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Universidad Mayor de San Andrés

Facultad de Ciencias Sociales


Carreras de Antropología y Arqueología

Textos Antropológicos
Volumen 17, Número 1, 2016
textos antropológicos
volumen 17 / número 1 / 2016

Universidad Mayor de San Andrés


Facultad de Ciencias Sociales
Carreras de Antropología y Arqueología

Director de las Carreras


Lic. Miguel Pérez Quispe

Director del Instituto de Investigaciones Antropológicas y Arqueológicas


José Felipe Teijeiro Villarroel, Ph.D.

Comité Editor
Claudia Rivera Casanovas, Ph.D. Univ. Corina Cuevas Magnus
Bernardo Rozo López, Ph.D. Univ. Gabriel Inti Portugal Montecinos
Lic. Jedú Sagárnaga Meneses Univ. Grobert Alvaro Huanca Apaza
Univ. Maya Neyrot Bernal

Comité Editor de Apoyo


Denise Arnold, Ph.D.

Dirección
Carreras de Antropología-Arqueología umsa
Av. Villazón N. 1995
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Facultad Ciencias Sociales
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La Paz-Bolivia

Instituto de Investigaciones Antropológicas y Arqueológicas


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La Paz, Bolivia

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La Paz-Bolivia
Más allá de “lo Andino”:
Repensando Tiwanaku desde las tierras bajas
Denise Y. Arnold

En las últimas décadas se ha dado un largo debate sobre la relevancia del sitio arqueológico de Tiwanaku para los
orígenes del pueblo aymara. En 2003, el líder aymara Felipe Quispe planteó la fundación de una nueva Repú-
blica aymara, con Tiwanaku como su centro espiritual. Luego, en 2005, con la inauguración de la presidencia de
Evo Morales, Tiwanaku se convirtió en escenario de ritos estatales, en una reinvención de este sitio por la facción
aymarista de su gobierno. Pero el consenso lingüístico sobre las asociaciones entre Tiwanaku y el pueblo aymara
sostiene que se trata más probablemente de un centro civilizatorio pukina o urukilla, y que la diseminación de la
lengua aymara hacia la región ocurrió después del auge de la civilización tiwanakota. Otro punto pertinente es
que muchos aspectos materiales y ceremoniales de Tiwanaku tienen nexos igualmente pertinentes con poblaciones
de las tierras bajas. Se examinan aquí estos debates sobre los centros civilizatorios andinos versus las periferias
forestales, a modo de cuestionar los planteamientos ideológicos sobre “lo andino” como una construcción singular
en la identidad latinoamericana.

Palabras clave: Construcción ideológica del Estado, Estado Plurinacional, nación cívica, nación étnica, interac-
ciones tierras altas-tierras bajas, Perú, Bolivia, noa.

Beyond “lo Andino”: Rethinking tiwanaku from the lowlands

In recent decades there has been a long debate about the possible relevance of the archaeological site of Tiwanaku
to the origins of Aymara-speaking peoples. In 2003, the Aymara leader Felipe Quispe, as part of his indigenist
claims, proposed the foundation of an Aymara Republic, with Tiwanaku as its spiritual center. Since the inaugu-
ration of the presidency of Evo Morales, in 2005, Tiwanaku has become the backdrop for many state rituals, in a
reinvention of this site by the Aymara faction of his government. However, linguistic consensus holds that the site
was more likely a center of Pukina or Urukilla culture, and that the dissemination of Aymara language to the
region was after the pinnacle of Tiwanaku civilization. Another concern is that many aspects of the Tiwanaku
civilization have equally pertinent links to lowland and not just highland populations. These ideas are examined
in the context of current debates about centers and peripheries, localities and globalities, in present-day reflections
about the Andes, where ideas about “lo andino” and the centrality of Peru within Andean studies are also ques-
tioned. The paper develops an alternative view that rejects the singularity of Andean identity in the construction
of Latin American identity as a whole.

Keywords: Ideological construction of the state, plurinational state, civic nation, ethnic nation, highland-
lowland interactions, Peru, Bolivia, noa

* Universidad Mayor de San Andrés e Instituto de


Lengua y Cultura Aymara, La Paz, Bolivia. E-mail:
ilca@acelerate.com

Textos Antropológicos, 2016, Volumen 17, Número 1, pp.


Carreras de Antropología y Arqueología, Universidad Mayor de San Andrés, La Paz
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En la percepción de mucha gente, tralistas” del Estado boliviano. Estos trabajos


Bolivia es un país andino. señalan cómo los estudios de una generación
Jaimes Betancourt et al. (2015:207).
anterior en este país, sobre todo en la ar-
Hasta ahora, no se ha encontrado indicios
queología, pero también en la historia y la
directos de la interacción o influencia etnografía, tienden a presentar el Altiplano
[de las culturas de la Amazonía boliviana] como el centro mayor de expansión civiliza-
con el área andina. toria del pasado, respaldando el modelado
Silvia Arce (2015:31). del poder y dominación y las tendencias po-
lítico-culturales homogeneizantes del estado
Construcciones recientes de la nación en los boliviano actual. El mismo sesgo naciona-
países andinos se han basado en gran parte lista ha fijado la división nacional arbitraria
en narrativas estrechamente ligadas a agen- entre las civilizaciones de Wari (asociada al
das oficialistas, en las que los planteamien- territorio peruano) y Tiwanaku (asociada al
tos sobre los orígenes han sido claves en territorio boliviano) que en los hechos nunca
los proyectos políticos en torno al poder y han sido limitadas a sendas fronteras repu-
la modernidad. Estas construcciones nacio- blicanas. Desde esta misma agenda nacio-
nales del imaginario social son tan efectivas nalista, se tiende a pasar por alto los nexos
que en los años recientes ciertos sectores históricos entre el Altiplano boliviano y la
del movimiento indígena han asumido sus costa de Chile, de parte de la arqueología
perspectivas sin mayor crítica. Aparte de boliviana y chilena. Sobre todo, se suele pre-
las implicancias identitarias de estas cons- sentar a Tiwanaku como un fenómeno casi
trucciones, una consecuencia en común en exclusivamente altiplánico.
todos los países denominados “andinos” es Esta situación ha continuado a pesar de
que estas metanarrativas han construido ar- los cambios políticos del último siglo (sean
tificialmente las fronteras geográficas, socia- de la derecha, centro o izquierda), y a pesar
les y étnicas en juego para privilegiar la parte de los cambios más dramáticos de la última
“andina” e ignorar las otras zonas (Villar y década. Aun con la consolidación de un nue-
Combés 2012:9). En estas metanarrativas, se vo Estado, nominalmente “plurinacional”,
suele presentar las tierras altas, las tierras ba- bajo la presidencia de Evo Morales, continúa
jas u otras zonas como bloques homogéneos, este sesgo cuasi monopólico de la región an-
como si tuvieran historias y realidades muy dina y dentro de ella la región aymara, en lo
distintas, produciendo lo que Sara Castro- que se iba llamado el “andinocentrismo” de
Klarén (2011) llama “arqueo-espacios de la ese nuevo Estado, a nivel político e ideoló-
nación”. gico. Y, aunque dentro de este nuevo estado
Este es especialmente el caso en Bolivia, se han presentado iniciativas para re-escribir
donde invocaciones oficialistas al pasado la historia del país, se nota la misma agenda
afirman las continuidades que existen entre en tomos recientes como Bolivia, su historia,
los pueblos pre- y post-contacto, las largas producidos por la Coordinadora de historia
continuidades lingüísticas con el pasado y la (Medinacelli, coord. 2105). Esto es a pesar
emergencia del poder indígena, todo ello en de la gran cantidad de estudios académicos
el contexto de lo periférico de la economía que señalan otras posibilidades.
boliviana, en relación a sus vecinos inmedia-
tos: Brasil, Chile y Argentina. Pugnas identitarias y territoriales
Muchos estudios (Ángelo 2005; Capriles por el poder
2003; Michel 2009) ya nos demuestran que
el papel de los nacionalismos y sub-naciona- El propósito del presente ensayo es el de
lismos en la construcción del país ha servido examinar estas pugnas de poder por determi-
como parte integral de los desarrollos “cen- nados pasados, ligados a reclamos políticos
Arnold Más allá de “lo andino” 109

