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Investigaciones Ingles Taller 1104952489 PDF
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aviso
Prólogo...................................................................................................................... 11
Capítulo 1 ................................................................................................................. 15
Capítulo 3 ................................................................................................................. 52
Capítulo 4 ................................................................................................................. 67
Capítulo 5 ................................................................................................................. 91
Medea nació como la nieta del dios griego Apolo, y entre los primeros de su
pueblo que él maldijo a morir. Pero ella no dejará que nadie gobierne su vida.
Ni siquiera su notorio abuelo. Y cuando Apolo envía una nueva plaga para
destruir lo que queda de su gente, ella se niega a esperar y verlo acabar con
todo lo que ama de nuevo.
Esta vez, ella sabe de un arma secreta que puede detener al antiguo dios y a
su ejército de demonios. De una vez por todas. Sin embargo, dicho dispositivo
está en manos de un dragón que no quiere nada que ver con la política, los
dioses, la humanidad, los demonios o los apollitas griegos. Y sobre todo ella. Es
el objeto inamovible.
El enemigo de mi enemigo…
Apolita. Descendientes de Apolo. Alguna vez fueron una raza única. Pero
cuando un grupo se reunió y mató a la amante de Apolo junto con su hijo, este
dios los maldijo a todos. Ahora no pueden exponerse a la luz solar y deben
alimentarse de la sangre de otros Apolitas para sobrevivir. La peor parte de la
maldición es que morirán en su cumpleaños número veintisiete, la edad de la
amante de Apolo al morir.
Were Hunter. Primos de los Apolitas, son una especie creada por el rey
Lycaon de Arcadia. Lycaon se había casado con una Apolita, y cuando ésta
murió a sus veintisiete años, él supo que lo mismo le pasaría a sus dos hijos, por
5 de mayo
Traición.
Fría y brutal, siempre tomaba la forma y el estado del amigo más cercano y
aliado. Y picaba tan profundo en el alma que te dejaba sangrando y débil,
preguntándote si encontrarías alguna vez tu camino para confiar otra vez.
Peor que eso, el traidor bastardo siempre venía cuando menos lo esperabas.
Y en el peor maldito momento.
Ni una vez.
Más bien, parecían vanagloriarse apuñalándolo a través de su corazón herido
tan despiadado y viciosamente como era posible.
—¡Maldita sea, Maxis! ¿No fue suficiente que dejaras a Hadyn sola para
morir entre los humanos? ¡Ahora también tomas a mi hijo!
Los ojos de color verde avellana de Maxis brillaron hasta convertirse en oro,
—¡No es justo! Hice todo lo que pude para salvar a nuestro hermano. ¿Cómo
te atreves a tirarme eso a la cara! ¡Habría dado mi vida por la suya!
Su peor pesadilla.
—¿Cómo tú?
Nay, no lo haría. La verdad era una píldora aún más amarga de tragar.
Y por eso, odiaba a Max todavía más. Porque ahora sabía por un indiscutible
hecho que era tan poco amable como su querida madre había proclamó que era
su llegada a esta existencia odiosa.
—¡Maldita sea! —gruñó Dev—. ¡Es mejor que te hayan vacunado contra la
rabia, muchacho!
Gruñendo en esa forma única que solo un cambiante oso podía, Remi
continuó intentándolo y empujándolos para que pudiera alcanzar a la mujer
quien aún no se había movido.
—Sabes, Medea, dado lo que ocurrió la última vez a uno de tus grupos
cuando se presentaron aquí, has tenido mucho nervio.
La última vez que habían perdido su licencia, Santuario había sido demolido
y habían perdido a sus padres y a varios buenos amigos.
Otra vez.
Sobre todo, tenían que mantener su limani en pie para que ningún
cambiaformas o demonio pudieran guerrear aquí. Todos habían perdido
demasiado durante la última batalla que había destrozado su familia. Ahora,
tenían incluso más que perder.
—¿Bien?
Remi asintió.
—Me han dicho que soy idiota. Muchas gracias. Creía que él eras tú. ¿Podría
uno de ustedes, bastardos, cortarse el cabello para poder diferenciarlos?
Dev rodó los ojos. Luego señaló al doble tatuaje del arco y la flecha en su
bíceps.
—Tengo una marca que me distingue de los otros idiotas con los que estoy
relacionado con sangre, ¿sabes?
—¡Oye, oye! —Dev atrapó su brazo—. ¿En qué estás pensando, hombre?
—Que mamá debería haberte comido cuando fuiste parido. O al menos antes
de destetarte.
Dev bufó.
La nariz de Remi se arrugó en esa manera que decía que estaba muy
inclinado por la sangre.
Buena pregunta. Falcyn podría tener los mismos poderes que Max. Entonces
otra vez, él no podría. Incluso si lo hiciera, no había garantía que los usara, ya
que ayudar a otros no era exactamente la prioridad del hosco dragón.
—¿Dónde está tu auri…? —La voz de Dev se apagó cuando recordó que una
de las cosas favoritas de Aimee era mordisquear las orejas de Fang en la
habitación trasera cuando nadie más estaba alrededor. Disgustado por el
pensamiento de su hermana pequeña tocando algún macho en una manera
sexual, le hizo estremecerse—. No importa. Agarraré a Cherif. No puedes
Y la esposa de Dev, Sam. Ella nunca le había confundido con sus hermanos,
lo cual era una de las muchas razones por las que la amaba.
Medea arrugó su cara hacia todos los humanos en el oscuro y ruidoso bar
cuando se mecieron con la música de la banda local de cambiaformas que
irónicamente se hacían llamar The Howlers1. Mierda, como los odiaba a todos.
Aunque para ser honestos, sería un buen festín para ella si tenía que elegir
darse el gusto, no es que necesitara su sangre para alimentarse, a diferencia de
los otros de su raza.
Cuanto más tentada estaba, más se esforzaba para ignorar todas las
gargantas que serían tan fáciles de desgarrar y buscar la cara familiar de su
medio hermano. Aunque ella y Urian técnicamente eran enemigos quienes
luchaban en lados opuestos de esta guerra, él aún era uno de los pocos que
consideraba amigo.
Medea frunció su labio ante una línea cursi. ¿Peor? El sucio humano apestoso
de alcohol barato y algo de colonia debía haber sacado una autorización de
pasillo en la farmacia.
—Fuera de mi camino.
—Ah, vamos, ¿por qué quieres hacerme eso, nena? Sé amable y quédate un
ratito. —Él puso un áspero agarre en su brazo para sujetarla a su costado.
—¿Oh sí?
No es que Medea le culpara. Este Cazador Were era enorme, incluso para los
estándares no humanos. Alto. Musculoso. Su piel caramelo le haría la boca agua
a cualquier mujer. Y para su instantáneo horror, no era inmune a sus encantos.
El aire a su alrededor estaba lleno de ellos. Este crujió en una manera que era
evocador de Acheron Parthenopaeus, un dios atlante quien pretendía ser un
Cazador Oscuro por razones que solo él sabía. Más que eso, ni siquiera podía
decir a qué pertenecía este engendro particular de Cazador Were. Oso, lobo,
pájaro, león, leopardo, pantera, tigre, dragón, jaguar, chacal, o mono. Él era tan
poderoso.
—¿Qué eres?
