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SALAZAR YERÉN, Víctor (2018). Toribio Alarco Carrillo de Albornoz: Poesía.

Colección Cuadernos esenciales 1. Chincha Alta: Horfandía ediciones.

TORIBIO ALARCO CARRILLO DE ALBORNOZ:


ENTRE LA RABIA Y LA POESÍA

Toribio Alarco no fue un mero señor rural, sino un cultor exquisito


de las letras. Poeta de vuelo y polemista temible de cáustica y
acerada pluma, espigó también con acierto sobre asuntos Chinchas,
en el campo atrayente de la tradición.

ABELARDO ALVA MAÚRTUA

Toribio Alarco nació en Lima, en la segunda mitad del siglo pasado, en el


seno de una familia acomodada y culta, de tradicional estirpe española. Fue hijo
de don Julián Alarco Bedriñana y Juana Carrillo de Albornoz León.
Por línea paterna, don Toribio Alarco descendía de una familia de linaje,
donde destacaban políticos, militares e intelectuales. Su tío Lino Alarco,1 por
ejemplo, hermano de su padre, fue un reconocido médico y político peruano
que llegó a ser electo Senador por el departamento de Huancavelica en 1875; y
aunque no llegó a juramentar el cargo, dado su repentino deceso, llegó a ser
nombrado Primer Vicepresidente durante el gobierno de Manuel Candamo en
1903. Su abuelo paterno, don Toribio Alarco Garavito, de origen
huancavelicano, y por oficio comerciante, fue uno de los firmantes del Acta de
la Independencia en 1821 y uno de los tres políticos que representarían a

1 En una carta fechada el 15 de junio de 1903, dirigida al director del bisemanario «El Siglo
XX», don Toribio Alarco hace una sentida mención biográfica sobre su tío Lino en los
siguientes términos: «Ajeno siempre a la política, solo prestó sus servicios a la Patria; y, en
1879, cuando a la vez que figuraba de Consejero de Estado, ofrendaba hasta los caballos de
su coche, para que arrastrasen los cañones de nuestra mala artillería. Nombrado en 1881
―por los restos de la Dictadura― comisionado para gestionar un convenio de paz que
llegara a la desocupación del territorio por el invasor, prefirió soportar la persecución que
entonces se le hiciera, antes que firmar un tratado desdoroso para la Patria […]. Fue uno de
los pocos médicos que con Odriozola y Ulloa, se negara a prestar sus servicios a los
chilenos, y con tal fin quitó hasta el aviso de la puerta de su domicilio. Si las complacencias
de su carácter generoso y los vínculos de familia le obligaron a aparecer en la política actual,
como jefe de un partido, muere para este uno de los más grandes elementos del poco
prestigio que le queda en la República».

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Huancavelica en el Primer Congreso Constituyente en septiembre de 1822. Por


parte de su tío abuelo se emparentaba con la gran dama limeña, Juana Alarco
de Dammert,2 de quien fuera sobrino, por ser prima hermana de su padre.
Según Federico Salas Guevara (1990: 44): «La familia española de los Alarco,
originaria de Valencia, debió instalarse en el Perú a mediados del siglo XVIII,
en que alguno de ellos vino a Huancavelica». Lo cierto es que su bisabuelo,
Julián José Alarco y Arnao los Reyes, fue un devoto servidor de la Corona
española.
Por línea materna, descendía de una familia de abolengo, entre los que se
encontraban militares y políticos aristócratas de confirmada trascendencia. Fue
biznieto de don Fernando Carrillo de Albornoz y Salazar, 3 quien desarrolló una
destacada carrera como militar, llegando incluso a ser coronel del Ejército
Peruano durante las campañas patrióticas de 1820. Su tatarabuelo, don
Fernando Carrillo de Albornoz y Bravo de Lagunas, 4 fue un aristócrata e
importante militar peruano que desempeñó el cargo de coronel de los Reales
Ejércitos y del Regimiento de Caballería de Chincha. De igual forma, su tía
bisabuela, Josefa Carrillo de Albornoz, tomó parte activa en el proceso de
Independencia contra España, escribiendo cartas para don José de San Martín,
quien la nombró, honoríficamente, prócer de la Independencia del Perú.

