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Nuevos Enfoques de los


Principios Cooperativos en el Mundo

A principios de la década de 1960, la ACI creó una Comisión Especial para que
realizara una investigación de la aplicación de los principios de 1937. Esa Comisión
realizó, entre otras cosas, una encuesta detallada a cada una de las entidades
asociadas a la Alianza y, a posteriori, un informe en el que recomienda algunos
cambios y adaptaciones. Transcribimos a continuación dos fragmentos de dicho
informe: el primero trata sobre los fundamentos de la reformulación de los principios y,
el segundo, sobre el concepto de “neutralidad”.

1) El por qué de la reformulación. Extracto de la Parte 1 “Introducción”.

“C. Antecedentes históricos.


La resolución del Congreso de Bournemouth que originó la presente investigación
fue adoptada por una gran mayoría. La necesidad de revisar los principios de la cooperación
fue reconocida desde distintos puntos de vista. Se han producido cambios de gran
envergadura en la estructura y política económica de las naciones. Bajo el efecto de una
revolución en el comercio de distribución, un gran número de organizaciones cooperativas
han encontrado dificultades para mantener sus métodos tradicionales. En las regiones en
vías de desarrollo los movimientos cooperativos jóvenes tienen aún que alcanzar su plena
capacidad para implementar los principios del movimiento y aplicarlos en su ambiente
económico y social.
Comparándola con el Comité especial de 1930-1937, la Comisión ha trabajado en
condiciones totalmente distintas. Aunque aparentemente idénticas en lo esencial, los
mismos problemas fundamentales se presentaron hace 30 años bajo otra forma y en cierto
modo con menor urgencia que hoy: mantener la autonomía del movimiento cooperativo
frente a los partidos políticos y a los gobiernos; corregir la tendencia a transigir en los
principios con vistas a ventajas comerciales; hacer luz sobre las diferencias esenciales entre
las auténticas cooperativas y otras empresas que imitan sus métodos: subrayar la necesidad
fundamental de mantener actualizado el sistema democrático y educativo del movimiento.
La situación general era menos dinámica que hoy. La tarea principal del Comité especial no
era solamente la de aclarar sino también reafirmar los principios transmitidos al movimiento
desde la época de los pioneros. La misma Alianza Cooperativa Internacional tenía menos
organizaciones adheridas y, financieramente, dependía sobre todo del movimiento de
cooperativas de consumo europeo, hecho que necesariamente debía influenciar los puntos
de vista e intereses del Comité especial.
Ya durante la segunda guerra mundial, el movimiento cooperativo jugó un
importante papel en la vida económica de muchos países. Al finalizar las hostilidades, en el
momento en que comenzó el trabajo de la reconstrucción nacional e internacional, se
reconoció ampliamente la posibilidad realizadora de las organizaciones cooperativas en
materia de reestructuración económica y social en todos los países, independientemente de
sus sistemas económicos y sociales.
Mientras tanto, en el campo tecnológico, y particularmente en materia de
administración, ocurrieron importantes cambios. El mundo parece encontrarse al borde de
una nueva revolución industrial todavía más vasta que la precedente. Por ello, la función de
las organizaciones cooperativas va más allá de la defensa de intereses de grupos: deben
hacer un positivo aporte al bienestar de sus asociados dentro de una economía en

