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Al ser sujetos sociales, poseemos una cantidad extenuante de experiencias inmediatas de

lo social. Sin embargo, cuando tratamos de definir de una forma concreta de que se
refiere, nos resulta impreciso. Podemos decir que cada uno posee una forma diferente de
comprender lo social, ya que cada persona se desarrolla en diferentes contextos de vida.

A pesar de las desigualdades que pueden darse por medio de factores económicos,
culturales y sociales, debemos tener en cuenta que gran parte del tiempo compartimos un
espacio público, el cual nos da la instancia para interactuar, comunicarnos y dar nuestras
opiniones respecto a las distintas problemáticas que se van desarrollando en la sociedad
en su momento. Estos problemas sociales son asuntos que involucran algún tipo de
inconveniente que afecta a una cantidad determinada de personas, por lo tanto, se
necesita un tipo de consenso respecto a su existencia. Si el problema no es resuelto
tendrá efectos más negativos en la sociedad.

Teniendo en cuenta lo expuesto anteriormente ¿De qué manera el gobierno al mando


puede solucionar las problemáticas sociales para mantener un grado razonable de
estabilidad social? La respuesta, a través de políticas sociales. Pero la gran duda es; ¿Son
los sujetos sociales los actores más relevantes para llevar a cabo una política social?
¿Siempre han sido vistos como sujetos de derechos?

Para responder estas preguntas, se tomará en cuenta lo expuesto por Cechinni y Martínez
(2011) para abordar las dimensiones históricas, los modelos de desarrollo y los
paradigmas que ha sufrido la política social en América latina durante las décadas
pasadas. En este caso, los autores hablan sobre 4 etapas de convergencia entre los países
latinoamericanos para explicar el desarrollo de la política social y las condiciones actuales
de la protección social.

En la primera etapa se habla sobre un “modelo de crecimiento hacia afuera”, esto quiere
decir que los países latinoamericanos exportaban bienes primarios a cambio de productos
manufacturados. El Estado era de un carácter liberal, por los que sus preocupaciones no
estaban en lo social, más bien sus funciones se centraban en la seguridad externa, el
manteamiento del orden y el cumplimiento de contratos.
La política social en esos años no formaba parte de las preocupaciones fundamentales de
los gobiernos, es por esto que las problemáticas sociales eran atendidas por la caridad de
la sociedad civil y la iglesia. En consecuencia, en este periodo nacen las primeras
instituciones de protección social que surgieron como otras “soluciones” para la cuestión
social, que fueron impulsadas por privados organizados en cooperativas. En este trance
podemos observar una expansión en cuanto a la cobertura de la salud y la educación
pública.

Podemos decir que en esta primera etapa no se aplica una política social como tal, ya que
no existía una gran preocupación del Estado en cuanto al bienestar de los ciudadanos, por
lo cual no existía una investigación profunda para declarar cuales eran sus necesidades
más preocupantes. En vista de esto, la protección social estaba a manos de organizaciones
sociales (privados) los que no analizaban profundamente la complejidad de los fenómenos
sociales como la pobreza, sino más bien lo hacían de una forma más asistencialista o de
caridad.

De acuerdo con el académico Arellano (2012) el apoyo para aumentar las oportunidades y
por ende las capacidades es deseable, sin embargo, la urgencia de las necesidades y el
tiempo necesario para desarrollarlas obliga a actuar mediante programas de asistencia.

Luego viene la segunda etapa, cuyo inicio suele datarse en la crisis de 1929. En esta fase el
nuevo modelo de desarrollo es hacia adentro, esto quiere decir que su horizonte y
preocupación era el mercado interno. Para defender la industria nacional de la
competencia externa, el Estado asume nuevos roles; planificador, regulador, empresario,
etc. En lo social podemos observar que hubo fuertes presiones debido a la creciente
organización sindical, por lo cual la política social se centró en la protección del trabajador
asalariado, contribuyendo así en la consolidación de una clase media. Esta etapa se
caracteriza por la protección de los precios y provisión de subsidios, por otro lado,
también comienzan algunos programas sobre alimentación y de transferencia para grupos
vulnerados.
Según Montagut (2000) el origen de las políticas sociales se ve vinculado al mundo laboral
y a la regulación del mundo del trabajo, puesto que, en el siglo XXI en Europa se intentó
combatir los efectos de la industrialización (condición de vida de los trabajadores) con las
políticas sociales.

Como resultado de la dificultad que comenzó a mostrar el modelo de desarrollo hacia


adentro y la presión que ejercían los grupos organizados, se produjeron grandes
desequilibrios macroeconómicos, seguidos por una elevada inflación, lo cual llevo a su
derrocamiento.