2 Juana Alarco Espinoza de Dammert nació en Lima el 27 de mayo de 1842. Sus padres fueron
Julián Alarco Garavito y Mercedes Espinoza. Fue una benefactora dama de la niñez peruana
y dado su compromiso para con los más necesitados se le conoció como «La abuelita de los
niños». Fundó, en colaboración con otras distinguidas damas limeñas, la Sociedad
Auxiliadora de la Infancia. En diciembre de 1861 contrajo matrimonio con el comerciante
alemán Juan Luis Dammert Ansink con quien tuvo un hijo. A la muerte del niño, Juana
promovió la creación de la Escuela Maternal para el cuidado y enseñanza de niños
huérfanos entre los 7 y 12 años. Murió en la ciudad de Lima el 2 de agosto de 1932.
3 Fernando Carrillo de Albornoz y Salazar, III Conde de Monteblanco, nació en la Villa de
Almagro (actual Chincha Baja) en 1769 y murió exiliado en Madrid en 1839. En 1804
contrajo matrimonio con Petronila de Zavala y Bravo de Rivero, hija de los marqueses del
Valle-Umbroso, con quien tendría un solo hijo, Fernando Carrillo de Albornoz Zavala.
4 Fernando Carrillo de Albornoz y Bravo de Lagunas, VI Conde de Montemar, nació en Lima
el 5 de abril de 1727. En 1764 se casó en Chincha con María Rosa Salazar y Gaviño, II Condesa
de Monteblanco, conformando una de las más grandes fortunas del Virreinato a fines del
siglo XVIII. Al enviudar heredó las propiedades de San José, Lurinchincha y Hoja Redonda,
a la que se anexó San Regis, además del título de Monteblanco, al cual renunció,
posteriormente, en favor de su tercer hijo, Fernando Carrillo de Albornoz y Salazar.
Precisamente fue Ricardo Palma quien lo haría célebre en una de sus más sabrosas
tradiciones, «El que más vale no vale tanto como Valle vale». En 1776 fue Alcalde Ordinario
de Lima y, años después, fue condecorado con la Cruz de Caballero de la Orden de Montesa
en 1795. Murió el 2 de agosto de 1814, a la edad de 87 años.

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Se cuenta, además, que su padrino de bautismo fue el eminente escritor


peruano, don Ricardo Palma Soriano, quien le escribiera una animosa carta que
el autor utilizaría como prólogo a su hoy inhallable libro de poemas «Flores del
Rímac».5
Sus estudios los realizó en la ciudad de Lima, en el Colegio San Carlos, y,
posteriormente, los estudios superiores en la facultad de Filosofía y Letras de la
Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Desde muy joven fue un férreo colaborador de la causa patriótica durante la
guerra con Chile y seguidor apasionado de Cáceres, tanto que «contribuyó con
el insigne patriota en la lucha de resistencia contra los invasores y abrió sus
arcas muchas veces para ayudar a las guerrillas que en el centro del país
mantenían heroicamente la defensa del suelo patrio salvajemente pisoteado.
Fue un cacerista a carta cabal y mantuvo con hidalguía esa posición hasta el fin
de su vida» (Pérez Ríos 1992: 52).
Colaboró en el bisemanario «El Siglo XX», de don Rómulo Lanza, entre los
años 1901 y 1904, donde escribiría conceptuosos artículos y tradiciones, además
de poemas costumbristas, muchos de ellos bajo el seudónimo de Fenol. Años
antes haría lo propio en pequeñas publicaciones que estuvieron a su cargo,
como fueron los combativos «El Ocioso», «La Tijera» y «El Violín».
Incursionó en la política en 1901, siendo candidato a Diputado por Chincha
en el Partido Constitucional que dirigía don Andrés Avelino Cáceres. Tras
algunos incidentes que pudieron terminar en tragedia decide alejarse de la
contienda, aduciendo que «los miembros de las mesas receptoras de sufragios
no constituían ninguna garantía de imparcialidad y que había justificadas dudas
sobre la conducta que observarían durante los días de las elecciones» (Ibíd.: 55).
Harto del mundo y su mentira, acabó con su vida el martes 14 de junio de
1904, en los interiores del establecimiento de la Botica Ítalo-Peruana, a causa de
un disparo en la cabeza. Sus restos descansan en el Cementerio General de
Chincha. En su lápida mortuoria, que revela una gran cruz sobre un delgado
pergamino, se aprecia la siguiente inscripción: «Toribio Alarco, falleció el 14
junio 1904. Un recuerdo de verdadera amistad».

