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SOLIDARIDAD

Grité con regocijo cuando la cuerda de mi caña de pescar casi me da en el


rostro. Con sus fuertes brazos, mi padre se acercó y me ayudó a recoger la
enorme masa de algas marinas. Él y mi hermana comenzaron a reír mientras
yo miraba incrédulo. "Está bien" -me dijo sonriendo- "ya atraparemos otro".
No ayudó que a mi madre casi se le cayera la cámara de tanto reírse.
Nunca pescamos ese pez, pero a través de los años, mi padre me ayudó de
muchas otras formas. Yo trabajaba en su consulta dental después de la escuela
y ayudaba en lo que pudiera. En la noche, él me ayudaba con mis deberes
escolares. Y mi hermana lideró la sección de porras cuando recibí mi diploma
de la universidad. Éramos un equipo.
Ahora me doy cuenta de cuán feliz es mi vida cuando trabajo con otras
personas. Ya sea que ellas me ayuden o que yo les ayude a ellas, las
obligaciones parecen más livianas y el tiempo es un poco más dulce. Y algún
día lograré atrapar ese pez.

La vida que toco para bien o para mal tocará otra vida, y esa a su vez a
otra, hasta quién sabe dónde el temblor se detenga o en qué lugar lejano
se sienta mi efecto.

Frederick Buechner

1926 Educador, escritor, teólogo

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