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Myriam Revault
d'Allonnes
Lo que el hombre
hace al hombre
Ensayo sobre el malpolítico
MUTACIONES

Arnorrortu/edítores l.
1. ¿Banalidad del mal?

La violencia de las controversias provocadas por la


aparición de la obra Eichmann en Jerusalén: un estu-
dio sobre la banalidad del mal, de Hannah Arendt,1
La! vez haya ocultado, como una cortina de humo, la
verdadera naturaleza del desafio planteado por la hi-
pótesis de una «banalidad del mal". Mi objetivo no es
aquí volver a los elementos de la polémica ni a las acu-
saciones levantadas contra Arendt. Se le reprochó su
frialdad, su insensibilidad, su «arrogancia". Se la in-
criminó por el tono presuntamente desapegado con
que hablaba de las víctimas, la falta de compasión, si
no la inconveniencia, con que trataba un tema tan do-
loroso. Y se aludió sobre todo a su insistencia -malé-
vola, al decir de algunos- en el papel desempeñado
por los propios Consejos J udios en el proceso de con-
centración, deportación y exterminio.
Sin embargo, lo esencial no es eso: se enuncia, an-
tes bien, en la apelación, claramente formulada por
Gershom Scholem, a reelaborar lo que impresiona,
dice este, como un «eslogan", y a producir un «concep-
to que encuentre su lugar en la filosofía moral y la éti-
ca política".2 En efecto, ¿en qué sentido, con qué dere-

1 Hannah Arendt, Eichmann in Jerusalem: A Reporl on lile Ba·


Ilality of Euil, Nueva York: The Viking Press, 1964; traducción
francesa: Eichmanfl a Jérusalem: rapport sur la banalité du m.al,
París: Gallimard, 1966 [Eichma1111 en Jerusalén: un estudio sobre
la ballalidcu/. del mal, Barcelona: Lumen, 1967).
2 Remito aquí al intercambio epistolar entre Arendt y Scholem a
raíz de la publicación de Eichma'ln en Jerusalén. Estas cartas fue-

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cho (según la quaestio juris kantiana), en qué condi- ma shakespeareano. En un regreso al personaje de
ciones es lícito hablar de una banalidad del mal, si es ~icllmann, Arendt reafirma que había en él una «falta
cierto que no dejamos de toparnos con la cuestión del de rofundidad evidente.., de modo que el m mnega·
mal como un enigma y un escándalo? Por «contunden- ble, absoluto, extremo, que organizaba sus actos no
te. que sea -como lo reconocía Jaspers-, la expre- podía calificarse de «radical... ~ra imposible, en efecto,
sión no deja de resultar paradójica, vulnerable a todos remontarse hasta la raíz de sus intenciones o sus ra-
los errores y todas las malas interpretaciones, mien- zones, pues estas sencillam!,!nte esta ausentes.
tras la reflexión no la haya dilucidado y, si fuera posi- .Los actos eran monstruosos, pero el responsable -al
ble, elevado al rango de un concepto operativo. menos el responsable altamente eficaz a quien sejuz-
En este aspecto, las precisiones o explicitaciones gaba entonces- era por completo ordinario, como
brindadas por Arendt distan de ser satisfactorias. A todo el mundo: ni demoníaco ni monstruoso... No ha-
decir verdad, ella jamás respondió al pedido de Scho- bía en él ni «convicciones ideológicas sólidas.. ni «moti-
lem y tampoco al de Jaspers, infinitamente más bene- vaciones específicamente malignas, y la única carac-
volente, que la incitaba a profundizar desde un punto terística notable que se descubría en su conducta, ya
de vista filosófico la pregunta subyacente en la fórmu- fuere la del pasado o la que manifestaba en el trans-
la que había aplicado a Eichmann: «¿Qué es el mal?. curso del proceso y a lo largo de los interrogatorios que
En su última obra, La vida del espíritu, Arendt re- lo habían precedido, era de índole completamente ne-
conoce que el motivo de la «banalidad del mal. no en- gativ,a; 1)0 estupidez, sinoJ'a1:~~sarniento... 3
cubría «ni tesis ni doctrina., a pesar del hecho, confu- LO que se ca «ra " , rlo-umtO,lo que
samente experimentado, de que tomaba a contrapelo de una manera u otra e aciona con la« rofundi-
el pensamiento tradicional Oiterario, teológico, filosó- dad.. de las raíces cUos motivos' pro ¡dad de lo de-
fico) sobre el problema del mal. Lo tomaba a contrape- Triomaco de la yoluntad perversa, de la maldad esen-
lo porque vedaba toda dimensión demoníaca o diabóli- CI ,de las pasiones malévolas. Ya la radicalidad del
ca, toda maldad esencial, toda maleficencia innata y, mal así entendido, Arendt opone entonces la condición
en términos más generales, todo móvil anclado en la de un hombre mediocre, des'provisto de motivaciones, -
depravación, la codicia y otras pasiones oscuras: todo caracterizado por la ausencia de pensamiento y el uso
aquello que, de manera privilegiada, deja ver el dra- constante de un lenguaje estereotipado, de clisés nor-
malizados aptos para protegerlo de los atentados de la
realidad. Ahora bien, sabemos que ese hom re «ordí-
ron publicadas en francés en Gershom Scholem, Fidélité el utopie:
essais sur lejudai:sme contemporain, París: Calmann-Lévy, 1978; nari(;"(cuyo prototipo concreto sería, en cierto modo,
la observación citada está en la pág. 221 de esa edición. «Esta nue- Eichmann) es ante todo el producto de un sistema cu-
va tesis". escribe Scholem, «me impresiona como un eslogan; no yo surgimiento y despliegue Arendt ya había analiza-
me parece, claro está, el fruto de un profundo análisis al modo del
que usled hizo de manera lan persuasiva al servicio de una tesis
completamente diferente y hasta contradictoria en su libro sobre 3 Hannah Arendt, La Vie de ['esprit, vol. 1, La Pellsée, París:
el totalitarismo (...l. Tal vez más que un eslogan, na lesisi debe- PUF, 1981, págs. 18-9 (La vida del espíritu: el pensar, la voluntad
ría ser objeto de una investigación, en un nivel serio, como un con· y eljuício en la filosofía y en la polítíca, Madrid: Centro de Estu-
cepto que halle su lugar en la filosotia moral y la ética política•. dios Constitucionalcs, 1984J.

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do. En Totalitarismo, tercer volumen de Los orígenes lamentar el abandono de una tesis que juzgaba fuerte_
del totalitarismo,4 había calificado de «radical» -€sta y «persuasiva», en cuyo reemJllazo se adoptaba una
vez con referencia a Kant, y no al criterio de la «pro- noción ambigua y sujeta a errores, por carecer de sufi-
fundidad»- al mal absoluto que procede de la hipóte- ciente argumentación. ¿Era necesario rechazar el con-~

I
sis de que -todo es posible., incluida la idea de que los cepto de -mal radical. para poner de relieve la "bana-
hombres son superfluos. Pues bien, si ella inscribe la lidad. o la "normalidad. de sus autores, y sostener la
«banalidad. del individuo Eichmann en la continui- aterradora paradoja de que hombres ordinarios pu-
dad de ese mal político y en la conformidad a las mons- dieran perpetrar (¿pero en qué condiciones?) un mal
truosas exigencias de la dominación totalitaria, aban- monstruoso. desconocido hasta entonces, y dar así lu-
dona en lo sucesivo el concepto de «mal radical» en be- gar a ese nuevo tipo de criminal que es el "enemigo del
neficio de la "banalidad del mal•. Es lo que dice sin ro- género humano»: hostis humanigeneris?
deos en su respuesta a Scholem: «Tiene usted toda la
razón: he cambiado de opinión y ya no hablo de "mal
radical" (. ..). E ora ac al,..mi..parecer es que el
mal nunca éS "radical"; só\ó es extre~, y no posee ni De la radicalidad a la banalidad del mal
pro " nsüit:-ni-carác emoníaco.
En Totalitarismo -pero ya también en los textos
uede invadirlo todo y arrasar con el mundo entero
dc la inmediata posguerra-,6 Arendt considera que
precisamente porque se propagaE1!il0 un hongo. "De-
la normalidad (ante todo, sociológica) de los cómpli-
safia el pensamiento", como he dicho, porque el pensa-
, s, los ejecutantes y los jefes es constitutiva de la,lógi-
miento trata de llegar a la profundidad, tocar las raí-
ca de movilizaCión total y, luego de los asesinatos ma,-
ces, y c ando se u el mal, se frustra r nQ en-
Rivos.· ngen las formaciones encargadas del
contrar nada. Esa es su ''han da n. Sólo el bien tiene
I.crror estaban compuestas de individuos con pasado
'pro - puede s diciik5--
'[iminal, desclasados y gánsteres, y si en los primeros
¿Por qué ese viraje? Por perentorio que sea su tono
tiempos del régimen nazi correspondió al sadismo y la
y por tajante que resulte su afirmación, el texto no
brutalidad de las SA ejercer el monopolio de las tortu-
convence de entrada. Tres incertidumbres, al menos,
r s y la custodia de los campos de concentración, la
ponen obstáculos a la inteligibilidad: los equívocos de
ampliación del sistema y la organización de la maqui-
la radicalidad, el motivo de la profundidad y la cues-
naria administrativa de la masacre fueron luego lle-
tión del desafio lanzado por el mal al pensamiento, de
v das a cabo no por algunas decenas de miles de cri-
modo que Scholem tenía quizá buenas razones para
minales monstruosos, sino por agentes que, a priori,

• Hannah Arendt, Les Origines du totaLitarisme. vol. 3, Le Sys· o cr., en particular, Hannah Arendt, -Culpa organizada-, escrito
teme totalitaire, París: Seuil, 1972, col. eePoints Politique•. La edi- tln noviembre de 1944 en Estados Unidos y publicado en inglés en
ción original es The Origins o{Totalitarianism. Nueva York: Har- lInero de 1945 en Jewish Frontier, con el título «Organized guilt and
court, Brace, 1951 [Los orígenes del totalitarismo, vol. 3, Totalita· universal responsibility»; trad. francesa, .. La culpabilité organisée»,
rismo, Madrid: Alianza. 1980). 1'Il Pellscr l'évéllemellt, París: Belin, 1989, págs. 21-34 I.Culpa
5 G. Scholem, Fidélité et utopie. . " op. cit., pág. 228. nrganizada•• en La. trodit:WIl oculta, Barcelona: Paidós, 2004J.

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no diferían en nada del resto de la población desde un Esta constatación es, en primer lugar, la de una
punto de vista moral y social. Como destaca Raul Hil- normalidad sociológica y estadística: muestra repre-
berg, «individuos absolutamente corrientes iban a
cumplir un trabajo que no lo era».7 Desde 1944, las ob-
servaciones de Arendt se orientan en el mismo sen-
sentativa de la población general, dice el textQ. «Cual-
quiera» podía ser des' do a «cualquieP. tarea: entre
uno y otro término, por sup ·sto, todo bascula de ma-
-
tido: «Cualquier miembro de la Wehrmacht puede ser nera abismal. Sin embargo, no hemos de encarar toda-
destinado a las misiones de la masacre».8 «Para cap- via el examen de los procedimientos y automatismos
r tar en todo su alcance lo que fueron esos hombres, de- de todo tipo que hicieron posible y luezo transforma-
bemos comprender que no examinamos a individuos ron en ejercicio rutinario tatea» en-euestión ( ..... 1'1'1- t
que actúan según sus criterios morales personales. En lo concerniente «genio o aniz dor de esi- ,.., l '
Los burócratas que quedaron atrapados en el proceso nato.., es decir, el pro . n t destaca,
de destrucción no eran, en el plano moral, diferentes siempre en 1944..§!.!, aparente. pr qpacióllll.Or la res-
del resto de la población. (. ..) Sabemos que la índole petabilidad, su figura burguesa, sus costumbres de •
misma de la planificación administrativa, de la es- buen padre de familia, etc. Ni bohemio, ni criminal se-
tructura jurisdiccional y del sistema presupuestario xual, ni sádico, ID f:mátíeo pervertido, y ni siquiera
descartaba toda selección y formación especial del aventurero. Hijo de un profesor que llegó a ser director
personal. Cualquier integrante de la Policía de Orden de escuela secundaria, tuvo una infancia burguesa y
\ podía ser destinado como guardia en un gueto o un convencional. Dio tempranas muestras de un gran
tren. Se suponía que cualquier jurista de la Oficina
Central de Seguridad del Reich podía ocupar un pues-
esta obra encontramos, además, numerosas informaciones sobre
to de mando en las unidades móviles de matanza. No la composición de los Einsalzgrllppen (grupos encargados de las
era raro que un experto en finanzas de la Oficina Cen- operaciones móviles de matanza). Sus oficiales provenían, en su
tral Económico-Administrativa fuera designado para gran mayoría, de..-las profesionesli~es.-o asimiladas) e incluso
ejercer funciones en un campo de la muerte. En otras de los medi .cos~chos .iYristM....l!!édicos hasta un can·
tante de ópera...Esos hombres no eran en modo alguno felones,
palabras, todas las operaciones necesarias se cum- delincuentes del montón, malhechores profesionales o maniáticos
plían con el personal que había a mano. Sea cual fuere sexuales. En su mayor 2..arte. c.r.ao.J.nte1ectuaJes, en casi todos los
la manera en que se quieran trazar los límites de la casos tem n entre treintas cuarenta años; aspiraban sin duda a
participación activa, la maquinaria de destrucción era tener algún poder, renombre éxito.. petan.ada indi<aque alguno
una notable muestra de la población alemana. Allí es- e e os hubiera rocurado voluntariamente ser destinado a un
j taban representadas todas las profesiones, todas las
Komiiiiiiu1.o. Estos in ¡VI UOS pUSieron al servicio de su nueva ta-
rea todas sus capacidades y toda su experiencia. En resumen, se
especializaciones, todas las jerarquías sociales».9 convirtieron en asesinos eficaces.. (ibid., pág. 250). En cuanto a los
subalternos de las unidades móviles, si bien habían recibido for-
mación ideológica, .. ninguno se había oCrecido como voluntario
7 Raul Hilberg, La Destruction des Jui{s d'Europe, París: Fa- para matar a los judíos. La mayoría se encontraba en las filas de
yard, 1988, págs. 856-71La destrut:cwn de losjudiDseuropeos, Ma- los asesinos por el simple hecho de que eran ineptos para el servi-
drid: Akal, 20051. cio armado. No eran en absoluto jóvenes irresponsables, sino
8 H. Arendt, .La culpabilité organisée>, op. cit., pág. 22. hombres relativamente mayores, muchos de los cuales ya tenían
9 R. Hilberg, La Destrut:tiDndes Jui{s. .., op. cit., págs. 871-2. En una carga familiar- (ibid., pág. 285).
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conformismo y una pronunciada tendencia a la me- hlico. Empero, hoy estamos expuestos a una pregunta
ticulosidad. Conservador, tradicionalista y patriota, lan insoslayable corno escandalosa, ese tipo de pre-
su antisemitismo --es Hilberg, esta vez, quien lo se- ¡,'Untas apenas audibles que las cortinas de humo disi-
ñala- sólo se desarrolló, empero, muy lentamente. ID mulan tan bien: ¿Cuánto tiem o..hac.e falta->.por ejem-
Además, el «supuesto consciente" que guiaba su plo, para que una ersona común venza su repugnan-
acción era que la mayoría de las personas «no son cia innata al crimen? A lo cual es menester agregar:
bohemios, fanáticos, aventureros, sádicos, iluminados ¿De qué modo, mediante qué procedimientos de neu-
o fracasados, sino ante todo empleados concienzudos lralización de la conciencia ética y política, se le hace
y buenos padres de familia".u Yla carta del 5 de mayo vencer esa repugnancia? ¿Cómo se instala uno en esa (
de 1942, citada por Hilberg, de un sargento de la poli- sensación de evidencia amorfa y anestesiada descrip-
cía rural --encargado, a la cabeza de veintitrés gen- la por la frase de Speer: .<3amás se nos ocurrió pll.ner
darmes alemanes y quinientos auxiliares ucranianos, n duda el orden de las cosas.?
de llevar a cabo matanzas masivas dejudios de Ucra- Sin embargo, e de ese orden de cosas, poblado por
nia- confirma, al parecer, el carácter bien fundado la banalidad de los hombres ordinarios, de donde salió
de la hipótesis de Hirnrnler: «Corno es natural, hace- -un mal r dical, antes desconocido para nosotros".
rnos muchas depuraciones, sobre todo entre los judíos Los campos de concentración y exterminio --esos «la-
(. . .l. Tengo un apartamento confortable en un ex hos- boratorios» de la dominación totalitaria- fueron su
picio de niños. Un dormitorio y una sala con todo lo figura consumada. De los análisis ya clásicos de Tota-
que corresponde. No me falta casi nada. Salvo, desde litarismo recordaremos, ante todo, este supuesto fun-
luego, mi mujer y mis hijos. Me comprenderás, sin du- damental (según una fórmula que pertenece a David
da. Mi Dieter y la pequeña Lise escriben a menudo, a Rousset): aquí, «todo es posible". Mucho más allá del
fU manera. A veces dan ganas de llorar. No es bueno .todo está permitido" -<¡ue mantiene implícitamente
querer tanto a los niños. Espero que esta guerra, y mi presente la referencia invertida a la ley y la prohibi-
destino en el Este, terminen pronto,,12 ción-, en lo sucesivo nos abocamos a fabricar y expe-
Así funciona la banalidad del hombre «ordinario» rimentar sin trabas " te$, lurnnpdad «des-
cuando se aviene no sólo a la lógica de la dominación naturalizada" por completo, de una repulsiva extra-
total, sino a la realización de una criminalidad masiva ñeza, sustraída tanto al mundo de los vivos como al de
e inédita. Por cierto, de esta «normalidad. (califiqué- los muertos. Sustraída, por ende, a los criterios de re-
mosla por el momento de social y estadística) no se de- conocimiento del semejante por el semejante, es decir,
duce de inmediato una disposición incondicional a la a la posibilidad misma de la identificación. Con res-
docilidad y la sumisión. Habrá que volver a este pro- pecto a este último punto, aflora algo --esbozado pre-
blema desde el punto de vista de un análisis ético y po- cisamente en el texto de Arendt-- a lo cual sólo se ha )
prestado hasta aquí escasa atención, pues se ha privi-
10!bid., pág. 175. legiado, antes bien, lo que era accesible (tolerable) al(
11H. Arendt, Le Systéme totatdaire, op. cit., pág. 65. Véase asi- entendimiento y «políticamente. inteligible, a saber:
mismo H. Arendt, -La eulpabilité organisée-, op. cit., págs. 29-30. las etapas del proceso que lleva a la «preparación" de
l2 R. Hilberg, La Destrlletio" des Juifs . .., op. cit., pág. 877. muertos vivos privados de toda espontaneidad, y lue-

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go, a la producción masiva de cadáveres stricto sensu. (u"¡ por qué la cámara de gas?», sólo puede responder
Así, el proceso mencionado se cumple en tres etapas. l' le otro: «¿Por qué ha nacido usted?.
En primer lugar, aniquilación, en el hombre, de laper- Al10ra bien, el cumplimiento sistemático del «todo
, onalidadjurídica, a través de la declaración de ilega- l'S posible» tiene por nombre el «mal radical•. Lo impo-
.lidad de cierta"!; categorías y m 's grupos humanos. Iblc - Q lo que se creía tal- se ha tornado posible, y
A continuación, asesinato d ersona moral: toda I"C nuevo mal, «tan impunible como imperdonable»,
solidaridad se transforma en . -srgnificante;todo in- ,'scapa a las referencias, las explicaciones, las inter-
dividuo queda desposeído, por el anonimato, de su prctaciones que nos eran más o menos familiares, por-
propia muerte y, de manera retrospectiva, del sentido qllc no pueden dar cuenta de él, ni poco ni mucho, «las
de su existencia pasada, y toda elección individual, to- viles motivaciones del interés personal, de la culpa,
da decisión consciente relativa al bien y al mal, son d la codicia, del resentimiento, de la sed ele poder y d
prácticamente imposibles. Para terminar, anulación lt\ cobardía; por consiguiente, aquel [el mal] que la ira
de la sÚIgularidad, de la unicidad única de cada hom- no podía vengar, que el amor no podía soportar ni la
bré,"reducid'Oá no ~r más que un espécimen del ani- Imistad perdonar. Así como las víctimas, en las fá-
mal humano. Al quedar así abolida toda espontanei- bricas de la muerte, ya no son "humanos" a los ojos de
dad -a saber: la capacidad que hay en el hombre de sus verdugos, esta especie enteramente nueva de cri-
comenzar algo nuevo a partir de sus propios recursos minales está más allá de los límites en que la solida
y del mero hecho de haber nacido-, el sistema exhibe rielad humana puede ejercerse en el crimen». 13 7
f su triunfo en la sumisión de víctimas aniquiladas aun ¿Qué es ese «más allá» de lo humano si no el más
antes de que, en el último momento, se encaminen a la allá del reconocimiento del semejante por el semejan-
I
1. muerte. Tal es el sentido último de la «superfluidad.: te, por la imaginación y la simpatía expansiva que nos
es superfluo todo lo que excede los reflejos instintivos llevan hacia el otro y, a la vez, nos dan existencia bajo
de una especie animal, la especie animal humana. El su mirada? Puesto que cuando se evocan las afliccio-

l hombre como espontaneidad, dotado de una capaci-


dad de iniciativa, apto para cumplir lo imprevisible y
lo improbable, está de más. Y en cuanto quedan po-
tencialmente reducidos a no ser más que muestras in-
tercambiables, todos los hombres, sin excepción,
pueden llegar a ser superfluos, sin perjuicio para la
nes de nuestro siglo --el franqueamiento del límite
que «autorizó. a algunos a decidir que otros ya no ha-
bitarían este mundo y que, después de haber sido
puestos fuera de la ley, estos morirían «como cosas sin
cuerpo ni alma, y ni siquiera un rostro sobre el cual la
muerte pudiera estampar su sello~,14 se evoca una
especie. Por eso es necesario desposeerlos del sentido
singular de su muerte y su vida, en un -mundo del mo- H. Areodl, Le Systéme tota/itaire, op. cit., págs. 200-1.
13

rir>, que es también, siniestramente, un modo de vida: Hannah Arendt••L'image de )'cnfcr.., en Ausc!Jwilz el Jérusa.
1<1

allí donde la culpabilidad vale por la inocencia, y vice- ¡em, París: Deux Temps Tierce, 1991, pág. 152 [.La imagen del
infierno lt , en Ensayos de comprensi6n, 1930-1954, Madrid: Ca·
versa, donde el crimen no exige el castigo, donde se de- parrós Editores, 2005J. Este texto, publicado eo 1946, es uoo de
rrumban de manera vertiginosa las señales de la los más estremecedores y cargados de emoción que haya escrito
coherencia y la incoherencia; donde, en suma, «no hay Arendt (a quien se acusó a menudo, por otra parte, de arrogancia
por qué». Así pues, al interrogante: «¿Puedo pregun- y falta de compasión, sobre todo en relación con el proceso Eich-

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experiencia que aniquiló precisamente el «sentido de Jle se abre el abismo más profundo -el que nos es
la comunidad». Ese sentido, que manifiesta la huma- 111lposible franquear-, y allí reside también lo irrepa-
nidad misma del hombre -aquello en lo cual, para Illhl ab oluto. Surge pues un fenómeno inédito, cuya
hablar en términos aristotélicos, este se distingue de IlIltumleza viene a quebrar todas las normas que nos
los animales y los dioses-, es el lazo mínimo que, aun llll conocidas, a invalidar todos los criterios de juicio,

en las peores situaciones, sostiene el intercambio y la 11 ti 'smantelar todos los marcos de referencia tradi-
comunicación. Los griegos lo llamaban hoinonia y Pla- 1 nIDales. Ninguna tradición nos permite, en aparien-

tón lo enunciaba así en el Gorgias: si nuestros afectos dll, aprehenderlo. Sin embargo, la fórmula "mal ra-
(pathos), en su diversidad, no tuvieran nada en co- dical .. se toma de Kant, «el único filósofo que, en la ex-
mún, si cada uno se viera afectado de una manera que 1''' si6n que fOJjó con ese fin, debió de haber sospecha-
le fuese propia (idion) y ajena a la de los demás, no se- do al menos la existencia de ese mal, aun cuando se
ría fácil hacer comprender a otro lo que uno mismo hllya apresurado a racionalizarlo mediante el concep-
siente (481c·d). De tal modo, mientras ese lazo de la to de "una voluntad perversa", explicable a partir de
comunidad que sostiene la humanidad -la común Illotivos inteligibles". 16 No hay aquí nada que recuer-
humanidad- no se rompa, no franquearemos ellírni- d • el motivo de la «profundidad»: este sólo aparecerá
te: ni los verdugos ni las victimas se han sustraído a ult.cl;ormente, a propósito de la «banaljdad del mal...
los criterios del reconocimiento del semejante. Empe- No obstante, hay que destacar que la referencia mis-
ro, cuando unos instalan a otros más acá del límite que ma es muy elíptica: Arendt sugiere que, al racionali-
hace posible la humanidad, en esa «igualdad mons- /.fU' el mal gracias al recurso a una «voluntad perver-
truosa» que «los gatos y los perros habrían podido n.. originada en móviles inteligibles, Kant habria in-
compartir», ya no hay medida posible de lo humano: I ntado reducir lo insostenible o lo impensable. Más
ya no es más el mundo, ya no es más la Humanidad. 15 ndelante veremos que esta lectura modifica y falsea el
sentido del texto kantiano, pues lo «inteligible" no im-
plica en él la reabsorción, por el entendimiento y el co-
mano). Eslos son los lérminos en que ella habla del exterminio de
nocimiento, de un mal cuya razón de ser se declara in-
los judíos: ..Luego vinieron las fñbricas de la muerte y todos IDU·
rieron juntos: j6venes y viejos, débiles y fuertes, enfermos o sanos; sondable o inescrutable (unerforschbar). Al escribir
murieron no en calidad de individuos, es decir, de hombres y mu- que «no existe (. ..) a nuestro juicio una razón com-
jeres, jóvenes y adultos, niños y njiias, buenos o malos, bellos o prensible para saber de dónde habría podido llegarnos
feos, sino reducidos nominador común de la vi- n primer lugar el mal", Kant mantiene con vigor (y
da o ame \Indicios en el abismo más oscuro y pro un o e a
IguaJda primera; muneron como ganado, como cosas sin ener¡;;;
ello, contra todo esquema «explicativo..) el enigma de
IU y ID siqUiera un r stro sobre el cual la muerte pudiera es-
tam ar su se
JOEn esa igualdad monstruosa, sin fraternidad ni humanidad ninguna obra, ninguna película! o era el mundo. Me decían que
-una igualdad que los gatos y los perros habrían podido compar- ran seres humanos. Pero no se parecían n. seres humanos~ (testi-
tir-, vemos, como renejada, la imagen del infierno_ (págs. 151-2). monio de Jan Karski, antiguo correo del gobierno polaco en el exi-
15 tiNo era un mundo. No era la Humanidad. Yo no formaba par- lio, que se trasladó al gueto de Varsovia a mediados de 1942; cita-
te de eso. No pertenecía a eso. Nunca había visto nada parecido. do en Shoah, el filme de Claude Lanzmann).
Nadie había escrito sobre semejante realidad. ¡Yo no había visto 16 H. Arendt, Le Sysleme tolalilaire, op. cil., pág. 201.

34 35
l'sclarecen su propio pasado, perojamás pueden dedu-
su origen. El hecho de que el mal se origine en la pa~ 'ir e de este. Lo cierto es, sin embargo, que Arendt no
inteligible del hombre significa, ante todo, que no tie- 'onsideró verdaderamente las implicaciones de la hi-
ne su fuente en la sensibilidad y la irracionalidad de pótesis kantiana: no se trata sólo de lo inescrutable
las pasiones, pues las inclinaciones «sensibles" no son del origen -que, en consecuencia, da en tierra con
el lugar original de la propensión al mal, smo la opor- cualquier esquema explicativo--, sino también de la
tunidad posible de su realización, y no otra cosa. La xclusión de la perversidad diabólica (el origen del
disyunción del mal y la sensibilidad hace decir a Kant, mal no reside en una «depravación" de la razón que
entonces, que las «inclinaciones naturales" que den- haga del hombre un ser «diabólico", animado por la vo-
van de la sensibilidad «ni siquiera tienen relación con luntad de hacer el mal por el mal mismo), de la inde-
el mal,,: la parte inteligible del hombre se invoca por- t.erminación del sujeto moral y de la vocación por la in-
que precede a toda experiencia, y no porque, para ate- certidumbre... Lejos de ser ajenos a su propio rumbo,
nuar lo impensable, lo «racionalice". esos motivos invitaban a pensar aquello que Arendt
Por cierto, a primera vista, la hipótesis filosófica entreveía detrás de la cristalización gradual del siste-
del mal podria parecer, en lo esencial, ajena al proce- ma totalitario: la irrupción de un mal absoluto, «más
der más específicamente «político" de Totalitarismo Y allá" de lo humano, cometido, no obstante, por hom-
a la búsqueda de una metodología que, para explicar bres que no eran (el hecho ya está comprobado) ni
lo inédito, ponga en primer plano la noción de «crista- monstruosos ni demoIÚacos. La presencia de lo inhu-
lización", preferida a la categoria tan «engañosa como mano en lo humano. Y, en concreto, ¿hay algo más
extraña" que es la causalidad en materia de ciencias kantiano que esta constatación?: «La verdad, tan sim-
históricas,17 puesto que el surgimiento del mal abso- ple como pavorosa, es que personas que en condiciones
luto bien puede «dilucidarse" por los orígenes, pero en normales tal vez habrían soñado con crímenes sin ali-
ningún caso puede explicarse por las «causas". Por sí mentar jamás la intención de perpetrarlos, en condi-
mismos , los elementos nunca son, probablemente, . . ciones de tolerancia completa de la ley y la sociedad
causa de nada. Están en el origen de los acontecllUlen- adoptaron un comportamiento escandalosamente cri-
tos si, y cuando, cristalizan en formas fijas y bien de- minal".18 Con perspicacia, Jaspers señala, en una car-
terminadas. Entonces, y sólo entonces, puede remon- ta consecutiva a la aparición de Eichmann en Jerusa-
tarse la histol;a hasta el Ol;gen. Los acontecimientos lén: «Así, has tenido la última palabra contra los gnós-
ticos. Compartes la idea de Kant de que el hombre no
17 Sobre esta cuestión, conviene remilirse en particular a Han-
puede ser un demonio. Y yo estoy de acuerdo contigo•.
nah Arendt, .Compréhension et poJitiquc>, Esprit, 42(6), ju~io de
1980, págs. 66-79 ¡.Comprensión y política., en De la I"slorla ~ la Comoquiera que sea, en 1963, con el proceso de Je-
aeció", Barcelona: Paidós, 19951. El estatus de novedad radical rusalén, la solución de continuidad (claramente rei-
atribuido allotaliLarismo (su "alerradora originalidad.) contri bu·
ye a desbaratar las categorías políticas tradici~nalcs •. así como.los
criterios de juicio moral. Desde un punto de VIsta eplstemo~6l:?co, 18 Hannah Arendt, Du mensonge ó. la uiolence, París: Prcsses-
se puede dudar, entonces, de que el sentido real del acontecimien- Packet, 1989, col. .Agora., pág. 72 [Crisis de la república, Madrid:
to se reduzca al encadenamiento causal que lo habría provocado. Taurus, 19981.