5 El título en referencia hace mención a la hermosa y popularísima Flor del Rímac (Onoseris
Albicans).

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Poética

La obra poética de Alarco ―si bien no exenta de altibajos e irregularidades―


despierta nuestro interés por su desmesurado aliento épico, y esa mezcla de
perspicacia y refinada ironía. Fiel a los epígonos de la escuela costumbrista, el
poeta enristrará los motivos de su crítica contra autoridades y potentados con
un marcado tono inquisidor. Sus letrillas, ese enrarecido género que se haría
popular entre los versificadores del diecisiete, con Caviedes a la cabeza, y,
posteriormente, con Pardo, dos siglos después, denunciarán los vicios y
miserias que atentan contra nuestra jovencísima población. Alentado por el
tono burlón del estribillo español, buscará desenmascarar enquistados
propósitos a fin de entablar un diálogo aleccionador con la adormecida
conciencia del poblador provinciano.
En las piezas de corte social que inquietan por su desenfado y posibilidad
orientadora, Alarco cuestiona, entre otras cosas, la inoperancia de la autoridad
local y el descuido por la mejoría social. Resulta elocuente su poema «¡Ave
María!» donde con sorna y salero aborda, hondamente preocupado, la desidia
con que la Municipalidad descuida el ornato provincial. Aquí algunos
momentos del poema:

¡AVE MARÍA!

Como aquí solo hay un coche,


que no es de los de alquilarse
por Dios, que hay que santiguarse
al caminar, por la noche,
por nuestra calle «Derecha»,
que alguien de «Grau» ha nombrado,
no porque sea estrecha
sino por el entablado.
Mortal:
¿Quieres matarte? ¿De veras?
Pasea por las aceras
de la calle principal.

Con un brío nunca visto


nuestro serio Municipio
a la obra dio principio

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teniéndolo todo listo;


y a tal modo de empezar
los sabidos y los tontos,
todos estuvieron prontos
para hacer desentablar.

Mortal:
¿Quieres matarte? ¿De veras?
Pasea por las aceras
de la calle principal.

Y… así se ha quedado aquello!


cualquiera lo puede ver;
y el que no lo quiera creer
será menos que un… caballo
por su necia y pobre inopia.
Que haga el incrédulo prueba
a ver si no, o si se lleva
un golpe por cuenta propia.

Mortal:
¿Quieres matarte? ¿De veras?
Pasea por las aceras
de la calle principal.

Pero no es solo la desidia ante el ornato provincial lo que despierta las rabias
del poeta, sino el desamparo en el que se encuentran los niños a causa de las
excesivas fiestas y la dejadez magisterial, vista con complacencia por la
autoridad y la ignorancia de los propios padres. Para Alarco, como es usual en
todo hombre culto, la educación tiene un lugar preponderante en el ejercicio
de la ciudadanía, ya que a falta de ella quienes detentan el poder ven la
oportunidad perfecta para burlar derechos y saciar apetitos personales a costa
de los más necesitados. Aquí un fragmento de su directo «Jugando cocos»:

Los que sí se hallan contentos


son ciertos padres bausanes,
que quieren que, de gañanes,
sirvan sus hijos ¡Jumentos!

