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Conferencia Pepe Mujica PDF
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Transcripción
Clase Magistral: “América Latina, ciudadanía, derechos e igualdad”
Buenos Aires, 17 de marzo de 2016
Nada peor que el pensamiento esquemático y elemental que pone todo adentro
de una bolsa y que se conforma con definiciones sencillas. Mi reconocimiento a
los compañeros de CLACSO y a los compañeros de este sindicato, raro, al que se
le ocurrió fundar una universidad. Porque en general nos comemos una pastilla
y creemos que hay que luchar por la enseñanza pública. Y luchamos con
honradez y con espíritu democrático por defenderla, pero parece que es como si
nos quisiéramos olvidar de la existencia de las clases sociales. Que existen, y
como tales, los trabajadores tienen no solo el derecho sino también el deber de
pelear por captar y desarrollar su propia inteligencia con sentido de clase.
Porque de lo contrario, estarán condenados a tener que alquilar la
intelectualidad de otras clases sociales.
De vez en cuando hay que revisar las creencias y de vez en cuando a las cosas
que hemos afirmado hay que ponerlas arriba de la mesa y volverlas a revisar.
Luchar por la igualdad. Queridos compañeros, si a tambor batiente estamos
afirmando que como palanca del desarrollo la cuestión de la inteligencia es vital,
¿cómo no va a ser vital en una lucha de liberación la batalla de la inteligencia, en
la cabeza de los trabajadores? Digo más, pienso que está en el centro de la lucha.
Pienso que estamos en una época de tránsito y éste es un tema que les quiero
sugerir: lo que para mi tiempo era el proletariado de mameluco y gorra de
vasco, va a ser sustituido rápidamente por la pala de la historia. Ahora va a venir
otro proletariado, que está en la base de las universidades. Y ahí hay una batalla
que en el campo popular tenemos que dar. ¿Por qué? Porque el trabajo
calificado cada vez va a necesitar más de trabajadores capaces tecnológicamente
de entender. Y ellos son los que van a generar más plusvalía.
No debemos quedarnos con una cabeza estática al desafío que tiene el mundo,
en el momento en que la robotización empieza a aparecer masivamente,
trayendo de la mano nuevos aspectos en la lucha por la igualdad. La jornada de
trabajo no se puede discutir más exclusivamente en el contexto nacional. Es un
problema internacional. ¿Cómo te van a hablar de competitividad si hay lugares
donde no existen los derechos sociales? Donde se trabaja cualquier cantidad de
horas. ¿Y después te piden competitividad?. Hay una nueva jornada, como la de
aquellos trabajadores de Chicago de hace muchos años. Inevitablemente hay
que luchar por acortar el horario de trabajo. ¿Por qué? Porque la substitución de
mano de obra con el crecimiento del campo de la tecnología es explosiva. Y esto
hay que entenderlo. No se puede hablar de derechos sociales si no se entiende
que el reparto salarial es el primer reparto importante en la historia de la
humanidad y está por encima de todas las otras formas de reparto. No es la
única, por supuesto, pero debe tenerse en cuenta. Yo sé que estas cosas no son
para mañana, pero son para pasado mañana.
Nos hemos pasado 200 años mirando a Europa y comerciando con Europa. Mi
país con Inglaterra. Y no nos fue tan mal…, porque en definitiva el imperio
inglés nos trató mucho mejor que lo que vino después. No por bondad, desde
luego. Cuando se presenta China como la gran demandante nos encontramos
con lo siguiente: somos vendedores, exportadores de materias primas con poco
valor agregado, pero cuando nos metemos en la aventura del valor agregado
quedamos con las ruedas para arriba, porque el mundo rico no nos compra
valor agregado. Y no nos compra porque no hemos sido capaces de vertebrar un
sistema de alianzas nuestro. Y ésta es nuestra enorme debilidad política. No
pudimos hacer políticamente y a consciencia el dibujo que espontáneamente la
economía nos insinuó pero no se transformó en línea. El poco valor agregado
que vendemos lo vendemos entre nosotros, pero eso no se transformó en un
canto común de decisión política, fue apenas un resultado espontáneo del cual
no sacamos ninguna conclusión.
