Victor Klemperer LTI. La Lengua Del Tercer Reich PDF

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LTI Existian la BDM‘ y la HJ° y el DAF® ¢ innumerables siglas mas de este tipo. Como juego parédico al principio, como fugaz ayuda mne- motécnica, como una especie de nudo en la corbata poco después y a continuacién como legitima defensa, como un SOS que me enviaba a mi mismo durante todos los afios sucesivos de miseria, las siglas LTI se hallan en mis diarios. Unas siglas de hermosa car- ga erudita, como las sonoras expresiones de origen extranjero que el Tercer Reich gustaba de utilizar de vez en cuando: Garant [garante] impresiona mas que Biirge, y diffamieren [difamar] mas que schlechtmachen. (Quiza no todos entendieran el vocablo de origen fordneo, y era sobre estos en quienes mayor efecto surtia.) LTI: Lingua Tertii Imperii, lengua del Tercer Reich. He recordado a menudo una vieja anécdota berlinesa que probable- mente se hallaba en mi Glassbrenner, mi tomo bellamente ilus- trado del humorista de la revolucién de marzo de 1848..., pero 4. Bund Deutscher Midel [Liga de Muchachas Alemanas], una de las sec- ciones de las Juventudes Hirlerianas; a partir de 1939, las muchachas entre 14 y 18 afios debfan ingresar obligatoriamente en ella. 5. Hitlerjugend [Juventudes Hitlerianas}, organizacién juvenil del NSDAP fundada en 1929. 6. Deutsche Arbeitsfront [Frente Aleman del Trabajo], organizacién funda- da en 1933, una vez prohibidos los sindicatos obreros libres. 23 edénde estar4 mi biblioteca para consultarlo? ;Tendria sentido preguntar a la Gestapo por su paradero?... —Pap4 —pregunta un muchacho en el circo—, ;qué hace el hombre con aquel palo en la cuerda? —Niifio esttipido, es un balancin del que se sujeta. —Ay, papi, gy si lo deja caer? —Niiio estupido, que lo esta sujetando. En aquellos afios, mis diarios me servian una y otra vez de balancin, sin el cual habria caido cientos de veces. En las horas de asco y desesperanza, en la infinita monotonia de un trabajo absolutamente mecdnico en la Fabrica, junto a las camas de enfer- mos y moribundos, junto a las tumbas, en los momentos de apu- to o de suma humillacién 0 cuando el corazén ya no podia mds fisicamente, siempre me ayudaba esta exigencia que me plantea- baa m{ mismo: observa, analiza, guarda en la memoria lo que ocurre —mafiana ser4 diferente, mafiana lo percibirds de otra manera; registralo tal como actua y se manifiesta en el momento. Y muy pronto esta exhortacién a ponerme por encima de la situa- cién y a conservar la libertad interna se plasmé en una sigla secreta cada vez més eficaz: ;LTI, LTI! Incluso si tuviese la intencién, lo cual no es el caso, de publicar mis diarios de aquella época con todas sus experiencias cotidianas, los titularia con estas siglas. Podria entenderse en un sentido metaférico, pues asi como se suele hablar del rostro de una época o de un pais, la expresién de una época se define tam- bién por su lenguaje. El Tercer Reich se expresa con una unifor- midad espantosa en todas sus manifestaciones y en toda la herencia que ha dejado: tanto en la fanfarronerfa desmesurada de sus pom- posos edificios como en sus ruinas, tanto en el tipo de soldados y hombres de las SA y SS, profusamente retratados como prototi- 24 pos ideales en carteles siempre diferentes y, no obstante, siempre iguales, como en sus autopistas y fosas comunes. Sin embargo, cuando uno ha ejercido durante décadas una profesién y lo ha hecho encantado, acaba mds marcado por ella que por todo Io de- mis; asf pues, en un sentido filoldgico literal y no metaférico, me aferré al lenguaje, que me sirvié de balancin para superar la mono- tonfa de las diez horas en la fabrica, los horrores de los registros domiciliarios, las detenciones, los malos tratos, etcétera, etcétera. A menudo se cita la frase de Talleyrand segtin la cual el len- guaje sirve para ocultar los pensamientos del diplomitico (0 de una persona astuta y de dudosas intenciones). Sin embargo, la verdad es precisamente lo contrario. El lenguaje saca a la luz aque- Mo que una persona quiere ocultar de forma deliberada, ante otros ante s{ mismo, y aquello que lleva dentro inconscientemente. Ese es también, sin duda, el sentido de otra frase: Le style c'est U'bomme: las afirmaciones de una persona