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prefieren los cuatro reales


que pagan en «San José»
Y después… a un no sé lé
los tratan como animales.

Y los niños? Como locos


en la Plaza Principal
en la calle, en el corral,
jugando cocos.

La empatía que demuestra el poeta frente a los demás es cautivadora en el


sentido que siendo este mismo parte de la aristocracia peruana llegara a
practicar con entereza cada uno de sus parlamentos. José Antonio Pérez Ríos
(1992: 52), quien delineó la figura del vate en toda su esencia, nos recuerda en
uno de sus escritos:

Las puertas de su casa y de su corazón, siempre sensibles y abiertas para los


amigos, los idealistas y los necesitados, eran ya conocidas tanto en Chincha
como en Lima y a ellas acudían en busca de un consejo, de una noche de charla
amena y culta o, las más de las veces, en procura de un paliativo para sus
necesidades, hombres y mujeres de distinto origen que sabían que el poeta no
era de los que daban las espaldas ante la necesidad o el hambre de nadie.

Como hijo de su tiempo, su mirada realista expondrá sus odios sin afeites.
Los infaustos episodios de la guerra con Chile develarán a un hombre dolido
por la derrota. Porque debemos acotar que Alarco no fue un hombre más que
liberó sus desdenes ante el país vecino, sino que llevó a la práctica su aliento
nacionalista al enlistarse en un pelotón en favor de la defensa de Lima y abonar
una parte estimable de sus caudales a la campaña cacerista. Pues nada más
lejano en Alarco que el discurso superfluo; sus reflexiones líricas serán el
resultados de su ignominiosa calidad de vencido. En uno de sus sonetos más
conmovedores, describirá con crudeza y dolor la sitiada localidad de
«Miraflores»:

Bellos jardines, ranchos espaciosos,


Amenas quintas de labor dechado,
Hacían de tu suelo bienhadado
Objeto de recreo delicioso.

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Se deslizaba manso, cariñoso


Céfiro puro por tu ameno prado…
Hoy de fétidos miasmas impregnado,
No da solaz, ni calma ni reposo.

Y las que fueron quintas y jardines


Do celebramos célicos festines
Hoy negras ruinas; hoy escombros son.

En lugar de arboledas y de flores,


Cenizas, huesos, soledad, horrores,
De ayer a hoy, ¡oh Dios! Qué transición.

Y al igual que el mejor González Prada sabrá detectar a los culpables. En la


tercera parte, final de su inquisidor poema «Impaciencia», sabrá decir lo
siguiente:

III

Oh, sarcasmo de la suerte!


Oh, desdichado Perú!...
¿Cuándo imaginaste tú,
así tan postrado verte?...
A tan humilde miseria
cuándo creíste llegar,
tú, que plata y oro al par,
tenías por rica arteria…

Yo con súplicas prolijas


de puerta en puerta a rogar
para poder alcanzar
el rescate de tus hijas
y hoy, en tu infortunio recio,
solo hayas a tu dolencia,
en tus hijos displicencia,
y en tus huéspedes desprecio…
Y se derrocha y se gasta…
y se prodigan honores…

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y… ¡basta! olvido señores


que no ha cambiado la casta.
Que el Perú de hoy es el mismo,
el mismo que siempre fue:
un pueblo sin patriotismo
con un gobierno sin fe.

Pero seamos claros, su crítica no entraña en ningún momento un afán


demoledor; su postura, por el contrario, se muestra constructiva y
esperanzadora; de ahí sus empeños en formar parte de la clase política, harto
de los discursos rimbombantes y carentes de toda proactividad. Pues como se
sabe, Alarco llegó a alinearse en el Partido Constitucional de Cáceres a fin de
alcanzar la diputación por Chincha. Y aunque no lo consiguió, su cacerismo se
mantuvo incólume hasta el fin de sus días. En uno de sus poemas, por ejemplo,
lamentará con sorna la remozada orientación pierolista que el periódico donde
con tanto afán colabora ha optado. En él se le escuchará decir:

I
―¿Ha visto usted «El Siglo XX»?
¿Qué le parece?...
¡Canario!
que ese mal bisemanario
está haciéndose… potente;
pero… amigo,
¡con el corazón le digo!
siento que tome la pista…
pierolista.

