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Clase 2: José Pepe Mujica

Transcripción
Clase Magistral: “América Latina, ciudadanía, derechos e igualdad”
Buenos Aires, 17 de marzo de 2016

José Pepe Mujica

Queridos amigos, queridos compañeros.

Mi reconocimiento a los fundadores de esta casa, que expresan la peripecia


singular del pueblo judío, que tuvo enorme participación en la construcción de
la sociedad argentina. Recién decía, de los pocos judíos que salieron al mundo a
ser agricultores, con un sueño en la cabeza, representan una epopeya en el
campo de las ideas que merece ser conocida y discutida.

Nada peor que el pensamiento esquemático y elemental que pone todo adentro
de una bolsa y que se conforma con definiciones sencillas. Mi reconocimiento a
los compañeros de CLACSO y a los compañeros de este sindicato, raro, al que se
le ocurrió fundar una universidad. Porque en general nos comemos una pastilla
y creemos que hay que luchar por la enseñanza pública. Y luchamos con
honradez y con espíritu democrático por defenderla, pero parece que es como si
nos quisiéramos olvidar de la existencia de las clases sociales. Que existen, y
como tales, los trabajadores tienen no solo el derecho sino también el deber de
pelear por captar y desarrollar su propia inteligencia con sentido de clase.
Porque de lo contrario, estarán condenados a tener que alquilar la
intelectualidad de otras clases sociales.

De vez en cuando hay que revisar las creencias y de vez en cuando a las cosas
que hemos afirmado hay que ponerlas arriba de la mesa y volverlas a revisar.
Luchar por la igualdad. Queridos compañeros, si a tambor batiente estamos
afirmando que como palanca del desarrollo la cuestión de la inteligencia es vital,
¿cómo no va a ser vital en una lucha de liberación la batalla de la inteligencia, en
la cabeza de los trabajadores? Digo más, pienso que está en el centro de la lucha.
Pienso que estamos en una época de tránsito y éste es un tema que les quiero
sugerir: lo que para mi tiempo era el proletariado de mameluco y gorra de
vasco, va a ser sustituido rápidamente por la pala de la historia. Ahora va a venir
otro proletariado, que está en la base de las universidades. Y ahí hay una batalla
que en el campo popular tenemos que dar. ¿Por qué? Porque el trabajo
calificado cada vez va a necesitar más de trabajadores capaces tecnológicamente
de entender. Y ellos son los que van a generar más plusvalía.

No debemos quedarnos con una cabeza estática al desafío que tiene el mundo,
en el momento en que la robotización empieza a aparecer masivamente,
trayendo de la mano nuevos aspectos en la lucha por la igualdad. La jornada de
trabajo no se puede discutir más exclusivamente en el contexto nacional. Es un
problema internacional. ¿Cómo te van a hablar de competitividad si hay lugares
donde no existen los derechos sociales? Donde se trabaja cualquier cantidad de
horas. ¿Y después te piden competitividad?. Hay una nueva jornada, como la de
aquellos trabajadores de Chicago de hace muchos años. Inevitablemente hay
que luchar por acortar el horario de trabajo. ¿Por qué? Porque la substitución de
mano de obra con el crecimiento del campo de la tecnología es explosiva. Y esto
hay que entenderlo. No se puede hablar de derechos sociales si no se entiende
que el reparto salarial es el primer reparto importante en la historia de la
humanidad y está por encima de todas las otras formas de reparto. No es la
única, por supuesto, pero debe tenerse en cuenta. Yo sé que estas cosas no son
para mañana, pero son para pasado mañana.

