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Refrescando Los Bastones de Mando. Ritualidad en La Alta Montaña Andina Colombiana PDF
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2. El ecosistema que mencionamos es común en los Andes del norte de Ecuador, Colombia y Vene-
zuela. En Colombia existen 34 páramos, con una extensión de 1 934 000 ha. El 36% está protegido por el
Sistema de Parques Nacionales [Ortiz; Reyes, 2009].
3. El límite inferior y superior de los páramos de Colombia puede variar debido a la humedad, la
latitud, la luminosidad y los vientos [Morales et al., 2007].
4. En Colombia existen glaciares en cinco montañas de la cordillera central; en 16 picos de la Sierra
Nevada del Cocuy, cordillera oriental; y en nueve cerros de la Sierra Nevada de Santa Marta. Este último
es un macizo ubicado cerca del mar Caribe y geológicamente aislado de los Andes. Todas estas cumbres
están por encima de los 5 000 msnm.
5. Mal agudo de montaña.
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6. Este acto se estableció seguramente a partir de un ritual prehispánico también ligado con el poder.
7. Institución para el control político de los originarios durante la época colonial [Zambrano, 1992].
8. Equilibrio para “sacar las malas energías”, armonía para “mantener las buenas energías” y poten-
ciación para “evitar la entrada de malas energías” [Gerómito, 2010].
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9. Fruta tropical.
10. Máxima altitud de la cordillera central de Colombia: 5 390 msnm. Desde 2005 reactivó su activi-
dad volcánica. Actualmente posee un glaciar de 1 431 ha. [Morales et al., 2007].
11. En Belálcazar, cabecera municipal de Páez, se instalan en un acto aparte los cabildos de ese mu-
nicipio.
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realizado en las lagunas sagradas de yâdx tasxka kiwe.12 Inscue Gerómito, thë
wala13 e investigador de la cosmovisión nasa nos comenta al respecto:
La Juan Tama,14 laguna mágica que una noche fue inseminada con polvo
de las estrellas, según Gerómito, es entonces el corazón de la cosmovisión
nasa, sitio donde se concentra todo el ímpetu espiritual de Tierradentro. No
obstante, debido a una estrategia política dirigida a vigorizar los lugares sa-
grados de cada uno de los resguardos, esta vez se hará en la laguna de Gua-
nacas, al suroccidente del municipio de Inzá —dentro del sistema paramuno
Guanacas-Puracé-Coconucos— a 3 550 msnm. Este cuerpo de agua es parte
de la zona “indomable” del resguardo Yat Wala,15 protagonista principal de
este ritual.
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hacia los rituales por parte de otros sectores sociales; una parte de la mis-
ma población nasa percibe estas actividades como extrañas, inentendibles
e innecesarias o sencillamente no se hacen partícipes de ellas. Las autori-
dades tradicionales asumen esta situación como un reto a vencer e intentan
desarrollar mecanismos para motivar a los comuneros a interiorizar y darle
sentido a estas prácticas culturales y políticas.
Contrario a esto, un grupo de comuneros16 reconoce públicamente el
papel del refrescamiento de varas en la legitimación de sus autoridades tra-
dicionales y pretende asistir conscientemente a este ritual, demostrando pa-
ralelamente la importancia del thë wala en la recreación de la historia común,
la transmisión de los conocimientos y la cohesión comunitaria.
Dicha ritualidad es dirigida por los thë walas, reconocidos por sus cono-
cimientos y destrezas terapéuticas y por su intervención sobre las situaciones
desequilibrantes presentadas en las personas, las comunidades, los cultivos,
la organización política y todo lo material e inmaterial del territorio. Estas
inestabilidades se relacionan con el concepto de armonía interiorizado por
este pueblo para entender la naturaleza y sus componentes, concepto igual-
mente central en las actividades rituales.
Para quienes deseen participar en el refrescamiento de los bastones de
mando y entrar a los lugares sagrados, es obligatorio asistir previamente a un
acto ritual donde las personas son “preparadas”, previniendo así los inconve-
nientes que se pudieran presentar con el temerario carácter del páramo. Un
thë wala, lógicamente, asiste este evento.