36 37
vindicada por Arendt en su respuesta a Scholenl) es I¡vn y, de manera singular, sobre el pánico que se apo-
manifiesta. No sólo se trata del abandono del concepto II 'ra de las masas en el momento de su disgregación:
de "mal radical» en beneficio de la "banalidad del .Los lazos recíprocos han cesado.., escribe Freud, "y se
ma!>" sino también del cambio, al menos parcial, de te- lib ra una angustia enorme, sin sentido... 19 Privado de
rreno y de objeto del análisis. En cierto sentido, el des- los lazos que aseguraban al mismo tiempo la cohesión
plazamiento es deliberado y las circunstancias lo jus- II Igrupo, el individuo comienza entonces a no pensar
tifican: ya no es cuestión de sacar a la luz los elemen- 111 s que en sí mismo. En 1945, Eichmann está, por lo
tos constitutivos del sistema totalitario, remontarse a tanto, enfrentado a una experiencia inédita para él: la
sus fuentes y seguir sus efectos. Se trata de analizar la 1 rdida de la pertenencia al grupo -esa muralla pro-
personalidad de ese nuevo tipo de criminal, "enemigo L ctora-, que lo ha preservado hasta entonces de los
del género humano.., y observar al individuo en carne alentados de la realidad externa, entraña una prime-
y hueso. Cuando Arendt vio a Eichmarm por primera ra corifrontación con las incertidumbres del mundo.
vez, no le pareció "ni siquiera anormal- (nicht einmal No obstante, las convicciones políticas de Eich-
unheimlich), y se propuso entonces describir a un per- mann y su adhesión a la ideología nacionalsocialista
sonaje que era, en su opinión, el prototipo vivo de lo nunca fueron determinantes: cuando se afilia al parti-
que había podido producir el sistema. do, lo hace sin haber leído Mein Kampf, y no sabe prác-
Hijo de un tenedor de libros que llegó a ser un eje- Licamente nada de su programa. Sin embargo, en va-
cutivo de nivel medio en una empresa de tranvías y rias oportunidades se califica de "idealista..: alguien
electricidad, Eichmarm, luego de una mediocre tra- que, al vivir sólo para su idea, está dispuesto a sacrifi-
yectoria en sus estudios, interrumpidos de manera carle todo, incluido su propio padre si recibe la orden
bastante prematura, trabajó, entre otras cosas, como de hacerlo. Un "ejecutor idealista.., en cierto modo. "El
viajante de comercio de una compañía petrolera aus- pedecto "idealista" tenía, como todo el mundo, senti-
tríaca. Afiliado en 1932 al Partido Nacionalsocialista, núentos personales, emociones, pero estas no debían
entró a las SS a instancias de Kaltenbrunner (quien intervenir en sus actos si estaban en contradicción con
sería más tarde promovido al rango de director de la la "idea"... 20 La compensación lógíca de la permanente
Oficina Central de Seguridad del Reich, RSHA). Pe- frustración social de Eichmann -que no superó nun-
queño burgués más bien venido a menos en la escala ca el grado de Obersturmbannführer (teniente coronel
social, Eichmann no tardó en acostumbrarse a la tran- de las SS)- era una inconmensurable jactancia: en
quilizadora cohesión de los grupos y las organizacio- vez de pudrirse en la mediocridad, prefería, pensándo-
nes, a punto tal que la derrota de 1945 significó para lo bien, dejar a la posteridad el recuerdo de actos im-
él, ante todo, la pérdida de esa inserción: "Presentía perecederos en el teatro del mundo. En vísperas de la
que tendría que vivir una vida individual, dificil, sin
jefe; que ya no recibiría órdenes y tampoco las daría,
19 ~igmund Freud, .Psychologie collective el analyse du moi-,
que no tendría más ordenanzas para consultar; en su- en Essais de ps)'challalyse, París: Payot, 1989 [Psicología de las
ma, que debería llevar una vida hasta entonces desco- masas y análisis del yo, en Obras completas, vol. lB, Buenos Aires:
nocida para mí•. Esa confesión de angustia no es ajena Amorrortu, 19791.
a las observaciones de Freud sobre h psicología colec- 20 H. Arendt, Eichmánn. a JérusaLem. . "' op. cit., pág. 53.

38 39
derrota alemana declaró que experimentaba la «ma- rmdo a una sociedad durante doce años había engen-
yor de las satisfacciones (. . .) por cargar en la concien- drado ese tipo de hombre de memoria selectiva: Eich-
cia con la muerte de cinco millones de judíos» (y volve- ll11um no recordaba nada sobre las discusiones de la
ría a decirlo ulteriormente). Cuando evocaba el hecho, Conferencia de Wannsee, pero se acordaba de todos
siempre se sentía «ganado por la euforia extraordina- los virajes decisivos de su propia carrera. y jamás le
ria de salir de escena de esa manera». thltaban los clisés benévolos y consoladores que le ser-
Incapaz de expresarse en otro lenguaje que no fue- vían de escudo frente a la realidad, hasta este último y
ra administrativo, estereotipado, salpicado de clisés grotesco absurdo: al pie mismo del cadalso, esas tri-
(ja menudo «euforízantes»!) destinados, según Arendt, vialidades euforizantes le harían casi «olvidar» que se
a protegerlo del mundo externo, Eichmann «siempre lrataba de su propia muerte.
decía lo mismo con las mismas palabras. Cuanto más Si esto era así, si esas eran las disposiciones, las
se lo escuchaba, más era preciso rendirse a la eviden- c~nducta~, las reacciones de un dirigente «ejemplar»,
cia de que su incapacidad para expresarse estaba es- bien podía entonces calificarse a Eichmann de «ba-
trechamente ligada a su incapacidad para pensar y, nal»: ningún fondo, ningún suelo, ninguna raíz se des-
sobre todo, para pensar desde el punto de vista del cubrían a través de su comportamiento; sólo un abis-
otro. Era imposible comunicarse con él, no porque mo de necedad, de automatismos condicionados, de
mintiera, sino porque se rodeaba de mecanismos de justificaciones ficticias y de palabrería. Era banal por-
defensa extremadamente eficaces contra las palabras que no era monstruoso, como lo habría sido si se hu-
de los otros, la presencia de los otros y, por ende, con- biera afirmado en él una determinación diabólica, una
tra la realidad misma».21 crueldad esencial, una decisión de hacer el mal por el
En definitiva, lo que hacía de Eichmann un prototi- mal mismo: en síntesis, una suerte de alteridad radi-
po ejemplar -y no la viva ilustración del criminal en- cal que de tal modo escapara a la común humanidad.
durecido, incapaz de arrepentirse--- era que una socie- En resumen, era banal debido a la «ausencia de pen-
dad entera (la sociedad alemana) había sido «protegi- samiento.. que lo había sustraído a todo examen críti-
da» de los atentados de la realidad por los mismos me- co. Más aún, esa banalidad no sólo era la suya propia:
dios: la mentira generalizada, la constitución de un se había propagado corno un hongo, había salido, «por
mundo ficticio que escapaba al control de las experien- así decirlo, del arroyo, sin corriente profunda.., y había
cias individuales, la «estupidez», es decir, la pérdida adquirido «poder sobre casi todos los hombres...22
del juicio. Así, la maquinaria de propaganda había Arendt no «banalizó.. -€n otras palabras: no mini-
dado gran difusión a la tesis de un «complot judío.., con mizó-- el mal al devolver a su autor a la común huma-
el fin de transformar el proceso de exterminio en un nidad. Todo lo contrario. El hecho de que a la incon-
mecanismo preventivo de defensa. De allí la conclu- mensurable monstruosidad del mal absoluto respon-
sión de Himmler: «Teniamos el derecho moral, y el de-
ber para con nuestro pueblo, de aniquilar a ese pueblo
22 Hannah Arendt... Le "eas Eichmann" et les allcmands_ en
que quería aniquilamos... Por eso, lo que había atibo- Miguel Abensour, Christine Buei-Glucksmann et al. (Colleg;ln-
temational de Philosophie) (eds.), Ontolagie et politique: Hannah
21 ¡bid., pág. 61. Arend-t, París: Tieree, 1989, págs. 171-2.

40 41
da la aparente «normalidad» sociológica y clínica de podemos ni debemos comprenderlos, en la medida en
los criminales es, tal vez, la paradoja más trágica y que hacerlo sería ponerlos en nosotros y, de algún mo-
aterradora que hoy nos sea dado afrontar. Sobre ese do, ponernos en su lugar. Lo cierto es que son ----eon al-
error (no exento de mala fe), Arendt se explicó con cla- ¡.¡unas excepciones, pero eso no es lo peor- hombres
ridad: «Nada más lejos de mi intención que minimizar d ¡ montón. «Los monstruos existen, pero son dema-
la mayor desventura del siglo. Lo banal, por consi- Hiado pocos como para ser verdaderamente peligrosos.
guiente, no es ni una bagatela ni algo que se produce Los más peligrosos son los hombres ordinarios, los
con frecuencia. Puedo considerar ''banal" un pensa- funcionarios dispuestos a creer y obedecer sin discu-
miento o un sentimiento aun cuando antes nadie haya sión, como Eichmann; como Hoss, el comandante de
expresado jamás nada parecido, y aunque las conse- Auschwitz; como Stangl, el comandante de Treblinka;
cuencias conduzcan a una catástrofe».23 Y prosigue, como, veinte años más tarde, los militares franceses
insistiendo en el carácter aterrador del fenómeno: «es que mataron en Argelia, y como, treinta años después,
más fácil ser víctima de un diablo de forma humana los militares norteamericanos que mataron en Viet-
(. ..) que de un principio metafisico, e incluso de un pa- nam)).24

yaso cualquiera que no sea ni un loco ni un hombre ¿Cómo es posible, empero, aprehender lo que no de-
particularmente malo... Lo que ninguno de nosotros be comprenderse? ¿Arendt se detuvo en el umbral de
logra superar del pasado no es tanto la cantidad de ese interrogante al dejar librado a una descripción
víctimas como, precisamente, la mezquindad de ese aún confusa e incierta el estatus filosófico, ético y polí-
asesinato colectivo sin conciencia de culpa y la me- tico de la banalidad del ma..I? Diga lo que dijere de ello
diocridad desprovista de pensamiento de su presunto -y sobre el tema dice verdaderamente muy poco--,
ideal». Empero, una vez invalidada la tranquilizadora sin duda es necesario volver al pensamiento de Kant,
evidencia de que los criminales llevan en sí una male- y más precisamente, a la problemática del mal radical
volencia innata de la que a priori nosotros estamos ex- que despliega La religión dentro de los límites de la
ceptuados, existe la gran tentación -otro facilismo-- mera razón. 25
de caer en la posición diametralmente opuesta; la pre-
tensión de que un Eichmann potencial duerme en el
fondo de cada uno de nosotros, «como si cada uno, aun-
que sólo sea por ser hombre, ocultara de manera ine-
luctable un «Eichmann" en él», es una muestra de pa-
labreria intolerable destinada a enmascarar el nuevo
rostro del mal, diluyéndolo en una especie de culpa
universal que disuelve toda culpa: todos somos culpa-
24 Primo Levi, Si c'est un Jwmmc, París: JulJiard, 1987, pág. 212
bles, nadie es responsable. Pues, como lo señala ad- (Si esto es un hombre, Bnrcelona: Muchnik, 19951-
mirablemente Primo Levi, tampoco podemos identi- 25 Las referencias al texto corresponderán a Immanuel Kant, La
{i.cartws con la «normalidad- de esos criminales. No Religion dans les limites de la simple misan, traducción de J. Gi-
belin revisada por M. Naar, París: Vrin, 1983 (La religión dentro
23 [bid., pág. 171. de los limites de la mera razón, Madrid: Alianza, 1995).

".
42 43
3. El abismo de la socialidad
en la constitución del vivir juntos

Inspirados en la célebre fórmula que Rousseau pre-


senta en el «Manuscrito de Ginebra.. Oa acción de la
voluntad general es «el abismo de la política en la
constitución del Estado..), diremos de esa patología de
lo político, por tanto, que es el abismo de la socialidad
en la constitución del uiuirjuntos. Esta idea no carece,
desde luego, de relaciones con lo que Paul Ricceur lla-
ma «las complicidades de una afectividad humana
conciliada con lo terrible en la historia... Es preciso,
agrega Ricceur, buscar «muy abajo y muy arriba.. esas
complicidades yesos testimonios de una «fisiología de
la violencia»: muy abajo, en los «entresijos de la con-
ciencia», donde, a raíz de ciertos acontecimientos, hay
algo en nosotros que está <<reunido y desatado (. ..) al-
go salvaje, algo sano y malsano, joven e informe..... 1
No designaremos ese «algo.. como «violencia», sino co-
mo «furor.. ,2 porque la violencia implica (o puede im-
plicar) una socialidad ya formalizada hasta en el seno
mismo de las instituciones, a la manera del monopolio
de la <<Violencia legítima» que Max Weber concede al
Estado. Junto a la violencia que malogra está ----escri-

1 Pau} Ricreur, ocL'hornme non violent et sa présence ñ )'his-


toire-, en Hisloire el uérilé, París: Seuil, 1955, pág. 237 (OlEI horo·
bre no violento y su presencia en la historia-, en Hisloriay verdad,
Madrid: Encuentro, 1990).
2 Sobre los ocfurores_ de lo polílico, me permito remitir a mi libro
D'un.e mort ti l'autre: précipices de la Réuolutiolt, París: Seuil,
1989, y más en particular al último capítulo, ocLe désordre fonda-
teUTlJ,

81
be Maquiavelo- la violencia que funda, la violencia lo perjudicial, lo justo y lo injusto, el bien y el mal. No
instauradora de los constructores de imperios y los desea sólo «vivID" sino «vivir bien». Nada es más frá-
«nuevos príncipes». ¿Es entonces la violencia lo bas- gil, sin embargo, que el objetivo del ,<vivir bien», esa
tante in-forme como para explicar un «abismo» seme- aspiración asociada de manera característica a la ,<vi-
jante? da buena». Si el hombre cabal es el mejor de todos,
Volveremos, pues, para intentar analizarla, a una también es -virtualmente- el peor: cuando está
de las fuentes inaugurales de la filosofia y la filosofia «separado de la ley y la justicia», llega incluso a per-
política: Aristóteles. Y lo haremos para reencontrar, a der la apariencia humana, pues la naturaleza ha dado
través de cierta modalidad de lectura, los elementos al hombre armas que él puede utilizar de diversos mo-
que hacen de Aristóteles, a la vez, el pensador de esa dos -para la prudencia y la virtud, pero también con
«peligrosidad» de la cosa política -<le una «afectivi- fines diametralmente opuestos-o Ocurre así con el
dad conciliada con lo terrible'~ y el de una institu- discurso, siempre vulnerable a esos deslizamientos
cionalización del lazo humano que no se apoya - Q no vertiginosos, esas inversiones casi inevitables que
se apoya por entero- en la gubernamentalidad racio- Platón denuncia sin descanso en el uso sofistico. Otro
nal antes mencionada, puesto que esas dos vertientes tanto ocurre con la incesante movilidad de los afectos
del pensamiento aristotélico no son disociables, como y las pasiones; pero que ese decir veraz pueda siempre
no lo son el objetivo de la Poética y el de la Política. transformarse en decir falso o (peor aún) en saber
Todo se anuda en torno a la relación que mantienen decir, que los afectos se orienten hacia lo mejor o hacia
estos dos textos, o, para decirlo con otras palabras, en lo peor, son hechos que no constituyen el objeto de un
torno a la negativa a desvincular la dignidad en la tratamiento idéntico en Platón y Aristóteles, pues
existencia política bajo los aspectos de lo racional y el aqui interviene el estatus atribuido por este último a
horizonte de lo «terrible» y de la amenaza trágica. Pa- la disposición mimética, ese otro acceso a lo humano
ra seguir ese hilo conductor, recorreremos tres moti- que procura el capítulo 4 de la Poética. Animal político
vos que se consideran decisivos: la articulación de la por excelencia, el hombre es también animal miméti-
disposición polltica y la disposición mimética, el an- co por excelencia: sólo él, entre los seres vivos, cuenta
claje de la phronesis (la sabiduría práctica) en el dei- -inscripta en su naturaleza- con una aptitud de
non y, por último, la interpretación de la Izatharsis co- imitar que es el fundamento de los primeros aprendi-
mo «trabajo de lo político». zajes y los primeros conocimientos. «Los hombres tie-
nen desde la infancia, inscripta en su naturaleza una
tendencia a representar -y el hombre se difer~ncia
de los otros animales porque muestra una particular
Disposición política y disposición mimética inclinación a representar y recurre a la representa-
ción en sus primeros aprendizajes- y, a la vez, una
El hombre de Aristóteles es, según la fórmula canó- tendencia a encontrar placer en las representaciones»
nica del libro 1 de la Política, un animal político dotado (1448b).
de logos: de discurso y razón. Es, entre los seres vivos, De tal modo, el hombre de Aristóteles está doble-
el único capaz de discernir los valores, percibir lo útil y mente caracterizado: la Política lo muestra como el

112 83
ser dotado de razón y discurso que, a diferencia de los lidad.. de la Ciudad y, en consecuencia, la pertenencia
animales y los dioses, accede a la realización de lo hu- «natural.. a la comunidad política: «toda ciudad es un
mano en la Ciudad, donde puede llevar una vida con- h cho de la naturaleza, si es cierto que incluso las pri-
forme a la naturaleza. La palabra y la razón fundan la m ras comunidades lo son. La ciudad es el fin de es-
posibilidad del lazo humano, y la existencia plural se las, y la naturaleza de una cosa es su fin, pues aquello
ajusta, en última instancia, a la normatividad de la que cada cosa es una vez que ha alcanzado su comple-
naturaleza. Llegamos a ser humanos cuando llega- to desarrollo lo referimos como la naturaleza de la
mos a ser políticos. Pero la Poética le reconoce al hom- cosa, trátese de un hombre, un caballo o una familia.
bre una disposición que también es una diferencia Por añadidura, la causa final, el fin de una cosa, es su
específica y que podríamos calíficar de más primitiva mejor bien, y la suficiencia plena es, a la vez, un fin y
aún, porque funda desde la primera infancia la po- un bien por excelencia» (1, 2, 1252b-1253a).
sibilidad del lenguaje, el discurso, el conocimiento y el ¿Por qué la naturaleza -la cual, insistimos, no ha-
placer, ya sea bajo la forma de la actividad Oa pro- ce nada sin plan- nos ha dado la disposición miméti-
ducción de las obras), ya bajo la forma de la recepti- ca como fuente de nuestros aprendizajes, nuestros co-
vidad (el placer que se siente frente a la obra). Así, nos nocimientos y nuestras emociones? La mimesis tam-
convertirnos en humanos porque somos miméticos. bién se asocia a la naturaleza, y el concepto de physis,
Nos preguntaremos, entonces, cuál es la relación si bien no se tematiza de manera explícita en la Poéti-
que mantienen esas dos disposiciones, o, en otras pa- ca, reaparece en ella sin cesar como concepto operati-
labras, cuál es la significación de esa doble entrada a vo. Sin embargo, el hecho de que esta disposición esté
lo humano. Entre las dos determinaciones hay una «orientada.. -y lo está necesariamente en la perspec-
analogía de estructura, pero no son exactamente si- tiva que, más allá de Aristóteles, es propia de los grie-
métricas: en cierto modo, la disposición mimética gos- no entraña la desaparición de la incertidumbre,
«precede.. a la disposición política. La prepara, es de- ni siquiera en formas que podrian calificarse de «ma-
cir que la hace posible. Somos naturalmente seres mi- yores.. ,3 pues si bien es cierto que la disposición mi-
méticos porque nacemos con esa tendencia, la cual
funda y acompaña nuestros aprendizajes intelectua- 3 No adheriré, por lo tanto, al sentido de la interpretación de
les y afectivos. En ese sentido, la mimesis «enseña... Jacques Derrida, que ve en la ..naturalidad" de la mimesis, .. re-
Somos por naturaleza (physei) animales políticos por- ducida.. y ..confiada por Aristóteles a In palabra del hombre,,! un
gesto "constitutivo de la metafísica y el humanismo"l según ex-
que -seres dotados de logos- es en el seno de una co-
presa en .La mythologie blanche: la métaphore dans le texte phi-
munidad política donde somos capaces de actualizar losophique.., en Marges de la philosophie, París: Éditions de Mi·
las potencialidades propiamente humanas. nuit, 1972, pág. 283 (.La mitología blanca: la metáfora en el texto
En ambos casos, la determinación teleológíca está filosófico., en Márgenes rÚ! La filosofta, Madrid: Cátedra, 1989). En
sin duda presente. Laphysis, que «no hace nada en va- lo concerniente a mi objetivo, el hecho de que la mimesis sea mi·
mesis physeos no implica que la determinación teleológica --que,
no.., tiende a procurar lo mejor: la Ciudad, que es un desde luego, no corresponde cuestionar- actúe de manera apre-
-hecho de la naturaleza.., existe pues para permitir el miante y que el develamiento de la naturaleza por ]a mimesis su-
«vivir bien... En la Política, la argumentación por la ponga una «antropofísica- como síntoma de una metafísica de lo
causa final justifica de manera explícita la «natura- propio. Por otra parte, el postulado de una unidad de la ontoteolo-

84 85
mética es la aptitud casi ilimitada de producir repre- lo humano y su re-presentación) sino para mejor fun-
sentaciones, su poder productivo puede normarse sin dar la potencia de lo imaginario y su verdad. El papel
someterlo a coacción. El uso antiplatónico de la mime· del poeta consiste en «decir no lo que ha ocurrido real-
sis autoriza esa interpretación, que es de gran tras- mente, sino lo que podría ocurrir en el orden de lo ve-
cendencia en lo concerniente a la reflexión sobre lo po. rosímil o lo necesario•• (Poética, 9, 1451a). El uso plató-
lítico. Recordemos (sin volver a la condena platónica nico se organiza de conformidad con la verdad del mo-
de la mala mimesis generadora de ilusión, ni al destie· delo y el riesgo de la dispersión ilusoria; el de Aristóte-
rro fuera de la Ciudad de los poetas trágicos, que en sí les, en función de la verdad de un imaginario en acto
mismo no es más que una derivación) que Aristóteles que no carece de riesgos.
efectúa un doble desplazamiento del uso platónico de
la mimesis: Estos dos movimientos ----€strechamiento de la mi-
l/tesis en el campo de lo humano y dilatación del poder
- Contrae o estrecha la mimesis platónica al refe- imaginizante o imaginante-van a la par, y su asocia-
rirla a lo humano y, para ser más precisos, a los hom- ción no es ajena alprincipio de incertidumbre que habi-
bres actuantes y (habría que añadir) sufrientes. En tal ta en la disposición mimética. Esta es eminentemente
sentido, se pasa de una mimesis generalizada a una paradójica, porque «muestra.. ellogos, da a entender
mimesis restringida, de una mimesis que sopesa lo ----€n lo intelectual y en lo afectivo-, funda la comu-
real tomando como referencia, según el criterio de la nicabilidad (todos los hombres, y no sólo los filósofos,
semejanza, formas estables e inteligibles, a otra que se complacen en aprender): en este sentido, la activi·
se despliega en el campo del obrar y el padecer huma· dad del animal político dotado de logos que también
nos. En Platón, la mimesis es un modo de la partici- «aprende.. las instituciones por la vía de la mimesis se
pación; en Aristóteles, explora lo posible y deja ver lo elabora en esta huella. Pero la disposición mimética
que podría ser algo distinto de lo que es. induce asimismo --{}ebido al poder de la imaginación
- Empero, si ya no se rige por un modelo ideal y yal carácter casi ilimitado de la activídad representa-
eterno, la mimesis aristotélica es ----€n los límites que tiva-lo que podríamos denominar «teleologia sin tér-
se le imponen, los de lo humano- productiva y poyéti- mino», o al menos sin término real y concretamente
ca. Si la sumisión al modelo ya no ocurre a la manera asignable o efectuable. Una teleología. sin desenlace.
platónica, la mimesis se amplía y se dilata bajo la for- No parece que el enunciado canónico de la Fisica, se-
ma de una actividad creadora y ya no únicamente re- gún el cual «el arte lleva a su fin lo que la naturaleza
petidora o «imitativa.. en el sentido banal del término. no tiene el poder de consumar>. (lI, 8, 199a), contradi-
Todo sucede, entonces, como si Aristóteles no delimi- ga verdaderamente esta hipótesis. En primer lugar,
tara la esfera en la cual se despliega la mimesis Qa de porque se trata, en lo que concierne a la disposición
mimética, de la aptitud de producir o recibir represen-
gín prohíbe extraer las consecuencias del uso antiplat6nico de la taciones: la tendencia es tendencia a producir o expe-
mimesis, que juzgo decisivo en Aristóteles, puesto que en el caso rimentar. El acento recae aquí en la actividad como
ti csLe se trata nada menos que de pensar la verdad de un imagi- tal, no en un término específico. Y después, porque la
IIUI'iO en ncto.
actividad mimética, cuando representa a hombres

87
«sea mejores o peores que nosotros, sea similares- nquel que no alcanza ni la «excelencia en el orden de la
(Poética, 2, 1448a), actualiza potencialidades que la virtud y la justicia» ni la pura maldad, es, como se ex-
naturaleza oculta sin sacarlas a la luz. Epitelein ~je­ plicita en el capítulo 13 de la Poética, el héroe trágico
cutar, cumplir- es sacar a la luz, dar a ver. Aprende- por privilegio, el hombre falible, es decir, humano:
mos a conocer al mirar imágenes, se dice también en « ueda pues el caso intermedio, el de un hombre que,
el capítulo 4: «en efecto, si nos gusta ver imágenes es in alcanzar la excelencia en el orden de la virtud y la
porque al mirarlas aprendemos a conocer y determi- justicia, debe a alguna falta, y no al vicio y a la mal-
namos qué es cada cosa, como cuando decimos: este es dad, el hecho de hundirse en la desdicha» (l453a).
él» (1448b). No obstante, el zoon politikon, aunque sea logon
En esta paradoja originaria de la disposición mi- elwn, es el hombre frágil a quien la naturaleza ha da-
mética, este principio o ley de incertidumbre -que no do armas (opla) que pueden ser utilizadas para lo me-
llamo «ley de impropiedad»-,4 echa sus raíces la dis- jor y para lo peor. El texto de la Política no aclara cuá-
posición política: la disposición básicamente paradó- les son esas «armas»: por eso ha podido conjeturarse
jica e inestable del zoon mimetikon predispone la del que se trataba del discurso e incluso de las pasiones y
zoon politikon. En este punto, el texto de la Política los afectos (hipótesis que formula, sobre todo, Ber-
viene a recordar la inestabilidad fundamental con que nays). Pero, ¿por qué no han de consistir tales «ar-
se enfrentan las instituciones reglamentadas: el hom- mas», sinlplemente, en la disposición mimética mis-
bre cabal, ejercitado y perfeccionado por el hábito,5 es ma, que engloba a la vez el uso del discurso y el des-
el mejor de los seres, pero cuando está separado de las pliegue de los afectos? En este caso, la inestable estabi-
instituciones -<le la ley y lajusticia- es el peor de to- lidad de la comunidad política se inscribiria en la hue-
dos. Entre esos dos extremos -la excelencia fuera de lla de la paradoja de la disposición mimética, tal como
lo común y el hombre absolutamente depravado-, acaba de considerársela. 6
con los cuales resulta dificil identificarse, es lícito Esa inestable estabilidad no contraviene el objetivo
imaginar toda la gama de casos intermedios. Ahora del «vivir bien», pero sí confirma que la norma teleoló-
bien, justamente el hombre «intermedio» (metaxy), gica no podria detenerse en una determinación única
y unívoca. El uso antiplatónico de la mimesis actúa,
• Como lo hace Philippe Lacoue-Labarthe en .Le paradoxe et la asimismo, en el rechazo de una unicidad del «buen»
mimesis,., en L1lmitalion des Modernes, París: Galilée, 1986, pág. régimen. Es sabido que Aristóteles admite, en el libro
27 [«La paradoja y la mimesis.., en La imitación de los modernos, III de la Política, la existencia de varias formas correc-
Buenos Aires: La Cebra, 20091. No me parece, en efecto, que la de-
construcción de la metañsica de lo propio gobierne la relación en- tas de constituciones o gobiernos (politeia),7 aunque
tre la disposición mimética y la disposición política: si así fuera,
ello significaría que las condiciones de la experiencia de 10 político G Esta idea de la inestable estabilidad de la comunidad política
dependerían de una determinación e incluso una sobredeterminn- se corresponde, por otra parte, con la cuestión de la stasis que ase-
ción metafísica, la de la «lOctafisica de la subjetividad", cuya uni- dia permanentemente la bella totalidad armoniosa de la Ciudad.
dad, por lo demás, es dudosa. 7 tllCuando el poseedor único de la autoridad, o el pequeño núme-
S La Ética a Nkómaco, n. 1, permite explicitar el sentido de esta ro, o la multitud, gobiernan con vistas al interés común, esas cons-
expresión: s610 obtenemos de la naturaleza disposiciones o posibi- tituciones son por necesidad constituciones correctas.: realeza, aris-
lidades, y nuestra tarea es actualizarlas. tocracia y república son, por consiguiente, fonnas correctas cuan-

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mantenga la perspectiva de lo mejor. 8 No obstante, I¡dad esté aquí en armonía con la actividad mimética,
más sutilmente, podría señalarse el ejercicio de la dis- sin que se abandone el objetivo del ,<vivir bien... prueba
posición mimética en la tesis de que los pueblos se in- no sólo que las comunidades políticas se constituyen y
clinan de diversas maneras a tal o cual forma de go- perduran por ser miméticas (y la organicidad no es en
bierno (aunque jamás estén, empero, bien dispuestos este caso una referencia, porque las instituciones y las
hacia la tiranía, que es una forma contra natura); costumbres son cambiantes: la flexibilidad es el riesgo
Aristóteles intenta así fundar la pluralidad en la di- asumido por Aristóteles), sino que la normatividad
versidad de las aptitudes que producen temperamen- deja lugar a la indeterminación. La disposición mimé-
tos diferentes. 9 Aún más esclarecedor, sin embargo, tica «trabaja.. la disposición política bajo la forma de
resulta este pasaje del libro VII (capítulo 8): «como los una invencible ambigüedad: la del límite y lo ilimita-
pueblos, en efecto, procuran de diferentes maneras y do. Meditemos entonces sobre la lección de Aristóteles
por distintos medios alcanzar la felicidad, crean para -la más intempestiva y, por ende, la más actual-, la
sí modos de vida e instituciones que varían de uno a misma que se recuperará, por otros rodeos, en el pre-
otro. Sin duda, es entonces a partir de esta disposición facio a Del espíritu de las leyes: «El hombre, ese ser fle-
natural a producir representaciones que los pueblos xible, que se pliega en la sociedad a los pensamientos y
inventan o imaginan -por su cuenta y riesgo, habria las impresiones de los otros. es asimismo capaz de co-
que agregar- instituciones y costumbres.. (las bas- nocer su propia naturaleza cuando se la muestran, y
tardillas son nuestras).l° El hecho de que la plura- de perder hasta el sentimiento de su existencia cuan-
do se la sustraen".
do se las ejerce de manera conforme a la utilidad general (politica,
m,7).
8 eY puesto que, a nuestro parecer, las constituciones correctas
son tres, y la mejor de ellas es por necesidad aquella en que la La phronesis y el deiTwn
administración está en manos de los hombres más virtuosos (y tal
es aquella en la cual sucede que un solo individuo, o una familia en- Si la mimesis es, entonces, el indicador de la dispo-
tera, o una pluralidad de hombres, supera a todos los otros juntos sición política, el deinon es el indicador de la phrone-
en virtud, donde estos últimos son capaces de obedecer y los pri-
meros son capaces de gobernar con vistas a la realización de la vida
siso De este modo, el juego de la «sabiduría práctica.. u
más deseablel-fJ'oUtica, m, 18). No obstante, se advierte que, aun y lo «terrible.., lo «inquíetante... lo «maravilloso.. (la po-
en ese caso, el -mejor régimenlO no prohibe la pluralidad: uno solo, lisemia de deúwn incluye todas estas connotaciones)
algunos o muchos hombres Oos más .virtuosos.) pueden gobernar. viene a reforzar aún más el juego del límite y lo ilimi-
9 .cEs conveniente determinar qué es lo que predispone a un pue-
tado.
blo ya sea a un gobierno monárquico. sea a un gobierno aristo-
crático, sca. para terminar, a un gobierno libre_ (Política, IIl. 17).
En La prudencía en Aristóteles. .. ,12 Pierre Auben-
10 Esa es la inspiración que recuperará Montesquieu en Del que ha insistido sobre el origen trágico de la phronesis
esplr!!1t de lns leyes, sobre todo en el libro XXIX, cuando haga de la
-moderación. la cualidad del legislador que adapta su actividad a la 11 Traduciremos phronesis como .sabiduría práctica_ y no como
diversidad de las circunstancias: tiempos, lugares, climas, costum- .prudencialt, versión que debilita y restringe el sentido del vocablo
bres... Si hay que saber conformar la legislación a las formas de ser griego, sobre todo en su uso aristotélico.
particulares. es porque varios regímenes pueden ser buenos. 12 Pierre Aubenque, La Prudence chez Aristole, París: PUF,

