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reflexionar, administrar, orientar, analizar y valorar las consecuencias de sus actos. Puesto en
práctica, se establece la magnitud de dichas acciones y de cómo afrontarlas de la manera
más positiva e integral para ayudarle en un futuro.
Una persona se caracteriza por su responsabilidad porque tiene la virtud no sólo de tomar una
serie de decisiones de manera consciente, sino también de asumir las consecuencias que
tengan las citadas decisiones y de responder de las mismas ante quien corresponda en cada
momento.
La responsabilidad civil es la obligación de resarcir que surge como consecuencia del daño
provocado por un incumplimiento contractual (responsabilidad contractual) o de reparar el
daño que ha causado a otro con el que no existía un vínculo previo (responsabilidad
extracontractual), sea en naturaleza o bien por un equivalente monetario, habitualmente
mediante el pago de una indemnización de perjuicios. Díez-Picazo define la responsabilidad
como «la sujeción de una persona que vulnera un deber de conducta impuesto en interés de
otro sujeto a la obligación de reparar el daño producido».1 Aunque la persona que responde
suele ser la causante del daño, es posible que se haga responsable a una persona distinta del
autor del daño, caso en el que se habla de «responsabilidad por hechos ajenos»,2 como
ocurre, por ejemplo, cuando a los padres se les hace responder de los daños causados por
sus hijos o al propietario del vehículo de los daños causados por el conductor con motivo de la
circulación.