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“Universidad Andina Néstor Cáceres Velásquez”

Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas


Carrera Profesional: Derecho

CRISIS ÉTICA DE LA ABOGACÍA


LA ABOGACÍA COMO FUNCIÓN PÚBLICA Y PRIVADA

Asignatura: Deontología Jurídica

Docente: M.Sc. Joel Fredy Pari Arcaya

Semestre: XII – “A”

Estudiantes:
1. Bernedo Alanguia, Amelia Julia
2. Coloma Barreto, Julio César
3. Huanca Coaquira, Magaly Vilma
4. Phala Arizaca, Yolir
5. Villalta Apaza, Cristina Judith

PUNO – 2020

1
El Derecho consiste en tres reglas o principios básicos: vivir honestamente, no

dañar a los demás y dar a cada uno lo suyo. “Es el arte de lo bueno y lo

equitativo” Ulpiano

2
Contenido
I. INTRODUCCIÓN...............................................................................................4
II. CRISIS ÉTICA DE LA ABOGACÍA, LA ABOGACÍA COMO FUNCIÓN
PÚBLICA Y PRIVADO.......................................................................................5
2.1. LA ÉTICA EN LA ABOGACÍA...........................................................................5
2.1.1. Misión y deber del abogado..................................................................................5
2.2. CRISIS ÉTICA DE LA ABOGACÍA......................................................................5
2.2.1. Orígenes de la Abogacía y su situación de crisis actual........................................5
2.3. Enseñanza de la ética..........................................................................................7
2.4. Causas de la crisis ética de la abogacía................................................................7
III. LA ABOGACÍA COMO FUNCIÓN PÚBLICA Y PRIVADO...............................7
3.1. LA ABOGACÍA COMO FUNCIÓN PÚBLICA...................................................7
3.1.1. La función pública..............................................................................................7
3.1.2. La ética en la función pública..............................................................................7
3.1.3. ÁREAS DE EJERCICIO DE LA PROFESIÓN COMO SERVIDOR ESTATAL. 7
3.1.4. Delimitaciones de ética, moral y probidad............................................................8
3.1.5. El deber de probidad del abogado; el compromiso personal y social.....................8
3.2. LA ABOGACÍA COMO FUNCIÓN PRIVADA...................................................8
3.2.1. La función privada..............................................................................................8
3.2.2. La ética en la función privada..............................................................................8
3.2.3. Áreas de ejercicio de la profesión como empleado dependiente............................8
3.2.4. independiente......................................................................................................8
IV. CONCLUSIONES...............................................................................................9
V. BIBLIOGRAFÍA...............................................................................................10

3
I. INTRODUCCIÓN

El mundo de la justicia y la ley es un mundo poblado de abogados, creado y activado por

los hombres de leyes, de manera que es inocultable la relación que existe entre la crisis

de la abogacía en el ejercicio de manera dependiente o independiente.

Actualmente en la formación universitaria en general, la enseñanza de la ética

profesional carece de importancia. Con esta actitud se pretende pasar por alto que las

normas éticas forman parte esencial de las reglas del “arte del bien abogar”. Desde esa

negación de la ética, podría pensarse que a un cliente le conviene más un abogado

deshonroso que no dudará en corromperse para obtener un beneficio en su interés, en

lugar de respetar las normas éticas. Sin embargo, se debe reconocer que la sociedad se

fortalece o debilita con el respeto o desprecio al orden jurídico, cuya raíz es

eminentemente ética.

A la luz de los preceptos de la ética, desarrollaremos en el presente trabajo sobre los

aspectos que genera la crisis ética de la abogacía en el sector público y privado en el

siglo XXI.