90 91
aristotélica, que, más allá del uso platónico, le hace re- Iltfgona de Sófocles. El polla ta deina tiene, como lo
cuperar una inspiración más arcaica, prefilosófica por hnce notar Steiner,14 un uso muy ambiguo: el deinon
decirlo de algún modo: la de la tragedia. El hecho de implica a la vez el terror y el exceso, pero también la
que la phronesis difiera de la sophia -como la sabi- Hugacidad, el ingenio o la sabiduría práctica. Lo ates-
duría práctica difiere de la sabiduría especulativa- tigua, algunos versos más adelante, la descripción del
tanto por su objeto como por su validez específica es el hombre de mente «ingeniosa», «armado» contra todo y
vector esencial del libro VI de la Ética a Nicómaco: la 'apaz de tomar tanto el carnina del mal como el del
primera no supone el saber de lo inmutable, y no cabe bien: «así, amo de un saber cuyos ingeniosos recursos
esperar, en el orden de las cosas humanas, demostra- superan toda expectativa, puede tomar a continuación
ciones perfectas. La rigurosa distinción entre lo nece- tanto el sendero del mal como el sendero del bien». El
sario y lo contingente, entre el dominio de la cientifici- deinon, por consiguiente, es polisémico y polimorfo, y
dad y el del obrar, proscribe pues la idea de una «cien- ófocles habría de tematizar esta extrañeza de la inteli-
cia» de la práctica o de la política 13 gencia humana. Sin embargo, no basta con indicar, co-
Pero, ¿cómo llega la indeterminación originaria de mo hace una vez más Steiner, que Aristóteles, al anali-
la disposición mimética a articularse con la inquietan- zar la relación entre el discurso y la condición común de
te extrañeza que la tragedia pone en acción? «Muchas las evaluaciones y los sentimientos morales,15 comenta
cosas son inquietantes, pero ninguna lo es más que el
hombre»: así se inicia el célebre primer stasimon de la 1,1 Véase George Steiner, Les Antiganes, París: Gallimard. 1986,
pág. 99lAntígonas: una poética y una filosofía de la lectura, Barce~
lona: Oedisa, 19961. Empero, la ambigüedad también es destaca-
1991, col. lcQuadrige" [La pruden.cia en Aristóteles: con un apéndi- da por numerosos comentaristas, que insisten en señalar la am-
ce sobre la prudencia en Kant, Barcelona: Crítica, 1999]. plitud y la complejidad del campo semántico del dcinon. Martha
13 La distinción entre lap!tronesis y la sophia es igualmente de- Nussbaulll, por ejemplo, dice: «No unique English translatian for
terminante en Hannah Arcndt, que se apoya en una posición de t!Lis word is aualaible. Most generally, it is used af thal wltich ins-
marcado tono aristotélico. Empero. su lectura de la phronesis, pires awe 01' wander. But in different conlexls it can be ltsed af the
sobre todo en Entre el pasado y el {uturo y las Conferencias sobre dazzling brilliance af tite human inlellect, of tite man.slrauslless af
la filosofía politica de Kant, apenas da lugar al origen trágico, an euil, afllte terrible power offate.,. [..El inglés no cuenta con una
puesto que la recuperación operativa de la distinción entre la sa- única traducción para esta palabra. En la mayoría de los casos, se
biduría especulativa y la virtud prudencial (o «perspicacia juzgan- la utiliza para referirse a lo que inspira temor reverencial o asom~
ten) está destinada, en esencia, a rehabilitar el estatus de la daxa bro. Sin embargo. en contextos diferentes puede usársela en alu-
(la opinión) frente a la primacía de la verdad racional: se trata, sión al brillo deslumbrante del intelecto humano, la monstruosi.
ante todo, de salvaguardar la especificidad de un pensamiento po~ dad de un malo el terrible poder del hado"J. Véase Martha Nuss-
lítico «representativo» (que admite la discusión) frente a las pre- baum, Tite Fragilily ofGoodness: Luck and Elltics in. Greeh Trage-
tensiones legislantes de una verdad calificada de «coercitiva» por~ dy and Philosophy, Cambridge y Nueva York: Cambridge Univer-
que exige de manera «perentoriall su reconocimiento. En ese sen- sity Press, 1986, pág. 52 ¡La fragilidad del bien: fortuna, y ética en
tido, la phronesis es la facultad que hace al hombre capaz de la tragedia y la filosofía griega, Madrid: Visor, 1995J, Véase tamo
orientarse en el mundo común, el mundo de los asuntos humanos. bién Christian Meier, De la tragédie grecque comme art palilique,
Arendt pone osí el acento en la sabiduría práctica, más que en la París: Les Belles Lettres, 1991, que subraya la amplitud del cam-
sabiduría trágica, con un objetivo que consiste en mostrar que la po semántico del deinas, siempre con referencia al primer stasi·
pertinencia de la acción no puede fundarse en la evidencia apre- mon de la AnUgona de Sófocles (págs. 232·3).
miante de la verdad raciona!. 15 .. El discurso sirve para expresar lo útil y lo perjudicial, y en

92 93
el aspecto «positivo» del deinon (la sagacidad, la sabidu- orte de su proceder y su indicador. Así, la luz de la
ría práctica, la aptitud para discernir valores), favoreci· ¡lo/is no sigue a las tinieblas del furor «prepolítico», no
do por la institucionalización, pues si hay un comenta- borra el salvajismo, sino que lo contiene en los dos
rio, lo cual dificilmente pueda rechazarse, no sólo apun- H ntidos del término: lo comprende en sí y lo limita. La

ta a la exaltación de lo racional o de los beneficios que el distribución de luces y sombras -<lesignada en el


hombre obtiene con la fundación de la Ciudad. En efec- I nguaje pictórico por el claroscuro- remite por ello
to, Aristóteles comenta, asimismo, la dualidad de un [11 hombre «intermedio», de quien resulta lícíto pensar
ser a la vez infinitamente industrioso (pantoporos, dice que es no sólo el héroe trágico por antonomasia (Poéti-
el texto de Sófocles) y desarmado por completo (aparos) ca, capítulo 13), sino, como se ha sugerido, el viviente
contra la muerte. Si la Ciudad es un remedio contra la político en su humana realidad: ni en la claridad de los
fragilidad, la condición común de los sentimientos mo- justos ni en la noche de los malvados.
rales, las palabras y los actos no es, en ningún caso, una El estatus que Aristóteles le asigna a la phronesis
garantía definitiva. 10 que enunciaba el texto de Sófo- participa con seguridad de una ontología de la contin-
cles --«amo de un saber cuyos ingeniosos recursos su- gencia, pero también -y los dos ejes son complemen-
peran toda expectativa, [el hombre] puede tomar a con- tarios- de una disposición inversa a la disposición
tinuación tanto el sendero del mal como el sendero del platónica, básicamente antitrágica. No se trata sólo
bien>>-- es retomado por la Política de manera casi tex- de que Aristóteles se proponga, en la Poética, elaborar
tual: la naturaleza ha dado al hombre «armas» que él la teoría de la tragedia, si tomamos en cuenta que pa-
puede utilizar con fines diametralmente opuestos. Y si ra Platón esta es contraria a la verdad y a la lógica fi-
admitimos las implicaciones de la polisemia de deinon losófica porque representa «una acción y la vida».16 El
(terror, exceso/sagacidad, sabiduría práctica), ad- hombre trágico -y el hecho se demuestra con la poli-
mitiremos también que el uso aristotélico de la phro- semia del deinon- es, más que el hombre de la ambi-
nesis (diferenciada de la sophia) se emparienta -<les- güedad, el del oxímoron. El proceder aristotélico ela-
de un punto de vista semántico y conceptual- con bora aquello que la lógica platónica intenta «liquidar»
uno de los aspectos de ese deinon cuya insondable porque lo cree incompatible con los requisitos de un
complejidad, como es evidente, Aristóteles no ignora. mundo ordenado (la expulsión del poeta trágico según
Acaso no baste entonces con ver en el phronein -fa- la modalidad del ritual del pharmallOs es su sintoma),
cultad de discernimiento y deliberación recta- una ré- y esa elaboración pasa por el «anudamiento» de la ma-
plica (la única posible si la hay) a lo «terrible» o lo «ate- teria trágica y la capacidad de institución política. Si
rrador»: el deinon es al mismo tiempo su matriz, el re- la política de Aristóteles escapa en gran medida a las
reiteradas aporías de la política filosófica, ello se debe
a que no es básicamente antitrágica: se apoya en lo
consecuencia también lo justo y lo injusto, pues la característica trágico para pensar la institucionalización y las condi-
propia del hombre, en comparación con los otros animales, consis- ciones de posibilidad del vivir juntos. Por eso, el libre
te en que es el único que tiene el sentimiento del bien y del mal, de
lo justo y de lo injusto, y de los demás conceptos morales, y la con-
dición compartida de esos sentimientos engendra familia y ciu- 16 Victor Goldschmidt, .Le probleme de la tragédie d'apres Pla-
dad. (Po/íti1:a, 1, 2). ton., en Questions platoni1:u,nnes, París: Vrin, 1970, pág. 136.

4 95
comentario que Aristóteles hace del coro de laAntfgo Hin embargo, la tragedia es también «el arte políti-
na de Sófocles podría enunciarse en estos términos: In "1) por excelencia» porque, como lo destaca Hannah

phronesis es la facultad de que dispone un hombre in \rl'ndt,18 el drama imita la acción, el drama es el úni-
finitamente industrioso e infinitamente desprovislu l'Olute capaz de revelar en su especificidad la acción y
(pantoporos aporos). 111 palabra de los hombres, el «:flujo vivo del obrar y el
hnblar». Lo cierto es que, en el capítulo 2 de la Poética,
«De la tragedia como arte político..: esta frase pu ristóteles dice que quienes «imitan» (o «represen-
de y debe entenderse en varios sentidos, El primer 111n») toman por objeto «personajes en acción», y que la
fue explicitado porJ,-P. Vemanty P. Vidal-Naquet: 17 ll'llgedia es «representación no de hombres sino de ac-
entre los griegos, un escenario se asocia a la Ciudad, y 1'1 n, de vida y de felicidad ..: los caracteres sólo se dibu-
en esta la tragedia no es sólo una forma de arte y ni IIIn a través de la acción (capítulo 6, 1450a). Y se sabe
siquiera una institución social. Por medio de ella, «In que esta última es, según Arendt, la única actividad
ciudad se hace teatro; se toma en cierto modo como que da un testimonio inmediato de la condición huma-
objeto de la representación y se interpreta a sí misma na de pluralidad: el hecho mismo de actuar significa
delante del público... Empero, lejos de reflejar pura y 'ntrar en relación con otro (con él, en su favor o en su
simplemente la realidad de la polis, la tragedia cues- ('ontra). El teatro -aunque en este caso se trata de la
tiona esa realidad y la toma problemática al presen- lragedia- efectúa pues una trasposición que convier-
tarla «desgarrada, dividida contra sí misma». Así, el L el obrarjuntos en arte: por eso puede calificárselo de
final de la Orestíada de Esquilo muestra que la insti- -arte político por excelencia». Empero, cuando por ese
tución del tribunal humano -<:uya función es con- motivo esencial otorga un estatus político a la tragedia
cluir la interminable secuencia de venganzas y atro- (un estatus que no podría discutirse: la tragedia tiene
cidades de la casa de los Átridas- no pone en verdad por contenido sin duda la acción y, en definitiva, es la
fin a la ambigüedad ni a las tensiones trágicas, al con- Ciudad la que se toma por objeto de la representa-
flicto entre el derecho antiguo y el derecho nuevo, en- ción), ¿da Arendt una explicación cabal de la recupera-
tre el pasado y el presente. Si se admite que una parte ción de la poética en y por la política? ¿El estatus mi-
importante de la reflexión política se desarrollaba en mético de la acción -es decir, de la actividad políti-
Atenas bajo la forma del arte, la tarea de la tragedia ca- se resuelve en la trasposición como arte de la con-
como «arte político» consistía en poner en escena la dición humana de pluralidad? ¿O bien hay que pre-
formación de la Ciudad, sus conflictos y sus crisis guntarse, más precisamente, qué «pone en escena., la
(todo lo que la amenazaba, hasta el riesgo de la disgre- tragedia para justificar plenamente ese apelativo de
gación y la desunión), y reelaborarlos o refigurarlos «arte político por excelencia», y, en especial, qué deve-
con el objeto de que pudiera producirse, en el espejo de la acerca del abismo de la socialidad en la constitución
la tragedia, una verdadera autoconciencia pública. del vivirjuntos?

17 Jean-Pierre Vernanty Pierre Vidal-Naquet, Mythe el lragédie


en Grece ancienne, París: Maspero, 1973 IMito y tragedia en la 18 H. Arendt, Condition de l'homme mod.erne, op. cit., págs. 210-
Grecia antigua, Madrid: Taurus, 1987J. 211.

96 97
De la katharsis como «trabajo de lo político» IOH incidentes lamentables y espantosos. Es necesario,
pue , prestar atención a la conexión -e incluso a la
«La tragedia es la representación (mimesis) de una c'II'cularidad- entre el aspecto subjetivo de las emo-
acción (praxeos) noble (. ..) ejecutada por los persona- ('iones experimentadas por el espectador y la inscrip-
jes del drama; y, al representar la piedad (eleos) y el ('ión de lo espantoso y lo lamentable en el sistenw. mis-
pavor (Plwbos), efectúa una depuración (katlw.rsis) de Il/O de los hechos. En esas condiciones, acaso haya que
ese tipo de emociones.. (Poética, 6, 1449b). En esta de- ('studiar la naturaleza de los acontecimientos capaces
finición canónica hayal menos dos elementos proble- d despertar tales emociones en el espectador, dado
máticos: se trata, por un lado, del «tipo de emociones.. que, por violentos, dolorosos y mortíferos que sean los
que son la piedad y el pavor, presentados, a la manera acontecimientos puestos en escena por la tragedia, la
de una evidencia, como los afectos trágicos por excelen- violencia, el dolor y la muerte no bastan por sí solos
cia, y, por otro, del estatus y el papel de la katharsis. para provocar el efecto trágico, y no todas las configu-
Eleos y phobos son los resortes emocionales (ta pa- raciones son aptas para producirlo. 2o He aquí, enton-
themata) específicos de la tragedia. Aristóteles no jus- ces, la pregunta: ¿En qué condiciones puede calificar-
tifica esta especificidad: enuncia como algo evidente se a determinados acontecÍlnientos de «espantosos.. o
por sí mismo que el pavor y la piedad son las emocio- «lamentables.., aun más acá de su historización o de la
nes penosas y dolorosas (son «pena.. y «desorden.., pre- intriga que despierten?
cisa la Retórica) que conviene someter a la kathar- En el capítulo 14 de la Poética, Aristóteles nos pro-
sis. lO Es necesario esperar hasta el capítulo 13 para porciona un hilo conductor capaz de esclarecer la espe-
encontrar una definición -muy elíptica- de esos dos cificidad trágica de lo espantoso y lo lamentable: esos
afectos: la piedad se dirige al hombre que no ha mere- acontecimientos dan a entender que las violencias Oos
cido su desdicha Oa Retórica aclara que implica cierta efectos violentos: ta pathe) surgen en «el corazón de
distancia: el dolor no debe tocarnos de muy cerca; sen- las alianzas.. (en tais philiais). Es preciso que los actos
timos piedad por un amigo, no por nuestro hijo), y el así calificados conciernan a individuos entre los cuales
pavor se experimenta ante la infelicidad de un seme- hay alianzas: el hermano contra el hermano, el hijo
jante (en este caso, la Retórica vuelve a ser un poco contra el padre, la madre contra el hijo, el hijo contra
más explícita: el pavor nace de lo inesperado, de la
desventura imprevista, pero también del reconoci- 20 La elección de las configuraciones idóneas para generar el
miento del semejante en el otro sufriente). Sin embar- efecto trágico. es decir, para despertar el pavor y la piedad, consti-
go, es importante destacar que pavor y piedad no son tuye el objeto del capítulo 13 de la Poética: luego de excluir los ca-
sos inapropiados -el hombre absolutamente justo (cuya perfec-
la «experiencia patológica.. del espectador, sino los ción o excelencia ética se situarían fuera de 10 común) y el hombre
productos de la actividad mimética, es decir, de lo que básicamente malo (con el cual, en el extremo opuesto, tampoco po-
elabora la tragedia cuando lleva a la re-presentación dríamos identificamos~, Aristóteles concluye que la configura·
ción trágica ideal afecta en primer lugar al .. hombre intermedio..,
aquel que, ...sin alcanzar la excelencia en el orden de la virtud y la
19 No analizo aquí, porque no es mi propósito, la cuestión de la justicia, debe su caída en la desdicha no al vicio y la maldad, sino
conversión, mediante la operación mimélica, del afecto doloroso a alguna faltalot. Es, por k'lnto, el hombre falible quien proporciona
en placer. la materia del héroe trágico.

98 99
la madre...21 En consecuencia, el choque del pathos y Sabemos que Freud verá en el pánico el hecho mis-
la philia inaugura la crisis trágica al irrumpir de ma- mo de la desagregación de una multitud: la situación
nera inesperada en el orden de las relaciones, puesto pánica representa, así, la disolución de los lazos obje-
que si las relaciones entre los individuos o los grupos Livos que aseguraban su cohesión, puesto que, lejos de
son de hostilidad (elzhtra) y hasta de neutralidad (me· ser la resultante de un peligro concreto (al contrario,
deteros), la violencia, cuando estalla, no es una irrup- las más de las veces se desencadena por razones insig-
ción escandalosa. Para captar el alcance de esa fractu- nificantes), el pánico deja al individuo en presencia de
ra hace falta, además, devolver a laphilia la significa- una amena2a que podriamos calificar de «originaria»:
ción que le era propia en la Antigüedad clásica y que la misma amenaza que la cohesión garantizada por
excedía con creces la mera relación de orden privado, los lazos afectivos -aquello que Freud llama «estruc-
originada en la inclinación de los sentimientos: lo que tura libidina¡"- tenia la misión de conjurar. En el cé-
solemos llamar «amistad». lebre ensayo de 1921, Psicología de las masas y análi-
En la Poética, sobre todo, la philia designa, a todas sis del yo, Freud comenta en estos términos el fenóme-
luces, una relación objetiva, socialmente reconocida e no del pánico: «Los lazos recíprocos han cesado, y se li-
incluso institucionalizada: parentesco, alianza, hospi- bera una angustia enorme, sin sentido (. ..) los indi-
talidad. Debido a ello, por ejemplo en el capítulo 11, se viduos, dominados por la angustia pánica, empiezan a
opone a la ekhtra (el odio, la hostilidad), así como el cuidar sólo de ellos mismos, manifiestan comprender
lozo que une a los miembros de un grupo se opone a lo que han cesado las ligazones afectivas que hasta en-
que puede provocar su violación. Si la philia, por con- tonces les rebajaban el peligro». Al hacer intervenir en
siguiente, puede entenderse -<le manera paradigmá- el horizonte de su análisis la pulsión de muerte, Freud
tica- como la quintaesencia del lazo político, se com- no está lejos de pensar el pánico como principio funda-
prenderá mejor por qué los actos de violencia surgidos cional de la socialidad. Principio de pánico, de disocia-
«en el corazón» de ese lazo generan en forma preferen- ción o de disolución, que revela el carácter irreductible
te el efecto trágico, pues la tragedia nace de la disloca- de una socialidad básicamente paradójica: socialidad
ción de dicho lazo, y la pone en escena: por ello puede de-socializante o, si se quiere, des-enlazante. 22
decirse que es el arte político por excelencia. No sólo,
como escribía Arendt, porque su único objeto es «el 22 Sobre este punto, me permito remitir a ..De la panique comme

hombre en sus relaciones con otro», sino porque pone principe du licn social.., en La Pcrsévérance des égarés, París:
Bourgois, 1992, págs. 13-36. En ese texto procuré mostrar que esa
en escena, re-presenta, la «alianza» (el lazo del vivir
socialidad de-socializante o des-enlazante, inscripta en el horizon-
juntos) y también el riesgo del des-enlace. En efecto, te de la pulsi6n de muerte. difería de manera fundamental de la
¿qué es la piedad, si no el afecto fusional, el afecto de la conservación de la especie deducida por Hobbes a partir del miedo
comunidad fusional, la pasión de la inmediatez y la in- mutuo a la muerte violenta o de la lucha a muerte que, en Hegel,

mediación? ¿Y qué es el pavor, si no el afecto de la dis- es ¡ndisociable de una dialéctica del reconocimienlo. Freud habría
radicaLizado, entonces, la paradoja de la socialidad originaria, al
persión y la dislocación que, llevado al extremo, se de- remitir la tlpeligrosidadlt de la cosa política al abismo de la pulsión
nomina pánico? de muerte que, tanto en lo colectivo como en lo individual, ..'traba-
ja en silenciolt. Empero, el problema reside en que, sobre la base
21 Aristóteles, Poética, capitulo 14, 1453b20. de esa paradoja inabordable e insoportable, Frcud no ve otra so~

100 101
constituyen los resortes emocionales que conviene so-
Pavor y piedad participarían, pues, de la sociali- meter a la Iwtharsis.
dad, la posibilidad o la imposibilidad del vivir juntos:
serían las condiciones de su surgimiento y de su cons- Al poner así de relieve la articulación -y hasta la
titución, así corno el horizonte de su constitución y de 'ircularídad- de la materia trágica (el tipo de acon-
su ruina. Por esta razón -tal es la hipótesis-, cuan- tecimientos que la tragedia pone en escena, la insCl;P-
do Aristóteles elabora la teoría de la tragedia, presen- C¡ón de lo espantoso y lo lamentable en el sistema de
ta esos dos afectos corno un hecho obvio: emociones los hechos) con las emociones experimentadas por el
propiamente trágicas, en la raíz de la socialidad·, pero , espectador, se nos mueve a desechar tanto las lectu-
lejos de ser, corno la philia, afectos poUticos, designan ras morales como las lecturas psicologizantes de la
la patologla originaria del lazo social. No constituyen hatharsis. Para las primeras, el objeto de la tragedia
sólo los bordes o los confines de lo político; son los afec- es un objeto moral porque se trata de «purificar>' las
tos de la socialidad «en bruto.. que, desde adentro, lo pasiones del espectador; sin embargo, en ningún pa-
amenazan, lo desarreglan y lo malogran: el abismo de saje de la Poética se advierte que Aristóteles tenga en
la socialidad en la constitru:ión del vivir juntos. La lec- vista la moralidad del arte: la inquietud «ética.. pasa,
ción de Aristóteles no se limita a decir que el pavor y la ante todo, por el lazo entre la acción (praxis) y el carác-
piedad carecen de pertinencia política porque sumer- ter (et/ws). Para las segundas (planteadas en especial
gen a los individuos e inhiben la acción (esta es la lectu- por Bernays y reactivadas por la interpretación freu-
ra de Arendt,23 y es indiscutible); dice, sobre todo, que diana), el objeto de la tragedia y, más precisamente,
la complementariedad de esas pasiones inversas im- de la hatharsis es la «purgación.. del sufrimiento y la
pide hacer de la piedad -que bien podría calificarse conversión del afecto doloroso en placer bajo la forma
asimismo de «pasión por el uno,>--- la compensación o de una «descarga.. de los afectos patógenos; no obstan-
la reparación del pavor que di-socia y des-enlaza. Por te, la condición de la lectura freudiana consiste,justa-
exceso y por defecto (pero la hybris está presente en mente, en la introducción de una noción ajena a la
ambos casos), son igualmente antipolíticas, y las dos Poética, a saber: la identificación del espectador con el
héroe trágicO. 24 Ahora bien, ni el reconocimiento del
lución, para prevenir la amenaza, que la sustitución del ..ideal del
yo» por el _jefe..: frente a la amenaza de dislocación, los individuos 2'I.En. la sección 7 del capítulo 4 de Tótem y tabú, Freud propone
se precipitan en la fusión de la comunidad bajo la forma del lazo la .slgulente leclura de la ..culpa trágica. del héroe de la tragedia
con el jefe o de la arquifilia larchephilieJ. gnega: el héroe trágico debe sufrir porque él es el Olpadre primiti-
23 ...Para
los antiguos, el hombre más compasivo no valía más vo» y I.a «culpa lrágica. es el elemento del que debe hacerse cargo
que el hombre más temeroso: a tal punto les resultaba evidente la para liberar al coro, cuando, en realidad, el crimen que se le impu-
naturaleza afectiva de la compasión que hunde como el miedo sin ta es el que han cometido los coreutas, es decir, la banda de her-
que uno pueda defenderse de ella. Las dos emociones, en cuanto manoS que han matado al-padre primitivo.: "contra su voluntad
puras pasiones, hacen la acción igualmente imposible... Véase el héroe trágico es promovido a redentor del coro-o '
Hannah Arendt, ..L'humanilé dans de sombres temps: réfiexions Otro texto de Frcud, .Personnages psychopathiques sur la sce.
Bur Lessing>o, en Vies palitiques, París: Gallimard, 1974, pág. 24 ne. (1905) (traducción de Philippe Lacoue-Labarthe y Jean-Luc
I.. Sobre la humanidad en tiempos de oscuridad: reflexiones sobre Nancy, Diagrap/w, 3, 1974, págs. 62-9 ¡_Personajes psicopáticos
Lessing», en Hombres en tiempos de oscuridad, Barcelona: Gedi- en el escenario.., en Obras completas, vol. 7. Buenos Aires: Amo~
80,20011.

10:1
102
«semejante" ni el despertar del «sentido de lo huma- .acional -al purgar lo poético por lo político o lo po-
no» -la phüanthropia- que invoca Aristóteles pro Iilico de lo poético como de sus humores pecantes-,
suponen o exigen esa identificación. lno bajo la apariencia de un tratamiento indefinida-
La hipótesis aquí propuesta es otra y procede, en mente renovado de las pasiones irreductibles. Vemos,
esencia, de una lectura de la tragedia como «arte polí- ('on ello, que la tragedia griega era mucho más que un
tico», expresión que, entendida en toda la amplitud d ~ nero estético, y que mediante su representación
sus significaciones, cristaliza, en definitiva, la natu- .f¡ ctuaba un trabajo muy singular sobre el «basamen-
raleza de la relación entre la Poética y la Política, pues to mental de lo político».25
el esquema desplegado por Aristóteles hace de la ha- Es evidente que esta figura histórico-teatral de la
tharsis el tratamiento propiamente institucional de hatharsis no es universalizable como tal. Sin embar-
los afectos irreductibles de la socialidad originaria: go, no es ilegitimo pensarla poseedora de esa «validez
aquello que he designado (a la manera del «trabajo del jemplar» que le permite, más allá de la unicidad del
duelo» o del «trabajo del sueño») «trabajo de lo políti- caso o las circunstancias, mostrar la experiencia mis-
co». De tal modo, el hecho de hablar de «trabajo de lo ma de lo político. 26 Nos aventuraremos, por lo tanto, a
político» nos lleva a pensar que la materia bruta de la decir que la experiencia de lo político es «como» la ha-
socialidad -materia no «depurada» o no «purgada~ tharsis en cuanto esta abre un acceso al vivir juntos.
debe elaborarse, en el sentido cuasi freudiano de la El recurso a la «validez ejemplar>. permite, por ello, re-
transformación de una cantidad de energia: tanto el chazar las acusaciones de nostalgia o anacronismo: ya
contagio universalizante del «sufrir con» como el mo- no somos griegos, la democracia de los modernos no es
vimiento de la dispersión pánica son el objeto prima- la de los antiguos, y la tragedia no es más, en nuestros
rio de esa elaboración. Y al insistir de esa forma en la
complementariedad de los dos afectos, Aristóteles es-
caparía, por tanto, a la inversión del «mal infinito» en 25C. Mcier, De la tragédie grecque . .., op. cit.
26Tomo de la Crítica delju.icio y, más especialmente, de la lec~
su contrario. Es así como la hatharsis vuelve política-
tura que de ella hizo Hannah Arendt, sobre todo en Juger: sur la
mente operante la socialidad: no al expulsar su fondo philosophie politique de Kant, París: Scuil, 1991 (Conferencias so·
tenebroso en beneficio de la instalación definitiva de lo bre la (Llosorla política de Kant, Barcelona: Paidós, 20031, este uso
de la validez ejemplar. El ejemplo es lo particular quc, al no ser
universalizable como tal, encierra en sí mismo un concepto o una
rrortu, 1978», se presenta en forma explícita como una lectura regla general: el coraje es ..como... Aquiles, la bondad es occomo.. Je-
analítica de la Poética de Aristóteles Y. más precisamente, de la sús de Nazaret o Francisco de Asís, etc. Lo ejemplar es, pues,
función catártica de la tragedia. La condición de la hatharsis como aquello que (la mayoría de las veces, extraído del campo de la his-
Ilpurgaciónll del sufrimiento del espectador es la identificación de toria y de la poesía) exhibe, en su particularidad misma, la gene-
este con el héroe de la tragedia: Il[el espectador! querría sentir, ralidad que no podríamos detenninar de otra mancra. El propio
obrar y crearlo todo a su albedrío; en suma, ser un héroe. Y el au- Kant escribe, en la sección 32 de la tercera Crüu:a, que hay condi-
lor-acLor del drama se lo posibilita, permitiéndole la identificación ciones en las cuales, con ..preceptos generales., no se hará jamás
con un héroelO. Puede plantearse la hipótesis de que también aquí, ocio que es capaz de hacer un ejemplo de virtud o santidad que, fija-
como en el texto de 1921 (Psicología de las masas y análisis del do en la historia, no inutilice la autonomía de la virtud a partir de
YO), Frcud privilcgia, por mcdio de la identificación, el eje de la la Idea propia y originaria de la moral (a priori), ni la transforme
vCl'licalidad y la ocinclinaciónlt a lo fusional. en un mecanismo de imitaci6nlt.