¿Por qué trato sobre estos asuntos? Es obvio que la preocupación fundamental
es la igualdad. Pero si esperamos que la igualdad devenga de la economía de
mercado, sentémonos a tomar mate y recemos. Yo no creo que la economía de
mercado librada a su propia fuerza siembre igualdad a troche y moche. No, por
el contrario. Con esto no estoy haciendo una apología para abolir la economía de
mercado. Es otra historia, es no comerse la pastilla. ¡No le pidamos a la
economía de mercado que nos de respuestas que no nos puede dar, que no las
ha dado en ninguna parte del mundo!
¿Por qué? Ustedes saben que yo fui gobierno, y bueno, para darle trabajo a los
muchachos hay que conseguir inversión fuere como fuere. La famosa inversión
indirecta, que viene de afuera. ¿Qué son pelaos los que vienen de afuera? No!
¡Ya tienen mucha plata! Pero para que se instalen tenemos que darles ciertas
ventajas. Y disputamos con los vecinos, disputamos entre nosotros, los
latinoamericanos, para ver quién da mayores ventajas para instalarse. Pero, ¿a
quién le damos más ventajas? Al que ya tiene mucho. Quiere decir que
tácitamente, con nuestra decisión de darle trabajo a nuestra gente, le damos
privilegio a quienes ya tiene mucho ¿Qué me contás? Eso lo hemos vivido todos.
Lo que pasa que yo tengo la honradez intelectual de decirlo. Porque no es fácil
evitar esto cuando uno tiene miles de personas que no tienen trabajo. Y estamos
sometidos a esa presión. Pero esa propia presión: ¿a qué contribuye? A un
aumento de la concentración de la riqueza.
Algunas de las condiciones que hay que pautar, las cuestiones jurídicas, se
solventen allá por Wall Street. Con lo cual, perdemos soberanía. Los jueces
nuestros poco tienen que ver con eso. Cualquier pleito hay que ventilarlo allá,
donde seguramente las perdemos todas. O donde los abogados que tenés que
pagar… ¡Dios me libre!
Bueno, todo esto es política contra la desigualdad. Es muy fácil decir: “hay que
rechazar la inversión directa extranjera”. Sí, porque, compañeros, todo esto
tiene una trampa. Todo es posible por una trampa. Nosotros no tenemos la
fuerza primitiva de nuestros bisabuelos, de aquellos que se juntaban con una
mujer y le decían “contigo pan y cebolla”. O de los viejos colonizadores que
plantaban una aripuca en el medio de la pampa y a los 5 o 10 años comenzaban
a construir una casa como podían. Ya no tenemos esa fortaleza. Pertenecemos a
otro tiempo, a otra época. Somos hijos de la sociedad de consumo. Cualquier
cosa que nos falta, tenemos unos problemas horribles, espantosos. ¿Por qué?
Porque el capitalismo ha generado una cultura, no solo un sistema de relaciones
económicas. El capitalismo ha generado su propia cultura funcional. Cuando
uso la palabra cultura no me refiero a los cuadritos que se cuelgan en la pared, o
los cantores que cantan, o los cultivadores del arte, o los grande escritores. No.
Cuando digo cultura me estoy refiriendo a esas decisiones cotidianas que toma
una familia alrededor de una mesa, en un hogar común y corriente. Y allí nos
damos cuenta que tiene mucho más peso la propaganda insistente sobre nuestra
inteligencia emotiva. Ese peso machacón de la propaganda: “compre esto” y
“compre lo otro” y “las arrugas las va a eliminar con esto” y “la panza con esta
gimnasia” y “compre este aparato” y “llame ya”...