Falcyn sintió una extraña media sonrisa curvando sus labios. Algo raro, raro
en él. Pero entonces había pasado mucho tiempo desde que había visto un
bocado tan apetitoso como esto. Su cabello rubio-blanco era de un tono inusual,
pero natural. Y contrastaba afiladamente con sus ojos negros.
Y ella no solo era una Daimon. Había algo mucho más fuerte dentro de ella.
Algo que podía saborear y oler. Su olor era como miel para su lengua.
Nadie había sido tan desdeñoso con él. Mayormente porque se comía a esos
idiotas y limpiaba sus dientes con sus huesos. Y antes de que incluso se diera
cuenta de lo que estaba haciendo, estaba detrás de ella.
—Oh, ya veo. Eres un perro. Bueno, Fido, estoy segura que hay algunos
humanos amables en el bar a quienes les gustaría llevarte a casa y domesticarte.
Yo no soy una de ellos. Así que vete, chico. —Le chasqueó su lengua como haría
una humana a su mascota o a un vagabundo al que estaban intentando
desgarrar—. ¡Vete! ¡Vamos!
—Así que eres la reina bruja de los Daimons. Ellos me dijeron que eras algo
más. Pero ¿cómo saben muchos de ellos que tienes sangre de demonio en ti?
Ella levantó una ceja a su pregunta, luego le dio una sonrisa insidiosa que
hizo que su pene se sacudiera.
Él rió. Algo que hizo que cada Were Hunter cerca de ellos retrocediera y
mirara boquiabierto.
—Pregunta equivocada.
—¿Por qué?
—No eres ninguno de ellos, ¿verdad? —Los Were Hunters habían sido
creados hace eones por el rey de Arcadia en un intento desesperado para salvar
las vidas de sus hijos de una maldición lanzada sobre la raza de su madre por el
Este no era un hombre con el que hubiera tratado, sino una criatura de
inmenso poder.
—Como tú, princesa, soy algo mucho, mucho más viejo que esos medio
griegos por golpes… Mortífero. E impredecible.
—Sé que no eres un dios.
Y él definitivamente era uno de ellos. Ella lo sabía con cada simple molécula
de su ser.
—¡Falcyn!
Alto y musculoso, e imperturbable por ese insulto, Urian estrechó sus ojos
mientras rápidamente cerraba la distancia entre ellos. Su cabello rubio-
blanquecino caía suelto alrededor de sus hombros, acentuando sus afilados
gestos cuando mantuvo su atención intensamente centrada en Falcyn,
observando sus sacudidas. Las cuales también le dijeron cuán letal y rápido ser
era.
Una bestia sin miedo y poderosa, Urian era solo cauteloso alrededor de esos
quienes eran dignos. Descartaba al resto.
Falcyn bufó.
—Como si diera dos mierdas por las leyes de Savitar. —Él rastrilló una
amarga mirada sobre Urian—. O a ti, por lo que importa. E incluso menos para
tu jefe. Así que ni siquiera pienses en arrastrar el nombre de Acheron en esto
como protección de mi ira. Le reto a decirme una simple palabra… sobre algún
asunto.
Urian frunció el ceño por sus palabras y bravuconería, dado el hecho de que
Acheron era el Destino final después de todo. Desafiarle mientras conocías su
verdadero lugar en el universo era un nivel especial de estupidez y valentía que
muchos carecían.
La mirada de Falcyn pasó por encima del hombre de Urian hacia algo en la
Medea saltó por la profunda voz que habló cerca de su oído. Sobresaltada, se
giró para ver a otro hombre extraño en la multitud del bar. Uno quien estaba de
pie como Falcyn, pero por otras razones. Su cabello era tan pálido como el suyo,
incluso un poco más, y sus ojos de un tono lavanda particular. Aún con toda su
palidez, su piel no era blanca como había asumido que sería alguien con
albinismo. Más bien, era de un rico caramelo como la de Falcyn.
Más que eso, sus orejas eran un poco puntiagudas. Durante un momento,
dada la belleza de sus gestos, pensó que podría ser fey… Adoni o algo así. Pero
por la manera que se movía, y dado el olor en él, desechó el pensamiento.
—Ahora, Blaise, ¿por qué no vas y traes a Xyn a esto? ¿Especialmente dado
que es un tema doloroso?
Falcyn se burló.
—No es cierto. Tengo muchos, hasta que tú, Kerrigan, e Illarion los
marchitan en el olvido. Pero creo que me las arreglo para salvar a uno o dos.
Por favor, intenta no matar a esos dos. Podría necesitarlos un día.
Falcyn hizo otro sonido tan profundo en su garganta que vibró a través del
cuerpo de Medea.
—Un día tenemos que hacer todo un día de maratón de películas para
ponerte al día con mis referencias. —Y con eso, la empujó hacia las escaleras.
Pero Medea no pudo resistir una rápida mirada de vuelta al extraño cuya
presencia aún la embrujaba. ¿Peor? Él continuó observándola con esa
penetrante mirada como si fuera una liebre con la que estaba jugando para
devorar en el almuerzo.
Urian dudó.
—No creo que estén relacionados realmente. Los dragones tienen una idea
incluso más peculiar de lo que constituye la familia que nosotros.
Al menos que ella supiera, y dado el hecho de que había caminado por esta
tierra durante más de once mil años, sabía bastante sobre los cambiaformas y el
mundo sobrenatural que la había visto nacer.
Y ellos.
Especialmente desde que su padre era uno. Pero su forma de dragón venía
del hecho de que era un semidios, y no un cambiaformas verdadero. A
diferencia de ellos, él no podía aguantar su forma durante mucho tiempo, o
vivir en ella.
—¿Has visto alguna vez la película Bambi? Esos bastardos son una extraña
arma. Y no me hagas empezar con el Santo Grial de Monty Python y ese harey2-
pesadilla. —Blaise se estremeció visiblemente—. Llega hasta el punto que ni
siquiera quiero ver esa cosa rosada de relleno que lleva Nim.
2 Hace una pequeña referencia harey karey que es un ritual de suicidio japonés.
Al mencionar al inocente demonio babosa, Falcyn rodó sus ojos tan fuerte en
su cráneo, que en realidad quemó.
—Oh sí, porque estás acaparando toda la normalidad. ¿Alguna vez te has
molestado en mirar en ese abismo, amigo mío? Te prometo que la olla está
llamando a la cazuela.
—Vaya, eso es una hostilidad seria la que tienes ahí dentro, amigo. Necesitas
Falcyn arqueó una ceja ante las palabras inusuales. ¿Darte un respiro?
—¿De quién has estado rodeado que has recogido todo este nuevo
vocabulario?
Blaise sonrió.
—No estaba planeando actuar como tal. Tampoco sabía que estabas entre los
chicos.
Más agitado de lo que quería, Falcyn cruzó los brazos sobre el pecho
mientras esperaba a que Blaise terminara esa frase.
—¿Ellos?
—Los perros de Morgen. Eso es lo que intentaba decirte. Ella les estaba
dando un agujero, y mientras no puede atravesarlo, su Círculo ahora puede.
Tanto para ser solo la batalla de Blaise. La sangre de Falcyn fluyó gruesa a
través de sus venas mientras se dirigía hacia la rubia Adoni que le había robado
todo lo que había esperado amar.
Esas palabras solo incendiaron más su ira cuando despertaron un dolor tan
profundo dentro de él que ni siquiera todos esos siglos pudieron sofocarlo.
