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sanchezovadilla@live.com
(*) Exposición desarrollada en el marco del CONVERSATORIO denominado “Nueva Cartografía de Resistencias
en Argentina: la Construcción Colectiva De Ciudadanía a partir de los Planteos Feministas y Laicistas.
Actualidad y Desafíos”, llevado a cabo el día 14 de diciembre del 2018, en el aula 4 de la Facultad de Derecho
y Ciencias Sociales de la UNT. Declarado de Interés Académico mediante Resolución N° 1546-2018.
(**) Abogado y Procurador (Derecho UNT). Actualmente se desempeña como Ayudante Estudiantil ad
honorem en la Cátedra A de “Teoría del Estado” (Derecho UNT). Colaboró en la publicación digital “Contenidos
Transversales - El derecho y la construcción de una ciudadanía democrática, pluralista e inclusiva”, de la Dra.
Seguí, Adela (Proyecto PFAVA, SAIJ-2017). Recibió la 1ra Mención Especial en el marco del “1° Concurso
Provincial de Investigación en Derechos Humanos” (Secretaría de Estado de DDHH – Gob. Tucumán - 2017). -
Viernes 14 de diciembre de 2018
Introducción:
[Este evento forma parte del trayecto iniciado durante el mes de noviembre pasado, a través del Taller
Intensivo de Formación Jurídico-Política: “Herramientas Teórico-Prácticas Para Una Ciudadanía Activa,
Participativa Y Crítica”]
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1. Perspectiva Político Jurídica
a) Maffía (2018):
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ser ciudadanos, eran ricos porque los pobres no podían ser ciudadanos, y eran
adultos, porque los niños no podían ser ciudadanos.
“¿Les recuerda algo?, ¿esta ciudadanía universal? ¿De la Revolución
Francesa, del Estado Moderno? Son los mismos sujetos que en esa pretendida
ciudadanía universal donde todos eran poquitos.
“Los propios derechos humanos tienen un poco esta consigna: “todos
nacemos libres e iguales y tenemos los mismos derechos”, del año ’48. ¿Y por
qué 30 años después hay que decir que las mujeres también son seres humanos,
y hay qué hacer una Convención por los derechos de la Mujer? ¿No eran
humanas las mujeres? ¿Por qué?
“Esa ciudadanía de la Revolución francesa era completamente restringida.
Ese contrato social: que produce ciudadanos hegemónicos, es androcéntrica.
“Hay un contrato [Carole Pateman], donde quedan fuera las mujeres, porque
hubo un contrato sexual: cada uno iba a tener “su” mujer. Además, esa mujer,
esa mujer va a estar reproduciendo en casa no sólo biológicamente, sino que
también [reproducirá] fuerza de trabajo. Y un tercer factor: reproduciendo
socialmente cómo debían ser hombres y mujeres para luego ocupar socialmente
esos lugares que les tenían reservados (…)”.
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“El concepto de ciudadano hace referencia más a una tensión que se expresa
en la concreción histórico – social de los hombres y mujeres de carne y hueso,
que, con sus comportamientos, condiciones reales de vida, valores,
interacciones, ideas, etc., — ejercen o reclaman derechos y deberes, libertades y
restricciones, poderes y responsabilidades para actuar dentro (o incluso fuera)
de los referentes aceptados como los marcos propios de la ciudadanía.
“La discusión sobre la ciudadanía y su vinculación necesaria con la
democracia es una discusión central en el análisis político. Desde el momento
mismo en que se reconoce el surgimiento del ciudadano como nuevo sujeto
histórico que desplaza al súbdito (éste sólo es sujeto de deberes; aquel es sujeto
de deberes y derechos como lo anotó Hannah Arendt), el concepto de ciudadanía
se convierte en un referente obligado para entender el papel histórico de los
hombres en la construcción de relaciones democráticas.
“Es ya clásica la definición adoptada por Thomas Marshall (1998) quien
concibe la ciudadanía como plena pertenencia a una comunidad que le garantiza
a los individuos, en tanto los reconoce como ciudadanos, iguales derechos y
deberes, libertades y restricciones, poderes y responsabilidades. Marshall a
partir de un análisis histórico, reconoce tres tipos de derechos: los civiles (siglo
XVIII), los políticos (siglo XIX) y los sociales (siglo XX).
