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Arendt
Arendt
ARENDT)
Esta generación parece en todas partes caracterizada por su puro coraje, por una
sorprendente voluntad de acción y por una no menos sorprendente confianza en la
posibilidad de cambios.
“Con lo que nos enfrentamos es con una generación que no está por ningún medio
segura de poseer futuro”
Progreso:
● En el siglo XVII, Pascal y Fontenelle, pensaba en el progreso como en una
acumulacion de conocimientos a traves de los siglos, mientras que para el
siglo XVIII la palabra implica una “educación de la Humanidad” cuyo final
coincidiría con la llegada del hombre a la mayoría de edad.
● Existe el simple hecho de que el futuro general de la Humanidad nada
tenga que ofrecer a la vida individual, cuya único futuro cierto es la muerte.
● El progreso no solo explica el pasado sin romper el continuum temporal
sino que puede servir como guía de actuación en el futuro.
● El progreso puede no servir ya como la medida con la que estimar los
progresos de cambio desastrosamente rápidos que hemos dejado
desencadenar.
SOBRE LA VIOLENCIA (H.ARENDT)
Mills: Toda la política es una lucha por el poder. El ultimo genero de poder es la
violencia
Voltaire: decía que el poder consiste en hacer que otros actúen como yo decida”.
Si la esencia del poder es la eficacia del mando, entonces no hay poder más
grande que el que emana del cañón de un arma. ((IMPORTANTE)
Los autores más arriba citados definen a la violencia como la más flamante
manifestación de poder.
Es el apoyo del pueblo el que presta poder a las instituciones de un país y este
apoyo no es nada más que la prolongación del asentimiento que, para empezar,
determinó la existencia de leyes. Se supone que bajo las condiciones de un
Gobierno representativo el pueblo domina a quienes le gobiernan.
Una de las distinciones más obvias entre poder y violencia es que el poder
siempre precisa el número, mientras que la violencia, puede prescindir del número
porque descansa en sus instrumentos.
Poder, potencia, fuerza, autoridad y violencia no serían más que palabras para
indicar los medios por los que el hombre domina al hombre. Se emplean como
sinónimos porque poseen la misma función.
Un solo hombre sin el apoyo de otros jamás tiene suficiente poder como para
emplear la violencia con éxito. Por eso, en las cuestiones internas, la violencia
funciona como el último recurso del poder contra los delincuentes o rebeldes.
El poder es “un fin en sí mismo”. Pero la estructura del poder en sí mismo precede
y sobrevive a todos los objetos, de forma que el poder, lejos de constituir los
medios para un fin, es realmente la verdadera condición
que permite a un grupo de personas pensar y actuar en términos de categorías
medios-fin.
El poder surge allí donde las personas se juntan y actúan concertadamente, pero
deriva su legitimidad de la reunión inicial más que de cualquier acción que pueda
seguir a esta. La legitimidad cuando se ve desafiada, se basa en una apelación al
pasado mientras que la justificación se refiere a un fin que se encuentra en el
futuro. La violencia puede ser justificable pero nunca será legítima
La violencia puede siempre destruir al poder. Del cañón de un arma brotan las
órdenes más eficaces que determinan la más instantánea y perfecta
obediencia. Lo que nunca podrá brotar de ahí es el poder. ((IMPORTANTE))
El dominio por la pura violencia entra en juego allí donde se está perdiendo el
poder.
Rabia: solo brota allí donde existen razones para sospechar que podrían
modificarse esas condiciones y no se modifican. Solo reaccionamos con rabia
cuando es ofendido nuestro sentido de la justicia y esta reacción no refleja
necesariamente en absoluto una ofensa personal. Lo que provoca la rabia es la
apariencia de racionalidad más que los intereses que existen tras esa apariencia.
Como los hombres viven en un mundo de apariencias y, al tratar con estas, las
declaraciones hipócritas no pueden ser contrarrestadas por el llamado
comportamiento razonable.
Cada reducción de poder es una abierta invitación a la violencia: aunque solo sea
por el hecho de que a quienes tienen el poder y sienten que se desliza de sus
manos, sean el Gobierno o los gobernados, siempre les ha sido difícil resistir a la
tentación de sustituirlo por la violencia.