1011 105
sisla, entonces, en saber con qué modalidad puede o
días, «el arte político por excelencia». Lo cierto es qu el be efectuarse: ¿hay que concebirlo como ascesis pu-
la tragedia -y más en particular la hatharsis- ha de- rificadora y «sublimación», o, según lo sugiere la Polí-
jado pensar lo que puede ser la elaboración de lo so- tica, como reducción del exceso que induce una emo-
cial, es decir, su necesario inacabamiento. A través d ción demasiado violenta, es decir, como «abreacción»?
su teoria de la tragedia, Aristóteles habria producido, Aun cuando la respuesta a tal interrogante siga sien-
por consiguiente, una lectura política de la hatharsis, do incierta, esta incertidumbre no anula la «validez
al mostrar que el acceso al vivir juntos se juega y se jemplar" de la hatharsis, tal cual lo atestiguan, por
vuelve a jugar indefinjdamente en el tratamiento d un lado, el acento puesto (en los capítulos 13 y 18) en
esos furores originarios. Nadie captó mejor que Ba- la cuestión de la philanthropia y, por otro, el estatus
taille, entonces, el sentido profundo de la tragedia, de la .horizontalidad» en el proceder aristotélico.
que desde los tiempos prepolíticos revela las «posibili- La philanthropia, o .sentido de lo humano», apa-
dades de acuerdo del hombre con la violencia»: esa es rece en el capítulo 13, cuando Aristóteles examina las
la razón por la cual, como «una fiesta celebrada en el diversas configuraciones capaces de despertar el pa-
TIEMPO que expande el horror, la TRAGEDIA representa- vor y la piedad, es decir, de producir el efecto propia-
ba, por encima de los hombres reunidos, los signos de mente trágico. Ahora bien, excluye precisamente co-
delirio y muerte en los cuales ellos podrian reconocer mo «la más ajena a lo trágico» la situación calificada
su verdadera naturaleza».27 de ou philanthropon: contraria a lo humano, transgre-
En esta perspectiva, las dos traducciones posibles sión del sentido de lo humano que en los personajes
de la hatharsis -«depuración» o «purga,.-, que tradi- nos hace reconocer a «semejantes". El «efecto de eri-
cionalmente nos internaban ya fuese en el camino de ba»29 ejercido con respecto a la estructura de la intriga
una lectura «moral» (el espectador queda «purificado» pone en juego, entonces, junto al pavor y la piedad
de sus pasiones), ya en el camino de una interpreta- -en calidad de condición necesaria pero no suficien-
ción psicologizante (la «purga» es la descarga de los te-,30 esaphilanthropia que entraña, a la vez, el reco-
afectos; esta interpretación se apoya en el libro VIII de
la Política, en que Aristóteles, al ocuparse de los efec-
cierta purga y un alivio acompañado de placer» (Política, VIII, 7,
tos de la música, se refiere a la práctica médica de la 1342a). Se t.rataría, pues, de una purga que, a la manera de un
purgación),28 pueden verse bajo otra luz. En efecto, tratamiento médico, alivia el alma de su plenitud exagerada o de
tratándose del «trabajo de lo político», la cuestión con- sus excesos para devolverla a la moderación. Esta interpretación
será retomada, entre otros, por Racine, cuando escriba acerca de
la tragedia: "La tragedia, al excitar la piedad y el terror, purga y
27 Georgcs Bataille, -L'obélisqUClO t en (ElLures completes, vol. 1, atempera esa clase de pasiones; es decir que, al removerlas, las
París: Gallimard, 1970, pág. 507. despoja de lo que tienen de excesivo y vicioso y las devuelve a un
Con referencia a las «melodías sagradas. que «transportan el
28 estado moderado y conforme a la razón-o
alma fuera de sí misma», Aristóteles escribe que -a ese mismo tra- 29 Adopto la expresión de Paul Ricreur. Tempset récit, vol. 1, Pa-
tamiento (. ..) deben someterse necesariamente a la vez, quienes rís: Seuil, 1983, pág. 741Tiempo y narración, vol. 1, Configuración
se inclinan a la pi dad y quienes se inclinan al terror, y iodos los del tiempo en el relato histórico, Madrid: Cristiandad, 19871.
demás que, de manera general, se encuentran bajo el influjo de 30 Hay casos, en erecto, que satisracen el sentido de lo humano
una pasión cualquiera. en la medida en que haya en cada uno de pero no despiertan el pavor y la piedad: así ocurre, por ejemplo,
ellos una tendencia a esas pasiones, y así en todos se producirá

107
106
nacimiento del «semejante» y la verosimilitud ética. suponen el sentido de lo humano. Por ese camino vol-
En cuanto al capítulo lS, en él lo trágico se asocia al vemos a encontrarnos con la cuestión de los límites
sentido de lo humano como lo que deriva del «golpe de asignados por Aristóteles a la mimesis: esta, contra-
efecto» [coup de thétitre] (peripateia): en esencia, aque- riamente al uso platónico, se despliega de manera pri-
llos casos en que, por un efecto de sorpresa, la verosi- vilegiada en el campo del obrar y el padecer humanos.
militud ética se impone a la verosimilitud práctica. Por eso, el sentido de lo humano es, en cierto modo, el
La circularidad, ya mencionada, de la materia trá- umbral de lo trágico, un umbral a partir del cual es
gica y de las emociones experimentadas por el espec- posible el reconocimiento del «semejante». Ahora bien,
tador se prolonga aquí por medio de la philanthropia: en el mismo capítulo 13, poco después de la considera-
el sentido de lo humano se inscribe en la configuración ción de laphilanthropia, aparece la figura del hombre
de los hechos y se despierta, a la vez, en el alma del es- «intermedio», figura ejemplar del «semejante» y héroe
pectador. Philanthropon designa, en efecto, lo que sa- trágico por antonomasia. ¿La «validez ejemplar» de la
tisface un «orden de valores imprescriptibles que dan configuración trágica ideal no obedece, entonces, al
digna cabida al principio de justa retribución»:31 por hecho de satisfacer en el más alto grado el sentido de
ende, una situación que no responde a ese requisito lo humano, al poner en escena al/wmbre falible? Si el
está de entrada al margen de lo trágico (tal es el caso discernimiento de la falta trágica nos erige en «jue-
de lo «repugnante» o lo «monstruoso», por ejemplo). ces», «emitimos juicio como camaradas de humanidad
Empero, la philanthropia ~ondición de posibilidad igualmente falibles, y no como ministros de la leY',.32
de la configuración trágica- no se sitúa en el mismo Esto no carece de incidencia sobre la cuestión de la
plano que el pavor y la piedad: no es objeto de la ha· «horizontalidad» en el pensamiento de Aristóteles,
tharsis, no debe ser depurada. Cuando Aristóteles ex- pues si el «trabajo de lo político» se juega una y otra
cluye las situaciones que no despiertan ni el sentido vez en el tratamiento indefinidamente renovado de
de lo humano, ni piedad, ni pavor, quiere significar los afectos irreductibles de la socialidad en bruto, esta
que el esquema trágico está, de alguna manera, deli- elaboración del inter-esse (del «entredós que nos acer-
mitado o CirCunSC1;ptO por aquel sentido, por su pre- ca y nos epara del otro», para retomar las palabras de
sencia o su ausencia (en este último caso tenemos que Hannall Arendt) escapa, al menos teóricamente, a los
lidiar con lo miaron, lo monstruoso que engendra re- esquemas tradicionales de la dominación o la guber-
pulsión). Las configuraciones trágicas ocupan su lu- namentalidad (aunque sea racional). Estos últimos,
gar dentro de la esfera de la philanthropia, y si el pa- en efecto, convierten la relación mand%bediencia en
vor y la piedad son emociones trágicas, es porque pre- el operador esencial del lazo social, y privilegian así el
eje de la «verticalidad». Aristóteles, desde luego, tamo
con el hombre fundamentalmente malo que cae en una desven- bién se inscribe en esta tradición y no ignora la cues-
tura mere<:ida. pues la piedad se dirige al hombre que no ha mere- tión del «mando». «Toda comunidad política», escribe
cido su desventura, y el pavor implica el reconocimiento del "se·
mejante~.
31 Sigo aqul las indicaciones de Roselyne Dupont-Roc y Jean La- 32 Gerald Frank Elsc, Aristotle's «Poelics»: The Argument, Cam-
liot en su comentario del capItulo 13 de Aristóteles, La PoétU¡ue, bridge: Harvard University Press, 1957, comentado por P. Ricceur
París: Seuil, 1980, pág. 242. en Temps el récil, vol. 1, op. cit.. pág. 75, nota 2.

lOS 109
en el libro VII de la Política, «está compuesta de gober- bl'ía podido moderar la severidad de ese juicio si hu-
nantes y gobernados»,33 pero matiza de inmediato es- biera recunido a una lectura menos restrictiva de la
ta proposición al preguntarse si esos papeles deben Lragedia como «arte político» (llemos intentado mos-
ser «intercambiables»: la respuesta estriba en que una Lrar aquí que el estatus mimético de la acción no se
ciudad compuesta de «iguales" tiene que garantizar la resolvia únicamente en la trasposición como arte de la
alternancia de las funciones de mando y subordina- condición hunlana de pluralidad y de la praxis) y si no
ción. Todos los ciudadanos «deben tener necesaria- se hubiera limitado al mero texto de la Política.
mente igual acceso, por turno, a las funciones de go- Es preciso insistir, por lo tanto, en que Aristóteles
bernantes y gobernados. La igualdad exige, en efecto, niega el carácter de relación «política" a la autoridad
que se trate de la misma manera a personas semejan- despótica y, más en general, a la autoridad del amo so-
tes». Este planteo deriva de la idea, ya enunciada en el bre sus esclavos: «no hay identidad entre poder del
mismo libro VII, de que la polis es «una forma de co- amo sobre el esclavo y poder deljefe político», ejercido,
munidad de iguales con vistas a llevar la mejor vida este último, sobre «hombres naturalmente libres".36
posible».34 La comunidad política es una comunidad de hombres
De hecho, hay en Aristóteles algo parecido a una libres, y la tragedia, «arte político por excelencia", se
tensión interna, que no puede reducirse a la distancia representa frente al pueblo reunido. Es esta una ma-
entre lo descriptivo (o lo empírico) y lo normativo (o lo nera de decir que el «trabajo de lo político» se opera (y
ideal), pero que revela, al menos, la presencia de una opera) en una dimensión que no es aquella en que al-
concepción no jerárquica de la relación política. En un gunos mandan y otros obedecen. Y una manera, por
comentario sobre esta discordancia, Hannall Arendt tanto , de cuestionar la «evidencia» del sometimiento .y
sostiene que Aristóteles habría introducido -----eon los la arquifilia. Sin embargo -reiterémoslo-, la «valI-
conceptos de «dominación» o «gobierno,>-- nociones, dez ejemplar>' de ese cuestionamiento excede las refe-
ejemplos y modelos radicalmente ajenos al ámbito de rencias histórico-políticas de la Ciudad griega, y no
la polis, que ignora las restricciones de la necesidad significa abandonarse a la nostalgia o el anacronismo
vital y el sometimiento a la dominación instituida de leer, en el trabajo de la hatharsis, otro modo de acceso
los otros. En definitiva, la filosofía griega no habria al vivir juntos o, mejor aún, al compartir el mundo con
logrado elaborar un concepto de autoridad fundado en otros: un modo de acceso que nos recuerda el surgi-
los datos de la experiencia política misma: así, hablia miento siempre frágil y el hundimiento siempre vir-
importado paradigmas tomados de esferas no po- tual de lo político. Y HannalI Arendt se inscribe, sin
líticas (la esfera doméstica, la de la economía o la «fa- duda, en esta dimensión de la «horizontalidad» (pese a
bricación,,).3S Se advertirá, empero, que Arendt ha- su lectura un poco restrictiva de la tragedia) cuando
rechaza la validez política del concepto de obediencia
33 Aristóteles, Política, capítulo 14, 1332b. -importado, dice, de los ámbitos de la infancia y la es-
34 [bid., capítulo 8, 1328a.
35 Véase, en particular, Hannah Arendt, «Qu'est-ce que l'auto-
Entre el pasado y el futuro: ocho ejercicios sobre la reflexión ¡JaUli-
rité?», en La Crise de la culture: huit exercices de pensée politique,
ca, Barcelona: Península, 1996].
París: Gallimard, 1972, páss. 153-8 ("¿Qué es la autoridad?", en 36 Aristóteles, Politica, J, 7, 1255b.

110 111
clavitud-, para sustituirlo por la idea de un sostén 4. La radicalidad de los modernos
colectivo y el asentimiento otorgado a una empresa co-
mún. El '<jefe» s610 es, entonces, quien "inicia» la em-
presa a la que los hombres se asocian para llevarla a
buen puerto. 37 Por ello, desde este punto de vista, la
reciprocidad es primordial. Implica entre los hombres
un lazo, precario y amenazado, por cierto, pero capaz,
al menos de derecho, de poner obstáculos a la caida en
la arquifilia y la falsa evidencia de la sumisi6n. El antiguo dios mortal
Aristóteles, pensador de la Política y pensador de
la Poética, sostiene así los dos polos: el de la grandeza ¿De qué manera, políticamente hablando, condu-
y la dignidad de la existencia política bajo el aspecto cirnos como humanos, es decir, como mortales? Po-
de lo racional (mediante el cual se posibilita la vita ac- dríamos sorprendernos al menos dos veces ante se-
tiva), y el del exceso -"delirio y muerte», para reto- mejante pregunta. Una primera vez, porque invoca a
mar las palabras de Bataille- que hace pender una Aristóteles y simultáneamente invierte el célebre pa-
amenaza sobre esa existencia. Ahora bien, Aristóteles saje del libro X de la Ética a Nicómaco, que nos invita
no sugiere "purgar» lo poético por lo político, y menos a elevarnos a la felicidad perfecta de la vida contem-
aún lo político de lo poético, expulsar el temblor en be- plativa: ,,(. . .) no hay que seguir el consejo de quienes
neficio de la instauraci6n definitiva de lo racional , nos exhortan, como hombres, a alimentar únicamente
pues el "anudamiento» de la materia trágica y de la ambiciones de hombre, y como mortales, ambiciones
capacidad de instituci6n política pretende que los de mortal. Por el contrario, es preciso, en cuanto sea
afectos trágicos, pavor y piedad, "signos de delirio y posible, conducirse como inmortales y hacerlo todo
muerte», jamás se olviden ni se borren en la constitu- para vivir la vida de aquello que es más noble en noso-
ci6n del lazo humano. La Ilatharsis es, por lo tanto, la tros».! Y una segunda vez, porque se apela al mismo
elaboraci6n de ese "desorden fundacional», no su do- Arist6teles (¿en una perspectiva transhist6rica e in-
mesticaci6n, y menos aún su erradicaci6n. Así, tal es cluso, peor aún, anacr6nica o pasatista?) a efectos de
el gran interrogante que nos ha legado el pensamiento orientar un análisis de las condiciones específicas de
de Arist6teles: ¿Qué debe ser la experiencia política, la la modernidad: ¿de qué manera conducimos ahora,
experiencia de lo político, en la medida en que oculta a hoy, como mortales? Habrá que justificar, entonces,
la vez el principio de su grandeza y el de su fragilidad? estas palabras deliberadas que no son muestra de con-
¿De qué manera, políticamente hablando, conducir- fusi6n de los tiempos ni de nostalgia. Conducirse como
nos en cuanto mortales, es decir, en cuanto humanos? mortales: ¿por qué ese enunciado, del cual se afirmará
que está absolutamente más allá de toda pasividad y
toda abyecci6n, y que no se reduce en modo alguno a
una política minimalista de la supervivencia (así co-
97 Véase, sobre todo, Hannah Arendt, «Responsabilité personne-
110 el régirnc dictatorial". en Penser l'éuéllemenl. op. cit. I Aristóteles, Ética a Nicómaco, X, 7,11776.

112 113
mo el bies no se reduce a la zoe), excede cualquier figu- ("on los otros (<<toda comunalidad», confirma el libro
ra históricamente cerrada? vn de la Ética a Nicómaco, «se funda en la justicia»),
En consecuencia, al invertir los términos de la Éti- /.1 isonomía no es la forma política (o el modo de ins-
ca a Nicómaco (conducirnos, en cuanto sea posible, t ¡lución) del lazo social? Entendamos por ello que el
como inmortales), no pretendo hacerle decir a Aristó- libro 1 de la Política no sólo inscribe la coparticipación
teles lo contrario de lo que dice. Por cierto, a través de n lo común bajo el dominio de la amenaza trágica, la
la contemplación (que es el modo de vida más noble política en el horizonte de la poética, lo racional a la
que el hombre pueda alcanzar), debemos tender a in- sombra del deinon y el furor, sino que es la comunidad
mortalizarnos, pero Aristóteles no afirma en ningún política como tal la que se instituye y se constituye
lugar que la asimilación a lo divino sea efectivamente .isonómicamente»: como si, antes de cualquier deter-
realizable,2 y menos aún que el bios politikos (el modo minación particular de un .régimen» (de una politeia),
de existencia política) pueda, de una manera u otra, la forma isonómica fuera de algún modo el principio
ser el sustituto de esa inmortalización. No sólo porque generador de lo político. 3 Por cierto, al no retomar sino
el bios politiJws no es el modo de vida más elevado bajo su aspecto positivo el comentario de la Antígona
. ' de Sófocles, la fuerza del hombre, así convertido en
smo porque así viven los mortales, que no son ni ani-
males ni dioses. Cuando el libro 1 de la Política hace pantoporos, se ve aumentada (en el doble sentido del
del hombre el ser vivo dotado de logos, esta disposición latín augere: «crecer» y «cOlúirmar>') por la mediación
-hay que recordarlo- es también la diferencia espe- de lapolis.
cífica que lo separa de los otros animales, tanto solita- Sin embargo, se recordará también que la Ciudad
rios como «gregarios», incapaces de tener el senti- isonómica es, potencialmente al menos, la más frágil
miento del bien y el mal, de lo justo y lo injusto. Aun- de todas, porque -para hablar en términos arendtia-
que ninguna forma política se asigne específicamente nos- es ante todo el espacio público de aparición que
a esa institucionalización (cuyo carácter problemático se funda, en esencia, en el «flujo vivo del obrar y el ha-
ya hemos señalado en el capítulo anterior: el orden cí- blar>, y en cuyo seno, «en una oleada inagotable de ar-
vico siempre está amenazado desde adentro por el sal- gumentos», los griegos aprendían a comprender y a
vajismo al que pretende dominar), algunas líneas más considerar el mismo mundo sobre la base de perspec-
adelante Aristóteles insiste, no obstante, en que la
3 Mencionaremos al respecto la manera en que Spinoza. sobre
«virtud de justicia» (di/wiosyne) es la esencia de la co- Lodo en el capítulo 16 del Tratado político. hace referencia a la
munidad política. esencia democrática del lazo social. Está claro, desde luego, que
Ahora bien, si la justicia no es una virtud entre hay una diferencia rad.ical entre los fundamentos y los supuestos
otras, sino la virtud matricial de la comunidad, por- ontológicos de uno y otro pensamiento, pero todo sucede como si la
forma ison6mica (práctica de la soberanía compartida que, según
que incumbe, antes que nada, a nuestras relaciones Aristóteles, responde a las exigencias más severas del modo de vi-
2 Debemos, en. cuanto sea posible, elevarnos a un saber de tipo
da político) y la forma democrática (definida por Spinoza como la
divino, pero no ignoramos que sólo Dios puede poseer esa ciencia. identificación del derecho al poder de la multitud) fueran, en am-
Por eso debemos tender a la inmortaLidad sin tener jamás la cer- bos casos, el resorte y el principio de la dinámica constitutiva de lo
leza de llegar a ella: Arist6teles no suprime en ningún caso la dis- político: es en ese sentido que puede hablarse de ..principio gene·
tancia infinita que separa al hombre de Dios. rador de lo politico».

114 115
tivas diversas e incluso opuestas. Si elpoliteuesthai ( I hombre falible?). En otras palabras, no hay contradic-
«ciudadarúzar») no es, entonces, patrimonio de algu· ción alguna en aspirar a la felicidad de los dioses mer-
nos, la polis isonómica no se remitirá ni al saber técni ced a la vida contemplativa (aproximarse cuanto sea
ca ni a la competencia de los expertos. Tampoco se r posible a un saber de tipo divino) y encaminarse a la
mitirá a la generalidad abstracta de la ley, inerme an- vez, políticamente hablando, hacia lo que uno es, o
te la singularidad de los casos especiales. Se apoyar sea, convertirse en humano al convertirse en político,
sobre una estructura deliberativa parcialmente libra- aunque ese devenir esté habitado por el riesgo de lo in-
da a lo imprevisible, y el principio mismo de la delibe- humano. 4 Hay tal vez una manera "pusilánime" de
ración colectiva se verá inmerso en las vicisitudes de otorgar asentim.iento a la mortalidad (aunque ese ata-
la historia y la fragilidad del obrar en común. Decimos jo sea infinitamente discutible), pero todo el problema
«obrar en común", porque es evidente que la estructu- radica en saber qué puede entenderse por la idea de
ra deliberativa cristaliza como decisión y acción, y que un dios mortal.
el ejercicio de la isonomía (y más en particular de la
isegoria) no reside en un interminable intercambio de Se objetará entonces, sobre todo en sintonia con la
«opiniones", en el sentido vulgar del término. inspiración straussiana, que fueron precisamente las
La racionalidad política de Aristóteles es, por tan- condiciones de la política de los modernos -la pérdida
to, una racionalidad deliberante, y no una racionali- del referente teleológico y el abandono de la finalidad
dad calculante: deliberación con lo trágico, delibera- del «vivir bien'~ las que pervirtieron y hasta «degra-
ción injertada en lo trágico, por cierto (yen este caso, daron" la idea que los griegos se hacian de la «morta-
como lo señala Steiner en Antígonas, no todos los con- lidad" de los mortales: de allí la perpetua oscilación de
flictos son negociables: deliberación no es negociación, los modernos entre una concepción «minimalista" de
y se puede deliberar sobre lo irreductible, como lo tes-
timonia la frecuente incitación del coro trágico a la eu- 4 Pierre Aubenque ha mostrado en forma admirable, en Le Pro·

boulia). Sin embargo, la eStructura deliberativa con- bleme de ['etre chez Arislote: essai sur la problématique aristoté·
tiene en sí misma el gOlmen de su propia fragilidad, la lici.enne, Parrs: PUF, 1962 [El problema del ser en Arist6teles, Ma-
drid: Taurus, 1981], de qué modo resuelve Aristóteles, en los he-
fragilidad constitutiva de una política que no podría chos, la paradoja de la imitación humana de una trascendencia di-
ser ni una política de la ipmortalidad Gas dioses pue- vina inimitable. El hombre aristotélico .ese vale de astucias con la
den prescindir de la Ciudad y, por consiguiente, no ha- contingencia,. y convierte la imprcvisibilidad en apcrtura y el azar
cen política) ni una seudopolítica de la supervivencia amenazante en indeterminación propicia: incapaz de divinizar el
mundo, lo humaniza. Empero, esto implica una ambivalencia de
(individual o colectiva), puesto que no hay euboulia sin la temporalidad y la contingencia: el tiempo no es sólo la fuente de
eu zein (el vivir bien). Aristóteles no hace, pues, de la la fragmentación y la escisión, sino también el «auxiliar benévolo-
existencia política un modo de ser degradado (¿exalta- del pensamiento y la acción humana (Ética a Nic6maco, 1, 7,
ría en ese caso la dignidad del ser viviente político do- 1098a). El aspecto decisivo del análisis de Aristóteles -y cuestión
capital en lo referido al modo de existencia política- reside en ha·
tado de lagos?), como tampoco el sustituto de una divi-
ber puesto de manifiesto que los mortales escapan a los efectos
nización incompatible con la sabiduría griega de los lí- destructivos de la temporalidad por y en el tiempo, y no en virtud
mites (¿vería entonces en el hombre «intermedio" de la huida fuera del tiempo (P. Aubcnque, Le Probléme de Ce-
-m.etaxy- al héroe trágico por excelencia, esto es, el treo .., op. cit., págs. 491 Ysigs.l.

116 117
lo político (organizado, ante todo, en función de la pr . s610 debe pedírsele que no sea más que el instrumento
servación de la vida y la seguridad de los individuos) y destinado a garantizar la satisfacción de nuestras ne-
la concepción «maximalista» de una dogmática de In cesidades y nuestra seguridad? Nos atreveremos a
redención: la espera de un desenlace instaurador y pensar que vivir humanamente, en la medida de lo po-
salvífica. Está claro que el «vivir bien» aristotélico, al sible, no nos obliga a elegir entre esas dos forn1as de
margen de la fragilidad que implicaban, por una par- desprecio de lo humano: la voluntad de transfigurarlo
te, su objetivo y, por otra, su ejercicio, era intransitivo: por la abstracción heroizante y el repliegue razonado
no consistía ni en cambiar el mundo ni en cambiar la (sería lo mismo decir «resignado,,) en la gestión de las
vida. Y tampoco en manejar las astucias de la supervi- idiosincrasias individuales.
vencia.
No obstante, todo el problema estriba en saber si,
en nuestro presente, todavía tiene alguna pertinencia
-y también algún valor-la voluntad de conducirnos ¿Muerte de la inmortalidad?
como mortales, «ser mortales que piensan la eterni- El nuevo dios mortal
dad, pero no disfrutan de la inmortalidad»,5 o bien de-
bemos escoger, como sostiene Alain Badiou, entre dos «Muerte de la inmortalidad»: el título de este frag-
suposiciones del Hombre radicalmente incompatibles mento de Adorno, incluido en Minima moralia, se
en lo concerniente a sus implicaciones éticas y políti- adecuaría bastante bien -a prímera vista- al desen-
cas: la de la ética humanitaria de los derechos del cantanliento de una política de la supervivencia para-
hombre, que reduce a este a la condición sufriente del dójicamente fundada en la ficción de un individuo au-
«animal vivo», o la de la ética de las verdades, que lo tosuficiente. En efecto, si los clásicos, ajenos a la preo-
devuelve a su «singularidad inmortal».6 E incluso, pa- cupación por el origen, se daban instituciones y leyes
ra enunciar una alternativa de otro orden, ¿hay que porque en la Ciudad realizaban sus virtualidades más
esperar que la política nos eleve -inhumana o sobre- nobles (se atribuían así la medida de inmortalidad po-
humanamente-- por encima de nosotros mismos, o lítica que conviene a los mortales), los modernos to-
man este rumbo porque están inquíetos por la super-
s Tomo esta bella fórmula de Paul Ricreur, Lectares l, París: vivencia, la seguridad y la autoconservación. Muerte
Seuil, 1991, pág.17,y me aventuraré, por otra parte, a darle una con· de la inmortalidad pública, política, si es cierto, como
sonancia políticamente spinozist.a: «sentimos y experimentamos que
destaca Leo 8trauss, que la pérdida del referente te-
somos eternos_ por la grandeza frágil de las instituciones.
6 Hago referencia, sobre todo, a las tesis del pequeño libro de
leológico instala la supervivencia del individuo mortal
Alain Badiou, L'Éthiqlle: essai sur la conscience du Mal, París: en posición de fundan1ento. La preocupación por la in-
Hatier, 1993 [La ética: ensayo sobre la conciencia del mal, Barce- mortalidad del dominio público ya no orienta el com-
lona: Herder, 20041. Con respecto a la cuestión de la política de la portamiento humano. En lo sucesivo, este se encuen-
inmortalidad y la denegación del heroísmo en nuestro tiempo por
lt10s términos irrelevantes de una filosofía de los derechos», véase
tra bajo el influjo de la pasión más poderosa de todas:
también la obra de Christian Jambet, La Grande résllrrection «el temor a la muerte violenta por obra del otro". «La
d'Alamüt: les formes de la liberté dans le sht'isme ismaélien, París: muerte toma el lugar del telas, o bien cabe decir, para
Vcrdicr, 1990. mantener la ambigüedad del pensamiento hobbesia-

118 119
no, que el temor a la muerte violenta expresa con unll de la zoe-. Así «naturalizada",9 la pasión del miedo
fuerza muy grande la más poderosa y fundamental dI' ocupa. pues, el lugar de la esencia normativa de la po-
todas las aspiraciones naturales: el instinto básico I lILica de los clásicos, para los cuales todos los seres vi-
deseo de la propia conservación".7 La muerte tomd el vos se orientan hacia un fin, la «perfección" a la que
lugar del telos. Mediante esta fórmula penetrant • aspiran. De hecho, el miedo a la muerte violenta no es
Leo Strauss quiere significar que otra forma de hon"Or más que la expresión negativa del instinto de conser-
-básicamente ajena al deinon trágico- merodea vación (si el motivo de la «muerte natural" tiene algu-
cerca de la «cuna" de la sociedad civil: ya no el torna- na pertinencia, la encuentra sin duda en la temática
sol, la fascinación y el exceso de lo «terrible" sino el de Hobbes); la muerte es útil y la vida la maneja: la vi-
miedo animal (<<casi animal" es la vida del hor'rrbre en da es su resto. Esa es, entonces. la nueva «normativi-
estado de naturaleza, escribe Hobbes en Leviatán) dad" Ua muerte es «el criterio único y absoluto de la vi-
frente a la muerte. «Los fundadores de la civilización da humana, el comienzo de todo conocimiento del
no eran héroes. ni siquiera héroes fratricidas e in- mundo real,,) que se instituye al principio de la políti-
cestuosos, sino pobres diablos desnudos y trémulos de ca de los modernos: ya no es stricto sensu teleológica,
mied~".8 Na~a más ajeno a lo trágico que ese pathos en cuanto ha roto con la antigua representación de un
~e! rruedo arur.nal; nada más ajeno a la experiencia po_ orden de los fines, sino derivada de un comienzo que.
htica de los gnegos que esa muerte a la que no se mira no obstante. engloba su propio deseo: la muerte es pa-
~ la cara e~ la acción colectiva y tampoco está acompa- ra la vida. El ser para la muerte es el instrumento del
nada de la mmortalidad potencial del grupo (tal era en ser para la vida.
Atenas, por ejemplo, la función fundamental de la ora-
ción fúnebre: alabar a los muertos caídos en combate Este breve recordatorio de algunos aspectos de la
significaba celebrar la Ciudad siempre viva, fuera del interpretación straussiana no tiene por objeto abrir
alcance del tiempo). En el texto de Hobbes no hay una discusión sobre las condiciones generales de la
nada que procure exorcizar «heroicamente" la muerte modernidad a la luz de la gran oposición entre los clá-
al mod? de la epopeya griega. nada que haga de la sicos y los modernos. Aqui se trata de la «muerte de la
mortalIdad de los mortales un resorte de la acción inmortalidad". puesto que es verdad que al hacer de
política como tal, pues el elemento decisivo no es ni la los «fundadores de la civilización" unos «pobres dia-
~erteza de la muerte ni (a pesar de las apariencias) la blos desnudos y trémulos de miedo". y no héroes. aun-
Igualdad ante la muerte: es el miedo, y este es sa- que fuesen «negativos". toda inquietud por la «gloria".
ludable porque señala el peligro y acompaña al instin- y en especial por la inmortalidad gloriosa -en cual-
to de conservación -el miedo a la muerte está en el quier sentido que se la entienda-o parece abolida. A
punto de partida de la supervivencia. en el comienzo
9 Lo primero es el bodily {ear (el -miedo corporal_, el miedo de
quien teme por su propio cuerpo). Hobbes lo presenta como un im-
; L. Strauss, Droit ~taturel et hisloir~1 op. cit., pág. 165. pulso natural, que en la práctica participa de una física de los cho-
Leo Strauss, Qu estoce que la phtlosophie politique? París: ques: ..ese impulso que lo lleva a huir de la muerte no es menos
PUF, 1992, pág. 52 (¿Qué es {ilosoflapolítka?, Madrid: Cuadarra- natural que el que mueve a una piedra a caer de arriba abajo
mn, 19701. cuando nada la detiene- (Thomas Hobbes, De cive. 1, 7).