Nos planteamos el problema de la igualdad en el marco del continente


probablemente más rico, dueño del 24-25% del agua dulce que hay arriba del
planeta, con una concentración de recursos fabulosa, pero a su vez el más
injusto. Eso tiene explicaciones de carácter histórico. Y no podemos echarle la
culpa al imperialismo solamente. Somos herederos de una formación feudal. La
colonización de América no fue empujada con un modelo burgués, fue hecha
por dos naciones todavía feudales, hijas de un largo período de resistencia:
Iberia. Cuando uno ve el reparto de tierra y las instituciones que se afirman en
nuestra América se da cuenta. Y no es que nosotros nos volvamos anglófilos, ni
por asomo. Pensamos en castellano y el libro que más nos conmueve sigue
siendo El Quijote. Pero una cosa es la nostalgia, la poesía y la cultura, y otra cosa
es la realidad sociológica con la que se formó América.

Es natural que un reparto feudal generara un capitalismo raquítico, un


capitalismo que fue mucho más extractivo y comercial. Y del cual además
pagamos otro precio: salimos a la independencia en el momento que se estaba
dibujando el mercado mundial. Y cada puerto importante de América terminó
construyendo un hinterland que llevó el nombre de un país. Lo que quiere decir
que quienes dominaban el puerto y el alto comercio constituyeron
económicamente las clases más gravitantes. Arrancábamos con una burguesía
comercial, extractiva e intermediaria, y la gran renta en toda América Latina, la
fundamental, ha sido la intermediación comercial en la exportación y en la
importación.

Es lógico que hayamos sido desiguales porque, naturalmente, esta desigualdad


latinoamericana es hija de un proceso de carácter histórico. No es un problema
de maldad o de bondad, es el resultado inevitable de un proceso de carácter
histórico que nos tocó vivir. Y digo esto porque estamos en una época en la que
hemos luchado y hemos soñado y hemos levantado, particularmente los
progresistas, la bandera de la integración. Porque somos conscientes de las
limitaciones que tenemos y del papel que debe cumplir la integración, en primer
término, por tener una inteligencia independiente. Tener universidades que
estén investigando para nosotros, para nuestro continente, sumar fuerzas en el
terreno que estamos más rezagados. Nunca nos podremos integrar si no
logramos integrar previamente la inteligencia.

La economía y gran parte de la política ligada a la economía real, la concreta, la


de hoy, la de mañana, no funciona como una fuerza integradora. Por el
contrario, está incubada en los carriles de la historia que nos formó. Somos
vendedores para el mundo, no vendedores para los vecinos. Nuestra
preocupación es poder venderle al mundo porque ya damos por descontado que
no le vamos a poder vender todo lo que necesitamos a los vecinos. Y entonces
inventamos términos que son bonitos: regionalismo abierto, y cuestiones por el
estilo. Tiene que ser abierto porque no tenemos más remedio, porque tenemos
que salir con el bolso a vender donde podamos. Pero como resultado del fracaso
de una política lateral internalizada.

Nos hemos pasado 200 años mirando a Europa y comerciando con Europa. Mi
país con Inglaterra. Y no nos fue tan mal…, porque en definitiva el imperio
inglés nos trató mucho mejor que lo que vino después. No por bondad, desde
luego. Cuando se presenta China como la gran demandante nos encontramos
con lo siguiente: somos vendedores, exportadores de materias primas con poco
valor agregado, pero cuando nos metemos en la aventura del valor agregado
quedamos con las ruedas para arriba, porque el mundo rico no nos compra
valor agregado. Y no nos compra porque no hemos sido capaces de vertebrar un
sistema de alianzas nuestro. Y ésta es nuestra enorme debilidad política. No
pudimos hacer políticamente y a consciencia el dibujo que espontáneamente la
economía nos insinuó pero no se transformó en línea. El poco valor agregado
que vendemos lo vendemos entre nosotros, pero eso no se transformó en un
canto común de decisión política, fue apenas un resultado espontáneo del cual
no sacamos ninguna conclusión.