Blaise jadeó. El nacimiento de su hijo era algo que Falcyn nunca había
mencionado a otra criatura viviente.
Nada.
Y ese era el porqué Falcyn había amado y protegido a Blaise durante todos
estos siglos.
Porque Blaise no era realmente su hermano.
Falcyn sintió que la sangre se le escurría de las mejillas. No… ella estaba
mintiendo.
Tenía que hacerlo.
Blaise se lamió los labios lentamente. Su tez palideció tanto como Falcyn.
—En realidad, era una puta. Traidora desde el primer suspiro hasta el
último.
Narishka levantó la barbilla con un valor que sería admirable si no fuera por
la estupidez de su desafío, dado su odio y descarada indiferencia por su vida.
—¿Para qué? —La pregunta estaba fuera antes de que pudiera detenerla. Ni
siquiera sabía por qué se molestaba, ya que no tenía ningún deseo de extender
su vida o escuchar otra sílaba de sus labios que estaban más acostumbrados a
derramar mentiras que verdades.
—Tienes algo que necesitamos.
Él frunció el ceño aún más, ya que no había nada en la vida que protegía.
—¿Debemos negociar?
O los Were Hunters, quienes por regla general tenían una audición muy
sensible.
—Sí, pero por lo que sabes, esta plaga podría infectarte también. Sea lo que
sea que Apolo desató sobre nosotros se está cobrando un terrible peaje. Sé que
odias a nuestro padre, pero…
En absoluto.
—Tienes un poco de nervio para venir aquí y pedirme que ayude a Stryker o
a Apollymi, habida cuenta de lo que ambos me han quitado.
—Lo sé. Lo cual te dice lo desesperada que estoy. —Tragó saliva—. No son
los únicos que están enfermos, Uri. Davyn también. Él morirá si no nos ayudas.
La única verdad sobre su hermano: era leal por encima de todo lo demás.
Medea se estremeció ante la mención del Sephiroth que había sido retenido
cautivo por su madre y su tía. Hasta el día de hoy, se avergonzaba de algo que
le que había hecho mientras él había vivido bajo su custodia.
—Se volvió en su contra solo. Los llevó a la masacre por los dioses quienes
nos traicionaron mientras sus soldados ponían su fe y sus vidas en sus manos.
¿Y para qué? Su propio beneficio. Nada más. Sabía exactamente cuán
traicioneros eran todos los dioses y no le importó. Solo su pacto lo hacía. Dejó a
sus soldados morir bajo su mando. Así que sí, lancé mi ira sobre él cuando se
convirtió en más de lo que podía hacer frente. ¿Cómo no iba a hacerlo? ¿Cómo
podía alguien traicionar a las personas que confiaron en él de la manera que lo
hizo? Siéntate y deja que sus enemigos desgarren a sus amigos y familiares.
Brutalmente. No lucharé el amargo final por un extraño. Y se supone que soy el
villano. La hipocresía de lo que le hizo Jared a su ejército me enferma cada vez
que pienso en él. Los vendió a todos para salvar su propio culo para sobrevivir
a esa guerra. No hay nada que odie más en este mundo que a un cobarde.
Una sola lágrima se deslizó por su mejilla al ver la cara de su bebé en el ojo
de la mente. Había sido tan precioso y hermoso con su rizado cabello rubio y
ojos brillantes. Las mejillas onduladas y una risa que había venido de los
—Praxis tenía cinco años, Uri. Cinco. Y murió en agonía en sus despiadadas
manos, gritando para que yo le ayudara mientras ellos… —Se ahogó con las
palabras que todavía no podía pronunciar. Ni siquiera después de todos estos
siglos. El horror era todavía demasiado fresco y crudo en su corazón.
No, no quitado.
Destrozado. Podría haber sobrevivido físicamente, pero por dentro estaba tan
muerta como su marido y su hijo. Solo una cáscara de la mujer que había sido
una vez.
Y nunca más la inocente de ojos de ciervo que alguna vez pensó en este
mundo como un hermoso lugar.
Esa era la única razón por la que todavía estaba de pie. Era lo que la había
Pero Medea tenía razón. No podía permitir que el resto de lo que había sido
sus familiares y amigos murieran y no hacer nada. A diferencia de Jared, no
podía soportar ver a sus amigos asesinados injustamente.
—¿Qué?
Él dudó. No porque no quisiera ayudarlos, sino porque no sabía lo que
Stryker podría hacer con la cura. En sus manos, podría resultar más letal.
De alguna manera esto iba a volverse contra él. Lo sabía. Tales cosas siempre
lo hacían, y lo dejarían sangrando y maldiciendo. Aun así, no podía permitir
que Medea sufriera algo peor de lo que ya había sufrido. Ella tenía razón. Había
pasado por bastante, y al final del día, eran familia. Quizás no en el sentido
convencional, pero sentía un parentesco con ella. Y había crecido pensando que
era uno de los hijos de Stryker. Pensando en la hija de Stryker como su propia
hermana.
Cada vez que miraba a Medea, veía la cara amada de Dyana. Recordado su
Todos habían sido víctimas inocentes de un juego de poder fétido entre los
antiguos dioses. Todos ellos habían pagado un alto costo para seguir viviendo,
solo para odiar a quienes les vieron caer sin razón alguna.
Para bien o para mal, Medea era un poco más su hermana que Tannis. Y
porque la amaba, se negó a aumentar su dolor.
—¿Una qué?
Urian evadió mientras buscaba una forma de explicarlo. Pero no era tan fácil
como debiera ser.
—Por falta de un término mejor, es una roca encantada que tienen los
dragones. Supuestamente, puede curar cualquier cosa. Incluso a los muertos.
Incluso trajo a Max de vuelta después de ser asesinado salvando a su esposa y a
sus hijos. Así que asumiría que podría curar esto, también.
—¿Dónde?
Él asintió.
—¿Puedo matarla ahora? —le preguntó a Blaise con un tono suave que
desmentía su furia.
—Estoy a punto de dártela, pero ¿no tienes curiosidad sobre por qué está
aquí?
Blaise se rió.
—Coge a la perra.
Pero antes de que alguien pudiera moverse, una luz brillante pulsó dentro de
—¿Urian?
—No puedo ver ni una mierda. —Medea levantó su mano para proteger sus
ojos sensibles a la luz.
Era una de las pocas razas que podían infectar a una víctima y convertirlos
en esclavos sin mente.
O máquinas de matar. Ninguno de los cuales apelaba a Falcyn. Mientras que
no le importaba la violencia sin sentido por su bien, quería la decisión final de a
quién y qué mataba para ser solo suyo, y no la orden de algún malvado señor.
Nadie tendría dominio sobre él.
Nadie.
¿Enfadado?
Comprobado.
—Entonces, ¿por qué suenas aterrado y por qué todavía estoy ciego?
Tan pronto como Falcyn terminó esa frase, se estrelló contra un cojín
musgoso. Y algo suave y curvilíneo aterrizó encima de él con un fuerte “huff”.
Peor que eso, le dio un codazo en el estómago.
—Dando el salto, quieres decir, antes de que coja algo que estoy segura que
los antibióticos no curarán.
Se burló de su insulto.
—No es lo que se sienta desde donde estoy tumbado, y todavía estás encima
Con un ceño fruncido, frotó el área maltratada y se puso de pie de modo que
podía mirar alrededor hacia algo más que su culo bien definido. Esperaba
encontrarse en el bar o en Casa Peltier, la residencia que los osos poseían que
estaba pegada a su bar.
