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Títeres. Origen, Historia y Misterio
Títeres. Origen, Historia y Misterio
Vamos a correr el telón y asomarnos por unos instantes al mundo de los títeres, a
ese maravilloso y complicado mundo, tan antiguo como la misma humanidad. Los títeres
vienen de muy lejos. Es perderse en el misterio pretender buscar su origen. Nacieron con
la imaginación, y pertenecen a todos los tiempos y a todos los lugares de la tierra. Charles
Nodier —quien fue un ferviente admirador de los títeres— se ha ocupado de ellos en
varios artículos. Acerca de su origen escribió en la Revue de Paris: "Al no poder fijarse la
época precisa de su nacimiento, puede decirse que el títere más antiguo es la primera
muñeca puesta en las manos de un niño, y que el primer drama nace del monólogo, mejor
dicho del diálogo que sostiene el niño y su muñeco. Yo quisiera —continúa—poder dar a
los comediantes un origen más ilustre, pero está perfectamente demostrado que
descienden en línea recta de los títeres y confesaremos que, varios entre ellos, los que
más admiramos en los grandes teatros, han conservado un aire de familia"
En Egipto se han encontrado estatuas con resortes que usaban en las ceremonias
religiosas y entre los juguetes destinados a los niños. En Marionnettes et Guignols, Ernest
Maidron asegura que estos muñecos eran animados por movimientos de cabeza y de
brazos. También se halló en Egipto, en la tumba de una bailarina de nombre Jelmis, al
lado de la momia, un barco pequeño tripulado por varias figuras de marfil. Una de ellas,
articulada, podía ponerse en movimiento mediante unos hilos. En el centro de este barco,
había una casita con puertas de marfil, que al abrirse dejaba ver toda la escena de un
teatro de títeres. Quizás esta bailarina ofrecía con sus muñecos representaciones por el
estilo de las que años más tarde se dieron en Grecia y en Roma y, más adelante,
aplaudieron las muchedumbres de París, Londres y Viena.
Los chinos conocen a los títeres desde tiempos remotos. Hacen su aparición en los
ritos religiosos y en las calles, entre las gentes del pueblo. De China —según las
crónicas—, los llevan los músicos andariegos al Japón, atravesando Corea. Allí llegaron a
una perfección extraordinaria. Están modelados en madera y mueven las cejas, los ojos, la
boca y articulan los dedos de las manos. Algunos son muy grandes y de un mecanismo
tan complicado que para manejar una sola marioneta hacen falta tres titiriteros.
En Grecia se han encontrado títeres. Dice Charles Magnin en su famosa Histoire
des marionnettes, que los títeres eran recibidos en las moradas aristocráticas de Atenas;
Xenofonte, en el relato del banquete de Callais, nos cuenta que entre las diversiones que
el hotelero había preparado para sus invitados figuraba un titiritero de Siracusa.
Photeinos, de oficio titiritero, tenía en Grecia un permiso especial para dar
representaciones públicas en el Teatro de Baco. Aristóteles y Apuleyo hacen referencia a
los títeres. Lo atestigua Magnin, "el sabio historiador de las marionetas", como lo llamó
Anatole France. Estos títeres eran bastante complicados. Así los describe Aristóteles: "El
Soberano dueño del Universo no tiene necesidad de numerosos ministros, ni de resortes
para dirigir todas las partes de su inmenso imperio. Le basta un acto de su voluntad: de la
misma manera, esos que manejan los títeres no tienen más que tirar de un hilo, para poner
en movimiento la cabeza o la mano de esos pequeños seres, después sus hombros, sus
ojos, y algunas veces todas las partes de su persona, que obedecen pronto con gracia y
medida".
De generación en generación
Las marionetas jamás llegarán a envejecer. No sienten el lento rodar de los siglos,
Viven y sonríen por encima el tiempo. Hoy gozamos delante de un teatro de títeres igual,
exactamente igual como gozaban los niños y los viejos, hace siglos, cuando rodeaban a
los juglares y saltimbanquis, cuando éstos hacían aparecer a los fantoches que llevaban
ocultos debajo de sus capas.
En Europa, los títeres fueron usados al principio por la Iglesia para hacer
representaciones de pasajes bíblicos y leyendas de santos. Después comenzaron a
popularizarse, y se llevaron a escena cuentos, historias de caballería y de bandoleros. Las
obras eran de carácter cómico o dramático, tomadas sobre relatos que se iban
transmitiendo verbalmente, de generación en generación. Muy rara vez aparecían en
escena más de dos personajes. El público solía intervenir casi siempre en las
representaciones, y el titiritero se veía obligado a improvisar y a apartarse del argumento.