120 121
partir de allí, Leo Strauss describe de manera bao ir en condiciones tales que, política e históricamente
tante implacable el modo en que Hobbes empuja ha hablando, la inmoralidad creó la moral. ¿Se definirá
ta sus últimos reductos la critica maquiavélica de 111 entonces el bien de la sociedad, el bien común, en tér-
filosofia política de los clásicos. minos de <<VÍrtud» o la virtud, en términos de «bien co-
Corresponde a Maquiavelo inaugurar la moderni mún»? Maquiaveio, desde luego, opta con toda lógi-
dad, con el abandono de la idea de una política nor ca por la segunda expresión de la alternativa, y Leo
mada por un orden de los fines. La preocupación d " trauss resume de este modo la naturaleza y el tenor
deber hacer (que en su opinión nunca ha producido de los objetivos maquiavélicos: «Debemos entende.r
otra cosa que política-ficción) es sustituida por la con- por bien común los objetivos efectivamente persegUI-
sideración de la «verdad efectiva», la uerita effetuale. dos por todas las sociedades. Esos obJetivo~ son ~os SI-
En vez de plantear la cuestión del «mejor régimen», guientes: la libertad con respecto a la dommaclOn ex-
ligada a la perspectiva de una perfección imaginaria, tranjera, la estabilidad o el reino de la ley, la prospe-
Maquiavelo se preguntó qué pasaba con el modo de ridad la gloria o el imperio; la virtud, en el sentido
vida real de los hombres, su manera de vivir y actuar concr~to de la palabra, es la suma de los hábitos nece-
en los hechos: «Me ha parecido más conveniente ir tras sarios para llegar a ello. Es este fin, y sólo este fin, el
la verdad efectiva de la cosa que tras su imaginación. que vuelve virtuosas nuestras acciones. Todo lo que se
(El Príncipe, XV). La reducción del «punto de mira», es hace efectivamente con vistas a él es bueno. Ese fin
decir, de los criterios de la acción social, corre pareja justifica todos los medios. La virtud no es otra ~osa
con el dominio de la necesidad: cuanto más nos intere- que la virtud cívica, el patriotismo o la consagraclOn al
samos en los objetivos efectivamente perseguidos por egoísmo colectivo».lO . . .
todas las sociedades, más oportunidades tenemos de No diremos, pues, que la normatiVldad está ausen-
disminuir la improbabilidad de su devenir concreto, te en el pensamiento de Maquiavelo: si este pretende
así como su dependencia con respecto al azar. De esta en primer lugar describir a los hombres tal c.o,mo son,
transformación radical de la idea del modo de vida po- el dominio de la necesidad implica la evaluaclOn y, por
lítico da testimonio el paso del hombre «medida de to- 10 tanto la elección. «A partir de Maquiavelo,la nece-
das las cosas» al hombre «dueño de todas las cosas.: sidad d~ja de ser el lugar de desaparición del sentido:
según Strauss, es un indicio que no engaña. al contrario este ya no puede nacer sino de la necesl-
En cuanto al problema de la <<VÍrtud», también se dad».ll Los hombres no se conformarán con hacer sólo
plantea en términos muy distintos: si la causalidad aquello que no pueden evitar: querrán tanlbién forzar
eficiente ha tomado el lugar de la intención, no se pue-
de pretender que los fundadores de la sociedad civilya 10 L. Strauss, Qu'est-ce que la philosophie politiqu.c?, op. cit., pág.
hayan sido educados en la virtud. Para hablar en los 46. I.
términos kantianos a los que quizás estemos más ha- 11 Pierre Manent. Naissuuces de la politique moderl1e: Mac H~·
vel, Hobbes, Rousseau, París: Payol, 1977, col. ..Critique de la poll-
bituados, el hombre es un animal que necesita un tique», pág. 38. Por eHo es legítimo decir, como ~ubraya. el autor,
amo; ese amo, a su vez, es un animal que necesita un que el indicativo maquiavélico desemboca en un lm~ratlvol y que
amo, y así sucesivamente... Rómulo fue, por lo tanto, este, aunque sea una adecuación a aquel, supone CIerta transfor-
un fratricida y fundó Roma por ese fratricidio, es de- mación del mundo.

122 123
el azar y el curso de los acontecimientos, obedecerán !I En otras palabras, dado que ya hemos hecho dema-
la necesidad sobrepasándola, y no sufriéndola, así co- siado como para escapar al castigo por nuestras fecho-
mo sobrepasarán (a veces) el miedo natural a la muer- l'Ías y exacciones Oa ciudad entera se ha unido contra
te violenta gracias a cierta grandeza. La necesidad no nosotros), pero no lo suficiente como para asegurarnos
obliga a querer sólo la necesidad. Por cierto, ya en Ma- la impunidad (cuanto más se multiplican las fecho-
quiavelo esta asume el cariz de una amenaza, la de la "ías, menos riesgo existe de castigo: «cuando todo el
muerte violenta: la virtit del nuevo príncipe es una mundo se ve afectado, nadie piensa en vengarse»), de-
respuesta a la necesidad, pero es obvio que el deseo de bemos continuar. En una situación semejante, la For-
gloria política excede la satisfacción de las necesida- tuna brinda la oportunidad de la fuerza. Reconozca·
des y los impulsos elementales. mos, prosigue el cabecilla, «que tal decisión es audaz y
Sabemos que a la Fortuna, como a una mujer, le peligrosa, pero, cuando la necesidad apremia, la auda-
gusta ser conquistada. En cuanto a la multitud, su ac- cia se convierte en prudencia, y en circunstancias gra-
ción no es menos capaz de anular, en determinadas si- ves los hombres valientes jamás se han preocupado
tuaciones, los efectos de conservación del mero temor por el peligro. Las empresas iniciadas por el riesgo
a la muerte. Así sucedió en el caso de la insurrección siempre terminan por la recompensa, y no es por el pe·
de los ciompi (pequeños artesanos y trabajadores de la ligro que se escapa al peligro» (las bastardillas son
lana que se rebelaron en 1378 contra el poder de la Re- nuestras). El carácter sumamente «maquiavélico» de
pública florentina). En el libro nI de la Historia de este texto 13 no obedece sólo a lo que se descubre en él
Florencia, Maquiavelo atribuye a uno de los cabecillas en una primera lectura: una lógica de la acción ajena a
de los disturbios (particularmente «audaz» y «experi- la moral pura, una lógica regulada por el medio propio
mentado») las siguientes palabras, con las cuales se de la política. Lo más notable, empero, es la exhorta-
trata de justificar la prosecución de los daños y las ción del cabecilla a no arrepentirse ni preocuparse por
exacciones cometidas: «Si tuviéramos que resolver la «conciencia»: «pues entre personas como nosotros,
al10ra si hay que tomar o no las armas, quemar y des- abrumadas por el miedo -el miedo al hambre, el mie-
valijar las casas, saquear las iglesias, me contaría en- do a la cárcel-, no puede ni debe haber lugar para el
tre los que estiman prudente pensarlo dos veces, y miedo al infierno».
bien podría ser que aprobara a quienes prefieren una Entre los condenados de la tierra, los efectos del
miseria tranquila a ganancias peligrosas. Sin embar- miedo natural a la muerte violenta no determinan
go, dado que ya hemos tomado las armas y cometido una lógica de la consecución. Para ellos no se trata só-
no pocos daños, creo que lo único que cabe considerar lo de asegurar racionalmente su preservación futura y
es si no debemos conservarlas, y cómo podemos esca-
par a las consecuencias de las fechorías perpetradas.
Ahora bien, estoy convencido de que la necesidad nos 1088IHi$torio. de Florelleio., Madrid: Alfaguara, 19791; las bastar·
. .. ». 12
l o aconseja. dillas son nuestras.
13 El más escandaloso o ..más maquiavélico.. de todos los textos
de Maquiavel0. señala Leo Strauss en Pensées sur AfachiaueL, Pa-
12 Nicolás Maquiavelo, Histoires florentines, en (Euures compLe. rís: Payot, 1982 (Pensamientos sobre A1aquiaveLo, Buenos Aires:
tes, París: Gallimard, 1982, col. .Bibliotheque de la Pléiade., pág. Amorrortu, en preparación].

124 125
someterse al imperativo de la vida o, dicho de otra ma- 110 de lo que Strauss calificará con dureza de nuevo
nera, a la determinación pulsional. La necesidad no «hedonismo político» de la modernidad. Y, debido a
puede deducirse de la exigencia vital. «No es por el pe- ello, todas las implicaciones aparentemente «diabóli-
ligro que se escapa al peligro». En cuanto al miedo al cas» de la filosofia maquiavélica se derrumban por sí
infierno, es decir, a cierta representación trascenden- mismas: no sólo la «excelencia» aristotélica (la areté)
te de la exigencia moral, no es sólo un complemento cede el paso, sino que la gloria se desinfla como un glo-
inútil, sino que veda el acceso al modo de vida político. bo hasta quedar reducida a mera vanidad.
Con el pueblo ocune como con el Principe: debe «abra- En efecto, si los fundadores de la sociedad civil son,
zar el mal si es necesario». ¿No podría también la vir- en verdad, esos «pobres diablos desnudos y trémulos
tu de la muchedumbre asemejarse a un gran crimen? de miedo», no tendrán ni la inquietud del «vivir bien"
(en el sentido aristotélico) ni la de la «gloria» (en el
Para Hobbes era impensable asumir la enormidad sentido maquiavélico): sólo se preocuparán -yen es-
de semejante posición. Según él, si la empresa política te aspecto el miedo a la muerte violenta carece de toda
refleja la prueba de la necesidad, y la muerte es la cla- majestad- por un «bienestar sólido», un «hedonismo
ve de 1.0 real, ello no ocune en un sentido «maquiavéli- sólido y práctico». «La gloria sólo sobrevive bajo la
co». DIremos por qué. forma de la competencia. En otras palabras, en tanto
Al descubrirse mortal a través de la prueba pri- que la gloria era el eje de la concepción política de Ma-
mordial del mIedo a la muerte violenta el hombre quiavelo, el eje de la concepción política de Hobbes es
hobbesiano va a desplegar toda la activid~d necesaria el poder. El poder se asemeja infinitamente más a los
~a.ra su preservación futura. Ya no es el animal po_ negocios que a la gloria. (. ..) Tiene un aire viejo. Se
lItico, smo el animal apto para buscar las consecuen- presenta más bajo la forma de eminencias grises que
cias. El miedo a la muerte violenta es la pasión que de Escipiones y Aruoales. Un hedonismo respetable y
conduce al hombre a la razón -€s, en cierto modo, la pedestre, una sobriedad sin grandeza ni finura, prote-
razón de la razón-, y la solución política se deduce gidos o posibilitados por una "política de poder": esa es
necesariamente de la determinación vital. AlIora la significación de la rectificación de Maquiavelo he-
bien, qui~n dice «conservación» dice «paz» y quien, en cha por Hobbes».15 Pero esta es, prosigue implacable
esas condiCIOnes, dice «paz» circunscribe la ,<virtud» de Leo Strauss, una visión aún demasiado «poética» de la
tal manera que esta se orienta exclusivamente con génesis moderna de lo político y, pese a las aparien-
vistas a aquella. La muerte es para la vida, la virtud es cias, todavia no lo bastante «prosffica». En efecto, en el
para la paz. «Las formas de excelencia humana que no capítulo 13 de Leviatán, la miseria del hombre en es-
guardan ninguna relación directa o precisa con la vida tado de naturaleza se describe en términos que no es-
p.acífica --{:oraje, templanza, magnanimidad, genero- tán desprovistos de cierta grandeza o «sublimidad».
Sidad, por no hablar de sabiduría-dejan de servirtu-
des en sentido estricto». 14 Nos encontramos en el meo- lógica del hecho de que la muerte sea el mayor de los males: el co-
raje 110 es una virtud.
14 L. Strauss, Droit naturcl el histoire, op. cil.. págs. 169.70. En 15 L. Strauss, Qu'est·ce que la phiLosophie politiquc?, op. cil., pág.
concreto, en De hornillc (Xl.ll, 9), Hobbes extrae la consecuencia 52.

126 127
En cuanto al hombre de la sociedad civil que sale de «La vida es una búsqueda de alegría sin alegría", es-
viaje armado hasta los dientes, echa el cerrojo a las cribirá para caracterizar el término consumado del
puertas de su casa y cierra con llave sus cofres, cuando hedonismo político moderno. Resulta fácil objetarle
existen leyes y funcionarios públicos para defenderlo, (la objeción no es novedosa) que su crítica de la moder-
¿no se parece más a un bandolero que al hombre pací- nidad se nutre de supuestos y fines que son los de la
fico (common man) de la sociedad burguesa? Por eso, filosofía antigua, particularmente de procedencia
la versión prosaica (la sustitución de la ,<Vida buena" griega. Al radicalizar de tal modo la «querella de los
por la <<Vida confortable,,) sólo quedará verdaderamen- antiguos y los modernos", ¿cómo escapar a la alter-
te consumada con Locke: para mantenerse con vida, el nativa de la «verdadera" filosofía política, cuya sus-
hombre no necesita tanto una pistola sino alimento o, tancia sólo puede ser «gríega", o de la deriva histori-
más exactamente,propiedad. Yhe aquí por fin la solu- cista y relativista que conduce, en la modernidad, al
ción elegante del problema: el miedo a la muerte triunfo de las ciencias sociales y el olvido de 10 políti-
transmutado en pasión «perfectamente egoísta, cuya co? Se trata de un problema fundamental, varias ve-
satisfacción no exige el derramamiento de sangre y ces analizado, pero del que no pretendemos ocupar-
cuyo efecto es la mejora de la suerte de todoS"lG nos, porque, insistimos, el análisis de ese primer mó-
¿A qué se debe, con respecto a la cuestión que nos vil que es el miedo a la muerte violenta hace legible
ocupa -la «muerte de la inmortalidad,~,la fuerza cierta decisión política -y también metafisica y éti-
de ese análisis? Se advertirá, por supuesto, el acento ca- de la modernidad. Esa decisión concierne al reto
nostálgico del pensamiento de Strauss y de su conde- de la muerte como disposición constitutiva de lo po-
na de la racionalidad política moderna, degradada en lítico. No sólo se verifica que la nueva ratio política tie-
útil vivir bien y que culminará en el economicismo.l7 ne como tarea, ante todo, hacer a un lado la muerte,
para manejar luego la mortalidad y servir por último
16 ¡bid., pág. 53. a la vida,lB sino que es preciso que sea íntegramente
Por otra parte, Leo Strauss insiste con el mayor vigor en que
17
Hobbes, más que un teórico del despoLismo y el poder absolut..o del
Estado, es el verdadero padre dclliberaJismo. Si por -liberalismo'" beral bajo la égida de Hobbes, y el análisis hobbesiano del status
se entiende ..la doctrina política para la cual el hecho fundamen- naturalis como status belli, pero entre Hobbes y Schmitt hay una
tal se encuentra en los derechos naturales del hombre, en oposi- diferencia fundamental: según el primero, el Estado no puede exi-
ción a sus deberes, y la misión del Estado consiste en proteger gir del individuo más que una obediencia con.dicion.al (proteger la
esos mismos derechos, nos es preciso decir que el fundador del li- vida es, efectivamente, la raz6n última del Estado); de acuerdo
beralismo fue Hobbes- (L. Slrauss, Droit ,wturcl el histoire, ap. con el segundo, la unidad política puede exigir de sus nacionales
cit., págs. 165-6). Por si hubiera necesidad, la legitimidad de esta que estén prontos a morir y matar, con lo cual dispone de manera
interpretación se ve confirmada por el límite que Hobbes pone al incondicioflal de la vida de los seres humanos. En el primer caso,
poder absoluto del Leviatán: un individuo consen'a la libertad de lo fundamental es la reivindicaci6n del individuo: ¿Hobbes no es,
desobedecer al soberano cuando su integridad corporal o In pre- entonces, el pensador antipolítico por antonomasia, dado que de·
sen'Bci6n de sus medios vitales son amenazadas por él (véase, por signa la muerte violenta como el más grande de los males?
ejemplo, el capítulo 21 de Leviatán, .De la libertad de los Súbdi- 18 Michel Foucault ya había señalado que la filasona política y
tos-l. Más adelante comprobaremos que Strauss se verá forzado a la teoría jurídica de los siglos xvn y XVIII iniciaban en este as-
señalar con el mayor rigor la contradicci6n inherente B la doctrina pecto un movimiento de inversi6n del derecho de soberanía. Ya no
de Carl Schmitt. Este, en efecto, presenta todo su proceder nntili- se trata (s610) de hacer morir o dejar vivir, sino de hacer vivir y

128 129
deducible de la determinación natural que hace el I chan por la supervivencia, pero tampoco se los ad-
hombre un animal mortal: el miedo a la muerte vio- mira. Así, el origen de lo político puede ser amoral sin
lenta por obra de otro es la causa necesaria y suficien- er inmoral.
te de la sociedad civiL El hombre es un animal calcu- Sin embargo, esta «desheroización» no es todo: el
lante y previsor porque tiene miedo a la muerte: esa e deseo de gloria, disuelto por Hobbes en vanidad sin
la esencia de lo político moderno o, mejor, la moderna sustancia, guarda aún demasiada relación con la
esencia de lo político. virtud antigua. El amor a la patria (<<amo a mi patria
En esas circunstancias, se comprende que la pri- más que a mi vida», escribía Maquiavelo en una carta
mera «corrección» de Hobbes a Maquiavelo haya con- a Vettori) es una pasión que no sólo excede la necesi-
sistido en «naturalizar» aún más la certeza que ad- dad vital, sino que, contra la caducidad cristiana de lo
quiere el hombre acerca de su condición mortal y la político y de la Ciudad ten-enal,19 reafirma el ser polí-
necesidad que rige su acción. Hobbes exige, pues, que tico del hombre y la dignidad de la vita activa (vivere
el derecho natural provenga enteramente de los co- civile). El republicanismo de estilo romano que nutre,
mienzos, es decir, de las necesidades y los impulsos paradójicamente, la modernidad de Maquiavelo con-
elementales. Por cierto, en un primer momento se serva, en consecuencia, algo de la finalidad de los clá-
puede atribuir a una inquietud de «conveniencia» sicos, no tanto por el contenido de la referencia (a fin
moral la negativa a admitir que los fundadores de la de cuentas, se trata más de reablir el pasado e invocar
sociedad civil hayan podido ser audaces criminales, la «validez ejemplar>' de una experiencia que de vol-
.héroes fratricidas e incestuosos». Era mejor, enton- verse hacia un modelo digno de imitar o restaurar) co-
ces, disminuir un poco más el punto de mira, desha- mo porque ella deja subsistir, desplazada pero intac-
cerse de cualquier fascinación con respecto a esa fero- ta, la idea de cierto «bien común». Entonces, en su
cidad de los origenes (aún demasiado cercana al terror
trágico) y situar lo político a la sombra de una condi-
19 La visión de la fe cristiana como un factor de debilitamienlo
ción humana necesitada de extremo a extremo. No se del modo de existencia político es un motivo eminentemente ma-
condena a pobres diablos que son presa del miedo y lu- quiavélico (después retomado por Montesquieu y por Rousseau).
«Nuestra religión pone la felicidad suprema en la humildad, la ab-
dejar morir. En efecto, si los hombres, apremiados por el peligro y yección, el desprecio de las cosas humanaslt (Discursos sobre la
por una necesidad insoslayable, suscriben un contrato, ¿puede la prim.era década de Tilo Liuio, 11, 2). El cristianismo baja el nivel
vida incorporarse concretamente a los derechos del soberano? ¿No del espíritu público (el patriotismo) y del coraje (la uirlu), y de ese
es en última instancia una cuestión ..extracontraclual.. ? Al res· modo pone obstáculos a la afirmación del ser político del hombre.
pecto, véase Michel Foucault, Histoire de la sexualité, vol. 1, La En realidad, la cuestión es mucho más compleja de lo que deja su-
Volonté de sauoir, Paris: Gallimard, 1976, págs. 177 Y sigs. IHis- poner la posición ..antiteológica.. de Maquiavelo: la política moder-
toria de la sexualidad, vol. 1, La uoluntad de saber, México: Siglo na estará, de hecho, atravesada por el cristianismo, en la medida
XXI, 1985), asr como el extracto del curso pronunciado en el Co- en que su objetivo mismo es posible gracias a la encarnación de lo
lIege de France en 1976 y publicado en Temps modemes, 56(535), divino en lo humano y a la inscripción de una trascendencia en el
febrero de 1991, con el título de ..Faire Yivre et laisscr mourir: la lugar del poder y las fronteras del espacio mundano. Y ello, sin too
naissance du racisrnelt, págs. 37-61lotHacer vivir y dejar morir: el mar en cuenta el papel político fundamental que tendrá la Refor-
nacimiento del racismolt, ER, Revista de Filosofia 12-13 1991- ma en la .. invenciónlt de lo político moderno, más particularmente
1992, págs. 227-551. ' , en el surh>imiento del activismo polílico.

130 131
análisis, Leo Strauss es víctima de una contradicción car la doctrina moral de tal manera que la ley moral
aparente: por un lado, afinnazo que Maquiavelo es el se defina como "la suma de las reglas que es menester
primero de los modernos porque reduce el problema obedecer si se quiere que reine la paz».zzDe política, la
moral y político a un problema técnico; por el otro, re- virtud pasará a ser social. El hecho de que esta simpli-
conoceZ1 que, en algún sentido, Maquiavelo reescribió ficación no pueda ser más que una radicalización que
la Ética a Nicómaco y que la consideración de la '<ver- elimina de la naturaleza humana todo residuo o todo
dad efectiva» desemboca en cierto deber-vivir y cierto resto de finalidad (y más adelante veremos que dicha
deber-gobernar. Sólo se parte de la manera de vivir radicalización arrastrará todo el movimiento de la ra-
concreta de los hombres para constituir una verdade- zón política moderna) se explica por la necesidad de
ra "filosofia cívica». La intención maquiavélica no es reducir la distancia que subsiste en Maquiavelo entre
únicamente descriptiva: es a todas luces normativa, una condición humana menesterosa23 y una naturale-
pero de una normatividad tal que estamos obligados a za que, en ciertos aspectos, todavía escapa al cálculo
vivir de manera virtuosa, y con una virtud tal que su de la razón. La disolución del deseo de gloria en vani-
tenor consiste, ante todo, en afrontar lo que Merleau- dad sin consistencia y el recurso a la única pasión (la
Ponty llamaba "vértigo de la vida entre varios». determinación vital) capaz de decidir terminante-
Si la contradicción no es producto (y lo admitire- mente a los hombres a instituir el orden social marcan
mos sin demasiadas dificultades) de la interpretación la desaparición de esa distancia.
straussiana, ella se resuelve en el double bind de la ¿Cómo volvemos, a través de este rodeo, a la muer-
posición del florentino. Y sólo es posible comprender a te de la imnortalidad -€fectivamente consumada con
este si se entienden el sentido y el alcance de su "rea- Hobbes- y a la cuestión del reto de la muerte en lo po-
lismo», que no se reduce, como se dice con demasiada lítico?
frecuencia, a la inquietud por la eficacia (también
Aristóteles se preocupaba por ella), sino que consiste La certeza que el hombre adquiere acerca de su
en pasar de la moral pura a la fuerza de las institucio- condición mortal tiene aún un contenido muy indeter-
nes, de una bondad catastrófica (Brecht era pelfecta- minado mientras la decisión que la acompaña no se
mente maquiavélico cuando, en El círculo de tiza elabore y precise. "Una vez que se recoge íntegro sobre
caucasiano, hacía decir a Groucha: "Temible es la ten- sí en la certeza de su condición mortal, la inquietud
tación de ser bueno») a una bondad capaz de dureza.
He aquí una paradoja que tampoco podrá ser acepta- 22 L. Strauss, Drait nalurel el hisloire, op. cit., pág. 169.
da por Hobbes, porque, en cierto sentido, se resiste (la 23 tlLa escasa seguridad que los naturales encuentran al vivir
paradoja) a la omnipotencia del miedo a la muerte vio- dispersos; su imposibilidad de resistir aisladamente, sea a causa
lenta. En consecuencia, Hobbes tendrá que simpli{i.- de la situación, sea debido a su pequeño número, los ataques del
enemigo que se presenta; la dificultad de reunirse a tiempo cuan-
do este se acerca. y la necesidad, entonces, de abandonar la mayo-
20 Sobre todo, en tlLas tres olas de la modernidad». ría de sus reductos, que se convierten en botín de los atacantes:
21 Véase Leo Slrauss, Éludes de philosophie politíque platoni· tales son los motivos que llevan a los primeros habitantes de un
ciellne, París: Belin, 1992, pág. 304 IEstudios de filosofia poWiJ:a país a construir ciudades para escapar a esos riesgos» (Maquia-
plalóllica, Buenos Aires: Amorrorlu, 20081. velo, Discursos sobre la primera década de Tilo Liuio. 1, 1).

132 133
del hombre es hacer posible la muerte. No le basta con timonios). Hacer posible la muerte puede tener, políti-
ser mortal; comprende que debe llegar a serlo, que de- camente hablando, un sentido muy distinto, si es cier-
be ser dos veces mortal, soberana, extremadamente to que lo político es la tarea que se asignan seres mor-
mortal. Esa es su vocación humana. La muerte, en el tales que piensan la eternidad sin gozar, pese a ello,
horizonte humano, no es lo que está dado; es lo que de la inmortalidad.
hay que hacer: una tarea, aquello de lo que nos apode-
ramos activamente, lo que se convierte en fuente de Parece legítimo hablar, con referencia a los griegos
nuestra actividad y nuestro dominio".24 y los romanos, de una «política de la inmortalidad" ga-
Hacer posible la muerte: para ello, al hombre no le rantizada por la gloria cívica. Puesta bajo la mirada
es suficiente con ser mortal, le es necesario reconocer- de los Inmortales, la mortalidad era el sello de la exis-
se como tal, ligarse a la muerte «por un lazo del cual él tencia humana. Los griegos quisieron remediar esa
es juez". Que ese lazo no sea sólo una relación que in- mortalidad, o esafragili.dad: lapolis fue, en primer lu-
cumbe al individuo, que lo liga a su propia muerte, gar, la «memOl;a organizada» que prometía a los acto-
sino una relación que se refiere al poder político, lo sa- res mortales que su existencia «pasajera» y su gran-
bemos desde hace mucho, pues el poder político, como deza «fugaz" llegarían a ser imperecederas. 26 Ahora
lo atestiguan las más antiguas doctrinas de la sobera- bien, nada está más lejos de esa mortalidad de los
nía, siempre estuvo vinculado al poder de significar la hombres (sin hablar de «la vida sin fin y sin edad de los
muerte: el poder soberano fue, ante todo, el poder de dioses,,) que la vida siempre recomenzada de la natu-
dar muerte. Su primera y esencial característica fue el raleza: sólo los hombres son mortales, porque «los ani-
derecho de vida y de muerte. Pero el reto de la muerte, males no existen más que como miembros de su espe-
en cuanto disposición constitutiva de lo político, no se cie y no como individuos». Y es la pertenencia a la es-
reduce a la prerrogativa ejercida por el poder,25 como pecie la que garantiza a sus miembros una forma de
tampoco, por otra parte, a la aceptación simétrica del ser para siempre (aei einai) negada a los individuos.
morir por: el poder da muerte y los sujetos dan su vida Todo es inmortal, excepto los hombres. Yes tal, enton-
(el célebre Pro patria mori es uno de sus primeros tes- ces, la mortalidad de los hombres, que su bias tiene el
poder de intelTUDlpir (a menudo de manera «atena-
24 Maurice Blanchot, L'Espace liltéraire, París: Gallimard,1988, dora», como lo sugiere el coro de la Antígona de Sófo-
col. ..Folio Essais.., pág. 118 IEl espacio literario, Barcelona: Pai· cles) el intenninable reposo de la zoe.
dós, 1992). Me permito aquí Wla lectura muy libre de este texto,
una lectura que, desde luego, no tiene nada de -eomenlario~. No
Empero, más allá de la violencia infligida a la natu-
haré, por lo demás, ninguna referenciA a la problemática heideg- raleza, la mortalidad así entendida ---eomo capacidad
geriana del ser para la muerte, pues esta es ajena a mi objetivo.
25 Dejo de lado, al menos provisoriamente, lo que expuse poco 2G Todo esto, demasiado conocido como para que insista en ello,
antes acerca de Michel FOllcault, y que se relaciona con las trans- fue ampliamente desarrollado por Hannah ArcndL, sobre todo en
formaciones del poder modcl'no: el surgimiento y el desarrollo de La condición humana y Entre el pasado y el futuro (.. El concepto
un poder OIcontinuo, instruido», de un poder de «hacer vivirlt que se de historia: antiguo y moderno»). Aclaremos, no obstante, que
cruza ahora con "ese gran poder absoluto, dramático, sombrío que Arcndt no pretende explicar las causas históricas del advenimien-
era el poder de la soberanía y que consistía en poder hacer morir>- to de la polis: lo que le interesa es la manera en que la institución
(M. Foucault, .Faire vivre et laisser mourir..._, op. cit., pág. 45). política echa raíces en la fragilidad del obrar humano.

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de actuar dejando huellas imperecederas- es uno de danía: la memoria organizada no era sino el politeues-
los resortes más poderosos de la acción política. Esta thai. El problema no estriba aquí en recelar de la dis-
experiencia específica de la muerte (no hablo aquí tancia (demasiado evidente) entre la vivencia y lo
más que de la experiencia ligada al surgimiento de la real, entre el hecho «en bruto" y la refiguración de una
Ciudad, y no del ideal heroico que inflama a los héroes autoconciencia pública, sino en comprender de qué
épicos y les hace afrontar individualmente la muerte a modo los griegos, a partir de su experiencia específica,
fin de asegurarse un renombre indefectible)27 da lugar aspiraban a resolver la paradoja de una grandeza
a una política de la inmortalidad que podría designar- enraizada en la precariedad. El hecho de que la Ciu-
se, igualmente, política de la mortalidad de los morta- dad se díera a sí misma «en representación" (median-
les. La medida de la inmortalidad a la que los hombres te la tragedia o la oración fúnebre) no modifica en na-
se elevan con la apariencia de la institución política no da la cuestión: cuando se trata de hacer posible la
es igual a la de los dioses: al descubrirse mortales bajo muerte, la institución imaginm;a de la sociedad es ab-
la doble mirada de la perennidad divina y la naturale- solutamente coextensiva con su praxis. Si la muerte,
za inmutable, aquellos van a desplegar toda la activi- en el horizonte humano, es «lo que hay que hacer",
dad necesaria, no para su preservación (idea carente una tarea de la que nos apoderamos activamente, el
de sentido en ese contexto), sino para la supervivencia hombre gl.;ego se convertía entonces en soberanamen-
gloriosa de la Ciudad. Supervivencia que ya no es ase- te mortal al convertirse en político.
gurada por un ideal del honor heroico, sino por la par- Sucedía lo mismo, mutatis mutandis, con la expe-
ticipación en las exigencias de la vida común y el esta- riencia de la romanidad republicana,28 aunque esta se
blecimiento de un espacio público político. De este mo- centrara ante todo, según la opinión de Arendt,29 en el
do, podemos considerar que la polis griega -injertada problema de la autoridad de la fundación. De hecho,
en una experiencia específica de la mortalidad- es los romanos se interrogaron más particularmente so-
una forma de respuesta a la pregunta: ¿de qué mane- bre la permanencia y la duración de la memoria orga·
ra, políticamente hablando, conducirnos como «mor- nizada para mitigar uno de los puntos débiles de la
tales»? La institución de la memOl;a organizada coin- política griega, que no conocía término medio entre la
cidía decididamente con las modalidades (o las pau- coacción (antipolítica o apolítica) y la persuasión (in-
tas) del lazo institucional y con el ejercicio de la ciuda- suficiente para asegurar el vinculo entre las genera-
ciones). La cuestión romana no invalida la preocupa-
ción de los actores mortales por edificar una morada
27 Esa es la ",bella muerte- del guerrero homérico que hace decir
a Héctor, perseguido por Aquiles y sabiéndose perdido: ..No, no as-
cuya estabilidad resista a su existencia fugaz. Ella la
piro a morir sin lucha, sin gloria y sin ninguna proeza cuyo relato aumenta, si es cierto que la auctoritas latina deriva de
llegue 8 los hombres futuros. (lIiada, XXII, versos 304-5). Es cier- una doble fuente etimológica: por un lado, el auctor (el
to que la muerte cívica, exaltada sobre lodo en la oración fúnebre «autor») es quien inventa, quien inicia, y, por otro, el
ateniense. debe mucho, como lo ha mostrado Nicole Loraux en
L'/l1venlion d'Athcnes, Paris: Mauton, 1981, al topos de la ..bella
muerte» heroica: pero la gloria corresponde ahora a la Ciudad, y la 28 No se trat,.;'1 aquí de lo que puede elaborarse a partir de la temá·
proeza individual se d svanece ante la disciplina común y la ley liea del imperium., a saber: la lógica de la dominación universal.
del grupo. 29 Véase en especia! H. Arendt, ..Qu'est-ce que I'nutorité?*, op. cil.