pueden ser mentira, pero su esencia queda al descubierto por el estilo de su lenguaje. ‘Tuve una experiencia extrafia con este verdadero (filolégi- camente verdadero) lenguaje del Tercer Reich. Muy al principio, cuando atin no estaba sometido a la per- secucién o como mucho sufrfa una muy moderada, queria saber lo menos posible de él. Harto del lenguaje de los escaparates, de los carteles, de los uniformes pardos, de las banderas, de los brazos estirados para el saludo hitleriano, de los bigotitos recortados al estilo de Hitler, hufa, me sumergia en mi profesién, dictaba mis clases procurando por todos los medios no ver los bancos cada vez mas vacios delante de mf y trabajaba con la maxima concentra- cién en mi estudio sobre la literatura francesa del siglo xvull. ;Para qué leer textos nazis? ;Para amargarme la vida mas de lo que me la amargaba la situacién en general? Cuando alguin libro nazi cafa 25 en mis manos por azar o por error, lo arrojaba después de leer el primer parrafo. Cuando la voz del Fiihrer o de su ministro de Pro- paganda berreaba en alguna calle, daba un amplio rodeo para evitar el altavoz, y cuando lefa el periddico procuraba escrupulo- samente pescar los hechos puros y desnudos —ya bastante deso- ladores en su desnudez— en el repugnante caldo de discursos, comentarios y articulos. Luego, cuando depuraron al funciona- riado y fui desposeido de mi cétedra, traté de aislarme atin més de la actualidad. Los miembros de la Ilustracién, los Voltaire, Montesquieu y Diderot, tan poco modernos y tan denostados por todos cuantos se crefan algo, siempre habfan sido mis favoritos. Podia dedicar, pues, todo mi tiempo y toda mi capacidad de tra- bajo a esa obra, ya bastante avanzada; en cuanto al siglo xvitl, el Palacio Japonés de Dresde me venfa como anillo al dedo; ningu- na biblioteca alemana y quiz ni siquiera la propia Biblioteca Nacional de Paris podian suministrarme mejor material. Pero luego me golped la prohibicién de utilizar la biblio- teca, con lo cual me quitaban la posibilidad de trabajar en la obra de mi vida. A continuacién vino la expulsién de mi casa y des- pués todo lo demas, cada dia algo diferente. Entonces el balancin se convirtié en mi instrumento imprescindible, y mi Principal interés se centré en el lenguaje de la época. Observaba cada vez con mayor precisién como charlaban los trabajadores en la fabrica y cémo hablaban las bestias de la Ges- tapo y cémo nos expresdbamos en nuestro jardin zooldgico leno de jaulas de judios. No se notaban grandes diferencias; de hecho, no habfa ninguna. Todos, partidarios y detractores, beneficiarios y victimas, estaban indudablemente guiados por los mismos modelos. Traté de captar estos modelos, cosa sumamente facil en cierto sentido, pues todo cuanto se decia y se publicaba en Ale- 26 mania respondia a las normas del Partido; lo que de alguna manera se desviaba de la forma permitida no Ilegaba al dominio publico; libros, periédicos, formularios y escritos oficiales, todo flotaba en la misma salsa parda, y la absoluta uniformidad del lenguaje escrito explicaba también la homogeneidad del lenguaje hablado. Pero asi como para miles de otros habria sido un juego de nifios acceder a estos modelos, a mi me resultaba tremendamen- te dificil y siempre peligroso y en ocasiones hasta imposible. El portador de la estrella judia tenia prohibido comprar o pedir pres- tado cualquier tipo de libro, diario 0 periddico. Lo que uno guardaba en casa, clandestinamente, suponfa un peligro y era escondido bajo armarios y alfombras, encima de estufas y alzapafios, o conservado como material de combustién entre el carbén. Todas estas medidas solo servian, por supuesto, si uno tenia suerte. Nunca, nunca en toda mi vida, un libro me hizo retumbar tanto la cabeza como el Mito del siglo xx de Rosenberg. No por- que supusiera una lectura extremadamente profunda, dificil de comprender o estremecedora para el alma, sino porque Clemens me golpeé durante varios minutos la cabeza con aquel tomo. (Cle- mens y Weser eran los torturadores especiales de los judios de Dresde y se los solfa clasificar como el «pegador» y el «escupidor».) —jCémo te atreves, cerdo judio, a leer un libro asi? —gri- t6 Clemens. Le parecfa una profanacién de la hostia.