En el siglo XVI, los músicos andariegos atraen la atención con una novedad en materia de
títeres que los franceses llaman marionnettes à la planchette. El músico, después de
congregar al público, mueve al compás de su instrumento dos figurillas sostenidas por un
hilo que sujeta a su pierna. De esta manera las hace danzar, mientras suena alegremente
la gaita, la pipa o el tambor. Shakespeare y Ben Jonson suelen recordar con frecuencia a
estos remotos personajes movidos por hilos. Milton se inspiró, para crear su Paraíso
perdido, mientras asistía a una función de marionetas que representaban la Historia de
Adán y Eva. Goethe fue también un enamorado de los títeres. El Fausto le fue revelado
por unos titiriteros de la feria de Francfort. Y Lord Byron llegó a decir: el que no ama a los
títeres no es digno de vivir.
El titiritero ambulante ruso del siglo XVII usaba una pollera muy ancha que le
servía de escenario. Al comenzar la representación levantaba la pollera y pasaba el ruedo
por un arco, se calzaba un muñeco en cada mano —eran siempre títeres de guante— y
realizaba el espectáculo. Lógicamente, sólo podían intervenir nada más que dos
personajes en escena. Más tarde, suprimieron el uso de la pollera por tres cortinas
extendidas sobre bastidores, livianas para el transporte y que se armaban muy fácilmente.
En Francia, en el siglo XVII, los títeres llegaron a alcanzar un éxito tan
extraordinario que les quitaban el público a los actores humanos. Estaban en pleno
apogeo los muñecos de mano de Brioché, que actuaban en el Puente Nuevo, y los de hilo,
de La Grille, en el Marais. Se entabló una lucha entre los personajes de madera y los de
carne y hueso. Estos últimos se vieron obligados a hacer una protesta. Exigieron que se
les cobrara un impuesto que fue demasiado elevado para que los guiñoles pudieran
resistirlo y, además, se obligó a todos los titiriteros de París a volver nuevamente a las
ferias.
Hay épocas en que los hombres parece que se hubieran olvidado de las
marionetas. Quedan los muñecos callados, inmóviles, dormidos. Apenas si alguien, muy
de tarde en tarde, los recuerda como algo lejano, perdido en el tiempo y la distancia. Y un
día, otra vez, vuelven a surgir. Despiertan del largo silencio. Las calles y las plazas se
pueblan de música y de voces titiritescas.
Muñecos alrededor del mundo
En España tenemos referencia de titiriteros a fines del siglo XII. Gerardo Riquier de
Narvana, en la Súplica al Rey de Castilla, Alfonso X (en 1274), nos da noticias de títeres y
titiriteros que recorren los caminos de la península.
En el Quijote hace Cervantes una descripción del titiritero que en el Siglo de Oro
viajaba en una carreta con su mono, su tablado y su trujamán. Y así lo presenta a Ginés
de Pasamonte, cuando llega a la venta a pedir posada: "Todo vestido de gamuza, medias,
gregüescos y jubón". Y más adelante agrega: "Olvidábame de decir cómo el tal Maese
Pedro traía cubierto el ojo izquierdo y casi medio carrillo con un parche de tafetán verde".
Después cuando Don Quijote pregunta quién era ese tal Maese Pedro, así le responde el
ventero: "Éste es un famoso titiritero que ha muchos días que anda por esta Mancha de
Aragón, enseñando un retablo de la libertad de Melisendra, dada por el famoso Don
Gaiferos, que es una de las mejores y más representadas historias que de muchos años a
esta parte en este reino se han visto.
Trae asimismo consigo un mono de la más rara habilidad que se vio entre monos
(...) Se cree que el tal Maese Pedro está riquísimo y es hombre galante (como dicen en
Italia) y bon compaño, y dase la mejor vida del mundo; habla más que seis y bebe más
que doce, todo a costa de su lengua, de su mono y de su retablo."
Ofrece Maese Perdro sus títeres y, en lo mejor de la representación, Don Quijote
desenvaina la espada para salir en defensa del enamorado Don Gaiferos, y a golpes de
acero decapita toda la titirería y por milagro salvan su vida el titiritero y el trujamán. Y
termina la aventura del Quijote y Maese Pedro, cobrándole éste al Caballero de la Triste
Figura, por sus destrozos, cuarenta reales y tres cuartillos.