II
―Emilio,6¿qué te parece
el último «Siglo XX»??
―Es un número… caliente
para quien no lo merece;
pero… amigo…
¡con el corazón te digo!...
siento que el bisemanario

6 Emilio Germán Amézaga (1870-1931), intelectual que dirigió en 1900 el bisemanario El Siglo
XX de propiedad de don Rómulo Lanza Sifuentes.

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sea revolucionario.

O en este otro, «Maldiciones», donde abiertamente expresa su fervor por


Cáceres, denostando contra quienes no ven en el Brujo de los Andes una efigie
del mérito, de la verdad y la valentía. Aquí solo un primer momento:

A mí me parece sueño
oír ―por ahí― maldecir,
con inusitado empeño,
a quienes se han de morir
sin tener cómo pagar
cuanto Cáceres les diera;
y esto sí me hace estallar
a mí que nada me hiciera,
y por eso el hilo cojo.
Dicen: ―el tuerto es un flojo.
―Digo: ¡ay!
¿y Acuchimay?...

Por otro lado, y más allá de todo esto, Alarco también persiguió el poema
sentencioso, de tono pausado y fabulesco. En «Ascensos que asustan» advierte
en el hombre que viene desde «abajo» a un genio que debe mirarse con respeto
y cuidado. Ya que este no solo ha logrado conocer las alturas del progreso sino
los insondables fosas del fracaso. Estos extremos, como es de suponerse, lo
dotan de una exquisita experiencia y, por ende, de una estimable sabiduría. Y el
conocimiento es peligroso; lo saben dictadores, políticos, y todo aquel que de
alguna manera detenta el poder. Por eso ante ellos es mejor reservar cierta
cautela por las posibilidades que su experiencia entraña. Veamos el poema en
toda su amplitud:

Un águila, asombrada en cierta altura,


al mirar a sus pies un caracol;
pregunta a la rastrera criatura,
cómo había llegado a esa región;
y este con desenfado y recelo,
arrastrándome ―díjole― no más.

El águila, asustada, tendió el vuelo,

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y, ligera, a otra altura fue a posar…


Mérito tiene, quien tan solo fiándose
en su esfuerzo y valer, llegó a subir.
De quien, cual caracol, subió arrastrándose,
ligero, como el águila hay que huir?

Un texto donde el poeta proyecta la mejor muestra de su hilaridad es «Sobre


la bubónica», una verdadera pieza de orfebrería satírica, donde la exageración,
la finura y el buen gusto se combinan para abordar los niveles de exasperación
y alarma de la sociedad chinchana. Pero antes de abordar el poema,
permítasenos una breve digresión a manera de preámbulo necesario.
La también llamada peste negra que asoló una gran parte de Europa,
matando a poco más de un tercio de su población, se propagó por el continente
americano a fines de 1899. Dicha propagación, que podría decirse correspondía
a su tercera oleada, fue consecuencia del continuo comercio que ya mantenía
el continente con Europa. El primer país afectado fue Paraguay, y desde allí se
extendería a los demás países con presencia portuaria. La peste bubónica,
causada por unas pulgas guarecidas en las ratas y que contenían la bacteria
Yersinia pestis, se presentó en el Perú, más específicamente en el puerto del
Callao en abril de 1903, a través de insumos infectados traídos desde Tailandia.
Desde allí se extendería a los demás puertos del interior del país. En una nota
aparecida en «El Comercio» de Lima, el 9 de mayo de 1903, se informaba con
urgencia «Sí, la peste bubónica está en Lima. Creciente angustia y temor». En
ella se decía sin más:

La peste apareció posiblemente por el arroz que recibió la casa Milne procedente
de Bangkok. Hay inquietud general en Lima y Callao; hasta el momento han
muerto 4 hombres, y un operario de la panadería Santa Teresa presenta
síntomas de la mortal enfermedad. Las autoridades han dispuesto las más
estrictas medidas sanitarias. En La Legua se ha incinerado la harina procedente
del molino Milne, ubicado en el Callao.

