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Palabras de inicio.
Muchas gracias, por compartir esta instancia, a los compañeros del Partido Comunista
(Acción Proletaria), esta conversación sobre los problemas políticos nacionales.
Hemos asumido una responsabilidad política de manera conjunta en las actuales
circunstancias y, en el trayecto de esta conversación, vamos a ver cuáles son los
puntos más importantes. Así que, muchas gracias por hacerlo conjuntamente.
Mis primeras palabras serán para reafirmar nuestro compromiso con la necesidad de
tener una patria para todos, una vida digna para todos, independiente de dónde
vivamos y de cual sea nuestro origen étnico. La libertad para los presos políticos
mapuche en torno a las demandas debe convertirse en una de las principales, por lo
tanto, rechazamos profundamente la represión y reivindicamos la necesidad de una
alianza entre el pueblo chileno y el pueblo mapuche en la perspectiva democrática.
¿Creen ustedes que se ha producido algún cambio en nuestro país a partir del
llamado estallido social y la actual pandemia y dentro de esa misma lógica, ¿cuál
creen ustedes que ha sido el rol de la oposición?
Yo creo que al tema del rol de la oposición habría que darle un marco de referencia
general, previo al desarrollo de la pandemia. A partir del 18 de octubre se genera una
crisis política general que hace que estén cuestionadas todas las representaciones
políticas. No es que estén listas para caer ni mucho menos, pero el desacrédito de la
política establecida, digamos, tanto desde la llamada oposición como por el gobierno,
había entrado en una situación de desprestigio constante. O sea, era una sumatoria
de fenómenos que los desprestigiaban como tal.
¿Qué es lo que han hecho estos bandidos y cínicos, a mi juicio? Primero, el gobierno
obliga al campo popular, a partir del uso de la pandemia y de las actividades del 18
en adelante, a un repliegue, de tal manera que, permitirse a ellos mismos las
condiciones para enfrentar de mejor manera una crisis económica que no es producto
ni de la pandemia ni del estallido del 18 de octubre. Es una crisis con un desarrollo
previo. Uno puede decir que, a lo mejor, estas situaciones (la pandemia y el estallido)
agudizan el problema. Pero, también, hay que decir que el gobierno aprovechó estas
situaciones para obligar al campo popular, permanentemente movilizado, a
replegarse. En ese plano el gobierno, y en otro, la llamada oposición, que hay que
considerarla como una oposición intra-sistema, no posee un proyecto o una
propuesta, o un programa político y económico distinto. Al contrario, son disputas entre
ellos mismos. Montaron, cínicamente a mi juicio, y explicaron al pueblo chileno sobre
las injusticias que tiene este sistema, después de que ellos han gobernado más de
dos décadas.
El cinismo es tan grande, que los mismos senadores y diputados que han aprobado
las leyes conjuntamente con la derecha vienen a explicar al pueblo, que sufre
directamente las condiciones, que el modelo es injusto. Evidentemente eso es más
desprestigio todavía aun y al mismo tiempo, va dejando el espacio para que surja una
oposición real, que no puede ser sino una oposición de izquierda. En este sentido, en
las relaciones del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, el Partido Comunista
(Acción Proletaria) y Unión Patriótica, tenemos la visión de que es necesario levantar
esa propuesta porque aun teniendo ciertas dificultades y deficiencias en la
acumulación de fuerzas, nosotros queremos superarlas. Mientras que algunos otros,
que tienen condiciones, no quieren.
Desde nuestro punto de vista, hay sectores de izquierda que han participado del
modelo y han logrado capitalizar bastante bien del sistema económico y de poder en
general, y están bien así. No tienen necesidades. No tienen la necesidad que tiene el
pueblo y que se debe solucionar de manera urgente. El rol de la oposición fue
favorecer todas políticas planteadas por el gobierno para efectivamente licenciar a la
gente, mandarla para la casa y condenar la movilización social. Es mucho más
peligroso aún, porque desde el Frente Amplio hasta el otro lado, estuvieron dispuestos
a aprobar leyes altamente represivas y preparadas para la continuidad, para la post-
pandemia. No eran leyes, como el tema de la inteligencia que siempre está presente,
para resolver los problemas de urgencia inmediata, eran leyes para proyectar mucho
más allá, porque lo que viene después de la pandemia es una situación que ataca, de
todas maneras, a los intereses de los trabajadores y sus familias. Por lo tanto,
necesitamos mostrar una oposición de izquierda, una oposición política de izquierda.
