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Control de Constitucionalidad)
Docente: Adriana Mejía Verjel
Clase: 20-04-2020
La interpretación de la Constitución
Vila Casado reporta autores como el alemán Forsthoff y el español Ignacio de Otto, que
defienden la necesidad de interpretar la Constitución como si fuera una ley. Su crítica
es que esta tesis es demasiado formalista pues considera que la especificidad de la
Constitución es sólo uno de los datos que se deben tener en cuenta por el intérprete.
Muy poca aceptación tiene esta tendencia en la teoría constitucional contemporánea,
dado que la experiencia de los tribunales constitucionales ha puesto de presente cómo
los criterios tradicionales son insuficientes para resolver los complejos problemas de la
interpretación constitucional.
El autor más significativo del llamado Método sociológico es Smend, quien resalta el
carácter político del derecho constitucional. “La Constitución es para Smend una norma
de interacción; es la organización jurídica de ése proceso de integración que no se
consigue sólo con la aprobación de un texto constitucional sino que debe mantenerse
vivo en todo tiempo y una de cuyas herramientas formales es la Constitución. En
cuanto instrumento que dirige globalmente las fuerzas políticas y sociales, la
Constitución requiere asentimiento, pues el éxito de una integración satisfactoria
depende de la interacción de las fuerzas políticas de todo el pueblo”.
Los defensores del método sociológico sostienen que para la labor interpretativa debe
tenerse en cuenta la elasticidad que caracteriza las normas constitucionales, ya que así
es posible adaptarlas a las exigencias de la realidad, que en la Constitución es más lo
que no se decide que lo que se decide; que sus normas no limitan pero delimitan los
alcances de la interpretación.
De acuerdo con un dicho popular sólo se nota que el aire existe, cuando falta; una
apreciación similar podría hacerse en relación con nuestra carta de navegación política:
sólo frente a la violación de nuestros derechos, a la usurpación o abuso de
competencias, se reclama la necesidad de la vigencia de nuestra carta. Además, es en
momentos de crisis que se hacen notorias sus falencias y quizás se usan las
herramientas de emergencia precisamente para su conservación y para el
restablecimiento de la normalidad en ella contemplada.
Vila Casado enuncia las siguientes garantías para asegurar la vigencia efectiva y el
respeto de la Constitución: i) sociales; ii) políticas, y iii) jurídicas.
Las garantías sociales están contenidas “en el arraigo que se logra en la conciencia
popular de la necesidad de respeto a las normas adoptadas como condición básica de
la vida social... Su presencia indica que el respeto al orden constitucional por los
poderes públicos y por los particulares es parte integral de la cultura ciudadana”
En relación con las garantías políticas, de acuerdo con Vila Casado, “estas se
manifiestan a través del libre juego de los partidos y movimientos políticos... El ejercicio
legítimo de la actividad política, dentro y fuera del gobierno, el control parlamentario, los
debates, la dinámica presencia de la oposición política, la actuación libre de la prensa,
las movilizaciones y protestas populares, todo ello conforma un conjunto de
instrumentos de control político del poder público que contribuye a garantizar la
vigencia plena de la Constitución. El control político debe contar con la fuerza suficiente
para impedir o neutralizar el desborde del poder por las vías de hecho y, en último
caso, para recomponer los desajustes institucionales que afecten de manera grave el
orden constitucional”.
Las garantías jurídicas son las que tienen el mayor peso en la defensa de la
Constitución. “En primer lugar, por su carácter objetivo, ya que se encuentran en
normas preexistentes y persistentes; en segundo lugar, por su carácter necesario u
obligatorio, a diferencia de lo que sucede con las garantías políticas, control
voluntario que puede efectuarse o no.
Las garantías jurídicas, a su vez, se pueden considerar desde dos puntos de vista: i)
las garantías normativas, y ii) las garantías jurisdiccionales.
Las garantías normativas son aquellas cláusulas de la Constitución que tienen por
objeto asegurar la integridad y supremacía constitucionales, al igual que su
permanencia en el tiempo, por ejemplo, cuando se establece que su reforma sólo es
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posible a través de mecanismos que garanticen el consenso.