¿De dónde viene la palabra títere? Es muy vieja y muy usada en España;
Sebastián de Covarrubias, en el Tesoro de la Lengua Castellana, dice: "Ciertas figurillas
que suelen traer extranjeros en unos retablos que, mostrando tan solamente el cuerpo de
ellos, los gobiernan como si ellos mesmos se moviesen y los maestros que están dentro,
detrás de un repostero y de un castillo que tienen de madera, están silbando con unos
pitos que parece hablar las mismas figuras, y porque el pito suena ti-ti, se llamaron títeres,
y puede ser griego, del verbo tytise, que indica el gorjear de las aves. Hay otra manera de
títeres, que con ciertas ruedas como de reloj, tirándoles las cuerdas van haciendo sobre
una mesa ciertos movimientos que parecen personas animadas, y el maestro los trae tan
ajustados que en llegando al borde de la mesa dan la vuelta, caminando hasta el lugar de
done salieron. Algunos van tañendo un laúd, moviendo la cabeza y meneando las niñas de
los ojos, y todo esto lo hace con la ruedas y la cuerdas." Y termina diciendo "que fue una
invención de Joanelo, gran matemático y segundo de Arquímedes; sin embargo hubo en
los pasados siglos esa invención, como lo atestigua Horacio en el libro II".
Old Vice —el viejo vicio— vivió varios años en los primitivos tablados ingleses.
Representaba al vicio bajo todas sus formas. En las postrimerías del siglo XV, otro
personaje vino a suplantarlo definitivamente. Llegó Punch, con su joroba abultada y su
larga nariz ganchuda. Aún continúa recibiendo aplausos. Siempre viste un traje a rayas y
usa un bonete en forma de cono. Se casó con Judy para no separarse jamás. Y a pesar de
las infidelidades, aparecen siempre juntos.
Con el nacimiento de Punch, los títeres desacreditados por Old Vice se
rehabilitaron y comenzaron a ganarse los teatros confortables. El público fue haciéndose
cada vez más selecto. Aumentaron los tablados y también los precios de las entradas. Los
titiriteros se esmeraron en la presentación de las obras. Una de ellas se hizo famosa. Se
estrenó al comenzar el siglo XVI, y se llamaba La creación el mundo o El diluvio de Noé.
En esta obra, el agua corría por el escenario. Se veían al Arca y a Noé con su familia y a
todos los animales con sus respectivas parejas. Los pájaros volaban por el aire.
Aparecían, también el Mal saliendo del infierno, Lázaro resucitado y varias figuras
danzando en torno de ellos.
Punch vino al mundo con un carácter alegre y jovial. Con el correr de los días se va
transformando hasta llega a convertirse en un cínico cruel, un libertino de siete suelas. El
libro de Ernest Maidron, Las locuras del señor Punch —muy en boga en la primera mitad
del siglo XVIII—, muestra al personaje como un sujeto alegre, pero violento y sanguinario:
"¡Oídme un momento, nada más que un momento! Voy a contaros una historia, la historia
del señor Punch, que fue un vil tunante, sin fe y con muchas muertes encima. Tenía una
mujer y un niño, los dos de una belleza sin igual. Punch no era hermoso. Tenía una nariz
de elefante. Sobre su espalda se elevaba un cono que se alzaba a la altura de su cabeza,
pero dicen que esto no le impedía tener la voz tan seductora como la de una sirena. Era
cruel como un turco y, como tal, no podía contentarse con una sola mujer. Es, en efecto,
muy aburrido tener una sola mujer y, sin embargo, la ley le prohibía tener dos y también
veintidós... aunque él hubiera podido contentarlas a todas.
El malvado sedujo a una dama. Después, porque empezaba a molestarle, mató a
la mujer, al hijo de ambos y también a sus suegros. Y se echó a rodar por el mundo. Visitó
muchos países, y era tan seductor que sólo tres mujeres se negaron a seguir sus locuras:
una joven campesina, una piadosa abadesa y la tercera, yo no puedo decir lo que era pero
sí asegurar que era la más impura de las mujeres. En Italia encontró las mujeres de la peor
especie; en Francia comprobó que tenían la voz muy alta; en Inglaterra, tímidas y
recatadas al principio, se convertían luego en las más amorosas del mundo; en España las
halló orgullosas como infantas (aunque frágiles como infantas); y en Alemania las encontró
de hielo. No tenía ningún escrúpulo en jugar con la vida de los hombres. Padres y
hermanos pasaban por sus manos. Uno tiembla de sólo pensar en el horrible reguero de
sangre que ha vertido a sus pies. Aunque él tenía una joroba sobre la espalda, las mujeres
no podían resistirle. Se decía que en su viaje había firmado un pacto con el diablo. Un día
volvió a Inglaterra. La policía lo detuvo y fue condenado a muerte. Pero esa vez engañó al
verdugo y salió con vida de la horca. Entonces vino a buscarlo el diablo. Pelearon, el
diablo con una horquilla y Punch con un bastón. Armado sólo con un bastón venció al
diablo, matándolo."
La conciencia de un pueblo