— {Como osas tener una obra de la biblioteca de préstamo? Solo el hecho de que, como pudo demostrarse, el libro hubiera sido prestado a nombre de mi esposa aria y de que rom- piéramos la correspondiente hoja de apuntes antes de que Ilega- ran a descifrarla me salvé entonces del campo de concentracién. 27 Todo material debia conseguirse de forma subrepticia y ser aprovechado a escondidas. ;Y cudntas cosas no pude conseguir en absoluto! Cuando trataba de penetrar en las raices de un pro- blema, cuando, para ser breve, necesitaba material de trabajo cientifico o especializado, las bibliotecas de préstamo me deja- ban en la estacada, y tenia prohibido el acceso a las bibliotecas publicas, Alguien pensara quiz4 que alguin colega o antiguo alumno que entretanto hubiera accedido a un cargo podrian haberme echa- do una mano y haber actuado como intermediarios de los prés- tamos. ;Por el amor de Dios! Habria sido un acto de valentia Personal, de riesgo personal. Existe un hermoso verso francés anti- guo que citaba a menudo desde mi cdtedra, pero cuyo sentido solo comprendi mas tarde, cuando ya habia sido desposeido de ella. Un poeta cafdo en desgracia recuerda con nostalgia a los numerosos amis que vent emporte, et il ventait devant ma porte, a los «amigos que el viento se lleva, y soplaba el viento ante mi pucr- ta». Mas no quiero ser injusto: encontré fieles y valientes amigos, pero entre ellos faltaban precisamente los colegas y las personas préximas a mi profesién. Asi pues, entre mis apuntes y extractos siempre se hallan observaciones tales como: «Determinarlo més adelante... iCom- pletarlo mds adelante!... ;Responder més adelante!» Y luego, cuan- do ya decaia la esperanza en el «mds adelante»: «habria que abundar en ello més adelante...» Ahora, cuando este «mds adelante» atin no ha Ilegado a ser un presente pleno, pero lo ser4 en el momento en que los libros emerjan de los escombros y vuelvan a circular, superando los pro- blemas de comunicacién (y en que uno pueda regresar al cuarto de estudio con la conciencia tranquila, después de haberse dedi- 28 cado a la vita activa cooperando en la reconstruccién), ahora sé que, asi y todo, no seré capaz de trasladar mis reflexiones y pre- guntas respecto al lenguaje del Tercer Reich de la fase de apunte a la de una obra cientifica cerrada. Para ello necesitaria mds saber y, desde luego, una vida mas larga de la que disponemos yo y (por el momento) cualquier otro mortal. Habrd que realizar un trabajo especializado enorme en los campos ms diversos; germanistas y romanistas, anglistas y esla- vistas, historiadores y economistas, juristas y tedlogos, técnicos y cientificos tendrén que resolver numerosfsimos problemas singu- lares en ensayos y en tesis doctorales antes de que una mente atre- vida y universal pueda osar describir la Lingua Tertii Imperii en su totalidad: en su totalidad al mismo tiempo sumamente miserable y de contenido sumamente rico. No obstante, el primer tanteo y el primer cuestionamiento de aspectos que atin no pueden fijar- se pues todavia fluyen, el trabajo de la primera hora, como dicen los franceses, siempre poseera, con todo, un valor para los verda- deros investigadores del futuro; y supongo que también les resul- tard valioso ver el objeto de sus andlisis en plena metamorfosis, en parte como crénica concreta de una experiencia y en parte ya con los conceptos propios de un estudio cientifico. Pero si es este el objetivo de mi publicacién, spor qué no reproduzco los apuntes del fildlogo extrayéndolos directamente de los diarios mas privados y mds generales de los afios dificiles? ePor qué se condensa esto y aquello en un resumen general, por qué se agrega tan a menudo la perspectiva actual, la de la prime- ra época poshitleriana, al punto de vista de aquel entonces? Quiero dar una respuesta precisa. Porque también inter- viene una intencién determinada, porque no solo persigo un obje- tivo cientifico, sino también uno pedagégico. 