Y si hablamos del Estado como organización política, a él resulta ser inherente, como la
consecuencia más próxima indirecta de su afirmación, el establecimiento de un orden,
moldeado y construido por quienes ejercen el poder efectivo según sus concepciones,
perspectivas, propósitos e ideologías.
Ese orden, que se expresa “en la legalidad impuesta por el Estado a los gobernados, o
proclamada por ellos mismos, tiene su expresión básica en la Constitución, como acto
político resultante del ejercicio soberano del poder, y se desarrolla en diferentes
jerarquías normativas y en el ejercicio de autoridad y de competencias, así como en la
vigencia de unas instituciones específicamente aplicables a la sociedad de la cual se
trata”.
De acuerdo con Luis Sánchez Agesta: "los hombres, comprendidos como piezas del
orden social, no están sujetos a leyes de regularidad necesaria en su conducta, sino
que se nos manifiestan como centros autónomos de una actividad propia que ha de ser
coordinada por el orden social. Ese orden flexible que coordina conductas humanas,
respetando su libertad, es el orden jurídico... Este orden jurídico es definido,
conservado y devuelto en razón de un fin, criterio de orden social, por la autoridad que
respalda este origen. Ese orden de la convivencia es, pues, en último término, un orden
jurídico establecido por una autoridad para coordinar y distribuir las esferas de conducta
humana para la realización universal de sus fines; o dicho más brevemente, es un
orden vinculante de la convivencia".
Pero, aunque se reitera que el orden público hace parte del orden social y supone la
vigencia y el imperio del orden jurídico, no se confunde con ellos.
Toda Constitución debe intentar ser un reflejo de la realidad jurídica política social y
económica de un pueblo. Angel Fajardo139 recuerda un discurso pronunciado por Simón
Bolívar en el Congreso de Venezuela de 1819, en el que ya incluía la necesidad de la
adecuación constitucional a la realidad de sus destinatarios. Entre otras
consideraciones dijo El Libertador lo siguiente: "¿No sería muy difícil aplicar a España
el código de libertad político civil y religioso de Inglaterra? Pues aún es más difícil
adaptar en Venezuela las leyes de Norteamérica. ¿No dice el Espíritu de las leyes que
éstas deben ser apropiadas para el pueblo que el que se hacen?”
La Constitución debe ser estable para que pueda arraigar en el sentimiento de los
habitantes, para que pueda producir respeto, para que lleguemos a sentirla como
nuestra, y para que podamos defenderla.
Dice Linares Quintana: "Para que la Constitución sea estable y a la vez flexible y
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elástica, su contenido debe circunscribirse a la exposición de los principios y normas
fundamentales o básicas que limitan al gobierno y dan amparo y garantía a la
dignidad del individuo en sociedad. Una ley fundamental que descienda al detalle y a la
minucia, invadiendo la órbita del legislador ordinario y aún la del poder reglamentador,
entrará en crisis rápidamente. En realidad, todo el problema estriba en que la
Constitución defienda y no ahogue; en que proteja cuanto merezca amparo, y no
cristalice con rigidez supralegal lo que debe quedar sujeto a los embates de las
nuevas corrientes”.
Un aspecto de esa prudencia que debe caracterizar al constituyente para que su obra
perdure es ubicarse, imaginativamente, cuando dicta las normas constitucionales, en la
hipotética situación del habitante sujeto de tales reglas. Como señala el jurista
Sebastián Soler, citado por Quintana, refiriéndose al derecho penal, "es muy difícil
hacer derecho pensando solamente desde el poder. Legislador completo es aquel que
sabe estructurar las normas jurídicas pensándolas primero desde el sitial del juez y
después desde el banquillo del acusado”.
De lo expuesto podemos comprender que la función del constituyente debe ser ante
todo función del estadista, más que la del erudito o del científico del derecho que trata
de plasmar en la Constitución las últimas novedades de la ciencia política. Bien
sostiene el constitucionalista venezolano Fajardo: “La Constitución debe ser hecha para
el pueblo (...) así como el traje se amolda al individuo y no éste a aquel. Cada Estado
constituye un caso específico que exige del poder constituyente un conocimiento fiel
y completo de todas sus características y modalidades a las cuales deberá adecuarse
su Constitución”.
