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El sendero con Mi Maestro

Mónica López
“No creáis en nada simplemente porque lo diga la tradición, ni siquiera aunque
muchas generaciones de personas nacidas en muchos lugares hayan creído en ello
durante muchos siglos. No creáis en nada por el simple hecho de que muchos lo crean o
finjan que lo crean. No creáis en nada porque así lo hayan creído los sabios de otras
épocas. No creáis en lo que vuestra propia imaginación os propone cayendo en la
trampa de pensar que Dios os lo inspira. No creáis en lo que dicen las sagradas
escrituras, sólo porque ellas lo digan. No creáis a los sacerdotes ni a ningún otro ser
humano. Creed únicamente en lo que vosotros mismos hayáis experimentado,
verificado y aceptado después de someterlo al dictamen del discernimiento y a la voz de
la conciencia”.

BUDA

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Introducción
Hace 23 años tuve mi primer encuentro con Guías espirituales. Por aquel entonces
mi camino espiritual se limitaba a la práctica de la meditación y lecturas de sabiduría
oriental. Mi fe no era devocional, no pedía milagros ni me interesaban los fenómenos
paranormales. Consideraba a la vida mi escuela y averiguar hasta donde podía llegar
desarrollando las herramientas con las que había nacido era mi gran desafío. Nunca fui
atea ni agnóstica. Desde siempre tenía la profunda y secreta convicción de una Energía
Superior. Esta búsqueda espiritual era parte de mi mundo privado casi con nadie
compartido. Los demás veían sólo las prácticas externas. Yo buscaba profunda y
sinceramente la armonía interna y el aprendizaje continuo aunque de ningún modo creía
en ángeles ni Maestros no encarnados. Para mí, el sendero espiritual era simplemente
desarrollar al máximo mis capacidades internas y aprender de cada experiencia vivida.
Pero aquella noche de 1994 conocí la existencia de Guías y Maestros espirituales y
yo, que no creía ni en milagros ni en experiencias mágicas me vi de pronto envuelta en
un torbellino energético que cambiaría mi vida para siempre.
Hoy, después de tanto tiempo Sus Presencias son absolutamente familiares tanto para
mí como para mis seres queridos y muchas personas vienen cada año a recibir mensajes
que tocarán profundamente sus corazones. Largo es el camino recorrido y muchas las
vivencias que me fueron transformando.

“-Hija, es tiempo de escribir tu segundo libro. Es tiempo de que


cuentes tus vivencias desde el momento de tu primera
canalización.”

El pedido llegó sin anuncio previo. No era la primera vez que me pedían algo así. El
primer libro también había sido un pedido de Mis Maestros.
En aquel momento se me pidió contar distintos episodios de mi vida en los que yo
hubiera aprendido algo sobre la muerte, la importancia de los encuentros, la búsqueda
interna etc., etc. Ellos después darían un mensaje sobre cada tema. Necesitaban
transmitir que, la verdadera Senda Espiritual es la propia vida y que en ella se tiene todo
lo que el alma necesita aprender.

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Tuve resistencia en escribirlo. ¿Por qué tenía que hablar de mi vida privada? Mi
tarea con Ellos hasta ese momento había sido ser sólo un nexo entre los Guías y los que
necesitaban Sus mensajes. ¿Por qué era necesario exponerme?
Como ya están acostumbrados a mis protestas y resistencias no se dieron por
aludidos. Siguieron insistiendo y, finalmente, en 2014 el libro quedó terminado.
¿Qué debía hacer con él?

“Dalo a todo aquel que acuda a verte para tener una


entrevista.”

De esa forma el libro comenzó a circular más allá de lo que yo hubiera imaginado.
Quien lo recibía de mi mano luego lo iba dando a otros comenzando una cadena
interminable. Es así como comenzaron a llegarme mails de distintos lugares del mundo
solicitando una entrevista por Skype. ¡Cuántas cosas facilita la tecnología!
Gente a la que no conocía pero que había accedido a leerlo me decía con toda
naturalidad:

- ¿Seguís peleándote con Tu Maestro?

- A mí me pasó algo parecido con la muerte de mis padres.

Ellos sentían una familiaridad que no dejaba de sorprenderme pero también notaba
que, lo que los Maestros querían transmitir era inmediatamente comprendido: No se
necesitaba nada especial para recorrer una senda espiritual. Sólo ser conscientes de
nuestra propia vida.
Ahora tenía que relatar mi aprendizaje de la mano de Mis Guías y Maestros. Tenía
que contar más de 20 años trabajando con Ellos.
Durante el verano de 2016 comencé la ardua tarea de recordar todo lo sucedido desde
aquella primera canalización. Era tanto lo que había sucedido durante esos años que no
sabía ni por dónde empezar.
Me resultaba muy difícil contar con claridad hechos que se superponían unos a otros.
Además, a medida que iba recordando todo lo vivido tomaba conciencia de cuantas
cosas había aprendido casi sin darme cuenta y de lo mucho que había cambiado durante
esos años.

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Al poner cada vivencia sobre el papel fui entendiendo que había un cierto método
que empezaba a vislumbrar. Los acontecimientos, las crisis, los encuentros con
determinadas personas ahora se veían siguiendo un hilo conductor que daba como fruto
mi crecimiento interno.
A medida que iba escribiendo mis experiencias me daba cuenta de qué difícil les
habrá resultado a Ellos trabajar conmigo. Mi resistencia a dejarme Guiar fue
inclaudicable. Aun hoy no dejo de protestar. Aunque ya, después de tantos años de
trabajar juntos, sé que Ellos, amorosa y pacientemente, me darán el tiempo necesario
para asimilar, aceptar y seguir mi camino.
Es un libro que me ha costado mucho escribir. No sólo por mi resistencia sino porque
en el medio hubieron muchas tormentas de todo tipo que hacían que la escritura se fuera
postergando.
Cuando supe que tenía que escribirlo, inmediatamente pensé en Luz, una mujer con
cuya experiencia había aprendido mucho. Ella aceptó compartir su historia aunque
también a ella le resultó ardua la tarea. Curiosamente, cada vez que yo me estancaba en
la escritura llegaba un llamado de Luz:

- Moni., no avanzo. Estoy estancada.

A medida que hablábamos yo me oía dándole explicaciones que también servían a


mi estancamiento. Nos vimos sólo un par de veces durante este proceso pero nos quedó
muy claro que estábamos trabajando en equipo. A ella le debo el haber podido cumplir
con la tarea pedida por Mi Maestro. Es por eso que este libro comienza con su historia.

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Luz
Mi trabajo con los Guías implica un aprendizaje constante, una aventura
inesperada, un desafío continuo. Aun cumpliendo siempre el mismo ritual, las mismas
ceremonias nunca una entrevista es igual a otra. Pero esa mañana del 17 de agosto de
2008 estaba por comenzar una historia diferente a todas las demás, de la que sigo
aprendiendo y que hoy, con el permiso de la protagonista, me atrevo a compartir.
Hacía nada más que un par de años que daba entrevistas personales. Aun me costaba
adaptarme a la energía de los Guías por lo tanto sólo resistía una entrevista semanal.
Esa mañana de domingo, al abrir la puerta, conocí a Luz, una bonita mujer de larga y
enrulada cabellera. Había llegado, como todos, por un misterioso boca a boca.
No recuerdo que le dijo Su Guía en aquella ocasión pero a partir de ese día nos
encontrábamos puntualmente una vez al año para que ella pudiera recibir Su Palabra.
Luz era psicóloga. Amaba su profesión y siempre estaba tratando de incorporar
técnicas que ayudaran cada vez más a sus pacientes.
Por aquel entonces no estaba feliz con su vida. Los 40 se acercaban y la angustiaba
no haber cumplido su sueño de formar una familia. Era su gran preocupación y a pesar
de ser muy exitosa en otros aspectos de su vida, año tras año la veía cada vez mas
frustrada y enojada por no lograr formar la pareja deseada.
Por mi parte, día tras día me iban “entrenando” para que me adaptara cada vez más a
la energía de los Guías. Como consecuencia de esta preparación, para 2013 yo ya podía
tener seis entrevistas por semana repartidas en dos días sólo consagrados a esta tarea.
Aquel 15 de agosto, una vez más, abrí la puerta a Luz.
Esta vez la encontré distinta, muy distinta. No era sólo por su nuevo corte de pelo.
Había algo que me hizo decirle:

- - ¡Qué bien te veo Luz! Estás distinta…. ¡Ese corte de pelo te queda muy bien!
- - Es peluca Moni. Tengo cáncer…

¡Vaya sorpresa! Mientras ella me contaba todo lo vivido durante ese año yo me
seguía preguntando cómo era que yo la veía mucho mejor que en los encuentros
anteriores.
Hacía unos meses le habían detectado un cáncer de mama. Las tremendas quimios a
que estaba siendo sometida le limitaban mucho sus actividades cotidianas. De todas
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formas, trataba de buscar toda la ayuda posible para facilitarse este tramo del camino
que le tocaba recorrer.
Luz era hija única. También para sus padres era una difícil prueba y ella era
consciente de que no podía ni debía recargarlos con más dolor. Iba buscando cuanto
apoyo encontraba para sostenerse. Hasta se había acercado a un grupo de mujeres con
su misma enfermedad el mismo día en que su pelo había comenzado a caer.
Esta Luz luchadora y aferrada a la vida era muy diferente a la que había conocido en
las entrevistas anteriores. Hoy estaba tomando absolutamente las riendas de su vida. No
sólo eso: estaba tratando de ver cómo podría usar lo que estaba viviendo para ayudar a
otros que estuvieran viviendo una experiencia similar

- ¿Sabés? Ser paciente es una vivencia muy diferente a otras. Más allá del
sufrimiento físico ves como otros deciden sobre tu vida o las condiciones en que
tendrás que vivir sin casi tenerte en cuenta. Algunos médicos y enfermeras
fueron muy cariñosos conmigo pero otros….. ¿podés creer que llegaron a
retarme?
- No entiendo. ¿Por qué te retaron?
- ¡Porque tengo venas difíciles de encontrar! Jajajaja ¡Como si yo pudiera
solucionarlo voluntariamente!

Lo dijo con angustia y humor al mismo tiempo. Angustia por recordar lo indefensa y
vulnerable que la habían hecho sentir pero sin poder evitar la risa por lo ridícula que era
semejante situación

- Estoy observando qué poco preparados están los profesionales de la salud para
acompañar a las personas en estos momentos. Saben técnicas y métodos pero
ignoran la angustia y el miedo del enfermo. Además no se dan cuenta del poder
que para el paciente tiene cada gesto y cada palabra de su médico. Tengo
intenciones de preparar charlas para ayudar a pacientes y quizás en un futuro
ayudar también a los médicos a que puedan conectarse mejor con las
emociones. Ya que tengo que pasar por todo esto le daré un buen uso. ¿Te
parece una buena idea? ¿Te acordás lo infeliz que era antes? Hoy hasta disfruto
de mi taza de té frente a la ventana cada mañana. Aun con todo lo que estoy
viviendo me siento más plena hoy que hace un tiempo atrás.

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Ahí estaba la respuesta. Luz realmente estaba MUCHO mejor que en todos nuestros
encuentros anteriores. Como pasa muchas veces, pensar en cómo poder aliviar el dolor
de otros estaba aliviando su propio dolor. Luz estaba desplegando sus alas con un
enorme e inesperado Maestro: el cáncer. La entrevista me dejó pensativa ¡Por cuántas
cosas tenemos que pasar para sacudirnos y animarnos a vivir realmente!
Tampoco esta vez recuerdo qué le dijo Su Guía. Pero lo que sí recuerdo es que por
primera vez un Guía ponía fecha a alguien para el encuentro del año siguiente.
Deberíamos vernos en abril. Entre risas nos despedimos haciendo bromas con quien
desde ahora parecía ser “la privilegiada de los Guías”.
Con mucha intriga esperé esa entrevista. ¿Por qué necesitaban comunicarse tan
imperiosamente con ella ese día? La respuesta no tardó en llegar. Cuando vi a Luz sentí
que algo no estaba bien.
Apenas entró me pidió permiso para ir al baño. Mientras la esperaba percibí a mi
derecha un portal luminoso con mucha gente esperando. Yo no “veo” seres pero puedo
percibirlos como cuando miramos de reojo o como cuando alguien está a nuestras
espaldas. También puedo sentir cuando la energía que hay no es de Guías sino de
alguien muerto. La energía de esa gente no era de Guías ¿Qué significaba lo que estaba
percibiendo?
Apenas Luz se sentó frente a mí me dijo:

- -Ya sé por qué quería Mi Guía que viniese hoy. En diciembre murió mi papá.
Tuvo un ACV y en pocos días falleció.

La angustia de Luz era más que evidente. No me atrevía a decirle que su padre estaba
allí, junto a nosotras…. rodeado de mucha gente. Comencé a canalizar las palabras de
Su Guía hasta que en determinado momento se anunció que su padre vendría a hablar.
No son muchas las veces que esto sucede. Cuando se le permite acercarse a alguien
que murió para que dé un menaje es sólo porque se lo considera necesario para cerrar
alguna cuenta pendiente o sanar alguna vieja herida. Nunca depende del deseo de quien
viene a recibir una canalización. Se trata de no molestar el camino que cada uno debe
recorrer.
Por lo visto, en este caso había algo importante que recibir. Pero no sería sólo para
Luz…

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Su padre comenzó relatándole el momento de su muerte. Le explicó que él tenía
mucho miedo a morir y que esos pocos días de internación le habían resultado muy
difíciles. Sin embargo, en el momento de su partida su madre estaba esperándolo junto a
su cama. También le contaba con sorpresa que, detrás de su madre estaban otros
parientes y ancestros que nunca había llegado a conocer. Venían a buscarlo y a darle las
gracias. Luego le contó que se había encontrado con seres muy amorosos que le habían
mostrado su vida.
Sus palabras eran livianas, cariñosas. Yo era testigo de una “charla” muy particular
entre padre e hija, una charla llena de guiños y complicidades.

- ¡A que no sabés qué! ¡Parece que en un tiempo voy a volver a vivir! ¡Quién lo
hubiera dicho¡ Resultó que vos tenías razón.

A medida que iba dictando a Luz las palabras de su padre veía como su cara se iba
iluminando de sonrisas. Su mensaje terminaba con una frase que hizo que las dos nos
riéramos con ganas

- ¿Viste Luz? ¡Soy el muerto más vivo que nunca hayas conocido!
- Tal cual Moni. Así era mi papá. Aun en las situaciones más difíciles siempre
decía algo que te hacía reír.

Había sido un hermoso encuentro. Pero aun yo tenía mucho que aprender.

- Hay algo que no te dije Luz. Cuando te fuiste al baño yo sentí la presencia de tu
padre pero también la de mucha otra gente. Por lo que te dijo supongo que
serian esos ancestros de los que hablaba.
- Supongo que sí. Es increíble lo que acaba de pasar y me hace entender muchas
cosas.
- ¿Sí?
- Cuando me dijeron que tenía cáncer mis padres estaban devastados. No sabían
qué hacer, Yo trataba de no preocuparlos pero no podía evitar que vieran el
efecto de las quimios. Un día, vinieron a casa muy serios a preguntarme que
podían hacer por mí, qué era lo que yo realmente necesitaba que hicieran. Por
aquel entonces yo había empezado a hacer constelaciones familiares pero no
pude seguir y el trabajo quedo sin terminar. Como la terapeuta que lo hacía me
había contado que se podía hacer el proceso por otros les pedí que alguno de

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los dos fuera a terminar lo que había empezado. No sabía por qué pero sentí
que necesitaba terminarlo. Mi papá no dudó ni un minuto en ofrecerse. No tenía
la menor idea de lo que se trataba pero si yo decía que eso podría ayudarme allí
iría él. ¡Imaginate! Un judío agnóstico de su edad yendo a hacer algo tan
novedoso y misterioso como constelaciones familiares, jajajaja. Nunca lo
hubiera imaginado. Pero allí fue.
- ¡Las cosas que uno hace por amor!
- Y sí. De otra forma nunca hubiera ido. Fueron varias las sesiones. Nunca llegó
a entender qué era lo que estaba haciendo pero venia muy movilizado. Estaba
reviendo la vida de familiares que nunca había llegado a conocer, muchos de
ellos muertos en campos de concentración. Yo tampoco, hasta hoy, sabía muy
bien para qué tuvo que ir. ¡Cuando en diciembre tuvo el ACV lo veía tan
asustado! Siempre había temido a la muerte. Pocas horas antes de morir
parecía mirar algo a los pies de su cama. Un conocido nos explicó cómo
ayudarlo a partir. Teníamos que decirle que no tuviera miedo, que tanto mamá
como yo estaríamos allí. No fue fácil Moni. Fueron días muy difíciles.
- Y los anteriores tampoco habían sido fáciles ¿no?
- La verdad que no. Es un tiempo muy duro, muy difícil .Pero saber que papá
está en paz y sin miedo me hace mucho bien.
- Es mucho más lo que supimos hoy Luz. Yo creo que, de forma indirecta, por su
pedido de hacer algo por vos, pudo hacer algo por él, Quizás la real razón de
que fuera a terminar tu proceso de constelaciones familiares era prepararlo
para su propia muerte ya que vos decís que le tenía tanto miedo.
- ¡Tenés razón! Claro. Por algún motivo fue él y no mi mamá quien hizo ese
trabajo.
- Y hay otra cosa que ambas aprendimos hoy. Cuando llegaste no sólo percibí a
tu padre sino a mucha otra gente. Eran, como él te dijo, sus ancestros, aquellos
que le habían agradecido su ayuda y hoy nos vinieron a dar esta enorme
respuesta: se puede ayudar a las almas en evolución con estas técnicas que
parecen tan misteriosas. Quizás sea algo de lo que tenemos que ser conscientes:
ayudar a sanar la energía del tronco familiar para ayudarlos y ayudar a los que
vendrán después. ¡Qué maravilla! ¡Vaya encuentro el de hoy!

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- ¡Sí! Y lo mejor es que esta vez no me dieron fecha para otro encuentro. ¡Ya les
tomé miedo! Jajaja

Era verdad. No habían mencionado nada de un nuevo encuentro.


En febrero, cuando me dieron instrucciones para el trabajo de ese año me dijeron
algo que me tomó totalmente por sorpresa;

- -Hija, a partir de este año sólo podrás ver a la gente en una única entrevista
personal que ya no se podrá repetir.

Mi mente de inmediato preguntó por Luz, aunque no hizo falta pues lo próximo que
dijeron fue:

- -A la única persona que volverás a ver es a Luz.

Cuando le escribí dándole la fecha para su encuentro personal me dijo que se lo


imaginaba pues tenía mucho que contarme.
Abril no tardó en llegar. ¿Cómo sería este nuevo encuentro?
Al recibirla me alegré de verla muy recuperada, tanto física como anímicamente,
Tenía muchos proyectos y poco a poco su duelo iba quedando atrás.
Luego de canalizar el mensaje de Su Guía y para tratar de explicarme algo de lo que
acababa de recibir, Luz comenzó a relatar qué había sucedido durante ese año sin
vernos.
Después de la experiencia del año pasado con mi padre sentí que tenía que volver a
ver a la mujer con la que había hecho constelaciones. Mientras estaba en el tren camino
a su casa, sentí la presencia de un hombre a mi lado No sé por qué se me cruzó el
nombre de un abuelo al que apenas conocí: Samuel.
Cuando llegué a la casa de la terapeuta, nos sentamos dispuestas a comenzar el
trabajo. A poco de empezar me dijo:

- -¡Ah! No viniste sola. Aquí hay una energía diferente A tu lado hay un hombre
que se llama Samuel y que dice que te quiere decir algo importante.
- -¡Guau! Pero tu terapeuta ¿es vidente o algo así?
- -No que yo sepa. Es terapeuta especialista en constelaciones. ¡Te imaginas mi
sorpresa! Obviamente le conté el episodio del tren. Ella me explicó que a veces
pasaban este tipo de cosas al trabajar con la energía de los antepasados. Mi

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abuelo venía a decirme que mi enfermedad tenía que ver con las raíces y los
ancestros, que yo estaría bien pero que tenía que averiguar.

Ahí recordé que mi oncólogo, una vez, al ver mis estudios, me había hablado de
hacer una prueba genética cuando terminara con todo el tratamiento, pues al tener
ancestros judíos asquenazíes había posibilidades de tener también cáncer de ovarios.
Obviamente luego de esa entrevista lo hice y dio positivo. Tuve que extirparme los
ovarios. ¡Qué curioso Mónica! Tanto hablar de sanar a los ancestros y resulta que son
los que me enfermaron. ¿Te das cuenta? Formar una familia siempre fue mi mayor
deseo y ya no lo podré cumplir. Mi familia genética termina conmigo.
No sólo era curioso sino también muy doloroso. Parecía que su tarea en esta vida era
sanar energéticamente su tronco familiar. Por alguna razón su alma había venido a
cumplir esa tarea. Aun viendo desvanecerse su sueño, Luz seguía ayudando a sus
pacientes. Era muy diferente a aquella mujer que visitó mi casa por primera vez.
Su historia era tan emocionante y sanadora que no pude impedir preguntarle.

- -Luz, ¿Vos me permitirías contar tu historia en un nuevo libro que me están


pidiendo que escriba? Creo que puede ayudar a mucha gente por varios
motivos.

Dudó antes de aceptar .Le pedí que lo pensara con tiempo y sin apuro. Sería su
decisión. Meses después recibí un mail en el que Luz me pedía disculpas. Le estaba
resultando muy difícil remover toda su historia .Lo dejaría para más adelante.
El año siguió para mí con muchísimo trabajo y la insistencia de Mi Maestro para que
me avocara a un nuevo libro. Se me pedía contar como había sido el trabajo junto a
Ellos durante estos 20 años.
Como el cansancio era mucho decidí dejar la escritura para las vacaciones de verano.
Aunque esa era realmente mi intención, una vez empezado enero me di cuenta de que
mi traba para escribir no era el cansancio. Sencillamente no quería hacerlo.
A mediados de enero recibí un llamado de Luz. Quería decirme que había intentado
ponerse a escribir su historia pero estaba empantanada. Temía dar a conocer
públicamente su historia personal. Las palabras que, casi automáticamente comenzaron
a salir de mi boca nos iban a servir a las dos.

- Mirá Luz, curiosamente estoy en el mismo punto. Creo que lo que nos está
trabando a las dos es dar a conocer nuestra historia sin estar seguras de si
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realmente queremos compartirla. ¿Qué tal si ambas nos comprometemos con
nosotras mismas para escribir pero sólo para poner nuestra experiencia sobre
un papel? En lo que a mí concierne creo que me hará bien tomar conciencia de
lo aprendido durante este tiempo. Para vos será valorar una enorme batalla que
cambió tu vida para siempre. Quizás nunca demos a leer lo que escribamos pero
me parece que será un buen ejercicio interno. ¿Qué te parece?
- Me parece genial. Me olvido de los otros y me lo cuento a mí misma. Si me
animo después te llamo para reunirnos a ver cómo contamos la historia.

Una vez más Luz era mi maestra. Sin querer me había ayudado a sacarme del
pantano en el que estaba. A mí también me ayudaría mucho hacer un recorrido profundo
por estos últimos 20 años.
El 2 de abril de 2016 nos reunimos para, finalmente, dar forma a su historia.
Decidimos que cada una hiciera su propio relato pues cada una tenía una parte del
rompecabezas y valía la pena mostrar todos los ángulos. Lamentablemente ese año fue
muy difícil de transitar para mí y el, libro no lograba avanzar. Sólo tenía dos capítulos.
En febrero de 2017 una vez más fue Luz quien me movilizó hablándome de sus
propias dificultades para poner en papel su experiencia. Por diferentes razones esta vez,
nos costaba avanzar en nuestros relatos. Nos dimos coraje mutuamente y por fin
pudimos lograrlo. Té de por medio, en una nueva reunión logramos redondear su
historia.
Es tiempo de darle la palabra a Luz. Al fin y al cabo es la verdadera protagonista de
este relato. ¡Gracias Luz por haberte atrevido a compartir tu experiencia!

“Intentaré transmitirles mi vivencia, la posibilidad de compartir junto a Mónica una


poderosa experiencia:
Mi primer encuentro con mi guía, a través de Mónica, sucedió un día a mediados de
agosto del 2008. Había llegado hasta allí por consejo de una amiga y mi simple
curiosidad. La primera impresión fue de mucha conmoción ya que las palabras que
recibía tenían relación con mi historia. Sentía que ellas venían de alguien que me
conocía profundamente. Su mensaje enfatizaba que dejara atrás lo que me
esclavizaba y rompiera la soga a la cual estaba atada.
Para iniciar mi profundo cambio, mi Guia me indicó realizar una meditación en la
cual debía observar a mi niña y dejarla en un lugar a gusto. Hoy en día, cuando
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medito, por lo general, me encuentro con una niña alegre llena de amor aunque, en
ocasiones, me sorprende con sentimientos de tristeza y soledad que intento sanar.
El mensaje esencial de mi Guía era seguir siendo yo misma para encontrarme con lo
que realmente estoy buscando.
Fueron tiempos en los que revisé mi mandato de casarme y tener hijos, situaciones
que no se habían dado debido a diversos motivos. Para ello regresé una y otra vez
sobre mi historia y mi origen, incluso hasta mi sufrimiento fetal.
Finalmente, comprendí que mi pasado era mi sanación. En ese momento, sentí que
necesitaba amar en libertad, libre de mi historia. Ese era el mensaje fundamental de
mi Guía.
Seguía continuamente la práctica de este tipo de ejercicios. Me impulsaba el hecho
de comprobar que aprendía día a día más sobre mí misma, lo cual aportaba una paz
particular a mi corazón.
Mi segundo paso fue revisar el miedo que me acompañaba desde hacía mucho
tiempo. Mi Guía me propuso una meditación que consistía en convocar a una boca
y que de ella salieran palabras, fuego, cuchillos… Debía dejar que esa boca me
hablara mientras permanecía indiferente a ella. Luego, por cada palabra destructiva
que emitiera, yo debía enviarme amor. Además, debía distanciarme hasta que esa
boca se convirtiera en una más pequeña, desde la que me llegaban sólo murmullos.
Mientras tanto, yo me volvía grande, con mucha luz.
Todo ello, me decía mi Guía, sanaría mi corazón. Él me enseñaba que al apropiarme
de mi propia mirada prestaría atención a lo más real de mí, y no a aquello que los
demás querían que yo viera. Me transmitía que una visión más elevada de lo que
significa la vida ayudaba al caos que se iría presentando. De esta manera, podíamos
comprender cuál es el camino que veníamos a recorrer para aprender y ser uno
mismo. Me decía:

“… Todos tienen su propio recorrido. Los seres olvidan esto y


se comparan. Se miran y comparan sus posibilidades. Deja de
compararte. Todo tiene una razón. Festeja la vida que
tienes…”. Su mensaje traía esperanza, mencionaba que si
miraba con mi propia mirada mi corazón obtendría muchas
respuestas.

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Durante mis visualizaciones, la boca emanaba infinitas frases destructivas que había
escuchado a lo largo de mi vida y aquellas que yo misma me enunciaba. Mi cabeza
lanzaba cuchillazos hasta descargarse y llegar al silencio. De allí nacían amorosas
palabras que acariciaban mi corazón.
Descubría en aquel momento que mi sentimiento iba más allá del miedo a aquello
que los otros dicen. Se trataba en cambio del temor a intentar hacer lo que yo
deseaba y que no me saliera. Aparecía entonces, al descubierto, mi falta de
confianza.
Poco a poco, en mis sucesivas meditaciones, aquella boca casi no se escuchaba, no
distinguía sus palabras y la frase positiva que me permitía afirmarme era: “Yo soy
libre de mi pasado”.
Una nueva visita con mi Guía me enseñaba que el corazón era el maestro del mundo
interno y el motor del mundo externo.
Él expresaba: “Da siempre con el corazón, porque lo que se da sin amor, no se da”.
Se refirió, también, a los viejos mandatos como nudos de una vieja estructura. Me
anunciaba que era el momento de que el Maestro interno aflore, y junto a él, el
valioso amor. Agregaba: “Nacemos con viejos caparazones que la luz ocultan”. Me
transmitía que hay desconocidas corazas provenientes del pasado y que es preciso
comenzar a desarmarlas. Para ello debía realizar una visualización en la que
primero se viera mi corazón y luego lo limpiara con mi luz.
Así es como comencé a mirar dentro de mi corazón, y de este modo, sanarlo.
Observé como afloraba la emoción guardada en él. Durante ese arduo trabajo
observé la herida en mi amor y la limpié. Aparecieron sentimientos de miedo a la
muerte y a la enfermedad. Las palabras de mi Guía en ese entonces eran: “Tú debes
respetarte, se tu siempre” [...] “Confía en tus decisiones”. Al practicar mi
meditación las palabras comenzaban a fluir: “No hay nada imposible”.
Una imagen de que el corazón de mi corazón era el sol, aparecía en mis
visualizaciones. En ellas empezaron a surgir gente alegre que me sonreía y se sentía
contenta al verme. Comencé a sentirme querida, mi amor propio aumentaba.
En un nuevo encuentro recibí el siguiente mensaje: “Somos el fin y el principio.
Somos el comienzo y el final. El rezo de nuestro corazón calma el temor al fin y nos
une al principio. Somos un continuo morir y nacer”.

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Mi Guía se refirió, también, a mi soledad y a la tristeza que ocultaba. Me transmitió
que todo debía vivirse plenamente y que la meta era ser libre. Somos el origen de
todo, por lo tanto, debía dejar que guie mi corazón. Mi paso debía ser sencillo,
amoroso y seguro. Se me pedía mucho trabajo interno.
Luego, me anunció que emergía una gran conciencia en mí, cerca de 2010. Todo
saldría a la luz e iluminaría mi vida. Para ello debía soltar el miedo de mi corazón
ya que me sería dada otra oportunidad y mis pasos cada día se volverían más sanos.
En sus propias palabras: “Saco el dolor y la dolorosa manera de ver tu vida. Toco
tu corazón y te pongo a brillar”. Era hora de ser consciente de mi propio valor.
El ejercicio en ese momento consistía en comunicarme y acercarme más a mi Guía:
“No olvides que los dos somos uno” repetía. Acentuaba el trabajo con la
meditación, ello me daría más amor y empatía. Acercarme a él me brindaría mayor
energía.
A través de mi trabajo personal el dolor se transformaba en vitalidad. Trabajaba
con mis meditaciones y comenzaba a confiar en mi crecimiento.
Durante todos esos años repetía mis ejercicios y se me insistía en que iba a necesitar
de mi paz interior.
Alrededor de 2012, en un control de rutina y luego de una dolorosa separación con
mi pareja, me detectan un nódulo benigno en una de las mamas. No me preocupé
demasiado ya que a mi mamá le había sucedido lo mismo a la misma edad de 42
años.
Todo ello fue generando una gran crisis que me producía sensaciones de sinsentido
y vacío interno. Entré en un progresivo estado depresivo.
En esa circunstancia, recibo el peor diagnóstico, 6 meses después. Tenía cáncer y
debía enfrentar la operación y las temibles sesiones de quimioterapia y rayos.
Comencé a recorrer un universo desconocido para mí, el maltrato deshumanizado
de la medicina. Pero, al mismo tiempo, encontraba un submundo de profesionales
dispuestos a acompañarme de modo inconmensurablemente comprometido.
También conté con el apoyo invalorable de mi familia, amigos y conocidos que
entramaron una red de apoyo y respetaron mi necesidad de momentos de soledad.
Me uní a un grupo de mujeres que atravesaban mi misma situación. Sus consejos
eran que acumulara videos y libros para pasar mejor los procesos médicos que me
dejarían de cama.
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Sin pensarlo demasiado, mi elección fue otra.
Yo fui recibiendo las sesiones de quimioterapia los días viernes. Los tres días
posteriores me sumergía en las consecuencias más intensas de las drogas. Una vez
superada esa etapa, es decir, martes miércoles y jueves, me dedicaba a trabajar. De
esta manera estaba disponible para ayudar a quien lo necesitara. Esta actitud me
sostenía en el largo proceso de tratamiento.
La caída del pelo fue otro hito importante en ese camino. Mi forma de transitarlo fue
buscar recursos para embellecer aquello que perdía como el cabello y las cejas.
Comencé a maquillarme y a buscar pelucas con nuevos cortes que daban un aspecto
de renovación frente a la destrucción que vivenciaba. Me fui dando cuenta que
superaba la vieja sensación del sinsentido, tornando lo adverso en nuevas
oportunidades de vivir. Transformaba el dar ayuda en el motor de mi propio desafío.
Ahora, escribiendo mi historia, me doy cuenta de que había internalizado aquella
frase incontables veces repetida en las meditaciones: “El corazón es el maestro del
mundo interno y el motor del mundo externo”.
Empezó a cambiar la perspectiva desde la cual veía el acontecer de mi vida y la de
los demás. Ello se vio reflejado en mi práctica profesional al escuchar las dolencias
de mis pacientes. Al trabajar desde el corazón era más empática con el sufrimiento
de los otros y ellos a su vez -sin saberlo- me demostraban que pese a todo yo podía.
Para entonces, escribía: “la felicidad está en el modo de ver el camino y no en el
camino mismo”. En mis límites estaba la posibilidad. Sólo debía traspasarlos. Se
trataba de encontrar esperanza en la desolación que sentía. Pensaba: “Mi vitalidad
viene con el amor. Cambiaré mi historia y la de mis antepasados”.
Por ese entonces tuve un nuevo encuentro con mi Guía, entre otras cosas, sus
palabras fueron: “Vas a recibir más amor que el que imaginas, es el mejor tiempo
de tu vida, saldrás renovada”. Esto era bastante difícil de entender en ese momento
dadas las condiciones que atravesaba. Hoy, a la distancia, puedo comprender que
tenía razón.
En un control odontológico, y a raíz de lo que me estaba pasando, la profesional me
recomienda a una terapeuta que hacía constelaciones familiares. Ella pensaba que
esa técnica podría ayudarme.
Este trabajo podría haberme ayudado mucho, sin embargo, no asistí más que a dos
sesiones debido a mi progresiva debilidad. Mis padres -que observaban mi
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decaimiento- me preguntaron cómo era posible ayudarme mejor. Yo, sin saber por
qué, propuse que alguno de ellos terminara mi trabajo de constelación.
Sorprendentemente mi padre se ofreció aunque no logró entender de qué se trataba
la técnica. Volvía comentando que, en cada sesión, trabajaba acerca del holocausto
y sus familiares muertos, que ni siquiera había llegado a conocer.
Unos meses más tarde, mientras yo recibía la última sesión de quimioterapia, al
mismo tiempo mi papá entraba en un delirio causado por un repentino cuadro de
infección. Dado que se encontraba solo –sin mi madre, en un viaje imprevisto- tuve
que acompañar su internación aún a riesgo de empeorar mí ya frágil estado.
Con los antibióticos en mano volvimos a casa al día siguiente. Quince días después
mi padre sufría un ACV causado por una infección no detectada en las válvulas del
corazón. Luego de 15 días en estado de coma, falleció. Un amigo de la familia nos
enseñó la forma de dejarlo partir en paz.
Finalmente concluí mi tratamiento desafiando el propio dolor de mi duelo.
Un nuevo encuentro con mi Guía me resultó como un abrazo cuando me anunció la
presencia de mi padre. La noticia iluminó mi corazón al saber que estaba tranquilo y
trabajando sobre la vida que dejó atrás. A través de mi Guía, me relató el duro
momento de su agonía, pero el maravilloso encuentro con su madre y otros
familiares que fueron a acompañarlo para ascender en paz. También me transmitió
su amor y su admiración por la manera en que había sobrellevado mi enfermedad.
No dejaba de sorprenderme que sus modos de expresión tenían el mismo humor que
demostraba en vida. Me reconoció que yo tenía razón frente a las innumerables
divergencias sostenidas acerca de la vida después de la muerte. Resultaba un gran
progreso para un agnóstico. De esta manera mi padre pudo despedirse
amorosamente para seguir su camino sin deudas pendientes.
Después del mensaje de mi padre donde me transmitía la importancia de los
ancestros y de cómo se los podía ayudar volví a concurrir a la terapeuta en
constelaciones. Allí, para mi sorpresa, se me informa que mi abuelo paterno se
encontraba a mi lado. Me quería decir que la patología que yo tenía había existido
por generaciones anteriores entre las mujeres de su familia y sentenció que debía
trabajar en ello.
Recordé entonces, la recomendación de mi oncólogo acerca de practicarme un
estudio genético llamado BRCA1 y BRCA 2 y me dispuse a realizarlo. Los resultados
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dieron positivos, se hallaba un corrimiento genético que provocaba altas
probabilidades de padecer cáncer de mama y de ovarios. Los médicos me
recomendaron extirparlos y así lo hice.
Ya la quimioterapia me había provocado esterilidad y una menopausia anticipada,
qué necesidad había de pasar por otra operación semejante, pensaba yo. En ese
estado de ánimo tuve que soportar el maltrato y el mal humor de las enfermeras y
del propio anestesista que se fastidiaban porque no me encontraban venas fuertes
para canalizarme El mismo tratamiento contra el cáncer me las había debilitado.
Pensé entonces que todo lo vivido me había permitido aprender sobre la importancia
del amor como parte de la sanación. Si en algo me había servido todo lo atravesado
era para aplicarlo en mi propia profesión. Nunca debía olvidarme que ante un ser
humano en crisis la única respuesta posible es la empatía y el amor.
Después de todo lo vivido, las ayudas científicas, espirituales y terapéuticas -aun las
no tradicionales como constelaciones familiares o EMDR- me ayudaron a integrar
los distintos aspectos de mi ser y así poder plasmarlo en mi rol profesional con una
mirada más amplia de la existencia humana.
Pero ampliar mi mirada también posibilitó que contemplara nuevos horizontes.
Ahora conozco mi capacidad de amor y mi propia fortaleza. La valentía y la
confianza de haber atravesado una valiosa experiencia que cambió la visión de mi
vida tal como me lo anticiparan mi Guía.
Cualquier persona que se encuentre interesada en contactarse conmigo mi mail es
descubriendoaluz12@hotmail.com
MUCHAS GRACIAS!”