4
II. CRISIS ÉTICA DE LA ABOGACÍA, LA ABOGACÍA COMO FUNCIÓN
PÚBLICA Y PRIVADO

II.1. LA ÉTICA EN LA ABOGACÍA

II.1.1. Misión y deber del abogado

II.2. CRISIS ÉTICA DE LA ABOGACÍA

La abogacía es una profesión vinculada a dos grandes conceptos que el maestro


Álvaro d’Ors describió como la díada fundamental del derecho romano: el concepto de
autoridad y la realidad del poder. Auctoritas y Potestas. Para nadie es un secreto que la
abogacía peruana está pasando por una crisis vinculada al escándalo de Odebrecht y a la
corrupción sistémica que atraviesa el orden de la vida pública. De alguna forma, en vez
de optar por el saber socialmente reconocido; es decir, en lugar de buscar la autoridad,
algunos abogados han optado por abrazar el poder sirviéndose de él, en lugar de servir al
derecho y la justicia. Asimismo, el gran maestro Rafael Domingo precisa que el jurista
tiene que ser un hombre independiente del poder político, de lo contrario dejará de ser
“molesto” y pasará a ser “modesto”. Hay que controlar al poder, no servirse de él. Un
dependiente del poder político no tiene independencia jurídica. Es preciso restaurar el
equilibrio entre la autoridad y el poder pues de ese equilibrio nace el derecho, y para
restaurar este equilibrio hace falta analizar las raíces de la crisis de la abogacía peruana.
La crisis está ligada a la ética profesional.

II.2.1. Orígenes de la Abogacía y su situación de crisis actual

La abogacía requiere de un delicado y necesario equilibrio ético. Su actual crisis


y deterioro en opinión de la ciudadanía se debe justamente a que, en el ejercicio
profesional, los abogados no nos hemos ocupado de solucionar los conflictos de las

5
personas. Las expresiones negativas y burlas oprobiosas sobre la profesión dan cuenta de
ello. Quizá sea una aseveración un tanto dramática, pero no está alejada de la verdad1.

En los orígenes de la abogacía, el derecho y la moral estaban unidos; quien acudía al


foro o la asamblea a defender a sus parientes o clientes lo hacía respetando y conociendo
las costumbres, la moral de la ciudad y sobre todo, ofreciendo como garantía su propio
testimonio de vida, debía mostrar a los demás una conducta ética que le otorgara
credibilidad para sostener sus argumentos.

La situación de crisis que vive la abogacía exige reflexiones profundas y acciones


concretas. Habría que iniciar por replantear a quién sirve la profesión en un mundo en el
que los adelantos científicos y tecnológicos frecuentemente corren en sentido contrario
al respeto y reconocimiento de la dignidad humana.

La abogacía es una de las profesiones jurídicas que ha sido socialmente “castigada” en


buena medida por la mala fama que ha adquirido por el desconocimiento de su
importancia y relevancia social. Profesión liberal por excelencia, destaca, o debería
destacar por su intelectualidad y su independencia2. Se dice que sin independencia no
hay abogacía y violarla compromete la función social de la profesión3.

Para ejercer a cabalidad el arte de abogar, es decir, de representar y de entender los


intereses de terceros en un negocio o conflicto, se requiere comprender principalmente
las legislaciones, los intereses, las necesidades, las pasiones, los vicios, las virtudes que
inciden en las conductas humanas. Además, el abogado debe conocer la ciencia del
derecho, el arte de la argumentación oral y escrita, las habilidades de persuasión, el
sentido de la oportunidad en marcar otra estrategia procesal y mecánica de la
negociación. Desde su origen, este es el orden que se guía el “arte de abogar”: primero

1
Hernández-Villegas, Enrique. “Abogados mediadores: un nuevo paradigma de nuestra profesión”, Revista La Barra No. 98, enero-mayo
2016, Barra Mexicana Colegio de Abogados, A.C. pág. 5.
2
Garrido Suárez, Hilda Ma., Deontología del abogado: el profesional y su confiabilidad, Madrid, Universidad
Carlos III de Madrid, Fundación Gregorio Peces-Barba, Edisofer, 2011, pág. 36.
3
Cruz Barney Oscar, et al. (coords.), 2015, Dilemas contemporáneos sobre el Ejercicio de la Abogacía en
México, ABA ROLI México.
6
conocer al hombre y luego las armas para defenderlo, porque en cada asunto en que
interviene contribuye o no a hacer realidad la justicia4

Lo dispuesto en el texto legal:

El Código de Ética del xxxx, en sus artículos xxx, dispone lo siguiente:

II.3. Enseñanza de la ética

II.4. Causas de la crisis ética de la abogacía

III. LA ABOGACÍA COMO FUNCIÓN PÚBLICA Y PRIVADO


Temas importantes con relación a la

III.1. LA ABOGACÍA COMO FUNCIÓN PÚBLICA

xxxxxxxxxxxxxxx

III.1.1. La función pública

III.1.2. La ética en la función pública.