por los capitales culturales y simbólicos cen- ideología de mestizaje homogeneizante, sin
trados en el sesgo monopólico de la región reconocer la diversidad en su interior.
andina, y de plantear otros escenarios alter- Ángelo (Ibíd.:191) identifica otras in-
nativos. Pero primero es necesario entender fluencias en las décadas posteriores a 1952
los procesos detrás del andamiaje estructural que iban a reforzar este esquema unilineal.
de este monopolio regional. Al respecto, cita las interpretaciones de la es-
Según los argumentos de Ángelo (ibíd.), cuela estructuralista anglo-francesa (Bouys-
Michel (ibíd.) y otros, este sesgo andinocén- se-Cassagne 1987; Saignes 1985) sobre el pa-
trico surgió cuando la arqueología boliviana pel de los señoríos aymaras en el surgimiento
se puso a manejar ideas centralistas y monu- como en la desestructuración del Estado de
mentalistas, centradas en la civilización de Tiwanaku, que para Ángelo se presentan de
Tiwanaku, en el período de la Revolución forma ahistórica y con estructuras organiza-
Boliviana de 1952. Al plantear una serie de tivas (inspiradas en el estructuralismo de la
relaciones entre Tiwanaku, ahora percibido época) consideradas similares en todas las
como un centro civilizador con sus múltiples partes. También cita la influencia del modelo
periferias, este modelo nacionalista adopta- vertical de John Murra (1972) que resalta el
do por la arqueología boliviana ha seguido poder político de las sociedades altiplánicas
un esquema evolucionista. Dicho esquema sobre los valles y costa. Y como parte de esta
da por sentadas ciertas ideas sobre la mayor misma tendencia, cita una generación de es-
complejidad social de este centro civilizador tudios sobre las formas de control altiplánico
(y otros centros contemporáneos como Wari sobre estos otros pisos ecológicos mediante
y Moche) en comparación con sus periferias, redes de caravanas vinculadas a la expansión
y sobre sus formas de expansión, a través de del discurso religioso promovido por la éli-
relaciones de intercambio con las periferias, te teocrática desde el centro ceremonial de
promovidas por las élites religiosas y políti- Tiwanaku (Browman 1984; Kolata 1993;
cas asentadas en estos centros de poder (Án- Núñez y Dillehay 1995 [1979]).
gelo 2005:185-6). Son más antiguas aún las ideas prevalen-
Para Dante Ángelo, este esquema evo- tes sobre el predominio de las tierras altas
lucionista, homogeneizante e integracionis- sobre las tierras costeñas y tierras bajas de
ta, ha sido planteado con fuerza en Bolivia la Amazonía. En la academia, entre los ar-
por la élite del partido mnr (Movimiento queólogos a nivel internacional, fue Betty
Nacionalista Revolucionario) tras el levan- Meggers (1971) como vocera de la academia
tamiento popular de 1952, como el modelo convencional de aquellos años, quien insistió
dominante para construir una nueva nación en que las culturas complejas de las tierras
de pertenencia común para los pueblos antes bajas, eran producto de corrientes migrato-
excluidos, reforzado por una ideología de- rias desde las partes altas. En aquel entonces,
mocrática como la característica principal de era considerado excepcional cualquier punto
la modernidad de aquel entonces (en común de vista contrario que defendía la idea de que
con países como México y Perú) (cf. Ander- las tierras altas eran más bien el resultado de
son 1991). Los escritos arqueológicos revi- asentamientos por corrientes migratorias (o
sionistas de Carlos Ponce Sanginés, activista de influencias de un tipo u otro) desde las
del mnr (basándose en los trabajos arqueo- tierras bajas (impulsadas por el cultivo de
lógicos pioneros en el sitio de Tiwanaku maíz o yuca, la introducción de cerámica o
por Arturo Posnansky y siguiendo el marco estilos arquitectónicos, etc.) (Lathrap 1973a
evolucionista de Gordon Childe), iban a de- y b; Tello 1930, 1960). Esta situación con-
sarrollar la metanarrativa de referencia para tinuó hasta los años 90, cuando los trabajos
impulsar el modelo político del Estado mo- en la isla Marajo en la boca del río Amazo-
nocultural boliviano, caracterizado por una nas, en Brasil, dirigidos por Anna Roosevelt
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(1991) demostraron la gran sofisticación de misma civilización, eran claves en la confor-


culturas forestales precolombinas como Ma- mación de confederaciones multiétnicas de
rajoara (c. 800-1400 d.C.), contemporáneas la región y concentraron participantes de
con Tiwanaku, ya anunciada en el siglo xix varios idiomas que compartían un mínimo
(Schaan 2012). Desde allí se lanzó una pos- de identidad: agricultores, cazadores, pes-
tura crítica ante Meggers, reforzada por una cadores, alfareros y tejedores, en una “so-
nueva generación de estudios centrados en la ciedad de naciones”, por decir un temprano
región del Beni (Erickson 1995, 2000; Mi- ejemplo de una “sociedad plurinacional”
chel 1993;) y otros sobre los posibles nexos (Renard-Casevitz et al. 1985, 1988). Desde
entre las formas de organización social de las este punto de vista, las macro-regiones iden-
tierras bajas y tierras altas (Zuidema 1989). titarias de la Amazonía o del Altiplano son el
En los hechos, la evidencia arqueológica resultado de intercambios entre poblaciones
sobre la complejidad de las civilizaciones ama- durante milenios de flora, fauna, minerales y
zónicas contradijo cualquier interpretación otros recursos, y además ideas y tecnologías.
política nacionalista que insistía en la superio- Estos intercambios entre regiones, a su vez,
ridad de las civilizaciones altiplánicas. Villar y presuponen la presencia de cazadores-pesca-
Combés (2012) arguyen que las corrientes mi- dores-horticultores incipientes en los valles
gratorias de cualquier zona más bien se inscri- bajos de los Andes orientales, que mantenían
ben en una larga historia de contactos, y afir- el comercio con sus contrapartes más arriba,
man que estas migraciones (con su tendencia en el Altiplano, y más abajo, en los llanos, el
de seguir las posibilidades productivas de nue- chaco y la zona forestal.
vos pisos ecológicos) eran la norma más que La evidencia arqueológica sugiere que
la excepción (véase también Martínez Acchini había aún más interacción entre estos distin-
2012). Para Combés, el interés inkaico y lue- tos pisos ecológicos en el pasado lejano del
go español en las riquezas de Paititi eran sim- Formativo (Morales Chocano 2001), lo que
plemente facetas adicionales de estas historias continuó pero quizás en menor grado hasta
entrelazadas de larga data entre las tierras altas el Horizonte Medio. En el Horizonte Tardío,
y tierras bajas, pasando por las zonas de con- con los inkas, las relaciones con la selva vol-
tacto de los valles y yungas interandinos. De vían más complejas y en algunas áreas más bé-
manera similar, las políticas expansionistas de licas. Es posible que los guerreros de distintas
Tiwanaku en el Horizonte Medio (400-1000 culturas fungieran como los emprendedores
d.C.) y luego de los inkas en el Horizonte Tar- por excelencia de las redes económicas entre
dío (ca. 1420-1535 d.C.), cuyas influencias so- las distintas zonas ecológicas. Evidentemen-
ciales, militares y políticas llegaron al río Beni te los guerreros “de arco y flecha” del monte,
(y probablemente mucho más allá) eran nue- antes de bajar a los Llanos de Mojos, servían
vamente rasgos adicionales de estas interpene- como una casta especial encargada con el cui-
traciones constantes (Sagárnaga 2014a:40). dado de estas rutas y el asunto de abrir nuevas
France-Marie Renard-Casevitz (2004) rutas y redes de intercambio (Barragán 1994).
llama a estos contactos de larga data “una Más tarde, es posible que los guerreros inkas
antigua interculturalidad amazónica” con- (tanto los cusqueños como los reclutas regio-
formada por redes interétnicas de intercam- nales), según las normas de la mit’a, fungieran
bios comerciales, llevados a cabo mediante también como una especie de embajadores
las “monedas” consumibles del pasado, por comerciales, en el sentido de abrir estos nue-
ejemplo los panes de sal. Para aquella autora, vos espacios económicos que pudieran garan-
eran precisamente estas redes comerciales tizar posteriormente el flujo constante de bie-
que forjaban la identidad común de “ama- nes hacia el Estado Inka.
zónico” (o “andino”). Estas redes, combina- En esta condición, los guerreros de Puka-
das con su rol integrador al compartir una ra y Tiwanaku, como de los inkas posterio-
Arnold Más allá de “lo andino” 111