LUZ

Muchas gracias a vos Luz porque leer tu recorrido es la mejor manera de entender de
qué se trata la tarea de un Guía espiritual: darnos las herramientas para reconocer
nuestra propia fuerza, nuestro propio valor.
Gracias también por tener la generosidad de ofrecer tu mail para acompañar a quien
necesite de tu experiencia.

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Cada llamada de Luz pidiendo ayuda cuando se atascaba con su relato me ayudó a
salir de mi propio atascamiento. Fuimos ayudándonos por turnos porque las dos
sabíamos qué difícil nos resultaba contar nuestra historia.
Nuestro recorrido fue diferente aunque también muy parecido: las dos enfrentamos
nuestras propias oscuridades y miedos, ambas tuvimos que dejar de lado lo que
suponíamos debía ser nuestra senda en esta vida pero sobre todo, las dos, a pesar del
miedo y las resistencias aceptamos ir de la mano de nuestros Guías y Maestros. De esa
forma pudimos ser conscientes del camino recorrido. Ahora sabemos quiénes somos
realmente y de lo que somos capaces.
Pero toda historia tiene un comienzo. Así que ¡a contar se ha dicho!

19
El principio
Si tuviera que elegir un año que represente un quiebre en mí vida, sin dudas elegiría
1994, el año de mi primer viaje, sola. Toda una aventura para quien se moviliza en silla
de ruedas.
Ya hacía un tiempo que la idea rondaba en mi cabeza, sólo faltaba saber cómo y
dónde. Y la respuesta llegó de la mano de una amiga que acababa de regresar, muy
entusiasmada, de un viaje de estudios en Miami. Lo que me relataba se parecía mucho a
mis experiencias en torneos deportivos: gente de distintos lugares del mundo
conviviendo en un campus. En éste caso el objetivo sería perfeccionar mi inglés, o
quizás esa era sólo la excusa de pasarla bien viviendo una experiencia nueva en un lugar
accesible para mí. Pero como Miami no me resultaba tentador y Boston no estaba
disponible para la fecha que yo quería, Nueva York se impuso como mi destino.
La imaginaba una ciudad apabullante, donde me sentiría temerosa, de todas maneras
acepté el desafío. Llegué el 9 de octubre de 1994. Para mi sorpresa, Nueva York era
todo lo contrario de lo que había supuesto, todos me resultaban amigables y mi
sensación era estar recorriendo sus calles con la misma familiaridad con que lo hacía en
Villa del Parque, aunque con mucha mejor accesibilidad. Disfrutaba de la libertad de
movimiento que me ofrecía y la gente era sorprendentemente amistosa.
¡Desde mi segundo día ya me saludaban hasta los choferes de autobuses! Era extraño
pero estaba decidida a disfrutar de todo lo que esa ciudad tuviera para ofrecerme.
El 12 de octubre sucedió lo que cambiaría mi vida para siempre: tuve mi primer
contacto con Guías espirituales. Sola en mi habitación, mientras preparaba mis cosas
para las clases del día siguiente, me vi sumergida en una inmensa sensación de paz. De
repente sentí que una mano invisible tomaba la mía y comenzaba a escribir. No sentí
temor. Estaba como en un tiempo sin tiempo rodeada de una paz que pocas veces había
sentido. Ellos me escribían que desde ese día yo tomaba un nuevo camino y que nunca
más estaría sola. Comencé a llorar. Imposible detener las lágrimas. No era llanto de
angustia. No había tampoco temor ni tan siquiera emoción en ese llanto. Parecía un
llanto detenido desde hacía mucho tiempo y que en ese momento me liberaba de todo
dolor.
No recuerdo cuanto tiempo duró ese primer encuentro. Sólo sé que cuando dejaron
de sostener mi mano, la calma que me había rodeado terminó y empecé a sentir miedo.
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¿Qué había sido eso? Quizás era síntoma de que mi mente empezaba a imaginar cosas
porque en el fondo yo no debía estar tan tranquila sola, tan lejos de Argentina, como
creía estar. Quizás era un síntoma psiquiátrico, quizás… Los quizás se amontonaron en
mi cabeza. Era el principio de una batalla que desde ese día comenzaría a librarse en mi
interior: ¿Fenómeno paranormal o locura? ¿Fe o conflicto emocional no asumido? Ese
día lo único que atiné a hacer fue llamar a Buenos Aires con cualquier excusa para
escuchar la voz de mis seres queridos.
Al día siguiente tiré a la basura aquel primer mensaje y me dispuse a dejar el
episodio a un lado hasta llegar a Buenos Aires y hablarlo en terapia. ¡Era tiempo de
disfrutar! Mis compañeros de curso no podían ser más agradables. Gente de diferentes
puntos del planeta, dispuesta no sólo a perfeccionar el inglés sino a pasarla muy bien.
Apenas terminaban las clases salía a pasear, sola o con compañeros del curso. Todo me
gustaba y me divertía. Para agregar sal a esa diversión había recibido varias invitaciones
a cenar de hombres que conocía durante mis paseos. No era algo que me sucedía
frecuentemente en Argentina así que lo disfrutaba enormemente. No había espacio para
preocupaciones por experiencias extrasensoriales.
Un día, en un folleto de la ciudad, vi el anuncio de un sistema de taxis para
discapacitados. ¿Cómo sería eso? Yo estaba fascinada con la facilidad con la que
viajaba en autobús pero quería experimentar todo lo que esta ciudad me ofrecía. Por lo
tanto consulté con la secretaría de la universidad en la que me alojaba. Como era un
sistema que se usaba para residentes creía difícil poder conseguirme la posibilidad de
algún viaje pero haría lo posible.
El sábado 20 de octubre mí destino era el Museo Metropolitano de Nueva York. El
viernes anterior, al llegar a mí habitación, encontré un papelito que confirmaba el
recorrido, me vendrían a buscar a las 9 de la mañana ¡Fantástico!
Al día siguiente, a la hora estipulada llegó el auto que venía a buscarme. El sistema
en cuestión consistía en autos o camionetas con choferes entrenados para cualquier
ayuda que se pudiera necesitar. El recorrido era compartido con otros pasajeros y todo
por el precio de un boleto de autobús. Como fuimos a buscar a otra pasajera recorrí
barrios que no conocía. Mientras los escuchaba charlar amablemente sobre el jazz y
Louis Armstrong lamenté enormemente haberme levantado con una de las jaquecas que
solía padecer desde la aparición de mi primer período. No importaba, ese paseo no me
lo perdería por nada del mundo.
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Había leído mucho sobre ese museo al que visitaría, además, se estaba ofreciendo
una muestra sobre los post impresionistas que a mí tanto me gustaban. Durante el
recorrido me detuve en una de las tiendas para ver si conseguía un tarot para mi
hermana y alguna reproducción de joya para mamá. Luego de las compras me di por
vencida y me detuve a comer algo con la segunda aspirina del día. Al rato de estar
comiendo se acercó un hombre, me pidió permiso para sentarse y se presentó.
Comenzamos una inesperada charla llena de generalidades. Me contó que estaba
haciendo tiempo antes de un viaje de un par de días. Cuando me preguntó que hacía mi
respuesta se limitó a un: “estoy estudiando inglés en una universidad de la ciudad”
Luego de un rato anunció que debía irse y me dejó su tarjeta para que lo llame y
pudiéramos encontrarnos alguna vez. ¡Otra invitación y otra anécdota para contar!
Ya quedaban pocos días en Nueva York. El viaje no podía ser más divertido. Unos
días más tarde, una española y yo éramos las únicas que quedábamos en el alojamiento,
todos los demás se habían ido a ver un musical para el que nosotras nos habíamos
quedado sin entradas. Como llovía no había mucho más que pudiéramos hacer, salvo
charlar con mi compañera:

- ¡Qué ciudad ésta! Es alucinante ¿no?


- La verdad que sí. Aparte la gente es muy amigable. ¡Y los hombres súper
galantes! ¿Viste que te invitan a cenar?

Me miró entre sorprendida e incrédula, parecía que esa no era una experiencia
compartida. Varias veces me habían invitado a cenar desde mi llegada a la ciudad.
Supuse que era algo que nos pasaba a todas pero al ver su mirada preferí no comentar el
episodio del museo. Justo entonces sonó el teléfono de nuestro piso. Dejé que ella
atendiera ya que no esperaba ningún llamado. Sin embargo me dijo: “Es para vos”. Su
mirada dejo de ser incrédula pero seguía siendo sorprendida. Atendí el teléfono:

- Hola. Soy Michael Nos conocimos en el museo.


- ¡Hola! ¡Qué sorpresa!
- Me dijiste que estabas en una universidad estudiando inglés y le pedí a mi
secretaria que tratara de localizarte. Quería ver si podíamos vernos para ir a
cenar

Otra invitación a cenar. ¡O me veían muy delgada o ese era mi año de conquistas! Mi
cabeza como siempre, se dividió automáticamente en dos. Por un lado una parte decía:
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¡Qué romántico! Y la otra: ¡Cuidado! ¿Y si es un asesino serial? Una vez que subas al
auto vas a estar a sus expensas etc. etc. etc. Pero decidí hacer un acuerdo entre las dos
partes. Entonces le respondí:

- Mira, como me voy en dos días ya no tengo mucho tiempo pero ¿Qué te parece
si nos vemos mañana a tomar un café en una cafetería que está a dos cuadras de
donde estoy, a la entrada de las Torres Gemelas?

Listo. No hacía falta ningún auto para llegar allí y podría volverme cuando quisiera.
Cuando llegué a la cita, él ya estaba esperándome. Resultó que nos pusimos a charlar de
inmediato. Compartimos dos horas que pasaron más que rápido. Luego de intercambiar
direcciones y teléfonos quedamos en seguir en contacto.
De regreso a la universidad, mis compañeros estaban esperándome, no sólo para
irnos a festejar el fin del curso sino para que les contara detalles del encuentro. La
anécdota de aquella llamada ya era leyenda gracias a la poca discreción de mi
compañera española.
Los últimos dos días en la ciudad fueron como todos los demás: llenos de risas,
paseos y festejos. Michael había dejado algunos mensajes para ver si podíamos repetir
el encuentro pero preferí compartir esos días con mis compañeros.
De vuelta en Buenos Aires, Michael volvía a sorprenderme con su llamada la noche
misma de mi regreso. Quedamos en enviarnos casetes para saber algo más uno del otro.
Ya en mi ciudad no pude seguir dándole la espalda a aquel primer encuentro de Guías.
Lo comenté durante mi sesión de terapia pues aun no lograba encontrarle una
explicación lógica. Mi terapeuta tampoco
Poco a poco esa primera experiencia se fue repitiendo. Todo era similar: mientras
dejaba que llevaran mi mano, la atmosfera de paz era indescriptible. Luego sobrevenía
el temor.
Aquellos primeros mensajes me hablaban del origen de la vida, la muerte, la senda
espiritual… Todo muy profundo y muy amoroso pero… ¿Quiénes eran? ¿Por qué me
daban toda esa información?
Una tarde de domingo, durante una meditación, como en una pantalla de cine me
mostraron un hombre frente a una ventana. Luego aparecieron imágenes del Museo
Metropolitano. Después se me mostró a una pareja de otro tiempo. Parecían amarse
mucho, pero veía a la mujer correr desesperada por un jardín y levantar del suelo a una

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nenita muerta. Más allá de las imágenes, no sé cómo, yo sabía que esa muerte terminaría
con la felicidad de esa pareja.
Al salir de la meditación, tuve necesidad de escribir. Una vez más, como venía
sucediendo, se guiaba mi mano pero esta vez para hacer un dibujo. Parecía un mapa. Mi
hermana me ayudó en la búsqueda. Coincidimos en que parecía el mapa de Irlanda. Pero
¿Qué quería decir? La respuesta llego unos días más tarde con la llegada del primer
casete de Michael. La grabación empezaba así:

- Hola Mónica, aquí estoy mirando la ciudad desde la ventana de mi


departamento decidido a empezar a grabarte esta cinta.”

Esa fue la primera de las muchas sorpresas que esa cinta tenía para mí. Michael me
contaba que me había visto comprar cartas de tarot en el museo y que desde ese
momento había querido hacer contacto conmigo. También comenzó a relatarme su vida
en líneas generales. Me contó por ejemplo que su familia era de origen irlandés…
Para la época en que yo tomé la decisión de viajar a Estados Unidos, él vivía en
Boston (esa había sido mi primera opción), y hacia poco que se había instalado en
Nueva York. Más allá del costado romántico de este encuentro, las coincidencias
comenzaban a intrigarme.
Teníamos mucho en común, aunque vidas muy diferentes. La comunicación siguió
entre llamadas y casetes. Pero también seguían esos extraños encuentros con Guías que,
aunque me daban miedo, seguía aceptando.
Un día me dieron una oración para repetir. Por aquel entonces no tenía la costumbre
de orar. Prefería la repetición de mantrams, esos sonidos sagrados, que repetidos con
conciencia, ayudaban a entrar en estados de meditación profunda. Ese era el lenguaje
con el que me sentía más cómoda, así que la guardé.
Un tiempo después, mi psicóloga, más perdida y sorprendida que yo, me dijo que le
habían regalado un libro que tenía muchas coincidencias con mi historia. Lo compré
apenas terminé la sesión. Cualquier información que me diera un poco de claridad sería
bienvenida. El libro se llamaba “La respuesta del Ángel” y era una recopilación de
mensajes de seres de Luz o Ángeles que habían sido canalizados a principios de la
década del cuarenta por la integrante de un grupo de cuatro amigos, tres de ellos judíos.
Solo una era católica. Ella fue la única sobreviviente y la encargada, muchos años mas
tarde de darlos a conocer.

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El libro me atrapó desde la primera página. La lectura era ardua pero yo ya me había
acostumbrado a ese lenguaje. Los mensajes se asemejaban en mucho a los que yo estaba
recibiendo, pero más de cincuenta años después. La página 380 me daría la mayor de las
sorpresas, allí estaba, casi literal, la oración que me habían recomendado repetir hacia
sólo unos días. Agradecí de todo corazón a esos amigos desconocidos que cincuenta
años después le daban algo de paz a mi corazón y a mi mente.
Yo seguía sin saber lo que me estaba pasando pero esa oración confirmaba que había
un hilo conductor en todo esto. Tenía que investigar más.
Michael estaba afuera de todo este torbellino en el que me encontraba. Era un
paréntesis divertido y dulce que me ayudaba a apartarme un poco de lo que seguía
asustándome.
A través de mi psicóloga me puse en contacto con una vidente. Quizás ella pudiera
explicarme algo más. Nos encontramos el 8 de diciembre de 1994. Me atendió en una
pequeña habitación, en un vaso había una velita prendida. Eso me recordó que era el día
de la Virgen. No fueron muchas las conclusiones que saqué de ese encuentro. A la
señora le parecía de lo más normal que los Guías espirituales hicieran contacto con
nosotros, simples humanos y no le dio demasiada importancia al asunto. Pensaba que no
la vería más pero en enero sucedió algo que me asustó aún más: al recibir esos extraños
mensajes mi mano derecha se había iluminado. Quizás otro se hubiera maravillado pero
y me aterroricé y decidí volver a verla. Apenas llegué a su casa me dijo:

- Antes de empezar quiero mostrarte algo. La Virgen me dejó un mensaje y


estamos analizándolo con un sacerdote. El “mensaje” en cuestión venia en
forma de vela.
- Mira, esto se formó con una vela que yo tenía encendida el último 8 de
diciembre.

Lo que me mostraba era realmente increíble: una talla perfecta hecha en vela con la
forma de un ángel con grandes alas. Luego supe que era una imagen similar a la que se
conoce del Arcángel Gabriel.

- Y mira lo que se formó en el vaso donde estaba la vela

Allí, escrita en vela había una M muy clara.

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- La M de María ¿ves? Lo que aun estamos analizando es lo que hay del otro lado
del vaso.

Cuando lo giré vi la misma imagen que, años atrás, se me había mostrado en un


sueño. Durante ese sueño me veía entrando en un templo, al mirar al techo veía la
imagen de La Creación de Miguel Ángel en la que dos manos se rozan con los índices.
Nunca había entendido el significado de ese sueño, aunque había quedado grabado a
fuego en mi mente. Ahora, en mis manos, tenía una imagen similar a la de aquel sueño.
Entre esa imagen y la M que también era la inicial de mi nombre no me quedaba lugar a
dudas: el mensaje era para mí con una clave que solo yo podía entender. No dije nada.
¡La señora estaba tan ilusionada con aquella supuesta señal de la Virgen! Pero no hizo
falta porque de inmediato me miró y dijo:

- ¡Ah! Ahora que lo pienso vos estuviste acá este 8 de diciembre ¿no? Quizás esa
M sea de Mónica como un mensaje de tu Guía…

Lo decía entre desilusionada y enojada. No volvimos a mencionar el tema y


comenzamos la entrevista, que no aclaro demasiado sobre lo que me estaba pasando
pero que me hizo entender que esa señora no estaría muy dispuesta a volverme a ver.
Mi vida cada vez más se dividía en dos: por un lado mi vida cotidiana repartida entre
mi trabajo, familia y amigos. Todo muy normal y por el otro, cada día, a las seis de la
mañana se me pedía recibir mensajes de no sabía quién.
Los episodios “paranormales” se hacían cada vez más frecuentes y mi miedo estaba
ahí, siempre latente. Sin embargo sentía que tenía que seguir averiguando de qué se
trataba todo eso. A mi terapia se nos unió otra psicóloga, eran extrañas sesiones de a
tres, donde se hablaba de lo que estaba viviendo. Los fenómenos eran tantos que no
daban la posibilidad de creer que eran mi imaginación.
No fue un tiempo fácil. Por suerte estaban las llamadas y casetes de Michael. Eran
como un recreo que me permitía por un rato salir de tanta confusión. Durante todo ese
año me habían dado muchos mensajes sobre él con informaciones personales que iban
desde como era su departamento hasta cuáles eran sus conflictos. Hablaban de él sin que
yo hiciera la más mínima pregunta. Muchos de esos datos se iban confirmando con las
comunicaciones que íbamos teniendo. ¿Por qué le daban tanta importancia a este
encuentro? ¿Sería verdad lo de las almas gemelas? ¿Seriamos nosotros almas gemelas?
La idea era preciosa, como de cuentos.

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Un día, en uno de los mensajes se me pedía que volviera a Nueva York. ¡Vaya! ¡Por
fin se me pedía algo que me daba gusto cumplir! Contraté otro curso de
perfeccionamiento de inglés y decidí que esta vez me quedaría un mes. Lo había pasado
tan bien en ese viaje que no veía la hora de repetir la experiencia.
Los meses previos a mi partida fueron muy intensos, los mensajes llegaban
diariamente y entre ellos había también profecías catastróficas sobre lo que pasaría en el
mundo. Después de recibirlos yo miraba a mí alrededor con ganas de decirle a cada
persona que veía: ¡Disfrute de la vida! ¡Aproveche el tiempo para estar con sus seres
queridos!
Si aquello era inevitable ¿Para qué me lo decían? Durante esos meses de 1995
también me repetían: “En tu país se está planeando una gran explosión, dirán que habrá
sido un accidente pero eso será mentira.” Otra vez me hacía la misma pregunta: ¿Para
qué me lo decían? ¿De qué estaban hablando?
Un día me hicieron un extraño pedido: tendría que darle inmediatamente un mensaje
a mi terapeuta. Debía hacerlo sin falta. En el mensaje le decían que no tuviera miedo,
que no se alejara pues lo que se estaba recibiendo era sagrado. No logré comunicarme
con ella por lo tanto dejé el mensaje en su contestadora. ¿Por qué ese mensaje era tan
urgente?
Apenas comenzada nuestra próxima sesión de terapia supe la razón de tanta
urgencia: ambas terapeutas me comunicaban que ya no querían trabajar conmigo. Al
oírlas supuse que me derivarían pues no sabían cómo ayudarme. Lo que oí me
sorprendió más que todo lo que venía viviendo:
-Queremos dejar todo acá pues no sabemos quién te está enviando esos mensajes.
Tememos que sea el Anticristo
¡El Anticristo! Ahora sí que me sentía perdida. Me había puesto en manos de dos
personas llenas de miedo y creencias que hasta ese momento yo ignoraba. Me
sugirieron que asistiera a unas reuniones a las que ellas asistían. Era un grupo
antroposófico que analizaba la Biblia. Aunque a regañadientes acepté la invitación,
sentía que mi negación les hubiera confirmado la presencia de la oscuridad que tanto
temían.
Al llegar a la reunión todos me miraron como la personificación del mal. Me dieron
una Biblia para leer y sentí como todas las miradas se clavaron sobre mí. Supongo que
estarían esperando que vomitara y me retorciera como en las películas. Como nada de
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eso pasó todo el mundo se tranquilizó. No hubo mucho para aprender en aquella
reunión, salvo la explicación de algunas palabras en griego que los Guías me habían
escrito. Sin quererlo, al tratar de demostrarme que lo que yo estaba recibiendo era
producto del Mal, me aclaraban información que por mi ignorancia no había
comprendido de los mensajes recibidos.
Cuando la reunión terminó, me alegré de poder salir de ahí. De todas formas ese día
aprendí la primera gran lección de mi camino: el fanatismo y el miedo no nos deja ver el
temor y la vulnerabilidad de quien necesita ayuda.
Ahora me concentraría en los preparativos de mi viaje. Ya faltaba menos de un mes y
por fin me podría tomar unas vacaciones entre tantas turbulencias. Si había cumplido
con pedidos bastante desagradables durante ese año ¿Cómo no iba a cumplir con el
pedido de reencontrarme con alguien con tantas cosas en común en un lugar donde lo
había pasado tan bien?
Nos vimos el mismo día de mi llegada. Durante esa primera cena todo fluía
increíblemente bien. “El te contara algo importante durante el primer encuentro”, me
habían dicho unos días antes de mi partida. Tenían razón.
-Sabes Mónica, hace unos años me pasó algo que aun no me explico muy bien pero
que cambió mi vida. Yo estaba en la iglesia. Había ido a tratar de buscar algo de paz en
medio de la crisis en la que estaba. De repente “oí” que me decían: “Siempre estoy
contigo. Déjame Guiarte.” Te juro que fue verdad, no me lo imaginé. Sos de las pocas
personas a quien se lo conté pues hasta yo mismo pensé que estaba loco.
¡Pero esas palabras fueron tan nítidas que aun hoy puedo oírlas en mi mente! Reí y
pensé: ¡Ya somos dos! No me atreví en aquel momento a decirle que ese tipo de cosas
me pasaban todo el tiempo, pues ¡eran mis vacaciones! Solo escucharía lo que Michael
tenía para decirme:

- Lo tome como una señal. Soy de familia católica y creí que se me pedía tomar
los hábitos. La fe siempre fue muy importante para mí, así que entré en la orden
de los jesuitas. Luego de un tiempo comencé a desilusionarme. Nada era tan
puro como lo había imaginado. Luego de dos años volví a mi antigua vida
aunque nunca entendí aquella experiencia.

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Pensaba: ¡Toda una provocación! Yo tenía la respuesta pero si abría la boca se
terminaban “mis vacaciones cósmicas”. Ya habría tiempo.
Nos despedimos felices por el reencuentro y dispuestos a disfrutar de ese mes, juntos.
Al día siguiente comenzaron mis clases... y mis malestares. Al principio pensé que
era el cansancio del viaje pero el malestar general aumentaba con los días. Hasta
comencé a tener una muy molesta erupción. Comía muy sano así que debían ser
nervios. Aunque trataba por todos los medios de disfrutar y pasarlo bien esta estadía no
se asemejaba en nada a la primera. Pese a mi resistencia, insistieron en darme mensajes.
Por lo visto, en el Cosmos habían decidido acompañarme hasta allí.
Durante una de las primeras clases pasé el primero de los muchos momentos de
miedo que tendría durante ese viaje. Todo transcurría normalmente. El tema del día era
el análisis de un cuento. Sorpresivamente el aula se inundó con el sonido de un
mantrams, el AUM repetido en alta frecuencia por un coro invisible ocupaba todo el
espacio. Yo observaba como las bocas de los que me rodeaban se movían sin que yo
pudiera oír lo que decían. El único sonido que podía percibir era el de ese coro que
aparentemente solo yo oía. Sentí que una mano recorría mi cuerpo con agua fresca. Sólo
atiné a irme a mi habitación. Me saqué la ropa lo más rápido que pude: la erupción
había desaparecido. ¿Qué había sido eso? Estaba muy asustada. Lo que hasta ese
momento habían sido solo mensajes escritos ahora eran fenómenos que hasta afectaban
mi cuerpo. Necesitaba distraerme.
Me fui a dar una vuelta por los negocios que estaban en las Torres Gemelas, a solo
dos cuadras de la universidad. Miré cuanta vidriera había hasta que me metí en una
librería. Recorrer librerías es una de las cosas que más disfruto hacer, eso me ayudaría a
tranquilizarme. Mientras ojeaba los estantes sentí un fuerte impulso por comprar uno de
los libros. Ahí estaban otra vez. No quería saber nada de Guías ni Maestros ahora.
Ignoré el pedido, solo compré un diccionario de sinónimos y volví a mi habitación. No
sabía qué hacer. Tampoco tenía a nadie con quien hablar de todo esto. ¿Michael? No.
Él sería quien me ayudaría a que ese viaje tuviera algo de diversión.
Mi primera visita a su departamento no hizo más que aumentar mi temor: era tal
como me lo habían descripto. El me contaba cosas de las que ya Mis Maestros me
habían anunciado que me hablaría. Una a una se confirmaban todas las informaciones
que Ellos me habían dado durante el año ¿De qué se trataba todo esto?

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Quedamos en ir a cenar dos días después. Antes del encuentro una vez más se me dio
un mensaje: me dijeron que debía contar a Michael sobre los Guías y agregaron que
debía hacerle un dibujo. El dibujo en cuestión era una especie de garabato, nada
especial. Para entonces yo había comenzado a temerles, parecían estar en todos lados
controlando cada acción. ¿Qué pasaría si me negaba a hacer lo que me pedían? ¿Habría
algún castigo o lo que me pedían era para impedir que algo pasara? Mi mente no dejaba
de imaginar toda clase de teorías sobre lo que estaba sucediendo. ¿Y si Michael era
alguien con poderes que controlaba todo? Evidentemente yo había visto demasiadas
películas…
Para el encuentro de esa noche, él eligió un hermoso restaurant japonés. De todas
formas durante esa comida casi no probé bocado temiendo el momento de tener que
contarle lo que me estaba pasando desde hacía un año. Cuando ya no pude estirar más el
tiempo comencé mi relato. Me escuchó con atención haciendo preguntas cada tanto.
Internamente me decía: Bueno, listo Ya está. Esta historia termina esta noche. Aquí
terminó el recreo.

- Me pidieron que hoy te contara todo y te hiciera este dibujo.

Su cara se puso pálida cuando lo vio.

- Yo hago ese dibujo desde hace más de 20 años. Cada vez que tengo que
concentrarme en algo comienzo a dibujarlo casi automáticamente.

Los dos nos quedamos sin palabras. Hasta que dijo:

- Voy al baño, ya vengo.

Si claro. ¡A un baño con ventanas para escapar lo más rápido posible de esta mujer
que le contaba cosas tan raras! Cuando volvió fue él quien me sorprendió

- ¿Sabes? Hace unos años me leyeron las manos y me dijeron que una mujer del
extranjero iba a traer un gran cambio para mí. De mi iba depender si lo
aceptaba o no.

Nos miramos incapaces de reaccionar. Ninguno de los dos sabia que hacer con lo que
estábamos viviendo.
Al día siguiente amanecí enojada. Había venido a pasar unas alegres vacaciones y
todo se estaba transformando en una película de misterio en la que no me interesaba
participar. Michael suspendió nuestro encuentro de aquel día y no lo culpaba. Yo
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también hubiera huido de esa historia si hubiera podido. Decidí ir al Museo
Metropolitano. Ver un poco de arte me haría bien.
Al salir, me di cuenta que necesitaba aire en las ruedas de mi silla. ¡Lo único que
faltaba! ¿A dónde encontraría una gomería ese domingo? Pero primero decidí ir a la
exposición ya vería después cómo hacer. Al subir al ascensor entró conmigo una pareja
mayor. A poco de subir el hombre cayó desplomado al suelo agarrándome fuertemente
la mano. Su mujer comenzó a gritar. Le repetía una y otra vez: ¡Por qué me haces esto!
El hombre parecía estar sufriendo un ACV. Era la misma imagen de mi papá diez
años antes cuando sufrió su ataque. Mi mamá le gritaba exactamente lo mismo que
ahora estaba gritando esa mujer…
Bajé de ese ascensor totalmente conmocionada. Vi como atendían al señor y mi
mente se fue a 1985. La muerte de mi padre, tan sorpresiva como dolorosa, me había
ayudado a acercarme a la búsqueda espiritual y a perder el miedo casi patológico que le
tenía a la muerte. Además había sido, sin yo saberlo, el comienzo de mi senda espiritual.
Ahora tantos años después y a tantos kilómetros de distancia volvía a aquel momento
como en un inesperado túnel del tiempo. Entendía que me estaban haciendo revivir algo
muy importante pero yo ya estaba sobrepasada por todo eso. Me sentía atrapada, sin
posibilidades de distraerme tan siquiera un rato. Entonces decidí irme sin ver ninguna
exposición. Aun me quedaba resolver qué haría con las ruedas de mi silla. Tomé el
autobús habitual que me llevaba a la esquina de donde me alojaba. En mitad del
recorrido se detuvo: los domingos sólo llegaba hasta ese punto de la ciudad. Las
protestas eran inútiles. ¿Y ahora? ¿Cómo volvía? Me quede mirando como mi autobús
se iba y tal como en una película de finales felices, apenas el autobús partió pude ver
que, detrás, en la vereda de enfrente ¡había una gomería!
Cuando por fin volví a mi habitación no pude parar de llorar, estaba totalmente
sobrepasada por las emociones y las experiencias que estaba viviendo una tras otra sin
lograr asimilar ninguna. Me decían: Hija, no temas. Te cuidamos. Estás empezando tu
nuevo camino. Pero yo no sabía si quería recorrer ese sendero que me llevaba a ciegas
donde yo perdía el control de todo.
Control. Esa sería mi segunda gran lección que aun no he terminado de aprender:
habría situaciones en las que tendría que tomar las riendas de mi camino pero habría
muchas otras en las que sólo debía aceptar y dejarme llevar. Debería dejar de controlar.

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Días después Michael recibió su primer mensaje. Se conmovió al leer las palabras de
Su Guía. Entre otras cosas le recomendaban hacer acupuntura para mejorar su estado
general. Para mi sorpresa al día siguiente ya había pedido hora con un medico chino.
Nuestros encuentros dejaron de ser livianos y divertidos. Mis experiencias y la
búsqueda espiritual de ambos ocupaban todo el espacio. Un día me confesó que le
había comentado a un amigo sobre mí y sobre los mensajes de los Guías. Lógicamente
su amigo le había dicho:

- Temé cuidado. Quizás sea parte de una de esas sectas de las que hablan.

No podía ofenderme. ¿O acaso no estaba yo misma dudando de todo lo que estaba


viviendo?
Se acercaba la partida. Durante la última semana no dejaban de advertirme: “El
sábado verán caos.” También por aquellos días me insistían en que orara. Me resistía.
Las plegarias y oraciones no eran para mí. Tenía un enorme prejuicio con todo lo
referente a la religión católica. Había conocido mucho fanatismo y muy poco amor en lo
que a esa religión concernía. Por el contrario, con el raya yoga me sentía plena. ¿Para
qué tenía que orar entonces?
Llegó el día de la despedida, yo no sabía que haría de ahora en más. Durante este
viaje había conocido el pánico. Ahora estaba mucho mas confundida que cuando había
llegado sabiendo que no tenia donde esconderme ni hacia donde escapar.
Esa última noche en el departamento de Michael lo noté conmovido. Me había
preparado algunos regalos especiales.

- Quería que leyeras esto. Lo escribí hace 5 años.

Aparte de abogado, él era escritor y acababa de darme uno de sus cuentos para que lo
leyera allí mismo. A la segunda línea me di cuenta de que no podía concentrarme en lo
que leía. Le prometí leerlo en Buenos Aires y luego contarle lo que me había parecido.
Pareció decepcionado pero en mi estado de confusión la empatía no estaba entre mis
virtudes. Luego, como para confirmar lo que me había contado la primera vez que le
había mencionado a los Guías me mostró varias agendas viejas, Las páginas estaban
llenas de aquel garabato que me habían pedido que le dibujara.
Por último me dijo:

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- Quiero que te lleves estos libros que son muy especiales para mí, me gustaría
que los tengas vos. Y este es un libro que te compré porque creo que puede
llegar a interesarte.