Los razonamientos utilizados por la Sentencia para tal respuesta son resumidos por el
tratadista Charry Urueña, así: “a) La Corte tiene el deber de colaborar armónicamente
con los demás órganos del Estado, así como denuncia un posible delito, puede notificar
el estado de cosas inconstitucional; y, b) ese deber es imperativo si se trata de evitar la
excesiva utilización de la acción de tutela. Ahora bien, si ese estado de cosas tiene
relación directa con la violación de los derechos fundamentales, se puede acompañar
con un requerimiento, genérico o específico, a las autoridades, que haría parte del
repertorio de órdenes que puede librar la Corte en sede de revisión de los fallos de
tutela, pues no solo se lesiona el derecho fundamental del accionante, sino que afecta
las situaciones semejantes, sin que pueda restringirse el alcance del requerimiento que
formule”.
En consecuencia ha ordenado, entre otras cosas y, según el caso, que (i) se diseñen y
pongan en marcha las políticas, planes y programas que garanticen de manera
adecuada los derechos fundamentales cuyo goce efectivo depende de la superación
del estado de cosas inconstitucional; (ii) se apropien los recursos necesarios para
garantizar la efectividad de tales derechos; (iii) se modifiquen las prácticas, las fallas
de organización y de procedimiento que resultan violatorias de la Constitución; (iv) se
reforme el marco jurídico cuyas falencias han contribuido al estado de cosas
inconstitucional; y (v) se realicen los trámites administrativos, presupuestales y de
contratación que sean indispensables para superar la vulneración de los derechos”
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Un estatuto para la anormalidad - Estados de excepción dentro del Estado de
Derecho
Este esfuerzo por garantizar la vigencia del estado de derecho supone que, aún en
presencia de hechos y circunstancias de gran sobresalto, de conmoción, de alarma y
malestar, habrán de imperar los postulados, valores y normas constitucionales, sin que
los gobernantes se vean precisados a acudir a vías de facto para mantener o recuperar
el orden jurídico alterado.
Básicamente la figura prevista para estas graves eventualidades fue la del estado de
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sitio que concedía facultades especiales adicionales al Presidente de la República. En
1968 se comienzan a introducir sustanciales reformas a tal mecanismo. En efecto, el
constituyente de 1968 rediseñó la normatividad sobre la materia diferenciando las distintas
eventualidades de estas situaciones excesivamente graves y anómalas. Se incluyó
expresamente la distinción entre orden público y orden económico y se señalaron distintas
vías extraordinarias para afrontar los dos tipos de crisis del orden público. El estado de
emergencia, se previó para circunstancias en las que sobrevinieren "hechos distintos de
los previstos en el artículo 121, que perturben o amenacen perturbar en forma grave
inminente el orden económico social del país o que constituyan también grave calamidad
pública".
Sobre los efectos de la aplicación de esta medida comenta Gustavo Zafra: "Las
instituciones requieren ser reformadas, en la mayoría de sus casos, no por defectos
intrínsecos de ellas, sino por malas utilizaciones que acaban por desfigurar su
contenido verdadero; tal es el caso del artículo 121. Al amparo de la teoría del orden
público económico se acabó prácticamente con la doctrina de las tres ramas del poder
público; el Congreso quedó reducido en su función del legislador solamente a honrar
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por medio de leyes la memoria de patricios y repúblicos; lo que pudo ser una creación
mayúscula del derecho: la noción de orden público económico, se convirtió en la
herramienta de más fácil uso para violar la Constitución debido a su deficiente
utilización".
La sentencia C-004 de 1992 con ponencia del magistrado Eduardo Cifuentes Muñoz
precisa los alcances de este mecanismo. Por su importancia trascribimos in extenso el
texto:
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10. En tanto que la normalidad no necesita definición ya que como presupuesto
material de la Constitución se supone corresponde a lo existente, la anormalidad sí
debe ser definida a partir de las hipótesis que el constituyente de manera circunscrita y
taxativa determina, precisamente como alteraciones extraordinarias de la normalidad.
Según este numerus clausus propio de la anormalidad, el régimen de excepción sólo
podrá destinarse a conjurar las siguientes situaciones de anormalidad previstas
expresamente por el constituyente:
- Guerra exterior.
