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WILLIAM FISHER
Fisher, C.William
98 p. ; 14x20 cm.
ISBN 978-987-1340-63-7
CDD 248.5
Esta obra se publicó originalmente en inglés, en 1966, bajo el título: It’s Revival We Need!
La reimpresión revisada (en 1983) fue traducida al castellano por José Pacheco, bajo los auspicios
de Publicaciones Internacionales de la Iglesia del Nazareno.
¡Necesitamos avivamiento!
3ª edición actualizada
ISBN: 978-987-1340-63-7
Derechos reservados.
Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera
alguna ni por ningún medio, sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación o de fotografía,
sin permiso previo por escrito de los editores, salvo pequeñas citas.
Las citas bíblicas se tomaron de la versión Reina Valera 1960 (RV60) de Sociedades Bíblicas.
Impreso en Argentina
Printed in Argentina
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Cuando se prepara un manuscrito para leerse en pú-
blico, no es esencial que se le dé crédito a la fuente de
las citas de otras obras, pero cuando el mismo manuscri-
to aparece en forma impresa, es obligatorio dar reconoci-
miento al menos a las fuentes con derechos reservados
de las citas principales. Nos vimos urgidos a solicitar esos
permisos y las siguientes editoriales nos lo concedieron
amablemente:
Christianity Today, para una cita de un artículo escrito
por sus editores; The Ronald Press Company, para algunas
citas de Modern Revivalism, Charles Grandisort Finney to
Billy Graham, por G. H. McLoughlin, Jr., © 1959; Abingdon
Press para unos renglones citados de la obra de Elmer
Clark: Small Sects in America, y de la obra de W. E. Sangster:
Methodism Can Be Born Again; Harper and Row, Publishers,
para el material tomado de la obra The New Shape of Ame-
rican Religión, por Martin E. Marty; y Baker Book House para
unas citas de la obra de James Burns: Reviváis, Their Laws
and Leaders.
Respecto al resto de las citas, también estamos profun-
damente agradecidos a las respectivas casas publicadoras
de cuyas obras tomamos una gran cantidad de citas bre-
ves en todo el libro.
—Los editores
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1. Avivamiento y evangelización ------------------------------------- 13
mandas.
Ojalá que este libro constituya una advertencia a no
escuchar esas voces dulces y seductoras, pues de hacerlo
nos apartaremos por completo de la senda del avivamien-
to, lejos de esa evangelización de santidad vital que fue el
motivo de nuestra existencia —y hacia una evangelización
estéril bajo la cual no se ven frutos de almas salvadas, ni
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hoy no ha quedado registro histórico de alguna denomi-
nación que haya tomado ese rumbo y haya recuperado su
entusiasmo inicial o su misión original.
En su prefacio al libro del Dr. Timothy Smith: La historia
de los nazarenos, el Dr. Hugh C. Benner hizo la siguiente
advertencia: “Con una sola generación que ignore o altere
N
unca antes había cobrado tanta urgencia la necesi-
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píritu en el corazón de los creyentes, una nueva sensibi-
lidad a las necesidades de los demás, entonces debemos
dejar de hacer la absurda pregunta: “¿Valen la pena los
cultos de avivamiento?” ¡Claro que valen la pena! ¡Sus
resultados son siempre alentadores! Permítame pregun-
tarle: ¿Existe acaso alguna otra actividad que produzca
más frutos que el avivamiento?
Quizá otras formas de evangelización no produzcan
frutos, pero los avivamientos siempre los producen. Des-
de los tiempos del Antiguo Testamento los han produci-
do, y los seguirán produciendo siempre.
Si estas diferencias entre avivamiento y evangeliza-
ción son válidas, nuestros lemas no siempre se apegan
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S
i entonces podemos estar de acuerdo en que el avi-
vamiento es renovación espiritual en los corazones
de los creyentes, y en que la evangelización es la res-
puesta y la expresión natural e inevitable de esa renova-
ción, podemos discutir más sabiamente, espero, el aviva-
miento en la evangelización nazarena.
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ha llamado.
Cierto pastor, al defender la crítica de los cultos de
avivamiento, manifestó: “Muy bien. Si los avivamientos
son tan importantes, ¿cómo se explica que la iglesia fu-
lana haya recibido 31 miembros por profesión de fe el
año pasado y ni siquiera ha tratado de celebrar un culto
de avivamiento en 18 meses?” Se le contestó que la ra-
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ción de santidad.