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verbo augere significa «aunlentar» y, en consecuencia> Maquiavelo guarda el recuerdo más intenso de esa
«confirmar». 0, para decirlo de otro modo: los romanos vocación: exilado de Florencia, le cuenta a Vettori, en
introducen una temática que ya no es stricto sensu po- una carta del la de diciembre de 1513, en qué ocupa
lítica (en el sentido en que la polis griega despliega, sus días en la «pocilga» de la posada campesina donde
ante todo> un espacio institucional» sino metapolítica. se «encanalla». Después, sigue diciendo en resumen,
No es sólo el nacimiento de un espacio público el «cuando cae la tarde> vuelvo a mi alojamiento, entro a
que acompaña el «poder mOl;r» y la transformación de mi estudio y en él> despojado de mis viejas ropas cu-
lo dado en hacer> sino también la estela de una dura- biertas de fango y de lodo, me entretengo con los hom-
ción pública; como si del acto mismo de fundar proce- bres de la Antigüedad. Alli> acogido con afabilidad por
diera la fuerza ligante de lo que a la vez recoge (rele- ellos, me nutro con el alimento que me es propio por
gere) y religa hacia atrás (religare). Poco importa aquí antonomasia, y para el cual he nacido. Allí, no me
la exactitud etimológica del término religio: lo esen- avergüenza en absoluto hablar con ellos, interrogarlos
cial es que aparece en el preciso momento en que in- sobre los móviles de sus acciones, y ellos, en virtud de
terviene la perspectiva metapolítica. ¿Debemos enten- su hunlanidad, me responden. Entonces> durante cua-
der que el modo en que los hombres se ligan a su tro horas, no siento el más múlimo tedio> olvido todos
muerte (por un lazo del cual son ,~ueces»> según he- mis tormentos, dejo de temer a la pobreza, y la muerte
mos leído en el texto de Blanchot) participa del hori- misma no me espanta».3! En este texto, nada se refiere
zonte de lo teológico-político o, para retomar una ex- al dominio estoico de la muerte. «La muerte misma no
presión ya empleada en varias ocasiones, de la presen- me espanta». No debemos confundimos con respecto
cia de lo «religioso en lo político»?30 ¿De qué manera al sentido de esta frase: no estamos tanto en la escuela
los romanos -ese pueblo «político por excelencia» que de la grandeza monumental como en la de la humani-
identificaba la vida con el inter homines esse y la dad (<<y ellos> en virtud de su humanidad, me respon-
muerte con el inter homines esse desinere- se hicie- den»). La lección de los romanos no es aquí el «buen
ron mortales, de qué manera se recogieron sobre sí en morin>, el morir grandioso y sereno que los siglos ve-
la certeza de su condición mortal, como no fuera nom- nideros cultivarán con el topos del suicidio heroico y la
brando a los vivos en la relación con los muertos? No buena muerte. Además, no se trata tanto de una lec-
carece de sentido caracterizar así su vocación política. ción como de una experiencia que Maquiavelo com-
La decisión de la ciuitas no es hacer nacer (o renacer) parte con ellos, una experiencia de la que se alimenta,
la vida en el seno de la muerte, y menos aún asegurar así como la vida de la ciuitas se alimentaba de la
la supervivencia, sino alimentar la vida de los vivos conversación con sus muertos que, no mucho tiempo
con la autoridad de quienes ya no están. Lo muerto no atrás, habían sido vivientes políticos.
se apodera de lo vivo, sino lo vivo de lo muerto.

30 «Lo religioso en lo políticOl1 ¡«Le religicux dans le politiquc..) 31 Nicolás Maquiavelo, tcLettre a Vettori, 10 déccmbre 1513,., en
rue sucesivamente objeto de la primera parte de un número de Le (Euures completes, op. cit., pág. 1436 (Epistolario 1512·1527, Mé-
Temps de la réflexu:m publicado en 1981 (París: Gal1imaTd) y del xico: Fondo de Cultura Económica, 1990]; las bastardillas son
número 23 de Le Genre humain <París: Seuil, primavera de 1991). nuestras.

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Si Hobbes nunca apela a los grandes ejemplos de la contrado la muerte», una muerte "en que se habla mu-
romanidad republicana, no es sólo porque ve en ellos cho de la vida, pero no se escuc1la el lenguaje sin senti-
la referencia siempre posible al elogio del tiranicidio do a partir del cual hablar es como un don nuevo»?34
-la figura de Bruto, a decir verdad, no es su fuer- Más allá de su evidente resonancia hegeliana, ¿qué
te--,32 pero sin duda sería más pertinente afirmar (no sentido político puede atribuirse a esas palabras?
es excluyente) que las condiciones del "individualismo Ellas dan a entender que liberarse de una muerte por
posesivo», para recordar la expresión de la obra de la cual uno se conoce como ser natural no es lo mismo
Macpherson,33 generan necesariamente una distan- que hacer la muerte posible. Liberarse de la muerte es
cia con la latinidad: las exigencias de la "sociedad tal vez, paradójicamente, una manera de expulsarla:
mercantil posesiva» hacen que el hombre deba libe- lo peor, entonces, "se nos ahorra, pero nos falta lo
rarse de la muerte garantizándose la mayor seguri- esencial». Esta lectura no procede de una «mitología»
dad posible en el ejercicio de sus facultades. Liberarse política cualquiera, aun cuando una de las grandes
así de la muerte significa, en la perspectiva del "indi- acusaciones planteadas contra el liberalismo (cuyo
vidualismo posesivo» limitado por el miedo a la muer- padre es Hobbes.. o), en forma más o menos explícita,
te violenta, transformar la determinación natural en consistirá en reprocharle que haya expulsado de 10 polí-
artefacto y la exigencia vital en necesidad operativa. tico el reto de la muerte. Será por ello que Hegel lo ca-
El gran problema no es aquí tanto el del aTtificio como lificará de insuficientemente político,35 y Car1 Schmitt,
tal, ya que puede concebirse el carácter necesaria- de antipolítico.
mente "ficcional» del acto fundador que es el contrato:
en cierto sentido, el lazo político tiene siempre la rea-
lidad de la idealidad. Para Aristóteles, aun cuando el
Lo político y el riesgo de muerte
hombre fuera "por naturaleza» un animal político, la
institución de la Ciudad tampoco era una experiencia Por razones biográficas abrumadoras y que cono-
«natural»,
cemos bien,36 el pensamiento de Car1 Schmitt huele a
Empero, ¿esta muerte "útil» no es, como escl;be ad-
mirablemente Blanchot, «una muerte que no ha en-
3< M. B1anchot, L'Espace liuéraire, op. cil., pág. 126.
32 La lectura de los "libros de política e historia de los antiguos 35 La expresión no implica que haya en Hegel una lisa y llana
griegos y romanos" es, según señala en el capítulo 29 de Leuiatán, subordinación de la sociedad civil al Estado: puede hablarse de la
un acicate permanente a la ..rebelión... Los ..jóvenes, y en general .. mediación recíproca" de lo social y lo político en la medida en que
todos los que carecen del antídoto de una sólida razón", deducen cado una de estas dos instancias presupone la existencia y el con-
de eUo la legitimidad del tiranicidio y la exaltación de la libertad cepto de la otra. Sobre esta cuestión, así como sobre la (re)leclura
en las .rormas populares de gobierno..., schmittiana de lo político hegeliano) conviene remitirse a las muy
33 C. B. Macpherson, The Polilical Theory of Possessive illdi·
esclarecedoras páginas de Jean-Fran~ois Kervégan, Hegel, Carl
uidualism: Hobbcs lo Loche, OxIord: Clnrendon Press, 1964; tro· Schmitt: le polilique entre spéculation el positiuité, Paris: PUF,
ducci6n francesa, La Théorie polilique de l'indiuidualisme posses- 1992 (Hegel, Carl SchmiU. Lo político: elltre especulaci6/l y po-
sir. dR. Hobbes á Loche, París: Gallimard, 1971 (La leorla polltica silividad, Madrid: Escolar y Mayo, 20071.
36 Asociado al nacionalsocialismo desde 1933 (se afilió al partido
dR.1 illdividualismo posesivo: dR. Hobbes a Loche, Barcelona: Fonta-
neBa, 1979J. nazi el! de mayo de ese año), Carl Schmitt fue convocado enjulio

140 141
azufre. Adoptaremos, empero, la postura de no redu- Leo Strauss prestaba tanta atención, en su comenta-
cir sistemáticamente la doctrina schmittiana al con- "io sobre El concepto de lo político, a la idea de que la
texto histórico y político de un compromiso injustifica- seriedad de la vida humana está amenazada cuando
ble. La consideraremos, más bien, un síntoma: 37 el lo está lo político? ¿En qué aspecto lo político y el Esta-
síntoma de una radicalidad que no vacila en invertir do no pueden asociarse a la diversión? Para terminar,
el vivir bien de Aristóteles transformándolo en un ha- ¿qué queIia decir Strauss al escribir que la perspecti-
cer morir; en tergiversar -sin dejar por ello de reivin- va última de Schmitt era, más allá del antiliberalis-
dicarlo- el sentido del status naturalis hobbesiano, y mo, el «orden de las cosas humanas,,?39 El orden de las
en concluir que la comunidad política está por encima cosas humanas, es decir, en última instancia, una de-
de todos los otros tipos de comunidad o de sociedad cisión de hostilidad más profunda que la que obedece
porque cuenta con el poder de dar o exigir la muerte. a la posición o a la afirmación de lo político como tal,
El consentimiento en lo político no es otra cosa que el porque sus supuestos son teológicos de principio a fin.
consentimiento en la naturaleza peligrosa del hombre, En un léxico no sclunittiano, se dirá que lo teológico es
y «todas las auténticas teorías políticas postulan un «determinante en última instancia". La última pala-
hombre conupto, es decir, un ser peligroso y dinámi- bra de la distinción amigo/enemigo no participaría,
co, absolutamente problemático".38 He aquí afirma- por tanto, de la esfera de lo político, sino del «dogma
ciones muy antipáticas y contrarias a la decencia más teológico fundamental" que confirma el «pecado del
elemental. Pero, entonces, ¿por qué la lectura de los mundo". ¿Y cómo seIia un mundo en que se dejara «de
textos de Carl Schmitt es tan atrapante? ¿Y por qué pensar que los hombres son pecadores o que necesitan
una redención», en que ya no se distinguiera a «los re-
dinlidos de los no redimidos, a los elegidos de los que
al Consejo de Estado prusiano por el ministro presidente Her-
mann Garing. Entre 1933 y 1936, Schmitt publicó unas cuantas no lo son" (NP, pág. 110)? En ese mundo pacificado,
obras y artículos de apoyo al régimen. Bastará con mencionar dos del cual habria desaparecido la discriminación amigo!
de esos textos: el primero, titulado ..Der Führcr schülzt das Recht enemigo -y debido a ello, un mundo «sin política>>-,
- zur Reichstagsrcclc AdolfHiUcrs vom 13. Juli 1934» ("El Führer «los sacerdotes y los teólogos serían tan superfluos
defiende el derecho: sobre el discurso de Adolr Hitler en el Rcichs·
lag, 13 de julio de 1934..), justificaba la eliminación sangrienta de
39 Las .Anmerkungen zu Carl Schmitts Begriffdes Politischen»,
las SA en junio de 1934, y el segundo, .Die Verrassung der Frei-
heil.- (.La Constitución de la libertad., 1935), legitimaba las leyes publicadas por primera vez en 1932, tuvieron dos traducciones al
raciales de Nuremberg. Por lo tanto, de 1933 a 1936 (año en que francés: la primera, de Jean-Louis Schlegel, apareció C0l110 apén-
comenzó a recibir ataques de la prensa SS y se refugió en trabajos dice 8 Carl Schmjtt, Parlemenlarisme et démocratie, París: Seuil,
de «erudición.), Schmitt hizo sin reserva alguna el elogio de la teo- 1988 [Los fundamentos histórico·espirituales del parlamenta-
ría del poder nacionalsocialista, incluido el antisemitismo. rismo en. su situación actual, Madrid: Tecnos, 20081, y la segunda,
37 Yo ya había iniciado ese modo de lectura en un trabajo titula-
de Fran~oise Manent, se introdujo a continuación de la lraducción
do .Lectures de la modernité: Heidegger, Carl Schmitt, Hannah del libro de Heinrich Meier, Carl Schmilt, Leo Slrauss el la NOlioll
Arendt>, en La Perséuérallce des égarés, op. cit., págs. 217-43. de politique: un dialogue entre absents, París: Julliard, 1990 ICarl
38 Carl Schmitt, La Notioll de politique, París: Calmann-Lévy, Schmilt, Leo Strauss y El concepto de lo político: sobre un diálogo
1972, pág. 107 (El cOllcepto de lo político, Madrid: Alianza, 1991). entre ausentes, Buenos Aires: Katz, 2008, en el cual se incluye el
~Comentario sobre El concepto de lo politico de Carl Schmitt., de
Las referencias ulteriores a este texto se indicarán con la anota-
ciónNP. Leo Strauss).

142 143
como los políticos y los hombres de Estado» (NP, pág. rio, dada por el predicador puritano en el momento de
111; las bastardillas son nuestras). la primera revolución inglesa...), sino porque la única
Temblemos, no obstante, pues sabemos que «el Día elección posible es entre Dios y Satanás. Tal es la na-
del Señor ha de venir como un ladrón en la noche. turaleza de la decisión última. No es sorprendente,
Cuando la gente diga 'Todo es paz y seguridad", en- entonces, que las definiciones claras de lo político sean
tonces mismo, de repente, vendrá sobre ellos la ruina, tan escasas y que el término «política» se emplee, las
como los dolores de parto a la que está encinta. Y no más de las veces, con una connotación negativa. Esto
escaparán».40 obedece a que, en definitiva, la posición de lo político
Carl Schmitt escribió en 1947 (mientras estaba de- no es «política»> a que reconduce a algo semejante a
tenido y a la espera de un eventual juicio en Nurem- «una esencia no política de lo político». Lo político es> a
berg) un texto muy singular titulado "Ex captivitate la vez, el destÍ/w y la destinación que se inscribe y se
salus", cuya singularidad se esclarece a la luz de la despliega entre un terminus a quo ---el pecado que
perspectiva que acabamos de esbozar. En él se inte- funda- y un terminus ad quem> el milagro que sal-
rroga sobre la verdad última de la configuración ami- va. 42 Si el enemigo inIpone el sentido de lo político, su
go/enemigo: ¿Quién es mi enemigo? ¿A quién puedo re- «poder objetivo.. desborda sus encarnaciones histó-
conocer como tal, si no a aquel que tiene el poder de ricas. Detrás del enemigo «real.. está el enemigo «ab-
«ponerme en tela de juicio»? ¿Y quién puede ponerme soluto»; en otras palabras, el enemigo providencial,
efectivamente en tela de juicio, como no sea "yo mis- que es, literalmente, un don de Dios. 43 Porque «no se
mo» o «mi hermano»? .El enemigo es la figura de nues- deja engañar», el verdadero enemigo da a la vida hu-
tra propia cuestión. Desgraciado quien no tenga ami- mana su seriedad: el «orden de las cosas humanas» de-
go, pues su enemigo se sentará en el tribunal que ha ja de ser humano -se torna inhumano- si hace desa-
de juzgarlo. Desgraciado quien no tenga enemigo, parecer la gravedad de la muerte. Schmitt quizá no
pues Yo seré su enemigo en el Juicio Finak 41 Si la aprecia (probablemente porque no puede sino esca-
pregunta «Quisjudicabit?» queda así relegada al fin de pársele) el terrible alcance profético de esta frase: «El
los tiempos, fuera de la hist01;a que hacen los hom- adversario ya no lleva el nombre de enemigo pero que-
bres y en la que estos pueden ejercer sujuicio, no es só-
lo porque «las grandes obras tienen grandes enemi- 42 La distancia con Hobbes es notoria: según este, el individuo es

gos» (bella formulación del radicalismo revoluciona- a In vez termillus a qua y termÚlllS ad quemo
'13 Algunas líneas después de la célebre frase en que afiflna que
filas cumbres de la gran política son los mamenlos en que existe la
40 San Pablo, "Primera epístola a los tesalonicenses.. , S, 2·3. (Ci- percepción nítida y concreta del enemigo como tal ..., Schmitt in-
to la versión de la Biblia de Jerusalén, nueva edición revisada y au- voca a título de ejemplo la lucha de Cromwell contra la España pa-
mentada, Bilbao: Desclée de Brouwer, 2008, pág. 1733. (N. del T.)] pista, pues se trata de la flmanifestación más vigorosa de una hos-
"Cito la traducción de J.-F. Kervégnn en Hegel, CarISchmitt .. ., tilidad de ese tipo•. En su discurso del 17 de septiembre de 1656,
op. cit., páGS. 332-3; las bastardillas son del autor. Julien Freund Cromwell califica al español de enemigo ..natural ... (.. the natural
también presenta un extracto al final de su prefacio a C. Schmitt, enemy... ), enemigo ..providencial... (<<lile prouidentiat enemy.o). Qujen lo
La Nolion de polilique, op. cit., págs. 37-8 (<<Ex captivilale salus>.>, considera, prosigue, un accidental enemy no conoce ni las Escri-
en Ex capliuilale salus: experien.cias de los años 1945-47, Santiago turas ni las cosas de Dios, que ha dicho: ..Enemistad pondré (...)
de Compostela: Porlo y Cía., 1960). entre tu linaje y el suyo. (Génesis, 3, 15); véase NP, páGS. 114-5.

144 145
dará, en cambio, fuera de la ley y fuera de la hwnani· análisis no es la comprobación del agotaIniento de lo
dad por haber roto y perturbado la paz. Una guena li- político por obra del liberalismo: la hipótesis liberal
brada con el fin de conservar o ampliar posiciones de siempre ha sostenido, en efecto, que la sociedad debe,
fuerza económicas se enfrentará con una propaganda al menos de manera tendencial, encontrar su orden en
que la transformará en cruzada o última guena de la sí misma, y que lo político (el Estado) no debe ya ser
humanidad.. (NP, pág. 128). otra cosa que el instrumento residual de la regulación
de lo social. Schmitt va más lejos: el liberalismo es una
El movimiento que impulsa el rumbo de Schmitt política que niega la política, una política antipalítica.
va, pues (suponiendo que procedamos de lo claro a lo Puede tener actitudes o posiciones políticas coyuntu-
oscuro, de lo visible a lo oculto), de la clitica del libera· rales (una política cultural, educativa, comercial, etc.),
lismo al análisis de los supuestos antropológicos de lo pero no hay política liberal suigeneris porque el prin-
político, y 1uego, a su determinación teológica última. cipio del liberalismo suprimió desde el inicio el criterio
Se trata de un movimiento de radicalización en el que de la existencia política, a saber: el riesgo de la muer-
la soberana obligación de la muerte y cierto deseo de te. Un sistema «que exige que el individuo siga siendo
inmortalidad ocupan una posición estratégica. ¿En terminus a qua y tenninus ad quem.. no puede exigir al
qué sentido son ellos, entonces, la clave de lo real? mismo tiempo «el sacrificio de la vida... Así, Schmitt
denuncia la paradoja constitutiva de la lógica liberal:
La crítica schmittiana apunta en primer lugar alli- como política, el liberalismo se refuta a sí mismo, de-
beralismo, en la medida en que este es la negación vela su esencia antipolítica en el mismo momento en
misma de lo político. Por cierto, los liberales han hecho que sitúa al individuo en posición de fundamento.
y siguen haciendo política, pero «la cuestión consiste Para el individuo, la muerte es el mayor de los ma-
en saber si el principio puro y riguroso del liberalismo les, y la preservación de la vida, el mayor de los bienes.
individualista puede dar origen a una concepción es- Si el criterio de la existencia política es la distinción
pecíficamente política. Hay que responder por la nega- amigo/enemigo y el riesgo de la muerte violenta, el
tiva, pues si la negación de lo político implicada en liberalismo individualista se veda de entrada el poder
cualquier individualismo consecuente impone una de disponer de la vida de los miembros de la comuni-
praxis política de desconfianza con respecto a todos los dad. El hecho de que en ese contexto haya, no obstan-
poderes políticos y todos los regimenes imaginables, te, individuos dispuestos a dar la vida por una causa
ella no culminará jamás, empero, en una teoría positi- no constituye una objeción: su decisión subjetiva es un
va del Estado y de lo político que le sea propia. De esto asunto privado -compete al idian- y no interrumpe,
se sigue que existe una política liberal bajo la forma de en verdad, el desanollo del proceso vital de la socie-
oposición polémica dirigida a las restricciones de la dad. La sociedad liberal no es una comunidad política
libertad individual por el Estado, la Iglesia u otras ins- y el liberalismo es radicalmente antipolítico porque su
tancias, bajo la fonna de política comercial, de política esencia es la securitaria. 44
educativa y de cultos o de la cultura, pero no hay polí-
tica liberal sui generis; sólo hay una crítica liberal de 4<1 Esta inconsecuencia constitutiva por la cual el liberalismo se

la política.. (NP, págs. 116-7).10 más llamativo en este suprime a sí mismo tomo política y revela su esencia antipolítica

146 147
En consecuencia, Schmitt denuncia el tenor anti- ción ha sido y es aún el núcleo mismo del credo liberal.
político del liberalismo a partir de la idea de que la La finalidad del «gobierno» era, ante todo, garantizar
mue/te es la razón de ser de la política (mantengamos la seguridad, y esa garantía hacía entonces posible la
por el momento esta formulación deliberadamente libertad. Según Arendt, el problema no consiste tanto
ambigua). Podríamos señalar, en este aspecto, que en que el liberalismo esté enraizado en el miedo a la
Hannah Arendt formuló, aunque en nombre de un muerte violenta (después de todo, podría sostenerse
principio radicalmente diferente, una crítica muy pa- que la condición de toda libertad es, para el individuo,
recida de la esencia securitaria del liberalismo moder- estar liberado del miedo) como en que haga de la segu-
no. A pesar de su nombre, el liberalismo es antipolítico ridad el criterio decisivo del desarrollo vital ininte-
porque la liberlad es la razón de ser de la política. Hay rrumpido de la sociedad. El liberalismo es antipolítico
que precisar, empero, qué entiende Arendt por «liber- no porque haya hecho desaparecer la muerte como ra-
tad., que no es ni la libertad interna, experimentada, zón de ser de la política, sino porque ha impuesto una
se dice, en la soledad, ni el libre albedrío, y menos aún definición de la libertad política como posibilidad y a
la libertad de liberarse de la política. La libertad es, la vez como derecho a liberarse de la política. Al postu-
según ella, una realidad del mundo y se despliega en lar la equivalencia de la libertad política y la seguri-
un espacio común en que los hombres se insertan por dad, ha hecho desaparecer la libertad como razón de
la acción y la palabra, en que se encuentran y se hacen ser de la política.
ver unos a otros. Los hombres no son libres sólo por- La crítica arendtiana de la despolitización liberal
que poseen el «don. de la libertad; son libres cuando no obedece, como se advertirá, a los mismos supuestos
actúan: <<ser libre y actuar son una y la misma cosa•. que la crítica de Schmitt, y tampoco tendrá las mis-
Ahora bien, esta «coincidencia» de la libertad y la mas implicaciones. Arendt se interesa en nuestro
política ya no puede darse por descontada, y las expe- mundo, un mundo que existía antes de nosotros y que
riencias políticas de la modernidad la han cuestionado nos sobrevivirá: otros hombres vivieron y viven en él y
severamente: no sólo el funcionamiento de los regíme- están aún por nacer. La mundanidad del mundo es tal
nes totalitarios, sino la lógica misma del pensamiento que la búsqueda de la seguridad y la inquietud por la
liberal. Hoy nos inclinamos en demasía, escribe en preservación no bastan, políticamente hablando, para
esencia Hannah Arendt, a considerar que «la libertad constituirla. La validez del mundo está más allá de la
comienza donde termina la política»,45 y esta convic- simple inquietud por la vida: no porque el orden de las
cosas humanas suponga una «seriedad» que el pensa-
es mucho más importante, a juicio de Schmitt, que los fracasos miento liberal elude por principio y decisión (hemos
concretos de la política liberal. Por otra parte, Schmitt reconoce visto qué pasaba con la banalidad del mal en la que se
que ningún otro sistema ha logrado todavía ocupar el lugar del encontnuia, según Arendt, la «seriedad» de la vida
-sistematismo asombrosamente lógico del pensamiento liberal_ humana), sino porque en política «lo que está en juego
CNP, pág. 118). Recordemos que la primera versión de El cOllcepto
de lo palltico se publicó en 1927... no es la vida, sino el mundo».46
45 Hannah Arendt, -Qu'est-ce que la libeMb, en La Crise de la
culture. .., op. cit., pág. 193 [-¿Qué es la libertad?-, en Elltre el
pasado y el {uturo. .. , op. cit. J. .6 [bid., pág. 203.

148 149
La muerte es la razón de ser de la política. Es precio hecho real: «la posibilidad de provocar la muerte física
so volver al inmenso equívoco de esta fórmula. En el de un hombre» (NP, pág. 73). La muerte es la razón de
pensamiento de Hobbes, su sentido sólo puede ser n . ser de la política porque constituye, positivamente, el
gativo: los hombres se ven obligados a hacerse políti· criterio de la existencia política. Y por ese motivo lo
cos para no morir de muerte violenta por obra d • político resulta fundamental y el reagrupamiento po-
otros. El artificialismo del hombre artesano limitará lítico es «en toda ocasión el reagrupamiento decisivo»
la angustia y asegurará la self-preservation (<<la filoso- (NP, pág. 80).
fia civil es demostrable porque nosotros mismos foro En el comentario dedicado a El concepto de lo polí-
mamos el Co=onwealth..). Al descubrirse mortales tico, Leo Strauss puso en evidencia la contradicción
ante la prueba de la amenaza más extrema. los hom· interna del pensamiento de Carl Schmitt. Este reivin-
bres procurarán conservar a cualquier precio su exis- dica a Hobbes (<<ese gran espíritu político, sistemático
tencia biológica en bruto (el conatus hobbesiano es un por excelencia»; NP, pág. 111) a fin de justificar su
conatus de autoconservación que equivale a «no mo- propio proceder: se vale de la autoridad de la defini·
rin.).47 La razón de ser entraña una relación de conse· ción hobbesiana del estado de naturaleza Oa guerra de
cución: la muerte (para decirlo con más exactitud: el todos contra todos) para dar primacía a la relación
miedo a la muerte) es la razón apremiante de una ra- amigo/enemigo y, dentro de ella, al concepto de «ene-
zón calculante. Es apremiante porque es la única pa- migo... Como resulta evidente, no es el «amigo» sino el
sión absolutamente legitima (al contrario del deseo de «enemigo.. el que incluye, «en el plano de la realidad
gloria. por ejemplo). En ese sentido -y sólo en ese concreta, la eventualidad de una lucha» (NP, pág. 72).48
sentido-. puede decirse que la muerte es decisiva. Al dar a la lucha un carácter «existencial.., Schmitt se
¿Cómo puede Schmitt, entonces. reivindicar a Hob- sitúa, en apariencia, en filiación rigurosa con el homo
bes cuando desarrolla su propia postura con respecto homini lupus: más allá de la mera competencia, de la
al reto de la muerte? Para él. la muerte es la razón de discusión intelectual e incluso de la lucha simbólica
ser de la política. Es. en primer lugar. la «prueba deci- en que los hombres se embarcan a cada instante, la
siva.. porque la comunidad política puede disponer de apuesta última de ese combate es la lucha a muerte.
la vida y de la muerte de sus miembros, pero también, La guerra no es, entonces, más que la actualización de
y más profundamente, porque el estatus fundamental una hostilidad fundamental consistente en la «nega-
del hombre implica una relación permanente con este ción existencial de otro se!">,. La dificultad radica en
que Hobbes quiso, precisamente, domesticar esa dis-
47 Como es evidente, el conatus spinozista no se reduce a eso.
posición natural a la muerte del otro: concibió el sta-
Perseverare in SUD esse es actualizar las consecuencias de la esen- tus civilis como desasimiento de lo que el hombre pue-
cia individual: el conatus spinozista no es un simple estado, sino
una fuerza .. productiva•. Por eso, nos pasma leer, en un filósofo 4S SeñaleOlos de paso que el concepto de philio, que tenía para
tan sagaz como Alain Badiou, que Spinoza no piensa sino un cona· los griegos y. sobre todo, para Aristóteles un tenor sumamente po-
tus de autoconservaci6n biológica: ..El comportamiento ordinario lítico, queda expulsado del campo político. Ahora bien. para los
del animal humano supone lo que Spinoza llama "perseverancia griegos la philia no es incompatible con el polemos: los hombres
en el ser", que no es más que la búsqueda del interés, es decir, la son hombres eDil otros hombres, en la plaza pública y en el campo
conservación de sr. (A. Badiou, L'Élhique. . .,01'. cil., pág. 42). de batalla, cuando discuten y cuando combaten.

l50 151
de hacer dentro del status naturalis (status bellO y qu Ninguna doctrina política puede separarse de sus
torna a este último estrictamente insoportable. De al1l fundamentos antropológicos, de su antropología sub-
la idea de que la vida es el bien supremo, de que el so yacente. Todas se resuelven en la siguiente alternati-
berano sólo puede exigir de sus súbditos una obedien- va: postulan por hipótesis (conscientemente o no) que
cia condicional, relativa y limitada, y de que el consen· el hombre es o bien "corrupto por naturaleza», o bien
timiento de estos es revocable. La protección de la vid "bueno por naturaleza». La distinción es tajante y no
es la razón última del Estado, y sólo la vida se defiendo tiene, reconoce Sclunitt, ninguna significación ética o
a costa de la muerte del otro. Por ende, si considera- moral particular, pero es perfectamente operativa.
mos que el derecho natural de Hobbes es el derecho Para comprender la intención schmittiana es impor-
natural del individuo a su conservación, la asociación tante tomar en serio el hecho de que la pregunta ,,¿Es
política no puede, en rigor, sino exhibir las implicacio- bueno? ¿Es malo?» carece de alcance moral: recubre li-
nes de ese derecho. Ahora bien: todo sucede como si sa y llanamente la alternativa inofensivo/peligroso.
Schmitt no hubiera extraído las consecuencias antipo- ¿El hombre es un ser peligroso, implica riesgos, o bien
líticas de la doctrina hobbesiana (tal como él la entien- es inofensivo y sin riesgo? La respuesta previa a este
de), y esto lo lleva a criticar el liberalismo en nombre de interrogante determina cualquier otra consideración
su fundador y a tergiversar el sentido de la "prueba política (NP, pág. 103).
decisiva». Hobbes puso la muerte en lugar del telos, y El término "maldad» (Bosheit) engloba acepciones
dedujo la ley natural de la pasión más poderosa de to- muy diferentes: "el mal puede manifestarse bajo la
das. Schmitt afirma lo político en cuanto se orienta ha· forma de la corrupción, la debilidad, la cobardía, la ne-
cia la "prueba decisiva»: el ser político es el ser para la cedad, pero también de la brutalidad, los instintos
muerte, y el liberalismo es antipolítico porque es el ser mal dominados, la vitalidad, la irracionalidad...». En
para la supervivencia. Lo cual implica una acepción cuanto al "bien», aparece en las "variantes correspon-
radicalmente inversa de la muerte como ultima ratio. dientes» de la «racionalidad», la «perfectibilidad», la
«docilidad», la «educabilidad», "simpáticas tendencias
Empero, ¿de qué aspecto preciso del proceder de pacíficas, etc.» (ibid.).
Hobbes se vale Schmitt para fundamentarse? En este
punto aparece la cuestión de los supuestos antropoló- ministra al progreso de la revolución un arma ideológica peligro-
gicos de lo político. Recordemos la frase tan inconve- sa, más peligrosa de 10 que lo había sido la filosofia de Rousseau
en manos de los jacobinoslt (IIThéorie du partisan», en NP, pág.
niente antes citada: "todas las auténticas teorias polí-
260 lTeoria del partisano, Madrid: Centro de Estudios Constitu·
ticas postulan un hombre corrupto, es decir, un ser pe- ciona!es. 1966]).
ligroso y dinámico, absolutamente problemático» (NP, En lo que respecta a la idea de que toda teoría política tiene sus
pág. 107). Y Schmitt invoca en su apoyo a Maquiavelo, raíces en una antropologia, la encontramos rormulada con la mis-
Hobbes, Bossuet, Fichte, De Maistre, Donoso Cortés, ma claridad en la Teologia politiea de 1922: .Toda idea política to-
ma, de una manera u otra, posición acerca de la "naturaleza" del
Taine, e incluso a Hegel, ese filósofo de "dos caras».49 hombre y presupone que este es o "bueno por naturaleza" o "malo
por naturaleza"». Véase Carl Schmitt, Théologie politique, París:
,19 Hegel tiene IIdos caraslt: por una parte, su pensamiento puede Gallimard, 1988, pág. 65 (Teología política, Buenos Aires: Stru-
pasar por tlconservadoTIt; por la otra, ..su filosofia de la historia su- hart & Cía., 19851.