- Grave perturbación del orden público que atente de manera inminente contra la
estabilidad institucional del Estado, su seguridad o la convivencia ciudadana, y que no
pueda ser conjurada mediante el uso de atribuciones ordinarias de las autoridades de
policía.
- Ocurrencia de hechos diferentes de los anteriores, que perturben o amenacen
perturbar en forma grave e inminente el orden económico, social y ecológico del país, o
que constituyan grave calamidad pública.
La Constitución del 91 prevé, para todos los estados de excepción, los controles
político y jurídico sobre las actuaciones del gobierno, tanto en lo que respecta a su
decisión de asumir los poderes extraordinarios, como en lo que conviene a las medidas
que adopte a lo largo de la vigencia del respectivo periodo de anormalidad.
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El control político se refiere a la conveniencia, oportunidad, magnitud y aceptación de
las determinaciones gubernamentales y corresponde al Congreso de la República, en
su carácter de órgano representativo, como un desarrollo más de la esencial función
que, con miras al equilibrio y contrapeso entre la ramas del poder público,
contempla el artículo
114 del ordenamiento fundamental, al disponer que: "Corresponde al Congreso de la
República reformar la Constitución, hacer las leyes y ejercer control político sobre el
gobierno y la administración".
El control jurídico, relativo al cotejo entre los decretos que el Presidente dicte -al
asumir los poderes extraordinarios y al desarrollarlos- y la Constitución política, tanto en
los aspectos formales como en los sustanciales, es de la competencia exclusiva de la
Corte Constitucional, la que, según la Carta, debe decidir definitivamente y con efecto
erga omnes153 acerca de la exequibilidad o inexequibilidad de tales actos.
Para los fines del control político en estos casos, la Constitución ha instituido las
denominadas sesiones especiales de las cámaras, y para la eficacia y prontitud el
control jurídico a cargo de la Corte, ha contemplado la revisión automática u oficiosa de
todos los decretos que el jefe del Estado dicte al amparo de los artículo 212, 213 y 215
constitucionales.
Los efectos del control jurídico por parte de la Corte Constitucional no ha dejado de
tener sus críticos entre los cuales se destacan quienes tienen una visión autoritaria de
la función ejecutiva y algo de miedo al poder de los jueces; sin embargo, la doctrina
mayoritaria considera este procedimiento como una garantía al “genuino imperio de la
Constitución, está más a tono con la moderna concepción del Estado Social de
Derecho, que obliga al juez de constitucionalidad a ejercer su función, más allá del
plano teórico y formalista, en el terreno concreto de la realidad, para hacer efectivas las
reglas constitucionales básicas, sin permitir que mediante el ejercicio de poderes
incontrolados se las anule o haga inútiles”.
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Eduardo García de Enterria, por su parte, en torno al necesario control entre poderes,
como elemento esencial de la democracia y del constitucionalismo, manifiesta: "...
sobre la limitación del poder, que supone el establecimiento de un sistema de
competencias delimitadas y de normas de ejercicio correlativas, y sobre la libertad de
los ciudadanos, que permita a éstos fundamentar verdaderos derechos frente a la
organización, va a establecerse todo el derecho público contemporáneo, que se
presenta así como un hijo inmediato y directo del constitucionalismo. Fuera de este
contenido, las constituciones podrán llamarse tales, pero lo serán sólo en un sentido
nominalista y semántico".
Resalta Fuentes que “El dogma del positivismo que otorgaba a los jueces solamente la
función neutral de aplicar la ley y evitar decisiones contra legem, se ha reemplazado
gradualmente por el activismo judicial que caracteriza el llamado movimiento hacia el
constitucionalismo. Este movimiento caracterizado por la creación de cortes
constitucionales independientes o de salas en las cortes judiciales con funciones de
defensa e interpretación de la Constitución, ha generado un cambio significativo en la
tradicional supremacía de la rama legislativa en la construcción del ordenamiento
jurídico y también ha significado la colocación de límites al poder regulatorio e
interpretativo de las administraciones públicas”.