Si alguien no quiere sumarse y se siente mucho mejor ligándose hacia centro, que lo
haga, pero el pueblo chileno, incorporándonos a nosotros mismos, que hablamos
desde dentro de los trabajadores, necesitamos una oposición política de izquierda. No
porque vaya a cambiar inmediatamente la situación, pero es necesario ir
estableciendo un nivel de correlación de fuerzas absolutamente distinto, favorable al
campo popular. Ha habido un cambio y nosotros quisiéramos que ese cambio se
convirtiera en fuerza política, social y organizada.
Nosotros, como izquierda revolucionaria, hemos tenido una suerte de aprendizaje este
último tiempo que nos ha indicado lo siguiente: la carencia fundamental de la masa o
del pueblo organizado es tener un programa para el país, digamos, ahora y hacia el
futuro. Un programa que haya sido conversado y discutido por quienes estén
disponibles para enfrentar esta situación. El norte no es claro, no se sabe para dónde
ir, o cada cual puede creer que está haciendo muy bien su trabajo pero de manera
dispersa. La principal carencia es un programa que oriente el quehacer cotidiano, que
nos oriente en cualquier tipo de luchas, incluyendo, por supuesto, los procesos
electorales en curso. Nosotros tenemos la experiencia, conjuntamente con los
compañeros del PC(AP), con procesos de alianza dentro de la izquierda en los cuales
hemos participado de manera muy honesta. Sin embargo, nos hemos dado cuenta,
posteriormente, de que todos esos procesos de alianzas de izquierda han sido
sumatorias para una buena negociación. Eso lo aprendimos hace un tiempo atrás y
ya no vamos a cometer el error de creer que, por discutir determinados documentos,
estos se van a transformar en una realidad concreta. No. La construcción de una
fuerza, requiere de construcción de fuerza orgánica y para eso necesitamos un
programa. Por ejemplo, La Revolución Pingüina terminó con sus más connotados
dirigentes en el parlamento, para hacer lo que ya han hecho durante todo este tiempo.
No estoy diciendo que hayan sido erróneas las políticas levantadas, lo equivocado es
la utilización de la demanda social para transformarla en movilización para la
negociación y no para la construcción de más fuerza.
Piñera nos planteaba en el discurso, que ellos han ratificado su acuerdo con la
economía social de mercado. No lo manda a decir con nadie. Es clarito y más encima
hay aplausos de todos los que están presentes ahí. Pero esta economía social de
mercado es subdesarrollada, es dependiente, no tiene nada que ver que con la
economía social de mercado alemana. Sin embargo, nos meten ahí, en un intríngulis
medio extraño, en el que supuestamente nosotros somos de la OCDE y parte de los
países desarrollados. Viene un virus y nos devuelve inmediatamente al mundo
latinoamericano, subdesarrollado y dependiente económica y políticamente.
Decíamos que algo ha cambiado, pero necesitamos transformar ese cambio en fuerza
y en conciencia. El programa lo necesitamos, es urgente para lo inmediato, para los
procesos electorales y para las luchas sociales en el futuro.
Lo último. No es posible que nos juntemos sólo para los procesos electorales. Otra de
las maldiciones de la izquierda chilena y, en muchos casos, de la izquierda
latinoamericana. Se junta, elabora tremendas teorías sobre los temas, pero, al finalizar
el proceso electoral vuelve todo a la normalidad y se divide a pesar de que los
problemas de los trabajadores siguen estando allí. Después, en cuatro años más, se
vuelven a juntar para hacer el mismo ejercicio. Eso, nosotros no lo tenemos que hacer.