Estas actividades son, en este caso, responsabilidad del cabildo de Yat
Wala, que debe suministrar toda la logística necesaria para el refrescamiento de
varas. Este resguardo, como todos los resguardos legalmente constituidos en
el país, recibe dineros17 directamente del Estado, recursos mediante los cuales
estos pueblos pretenden pervivir autónomamente en sus territorios. Una parte
de estos dineros es destinada por las autoridades tradicionales para el sector
salud, partida presupuestaria desde donde se sostiene el costo de sus rituales.
La preparación debe realizarse dos o tres días antes de la entrada al territo-
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rio sagrado. El lugar elegido es una pequeña y próspera llanada donde está la
casa del cabildo, un escampado para las asambleas comunitarias, un lago col-
mado de peces, una cocina estropeada y un potrero donde pacen unas pocas
reses. La montaña asciende a esta planicie desde el fondo de una quebrada y
continúa hacia arriba hasta alcanzar la selva altoandina. Este sitio es favorable
para la ritualidad, según afirmaciones provenientes de varios thë walas.
La noche es siempre el horario para estas ceremonias, sin embargo, los
comuneros van caminando al atardecer, conocedores de la existencia de ali-
mentos y de momentos propios para la integración. Mientras reciben la cena,
algunas personas comienzan a hacer gala de su experiencia en estos eventos,
atrayendo la atención paulatina de los novatos a su conversación.
Poco falta para elevar a la categoría de héroes a los dos comuneros que
asistieron años atrás al refrescamiento de varas en la mítica e incógnita lagu-
na de Juan Tama; sus relatos son escuchados con atención, todos ungidos
de lejanía, gelidez y el “volteo” de las hojas de coca seca y tostada. Uno de
ellos, el más canoso, actuará como secretario del “mayor”18 que presidirá la
“preparación”.
Una vez que desaparece el sol, se asoma el thë wala. Proviene de Yu´ Wala,19
otro resguardo de Inzá, siendo su presencia advertida por la mayoría de los
comuneros por sus atavíos y sus cohetanderas20 multicolores, recibiendo así
una serie de reverencias y favoritismos. La ausencia de un thë wala “propio”
en este ritual es originada por las disputas entre éstos y los cabildantes, ya que
los primeros han sido refractarios a los intentos de control por parte de los
segundos.
Pasadas las ocho de la noche, la gobernadora y otros dos cabildantes, por-
tando una inmensa caja de cartón colmada con hojas de coca recién tostada,
hacen un llamado a los asistentes para que se formen y hagan el “volteo”. Éste
consiste en tomar con la mano izquierda un puñado de hojas de coca y pasarlo
sobre el cuerpo de abajo hacia arriba, comenzando por el pie derecho y subien-
do hasta la corona, para luego volver hacia abajo hasta el pie izquierdo.
No todos saben hacer el volteo, por lo que son guiados por el secretario
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del cabildo que se mantiene presto a cualquier solicitud de ayuda. Una vez
finalizada esta tarea se ponen las hojas de coca dentro de una cohetandera
que el “mayor” llevará consigo para ofrecerlo a sus “Dones” y utilizarla du-
rante el resto del ritual. Mediante este proceso, la energía de cada persona se
integra a la de las demás y permite al thë wala, al mambear estas hojas, recibir
“señas” sobre el estado en que se encuentran todos los presentes.
Posteriormente, el “mayor” comienza a mambear21 intensamente, reci-
biendo en otra cohetandera varios litros de chancuco,22 una buena cantidad
de tabaco y un sinnúmero de cigarrillos, acompañados de multitud de plan-
tas y semillas medicinales llevadas en otras tantas bolsas de lana que el thë
wala mantiene terciadas en su cuerpo.
Todos estos elementos, a excepción de las plantas medicinales, son adqui-
ridos en el mercado directamente por el cabildo. Los demás gastos derivados
de esta actividad provienen de los alimentos consumidos por los convidados,
el transporte del thë wala desde su lugar de residencia y un buen “cariño”23
para él, compuesto principalmente de pastas, manteca, arroz y carne de res
o de cerdo.