res, tenían mucho en común con sus equi- En la práctica, hubo otros asuntos en jue-
valentes en otros contextos culturales, por go. Con respecto a la llegada española, Villar
ejemplo con los pochtecas o guerreros-comer- y Combés (2012:66) resaltan las tendencias
ciantes de la Mesoamérica precolombina. hacia la hibridación de las poblaciones de
La costumbre de los pochtecas de raparse la ambas regiones mayores. Combés indica la
cabeza antes de una expedición bélica y de presencia, en el momento de la conquista es-
usar el tembetá en la boca, como distintivos pañola, de grupos amazónicos andinizados,
profesionales basados en su desempeño en por ejemplo de unos 3000 indígenas de la
la guerra, llaman nuestra atención a sendas zona de Santa Cruz la Vieja que se encon-
costumbres en las tierras bajas de la Amazo- traban en Charkas (Combés 2012:75) y en la
nia y las tierras altas de los Andes (Arnold otra dirección de grupos andinos afincados
2012:48). Los inkas penetraron el bosque en las tierras bajas, e incluso aymara hablan-
en busca de Paititi, supuestamente ubicado tes (los yumos) vestidos allí en camisetas de
en el Noreste del Beni, y construyeron una corteza (Combés ibíd.:74). En los hechos,
fortaleza en la confluencia de los ríos Beni y eran los españoles quienes en la colonia tem-
Madre de Dios. Esta región era densamen- prana consolidaron la ocupación inkaica an-
te poblada aún en el período colonial tem- terior de la selva, esta vez con miles de per-
prano; los relatos mencionan a lo largo de la sonas en vías de huir de la influencia cristiana
zona dos a tres mil casas elaboradas de tapia (ibíd.:69-70). Por estas razones, para Com-
y adobe, y torres funerarias de adobe (Re- bés, estos procesos de hibridación, simbiosis
cio de León 1906 [1623]:254-255, citado en y mestizaje constituyeron un punto de parti-
Pärssinen y Siiriäinen 2003:40). da más que la conclusión de un largo proce-
Con la llegada de los españoles, se optó so (ibíd.). Igualmente Combés insiste que no
por ubicar los primeros centros coloniales de se puede entender la historia de los ayllus de
poder en la costa y en las tierras altas, inte- pastores en las tierras altas sin entender sus
rrumpiendo, de este modo, los grandes cir- nexos con las poblaciones de las tierras bajas,
cuitos de intercambios entre las tierras altas caracterizadas como chunchos.
y bajas, entre ellos, el transporte comercial Aparte de estas evidencias sobre los inter-
de metales hasta el Atlántico (Villar y Com- cambios de recursos regionales entre ambas
bés 2012:11), aunque se iniciaron otros. Las zonas antes de la Conquista, me ha tocado
tierras bajas se volvieron regiones temidas, explorar los intercambios entre ambas re-
destinadas a ser dominadas paulatinamente. giones no sólo de tejidos, sino de las propias
En la práctica, los españoles adoptaron la técnicas textiles. Esto ocurre en el caso de la
misma postura de los inkas hacia las tierras técnica de urdimbre transpuesta que carac-
altas como un centro civilizador y hacia las teriza los tirantes de bolsas personales que se
tierras bajas como su opuesto (cf. Ángelo y ha diseminado en la primera parte del Hori-
Walker 2015:39). Villar y Combés llaman zonte Medio (500 - 800 d.C.) posiblemente
nuestra atención sobre la clasificación de desde grupos de los Llanos de Mojos (y pro-
los pueblos amerindios por el jesuita José de bablemente con sus orígenes en la cestería)
Acosta, como el ejemplo canónico de pre- hacia la región intersalar y desde allí hacia
conceptos españoles que llegaron a consoli- San Pedro de Atacama, a través de la región
dar el contraste entre la “civilización” andina valluna intermedia de Mojocoya, ubicada
(asociada con la complejidad, la diferencia- en el norte de Chuquisaca (Arnold y Espejo
ción social, la concentración y la jerarquía) y 2013a). Un segundo intercambio ocurre con
la “barbarie” de los llanos (asociada genéri- la técnica llamada liyi palla (o liyi pallay) que
camente con la simpleza, la indiferenciación, cuenta con un conteo dominante de 2|1 y
la atomización y el igualitarismo) (Villar y una característica variación de texturas en la
Combés 2012:21). superficie textil debido a la forma de urdir
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el telar, lo que se practica hasta hoy en los ciones de mano de obra hacia las industrias
Llanos de Mojos. La diseminación original selváticas del caucho, y hacia las construccio-
de esta técnica se fecha en el Horizonte Me- nes del ferrocarril y la expansión del comer-
dio temprano, llegando posiblemente hacia cio que acompañaba a estas construcciones
la costa de lo que ahora es Chile. Más tar- a fines del siglo xix e inicios del siglo xx.
de, quizás impulsada por las misiones jesuí- Estas migraciones afectaron no sólo a las po-
ticas, esta técnica se despliega nuevamente blaciones mestizas y blancas sino también a
por distintas abras hacia los valles bolivia- las poblaciones indígenas, especialmente en
nos de Cochabamba (Tapacarí) y el norte los movimientos de los pueblos guaraníes
de La Paz (Ayata y Mollo), hacia Macusani de Bolivia hacia los ingenios azucareros del
y la región de Paratía y Cusco (Pitumarca) Noroeste de Argentina (Villar y Combés
en el Perú, y al Noroeste Argentino (Ar- ibíd.:11). Dada esta complejidad social, in-
nold y Espejo 2012:193-197). Un tercer in- sistir en hablar de Bolivia hasta ahora como
tercambio ocurre con las técnicas llamadas un “país andino”, o seguir privilegiando al
“cadenitas” (Agüero 2007), hoy practicadas Perú como la fuerza motora de “lo andino”,
por los grupos arawak (Ashaninga, Machi- va muy en contra de los hechos.
guenga) de la amazonía peruana, que qui-
zás fueron diseminadas al Altiplano por los Reclamos indigenistas al pasado andino
uru-chipayas, desde sus orígenes en los ríos
de la selva. Este fenómeno es especialmente En Bolivia, el oír los argumentos nacionalis-
significativo porque, dada la complejidad de tas que plantean el centro altiplánico como el
pasar entre grupos las técnicas y tecnologías meollo del poder u oír los reclamos sobre el
del textil, señala contactos directos entre los pasado andino centrado en Tiwanaku, ha sido
productores de tejidos de ambas regiones. igualmente común en ciertas pugnas indíge-
En un estudio preliminar de textiles nas por el poder, desde el año 2000 adelante.
de las tierras bajas, custodiados en el Mu- En el gran levantamiento aymara del
seo Nacional de Etnografía y Folklore, en “Mallku” Felipe Quispe en 2000, se deman-
La Paz, notamos también su corolario: in- dó el reconocimiento del territorio autóno-
fluencias en los tejidos guaraníes de técnicas mo de una nación aymara incipiente. Según
altiplánicas, por ejemplo, las escogidas con el Manifesto of Jach‘ak’achi de 2001 (prepara-
un conteo de 2|2, que lleva el nombre entre do con la ayuda de cisa, una organización
los guaraniés de karakarapepo (Combés 1992; indianista a nivel internacional), este territo-
Arnold con Espejo y Maidana 2013:379- rio, centrado en el pueblo colonial de Acha-
381). Posiblemente esto ocurrió en el Ho- cachi (re-aymarizado como Jach‘ak’achi), era
rizonte Tardío (1430-1532 d.C.), cuando los parte de un reclamo mayor al sitio arqueo-
inkas ocuparon Samaipata y se contaba con lógico de Tiwanaku como símbolo clave
la presencia de un contingente de mitimaes de la identidad aymara. Es probable que el
(o guerreros) qharaqharas ubicado más aden- reclamo del Mallku era espontáneo, parte
tro en Saypurú, en la Cordillera chiriguana. de un reconocimiento generalizado que sus
Ellos defendían a las fuerzas inkas contra ancestros tenía algo que ver con el aparato
las incursiones guaraníes del Este, a la vez ceremonial de este complejo cultural. La
que trabajaban en la mina de metal conocida idea que Tiwanaku es el sitio aymara por ex-
como “carcaraes” (Combés 2012:69).1 celencia está compartida por las poblaciones
Villar y Combés (2012) enfatizan que locales (Astvaldsson 2000), por las tejedoras
sendos intercambios, conjuntamente con las rurales que vienen desde el Norte de Potosí
economías compartidas y corrientes migra- para copiar los diseños de los monolitos de
torias asociadas continúan hasta la actuali- ese sitio, por artistas conocidos como Ma-
dad. Se conoce más sobre las grandes migra- mani Mamani con su tendencia estilística de
Arnold Más allá de “lo andino” 113

