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Las diez plagas.

Por medio de las plagas con las que Jehová azotó a los egipcios, humilló a sus dioses y ejecutó juicio sobre ellos.
(Éx 12:12; Nú 33:4; GRABADOS, vol. 2, pág. 530.)

La primera plaga, la transformación del Nilo y de todas las aguas de Egipto en sangre, trajo deshonra sobre el
dios-Nilo Hapi.
La muerte de los peces en el Nilo también fue un golpe a la religión de Egipto, pues ciertas clases de peces se
veneraban y hasta se momificaban. (Éx 7:19-21.) La rana, símbolo de fertilidad y resurrección para los egipcios,
estaba consagrada a la diosa-rana Heqet. Por lo tanto, la plaga de las ranas humilló a esta diosa. (Éx 8:5-14.)

La tercera plaga llevó a los sacerdotes practicantes de magia a reconocer su derrota cuando resultaron
incapaces de convertir el polvo en jejenes por medio de sus artes ocultas. (Éx 8:16-19.) Al dios Thot se le atribuía
la invención de la magia o las artes ocultas, pero ni siquiera este dios pudo ayudar a los sacerdotes practicantes
de magia para que imitaran la tercera plaga.

La línea de demarcación entre los egipcios y los adoradores del Dios verdadero quedó trazada claramente a
partir de la cuarta plaga. Aunque los enjambres de tábanos invadieron las casas de los egipcios, en la tierra de
Gosén los israelitas no fueron afectados. (Éx 8:23, 24.) La siguiente plaga, la peste sobre el ganado, humilló a
deidades como la diosa-vaca Hator, Apis y la diosa-cielo Nut, a la que se imaginaban como una vaca con las
estrellas fijadas en su vientre. (Éx 9:1-6.)
La plaga de diviesos supuso la deshonra de las deidades que, según se creía, poseían facultades curativas, como
Thot, Isis y Ptah. (Éx 9:8-11.)
La severa tormenta de granizo humilló a aquellos dioses que se pensaba que controlaban los elementos de la
naturaleza, como por ejemplo: Reshpu, quien según se creía controlaba los relámpagos, y Thot, de quien se decía
que tenía poder sobre la lluvia y el trueno. (Éx 9:22-26.)
La plaga de langostas fue una derrota para los dioses que, según los egipcios, aseguraban una cosecha
abundante, uno de los cuales era el dios de la fertilidad, Min, al que consideraban un protector de las cosechas.
(Éx 10:12-15.)
Entre las deidades que la plaga de oscuridad vejó estuvieron los dioses solares, como Ra y Horus, y también
Thot, el dios de la Luna, que, según opinaban, era quien controlaba el Sol, la Luna y las estrellas. (Éx 10:21-23.)
La muerte del primogénito resultó en la máxima humillación para los dioses y las diosas egipcios. (Éx 12:12.)
Los gobernantes de Egipto en realidad se llamaban a sí mismos dioses, los hijos de Ra o Amón-Ra. Se alegaba
que Ra o Amón-Ra tenían coito con la reina. Por lo tanto, a su hijo se le consideraba un dios encarnado y era
dedicado a Ra o Amón-Ra en su templo.
De modo que la muerte del primogénito del faraón suponía en realidad la muerte de un dios. (Éx 12:29.)
Este hecho en sí debió ser un golpe severo para la religión de Egipto, sin mencionar la completa impotencia de
todas las deidades para salvar de la muerte a los primogénitos de los egipcios. (Véase AMÓN núm. 4.)
Hablando en sentido figurado, se dice que Dios escribió los Diez Mandamientos en tablas de piedra (Éx 31:18; Dt
9:10), hizo milagros (Éx 8:18, 19) y creó los cielos (Sl 8:3) con su “dedo” o sus “dedos”. Del relato de Génesis sobre
la creación se deduce que con la expresión “dedos” de Dios se alude a su espíritu santo o fuerza activa, pues se
dice que esta fuerza (rú·aj, “espíritu”) estaba moviéndose sobre la superficie de las aguas. (Gé 1:2.) Las Escrituras
Griegas Cristianas determinan el significado de este simbolismo, pues mientras Mateo explica que Jesús expulsó
demonios mediante el ‘espíritu santo de Dios’, Lucas dice que fue por el “dedo de Dios”. (Mt 12:28; Lu 11:20.)

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