29 Mucho se habla hoy en dia de la necesidad de extirpar la ideologfa del fascismo y mucho se hace también en ese sentido. Los criminales de guerra son juzgados, los «pequefios Pgs» [abre- viacién de Parteigenossen, «camaradas del partido»] (jlenguaje del Cuarto Reich!) son apartados de sus cargos, los libros nacional- socialistas son retirados de la circulacién, las plazas Hitler y las calles Goring reciben otros nombres y los robles Hitler son tala- dos. Sin embargo, el lenguaje del Tercer Reich parece tener que sobrevivir en algunas expresiones caracteristicas; estas se han intro- ducido hasta tal punto que parecen haberse convertido en pro- piedad permanente de la lengua alemana. ;Cudntas veces, por ejemplo, he ofdo hablar, desde mayo de 1945, en discursos radio- fénicos, en apasionadas manifestaciones antifascistas, de las cua- lidades de «caracter» o de la esencia «combativa» de la democracia! Son expresiones propias del nticleo —el Tercer Reich diria: del «centro esencial»— de la LTI. Es una pedanterfa escandalizarse por ello, se manifiesta aqui el maestro de escuela que se oculta, segtin dicen, en todo filélogo? Me gustarfa aclarar la pregunta mediante una segunda pre- gunta. ¢Cudl era el medio de propaganda mds potente del hitle- rismo? ;Eran los discursos individuales de Hitler y de Goebbels, sus declaraciones sobre este o aquel tema, su agitacién contra el judaismo, contra el bolchevismo? Por supuesto que no, pues muchas cosas no resultaban inte- ligibles para las masas o las aburrian por su eterna repeticién. Cudntas veces en las fondas, cuando atin podfa franquear su umbral sin la estrella, cudntas veces durante las alarmas aéreas en la fabrica, donde los arios disponian de un cuarto y los judios de otro, y la radio se encontraba en el cuarto de los arios (como la 30 comida y la calefaccidn)..., cudntas veces oi alli los naipes golpear las mesas y las conversaciones en voz alta sobre las raciones de carne y de tabaco y sobre el cine proseguir mientras el Fithrer o uno de sus paladines pronunciaban sus monétonos discursos, y eso que los diarios decian al dia siguiente que todo el pueblo los escuchaba. No, el efecto més potente no lo conseguian ni los discur- sos, ni los articulos, ni las octavillas, ni los carteles, ni las bande- ras, no lo conseguia nada que se captase mediante el pensamiento o el sentimiento conscientes. El nazismo se introducia mas bien en la carne y en la san- gre de las masas a través de palabras aisladas, de expresiones, de formas sintdcticas que imponia repitiéndolas millones de veces y que eran adoptadas de forma mecnica e inconsciente. El distico de Schiller sobre la «lengua culta que crea y piensa por ti» se sue- le interpretar de manera puramente estética y, por asf decirlo, ino- fensiva. Un verso logrado en una «lengua cultay no demuestra el talento poético de quien ha dado con él; no resulta muy dificil darse aires de poeta y pensador en una lengua altamente cultivada. Pero el lenguaje no solo crea y piensa por mi, sino que guia a la vez mis emociones, dirige mi personalidad psiquica, tanto mas cuanto mayores son la naturalidad y la inconsciencia con que me entrego a él. ;Y si la lengua culta se ha formado a partir de ele- mentos téxicos 0 se ha convertido en portadora de sustancias toxi- cas? Las palabras pueden actuar como dosis infimas de arsénico: uno las traga sin darse cuenta, parecen no surtir efecto alguno, y al cabo de un tiempo se produce el efecto téxico. Si alguien dice una y otra vez «fandticon en vez de «heroico» y «virtuoso», creerd finalmente que, en efecto, un fanatico es un héroe virtuoso y que sin fanatismo no se puede ser héroe. Las palabras «fandtico» y «fanatismo» no fueron inventadas por el Tercer Reich; este solo 31 modificé su valor y las utilizaba mds en un solo dia que otras épo- cas en varios afios. Son escasisimas las palabras acufiadas por el Tercer Reich que fueron creadas por él; quizd, incluso probable- mente, ninguna. En muchos aspectos, el lenguaje nazi remite al extranjero, pero gran parte del resto proviene del aleman prehitle- riano. No obstante, altera el valor y la frecuencia de las palabras, convierte en bien general lo que antes pertenecia a algtin individuo © aun grupo mintisculo, y a todo esto impregna palabras, grupos de palabras y formas sintdcticas con su veneno, pone el lenguaje al servicio de su terrorifico sistema y hace del lenguaje su medio de propaganda mis potente, més ptiblico y secreto a la vez. Poner en evidencia el veneno de la LTI y advertir de él..., Creo que esto es mds que mera pedanteria. Cuando, para los judios creyentes, un utensilio de cocina se ha vuelto impuro desde la perspectiva del culto, lo purifican enterrandolo. Muchas palabras del habla nazi deberian ser enterradas por mucho tiempo —algu- nas para siempre— en una fosa comin. 