En Chincha, el primer despacho que hemos podido encontrar sobre el


respecto proviene de «El Siglo XX», de marzo de 1904, donde se comunica,
como un hecho todavía lejano, el rebrote en Lima.

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Ya para marzo de 1926, el diario «La Voz de Chincha» informaría el asunto


desde otra perspectiva, esta vez acusando a la Casa Samanez como
«importadora» de la mortífera peste:

Hace muchos meses que se notó alguna escasez de harina en Chincha, entonces
la casa Jesús Samanez Hnos. —firma comercial que «La Acción» defiende—, con
el deseo natural del acaparamiento, mandó uno de sus camiones a la provincia
vecina de Cañete en busca de este artículo, y una vez conseguido fue entregado
a una panadería de don Francisco Carrillo establecida en el Alto Larán, y como
la tal peste grasaba en aquella provincia fue así como se importó el contagio a
dicho lugar («La Voz de Chincha», 25 de marzo de 1926).

Poco tiempo después la casa Samanez tuvo que cerrar su establecimiento,


dada una orden de la Dirección de Salubridad que sugería la desinfección de
sus mercaderías antes de volver a reanudar sus actividades.
Lo cierto es que Chincha presentaba excelentes condiciones para su
propagación: aún no se contaba con servicios de saneamiento como los de agua
y desagüe, y muchas de las acequias ―como la de Pilpa y de Lima― discurrían
por el centro de la ciudad, entre arbustos y matorrales. Las personas, haciendo
gala de su insensatez, arrojaban sus aguas pútridas, orines y excretas a las vías
públicas atrayendo perros, ratas, cuervos, y demás alimañas.
Nuestro antiguo mercado también se vería afectado por la presencia de los
roedores. Con respecto a él, cuenta don Ernesto Velit Ruiz (1950: 13):

Ese local [el mercado] siguió prestando su servicio hasta el año 1930-1931, en que,
con motivo de la aparición de la peste bubónica, fue preciso desalojarla,
improvisando un mercado en el mismo lugar donde está el actual y,
posteriormente, fue trasladado a las calles de Santo Domingo y Ayacucho, hasta
que entró en funciones el nuevo mercado actual, mandado a construir por el
General Benavides.

Como se podrá apreciar, el tema de la peste bubónica en Chincha pasó de


ser una noticia lejana a una realidad que afectó someramente a la sociedad de
entonces. Si bien las cifras de mortalidad no fueron alarmantes, sí despertaron
la prudencia en nuestros pobladores exigiendo a las autoridades mejores
condiciones en cuanto a servicios y saneamiento. Desde la poética, Toribio
Alarco también haría lo propio. Hasta aquí la digresión.

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«Sobre la bubónica» es un poema satírico que descubre el aliento socarrón


de su autor. A través de sus versos, Alarco, con el poder que le otorga su
«embestidura poética», se permite dar una serie de decretos, uno más
disparatado que el otro, ante la población que está ansiosa de una pronta
solución. En primer lugar se presentan los considerandos para luego rematar
con sus hilarantes resoluciones. Leamos:

SOBRE LA BUBÓNICA

Por cuanto:
Hay que aplicar —al instante—
el concejo interesante
que publica, como suyo,
el académico Grullo
en un folleto importante;

Por tanto:
De foco epidémico
aconsejamos aislarse;
se evita así el contagiarse
del bubón, hoy semiendémico,
según aquel académico.

COMPRA Y OBSEQUIO

Por cuanto:
Probado está en obras latas,
de medicina y de ciencia;
(y también por la experiencia)
que pericotes y ratas
a los microbios son gratas;

Por tanto:
Páguese, por cada rata,
veinte centavos al trote,
y dos por un pericote;
y repártase —sin plata—
a cada casa una gata.