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expansión. Crecerán las necesidades de las cooperativas de grandes cantidades de capital y
personal adiestrado, sin embargo, el capital que usen, no dominará, limitándosele a una
justa compensación en forma de interés. Por otra parte, el desarrollo de empresas de gran
envergadura, con muchas ramificaciones, requerirá a largo plazo una forma de organización
más o menos complicada para la cual no es apropiada una interpretación absoluta de los
principios.
El movimiento cooperativo no puede contentarse con la organización familiar del
pasado; debe advertir que necesita nuevas estructuras para el futuro. Esta observación es
tan importante para los países en vías de desarrollo como para aquellos más desarrollados,
ya que una aplicación errónea de los principios, no solamente va en detrimento del
progreso del movimiento, sino que produce resultados que los cooperadores no desean.
Estos últimos deben reconocer que es inevitable verse envueltos en materias de interés
público y de otros sectores económicos; es un error verlo de otro modo.
A medida que los cooperadores han tomado conciencia de las exigencias de la
época en que el movimiento se desenvuelve, han reaccionado en todos los niveles (locales,
nacionales e internacional). Reformas estructurales que implican una consolidación a largo
plazo, concentración e integración, han sido emprendidas por diversos movimientos
nacionales, mientras otros las proyectan. En el curso de los últimos cinco años, estas
reformas fueron objeto de estudio y de intercambio de ideas por las autoridades y
organismos auxiliares de la ACI. Pero a medida que llevan a la práctica sus medidas de
reconstrucción, un gran número de eminentes cooperadores sienten la necesidad, cada vez
más imperiosa, de orientación en cuestiones de principio, y la necesidad de distinguir entre
lo que es esencial y debe mantenerse a toda costa y aquello que puede ser modificado,
eliminado o agregado, según las circunstancias. También sienten la necesidad de reforzar la
base común y el terreno intelectual y moral sobre el que puedan unirse los cooperadores
de todas las naciones, de todas las escuelas, y de todos los sectores del movimiento. Es por
eso que la Comisión ha tenido en cuenta los cambios de estructura que se operan ahora, y
los previstos para el futuro.

D. Análisis y enfoque de la comisión.


El movimiento cooperativo se extiende por todo el mundo. La Alianza Cooperativa
Internacional lo representa cada día con mayor propiedad. Aún cuando en muchos países
de África, Asia y América Latina existen organizaciones cooperativas que no forman aún
parte de la Alianza, el total de afiliados aumenta continuamente y su composición se hace
más completa y equilibrada porque va incluyendo una mayor variedad de tipos de
sociedades cooperativas. Aún predominan las cooperativas de consumo y agrícolas, lo que
es inevitable, pero es significativa la admisión de un número creciente de Uniones y
Federaciones pertenecientes al sector del crédito, de la vivienda, pesca, etc. La marcada
distinción que existía entre las cooperativas de diverso género no puede continuar. En los
países en vías de desarrollo las cooperativas de propósito múltiple tienden a substituir a las
especialidades que pueden ser muy pequeñas e ineficientes. Más importante todavía es
que, a pesar de las diferencias manifiestas que existen entre los sistemas económicos y
sociales dentro de los que operan las cooperativas, la Alianza conserva su unidad y el
carácter de única organización internacional que se consagra íntegra y exclusivamente a la
propaganda y la promoción del cooperativismo.
La Comisión estuvo profundamente influenciada por el conocimiento de estos
hechos en la posición adoptada para conducir su trabajo. Por una parte, se sintió inclinada a
reconocer que los métodos cooperativos deben necesitar variaciones en sentidos muy
numerosos para detallarlos, y con muchas diferencias de énfasis, no sólo según su tipo y
propósito sino también de acuerdo al medio en que deben actuar en beneficio de sus socios
y sobrevivir. Por otra parte, debe haber, necesariamente, elementos comunes de los que
derivan los lazos que los unen en la familia cooperativa. Esta o aquella rama del movimiento

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cooperativo puede tener principios específicos que sean de mínima importancia para los
demás, pero la Comisión consideró que su tarea principal era intentar la formulación de
aquello principios generales que puedan y deban ser observados por todas las
cooperativas, en todos los sistemas económicos y sociales.
Ya se ha mencionado que en la resolución de 1937, el Comité especial de la ACI pudo
haber sido influenciado, en cierta medida, por la composición de la Alianza en aquella
época. A pesar de todo, los principios que estableció estaban destinados a ser aplicados
universalmente por las cooperativas de todos los tipos, en todos los tiempos y en todos los
lugares. Esta Comisión, por consiguiente, tomó ese informe como punto de partida, de
acuerdo a los términos de referencia y basó la discusión en los principios ahí formulados.
Desde que la experiencia ha demostrado que las declaraciones muy breves o muy simples
pueden inducir a error, la Comisión deliberadamente ha resuelto expresar todas las fases de
su pensamiento sobre cada tópico considerado aún cuando corra el riesgo de extender y
hacer demasiado específicas sus declaraciones.
Se ha esforzado, además, en todo momento, por tomar en cuenta los puntos de
vista de los cooperadores ‘prácticos’, acentuando en numerosos casos el espíritu antes que
la letra de cualquier principio. Ha preferido tener siempre presente la consideración que, en
variación de circunstancias históricas y de ambiente, diversos aspectos de la cooperación
reciben grados variables de énfasis, y que innumerables grupos de cooperadores han
ensayado, en su propio ambiente, la mejor manera de alcanzar los objetivos primordiales
del Movimiento. La Comisión ha concedido más importancia a la substancia de estos
objetivos que a su formulación verbal o semántica.