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Por otra parte, “la aplicación directa de disposiciones constitucionales para proteger
derechos de individuos y de grupos, juzgar la moralidad social de ciertos actos,
defender el debido proceso, evaluar las obligaciones de prestación de servicios
públicos estatales, evitar la discriminación por razones de raza o de género, o defender
libertades como la de expresión y de asociación, por ejemplo, han contribuido a
erosionar la tradicional división de fuentes del derecho público o privado y a producir
una creciente constitucionalización de todo el ordenamiento jurídico”.
Por mucho tiempo este fue el sistema vigente para Estados que se mostraron reacios a
entregar el control constitucional a los jueces, según el aforismo de que el juez sólo
puede estatuir “secundum legem” y no “de legibus” es decir, aplicar, pero no crear la
ley. A nivel internacional, sólo Noruega aplicó el control constitucional a través de los
jueces pero de manera excepcional.
Más tarde llega a aceptarse que en caso de presunta violación de la Constitución por
la ley, debe ser quien la expidió, es decir, el órgano legislativo, el encargado de
abrogarla como encarnación que es y único representante de la voluntad política de la
nación o del poder. Con todo, la función controladora del legislativo se circunscribe a un
simple control previo, vale decir, a efectuar una revisión constitucional de la ley antes
de que ésta sea aprobada y sancionada.
También podría considerarse que se ejerce este tipo de control cuando los congresos o
asambleas legislativas deciden aprobar o no los tratados públicos que suscriben los
jefes de Estado, pues se supone que su examen no se reduce a los aspectos políticos
de oportunidad y conveniencia, sino que, en el fondo, implican una declaración sobre la
compatibilidad con lo estipulado en la Constitución, así se trate de un control tácito o
indirecto, pues su consecuencia es la de consolidar la validez de los tratados.
También el poder de veto u objeción de constitucionalidad por parte del jefe de Estado
para negar la sanción de los proyectos de ley, tanto si tiene efectos definitivos como si
son sólo suspensivos, puede ser considerado como un control político, directo y
preciso, tendiente e impedir que se dicten normas inconstitucionales.
Sáchica también reporta como ejemplo de control político el que prevé la Constitución
de la quinta república francesa de 1958, asignado al Consejo Constitucional,
organismo de origen político, ante el cual pueden el gobierno o un grupo de miembros
de la Asamblea Nacional, plantear la inconstitucionalidad de un proyecto de ley (control
previo). Se trata de un control puramente político que frena las decisiones
inconstitucionales, al permitir una especie de apelación del gobierno o de la minoría
derrotada en la asamblea, frente a las decisiones de las mayorías parlamentarias.
Control Administrativo
Control judicial
El control judicial comprende tanto los actos del legislador como los del gobierno que
tengan efectos de ley. “Se trata de la sujeción de los poderes constituidos al poder
constituyente”.
No es un poder general de revisión de los jueces sobre las leyes, puesto que no ópera
de oficio. Y es una técnica judicial, a aunque su contenido y efectos sean políticos.
Control previo
El control previo, como su nombre lo indica, opera cuando la ley aún no existe, ya que
todavía reviste la forma de un proyecto. La solicitud puede provenir el legislativo o del
ejecutivo. El control previo de constitucionalidad se realiza en los siguientes eventos:
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Control automático
El control automático se presenta en los casos en los que la Corte está obligada a
intervenir en forma inmediata, sin necesidad de demanda alguna.
Es lo que sucede con el decreto que declara los estados de excepción y con los
decretos legislativos que el gobierno expide durante estos estados de excepción.
Todos ellos deben ser enviados a la Corte Constitucional al día siguiente de su
expedición para revisar su constitucionalidad. Si el gobierno incumple con esa
obligación, la Corte debe iniciar, de oficio, la revisión.
Venezuela y Colombia fueron los primeros países del mundo en establecer el control
jurisdiccional de constitucionalidad por vía de acción. La Constitución de Venezuela de
1893, en su artículo 110, consagró la acción popular de inconstitucionalidad contra
leyes, decretos y resoluciones violatorios de la Constitución174. El sistema de control
abstracto de constitucionalidad colombiano se encontraba consagrado en forma
explícita en la Constitución a partir la reforma de 1910, en el artículo 214. En efecto, el
artículo 41 del acto legislativo 3 de 1910 le confió a la Corte Suprema de Justicia la
guarda de la Constitución, al otorgarle la facultad de decidir sobre la exequibilidad de
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los proyectos del ley objetados como inconstitucionales por el gobierno, lo mismo que
de las leyes o decretos acusados por cualquier ciudadano como violatorios del orden
jurídico constitucional.