“Pero Bustelo defiende que lo que requiere América Latina para una
democracia verdadera y real es un nuevo modelo de ciudadanía emancipada
para la cual “el tema principal lo constituye la igualdad social como valor central,
entendida fundamentalmente como el derecho de las personas —en tanto que
miembros/socios de un esquema de cooperación social común— a tener iguales
oportunidades para acceder a los bienes sociales y económicamente relevantes.
“Igualdad implica equidad —proporcionalidad en el acceso a los beneficios y
costos del desarrollo— y también, justicia redistributiva basada en la solidaridad
colectiva” (1998: 250). Es lo que propone el proyecto político contrahegemónico
participativo, con el cual se pueda construir una “nueva gramática social”, en la
que confluyan la democracia participativa con la democracia representativa.
c) Iazzetta/Bustelo (2004):
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“De manera que la ciudadanía social mantiene afinidades con la democracia
si favorece su emancipación y autonomía. En este sentido, Bustelo distingue dos
modelos alternativos de ciudadanía de los que derivan distintas formas de
entender la política social y la relación con el estado. Hay, por un lado, un modelo
de ciudadanía asistida que entiende esencialmente a la ciudadanía social como
una “ciudadanía subsidiada” basada en una ética de compasión cuyas políticas
sociales se focalizan sobre la pobreza y los grupos socialmente más vulnerables,
formando “redes de contención”. Este modelo mantiene fuertes afinidades con
el viejo clientelismo electoral y paternalismo social (de ciudadanía “tutelada” por
un “líder”) que ha estado tradicionalmente vigente en América Latina. (1998:
249).
“Por otro lado, Bustelo distingue un modelo de ciudadanía emancipada que
reconoce otra tradición conceptual fundada en la preocupación por lo común,
por el interés del conjunto. En este modelo las personas no son “pacientes”, es
decir, objetos de tratamiento o intervención pública, sino actores en su doble
dimensión individual y societaria: la emancipación es individual ya que los
individuos son autónomos, pero a su vez todos forman parte de la conversación
a través de la cual se desarrolla una comunidad de argumentos: por eso se trata
de una emancipación democrática (251). Esta idea hunde sus raíces en la
concepción marshalliana que reivindica un tipo de igualdad humana básico en la
que los derechos de los miembros de una comunidad proceden de la simple
pertenencia a la misma. De modo que la expansión de la ciudadanía y la
emancipación de las personas pasa esencialmente por profundizar la
democracia y sus instituciones (273-274).
“Como puede apreciarse, no se trata de resignar la idea de que el estado
cubra una tarea tanto en el orden económico como en el social -hoy por hoy
ineludible e impostergable- siempre que logren garantizarse aquellos derechos
que permitan mejorar la calidad del régimen democrático.
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Espíndola (2009):
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“Las nuevas demandas que resultan de las nuevas identidades políticas y
sociales son articuladas y motorizadas por nuevos actores sociales que
sustituyen a los que reflejaban las identidades políticas y sociales tradicionales-
fundamentalmente partidos y sindicatos, respectivamente-. Ahora bien, los
nuevos actores emergen de la sociedad civil y, por ello, antes de examinarlos
realizaremos algunas precisiones en torno de ésta.
“En primer lugar, corresponde señalar que la sociedad civil misma, en la
medida en que constituye el ámbito desde el cual surgen los nuevos actores
sociales que canalizan las nuevas demandas, suele ser entendida en su conjunto
como un nuevo actor social, lo cual, si bien en principio podría generar cierta
perplejidad, conforme lo que sigue ya se comprenderá que puede resultar
admisible”.
“(…) Podemos afirmar que la sociedad civil es la esfera de relaciones entre
individuos y entre grupos de individuos que se desarrollan al margen de las
relaciones de poder que tienen lugar en el ámbito del Estado y del mercado.