E. Principios e ideales cooperativos.


Es también en relación con estos objetivos que la Comisión encuadró su definición
práctica de los principios cooperativos como actos que son esenciales, esto es,
absolutamente indispensables para alcanzar los fines del movimiento cooperativo. Estos
fines han sido descritos de muchos modos en las diversas etapas de desarrollo histórico del
Movimiento. Los Pioneros de Rochdale, como también algunos de los cooperadores que los
precedieron, declararon que sus objetivos eran crear comunidades autónomas capaces de
mantenerse con su propio trabajo en su propia tierra. El Movimiento, en su mayor parte, no
progresó por este camino del desarrollo intensivo pero avanzó en sentido extensivo,
expandiéndose geográficamente y pasando de una actividad económica a otra. Sus éxitos
estimularon a un gran número de personas a concebir, como sus metas e ideales, el crear
una comunidad cooperativa. En una época posterior, con mayor experiencia, numerosos
cooperadores han aceptado el ideal menos ambicioso de un ‘sector cooperativo’ que
integre y complemente los sectores público y privado de la economía, ejerciendo en ellos su
propia influencia.
En todos los tiempos el elemento común ha sido el hecho de que los mejores
propósitos de la cooperación van más allá de promover simplemente los intereses de sus
socios individuales. Su finalidad es más bien promover el progreso y el bienestar de la
humanidad. Es este objetivo el que diferencia a una cooperativa de una empresa económica
común, y que justifica que sea puesta a prueba no solamente desde el punto de vista de su
eficiencia comercial, sino también de su contribución a los valores sociales y morales que
elevan la vida humana sobre aquello que es puramente material y animal.
En virtud de la posición asumida por la Comisión, no es posible establecer grados de
validez entre principios cooperativos esenciales. Ella no ha dado prioridad a determinados
principios; por el contrario, cada uno de ellos constituye un elemento esencial, igualmente
importante, y que necesita observarse integralmente en la medida y como las
circunstancias lo permitan, en todo momento y en todo lugar. Esta última reserva es
inevitable en el caso de principios teóricos que deben aplicarse en condiciones muy
diversas. La Comisión ha realizado su labor en la esperanza de llegar a la formulación que

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proporcione interpretación significativa y orientación a los cooperadores que tienen que
luchar y aprovechar las ventajas del mundo moderno.”

2) Discusión sobre la neutralidad. Extracto de la parte 2 “Examen de los principios


cooperativos”.

“E. Política y religión.