Blaise se dio la vuelta lentamente de una manera que decía que estaba
usando su vista de dragón para sentir el éter.
—Bueno, esto no era lo que había planeado.
Apartando las imágenes de su mente antes de que fuera tan ciego como
—Creo que lo sé. Pero no les va a gustar. Estoy seguro de que no.
—Ponnos a prueba.
—Myrkheim.
Falcyn hizo una mueca ante lo acertado que estaba Urian, cuando una úlcera
comenzó en su estómago.
—¿Qué es Myrkheim?
Era una pregunta legítima, supuso, ya que había muchos fey en el mundo
yendo a todas partes, y él no había especificado el panteón. Falcyn suspiró.
—En un tiempo, todos. Pero hoy en día, está reservado principalmente para
los rechazados de Morgen. Y algunos otros bastardos que sufren el IBS.
—Sí, está bien… Entonces, ¿cuál es el…? —Antes de que pudiera terminar su
frase, un perno de luz se disparó entre ellos, estrechamente fallando por poco.
Falcyn asintió.
—¿Por aquí? Mucho.
—¿Está de broma?
Blaise trenzó su largo cabello blanco y lo aseguró con un lazo de cuero que
había desenrollado de su muñeca.
—En caso de que no lo hayas notado, no soy muy bueno en eso. Tienden a
fastidiarse todas las cosas siempre que intento ayudar.
—Y Merlín te eligió como caballero del Grial. ¿En qué diablos estaba
pensando?
Blaise siseó.
—¡No hablamos de eso en voz alta, Falcyn! ¡Mierda! ¿Qué? ¿Intentas que me
maten?
Blaise suspiró.
—Creo que vi esta película una vez. No fue bien para la gente, cuando se
convirtieron mutuamente e implicaba motosierras… y un montón de sangre.
—¿Pero había silencio? Esa es la verdadera pregunta.
¿Peor?
Los hombres se unieron para estar de pie, espaldas con espalda para que
pudieran enfrentarse y luchar contra cualquier amenaza que se les presentara.
Medea no era tan rápida de confiar. Mientras ellos eran aliados, no eran los
suyos. Y la confianza no le resultaba fácil, no lo había hecho en mucho, mucho
Sola.
Falcyn se congeló al ver a Medea y su postura de guerrero. Ella era una cosa
de exquisita belleza y no estaba describiendo su apariencia física. Más bien era
esa determinación cruda en sus ojos oscuros. El acero en su espina dorsal
cuando estaba de pie lista para asumir cualquier amenaza que viniera a ella con
astuta confianza.
Maldita sea.
Y antes de reconsiderar sus acciones, se movió para estar de pie con ella.
Ella le frunció el ceño.
—Cubriendo tu flanco.
—Sí, los tienes. Y un buen culo que acunan. Estoy aquí para asegurarme de
mantenerlo pegado donde está y sin sangre.
Una sombra no identificable pasó detrás de sus ojos, pero lo que fuera
ablandó sus rasgos y lo golpeó. Más que eso, causó que su pene se sacudiera en
De repente, una luz brillante brilló cerca de ellos. Uno que le cegó
momentáneamente con su intensidad.
—Es por eso que has mantenido tu piedra de dragón más tiempo que
cualquier otro dragón en la historia. Ahora sé un buen chico, dámela.
Falcyn soltó un bufido burlón mientras lo miraba con una mirada menos que
impresionada.
—Uh... como el infierno que no.
Una lenta sonrisa se extendió sobre los rasgos cincelados del demonio, pero
no alcanzó sus ojos rojos.
—No. Me fue dicho que ella cayó peleando contra Morgen con Anir. —Anir
fue el hijo del rey Arturo, que se había convertido en una gárgola debido a otra
maldición que la perra fey le había puesto a él y a sus caballeros.
Kessar.
—Así que chico elegante es el líder gallu contra el que los dioses sumerios se
volvieron. Apuesto a que arruinó tu día, ¿eh?
—Nunca, jamás... jamás traigas a su madre a las cosas. Esa es sólo una buena
manera de que te pateen el culo, ya que tiende a arremeter como un loco cada
vez que mencionas a quien-nunca-debería-ser-nombrada.
Más rápido de lo que Medea podía parpadear, Falcyn estaba sobre Kessar,
rasgando su carne.
Con un gruñido profano, agarró la cabeza del demonio por detrás y le habría
arrancado la garganta si Kessar no hubiera desaparecido.
—¿Qué? ¿Fue algo que dije? ¡Vuelve aquí, bastardo maricón! ¿Qué clase de
demonio huye como una perra por un pequeño mordisco?
Urian cruzó los brazos sobre su pecho mientras se encontraba con la mirada
sorprendida de Medea.
—Y ahora sabes por qué tuve mis reservas acerca de buscar a nuestro no tan
amistoso dragón para conversar. No puedes sacarlo en público. O en privado
tampoco.
Medea habría hecho un comentario si Falcyn no hubiera decidido lamer la
sangre de sus dedos.
—Tienen estas cosas llamadas servilletas, ¿sabes? Han estado alrededor por
miles de años. Deberías probar una.
Blaise suspiró.
Con una última lamida de su dedo medio, Falcyn se volvió hacia Blaise.
—¿Puedes transformarte?
—Yo no puedo.
—¿Cómo regresamos?
—Siempre hay un portal de algún tipo. —Falcyn giró en un círculo pequeño
y lento mientras observaba la tierra que los rodeaba—. Sólo tenemos que
averiguar dónde está y cómo se ve. Sabes... una mierda divertida, siempre.
—Síp. Mucha diversión. —La voz de Urian goteaba con sarcasmo—. Y evita
la magia perdida y a los demonios.
—Sé por qué yo necesito tu piedra de dragón. ¿Cuál es el asunto con los
demás, de todos modos? ¿Por qué están tan ansiosos de poner las manos en
ella?
—¿Aparte del hecho de que son idiotas? —Falcyn se dirigió hacia el bosque.
Parecía un lugar tan probable como cualquiera para encontrar un portal
encantado—. Narishka quiere que Mordred vuelva a la vida.
—¿Mordred le Fey?
—Síp. Al parecer, piensan que han encontrado su tumba, y mamá quiere una
reunión con su preciado niño. —Sonrió —. Personalmente, me gustaría
reunirlos en el infierno. ¿Quién está conmigo? —Su mirada fue primero a Urian,
luego a Blaise—. ¿De verdad? —preguntó secamente—. ¿Ningún interesado?
—La reina Perra, Morgen le Fey. No pasa desapercibida. Alta, preciosa, más
mala que la mierda. Rubia y letal.
Él rió.
—Eso es lo que dicen todas las historias sobre ti. ¿Son verdad?
—Auch. —Falcyn aspiró una respiración bruscamente—. ¿Lo tomo como que
Medea resopló.
—¿De verdad?
Medea sonrió.
Falcyn se desaceleró mientras ella aceleraba sus pasos para alcanzar a Blaise.
¿Qué demonios fue eso?
¿Un cumplido?
¿Pero golpes al ego? Bestias extrañas y ajenas de las que no tenía concepto.
Extraño. Y le dejó una extraña sensación en el estómago.
Sin embargo, por primera vez se sentía como un hambre de algo distinto que
por comida. Y lo hizo ponerse más duro de lo que había estado en su vida.