32 II PRELUDIO El 8 de julio de 1932 vimos, sefalan mis diarios, la peli- cula El dngel azul, una obra que es «ya casi todo un cldsico». Lo que se concibe y se realiza con forma épica siempre aparecerd sim- plificado y tender a lo sensacionalista cuando adopta forma dra- matica 0, més atin, cinematograficas asi pues, Profesor Unrat de Heinrich Mann es sin duda superior a El angel azul, pero la peli- cula es desde luego una obra maestra, un logro artistico de los actores. Jannings, Marlene Dietrich y Rosa Valetti actuaban en los papeles principales, y hasta los personajes secundarios trans- mitian una vida intens{sima. Aun asi, solo en escasos momentos me atrapé o me cautivé cuanto ocurria en la pantalla; una y otra vez surgia en mi mente una escena del noticiario anterior; el tam- bor mayor seguia bailando —y me refiero a «bailar» en un senti- do literal— ante o entre los actores de El dngel azul. La escena se desarrollaba después de la toma de posesién del gobierno de von Papen. La titularon asi: «Dia de la batalla de Skagerrak; la guardia de marina del palacio presidencial pasa por la puerta de Brandeburgo.» He visto muchos desfiles en mi vida, tanto en la realidad como en el cine. Conozco el significado del paso de parada pru- siano; cuando nos adiestraban en el Oberwiesenfeld de Munich decian: «Aqui tenéis que hacerlo al menos tan bien como en Ber- lin!» Pero ni antes ni, en particular, después, a pesar de todas las 33 paradas ante el Fithrer y de todos los desfiles de Nuremberg, he visto algo comparable a lo que contemplé aquella noche. Los hom- bres levantaban las piernas de tal manera que las puntas de las botas daban la impresién de superar las de las narices y todo pare- cia un unico impulso, una unica pierna, y en la postura de todos esos cuerpos, no, de ese unico cuerpo, habia una tension tan for- zada que el movimiento parecia petrificarse, como petrificados escaban ya los semblantes, de tal modo que la tropa daba una impresién de ausencia de vida y, a la vez, de suma animacién. Sin embargo, yo no tenfa tiempo, o, para ser mds preciso, no tenia espacio libre en el alma para resolver el enigma de la tropa, que solo servia de segundo plano a un personaje que la dominaba y me dominaba también a mi: el tambor mayor.” El hombre que iba a la cabeza del desfile apretaba contra la cadera la mano izquierda, con los dedos bien separados, 0, para ser mds preciso, curvaba el cuerpo buscando el equilibrio preci- samente en esa izquierda que le servfa de apoyo, mientras el bra- zo derecho enarbolaba bien alto el bastén y la pierna que era proyectada hacia arriba daba la impresién de querer alcanzar el palo con la punta de la bota. Asf flotaba el hombre, monumento sin pedestal, oblicuamente en el vacfo, y se mantenia misteriosa- mente erguido en virtud de un espasmo que lo recorria de artiba abajo, que afectaba incluso a los dedos de sus manos y Pies. Su demostracién no era un mero ejercicio, sino tanto una danza arcai- ca como una marcha militar; el hombre era a la vez faquir y gra- nadero. Tensiones y distorsiones espasmédicas similares se vefan Por aquellos afios en los cuadros expresionistas, se ofan en los poe- 7. A principios de los afios veinte, Hitler se hacia llamar «el tambor». 34 mas expresionistas, pero en la vida misma, en la vida insulsa de la ciudad més insulsa, tenian el efecto contundente de una novedad absoluta. Y resultaban contagiosas. La gente se arrimaba gritan- do a la tropa, los brazos parecian querer agarrar a los soldados en un gesto frenético, los ojos abiertos de par en par de un joven situado en primera fila expresaban un éxtasis religioso. El tambor mayor fue mi primer encuentro estremecedor con el nacionalsocialismo, al que hasta el momento habfa consi- derado, a pesar de su expansién, una aberracién deleznable y pasa- jera de algunos insatisfechos menores de edad. Alli vi por primera vez el fanatismo en su forma especificamente nacionalsocialista; desde esa figura muda vino a mi encuentro por primera vez el len- guaje del Tercer Reich. 35

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