Y allí estaba: entre volúmenes de Hemingway, evangelios apócrifos y otras yerbas


aquel libro que me había negado a comprar aquel día en las Torres Gemelas.
Finalmente, a pesar de mi negativa, llegaba a mis manos. Me daba cuenta que no sería
fácil lidiar con los Guías.
Esa última noche a solas en la habitación de la universidad sabía que estaba en
terreno absolutamente desconocido. Empezaba un tramo muy diferente de mi vida.
Sábado 4 de noviembre. Supuestamente, según un mensaje recibido días atrás, ése
era el día en que vería “caos”. ¿A que se referirían? Camino al aeropuerto el chofer
interrumpió mis pensamientos para decirme:

- ¿Vio lo que pasó? Mataron al primer ministro de Israel.

Era verdad. Apenas llegué al aeropuerto vi el asesinato repetido en los diferentes


televisores. La gente parecía ignorar lo que mostraban las pantallas. “El caos”, tal como
me lo habían anunciado. Llamé a Michael, él sabía sobre ese anuncio. Los dos
estábamos muy impresionados. Me despidió con un “Te quiero” al que no pude
responder. Ya no sabía ni lo que sentía ni hacia donde iba.
En la sala de embarque, mientras esperaba y como para sacar mi mente de lo que
acababa de ver, comencé a leer el libro que Michael me había comprado (ahora suponía
que por “sugerencia” cósmica). Era la historia de un hombre que había tenido una
experiencia cercana a la muerte de las que había leído varias veces. En este caso la
diferencia consistía en que su experiencia iba bastante más allá del túnel de luz. El se
había encontrado con Maestros espirituales. Las coincidencias con mis vivencias y con
lo que visualizaba durante mis meditaciones eran infinitas. Ya entendía por qué querían
que lo leyera. Estaban tratando de tranquilizarme y decirme que no era la única que
estaba teniendo este tipo de experiencias. Tendría que ir asimilando poco a poco todo lo
vivido y toda la información que estaba recibiendo. No veía la hora de llegar a Buenos
Aires. Sin embargo, tampoco mi ciudad me daría mucha paz. Apenas llegué mamá me
dijo:

- ¡No sabes que terrible! Hubo un accidente y explotó un arsenal en Río Tercero.
Hubo muchos muertos. Un desastre.
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¡La explosión de la que me habían hablado! Yo sabía que no había sido un accidente.

- ¡Ah! Antes que me olvide, Moni. Te dejaron este sobre. Es para que lo
traduzcas. En unos días vienen a buscarlo.

Ya era raro que mamá hubiera aceptado tomar un trabajo sin consultarme pero
mucho más raro fue cuando leí lo que debía traducir: era un largo texto sobre el valor de
la oración… Demás está decir que nunca nadie vino a reclamar esa traducción. Si Ellos
eran cabeza duras más lo era yo. Ni aun así lograban que tomara el hábito de orar.
Dos días después de mí llegada recibí una llamada más que especial:

- Hola Mónica. Soy Analía, la psicóloga de tu amiga Alejandra.

Alejandra es una amiga-hermana que me había regalado la vida. Desde hacía algunos
años vivía en las islas Canarias luego de casarse con Lucas, un canario que también se
había sumado a mi grupo de amigos más queridos. Fue con Alejandra que aprendí el
método del intercambio de casetes para acortar distancias, aun internet estaba lejos de
aparecer en nuestras vidas. Con ella había ido compartiendo todas las experiencias con
los Guías. Antes de partir para Nueva York le había enviado aquellas terribles profecías
que tanto me habían asustado. ¡Ahora me hablaba su psicóloga!

- Mira Mónica, Alejandra me ha contado sobre tus experiencias y me ha


mostrado los mensajes que has estado recibiendo. Ella estaba asustada pero le
he dicho que yo estoy en un grupo en el que una de sus integrantes está
recibiendo los mismos mensajes. Ella también se comunica con Guías
espirituales. Me dijo que ya te escribiría pero me ha pedido que te dijera que
estés tranquila, que estás siendo Guiada por seres de luz y que el hombre que
has conocido en Nueva York es un muy buen hombre que necesita de tu ayuda.

¿Así que había otros como yo? ¿Así que había psicólogos que no creían que esto
venia del Anticristo? Los acontecimientos venían uno tras otro sin darme tiempo a
asimilarlos. No había vuelto a hablar con Michael y aun no había leído su cuento. Una
noche me decidí a hacerlo. Era la historia de una pareja, ella estaba en silla de ruedas….
Podía imaginarme cuanta habría sido su sorpresa a medida que yo le contaba mis
experiencias y él iba recordando las predicciones recibidas años antes y ese cuento
imaginado tiempo atrás con tantas coincidencias con nuestra historia. Pero una vez más

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yo no estaba en mi momento de mayor empatía y no podía ver más allá de mi propia
confusión.
Volvieron a mandarme un mensaje para él. No recuerdo qué le decían, sólo que días
después recibí carta suya, pero esta vez no había casete. De alguna forma sentí que
estaba poniendo distancia. Me pareció bien. Ninguno de los dos sabía de qué se trataba
todo esto. De todas maneras los Guías seguían dándome mensajes para él. Parecían
querer forzarnos a seguir en contacto. Michael, a pesar de recibirlos, ponía cada vez más
distancia.
Un día tomé la decisión de escribirle para decirle que me iba alejar. Necesitaba
tiempo para entender lo que me estaba pasando sin la presión de enviarle mensajes de
los que él apenas si acusaba recibo. Era la primera vez que me iba a negar a hacer algo
que parecía ser importante para los Guías. Me tomó tiempo decidir hacerlo. ¿Qué
pasaría? ¿Me castigarían? ¿Sucedería algo malo?
Me costó tomar la decisión. Apenas terminada la carta en la que le hablaba a Michael
de mí alejamiento empezaron a escribir: ¡NO HIJA! ¡NO HAGAS ESO! ¡NO HAGAS
ESO! Lo repetían con dramatismo y urgencia, como si estuviera por hacer algo grave.
Igualmente mandé la carta.
Durante varios meses no supimos nada el uno del otro. No hubo castigo ninguno.
Solo me explicaron que no era lo que convenía hacer pero que aceptaban mi decisión.
Esa fue otra lección importante: en el camino espiritual nunca dejamos de decidir, sólo
nos aconsejan. De eso se trata el libre albedrio.
Ahora tenía toda mi atención puesta en mi propio proceso. Durante la semana santa
de 1996 aprendí que canalizar a Guías espirituales tenía efectos en el plano físico
Ya había tenido alguna pequeña muestra en Nueva York. Esta vez se trataba de
dolores articulares y musculares muy fuertes. Me decían que no temiera, que mi cuerpo
se estaba adaptando a la nueva energía. No había ninguna razón física para tanto dolor
pero tuve que estar en cama esos 4 días. Durante uno de esos días, al acercarme un té,
mamá notó un gran cambio en mi mano izquierda. Esa mano tenía marcadas secuelas de
poliomielitis. Podía abrirla y cerrarla pero no separar los dedos. Ahora, sin que supiera
cómo, podía hacerlo sin problemas. Mi negación era tal que hasta llegué a dudar de si
no habría podido hacerlo antes. Para los que me rodeaban era una prueba más que
contundente. No sabíamos qué era lo que pasaba pero a partir de ese día, cada vez que
yo me asustaba con algo o me quejaba de alguna exigencia que yo consideraba extrema,
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mamá me decía: “Moni, si pudieron mejorar tu mano, nada de esto puede ser malo.”
Supongo que también se lo decía a si misma cuando temía por el destino de su hija.
Los malestares se repetían casi todos los meses al tercer día de mi período. Siempre
me recomendaban descansar y no asustarme. Descansar descansaba pero no
asustarme….
Tiempo después en uno de los libros de Don Juan encontré la respuesta que Ellos
apenas habían sugerido: esos días del período femenino eran los que se utilizaban para
trabajos energéticos de transformación. Las respuestas llegaban, no quizás cuando yo
las pedía. Muchas veces la espera era larga pero de alguna forma, siempre llegaban.
Poco a poco fui amigándome con esta parte de mi vida. Lo cotidiano seguía su ritmo
normal, mis seres queridos me acompañaban y yo iba logrando algo de tranquilidad.
Una mañana, durante un “sueño” un Maestro se acercó a bendecirme y con su
dedo índice tocó mi frente. Al levantarme y mirarme en el espejo mi frente mostraba
claramente la marca de un dedo. La tapé con el pelo esperando que luego de un rato
desapareciera. Me daba por enterada pero sentía que hasta para los que me rodeaban era
abrumador todo lo que estaba viviendo. Esta vez guardaría esta experiencia para mí.
Creo que extrañaba el tiempo en que cuando me preguntaban: ¿Qué tal tus cosas? Yo
respondía: Bien. Todo normal. Pero la normalidad había quedado en el camino. Hoy
ante esa pregunta yo hubiera tenido que contestar: “Bien. Ayer me bendijeron durante
un sueño y sigo prestando la mano para que seres invisibles escriban mensajes.”
Me costaba entender que la gente pagara carísimos cursos y seminarios para
comunicarse con los Ángeles que casi con prepotencia habían puesto mi vida patas para
arriba. De todas formas, poco a poco me iba amigando con Ellos.
Después de muchos meses, una noche Michael volvió a llamar. Sonaba tímido
hablando casi “en puntas de pie”, supongo que por no saber cuál sería mi reacción. Me
alegró oírlo. Ya no sentía el peso de tener que imponerle mis experiencias. Ya sabía que
podía decidir, aunque me equivocara. Eso para mí hacía toda la diferencia. Me contó
que más de una vez había necesitado hablarme pero quería respetar mi decisión. El
había vivido una crisis interna después de mi viaje. Los mensajes habían tocado zonas
emocionales muy profundas. Ahora estaba en paz. Hasta había podido perdonar a sus
padres y hablar, en una especie de ceremonia de tres, frente a sus tumbas para poner fin
a tanto rencor.

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Me alegré profundamente. Su corazón estaba lleno de dolor y, aun, después de tantos
años, cuando me había hablado de su familia, el enojo se hacía casi palpable. ¡Al menos
algo bueno había salido de aquel viaje que aun me estremecía! También me contó que,
tal como se lo habían dicho, estaba empezando un nuevo camino: le había aparecido una
propuesta para escribir guiones de televisión.
A partir de ese día, retomamos la comunicación telefónica. Nos íbamos poniendo al
día de lo que íbamos viviendo. Cada tanto el me proponía volver a Nueva york. Yo aun
temía tener que vivir algo parecido a lo que había sido mi último viaje. Mis sacudidas
físicas seguían. También mis terremotos emocionales.
En 1997 mama tuvo que operarse de vesícula. Algo muy simple y sin
complicaciones. Sin embargo, de modo sorpresivo y como siempre, sin anuncio previo
empezó un viaje terapéutico que de modo maravillosamente profundo me ayudo a dejar
atrás dolores viejos. Todo comenzó cuando mamá, al despertar de la anestesia, se quejó
del dolor que le causaba la aguja que tenía en el dorso de la mano. Casi inmediatamente
me vi sumergida en un rápido viaje en un túnel del tiempo que me remontó a una de las
tantas operaciones de mi infancia. Yo conocía ese dolor y ahora lo revivía en toda su
dimensión.
A partir de ese momento, día tras día comencé a revivir ese período de mi vida con
los ojos de aquella nena que alguna vez había sido. Pude entender que, cada internación
había sido registrada como abandono por aquella nena. En esa época en el instituto
donde se me operaba, no se permitía la presencia de los padres más allá del horario de
visita. Hoy nos parecería una locura algo semejante pero durante los sesenta faltaba aun
recorrer un largo camino sobre psicología infantil y traumas hospitalarios. Yo sabía que
mis padres se quedaban abajo mandándome mensajes para que supiera de su presencia
hasta que los viera durante el horario de visita. Pero ahora en este extraño y mágico
proceso interno me daba cuenta de que esa nena se sentía abandonada. Reviví cada una
de las internaciones ya no con mi mirada de adulta sino con el corazón de mis tres años
en adelante. Luego de 2 meses aproximadamente vino el tiempo de comprender, aceptar
y soltar. Paso a paso comprendí también que ese sentimiento de abandono había
influido en algunas de mis conductas como adulta. Huellas antiguas, invisibles pero
evidentemente poderosas pues a pesar del paso del tiempo habían permanecido
inalterables, aunque ocultas.

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Una vez terminado el proceso de revisión, comprensión y aceptación me tocaba
desprenderme del dolor como quien deja pesadas cargas en el camino. No sé cómo me
ayudaron a hacer estas limpiezas. Más allá de las meditaciones no había nada más. Es
cierto que, durante estos procesos no era fácil seguir con la vida cotidiana. Revivir el
dolor y al mismo tiempo continuar atendiendo las necesidades de los seres queridos,
trabajar o seguir con actividades sociales se hacía arduo. Sin embargo, hasta el día de
hoy les agradezco estas profundas “terapias espirituales” que tanto me han ayudado.
Luego de aquella primera experiencia vinieron muchas otras que me llevaron siempre a
sumergirme en lo más profundo de mi corazón. Fue una época de mucho crecimiento
interno que se materializaba poco a poco en cambio de conductas o actitudes que me
habían acompañado toda la vida.
No compartí este proceso con Michael. Me resultaba muy difícil por aquel entonces
poner en palabras las limpiezas internas que estaba viviendo. Aunque si compartía las
canalizaciones y mi progreso en la comunicación con los Guías. Siempre se mostró
interesado en lo que pudiera contarle y cada comunicación terminaba con su pregunta
de cuándo volveríamos a vernos. Por el momento, seguía sin atreverme en afrontar otro
viaje.
Al poco tiempo de la operación de mamá, su hermana (mi madrina) vino a pasar un
tiempo a casa tras su fractura de cadera. Fue un tiempo difícil. Dos hermanas en
conflicto y con problemas de salud no hacían una buena combinación. Pero tras
vaivenes de todo tipo sobrellevamos la tormenta.
Una mañana mamá volvió muy asustada. Había ido a hacer un mandado y al salir del
negocio se encontró en una calle desconocida muy ancha y muy luminosa. La imagen
duró unos minutos.

- Debe ser principio de Alzheimer Moni.


- Pero vos no te perdiste, no desconociste el lugar donde estabas. Viste otro
lugar.

Mi explicación no logró tranquilizarla. Sólo pudo hacerlo cuando su médico le


confirmó que, aunque no sabía a qué se debía esa experiencia, ella estaba muy lejos de
padecer los síntomas de demencia senil que tanto temía.
A mediados de 1998, y para poner un lindo broche a ese período tan difícil, viajamos
con mamá a Cataratas del Iguazú. La exuberante naturaleza nos ayudó a las dos a

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recuperarnos: a mamá de su operación, los conflictos con su hermana y su extraña
visión. Y a mí, a recuperar la armonía después de tantas limpiezas internas. Lo que no
sabíamos aún es que ese sería nuestro último viaje juntas.
Al volver a Buenos Aires, las llamadas de Michael se hicieron cada vez más
frecuentes, comenzó a repetir una frase que nunca supe por qué decía: “Vos sabes que
tenemos que estar juntos”. Durante una de esas conversaciones acepté por fin viajar,
esta vez sin la excusa de ningún curso. Íbamos a pasar un tiempo juntos para darnos la
oportunidad de conocernos realmente. Michael se oía muy feliz, lleno de planes para el
reencuentro. Yo, aunque contenta, sentía que tendría que lidiar con el miedo hasta el
momento de la partida.
Un día de noviembre, al volver del dentista, oí un mensaje que Michael había dejado
en la contestadora. Estaría de viaje por unos días y a la vuelta me hablaría para
comenzar a planear mi viaje. Pero esa sería la última vez que oiría su voz…
A partir de ese día muchas veces intenté llamarlo sin recibir más que la voz de su
contestadora. Hasta que un día oí el aviso de que su teléfono había sido desconectado.
A finales de ese mismo año mamá se enfermó. Supimos desde el comienzo que no le
quedaba mucho tiempo más. Ahora cobraba sentido aquella extraña experiencia en la
calle. Mi hermana y yo decidimos acompañarla en este viaje. Cuidarla en casa, aunque
difícil fue una hermosa experiencia que nos unió a todos aun más. Su hermana casi al
mismo tiempo también estaba muriendo de la misma enfermedad. Mamá lamentaba no
poder verla antes de la partida.
Una vez más los casetes aparecieron como solución. Le ayudé a grabarle un mensaje.
Al día siguiente se lo hice escuchar a mi tía que a su vez le grabó su despedida. De
alguna forma pudieron sanar en algo ese lazo. Murieron sólo con un mes de diferencia.
En junio de 1999 yo me despedía de mama en una intima despedida junto a su
cuerpo, hablándole con mi mente, le agradecí por todo lo dado y la guié hasta su nuevo
hogar. Pero no hizo falta, a poco de haber empezado ese dialogo interno visualicé a Mis
Maestros y al fondo la imagen de mamá sana y alegre. Su imagen de pronto se
transformo en una hermosa y potente luz rosada. al mismo tiempo oía que me decían:

“Esta es la energía del amor. No hay nada más fuerte. Esta es


la energía que mueve montañas. Es esta energía que viaja a
través del tiempo y hace que los que se han amado

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verdaderamente vuelvan a encontrarse. No hay nada más fuerte
que el amor.”

Al abrir los ojos no pude parar de llorar. Esa luz rosada no era sólo la energía del
amor de mi madre sino la energía del AMOR. Se me había permitido rozarla y era tanta
su majestuosidad y su potencia que durante mucho tiempo no pude contener el llanto al
recordar lo vivido.
Ahora llegaba el tiempo del duelo y el descanso físico. Aunque hermosa, la
experiencia de atender a mamá había exigido de nuestro esfuerzo. De todas formas, la
idea de mudarme comenzó a rondar mi cabeza. Hacía un par de años que sentía que esa
casa no era mi lugar. Ahora era el momento de dejar atrás todo lo vivido allí.
Yo había heredado el departamento de mi tía. Quizás podría conseguir un lugar
accesible para mí. Por entonces Mi Maestro me repetía una misteriosa frase: “No
busques. Tu edificio está siendo preparado. Te mudarás en noviembre.”
¿Cómo encontrar lo que no se busca? Sobre todo si de departamentos se trata. Y
además ¿noviembre? Ya estábamos en agosto. Era imposible, yo sólo quería ir viendo si
podía conseguir algo.
Como nunca fui dócil, una tarde salimos con mi hermana y uno de mis sobrinos a ver
departamentos. Sabía, por haberlo intentado anteriormente, que no sería fácil.
Necesitaba un lugar accesible para mi silla y cerca de la que hasta ese momento había
sido mi casa y ahora sería la de mi hermana. Ese día vimos tres departamentos. Dos
totalmente inaccesibles y el último… PERFECTO. Tan perfecto que después de verlo
no miré nada más pues todo me parecería feo. Mi Maestro insistía: “Ese será tu lugar.
Te mudarás en noviembre”
El precio de mi departamento perfecto era más de lo que yo podría pagar con la venta
del departamento de mi madrina, así que tendría que olvidarme de lo visto y reanudar la
búsqueda en algún momento.
En setiembre encontramos por fin comprador para el departamento de mi tía y para
nuestra sorpresa, aquel que tanto me había gustado aun estaba en venta y ¡más barato de
lo que nos habían dicho en su momento! A partir de ahí todo fue una vorágine de
trámites y arreglos hasta que el 5 de noviembre de 1999 estaba instalada en mi nueva
casa. Increíble. Habían dicho que el edificio estaba siendo preparado. Así lo parecía,
todo en él me era accesible. Tenía incluso un pequeño patio donde aprendí a

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comunicarme con las plantas, que hasta ese momento no habían sido más que adornos
para mí. Además había un jardín compartido donde tomaba sol para recuperarme de mis
trabajos energéticos. Un jardín casi mágico donde conocí a amigos geniales, incluido
quien se transformaría en casi mi hermano.
Poco a poco me fui recuperando de todo el esfuerzo hecho durante ese año, haciendo
el duelo por la muerte de mamá y aceptando que, por alguna razón Michael había
desaparecido.
Mi comunicación con los Guías aun seguía siendo un secreto compartido con la
familia y algunos amigos. Por aquel entonces mi amiga Susana venía a matear muy a
menudo, vivía a pocas cuadras y cualquier hora nos venía bien para compartir charlas
interminables. En una de esas charlas y hablando sobre lo que me decía Mi Maestro le
conté:

- ¿Sabes? Dicen que tendré que atender sin cobrar a muchas personas. ¿Quién va
a venir a verme para esto?

Aun hoy en día tengo que aceptar sus ironías por tan desafortunado comentario.
Esos primeros años en mi nuevo lugar fueron de trabajo interno y espiritual muy
intenso. Parecía que aceleraban el proceso ahora que estaba sola. Tenía muchas
“tormentas energéticas” que, según me explicaba Mi Maestro me preparaban para lo
que sería mi trabajo.
En medio de tantos movimientos Michael permanecía en mi mente como un gran
signo de interrogación. ¿Para qué había sido ese encuentro? ¿Por qué había
desaparecido? Etc. etc.
Cuando vi el atentado a las Torres Gemelas sentí que algo de todo lo vivido allí se
había ido con las Torres. ¡Había vivido tantas cosas en ese lugar!
Un día de 2008 llegó una inesperada respuesta. Durante una de las comunicaciones
con Mi Maestro noté que la lapicera se detenía y luego de unos minutos con una energía
totalmente diferente alguien tomaba mi mano: “Soy Michael. Hoy me permiten hablarte
y quiero decirte que estoy muerto.” ¿Muerto? Unos días antes había soñado con él.
Estábamos en un avión, tenía un traje blanco y me sonreía. Ahora me estaba diciendo
que estaba muerto. Como siempre, dudé. ¿Sería o no sería él? Más allá de mis dudas, mi
mano continuaba moviéndose. Michael me pedía perdón. El sentía que no había hecho
lo suficiente como para que estuviéramos juntos. Me decía que había sentido miedo y

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ahora una y otra vez me pedía perdón. Se lo sentía angustiado por lo que le habían
mostrado de su vida. No la había aprovechado todo lo que hubiera debido y siempre
había sido por miedo. Mentalmente yo trataba de explicarle que todo estaba bien, que
estuviera tranquilo. Luego de un rato me dijo que venían a buscarlo y se fue. Seguía sin
estar segura de que fuera él pero por las dudas comencé a hacer, durante esos días, las
ceremonias de despedida que los Maestros me habían enseñado a hacer cuando alguien
moría. Le hablé en mis meditaciones explicándole que ya no estaba en este plano, le
envié luz y luego ya en un plano más material, en una especie de rito de despedida tiré
todas las cartas y casetes que me había enviado. Me quedé sólo con 2 fotos. Una de ellas
la puse en mi dormitorio como para incluirlo por unos días en mi nueva casa.
Aun no podía asegurar que la comunicación con Michael hubiera sido real pero, esa
ceremonia también me vendría bien a mí como para poner punto final a esa historia.
Unos días después Susana vino a casa. Apenas entró me dijo:

- Moni, Tengo algo que contarte. Viste que yo nunca me acuerdo de lo que sueño
¿no? Bueno, anoche tuve un sueño que no me puedo sacar de la cabeza.
- ¿Qué soñaste?
- Soñé con un hombre de unos cincuenta años más o menos, rubio canoso que
desde arriba de una escalinata me saludaba moviendo su brazo como
despidiéndose ¿Vos tenés alguna foto del hombre que conociste en Nueva York?
- Sí ¿Por?
- Porque nunca las vi y el hombre de la escalinata me decía: “Soy Michael” y yo
otro Michael no conozco.

Fui a buscar la foto que tenía en mi pieza casi temblando. Al verla, la cara de Susana
cambió

- ¡Era él! Sin lugar a dudas: era él. Pero ¿cómo es que yo sueño con él? ¿Vos
entendés algo de todo esto? Yo lo único que sé es que sentí que tenía que venir a
contártelo

Me quedé sin palabras. Y Susana también cuando le conté lo que había estado
pasando durante esos días.

- ¡Así que se había muerto!


- Bueno no sé Susana. Eso me dijo quien vino a escribir pero…

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- ¿Pero que más te hace falta para creerlo? ¿Un certificado de defunción?

Y si. No hubiera estado mal que cada tanto me sucedieran cosas “normales”. Aunque
debía reconocer que lo que estaba pasando estos días era muy contundente, bastante más
que cualquier certificado.
Evidentemente, había sido Michael quien había venido a hablarme. Pero como en el
Cosmos saben que soy dura de entendederas sucedió algo más. Hacía un tiempo que
participaba en un grupo literario por internet. Me había hecho amiga de una de las
personas del grupo que escribía maravillosamente. Ella vivía en un pueblito de España y
cada tanto chateábamos para conocernos mejor. Una noche, algunos días después del
encuentro con Susana, esta amiga interrumpió la charla para decirme:

- Moni, hay algo que nunca te dije. Yo puedo ver presencias, o muertos.
- ¿De verdad?
- Sí. Desde chica. No lo cuento habitualmente para que no piensen que estoy loca.
Pero hoy quería decirte que siempre que hablamos veo detrás de ti a un hombre.
Murió hace relativamente poco. Está con vos para acompañarte. También a su
lado veo una nena. Creo que fue tu hija en otra vida.

A partir de ahí hizo una descripción casi perfecta de Michael, del que por otra parte
nunca habíamos hablado. Sobre la nena….no sabía que decirle. ¿Sería aquella que había
visto muerta en aquella meditación? Le conté muy someramente quien era ese hombre.
No le dije que había venido a comunicarse conmigo pues aun ella no sabía que
canalizaba Guías espirituales. Preferí terminar la charla por ese día. Ya había tenido
suficiente en que pensar. Me sentía apabullada. De acuerdo. Ya no hacía falta nada más.
Ya me daba por enterada de la muerte de Michael.
Durante los días que siguieron a esta última conversación comencé a ver una mancha
en la cortina de mi habitación. Tendría que lavarla cuando el viernes viniera Cristina, la
señora que me ayuda con la limpieza. Pero cuando el viernes llegó, lo que había sido
una pequeña mancha se había transformado claramente en la cara de un hombre. ¡Está
bien! ¡Ya entendí! No hacían falta más señales. Realmente no sé por qué nos
conocimos ni por qué hicieron tanto como para que le prestara atención. Demasiadas
preguntas para una historia demasiado corta (al menos en esta vida).
Quizás hoy, al ponerla sobre el papel podamos darle el punto final necesario como
para que estés en paz y, aun sin todas las respuestas, cada uno siga su camino. Quizás
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hoy, al ponerla sobre el papel, pueda decirle a quien la esté leyendo, que más allá de lo
que suceda, cada encuentro es especialmente valioso. Es verdad que Michael, no pudo
ser mi compañero en esta vida pero me ayudó aun sin yo quererlo a que fuese poco a
poco a recorrer este camino al que tanto miedo tenía. Su presencia me acercó a mi
propio sendero sin que me diera cuenta.
Por eso amigo querido, donde quieras que estés, gracias por el encuentro. Seguí tu
camino tranquilo sin remordimientos ni culpas. ¡Ya nos volveremos a encontrar!

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Señorita, cuide a mi hijo
Facilitar una comunicación con un Guía espiritual siempre es una experiencia única.
Nunca sé que se vivirá ni qué aprenderé. En algunas ocasiones, se me pide también que
una persona muerta pueda dar un mensaje a un ser querido. Esto fue algo que me costó
aceptar. No me gustaba la idea de verme haciendo esa tarea. Fue una de los tantos
prejuicios que tuve que dejar de lado.
¿Qué me molestaba?
En principio quizás el cine contribuyó a mi rechazo. Una y otra vez aparecía en mi
mente la imagen de Whoopi Goldberg perseguida hasta el cansancio por el fantasma del
atormentado Patrick Swayze. La película me había encantado…pero como espectadora.
No como protagonista.
Luego mi creencia profunda de que no era bueno molestar a quien había dejado este
plano. Sin embargo, la experiencia vivida con la muerte de mi padre había abierto tanto
en mi mente como en mi corazón una puerta increíble. Yo era la prueba viviente de que
este tipo de comunicación podía ser útil.
Hasta que mi padre murió en 1985, yo tenía un miedo casi fóbico a todo lo
relacionado con la muerte. Era incapaz de ir al cementerio o tan siquiera rozar la página
de avisos fúnebres de un diario.
Su fallecimiento hizo que todo cambiara.
Poco antes de ese día, durante un curso de raja yoga que yo había comenzado unos
meses atrás, se nos había enseñado a acompañar a alguien en el momento de partir, algo
impensable para mí.
Al llegar a casa, él estaba esperándome como siempre. Le comenté lo aprendido
mientras cenaba. Pareció interesado y al oír mis reparos me sorprendió con un:
Quien sabe Moni. Quizás tengan razón y no todo termine cuando morimos.
Un par de semanas después mamá, mi hermana y yo estábamos en un sanatorio
acompañando su partida. Un final abrupto e inesperado que nos golpeó a las tres. No
pude entrar a la sala de terapia intensiva. No había lugar para mi silla. ¿Qué podía hacer
para acompañarlo?
Recordé aquella clase y también recordé nuestra charla. Nada perdía con probar. Por
increíble que eso me hubiera parecido antes, busqué un rincón más tranquilo en la sala
de espera, cerré mis ojos y mentalmente comencé a hablarle y a explicarle lo que estaba
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pasando, tal como en el curso nos habían enseñado a hacer. Quizás me movió la
desesperación de no poder hacer nada más por él. Quizás también me movió el amor. Si
lo que me habían enseñado era cierto, si había la más mínima posibilidad de ayudarlo en
su partida y de evitar que tuviera miedo, yo lo intentaría. Ya habría tiempo luego para
mi tristeza.
Un par de horas después mi hermana y yo fuimos a tomar un café. Al rato de llegar
oí claramente la voz de papá diciendo:

- Moni, ya me voy.

Cuando se lo comenté a mi hermana no dudó un segundo en decidir volver al


sanatorio. Un rato después el médico nos daba la noticia de su muerte. ¿Era posible
entonces que él se hubiera comunicado conmigo? ¿Podría ser verdad que la muerte no
fuera el final de todo?
Seguí las instrucciones que me habían dado: hablar mentalmente, dar paz, explicar la
muerte…. ¿Qué perdía con probar? Por el contrario, si lo que me habían enseñado era
cierto, podría ayudarlo a que partiera en paz. Esa, quizás haya sido una de las decisiones
más importantes de mi vida pues días después mi padre en un sueño me agradecía el
haberlo acompañado.
Me decía que estaba muy bien y antes de despedirse agregó:

- Lástima que no podamos abrazarnos.

Esa semana no fui la única que recibió su mensaje en sueños. Hubieron dos de sus
amigos que nos llamaron días después para contarnos sueños similares. En ambos casos
papá se despedía con la misma frase:

- -Lástima que no podamos abrazarnos.

Allí comenzó realmente mi búsqueda espiritual. Hasta ese momento, todo se había
limitado a textos interesantes y técnicas de meditación armonizadoras.
Ahora, lo que había leído como hermosas teorías, se materializaba como una
realidad que ni mi mente exageradamente racional podía discutir.
Leí todo cuanto encontré sobre el tema. Todos parecían coincidir en que la muerte
era un pasaje a otro estado y desde este plano, tal como se hace en un parto para dar la
bienvenida a un nuevo ser, se podía ayudar a que la partida fuese tranquila y sin miedo.

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El único requisito: dejar el propio dolor de lado por un instante y poner todo nuestro
corazón al servicio de quien estaba dejando su cuerpo.
Fácil de decir. No tanto de llevar a cabo. Al decidir hacerlo se abrió para mí una
puerta enorme. Pude recibir de mi padre el mayor de los regalos: quien me había
regalado la vida ahora hacía que perdiera para siempre el miedo a la muerte.
Sin darme cuenta, daba el primer paso para lo que, diez años después sería mi
trabajo: comunicarme con otros planos. Por aquel entonces ignoraba la existencia de
Guías o Maestros espirituales, sin embargo
Aquella primera comunicación con mi padre muerto, movida quizás sólo por la
impotencia de no poder hacer nada más, había cambiado mi vida. ¿Por qué entonces me
resistía tanto a ayudar a otros a vivir algo parecido?
Esta vez, para ayudarme a aceptar este otro aspecto de mi trabajo, Mi Maestro contó
con una ayudante especial: Ilma.
Hasta 2003 mi trabajo con Guías era intenso pero interno. Nada parecía modificarse
en lo exterior. Yo seguía con mis clases como siempre y mi familia y amigos seguían
acompañando mis experiencias con mucho cariño pero sin entender demasiado de que
se trataba toda esa movilización.
Ya había aprendido a percibir la cercanía de un Guía espiritual y a reconocer los
“síntomas” cuando necesitaban escribir: pesadez en los hombros, falta de tolerancia a
los sonidos fuertes, vibración en la coronilla…
Si me negaba a recibir Sus mensajes, mi brazo derecho se volvía pesado y hasta
podía sentir dolor tal como pasaría si hubiera una energía atascada e imposibilitada de
salir.
A partir de mi mudanza a fines de 1999, el contacto con Ellos se hizo más fuerte. La
tarea era comparable a mis antiguos entrenamientos de natación. Había épocas de
mucha intensidad durante las cuales tenía quizás dolores musculares, mucho cansancio,
dificultades para dormir. Durante estos períodos se me transmitían más mensajes, o me
instruían en sueños. Además me sometían a mi “terapia espiritual” enfrentándome a mis
luces y sombras más profundas.
A estos períodos de mucha actividad seguían otros de incomprensible pasividad.
¿Para qué habían sido todas esas experiencias y trastornos físicos? ¿Dónde estaba
ahora?

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Luego aprendí que estos tramos de aparente quietud eran los que servían para
asimilar lo que tanto el cuerpo físico como el emocional habían adquirido. Parecían
seguir un método de trabajo meticulosamente respetado. Las explicaciones siempre
llegaban tiempo después.
Esa noche de 2003 estaba por comenzar, sin anuncio alguno, un entrenamiento
diferente. Mientas estaba tranquilamente frente a mi computadora preparando mis clases
del día siguiente, sentí una presencia extraña a mis espaldas. Miré, aun sabiendo que no
vería a nadie. No se trataba de un Guía. Era una energía diferente.
Oí que me decían:

“Señorita, necesito hablar con mi hijo.”

Por increíble que parezca no me asusté. No sabía ni quién era ni de qué hijo me
hablaba pero tomé papel y lapicera para prestarle mi mano.
Con dificultad, poco a poco las letras comenzaron a formar palabras:

“Soy la madre de Enrique.”

Enrique era un amigo-hermano que había conocido en el jardín de mi edificio apenas


un año después de mi mudanza. La comunicación entre nosotros fue inmediata y
compartíamos mucho de nuestras vidas. Cuando luego de un par de meses de
conocernos me atreví a contarle “mi actividad especial” el abrió inmediatamente su
corazón dispuesto a ayudarme en lo que necesitara. La senda espiritual no estaba ,por
aquel entonces, entre sus prioridades . Por eso tuvo mucho valor su respuesta luego de
escuchar con atención mi relato:

- Mirá, yo no sé nada de lo que me estás hablando. Tampoco sé si creo o no. Pero


cada vez que necesites hablar de las canalizaciones contá conmigo Yo te
escucho.
- ¡Tanto buscar una respuesta similar en profesionales con años de estudio y
resulta que mi vecino-amigo se ofrecía con absoluta naturalidad!