III.1.3. ÁREAS DE EJERCICIO DE LA PROFESIÓN COMO SERVIDOR


ESTATAL

4
Dra. María del Carmen Platas Pacheco.-Participación sobresaliente como expositora en el Comité de Ética
de la Barra Mexicana Colegio de Abogados A.C., Ciudad de México, octubre de 2011.
7
III.1.4. Delimitaciones de ética, moral y probidad

III.1.5. El deber de probidad del abogado; el compromiso personal y social

Stephen R. Covey, en su clásico libro “Los 7 hábitos de la gente altamente


efectiva” nos comenta un tanto sobre la “ética del carácter” como cimiento del
éxito. Tal concepto aplica en cosas tales como la integridad, la humildad, la
fidelidad, la mesura, el valor, la justicia, la paciencia, el esfuerzo, la simplicidad,
la modestia y la “regla de oro”. Esta ética del carácter, que se genera muy antes de
la escogencia de qué carrera cursar en una universidad, provoca en las personas la
verdad de una especie de enunciados que le dirigen en su vida diaria. Previo a las
manifestaciones exógenas del ser humano que es profesional y abogado, existe el
elemento endógeno que genera, o así debería de ser, compromisos en el sujeto. 5

De hecho, el Código de deberes jurídicos, morales y éticos del profesional en


derecho presupone ese orden moral interno; en efecto, su artículo 3 dice: “Como
universitarios preparados y disciplinados, cultivadores de su inteligencia, tienen la
obligación de actuar en el plano social, político y religioso, sin más limitaciones
que las impuestas por el ordenamiento jurídico, el prestigio de su profesión y su
propia conciencia moral y ética”.

Bajo esta línea, don Alberto Brenes Córdoba nos viene a ilustrar con la siguiente
reflexión:

“Toda profesión liberal tiene, según su propia índole, su moral específica, que no
es otra cosa que aquellos preceptos de la ética general aplicables a la conducta de
la persona, en lo que mira al ejercicio de la ciencia que es objeto de sus
actividades.

5
COVEY (Stephen R.). Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva. Impreso en Litografía
Rosés, S.A., España, 1998.

8
La profesión de abogado, en particular, a causa de la clase de trabajos a la misma
referente, coloca constantemente a quien ella se dedica, en situaciones muy dadas
a poner a prueba la rectitud de su conciencia. De ahí la necesidad de que en su
ánimo vayan asentándose desde que principia el estudio de su carrera, las nociones
de buen gobierno interior que han de guiarle en el curso de su vida profesional. Sin
firmeza de carácter para no transigir con lo malo, sin principios de honradez que
arraiguen profundamente en su espíritu, jamás puede el abogado alzarse a mayor
altura en la sincera estimación de sus conciudadanos, aunque le adornen, por otra
parte, notables dotes de ingenio y saber. La elocuencia misma, con su poderoso
atractivo, no llega a producir efectos de importancia en las lides forenses, cuando
falta el orador autoridad moral. Es como el sol de invierno en las regiones frías:
brilla, pero no calienta”.

Ahora, pretender alcanzar éxito como abogado subsume el hacerlo pero bajo
preceptos de probidad; eso es una exigencia implícita de la profesión. El lego en
derecho debe comprender que su profesión es esencial en el quehacer nacional,
mismo que se refleja en su labor privada o pública, eso es indiferente.

De lo que viene, surge necesariamente en este momento delimitar lo que será


probidad, conforme lo dispone la Ley anticorrupción, sin dejar de lado el concepto
de probidad que cada persona maneja.