152 153
En consecuencia, si nos atenemos a esta acepción Sobre la base de esa inocencia presunta del mal,
de la Bosheit, la distinción antropológica que funda la ¿hay que concluir que Cad Schmitt reduce la «mal-
pertinencia de las doctrinas políticas no remite tamo dad" a no ser sino el componente de una pura relación
poco a la idea de naturaleza humana: el hombre no CH de fuerza o de una situación impuesta por la fuerza de
bueno ni malo naturalmente. Su debilidad, su cobar- las cosas? Sería entonces «maquiavélico", en el senti-
día, su necedad, designan su impotencia. Su bruta- do de que Maquiavelo ve en el mal una hipótesis nece-
lidad, sus instintos mal dominados, su vitalidad, re· saria para la institución de lo político: «Quien quiera
miten a una especie de «fuerza animal". En otras pala- fundar un Estado y darle leyes debe suponer de ante·
bras, como destaca Strauss en su comentario, el mal mano que los hombres son malos y están siempre dis-
puede comprenderse ora como debilidad humana, ora puestos a mostrar su maldad tan pronto como se les
como fuerza animal. Si prolongamos esta ambigüedad, presenta la ocasión» (Discursos sobre la primera déca-
diremos que el bien -que es el correlato del mal- con· da de Tito Liuio, l, 3; las bastardillas son nuestras). El
siste ya sea en mitigar la debilidad y la insuficiencia pesimismo antropológico de Maquiavelo es hipotético
(bajo la forma de la perfectibilidad y la educabilidad), y su normatividad es amoral, porque incumbe ante to-
ya en contener y regular la brutalidad (bajo la forma do a la uirtil. del Príncipe fundador. En esas condicio-
de la racionalidad y la tendencia al pacificismo). Y nes, la oposición bien/mal pierde su carácter tajante y
Schmitt recurre a las teorías del estado de naturaleza sobre todo su polaridad: la comprobación de que los
elaboradas por los filósofos políticos del siglo XVII hombres son «ingratos, volubles, disimulados, ávidos
(Hobbes, Spinoza, Pufendorf): dicho estado es una «si- de ganancia» (El Príncipe, XVII) permite, en primer
tuación en que las amenazas y el peligro son constan- lugar, apreciar el peligro que representan en una si-
tes" (NP, pág. 104) Yen que los hombres, a semejanza tuación dada y eval uar una relación de fuerza.
de los animales, se comportan de manera instintiva.
De hecho, no hay una verdadera contradicción entre la ¿Es verosímil que Sclunitt admita que se haga del
idea del mal como insuficiencia y como animalidad: mal una hipótesis, aunque sea metodológicamente ne-
W1a situación en la que prevalece la guerra de todos cesaria? Si se renuncia a su carácter «imperativo» (en
contra todos termina por engendrar la impotencia ge- el sentido de que sólo un verdadero pesimismo antro-
neralizada. Empero, si el mal no tiene significación pológico funda una auténtica filosofia política), se re-
moral, ello quiere decir que es inocente: la «maldad" nuncia a la vez al «núcleo" mismo de la idea política, a
propia del estado de naturaleza ignora los criterios del saber: la «decisión moralmente exigente».5l El proce-
bien y del mal porque está hecha a imagen de la mal- der de Schmitt implicaría, entonces, una segunda con-
dad de los animales. 50 tradicción interna: su crítica del liberalismo es, apa-
rentemente, una crítica del optimismo antropológico
50 Hemos visto que también Kant, en una perspectiva absoluta- en el cual se funda la hipótesis liberal. De ese optirnis-
mente dist.inln (pero cuyas implicaciones conciernen muy de cerca
al problema aqur examinado), se niega a hacer de la animalidad la
fuente del mal mora!: la animalidad es neutra, no puede sino brin- mienzo del texto sobre la religión, desde un punto de vista que no es
dar la oportunidad de la realización del mal. Y es importante desta- sólo de antropología moral, sino también de antropología política.
51 C. SchmitL, Théologie poliliquc, op. cit., pág. 74.
car que Kant plantea la pregunta -¿Es bueno? ¿Es malo?'" al co-

154 155
mo tenemos una variante fuerte --el hombre es bueno Sclunitt no es sólo un teólogo político quo analiza el
por naturaleza- y una atenuada --el hombre es per- movimiento hacia la modernidad como el paso de la
fectible y educable-. Sin embargo, todas las doctri- teología cristiana tradicional a la racionalidad cientí-
nas que rechazan el pesimismo antropológico (para fica. Por cierto, el pasaje de la teología (ámbito privile-
ello, les basta con admitir la «inocencia" de un mal giado de la controversia) a la racionalidad científica
«animal", o postular que el hombre, aunque al comien- traduce, a su juicio, la búsqueda de una esfera «neu-
zo sea un animal bruto e inculto, puede ser educado) tral" en que los conflictos sean, si no anulados, al me-
soslayan el núcleo de la idea política. Así lo hace elli- nos amortiguados en la medida de lo posible. Pero esta
beralismo, pero también todas las teorías anarquis- búsqueda -propia de la moderllidad- de una esfera
tas: la negación del Estado implica o bien una creencia sin antagonismos revela su carácter completamente
fundamental en la bondad congénita del hombre o ilusorio: todo presunto terreno neutral se convierte, a
bien la convicción pedagógica de que este es maleable su vez, en un campo de batalla, trátese de metafisica
y, por lo tanto, educable. racional, de moral o de economia. Jamás se logra, en-
En su prímera caracterización de la Bosheit Carl tonces, anular o liquidar el enfrentamiento de los hom-
Schmitt admite, pues, una suerte de «polisemia: de la bres y los intereses.
maldad. Tras reivindicar la antropologia hobbesiana, Tampoco explicamos en su totalidad el verdadero
reconoce a continuación la «inocencia" del mal de la alcance del pensamiento de Schmitt cuando nos con-
animalidad, su adecuación al status belli y hasta su formamos con citar la célebre frase que abre el capí-
carácter conjetural. Pero la crítica radical del libera- tulo 3 de la Teología política de 1922: «Todos los con-
I~smo, al.efectuarse en nombre de la posición de lo po- ceptos decisivos de la teoría moderna del Estado son
ltt¿co, mage en rigor un supuesto mucho más radical conceptos teológicos secularizados". Ya sea que la en-
que esas v~antes atenuadas del mal. Si el pedagogo tendamos en términos de «desarrollo histórico" (el pa-
(por necesIdad metodológica) debe considerar que el saje de la teología a la teoría del Estado) o en términos
hombre es educable y maleable, y el jurista tiene que de «proximidad de estructura" (indispensables para
apoyarse en la máxima unus quisque praesumitur bo- un enfoque sociológico), esta afirmación en forma do
nus, «el teólogo deja de ser teólogo si deja de pensar axioma resulta central en la interpretación del Estado
que los hombres son pecadores o que necesitan una re- de derecho moderno. Por otra parte, involucra el senti-
dención, si no distingue a los redimidos de los no redi- do de la historia moderna como proceso de seculariza-
midos, a los elegidos de los que no lo son...". ción, pero no dilucida directamente la posición crucial
Ese es, por tanto, el núcleo último de toda idea polí- del pecado original ni el sentido último, a la vez onto-
tica, el único que puede autorizar la decisión moral- lógico y existencial, de la radicalización sclunittiana.
mente exigente: el dogma teológico fundamental que El hombre «corrupto", «peligroso y dinámico, abso-
afirma el pecado del mundo y el hombre pecador, y lutamente problemático", no es pues otra cosa que el
distribuye a los hombres en categorías, marca así las hombre pecador. Sólo la doctrina del pecado original
distancias (NP, págs. 110-1) y prolube la neutralidad está en condiciones de justificar la realidad de lo polí-
01 entredós y la mediación, para no dejar lugar sino ~ tico, porque únicamente ella «hace imposible el opti-
una lógica estrictamente alternativa: o bien. .. o bien. .. mismo indiferenciado propio de las concepciones co-

¡lí6 157
rrientes del hombre» (NP, pág. 111). Optimismo «indi- que esté emparentado con una contingencia del mal, y
ferenciado» en cuanto impide la designación del ene- que en ningún caso pueda declararse a este ,<inocente»
migo, sobre todo del enemigo absoluto (aquel que y menos aún «hipotético». Es menester que el mal sea
Cromwell no había vacilado en calificar de «enemigo irremediable, y para que lo sea es necesario que el
providencial»l. Si la aptitud para discernir entre el hombre sea pecador. El pecado es, de tal modo, el ter-
amigo y el enemigo es la «piedra de toque teórica y minus a quo de la «decisión moralmente exigente», y
práctica» de todo pensamiento y todo instinto políti- el hombre jamás queda, en cuanto criatura política,
cos, esa piedra de toque se desvanece con la negación liberado del peso del origen.
del pecado original. Junto con lo teológico desaparece Sin embargo, si se rechaza todo lo que pueda ase-
lo moral, junto con lo moral desaparece lo político, y mejarse a una contingencia del mal, queda igualmen-
«la decisión moral y política queda presa en el más acá te afectado el terminus ad quem: tampoco la salvación
paradisíaco de una vida inmediata» y «natural».52 tendrá lazos con la libertad. La libertad de elegir entre
Lo que le interesa aquí al teólogo político es la inte- el bien y el mal-que es ya incumbencia de la teología
riorización del destino por el pecado: el carácter desti- moral- marca en este aspecto un debilitamiento doc-
nal de lo político encuentra en la «verdad» del pecado trinal. En una nota de la edición de 1932 de El concep-
un elemento para asegurar su pennanencia más allá to de lo político, Schmitt cita en apoyo de su tesis una
de tal o cual «instancia dominante». Cuando Schmitt frase de San Ireneo extraída de Contra haereses: «Ho-
define la época moderna como la «era de la neutraliza- mines liberos esse et eligendi facultate praeditos; nec
ción y la despolitización», esta caracterización no sig- proinde quosdam natura bonos, quosdam natura ma-
nifica que lo político ya no sea el destino de la moderni- lOS».53 En opinión de Schmitt, esta es una posición de
dad, pues la humanidad europea ya había recorrido, a «moralista» que enturbia las polaridades decisivas y
lo largo de los últimos cuatro siglos, una serie de eta- deja la puerta abierta a un optimismo «indiferencia-
pas en que las notas dominantes eran diferentes: ha- do». Estamos ya en la pendiente de la decisión libre,
bía pasado de la teología a la metafísica, luego a la mo- no controlada y sólo referida al sujeto mismo.
ral y por fin a la economía. Empero, como acota Leo Para el teólogo político consecuente, el pecado no
Strauss, aunque los «centros de atracción» puedan deja subsistir en el hombre ninguna aptitud para au-
cambiar, «lo político sigue siendo inmutablemente el todeterminarse. Por sí mismo, el pecado arrastra toda
destino». No es en sí mismo un centro de atracción y la fuerza de la decisión: la salvación sólo llegará a la
no tiene campo de actividad que le sea propio porque criatura radicalmente pecadora desde otra parte, des-
su lógica es la lógica suprema: la que se revela en las de un apartamiento de las regularidades que disuel-
«cumbres de la gran política», en los «momentos en ven lo político en la indiferenciación. 54 Cuando Schmitt
que existe la percepción nítida y concreta del enemigo
53 .. Los hombres son libres y están dotados de una libertad de
como tal» (NP, pág. 114).
elección; por consiguiente, no es que algunos sean buenos por na-
Para que lo político sea el destino, en el sentido en turaleza y otros malos por naturaleza... Véase San Ireneo de Lyon,
que lo entiende Schmitt, es preciso desechar todo lo Contra los iterejes, libro IV, citado en NP, págs. 205-6; la traduc-
ción es nuestra.
52 C. Schmitt, TILéologie politique. op. cit., pág. 73. M Sobre el motivo schmittiano de la ..situación excepcional.. y la

158 159
considera la transición de la «teología cristiana tradi· naturaleza irremediablemente peligrosa de la cria·
cional a un sistema científico natural», en el siglo XVII, tura pecadora, es decir, en última instancia, aceptar
el viraje intelectual «más preñado de consecuencias» la prueba decisiva que es el riesgo de la muerte. He·
de toda la historia europea,55 quiere señalar, ante too mos visto en qué condiciones y, sobre todo, en nombre
do, que la humanidad se lanzó en ese momento a 1< de qué exigencias el morir por tenía verdaderamente
búsqueda de un dominio «neutral», sustraído a los ano algún sentido. Poder exigírlo todo, poder significar la
tagonismos teológícos fundamentales (léase: Dios o muerte: tal es la prerrogativa que pone a la comuní·
Satanás), pero también que «el propio Dios es aparta· dad política por encima de todas las demás. Pero en·
do del mundo por la filosofia deísta del siglo XVIII y se tonces surge de inmediato otro interrogante: ¿la insti·
convierte en una instancia neutral con respecto a las tución moderna de la muerte pennite asegurar la sal·
luchas y los antagonismos de la vida real; como Ha· vación eterna y hacer de un pecador «instantánea·
mann le objetó a Kant, se transforma en un concepto y mente un santo»?
deja de ser un Sep,.56 Así, el milagro queda expulsado Estas palabras pertenecen a una carta pastoral ti·
del mundo. Y se lo rechaza porque implica una ruptu· tulada «Patriotisme et Endurance», que fue difundida
ra de las leyes naturales y una excepción ligada a la el día de Navidad de 1914 por el cardenal Mercier, pri·
intervención divina.57 mado de Bélgíca y arzobispo de Malines. Por entonces,
Lo poütico se despliega entre los dos extremos que su país está ocupado por los ejércitos alemanes y el
son el pecado que funda y el milagro que salva: eso lo cardenal patriota se pregunta en ese texto acerca de
vuelve ineluctable. Y el consentimiento en lo poütico «las relaciones entre patriotismo y religíón, y también
-en la naturaleza peligrosa del hombre- sólo es váli· sobre las consecuencias que la muerte en el campo de
do por su anclaje teológíco. La designación del hombre batalla tiene para la vida en el más allá». Ernst Kan·
como ser «conupto», «peligroso», «absolutamente pro· torowicz, en un artículo magístral titulado «Pro patria
blemático», no atañe a una antropología de las pasio· mOli...»,58 se apoya en los términos de esa carta, así
nes, sino a una teoantropología que trasciende los en· como en las objeciones que le planteó otro prínci pe de
frentamientos «naturales». la Iglesia, para analizar el entrelazamiento político·
religíoso del Pro patria mori en el pensamiento políti·
Aceptar lo poütico es pues, en rigor, aceptar la se· co occidental.
riedad de la vida humana, lo cual equivale a aceptar la «Pero si me preguntáis qué pienso de la salvación
eterna de un hombre valeroso, que da voluntariamen·
analogía con el proceder de Heidegger (.Ya sólo un Dios puede sal-
te la vida para defender el honor de su país y vengar a
varnos.), me permito remitir a mi 6lLectures de la modcrnité... _, la Justicia escarnecida, no vacilo en responder que no
op. cit., págs. 217-43.
55 Carl Schmill, .L'ece des neulralisalions el des dépolilisalions.
(1929), en La No/ion de politique, op. cit., pág. 144 I.La era de las 58 Ernst Kanlorowicz, ."Pro patria mOTi" in medieval political
neutralizaciones y las despolitizaciones_, en El concepto de lo lhougbl-, American Historical Reuiew, 56(3), abril de 1951, págs.
poUtU:o,op. cit.). 472-92; traducción francesa••'"Mourir por la patrie" (Pro palria
56 ¡bid., pág. 145. mori) dans la pensée politique médiévale., en Mourir pour la pa-
57 C. Schmilt, T!léologie politique, op. cit., pág. 46. lrie el nulres lexles, París: PUF, 1984, págs. 105-41.

160 161
cabe duda alguna de que Jesucristo corona el valor mi- tico'~ la asimilación del corpus mysticum del Estado
litar y de que la muerte cristianamente aceptada al corpus mysticum de la Iglesia hizo posible el para-
asegura al soldado la salvación de su alma (. ..l. El lelo entre el consentimiento a la muerte cívica y la fe
soldado que muere para salvar a sus hermanos, para del mártir cristiano. Y no es casualidad, desde luego,
proteger los hogares y los altares de su país, realiza la que el razonamiento del historiador se apoye en la
más alta forma de amor (. ..l. Nos es lícito esperar enorme tensión colectiva de tipo escatológico que ge-
para ellos la corona inmortal que ciñe la frente de los neró la Primera Guerra Mundial. 60
elegidos, pues la virtud de un acto de amor perfecto es Por caminos diferentes, la reflexión de Kantoro-
tal que, por sí misma, borra una vida entera de peca- wicz converge con la de Schmitt cuando aquel se pre-
do. De un pecador, hace instantáneamente un santo». gunta si vale la pena morir por la patria como los
Contra esta carta pastoral se elevaron numerosas ob- mártires podían morir por el reino de los cielos, pues
jeciones, sobre todo la del cardenal francés Billot: «De- el debate entre los dos cardenales se refiere muy preci-
cir que el mero hecho de morir voluntariamente por la samente a la relación -e incluso la tensión- entre el
justa causa de la patria "basta para asegurar la salva- consentimiento y la expectativa: la aceptación del mo·
ción" significa la sustitución de Dios por la Patria (. ..l, rir por no es un mero consentimiento a sufrir una
el olvido de lo que es Dios, lo que es el pecado, lo que es muerte natural. Por lo demás, ¿es el morir por -aun-
el perdón divino».59 que la carta pastoral no mencione sino la dimensión
El objetivo del debate es, por tanto, saber si la pa- del amor- separable de un morir contra? Dar la pro-
tria terrenal puede investirse con las mismas expecta- pia vida es dar muerte, y sin duda la eventual reden-
tivas positivas que la patria celestial; si la muerte cí- ción del hombre pecador y la salvación eterna pasan
vica del héroe pro patria le asegura una redención si- por la figura del enemigo. Comoquiera que sea, en un
milar a la del mártir que conquista la salvación eterna mundo desencantado, la posición «sustitutiva» del
al dar la vida por la patria espiritual, la Jerusalén ce· cardenal Mercier es probablemente más consoladora
lestial. La cuestión es, en un primer momento, la de la que la de su cofrade: si los conceptos de la teoria mo-
secularización de los fines mediante la elaboración de derna del Estado son conceptos teológicos seculariza-
un nuevo corpus mysticum político-estatal. En este as- dos (ya se entienda esta proposición en términos de
pecto, la defensa de la patria terrenal puede llegar a
relevar el autosacrificio por el reino de Cristo, porque GO No obstante, no hay que asimilar este punto de partida del
análisis de Kantorowicz a 10 que Carl Schmitt llama +lsituaci6n ex-
moviliza una carga emocional del mismo orden que el
cepcional., que en ningún caso podría circunscribirse a su ICreali·
don de la vida por la comunidad invisible de los cielos. dad empírica•. Según Kantorowicz.la guerra de 1914-1918 permi-
Kantorowicz analiza con el máximo rigor (en un exa- te. en sus sistemas de representación, poner de relieve cierto mo-
men que va más allá del problema de la institución do de investidura político-religiosa. En cambio, la ..situación ex-
cepcional.. es. a juicio de Schmitl, el factor que revela ...Ia decisión,
moderna de la muertel la manera en que -por medio
en su absoluta pureza..: el problema, a su entend~r, no radica en
de una serie de distorsiones de la idea de «cuerpo mis- la relación entre la política y la guerra (aun cuando esta última
sea el ttmedio extremo.. de la primera), sino en la suspensión de
59 Citados por E. Kantorowicz en _"Mourir POUT la patrie", . ,., una jurisprudencia que se preocupa exclusivamente por cuestio-
op. cit., págs. 107 Y 109, respectivamente. nes relativas a la vida y los asuntos cotidianos.

162 163
historia o de sociología), es tranquilizador poder rel - torowicz no vacila en calificar de «envilecedora» la ten-
cionar la exaltación de la muerte cívica con el deseo de dencia a privar así a la muerte de su humanitas, de tal
inmortalidad. El horizonte de expectativa abierto por modo que las vidas humanas ya no serán sacrificadas,
el cardenal Billot es más incierto, en cuanto no autori· sino verdaderamente «liquidadas»: una manera de de-
za ninguna problemática de la retribución: el sacrifi- cir que los hombres ya no podrán apoderarse de su
cio de sí que es la muerte del soldado en combate no muerte, que ya no tendrán el poder de hacerse «dos ve-
basta para asegurar la salvación y no exige recompen- ces» mortales y así se los despojará de la inquietud de
sa en el más allá. La muerte cívica no es el comienzo hacer posible la muerte.
de la inmortalidad. Schmitt, para quien la entidad política está en con-
Sin embargo, más allá de su divergencia, ni uno ni diciones de demandar el sacrificio de la vida, no le re-
otro rechazan la idea de que el autosacrificio patrió- conoce al individualismo liberal m el derecho a dispo-
tico tiene un valor ennoblecedor. Puesto que en los dos ner de la vida de los individuos m la capacidad de exi-
casos la configuración teológico-política es determi- gir a estos que hagan el sacrificio. Cuando una comu-
nante y la muerte pro patria se contempla desde un mdad religiosa o una Iglesia pide a sus miembros mo-
punto de vista religioso, ¿qué nos permite esperar? rir por su fe y sufrir el martirio, no actúa como «poder
Una cosa, no obstante, es clara: la redención no des- orgaruzado en este mundo» (NP, pág. 91). Si tal es el
ciende jamás aquí abajo y, sea cual fuere el valor de la caso, se transforma (como lo testimoman las guerras
muerte pro patria, no autoriza la confusión de las dos santas y las cruzadas) en urudad política, cuyas em-
ciudades. El problema estriba en saber si la muerte presas se fundan entonces en una «decisión de hostili-
por el cuerpo místico secular ha alcanzado un valor dad»; pero eso es justanlente lo que el pensamiento li-
igual a la del cruzado por Cristo Rey. beral, que se mueve en la polaridad entre las dos esfe-
¿Qué sucede cuando el valor sacrificial desaparece? ras heterogéneas que son «la moral y la economía, el
Esto es lo que exanlinan, de acuerdo con modalidades espíritu y los negocios, la cultura y la riqueza» (NP,
diferentes, Schmitt y Kantorowicz. pág. 117), no puede justificar en rungún caso. Ello no
«Estamos», escribe este último, «a punto de pedir al se debe sólo a que, como hemos visto, la vida es el bien
soldado que muera, sin proponer ningún equivalente supremo y todas las obligaciones del individuo con
emocional reconciliador a cambio de esa vida perdida. respecto a la comunidad son condicionales (y, a for-
Si la muerte del soldado en combate -para no men- tiori, la del morir por). La metafisica liberal encierra
cionar la del civil en las ciudades bombardeadas- una contradicción aún más irreductible, enunciada en
queda desprovista de toda idea que englobe la huma- estos términos por Schmitt: «Para el individuo como
nitas, sea ella Dios, rey o patria, tanlbién quedará des- tal, no existe enemigo contra el cual tenga la obligación
pojada de toda idea ennoblecedora del autosacrificio. de batirse a muerte si él mismo no consiente en
Se convierte en un asesinato a sangre fría o, peor aún, hacerlo» (NP, pág. 118; las bastardillas son nuestras).
adquiere el valor y la significación de un accidente de Los principios del pensamiento liberal se autosupri-
circulación política durante un feriado oficial».61 Kan- men si se pretende forzar al individuo -pOltador de
derechos soberanos- a combatir contra su voluntad.
61 E. Kantorowicz, .."Mourir pour la patrie". , .",op. cit., pág. 141. Pero, por otra parte, el susodicho individuo sólo con-

164 165
sentirá el «sacrificio» de su vida bajo el efecto de su ese sistema se dispone de todos los medios (no vio-
propia voluntad y su propia decisión: siempre se trata- lentos, "pacíficos») para impedir que los vencidos los
.
lmportunos y los indeseables -aquellos que Crom-
'
rá de un asunto privado.
En rigor de verdad, no se puede, pues, consentir el well habria calificado, en rigor, de «enemigos acciden-
autosacrificio en el marco de la metafísica liberal: el tales,>- provoquen perjuicios. Si ese es el devenir de
valor sacrificial queda vaciado a priori de su sentido y la institución moderna de la muerte,62 nos encontra-
su contenido. De allí la conversión del pathos ético en mos, en caso de seguir la lógica schmittiana, frente a
una inmoralidad flagrante: «Con toda sinceridad, exi- un problema insoluble en términos de «política pura".
gir a los hombres que maten a otros hombres y estén En un "orden de cosas humanas" donde la muerte
dispuestos a morir para que el comercio y la industria en combate se convierte, para reiterar la terrible frase
de los supervivientes florezcan y el poder adquisitivo de Kantorowicz, en una suerte de «accidente de circu-
de sus sobrinos segundos sea sólido es una atrocidad, lación política durante un feriado oficial", se instaura
una locura. Maldecir la guerra homicida y pedir a los de {acto el reino de la indiferenciación. Si la «seriedad"
hombres que hagan la guerra, maten y se hagan ma- de la vida humana resulta, entonces, «amenazada en
tar para que eso no suceda "nunca más" es una impos- su principio» (Leo Strauss), es también porque una
tura manifiesta. La guerra, los hombres que comba- banalización semejante de la muerte impide el acceso
ten dispuestos a morir, el hecho de dar muerte a otros a la trascendencia. Se advertirá en este aspecto el in-
hombres que están en el campo enemigo: nada de esto terés de Schmitt en mostrar (aunque sea a costa de
tiene un valor normativo; se trata, por el contrario, de una tergiversación de la fórmula Auctoritas, non ueri-
valores puramente existenciales, inmersos en la rea- tas (acit legem) que Hobbes «mantiene una puerta
lidad de una situación de lucha efectiva contra un ene- abierta a la trascendencia». La extensa observación
migo real, y que no se relacionan en absoluto con nin- añadida al capítulo 7 de El concepto de lo político, que
guna idea, programa o abstracción normativa" (NP, acompaña la reedición de 1963 (NP, págs. 191-2),
pág. 92). afirma que la proposición ,Jesús es Cristo» constituye
Está claro que, en opinión de Schmitt, la visión del la piedra angular de la doctrina política de Hobbes y
mundo liberal niega en su raíz lo político, porque re- no una simple declaración táctica. La serie ordenada
chaza la obligación suprapersonal. Ahora bien, el va- que, desde abajo, comienza por la necesidad de protec-
lor sacrificial es inseparable de esa clase de obligación. ción y seguridad del individuo impotente en el estado
La configuración teológico-política ínsita en el pensa- de naturaleza, prosigue por la obediencia y lleva «has-
miento de Schrnitt -()n la cual se pone de manifiesto, ta las puertas de la trascendencia".
una vez más, que es algo muy diferente de una corre- Schmitt da a esa apertura a la trascendencia una
lación de método entre postulados teológicos y postu- inflexión muy particular: la figura del Enemigo es el
lados políticos- radicaliza el morir por, de modo que
este sólo tiene sentido frente al enemigo mortal. No 62 Hay que tener presente que según Schmitt el liberalismo en

obstante, en un sistema de pensamiento regido por la cuanto «sistema metafisico, global y consecuente_, es (sean cu~les
fueren sus avatares) el horizonte de la modernidad. Y su problema
doble polaridad de los imperativos económicos y la
consiste efectivamente en saber si y cómo puede ser tcsuperado».
«moral humanitaria», el enemigo mortal no existe: en

166 167
horizonte de la trascendencia; cuando esa figura se Schmitt,la «realidad inevitable e inerradicable...»de
desvanece, la puerta de la trascendencia se cierra. El la distinción amigo/enemigo. «No podríamos eliminar
Enemigo es un don de Dios (<<Enmity is put into him by del mundo la enemistad entre los hombres prohibien-
God»). Si Cromwell, en lucha contra la España católi- do las guerras entre Estados a la antigua usanza, pro-
ca, Lleva a su punto culminante la intensidad de la pagando una revolución mundial e intentando trans-
«gran política», es porque no trepida en reivindicar el formar la política internacional en policía del mundo.
libro del Génesis (3, 15): «Enemistad pondré (. . .) entre A diferencia de la reforma, de la revisión y de la evolu-
tu linaje y el suyo». ción, la revolución es una explicación [Auseinander-
En el fondo, la última palabra de Sclunitt es que la setzung] entre enemigos. El amo de un mundo por
modernidad, en su pretensión de autoinstitución, es cambiar, es decir, de un mundo fracasado (al que se le
básicamente impía: no sólo ha intentado sustraerse al impone una necesidad de cambio porque no se resigna
antagonismo fundamental del Bien y el Mal, Dios y a cambiar sino que, al contrario, se opone a ello), y el
Satanás; no sólo ha querido hacer de Dios una instan- liberador, el promotor de un mundo transformado,
cia neutral, sino que su proceder «activista» obedece a nuevo, no podrían ser buenos amigos. Son, por así de-
la creencia en un poder ilimitado del hombre (amo y cirlo, enemigos por su propia naturaleza».&! La última
señor de la naturaleza y de su naturaleza), que Lleve a palabra la tiene siempre la frase de Goethe, interpre-
la instauración de la dicha en esta Tierra, como si la tada de tan diversas maneras pero cuyo sentido puede
«existencia natural y terrenal» pudiera, por sí misma, recuperar Schmitt en beneficio de su insuperable ho-
asegurar aquí abajo posibilidades «ilimitadas de feli- rizonte teológico: «Nemo contra deum nisi deus ipse».
cidad y transformación» (NP, pág. 151).
El propósito de Schmitt no es describir el desencan-
tamiento de un mundo secularizado, sino denunciar el
carácter «satánico» de tal empresa. En efecto, no se
puede asimilar a una lisa y llana ausencia de alma el
deseo de un mundo regido por la racionalidad y la re-
gularidad, porque este responde, en el fondo, al deseo
del hombre de atribuirse el lugar de Dios. Si supone-
mos , además -lo cual es dudoso-, que ese proceso
pueda designarse como un movimiento de desteologi-
zación,63 ello no suprime en modo alguno, a los ojos de

63 Sobre esta cuestión, véase la respuesta de Schmitt a la obra


de Hans Blumenberg, Die LegilimiWt der Neuzeil, Francrorl:
Suhrkamp. 1966 {La. legitimación de la edad moderna, Valencia: nifiesto, no obstante, lo que constituye su eje: la permanencia de
Pre-Textos, 20081. El texto de Schmitt, aparecido como epílogo de un dualismo estructural dado de manera inmanenle y cuyo nú·
Politische Theologie 1J (1969), se publicó en la traducción france- cleo es el concepto de slasis (que significa a la vez ..delención'", ..re-
sa, Théologie politU¡ue, op. cit., págs. 167-82. Sin entrar en el deta- poso", y .. trastorno.. , ..revuelta.. ).
lle de la contraargument.aci6n schmittiana, hay que poner de ma- ... C. Schmitt. Tluiologie politique, op. cit., pág. 177.