¿Por qué trato sobre estos asuntos? Es obvio que la preocupación fundamental
es la igualdad. Pero si esperamos que la igualdad devenga de la economía de
mercado, sentémonos a tomar mate y recemos. Yo no creo que la economía de
mercado librada a su propia fuerza siembre igualdad a troche y moche. No, por
el contrario. Con esto no estoy haciendo una apología para abolir la economía de
mercado. Es otra historia, es no comerse la pastilla. ¡No le pidamos a la
economía de mercado que nos de respuestas que no nos puede dar, que no las
ha dado en ninguna parte del mundo!

Lo que está demostrando la vigorosa economía de mercado es un movimiento


formidable de concentración de la riqueza en el mundo. Eso sí ha demostrado.
Los latinoamericanos seremos los más desiguales, pero tenemos el orgullo de
tener un compatriota como primera fortuna mundial. ¿Qué te parece?
Estaremos muertos de hambre, pero tenemos al hombre más rico del mundo.
¿Cómo explicar estas paradojas? La economía de mercado. Y esto tiene que ver
con la desigualdad. Porque la concentración de la riqueza es una manifestación
directa o indirecta de poder político, lo que, a la larga, es una enfermedad de la
democracia. Es una tácita evolución de la democracia hacia la plutocracia.

¿Por qué? Ustedes saben que yo fui gobierno, y bueno, para darle trabajo a los
muchachos hay que conseguir inversión fuere como fuere. La famosa inversión
indirecta, que viene de afuera. ¿Qué son pelaos los que vienen de afuera? No!
¡Ya tienen mucha plata! Pero para que se instalen tenemos que darles ciertas
ventajas. Y disputamos con los vecinos, disputamos entre nosotros, los
latinoamericanos, para ver quién da mayores ventajas para instalarse. Pero, ¿a
quién le damos más ventajas? Al que ya tiene mucho. Quiere decir que
tácitamente, con nuestra decisión de darle trabajo a nuestra gente, le damos
privilegio a quienes ya tiene mucho ¿Qué me contás? Eso lo hemos vivido todos.
Lo que pasa que yo tengo la honradez intelectual de decirlo. Porque no es fácil
evitar esto cuando uno tiene miles de personas que no tienen trabajo. Y estamos
sometidos a esa presión. Pero esa propia presión: ¿a qué contribuye? A un
aumento de la concentración de la riqueza.
Algunas de las condiciones que hay que pautar, las cuestiones jurídicas, se
solventen allá por Wall Street. Con lo cual, perdemos soberanía. Los jueces
nuestros poco tienen que ver con eso. Cualquier pleito hay que ventilarlo allá,
donde seguramente las perdemos todas. O donde los abogados que tenés que
pagar… ¡Dios me libre!

Bueno, todo esto es política contra la desigualdad. Es muy fácil decir: “hay que
rechazar la inversión directa extranjera”. Sí, porque, compañeros, todo esto
tiene una trampa. Todo es posible por una trampa. Nosotros no tenemos la
fuerza primitiva de nuestros bisabuelos, de aquellos que se juntaban con una
mujer y le decían “contigo pan y cebolla”. O de los viejos colonizadores que
plantaban una aripuca en el medio de la pampa y a los 5 o 10 años comenzaban
a construir una casa como podían. Ya no tenemos esa fortaleza. Pertenecemos a
otro tiempo, a otra época. Somos hijos de la sociedad de consumo. Cualquier
cosa que nos falta, tenemos unos problemas horribles, espantosos. ¿Por qué?
Porque el capitalismo ha generado una cultura, no solo un sistema de relaciones
económicas. El capitalismo ha generado su propia cultura funcional. Cuando
uso la palabra cultura no me refiero a los cuadritos que se cuelgan en la pared, o
los cantores que cantan, o los cultivadores del arte, o los grande escritores. No.
Cuando digo cultura me estoy refiriendo a esas decisiones cotidianas que toma
una familia alrededor de una mesa, en un hogar común y corriente. Y allí nos
damos cuenta que tiene mucho más peso la propaganda insistente sobre nuestra
inteligencia emotiva. Ese peso machacón de la propaganda: “compre esto” y
“compre lo otro” y “las arrugas las va a eliminar con esto” y “la panza con esta
gimnasia” y “compre este aparato” y “llame ya”...