En esta línea, tenemos que el art. 3 de la Ley de cita señala: “El funcionario
público estará obligado a orientar su gestión a la satisfacción del interés público. /
Este deber se manifestará, fundamentalmente, al identificar y atender las
necesidades colectivas prioritarias, de manera planificada, regular, eficiente,
continua y en condiciones de igualdad para los habitantes de la República;
asimismo, al demostrar rectitud y buena fe en el ejercicio de las potestades que le
confiere la ley; ase- gurarse de que las decisiones que adopte en cumplimiento de
sus atribuciones se ajustan a la imparcialidad y a los objetivos propios de la
institución en la que se desempeña y, finalmente, al administrar los recursos
públicos con apego a los principios de legalidad, eficacia, economía y eficiencia,
rindiendo cuentas satisfactoriamente”. Nótese lo amplio del deber, de ahí la
necesidad de desmenuzarlo, tal y como sucederá más adelante.

Pero, entonces, más allá de lo ya indicado con respecto a “ética” y “moral”, y


como estos términos se subsumen en lo que es “probidad”, surge la interrogante:

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¿Qué es probidad? ¿Cómo se entiende éste en el ejercicio de la abogacía al
desempeñarse un cargo público?

No es tarea fácil ubicar un solo concepto integrador de lo que es probidad. No


necesariamente lo probo para una persona lo tiene que ser para la otra. Eso sí
pareciera existir alguna aceptación generalizada de ciertos valores, cánones éticos
o morales, o principios de probidad, aceptados –y pedidos– por la sociedad.
Podríamos hablarse así de un marco de mínimos de probidad.

Ese mínimo de probidad bien podría dirigirnos a pensar que una persona proba: –
se reconocerá a sí mismo y al mundo que lo rodea; sabrá distinguir el bien que
debe hacerse y el mal que debe evitarse;

buscará lo justo; será reflexiva de las cosas; hará las cosas a conciencia, sea que ha
sido hecho bien pensado; –buscará ecuanimidad, serenidad en el juicio,
imparcialidad; será bondadosa; –mostrará rectitud; –actuará con honestidad;
decencia y buen comportamiento; –será recatada; –será decorosa y modesta; –
tendrá la virtud que exige dar a cada uno lo que le pertenece.

La probidad será, pues, el grupo de valores, principios o enunciados de arraigo


interno y personal, de tinte ético y moral, que guiarán las acciones de cada
persona; probidad será asimismo, el grupo de valores o mandatos mínimos que
exige la sociedad sea mediante acuerdo implícito o disposición legal.

De ello surge que tenemos por tanto dos tipos de compromisos: el que realiza por
si sola la persona como tal, y el que se hace en relación con la sociedad porque se
es profesional (abogado), siendo que en esto segundo cabe mayor exigencia al
lego en derecho porque hay deberes con respecto al entorno.

Nos proponemos ahora a explicar en detalle, sin agotar sus posibles alcances, el
art. 3 de la Ley anticorrupción; éste establece el deber de probidad, mismo que
debe ser observado por el abogado al ejercer una función pública o al ser
empleado estatal. Tal numeral realmente lo que regula es una especie de
parámetros a tener en cuenta en la conducta que se despliega. Estos son los
siguientes:

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1. Pro interés público. Aunque la Administración Pública se con- forma de
personas que en su esfera individual poseen sus propios intereses, sucede que en
el ejercicio de lo público, sea por elección popular, investidura, nombramiento o
por acontecer el servidor de hecho, todos, sin reservas, deben, sobre cualquier otro
tipo de interés, favorecer el de la colectividad o el del país. No hay otra razón de
ser: el Estado (cada funcionario público) debe buscar satisfacer el interés público.

2. Pro planificación. La Administración, y por ende, todo funcionario público,


debe hacer suyos los imperativos que en materia de planificación instruye,
primordialmente, la Ley de administración financiera de la República y
presupuestos públicos. Saber planificar a partir de objetivos e indicadores
alcanzables, más que una posibilidad, es una obligación. La planificación
involucra un proceso interno institucional y de amplia participación; esto debe ir
de la mano, en lo posible, con el Plan nacional de desarrollo y lo que por la
participación ciudadana se pueda alcanzar en pro de municipios, descentralizadas,
entre otros. El profesional en derecho que es funcionario público debe propiciar tal
labor en su institución.