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AZUETO

Por cuanto:
Sería inicuo, punible,
muriese la numerosa
hoy, juventud estudiosa,
víctima de la insufrible
bubónica incorregible;

Por tanto:
Clausuren —los inspectores—
las escuelas, y dispongan
que los alumnos se pongan
con sus doctos profesores,
a caza de roedores.

[…]

NI FRUTAS NI COPAS

Por cuanto:
El uso de los licores,
como también de la fruta,
muchos lugares enluta,
pues son buenos conductores
para los microbios peores.

Por tanto:
Declárese oficialmente,
que la fruta es un veneno
(salvo de cercado ajeno)
como el alcohol que es ardiente
[menos chinchano aguardiente]

¡FUEGO!

Por cuanto:
Probado está que en los barcos
y vapores (menos botes)

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procrean los pericotes,


que en procrear no son parcos,
debajo los camarotes;

Por tanto:
Ordénese, sin demora,
se aplique —sin distinción—
a los buques y al «Colón»
surtos en Tambo de Mora,
de dinamita un cajón.

Más allá del efecto humorístico que revela cada verso, resulta curiosa la carga
semántica que va desentrañando cada línea de su discurso. Y es que sin mayores
afeites, el autor nos participa de la «alta valoración» que siente por sus
representantes. La idea de una autoridad torpe, burda y falta de ilustración y
criterio ―de allí sus disposiciones― es lo que el autor quiere mostrar, y acaso
allí radique nuestro interés por ese espíritu temerario y cuestionador.
Los aciertos en la poética de Alarco giran en torno a la socarronería frente a
los temas llamados «serios». Su sonrisa entrañaba suspicacia y un halo de
denuncia que no se volverá a repetir sino veinticinco años después con la
aparición de los sugestivos versos y aforismos de Carola Bermúdez de Castro.
Su tono sentencioso e inquisidor propugnó por la mejora de la provincia,
demostrando que el arte podía desarrollarse no solo como un mero
divertimento burgués, sino peligroso en su esencia discursiva.
Más allá de la hojarasca que señaláramos al inicio de esta semblanza, sobre
todo en el plano del poema amoroso, dada su estética sensiblera y pasatista, y
un tanto torpe en su desarrollo, creemos importante su palabra por marcar un
hito en la poética local. Antes que él, ningún otro había podido acercarse a las
musas con solvencia. Su escuela, si bien hoy perdida con los años, marcó el
inicio de nuestra joven poesía provincial. A él, y a nadie más que a él, le debemos
nuestras primeras sonrisas en el difícil arte de la poesía social y festiva entrado
el novecientos.