Compañeros, pesa más que un ejército eso. Los ejércitos en todo caso están
cuando falla eso. Esa es la dominación más dulce, coqueta, nos transforma en
demandante permanente. Cantan las burbujas… ¡Cien años la Coca Cola
haciendo propaganda! Y sigue y dale, y dale…. ¿Qué aprendió? Aprendió que
vienen nuevas generaciones y hay que machar, pa, pa, pa… Es lo mismo que
tenemos que hacer con la democracia. No te comas el parche de la dictadura!
Mirá que la democracia tiene defectos en pila. ¡Pero defendela! Mirá que la
dictadura… Porque animal más desmemoriado que el hombre, no hay. Y la
gente no aprende por consejo, compañeros militantes, aprende por lo que vive,
guarda.

Bueno. Ese peso dominador de esa cultura de hecho que es como una gigantesca
tela araña es la que determina también nuestras debilidades. No es sencillo
enfrentar estos problemas. Es muy fácil sacar definiciones radicales: “que el
estado haga eso y haga lo otro”, sin entrar a hablar de burocratismo, que es una
forma aliviada de explotación también.

Pertenezco a la izquierda en cuerpo y alma. Mi generación piensa, y me hago la


autocrítica. Subestimó y creyó que era posible el surgimiento del desarrollo, de
un hombre nuevo, mejor, a partir de la socialización de los medios de
producción y los ejes fundamentales de la distribución en una sociedad. Nos
equivocamos muy feo. Nos equivocamos en no darle valor al peso que tiene la
cultura real. En realidad, una sociedad, si no tiene cambio cultural, no cambia.
Los cambios culturales son más costosos que los cambios materiales. Por eso lo
que dije al principio: ¡¿cómo no?! Los trabajadores tienen que tener sus
universidades. Pero si la Iglesia Católica y los evangélicos y Juan y Pedro tienen
su universidad! ¿Por qué las centrales de trabajadores no pueden tener y
orientar su docencia, y luchar por el sistema de becas y todo lo demás? “No…
que tenemos que luchar por lo público”. ¡Obvio que tenemos que luchar por lo
público! Pero en lo público entran todas las clases sociales. Y los trabajadores
son los últimos, siendo los más importantes en el campo de la generación de
riqueza. Por lo menos estas cosas merecen pensarse, porque patean el nido de
algunas cuestiones que hemos planteado.

Y junto con esto tenemos que saber. Porque estamos en la época de la


cristalinidad, de la pureza. Tenemos que pedir cristalinidad en las empresas.
Los trabajadores tienen el derecho y el deber de conocer la contabilidad de las
empresas. Pero la contabilidad real. Y hay que reconocer el derecho a la
ganancia real. Pero no el abuso. Porque el abuso debe ser una cuestión social.
Entrar en la contabilidad es más revolucionario que nacionalizar la fábrica.
¡Pero nos están hablando de cristalinidad todo el día! Las acusaciones que nos
están haciendo! A fulano, a mengano, y esto y lo otro... Bueno: ¡vamos a
cristalinizar todo! Es la época del plástico incoloro. Todo a la vista. Vamos a ver
lo que se gana. Y al saber lo que se gana, también adquirir sentido de
responsabilidad, de bajar la mano en materia de derechos cuando objetivamente
los datos indican que sí. Hay momentos de dificultades que no hay que matar la
gallina de los huevos de oro y tenemos que evitar que existan empresarios que
tienen que hacer trampa, vaciar una empresa, robar una empresa, porque no se
sostiene más. Conocer las cosas con claridad, eso es cultivar la paz en una
sociedad. Y no asustarnos por lo que gane, tenemos que saber lo que gana. Pero
un país tiene derecho a reconocer lo que es una tasa de ganancia sana y lo que es
un abuso. Claro que no es fácil.