pintar escenas indigenistas inspiradas por el Tiwanaku son aymaras o que el sitio Tiwa-
pasado tiwanakota, y por los músicos urba- naku fue erigido por aymara-hablantes (Ar-
nos quienes posan delante de la “Puerta del nold y Yapita 2005; Cook 1994:62; Heggar-
Sol” en sus videos de publicidad. ty y Beresford-Jones 2010). Los reclamos
Pero nuevamente, la realidad es más pro- mestizo-criollos anteriores acerca de que
blemática. Si bien varios cronistas del perío- los fundadores de Tiwanaku eran aymaras o
do colonial (entre ellos “El Inka” Garcilaso) quechuas (en los argumentos de Max Uhle,
señalaron que el centro ceremonial de Tiwa- Middendorf, Ibarra Grasso, Markham, Riva
naku ha sido adorado como un sitio sagrado Agüero y otros) ya están cuestionados ante
por las poblaciones locales durante siglos e los argumentos lingüísticos que eran más
incluso visitado por el propio Inka, no obs- probablemente pukina o urukilla hablantes
tante, el desarrollo de la identidad aymara o (Cerrón-Palomino 1998; Torero 1998; cf.
la identidad nacionalista boliviana, asociada Gonzalez de la Rosa 1910); según la eviden-
con este sitio, es mucho más reciente (Kolata cia lingüística actual, la diseminación de la
1993:1-37). Y aunque Tiwanaku fue descrito lengua aymara hacia la región ocurrió des-
en los relatos de los viajeros desde el siglo pués del auge de Tiwanaku como civilización
xix en adelante (Rivero y Von Tschudi en (Heggarty 2008; Beresford-Jones y Heggarty­
1853; Squier en 1878), como mencionamos 2011; Heggarty y Beresford-Jones, eds.
fue solamente con la Revolución boliviana de 2012)2. Incluso un estudio genético reciente
1952 que los intereses nacionalistas escogie- indica que las poblaciones de Tiwanaku te-
ron a este sitio como símbolo de identidad. nían más en común con los grupos actuales
Desde este momento, las visiones arqueoló- amazónicos y quechuas que con los aymaras
gicas de Taypiqala (la “Piedra al Centro” en actuales (Korpisaari y Pärssinen 2011:138,
el sitio) como el eje cosmológico del mundo, citado en Sagárnaga 2014a:33).
perpetrados por Carlos Ponce Sanginés, fue-
ron instrumentales en forjar estos reclamos Ceremonialismo étnico en contextos
nacionalistas. nacionalistas
Ante esta apropiación por los mestizo-
criollos nacionalistas de lo que él percibió En los hechos, el nacionalismo boliviano di-
como capital cultural indígena, Carlos Ma- rigido al sitio de Tiwanaku, puesto en mar-
mani Condori (del Taller de Historia Oral, cha por Ponce Sanginés y luego incorporado
thoa), en un ensayo de 1992, reclamó a en los textos históricos y escolares del país,
Tiwanaku como un sitio preexistente ayma- ha sido leído y absorbido por indígenas y no
ra de lo que se ha vuelto el proyecto dual, indígenas por igual, como un imaginario so-
mestizo-criollo, de 1952: de forjar la nación cial irrefutable que tenía poco que ver con
al encontrar allí sus raíces culturales prehis- estudios académicos o historias regionales.
pánicas, a la vez que se integre a la población En el Perú, la asimilación de los inkas por el
“India” en este nuevo programa civilizador nacionalismo peruano ha seguido un rumbo
(Mamani 1992:2; 1989). De forma similar, parecido.
Mamani critica a los arqueólogos Portu- Es en ese contexto que los kataristas eligie-
gal, padre e hijo (miembros de la escuela de ron a Tiwanaku para proclamar y dar nombre
Ponce Sanginés), por su postura de haber a su primer manifiesto de 1973. Tiwanaku de-
“descubierto” a Tiwanaku, y luego de haber- finitivamente no era inkaico (por decir perua-
lo comparado con puntos de referencia del no), y por tanto era apto para representar un
Viejo Mundo (Níneve, Babilonia) en vez de nuevo nacionalismo que combinaba lo indíge-
apreciar su propio contexto cultural. na (en particular lo aymara)­con lo boliviano.
Son igualmente problemáticos los presu- Esta proclamación era un rito secular y polí-
puestos de que los orígenes lingüísticos de tico, todavía sin tintes de la espiritualidad an-
114 Textos Antropológicos Vol. 17 / Nº 1