A partir de ese día siempre estuvo dispuesto a escuchar mis dudas y mis miedos. Su
mirada, diferente a la mía, me hacía muchas veces, ver aspectos que no había tenido en
cuenta previamente. Por mi parte, sin quererlo, durante nuestras interminables charlas
yo le mostraba aspectos de si mismo desconocidos para él.
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Ahora, aparentemente, su madre, muerta en 1995, estaba en mi casa. Ante lo
sorpresivo de la situación no pude más que dejar que mi mano se moviera para que ella
escribiera su mensaje.
Comunicarme con muertos no era algo familiar para mí. Las sensaciones que estaba
teniendo eran diferentes. Cuando Mi Maestro o Mi Guía escribían sentía paz, calma y
armonía. Ahora percibía tristeza, dolor y a la vez un carácter fuerte e imperativo que
imponía su presencia.
Sus palabras hablaban con dolor de su vida. Se arrepentía de no haber dado más
importancia al amor. Había preferido elegir lo material y ahora sabía que había
equivocado su camino. Al terminar su mensaje una vez más repitió su deseo de hablar
con su hijo.
Cuando la comunicación terminó quedé perpleja sin saber qué hacer. El mensaje era
dramático, lleno de dolor. No dudé en llamar a mi amigo para leérselo. El me escuchó
en silencio y confirmó una por una las situaciones que su madre relataba. Le ofrecí
dárselo esa misma noche. Si yo estaba conmocionada no quería ni imaginar cómo
estaría él.
Su respuesta me dejó perpleja:

- No, dejá. En todo caso me lo das mañana.

Esa noche casi no pude dormir. No sólo por la sorpresa sino porque mi cuerpo
parecía haber sufrido las consecuencias de esa canalización.
No había músculo que no me doliera y mi mano tenía algunos temblores. A mi
cansancio se agregó mi enojo. Yo estaba en semejante estado por recibir un mensaje
para alguien… ¡que seguramente estaría durmiendo plácidamente! ¡No era justo!
Al día siguiente supe que, la aparente indiferencia no era más que dolor contenido.
Inesperadamente mi amigo se había encontrado con su pasado y aun estaba
conmocionado.
Fijamos un día para permitirle a su madre comunicarse con él. Suponía que no sería
difícil pues, desde aquella noche, podía sentir su presencia en mi casa.
El día del encuentro, Ilma le dio por fin a su hijo el deseado mensaje: una “pequeña”
carta de 32 páginas. Al concluir se dirigió a mí para decirme:

- -Señorita, cuide a mi hijo.

¡Vaya! ¡Ahora me daba órdenes!


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Repitió esa frase varias veces y luego de agradecerme por haberle permitido escribir
se fue… aunque no por mucho tiempo.
Durante los días que siguieron, Ilma apareció en mi casa varias veces, siempre con el
mismo pedido:

- -Señorita, cuide a mi hijo.

Yo no me sentía cómoda con estas comunicaciones. No quería transformarme en un


teléfono humano a disposición de cualquier espíritu que decidiera hablar. La
canalización con Maestros espirituales era otra cosa. Comunicarme con muertos no
estaba en mis planes.
Necesitaba hablar con Mi Maestro, que hasta ese momento no había venido a
comunicarse conmigo, para que me dijera qué hacer.
Le hablé durante mi meditación para decirle que no me gustaba ser canal de personas
muertas. Mi Maestro eligió el papel para darme su respuesta. Me explicó que esas
comunicaciones formarían parte del trabajo para el que se me estaba preparando. No me
gustó Su respuesta.
Pensé en decirle que lo aceptaría sólo con la intercesión de un Guía o Maestro
espiritual si se lo consideraba importante. Para mi alivio, Mi Maestro me respondió que
estaba esperando que yo pusiera ese límite. Cuando fuera necesario Ellos me lo dirían,
de lo contrario yo podía negarme a recibir esas comunicaciones.

- ¡Qué bueno! ¿Así que podía poner límites? ¡Excelente noticia!

Ya había dado a mi amigo el mensaje de su madre así que podía dar por terminada
esa tarea. De todas formas, me pareció grosero de mi parte plantar a Ilma sin más.
Así que durante una meditación le expliqué que sería la última vez que hablaríamos
y, tal como lo había hecho con mi padre traté de ayudarla a que siguiera en paz su
camino luego de prometerle cumplir con su pedido. Debe de haberme creído pues la
sentí en paz Se alejó tranquila no sin antes pedirme una vez más:

- -Señorita, cuide a mi hijo

Fue la última vez que nos comunicamos. A partir de ese día, poco a poco, mi amigo
fue atreviéndose a mirar su pasado con todas sus luces y sus sombras. Comenzó un
enorme trabajo de limpieza interna que sigue hasta hoy.

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En aquel mensaje, Ilma nos relataba con dolor y urgencia su arrepentimiento por no
haber dado al amor el lugar que hubiera merecido. Nos pareció que estaba tratando de
buscar alivio para su alma. Sonreíamos al recordar su insistente pedido de cuidar a su
hijo.
Pero, como más de una vez nos ha pasado con los mensajes de los Guías, nos tomó
tiempo entender el real sentido de aquel pedido. Lo comprendimos en su totalidad hace
sólo unos meses atrás: Ilma nos contaba su dolor para que su hijo no repitiera su
historia.
Como producto de su enorme trabajo interno, Enrique se dio cuenta de que, si no
hubiera emprendido este camino, casi con seguridad hubiera repetido los pasos de su
madre. Gracias a la prepotencia con que Ilma había impuesto su palabra, el camino de
su hijo había tomado un rumbo diferente.
¿Cómo enojarme con una mamá que se había esforzado tanto para venir a rescatar a
su hijo de un sendero que ella sabía cuán doloroso podía ser? ¡Gracias Ilma! De todo
corazón en nombre de tu hijo, muchas gracias. Gracias también en mi nombre, pues por
la prepotencia de tu presencia en mi casa pude prepararme para lo que mi familia viviría
meses más tarde.
9 de octubre de 2003, una fecha que quedaría marcada a fuego en la historia familiar
pues ese día el papá de mis sobrinos decidió poner fin a su vida. La muerte de un ser
querido siempre es dolorosa pero cuanto más difícil es si sucede por propia decisión.
Yo sabía que, para decidir la propia muerte, se debía estar sumergido en una gran
desesperación. Pero al ver a mis sobrinos vivir semejante dolor no podía evitar también
sentir enojo. ¡Qué diferente era este trágico duelo al que había vivido con mi padre!
Cada uno de mis sobrinos lo vivió a su manera, como pudo. Su mamá y yo los
acompañamos también como pudimos y sobretodo, como ellos nos dejaban. Fueron días
muy difíciles.
A finales de enero de 2004 una vez más me sorprendió la sensación de una energía
diferente tomando mi mano aunque esta vez con Mi Maestro a mi lado,
acompañándome. Era Juan Carlos, el papá de mis sobrinos. Lo podía sentir angustiado,
triste, desolado. A través de mi mano podía sentir mucho más dolor del que nunca antes
había sentido.
Poco a poco las palabras se fueron formando. Su tristeza era infinita pero ya no por él
sino por el dolor que había causado a sus hijos. No dejaba de pedirles perdón y me
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pedía por favor que les diera su mensaje. Cuando terminó de escribir fue Mi Maestro
quien tomó mi mano para pedirme que no dudara en hablar con mis sobrinos y darles lo
recibido. Lo que acababa de canalizar me dejó paralizada.
Por extraño que ahora me pueda parecer, yo, hasta ese momento nunca había
contado a mis sobrinos que su tía canalizaba Guías espirituales. Ahora, en medio de
semejante huracán emocional tenía que, no sólo contarles lo que yo hacía sino decirles
que su padre, que acababa de morir, les enviaba un mensaje. Era imposible que yo
hiciera eso. Ya bastante estaban sufriendo como para colmo agregarles algo así.
Esta vez Enrique fue el encargado de ayudarme a decidir.

- Pero si tu Maestro te dijo que tenías que dar ese mensaje, que sería bueno para
tus sobrinos ¿Por qué dudás?
- Porque ellos ya tienen bastante con lo que están viviendo como para traerles
más confusión y dolor.
- Moni, hace poco fue mi mamá la que vino a hablar. Vos me llamaste enseguida.
Es cierto que me impresionó y que tuve que asimilarlo pero me hizo mucho bien.
Me ayudó a entender muchas cosas de la vida de mi familia. ¿Por qué no
confiás en lo que te dicen y les hablás? Además, ya es tiempo de que sepan lo
que hacés.

Era verdad. Decidí hablar con cada uno por separado. Preferí no planear mis
palabras. Me dejaría llevar. Martín fue el primero. Al comienzo hablamos de él, de
cómo se sentía y de cómo estaba viviendo este momento. Tenía una visión muy dura de
lo que había sido la vida de su padre y me dijo algo que me quedó grabado para
siempre.

- ¿Sabés qué es lo peor Moni? Mi papá no dejo que la vida le mostrara lo que
tenía para ofrecerle porque aunque las cosas no fueran como él las quería,
quizás hubieran habido otras que hasta fueran mejores. Una lástima

Posiblemente fuera así. Quizás fuera verdad que, al no tener la vida que él se había
imaginado, se perdió la oportunidad de recibir lo que realmente había para él. De todas
formas, no debía olvidarme de mi tarea. ¿Cómo empezar? ¿Por dónde encarar el tema?
Mentalmente le pedía a Mi Maestro que me ayudara a encontrar el camino. Su ayuda no
tardó en llegar. Inesperadamente fue Martín quien me mostró por dónde empezar.

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- ¿Sabés? No se lo dije a nadie pero muchas veces, desde su muerte, siento que
me toca el brazo, como si estuviera a mi lado. No me lo imagino ¿eh? De verdad
lo siento.
- Yo sé que no te lo imaginás, Martín. No tengo la menor duda de que lo que me
decís es verdad. Tengo algo que decirte.

Y ahí empezó otra charla en la que, paso a paso le fui contando lo que hacía y cómo
era que su padre había venido a darles un mensaje. Hablamos durante horas porque, al
contrario de lo que yo había supuesto, leer las palabras de su padre liberó su corazón y
abrió entre nosotros un canal de comunicación aun más grande del que habíamos tenido
hasta ese momento. Esa charla me llenó de alivio y me hizo ir más confiada al
encuentro de Juan, mi otro sobrino.
Tuve que esperar un mes más pues él estaba trabajando en Villa Gesell. Esta vez,
comencé la charla sin tantos preámbulos. También él me sorprendió:

- Yo ya sabía lo que hacías. No te olvides que duermo en lo que era tu dormitorio


y en el placard encontré unas hojas con letras raras.
- Pero nunca me preguntaste nada.
- Por algo no querrías hablarlo. Aparte con una mamá psicóloga y astróloga que
tira el tarot estas cosas no me resultan tan raras Moni.

¡Era cierto! Ese “detalle” se me había pasado por alto. Los temas esotéricos eran
moneda corriente en la casa de mi hermana. Nunca hubieran rechazado lo que yo les
hubiera dicho. Evidentemente el problema era sólo mío.
Le conté que ya había hablado con su hermano y leímos juntos el mensaje. Fue
mucho más parco que su hermano, pero me contó lo que había significado para él haber
logrado ese trabajo que deseaba justo cuando acababa de morir su padre. Por suerte, lo
había podido compartir con algunos compañeros que habían vivido situaciones
parecidas. Al igual que con Martín, aquí también se abrió una enorme puerta que nos
permite hasta el día de hoy compartir lo que sentimos.
Una vez más, tanto mi amigo como Mi Maestro tenían razón: el secreto de mi
camino era creer en mí misma y ya no avergonzarme de lo que hacía. Quizás no era una
tarea muy común pero, evidentemente podía ayudar a sanar heridas del corazón. Sólo
bastaba con que me dejara guiar y actuara siempre con amor. Lo demás encontraría su

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propio orden. Desde ese momento, nunca rechacé el pedido de un Guía de aceptar la
comunicación de una persona muerta.
Es verdad que necesité acostumbrarme a una energía diferente. Tuve que habituarme
a recibir no sólo palabras sino también sentimientos y emociones que jamás percibo
cuando de Guías se trata. Aunque agradezco todo lo que pude aprender con estas
experiencias.
Aprendí que cada alma está donde debe estar y que no conviene alterar esos
caminos. Sólo se requiere de este tipo de comunicación cuando es absolutamente
necesaria. Aprendí que a veces las almas necesitan saber, de la boca de un ser querido,
que ya no están en este plano, sobretodo en casos de muertes repentinas.
Aprendí que a cada alma se le muestra su vida , no para premiar o castigar sino para
que sientan realmente el efecto de cada una de sus acciones y puedan comprender cuál
será su aprendizaje en su próxima vida.
También aprendí que, aun en casos de suicidios o vidas equivocadas, siempre las
almas serán guiadas y recibidas con amor. A todas se les explicará el sentido de la vida
y cuando este proceso haya concluido entrarán en un período de descanso hasta que
deban volver. Eterno e interminable ciclo que se repetirá una y otra vez hasta que cada
alma haya aprendido lo necesario.
Aunque lo más valioso que aprendí fue a confiar en que, si un Ser Superior permite
estos mensajes es porque dará paz al alma de quien lo envía e importantes cambios
internos para quien los reciba con su mente y corazón abiertos.
Recuerdo especialmente una de las primeras ocasiones en que se me pidió facilitar
estos encuentros. El horario acordado para la entrevista era las 11 de la mañana. Mi
Maestro me estaba acompañando desde temprano. A las 10, mientras preparaba lo
necesario para el encuentro, sentí la presencia de alguien. Ese “alguien” me decía:
“Quiero hablar con mi mamá”
Le dije con el pensamiento que no había problemas y que esperara a que su madre
llegara. Intuía que esa presencia tenía que ver con la mujer que llegaría poco después.
Ella llegó a las 11 en punto, nerviosa y tensa. Nunca hablo mucho antes de canalizar así
que le serví un té mientras le explicaba cómo sería la experiencia y luego le pedí que me
esperara a que recibiera el mensaje de Su Guía.

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A poco de empezar, como era previsible, su hijo pidió darle un mensaje. Cuando
conté lo que estaba sucediendo, ella me dijo que su hijo había muerto en un asalto un
año antes.
Ahora él estaba allí pidiéndole que estuviera tranquila pues él estaba muy bien. Le
pedía que no llorara y que fuera feliz. Fue un largo mensaje que pareció darle algo de
alivio a quien tanto había sufrido.

- En el fondo sabía que mi hijo vendría a hablarme. ¡Le pedí tanto a Dios saber si
estaba bien! Me torturaba la idea de que estuviera perdido o asustado. ¡Fue tan
espantoso lo que vivimos! Desde ayer que no duermo. Hoy estaba tan ansiosa
que desde las 10 de la mañana estoy estacionada en la puerta de su casa. Me
dio vergüenza tocar el timbre una hora antes.

¡Su hijo no había sido tan prudente! Las dos reímos cuando se lo comenté.

- El era así de ansioso.¡ Siempre quería todo para ayer!

La vi reírse con ganas. Ahora parecía una mujer muy distinta a la que había entrado
por mi puerta un rato antes. ¡Qué bueno era al menos haber aliviado en algo a su
corazón! A pesar de todas mis resistencias, la mía era una hermosa tarea. Era muy
bueno ayudar a dar algo de paz a los corazones de seres que tanto se han amado para
que la espera hasta volver a encontrarse sea un poquito más dulce.

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La aceptación
Después de grandes tormentas vienen grandes períodos de calma. Sin embargo, es en
estos períodos donde se ve lo que la tormenta ha dejado. Es entonces cuando nos
podemos permitir tomarnos el tiempo de notar el cansancio, las heridas y todo lo que
había quedado rezagado en algún rincón del corazón cuando era el tiempo de
arremangarse y remar con todas nuestras fuerzas contra la corriente.
El año 2000 fue el año en el que pude detenerme a mirar lo que la tormenta
emocional vivida desde 1994 había dejado.
Ya estaba en mi nueva casa recuperándome física y emocionalmente del último año
que había incluido acompañar la muerte de mamá y mi mudanza. Poco a poco fui
tomando conciencia de todo lo que mi vida había cambiado desde aquel primer
encuentro con los Guías. Ya nada era igual. Sobretodo YO no era igual. Había tenido
vivencias inimaginables y aun así, había seguido navegando en el mar de lo cotidiano,
como si todo fuera como siempre.
Ahora, en la quietud y soledad de mi casa nueva podía empezar a asimilar cada cosa.
Era un tiempo necesario y sanador.
Fue entonces que me di cuenta de que necesitaba un espacio donde poder hablar de
todo lo vivido sin cuidar las palabras, sólo dejando salir toda la emoción acumulada
durante esos años. Siempre había estado muy rodeada del amor de mi familia y mis
amigos pero más de una vez sentía que mis experiencias los abrumaban. Todos me
escuchaban con mucho respeto y amor pero no era algo fácil de compartir.
Estar en contacto con Maestros espirituales no nos evita la soledad, la del encuentro
con esa mirada que entienda de qué estamos hablando. De modo que decidí buscar
ayuda.
Sabía que no sería sencillo. Mi última experiencia terapéutica no había sido
exactamente buena pero debía intentarlo. Tomé contacto con un médico que trabajaba
con terapia de vidas pasadas, no porque me interesara saber quién había sido en otras
vidas pero si a este médico este tipo de temas no lo asustaban quizás con él podría tener
el espacio que estaba necesitando. Fui a conocerlo a una de sus conferencias y su charla
cálida y sensata me impulsó a pedirle un turno días después.
La consulta no era barata pero había demasiada angustia en mi corazón como para
estar haciendo economías. Mi única expectativa era que alguien pudiera acompañarme
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en el camino que estaba recorriendo y pudiera oírme sin que yo me sintiera responsable
de abrumarlo con historias extrañas.
El día de nuestro encuentro me recibió con una fría distancia, muy diferente a como
lo recordaba en aquella conferencia pero lo atribuí a su rol de terapeuta. A poco de
empezar a contarle para qué estaba allí comencé a llorar. Allí podría liberar todas mis
emociones sin preocupar a nadie. Media hora más tarde noté que miraba su reloj. ¡Aun
me faltaba tanto por contar!
Quince minutos después, abruptamente e ignorando mi angustia dio por terminada su
sesión dándome fecha para nuestro próximo encuentro.
Como si esto no hubiera sido suficiente, apenas salí del consultorio, su secretaria me
ofreció comprar algunos de sus libros y me dio su tarjeta por si quería hacer terapia
floral o una carta astral. Cinco minutos más tarde estaba en la vereda con toda mi
angustia a cuestas y la desoladora sensación de que nunca podría encontrar la ayuda que
necesitaba.
Desde ya no pensaba someterme a otra sesión semejante y ponerme otra vez en
manos de gente tan poco amorosa y respetuosa del prójimo. Volví a casa con una
enorme sensación de soledad y mucha tristeza. Días después, Mi Maestro me habló:

Hija, ¿qué es lo que estás buscando? El camino del buscador


espiritual es solitario. Cada cual recorre el sendero que
necesita su alma recorrer. Ya tendrás quien tenga una mirada
parecida a la tuya. Tendrás tu propia bandada hija. Ahora es
tiempo de que por fin confíes en ti misma y ya no busques en
otros respuestas que sólo están en tu corazón. ¡Ten fe! Ve a esa
próxima entrevista. No es por ti, sino por él.

¡Y a mí qué me importaba ese hombre! ¿Por qué tenía que ir a ayudarlo quien sabe a
qué y… pagándole? ¿Mi bandada? ¿Y eso qué era? A pesar de toda mi mala voluntad
allí fui, esta vez ya sin esperar nada. Cuando llegué me dijo que haríamos una regresión.
Él grabaría lo que yo pudiera decir y luego me daría la cinta.
Inmediatamente me relajé y entré en estado de meditación. Ya tenía práctica en eso.
A poco de empezar dejé de oír sus instrucciones. Los Maestros se presentaron ante mis

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ojos y me dieron un mensaje para él que yo fui repitiendo palabra por palabra. Luego se
dirigieron a mí. Me mostraron un largo y luminoso camino lleno de gente.

¿Ves a toda esa gente? Ellos están esperando que tú estés lista
para ayudarlos. Es tiempo de prepararte. Ellos te esperan.

Cuando volví al nivel consciente me sentía muy mareada. La experiencia había sido
muy fuerte y profunda. No me sentía muy bien pero una vez más me vi minutos después
en la vereda esperando un taxi sin que se me ofreciera ni un vaso de agua. ¡Esta gente
no tenía idea de todo lo que podían dañar a otros!
Listo. Tarea cumplida. Ya no volvería a verlo y como había dicho Mi Maestro era
tiempo de creer en mí misma y dejarme guiar.
Fue un momento muy íntimo de contrato conmigo misma: ya no buscaría ayuda
profesional de seres que ni siquiera habían podido abrir su corazón para acompañar mi
crisis. Era tiempo de CREER Y ACEPTAR.
Durante aquel verano comencé a ver merodeando mi edificio, a un pequeño gato
atigrado muy bonito. Me encantan los gatos y ya tenía decidido tener uno cuando
estuviera adaptada a mi nueva vida. Un día de lluvia, al acompañar a un alumno hasta la
puerta lo vi acurrucado junto a mi pared.

- ¡Pobrecito! Mirá que lindo es. ¿Por qué no lo dejás entrar? Parece buenito.
- ¡No! Todavía no quiero mascotas. Dentro de un tiempo.

Seguí viéndolo siempre cerca de mi puerta. Un día, arreglando las plantas de mi patio
lo encontré detrás de una maceta, asustado, y con la cola herida. Me di por vencida. Le
propuse entrar con lo único que tenía para ofrecerle: un pedacito de queso. Lo comió sin
dudar y se fue. A la mañana siguiente, apenas corrí las cortinas del living lo vi allí,
mirándome a través del vidrio.

- ¿Querés entrar?

Aceptó la invitación tímidamente y luego de otra porción de queso se instaló


cómodamente en un sillón.
Parecía que ambos habíamos tomado la decisión de adoptarnos, así que primero
llamé al supermercado para hacer mi pedido incluyendo alimento para gatos y luego
busqué a un veterinario. Había que curarle la cola. Cuando el veterinario vino a casa me
informó de algo importante: el gato era gata. Decidí llamarla Lola.
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Luego de su primera visita al consultorio de un veterinario Lola volvió castrada
y con un pedazo de cola menos. Yo tendría una gata con cola corta y ella una dueña en
silla de ruedas. Hacíamos juego.
Los primeros días estuve a punto de arrepentirme de haberla adoptado. Lola
necesitaba cuidados después de la cirugía y mi cuerpo estaba aun muy cansado. Pero
después de unos días todo comenzó a fluir con normalidad. Era una gata muy tranquila
y respetuosa con la gente. Daba a cada uno una discreta bienvenida y luego se instalaba
en lo que ya parecía ser su sillón.
Era temerosa. Ante el mínimo “no” se daba por enterada de que algo estaba haciendo
mal. Eso me facilitaba mucho las cosas. Por ejemplo, como yo no quería que se suba a
las mesas bastó un “no” para que nunca más lo hiciera (al menos en mi presencia)
aunque hubiera dejado allí un plato de atún. Obviamente jamás hizo sus necesidades
fuera de su caja y una vez que entró a casa sólo visitaba la vereda un ratito muy de vez
en cuando. Parecía haber decidido que ese era su reino y la calle aparentemente no había
sido su lugar favorito.
Si hubiera una universidad de gatos, Lola podría haber sido una de sus graduadas con
honores. No le gustaba que la alzaran y prefería ser ella quien eligiera los momentos
para los mimos. En casa siempre entraba mucha gente pero ella sabía diferenciar
perfectamente quienes eran visitantes esporádicos de quienes formaban parte de la
familia. Ellos merecían una bienvenida especial.
Aunque nadie era tan especial para ella como Enrique. Apenas percibía que se
acercaba, aunque él estuviera a una cuadra de distancia Lola se preparaba sentada detrás
de la puerta esperando su llegada. Luego no se separaba de su lado y… ¡dejaba que la
alzara! Enrique era el único que tenía ese privilegio.
Nunca le alteré su hermoso mundo animal bautizándola “hija” o dándole tratamiento
humano. Lola era orgullosamente gata y yo le respetaba ese lugar. Sabía que los gatos
tienen una percepción especial y que son de gran ayuda para quienes hacen tareas como
las que yo realizo con los Guías por eso no me sorprendió observar en ella algunas
conductas particulares.
Poco a poco, comencé a notar que su “saludo de bienvenida” era más prolongado
cuando la persona no estaba bien de ánimo o de salud. Se frotaba largamente en los pies
de esa persona y cuando lo consideraba suficiente volvía a instalarse en su sillón.
Silvia, una amiga que también me regaló el jardín de mi edificio, solía decirle:
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- Lola, ¿no me hacés reiki hoy?

Noté también que, cuando canalizaba, se quedaba sólo algunas veces Otras, decidía
irse a mi dormitorio hasta que, misteriosamente, volvía apenas yo apoyaba la lapicera en
la mesa una vez terminada la canalización. Parecía que algunas energías le resultaban
demasiado fuertes. Yo aun no lo sabía, pero ella iba a ser de gran ayuda para lo que
estaba por vivir.
En 2004 poco a poco y sin darme cuenta comencé a caer en un extraño decaimiento.
Todo lo externo dejó de interesarme. Seguía cumpliendo con mis actividades cotidianas
pero sin sentir el menor interés por nada. Curiosamente nadie percibía este estado.
¿Depresión? Podría ser. En mi familia se habían vivido momentos muy difíciles. No
hubiera sido extraño. Pero había algo más. Esto era diferente. Era como si la corriente
vital me hubiera abandonado y ni siquiera hubiera habido espacio para la tristeza.
Ninguna de las herramientas que conocía para salir de momentos difíciles funcionaba.
Nunca había conocido semejante estado de apatía.
Había pasado dos meses sintiéndome así cuando me llegó, quien sabe de dónde, un
mail con un archivo que hablaba del águila. Me llamó la atención porque lo relacioné
con algo que me había dicho Mi Maestro hacía poco tiempo:

- “Hija, tu símbolo animal es el halcón. Tu tarea será bajar de las alturas para
darle vida a los muertos. Dentro de un tiempo recibirás la materialización de
este símbolo.”
- Debo decir que la imagen no me resultó para nada halagadora. ¿Darle vida a
los muertos?

Ahora, años después y observando mi tarea con Ellos, veo que se referían a que
ayudaría a la gente a “cobrar vida” conectándose con lo más profundo de su esencia.
Pero en aquel entonces me resultó una frase lo suficientemente fuerte como para que
me quedara muy grabada. ¿El águila tendría algo que ver?
Cuando abrí el archivo leí:
“A los 40 años, sus uñas están apretadas y flexibles y no consigue tomar a sus presas
de las cuales se alimenta. Su pico largo y puntiagudo, se curva, apuntando contra el
pecho. Sus alas están envejecidas y pesadas y sus plumas gruesas. Volar se hace ya tan
difícil! Entonces, el águila tiene solamente dos alternativas: morir o enfrentar un
doloroso proceso de renovación”

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Si bien yo tenía bastante más que 40 años, sentí que esas palabras explicaban muy
bien lo que estaba viviendo: todas mis herramientas (mis “alas”, mis plumas”, mi
“pico”) ya no me servían.
Sentí que yo también, como el águila, estaba en este proceso de renovación. Me
estaba despojando de todo lo que había sido. Ya nada de lo conocido me servía pero
como aun no tenía mis “alas” nuevas la sensación era de profundo vacío.
Fue entonces que Mi Maestro me habló sobre lo que se conoce como la Noche
oscura del alma, un tenebroso período de iniciación (tal como había leído en tantos
libros y que siempre había tomado como metáfora) semejante a caminar a tientas en un
túnel oscuro .Si se pasaba esta prueba, podría subir al próximo escalón. Si no me
detendría en el camino hasta estar preparada.
Quizás este tipo de procesos podría parecer duro e injusto, pero en realidad, son los
que permiten que el buscador espiritual sólo avance cuando está realmente listo. Serían
muchos los peligros del sendero si se nos permitiera seguir adelante sin estar
internamente preparados. No sabía qué tenía que hacer. Tampoco tenía fuerzas o ánimo
como para esforzarme mucho más. Elegí dar cada día un paso sin cuestionarme nada.
Esperaba con ansias los fines de semana para no tener que esforzarme frente a nadie
y poder encerrarme en mi misma. Por lo visto, hasta que no pasara la prueba, nadie
podría ayudarme a salir de este túnel.
Aquel sábado, ya estaba dispuesta a sumergirme en mi propio océano interno,
cuando Enrique tocó el timbre desencajado: le habían robado el auto. Justo esa noche
venía por primera vez a su casa una mujer de la que estaba enamorado. Ella llegaría en
una hora. Yo tendría que darle sus llaves para que ella lo esperara en su departamento
mientras él volvía de hacer los trámites. Dijo todo de un tirón y sin esperar mi respuesta.
Me quedé con sus llaves en la mano, molesta por tener que cumplir con una tarea que
me obligaría por un rato más a estar conectada con el mundo.
Cuando una hora más tarde fui a abrir la puerta, me encontré con una bonita mujer de
apariencia tímida y dulce. Cumplí lo mejor que pude con el pedido de mi amigo y
retorné a mi “burbuja”. Luego de dos meses, casi imperceptiblemente, comencé a salir
de la Noche Oscura. Un día, sin saber por qué, noté que estaba otra vez conectándome
con el mundo. Fue un proceso tan imperceptible como el que me había llevado a entrar
en ese túnel. Poco a poco, día a día recuperé mi vitalidad.

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A mi alrededor, la vida de mis seres queridos había seguido con sus altos y bajos. Era
yo la que me había apartado de todo cuanto me rodeaba sin que nadie siquiera lo
hubiera percibido. Sin ser muy consciente aun de los cambios provocados por este
proceso, sabía que no era la misma que unos meses atrás. En cuanto a mi amigo, estaba
exultante, viviendo su historia de amor.
Por primera vez en mucho tiempo decía sentir que quería comenzar una historia en
serio. Un día me pidió permiso para contarle a su pareja sobre mi trabajo con los Guías.
Él sabía que no era algo que yo contara a todo el mundo pero para él lo vivido con su
Guía había marcado un antes y un después en su camino y quería compartirlo con esta
mujer que era tan importante para él.
¿Cómo negarme? Tarde o temprano yo iba a tener que perder el temor a contar lo
que hacía, así que sería un buen ejercicio para los dos. Por mi parte, ese año tendría un
regalo extra: Alejandra, mi amiga- hermana radicada en Canarias desde hacía tiempo,
venía a Argentina con Lucas, su marido. Ambos son seres muy queridos para mí. Luego
de experiencias tan difíciles como las que había vivido, sería un bálsamo sanador ese
reencuentro.
En nuestra primera reunión no paramos de hablar un minuto y nos pusimos de
acuerdo para un almuerzo en casa en el que se sumaría mi hermana y Enrique con su
novia. Tampoco faltaron las palabras ni las risas en ese segundo encuentro. Era una
hermosa reunión de amigos. Como buena anfitriona, yo estaba pendiente de que a nadie
le faltara nada y mientras servía las bebidas oí que empezaban a hablar de astrología y
esoterismo.
Escuché la voz de la novia de Enrique que decía:

- Yo no creo en nada de esas cosas

Al mismo tiempo que oía esas palabras, sentí que me empujaban con mucha fuerza
hasta el punto de tener que agarrarme de mi silla para no caerme o tirar al suelo la
botella que tenía en mi mano. Nadie estaba a mi lado. ¿Qué había sido eso?
La reunión siguió entre charlas y risas y el episodio hubiera quedado en el olvido si
no hubiera sido por el llamado de Alejandra al día siguiente:

- ¡Hola! ¿Cómo estás? ¿Lo pasaron bien ayer?


- ¡Genial! Realmente muy bien.

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De fondo, yo podía claramente oír la voz de Lucas que le insistía en que me dijera
algo.

- Acá está Lucas que quiere que te diga algo. La verdad no sé qué hacer.
- Pero ¿por qué tantas vueltas? ¿Qué me quiere decir?
- Dice que te cuides de la novia de Enrique, dice que te mira muy mal como si
quisiera dañarte. A mí la verdad que me encantó. Me pareció una mujer muy
seductora y agradable. Pero a Lucas le cayó fatal y desde que nos levantamos
está insistiendo para que te llame y te advierta.

Me quedé helada. Ella nos caía muy bien a todos. Lucas era el único que notaba algo
semejante. Entonces ¿lo del empujón había sido real? Se los conté aunque en realidad
sin saber de qué se trataba. Días después me enteré de algo más. Enrique vino a tomar
unos mates a casa. Se lo veía feliz aunque con un pedido especial.

- Moni, el día antes de la reunión con Alejandra y Lucas le conté finalmente a


Alicia sobre los mensajes.
- ¿Y qué te dijo?

Entre risas, sin tomar conciencia del valor de lo que me estaba contando, respondió:

- Dice que vos estás enamorada de mi y que inventás los mensajes para
manipularme. Le quise explicar pero no hubo caso. Ella insistió con lo mismo.
Se ve que es muy celosa y la verdad, yo no quiero problemas con ella ni que
piense que ando en algo raro. Ya tiré todos los mensajes
- ¿El de tu mamá también?
- Si, si. Y te quería pedir que si mi Guía te manda algo para mí no me lo des Ya
no quiero recibir nada. Estoy enamorado de verdad y quiero hacer las cosas
bien ¿sabés?

Hacer las cosas bien… Nada parecía estar bien. Pero era inútil cualquier cosa que
pudiera decirle. En mi cabeza y en mi corazón se encendieron todas las alarmas: el
empujón, el comentario de Lucas, la conclusión a la que Alicia había llegado, la actitud
de Enrique…
Debería, a partir de ahora actuar con cuidado e ir alejándome de a poco. Si luego de
habernos visto sólo un par de veces, hacía semejante comentario, me daba por enterada
que era mejor tomar distancia.

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Luego de terminada la Noche Oscura, mi “entrenamiento espiritual” se incrementó.
Cada tanto tenía temblores en mis manos y palpitaciones. Las meditaciones eran diarias
y muy profundas. A veces era sólo silenciar la mente. Otras mostrarme imágenes o
darme instrucciones.
Durante una de estas meditaciones, inesperadamente, me mostraron la imagen de
Alicia. Me esforcé en salir de esa imagen pero todo era inútil. La veía reunida con sus
amigas. Hablaba de mí humillándome, burlándose. ¿Para qué me mostraban esto? Una
vez más, mate por medio, Enrique sin querer confirmaba lo que me habían mostrado:

- -Parece que la tenés preocupada a mi novia:


- -¿Por?
- -El otro día me dijo: ¡Pobre tu amiga! Debe ser triste estar en una silla y que no
te mire un tipo. Imaginate, ¿qué te queda sino vivir a través de la vida de los
otros. Jajajaja Lo dijo de la nada Se ve que le andás rondando en la cabeza.
¡Justo vos viviendo de la vida de los otros! jajaja
- - ¿Y vos no le contestaste nada?
- - ¿Qué querés que le diga? No te conoce Moni. Es una mina posesiva nada más.
¿Qué importa lo que diga?
- - Enrique, si no decís nada es como si de alguna forma aprobaras lo que dice.
- - ¡No tiene importancia Moni! Ella está celosa y se tildó con vos. ¿Qué importa
lo que diga de vos si casi ni te conoce y vos no sos así?