3. Pro rectitud. Tal enunciado se nutre de una esfera ética plena de


comportamiento. Honradez, transparencia, respeto, responsabilidad, entre otros,
son, todos ellos, parte del espejo que debe mirar y proyectar con el ejemplo cada
servidor público. La excusa tan inútil y denigrante o absurda e insultante de que la
“corrupción” –entendida aquí como la comisión de actos contrarios a la ética y a
la ley– es tan normal y que, por ello, debe ser aceptada, no tiene cabida.

4. Pro buena fe. Todo comportamiento, toda relación entre los funcionarios
públicos y entre éstos y los ciudadanos, debe partir de la buena fe. Ello significa
que siempre se llegará al funcionario público para que éste realice un acto acorde
con la ley, cumpliendo fielmente con los requisitos que previamente hayan sido
establecidos. Particular- mente a los abogados se les pide actuar de buena fe por
ser ello consustancial a su otra preparación, la de notario.

5. Pro objetividad. Siendo que el abogado servidor público solo puede actuar
en pro del interés público, no puede, jamás, tener cabida otra razón, completa o
parcial, para decidir cuestiones públicas; es decir, no es válido invocar un interés
diferente al de la Nación.

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6. Pro legalidad constitucional. La letra y principios de orden constitucional
son el límite de actuación de todo servidor del Estado. Una actuación fuera de esto
estará sin sustento y podría conllevar a la sanción pública por la comisión de un
“fraude de ley”.

7. Pro eficiencia y eficacia. La gestión pública debe maximizar los resultados


ante la escasez de fondos y recursos; los objetivos de trabajo deben cumplirse al
menor costo posible. Además, la eficacia es el mandato que busca adecuar y
concretizar las políticas públicas, así como el cumplimiento de los objetivos y
metas.

8. Pro rendición de cuentas. Ya lo dice claramente la Constitución, “La


Administración Pública en sentido amplio, estará sometida a un procedimiento de
evaluación de resultados y rendición de cuentas, con la consecuente
responsabilidad personal para los funcionarios en el cumplimiento de sus
deberes”; tal examen se debe hacer de cara al pueblo, a la propia institución en la
que se presta el servicio y a los órganos de control.

9. Pro RECHAZO de actos de corrupción. Cada abogado servidor público debe


rechazar dádivas, obsequios, premios, recompensas o cualquier otro emolumento,
honorario, estipendio, salario o beneficio por parte de cualquier otro sujeto
diferente a su patrono, en razón del cumplimiento de sus labores o con ocasión de
éstas.

10. Pro liderazgo. Las demás personas, sean familiares, amigos, conocidos,
compañeros de trabajo, etc., deben observar en cada profesional en derecho que a
su vez es funcionario público, un modelo de vida que vale la pena imitar. Igual se
debe proyectar un modelo de excelencia en el ejercicio de la función, esto siendo
modelo de honestidad y probidad, mostrando una conducta enteramente
intachable.

Ya fuera de los alcances del deber de probidad de la Ley anticorrupción, igual


pueden hallar sustento en él los siguientes imperativos:

a) Pro igualdad: el abogado debe hacer suyo tal principio de derechos humanos
que exige tratar a todas las personas sin ningún tipo de discriminación. No es
posible una conducta pública que haga distinciones.

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b) Pro regularidad: el profesional en derecho ha de cerciorarse, cuando le
competa, de que las operaciones y actos administrativos queden asentados, de
manera correcta, en registros confiables financieros, presupuestarios, entre otras
clases de archivos.

c) Pro austeridad: la asignación, adquisición, conservación e inversión de los


recursos y fondos públicos, deben orientarse a la satisfacción plena del interés
público, según el mandato del Estado Social de Derecho, y al uso racional de
éstos.

d) Pro transparencia: la rendición de cuentas obliga a que el ejercicio del poder


–y el cumplimiento de las funciones públicas asignadas– se haga de cara a los
administrados; el abogado

servidor estatal debe promover incluso el examen de rendición de cuentas, como


instrumento idóneo para la transparencia.

e) Pro lealtad: todo acto o conducta pública debe alcanzarse en función del
país, la democracia, el bien común, la libertad, la justicia, la responsabilidad y la
probidad.

