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3) Presencia de sentimientos religiosos: Así, las personas que los profesan en mayor
medida parecen tener una menor ansiedad ante la muerte. La religión aporta una
respuesta ante la incertidumbre que genera la situación tras la muerte, lo que puede
resultar tranquilizador y reconfortante para muchas personas. Las personas religiosas
tienden a describir la muerte, más que como el final, como un nuevo inicio.
Fase diagnostica: se deberán marcar planes a corto y medio plazo que tengan en cuenta
aspectos como a) la detección, registro y evaluación de cambios relevantes en el estado
del paciente y la familia, la prevención de la crisis y empeoramiento; b) la prevención de
las complicaciones a través de planes de protección y de los recursos familiares, sociales y
comunitarios disponibles; c) la anticipación de necesidades asistenciales y el
entrenamiento de la familia y cuidadores en tareas delegables y d) la información sobre
cambios previsibles en un futuro inmediato.
Fase terapéutica: las bases que deben regir la intervención paliativa serán la atención
integral, el tratamiento de la unidad enfermo-familia, la promoción de la autonomía y
dignidad, la concepción terapéutica activa y la consideración de los aspectos ambientales
en los que se mueve el enfermo y su familia.
Muerte diga, eutanasia y encarnizamiento terapéutico
En la actualidad hay dos problemáticas que plantean un gran debate y que están
relacionadas con el cuándo y cómo de una muerte. La primera está relacionada con la
posibilidad de provocar la muerte a demanda del paciente (eutanasia)y, la segunda, con la
posibilidad de defenderse de la excesiva tecnificación en el final del proceso vital, que
permite prolongar de manera artificial la vida de una persona que en cualquier caso va a
morir pronto. La eutanasia y el encarnizamiento terapéutico han suscitado mucha
polémica y se dan opiniones y actitudes personales y profesionales encontradas.
El duelo: se refiere a la pérdida de un familiar y/o un ser querido con sus consecuencias
psicoafectivas, sus manifestaciones exteriores y rituales, y el proceso psicológico evolutivo
consecutivo a la pérdida. En la vejez, lógicamente, la persona tiene grandes
probabilidades, si vive lo suficiente, de experimentar una o varias veces este proceso de
duelo y, en especial, uno de los duelos más intensos y a la vez más frecuentes: el
provocado por la pérdida de la pareja, alguien con quien se ha compartido muchos años (o
incluso muchas décadas) y con quien se mantenía una relación estrecha e íntima.