—Estás boquiabierto, hermano. Puede que quieras cerrar eso antes de atrapar
algunas moscas.
—No puedo evitarlo. Pasé demasiados siglos como la mano derecha del mal,
yo mismo. Dejó una marca negra en mi alma.
—¿Blaise?
—Sí... lo siento.
Los oscuros ojos de Medea se encontraron con los suyos y le hicieron cosas
extrañas en el estómago. Lo cual lo puso aún más duro, maldita sea.
—¿Qué es?
—No estoy seguro. —Falcyn caminó hacia atrás para poder escudriñar la
No que significara algo, dados los poderes que poseían algunos de sus
hermanos sobrenaturales. Y realmente echaba de menos estar en el cuerpo de su
dragón en este momento. La vista de un dragón era muy diferente de la de un
ser humano. Mucho más nítida y clara. Y aunque un rastro de eso seguía en su
cuerpo humano, aun así, no era tan bueno como sería en su otra forma. Por eso
Blaise no era ciego como un dragón.
Una simple brizna de aliento. Tan baja como para ser virtualmente inaudible.
Para una criatura normal. Pero él no era normal. Demasiados siglos de luchar
para sobrevivir le habían dejado paranoico y muy en sintonía con todo lo que le
rodeaba.
—Muéstrate.
—¿Qué eres?
Falcyn
—Soy Brogan.
—¿Por qué?
—Porque quiero salir de aquí más que nada, pero me faltan los poderes para
romper el sello o negociar por libertad. Si me llevas contigo, te mostraré dónde
está un portal.
Falcyn conjuró una bola de fuego y la sostuvo para que supiera que su
propia muerte era inminente.
Blaise resopló.
Porque ella era exquisitamente hermosa. Su largo cabello castaño oscuro que
había escapado de sus trenzas apretadas hacía espirales perfectas alrededor de
sus rasgos élficos y orejas puntiagudas. Rasgos encantadores fey a menudo
utilizados para atraer a otros a su destino. Y eso incluía sus ajustados
pantalones de cuero marrón y corsé que estaban cubiertos por una delgada
túnica verde, y el collar de piedras preciosas y la diadema que llevaba.
Pero si Blaise no podía verla, entonces no era una trampa para él.
—No dije que lo estaba. Sólo escucho la verdad en su voz. No nos está
mintiendo. Así que creo que deberíamos ayudarla.
Tal vez, pero tristemente esperaba sólo lo peor de los que lo rodeaban, y muy
rara vez habían superado sus bajas expectativas.
Bajando sus sedosas alas para que no pudieran verse, Brogan recuperó su
morral.
—Le haces daño... o haces que le hagan daño de cualquier manera, incluso
una uña encarnada, y me aseguraré de que mueras gritando en agonía.
Mientras se movía para caminar junto a Blaise, Medea se dejó caer al lado de
Falcyn.
—¿Qué es un kerling?
Asintió.
—¿Conoces a muchos?
—¿Qué hiciste?
—Sonreí.
—Ah, eso lo explica. Es un acto tan poco natural en ti que te pareces a alguna
bestia buscada cuando lo intentas.
Falcyn arrugó su cara mientras Blaise permitía que la kerling los dirigiera.
—Así dices, pero eso no es lo que parece desde donde estoy parada.
—¿Raro?
—Síp. Nunca repliego las mías por Urian. En vez de eso, las utilizo como un
aguijón.
—Somos de sangre fría. La única calidez que tenemos es nuestra familia, por
lo que tendemos a refugiarnos más estrechamente que otros. ¿Por qué? ¿Qué
creías que quería decir?
Falcyn resopló.
Sus ojos se volvieron de un color peculiar que desafiaba toda descripción. Era
un extraño color fey que decía que estaba aprovechando poderes arcanos para
leer su entorno.
—Svartle Orms. Cada vez que los herreros descansan durante el día, los
orms se sueltan de las fraguas y se precipitan hacia la libertad.
La cabeza de una bestia fea y pestilente surgió del suelo. Abrió la boca,
mostrando hileras de colmillos serrados.
Sin embargo, ella continuó. Hasta que comenzó a hacer retroceder a los orms.
¿No miren hacia arriba? ¿Estaba bromeando? Ahora se hacía una necesidad
imperiosa hacerlo. Pero la sabiduría convencional decía que sería muy estúpido
desafiar la orden de Brogan.
Muy…
¡Mierda!
Medea siseó y dio una palmada en uno que estaba tratando de hundirse bajo
su piel.
Falcyn contó.
U otra pieza de anatomía que no quería pensar en duplicar, porque una era
suficiente para meterlo en toda clase de problemas. Definitivamente no
necesitaba un gemelo.
Trabajo en equipo...
—Pero hay otros que sí pueden. Las fraguas están en lugares similares a
este... como lo están sus hogares. Es por eso que los orms los evitan cuando
están libres.
—Impresionante —respiró Urian—. ¿También están los portales aquí?
Urian gruñó.
—Maldito yanqui.
5Se pierda el chiste al traducir porque viene de la frase anterior de Blaise, al usar la
palabra “KNOCK UP”, que para los británicos una de sus acepciones se traduce como
“LLAMAR” y Falcyn usa de nuevo “KNOCK UP” pero en el sentido del argot
norteamericano significa “DEJAR EMBARAZADA”.
—Lástima que no tengamos a Cadegan aquí. Un agujero oscuro como este es
justo de su agrado.
Falcyn asintió. Él tenía razón sobre eso. Ellos habían vivido en cuevas
monótonas durante siglos.
—Una docena que yo sepa. Sin contar a los orms. Fueron criados una vez que
el número de los dragones comenzó a disminuir.
Brogan palideció.
—Mi madre me hizo ser una herramienta para controlar a mi padre, pero
cuando él me rechazó debido a mi albinismo, mi madre me abandonó a él y me
llevó a los bosques y me dejó allí para morir. Iba a ser una ofrenda a los dioses.
Afortunadamente, también me rechazaron.
Con cada palabra que pronunciaba, la furia alcanzaba con fuerza a Falcyn, y
cruzó la habitación hacia el lado de Blaise. Sus facciones volviéndose oscuras y
—Lo sé.
Había mucho más en este dragón que la bestia que dejaba ver al mundo.
—Aye. Es la meseta donde los ancianos se reúnen para ver los otros reinos.
Allí hay un portal.
—En caso de que no te hayas dado cuenta, milady, no hay mucho que hacer
aquí, aparte de sobrevivir y fabricar armamento para los dioses y los seres fey.
—¿Hablas en serio?
—¡Lo sabía! —gruñó Blaise—. Sabía que mi vida no era más que una broma
enfermiza de los fey. Y todos ustedes me dijeron que estaba loco. —Cuando
nadie hizo un comentario, se aproximó hoscamente—. Bueno, lo hicieron. Y yo
tenía razón.
Falcyn resopló.
—De todos modos, vamos a encontrar este pórtico y ver si podemos localizar
el portal de vuelta a casa. O al menos a Avalon o a Camelot. Desde allí,
podemos regresar. Por lo demás, iría a Vanaheim o a Asgard.
—¿Podrías viajar desde allí? —preguntó Medea con un tono impresionado.
—¿Quiénes son tus padres? —preguntó Medea, aún más curiosa por él ahora.