Imposible discutir con un hombre enamorado… o al menos con este Enrique


enamorado. El no me entendía o simplemente no quería el menor conflicto que pudiera
dañar su historia de amor y yo apenas podía comprender que permitiera que hablaran así
de sus afectos.
Pero debo reconocer que dentro mío se libró una batalla especial. El comentario
hecho por Enrique era sólo el diez por ciento de lo que Mi Maestro me había hecho oír
sobre lo que Alicia decía de mí.
Alguien que casi no me conocía me ponía en el humillante lugar de “la pobrecita”, de
la que vivía de la vida de los otros por no tener vida propia. Esa noche sola en casa lloré
muchísimo. Había trabajado toda mi vida por ser independiente y valerme por mi
misma y ¡ahora venía una desconocida y me llamaba “pobrecita”! Lloré, lloré y

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lloré…hasta que, cuando pude dejar de “sentirme” pobrecita comencé a preguntarme
qué me estaba pasando realmente.
Todo ese trabajo para valerme por mi misma ¿Para quién lo había hecho realmente?
¿Por qué me afectaba tanto la opinión de una desconocida? Ahí había algo para conocer
de mi misma. Algo bueno podría sacar de esta experiencia.
Durante los siguientes días reviví paso a paso el trayecto que había recorrido para
construir la vida que ahora tenía. Cada paso dado me había costado mucho pero nunca
me había quejado. Valía la pena. Y la pregunta se repetía: ¿Lo había hecho por mí o
para ganarme la aprobación y la admiración de quienes me rodeaban?
Concluí que había algo de las dos cosas. Si bien tenía beneficios personales con cada
paso dado, sin buscarlo directamente siempre recibía un inesperado beneficio extra: la
cariñosa aprobación (y algunas veces admiración) de todo aquel que me rodeaba. Esta
era la primera vez que me llegaba una visión negativa de mi vida. Una mirada de
desvalorización que me ponía en un lugar humillante. Alguien que miraba mi vida de
lejos, sin conocerme y que deducía que necesitaba la vida de otros para darle valor a la
mía.
¿Qué visión era más valiosa: la de la mujer que miraba envidiosa la vida de los otros
desde un rincón o la de la mujer fuerte que era capaz de sortear cualquier obstáculo?
¿La humillación o la admiración?
Concluí que ninguna de las dos, pues al venir de gente que no me conocía, esas
opiniones venían de los propios límites o miedos que cada persona tenía. La
discapacidad en sí misma es un enorme disparador de emociones. Lo sabía pues más de
una vez había recibido insólitos comentarios en la calle:

- Disculpe, ¿le puedo hacer una pregunta? ¿Cómo hace para ser feliz?
- Permítame que la felicite. Usted es admirable porque yo en su lugar me mataría.
- Usted no debe estar casada ¿no? Seguro que no porque así ¿Quién la va a
querer?

Todas estas frases que fui coleccionando durante mi vida fueron dichas por personas
que nunca había visto en mi vida. También estaban los que me cantaban salmos en la
calle, o me regalaban estampitas. Desconocidos que se habían conmocionado
emocionalmente ante mi silla de ruedas.

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Eran anécdotas que siempre había contado entre risas en reuniones de amigos. Ahora
una desconocida decía algo igual de descolocado pero no me causaba gracia. Sin
quererlo y por mi sola presencia enfrentaba a cada uno con sus propios fantasmas sobre
la discapacidad o los limites. Estaban hablando de ellos mismos no de mí. Era cuestión
entonces de mirar si yo misma me valoraba y me respetaba o había aun, a pesar de todo
el camino recorrido problemas con mi autoestima.
Habían pasado muchos años desde la primera vez que leí aquella frase de Juan
Salvador Gaviota que me había cambiado la vida: “Rompe las cadenas de tu
pensamiento y romperás las de tu cuerpo” Esta cadena había quedado muy escondida y
hoy estaba atando mi pensamiento. Era hora de romperla.
Era tiempo de ser consciente de lo que podía provocar mi presencia. En este punto de
mi vida ya no se trataba sólo de la discapacidad. También mi Trabajo con los Guías
podría provocar todo tipo de comentarios según la historia de cada uno. Era importante
que aceptara que esto podría pasar y que lo más importante era que yo me valorara e
hiciera cada actividad con amor y respeto. Sólo eso. Lo demás no dependería de mí.
Finalmente Alicia había resultado una fabulosa Maestra. Una vez más, una vez
realizado mi trabajo interno Mi Maestro me habló:

“Pudiste ver hija. Pudiste realmente ver. Nadie puede


humillarte, sólo tu propia mirada. No necesitas de la mirada del
otro para valorar tu vida. La oscura mirada que recibiste te
permitió iluminar un aspecto tuyo del que aun no eras
consciente. Para el discípulo atento, cada ser es un Maestro.
Algunos le mostrarán su propia luz. Otros su propia oscuridad.
Es tiempo de agradecer”

Así lo hice. Poder liberarme del peso de la mirada ajena me hizo muchísimo más
libre. Había tenido una buena Maestra, algo severa, pero había valido la pena. De todas
formas, sabía que en mi vida cotidiana era mejor conservar la distancia. En lo que a mi
concernía era un capítulo cerrado. Me equivoqué. Días después mi amiga Susana me
llamó asustada para contarme un sueño.

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- Moni, ayer soñé con vos. Fue horrible. Todavía estoy temblando. Te vi ir muy
rápido con la silla por un camino y te caías de repente en un lago de agua muy
negra, pegajosa y barrosa. ¡Un asco! No podías salir. Me desesperé y me metí a
sacarte Te tiré de los brazos hasta que pude salvarte.
- ¡Ah! ¡Pero terminó bien tu sueño! Aparte tengo que agradecerte. ¡Con el miedo
que le tenés al agua te metiste igual!
- No te rías. Te lo digo en serio: cuidate. Fue muy fea la sensación que tuve con
ese sueño. Además sabés que nunca me acuerdo de mis sueños y las únicas
veces q lo hice fue cuando soñé con Michael y este. Tené cuidado.

Tenía razón. No era justo que me burlara. Decidí contarle todo lo que había vivido
con la novia de Enrique. Se asustó aun más pero ninguna de las dos sabíamos de qué ni
cómo tendría que cuidarme. Me limitaría a seguir mi rutina como siempre. Un mes más
tarde, durante una meditación, una vez más me mostraron la imagen de Alicia. Esta vez
estaba de espaldas en una playa leyendo un libro. Sólo eso.
¿Para qué me mostraban eso? Enrique me había dicho que ella se había ido de
vacaciones. ¿Qué me podía importar saber lo que hacía en la playa? Una semana más
tarde y otra vez en medio de risas mi amigo me contaba que su novia había vuelto de
sus vacaciones con un libro que quería que él leyera. Era un libro sobre sectas y le había
subrayado las partes más importantes como para que se diera cuenta de qué forma yo lo
estaba manipulando.

- ¿Y vos qué le dijiste?


- ¡Nada Moni! Que era una tontería nada más pero que de todas formas lo
leería.
- Enrique, me parece que estás tomando esto demasiado a la ligera. ¿Ustedes
hablaron de esto seriamente, de lo que significó para vos, de la comunicación
de tu mamá, de nuestra amistad? ¿Hablaron realmente?
- Moni, la única vez que hablamos fue cuando le leí mis mensajes. Después ya
nunca más. ¿Para qué? Ya entenderá. Con el tiempo ya se va a dar cuenta de
cómo son las cosas.
- Es que no me parece una tontería esto. Hace juicios muy pesados, como si
estuviera obsesionada y vos solo asentís y dejás pasar todo. En definitiva ¿por

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qué dejás que diga cualquier cosa de mí? ¿Vos te das cuenta de que hasta
tiraste el mensaje de tu mamá para que ella no se molestara?
- Moni, a mi lo único que me importa ahora es estar bien con ella, que sepa que
puede confiar en mí. Nada más. Ya con el tiempo entenderá. Por eso te quería
pedir si podemos venir un día de estos a tomar un café para sacar el tema de los
Guías así le explicás y ella se queda tranquila.

¡Lo que es el amor! Mi amigo suponía que con una simple charla, café de por medio,
yo podía desenredar la madeja de prejuicios que esta mujer venia fabricando en su
mente desde hacía meses. Acepté de todas formas.
Hacía varios meses que yo no la veía y supuse que aquella visión de mujer tímida y
vulnerable de nuestro primer encuentro variaría. Era mucho lo que me habían mostrado
en este tiempo. Sin embargo apenas abrí la puerta me encontré con la misma frágil
mujer que había visto las otras veces y que me caía tan bien. ¿Cómo podía ser posible?
Para los hombres que la conocían ella era una mujer sensual, “una loba”, como oí
que alguien la describía. Para las mujeres, era una mujer dulce y vulnerable que uno
tendía a querer proteger. Esa era la misma sensación que sentía en ese momento. ¿Por
qué me seguía cayendo bien después de todo lo que sabía?
La reunión transcurrió tranquilamente. Las dos charlamos sobre nuestras creencias
sin que ella mencionara en ningún momento sus dudas sobre las mías. Cuando se fueron
sentí que todo había sido una gran tontería. Me desentendí de toda esa historia.
Un par de meses más tarde ella dio por terminada la relación y mi amigo se sumergió
en un pozo de tristeza y amargura. Sentía que había dado lo mejor de él y no lo habían
valorado. ¿Cómo explicarle que en realidad “lo mejor de él” lo había dejado de lado
para disfrazarse de lo que él suponía que deseaban de él?
Era tal su estado que descuidó todo el resto de su vida. Tuvo que dejar su
departamento y empezar de cero. Poco tiempo después me pidió vivir en casa hasta que
pudiera volver a alquilar. Mi Maestro me pidió aceptar el pedido.
No es fácil convivir cuando no es uno quien lo decide. Es verdad que nos
encontrábamos sólo para cenar pues él trabajaba todo el día pero mi elección había sido
vivir sola. Ahora se me pedía cobijar a un amigo que no estaba en su mejor momento.
Se sentía su amargura y su enojo.

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Claro que no era sólo yo quien estaba aquí para ayudarlo. También estaba Lola, su
gran amiga. Día a día veía como el corazón de mi amigo cedía ante sus juegos y mimos.
Ella cumplía con su tarea de amor con perseverancia y sin rendirse.
Por aquel entonces Mi Maestro repetía una y otra vez que el camino de aprendizaje
espiritual de Enrique era uno con el mío. Al parecer las experiencias de cada uno eran
también importantes fuentes de aprendizaje para el otro. Paso a paso iba viendo que era
la más absoluta verdad.
2005 terminó con una gran noticia para mí: a todos los medallistas de los juegos
paraolímpicos se nos daría una beca que nos equipararía con los deportistas olímpicos
convencionales. ¡Maravilloso! Eso me permitiría tener mis gastos fijos cubiertos y
poder dedicar algunos días a las canalizaciones. Tal como me lo habían anunciado
durante años siempre tendría “lo necesario” para poder cumplir mi tarea. Increíble.
Más adelante aprendería que no siempre “lo necesario” coincidía con “lo deseado”.
Pero por el momento era el tiempo de dar gracias por lo recibido.
En medio de tanto torbellino de acontecimientos mi cuerpo no terminaba de
recuperar sus fuerzas. Necesitaba a alguien que me ayudara a aliviarle los dolores y
fortalecerlo. Fue en ese momento en que conocí a Edgardo, un excelente kinesiólogo y
masajista que atendía a domicilio.
Apenas le conté los síntomas supo de qué le hablaba: síndrome post polio. ¡Qué
alivio poder confiar absolutamente en él! La mejoría fue casi inmediata y desde ese
entonces nos vemos una vez por semana. La vida se iba organizando. En 2007 Enrique
pudo volver a alquilar, y las entrevistas para canalizar mensajes de Guías aumentaban
día a día. Ahora, además, ya tenía quien cuidara mi físico.
Nunca había mencionado a Edgardo mi trabajo con los Guías. Nos encontramos
durante más de un año cada lunes y nuestras charlas no pasaban de las cosas cotidianas.
Hasta que un día, en medio del masaje y de forma sorpresiva me preguntó:

- ¿Vos trabajás con energías?


- Algo así. ¿por?
- Mirá, no lo digo a todo el mundo pero yo siento las energías y en tu cuerpo hay
una energía muy especial.

Ese día nos “confesamos” nuestras capacidades extras. El me contó que desde su
infancia veía la energía de la gente pero ni su familia ni los sacerdotes del colegio

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donde había estudiado supieron darle ni respuestas ni apoyo. Sabía desde siempre que
su tarea era trabajar con sus manos para ayudar a sanar y equilibrar energías. Decidió
entonces ser kinesiólogo, una buena forma de ayudar de incógnito y sin tener que dar
demasiadas explicaciones. Cuando le hablé de mi trabajo con los Guías sintió tanto
alivio como yo por tener a alguien con quien compartir estas vivencias.
A la semana siguiente, los Guías le dieron su primer mensaje. La bandada de la que
Mi Maestro me había hablado alguna vez se empezaba a formar. Ambos sabíamos que
ahora teníamos quien comprendiera nuestras experiencias “extrañas” y a la vez poder
cada uno recorrer su propio camino.
Tengo mucho que agradecerle a Edgardo. ¡Me ha aliviado tantos dolores y ayudado
tanto con mi cuerpo! Pero hay algo que debo agradecerle más que cualquier otra cosa:
no haber escapado y seguir hasta hoy viniendo una vez por semana a casa.
Más de una vez se ha descompuesto al tocarme en épocas de gran trabajo energético
con Mi Maestro. Cuando él llega los Maestros se acercan para guiar sus manos y esa
Presencia tan cercana nunca le pasa desapercibida. Sería él quien me acompañaría en
una de las experiencias más fuertes que tuve que vivir.
El 21 de junio de 2008 mientras realizaba mi meditación diaria, apareció de repente
frente a mis ojos cerrados la imagen de la novia de Enrique. Clara, nítida e
inexplicablemente presente frente a mí al tiempo que oía que varias voces repetían la
palabra SABBAT. Luego la imagen de su cara se transformó y la vi frente a una fogata
sentada de rodillas, vestida con túnica negra y rodeada de otros seres cuya cara no podía
ver.
Cuando pude abrir los ojos me encontré sola en mi cocina, muy sorprendida y
asustada por lo que acababa de experimentar y con Lola pegadita a mi lado mirándome
fijamente. La sensación era que esas imágenes habían estado realmente frente a mí en
este plano.
Enseguida sentí la llegada de Mi Maestro que me sorprendió aun más con su
mensaje:

“Hija, hoy comienza tu gran batalla. Serán 10 días muy difíciles


en los que necesitarás mucha fe y fuerza espiritual. Vas a
enfrentarte con la oscuridad. Los Guerreros de la Luz deben
librar esta batalla antes de avanzar en su camino.”

70
Luego me explicó que cada día debería ayudar a esa mujer a controlar su energía.
Ella venía de una vida en la que había mal usado los conocimientos espirituales
adquiridos. En esta vida había perdido el conocimiento pero no así su fuerza energética.
El problema era que esa energía estaba fuera de control y podía dañar tanto a otros
como a sí misma. Se me guiaría en cada meditación y se me recomendaba sostener un
rosario en mi mano al hacerlo.
¿Un rosario? Yo tenía un mala, el rosario hindú. ¿Se referirían a eso? Otro rosario
no tenía. Hasta que recordé que quizás en algún lugar de mi casa, aun debería estar el
rosario de mi primera comunión, uno de nácar y plata que según la tía que me lo regaló
había sido bendecido por el Papa. ¿Dónde lo habría guardado?
Increíblemente lo encontré escondido en una caja junto con los boletines de la
escuela. No soy de guardar recuerdos, así que la aparición de ese rosario era ya un
milagro en sí mismo.
Al día siguiente me dispuse a comenzar la tarea asignada. No estaba convencida de
lo que me habían dicho. Más bien dudaba de no haber sido yo quien me había quedado
inconscientemente pegada a aquella vieja historia. Aunque si era así, esto me ayudaría a
sacar todo a la luz Quizás quedaba algo más para aprender de todo esto. Y así era.
Pero no fue el tipo de aprendizaje que yo suponía. Prendí un incienso, cerré mis ojos
para comenzar mi trabajo y comencé a repetir mantrams usando el rosario a la manera
de una mala. Pero apenas comenzada la tarea mi mente comenzó a repetir una y otra vez
el Ave María.

Dios te salve Maria,


llena eres de gracia,
el Señor es contigo,
bendita tu eres entre todas las mujeres
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús,
Santa Maria, madre de Dios,
ruega por nosotros pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte, Amen

Una parte de mi mente aun trataba de analizar lo que estaba pasando. ¿De dónde
surgía esa oración que ni siquiera era consciente de saber? No tardaron en aparecer

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imágenes. Allí estaba ella otra vez vestida de negro frente a una fogata. La oración se
repetía cada vez más fuerte en mi cabeza.
Me vi acercándome a ella. Comencé a hablarle:

“ Hermanita, no tengas miedo. Vengo a ayudarte. Sólo estamos


limitando tu energía hasta que puedas volver a aprender a
usarla. No temas hermanita Quedate tranquila.”

Mientras decía esto la rodeaba en un círculo de luz. Cuando el círculo estaba a punto
de cerrarse sentí que apretaban mi garganta. La voz de mi Maestro me decía:

“No dejes de orar ni de enviar amor. La única energía que


debes enviar es la energía del amor. Sigue orando no te
detengas.”

Sentía que apretaban cada vez más fuerte mi garganta y empecé a toser. Abrí los ojos
y allí estaba Lola, a mi lado, tosiendo casi ahogada ella también. Comencé a acariciarla
y a tranquilizarla. Hubiera necesitado que alguien hubiera hecho lo mismo conmigo.
Quizás yo hubiera imaginado cada cosa pero ¿Lola? ¿Por qué estaba igual que yo?
¿Hermanita? ¿Por qué le decía hermanita y le hablaba con tanto cariño? Poco a poco me
fui sintiendo mejor. Premié a Lola con atún y yo me fui a dar una vuelta para tratar de
serenar mi cabeza. Me metí en una librería. Nada mejor que curiosear libros para
despejarme. En uno de los estantes vi una imagen que me impactó: una mujer vestida de
negro frente a una fogata. El libro hablaba sobre la Wicca y sus ceremonias: los
Sabbats. Una de esas ceremonias se realizaba el 21 de junio…
Volví a casa más impactada de lo que me había ido. Busqué información en Google.
Hablaban de una religión pagana, mostraban símbolos que había visto en mi
meditación. Mi Maestro no me dio mayores explicaciones. Me insistía con que repitiera
la misma ceremonia durante 10 días emanando sólo energía amorosa y orando. No
comenté con nadie lo que estaba haciendo.
Aún yo no tenía claro de qué se trataba. Durante esos días, traté de alejar a Lola en el
momento de la meditación pero nunca lo logré. Siempre, después de las meditaciones,
al abrir los ojos la encontraba a mi lado, pegada a mi silla.
Tampoco pensaba contarle nada a Edgardo pero apenas entró a casa luego de
semejante fin de semana me preguntó:
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- -Mónica, en aquel rincón hay una mujer vestida de negro con una tremenda
energía ¿Quién es?

Tuve que contarle lo vivido. El supuso que yo seguía viéndola. Le costaba creer que
hacía varios años que no sabía nada de ella. Así de contundente era su presencia
energética en casa.

- Tené cuidado. Tiene una energía demasiado fuerte. No vas a poder.


- Si me pidieron que librara esta batalla es que puedo. Tengo que terminar lo
empezado.
- Está bien pero cuidate. No será fácil.

Y no lo fue. A medida que los días transcurrían me sentía cada vez más agotada. El
cansancio aumentaba pero por alguna razón el miedo disminuía. Cuando llegó el
décimo día lo encaré con entusiasmo.

- Hoy terminamos Lola. Una vez más y listo.

Comencé la meditación. Una vez más me oí llamarla “Hermanita” y rodearla con


hilos energéticos dentro de un círculo. Una vez más repetía sin cesar el Ave María. Esta
vez ya nadie apretaba mi garganta. Cuando abrí los ojos Lola estaba durmiendo en su
sillón. Habíamos terminado.
Fue en ese momento que el rosario se deslizó por mi pierna. Cuando lo levante me di
cuenta de que se había partido en dos… Lo tiré. El también había terminado su trabajo.
Mi Maestro me habló una vez más:

“ Hija, terminaste esta batalla pero nunca lo olvides: estas


batallas se libran sólo con la energía del amor. No hay nada
más fuerte. La oscuridad es tan necesaria como la luz. Son dos
caras de una misma moneda. Una no existe sin la otra.”

Cuando volví a ver a Edgardo su masaje tuvo que ser más que suave. Me encontró
agotada físicamente pero había valido la pena. Había terminado otra etapa. Nunca supe
el resultado de aquella ceremonia. Nunca más supe de Alicia. Sin embargo fue mucho lo
aprendido. Aprender sobre la oscuridad es tan importante como aprender sobre la luz.
Nunca sabré si Alicia realmente quería dañarme o si aquella batalla fue con su
energía o si los Maestros usaron esa imagen para que mi mente tan racional pudiera

73
identificar a la oscuridad. Sé que lo que vivimos Lola y yo por aquellos días fue real. Sé
que en esa batalla energética mi cuerpo físico sintió los efectos. Pero también sé, y
acaso es lo más importante, que no es necesario vestirnos con el traje de la oscuridad
para ponerle límites. Con La Luz basta. Con el AMOR basta. De lo contrario, si hubiese
librado aquella batalla con las mismas armas de la oscuridad ¿en qué nos
diferenciaríamos?
Como más de una vez me han enseñado los Maestros:

“No hay energía más fuerte que el amor “

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Libre albedrío
No soy dócil. Nunca lo fui. Los Maestros lo sabían desde el comienzo de nuestra
relación. En cada mensaje no dejaban de repetirme infructuosamente:

“Hija, sé dócil. ¡Sé dócil!”

Siempre libré con Ellos batallas perdidas de antemano. Primero para confirmar Su
existencia. Luego, tratando inútilmente de seguir mi vida tal como yo la concebía
ignorando aún que era muy distinto el camino que se abría frente a mí.
Durante estos años de trabajo compartido fueron muchas las veces en que opuse
resistencia a sus pedidos. Nunca lo impidieron. O quizás sería más exacto decir “casi”
nunca.
La primera vez que me negué a respetar un pedido fue cuando quise terminar mi
relación con Michael. Se me advirtió que no lo hiciera pero no lo impidieron. No hubo
castigos ni se alejaron.
Luego vinieron muchas otras circunstancias en las que insistí en ignorar sus pedidos
o recomendaciones. Varias veces tiré Sus mensajes y decidí dejar todo de lado. Cada
una de esas veces se me permitió decidir. Para recorrer un camino semejante se
necesitaba estar profundamente convencida.
Sin embargo, en algunos momentos parecía que ese libre albedrío no formaba parte
del Sendero. Hay dos historias que ya forman parte del anecdotario familiar.
La primera sucedió a poco de mudarme a mi nueva casa. Mis Maestros habían
comenzado su trabajo de limpieza interna. Una misteriosa “terapia espiritual” que me
hizo sanar heridas desde mis primeros meses de vida. También empezaron a preparar mi
energía para lo que después sería mi trabajo con la gente: las canalizaciones.
Esta preparación implicaba mucho descanso y quietud tanto interna como externa.
Yo estaba acostumbrada a tener mucha actividad más allá de mi trabajo enseñando
idiomas. Hacía cursos diferentes y mucha vida social. A medida que avanzaba en mi
trabajo con Guías y Maestros estas actividades fueron disminuyendo. Con tanto cambio
energético no siempre me hacía bien estar rodeada de mucha gente. Pero llegó un
momento en que me rebelé. No podía ser que mi vida se estuviera reduciendo a mi
trabajo y a algunas reuniones con amigos cercanos.

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Este año me anotaré en un curso. Voy a estudiar italiano – anuncié a mi familia. Pero
¿No te dicen que descanses porque te están cambiando la energía? Sí. Hace años que me
vienen diciendo eso. Me cansé. Quiero volver a mis actividades. Es una vez por semana.
Tampoco es para tanto.
Y allí fui. Liberé una tarde por semana para dedicarme a ese curso que comenzaría
en un mes. Dejé todo pago por adelantado para que ningún inconveniente me impidiera
cumplir con mi objetivo. En realidad no me interesaba demasiado el italiano. Sólo
necesitaba recuperar un poco de mi vida habitual.
Una semana antes de comenzar tuve la siguiente conversación telefónica:

- Buenas tardes. Quisiera hablar con Mónica López.


- Soy yo.
- Le hablamos del instituto. ¿Usted se inscribió para el curso de italiano?
- Sí, sí. Empieza el miércoles que viene ¿no?
- Bueno, de eso quería hablarle. Nunca nos pasó antes pero salvo usted no se
inscribió nadie más en ese curso. Por lo tanto, como usted comprenderá, no lo
podemos abrir.

No podía creer lo que oía.

- Dígame, se que allí dictan varios cursos ¿Ese día a esa hora no darán ninguno?
Quizás podría hacer algún otro.
- Ah, sí. Por supuesto. Hay uno que está despertando mucho interés y que
seguramente le gustará.
- ¡Sin duda! ¿De qué es el curso?
- De danza árabe.

¿Humor negro o humor cósmico? Como no son muy sutiles, entendí la indirecta. Un
mes después los grandes cambios energéticos que me prepararían para comenzar con las
primeras entrevistas me mostraron que no hubiera podida acudir a ese curso. Aunque
no dejaba de sentirme enojada.
Un tiempo más tarde decidí renovar mi casa. Entre los cambios que quería hacer
estaba incluida mi cama. Comencé a buscar diseños en internet hasta que apareció la
ideal: una hermosa cama de metal con adornos azules. Lindísima y muy original. Listo.
El colchón ya estaba encargado así que tenía que apurarme para que las dos entregas
coincidieran en tiempo y espacio.
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“Hija, tu cama debe ser de madera. De esa forma la energía
circulará mucho mejor. La cama que elegiste no es la
correcta.”

¡Lo único que faltaba! ¿¿Ni los muebles de mi casa puedo elegir?? No. En esto no
cedería. Una cama no se compra todos los días y ¿por qué no podía tener la que me
gustaba? Llamé infructuosamente por teléfono varias veces a la fábrica. Nadie me
contestó .Pero no iba a darme por vencida. Enrique, ¿me llevas a la fábrica? No les debe
andar el teléfono o no es el número correcto.
Mmmmm. Andá pensando en otra opción… No, no .no. Quiero esa cama. Es
preciosa. Y allí fuimos para encontrarnos con una persiana cerrada y ni señales de gente
que nos pudiera dar la menor pista.
La fecha de la entrega del colchón se acercaba. No quedó más remedio que recorrer
la Avenida Belgrano de punta a punta con Virginia y Enrique tratando de
entusiasmarme con algunas de las camas que veíamos.
Ninguna era como aquella cama ideal. Cuando ya estaba a punto de darme por
vencida y dormir en el suelo con mi colchón nuevo, en el fondo del último negocio que
nos quedaba por ver apareció la que hoy está en mi dormitorio. Sin resistir comparación
alguna con mi cama ideal, esta podía al menos ocupar un digno segundo puesto y
sobretodo…era de madera.
Al día siguiente de la llegada de mi cama nueva recibí el llamado de la fábrica de mi
cama ideal pidiéndome disculpas por no haber podido responder a mis mensajes dado
que acababan de llegar de sus vacaciones…
Evidentemente cuando de energía se trataba eran irreductibles marcando los límites.
Aunque si me querían mostrar algún camino que tuviera que recorrer las puertas se
abrían de tal forma que era imposible ignorarlas. Así pasó poco tiempo después.
Yo ya había comenzado a dar entrevistas. Cada año el número de gente que me pedía
turno era mayor. Yo observaba muy atentamente lo que sucedía con cada uno de esos
encuentros. Ellos hablaban siempre muy amorosamente y mostraban a cada uno lo que
había en sus corazones y con qué herramientas contaban para recorrer sus caminos.
Quizás muchos de los que venían esperaban encontrar predicciones o magia.
La única magia que allí había era descubrir que nunca habían estado solos y que
había “alguien” que los aceptaba y amaba incondicionalmente. Muchas veces les

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hablaban de dolorosos episodios ocurridos mucho tiempo atrás, casi enterrados en algún
recoveco de la mente. Todo salía a la luz para ayudarlos a sanar esas heridas.
Yo trataba de acompañar cada encuentro con mucho amor y respeto pero sentía que
necesitaba de alguna otra herramienta para sostenerlos y compartir esos íntimos
momentos durante los que, la mayoría de las veces, el llanto contenido durante años se
hacía presente.
¿Cómo acompañarlos de la mejor manera? Temía que el respeto y el amor no fueran
suficientes. Quizás visitar esos lugares ocultos en el corazón necesitara de mayor
contención de la que yo, hasta ese momento, podía brindarles. No creía que estudiar
psicología fuera la respuesta a mis necesidades. No se me pedía analizar la vida de
nadie. Sólo acompañarlos en este viaje hacia sus propios corazones.
La idea comenzó a instalarse en mi cabeza hasta que un día, escuchando un programa
de radio nocturno de los que tanto me gustaban, apareció la voz de una mujer que
hablaba de una carrera hasta ese momento desconocida para mí: Counseling o
consultoría psicológica.
Ella era la rectora de un instituto donde se ponía en práctica un método de estudio
particular basada en las teorías de Carl Rogers: la enseñanza centrada en el alumno.
Según este punto de vista una persona no puede enseñar directamente a otra, solo puede
facilitar su aprendizaje.
Su nombre era peculiar: Sandalia. Sandalia decía que era una profesión que
enseñaba a acompañar las crisis existenciales de personas normales y que se trabajaba
desde la salud. Agregaba que la resolución del problema era decisión de quien
consultaba y que el consultor debía ser sólo un facilitador.
Parecía ser lo que había estado buscando. Lo único que me hacía dudar sobre el
instituto del que hablaba era que ella había sido monja. Había dejado los hábitos
muchos años atrás para casarse. ¿Sería un instituto religioso? Yo tenía muchos reparos
con la religión.
Sin embargo cada una de sus palabras se asemejaba tanto a lo que los Guías habían
hecho conmigo que me senté en la cama para no correr el peligro de quedarme dormida
y poder escuchar toda la información que pudiera conseguir. Sentía que allí estaba la
respuesta a mi pedido.
Ella decía que la congruencia, la empatía y la aceptación incondicional eran las
herramientas de un counselor. Palabras más o menos era como los Maestros habían
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trabajado conmigo y la forma en que me pedían trabajar con los que venían a las
entrevistas.
Tenía que comunicarme con Sandalia. De paso sería una buena manera de comenzar
a derribar mis prejuicios con el catolicismo. Al día siguiente le mandé un mail para
pedirle más información sobre la carrera y las instalaciones del lugar. ¿Sería accesible
para una silla de ruedas?
Sandalia no sólo respondió a mi mail sino que me pidió mi número de teléfono para
poder hablarme. Lo hizo esa misma noche. Los Maestros me habían pedido que hablara
con ella con total sinceridad sobre lo que hacía alentándome a comenzar la carrera sin
dudarlo.
Sandalia me escuchó con absoluto respeto diciéndome que seguramente el
counseling me sería de mucha utilidad. Como ya era tarde para comenzar ese año
prometió ponerse en contacto conmigo en cuanto comenzara la inscripción y para darme
la nueva dirección ya que estaban a punto de mudarse.
En febrero, tal como me lo había prometido llegó su mail con la información de la
carrera, la nueva dirección y… un archivo sobre un seminario de psicología
transpersonal dictado por el Dr. Carlos Martínez Bouquet y la Lic. M. Cristina F. M. de
Martínez Bouquet, psiquiatra y psicóloga respectivamente.
En la descripción del seminario se podía leer lo siguiente:
“La Psicología Transpersonal amplía el campo de la ciencia psicológica al incluir la
investigación de las manifestaciones del espíritu en la vida psíquica:
experiencias transpersonales. Afirma que lo que somos no está limitado a la
personalidad y que si nos reconocemos como siendo exclusivamente cuerpo, yo
o personalidad tenemos una visión muy limitada de nosotros mismo”
Semejante propuesta viniendo de un psiquiatra y una psicóloga, luego de mis
desagradables experiencias al respecto, me dejaron atónita. Ni que hablar cuando leí la
lista de temas a tratar:
Movimiento Transpersonal - Oriente y Occidente: sabiduría antigua y ciencia
moderna -Chamanismo -Grandes Tradiciones Espirituales- Ciencia. Alma, mente,
cuerpo - - Espíritu, inconsciente, cuerpo físico - Hinduismo y la espiritualidad de
Oriente - Yogas. Surgimientos espirituales y crisis transpersonales etc. etc. etc.
¿Así que existía una parte de la psicología que estudiaba todo esto? Tenía que asistir
a ese seminario.
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Postergué por unos meses el comienzo de la carrera de Counseling y me sumergí de
lleno en textos de Stanislav Grof, Abraham Maslow, David Bohm y tantos otros que se
habían abocado a considerar al hombre en su totalidad: cuerpo, mente y… ESPIRITU.
El primer día de clase con toda mi expectativa a cuestas me encontré en la puerta con
quien sería una de mis grandes amigas: Mary. Hicimos contacto enseguida. Las dos
estábamos muy interesadas e intrigadas con el seminario. Ella hacía un año que cursaba
counseling.

- Es una hermosa carrera. Te va a encantar. A mí me ayuda mucho todo lo que


estoy estudiando para mi trabajo,
- ¿Vos que hacés?
- Soy monja laica. Trabajo en barrios carenciados. Te imaginarás que allí lo que
sobran son crisis.

¿Así que yo, que tenía tantos reparos con la religión iba a cursar Psicología
transpersonal con una monja que además me caía súper bien y luego counseling donde
la rectora había sido monja? Me di por enterada de lo que me estaban mostrando. Si no
dejaba de lado todo prejuicio en este camino me perdería de conocer a gente muy
valiosa.
Cada clase me llenaba de la información que, aun desconociendo su existencia,
había buscado durante años. Allí se hablaba de “emergencias espirituales” esos procesos
de despertar espiritual que, la mayoría de las veces sumergía al sujeto en profundas
crisis de transformación. Yo sabía de qué se trataba. Yo las había padecido y sabía que
era muy difícil encontrar quien pudiera acompañar estos procesos.
Ahora estaba en contacto con toda la información “racional” posible que haría que
pudiera orientar a quien estuviera en una crisis semejante.
Esta pareja que con tanta sabiduría nos hablaba en cada clase habían recorrido un
largo sendero espiritual, lo que les permitió ponerse en contacto con gente sumamente
valiosa. Sabían muy bien que la psicología tradicional resistía este campo pero sus
experiencias eran muchas y muy profundas como para que esto los afectara.
Agradecí mucho internamente la posibilidad de asistir a ese seminario .Yo estaba
feliz asistiendo a cada clase, hasta que un día nos enteramos de que el seminario, por
razones económicas debía terminar un mes antes. Una verdadera lástima. Aunque eso
permitió que comenzara la carrera de Counselor en el segundo semestre sin tener que

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retrasarlo un año más… ¿Habrá sido casualidad o una nueva “sugerencia” de Mis
Amigos?
No hice demasiados cuestionamientos y con total apoyo de Sandalia comencé a
cursar. Se habían mudado al mismo lugar donde se daba el seminario: una hermosa casa
totalmente accesible para mí.
Luego del primer día de clase, Mary me propuso encontrarnos en un café:

- ¿Y? ¿Cómo te fue?