168 169
Conclusión

El debate entre Leo Strauss y Carl Schmitt ilumi-


na un aspecto esencial de la crisis de la modernidad, a
saber: la tensión constantemente reactivada entre los
objetivos de una política «minimalista», organizada en
su totalidad en función de la preservación de la vida y
la seguridad de los individuos, y la radicalidad de una
política «maximalista» que, en su figura extrema, se
presenta como una lucha a muerte contra las formas
reificadas del mal.
En cierto sentido, Strauss y Schmitt coinciden en
que el problema esencial de la política moderna es el
de la pérdida de los valores. El primero asocia la «mo-
dernidad.. a una temática de la «crisis»: «la crisis de la
modernidad se revela en el hecho de que el hombre oc-
cidental moderno ya no sabe qué quiere: ha dejado de
creer posible el conocimiento del bien y el mal, de lo
bueno y lo malo.. (<<Las tres olas de la modernidad..).
Dado que la filosofia política moderna es presa de los
hechos, del positivismo y del historicismo, ha institui-
do la idea de una libertad sustraída a criterios últi-
mos, una libertad no referida a algo más elevado que
el individuo o, sencillamente, al hombre en cuanto
hombre. Está claro que puede impugnarse la interpre-
tación masiva y abarcadora que Strauss propone de la
modernidad y su sometimiento al historicismo,l pero
el problema no radica en eso, sino en que el abandono
del reino de los fines y la introducción de una concep-

1 Esto ya se ha mencionado al [mal del capítulo 2.

171
ción no teleológica de la naturalidad conducen, de ma- ca a la del origen. El individuo -sigue escribiendo Leo
nera ineluctable, a vaciar de su contenido el estado d Strauss- se ve en la necesidad de reclamar «una
naturaleza y la naturaleza humana. Como lo muestra emancipación tan radical de la sociedad que esta libe-
Rousseau por medio del concepto de perfectibilidad, el ración ya no tiene ningún contenido humano preci-
hombre «natural" sólo puede carecer de naturaleza: la sO".3 El hamo politicus moderno puede, por tanto, pro-
naturaleza del hombre consiste en no tenerla. El hom- ponerse cualquier fin, y el carácter ilimitado del fin
bre en estado de naturaleza «es un hombre despojado implica al mismo tiempo la radicalización del hacer.
de todo lo que ha adqUÍ1;do por sus propios esfuerzos". Con el descubrimiento de un «libre poder radical" y
«Es subhumano o prehumano; su humanidad o su ra- una aptitud para conquistarlo todo, ese topos caracte-
cionalidad fueron adquil;das en el transcurso de un rístico de la modernidad encontró sus condiciones de
largo proceso" (<<Las tres olas de la modernidad,,). Em- posibilidad. En ese sentido, la solución del problema
pero, esta indeterminación de la condición humana político supone el tdunfo de un artificialismo que no
odginal tiene por correlato necesario la definición del implica únicamente, como en Hobbes, una dilatación
hombre como animal pelfectible -en otras palabras, ilimitada de la mathesis, sino la capacidad que se asig-
maleable-, pues el hombre natural carece no sólo de na la humanidad de autoproducirse. El tema del do-
socialidad, sino también de racionalidad: no es ni ani- minio se combina con el de la tabla rasa. Esa es, en el
mal político, ni animal social, ni animal racional. En fondo, la doble radicalidad que constituye el nexo de la
la medida en que no se inclina por naturaleza hacia fi- política de los modernos: un odgen que no remite más
nes estables, es, en consecuencia, infinitamente ma- allá de sí mismo, un porvenir sin con tenido atribuible
leable, y se recordará que en Rousseau, de hecho, la porque es ilimitado.
perfectibilidad expone al hombre tanto a la perversión
como a la perfección: los hombres se convierten «en to- La idea de que la modernidad se refleja como cdsis
do lo que pueden ser tanto en el bien como en el ma]". -aunque investida de manera muy diferente-- no es
A la indeterminación del origen responde, pues, la in- ajena al pensamiento de Carl Schmitt. En efecto, la
determinación del fin: como el hombre está de provis- metafisica liberal intenta, sin lograrlo, escapar al ca-
to de una «naturaleza" que ponga un límite a lo que rácter destinal de lo político, es decir, a la coacción teo-
puede extraer de sí mismo, no hay «obstáculos natura- lógica: el movimiento que la lleva al optimismo ,<indi-
les al progreso casi ilimitado del hombre ni a su poder ferenciado" en que desaparece la aptitud para discd-
de liberarse del mal. Por eso mismo, no hay obstáculos minar entre el amigo y el enemigo (aptitud que es la
a su degradación casi ilimitada".2 ¿Qué es, entonces, la piedra de toque de todo pensamiento político) la con-
hwnanidad, si no lo que queremos hacer de ella? duce, al mismo tiempo, a eludir la seriedad de la vida
En esas condiciones, la radicalización de la moder- humana. La despolitización y la neutralización de la
nidad es también la radicalización efectuada por la época moderna no son sino la búsqueda de un terreno
modernidad cuando asigna al contenido de la emanci- intrínsecamente neutral donde sean posibles «la segu-
pación o de la liberación una indeterminación simétri- l;dad, la certidumbre, la comprensión y la paz" (NP,

2 L. Strauss, Droit nalurcl el hisloire, op. cit., págs. 234·5. 3 [bid., pág. 253.

172 173
pág. 145). A primera vista parecería que esa compren- jan a deplorables hostilidades? Y cuando digo noso-
sión, esa seguridad y esa paz son las réplicas inverti- tros, entiendo todos los hombres".4
das de la crisis. En realidad, se trata de una ilusión y Por consiguiente, los hombres son, en última ins-
la neutralidad sólo es aparente: en la lógica de Schmitt, tancia, incapaces de encontrar una «regla común" y
la supresión (y hasta la desaparición) de la polaridad concordar cuando se trata de lo justo y lo injusto, del
amigo/enemigo es una auténtica puesta en crisis de la bien y el mal: se vuelven, entonces, enemigos unos de
realidad de lo político; y cuando lo político está ame- otros y enemigos de sí mismos. La afirmación de lo
nazado, la amenaza se cierne sobre la seriedad misma político consiste en no eludir este desafío que da su
de la vida humana. Suponiendo que pudiéramos con- sentido a la vida humana: si los hombres están en bus-
templar la eventualidad de un mundo del que se hu- ca de una comprensión a cualquier precio, renuncian a
biera desterrado el antagonismo fundamental amigo/ preguntarse qué esjusto; y si renuncian a esa pregun-
enemigo, ese mundo «sin política", a despecho de sus ta, renuncian a ser hombres. Pero cuando la plantean
posibles y diversos intereses, a despecho de sus carac- seriamente, se ven enfrentados a una «problemática
teristicas «amenas", estaría desprovisto de la seriedad inextricable" (NP, pág. 147): se enfrentan a la vida y la
que da su valor a la vida humana. muerte.
El concepto de lo político alimenta -subraya con Sin embargo, el terreno en el cual Leo Strauss y
insistencia el comentario de Strauss- una interro- Carl Schmitt sitúan, respectivamente, la seriedad (o
gación crucial sobre el «orden de las cosas humanas". el orden) de la vida humana no es el mismo: con res-
En la modernidad se plantea en primer lugar la cues- pecto a este motivo, hay -más que una ambigüe-
tión de las evaluaciones y sus criterios. Ahora bien dad- un verdadero malentendido, pues el filósofo po-
(siempre según Strauss), la comprensión y la paz a lítico no tiene en vista el horizonte último de la escato-
cualquier precio son, en casi todos los casos, realiza- logía: según él, la cuestión de los valores debe plan-
bles si sólo se trata de definir los medios que es preciso tearse en el horizonte de los asuntos humanos. Por
poner en práctica para alcanzar un fin predetermi- eso, la crítica straussiana de la «perversión" liberal
nado. En cambio, el desacuerdo último se refiere a la (perversión consistente en considerar únicamente la
cuestión de los fines. Prueba de ello es el pasaje del preservación de la mera vida, la seguridad, y la ga-
Eutifrón en el cual Platón se interroga sobre las razo- rantía de la felicidad privada) no se plantea en nom-
nes y los objetos de un conflicto que puede juzgarse bre de la fe: Strauss condena el abandono moderno de
irreductible: «Ahora bien, ¿qué es lo que podria hacer- la «virtud", de la excelencia, de la preocupación por los
nos enemigos irreconciliables si llegáramos a disputar fines que exceden la supervivencia o el simple bienes-
sin tener una regla fija a la que pudiéramos recurrir? tar material. Si la preocupación por la justicia tiene
Quizá no se presenta a tu espíritu ninguna de estas un alcance radical, es porque concierne a los fines su-
cosas, y vaya proponerte algunas. Reflexiona un poco
y mira si por casualidad estas cosas son lo justo y lo
• Platón, Eutifrón, 7c·d. Véase también Platón, Fedro, 263a:
injusto, lo bello y lo feo,lo bueno y lo malo. Porque, ¿no .Pero, cuando se trata de lo justo y lo bueno, ¿qué pasa? ¿No se en-
son estas las que por falta de una regla suficiente para camina cada uno en una dirección diferente? ¿A nuestras disputas
ponernos de acuerdo en nuestras diferencias nos arro- mutuas no se agregan las que tenemos con nosotros mismos?lO.

174 175
premos de la comunidad política: la consistencia de la titeología puede ser sino teólogo: así, el anarquista se
«cosa política» basta, de hecho, para dar razón de la ve obligado a «decidirse de manera decidida contra la
naturaleza de la «vida buena»,s En cuanto al proble- decisión», como Bakunin, el mayor anarquista del si-
ma teológico-político, si a juicio de Strauss se trata de glo XIX, quien, por una extraña paradoja, se convirtió
un problema crucial, lo es en la perspectiva (spinozis- «teóricamente en el teólogo de lo antiteológico»7
ta, podríamos decir) de un conflicto entre las pre-
tensiones de la razón y las de la revelación. Si la última palabra de Schmitt es que de la ,<Virtud
En cambio, resulta claro que, para el teólogo polí- de un saber integro» puede renacer «el orden de las
tico, la seriedad de la vida humana sólo tiene sentido cosas humanas» (NP, pág. 153), esta idea sólo tiene
en el horizonte de la fe: la cuestión de los valores y la sentido en el horizonte de una teología política y una
de la decisión desembocan ineluctablemente en una política teológica. Y para Schmitt ese horizonte es
escatología del Juicio Final, pues afirmar lo político es absolutamente infranqueable: dogma contra dogma,
afirmar la incapacidad del hombre pecador para co- ortodoxia contra herejía, teología contra antiteología,
nocer por sí mismo lo que esjusto o injusto por natura- esa es la alternativa radical en la que se resuelven to-
leza. Cuando el hombre pretende legislar por sí mis- dos los conflictos políticos de la historia del mundo. En
mo (en otras palabras, erigirse en Dios), la indiferen- cuanto a la «virtud de un saber íntegro», en última ins-
ciación se instala en primer plano y el reino de la ene- tancia radica en la metafisica de la decisión que elige a
mistad se borra. ¿Cómo no evocar aqui la posición de Dios contra el diablo, el Bien contra el Mal, y no conoce
Pascal, para quien el hombre, cOlTompido por el peca- ni mediación, ni sintesis, ni término medio. Nos remi-
do original, ha sido privado de la justicia conforme a la tiremos, por lo tanto, al juicio de Dios cuando se trate
orden superior de Dios?6 Pero, en realidad, la coacción de "concordar>' frente a lo ,~usto» y lo «injusto». Ahora
teológica es tal que ni siquiera el doctrinario de la an- bien, en esas condiciones, una vida que no quiere cono-
cer otro enemigo que la muerte ya no es verdadera-
mente la vida: "es pura impotencia y desamparo»
5 En La Cité el l'homm.e, París: Presses Pockett 1987, col. «Ago-
ra., pág. 33 (La ciudad y el hombre, Buenos Aires: Katz, 20061,
(ibid.). El verdadero combate no es el de la vida contra
Leo Strauss no vacila en calificar la filosofía política de .. mOSODa la muerte, la pulsión contra la <<nada del espíritu»: el
primera». En una perspectiva muy diferente, pero que conduce a espíritu se enfrenta al espíritu, la vida se mide con la
una interpretación del mismo orden, plantea la hipótesis de que si vida. Un problema político no se resuelve postulando,
..la filasaña política no tiene cabida en la obra de Heidegger, y esto de manera antitética, la muerte o la vida: la decisión
bien puede deberse a que el lugar en cuestión se halla ocupado por
dioses o los dioses» (L. Strauss, Étudcs dephilosophie politiqueo . "'
de hostilidad y el reto de la muerte están en el corazón
op. cit., pág. 42). de la vida de lo político. Esta sólo es vida verdadera a
6 «Hay sin duda leyes naturales», escribe Pascal, ..pero esta condición de ser para la muerte, pero la invención polí-
bella razón corrupta ha corrompido todo», Y prosigue con una tico-metafísica de la mortalidad está irresistiblemen-
frase de Tácito tomada de los Anales: .. Vl olim, uitiis, sic nunc legi.
bus laboramusit ("Padecíamos antaño por nuestros vicios; hoy pa-
te atenazada por la configuración teológico-política.
decemos por nuestras leyes"). Véase Blaise Pascal, Pensées, 294, Asimismo, la vida de lo político es ser para la mue/te,
edición establecida por Léon Brunschvicg, París: Garnier·Flam·
marion, 1976 (Pensamientos, Buenos Aires: Orbis, 19841. 7 C. Schmitt, Théologie politique, op. cit., págs. 74-5.

176 177
y la muerte, a cambio, es la clave de una política de la nos»: una revolución llena de "fórmulas lacedemo-
inmortalidad: la teologia política dilata el porvenir y nias» y acorde, en la conciencia de sus autores, al desa-
vuelve ilimitado el "horizonte de expectativa»8 hasta rrollo de una «tragedia clásica» );9 pero hay que añadir-
designarlo como inmortalidad recuperada al salir de le otra inspiración, característica de la modernidad: la
la muerte. No es casual que Schmitt conciba al mo- de una política teológica que se hace obra santa al ape-
mento jacobino como una de las cumbres de la "gran lar a la reforma radical de lo que es de este mundo. Sin
política»: "el pueblo y sus enemigos», exclama Saint- esa visión de la política investida por una transferen-
Just, "ya sólo tienen en común la espada». Pero el dis- cia de sacralidad, sin la conciencia de que un nexo po-
curso de la guerra y la lógica implacable de la lucha a lítico-religioso habita las revoluciones modernas, no
muerte que exacerban el antagonismo amigo/enemigo se puede comprender el verdadero alcance de aquellas
encuentran, por añadidura, su razón de ser en el deseo fórmulas. Cierto es que la inquietud por la posteridad,
de inmortalidad gloriosa: «Desprecio el polvo que me tan cara al héroe revolucionario, adopta en primer lu-
compone y os habla; ¡podrán perseguirme y dar muer- gar la figura (es un topos propio del siglo XVIII) de un
te a ese polvo! Pero los desafio a que me arranquen es- arte de morir y una estilización de la conducta hereda-
ta vida independiente que me he otorgado en los siglos dos de los modelos espartanos y romanos: todos, o casi
y los cielos». Saint-Just ya tiene un pie en la tumba todos, suben al cadalso con la convicción de revivir la
cuando escribe los "Fragmentos de instituciones repu- muerte de los Gracos, las Vidas de los varones ilustres
blicanas», al igual que Robespierre cuando proclama, griegos y romanos, de Plutarco, o los suicidios heroicos
el 8 de termidor: «La muerte es el comienzo de la in- narrados por Tácito. Sin embargo, más profundamen-
mortalidad». Y Michelet, en el prefacio de 1868 a la te, si la vida renace del seno de la muerte bajo la forma
Historia de la Revolución Francesa, comenta en estos de la inmortalidad gloriosa, es en nombre de una polí-
términos ese deseo de inmortalidad: "Los tiempos tica que ha tomado el rostro de la redención y para la
débiles ya no comprenderán de qué manera, en medio cual la muerte es, en definitiva, la clave de lo real: sólo
de esas tragedias sangrientas, e incluso con un pie en la precipitación en ella permite resolver un enigma
la tumba, esos hombres extraordinarios no pensaban sin salida, pero portador de un futuro ilimitado.
sino en la inmortalidad». Esta imposible política de la inmortalidad no pro-
No es ilegitimo encontrar en estas fórmulas decla- rroga, a mi juicio, la antigua convicción de que la polis
matorias una inspiración cercana al ideal de la "bella era la única capaz de garantizar la estabilidad y la
muerte» del héroe antiguo, «revisitada» en cierto mo- perdurabilidad del mundo común. La política de la in-
do por el heroísmo de la tragedia clásica (así veía mortalidad no es tan «anticristiana» como sostiene
Quinet la revolución "clásica, letrada, de los jacobi- Hannah Arendt en Sobre la revolución, no es tan «aje-
na al espíritu religioso de todo el período que separa el
8.Tomo esta expresión de Reinhart Koselleck. Para una explici- fin de la Antigüedad de la época moderna». Está atra-
taclón detallada de la relación entre ..espacio de experiencia» y vesada por el cristianismo en la medida en que su ob-
.horizonte de expectativa., véase el análisis de Paul Ricreur en
Temps et récit, vol. 3, Le Temps raconté, Paris: Seuil, 1985, págs.
303-13 [Tiempo y narración, vol. 3, El tiempo n.arrado, México: Si- 9 Acerca de esta cuestión, me pennito remitir a mi D'une fTU)rt a
glo XXI, 19961. ¡'outre,op. cit., págs. 177 Ysigs.

178 179
jetivo mismo es posible gracias a la encarnación de lo otro, puede «crecer con la aniquilación de todos... Es-
divino en lo humano y la inscripción de una trascen- tas palabras de Quinet no son el signo de la execra-
dencia en el lugar del poder y en las fronteras del es- ción: brotan de quien quiso, precisamente, hacer la
pacio mundano. Pero lo esencial es que la política de la critica de la Revolución en /wm.bre de la Revolución.
inmortalidad así entendida (y cuya figura paroxística Son el signo (al menos) de la perplejidad ante la abs-
cobra cuerpo en la experiencia limite) invierte literal- tracción sobrehumana de una política que aspiraría,
mente las exigencias de la tarea política: la que pue- inhumanamente, a elevarnos por encima de nosotros
den atribuirse algunos mortales que piensan la eter- mismos. Encontramos esa perplejidad también en
nidad pero no disfrutan de la inmortalidad y tampoco Büchner. El «drama sublime de la Revolución.. -ex-
procuran producir la mortal ilusión. La muerte de presión que él pone en boca de Robespierre--- no se
Danton de Büchner devela, sobre todo por medio del recupera en el sentido de la historia: una perspectiva
gran discurso de Saint-Just (segundo acto, escena 7) y semejante se dilucida a la luz del ser indigente de Ma-
sin concesión alguna, el mesianismo apocaliptico que rion y, sobre todo, de la idea, enunciada un poco más
subyace a ese deseo de inmortalidad. El discurso de adelante en Lenz, de que, lejos de querer «transfigu-
Saint-.Just es el de la teodicea, y la referencia al libro rar>. la humanidad (ese idealismo constituye, de he-
del Éxodo hace del Terror revolucionario la réplica de cho, «el desprecio más abyecto que se pueda concebir
la travesía del desierto: .Moisés condujo a su pueblo a de la naturaleza humana..), hay que amarla «para pe-
través del mar Rojo y el desierto hasta agotar a la vie- netrar en el ser profundo de cada uno... l1 Es una mane-
ja generación corrupta, y sólo entonces fundó el nuevo ra de decir ~omo Quinet al denunciar la Revolución
Estado. ¡Legisladores! ¡Nosotros no tenemos ni el mar convertida en «ídolo divinizado.>- que el menosprecio
Rojo ni el desierto, pero sí la guerra y la guillotina!... lO de las singularidades reales (<<de los seres de carne y
.Los pasos de la humanidad son lentos, sólo se los pue- sangre cuyo sufrimiento y alegria puedo sentir>.)12 y el
de contar en siglos, y detrás de cada uno se elevan las olvido del sentido de lo humano (de la philanthropia)
tumbas de las generaciones. El acceso a los descubri- son el precio de la política de la inmortalidad.
mientos y los principios más simples ha costado la
vida a lnillones, muertos en el cmnino. ¿No es natural Kant, como hemos visto, rechaza el despotismo po-
que, en un tiempo en que la marcha de la historia es lítico del que podría prevalerse el pesimismo antropo-
más rápida, los hombres pierdan el aliento en mayor lógico. y no se rebela menos contra el «despotismo mo-
número?... Es de este modo -y según lo había dicho ral.. de una política que, pretendiendo extirpar del co-
Vergniaud- como la revolución, a la manera de Sa- razón del hombre hasta el deseo de hacer el mal, niega
turno, «devora a sus hijos..: en nombre de la idolatría por eso mismo que este sea el mal de la libertad. No
de un ser abstracto, que no necesita de nadie y que, nos «liberamos.. del mal si es cierto que no nos «libera-
luego de haber engullido a los individuos uno tras mos.. de la libertad. El m.al, la libe/tad, la esperanza:

10 Georg Büchner, La Mori de Danlon. en CEuures completes, edi- 11 Georg Büchner, Lenz, en ibUi., pág. 179 (Le/u, Buenos Aires:
ción establccida por B. Lortholary, París: Seuil, 1988, pág. 137 (La Corregidor, 19761.
muerle de Danton· Woyzeck, Madrid: CáLedra, 2007). 12 G. Büchner, carta del 28 dejuJio de 1835, en ibUi., pág. 539.

180 181
tales son, por tanto, los conceptos que dibujan la confi- propiedad (y no hay que olvidar que «el límite en que
guración del proceder kantiano en el texto sobre la re- dejamos de comprender acaso implica, a la vez, un lí-
ligión. De este proceder que a la vez suspende (y qui- mite de la libertad misma»),14 la libertad despierta e
zás incluso deshace o «deconstruye») la idea del pe- incrementa su energia, su poder de existir y actuar.
cado original, rechaza el lenguaje de la teodicea y hace La paradoja del proceder kantiano es un resultado del
de la esperanza un no saber al cual, no obstante, no principio de razón insuficiente (<<la razón», escribe
podríamos renunciar (so pena de admitir la orienta- Kant, «se da cuenta de su insuficiencia»): como nues-
ción irresistible del mal y vedamos toda restitución tra razón no se basta a sí misma, la inquietud es irre-
del poder de obrar), nos atreveremos a decir que es mediable, y como la inquietud es irremediable, res-
radicalmente a-teológico: libera del peso del origen al pondemos (resistimos) invenciblemente por medio de
instituir la paradoja de un inescrutable ya ahí del que, la esperanza a la orientación aparentemente irrever-
sin embargo, somos responsables Oa carga de la culpa sible del mal.
heredada es sustituida por el poder de la responsabili- Cumplidas todas las consecuencias del desmante-
dad siempre reiterada); hace del mal una manera de lamiento de la teologia racional, el pensamiento políti-
la libertad y no una sustancia, y cierra el camino a la co de Kant (digamos mejor: su «manera política») re-
alternativa de una política diabolizada o una política mite la teodicea a la esfera de la ilusión trascendental
santificada. y, por consiguiente, mantiene con el mayor rigor la
Si «la teodicea», para retomar las palabras de He- distinción entre la tarea y la obra, entre la comunidad
gel en La razón en la historia, «consiste en hacer inte- política y la comunidad ética de un «pueblo de Dios»,
ligible la presencia del mal frente al poder absoluto de entre el acuerdo de las voluntades «impuras» bajo una
la razón», la doctrina kantiana es realmente una anti- regla común y su regeneración. Para Kant, de quien
teodicea. No sólo afirma que la ininteligibilidad del podría decirse que invierte por anticipado la célebre
mal radical (el no saber del origen) hace fracasar el po- fórmula de Carl Schmitt, los conceptos de la teoría
der de la explicación especulativa, sino que ese mismo moderna del Estado no son ni tienen que ser conceptos
fracaso implica una inversión de perspectiva hacia la teológicos secularizados. En esas condiciones, se com-
esfera práctica. A esta aporia especulativa (pues el prende que Schmitt haya hecho suya y prolongado
mal radical pone de relieve la aporía del sometimiento (precisamente desde el punto de vista de la teología
al esquema de la causalidad) replica, «desbordándo- política) la objeción de Hamann a Kant: Dios, aparta-
la», la tarea infinita de la libertad práctica: «si pudié- do del mundo por el deísmo del siglo XVIII, se ha con-
ramos poseer aquí un saber», escribe Jaspers, «nues- vertido en una instancia neutral con respecto a los an-
tra libertad quedaría paralizada».13 Puesto que no po- tagonismos de la vida real. De tal manera, ha dejado
seemos ese saber tal como podríamos disponer de una de ser un Ser para convertirse en un concepto. Pero no
es una paradoja menor el hecho de que el pensador de
13 Karl Jaspers, .. Le mal radical chez Kant-, en Bilan el perspec- la <<religión» --el que ve en el hacer de la institución
tives, París: Desclée de Brouwer, 1956, pág. 210 [.EI mal radical la ocasión privilegiada de las falsas sintesis- haya
en Hegel.., en Balance y perspectiua: discursos y ensayos, Madrid:
Revista de Occidente, 19531. " [bid., pág. 206.

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enunciado en cierto modo, contra las pretensiones del bien universal jamás habría inflamado el corazón hu-
teólogo político, la necesaria distinción de lo a-teo y lo mano» (Teoría y práctica). Basta con aprehender esta
a-teológico. Y es sin duda esta distinción la que, consi- estructura del dispositivo de pensamiento kantiano
derada con el rigor de sus consecuencias, cien-a el ca- para no caer en el contrasentido, tan difundido, que
mino a toda política que se afirme (explícita o implíci- asimila (o finge asimilar) el mal «radical» con el mal
tamente) como un sustituto de la teodicea, es decir, co- «esencial» o «absoluto»I5 Políticamente hablando,
mo una dogmática de la redención. una estructura semejante es decisiva, porque obstacu-
Así entrelazada con la temática del mal radical-y liza tanto a la teología enmascarada de las políticas
hasta apoyada en ella-, tal como el objetivo de la to- decisionistas como al desencantamiento apolítico de
talidad (la demanda de un «objeto completo de la vo- las políticas de la supervivencia. Y si la estructura dú-
I~tad») se entreteje con la patología de su cumpli- plice de la razón política fue calificada de trágica, no
mIento estatutario, la política de Kant no puede defi- ha sido a la ligera, pues la «manera política» de la filo-
nirse en ningún caso de manera estrictamente negati- sofia de Kant reactiva, en las condiciones específicas
va o restrictiva: hemos visto que no podía reducirse a de la modernidad, la articulación requerida por Aris-
la dimensión defensiva de una «política del entendi- tóteles entre laphronesis y el deinon. La problemática
miento» que se conformara con oponerse al objetivo del mal radical (ese «hecho inteligible» que afecta a
abarcador de una gran .política de la razón». Si hay toda acción y del cual ningún esquema explicativo da
una Schwürmerei de la razón política, si esta es dispa- razón) «corrige» el optimismo histórico, genera la vo-
l-atada, debe verse en ello el signo, a la vez, de un re- cación por la incertidumbre (a la vez que exige la orien-
querimiento legítimo y una patología dificilmente evi- tación en el obrar) y hace que en materia de pensa-
table. Para afrontar el carácter trágico de esta estruc- miento político los juicios determinantes sean inope-
t~~ dúplice, Kant no se refugia (como lo atestigua el rantes. No sólo porque se trata de juzgar y actuar en
JUICIO que pronuncia sobre la Revolución Francesa, y situación, allí donde el universal no está ya dado (lo
del que no se apartará nunca) en una posición de re- que ya está presente es la anterioridad insondable del
pliegue. La revolución misma acarrea en su estela mal) y la inquietud no tiene remedio, sino porque el
tanto el entusiasmo por el signo de histol;a que da tes- juicio refiexionante asegura la posibilidad de una {L-
timonio de la disposición moral de la humanidad co-
15 Está claro que todo este análisis rubrica mi tolal discrepancia
mo el horror por el acto que representa la radicalidad respecto de la lectura que Alain Bndiou hace de la doctrina kan-
del mal como inclinación de la naturaleza humana. tiana del mal radical. Pam favorecer su polémica contra los deren·
Nunca dejaremos de señalar hasta qué punto ese sores de la ideología de los derechos humanos, Bndiou identifica
entrelazamiento es emblemático. En efecto más «ori- sin más t.rámite el mal radical con el mal absoluto. Esa asimila-
. . ' ción le permite afirmar que estamos en presencia de un tema que
gmana» que la «radicalidad» del mal es la disposición
no sólo _pertenece a la religión_, sino que, por añadidura, consti-
que funda la exigencia de la tarea política. Y, al mismo tuye una. tentativa -incoherente_ de ocabsolutización religiosa del
tiempo, esta disposición sustrae al hombre del encie- Mal. (L'Ethiqllc. .. , op. cit., págs. 55·60). Es evidente que el proce-
n-o de la desesperación y lo orienta teleológicamente der kantiano se encamina, a mi criterio, en la dirección exacta·
hacia la esperanza: esa «esperanza de tiempos mejo- mente opuesta y Que desnbsolutiza cualquier cristalización de ti-
po teológico-político.
res, sin la cual un deseo serio de hacer algo útil para el

184 185
nalidad sin fin o, si se quiere, de una libertad actuan-
te. Vamos, por consiguiente, del mal radical al ejerci-
cio del juicio ref1exionante como íbamos, mutatis mu-
tandis, del deinon al ejercicio de la «sabiduría prácti-
ca" en Aristóteles.

Los trágicos griegos sabían más que nadie que la


problematización del deinon no significaba su supre-
sión: el llamado al phronein seguía conservando la
huella imperecedera de lo antiguo y lo inquietante.
También sabían que el hombre no se libera del terror
que lo encadena reprimiendo el horror de las posibili-
dades que lleva en sí y que son el fondo mismo de la
prueba humana. Lo trágico instruía así a lo político.
Suele decirse que vivimos un tiempo del que los
dioses se han ausentado. Llegaríamos de buena gana
a lamentar que en ese tiempo nadie esté contra el
hombre como no sea el hombre mismo, y no distamos
mucho de atribuir el desamparo (es decir, la chatura)
de nuestro presente a la desaparición o, al menos, la
supresión de las determinaciones antropológicas: ¿es
el hombre bueno?, ¿es malo? De conformidad con la
idea de que las teorías políticas «coherentes" se rigen,
en última instancia, por una antropologia positiva
(optimista) o por una antropologia negativa (pesimis-
ta), las formas inversas y simétricas de lo que Michel
Foucault llamaba «gubernamentalidad racional" se
desplegaron, la mayor parte de las veces, en el marco
de la alternativa del «despotismo moral" o el «despo-
tismo político», el angelismo o la malignidad. Dado
que la problemática del mal radical rechaza desde el
inicio una alternativa de tal índole, enseña el verdade-
ro medio de lo político y nos ayuda a desenredar la
madeja de una lógica que lleva en sí, a la vez, el senti-
do y el sinsentido, la fragilidad y el coraje de la espe-
ranza, la quiebra y la responsabilidad. No nos libera
de la libertad: nos libera a la libertad.

186
Myriam Revault d'Allonnes
Lo que el hombre
hace al hombre
MUTACIONES

~
¿Qy~ es lo que nuestro siglo ha agregado a lo que iempre
hemos sabido aeuca de la aterradora cantidad de fechorías que
(;) los hombres son capaces de cometer? ¿Qy~ ha aponado de
~ in~tO a lo que siempre hemos sabido (o creído saber) acaca de:
SE: lo que el bombre puede haoer al hombre?
En el siglo xx, los «campos- donde Estados y regímenes poUcicos programaron
la aniquilación del hombre revelaroo la «condición inhumana-. La historia ado~
tó la apariencia ya no del desUno (tal como lo había anunciado Hegcl), sino del
terror. Por eso la pregunta: ¿Hemos visto surgir aquí la figura exeepcional del
mal, del mal en una violencia y un horror sin precedentes? ¿O bien estamos aquL
como afirma Hannah Arend~ simplemente ante la óanaliMá del mal?

Myriam Rcvault d'Allonnes loma como punto de partida esta expresión, euyo
sentido se: desgastó aun antes de haber sido comprendido, parn tratar de analizar
lo que: el hombre puede hacer al hombre, es decir, la vinualidad siempre presente
del mal pollJico. Para entender el presente de ese mal es preciso reabrir el pasado,
remontarse al mal radiaJ según Kant, volver también al lazo enrre lo trágico y la
capacidad de institución política en Aristóteles, y luego releer a los modernos.
como Hobbes y dos de sus grandes comentaristas: Carl Schmíu y uo Saauss.
Encontraremos en esta lectura inédita, como un hilo conductor, la idea de una
humanidad desprovista de toda pretensión de inocencia, de una humanidad de-
vuelta al mal de la lilxrtad (de su libertad) y, por lo tamo, a su poder de obrar.

MYlUMI REVAULT D'Au.oNNE5 es filósofa y docente de la Universidad de


Estrasburgo, y ha sido direc:tora de programa en el College Internacional de Phi·
losophie. Entre sus obras podemos citar El ptxkr de /as cumiDuDJ. Ensayo JObr< la auto-
rUlad y El iIornbr< 0111IIJasWn0l, ambas publicadas por nuestro sello edilOrial.

Amor

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