¿Pero es que no tendremos que cambiar las plataformas de lucha? ¿Es que las
plataformas de lucha no tienen que estar en discusión también, en las fuerzas
progresistas, en la fuerza sociales? No solo tenemos que pelear por derechos,
tenemos que pelear por responsabilidad. Tener la responsabilidad de que no se
caiga la economía. Y eso lo tenemos que saber a tiempo. Estamos cansados de
empresas fundidas con empresarios ricos y después quien tiene que pagar es la
sociedad. Lo hemos visto por todos lados, casi es el negocio capitalista más
brillante. Bancos que se funden y se funden y se funden. Como pasó con Estados
Unidos y después entre todos levantamos el muerto. Como ellos tienen la
maquinita, entre todos estuvimos levantando el muerto de la joda de las
hipotecas. Porque aunque no nos demos cuenta, a todos nos clavaron la aguja
un poquito.

Entonces, tenemos que agarrar la bandera de la cristalinidad, la bandera de la


cristalinidad me parece que tiene que ser la bandera de los trabajadores.
Queremos conocer la contabilidad. Cuánto generamos de plusvalía. Y conocer la
movilidad de la contabilidad por los avatares naturales que tiene la economía. Y
estar en condiciones de pedir más cuando es posible. Y cuando no hay que
pedir, también apretarse pero racionalmente. No porque nos digan. Siempre
nos dicen que hay que apretarse el cinturón. En mi país hay una literatura
macanuda: cuando la cosa viene más o menos bien, tenés que cuidar de no
gastar mucho, por las dudas, para cuando viene mal; y cuando viene mal,
tampoco podés gastar, porque viene mal. Entonces, tenés agujeros en pila, pero
si querés tapar un poco de esos agujeros… La deuda social, ah…, Es terrible, es
un pecado… porque estás agrediendo el equilibrio de los macro números. En el
fondo, no sabemos lo que pasa. La contabilidad empresarial, lo más importante,
es un misterio, un verdadero misterio. Y de todo lo que he dicho lo más
explosivo hoy, es esto. No creo que haya dirigentes sindicales que se animen a
plantear esto así como así. Pero uno trabaja de trueno y es para otros la llovida.
¿Por qué digo esto? Por el tema de la igualdad, compañeros…

¿Qué entendemos por igualdad? El derecho de manifestar a partir de una línea


de largada más o menos similar, las desigualdades naturales que podemos
tener, que son hijas de la naturaleza y no del cuadro social en el cual nos tocó
formarnos, ser y desarrollarnos. La igualdad es un derecho de largada, no es una
llegada. Y todos sabemos que hay una multitud de gente que tiene un derecho
de largada casi condenado. Que hay algunas excepciones, sí, claro. Siempre va a
haber excepciones para todo, pero hay gente que está condenada por el escalón
de la sociedad en el que le tocó nacer.

¿Cuál es la lucha por la igualdad? Que tenemos que transferir apoyo social y
recursos y riqueza hacia ese pozo mal tratado, tratando de incorporarlo al
campo de los derechos elementales. Y no hay que asustarse de llamarlo a eso
transferencia de riqueza para dar oportunidades. Sí, eso puede tener otra
historia, eso puede ser un arma de demagogia, puede ser un arma que se utiliza
con sutileza política. Sí, es cierto, puede ser todo eso. Pero es indudable que
existen escalones en nuestra sociedad que si se dejan librados al libre albedrío
de lo que puede aportar el mercado están condenados. Eso no sólo en América
Latina, eso lo está demostrando hoy el mundo entero. Va a ser difícil encontrar
una sociedad más desigual que la norteamericana, va a ser difícil. Va a ser difícil
encontrar también una concentración de la riqueza como la que hay en Estados
Unidos. Por eso me parece que esta aventura por la lucha por igualdad, es
también una aventura por la democracia. Ya lo estuve señalando, creo que
políticamente hay que aprestarle límite a la acumulación de la riqueza. ¿Por
qué? Porque es peligrosa, porque es mal sana, porque es injusta. Y va a sonar
esto como limitante, pero pienso que la lucha por la democracia impone a la
corta o a la larga estas cosas.

