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A principios de la década de 1960, la ACI creó una Comisión Especial para que
realizara una investigación de la aplicación de los principios de 1937. Esa Comisión
realizó, entre otras cosas, una encuesta detallada a cada una de las entidades
asociadas a la Alianza y, a posteriori, un informe en el que recomienda algunos
cambios y adaptaciones. Transcribimos a continuación dos fragmentos de dicho
informe: el primero trata sobre los fundamentos de la reformulación de los principios y,
el segundo, sobre el concepto de “neutralidad”.
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expansión. Crecerán las necesidades de las cooperativas de grandes cantidades de capital y
personal adiestrado, sin embargo, el capital que usen, no dominará, limitándosele a una
justa compensación en forma de interés. Por otra parte, el desarrollo de empresas de gran
envergadura, con muchas ramificaciones, requerirá a largo plazo una forma de organización
más o menos complicada para la cual no es apropiada una interpretación absoluta de los
principios.
El movimiento cooperativo no puede contentarse con la organización familiar del
pasado; debe advertir que necesita nuevas estructuras para el futuro. Esta observación es
tan importante para los países en vías de desarrollo como para aquellos más desarrollados,
ya que una aplicación errónea de los principios, no solamente va en detrimento del
progreso del movimiento, sino que produce resultados que los cooperadores no desean.
Estos últimos deben reconocer que es inevitable verse envueltos en materias de interés
público y de otros sectores económicos; es un error verlo de otro modo.
A medida que los cooperadores han tomado conciencia de las exigencias de la
época en que el movimiento se desenvuelve, han reaccionado en todos los niveles (locales,
nacionales e internacional). Reformas estructurales que implican una consolidación a largo
plazo, concentración e integración, han sido emprendidas por diversos movimientos
nacionales, mientras otros las proyectan. En el curso de los últimos cinco años, estas
reformas fueron objeto de estudio y de intercambio de ideas por las autoridades y
organismos auxiliares de la ACI. Pero a medida que llevan a la práctica sus medidas de
reconstrucción, un gran número de eminentes cooperadores sienten la necesidad, cada vez
más imperiosa, de orientación en cuestiones de principio, y la necesidad de distinguir entre
lo que es esencial y debe mantenerse a toda costa y aquello que puede ser modificado,
eliminado o agregado, según las circunstancias. También sienten la necesidad de reforzar la
base común y el terreno intelectual y moral sobre el que puedan unirse los cooperadores
de todas las naciones, de todas las escuelas, y de todos los sectores del movimiento. Es por
eso que la Comisión ha tenido en cuenta los cambios de estructura que se operan ahora, y
los previstos para el futuro.
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cooperativo puede tener principios específicos que sean de mínima importancia para los
demás, pero la Comisión consideró que su tarea principal era intentar la formulación de
aquello principios generales que puedan y deban ser observados por todas las
cooperativas, en todos los sistemas económicos y sociales.
Ya se ha mencionado que en la resolución de 1937, el Comité especial de la ACI pudo
haber sido influenciado, en cierta medida, por la composición de la Alianza en aquella
época. A pesar de todo, los principios que estableció estaban destinados a ser aplicados
universalmente por las cooperativas de todos los tipos, en todos los tiempos y en todos los
lugares. Esta Comisión, por consiguiente, tomó ese informe como punto de partida, de
acuerdo a los términos de referencia y basó la discusión en los principios ahí formulados.
Desde que la experiencia ha demostrado que las declaraciones muy breves o muy simples
pueden inducir a error, la Comisión deliberadamente ha resuelto expresar todas las fases de
su pensamiento sobre cada tópico considerado aún cuando corra el riesgo de extender y
hacer demasiado específicas sus declaraciones.
Se ha esforzado, además, en todo momento, por tomar en cuenta los puntos de
vista de los cooperadores ‘prácticos’, acentuando en numerosos casos el espíritu antes que
la letra de cualquier principio. Ha preferido tener siempre presente la consideración que, en
variación de circunstancias históricas y de ambiente, diversos aspectos de la cooperación
reciben grados variables de énfasis, y que innumerables grupos de cooperadores han
ensayado, en su propio ambiente, la mejor manera de alcanzar los objetivos primordiales
del Movimiento. La Comisión ha concedido más importancia a la substancia de estos
objetivos que a su formulación verbal o semántica.
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proporcione interpretación significativa y orientación a los cooperadores que tienen que
luchar y aprovechar las ventajas del mundo moderno.”
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naturaleza política, sean objeto o no de conflictos partidistas. La acción desarrollada por la
Alianza Cooperativa Internacional, y un gran número de sus organizaciones afiliadas, con el
fin de promover la información a los consumidores y de proteger más eficazmente sus
intereses, incluye esfuerzos para influenciar las resoluciones legislativas y administrativas
de los gobiernos, así como las opiniones, las actitudes y la política de los movimientos
cooperativos nacionales. En efecto, es inconcebible que en una época en que la
productividad y la prosperidad de la agricultura son objeto de gran preocupación
gubernamental, los movimientos cooperativos agrícolas auto-rechacen, aún si no lo estiman
un deber, el privilegio de expresar los puntos de vista de sus socios poniendo a disposición
de las autoridades el beneficio de su experiencia cuando se trata de la política agrícola y del
bienestar rural, sea poniendo en guardia al gobierno contra los eventuales errores, sea
reclamando si los resultados de su política no son satisfactorios.