Compañeros, pesa más que un ejército eso. Los ejércitos en todo caso están
cuando falla eso. Esa es la dominación más dulce, coqueta, nos transforma en
demandante permanente. Cantan las burbujas… ¡Cien años la Coca Cola
haciendo propaganda! Y sigue y dale, y dale…. ¿Qué aprendió? Aprendió que
vienen nuevas generaciones y hay que machar, pa, pa, pa… Es lo mismo que
tenemos que hacer con la democracia. No te comas el parche de la dictadura!
Mirá que la democracia tiene defectos en pila. ¡Pero defendela! Mirá que la
dictadura… Porque animal más desmemoriado que el hombre, no hay. Y la
gente no aprende por consejo, compañeros militantes, aprende por lo que vive,
guarda.
Bueno. Ese peso dominador de esa cultura de hecho que es como una gigantesca
tela araña es la que determina también nuestras debilidades. No es sencillo
enfrentar estos problemas. Es muy fácil sacar definiciones radicales: “que el
estado haga eso y haga lo otro”, sin entrar a hablar de burocratismo, que es una
forma aliviada de explotación también.
¿Pero es que no tendremos que cambiar las plataformas de lucha? ¿Es que las
plataformas de lucha no tienen que estar en discusión también, en las fuerzas
progresistas, en la fuerza sociales? No solo tenemos que pelear por derechos,
tenemos que pelear por responsabilidad. Tener la responsabilidad de que no se
caiga la economía. Y eso lo tenemos que saber a tiempo. Estamos cansados de
empresas fundidas con empresarios ricos y después quien tiene que pagar es la
sociedad. Lo hemos visto por todos lados, casi es el negocio capitalista más
brillante. Bancos que se funden y se funden y se funden. Como pasó con Estados
Unidos y después entre todos levantamos el muerto. Como ellos tienen la
maquinita, entre todos estuvimos levantando el muerto de la joda de las
hipotecas. Porque aunque no nos demos cuenta, a todos nos clavaron la aguja
un poquito.
¿Cuál es la lucha por la igualdad? Que tenemos que transferir apoyo social y
recursos y riqueza hacia ese pozo mal tratado, tratando de incorporarlo al
campo de los derechos elementales. Y no hay que asustarse de llamarlo a eso
transferencia de riqueza para dar oportunidades. Sí, eso puede tener otra
historia, eso puede ser un arma de demagogia, puede ser un arma que se utiliza
con sutileza política. Sí, es cierto, puede ser todo eso. Pero es indudable que
existen escalones en nuestra sociedad que si se dejan librados al libre albedrío
de lo que puede aportar el mercado están condenados. Eso no sólo en América
Latina, eso lo está demostrando hoy el mundo entero. Va a ser difícil encontrar
una sociedad más desigual que la norteamericana, va a ser difícil. Va a ser difícil
encontrar también una concentración de la riqueza como la que hay en Estados
Unidos. Por eso me parece que esta aventura por la lucha por igualdad, es
también una aventura por la democracia. Ya lo estuve señalando, creo que
políticamente hay que aprestarle límite a la acumulación de la riqueza. ¿Por
qué? Porque es peligrosa, porque es mal sana, porque es injusta. Y va a sonar
esto como limitante, pero pienso que la lucha por la democracia impone a la
corta o a la larga estas cosas.
Si el señor Bill Gates tendría que vivir 220 años, dice un estudio por ahí,
gastando un millón de dólares por día… Pero que en realidad, tampoco, porque
lo que tiene le produce a una tasa de dos puntos. O sea, 4 millones y pico por
día. Esto hay que discutirlo hasta filosóficamente. ¿Para qué quiere tener un
tipo tanta guita? ¿De donde sacamos que tiene derecho a tener tanta guita? Es
decir, hay que plantear que esa guita no es legítima. La concentración excesiva
de riqueza no puede ser una consecución poética de la propiedad privada.