—No vayas allí. Es un lugar oscuro de dolor que no queremos visitar, ya que
lo enviará a un nivel de enojo del que no volverá por un buen rato.
—Por ejemplo —dijo Brogan en voz baja—. Hay suficientes problemas con
cosas como esa atacándonos. Lo último que necesitamos es estar agregando
algo.
—¿Qué causa que eso suceda? — Medea lo observó rebotar y explotar detrás
de Urian.
—¿Por qué?
—Es para lo que se preparó esto. —Brogan señaló las paredes que los
rodeaban—. Myrkheim. Es un reino de imanes para que esa magia proteja a los
otros mundos.
—Usas esa palabra como si tuviera sentido para mis oídos Apolitas.
—Por tu color, milady, supongo que eres una Ljósálfr como Blaise.
—Soy lo que se llama un myrkálfr. Fey sombra. Puedo sacar mis poderes de
—Siempre pensé que la cosa fey de la luz y la oscuridad tenía que ver con su
color.
—Muchas personas erróneamente lo hacen, pero no tiene nada que ver con
nuestros rasgos o color. La mayoría de los Adoni son muy rubios, y casi todos
ellos son oscuros en sus poderes. Las designaciones son de naturaleza más
religiosa y por lo tanto son elecciones que tomamos voluntariamente.
Y por el modo en que los ojos de Falcyn se estrecharon ante ese toque íntimo,
Medea tuvo la sensación de que tampoco se perdió el creciente afecto entre
ellos. Más que eso, no parecía aprobar la manera en que Blaise estaba siendo
cariñoso con su nueva amiga.
En absoluto.
Falcyn se volvió hacia ella con una furia inquietante. Medio esperaba que él
le fuera a escupir fuego por sus fosas nasales. Si no lo conociera mejor, podría
—¿Qué?
—Qué, qué. Sea lo que sea que causó esa mirada de odio en tus ojos. Yo no lo
hice. Así que respira, relájate y parpadea.
—Brogan...
Desacelerando, Falcyn hizo una pausa ante el susurro musical que resonó en
las paredes a su alrededor.
Brogan se congeló.
—¿Qué es eso? —susurró Blaise.
—Un haunt. Ignórenlo. Es simplemente otra alegría que viene con vivir aquí.
—Ignórenlo. —Brogan levantó la voz más fuerte para cubrir sus voces—.
Sólo está tratando de que caminen por el borde y caigan a su muerte.
—Su voz encuentra esperanza y diamantes y fábulas por todos lados y ahora
se apodera de mí, por experimentar el sonido por el alma... cuando estoy
perdido en la oscuridad... cuando estoy postrado... ella dice “puedes darle tu
alma a la ciudad... acabas de traerme tu corazón a casa”... ella dice “sé acerca de
tus problemas... tomate un descanso por un rato”, y cada señal en la carretera
Como si importara.
Y ella aún cantaba mientras se movía suavemente. Nunca una vez en su vida
había querido pertenecer a nadie. Siempre se había enorgullecido de estar solo.
En ser la bestia siniestra y solitaria.
Soy un drakomai.
—Maldita sea, hermana mayor. No tenía idea de que pudieras cantar así.
Todo lo que pudo hacer fue mirar hacia arriba a esos ojos oscuros, duros y
doloridos, inseguros y perdidos. En ese momento, se dio cuenta de lo inhumano
que era él.
Para ella. Esa comprensión lo aterrorizó a un nivel que nunca había soñado.
No era justo. Pero claro que nada en la vida lo era. Él de todos los seres sabía
eso.
No con palabras.
Con acción.
—Um... ¿Falcyn?
—Deténganse —gruñó Falcyn—. Los dos. —La abrazó un instante más antes
de soltarla—. Solo estaba diciendo gracias por ayudarme.
Había olvidado lo que se sentía ser parte de una pareja, tener a un hombre
que la mirara como si estuviera pendiente de cada palabra de ella. Pero Falcyn
le hacía recordar cosas que había hecho lo imposible por olvidar.
¡No! No quería ser herida. Así no. No después de lo que había pasado con
Evander. Casi la había matado perderlo, y nunca quería ser herida de esa
manera otra vez.
Y aun así…
Esto era diferente.
Él era diferente.
Y no era sólo porque Falcyn era un dragón. Aunque era una gran parte de
ello, había mucho más.
Y odiaba esa debilidad con cada parte de sí misma. Eres más fuerte que esto.
No necesitaba a nadie. Nunca. No para nada. Se mantenía sola. Así era como
vivía. Era lo que mejor sabía. Lo que le gustaba. Nada podía herirla a menos
que ella lo permitiera y se negaba a ser vulnerable.
Eso era todo lo que se permitía. Ya no estaré de pie bajo piras para ver a mis seres
queridos ser quemados. Se negaba a ser Urian. Vivir en un pesar absoluto. Una
sombra de su antiguo yo. Una sombra perdida en la angustia de un corazón
roto. Había estado allí durante demasiados siglos y le había tomado demasiado
tiempo superar la muerte de su bebé y su marido.
No volvería.
La angustia era para los tontos. El amor era para los débiles. Ella no tenía
ningún uso para cualquiera de los dos. Soy más fuerte sola, siempre.
No importaba qué, tenía que hacerse creer eso y recordar eso. Vivirlo.
Y mientras caminaban, Brogan regresó al lado de Medea e inclinó la cabeza
de una manera muy de ave.
—Algo así.
—Mi pueblo fue creado por el dios griego Apolo y luego maldecido por él.
—¿Por qué?
En efecto, por qué. Aquella había sido la pregunta que la había molestado
toda su vida excepcionalmente larga.
Siglos después de que Stryker se hubiera casado y hubiera criado otra familia
con otra esposa, la madre sustituta de Urian.
—Apolo tenía una amante griega que hizo que su reina amante apolita se
pusiera celosa, ya que ella se sentía traicionada por él porque su propio hijo
había muerto. O eso pensaba ella... La reina no sabía que su hijo había vivido
porque Apolo lo había salvado. Que Stryker había sido sacado de su vientre
para poder ser criado con seguridad por su padre en Grecia, con una madre
sustituta. Así que cuando Apolo engendró otro hijo con su puta griega, envió a
sus soldados a asesinar a la amante de Apolo y a su hijo. Sólo que la reina
apolita no tuvo las agallas para cumplir su decreto. Más bien, les dijo que lo
hicieran parecer como si un animal los hubiera desfigurado, como si un dios no
pudiera averiguar la verdad. Te dice exactamente qué clase de imbécil era mi
abuela, y me estremezco por el hecho de que comparto los genes con ese
cerebrito.
Medea gruñó y puso los ojos en blanco por la naturaleza de la idiotez celosa
de la gente.
—De todos modos, enfurecido por sus asesinatos, Apolo maldijo no sólo a la
verdadera madre de Stryker y a sus soldados que habían hecho la acción, sino a
—Lo es, sin duda. —Más aún porque era nieta de Apolo, su propia carne y
sangre, y el bastardo podrido no había salvado a ninguno de ellos de su ira. No
a ella. No a Urian ni a ninguno de sus hermanos o a su otra hermana.
Todos ellos habían sido condenados por el enojo del dios por algo en lo que
no tuvieron parte o capacidad para detener. Ni siquiera habían vivido en la
Atlántida en el momento en que la reina lo había hecho.
Se encogió de hombros.