Mucho depende, inevitablemente, de los métodos y la manera en que el
movimiento cooperativo trate de intervenir en una situación política dada. Por una parte,
las organizaciones cooperativas necesitan seleccionar los métodos que aparezcan más
efectivos. Estos varían entre los contactos privados con los departamentos
gubernamentales y envío de delegaciones a los Ministerios hasta grupos de gestión
parlamentaria, campañas en el público y alianzas temporales o permanentes con partidos
políticos. Por la otra, deben considerar qué medios asegurarán la máxima aprobación y
apoyo de parte de sus socios y el mínimo de riesgos de división. Las organizaciones
cooperativas que toman parte en las campañas electorales y tratan de estar representadas
en el parlamento, no son necesariamente las más poderosas o las más influyentes. Aquéllas
que se contentan con trabajar en el plano administrativo y que se han ganado la confianza
de los gobiernos como consecuencia de la sagacidad y objetividad de sus consejos pueden
tener un papel aun mayor en la formulación de una política y en la adopción de decisiones
definitivas. Desde el punto de vista de la conservación de la confianza y apoyo de los socios,
las organizaciones que adopten una política constante de independencia partidaria, o sea
aquéllas que no tienen compromisos e intervienen exclusivamente cuando están en juego
los intereses y los principios cooperativos, tienen por cierto una posición mucho más
segura. La consideración que debe primar es que cualquier debilitamiento en la unidad
cooperativa debilita su poder para actuar efectivamente, no sólo en política sino también
en otros sectores. Aún hoy, no siempre es prudente abstenerse de expresar una opinión, o
actuar en asuntos políticos, que de cualquier manera toquen los intereses y el futuro del
movimiento cooperativo. Proclamar la neutralidad, como se ha dicho justamente, significa
de todos modos expresar un punto de vista político. Está dentro de los objetivos y el
espíritu del movimiento cooperativo que sus dirigentes y socios deban procurar en lo
político como en otros campos, la promoción de la unidad y evitar los conflictos buscando
en todo momento el más alto grado de acuerdo común.
Esta consideración es de la mayor importancia si el movimiento cooperativo quiere
contribuir, en la forma más efectiva, a la solución de los grandes problemas humanos que,
aún cuando no pueden ser resueltos sin algunas medidas gubernamentales de distinta
naturaleza, van más allá de la política y la religión. Grandes problemas mundiales, como
evitar la guerra, lograr el desarme y consolidar la paz por medio de una colaboración
internacional en todas las esferas, liberar a la mitad más débil de la humanidad, del hambre,
la miseria, la falta de higiene y la ignorancia; la afirmación y el mantenimiento de los
derechos del hombre a la libertad individual, la igualdad en el plano cívico y la emancipación
personal, no son todas cuestiones acerca de las cuales los cooperadores puedan manifestar
neutralidad e indiferencia. La filosofía del movimiento cooperativo y sus métodos, su
tendencia a desarrollarse y multiplicarse, lo conducen hacia una era de integración
internacional de la que la Alianza Cooperativa es precursora y, en cierto sentido, creadora.
La actual generación de cooperadores, que viajan por el mundo mucho más que
aquéllos que la han precedido, está aprendiendo por experiencia directa que la solidaridad
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cooperativa no tiene límites. Es muy significativo el hecho que, en congreso tras congreso
de la Alianza Cooperativa Internacional, las delegaciones de los movimiento cooperativos
nacionales, cualquiera que sean sus antecedentes sociales, económicos o políticos, hacen
todas las concesiones y agotan todos los recursos del lenguaje y la fraseología para arribar a
acuerdos unánimes en resoluciones relativas a la paz mundial. Así, la Alianza pone en
práctica la declaración contenida en sus estatutos que dice ‘la cooperación es un terreno
neutral en el que las personas que tienen las más diversas opiniones y profesan los más
diferentes credos, pueden encontrarse y actuar en común’. Así como la paz no es
simplemente la ausencia o terminación de la guerra, la actitud de los cooperadores
respecto de las cuestiones políticas, no tiene simplemente la forma negativa de una
abstención, sino la reflexión positiva de su propósito de encontrarse y de actuar en
conjunto en un terreno común.
De lo anterior se deduce claramente que la Comisión considera que no puede
ratificar el informe de 1937, dando la misma autoridad absoluta a la neutralidad como un
principio. En ciertas circunstancias, la neutralidad es un derecho y una línea de conducta
apropiada. Debe haber libertad a todos los niveles de la estructura cooperativa para que lo
socios individuales, las sociedades primarias, las organizaciones secundarias y las
instituciones internacionales tomen, hacia los asuntos políticos, las actitudes que sean
necesarias o más apropiadas a las circunstancias en cualquiera época o lugar. Esta libertad
comprende la exclusión de alianzas y compromisos que puedan debilitar el ejercicio de sus
tareas fundamentales en los sectores económico y educativo. También está subordinada a
la necesidad primordial de promover entre los cooperadores, a todos los niveles, la unidad
que es indispensable para el éxito de la misión del movimiento cooperativo.”