f) Pro responsabilidad: todo funcionario público debe responder, de frente al


país y a los órganos de control, investigación y sanción, por sus faltas desde los
ámbitos ético, disciplinario, civil, político y penal. También exige que el
profesional mantenga sus promesas, cumpliendo con sus obligaciones y no
justificando un incumplimiento o rehuir una responsabilidad.

g) Pro integridad: Los actos del funcionario público deben estar alejados de
buscar beneficios en lo personal, familiar o para sus amigos. Asimismo se puede
comprender como el reto constante en el profesional de defender sus creencias y
valores, rechazando la hipocresía y falta de escrúpulos; y no adoptar ni defender la
filosofía de que el fin justifica los medios.

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h) Pro honestidad: todo interés diferente al público, que pudiese ocasionar un
conflicto de intereses, debe ser declarado por el funcionario público. De inmediato
debe detenerse aquel actuar que potencialmente pueda comprometer la recta
honestidad. Igual puede entenderse como ese deseo de aprender a conocer las
debilidades y limitaciones y dedicar tiempo para tratar de superarlas, solicitando
consejo de compañeros de mayor experiencia.

i) Pro ecuanimidad: ordenanza de ser imparcial, justo y ofrecer trato igual a


los demás; tener mente abierta, aceptar los cambios y admitir los errores cuando
maduramente se acepta la equivocación.

j) Pro dedicación: petitoria de estar dispuesto a entregarse sin condición al


cumplimiento del deber, siempre con atención, amabilidad, cortesía y servicio.

k) Pro solidaridad: en las interacciones sociales o de gremio, es debido el


auxilio y colaboración entre colegas. 6

Todos estos preceptos, que en lo absoluto buscan establecer un solo listado, deben
ser observados por los profesionales en derecho, salvaguardando así el sano
ejercicio de la función estatal. Nótese en los preceptos un claro sentido de amplitud
al incorporar dentro del término probidad, una serie de parámetros de correcta
gestión pública. Esto nos parece justificable desde la óptica de buen gobierno,
donde todo servidor es parte de un engranaje, ordenado a ser eficiente y eficaz en lo
que hace, a mostrar mística, a ser agente provocador de cambios y mostrar rectitud,
integridad, en suma, probidad.

III.2. LA ABOGACÍA COMO FUNCIÓN PRIVADA

a) La Abogacía de Función Privada de Ejercicio Privado. -7

6
Diccionario de la Lengua de la Real Academia Española, tomo I, 21a. edición, 1992.

7
BRENES CÓRDOBA (Alberto). Sobre la moral y la profesión del abogado. Ética Jurídica, Editorial
Jurídica Continental, I Edición, 2002.

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El descenso ético de la abogacía no es sino el resultado del incumplimiento de las
normas morales que regulan su ejercicio y la conducta privada del abogado que se
refleja en las relaciones sociales, en la propia naturaleza del derecho y en la ética
general de la sociedad.

Su misión directa no es la sociedad, es el interés del cliente, en cuya defensa pone el


juego el abogado de su gloriosa palabra.

a) Abogacía Función Pública de Ejercicio Privado.-

Ante un derecho injusto o caduco los demás pasan por encima de él a conquistar por
sí solas un derecho nuevo, más acorde con sus necesidades.

Se fortalece entonces la penetración del Derecho público en relación con derecho


privado y se fortalece el poder del estado en la organización social, pero la
burguesía no pierde fuerza se traslada del campo privado hacia el público que
también sirve sus intereses. Pero quien desempeña esa función pública consciente,
solo será el abogado de elevada moral y se convierte en el primer realizador de la
justicia, es decir en el primer juez.

El estado y el derecho son siempre guardianes de los intereses de las clases


dominantes.

c) Abogacía Función Pública de Ejercicio Público.-

Surge un nuevo derecho (socialista) y pugna la asunción de la clase trabajadora al


poder del Estado y la abolición de la propiedad privada, que merece mucha atención
en las facultades de derecho Norteamericanas, europeas y algunas latinoamericanas
que se resume como abogacía función pública de ejercicio público en la que
suprime el ejercicio liberal, vale decir potestativo o privado del profesional.