- Bien muy bien. La primera materia fue psicología.
- ¡Ah! Seguro tuviste al mismo profesor que tuve yo.
- ¿Sabés qué nos preguntó? Para qué cursábamos esa carrera. Yo no sabía que
decir y dije la verdad: que canalizaba y creía que me serviría para mi tarea.
- ¿Y qué te dijo?
- Nada. En realidad a nadie pareció llamarle la atención
- Raro para un cura.
- ¿Un cura?
- Si, Moni. Ese profesor es cura.
- ¡Estoy rodeada Mary! El profesos cura, la rectora ex monja y vos monja laica
jajaja

Mary se rio con ganas. Sabía de mis reticencias y también de mi trabajo con los
Guías, aunque nunca olvidaré que, al comienzo ella creía que de los guías de los que yo
hablaba eran guías turísticos. Ahora ella también comenzaba a hablar de Ellos con
absoluta naturalidad.
En ese lugar conocí a gente de todas las creencias y posturas espirituales. La
amplitud y el amplio criterio tanto de alumnos como de profesores hacían enriquecedor
cada minuto que yo pasaba allí.
Los tres años pasaron volando y cuando el final se acercaba tuve un sueño extraño.
En el sueño veía muy oscura la calle del Instituto y cuando pasaba frente a la puerta
todas las luces estaban apagadas. Unos días más tarde Sandalia nos informó
sorpresivamente que el instituto se mudaba una vez más. Ese sería el último año allí.
El día de la entrega de diplomas mi hermana y Mary estuvieron allí. Luego de
saludar a todos fuimos a buscar un taxi. Luego de un rato de espera por fin subimos a
uno dispuestas a buscar algún lugar donde cenar y continuar el festejo. Cuando el taxi

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pasó por la puerta del instituto sus puertas estaban ya cerradas, sus luces apagadas y la
calle a oscuras tal como la había visto en mi sueño
Comprendía la señal: esa etapa estaba terminada. Aunque hubiera querido seguir
estudiando algo más hubiera sido imposible. El nuevo lugar tenía escaleras. Esa casa tan
accesible se había abierto hacia tres años permitiéndome estudiar lo necesario. Una vez
terminada la carrera sus puertas se cerraban.
Lo aprendido allí me ha servido enormemente para las entrevistas. Ahora no me
alarmo frente a un llanto inconsolable. Puedo acompañarlo con serenidad. Confirmé lo
que durante tantos años Ellos me habían enseñado: todos tenemos lo necesario para
recorrer nuestro camino. Sólo necesitamos amor, aceptación y respeto tanto de los otros
como de nosotros mismos.
Fue tanto mi entusiasmo por la carrera que llegó a contagiar a Enrique quien poco
después se decidía a emprender el mismo camino. Puertas que se abren. Puertas que se
cierran. Cuanto más cerca de los Maestros se trabaja más claras y firmes son sus
señales. Aunque muchas veces me cuesta aceptar estos límites reconozco que es un
camino difícil de recorrer de otra manera.
¡Algún día tendré que aprender a ser más dócil!

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Senderos paralelos
Durante años los Maestros me habían enseñado que TODOS SOMOS UNO.
Repetían una y otra vez que los senderos se entrelazaban pues todos interactuábamos e
influenciábamos en el aprendizaje que cada alma había venido a realizar.
En mi caso particular hacían un agregado:

“Enrique y tú recorren senderos paralelos. Pero compartirán


un mismo camino de aprendizaje por un tiempo. Cada uno
podrá aprender del sendero del otro. Sean unidos. Modifíquense
para que cada uno pueda crecer y dar pasos cada vez más
valiosos.”

Ninguno de los dos comprendimos realmente lo que eso significaba hasta que poco a
poco nos fuimos dando cuenta de cómo, cada paso personal que uno daba influenciaba
en el crecimiento interno del otro.
Desde el día en que nos conocimos, éramos vecinos, amigos y hermanos viviendo en
el mismo edificio. Era mucho lo que cada uno había vivido y mucho también lo que las
vivencias individuales habían influenciado en el otro.
En 2011, Enrique había decidido comenzar una carrera terciaria: Consultor
psicológico. La tarea no era sencilla pues por ese entonces su cuerpo comenzaba a
sentir, con implacable potencia, las secuelas de una cirugía por un tumor medular
aparecido años atrás. Por lo tanto combinar trabajo y estudio no fue fácil.
Poco a poco su desmejora se acentuó. Una noche de 2014 tuve un sueño especial. En
ese sueño una amiga en común me miraba llorando y me decía: ¿Viste que Enrique se
va?
Me desperté alarmada. Desde mis 11 años tengo sueños premonitorios. Puedo
perfectamente diferenciarlos de los sueños comunes: las imágenes quedan grabadas para
siempre, al despertar estoy embotada como si me hubiera quedado colgada en un mundo
onírico etc. etc. No hay forma de confundirlos ni tampoco de ignorarlos. Lo que
también aprendí es que no siempre son fáciles de interpretar. La sensación que me había
dejado este sueño era muy desagradable. Preferí no comentarlo con nadie.

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Dos días después el llamado de Enrique terminó de alarmarme: tenían que internarlo
con urgencia. Tenía una grave infección urinaria y sus riñones estaban a punto de
colapsar. Ante sus conflictos familiares, fuimos sus amigos quienes lo ayudamos a
salir de esta difícil prueba.
Luego de 10 días de internación y con quince kilos menos Enrique volvió a su casa.
Durante el día yo subía a verlo para ver que necesitaba. Estaba asustado. Muy asustado,
Y no era para menos: poco a poco tenía que hacerse a la idea de que tendría secuelas
permanentes de una operación que, hasta ese momento, formaba parte de su pasado.
Yo también lo estaba. No podía sacarme el sueño de la cabeza y al ver su estado no
cabía otra interpretación posible: Enrique se moría. En medio de este panorama entre
clases y entrevistas con Guías mi actividad era constante. Mi cansancio era mucho pero
la vida cotidiana no daba respiro.
Las entrevistas con Guías eran innumerables, la salud de Enrique cada vez más frágil
y en medio de semejante torbellino un inesperado mensaje privado de Facebook: una ex
compañera del colegio secundario estaba tratando de localizarnos para una reunión de
reencuentro.
No soy nostálgica y nunca me había tentado la posibilidad de este tipo de reuniones.
Sin embargo, para mi absoluta sorpresa me vi responder a ese llamado al tiempo que
proponía mi casa como lugar de encuentro.
¿A quién podía ocurrírsele, en medio de semejante huracán, organizar una reunión
para 15 personas que no veía desde 1974? Fui la primera sorprendida al verme enviar la
invitación antes de que mi mente pudiera detener a mi mano. Sospeché que no era mía
esa decisión. Ya otras veces había sentido impulsos semejantes. Aquella era una
decisión de Mi Maestro sin lugar a dudas aunque no entendía la razón.
Así fue como, un sábado de octubre me encontré abriendo la puerta de mi casa a 15
mujeres casi desconocidas que, sin saberlo iban a vivir uno de los momentos más
mágicos de los que hubiéramos tenido conciencia.
La llegada de cada una daba lugar a una algarabía de risas y a más de una situación
graciosa. En mi caso estuve una hora hablando con una de ellas tratando de que mi
mente hiciera un rápido viaje a los setenta tratando de ubicar su identidad. No me atreví
a simplificar el camino con un simple: ¿Cómo te llamás?
Así que esperé pacientemente hasta que el curso de la conversación me ayudó a
resolver el misterio: más allá del paso del tiempo mi mente buscaba a una mujer con
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largo pelo lacio. Ahora estaba frente a alguien que por fin llevaba con orgullo los rulos
que la madre naturaleza le había dado y que por aquel entonces estaba prohibido
mostrar.
Cuando el alboroto de los primeros momentos se apaciguó hubo una curiosa
propuesta: cada una hablaría unos minutos dando un resumen de lo vivido durante estos
años. Que 15 mujeres respeten el tiempo de cada una en silencio era milagroso y casi
inconcebible pero así fue. Cada una habló sobre su vida al tiempo que las demás la
escuchaban respetuosamente. Casi podía oír los latidos de esos corazones que se abrían
generosamente empáticos a cada relato.
Cuando llegó mi turno, tranquilamente y sin dudarlo, hablé de mi contacto con los
Guías. Hubo muchas preguntas y mucho interés sobre el tema. Una vez más podía sentir
Su Presencia acompañando esa charla y entendí el por qué de esa reunión. Muchas
habían vivido experiencias muy duras durante esos años. Incluso fue doloroso oír que
durante nuestros años de estudio muchas estaban viviendo situaciones durísimas sin que
las demás lo supiéramos. Todas hablamos con total honestidad y fuimos escuchadas con
absoluto respeto. La emoción vivida durante esa reunión fue casi palpable. Pocos
momentos hay tan mágicos como cuando los corazones se abren sinceramente y con
amor.
A partir de ese día, el contacto se mantiene con reuniones periódicas de las que no
siempre participo pero que siempre son sanadoras. Evidentemente, por alguna razón que
yo desconocía, nuestros caminos necesitaron reencontrarse.
Durante los días que siguieron reflexioné mucho sobre ese encuentro. Había sido
hermoso, indudablemente. ¿Pero por qué la exigencia de organizarlo en medio de la
tempestad en la que me encontraba?
Toda actividad agregada me significaba un esfuerzo físico y emocional que me
estaba haciendo llegar a un límite que presentía peligroso. Sabía, luego de años de estar
en contacto con Ellos, que cada pedido, que cada exigencia tenía una razón. Pero yo aún
no lograba verla. Hasta que un día estallé.
El severo estado de salud de Enrique, acompañarlo tanto en sus necesidades
cotidianas como en su volcán emocional, las clases, las entrevistas con Guías, los
pedidos de Mi Maestro de organizar reuniones o agregar entrevistas y mi cansancio
extremo hicieron que apareciera en escena un personaje para mi desconocido hasta ese
momento: LA IRA.
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¿Así que yo no era tan pacífica como aparentaba ser?
La ira apareció con fuerza. Los que me acompañaron por aquellos días me miraban
sorprendidos al oírme putear enojadísima con todo lo que estaba viviendo. A cada uno
de los que compartieron esos días conmigo les pedí que no detuvieran mi enojo, que me
ayudaran a que nada de toda esa ira quedara atrapada u oculta en mi corazón. Si el
camino espiritual era un camino que se debía recorrer con absoluta honestidad era
necesario que pudiera conocer este lado oscuro de mi corazón.
Al principio sólo me limité a dejar salir esa emoción hasta ese momento desconocida
para mí. Luego empecé a entender…. Si no hubiera llegado a tamaño límite, ese costado
oscuro, esa sombra, como diría Jung, hubiera permanecido oculto. ¿O acaso no me
había gustado tanto lo que leí en uno de sus libros?

“Uno no se ilumina imaginando figuras de luz, sino haciendo la


oscuridad consciente”

¡Qué mejor que ver todo lo oscuro que era capaz de sentir!
Si cada situación que estaba viviendo hubiera aparecido por separado, mi ira se
hubiera enmascarado en enojos más educados y discretos. Mucho gusto señora IRA, no
sé si decir que estoy encantada de conocerla….
La ira tardó en desaparecer. Tal como Mi Maestro me aconsejaba, dejé que brotara
en su totalidad. Además conocí el rencor. También de eso había en mi corazón. ¡Vaya
descubrimiento!
Ahora ya estas emociones no me tomarían de sorpresa. Ahora ya conocía de su
existencia y podría tomar recaudos para que no fueran ellas quienes me dominaran. Tal
como hacía el Principito, sería cuestión de deshollinar cada volcán y limpiar de brotes
de baobabs mi planeta cada día. Reconocer, dejar fluir, aceptar, y nunca ocultar las
emociones. Toda una lección. La vida cotidiana siguió con exigencias y preocupaciones.
Enrique estuvo internado dos veces más pero logró recibirse de consultor
psicológico. Fue emocionante verlo recibir aquel diploma. Los dos sabíamos que era
mucho más que un logro intelectual. Desde nuestro primer encuentro en octubre de
2001 hasta ahora lo había visto recorrer un camino que, paso a paso, le había permitido
dejar atrás cada máscara para que por fin pudiera comenzar a reconocer su esencia.
Yo era la espectadora privilegiada de lo que se podía lograr teniendo el coraje de
mirarse honestamente y atreverse a cambiar un rumbo que quizás lo hubiera destruido.
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Los dos sabíamos también que eso no implicaba que el resto de su entorno reconociera
ese valioso trabajo interno y que muy posiblemente ni siquiera viera los frutos más allá
del autoconocimiento. El mayor fruto sería que ahora era consciente de cada paso, de
cada acción.
Sin embargo el recuerdo de aquel sueño no me abandonaba. Lo veía muy delgado,
dando con esfuerzo cada paso y comenzando a aceptar que, aun sin una silla de ruedas,
aquel tumor le dejaría una secuela de por vida.
Para alguien que siempre se había sentido orgulloso de su cuerpo no fue algo fácil de
aceptar. Pero durante todos esos años en que había trabajado con su Guía, su mirada
había cambiado. Ese es quizás el mejor logro, el mejor premio que se nos da si nos
atrevemos a recorrer este sendero: tener las herramientas necesarias para afrontar
cualquier circunstancia, cualquier dolor que tengamos que atravesar. Aquel Enrique
que había conocido años atrás ¿hubiera podido enfrentar este presente? ¿O se hubiera
desmoronado lleno de rencor y amargura?
Aquella frase de Ilma, tan insistentemente repetida: “Señorita, cuide a mi hijo”
cobraba hoy una fuerza y una potencia de la que en su momento yo no había tomado
consciencia. “Cuidarlo” significaba ayudarlo a que pudiera valorar su mayor riqueza: su
corazón, para que no repitiera la historia de su madre que con tanto dolor le había
hablado.
Mi Maestro tenía razón: mi amigo y yo teníamos un camino en común de
aprendizaje. Yo aprendía de cada uno de sus pasos y él seguramente aprendía de los
míos. Teníamos caminos diferentes y diferentes aprendizajes que realizar pero nos
nutríamos de la experiencia del otro enriqueciendo el propio camino.
Poco a poco lo vi mejorarse. Tuvo mucho que trabajar con sus emociones y a medida
que lo hacía su cuerpo se reponía poco a poco. ¿Qué había significado entonces aquel
sueño? Poco después me llegó la respuesta.
Aquella amiga de mi sueño, había decidido de repente ir a vivir a Entre Ríos y le
ofrecía alquilar su departamento a dos edificios de distancia del mío. Para cualquiera esa
no era una distancia que pudiera marcar una verdadera separación. Nosotros entendimos
enseguida el mensaje. Ya no compartiríamos el mismo edificio, ya nuestros senderos se
separaban. La etapa de compartir un mismo sendero de aprendizaje había llegado a su
fin.
“¿Viste que Enrique se va?” me decía nuestra amiga en ese sueño.
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Ahora cada uno tendría su propio sendero, su propio aprendizaje.
Así fue desde entonces. Lo que vivimos y aprendemos le pertenece a cada uno . Sin
embargo, luego de semejante aprendizaje compartido sabemos que nuestros corazones
seguirán unidos para siempre.

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Una despedida especial
En 2015 Lola se enfermó. Con el veterinario decidimos que dada su edad la
acompañaríamos para que estuviera tranquila y transcurriera su último tiempo sin
situaciones traumáticas.
Sus días transcurrían tranquilos, sin sobresaltos. Su único cambio grande fue no
querer ya entrar en mi dormitorio. Cada noche iba decidida a acompañarme y al llegar a
la puerta se paraba en seco, daba la vuelta y volvía a su sillón. Era cierto que era mucha
la energía que allí había. Mis Maestros aprovechaban la noche para transmitirme
energía. Aparentemente esto ya era demasiado para el debilitado cuerpo de Lola.
Yo le aumentaba su cuota de atún para darle un mimo extra y ella aun seguía dando
la bienvenida a cada persona que venía a casa. Ese parecía ser el año de la despedida de
Lola. Aunque también sería el año de un nuevo reencuentro con mi amiga Alejandra. El
26 de setiembre ella y su marido Lucas llegarían a pasar un mes por estas tierras.
Siempre es una enorme alegría encontrarnos y darnos cuenta de que la distancia no
hace mella en nuestro lazo. Hacía meses que veníamos disfrutando de antemano los
mates que imaginábamos poder compartir. Pero esta vez compartiríamos mucho más…
Un día después de su llegada a Buenos Aires, Alejandra me propuso desayunar
juntos el domingo a la mañana

- Moni, yo sé que quedamos en vernos durante la semana. Pero Lucas insiste en


verte antes y dice si podemos ir un rato mañana a la mañana. Después tenemos
que volver a casa para el almuerzo familiar.

¡Genial! Tendríamos un desayuno de reencuentro. Al rato de su llamada recibí otra


igualmente sorpresiva. Esta vez era mi amiga Mary. Moni ¿Puedo ir mañana a tu casa a
tomar unos mates?
Siempre era una alegría saber que podíamos vernos. Su trabajo de servicio incesante
nos hace muchas veces difíciles los encuentros. Así que saber que, el mismo día, vería a
amigos tan queridos era una fiesta para el corazón.

- ¿A qué hora te viene bien?


- A las 14. Antes no puedo porque viene Alejandra.

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Mientras hablaba con ella mi coronilla empezó a doler y mis hombros a pesar.
Siempre sentía eso cuando Mi Maestro se acercaba pero ¿Por qué durante una
conversación telefónica?

“Hija, dile que te dé la comunión”

¿Y eso? Oía esa frase en mi cabeza sin dar crédito a las palabras.

- Mary, estoy oyendo que Mi Maestro me dice que te pida que me des la comunión
- No hay problema. Mañana te llevo la eucaristía.

Ella lo tomó con una naturalidad sorprendente. Yo estaba atónita. ¿Comulgar? ¿Por
qué necesitaba comulgar? El resto del día lo dediqué a preparar cosas ricas para el
desayuno. Con Mary nos permitiríamos una pizza… ¡después de la comunión! No
faltaron los abrazos esa mañana. Ni la charla alegre ni las risas. También les comenté
sobre la comunión que tomaría esa tarde.

- Ah! Bueno. Decinos si necesitás que nos vayamos antes ¿eh?

Tanto la respuesta de Mary como la de Alejandra y Lucas fueron naturales y


espontáneas. Yo parecía ser la única realmente sorprendida. Durante el encuentro
comencé a sentir la conocida pesadez de hombros y un intenso dolor en la coronilla.
Silvia y Lucas, mis buenos amigos y vecinos, me llamaron por teléfono. Estaban en
el jardín y querían darme un regalo. Buena excusa para ir con Alejandra y Lucas al aire
libre a ver si se me aliviaba el dolor.
Lucas te voy a presentar a tu tocayo. ¿Me acompañan un ratito al jardín que mis
vecinos me tienen que dar algo? Se cayeron bien de inmediato. Silvia y su pareja nos
contaron que el día anterior habían ido al Tigre y que se les había ocurrido traerme una
plantita con flores.
Allí estábamos los 5 compartiendo anécdotas cuando el marido de Ale dijo:

- ¡Ah! Acá estoy mejor. En el living me había empezado a doler mucho la cabeza.
- ¡Uhh! A mí también – dijo Ale
- ¿Ustedes también estaban sintiendo a los Maestros? Creí que era sólo yo quien
los estaba sintiendo

No era la primera vez que alguien aparte de mi podía sentir Su Presencia. Pero esta
vez la intensidad era tal que resultaba difícil de soportar. Llovieron las bromas del
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estilo: “¡Si esto sigue así Moni te vas a quedar sola!”. El humor nos ayudó a suavizar el
impacto. Un rato más tarde mis amigos se iban a almorzar con la familia y yo a preparar
la mesa para el almuerzo con Mary.
Todo el ambiente de mi casa comenzó a inundarse con una atmósfera de ceremonia.
Si bien conscientemente no le daba demasiada importancia a la comunión comencé a
preparar el living.
Sólo seguí impulsos que me llevaron a poner una grabación de mantrams y encender
la mitad de una vela de misa que Mary me había regalado meses antes. La primera
mitad la había usado para la reunión de mi cumpleaños. Había durado más de seis horas.
Ahora usaría la otra mitad que había guardado para alguna ocasión especial. Este
parecía ser el momento indicado.
Cuando miré a mi alrededor todo parecía dispuesto para algo especial: la música, la
vela, la plantita con flores de mi amiga y toda la energía amorosa que había inundado
mi casa ese día. Mary, siempre puntual, esta vez no pudo llegar a las 14. Pequeños
inconvenientes retrasaron su llegada para las 15 horas. Ese parecía ser el horario
indicado.

- Mirá lo que te traje: iban a ser frutillas pero sentí que tenía que traerte estos
tomatitos cherry. No tiene el menor sentido pero es lo que sentí que debía
traerte.
- Mejor no analicemos. Espera que los lavo y los pongo en un bol en el centro de
la mesa. Ya me regalaron flores ahora frutos ¿no es raro?
- Jajajaja ¿No te parece que es lo menos raro de todas las cosas que vivís?
¿Cuándo querés tomar la comunión, antes o después de comer?
- La tomo ahora así después ya charlamos y almorzamos tranquilas.

Así de irrespetuosa fue mi respuesta. Para mí era sólo un trámite que no entendía
demasiado bien. Mejor hacerlo rápido y disfrutar de la tarde. Mary se puso a orar
delante de mí.

- ¿Ya estás dispuesta?

Así de respetuosa fue su actitud.

- Sí, claro.

91
Apenas la hostia entró en mi boca cerré los ojos y comencé a meditar. Mi mente se
fue a otro plano, al encuentro de Mi Maestro quien me dijo palabras que no recuerdo y
me abrazó. Estuve durante un rato en ese estado de completa beatitud muy, muy lejos de
mi casa. Luego poco a poco, muy despacio fui volviendo. Abrí lentamente, muy
lentamente los ojos. Justo frente a mí. Mary estaba de rodillas mirándome con ojos
asustados.

- ¿Estás bien? Esperá que te traigo agua

Como cada vez que vuelvo de una meditación profunda, yo estaba aún en cámara
lenta. Mientras Mary me traía el agua comencé a comer los tomates que estaban sobre la
mesa respondiendo sólo al impulso de mi cuerpo.

- ¿Seguro estás bien? ¿Querés que llame a alguien?


- No, no. Estoy muy bien. Sólo que aún estoy saliendo de la meditación. Quedate
tranquila. Estoy bien. La que no parece estar bien sos vos. ¿Por qué me mirás
así?
- Porque estabas muerta Moni.
- ¿Qué?
- Que estabas muerta. Mientras vos meditabas yo también cerré los ojos para
rezar. Cuando los volví a abrir te vi… muerta. Vos sabés que yo desde hace
años acompaño enfermos. No es que estuvieras pálida. Tenías la nariz filosa. Tu
cara sin la menor expresión. ¡Y el color de tu piel! Era la palidez y serosidad de
la muerte. No te exagero. Ni siquiera podía notar tu respiración. Estaba a punto
de tocarte cuando vi que empezabas a reaccionar.
- Quedate tranquila que estoy bien. Pero me parece que de verdad estuve en otro
plano.

¿Cuánto tiempo pasó?

- 15 minutos. Miré la hora en cuanto cerraste los ojos.


- Me parecía que había pasado más tiempo. ¡Mary! ¡Mirá la vela!

En poco menos de media hora la vela, que unos meses atrás había durado 6 horas,
estaba completamente consumida.

92
Ninguna de las dos supimos que decir. Preferimos, en un pacto sin palabras,
compartir una pizza mientras charlábamos de cuanta tontería se nos ocurriera. Por ese
día ya habíamos tenido suficientes sorpresas…
Era la primera vez que tenía una meditación profunda frente a alguien que me
observara. Quizás, cuando durante mis meditaciones, los Maestros venían a hablarme,
yo realmente me iba a otro plano y es posible que siempre mi apariencia fuese la de una
“falsa muerte”. Nunca lo sabré. Pero esa tarde el viaje de mi alma había sido lo
suficientemente profundo como para que mi amiga viviera uno de los mayores sustos de
su vida.
El lunes, durante nuestro encuentro semanal, Edgardo me avisó que ya la energía de
Lola se veía muy débil. Nos quedaba poco tiempo para compartir. Ese jueves Alejandra
volvió a casa para dedicarnos el día y para homenajear, con una charla interminable,
esa hermandad de tantos años.
Lola se le acercó despacito a darle la bienvenida y mi amiga hizo algo por primera
vez: se sentó en el suelo a hablarle. Lola la miraba con atención dejándose acariciar.

- ¿Así que estás flojita cariño? Ya sé que estás malita. Quedate tranquila. Todo va
estar bien.

Las palabras de Alejandra eran pronunciadas con mucha ternura. Sorprendente


viniendo de alguien que dice no amar a los gatos. Sin embargo, en ese mágico momento
de despedida las dos parecían estar envueltas en una burbuja de amor. Al día siguiente
Lola se descompuso. Parecía tener dolores. Se quejaba y pedía continuas caricias. Todos
los viernes viene Cristina a ayudarme con la limpieza. Ese viernes no fue la excepción.
Cristina quería mucho a Lola. Siempre decía que era una gatita especial. Las dos
tuvieron una relación que necesitó tiempo para fluir. Al comienzo, Lola le huía con
desconfianza sobre todo cuando Cristina tenía la mala idea de encender la aspiradora.
Luego, poco a poco ya Lola la recibía con afectuosas demostraciones, sobre todo en los
momentos en que ella venía con alguna tristeza o preocupación
Mi encuentro con Cristina también fue especial. Cuando llegó por primera vez a casa
acababa de separarse. En medio de semejante torbellino emocional no había lugar para
muchas charlas. Durante un par de años sólo sabía que yo era profesora de idiomas.
Hasta que un día, sin previo aviso, los Guías me pidieron canalizar un mensaje para ella.

93
Al rato de llegar le pedí que se sentara y le expliqué mi “trabajo especial”. También
le dije que si ella aceptaba, su Guía quería darle un mensaje. Me miró no todo lo
sorprendida que yo hubiera esperado y me dijo:

- Sí. Estoy dispuesta.

Detergentes y escobillones quedaron de lado y las dos nos sumergimos en la burbuja


de paz que inunda el ambiente cuando los Guías se acercan.
A medida que le dictaba las palabras recibidas la vi emocionada y conmovida. No
hubo muchas palabras posteriores a la canalización. Era tanta su conmoción que sentí
que lo mejor era respetarle ese silencio que gritaba más dolor oculto que cualquier
palabra. Ella siguió con su trabajo, yo con mis clases. Cuando se fue me dio un abrazo y
me dijo:

- Gracias Moni. Ahora sé que no estoy sola.

De ahí en más se abrió para siempre una puerta de comunicación que hizo, entre
otras cosas, que me enterara que, desde sus doce años ella veía muertos que le pedían
ayuda para ascender. Ahora, después de tanto tiempo veía luz en lo que antes creía
oscuridad. Por fin podía hablar y compartir lo que vivía. De todas formas aún hablaba
de esto con discreción.
Para mí, más allá de su trabajo,¡ me ha ayudado tanto a confirmar y entender mis
malestares! Un día me decía:

- ¡Cuánta energía hay hoy en tu casa Moni! Están los Guías muy cerca ¿no?

Otro día:

- Hoy está tranquila tu casa. Parece que no están.

Cada uno de sus comentarios, sin quererlo, me confirmaban mis sensaciones y me


daban tranquilidad. Yo entonces detenía mi mente racional y aceptaba esas
“adaptaciones energéticas” que tan difíciles me resultaban a veces. Sin duda, la bandada
se estaba formando paso a paso, cada uno con su historia, cada uno con su camino
personal pero compartiendo y ayudándonos mutuamente. Tal como dicen los Maestros:
TODOS SOMOS UNO.
Ese viernes no hicieron falta muchas palabras para entender que estábamos
despidiendo a una compañera especial. Lola requería muchos mimos y cuidados. Me

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costaba estar tanto tiempo agachada. Cristina, ante mi pedido, no dudo en turnarme un
rato. Hubo mucha emoción en su voz cuando al irse la oí decirle:

- Adiós Lola. ¡Gracias!

No me atreví a preguntarle por qué le agradecía. Al enterarse del estado de Lola,


Enrique vino enseguida a acompañar a su amiga incondicional. Más tarde llegó Juan,
uno de mis sobrinos. Allí estábamos los tres, rodeándola con cariño, sólo acompañados
por la música que utilizo durante las canalizaciones. Sentí que era el sonido que se
necesitaba.
La atmósfera era de una despedida sagrada. Mi mente racional no dejaba de repetir:
“Pero es una gata nada más. Por más que es mi mascota no puede ser que estemos
acompañándola de esta forma”. Sin embargo, y a pesar de toda mi lógica y mi
razonamiento no podía hacer otra cosa. Lola maullaba cada tanto y nos turnábamos para
darle las caricias que tanto reclamaba. De repente su maullido se transformó en un:

- ¡Papá!

¿Había dicho papá? Lo único que me faltaba: imaginar que Lola hablaba. Ya
bastante raro era todo como para imaginar ahora esto. Mi mente no paraba hasta que
casi al unísono Juan y Enrique exclamaron:

- ¿Dijo papá? ¡Dijo papá!


- ¡Ah! ¿Ustedes también la oyeron?
- ¡Sí! ¡Dijo papá!
- Mejor no le digamos esto a nadie porque nos encierran – dije yo, que ahora lo
estoy contando en un libro….

Lola seguía acurrucada bajo una silla. No me gustaba verla sufrir. Pregunté a Mi
Maestro si estaba bien llamar al veterinario para acelerar la partida. Su respuesta fue
contundente:

No hija. Hoy no. Ella debe vivir este proceso. Mañana podrás
hacerlo.

Obviamente protesté. ¿Qué necesidad había de hacerla sufrir?

- Yo llamo igual. ¿Qué diferencia hay entre hoy y mañana? ¡Pobrecita! ¿Para
qué hacerla pasar por esto?
95
Una vez más Enrique estaba ahí para tratar de parar por millonésima vez mi rebeldía
con respecto a lo que Mi Maestro me pedía hacer. Moni, va a ser inútil. Si no tiene que
ser hoy, no te vas a poder comunicar. Dejá, mañana llamás y listo. Alguna razón debe
haber. No. Llamo ahora. ¿No ves como está sufriendo? Apenas terminada la frase se
cortó la luz. Ese 2 de octubre de 2015 a las 18 horas media ciudad de Buenos Aires se
quedó sin luz. La mirada burlona de Enrique no impidió que, celular mediante, llamara
al veterinario que por supuesto, nunca contestó. Me merecía varios “Te lo dije” pero,
aún así, insistí llamando al veterinario del gato de mi hermana… que obviamente
tampoco contestó.

- Está bien. Ya entendí. ¡Pero no es justo!

A las 21 horas, ya con luz, Lola y yo nos quedamos solas. Sería nuestra última noche
juntas y trataría de que estuviera lo más cómoda posible. A las 4 de la mañana mi
espalda se dio por vencida y necesité acostarme un rato. A las 6 la encontré debajo de su
sillón. La puse sobre una mantita cerca de la estufa y allí se quedó quietita y tranquila.
Un par de horas más tarde, veterinario mediante, Lola murió.
Aunque mi mente seguía tratando de buscar respuestas racionales mi corazón me
decía que, una vez más, había tenido el privilegio de vivir algo sagrado aun si no
lograba entenderlo totalmente.
A la tarde fui al jardín a reunirme con mis amigos. Apenas llegué, la enemiga eterna
de Lola, una gata a la que bautizamos Loqueta sin que se diera por enterada y que
rondaba siempre el edificio sin aceptar dueño, vino corriendo a saludarme y se acostó
debajo de mi silla. Era tan inusual esa conducta que todos dijeron:

- ¿Viste? Pareciera que te vino a saludar por la muerte de Lola.

El domingo me levanté tarde. Sería difícil acostumbrase a que Lola no rondase por
ahí pero…. ¡al fin y al cabo era sólo una mascota! De golpe la atmósfera de mi living
una vez más comenzó a cambiar. Evidentemente Mi Maestro quería hablar.
Sentí como si alguien diera un tajo a mi corazón y mi mano comenzó a moverse
dibujando letras. Sin embargo esta vez no era una energía conocida.

“Soy Lola. Te escribo dando gracias. Muchas gracias. Tuve tu


cariño y tu cuidado.

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Es tiempo de que sepas quien era. Fui tu Maestro dentro de un
traje animal.
Siempre estuve dando vitalidad para que tú pudieras hacer tu
trabajo.
Ahora tu podrás ser madre de miles.
El cambio que tú sientes es para dar. El caos del dar te será
organizado. No temas.
Te agradezco lo que me has dado. Se tranquila.
Soy aun aquí y estaré para ayudarte siempre”

Las lágrimas caían sin cesar. Conocía este estado: estaba tocando algo sagrado. No
era un llanto de tristeza sino de agradecimiento y emoción:

“Por favor, dale este mensaje a Enrique:


‘Enrique, siempre te he podido ver tal como eres. Tu lograste
poner el caótico camino donde más luz había.
Te podría decir: para mi tú has sido dador de juego y cariño.
Mas tú has sido mi discípulo. Tuve a mi cargo dar luz a tu
corazón y transformar el anodino juego en generador de
energía amorosa.
El cariño abre el corazón. El amor ilumina el camino.
Gracias por tu cariño. Doy gracias pues he sido feliz dando mi
cariño.
Sean muy alegres. Estoy siempre con ustedes.
¡Que siempre el amor los acompañe donde cada uno vaya!”

¿Lola era un Maestro? ¿Por eso tenía que vivir el proceso de su muerte? Cuidaba mi
energía….
Mi mente no lograba asimilar todo esto pero mi corazón sentía que estaba viviendo
un momento excepcional. Mi gata había sido un Maestro que cuidaba de mi energía y
que ahora me escribía un mensaje… Difícil de digerir tanta información “irracional”
pero era mejor dejar fluir pues también era cierto que la energía que había en mi casa
era realmente especial.

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La actividad cotidiana fue serenando la emoción. Era la primera semana sin Lola.
Con las clases no habría problema pero ¿qué pasaría con las canalizaciones? Si ella era
quien me ayudaba con la energía ¿podría hacerlo sin su ayuda?
Todo se pudo hacer perfectamente. Evidentemente ya estaba preparada. El primer
viernes luego de la muerte de Lola, Cristina me preguntó cómo había sido todo. Luego
de oír mi relato me dijo:

- No me extraña Moni. Tengo algo que contarte. ¿Te acordás cuando el viernes
me pediste que me acercara a Lola?

Era verdad. Esa mañana Lola se había acurrucado en un lugar inaccesible para mí y
le había pedido que tratara de acercarse y darle agua. Yo dudé en hacerlo. Me dio
miedo. Lola estaba en medio de un rayo de luz tan blanca como yo nunca había visto
antes. Vos sabés que yo veo cuando la gente va a partir. Hay siempre luz alrededor pero
nunca algo como esto. Yo me decía: ¡Ahora tendré que entrar en esa Luz! No me
extraña que te hayan dicho que era un Maestro. Lola era especial.
Cristina una vez más confirmaba mi percepción. Entonces era verdad que ese día lo
Sagrado visitó mi casa. Pocas horas después vinieron a visitarme de sorpresa dos
amigos, Héctor e Isabel. Al entrar, se hizo inevitable la pregunta:

- ¿Y Lola?
- Lola murió el viernes pasado

Y allí comencé, casi sin quererlo, a relatarles lo vivido durante esos días y el mensaje
que Lola nos había dado. Se miraron instantáneamente:

- ¿Viste? Te dije que era una gata especial. Vos sabés que soy veterinario Moni
Siempre le decía a Isabel que tu gata miraba de manera diferente a los demás
gatos. No me extraña lo que me decís.

En ese momento le pedí a Cristina que se uniera a nuestra charla y contara lo que
había visto. Yo los oía entre agradecida y sorprendida. Durante toda la semana se me
habían dado todo tipo de pruebas como para que no dudara de lo vivido.
Aunque aún faltaba un último y curioso episodio por vivir. Pocos días más tarde
estaba trabajando frente a mi computadora cuando sentí que me miraban. Al darme
vuelta vi, a Loqueta y dos gatos más sentados uno al lado del otro, mirándome.