Los actos sujetos al control de la Corte Constitucional por vía de esta acción popular, son:
1. Los acto reformatorios de la Constitución, pero sólo por vicios deforma o procedimiento.
2. Los referendos sobre leyes, consultas populares y plebiscito del orden nacional.
Estos últimos sólo pueden ser demandados por vicios de procedimiento en su
formación;
3. Las leyes, tanto por su contenido como por vicios de procedimiento en su formación.
Las leyes estatutarias, a pesar de ser sometidas al control previo, pueden ser objeto de
acción de inconstitucionalidad posterior cuando se demuestre que los aspectos
tachados como violatorios de la Constitución y sus fundamentos no fueron examinados
en forma expresa por la Corte, ya que en tal caso no puede hablarse de cosa juzgada;
4. Los decretos-leyes expedidos por el gobierno para hacer efectivas las facultades
extraordinarias otorgadas por el Congreso conforme a lo previsto en el artículo 150-10
de la Carta.
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5. Los decretos con fuerza de ley mediante los cuales se pongan en vigencia los
proyectos de ley sobre el plan nacional de inversiones públicas, en desarrollo de lo
ordenado por el artículo 343-3.
De acuerdo con Sachica esta forma de control aplicada en los Estados Unidos desde
1804, surge de una interpretación, dentro del siguiente razonamiento: “la esencia del
poder de los jueces es la de determinar cuál es la norma que rige el caso o controversia
que deben decidir. En consecuencia, cuando el juez encuentre que al caso es aplicable
una ley que, a su juicio, contraría una disposición constitucional, el juez está en poder
de inaplicarla, sin entrar a juzgarla, o pronunciarse sobre su validez constitucional y
resolver el caso sub judice con arreglo a la norma constitucional”.
Por tanto, en este sistema la ley no puede ser invalidada, formalmente subsiste, aunque
haya sido inaplicada por los jueces; ello, para respetar la separación de poderes y su
igualdad. Por esta razón Sáchica considera que no se puede “descalificar este control
como "el gobierno de los jueces" porque significa que tendrían en la práctica un poder
superior al del legislativo y el del ejecutivo, al aceptarse que la Constitución de los
EE.UU. de América es lo que digan sus jueces"176. Sin embargo, en el contexto de un
sistema jurídico que opera con base en los precedentes, cuando la Suprema Corte ha
producido la inaplicación de una ley, es lógico que todos los demás jueces la tomen en
cuenta y, de conformidad con las reglas del stare decisis (resolver de acuerdo con lo
que ha resuelto en casos semejantes), los efectos de la inaplicación se generalizan y
su efecto material viene a ser, en la práctica, igual al de una declaración de
inconstitucionalidad.
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“Como puede verse el control constitucional norteamericano se asemeja, en su origen,
al sistema de control por vía de excepción (decisión de inaplicabilidad de una norma
dentro de un proceso particular por contrariar la Constitución), pero a diferencia de este
último, el norteamericano posee el carácter de stare decisis (atenerse a lo decidido),
según lo cual, cuando la Suprema Corte haya inaplicado una ley por
inconstitucionalidad los demás jueces deben acatar esa jurisprudencia, dándole así un
efecto obligatorio y uniforme”.
La otra posibilidad de aplicar el sistema de control por vía de excepción a cargo de los
jueces, aunque no sometido al principio del stare decisis, vigente en algunos países,
tiene las siguientes características:
a) Es sucesivo: sin límite de tiempo, vale decir que actúa cada que la norma deba ser
aplicada por el juez a un caso concreto, por cuanto ésta norma no desaparece del
mundo jurídico por el hecho de su inaplicabilidad en un caso;
b) Es incidental, es decir que se aplica en el curso de un proceso;
c) Tiene eficacia particular, o sea que es válido o solamente para el caso concreto en el
cual se hubiese resuelto la aplicabilidad o menos de la norma.