Si el señor Bill Gates tendría que vivir 220 años, dice un estudio por ahí,
gastando un millón de dólares por día… Pero que en realidad, tampoco, porque
lo que tiene le produce a una tasa de dos puntos. O sea, 4 millones y pico por
día. Esto hay que discutirlo hasta filosóficamente. ¿Para qué quiere tener un
tipo tanta guita? ¿De donde sacamos que tiene derecho a tener tanta guita? Es
decir, hay que plantear que esa guita no es legítima. La concentración excesiva
de riqueza no puede ser una consecución poética de la propiedad privada.
¿Porque existe la propiedad privada tiene que existir ese derecho, inmaculado a
concentrar, y concentrar, y concentrar riqueza? ¿Por qué? Porque vemos el
efecto en la otra punta de la sociedad. Porque el mundo está precisando de
gigantescas inversiones a favor de la salud del planeta y de la vida humana.

Hay tres países africanos que están soñando, - yo digo que están soñando
porque les van a prestar la guita en el año del bolero -, de hacer un mareducto.
Escuchen bien el término: un mareducto. Es decir, un agujero de cemento que
atraviese el desierto del Sahara para llevar agua de mar, para cambiar el clima.
No es de locos lo que están pensando. Porque hay hombres de ciencia, y eso es
posible. Y quizás sea necesario. Pero hay que poner fortunas en esas cosas. ¿Y de
dónde va a salir esa fortuna?

Nunca el hombre tuvo la fuerza que tiene hoy. Nunca tuvo la capacidad que
tiene hoy. Nunca tuvo los medios que tiene hoy. No puede ser que se hayan
hecho pirámides con base de esclavos y no se puedan hacer obras gigantescas
con obreros libres, que se ganen honradamente la vida y mejoren el planeta. La
fuerza del hombre es inconmensurable y decir que no hay recursos es
imperdonable. Es no entender. Dicen que el presupuesto militar
norteamericano hoy son un millón de millones de dólares. Y todavía hay que
sumar todo lo demás... El despilfarro que estamos haciendo, está hablando
claramente de que recursos existen.

Pero hay otro elemento que transformar. Yo sé que trasformar el mundo tiene
algunas pequeñas dificultades. Soy absolutamente consciente de eso. Pero no es
tan difícil cambiar nosotros mismos. No podrás ganar la batalla de cambiar la
realidad del país, pero puedes enfrentarte contigo mismo y empezar a luchar
por ser mejor. No se le puede pedir solidaridad a otro, sin tener una práctica
permanente de construcción de la solidaridad terreno adentro. No es posible
que manejen buena parte de nuestras más incitas decisiones con campañas
publicitarias por una máquina boba y nos hagan marcar el paso. Porque no
somos capaces de hacer introspección y pensar y valorar… Yo no estoy haciendo
apología de que hay que ir a las cavernas, o vivir en un rancho de nylon, o
cuestiones por el estilo. No podemos dejarnos manejar y saquear, ni dejar
inermes a los que se están criando alrededor nuestro. Hay una lucha consciente.