¿Porque existe la propiedad privada tiene que existir ese derecho, inmaculado a
concentrar, y concentrar, y concentrar riqueza? ¿Por qué? Porque vemos el
efecto en la otra punta de la sociedad. Porque el mundo está precisando de
gigantescas inversiones a favor de la salud del planeta y de la vida humana.
Hay tres países africanos que están soñando, - yo digo que están soñando
porque les van a prestar la guita en el año del bolero -, de hacer un mareducto.
Escuchen bien el término: un mareducto. Es decir, un agujero de cemento que
atraviese el desierto del Sahara para llevar agua de mar, para cambiar el clima.
No es de locos lo que están pensando. Porque hay hombres de ciencia, y eso es
posible. Y quizás sea necesario. Pero hay que poner fortunas en esas cosas. ¿Y de
dónde va a salir esa fortuna?
Nunca el hombre tuvo la fuerza que tiene hoy. Nunca tuvo la capacidad que
tiene hoy. Nunca tuvo los medios que tiene hoy. No puede ser que se hayan
hecho pirámides con base de esclavos y no se puedan hacer obras gigantescas
con obreros libres, que se ganen honradamente la vida y mejoren el planeta. La
fuerza del hombre es inconmensurable y decir que no hay recursos es
imperdonable. Es no entender. Dicen que el presupuesto militar
norteamericano hoy son un millón de millones de dólares. Y todavía hay que
sumar todo lo demás... El despilfarro que estamos haciendo, está hablando
claramente de que recursos existen.
Pero hay otro elemento que transformar. Yo sé que trasformar el mundo tiene
algunas pequeñas dificultades. Soy absolutamente consciente de eso. Pero no es
tan difícil cambiar nosotros mismos. No podrás ganar la batalla de cambiar la
realidad del país, pero puedes enfrentarte contigo mismo y empezar a luchar
por ser mejor. No se le puede pedir solidaridad a otro, sin tener una práctica
permanente de construcción de la solidaridad terreno adentro. No es posible
que manejen buena parte de nuestras más incitas decisiones con campañas
publicitarias por una máquina boba y nos hagan marcar el paso. Porque no
somos capaces de hacer introspección y pensar y valorar… Yo no estoy haciendo
apología de que hay que ir a las cavernas, o vivir en un rancho de nylon, o
cuestiones por el estilo. No podemos dejarnos manejar y saquear, ni dejar
inermes a los que se están criando alrededor nuestro. Hay una lucha consciente.
Acá hay una cuestión de principio: podrás comprar todos los cacharos que
puedas, pero no podés comprar tiempo de tu vida. Y enajenar la vida, que el
único horizonte de la vida sea trabajar y consumir, es bastardear la vida
humana. Yo no sé si existe Dios o no existe. Tan importante señor, como decía
Yupanqui, si almuerza… Pero lo que tengo claro es que la naturaleza en sus
trampas probablemente haya creado este mono raro como para recrearse, como
para tener una conciencia. Conciencia de pensarse a si misma la propia
naturaleza. Y nos usó a nosotros, como monos complicados y complicadores.
Pero la naturaleza también nos puede barrer y nos va a hacer mierda si
seguimos así, sin compasión. Porque la igualdad, el cuidado del medio
ambiente, un mundo más justo no es automático. No es una etapa irreversible e
inevitable de la historia humana, es una posibilidad entre otras, a ganar o
perder, compañeros.
Entonces, la cuestión de la política empieza a ser más central que nunca, porque
sino esta humanidad es como un mono con una ametralladora. La explosión
tecnológica va a permitir hacer cada barbaridad, que la única salvaguarda es la
lucha por la democracia y la lucha por la política. La política en el sentido
trascendente. Yo con esto quiero terminar, compañeros, pero pienso que las
repúblicas aparecieron en el mundo para suscribir que básicamente somos
iguales. Es como un grito desesperado y harto contra la nobleza, contra el
feudalismo, contra los abusos monárquicos.
Gracias.