“La sociedad civil se visibiliza como nuevo actor social cuando en las últimas
décadas del siglo XX se desarticulan los dos grandes factores de integración
social de la sociedad contemporánea; el Estado nacional, que sustentaba la
identidad nacional y el mercado, que sustentaba la identidad “trabajador”.
“La sociedad civil cobra presencia como nuevo actor social
fundamentalmente a través de tres clases de organizaciones sociales que operan
en su ámbito; ONG’s, los Movimientos Sociales (MS) y el periodismo de denuncia.
“Tratándose de los MS, en general están integrados por sectores populares
que operan sobre la base de una demanda concreta y particular, normalmente
asociada con reclamos de justicia o esclarecimiento de casos vinculados con
violaciones a los derechos humanos.
“Su área de influencia es mucho más amplia que la de las ONG’s, dado que al
estar los MS asociados a casos de discrecionalidad y autoritarismo estatal en los
que hay víctimas (ciudadanos comunes con los que se solidarizan sus amigos,
parientes y vecinos) y victimarios claros (funcionarios y autoridades bajo
sospecha), suelen concitar rápidamente el interés de la opinión pública el que, a
su vez, resulta potenciado por el eco que los mencionados casos suelen despertar
en los medios masivos de comunicación.
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Uprimny (2011):
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“Un breve examen de las orientaciones de las reformas constitucionales
recientes muestra que, a pesar de las obvias diferencias nacionales, la mayor
parte comparte algunos rasgos comunes en la definición de los principios
ideológicos del Estado y en la regulación de los derechos y deberes ciudadanos.
“Primero, en la mayoría de las reformas y de los nuevos textos
constitucionales se modifica sustancialmente el entendimiento de la unidad
nacional, a fin de remarcar que esta no es fruto de una homogeneización de las
diferencias culturales, como intentaron hacerlo algunos proyectos
constitucionales previos en décadas pasadas,2 sino que es, por el contrario, un
reconocimiento acentuado de las diferencias y una mayor valorización del
pluralismo en todas sus formas.
“Muchas Constituciones empiezan entonces a definir a sus naciones como
pluriétnicas y pluriculturales y establecen como principio constitucional la
promoción de la diversidad,3 por lo cual estamos frente a una suerte de
constitucionalismo de la diversidad. El reconocimiento de la diversidad étnica y
cultural viene acompañado entonces de la consagración de la diversidad y la
igualdad religiosa.
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incorporaron los derechos civiles y políticos heredados de las tradiciones
demoliberales –como la intimidad, el debido proceso, la libertad de expresión o
el derecho al voto– sino que también establecieron ampliamente los derechos
económicos, sociales y culturales –como la educación, la vivienda o la salud– e
incluso avanzaron en el reconocimiento de formas de derechos colectivos, en
especial el derecho al medio ambiente, pero también derechos especiales de
autonomía y ciudadanía a ciertos grupos poblacionales, en especial a los
indígenas.
“Las técnicas de reconocimiento de esos derechos han tenido algunas
variaciones nacionales; en algunos casos, como en la Argentina,8
[8 Véase el artículo 75 numeral 22 de la Constitución argentina, que establece una extensa
lista de los tratados de derechos humanos que adquieren rango constitucional.],
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entre hombres y mujeres, con lo cual el constitucionalismo latinoamericano
autoriza o incluso exige la adopción de ciertos enfoques de género en las políticas
públicas y en los desarrollos jurídicos.
“Octavo, este generoso reconocimiento de derechos de distintas tradiciones
–liberal, democrática y socialista– llevó a varios textos constitucionales a
incorporar la fórmula ideológica del llamado “Estado social y democrático de
derecho”, desarrollada por el constitucionalismo europeo de posguerra como
marco ideológico de las nuevas organizaciones jurídicas derivadas de estas
reformas constitucionales.11
“Noveno, la mayor parte de las reformas quiso explícitamente que el
reconocimiento de los derechos fundamentales no fuera puramente retórico,
sino que tuviera eficacia práctica, por lo que se ampliaron los mecanismos de
protección y garantía de esos derechos. Si bien las vías fueron diversas en los
distintos países, se privilegiaron algunos dispositivos institucionales. Así, muchas
reformas previeron formas judiciales directas de protección de los derechos,
como el amparo o la tutela,13
“Las reformas constitucionales de las dos últimas décadas trajeron
aparejados cambios importantes tanto en los mecanismos de participación
ciudadana como en el diseño de las instituciones, en especial en lo que atañe al
régimen político y al ordenamiento territorial.