Ahora está de moda hablar en la defensa del medio ambiente. El medio


ambiente si seguimos con esta cultura de derroche y de despilfarro está
condenado. La agresión al medio ambiente es hija de la cultura favorable a la
acumulación capitalista. Se necesita hacer bienes que duren lo menos posible y
que haya que cambiarlos si es posible todos los días. Y que vivas toda tu vida
pagando cuotas. Y que la heladera si es posible te dure 15 días y te aparezca otra
mejor. Y que andes siempre desesperado, y que el auto no te alcanza porque el
vecino tiene otro más grande. Y tenés que pagar, y sacás la cuenta de la cuota, y
no sacás la cuenta de cuánto pagas de seguro, y cuánto pagás de patente y esto y
el otro… Estamos rodeados por todo eso y no hay maestro que te salve. Te salva
si sos capaz de sentarte diez minutos en la cama todos los días y hacer un repaso
de lo que estás haciendo, si está bien o si está mal. Vos llevas un juez adentro.
Vos tenés un tipo con valores adentro tuyo. Ese te tiene que alumbrar lo que
está bien y lo que está mal. ¿Por qué? Hermano, no comprás con plata, comprás
con el tiempo de tu vida que tuviste que gastar para tener esa plata. Y el único
valor que hay arriba de la tierra es la vida!

Acá hay una cuestión de principio: podrás comprar todos los cacharos que
puedas, pero no podés comprar tiempo de tu vida. Y enajenar la vida, que el
único horizonte de la vida sea trabajar y consumir, es bastardear la vida
humana. Yo no sé si existe Dios o no existe. Tan importante señor, como decía
Yupanqui, si almuerza… Pero lo que tengo claro es que la naturaleza en sus
trampas probablemente haya creado este mono raro como para recrearse, como
para tener una conciencia. Conciencia de pensarse a si misma la propia
naturaleza. Y nos usó a nosotros, como monos complicados y complicadores.
Pero la naturaleza también nos puede barrer y nos va a hacer mierda si
seguimos así, sin compasión. Porque la igualdad, el cuidado del medio
ambiente, un mundo más justo no es automático. No es una etapa irreversible e
inevitable de la historia humana, es una posibilidad entre otras, a ganar o
perder, compañeros.

Fíjense los métodos de la informática, hoy. Todo lo que hemos conocido de


esclavismo, de pérdida de libertad es un poroto a lo que puede significar la
explosión tecnológica en materia de sujeción del hombre. Por eso hay que
hablar de democracia y libertad. Donde están más avanzados en la cuestión del
ADN ya están en condiciones de dibujar, en parte, tienen claro el color del pelo y
el color de los ojos, y saben que van a llegar, solo por el ADN a la faz que tiene el
individuo. Los analistas más profesionales con los medios más modernos hoy
dicen que el agua del mar hay por lo menos 98 elementos de los 120 de la tabla
de Mendeléyev.

Es decir, ¿ustedes se dan cuenta el grado de sumisión que puede tener la


sociedad del futuro con la explosión tecnológica si se hipotecan la democracia,
la igualdad y la libertad? Todo lo que hemos conocido en materia de dictadura
es nada. Porque es la intromisión en el campo del pensamiento. La barbarie que
puede conocer el hombre del futuro no la podemos ni siquiera imaginar hoy.
¿Por qué? Porque las herramientas técnicas y el desarrollo científico sirven para
un barrido y sirven para un fregado. La ciencia por si sola no es liberadora. Es
liberadora de acuerdo a la intensión política que hay atrás de ella, como una
herramienta.

Entonces, la cuestión de la política empieza a ser más central que nunca, porque
sino esta humanidad es como un mono con una ametralladora. La explosión
tecnológica va a permitir hacer cada barbaridad, que la única salvaguarda es la
lucha por la democracia y la lucha por la política. La política en el sentido
trascendente. Yo con esto quiero terminar, compañeros, pero pienso que las
repúblicas aparecieron en el mundo para suscribir que básicamente somos
iguales. Es como un grito desesperado y harto contra la nobleza, contra el
feudalismo, contra los abusos monárquicos.

