblo, la mula de tres patas. Má s de uno la ha sentido
trastornar por la esquina de los Raigozas en la cumbre, pero nadie la ha podido
detallar bien. Se dice que es coliblanca y todos hemos escuchado su sonido como un
trac – trac- trac----- y otra vez: trac-trac-trac…… Nunca se escucha el cuatro paso.
Pero los trasnochadores por rumba o los que se desvelan en sus hogares, le pueden
dar testimonio de que esa aparició n existe en Betania.

Hace mucho tiempo había arriería con bueyes, pero fueron finalmente desplazados
por las mulas. Pero porqué las mulas?: Segú n un refrá n españ ol de vieja data, la
respuesta es: “El Asno para el polvo, el Caballo para el lodo y la Mula para todo”. Eso
se comprobó cuando una mula le sirvió al Negro Palacio para ir todos los días de
cuadra en cuadra, encendiendo las luces del pueblo por la tarde y apagá ndolas a la
mañ ana siguiente, cuando Betania tenía planta eléctrica propia en el Pedral Arriba.
Pero ese es otro cuento que después les cuento.

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