“Tercero, y directamente ligado a lo anterior, el constitucionalismo
latinoamericano reciente pertenece además a un nuevo tipo porque es
aspiracional o transformativo y con una fuerte matriz igualitaria. En efecto,
parece claro que la mayor parte de las reformas tenían como propósito la
superación de ciertas tradiciones de autoritarismo y arbitrariedad en América
Latina, buscando una mayor consolidación del Estado de derecho y un
incremento de la eficacia del Estado, gracias al reforzamiento de la capacidad e
independencia de la justicia y de los organismos de control. Sin embargo, parece
igualmente evidente que los procesos constitucionales tuvieron propósitos más
amplios, pues buscaron también, y tal vez especialmente, profundizar la
democracia y combatir las exclusiones e inequidades sociales, étnicas y de
género. En ese sentido, la mayor parte de las reformas, siguiendo la terminología
de Teitel, conducen a textos que más que mirar hacia atrás (“backward looking”)
se proyectan hacia el futuro (“forward looking”) (Teitel, 1997: 2014), dado que,
más que intentar codificar las relaciones de poder existentes, son documentos
jurídicos que tienden a delinear un modelo de sociedad a construir. Son, en la
terminología de otros autores como Mauricio García, Constituciones
“aspiracionales” o, en la terminología de Boaventura de Souza Santos,
“transformadoras” (Santos, 2010: 76 y 77), en la medida en que proponen una
democracia incluyente, capaz de incorporar a la democracia y a los beneficios
del desarrollo a los sectores tradicionalmente excluidos de las sociedades
latinoamericanas, puesto que son textos llenos de promesas de derechos y
bienestar para todos.
“Esta naturaleza transformadora del constitucionalismo latinoamericano
reciente ha tomado en general dos vías: por un lado, son Constituciones, como
ya se señaló, densas en derechos, pues se considera que el reconocimiento de
derechos colectivos o económicos, sociales y culturales, sobre todo si tienen
protección judicial, contribuye a una mayor igualdad social y a la transformación
democrática. Por otro lado, también apuestan a que la transformación hacia una
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sociedad más justa se haga por medio de una ampliación de los mecanismos de
participación democrática, para lo cual han incorporado, además de la
democracia representativa, nuevos espacios de deliberación y movilización
democrática.
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gran pensadora argentina, Maristella Svampa, quien explora y señala
contundentes conclusiones respecto de las relaciones de poder que emanan del
accionar de los movimientos sociales, teniendo dicho acontecer impacto en la
reconfiguración de la participación ciudadana y en la efectivización de los
derechos atribuidos a las ciudadanías emergentes.
Lo transcripto a continuación, tratará de destacar los contextos de
construcción colectiva de ciudadanía, ya que Svampa indagó sobre el perfil de las
luchas surgidas al calor de la resistencia latinoamericana contra el Consenso de
Washington, a inicios del siglo XXI.
A mi entender, el planteo de esta autora argentina tiene importante
vigencia, continuidad e incluso, elementos de radicalización respecto de las
nuevas resistencias y formas de participación ciudadana vivenciadas en estos
tiempos, donde los protagonismos de las demandas feministas se visibilizan con
potencia, impactando en otros y nuevos planteos como sucede con la petición de
la separación de la Iglesia del Estado (laicismo).
El título del Conversatorio (“Nueva Cartografía de Resistencias”), aunque
con un marco actualizado, obedece a la expresión acuñada por Svampa.
Svampa (2010):
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representativa y democracia directa y participativa, entre lo institucional y lo no-
institucional, entre el espacio público estatal y el espacio público no-estatal,
entre otros.