Desde el punto de vista del órgano competente en la rama judicial para resolver la
controversia, el control constitucional puede esta en cabeza de un órgano especial –
control concentrado-, o puede concederse a un sector amplio de sujetos -control difuso-
. En el primer caso se trata de “un control que radica en un solo organismo toda la
contención constitucional, mientras que el control difuso o disperso es aquel ejercido
por varios órganos, según la naturaleza del acto y el órgano que lo produce. Algunos
sistemas son abiertos a cualquier persona que quiera interponer la acción, porque la
cuestión de constitucionalidad de la ley se considera como un asunto de interés público,
mientras que en otros sistemas, el control está vinculado a un interés subjetivo y sólo
se puede plantear dentro de ese contexto”.
Control concentrado
Irlanda entre los países europeos, en su Constitución de 1937, confiere este control a la
Alta Corte (Hight Court) con posibilidad de apelación ante la Corte Suprema, pero el
sistema excluye aquellas disposiciones que antes de su aprobación, hubiesen sido
objeto de consulta sobre su constitucionalidad, por el Presidente de la República. Como
observa Biscaretti di Ruffia, esta solución es muy rara en el mundo.
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control de Austria, como el de otros países que lo han adoptado posteriormente (Italia
en 1947, Alemania federal en 1949, Francia en 1958, etc.), excluye al ciudadano común
de la interposición de la acción de inconstitucionalidad, preservándola solamente para
los altos dignatarios del Estado (Presidente, ministros, presidentes de las cámaras y
gobernantes de las provincias).
El control difuso
Este sistema tiene como modelo a los EE.UU. a partir de ya famoso y recordado fallo
del juez Marshall en 1803. “En este sistema todos los jueces tienen la oportunidad de
acudir a la Constitución en forma directa y abstenerse de aplicar una norma legal
cuando la consideren incompatible con aquélla, haciendo uso de la excepción de
inconstitucionalidad. Esta opera cuando se resuelven casos judiciales y concretos y
produce efecto sólo entre las partes que intervienen en el litigio”.
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"Las sentencias de revisión de tutelas hechas por la Corte Constitucional en las que se
precise el contenido y alcance de los derechos constitucionales, sirven como criterio
auxiliar de la actividad de los jueces, pero si éstos deciden apartarse de la línea
jurisprudencia al trazada en ellas, deberán justificar de manera suficiente y adecuada el
motivo que les lleva a hacerlo, so pena de infringir el principio de igualdad".
Desde luego, Echeverri Uruburu también precisa como “es necesario tener en cuenta la
autonomía relativa de la producción jurídica, que en su desarrollo puede entrar en
contradicción con otros niveles de la vida social, produciéndose "desfases" generadores
de tensiones y conflictos entre los órganos del poder. Por ejemplo, es evidente que el
corpus jurídico penal se desarrolla a partir de principios tales como el de la legalidad
de los delitos y de las penas, la presunción de inocencia del inculpado, las formas y
ritualidades del debido proceso, etc., principios que entran en permanente contradicción
con las necesidades de mantener el "orden público" o la así denominada "legítima
defensa del Estado" (novedosa figura para legitimar los crímenes y violación de los
derechos humanos por parte del poder político)”.
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Incluso una corriente resalta cómo la labor de producción, interpretación y
aplicación de las normas, no ocurre en un "espacio vacío", por fuera de los
avatares y conflictos de la sociedad, a pesar de la pretensión de generalidad y
abstracción característicos del derecho burgués. Saa Velasco, por ejemplo,
sostiene: “La norma jurídica no es algo aislado, sus "valores" avanzan y son
determinados por el movimiento de las relaciones de clase, en unidad
contradictoria, con un extremo dominante y otro dominado, en lucha acumulativa
y progresiva; por consiguiente, el juez o tribunal al aplicar la norma al caso
concreto, está reproduciendo ese transcurrir de lucha”.
La sabiduría política enseña que no hay instrumento más eficaz para conservar
un régimen constitucional que su oportuna reforma. Así se contrarrestan la
violencia, las protestas, la rebelión, las revoluciones. Hay que anticipar los
cambios que son el futuro necesario. La actualización que se incorpora al
sistema y hace partícipes de sus beneficios a las nuevas clases o a las
marginadas, abriendo otros espacios políticos de participación satisfactorios y
buscando igualarlas con los favoritos del establecimiento, hacen duradera una
Constitución.
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