Los tópicos que se discuten en esta sección pueden parecer a primera vista
cuestiones marginales con respecto a las preocupaciones propias del movimiento
cooperativo. La actividad del movimiento hasta ahora ha estado concentrada en las esferas
económica y educativa; muchos creen que así debe seguir. Para el mejor desarrollo de las
tareas del movimiento, los dirigentes bien intencionados han tratado constantemente, y
hasta donde les ha sido posible, de fijar su atención en estos sectores para evitar los
peligros de división y pérdida de energía que se verifican cuando se consideran cuestiones
sin relación aparente con los objetivos cooperativos y sobre los cuales habrá desacuerdo
entre los socios tarde o temprano. El fuerte sentimiento de evitar estos peligros a toda
costa encontró expresión en la fórmula ‘neutralidad política y religiosa’ adoptada en el
informe aprobado por el Congreso de la Alianza Cooperativa Internacional, de 1937. Este
informe no solamente da a la neutralidad la validez de un principio sino que atribuye al
término un sentido más lato asociándolo a las cuestiones de raza y nacionalidad tanto como
a la religión y política. En el presente informe, aún cuando la raza y nacionalidad no sean
expresamente mencionadas, se puede presumir que están incluidos en la política, ya que
ambos pueden surgir en cualquier conflicto de esta naturaleza en más de una región del
globo.
Es el término ‘neutralidad’ en sí el que cada día discuten más los cooperadores de
casi todos los países. Nunca fue un buen término, ya que denota una pasividad e
indiferencia que no armonizan con los métodos y la actividad de las organizaciones
cooperativas, que no tienen ni han tenido la intención de permanecer indiferentes o
ausentes cuando están en juego los intereses del movimiento. Hoy, este término es
completamente engañoso y su uso ha sido abandonado por muchos cooperadores a favor
de ‘independencia’. Rechazar la expresión, sin embargo, no quiere decir que se abandonen
todas las ideas que sugiere y la Comisión intentar, en los párrafos que siguen, exponer en la
forma más positiva posible, ciertas consideraciones importantes para formular una posición
cooperativa frente a la política y la religión en las condiciones actuales.
Para comenzar, existen consideraciones que pueden ser llamadas internas porque
se refieren a las relaciones de una cooperativa con los socios; ellas han sido tratadas en este
informe bajo el título de ‘Adhesión’. No debe haber discriminaciones religiosas y políticas ni
entre los aspirantes ni entre los socios efectivos. Nadie debe ser obligado a suscribir
declaraciones doctrinarias. Esto deja al socio enteramente libre para sostener la opinión o
creencia que elija y para adherirse a la organización, religiosa o política, que goce de su
simpatía y lealtad. De su parte, una cooperativa no debe comprometer su libertad para
llevar a cabo sus operaciones subordinándose a un partido político o a una institución
religiosa y también se abstendrá de pronunciarse sobre cuestiones puramente religiosas o
políticas. La adopción de esta línea de conducta no parece encontrar grandes dificultades.
No se puede trazar una estricta línea demarcatoria entre consideraciones internas y
externas. Unas se entrelazan con las otras. Las consideraciones externas son aquéllas que
evidentemente derivan de las relaciones de la unidad cooperativa, o del movimiento
cooperativo como un todo, con el sistema político y social externo. Los intereses y las
doctrinas económicas ejercen una función importante, a veces de predominio, en la
formación del sistema político y la selección de sus objetivos. La cooperación, en cuanto
movimiento que tiene una doctrina económica propia, que representa intereses
económicos bien definidos, no puede evitar verse envuelta en asuntos de gobierno de