“En rigor, en América Latina, el nuevo ciclo de acción colectiva, que señala
una progresiva acumulación de las luchas contra las reformas neoliberales,
arranca en el año 2000, con la Guerra del Agua, en Cochabamba, y tuvo sus
momentos de inflexión tanto en Argentina, en diciembre de 2001, Ecuador, en
2005, nuevamente Bolivia en 2003 y 2006, entre otros. Fueron entonces las
organizaciones y movimientos sociales los grandes protagonistas de este nuevo
ciclo, los que a través de sus luchas y reivindicaciones, aún de la práctica
insurreccional, lograron abrir la agenda pública y colocar en ella nuevos
problemas: el reclamo frente a la conculcación de los derechos más elementales,
la cuestión de los recursos naturales y de las autonomías indígenas, la crisis de
representación de los sistemas vigentes, contribuyendo con ello a legitimar otras
formas de pensar la política y las relaciones sociales.
“Así, en las últimas décadas, los movimientos sociales en América Latina se
han multiplicado y han extendido su capacidad de representación, esto es, han
ampliado enormemente su plataforma discursiva y representativa en relación a
la sociedad: movimientos indígenas y campesinos, movimientos urbanos
territoriales, movimientos socio-ambientales, movimientos y colectivos lgbt, en
fin, colectivos culturales, dan cuenta de la presencia de un conjunto de
reivindicaciones diferentes, con sus respectivos clivajes identitarios,
configurando un campo multiorganizacional extremadamente complejo en sus
posibilidades de articulación. Heterogéneos en sus demandas, al igual que en
otras latitudes, los movimientos sociales nos trasmiten una tendencia a la
reafirmación de la diferencia y el llamado al reconocimiento. Sin embargo, si la
tendencia a reafirmar la primacía de la diferencia aparece como un rasgo global
de los movimientos sociales, no es menos cierto que en América Latina, en los
últimos tiempos, uno de los problemas centrales y potencialmente unificadores
es aquel de la tierra y del territorio.
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del capital puede ser caracterizada como de “acumulación por desposesión”,3
proceso que ha producido nuevos giros y desplazamientos, colocando en el
centro de disputa la cuestión del territorio y el medio-ambiente. Asimismo, la
nueva etapa también aparece asociada a nuevos mecanismos de desposesión,
como la biopiratería o la apropiación de formas culturales y cultivos tradicionales
pertenecientes a los pueblos indígenas y campesinos.
“No es casualidad, entonces, que en este escenario de reprimarización de la
economía, caracterizado por la presencia desmesurada de grandes empresas
transnacionales, se hayan potenciado las luchas ancestrales por la tierra, de la
mano de los movimientos indígenas y campesinos, al tiempo que han surgido
nuevas formas de movilización y participación ciudadana, centradas en la
defensa de los recursos naturales (definidos como “bienes comunes”), la
biodiversidad y el medio ambiente; todo lo cual va diseñando una nueva
cartografía de las resistencias, al tiempo que coloca en el centro de la agenda
política la disputa por lo que se entiende como “desarrollo sustentable”.
* Bibliografía:
Espíndola, Alfredo Martín, “Crisis y Porvenir de la Representación Política Moderna” (capítulo 3.),
en “Crisis y Vitalidad de la Representación Política Moderna en los Regímenes Políticos
Occidentales Actuales. Con especial referencia a América Latina y Argentina. 1989-2009”. 1ª Ed.
Colección TESIS. Facultad de Filosofía y Letras (UNT). 2009. Páginas 188-193.
Iazzetta, Osvaldo, en “La reconstrucción del estado mirada desde la cuestión democrática”.
Publicado el 10 diciembre de 2016. https://www.revistakairos.org/la-reconstruccion-del-estado-
mirada-desde-la-cuestion-democratica/
Maffía, Diana, en “Charla – Diseño y Estudios de Género". Publicado el día 16 de julio de 2018, por
el Centro Audiovisual Mediateca FADU UBA https://www.youtube.com/watch?v=oPoiOYyPw_A
Zubiría Mutis, Blas, en “Democracia y ciudadanía en América Latina: Dos procesos, dos conceptos
claves en permanente construcción”, (2009) citando a Bustelo, Eduardo: “Expansión de la
Ciudadanía y Construcción Democrática” (1998). (fragmento). Páginas 6-9
https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/5114846.pdf
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