—Lo superé. Además, yo tenía seis años cuando nos maldijo. Apenas
recuerdo la vida antes de ese día.
Sacudió su cabeza.
Medea asintió.
—¿Como el viento?
—Sí. Sus ojos son negros ahora, pero cuando yo era una niña, eran de un
impresionante verde vívido.
Brogan tocó la foto con una sonrisa triste tirando de los bordes de sus labios.
—La admiras.
—Mi madre me vendió al Crom Negro cuando tenía trece años. Si alguna vez
me amó, nunca lo demostró.
—Lo siento.
—Un Jinete de la Muerte sin cabeza que busca las almas de los condenados o
malditos.
—Ni siquiera la muerte puede liberarme, pues estoy ligada a él por toda la
eternidad. Lo hecho, hecho está. Sólo quiero ser liberada de este reino para que
ya no sea usada por los dökkálfar para sus esquemas donde él está interesado.
—Está bien... eso fue muy raro. ¿Adónde se fue? —Echó un vistazo
alrededor, medio esperando que se manifestara detrás de ellos—. ¿Qué acaba
de suceder?
Brogan sonrió.
Blaise vaciló.
—No estoy seguro de que deba bajarte. Parece que siempre encuentras
problemas cuando lo hago.
Medea miró hacia otro lado mientras una extraña ternura la atravesaba por
lo adorable que eran los dos. Especialmente cuando Brogan envolvió sus brazos
alrededor de su cuello y se acurrucó contra su pecho como si estuviera contenta
de quedarse donde estaba.
Pero Falcyn no era tan amable.
—¿Cuál es tu problema?
¿Hablaba en serio?
—No significa que tenga que gustarme —gruñó como ese niño de dos años
que ella acababa de mencionar.
—Siempre actúa como una anciana. Estoy acostumbrado a ello. Es igual con
Illarion. Max es igual de malo, o tal vez peor. Por lo menos ya no tratan de
hacerme eructar después de mi alimentación. O revisar mi pañal.
Brogan se echó a reír mientras Blaise finalmente la ponía sobre sus pies, pero
la mantuvo a su lado.
Y, sin embargo, hubo un dolor profundo en los ojos de Falcyn que Medea no
se perdió. ¿Qué era esa sombra oscura que lo atormentaba tanto?
Antes de que pudiera preguntar, Brogan llamó su atención sobre las piedras
que, cuando retrocedieron, Medea se dio cuenta que formaban un rostro
demoníaco medio roto suspendido en pedestales sobre un abismo profundo y
ardiente.
Brogan asintió. Su estado de ánimo ahora era suave y silencioso. Se había ido
cualquier indicio de la hadita juguetona que había tenido hace unos segundos.
Falcyn resopló.
—Una cuerda y una mordaza son útiles para muchas cosas, princesa —dijo
ella con suavidad.
—¡Ew! ¡Oye, hermano justo aquí, y no apruebo toda esta conversación con
mi hermana! Vuelvan a la calificación G, amigos.
Sólo había dado un paso antes de que una luz parpadeara y humo explotara
delante de ellos… a este reino parecía gustarle mucho eso. Al parecer, todo el
lugar parecía ser manipulado por una gira de conciertos de heavy metal.
Y de esa locura vino más humo y niebla. Como si una bestia enojada les
lanzara un furioso odio. Haciendo espirales hacia arriba y bailando a un ritmo
espasmódico, la niebla se solidificó en la forma de una bestia alta encapuchada.
Un hombre.
Sin embargo, había algo más de él que eso. Algo poderoso y antiguo.
Eterno.
Cuando se volvió hacia ellos, vio que había pintado una espesa banda negra
sobre sus ojos dorados que hacían que su color inusual fuera más vibrante. Bajó
del estrado con la gracia de un hombre de la mitad de su edad. Y cuando se
acercó a ellos, flexionó su mano de guante gris oscuro que sostenía el báculo,
clavando las garras de madera que estaban pegadas a sus yemas de los dedos
en su eje envuelto en cuero. Su mirada se hundió en ellos con la sabiduría de
años, y con la agudeza de dagas. Como si estuviera escindiendo secretos de sus
mismas almas.
—¿Qué es un copián?
—Lo tienen —dijo el copián—. Braith, Verlyn, Cam y Rezar fueron los
Ah, por fin ella entendió. Porque Apollymi era la antigua diosa Braith. Una
de los dioses que primero había puesto las puertas.
Ahora tenía sentido. Así fue como Apollymi había sido capaz de abrir el
portal originalmente y traer a Stryker a través de él. Como lo controlaba para
permitir que los Daimons fueran y vinieran, mientras mantenían a todos los
demás fuera.
Era una visión misteriosa y macabra que hacía que el pelo detrás del cuello
de Medea se elevara. Y teniendo en cuenta a los espeluznante Carontes,
demonios gallu y Daimons con los que trataba en casa, eso decía mucho.
—¿Qué hacen?
¿Hablaba en serio?
6 Médicos de plagas: Se refiere a los médicos que trataban a los pacientes víctimas de
la peste negra. Se reconocían por la máscara con aberturas para los ojos de cristal y
una nariz en forma de pico, típicamente rellena de hierbas, paja y especias.
—¿Alguna vez has estado haciendo algo... miras hacia arriba y es horas más
tarde y no puedes entender adónde se fue el tiempo porque sientes como si
acabaras de sentarte?
Asintió.
—¿Por qué?
Él tenía razón sobre eso. Nada como ser condenado a sólo veintisiete años
por algo que no hiciste para hacer que alguien se diera cuenta de lo preciosa
que era la vida.
Aún más, mientras miras que todos a tu alrededor mueren mucho antes de
su tiempo.
Por una respiración más, su pueblo estaba dispuesto a tomar vidas humanas
y destruir sus almas inmortales. Su única gracia salvadora era que su madre
había sacrificado su propia alma para salvar a Medea de tener que tomar esa
decisión.
Porque la triste verdad era que Medea había sido demasiado cobarde para
hacerlo. A diferencia de Urian y su padre, no había sido capaz de destruir una
sola alma humana para su propia salvación. Se había contentado con morir
como Apolo había decretado. Honestamente, había pensado que no era su lugar
hacer eso a otro ser vivo. Que la humanidad era inocente y no merecían tal
destino horrendo.
No fue hasta que los humanos le robaron a los únicos que ella tenía como lo
más sagrado que había perdido su propia alma en el proceso y aprendido a no
preocuparse. No sólo fue a su hijo a quien habían matado ese día. Fue a su
compasión y capacidad de sentir empatía por cualquier otra persona. Si eran
incapaces de respetar a sus seres queridos, que la condenaran si ella iba a
respetar a los suyos.
Así que se había convertido en el monstruo que ellos pensaban que era. Y
había estado en una búsqueda de siglos para sobrevivir desde entonces.
Poniendo el bien de su raza por encima del de ellos. Los seres humanos bien
podían pudrirse por lo que a ella le interesaba.
El copián ladeó la cabeza de tal modo que casi esperaba que su elaborado
tocado se cayera. Sin embargo, permaneció perfectamente posado sobre su
cabeza, como si fuera parte de su cuerpo.
—Síp.
—Mi precio es simple. Una hora de cada uno de ustedes y abriré el portal.
El copián sonrió.