Víctor Salazar Yerén


Pauranga, agosto de 2018

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BIBLIOGRAFÍA

ALARCO CARRILLO DE ALBORNOZ, Toribio


1901 «La calle de Los Ángeles». En El Siglo XX. Chincha, domingo, 21 de
abril.
1901 «Las permanentes». En El Siglo XX. Chincha, domingo 26 de mayo.
1903 «Curanderos y tinterillos». En El Siglo XX. Chincha, miércoles 19 de
agosto.
1903 «Carta». En El Siglo XX. Chincha, miércoles 17 de junio.
1903 «¿Opiniones?». En El Siglo XX. Chincha, miércoles 8 de junio.
1903 «Maldiciones». En El Siglo XX. Chincha, miércoles, 9 de septiembre.
1903 «Una obra de arte chinchano». En El Siglo XX. Chincha, sábado 10 de
octubre.
1903 «Cocos y nueces ». En El Siglo XX. Chincha, domingo 29 de
noviembre.
1904 «¡Ave María!». En El Siglo XX. Chincha, domingo 7 de febrero.
1904 «Dos fechas clásicas I». En El Siglo XX. Chincha, miércoles 10 de
febrero.
1904 «Dos fechas clásicas II». En El Siglo XX. Chincha, viernes 12 de
febrero.
1904 «Carnaval, ayer y hoy». En El Siglo XX. Chincha, miércoles 17 de
febrero.
1924 «¿Pares o nones?». En Chincha Ilustrado. Año I. N° 3. Chincha Alta,
sábado 24 de mayo.
1926 «¿Pares o nones?». En La Unión. N° 4473. Chincha, sábado 27 de
marzo.
1926 «La bubónica». En La Unión. Chincha, lunes 29 de marzo.
1950 «El gato negro». En El Pardino. Año III. N° 4. pág. 71. Chincha Alta,
octubre.
1957 «¡Ave María!», «Ascensos que asustan», «Impaciencia», «Décima»,
«María Lacroix», «Cocos y nueces», «Miraflores». En Poesía.
Antología Literaria Chinchana. Cuadernos N° 1. Chincha: Círculo
Cultural Chincha.
1968 «Ascensos que asustan», «Como rosa y como roca», «Saber morir».
En Poesía. Tomo I. Chincha: Comité de Cultura.
1984 «Ascensos que asustan». En Luis Cánepa Pachas: Monografía de
Chincha. 2da. edición. pág. 93. Chincha: J&C Impresores.

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SALAZAR YERÉN, Víctor (2018). Toribio Alarco Carrillo de Albornoz: Poesía.
Colección Cuadernos esenciales 1. Chincha Alta: Horfandía ediciones.

1992 «Jugando cocos», «A Tacna», «¡Ave María!», «Palo». En José Antonio


Pérez Ríos: Hablemos de Chincha. Chincha: Editorial Casma.
1995 «¡Ave María!», «Impaciencia». En Luis Mora Martínez: Antología de
la Poesía Chinchana. Chincha: Ediciones Poetas de la Calle.
2013 «Como rosa y como roca». En Pedro Moisés Díaz Flores: Ilustres
Joyas del Ingenio. Breve antología de Poetas y Escritores. Chincha:
Gráfica Ideas.

PÉREZ RÍOS, José Antonio


1992 Hablemos de Chincha. Chincha: Editorial Casma.

VELIT RUIZ, Ernesto


1950 «Chincha de antaño». En El Pardino. Año III. N° 4. págs. 10-17. Enrique
Foley Gambetta (director). Chincha.

* Víctor Salazar Yerén (Chincha Alta, 1981). Docente y escritor. Ha publicado los libros de
poesía Frívola Musa (Cascahuesos editores, 2007); Canciones de hogar y otros poemas
(Horfandía ediciones, 2008); Sobre la aldea (Lustra editores, 2011); Cuando al fin tu voz toque
mi nombre (Nictálope editores, 2014); Quince poemas dispersos (PBC ediciones, 2018) y Toqra
(Horfandía ediciones, 2019); así como las antologías El festín del Jaguar, Cien años de poesía
en Chincha (2014); Un pueblo rumbo al sur, Apuntes para el estudio del cuento y el relato en
Chincha (2016); y A orillas del río Ichu, Nueva antología de la narrativa breve huancavelicana
(2016). Ha publicado, asimismo, rescates en torno a la obra de autores chinchanos, como son
los libros: Carola Bermúdez de Castro, La sinfonía inconclusa (Nictálope editores, 2014) y Luis
Schwarz Zuleta, El fauno bicorne (Horfandía ediciones, 2018). Dirigió el Fondo Editorial José
María Arguedas y la colección Anqara en la provincia de Angaraes, Huancavelica, como una
campaña en favor del libro y la lectura. Actualmente dirige la colección Cuadernos Esenciales,
la cual se dedica al fomento de clásicos chinchanos vía Horfandía ediciones. Textos suyos
pueden apreciarse en diversas publicaciones, entre ellas: Piel de Kamaleón; La manzana
mordida; Lucerna; D’ Palenque y BIT; así como en la muestra poética Confesiones de un
descreído.

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