Con la pandemia se han hecho más ricos los dueños de los supermercados, al capital
financiero le ha llegado plata como nunca, pero ese dinero sale de las mismas
personas que reciben las canastas y que, en muchos casos, creen que es una
donación del gobierno. Entonces, se requiere de una posición de izquierda que aclare
que las canastas son los impuestos de la gente que están siendo devueltos, ante
determinada situación. Nadie les está pasando plata y si el país requiere endeudarse,
interna o externamente, quienes van a pagar la deuda seguirán siendo los
trabajadores y sus familias. O sea, nada sale del capital, nada sale de la gran empresa,
sin embargo, han tenido espacio en la televisión y en otros medios cuando donan tal
o cual cosa. Pero, por supuesto, se están ahorrando millones de dólares. Para que,
por ejemplo, el pequeño o pequeña empresaria y el y la trabajadora, puedan aspirar a
tener mejores condiciones de vida es necesaria una representación política con la cual
se identifiquen. ¿Cómo es posible, por ejemplo, que los pueblos originarios de Chile
tengan una representación real, si no es mediante una posición política que surja
desde el campo del pueblo? De hecho, no la tienen en este minuto. Por lo tanto, todo
proceso de democratización que, evidentemente, se necesita en Chile, requiere de
una alianza entre el campo popular y sus representaciones políticas. Para ello, hay
que construir las condiciones, no van a llegar por sí solas. El Partido, los partidos, las
organizaciones y los seres humanos que los componen, tienen que trabajar para
generar las condiciones, no aparecen espontáneamente, se generan. Nosotros
estamos en ese proceso, con nuestra alianza, generando las condiciones, no las
estamos esperando. Estamos actuado sobre la realidad.
Ante el virus, por ejemplo, se planteó que había que mantener cierta distancia a fin de
evitar contagios, pero la gente vive hacinada en las casas que este modelo, que esta
economía social de mercado, les ha hecho. “Pero es que la gente tiene que buscar
trabajo”, dicen, pero la gente está encerrada en sus casas. Entonces, hay una cantidad
de contradicciones, que se manifestaron en este minuto, que se tienen que aclarar y
para eso, necesitamos una posición que surja del campo popular, desde los
trabajadores. Y esto no es un cliché. Quienes aportan más al financiamiento del
Estado son los trabajadores y sus familias, no es el gran empresariado. Por lo tanto,
la economía social de mercado es antidemocrática porque usa en beneficio de unos
pocos el dinero de la gran mayoría. Mayoría a quien se les entrega una pequeña
porción para tan sólo sobrevivir.
Todos los índices, que han mostrado ellos mismos, hablan de un PIB que ha
aumentado. Sin embargo, esas ganancias no han llegado a ninguna parte. Alrededor
de 23 mil dólares de aumento, pero el pueblo chileno vive con mucho menos que eso.
Habría que decirle al pueblo que vayamos a reclamar nuestra parte.
En primer lugar, existen diferencias que no son evidentes, que dicen relación con los
programas que nutren a una izquierda que participa del proceso electoral y una
izquierda revolucionaria fuera del proceso parlamentario. Cuando el Partido
Comunista planteó durante mucho tiempo la exclusión y ellos entraron a la política
parlamentaria, terminó la pelea por la exclusión. Al parecer ahí se termina la
representación politica. Y es que hay una diferencia importante relacionada con temas
programáticos de fondo que no se mencionan. Por ejemplo, cuando se utiliza la
movilización social para llegar a una negociación - quiero aclarar que yo no estoy en
contra de la negociacion-, estoy diciendo que a la negociacion ocupan, llevan y
desarman la movilización. Por supuesto que hay concepciones distintas.