- ¿Qué hacen acá?


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Me miraron fijamente y un momento después uno a uno se fueron tranquilamente en
fila. Ya habían cumplido con la tarea de despedir a nuestra Maestra felina.

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Un viaje sagrado
A partir de la muerte de Lola y la mudanza de Enrique empezó una nueva etapa de
mi sendero que sigue desarrollándose mientras escribo este libro.
Fue una gran sorpresa recibir las instrucciones para las entrevistas de 2016. Desde
que se me pidió dar entrevistas para conectar a la gente con su Guía, se repetía la misma
rutina: a fines de enero me daban las instrucciones sobre cómo se desarrollarían los
encuentros y cuantos debería concertar. A medida que yo me iba adaptando a Su
Energía, el número de entrevistas aumentaba año a año.
En ese momento, dedicaba 2 días de la semana para las entrevistas con Guías. Por la
mañana canalizaba tres mensajes a distancia con quienes ya habían tenido encuentros
personales. Ellos podían pedir un turno para que, en un día prefijado, yo pidiera un
mensaje a sus Guías que yo luego enviaba por mail. Por la tarde daba tres entrevistas
personales con quienes por primera vez vivían esta experiencia.
Esta vez, al darme las instrucciones me indicaron que debía suprimir las entrevistas a
distancia y limitarme a dar 6 entrevistas personales por semana sólo a quienes venían
por primera vez. Sin las canalizaciones a distancia mi trabajo se reducía
considerablemente. ¿A qué se debía tanta generosidad? Algo debería haber
sospechado….
Durante esa Semana Santa Mi Maestro me hizo un pedido especial: debía, luego de
reflexionar, decidir si quería seguir adelante en el Sendero. No era la primera vez que
me pedían decidir si seguiría adelante o no. Pero esta vez el pedido parecía ser más
formal. Demás está decir que decidí seguir adelante. Una vez, expresada mi aceptación
en voz alta, entré en forma casi inmediata en meditación profunda. Mientras meditaba
aparecieron varios Maestros y cada uno de Ellos me dio Su Bendición. Luego se me
explicó que estaba empezando un camino nuevo para el que se me iba a preparar.
También se me advertía que no sería fácil. ¡Como si todo hubiera sido sencillo hasta ese
momento!
A partir de ese momento Edgardo fue testigo involuntario de mis cambios
energéticos. Más de una vez se descompuso al tomar contacto con la energía que tenía
en mi cuerpo. También compartimos su primera “canalización”. Un lunes, mientras me
daba el masaje habitual, recibió mentalmente un mensaje para mí:

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- Me están diciendo algo para que te lo repita:

“Energía convergente al pie de tu cabeza


Sequedad de mucosa y ojos
Cambia la forma de cuerpo. No alarmarse
Trabajas con lo sagrado
Siempre estaré contigo”

No supimos en aquel momento, interpretar el sentido de esas palabras. Sólo las


escribí y las guardé. Había sido algo inusual para los dos y supusimos que, en algún
momento lo entenderíamos.
Unos días más tarde tuve un sueño extraño. Me veía sobre una camilla, de espaldas,
rodeada por un grupo de médicos. Vi como abrían mi espalda y sacaban mi columna
que se asemejaba a un elástico vencido. La observaban y decían: “No está nada bien.
Nos va a dar trabajo pero lo podremos hacer de todas formas.”
¡Qué sueño más desagradable! ¿Sería realmente un sueño? En junio comenzaron a
advertirme que venía “un gran volcán energético” y que no tuviera miedo.
Una mañana, al levantarme, comencé a sentirme rara. Tenía temblores y mi coronilla
ardía. Lo que creí que sería un malestar pasajero se transformó en la peor
descompostura de la que tenga memoria. Los vómitos no cesaban, mis ojos estaban
secos, el dolor de cuerpo me hacía difícil cualquier movimiento. ¿Qué era esto? Nada en
mi cuerpo parecía estar bien. Apenas atiné a preguntar a Mi Maestro qué hacer. La
respuesta fue contundente y firme: “No llames a médico. Estás recibiendo energía
sagrada y tu cuerpo debe aun adaptarse. No temas hija. Ten fe.”
¿No temer? Era imposible ¿No llamar a un médico? Era difícil pero ¿Qué le diría?
Todo en mi cuerpo parecía estar extrañamente mal pero los síntomas eran tan raros que
decidí hacerles caso. Ya en otras ocasiones, cuando comenzaron a adaptarme a Su
energía para empezar a dar entrevistas, había sentido malestares que se iban tan
sorpresivamente como habían llegado para notar luego que las canalizaciones me
resultaban mucho más sencillas de hacer. Pero lo que ahora estaba viviendo superaba
todo lo conocido. MI hermana y Enrique se turnaron para cuidarme.
Era el día en que Cristina venía a ayudarme con la limpieza de la casa. No me
encontró en mi mejor día. Trabajó en silencio hasta que en un momento se acercó a mi
cama, con cara de asustada.
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- Moni, no tengas miedo. Son Ellos. Tenés toda La Luz encima de tu cama, sobre
tu cuerpo. No es nada físico. Son los Maestros. La Luz que te rodea es
impresionante.

¡Le agradecí tanto esas palabras que me ayudaron a tener el coraje de atravesar esa
tormenta energética!
La tormenta duró dos días luego de los cuales quedé agotada y sin fuerzas. Poco a
poco me fui recuperando y fortaleciendo. No notaba ningún cambio visible en mi
cuerpo. Tampoco me daban demasiadas explicaciones. Hasta que una mañana empecé a
sentir dolores fuertes en mi mano izquierda, especialmente en el pulgar. Mi mano
izquierda ya había sido gran protagonista durante la Semana Santa de 1996 cuando
empecé a trabajar con Mis Guías y Maestros.
Ahora volvían los dolores a mi mano pero más fuertes. También notaba hinchazón en
mi muñeca. De repente noté que mi pulgar estaba más firme y que se podía abrir en
ángulo recto. ¡Vaya! ¡Con razón me había dolido tanto! Parecía que me hubieran
operado, pero sin anestesia… No terminaba de observar mi dedo cuando mi amiga Mary
me llamó por teléfono:

- Moni, te llamo porque tuve un sueño extraño y quizás tenga algún significado
para vos. Las imágenes me quedaron tan grabadas que no me las puedo sacar
de la cabeza. En mi sueño estoy en el Hospital de Clínicas. No andan los
ascensores así que subo por las escaleras, llego a un pasillo y entro en la
segunda puerta a la derecha. Es una especie de anfiteatro con una ventana
vidriada donde se ve hacia abajo un quirófano. En ese anfiteatro hay 5 o 6
alumnos vestidos con chaqueta verde agua y tablilla de tomar apuntes mirando
atentamente. Me acerco a esa ventana porque yo sabía que a quien estaban
operando era a vos. No pregunté nada para que no me echaran y me quedé
mirando en silencio. El lugar donde estábamos era poco cuidado, con falta de
pintura pero, el quirófano parecía de otro planeta...De pronto se abre una
puerta y un muchacho parecido a Enrique pero, más joven, sin entrar y sin
soltar el picaporte pregunta algo y el médico que operaba de espaldas a esa
puerta y de frente a nosotros se da vuelta y le hace un gesto con un pulgar hacia
arriba. En ese momento, el médico que estaba en el otro extremo de la camilla
gira hacia nosotros y nos hace el mismo gesto con el pulgar hacia arriba. Como

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el “like” de Facebook ¿viste? Yo decido bajar para interceptar a esa persona
que había abierto la puerta y que tenía información pero en el piso inferior veo
a Virginia, tu hermana, que viene con papeles en la mano (yo sabía que había
estado haciendo trámites en Admisión) y le digo que está todo bien. Le cuento lo
que me pasó y ella me pregunta si yo sabía si te habían rasurado la cabeza pero
yo no sabía...y cuando yo iba a empezar a protestar porque alguien sin las
medidas de asepsia necesarias había abierto la puerta del quirófano, me
desperté. ¡Qué sueño más raro! ¿no? ¿Vos le encontrás algún sentido?”

¿Qué si le encontraba algún sentido? Una vez más habían buscado la forma de
calmar mi miedo y confirmar los mensajes que me iban dando a través de mis seres
queridos. Mi amiga no podía salir de su asombro cuando le conté lo que acababa de
notar en mi pulgar. Dos meses más tarde, otra “tormenta energética” me tuvo en cama
un par de días. Los síntomas eran los mismos pero atenuados. El proceso fue más corto.
El año me estaba resultado muy difícil. No terminaba de recuperarme de una
sacudida que ya llegaba otra. Cada tormenta me dejaba agotada y las actividades de la
vida cotidiana no cedían. Casi no tenía vida social pues los fines de semana los
necesitaba para descansar y reponerme. Mi vida personal estaba cada vez más limitada.
Por ese entonces empecé a tener unas visitas inesperadas: los pájaros. Se apoyaban
en la pared de mi patio y se quedaban un buen rato mirándome. Más de una vez los veía
en el suelo pegaditos al ventanal, observándome sin asustarse por mis movimientos.
¿Qué significaría esa visita? ¿Qué vendrían a anunciarme?
Luego de la experiencia con Lola ya estaba en alerta con los visitantes del mundo
animal. Se acercaba octubre y con él un gran acontecimiento familiar: El casamiento de
Martín, uno de mis sobrinos, con Candela. Ya hacía varios años que estaban juntos y
ese año habían tomado la gran decisión. El 4 de octubre era el día elegido y esa misma
noche partirían de luna de miel a Nueva York. ¡Octubre en Nueva York! ¡Esta familia
parecía tener una idea fija con ese lugar!
Esa mañana al servirme el desayuno noté marcas en la mesa del living. Esa mesa
tenía ya una historia particular. Sobre ella yo trabajaba durante las entrevistas. Años
atrás, había encontrado por primera vez, unas marcas blancas similares a las que se
hacen sobre la madera al tirar agua. Al principio pensé que había dejado caer algo sin
querer y compré una tintura para emparejar el color. Por diferentes motivos nunca

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llegué a usarla, aunque tampoco hizo falta que lo hiciera: las marcas desaparecieron por
si solas sin dejar el menor rastro.
Desde entonces, cada tanto, esos extraños dibujos vuelven a aparecer. Pocas veces
les descubrimos una forma determinada. Los interpreté más bien como marcas
energéticas que ya formaban parte de la tradición familiar.
Esa mañana, una vez más aparecía una gran marca blanca en la madera. Como mi
casa era el lugar de reunión desde donde saldríamos para el registro civil todos pudieron
verlas. Tampoco faltaron a la cita los pájaros. Todo el mundo energético parecía tener
cita en mi casa ese día. Cuando a la noche regresamos, lo que había sido una mancha
blanca apenas perceptible ahora era un enorme dibujo casi tallado sobre la madera.
Todos nos quedamos asombrados sacando fotos a ese diseño tan particular. No
lográbamos descifrar de qué se trataba hasta que mi amiga Silvia dijo:

- Yo creo que esto se parece a un dibujo que vi hace un tiempo. ¿Ves que parece
una P con una X? Creo que se llama Crismón

Google nos ayudó a tener más información: “Crismón es la denominación de la más


usual de las representaciones del cristograma1 o monograma de Cristo… El Crismón
simboliza el nombre de Cristo en lengua griega.”
No hubo explicaciones por parte de Mi Maestro. El dibujo, como los demás, se fue
desvaneciendo con el correr de los días. En noviembre, una vez más fue Edgardo el
mensajero. Esta vez le susurraron una sola palabra: SIGMA

- ¿Sigma te dijeron? ¿No será cisma?


- No, no. Estoy seguro: dijeron Sigma. Fijémonos en Google

“La letra sigma es la decimoctava letra que se encuentra en el alfabeto griego…” La


S, también relacionada con la Sigma griega, letras con el símbolo del infinito
representando el comienzo y el final de la unidad, símbolo de de la igualdad en todas las
cosas creadas….
Tampoco es infrecuente encontrar dicha letra S en el Crismón enroscada
precisamente en el pie de la letra Ρ, es decir en el eje polar del mismo Crismón...” ¡El
Crismón otra vez! Estaban confirmando y reafirmando el significado de aquel dibujo
misterioso.
Le conté a Edgardo la historia de ese dibujo que él no había llegado a ver. Los dos
nos quedamos sin palabras. Nunca nos explicaron qué nos querían decir. Nuestra tarea
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fue ir, poco a poco, armando el rompecabezas con las piezas que nos iban mostrando.
Yo estaba cada vez más cansada. No veía el momento de que empezaran mis
vacaciones.
Un día, como cada mañana, nos saludamos por Skype con mi amiga Susana. No
podíamos vernos muy seguido por lo tanto habíamos tomado la costumbre de al menos
darnos un saludito cibernético cada día para ponernos al tanto de nuestras vidas. Esa
mañana comenzó con el saludo habitual:

- ¡Hola Susa! ¿cómo estás?


- Bien ¿y vos?
- Bien pero la verdad muy cansada ya. No veo la hora de terminar tanto las
clases como las entrevistas. Me está resultando agotador este año
- A mí también. No doy más. No sabés cómo me gustaría estar unos días sentada
mirando árboles sin que nadie me pida nada.
- ¡Ay si!! ¡Qué placer! Sería fantástico.
- Che ¿Qué te parece si nos vamos un fin de semana a algún lado? Le decimos a
Marta y nos vamos las tres un par de días.
- ¡Siii! Me encantaría.

Al minuto de decirlo ya estábamos comunicándonos con Marta, la otra integrante de


este trío y poniéndole fecha a nuestro plan.
Las tres por diferentes motivos estábamos tan cansadas que decidimos elegir un lugar
cerca de la ciudad para no tener que viajar mucho. Nuestro plan era muy simple: estar
las tres al aire libre mirando árboles sin más tarea que charlar, tomar mate, comer rico y
darnos el lujo de alguna siesta. Simple y complicado a la vez. Marta y yo nos
desplazamos en silla de ruedas así que fue ardua la búsqueda de un lugar que tuviera la
medida de las puertas justa como para que pudiéramos entrar tanto en las habitaciones
como en el baño.
El lugar elegido fue una chacra en Azcuénaga a sólo una hora de la Capital. La gente
que atendía el lugar parecía muy amable, los comentarios en Tripadvisor eran
excelentes así que nuestro deseo de descanso estaba a punto de cumplirse.
Fecha elegida: sábado 26 de noviembre. Nos quedaríamos hasta el lunes por la
mañana aprovechando un feriado largo. Dos días completos entre amigas era lo que
necesitábamos.

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Ya nos imaginábamos riéndonos y chusmeando a más no poder. No era la primera
vez que viajábamos juntas así que sabíamos cuanto disfrutaríamos de esos dos días
alejadas de toda obligación. Noviembre se repartió entre mis clases y las entrevistas con
un cuerpo totalmente agotado. Los pájaros no dejaban de aparecer.
Una mañana me levanté con mi cabeza totalmente embotada. Me costaba terminar de
despertarme. Poco a poco fueron apareciendo en mi mente las imágenes de un sueño
especial que había tenido esa noche: yo me veía en el hall de un gran hotel. Había
mucha gente que iba y venía. Mamá apareció a mi lado, sin hablarme pero
acompañándome. Alguien vino a avisarme que Michael estaba allí y que quería decirme
algo. Comencé a buscarlo hasta que lo vi entre la gente. Estuvimos juntos un rato pero
él no me hablaba. Cuando estaba por preguntarle de qué quería hablarme me desperté.
Sueño extraño pero mucho más extraña era la sensación de no poder volver de ese
sueño. Me fui a dar una vuelta para despejarme, recorrí una librería, tomé un café pero
no había caso. No terminaba de volver de aquel sueño. Presentía que no se trataba sólo
de un sueño. Recordé la sensación que tenía luego de las meditaciones en las que me
encontraba con Mi Maestro. Me acordé de cómo me había visto Mary al volver de
aquella meditación compartida… ¿Y si yo hubiera visitado otro plano? ¿Si toda aquella
gente que yo veía ir y venir hubieran sido de almas en transición? ¿Si hubiera visitado el
plano donde mamá y Michael se encontraban?
Dos veces más tuve sueños similares antes del viaje. Mi cansancio era tal que decidí
dar por terminadas las clases en noviembre cuando, hasta ese momento, siempre las
había terminado un mes más tarde. Por fin llegó el día de la partida hacia ese recreo
entre amigas.
Dos días en una chacra era algo que no podía darse el lujo de ser denominado
“vacaciones” pero era más de lo que había podido tener en los últimos años. Como mi
hermana me decía más de una vez, poniéndole un poco de humor a tanta exigencia:

- Un día vas a tener que cambiar de sindicato. ¡El de tu Maestro es muy exigente!

Cuando corrí las cortinas esa mañana vi con alegría que era un hermoso día de sol y
también vi a tres pájaros sobre la pared de mi patio, mirándome.

- ¿Vinieron a despedirme?

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Noté la presencia de Mi Maestro a mi lado. Parecía querer escribir.¿¡Ahora!? ¿Era
necesario? ¿No podía dejarlo para el lunes? Tomé papel y lápiz a regañadientes y dejé
que escribiera.

“Hija, este es un viaje sagrado. Hoy es un día de Poder.”

¿Ya está? ¿Eso fue todo? ¿Qué quería decir que era un día de poder? ¿Un viaje
sagrado ir dos días a una chacra? Evidentemente en el plano de Mi Maestro las cosas se
veían bastante diferentes.
Marta pasó a buscarme dos horas después de lo previsto. La persona que siempre la
ayudaba a subir la silla al auto no estaba ese día. Lo importante era que ya estábamos en
camino. Pasamos a buscar a Susana felices de haber podido concretar esa salida juntas.
Ya en camino, en medio de la charla notamos que el espléndido cielo azul con el que
habíamos salido se había comenzado a cubrir de nubes.

- No importa. En una hora estamos allá. Con que nos deje llegar es suficiente.
¡En un rato ya estaremos tomando mate y mirando árboles, chicas!

Lo que miramos en realidad fue el cielo cada vez más negro. Media hora más tarde
estalló una tormenta que apenas nos permitía ver el camino. GPS mediante, seguimos
adelante. Estábamos en el medio del campo sin ningún lugar donde poder detenernos
sin correr peligro.

- El GPS dice que a 50 metros tenemos que doblar a la izquierda.

Así lo hicimos. Lo que encontramos fue un camino de barro en medio del campo que
terminó en una cerca de alambre. Evidentemente allí no era nuestra chacra.
Marta estaba manejando con maestría en medio del barro bajo una lluvia que no
aflojaba. Las tres estábamos muertas de miedo. ¿Qué haríamos si el auto se quedaba
atascado? ¿Cómo indicaríamos adonde estábamos si nosotras mismas no lo sabíamos?
Luego de varios intentos fallidos conseguimos hablar con la chacra. Apenas nos dejaron
hablar.

- ¡No vengan! Está todo inundado.

Cuando tratamos de explicar que estábamos allí, muy cerca pero perdidas y que
necesitábamos que nos dijeran adonde ir, la comunicación se cortó y nunca más
pudimos recobrarla.
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Ninguna de las tres mostró desesperación. Aparentemente estábamos calmas y
dándonos ánimo mientas decidíamos qué hacer. Gracias a la pericia de Marta logramos
salir del barro y estar otra vez en camino asfaltado. Pero ¿hacia dónde iríamos? Luego
de un rato de andar vimos una pulpería. Susana fue esta vez la encargada de bajar para
preguntar por dónde ir. Volvió empapada.
Me dijeron que todos los caminos están imposibles. Lo único que nos queda es tomar
esta ruta hasta Lujan. Es la único que está en condiciones. Allí fuimos. Cuando
entramos en la ciudad fue Marta la que puso en palabras lo que todas estábamos
sintiendo.

- Chicas, necesito bajar. Estoy muy nerviosa.

Sin que hiciera falta decir nada más buscamos un lugar adonde estacionar y nos
dispusimos a bajar del auto, tarea nada sencilla: llovía a mares y con la ayuda de Susana
habría que bajar dos sillas de ruedas y subirnos a ellas con mucho cuidado pues el agua
dificultaba la tarea.
Mientras me pasaba a mi silla sentí que mis brazos estaban haciendo un esfuerzo
extra para el que parecían no estar preparados. Cuando por fin estuvimos las tres bajo la
recova de la calle central no tuve más remedio que contarles a mis amigas un “pequeño
inconveniente”: necesitaba hacer pis. Buscar un baño accesible para alguien que se
moviliza en silla de ruedas tampoco es tarea fácil. Las tres lo sabíamos.

- Dale, yo te acompaño. Allá hay un baño público.

Y allá fuimos sabiendo que, seguramente la silla no entraría pero, si conseguíamos


aunque sea un banco como para que yo me sentara para luego pasarme al inodoro, lo
podía lograr. El baño era un lugar lúgubre con dos señoras cuidándolo con apariencia
más lúgubre aún. No había sillas ni bancos disponibles y la distancia entre mi silla y el
inodoro era enorme.

- ¡Ah! Ya sé qué hacer, Moni. ¿Viste que acá al lado hay una heladería?
- Sí pero ¿en qué me ayudaría tomar un helado ahora?
- Jajajaja ¡No seas boba! Voy a pedir que me vendan un pote de helado vacío que
quizás puedas usar como escupidera. ¿Qué te parece?

Me pareció genial. Cualquier idea que pudiera sacarme de semejante apuro era
bienvenida. Dejando todo pudor de lado y gracias a la buena idea de Susana, salí del

108
baño con un problema menos. Ahora tendríamos que resolver qué hacer. Fue Marta
quien abrió la puerta a la decisión.

- Miren, yo la verdad ya no puedo manejar por hoy. ¿Por qué no buscamos un


lugar para quedarnos a pasar la noche acá?

Susana y yo aceptamos la idea inmediatamente. La lluvia y los truenos no cesaban.


Necesitábamos comer algo caliente y descansar de tanta tensión. ¿Pero adonde ir?

- Quédense acá mientras voy a preguntar a los negocios si conocen algún hotelito
cerca.

Marta y yo nos quedamos esperándola resguardadas bajo la recova. La intensa lluvia


nos hacía casi imposible poder manejar nuestras sillas con la firmeza necesaria como
para no irnos al suelo.

- Moni ¿Dónde están tus Amigos? ¿No podrías al menos pedirles que deje de
llover?
- ¡Ni me hables! Con lo que deseaba llegar a un lugar donde poder descansar…
¡Miranos como estamos! Jajaja ¡Y pensar que esta mañana antes de que
llegaras vino Mi Maestro a hablarme!
- ¿Y qué te dijo?
- Nada importante. Sólo que este era un viaje sagrado y que este era un día de
Poder. Nada más.
- ¿Un viaje sagrado? Moni. Mirá a tu derecha: ¡La Basílica, Moni! Te trajeron a
la Basílica. ¿O no fue acaso el único lugar al que se podía llegar?

La Basílica de Luján se veía clarita e imponente al final de la calle. Esa Basílica a la


que, año tras año miles de personas acudían en peregrinación.

- Si querían que viniese acá ¿por qué no lo dijeron y listo?


- Ah ,no sé. Vos sos la experta en estos menesteres jajaja

Nos reímos juntas pero internamente no había risas en mi corazón. Contemplé la


Basílica con tristeza.

- Moni, mira allá enfrente, cruzando la avenida. ¿No es un hotel eso? Y con
cochera al lado. Estaría genial.

109
- Sí, pero fijate, Es de dos pisos solamente. Seguro tiene escaleras A menos que
haya alguna habitación en planta baja.

Cuando Susana volvió sin novedades le comentamos las nuestras. Fue a averiguar y
volvió por fin con una buena noticia: había una habitación con tres camas en planta
baja.
Allí nos dirigimos: Susana con nuestros bolsos. Marta y yo con las carteras tratando
de dominar nuestras sillas bajo una lluvia que no se daba por vencida. Al acercarnos al
hotel tuvimos otra buena noticia: justo al lado había un restaurant que lucía bastante
bien. Por fin parecía que todo comenzaba a ordenarse.
La habitación era nueva, muy limpia pero con dos inconvenientes: la puerta del baño
era diminuta. Tendríamos que ir pasándonos de silla en silla hasta llegar al tan ansiado
inodoro. Además… ¡no tenía ventanas! No sólo no veríamos árboles. No veríamos
NADA externo. Sólo a nosotras mismas.
Nos fuimos a comer decididas a festejar el hecho de estar juntas y haber podido pasar
tantas pruebas unidas. Nos sentíamos la reencarnación femenina y multiplicada por tres
de Indiana Jones. Tanto la gente del restaurant como la del hotel nos recibieron con
mucha amabilidad. ¡Si hasta prendieron la calefacción al llegar al restaurant para que
pudiéramos entrar en calor al ver en el estado en el que estábamos!
Los truenos seguían oyéndose pero ya nosotras estábamos dispuestas a disfrutar de
un rico y reconfortante almuerzo. No dejamos de charlar y de reírnos de nosotras
mismas. ¡Qué lejos habían quedado aquellas bucólicas vacaciones tan deseadas! De
vuelta en la habitación, ante la falta de espacio para hacer ninguna otra cosa rescatamos
de la memoria un viejo juego de nuestra infancia: el tutti frutti.
Cuando se nos acabaron las hojas y se nos cansó la vista de escribir con poca luz
comenzamos a hablar sobre cómo nos habíamos sentido en medio de esa tormenta.

- La verdad chicas que yo lo pasé realmente mal. Cuando vi que a medida que
avanzábamos el cielo se ponía más y más negro empecé a tener miedo. Yo
nunca se los dije pero tengo un miedo casi fóbico a las tormentas.
- ¿En serio Marta? Nos lo hubieras dicho y parábamos .¡Encima tuviste que
manejar!
- Y la verdad es que lo hiciste muy bien, con mucha serenidad y seguridad.

110
- Les tengo que contar algo: cuando nos metimos en ese camino de barro
comencé a oír la voz de mi papá guiándome y diciéndome qué hacer. Yo sólo
tuve que seguir sus instrucciones. A pesar de lo mal que lo pasé me da mucha
paz saber que, en los momentos de urgencia puedo superar mi fobia. Además
fue muy hermoso sentir a mi papá tan cerca.

No tuvimos ninguna duda de que lo que decía era verdad. Había sido realmente
increíble ver su paz y seguridad cuando parecía que estábamos destinadas a quedarnos
empantanadas en medio de la nada. La emoción empezó a inundar la habitación.

- Yo también tuve que enfrentar un miedo fóbico – dijo Susana de pronto – Les
puede parecer tonto pero no soporto que me mojen y mucho menos la cara. Hoy,
ni siquiera pensé en eso cuando tuve que ayudarlas en medio de la tormenta. Ni
siquiera me importó. Pareciera que tus Amigos quisieron mostrarnos que
podemos superar nuestros miedos. ¿Habrá sido este el motivo de nuestro viaje?
- Puede ser. ¿Pero vos Moni? ¿Qué miedo enfrentaste hoy?

La pregunta de Marta me dio de lleno en el corazón y el impacto hizo que ya no


pudiera evitar el llanto que desde la mañana pugnaba por aparecer.

- Hoy me enfrenté a lo que más temía: que mi trabajo con los Guías inundara el
cien por cien de mi vida. Hoy me di cuenta que ya no me queda espacio para mi
vida personal, ni siquiera para una salida con amigas sin que eso signifique un
aprendizaje o un trabajo encubierto.

Comencé a llorar abiertamente ante la sorpresa de mis amigas.

- Yo nunca supe que te sentías así con ese trabajo. Pensé que te gustaba, que lo
disfrutabas
- Y así es. Pero no sé si hasta el punto de quedar totalmente relegada. No sé si
tengo semejante vocación de servicio. Hace mucho que veo que se me exige
cada vez más Este año tuve movidas energéticas fuertísimas. Mi tiempo libre fue
para reponerme El resto para servir. Pareciera que mis necesidades personales
no contaran. Fíjense lo que pasó con este viaje.
- Es verdad pero fue bueno ver que todas fuimos un bloque a pesar de nuestros
miedos para superar cada situación. Hasta pudimos reírnos de nosotras
mismas. Fue muy importante y muy lindo lo que aprendimos de nosotras

111
mismas. Aprendimos sobretodo que nos queremos tanto que podemos dejar de
lado nuestros miedos más fuertes si hace falta ayudarnos.
- Eso sí. Tenés razón. Ya se me pasará. ¿Qué tal si nos empezamos a preparar
para ir a cenar?
- ¡Sí, dale! Me dijeron que hay show.
- Perfecto. ¡A ponernos bellas chicas!

Durante la cena brindamos y nos unimos al coro que proponía el animador del show.
Yo sentía que me iba a costar asimilar lo que acababa de ver sobre mi camino. Pero esta
noche teníamos que festejar el estar juntas.
Cuando volvimos a la habitación tuvimos que decidir qué hacer el día siguiente.

- La verdad, chicas -dije – Yo votaría por volver a casa. Me duele todo el cuerpo.
Creo que fue demasiado el esfuerzo físico de hoy. Hasta creo que tengo el
hombro lastimado.

Marta se unió a mi propuesta. Para ella también había sido mucho el esfuerzo.
A la mañana siguiente, después de un rico desayuno con facturas, cargamos los
bolsos y las sillas en el auto dispuestas a emprender el regreso. Yo no veía la hora de
estar en casa y liberar, sin afectar a mis amigas, toda la angustia que llevaba a cuestas.
Una vez en marcha mis amigas tuvieron una idea que no me pareció tan buena.

- Ahora tenemos que buscar donde estacionar para que puedas ir a la Basílica
- ¿A la Basílica? Yo no quiero ir.
- Moni, si te trajeron o mejor dicho si NOS trajeron hasta acá debe ser para que
vayas.
- No. Mejor volvamos y listo. Lo único que nos falta es bajar las dos sillas otra
vez para que yo vaya a hacer no se qué a la Basílica
- ¡Ah no, no, no! Si nos hicieron venir hasta acá vos vas y averiguás qué quieren
Tus Amigos. Yo las espero en el auto y Susa te acompaña.
- - Claro. Yo voy con vos. ¡Vamos!

¡Como oponerse a dos amigas con semejante energía! Allí fuimos Susa y yo al
encuentro de la dichosa Basílica. A medida que nos íbamos acercando comenzaron a
sonar unas atronadoras sirenas: estaba llegando un grupo de ciclistas en peregrinación.

112
No nos podíamos quejar: nos daban la bienvenida con toda pompa. Cuando por fin
llegamos nos encontramos con una hermosa escalinata.

- Busquemos que tiene que haber una rampa en algún lado.

No encontramos la rampa ni nadie, de entre toda esa cantidad de gente, que supiera
decirnos donde estaba. Frente a la escalinata, sobre una tarima, había un sacerdote
echando agua bendita sobre la multitud que lo rodeaba.

- Vamos que le pregunto al cura.


- ¿Te parece?
- Mira ya me hicieron llegar hasta acá. Ahora tengo que entrar ¿no? Vos
seguime.
- Padre! ¡Padre!

Cuando logré que me mirara, el sacerdote se acercó inmediatamente. Pero antes de


que pudiera preguntar nada literalmente nos “bañó” de agua bendita.

- ¡Ah bueno! Si no me curo de mi fobia en este viaje no me curo más.


- Jajajaja Intentémoslo otra vez. ¡Padre! ¡Padre!

Y allí estábamos otra vez recibiendo un segundo chapuzón de agua bendita aunque
esta vez logré preguntarle sobre la rampa.

- Bueno, listo. Lo logramos. Entrá vos sola. Yo te espero acá.

Adentro de la Basílica todo era alboroto y barullo. Se estaba dando una misa. Sin
embargo, pocos parecían prestarle atención. Había mucha gente yendo y viniendo,
hablando, sacando fotos. ¿Cómo iba a poder meditar allí? Yo estaba acostumbrada a que
mi oración y mi contacto con lo Superior fuera una ceremonia silenciosa y solitaria muy
diferente a lo que me rodeaba.
A los costados de la nave central había pequeñas capillitas con imágenes de la
Virgen. Decidí que alguna de ellas podía ser la indicada para que pudiera meditar. Vi
una con una enorme imagen de la Virgen pero estaba rodeada de demasiada gente.
Intenté buscar otra más tranquila Fui hasta el fondo pero en todas las demás capillitas
había un escalón. Volví a la previamente rechazada que resultó ser la única accesible.
Estaba rodeada de gente, el ruido era mucho pero lo peor que tendría que enfrentar era
mi estado de ánimo. Estaba enojada, angustiada y muy triste. No eran las mejores

113
emociones como para tener un íntimo encuentro con lo Superior. De todas formas
tendría que intentarlo así podría dar por terminado ese horrible viaje.
Apenas cerré los ojos, más allá de todo lo que hubiera podido suponer, entré en
meditación profunda. La gente, el ruido a mi alrededor, toda aquella agitación externa
desapareció de pronto para dar lugar al más profundo silencio interno. Aun sin paz en
mi corazón me vi sumergida en la más amorosa de las energías. Frente a mí, se
materializó la imagen de una Virgen. En aquel plano interno, pacífico y silencioso la vi
acercarse y la sentí abrazarme amorosamente.

“Hija, no estés triste. No llores. Estás por comenzar un nuevo


camino. No llores. Mira.”

En ese momento vi abrirse frente a mis ojos un ancho y luminoso camino lleno de
gente.

“Te están esperando, hija. Ellos necesitan de tu ayuda. Ya estás


preparada para tu nuevo camino. No llores, por favor. No estés
triste. Te amo, hija.”

Cuanto más se me mostraba mi camino más grande era mi angustia. ¿Por qué estaba
tan triste si me decían que era un camino tan hermoso? ¿Por qué, en vez de
conmoverme con el abrazo de la Virgen, yo no dejaba de llorar? Abrí mis ojos, dejé
pasar unos minutos y salí de allí deseando irme cuanto antes.
Apenas comenté mi experiencia con mis amigas. Temía que si hablaba me
desmoronaría totalmente y aún faltaba un largo rato hasta llegar a Buenos Aires.
Cuando por fin llegué a casa llamé a mi hermana.

- Hola Vicky. Ya llegué pero necesito estar sola No lo pasé bien


- Bueno. No te preocupes. Avisame cuando estés mejor que tengo que contarte
algo.