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III.2.1. La función privada

El abogado es un profesional independiente que le asiste como asesor y


representante en la defensa de sus derechos e intereses frente a los organismos
públicos y el resto de las personas y entidades privadas.

Hoy en día se halla ampliamente superada la visión del abogado como un


profesional que interviene únicamente en los juicios, y el ciudadano sabe que el
contar con el asesoramiento previo de un abogado en la fase de la negociación de
un contrato, en la formulación de una reclamación, en la mediación para resolver
un conflicto, o en la preparación de un testamento o unas capitulaciones
matrimoniales, por poner un ejemplo, sirve en multitud de ocasiones para evitar
los gastos e inconvenientes de un juicio y resolver la cuestión que le preocupa de
una forma satisfactoria.

El abogado es hoy en día un técnico polivalente que en función de sus áreas de


especialidad, y sin ánimo exhaustivo, le puede prestar sus servicios en relación
con las siguientes cuestiones:

a) Defensa de sus intereses en todo tipo de procedimientos judiciales, ya sean


estos de la jurisdicción civil, penal, social o contencioso – administrativa.

b) Negociación y redacción de todo tipo de contratos públicos o privados, ya


sean estos de trabajo, de ejecución de obras o prestación de servicios, de
compraventa de bienes, préstamo.

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c) Asesoramiento e intermediación en todo tipo de operaciones inmobiliarias,
compraventas y/o arrendamientos de pisos y fincas urbanas y rústicas, con la
preparación de los contratos y documentos jurídicos necesarios.

d) Defensa de sus intereses y asesoramiento en matería urbanística, actuando a


tal efecto ante las administraciones locales y superiores, y configurando todas las
formalidades jurídicas necesarias (redacción de planes urbanísticos, constitución
y gestión de juntas de compensación, preparación de contratos y extinciones de
contratos…).

e) Asesoramiento fiscal, preparación y presentación de todo tipo de declaraciones


y obligaciones fiscales (Impuesto de la Renta, I.V.A., Impuesto de
Sociedades…). Recursos y reclamaciones contra los actos de las haciendas
públicas.

f) Redacción de testamentos, declaraciones de herederos sin testamento y


particiones hereditarias, así como procedimientos judiciales en materia
hereditaria.

g) Redacción de capitulaciones relativas al régimen económico del matrimonio


(separación de bienes, sociedad de gananciales…).

h) Asesoramiento y gestión de derechos en materia de propiedad intelectual e


industrial (marcas, patentes…).

i) Defensa ante la imposición de sanciones y multas por parte de cualquier


organismo público.

j) Redacción de escritos y recursos en todo tipo de procedimientos


administrativos (expropiación forzosa, contratación con las administraciones
públicas…), gestión de sus intereses en los distintos organismos y obtención de
todo tipo de licencias, autorizaciones, subvenciones…

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k) Constitución, gestión y disolución de todo tipo de sociedades mercantiles y
civiles, operaciones de reestructuración societaria (fusión, escisión…), y
asesoramiento general en derecho de la empresa (aspectos mercantiles, laborales
y fiscales, derecho administrativo).

l) Asistencia y/o acompañamiento a todo tipo de juntas o reuniones (sociedades,


comunidades de propietarios, asociaciones…).

m) Mediación en conflictos familiares, empresariales, laborales…

n) Intervención como árbitro de equidad o de derecho para la resolución de


cualquier tipo de disputas o conflictos entre personas o empresas.

o) Reclamaciones por accidentes a los sujetos responsables, a las compañías de


seguros y/o a los organismos públicos.

p) Gestión y reclamación de todo tipo de derechos y pensiones a la Seguridad


Social (desempleo, jubilación, maternidad, incapacidades…).

q) Negociación y gestión de todo tipo de derechos laborales (salarios,


condiciones de trabajo…).

r) Reclamación de todo tipo de deudas y obligaciones.