Hoy día las transformaciones son tan grandes que se necesitan cientos de miles de
personas organizadas para desarrollar la educación, el deporte, el área de salud,
desarrollar las temáticas de medio ambiente, se requiere de pueblo y trabajadores
organizándose. Las deficiencias de pensar que todo llega desde el aparato estatal,
aunque necesitemos más Estado, tiene la dificultad del “venir desde arriba”. Lo que
se requiere al democratizar la sociedad chilena, es de tener una organización social
que surja desde abajo, que conociendo los problemas de manera directa y no por
datos o estadísticas, sino por problemáticas que conocen las personas, el proceso
pueda enriquecerse. Se requiere una masividad consciente, no masa amorfa. Es
pueblo consciente.
Para resolver los problemas de nuestra sociedad debe haber organización y dirección
politica, deben saber para donde van. El proceso es constante, permanente, no acaba
y culmina con terminar con la Constitución de 1980 de la Dictadura, sino que sigue,
se sigue profundizando y levantando. Por una nueva Constitución no van a aumentar
los salarios necesariamente, o la gente saldrá de la pobreza. Se requiere de miles de
personas organizadas trabajando en todas las áreas de una sociedad como la nuestra.
El mayor valor de una sociedad está en sus personas, en sus trabajadores, gente que
sabe como hacer, nadie le va a decir a un pescador como tiene que hacerlo. Lo que
debe hacer el Estado es que el pescador tenga acceso al mar y los productos del mar,
y no que se los coman las grandes transnacionales. Imaginemos la cantidad de áreas
en donde deben volver a plantarse árboles en este país. Cuando hablo de un nuevo
programa es de una nueva sociedad, no solo problemas políticos inmediatos. Una
nueva sociedad en que podamos vivir dignamente todas y todos.
Hay dos cosas, lo urgente y lo más de fondo. Lo urgente, como política, es que
nuestras organizaciones agiten y llamen a que todos, la mayor cantidad de personas
voten en el plebiscito por el Apruebo y marquen Asamblea Constituyente, que sea
masivo, una fuerza que demuestre una voluntad de cambio. La primera tarea es esa:
agitar el plebiscito.
Que los trabajadores dejen de vivir la miseria, que los jóvenes tengan una expectativa
de superación de sus condiciones de vida, en ocasiones, miserables, que haya acceso
a las ciencias y tecnologías, a la diversión, al deporte. Esto debe contener un
programa, el cual no puede estar en manos privadas sino en las del Estado que
garantiza que así sea. No es posible que quede a la mano invisible del mercado las
situaciones básicas de las personas, tales sean los derechos humanos, sociales y
políticos. Acabar con la Constitución del 80’, planteada en tiempos de Dictadura y
remozada por las alianzas de la Concertación. Al mismo tiempo debe existir una
alianza de pueblos en Chile, el pueblo mapuche, el pueblo aymara, el pueblo chileno.
Debe haber un reconocimiento expresado en la Nueva Carta constitucional. Chile
tiene que ser, por respeto a su historia y al presente, un Estado Plurinacional. Hay una
cantidad de elementos importantes a conversar y de incorporarse en una nueva
sociedad. Considerar también impulsar una economía mixta, una economía privada
en el caso necesario. Las personas de pequeños emprendimientos y medianas
empresas deben ser apoyados por el Estado para que las personas puedan
desarrollarse. Necesitamos que nuestra sociedad entre, al menos en la segunda mitad
del siglo XXI, en condiciones de dignidad generada por las mismas personas, construir
el futuro para ellos y su descendencia.
Cierre:
Agradecemos poder compartir con las personas que nos están viendo y reiterar la
necesidad de encontrarnos. Aquí por muchos años se ha trabajado por mantener la
dispersión de la gente honesta, de la gente de quiere cambios reales. Se ha invertido
mucho dinero y mucho esfuerzo para que la izquierda consecuente y revolucionaria
se mantenga dispersa. Es necesario entonces tomar una decisión y terminar con ese
proceso, terminar de hacerle el juego a quienes quieren impedir que surja una posición
de izquierda, porque esa posición clara puede tener el respaldo de cientos de miles
de mujeres y hombres que durante todo este tiempo han debido resolverse entre el
mal menor, porque a nosotros nos han mantenido escondidos, nos han limitado e
impedido participar.