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La actividad académica suele ser realizada en textos como manuales, guías didácticas, informes y
artículos de investigación, presentaciones de proyectos, clases magistrales, monografías, informes,
reseñas, etc. (Parodi, 2006), en tanto están sujetos a comunicar conocimiento bajo un mismo soporte
lingüístico, según la cultura disciplinar en la que están circunscritos (ver más características del texto
académico).
En este contexto, nos encontramos con lo que se denomina practica letrada, que se relaciona con los
discursos disciplinarios, enmarcados en “la necesidad de conocer y formarse en comunidades
académicas especializadas que poseen sus propios discurso” (Rojas, 2015, p. 40). La lectura y la
escritura en esos ambientes académicos se revisten de una normalización del lenguaje, cuyos
usuarios
participan del discurso no sólo como personas individuales sino también como miembros de diversos
grupos, instituciones o culturas (Van Dijk, 2000, p. 59) en este caso las disciplinarias; pero además
heredan de las disciplinas diversas tradiciones y géneros discursivos que funcionan como estructuras
predeterminantes de comprensión y comunicación (Van Dijk, 2000; en Obregón, 2004, p. 27).
Lo anterior se trae a colación con el fin de dar a conocer que existen elementos que rodean la escritura
en los textos académicos, su naturaleza y estructura, los cuales no se dan en un lenguaje frecuente,
aunque de allí se parta; su configuración toma los rasgos propios del discurso disciplinar en el que se
circunscribe.
Rojas, I. (2017). Enseñar a leer y escribir en las disciplinas. Estado de la cuestión en las
universidades colombianas. Folios, (45), 29-49. Recuperado de https://goo.gl/1ZVoKb