dina incipiente. Las tensiones modernas entre lugar denominadas “ñustas” (Spedding y Ar-
Perú and Bolivia, centradas en la delimitación nold 2009:322).
relativamente reciente de sus fronteras, tam- El rito solsticial continuó bajo la influencia
bién contribuyeron a esta reconstrucción na- de los yatiris locales en las políticas mnristas
cionalista del pasado. En tanto que Tiwanaku del primer gobierno de Sánchez de Losada,
se convertía en el símbolo nacional para los cuya postura populista animó a muchas cere-
bolivianos, el Cusco inkaico (y en menor gra- monias folklóricas de este tipo (Arnold y Ya-
do el otro sitio del Horizonte Medio, Wari) se pita 2005). La combinación de renacimiento
transformaron en símbolos equivalentes para espiritual, reafirmación política, diversión y
los peruanos.3 ganancia, hizo que estos ritos del 20-21 de ju-
La investidura de Tiwanaku como san- nio se fueran replicando en otros sitios: en Je-
tuario andino moderno empezó alrededor sús de Machaca, en la isla del Sol, en un cerro
de 1970, cuando un pequeño grupo de inte- cerca de la ciudad de Cochabamba y luego en
lectuales aymaras y kataristas, en su mayoría el fuerte de Samaipata. Lo mismo pasó en el
asociado con el thoa (Taller de Historia Perú, comenzando con los ritos neo-inkaicos
Oral Andina), junto con un yatiri local, Ru- del Inti Raymi, reinventados en 1944 por un
fino Paxsi, decidieron celebrar un rito sui ge- grupo de funcionarios gubernamentales, y
neris en la noche del 20 al 21 de junio, coinci- luego elaborado por un conjunto de antropó-
diendo con el solsticio de invierno (Spedding logos e intelectuales que incluían a José María
y Arnold 2009:321). En los años siguientes, Arguedas (de la Cadena 2004, Cap. 3).
se fueron reuniendo cada vez más partici- La consagración de Tiwanaku como san-
pantes y toda la secuencia ritual se trasladó tuario indígena-nacional fue oficializada el
al sitio de las ruinas ceremoniales de Tiwa- 21 de enero de 2006, cuando Evo Morales,
naku, aunque se limitaba a simpatizantes un día antes de asumir el mando presiden-
ideológicos de los fundadores, manteniendo cial, escogió las ruinas para una ceremonia
todavía los fines de renovación y compromi- de bendición, en una especie de juramento
so cultural personal (Ibíd.:322). Por ejemplo, autóctono previo al convencional que pres-
una pareja de integrantes del thoa, casados taría al día siguiente ante el Congreso. La se-
previamente bajo el rito católico convencio- gunda parte del rito, celebrada en las gradas
nal, volvieron a celebrar su boda como un delante de la puerta del Kalasasaya y difun-
“matrimonio aymara” inventado por ellos en dida por televisión, fue objeto de críticas (las
colaboración con Paxsi (Cáceres 2004:81). frases introductorias del discurso, en aymara,
El cambio en la escala del evento ocurrió contenían errores de protocolo; Morales no
a partir de 1989, en base a una conferencia supo empuñar correctamente el bastón de
sobre el rito realizada en el musef (Mu- mando especialmente confeccionado para la
seo Nacional de Etnografía y Folklore) en ocasión; se usó una túnica de Wari en vez de
La Paz. En aquella ocasión, una agencia de Tiwanaku). El 22 de enero de 2012, con la
turismo difundió ampliamente la noticia del reelección de Morales, el acto maduró y Evo
“Año Nuevo Aymara” y el evento se masificó, pudo reafirmar en las ruinas de Tiwanaku la
atrayendo asistentes interesados en ponerse identidad indígena de su revolución (Figura
en contacto con la espiritualidad ancestral o 1). Aparte de estos esfuerzos para reinven-
participar en un rito “auténticamente” andi- tar las tradiciones de la nación-Estado, cen-
no, acompañados por otros más interesados tradas en Tiwanaku, queda el rumor de que
en una noche de fogatas y trago con un tras- el Presidente, junto con algunos miembros
fondo exótico. Los oficiantes se multiplica- de su entorno cercano, practican sacrificios
ban a la par de los asistentes, y se iba incor- en Tiwanaku, cuando los asuntos estatales
porando nuevas etapas a la secuencia ritual no andan bien, por ejemplo, después de las
inicial, como el coro de mujeres jóvenes del muertes de mineros en Huanuni.
Arnold Más allá de “lo andino” 115

Figura 1. Rito de renovación de la presidencia de Evo Morales en el sitio de Tiwanaku en 2015


Fuente: http://www.eldeber.com.bo/files/article_main/uploads/2015/01/21/54c04e673646e.jpg

Territorio y nación Tapia, 2008), con representación de las 37 y


más naciones indígenas del país, en la prác-
Contra el telón de fondo de ritos como és- tica ha funcionado sólo a nivel retórico, ten-
tos, ¿hasta qué grado el nuevo Estado pluri- diendo a favorecer la presencia del partido
nacional de Bolivia ha podido superar el ses- mas. Según los cálculos de los curules en los
go andinocéntrico de fondo? En la práctica, dos gobiernos de Morales, existe entre un 4
antes del gobierno de Morales, se reconocía a 7% de representación indígena del total a
cierta complejidad territorial a nivel nacio- nivel nacional y un 28% del total a nivel re-
nal, al invitar a cruceños de conformar los gional, lo que se debe comparar con las posi-
ejes oficiales de ciertos ministerios. La pre- bilidades mucho mayores puestas en marcha
sencia indígena era ignorada aparte de en por la Asamblea Constituyente (2006-2009)
el Viceministerio de asuntos indígenas y/o (Schavelzon 2012).
campesinos, y más bien reinaba el aparato ¿Y qué de las tierras bajas en el Estado
del Estado republicano. En el gobierno de plurinacional? Después de tomar el mando,
Evo Morales, se ha cambiado este andamiaje Evo Morales, con su identidad aymara colla,
del Estado, puesto que ya se reconoce, por se mostró renuente a reconocer la fuerza po-
lo menos a nivel ceremonial, la presencia lítica de Santa Cruz rodeada por la Media
indígena, pero en un Estado en que los ele- Luna de los entonces departamentos com-
mentos republicanos aún tienen mayor esta- puestos por las tierras bajas de los llanos, el
tus y privilegio. El problema es que la com- chaco y la amazonía. En la práctica, Morales
posición del Estado plurinacional, lo que en no podía entrar a Santa Cruz desde septiem-
realidad debía haber funcionado como un bre de 2006 hasta 16 de abril de 2009, debi-
Estado “pluriétnico” (en términos de Luis do a los peligros puestos en el camino por
116 Textos Antropológicos Vol. 17 / Nº 1

el movimiento autonomista que buscaba su trales, y, cada año llegan representantes de


propia autonomía política (bendecida con las los guarayos, ayoreos, yuracaré-moxeños y
regalías del gas y petróleo). En los hechos, guaraníes, a celebrar el Yasitata Guazu o el
la fuerte oposición entre collas versus cambas “Lucero del Alba” (Figura 2). En este mis-
por el control de la nación caracterizó déca- mo sitio arqueológico también se concen-
das (casi siglos) de lucha política, incluyen- tran residentes andinos en las tierras bajas y
do sus interpretaciones distintas del pasado grupos originalmente de las orillas del lago
(Barton en prensa). Finalmente, la pugna por Titicaca para celebrar sus ritos, de acuerdo
el poder supremo sobre toda la nación exigía con sus costumbres ancestrales. La magia de
el desmantelamiento por el mas de todo este estos rituales atrae a más de 2000 visitantes
eje político opositor. nacionales y extranjeros según el Gobierno
A nivel más popular, algunos grupos in- Municipal de Samaipata que, en coordina-
dígenas de las tierras bajas comenzaron a ción con la Gobernación cruceña, prepara
celebrar sus propios ritos, en paralelo con programas especiales de festejos, dirigidos a
lo que pasaba en Tiwanaku. Desde el año aumentar el turismo en la zona. En Samai-
2000, cada 21 de junio se celebra la cere- pata, como en el caso del Año Nuevo Ay-
monia del Año Nuevo andino-amazónico mara en Tiwanaku, se busca la participación
en el pie de la roca tallada “más grande del de las autoridades políticas regionales para
mundo”, el Fuerte de Samaipata. Este sitio vigilar el evento, y en el año 2012, el Go-
arqueológico, ubicado a 120 km de Santa bernador Rubén Costas participó en el rito
Cruz de la Sierra, se ha convertido en el epi- guaraní Lucero del Alba (El Día 2012) sólo
centro de culturas orientales y occidentales para tener su papel allá usurpado en los años
para rendirle culto a sus tradiciones ances- siguientes por el mismo Morales.