Anteriormente, cuando los resguardos no recibían recursos del Estado, los
implementos y la logística necesaria para efectuar este ritual eran aportados por
los mismos comuneros o provenían de los dividendos del trabajo comunitario
en el que participaba la mayoría de la población. Además de contribuir con
algunos alimentos, cada familia aportaba la coca proveniente de sus tulles,24
el tabaco era cultivado en la región y el chancuco —utilizado igualmente en
festividades— tenía varios productores.
Terminado el “volteo”, el ayudante del thë wala indica a los comuneros
que se sienten en el suelo con sus rostros hacia el norte, señalando esta di-
rección con su brazo extendido, ordenando además un buen comportamien-
to durante el ritual. Las personas han escuchado o conocen lo terrible que
puede ser pasar una noche a la intemperie en el frío páramo y saben que una
mala conducta durante la “preparación” significa pasarla mal en el refresca-
21. Masticación de las hojas de coca que, con ayuda del mambe o carbonato de calcio, permiten
extraer su principio activo facilitando la concentración del thë wala para realizar el ritual.
22. Aguardiente casero hecho de caña de azúcar, utilizado en la ritualidad y las festividades.
23. Pago voluntario para el thë wala, generalmente en especie.
24. Huertas.
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Tiempo de refrescarse
25. Algunos médicos tradicionales sugieren que en un ritual como el del refrescamiento de varas o el
de “preparación” debe haber un médico por cada 10 personas.
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26. Este transporte colorido es muy común en las zonas rurales de Colombia, está reconstruido princi-
palmente en madera y hojalata sobre el chasis de antiguos autobuses salidos de circulación en los centros
urbanos. En él viajan todo tipo de mercancías apretujadas entre las personas y algunos animales, siendo
frecuentes los accidentes, atascos y averías.
27. Vehículos igualmente llamados “buses escalera” o “mixtos”.
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29. Henequén.
30. Entre la gente nasa, exponerse al arco iris es causa frecuente de padecimientos.
31. Enorme poncho elaborado con lana de oveja.
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posible encontrar un sitio seco y plano para ubicar esta cantidad de personas.
“Vuelta atrás”, ordena el “mayor”, comunicando todas sus órdenes mediante
su secretario.
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personas dialogan en voz baja, otros se comunican con sus familiares vía celu-
lar adelantándoles lo sucedido hasta ese momento y unos pocos permanecen
ansiosamente en silencio a la espera del inicio del ritual, desconociendo que
éste avanzaba hacía un buen rato. La temperatura cae irremediablemente y el
termómetro marca 3 0C.
El mambeo del thë wala es notorio a través de sus cachetes abultados y el
movimiento constante de sus mandíbulas. Mientras se concentra, ayudado
por la coca, dirige sus pequeños y negros ojos sobre el inmenso firmamento
convertido ahora en una sola masa de nubes. Sin posibilidad de expresar
sus sentimientos en nasa yuwe —ininteligible entre la mayoría de los co-
muneros de este resguardo— y ante su escaso manejo del castellano, perma-
nece callado. Su menuda figura encabeza una línea formada por los bastones
de mando, enterrados unos pocos centímetros sobre el blando piso, frente a
cada uno de los comuneros que los portan.
En una de sus rondas, el secretario pasa frente a todos llevando entre
sus manos un pequeño calabazo32 lleno de mambo,33 ofreciéndolo a todos
los asistentes. Únicamente dos personas inundadas de valor y curiosidad, y
siguiendo instrucciones del ayudante, se atreven a colocar un poco de este
extraño y escaso polvo sobre el dorso de su mano izquierda, lanzándolo lue-
go dentro de su boca directamente sobre la mascada de coca, evitando su
contacto con los labios y la lengua, previniendo así posibles quemaduras. Las
demás personas observan impávidas esta acción, absteniéndose de probar
esta sustancia por su apariencia sospechosa y su origen y uso poco conocido.