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naturaleza política, sean objeto o no de conflictos partidistas. La acción desarrollada por la
Alianza Cooperativa Internacional, y un gran número de sus organizaciones afiliadas, con el
fin de promover la información a los consumidores y de proteger más eficazmente sus
intereses, incluye esfuerzos para influenciar las resoluciones legislativas y administrativas
de los gobiernos, así como las opiniones, las actitudes y la política de los movimientos
cooperativos nacionales. En efecto, es inconcebible que en una época en que la
productividad y la prosperidad de la agricultura son objeto de gran preocupación
gubernamental, los movimientos cooperativos agrícolas auto-rechacen, aún si no lo estiman
un deber, el privilegio de expresar los puntos de vista de sus socios poniendo a disposición
de las autoridades el beneficio de su experiencia cuando se trata de la política agrícola y del
bienestar rural, sea poniendo en guardia al gobierno contra los eventuales errores, sea
reclamando si los resultados de su política no son satisfactorios.
Mucho depende, inevitablemente, de los métodos y la manera en que el
movimiento cooperativo trate de intervenir en una situación política dada. Por una parte,
las organizaciones cooperativas necesitan seleccionar los métodos que aparezcan más
efectivos. Estos varían entre los contactos privados con los departamentos
gubernamentales y envío de delegaciones a los Ministerios hasta grupos de gestión
parlamentaria, campañas en el público y alianzas temporales o permanentes con partidos
políticos. Por la otra, deben considerar qué medios asegurarán la máxima aprobación y
apoyo de parte de sus socios y el mínimo de riesgos de división. Las organizaciones
cooperativas que toman parte en las campañas electorales y tratan de estar representadas
en el parlamento, no son necesariamente las más poderosas o las más influyentes. Aquéllas
que se contentan con trabajar en el plano administrativo y que se han ganado la confianza
de los gobiernos como consecuencia de la sagacidad y objetividad de sus consejos pueden
tener un papel aun mayor en la formulación de una política y en la adopción de decisiones
definitivas. Desde el punto de vista de la conservación de la confianza y apoyo de los socios,
las organizaciones que adopten una política constante de independencia partidaria, o sea
aquéllas que no tienen compromisos e intervienen exclusivamente cuando están en juego
los intereses y los principios cooperativos, tienen por cierto una posición mucho más
segura. La consideración que debe primar es que cualquier debilitamiento en la unidad
cooperativa debilita su poder para actuar efectivamente, no sólo en política sino también
en otros sectores. Aún hoy, no siempre es prudente abstenerse de expresar una opinión, o
actuar en asuntos políticos, que de cualquier manera toquen los intereses y el futuro del
movimiento cooperativo. Proclamar la neutralidad, como se ha dicho justamente, significa
de todos modos expresar un punto de vista político. Está dentro de los objetivos y el
espíritu del movimiento cooperativo que sus dirigentes y socios deban procurar en lo
político como en otros campos, la promoción de la unidad y evitar los conflictos buscando
en todo momento el más alto grado de acuerdo común.
Esta consideración es de la mayor importancia si el movimiento cooperativo quiere
contribuir, en la forma más efectiva, a la solución de los grandes problemas humanos que,
aún cuando no pueden ser resueltos sin algunas medidas gubernamentales de distinta
naturaleza, van más allá de la política y la religión. Grandes problemas mundiales, como
evitar la guerra, lograr el desarme y consolidar la paz por medio de una colaboración
internacional en todas las esferas, liberar a la mitad más débil de la humanidad, del hambre,
la miseria, la falta de higiene y la ignorancia; la afirmación y el mantenimiento de los
derechos del hombre a la libertad individual, la igualdad en el plano cívico y la emancipación
personal, no son todas cuestiones acerca de las cuales los cooperadores puedan manifestar
neutralidad e indiferencia. La filosofía del movimiento cooperativo y sus métodos, su
tendencia a desarrollarse y multiplicarse, lo conducen hacia una era de integración
internacional de la que la Alianza Cooperativa es precursora y, en cierto sentido, creadora.
La actual generación de cooperadores, que viajan por el mundo mucho más que
aquéllos que la han precedido, está aprendiendo por experiencia directa que la solidaridad

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cooperativa no tiene límites. Es muy significativo el hecho que, en congreso tras congreso
de la Alianza Cooperativa Internacional, las delegaciones de los movimiento cooperativos
nacionales, cualquiera que sean sus antecedentes sociales, económicos o políticos, hacen
todas las concesiones y agotan todos los recursos del lenguaje y la fraseología para arribar a
acuerdos unánimes en resoluciones relativas a la paz mundial. Así, la Alianza pone en
práctica la declaración contenida en sus estatutos que dice ‘la cooperación es un terreno
neutral en el que las personas que tienen las más diversas opiniones y profesan los más
diferentes credos, pueden encontrarse y actuar en común’. Así como la paz no es
simplemente la ausencia o terminación de la guerra, la actitud de los cooperadores
respecto de las cuestiones políticas, no tiene simplemente la forma negativa de una
abstención, sino la reflexión positiva de su propósito de encontrarse y de actuar en
conjunto en un terreno común.
De lo anterior se deduce claramente que la Comisión considera que no puede
ratificar el informe de 1937, dando la misma autoridad absoluta a la neutralidad como un
principio. En ciertas circunstancias, la neutralidad es un derecho y una línea de conducta
apropiada. Debe haber libertad a todos los niveles de la estructura cooperativa para que lo
socios individuales, las sociedades primarias, las organizaciones secundarias y las
instituciones internacionales tomen, hacia los asuntos políticos, las actitudes que sean
necesarias o más apropiadas a las circunstancias en cualquiera época o lugar. Esta libertad
comprende la exclusión de alianzas y compromisos que puedan debilitar el ejercicio de sus
tareas fundamentales en los sectores económico y educativo. También está subordinada a
la necesidad primordial de promover entre los cooperadores, a todos los niveles, la unidad
que es indispensable para el éxito de la misión del movimiento cooperativo.”

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