Figura 2. Los guaraníes esperan el Lucero del Alba en la ceremonia ancestral del mismo nombre.
Fuente: Página web del Gobierno del Departamento Autónomo de Santa Cruz:
http://www.santacruz.gob.bo/imagenes_galeria/18062012182026lucerodelalbaenscz4.jpg
Arnold Más allá de “lo andino” 117

Nexos y rutas entre las tierras altas nexos con los pueblos arawak-chané de los
y tierras bajas Llanos de Grigotá, huyendo de las mismas
Irónicamente, los sitios escogidos para incursiones guaraníes.4 Las incursiones chi-
estas ceremonias reinventadas subrayan la riguanos contra las fuerzas del Inka Yupanqui
composición pluriétnica de los Estados andi- se fechan a aproximadamente 1430.
nos anteriores. Si bien Tiwanaku, en su con- Curiosamente, la incursión en 1526 de
dición de un Estado teocrático, contó con dos mil guaraníes (chiriguanos), como acom-
su centro ceremonial en el meollo del Alti- pañantes de aventureros portugueses y algu-
plano, su pervivencia dependía de su com- nos indígenas de la costa atlántica en torno a
posición étnica diversa y sus interrelaciones Alejo García, en busca de ropa fina y objetos
multifacéticas, lo que se ve en las cabezas lí- de metal, constituye la primera invasión del
ticas clavadas en los muros del templo semi- territorio andino bajo el dominio inka por los
subterráneo. Tiwanaku tenía relaciones con europeos (narrada por Nordenskiöld 1917 en
Wari al norte y en las zonas fronterizas al base a fuentes en Guzman, Techo y Fernan-
este, acceso a productos de la costa vía con- dez). Sin embargo, este hecho se ha pasado
tactos con los valles costeños occidentales, y por alto en los textos escolares bolivianos a fa-
acceso en las fases tempranas a productos de vor de la narración histórica sobre la invasión
los valles y la selva mediante contactos vía de Francisco Pizarro y su compañía española,
las abras al este y más al sur con el centro vía Cajamarca y Cusco, varios años después.
de poder contemporáneo de Mojocoya. Es Alejo García conocía bien la lengua guaraní y
posible que Mojocoya estuviese encargado pudo persuadir a muchos grupos guaraníes de
no sólo con las relaciones interétnicas con acompañarle para invadir las tierras altas en-
la región circumpuneña y los valles interan- tre Mizque and Tomina, a la altura de Samai-
dinos de Chuquisaca y Cochabamba, sino pata. Después de invadir y destruir muchos
también con los Llanos de Mojos, y las tie- pueblos, la expedición de García continuó
rras amazónicas y chaqueñas más adentro, por 40 lenguas, hasta las fueras de Presto y
como fuentes importantes de maíz, coca y Tarabuco (cerca de Sucre), donde ellos se re-
algodón (Hastorf et al. 2006). Estos nexos tiraron sin sufrir bajas ante un contingente de
se habrían consolidado con las ofrendas de numerosos indios de Charkas. Como conse-
materiales (chonta, plumas, alucinógenos) cuencia de este ataque, los inkas fortificaron
de estas múltiples zonas en los sitios ceremo- todo el límite entre las tierras altas y bajas con
niales de Tiwanaku. El partido de mnr ha fortalezas como Samaipata y Cusco-Toro, en
reconstruido el ‘imperio’ de Tiwanaku como que se dejaban varias guarniciones. García y
un fenómeno plenamente andino, pero en la compañía, con su botín de textiles y objetos
práctica ese ‘imperio’ ya demostró algunas de oro y plata, informaron a las autoridades
posibilidades de un Estado pluriétnico. portuguesas de sus hallazgos en los territorios
El Fuerte de Samaipata en el pasado le- de los Charkas, y varias otras expediciones
jano ha sido otro articulador clave entre las intentaron buscar estos territorios del Inka,
poblaciones de las tierras altas de los Andes pero sin la misma suerte.
y los llanos de la Amazonía. Algunos autores Los estudios arqueológicos y etnohistóri-
vinculan los primeros desarrollos de la forta- cos recientes nos presentan una amplia eviden-
leza, antes de su uso por los inkas contra los cia que estos contactos entre las tierras altas y
guaraníes, con grupos de las tierras bajas in- tierras bajas eran de larga data (Korpisaari y
cluyendo los yuracaré, y mencionan influen- Pärssinen 2011; Pärssinen y Siiriäinen 2003;
cias de Mojocoya en la cerámica (Meyers Rivera 2008 a y b; Sagárnaga 2014a; véase
2015; Meyers et al. 2015:13). El arqueólogo también Saignes 1985; Renard-Casewitz 2004;
Omar Caure propone que en estas etapas Renard-Casevitz et al. 1985, 1988). Esta evi-
tempranas, Samaipata también tuvo posibles dencia apunta a contactos entre­la civilización
118 Textos Antropológicos Vol. 17 / Nº 1

de Tiwanaku y la región del Beni (Sagárnaga cabamba se llevaban los psicoactivos a la costa
ibíd.), y entre Mojocoya, la región contempo- y las faldas occidentales de los Andes (Von Ha-
ránea al sur, y los Llanos de Mojos (Branisa gen en Wassén 1965:80).
[1953] 1957). Con referencia a desarrollos pa- Una de las rutas de acceso desde Pukara y
recidos en ambas regiones de campos elevados Tiwanaku para obtener recursos selváticos, in-
de cultivos, Walker subraya que la ciudad de cluyendo las substancias narcóticas, era vía el
Tiwanaku está a menos de 300 km de los sitios abra de Niño Korin, y desde allí hacia los tri-
occidentales de Mojos donde se hallan estas butarios de los ríos Madre de Dios y Beni, en
construcciones. Además varios contextos mo- el norte de La Paz (Torres 1986:49-50). Otra
jeños están fechados en la época de Tiwanaku y evidencia de contacto sugiere que la zona de
mucho antes (Jaimes Betancourt 2010; Walker San Pedro de Atacama y la cuenca de Atacama
2004). Ambas regiones cuentan también con en su integridad tuvo acceso a las tierras bajas
tecnologías de campos elevados de cultivo, vía el río Pilcomayo en el norte de Argentina
aunque los datos actuales sugieren que éstos y y el río Beni en Bolivia (ibíd.:50). Torres su-
son desarrollos independientes (ibíd. Véase giere que, hasta los años 70, hubo todavía un
también Hornberg 2005). tráfico de cebil entre el chaco y el occidente de
Los contactos en distintos períodos entre Paraguay, y la región del Pilcomayo habitada
las tierras altas y la región costeña son exami- por los matacos (Califano 1975:46).
nados por Ayala (2001), Cases y Loayza (2010) Son menos acertados los orígenes y las ru-
y Barros (2013). En cuanto a las rutas entre las tas de contacto para obtener las tabletas de
tierras altas y bajas, varios estudios demuestran rapé. En el caso de los llamados “ídolos de
que las abras entre cerros y las aberturas fluvia- piedra amazónicos”, cuyas perforaciones en
les en el descenso hacia los llanos proveían el pares implican su uso para inhalar rapé (Po-
acceso para el tráfico en yuca, plumas de aves rri 2010), la evidencia sugiere nexos de lar-
tropicales, miel, madera de chonta, sustancias ga distancia entre los Andes y la región de
para teñir textiles, semillas de guairuros, hojas Santarém (Brasil), donde se ha hallado (des-
de coca, pescado seco, carne de grandes roe- contextualizados) la mayor parte de ellos en
dores como el jochi colorado y una infinidad los siglos xix y xx (Aries da Fonseca 2007).
de otros artículos. Sabemos más sobre las rutas Estos ídolos presentan motivos de zoomorfos
de intercambio de las plantas y otras substan- (felinos, tortugas) y antropomorfos, solos o
cias psicoactivas. Constantino Torres propone asociados entre sí o bien con seres zoomorfos
que el origen de las prácticas del consumo de “a veces fantásticos” (quizás asociados con los
las plantas psicoactivas se halla en el noreste de momentos de transformación de un chamán)
la cuenca de Amazonas, donde crecen las plan- (Porri ibíd.). Una forma peculiar de asocia-
tas con las cuales se preparan estos polvos. Por ción entre las figuras es la de un animal (real
ejemplo, la vilca (o virila) parece originarse o no) montado sobre los hombros y la cabeza
en la cuenca del río Negro, en Colombia, y la de otro animal o de un ser humano, masculi-
variedad pertinente de Anadenantera en Suda- no o femenino. En las tierras altas la contra-
mérica suele crecer en las praderas herbáceas parte de esta figura del hombre-felino sería la
de las zonas tropicales y subtropicales del con- chachapuma u hombre-puma de Tiwanaku, el
tinente. En cuanto al patrón de distribución equivalente al otorongo del inkanato. En am-
de estos psicoactivos, la evidencia sugiere que bas regiones, estas transfor­maciones han de-
se iba desde la cuenca de Amazonas por el río bido estar acompañadas por las prácticas­de
Caqueta hacia el macizo colombiano y la saba- consumir alucinógenos, puesto que el chacha-
na de Bogotá o vía Huancabamba en Perú, y puma es un rasgo común en la iconografía de
luego vía los ríos Beni en Bolivia y Pilcomayo las tabletas de rapé y parafernalia asociada de
en Argentina. Torres cita evidencia de que a los Andes Sur-centrales (Horta 2012; Llan-
través de los ejes de distribución desde Huan- gostera 2006) (Figura 3).
Arnold Más allá de “lo andino” 119

