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Editorial 

Los abogados invocan el derecho. Los magistrados lo aplican. En nuestra Facultad se


enseña, muestra, debate y aprende el derecho de diversas formas.

Dado que nuestra vida de estudiantes o de profesionales gira en torno al derecho, es más
que razonable (incluso necesario), saber qué es eso que invocamos, profesamos, aplicamos,
describimos, prescribimos o estudiamos, según las funciones de cada uno. Es decir: en qué
consiste el derecho, dónde se sustenta y cómo es posible conocerlo.

Toda ciencia, estudio o disciplina (al menos en occidente), desde la astronomía hasta la
kinesiología, tiene en claro, como mínimo, el objeto al que se dedica, y la teoría en la que se
apoya. En física o antropología, por ejemplo, los conocimientos y las hipótesis varían
constantemente, e incluso se han producido en la historia rupturas epistemológicas que
implican innumerables consecuencias. Sin embargo, en cada momento el pensamiento parte
de un punto de apoyo, que no es otro que la concepción misma de la materia en estudio.

Los juristas, así como los demás operadores del Derecho, no corren con igual suerte que
aquellos que operan en los campos de aquellos ejemplos, y la revolución copernicana, que en
el Renacimiento dio formidable impulso a las ciencias, jamás llegó al ámbito jurídico, cuya
epistemología no ha cambiado prácticamente desde Justiniano, en el siglo VI. Ocurre que al
determinar su contenido y su método influyen diversos intereses que generan confusiones,
así como una constante puja que tiende a consolidar vaguedades, indefiniciones y diversas
corrientes políticamente orientadas, en ciertos casos con expreso menosprecio del rigor
científico. De poco sirve parcelar nuestros estudios en dirección a objetos divergentes.
Podemos debatir la naturaleza, el método o el contenido del derecho que se analiza en las
facultades del mundo, pero el fenómeno jurídico ha de entenderse como una unidad, sin
perjuicio de las ramas que la componen, distinguidas apenas para su mejor estudio.

Si hemos de convenir una definición de “derecho”, esa definición debe permitirnos conocerlo
y, por lo tanto, proponer un método apropiado para llegar a ese conocimiento. Por ejemplo:
si el derecho ES una práctica social, convendrá saber si su descripción se distingue en algo
de la sociología y si su creación o establecimiento se distingue en algo de la retórica (en
cuanto a sus funciones y objetos de estudio y práctica). Si es justicia, será necesario
disponer de un medio confiable, público y aceptable para alcanzar el conocimiento de lo
justo, lo ético (con sus distintas acepciones), lo equitativo, lo moral. Si es un sistema de
normas, será preciso establecer un procedimiento para la identificación, agrupamiento y
sistematización de tales normas, así como estudiar los mecanismos que permiten crearlas,
aplicarlas, modificarlas, derogarlas o cumplirlas.

En nuestra cátedra predomina el enfoque positivista, enmarcado en los métodos de


la filosofía analítica. Pero ese enfoque no se impone a persona alguna ni implica
adoctrinamiento: todas las opiniones son bienvenidas al debate libre, para que cada uno,
según sus propios criterios, acabe por ratificarlas, depurarlas, modificarlas o cambiarlas. Las
distintas visiones y enfoques no sólo son bienvenidos sino también enriquecedores, ya que
contribuyen a decantar, clarificar y mostrar alternativas epistemológicas. 

Lo que se pretende es que el pensamiento personal de cada alumno alcance tres niveles de
coherencia: 1.- Interna, en el sentido de no contener contradicciones. 2.- Personal, en el
sentido que su operador se sienta cómodo con él y dispuesto a aplicarlo lealmente en su vida
de estudiante y de profesional. 3.- Pragmática, en el sentido que ese pensamiento teórico
no trabe la práctica cotidiana sino, al contrario, le proporcione una estructura capaz de
fomentarla y hacer la práctica del Derecho más fructífera, fluida y coherente con sus fines
(previa toma de postura y concientización sobre lo que ella implica).

La presente página, que se encuentra bajo cuidado y administración del abogado docente
Aníbal Javier Fidanza, estará al servicio de estos propósitos y convoca abiertamente a quien
lo desee a sumarse a la tarea por una concepción que aporte racionalidad al fenómeno
jurídico, a sus concepciones, sus métodos de producción y estudio, con el objeto de
esclarecer los fundamentos y modalidades del discurso jurídico y contribuir al avance del
derecho. 

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