Mambear es una actividad desconocida entre esta gente. La mayoría no
lo sabe hacer, desconocen las razones de esta práctica y el mismo efecto de la
coca. El manojo de hojas tostadas para poner en la boca es siempre exagera-
do, se mastica de forma desordenada y constante, formando así una mascada
inmanejable que obliga a escupir frecuentemente. También hay inconvenien-
tes con el chancuco, usado para soplar la coca una vez que es mambeada, es
tragado como cualquier bebida alcohólica, no obstante las advertencias del
secretario de no hacerlo.
32. Recipiente hecho a partir del fruto de un árbol llamado totumo (Crescentia cujete).
33. Carbonato de calcio obtenido principalmente de la piedra caliza o de conchas de moluscos mari-
nos, utilizado para acelerar los efectos de la coca mientras se mambea.
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34. Las señas son una especie de corriente eléctrica sentida en el cuerpo del “mayor”, mediante las
cuales diagnostica los desequilibrios presentes y futuros de las personas, las viviendas, los animales y el
territorio y sus comunidades. Cada seña, dependiendo de la parte del cuerpo donde se presente, tiene
un significado diferente.
35. Marca regional y muy apetecida de aguardiente.
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El frío del amanecer está en su cenit, las nubes oscuras continúan ati-
borrando el horizonte y las gotas de lluvia siguen amenazando con caer. La
imaginación de cada persona se pone a prueba mientras la luz va dibujando
la silueta de aquel cuerpo sagrado de agua, mostrando sobre su superfi-
cie a una silenciosa pareja de patos negros (Podiceps occipitalis) que trazan
círculos hacia la derecha. La presencia y comportamiento de estas aves es
un buen presagio, el thë wala lo sabe e inmediatamente comunica a todos
ponerse de pie y pasar ordenadamente, junto con su varas de mando, a la
orilla de la laguna.
La densa niebla da un toque de fantasía al espectáculo existente, ilumi-
nando las miradas de los comuneros durante la corta marcha iniciada en el
mismo sitio donde pernoctaron, hasta una franja de barro adyacente a la
laguna. El thë wala toma su tama36 y la pasa sobre su cuerpo, “volteándola”
y soplando sobre el agua “remedios” embadurnados de chancuco. Dialoga
con los espíritus de este cuerpo de agua, le ofrenda aguardiente y plantas, le
pide permiso.
Posteriormente, el “mayor” sonríe a la gobernadora y ella, conociendo el
siguiente paso, le entrega su bastón de mando, el primero en ser refrescado.
Las varas son ahora las protagonistas, siendo totalmente sumergidas en el
agua una tras otra y recibidas luego por cada uno de los miembros del cabil-
do (Foto 4). La adolescente, hija de la dirigente, porta una pequeña réplica
de un bastón, enseñándolo ingenuamente con el propósito de hacerlo parte del
ritual, el thë wala pícaramente lo consciente y se lo devuelve ya humedecido.
Los bastones ya están refrescados por las sagradas aguas de la laguna de
Guanacas. El espíritu de Juan Tama es reconocido por los comuneros de Yat
Tama: “Debe estar en esta inmensidad, dónde más”, se pregunta un ancia-
no”. El “sucio” ya se sacó, las varas están otra vez armonizadas y protegidas
para sostener el buen uso del poder, amparar las decisiones del cabildo y
evitar la entrada de malas energías.
Una vez terminada la tarea con los bastones, los comuneros hacen un se-
micírculo alrededor de la diminuta península donde está parado el “mayor”,
observando atentos sus nuevos ofrecimientos a la laguna. Éste mantiene su
36. Pequeño bastón hecho regularmente de palma de chonta (Aiphanes aculeata), asemejando un
kpi’sx —rayo— y simbolizando el poder otorgado por este último al thë wala.
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América, tierra de montañas y Volcanes II
Voz de los pueblos
La edición se realizó en el Departamento de Publicaciones de la
enah. Dayana I. Bucio Ortega y Gustavo Jiménez Salinas se encar-