de complejos de ideas y transformaciones en


común. Lo que me interesa proponer es que
muchos aspectos de Tiwanaku, así como de
Moyocoya, después de todo, no son tan an-
dinos.
En cuanto a la presencia de la flora y fau-
na forestal, aparte de representaciones en
cerámica y piedra de los monos del Nuevo
Mundo (los cébidos) halladas en Tiwanaku
y sitios en su entorno (Chojñacotaña y Pari-
ti), los hallazgos de sus restos craneales en la
urbe demuestran que estuvieron físicamente
presentes allí (Sagárnaga 2014c:48).
Otro caso que merece más investigación es
el “complejo felínico”, término acuñado por
el arqueólogo argentino Alberto Rex Gonzá-
lez en 1972, no en referencia a las culturas de
las tierras bajas sino a las culturas andinas del
Noroeste de Argentina. El complejo felínico,
especialmente en relación al hombre-felino,
va ligado a las prácticas bélicas por un lado y
a las prácticas chamánicas por otro (Almeida
Figura 3. Un felino devora a un antropomorfo en el
mango de una cuchara, que posiblemente se usó para 1988:221-222; Fausto 1999), mientras que
medir las sustancias psicoactivas. formen parte de ciclos mayores de guerra se-
Fuente: Objeto 093 (16.3 cm de alto) en la colección del guidos por intervalos más pacíficos (Chávez
Museo arqueológico “R. P. Gustavo Le Paige S. J.”, San
Pedro de Atacama, Chile, en Llangostera y Torres (1988 1992, 2002). Llama la atención la importan-
[1984]:41). cia en estos ciclos de la figura del felino, tan-
to en las tierras bajas como las altas. Existe
Los intercambios de ideas mucha evidencia de que el guerrero de las
tierras bajas suele asumir la figura del felino
Si eran de tan larga data estas redes de con- como parte de su propia transformación en
tactos e intercambios que transitaban los el ser depredador del hombre-felino, en una
yungas y valles para llegar a los llanos al este precondición necesaria para lograr éxito en
(o la costa al oeste), y si el concepto de “áreas las incursiones que ocurren en el polo béli-
culturales” está tan arraigado en ideas sobre co de este ciclo (Fausto 1999, entre otros).
centros y periferias en Bolivia, con todo su Existe también evidencia de que en el rito de
bagaje evolucionista, ¿cómo podemos rom- paso de algunas culturas guerreras, un joven
per el imaginario social que predomina hasta esté obligado a matar a un felino conocido
ahora con su insistente mirada hacia sólo las por su nombre, para luego asumirlo como su
separaciones y rupturas entre estas burbujas propio apodo. En varios grupos, el guerre-
culturales imaginadas? ro por excelencia viste con la piel del felino
Podemos comenzar al examinar comple- matado, como cabezal o construida ya como
jos culturales para resaltar las evidencias de una túnica o caparazón, en que las costuras
las continuidades culturales a través del tiem- de la piel forman una especie de cruce en el
po entre las diversas zonas ecológicas, en vez pecho. Sagárnaga (2014a:36-37) nota cómo
de las separaciones tajantes. Esto nos exige este atuendo caracteriza representaciones
repensar los sitios andinos como Tiwanaku de los chunchos en la iconografía de los qeros
y sus contrapartes en los llanos en términos neo-inkas e inkas coloniales.
120 Textos Antropológicos Vol. 17 / Nº 1

Aparte de la figura tiwanakota de chacha- esta técnica, corresponde al Complejo Pica-


puma, existe evidencia de la actividad de sen- Tarapacá, dentro de la tradición textil de los
dos carnívoros en los huesos de sacrificios valles occidentales. La mayor parte de estas
hallados en la base de la pirámide de Aka- prendas son túnicas y mantas construidas en
pana (Blom y Janusek 2004:127). En la ar- módulos de rojo/azul u ocre/azul, unidas a
quitectura del sitio de Tiwanaku, es posible través de la técnica de urdimbre discontinua.
que se hayan guardado estos animales en los En San Pedro, se halló la única túnica que
sistemas de túneles y camaras bajas en cier- presenta motivos figurativos, de tipo Agua-
tas estaciones del año (como se hizo siglos da, de un felino y una serpiente bicéfala o
después, bajo el inkanato en Cusco) y restos anfisbena (Figura 4)5. Posiblemente el nexo
de un zorro o un puma han sido recupera- vital entre estos diseños y la selva pasa por
dos de una entrada a este mundo subterrá- Aguada y desde allí hacia la cuenca de Ataca-
neo (Manzanilla y Woodard 1990:136). En ma y la costa chilena.
el sitio casi contemporáneo de Pukara, en el
otro extremo del lago Titicaca, se halla una
iconografía desarrollada en torno al tema del
hombre-felino (conjuntamente con la señora
de los camélidos) (Chávez 2002).
En relación al complejo felínico, en pe-
ríodos contemporáneos a Tiwanaku, se
cuenta con evidencia del uso de textiles con
diseños de ‘manchas de felino’, a menudo en
los colores de estatus de azul y rojo, elabo-
rados con la técnica de teñir por amarra (en
aymara qhawata). Se halla prendas con esta
técnica en sitios de los valles occidentales, la
costa y la cuenca de Atacama, aunque no lle-
gan al Altiplano ni a los valles interandinos
centrales. Esto sugiere que el uso de estos
textiles se restringía a zonas de interacción
(Cases y Agüero 2004), con la presencia de
guerreros asociados a las redes de intercam-
bio (por ejemplo en los valles occidentales de
Perú-Chile, en la región Pica-Tarapacá don-
de el río Loa es limítrofe, y en Aguada, en el
Figura 4. Túnica rectangular cerrada de San Pedro
noroeste de Argentina). Según los materiales con diseños teñidos de un felino en la parte superior
disponibles, la técnica del teñido por ama- y una serpiente bicéfala abajo.
rra ha estado presente en el Norte Grande Fuente: Quitor-2, N° 1983:15, en el Museo Arqueológico
R. P. Gustavo Le Paige, S. J., San Pedro de Atacama,
desde finales del Arcaico (1500 - 1000 a.C.), Chile.
en turbantes, faldellines y mantas, y poste-
riormente en túnicas, desde la primera mi- El complejo psicotrópico es otra práctica
tad del período Intermedio Tardío (Cases cultural en común entre ambas zonas, como
y Agüero 2004). La mayoría de las prendas es el uso por los varones del tembetá, un ador-
teñidas por amarra del período Medio se no personal que se inserta en el labio superior
concentra en territorio atacameño, especí- o inferior, probablemente relacionado con
ficamente en San Pedro y Chiu Chiu, y no prácticas bélicas y el chamanismo. Aunque
en el norte. Durante el Intermedio Tardío, la Tiwanaku no fue el origen de las prácticas de
mayor concentración de tejidos teñidos por usar el tembetá, la ilustración de rostros con
Arnold Más allá de “lo andino” 121