Virginia estaba al tanto de nuestra “aventura” pues la tres habíamos mandado


mensajitos a nuestra familia. Lo que aun no sabía era cuanto me había afectado todo lo
vivido. Me di un baño, me acosté y lloré. Lloré mucho. Mi cuerpo dolorido era la
materialización del dolor que sentía en mi corazón. Me sentía en una prisión, luminosa,

114
llena de amor pero prisión al fin. Una hermosa prisión en la que no había lugar para
recreos.
No era la primera crisis que vivía desde que había empezado mi camino con los
Guías. Hubo muchas y de todas había salido renovada. Pero esta era una de las peores.
Sentirse prisionera de la propia vida parecía ser algo que no daba muchas salidas. Era
desolador. Sin embargo a medida que esta emoción iba ocupando todo el espacio me
daba cuenta de que no me era desconocida. Yo ya me había sentido prisionera en este
camino.
Fue durante mi segundo viaje a Nueva York. Allí fue donde sentí por primera vez
que Ellos estaban por todas partes, dominando cada movimiento de mi vida. En aquel
momento yo estaba llena de miedo pues aún no sabía quiénes eran.
Ahora los conocía. Les había permitido guiarme aun resistiéndome más de una vez.
Había visto los frutos de sus enseñanzas y trabajaba de Su Mano para que Sus Mensajes
llegaran a todo aquel que los necesitara. Esta vez mi miedo era diferente. Era el miedo
de aquel que no se sabe capaz de cumplir con lo que le fue asignado. Era el miedo a
perder mi libertad.
Algo hizo que recordara un mensaje recibido el año anterior en medio de aquellas
temibles tormentas energéticas. Busqué la carpeta donde guardo los mensajes que , por
alguna razón , considero especiales. Allí estaba:

”Hija, vivirás una época de dudas, como al principio….. Te


ayudaré en medio de esa oscuridad…”

Época de dudas como al principio… Oscuridad… Eso era lo que estaba viviendo,
como durante el segundo viaje a Nueva York. ¿Y cómo salí de ese túnel en aquel
momento? No lo sabía muy bien. Quizás yendo a tientas y dando un paso a la vez.
Posiblemente sería lo que tendría que hacer ahora.
Sentía que estaba viviendo un duelo. Me estaba despidiendo de una vida en la que
aun había un espacio para mi vida personal. Ahora sentía que ese espacio se estaba
desvaneciendo. Sólo había lugar para el servicio y el aprendizaje continuo. Era verdad
que yo había aceptado seguir en este camino. Pero nadie me había avisado que esto
formaba parte del acuerdo.
Estuve dos días encerrada. También a Ellos les cerré la puerta. No hablé con nadie,
casi ni conmigo misma. Al tercer día comencé poco a poco a tomar contacto con el
115
mundo. Mi hermana fue a quien primero le permití quebrar mi ostracismo. Me trajo
flores de Bach, algo que le agradecí enormemente pues ayudaron a aquietar mi angustia.
Escuchó amorosamente lo que estaba viviendo.

- ¿Te puedo contar algo?


- Claro
- El sábado vino a casa esa paciente mía que vos atendiste para una entrevista el
año pasado.

La recordaba. Virginia es psicóloga y una de sus pacientes tenía una profunda crisis.
Tenía percepciones que no había podido comentar con nadie. Fue un gran alivio para
ella conocer a Virginia y saber que podía compartir lo que le pasaba sin que la tildaran
de loca ni la medicaran. Al saber lo que yo hacía me había pedido una entrevista. Claro
que la recordaba.

- Bueno, el sábado pasado ella estaba conmigo cuando me mandaste un mensaje


diciéndome que tenían que quedarse en Luján. Se lo comenté ¿Y sabés que me
dijo? Que ella sentía que Ellos necesitaban que vos fueras a ese lugar con esas
amigas, que eran algo que tenían que hacer las tres.
- Lo de las amigas es verdad. Si no hubiera sido por ellas ni loca entraba en la
Basílica. También es verdad que, si me lo hubieran pedido no hubiera querido
ir.
- Sí, pero creo que hay algo más Moni porque mirá en el estado en el que estás.
Creo que Ellos necesitaban que entraras en esta crisis, no sé por qué. Tenías
que ir con tus amigas para que no estuvieras sola o quizás para algo que ellas
también tenían que aprender de este viaje. Ya veremos.

¿Así que yo tenía que ir ahí? Bueno, tarea cumplida. Igualmente parecían darse por
enterados de mi enojo pues ninguno de Mis Amigos se acercó por esos días. Tampoco,
desde mi llegada a casa, habían vuelto a aparecer los pájaros.
Mejor. No quería ningún fenómeno paranormal y mucho menos mensajes. Iría
poquito a poco viendo cómo salía de este pozo. Unos días después, mi tía me llamó por
teléfono.

- Hola Moni, ¿Cómo estás?


- Bien ¿vos? ¿Cómo andan tus cosas?

116
- Bien pero te llamo para contarte algo. Puede parecerte una tontería pero me
quedé preocupada. Desde el sábado que quiero llamarte y no me atrevo.
- Este sábado no estuve en casa pero contame qué pasó.
- En realidad me quedé mal con un sueño que tuve. El sábado soñé que
caminabas. Te veía chiquita, bajita.
- ¿Me soñaste bajita? ¡Pero le hubieras puesto más glamour al sueño, no tanta
realidad! Jajaja
- Jajaja Pero no fue eso lo que me impresionó. Estaba tu mamá a tu lado y vos de
pronto te metías en agua barrosa y en medio del agua te transformabas en
pájaro y te echabas a volar. Me desperté sobresaltada y desde ese día no me lo
puedo sacar de la cabeza.

Su voz sonaba realmente asustada. Le conté entonces lo vivido ese fin de semana.
Evidentemente seguían mandándome señales y mensajes a través de mis seres queridos
aunque yo, aparentemente, les había cerrado la puerta de mi corazón. ¿Así que me
transformaba en pájaro y echaba a volar en medio del agua? Lo del agua era muy
semejante a lo vivido. Lo de transformarme en pájaro….
Durante esa semana, dos veces más vi a la Virgen al cerrar los ojos para dormir.
Siempre me abrazaba amorosamente y me pedía que no estuviera triste. No pude
corresponder a ese amor. No quería visiones ni milagros. Estaba demasiado triste y
enojada como para valorar sus apariciones.
Mi hombro evidentemente se había lastimado por el esfuerzo lo que acentuó mi
encierro pues me impedía movilizarme más allá de los simples recorridos dentro de
casa. El primer lunes que me encontré con Edgardo después del viaje, le conté lo
sucedido en Luján.

- …así que ahora me duelen mucho los brazos y especialmente el hombro


izquierdo.
- Ahora lo miro. No creo que sea algo que un poco de reposo no solucione. Pero
decime ¿Qué Virgen se te apareció?
- No tengo idea. La misma imagen se me apareció dos veces más desde que llegué
para abrazarme y repetirme que no esté triste.
- Me están diciendo: Nuestra Señora del Buen Consejo
- ¿Nuestra señora del Buen Consejo? No la conozco.

117
- Ni yo. A ver, fijate en Google

Cuando Edgardo percibía algo siempre terminábamos pidiendo ayuda a Google. ¿Por
qué nos complicaban tanto las cosas?

- Ah, mirá. Existe. La primera vez que la oigo nombrar.


- Yo también. ¡Fijate en las imágenes! En todas está abrazando, como lo hace con
vos. Además la parroquia parece que no está muy lejos de acá. ¿Querés que te
lleve un día?
- No, dejá. No hace falta. Mejor veamos si me podés ayudar con el hombro que
me duele bastante.

Días más tarde ocurrió otro hecho sorprendente: nos reembolsaron lo pagado con
anticipación por la fallida estadía en la chacra. Eso aliviaba en algo mi sentimiento de
culpa. Después de nuestra salida no podía dejar de pensar que desde ahora, todo aquel
que se me acercara tendría que estar dispuesto a someterse a alguna enseñanza o crisis.
Mi mente me decía constantemente:

- Eso es una estupidez.

Pero en el fondo de mi corazón me sentía culpable por el mal momento que habían
vivido mis amigas. Permanecí durante varias semanas en esa especie de retiro, protegida
entre las paredes de mi casa conectándome sólo con mis seres queridos más cercanos sin
analizar. Cada uno de ellos me rodeó con su amor sin exigirme más de lo que podía dar.
Sabía que esa crisis tenía una razón pero ahora no me sentía capaz de ver más allá de mi
propia tristeza.
Marta había ido a España a pasar las fiestas con su familia. Antes de su partida
hablamos por teléfono. Ella también había quedado con el cuerpo dolorido aunque
contenta.

- ¿Sabés por qué? Pocos días después de ir a Luján tuve una sesión con mi
psicóloga y ¡me felicitó!
- ¿Por qué?
- Porque dice que por fin aprendí a aceptar mis límites, expresarlos y pedir
ayuda.
- No te entiendo.

118
- Claro Moni. En otro momento yo hubiera ocultado el miedo y hubiera seguido
manejando sin decir nada aunque después me costara la salud, como me pasó
otras veces. Esta vez les dije claramente: no puedo más y después les hablé de
mi miedo. Las dos estuvimos de acuerdo en que fue un gran avance para mí.
Además se sorprendió de cómo habíamos actuado las tres ante tantos
inconvenientes. Pasamos una prueba muy difícil.

Se la oía bien, fuerte y satisfecha de sus progresos. Días más tarde me reuní con
Susana. Se sorprendió de verme tan mal.

- Yo entiendo lo que decís pero mirá el otro lado: cada una se olvidó de sí misma
para que las demás estuvieran bien. Para mí fue una experiencia muy
importante. Además, no tenés por qué sentirte culpable. Evidentemente era algo
que teníamos que compartir. ¡Y ni siquiera perdimos plata! Jajaja

Me alegraba saber que las dos estaban bien. Yo, esta vez, no tenía la misma
predisposición. Necesitaba más tiempo para aceptar mi camino sin enojarme.
Sabía que no era la primera crisis y suponía que tampoco sería la última. También me
daba cuenta que, a diferencia de aquella vivida en Nueva York, ahora estaba mucho
más acompañada. Ahora hasta podía compartir mis experiencias con quienes vivían
cosas parecidas. Ahora empezaba a tener “mi bandada”.
Sabía que tenía mucho que agradecer. Siempre había estado rodeada de amor, de
seres que, ante cada dificultad o túnel de oscuridad me ofrecían su corazón para hacer el
camino menos duro. En ese momento recordé aquella otra crisis que hizo que mi amiga-
hermana Alejandra me escribiera un poema a modo de caricia para mi corazón:

“Te dejaré partir


una vez que haya llorado
todas las lágrimas.

No hay nada
que no se haya tocado,
más la luz
de mi amor
te llenará de fuerza.

119
Déjame abrazarte
en esta noche oscura
del alma.
Déjame que te cuide
desde esta distancia
que no puede
interponerse
entre nosotras.

Y te llevaré alivio,
te daré consuelo,
será como el agua
que bendice,

sin soltar nuestras manos


que se aferran
con amor y esperanza.

Déjame que te cuide


hermana mía.
Alma elegida
desde tantas vidas.
Déjame que sea tu reposo
descansa tu cuerpo dolorido
sobre mi espalda.
Sé mi luz
en el camino
como tantas veces
me has llegado.
Con tu risa inmensa
con tus ojos
que tanto han mirado.
120
Deja que te de las gracias
por ser mi amiga
por ser mi guía,
por amarme
aún en los peores tiempos,
por abrir tus brazos
cuando mi corazón
está herido.

Hablemos de amor
hermosa amiga
hablemos de amor
aunque la noche
sea amarga.”

Hoy volvía a leerlo con más emoción aun que la primera vez. Sería cuestión de
acurrucarse en silencio cubierta por el amor de los que me rodeaban hasta que, poco a
poco, pudiera una vez más tomar la mano de Mi Maestro y seguir con mi camino.

121
¿El Final?
La crisis parecía no tener fin. Seguía acurrucada, casi escondida sin saber cómo
seguir adelante. Enero aceleraba sus pasos y me agobiaba la idea de que en poco tiempo
comenzarían los llamados y mails solicitando turno para una entrevista. Todos pedirían
poder hablar con sus Guías. Yo aún no les había vuelto a abrir las puertas de mi
corazón. ¿Qué haría?
No podía ni pensar en dar turnos mintiendo una armonía espiritual que hacía rato no
tenía. Tendría que decir la verdad y responder que no daría entrevistas, al menos por
este año. Una de las claves de mi trabajo con los Guías era la absoluta honestidad. Esta
tarea se debía hacer con el corazón abierto y amoroso. De ninguna manera podía
realizarlo con la tristeza y el enojo que sentía.
Por esos días, mi sobrino Juan me obligó a renovar mis comunicaciones. En lo que
ahora me parece una metáfora perfecta de lo que estaba a punto de pasar me dijo:

- Moni, tirá ese celular que tenés. Yo cambié el mío y te doy el que tenía. Ya es
hora de tener whasapp y estar comunicada con el mundo ¿no te parece?

Dos minutos después, sin esperar mi respuesta, comenzó a mostrarme el


funcionamiento del que, a partir de ese momento sería mi nuevo y muy moderno
celular.
No se le dice “no” a un gesto de amor. Así que puse toda mi atención en sus
explicaciones. Para mi sorpresa, un rato después me vi administrar un grupo para la
familia y enviar mis primeros mensajes por whasapp.
Dos días más tarde, por ese celular llegaría la llamada que me sacaría por fin de mi
encierro. Ese sábado había sido un día tranquilo y a la noche tuve ganas, después de
mucho tiempo de meditar. Fue una hermosa y serena meditación que me hizo sentir en
armonía conmigo misma otra vez. Estaba a punto de preparar la cena cuando mi nuevo
amigo: el celular, me anunciaba la llegada de un mensaje.
Ya eran las once de la noche y me extrañó ver que era un mensaje de voz de Edgardo
acompañado por la foto de una mujer sentada en un auto.

- Moni, estoy desesperado. Disculpá la hora pero necesito ayuda.

122
El resto del mensaje era difícil de comprender. Logré entender que había vivido una
situación muy perturbadora, algo con relación a la muerte pero era tal su estado
emocional que el relato se hacía poco claro. Traté de que me contara más claramente lo
que había sucedido pero era demasiada su angustia. Por primera vez desde mi viaje a
Luján convoqué a los Guías y a Mi Maestro. Mi amigo necesitaba ayuda y yo Sus
consejos.
Apenas los pensé, sentí Sus Presencias llenando mi casa. Edgardo pudo recibir un
mensaje que logró tranquilizarlo. Recién el lunes logré enterarme de lo que había
sucedido. Lo habían llamado porque una señora se había descompuesto y había que
llevarla al hospital. La alzó en brazos y cuando estaba a punto de entrarla al auto sintió
que le golpeaban la espalda y le decían:

Es su último viaje. Se está muriendo. No la recuestes. Tiene que


estar sentada. Acompañala con una oración.

Al mismo tiempo sintió que del cuerpo de la mujer salía una energía que le tironeaba
la ropa. Después de acomodarla tal como había oído que debía hacerlo vio que esa
energía con forma de nube blanca comenzaba a desprenderse de ese cuerpo.
Inexplicablemente tuvo el impulso de sacarle una foto, la que me había enviado.

- Pero vos no me la enviaste a la mañana. Me llamaste a la noche.


- Sí, porque luego de dejarla en el hospital yo seguí con mi día. Me quedé muy
conmovido, muy impresionado. Cuando llegué a casa me acosté y a las once me
levanté a hacerme un té. Fue en ese momento que vi la foto. Ahí me di cuenta de
que se veía la misma “nube blanca” que yo había percibido a la mañana.
- Reconozco que es muy impresionante, tanto la imagen como tu experiencia.
Pero hay algo que no logro entender: vos me dijiste literalmente: estoy
desesperado. ¿Por qué? No es la primera vez, según me contaste, que “ves” la
energía de la gente que está por partir.
- Sí. Pero esta vez la sentí. Sentí como esa energía me tomaba la ropa, sentí el
golpe en la espalda de los Guías cuando me dieron instrucciones. Vi y sentí que
se moría. ¡Vi el alma Moni! Lo que pasa es que hasta el otro día yo iba y venía
con la creencia del alma aun pudiendo ver y sentir las energías. Unos días

123
pensaba: Después de la muerte no hay nada. Todo termina acá. Otros decía:
puede ser. Me alejé hace mucho de la Iglesia

Pero Edgardo, no estamos hablando de religión sino de espiritualidad. A partir de ahí


comenzamos una charla sobre el sendero espiritual, el aprendizaje, la evolución del
alma. Evidentemente Edgardo estaba empezando a recorrer un sendero mucho más
profundo en el que ya no se le permitían los términos medios. Debía decidir si
realmente podía unir su don al camino espiritual. Acababa de recibir una enorme
lección: el alma realmente existía. No sólo se le había permitido verla sino sentirla. Un
enorme privilegio que significaba también un enorme compromiso con la vida.
Llegaban sus vacaciones y con ellas un tiempo de decisión.
Esa misma semana, unos días después fue Cristina quien me sacó de mi escondite.
Apenas llegó a casa Su Guía dijo ¡Presente! Y tuve que canalizar, por primera vez
después de dos meses, un mensaje.
En el mensaje se le advertía que marzo sería muy difícil para su familia pero que no
tuviera miedo. Él la acompañaría siempre y todo finalmente tendría buen final. No
sabíamos de qué podría estar hablando pero, por la fuerte energía de Su Presencia,
entendimos que era muy importante tener en cuenta Su advertencia.
Antes de que se fuera se me pidió darle para leer los dos primeros capítulos de este
libro. Me extrañó ese pedido pues ni siquiera estaban corregidos pero cumplí con lo que
se me pedía. Cristina pudo leerlos sólo 15 días después. Me contó que temía tener que
hacerlo, sin entender el por qué de su miedo.
Un sábado, sola en su casa, sintió cómo la energía del lugar cambiaba .De repente su
casa se había transformado en una amorosa burbuja que dejaba afuera al mundo
exterior. Tomó las hojas y comenzó a leer ávidamente aunque sin dejar de llorar.

- Pero ¿Por qué llorabas?


- No lo sé. No podía evitarlo. Todo lo que allí leía también era parte de mi
historia. Yo también quise rechazar el contacto con los muertos aunque nunca
lo pude lograr.

A partir de esa frase dicha en voz baja Cristina comenzó, por primera vez en su vida,
a hablar abiertamente de sus percepciones.

- Yo veo muertos desde que tenía doce años. Aun recuerdo el miedo que sentí. Se
lo conté a mi abuela que me advirtió que nunca debía hablar de eso, que a ella
124
también le pasaba pero que nadie debía saberlo. Traté de hablar con un
sacerdote y fue peor. Me aterrorizó hablándome del demonio y el mal. Así que
entendí que era mejor callarme. Hasta que leí tu historia. Yo vi a Michael Moni.
- ¿¿Cómo??
- Desde el primer día que vine a tu casa. Siempre estaba detrás de vos. Nunca me
habló, sólo estaba ahí, como cuidándote.

Mi mente se remontó a aquella videollamada con mi amiga española. “Quería decirte


que siempre que hablamos veo detrás de ti a un hombre” había dicho…
A Michael ya hace más de un año que no lo veo. Hacía más de un año que él me
había dado el último mensaje y ese dato no estaba escrito en el capítulo que le había
dado a Cristina.

- También vi durante años al papá de tus sobrinos en la casa de tu hermana. Él sí


me hablaba. Me seguía por toda la casa pidiéndome que les dijera a tus
sobrinos que lo perdonaran.
- ¿A los Guías también los ves?
- No. A Ellos no. Sólo veo luz, veo mucha energía como una fuerte luz blanca
sobre todo ahí, en la biblioteca cerca del pasillo y en tu dormitorio.

Esos eran los lugares donde siempre Edgardo me decía que estaban Mis Amigos.

- Si viste todo eso en mi casa ¿No tuviste miedo cuando entraste por primera vez?
- No. Nunca. Acá siempre hay paz. No me da miedo. En otras casas hasta he
dejado de trabajar.
- Te habrás reído mucho cuando te hice lavar aquella cortina diciéndote que era
una mancha de óxido ¿no?
- Jajaja y sí. Claramente era la cara de un hombre, del hombre que yo veía detrás
de vos.

Yo no dejaba de preguntar. Cristina no dejaba de responder con detalle a cada una de


mis preguntas. Era sorprendente oírla hablar de sus percepciones. A partir de ese día
habla del tema con total naturalidad, incluso con sus hijos y nietos. Eso hizo que su
nieto compartiera con ella las percepciones que él mismo estaba teniendo. Parecía haber
heredado el mismo don aunque él lo vivía con mucha más naturalidad a pesar del miedo
que cada tanto lo ganaba.

125
Cristina entendió claramente el mensaje: ya no era tiempo de callar. Era tiempo de
contar su experiencia cuando fuera necesario. Ahora sabía lo mucho que se podía
ayudar a otro compartiendo las propias vivencias.
También a mi me sirvió esta lección. La bandada estaba trabajando en equipo. Ellos
me ayudaron a salir de mi crisis. Yo los ayudaba a emprender estos nuevos caminos que
se abrían ante ellos. Los tres sabíamos del miedo que se sentía ante vivencias llamadas
“paranormales”, Sabíamos que habíamos guardado silencio durante años y que nos
habíamos escondido tras la racionalidad para no aceptar que éramos diferentes.
Pero al fin y al cabo ¿no somos todos diferentes? Únicos y diferentes tendiéndonos la
mano cuando hace falta. Únicos y diferentes, afectando el camino de los otros aun sin
tener conciencia de estar haciéndolo. Ese fin de semana tuve mucho en qué pensar.
Faltaban dos días para empezar a recibir pedidos de entrevistas. ¿Qué haría?
Decidí ponerme a escribir a ver si por fin podía adelantar el libro. Busqué en
Youtube alguna música que acompañara mi tarea y fue en ese momento que, sin saber
cómo, apareció un video de Gitta Mallasz, la mujer que había guardado los mensajes
canalizados por su amiga en los años cuarenta y publicado luego con el nombre de “La
respuesta del Angel”. ¡Aquel libro me había ayudado tantos años atrás! Hoy podía
ponerle rostro a esa mujer que hablaba de su experiencia con seguridad y firmeza. El
video era de 1992 y lo había hecho sólo unos días antes de morir. Contaba todo lo
aprendido desde el primer mensaje y ponía en palabras mi propia experiencia. ¡Me
emocionaba tanto poder verla y oírla!
Explicaba con impecable claridad lo que yo había vivido. Ella decía:

“El Angel es mi mitad vigorizante y yo soy su mitad vivificada


El Angel es mi ser de luz yo soy su ser de materia.
El Angel es la ayuda eterna yo soy su instrumento limitado por el tiempo pero su
instrumento libre.
El Angel es la prefiguración en el espíritu y yo soy su figuración en la materia.
El es mi individualidad perfecta. Yo soy su instrumento imperfecto.
Su enseñanza es para un crecimiento constante
Lo que el Angel dice hoy mañana puede cambiar pues en el entretiempo uno ha
hecho un camino.”

126
Desde que me encontré por primera vez con ese libro siempre consideré a esos cuatro
seres “mis amigos especiales”. Con ellos entendí que, en el camino espiritual uno sólo
tiene que ocuparse de hacer su tarea con amor y sinceridad. El fruto siempre llegará. El
tiempo no cuenta. Tampoco cuenta poder ver el fruto de nuestra acción. Ellos trabajaron
para que alguien tan confundido como yo muchos años después de su partida,
encontrara la paz. Lo habían hecho en 1994 y lo volvían a hacer hoy, en 2017.
Pasaron veintitrés años desde mi primer encuentro con los Guías.
Durante diez años se me preparó y entrenó para lo que hoy es mi tarea, en silencio y
casi a escondidas. Sólo con mis afectos más cercanos compartía lo que vivía día tras día.
Luego, se me pidió mostrarme, dar mi don, servir. A medida que yo avanzaba, los
que me rodeaban comenzaban a tener sus propias experiencias, muchas veces para
ayudarme a confirmar lo que me costaba creer o aceptar.
Finalmente, a mi bandada se le agregaron quienes tenían experiencias muy similares
a las mías. Todo parecía seguir un método muy minucioso de aprendizaje continuo.
Paso a paso en la práctica diaria se me mostró que TODOS SOMOS UNO.
No sé qué camino se abrirá ahora frente a mí. Aunque ¿importa realmente? Sea cual
sea el nuevo sendero ya no estaré sola. Siempre habrá alguien con su mano tendida para
ayudarme. Siempre estaré dispuesta a tender la mano a quien necesite mi ayuda. Lo
demás se irá construyendo diariamente, como hasta ahora.
Cuando el día de dar los turnos para las entrevistas llegó, ya no tenía dudas de cuál
sería mi respuesta:

- Buenos días, desearía hablar con Mónica por favor. Es para pedir un turno
para comunicarme con Mi Guía.
- Si, cómo no. Si me espera un momentito busco mi agenda.

Fue una respuesta pronunciada casi como un reflejo. Sabía que no sería fácil y que
aún los coletazos de mi crisis se harían presentes un tiempo más pero desde el fondo de
mi corazón sentía que ese era realmente MI camino. Reconocerlo y aceptarlo era todo lo
que hacía falta. Lo demás se iría haciendo paso a paso.

127
Agradecimientos
A poco de conocer a los Guías me pidieron hacer un hermoso ejercicio: agradecer,
durante una meditación, a todos los seres que me habían ayudado en mi camino.
Me resultó muy sencillo agradecer a mis padres, a mi hermana, a mis amigos, a
médicos, maestros e instructores.
Cuando estaba a punto de dar por terminado el ejercicio, apareció Mi Maestro
diciendo.

Te pedí agradecer a TODOS los seres que te han ayudado.

Entonces se me mostró una larguísima fila de gente que alguna vez había rozado mi
vida: aquella enfermera que con tanto amor me trató, desconocidos que me habían
brindado ayuda en la calle ante algún escalón, otros seres que por sus actitudes de
rechazo me ayudaron a afirmarme en mi camino etc. etc. Interminable fila de
agradecimientos que me hizo aprender el valor de cada encuentro, por mínimo que sea.
Cuando emprendí mi camino con los Guías necesité de la ayuda de muchas personas
para poder recorrerlo.
No voy a repetir aquí esa larga lista que a esta altura se agrandó casi hasta el infinito.
Pero sí me gusta la idea de agradecer especialmente a aquellos que, aun sin saberlo
fueron grandes protagonistas de esta parte de mi historia y me animaron a escribir este
libro a pesar de mis resistencias:
A Luz, que con tanta generosidad me permitió compartir su historia y me dio los
empujoncitos necesarios para animarme a contar la mía.

A mis tres hermanos Virginia (regalo de mis padres) Alejandra y Enrique (regalos de
la vida) por TODO.

A cada uno de los amigos que nombro en este libro por sus participaciones especiales
y tan necesarias en esta historia.

A aquellos otros a quienes no nombro pero que con su amor hicieron mucho más
alegre y fácil mi camino.

A mis sobrinos Juan y Martín (por orden de aparición en mi vida) por estar tan cerca
con tanto respeto y amor.

128
A Candela, mi sobrina (regalo de la vida), que con tanta paciencia fue corrigiendo
cada capítulo tratando de convencerme de que contara más y más y con la que
compartimos, entre risas, diálogos como este:

- ¡Pero Moni! ¡Esto que me acabás de contar no lo escribiste! Estaría bueno que
lo cuentes.
- No hace falta Cande. Me pidieron que contara mi aprendizaje con los Maestros.
Eso no hace falta
- Pero mirá que sos cabezadura ¿eh? ¿Qué te cuesta?
- Cande, ni Mi Maestro logró que hiciera TODO lo que me pedía.
- ¡Tenés razón! Me doy por vencida jajaja

Muchas gracias también a quienes me dieron dolorosas pero importantes lecciones.


También quiero agradecer profunda y fervorosamente a… MIS GUÍAS y
MAESTROS a quienes tanto trabajo les he dado y que me enseñaron lo más importante:
Yo tengo el derecho de elegir como recorrer mi camino. Tengo el derecho de
rechazar un pedido o de equivocarme en las elecciones. Aun así SIEMPRE contaré con
Su Amor incondicional. SIEMPRE estarán cerca respondiendo a mi llamado, dispuestos
a guiarme amorosamente una vez más.
Y por último, gracias a todo aquel que se haya tomado el tiempo de leer estas
páginas. Es mi ilusión que, como lo hizo aquel amado libro “La respuesta del Ángel”,
este también pueda dar paz a algún corazón en busca de respuestas.

129
Mensajes de mi Maestro

Mensaje 1
Vengo a da Mi Palabra a quien tome este libro pues donde hay
cambio doy Mi Palabra.
El ser viene a recorrer un sendero que dará transformación.
Cada ser nace para recorrer su propio sendero. Ese sendero
será dador de crecimiento interno. De ese modo el alma
evoluciona.
Si no se recorre el camino que nos corresponde la evolución se
detiene.
Todos recorrer el camino necesario para su evolución.
Será de cada ser la decisión de recorrerlo.
La vocación no siempre viene desde el comienzo de la vida de
modo que tomen sus senderos sin esperar siempre encontrar allí
felicidad.
Muchas veces esa felicidad se consigue después de haber
podido abrir el corazón y después de varios sacudones.
Sean valientes. Comiencen a recorrer el sendero sin poner
obstáculos internos.

Mensaje 2
Cada ser viene a crecer.
Se modifica el corazón al unir el paso a otro ser pero no
siempre esta unión es para tomar la misma senda.
Hay que respetar el recorrido que cada ser debe hacer. De
todas maneras, el encuentro entre dos seres valiosos siempre
dará frutos para cada uno.
Sólo quienes tienen el corazón libre de miedo puede tomar el
sendero espiritual.
Mediten. Oren sin pedir. Modifiquen sus vidas.

130
Todo es importante.
Cada paso que den es importante.
El corazón todo lo ve y de la mirada del corazón llega lo más
valioso.
No tomen el sendero con temor. Vivan el sendero sintiendo su
poder.
Donde todo es luz es en el corazón.

Mensaje 3
Mucho se aprende paso a paso de la propia vida mas mucho se
aprende paso a paso de la vida de quienes pasan a nuestro lado
vibrando al unísono con nuestros corazones.
Se mide el panorama de la vida dando importancia a los lazos
que vivimos, dando el corazón. Todo se comparte con quienes
dan el corazón.
Esto da el pacífico diario aprendizaje que, sobre la vida da el
verdadero amor.
Todo es importante pero el verdadero amor es lo más
importante.
Se habla de verdadero amor al conocer el verdadero corazón de
quien da amor.
Se habla de verdadero amor cuando de él nada se espera.
Vivan el verdadero amor para que el corazón pueda dar el
cambio necesario a otro corazón.

Mensaje 4
El maduro buscador sabe de la importancia de la oscuridad.
Todo toma, de modo inconsciente, el rumbo de la oscuridad
cuando miramos al mundo sin amor.
Saber de su existencia nos da la dimensión de la luz.
Nada emite luz si todo lo oscuro se ignora mas al enviar luz a la
oscuridad la transformamos.
131
Si se envía oscuridad a la oscuridad, esta se fortalece.
¡Llenen sus corazones de amor! Esa es la única energía que
puede combatir a la oscuridad.
El fuerte corazón tiene el amor necesario para librar cualquier
batalla.
¡Den siempre amor!
Se mana amor cada vez que se une el corazón a la energía de
Mi Padre.

Mensaje 5
El buscador tiene siempre la libertad de avanzar o detenerse, de
aceptar o rechazar la enseñanza.
Todo aquel que recorra el sendero de la mano de un Maestro es
renacido, tiene vida nueva. Su vida será dedicada totalmente a
servir. Será entonces mucha mayor la guía. Se le indicará cada
paso del Sendero.
Todo aquel que haya aceptado recorrer su sendero con su
Maestro podrá dar pasos donde su Maestro de señales. Es así
protegido. Es así madurado.
Todo aquel que tome el sendero del servicio tiene mayores
responsabilidades.
Todo se le dará pero todo deberá dar.
Así es el sendero del que servirá.

Mensaje 6
La mano que da debe también recibir.
El que da debe también recibir.
Pero ¿Qué es lo que debe recibir?
Aquello que su Maestro le dé.
Sea entonces su tarea dadora pues quien sirve tendrá aquello
que necesite.

132
Mensaje 7
Un discípulo tiene primero que vencer el caos interno.
Se le guía para que, paso a paso, someta cada caos y pueda
conocerse en profundidad.
Es luego coordinado su sendero para que tome el sendero que le
corresponda.
Nunca se retrocede en el Sendero espiritual.
El avance constante toca a su fin sólo cuando la energía
individual se une a la Gran Energía.
El discípulo muestra dos condiciones: corazón luminoso y
coraje.
Estos son requisitos muy importantes para el discípulo.
No somos dadores de falsos conocimientos.
Se da el conocimiento a medida que el discípulo avanza.
Sólo se da aquel conocimiento para el que está preparado para
recibir.
El miedo da lugar cuando el foco de atención aún está en la
vida conocida.
El miedo de tomar el verdadero Sendero se vence al
comprender el sentido de la vida.
Viento poderoso eleva a quien logra vencer al miedo.

Mensaje 8
Sano es ver el sendero sin poner límites.
Los límites que pone el discípulo son los de su mente racional.
Cuando su mente racional toma las riendas del sendero el
discípulo se detiene.
Cada paso que dé tiene que ser porque hay calma en su mente.
Todo lo que el discípulo debe hacer es sacar el miedo de su
corazón y decidir seguir el sendero que su Maestro le indique.

133
Dócil deberá ser quien recorra el sendero pero todo es tocado
por la mano de su Maestro y el corazón podrá dar el latido que
a El lo una.

Mensaje 9
Nadie tiene más ayuda que quien recorre el Sendero mas debe
el discípulo ser sometido a pruebas continuamente pues todo lo
que el Maestro le pedirá será dador de caos si no está sereno o
si su corazón no es dador de paz.
El secreto de un buen discípulo es mirar siempre el sendero con
fe en si mismo dando sólo aquellos pasos de los que seguro esté.
Total es el cambio de quien da cada paso de la mano de su
Maestro.
Total es el cambio de quien se conoce.
Para eso el Maestro será dador de pruebas.
Se modifica el corazón al conocer el camino que nos
corresponde.
Sano es todo conocer..
Todo lo que se pide es tener el corazón abierto y listo para dar
amor.

Mensaje 10
Este libro ha sido pedido para mostrar el Sendero que un
discípulo tiene que recorrer.
El paso es siempre guiado aun cuando el discípulo no tenga aun
conciencia de la presencia de su Maestro.
El paso que dará lo llevará siempre a un mayor conocimiento
de sí mismo.
El gran aprendizaje está donde él está.
Se aprende de lo cotidiano. Allí está el gran aprendizaje.
Cuando el discípulo está preparado se lo guía hacia su próximo
paso.
134
El cambio siempre causará profundas crisis donde él podrá
poner todo sobre la mesa, darse cuenta de lo aprendido y
aceptar el caos interno que lo haya dominado.
Siempre se le preguntará, luego de cada crisis, si quiere seguir
recorriendo la Senda.
En caso de negarse se lo acompañará en su camino sin
interferir en su decisión.
El Sendero espiritual debe ser recorrido con absoluta
aceptación y convicción.
Él entonces, sólo detendrá su evolución hasta que pueda
continuar dando pasos en su sendero.
Todo lo aprendido se conserva en su consciencia.
Todo allí permanecerá. Hasta que decida continuar.
La mano que el Maestro da será siempre cambio profundo.
El Sendero espiritual es siempre continuo cambio.
No hay quietud en el sendero sino continua transformación.
Hoy es tiempo de decidir recorrer el sendero que a cada ser le
corresponde. Esa es la gran decisión.
Todos tendrán la ayuda necesaria para hacerlo.
Todos tendrán lo que necesiten para dar pasos en sus senderos.
Se modifica cada ser poniendo su pie en el sendero que
realmente le corresponde. Por eso: no miren los senderos de
otros seres sino el propio.
Allí está aquello que les permitirá evolucionar.
Todo es tal como debe ser.

135
Indice
Introducción ................................................................................... 2

Luz .................................................................................................. 5

El Principio ................................................................................... 20

Señorita cuide a mi hijo ............................................................... 45

Aceptación .................................................................................... 56

El libre albedrío ............................................................................ 75

Senderos paralelos ........................................................................ 83

Una despedida especial ................................................................ 89

Un viaje sagrado ......................................................................... 100

¿El final? .................................................................................... 122

Agradecimientos ........................................................................ 128

Mensajes de mi Maestro ............................................................ 130

moniuma12@yahoo.com.ar

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