Pero llevaba escondida la diferencia de clase, adentro de la maleta, de las ideas


que la sacudían enormemente. Y así como los burgueses e ingleses les dejaron
los bucles, los títulos y ciertas cosas por el estilo, también se tomaron algunas
reminiscencias de la sociedad feudal que están aleteando en todos nuestros
gobiernos. Ser presidente es como ser un monarquito, menos monarquito, pero
con la alfombra roja y con tipos que te tocan la corneta… Y vos te preguntás:
¿que sentido tiene todo esto? ¡Pero way que patees contra eso! Te castigan
hasta las viejas de tu pueblo, porque están acostumbradas a eso. Están
acostumbradas al sillón. No importa el monarca, lo que importa es el sillón, el
símbolo. Es decir, hay cosas metidas muy adentro, subliminalmente, en nuestra
cultura. Nos cuesta ser republicanos enormemente en los hechos, sobretodo
cuando tenemos poder. Cuando pateamos somos todos republicanos pero
cuando tenemos poder la cosa empieza a entreverarse.
Y hay que luchar por más igualdad, por más democracia, por más
republicanismo. Y acá viene el papel de las organizaciones de izquierda y de los
partidos. Hay que dar batalla en el campo de los valores. Cómo vive para qué
vive, con qué te compromete. Yo no le puedo pedir a la sociedad que sean todos
santos barones y cuestiones por el estilo, no, no, no... Nada de purismo. Nuestra
rotosa humanidad es como es, y hay que hacer las cosas con eso. Pero los
partidos tiene que ser muy exigentes en materia de valores. Para qué vives, con
lo que vives y qué te dispone. No se trata de ser cartujo y andar golpeándose con
una cadena… No, no es eso. Pero hay que vivir al paso de las mayorías, de las
gigantescas mayorías. Esa es la expresión republicana que tienen que tener los
partidos progresistas. No puede ser que por el lugar de gobierno, por el salario
que nos tienen a pagar en una esquina y eso nos diferenciemos de las grandes
mayorías que componen nuestro pueblo. No por eso vamos a ser mejores, pero
tenemos que tener el mismo canto que nuestro pueblo. Esa es la diferencia de
ser de izquierda, de ser progresista. No solo en el campo de las ideas que se
pregonan, sino para qué y cómo se vive y para qué se vive. Me estoy refiriendo a
los cuadros que componen la nomenclatura, no me estoy refiriendo a las masas
que votan. Y en eso tenemos que ser exigentes, porque nos tienden la mesa y por
humanidad nos tenemos que sentar. Porque en nuestra sociedad existen todas
las clases sociales y no tenemos que estar a los piñazos con los que son distintos.
Necesitamos encontrar puntos de negociación y puntos de acuerdo. Pero
tenemos que saber que esa mesa no es nuestra, esa mesa es de ellos. Nosotros
pertenecemos a otra mesa, y eso hay que tenerlo claro. Porque sino, nos tienden
el mantel y cuando nos queremos acordar, nos creemos que somos dueños de la
mesa. Y has de vivir como piensas o vas a terminar pensando como vives.

En resumen, compañeros, es noble la lucha por la democracia y la igualdad,


pero no es fatal. Depende de lo que seamos capaces de hacer. Cuando miro
individualmente, le quiero transmitir particularmente a la gente joven. Lo he
dicho mil veces: mi papel es machacar. Se puede nacer como nacen la lechuga o
el berro, porque naciste. Pero después de haber nacido, ser humano, mujer,
hombre, a la vida se le puede dar un sentido, una orientación. Los seres
humanos luchamos por la felicidad, nos demos cuenta o no. Ser feliz, gastando
buena parte de nuestra existencia al servicio de lo que pensamos. Porque lo que
pensamos, en el fondo, nosotros lo pensamos, lo sentimos. Y, en definitiva, esto
es darle causa a la existencia. Puede haber otra vida, más tranquila, con menos
esperanza y menos compromiso, como el vegetal, puede ser. O sometida a lo que
plantea la tiranía de los sentidos. Esa es una libre elección, que cada hombre o
cada mujer deberá hacer en algún momento. Lo que les quiero transmitir es que
venirse viejo sirviendo una causa es sentirse joven al borde de la muerte.

Gracias.

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