David no pudo hacer nada en el ejército de Saúl, ni
tampoco nosotros podremos. Pero antes de ridiculizar la
honda y las piedras, asegurémonos de que estamos ma-
tando gigantes con nuestras armas tan avanzadas. Antes
de ridiculizar las redes tan primitivas y anticuadas que
otros han usado para pescar grandes cantidades de pe-
ces, asegurémonos de que podemos pescar unos cuantos
con las redes y anzuelos de nuestro seudointelectualis-
mo y aparente avance tecnológico.
Esta no es una defensa de lo que era, por el simple he-
cho de que era. Pero mientras no presentemos algo mejor,
es necesario recordar que el cambio no necesariamente
-
sente algo mejor pronto, si acaso, que hará innecesarios
los métodos que hemos usado en nuestras mejores con-
quistas espirituales y evangelísticas.
Pero esta es la pura verdad: si quienes están abogan-
do por nuevos métodos (y ridiculizando los antiguos, en
ocasiones sutilmente, y en otras abiertamente) estuvieran
M
encioné en mi introducción que nos estamos acer-
cando a una crisis profunda e inevitable en nuestra
evangelización. He indicado unas cuantas razones
de por qué la crisis es profunda y he sugerido unas cuantas
dimensiones de la misma.
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U
na de las preguntas que la gente me hace con ma-
yor frecuencia en estos días es: “¿Cuáles cambios
han ocurrido en nuestra evangelización luego de 40
años que usted inició su ministerio de evangelista?”
Hay varios cambios que son obvios aun para el obser-
vador casual. Uno de ellos, por ejemplo, radica en la dismi-
nución del número de creyentes dispuestos a orar en el al-
tar con los penitentes. Todavía muchos están dispuestos a
arrodillarse en el altar después del llamamiento, pero con
frecuencia sólo bostezan o miran a través de sus dedos, o
se levantan y se sientan en las bancas del frente después
de haber dicho “unas cuantas palabras”. Va en disminución
el porcentaje de personas que realmente sienten carga y
oran hasta que obtienen la victoria espiritual.
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tacto cercano con sus líderes y captar la visión e interés
de éstos por la obra de toda la iglesia.
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cen a los evangelistas al celebrar reuniones. Por el con-
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ción y oración en avivamientos simultáneos, los feligreses
hubieran tenido la oportunidad de mayor participación in-
dividual, la cual, en caso de que no hubiera habido ningún
-
jorada, ser más efectiva y si un buen número de iglesias
S
i el avivamiento es renovación de la correcta relación
con Dios, si es un despertar operado por el Espíritu
en el corazón de los creyentes, si es una nueva pasión
por los perdidos, si es una lluvia fresca de bendición divina
para el alma... entonces, ¿cuál otra necesidad podría cobrar
más urgencia que la de un avivamiento?
1- Necesitamos avivamiento para conservar
nuestras doctrinas.
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espiritual.
Sin embargo, hay quienes creen que la evangelización
vital no tiene relación alguna con los círculos intelectua-
les; por ello, en lugar de pagar el precio del avivamiento
para cumplir las demandas de la palabra, le restan valor
y la rebajan al nivel de su propio seudo intelectualismo
y rígido formalismo. W. E. Sangster dijo: “La idea esno-
bista proclama que la cultura y la evangelización activa
están totalmente divorciadas, y los metodistas ansiosa-
mente deseaban ser considerados como cultos”. ¿Acaso
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trante de una religión vital en todas las fases de la vida
de la iglesia en nuestro propio país y en todo el mundo.
Que el Dios del cielo nos ayude a que no nos fallemos a
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C
ierto grupo de jovencitos se preguntaban qué le ha-
bía pasado a su automóvil. Uno dijo: “Creo que el pro-
blema está en el carburador”. Otro agregó: “Yo creo
que son las bujías”. Y un tercero indicó: “No, creo que el
problema está en al acumulador”. Finalmente uno de los
muchachos dijo: “¡Ya encontré el problema... no tiene ga-
solina!” Empujaron el auto hasta la estación de servicio,
llenaron el tanque y se fueron felices a su destino.
Toda clase de expertos se aventuran a presentar sus
diagnósticos sobre el problema de la iglesia y tratan de
contestar la pregunta: “¿Qué le sucede a nuestra evange-
lización?” Algunos apuntan hacia los superintendentes y
dicen: “Ahí está el problema”. Otros dicen: “Los pastores son
los culpables”. Pero otros concluyen que “el problema ra-
dica en las escuelas”. En cambio, algunos clérigos “culpan
a los laicos de ese problema”. Por supuesto, no falta quien
señale a los evangelistas y los culpe a ellos también.
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