este adorno se ve en los kerus, wako-retratos marcha los elementos de este imaginario so-
y otros objetos de cerámica de esta cultura, cial, centrados en el “Imperio” de Tiwanaku,
aparte de los ejemplares en hueso, piedra y ubicado en el territorio altiplánico, como el
mineral. El uso andino del tembetá está bien modelo fundador de la nación. Desde allí, se
documentado, ya que se ha hallado restos ha pensado a la nación de manera “andino-
de este adorno en varios sitios del período céntrica”, en un modelo centralista y evo-
Tiwanaku (Bennett 1936; Cordero Miranda lucionista que percibía a las otras regiones
1957; Iribarren y Menghin 1950; Posnansky del país, en especial las tierras bajas, como
1957) y más recientemente en la isla de Pa- periferias olvidadas y excluidas, aún por con-
riti (Korpisaari et al. 2012; Sagarnaga 2007, quistar, desarrollar y civilizar. Las mismas
2014b). Pero no se ha explorado detenida- nociones han caracterizado hasta la fecha el
mente las implicancias de estos hallazgos, en movimiento indígena, que busca reconstruir
especial los posibles nexos entre Tiwanaku y Tiwanaku o el Tawantinsuyu de una mane-
grupos de las tierras bajas y el chaco que usan ra igualmente andinocéntrica, a pesar de la
tales adornos personales. Hasta la fecha, los evidencia de que ambas civilizaciones tenían
varones guerreros guaraníes suelen usar el sus contactos en la selva y derivaban muchas
tembetá y contamos con descripciones de ideas de estos nexos (Gustafsson 2009). Es-
su uso entre los kaiová (Chamorro 1995:63; tos sesgos han tenido efectos negativos hasta
Schaden 1954:111), los barasana (C. Hugh- hoy, a tal punto que una política de concerta-
Jones 1979) y los tupinamba (Fausto 1999), y ción para forjar una nación en común todavía
entre los jívaro o achuar en ritos en busca del no ha ocurrido. Esta situación nos exige una
ánimo o arutam del guerrero (Descola 1993). respuesta a la siguiente pregunta: ¿por qué se
Un mayor entendimiento de estas prácticas ha construido este sesgo andinocéntrico de
en común exige mucha más atención. esta manera? Es quizás porque las políticas
reformistas del mnr no veían más allá de las
Conclusiones reformas agrarias de las tierras altiplánicas,
percibiendo las tierras bajas como nada más
He examinado aquí las dificultades causadas que tierras vacías por colonizar.
por el sesgo “andinocéntrico” al fondo de las La ironía es que uno de los retos funda-
construcciones nacionales de los países de- mentales en el caso boliviano, todavía por
nominados “andinos”. Este sesgo conforma realizar, es el de explorar la realidad de un
hasta ahora parte de un imaginario social tan “estado plurinacional” y sus posibilidades en
arraigado en estas naciones que afecta tam- la práctica, puesto que esta tarea nunca se
bién a los grupos indígenas, a la vez que con- ha hecho a profundidad, ni en la Asamblea
forma parte integral del andamiaje estatal Constituyente de 2006-2009. A mi modo de
que es difícil de deconstruir. Me he centrado ver, esta exploración debe privilegiar el pre-
en el caso de Bolivia, explorando las maneras miso que los centros y periferias de los An-
en que, en estas construcciones, se ha pasado des (o de la Amazonía) no son singulares, y
por alto otras identidades, en especial el pa- que cualquier investigación al respecto debe
pel de las tierras bajas del oriente del país (lo orientarse a repensar los Andes desde las tie-
que abarca los llanos mojeños, la parte ama- rras bajas y vice versa.
zónica y del chaco), aunque estoy consciente Pensar en los nexos transversales del país
de otras influencias vitales todavía ignoradas, en vez de las divisiones internas, nos ayuda-
entre ellos el Magreb. ría a construir nuevos modelos de intercam-
Mi argumento, siguiendo a otros, sostie- bios productivos, tecnológicos e ideológicos.
ne que eran las construcciones arqueológicas Es igualmente importante que esta tarea ten-
del nuevo Estado boliviano de 1952, forjada ga lazos con los programas educativos y mu-
por los activistas de mnr, que han puesto en seológicos en el país, y los lazos incipientes
122 Textos Antropológicos Vol. 17 / Nº 1

entre ellos. Se debe pensar cómo sería una gent por sus críticas, a Jédu Sagárnaga por
historiografía plurinacional y, asimismo, una su respaldo bibliográfico y a Juan de Dios
arqueología orientada a una identidad plu- Yapita por haberme animado a escribir el en-
riétnica (Capriles 2003). Se cuenta en la últi- sayo y por sus correcciones al texto. La ver-
ma década con el apoyo institucional en esta sión del ensayo en inglés saldrá prontamente
tarea de organizaciones como pieb (Progra- en el libro Critique of Andean reason/Crítica
ma de Investigación Estratégica), que ha lan- de la razón andina, editado por Carlos Abreu
zado ciertos avances en investigaciones sobre Mendoza y Denise Y. Arnold, en la Editorial
temas relevantes. Una de las desventajas es A Contracorriente.
que hasta la fecha el Estado boliviano bajo
Morales ha ido centralizándose (en busca del Referencias citadas
centralismo democrático) en vez de descen-
tralizándose, haciendo cada vez más lejana Agüero P., C.
esta posibilidad. Una investigación reciente 2007 Los textiles de Pulacayo y las relacio-
de pieb percibe este problema en términos nes entre Tiwanaku y San Pedro de
de una nación “cívica” reconstruida que do- Atacama. Boletín del Museo Chileno de
mina una nación “étnica” en su interior, en Arte Precolombino 12(1):85-98.
que la inclusión indígena ha sido poco más Aires da Fonseca, J.
que una “envoltura epidérmica” cubriendo la 2007 Do século xix ao xx: cartas e pu-
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mer paso en las tareas pendientes es el de “ir ta Amazónica. Anuario Antropológico
adelante mirando atrás” (como se dice en ay- 86:213-226.
mara, qhip nayr uñtasaw sartaña), puesto que Anderson, B.
sin este entendimiento, nos quedamos con 1991 [1983] Imagined Communities. Reflections­
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momento, sobre el pasado indígena como un lism. Verso, London and New York.
siglo de oro, necesario en su momento, pero Ángelo, D.
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130 Textos Antropológicos Vol. 17 / Nº 1

2008 The Llanos de Mojos. En Handbook Tiwanaku ocurrió después de su auge, probable-
of South American Archaeology, edita- mente marca la incorporación de Tiwanaku en el
ámbito de aymara como una lengua franca entre
do por H. Silverman y W. H. Isbell, poblaciones de pastores en varias regiones de los
pp. 927-939. Springer, New York. Andes. Esto no implica una ruptura poblacional en
Wassén, S. H. la región ni discontinuidades civilizacionales entre
1965 The use of some specific kinds of el auge de Tiwanaku con sus pukina o urukilla ha-
blantes y los períodos tardíos de esta civilización
South American Indian snuff and
multilingüe con la incorporación del uso de ayma-
related paraphernalia. Etnologiska ra. Los trabajos arqueólogos no han encontrado
Studies 28, Göteborgs Etnografiska ningún tipo de discontinuidad civilizacional ni po-
Museum, Göteborg. blacional, y en nuestros trabajos con los textiles de
Zuidema, R. T. la región, igualmente hemos planteado continuida-
des civilizaciones entre ambos períodos en vez de
1989 The moieties of Cuzco. En The at- discontinuidades (Arnold y Espejo 2013b, cap. 8).
traction of opposites: Thought and society 3 El libro El Cusco, paqarina moderna por Yazmín
in the dualistic mode, editado por D. López (2007) reconstruye los procesos complejos
Maybury-Lewis y U. Amangor, pp. del desarrollo cultural del Cusco como un espacio
moderno, pero con una continuidad histórica con
255-275. University of Michigan
el pasado, desde los inicios del signo xx. Gracias a
Press, Ann Arbor, mi. Carlos Abreu Mendoza por llamar mi atención a
esta referencia.
Notas 4 Comunicación personal de Walter Sánchez.
5 Se trata de la pieza Quitor-2, Nº 1983:15, en la
1 Véase también Meyers (1998, 1999), Meyes y Ul- Colección Museo Arqueológico R. P. Gustavo Le
berto (1998) y Combés (2009). Paige, s. j.
2 Nótese que la teoría lingüística actual, que la di-
seminación de lengua aymara hacia la región de

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