Respecto a esta segunda etapa, se deduce que el mercado es el que toma un papel
principal en cuanto a la protección social, ya que no se pretende resguardar las
necesidades de todas las personas, si no que de aquellas que tenían la capacidad de
demandar los nuevos bienes manufacturados. Este hecho probablemente fue el causante
de agravar más la desigualdad por la distribución de ingresos.

Durante la crisis de la deuda a principios de 1980, nace la tercera etapa, llamada por los
autores “disciplina y austeridad fiscal” (Cechinni y Martínez ,2011). Se habla sobre un
modelo Neoliberal de crecimiento hacia afuera, en donde se instaura la disciplina fiscal
para maximizar la eficiencia de gestión, el impacto y la efectividad de los programas.

Las reformas estaban orientadas para disminuir la inflación y fomentar el crecimiento


económico, que aumentaron las brechas en la distribución de riquezas. En esta ocasión, la
política social estaba dirigida hacia los más pobres para racionalizar los recursos, y,
además, se dio un sistema de libre elección respecto a los servicios; Por ejemplo, en el
caso de la educación existían instituciones públicas y privadas (para los que podían
pagarla). También se dio inicio a las redes de seguridad y fondos de inversión social,
considerados como una mejor herramienta en comparación a los ministerios para la
distribución de recursos.

En relación con la protección social, se dejó de lado la lógica del universalismo, cambiando
a un sistema provisional de AFPS, generando administraciones privadas para tales
recursos. En este contexto, el Estado toma un rol subsidiario, de control y evaluación,
disminuyendo su papel de proveedor.

En referencia a este periodo, podemos declarar que la política social aborda las
problemáticas de los más vulnerados e invisibilizados socialmente. Los autores Cechinni y
Martínez (2011) afirman que el riesgo y la vulnerabilidad son conceptos fuertemente
vinculados con la protección social.

América Latina está marcada por profundas desigualdades sociales, donde intervienen no
solo factores económicos, sino también, políticos, sociales, culturales e históricos en el
surgimiento y mantenimiento de la pobreza, y, por lo tanto, en las brechas de
desigualdad. Los mecanismos de protección social, en este sentido, buscan una protección
masiva para esta población tan heterogénea ante los hechos de riesgo y vulnerabilidad.
Por lo tanto, en este periodo se comenzaron a visibilizar más las necesidades básicas y los
derechos sociales mínimos que tenían que ser resueltos mediante las políticas sociales.

Finalmente, en la etapa 4 se habla sobre la “competitividad sistémica” que se desarrolla


en el siglo XXI hasta la época actual. En esta ocasión se señala que coexisten dos enfoques
de política social en América latina; la primera tiene relación con la competitividad
sistémica, la que busca la inserción de los países en una economía global y la segunda
tiene que ver con el enfoque de derechos y garantías de la ciudadanía.

Los objetivos a tratar en este periodo son generalmente mejorar la distribución de


recursos y riquezas para disminuir la desigualdad social. Es por esto que las personas ya no
son vista como consumidores, si no como personas con derechos y obligaciones. En esta
línea, la política social se preocupa de llevar a cabo estos derechos, teniendo en
consideración aspectos que no eran considerados relevantes en tiempos pasados, como lo
son; la etnia, edad, genero, etc. Por lo tanto, se busca mejorar la calidad de los servicios
estatales y de las políticas sociales, potenciando el rol regulador del Estado, al que se le
otorga una cohesión social en la ciudadanía. Dicho de otro modo, se eligen autoridades
con ayuda de la participación de la ciudadanía para el funcionalismo del imperio de la ley y
del Estado de derecho.
En detalle, a través de esta línea de tiempo se observan distintos tipos de modelos de
desarrollo y, por lo tanto, diversas formas de comprender a los actores sociales que son
parte de la gestión de una política social. Actores como; el Estado, el mercado, las
organizaciones y los sujetos sociales, se han ido transformando dependiendo del contexto
y, por lo tanto, cada uno tiene un rol importante que cumplir bajo las demandas de la
época en la que se sitúan.

No obstante, las personas, no siempre fueron consideradas como sujetos de derechos.


Podemos ver que en épocas anteriores sus necesidades fueron silenciadas por las
exigencias del sistema capitalista, el cual es sus inicios, privilegiaba la productividad
dejando de lado las carencias sociales.

Con el paso de los años, la ciudadanía fue tomando un rol fundamental en cuanto a exigir
políticas sociales que garanticen soluciones para las problemáticas que en el pasado no
eran cubiertas. Este sujeto contemporáneo posee una mente más abierta en comparación
a décadas pasadas, en donde los prejuicios, la opresión y el sometimiento no dejaban
avanzar la lucha social.

Ahora podemos hablar libremente de un sujeto social transformador que incluso, en su rol
de actor social, puede incidir directamente para crear una política social a través del acto
democrático lobby (grupo de presión motivado para incidir sobre un gobierno
especialmente relacionado con las decisiones políticas) .

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