Seguramente le constará a vd. que otro tipo de profesionales prestan algunos de los
servicios mencionados, e incluso es posible que sea vd. de la opinión de que la
contratación de dichos profesionales resulta más económica. Por el contrario, debe
saber que los servicios que le presta el abogado no resultan más caros o gravosos, y
en cualquier caso el abogado es el único profesional que le asesorará o defenderá
sus derechos e intereses con todas las garantías:

1) Garantía de formación: El abogado es un profesional titulado, licenciado


universitario en Derecho, que además participa en un programa de formación
continua para la actualización de sus conocimientos.

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2) Garantía deontológica: El abogado está sujeto en su actuación profesional a un
estricto Código Deontológico, de cuyo cumplimiento rinde cuentas a un Colegio
Profesional, al que debe pertenecer obligatoriamente por mandato legal.

3) Garantía de responsabilidad civil: El abogado está cubierto por obligación


legal con un seguro de responsabilidad civil que le garantiza que le resarcirá en
los daños y perjuicios que pueda sufrir como consecuencia de un eventual error o
negligencia en su actuación profesional.

Si tiene un conflicto, quiere formular una reclamación o se va a ver implicado en un


negocio u operación del tipo que sea, no lo dude, recurra a los servicios de un
abogado, y tendrá así la seguridad de que sus derechos e intereses son defendidos
con todas las garantías.

III.2.2. La ética en la función privada.

Conducta del abogado. En su carácter de auxiliar principal de la administración de


justicia, el abogado debe ser desinteresado y probo, llevar hasta muy lejos el
respeto de sí mismo, y guardar celosamente su independencia hacia los clientes,
hacia los poderes públicos, y especialmente, hacia los magistrados. Debe actuar
con irreprochable dignidad, no sólo en el ejercicio de su profesión, sino también en
su vida privada: llamado a apreciar, a veces a juzgar los actos de otros, ejerce un
ministerio que no puede desempeñar con autoridad sino a condición de ser él
mismo respetable. En suma, su conducta profesional o privada, no debe jamás
infringir las normas del honor de la delicadeza que caracterizan la del hombre de
bien.

Dignidad en la vida privada: En su vida privada el abogado debe eludir cuanto


pueda afectar su independencia económica, comprometer su decoro o disminuir,
aunque sea en mínima medida, la consideración pública que debe siempre
merecer. Debe evitar que se le protesten documentos, se le haga objeto de
persecuciones judiciales o procedimientos precautorios, pues la repetición de tales
medidas revelaría un desorden incompatible con el ejercicio profesional. Debe
abstenerse de evacuar consultas o conferencias con sus clientes en lugares
públicos, poco adecuados a tal objeto. Por su situación especial de técnico del
derecho no debe usar ciertas defensas como la excepción de juego. En suma, debe
tratar de conducirse con el máximo de rigor moral, para asegurarse así la mayor
estimación pública.
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Respeto de la ley: Es deber primordial de los abogados respetar y hacer respetar la
ley y las autoridades públicas. Deben cumplir estrictamente las disposiciones
fiscales que gravan la profesión, pagando en su oportunidad, los impuestos o
derechos que correspondan.

Probidad. La probidad que se exige al abogado no importa tan sólo corrección


desde el punto de vista pecuniario: requiere además lealtad personal, veracidad,
buena fe. Así, por ejemplo, no debe aconsejar ningún acto fraudulento, formular
afirmaciones o negaciones inexactas, efectuar en sus escritos citaciones
tendenciosamente incompletas, aproximativas o contrarias a la verdad, retener
indebidamente documentos ni demorar la devolución de expedientes.

Desinterés: El desinterés que debe caracterizar al abogado no consiste en el


desprecio del provecho pecuniario, sino en el cuidad de que la perspectiva de tal
provecho no sea nunca la causa determinante de ninguno de sus actos.

III.2.3. Áreas de ejercicio de la profesión como empleado dependiente

III.2.4. independiente

20
IV. CONCLUSIONES
La función principal de los abogados se basa en representar los intereses del estado; sin
embargo, muchos otros optan por acarrear cargos independientes, privados y/o ofrecer sus
servicios privados en su propio despacho, etc. Por ello en el desempeño de su profesión
deberá actuar con probidad, respetando los lineamientos que reconocen el colegio
profesional de abogados y la ética profesional.

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V. BIBLIOGRAFÍA

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