—Tanta violencia de un inmortal que puede dar una hora sin ningún
problema. Piense en ello como esos seres humanos que donan el cambio de más
para la caridad. Una hora es solamente un centavo, y tú tienes un tarro lleno de
ellos esperando en tu hogar que nunca utilizarás. ¿Por qué no dar uno a alguien
que realmente lo necesita? ¿Por qué ser tan egoísta?
—¿Dos?
—Estar atrapado aquí ha sido un castigo suficiente para ti. Como noté, no
perderé dos horas de mi vida. De todos modos, las habría desperdiciado en una
sala de cine. Y de esta manera, puedo hacer algo útil con ellas y ser un héroe
para ti. Esa es una pérdida con la que puedo vivir. —Le guiñó un ojo—.
Además, no tengo intención de salir de aquí sin ti.
Si los demás lo sentían también, no daban la menor pista de que algo estaba
fuera de lo normal.
—Así que, ¿cómo tomas este tiempo de nosotros? —Medea miró hacia atrás a
los zeitjägers.
En serio. La única pista era el extraño ruido que hacían los zeitjägers. Al
menos, suponía que provenía de ellos.
Síp... e-s-p-e-l-u-z-n-a-n-t-e.
—Está listo.
—Puedes ser cortés y gritar... claro que, eres tú. ¿Tal vez Blaise debe ir
primero? Sé que gritaría para avisarnos.
—Iré contigo.
Tocado por el gesto, Medea subió la plataforma hacia la extraña bestia que
parecía tener vida propia. Sin embargo, al llegar al portal, Falcyn la retuvo.
Antes de que ella pudiera decir lo que pretendía, él bajó la cabeza y capturó
sus labios con el beso más ardiente que jamás le habían dado. La abrazó como si
fuera la cosa más preciada de su mundo.
Más que eso, él la prendía en fuego. Había pasado demasiado tiempo desde
que alguien la había besado de esa manera. Puesto que cualquier hombre la
había hecho sentirse excepcional. Aunque no había sido casta, tampoco había
sido promiscua. Principalmente porque había evitado cualquier enredo
emocional con otro ser vivo, aparte de su madre.
Y cuando él retrocedió, ella quedó aturdida y sin aliento por el sabor de él.
Una linda sonrisa se posó en el borde de sus labios mientras la miraba
fijamente.
Siempre había odiado pasar por uno de estos portales. Blaise estaba mucho
—No te burles, dragón —dijo Urian, con un tono muy irritado—. Tan pronto
como pueda moverme de nuevo, tengo la intención de ayudar con tu asesinato
y desmembramiento.
Falcyn volvió la cabeza hacia la derecha, donde Medea estaba a unos metros
a su lado, inmóvil sobre la hierba.
—Tampoco muerta.
—¿Brogan?
Blaise suspiró.
—¿Quéééé? —Se levantó con una mirada feroz y miró hacia arriba como si
pudiera ver el cielo, cosa que no podía. Pero eso no le impidió intentarlo.
—¿Cómo es eso?
Amordazado incluso.
—¿El qué?
—El Valle del No Retorno. Así se llama porque nadie sale de aquí vivo. Igual
que Blaise... porque lo voy a matar tan pronto como encuentre mis fuerzas.
—¡No es cierto! —Blaise se levantó y tomó una posición defensiva—. Salí
vivo hace unos años cuando estuve aquí.
—¿Lo hiciste?
—Síp, pero ahora tengo una herida en la cabeza. Tal vez una conmoción
cerebral. Estoy pensando en algún tipo de daño cerebral serio. Definitivamente
un trauma de algún tipo. Y una migraña de tu tamaño.
Incluso más irritado, Falcyn apenas se contuvo de golpearlo. Pero había algo
en los ojos del hombre que suspendió su reacción.
Curioso, siguió la línea de visión de Urian y giró la cabeza hacia donde Urian
miraba algo por encima del hombro izquierdo de Falcyn.
—¿Qué es eso?
Totalmente enojada, Brogan abrazó al alto y oscuro Adoni macho. Con ojos
abiertos como platos, Medea se encontró con la expresión de Blaise igualmente
sorprendida. Aunque en realidad no podía ver sus acciones, él definitivamente
había oído su explosión verbal.
—¿Están besándose?
Con una mueca feroz, Falcyn y Urian caminaron alrededor de ella para
acercarse a Brogan y Brandor con esos movimientos de depredadores que
conocía tan bien.
Por si acaso. Como había aprendido rápidamente al pasar el rato con estos
dos, literalmente todo era posible.
Brandor, que tenía la misma altura que Falcyn, se puso entre Brogan y ellos.
A pesar de que su ropa estaba harapienta y era obvio que no había estado
viviendo bien, mantuvo un brazo sobre Brogan como para protegerla, mientras
él preparaba su cuerpo para confrontar a Falcyn. Medea le daría puntos de
bonificación por eso. Hablaba bien de él que le preocupara el bienestar de
Brogan.
Casi podía sentirse mal por el chico, incluso si era guapísimo, con su cabello
largo y ondulado y sus ojos color avellana tan verdes que brillaban con un
fuego impío.
Por su postura depredadora, era obvio que sabía cómo luchar y no tenía
miedo de sangrar.
—He hecho que Brogan los trajera aquí para poder hablar con ustedes.
—¿Disculpa?
—Sé que no confías en mí. No tienes ninguna razón para hacerlo, pero Blaise
puede decirte que he estado al tanto del consejo más íntimo de Morgen durante
años.
—¿Quién es tu hermana?
Medea se echó a reír ante la pregunta de Falcyn, incapaz de creer que podía
pasar por alto lo obvio, dado lo observador que era normalmente en todos los
demás asuntos.
—Brogan.
—¿Cómo lo supiste?
—Es obvio. Se ven iguales. Y aunque ella te abrazó, no fue el que se le daría a
Brogan finalmente se alejó de él. Echó una mirada tímida hacia Blaise.
—Aye. Te dije que podría haber sido mucho peor. La vida de mi hermano
ridiculiza la mía y la de mis hermanas combinadas. Para protegerme de su
destino, Bran renunció al grueso de sus poderes en la pubertad, me los
transfirió para que yo fuera más fuerte y tuviera más valor.
Su gente.
—Apolo ha enviado una plaga para matarlos y a los gallu para castigarlos
por su rebelión contra él.
La expresión en el rostro de Falcyn decía que había mucho más que eso, pero
no hizo ningún comentario.
Ese frío odio acerado volvió a los ojos de Falcyn, e hizo que la sangre de
Medea se enfriara.
—Síp, no creo que nadie en este grupo pueda juzgar a otro por sus hechos
pasados.
Por supuesto, ella y Brogan eran las dos únicas que seguían haciéndolo.
—Esto está muy bien, pero no perdamos de vista el hecho de que Urian y yo
no estamos aquí de vacaciones. Necesito tu piedra de dragón, Falcyn. Todavía
está la cuestión de la plaga que se propaga a través de mi gente. No puedo ver a
mis padres y a mi mejor amigo morir. Ya he tenido suficiente de muerte y no
quiero más.
—Morgen y Apolo. Como dije, he estado al tanto del consejo más íntimo de
Morgen. La palabra brevalaer es fey para nada. Que es exactamente lo que ella
—Todo.
Blaise asintió.
Medea no tenía ni idea de lo que era, pero la cólera que ardía en esos ojos
azules de acero decía que Falcyn había tratado con más que su parte justa de
ellos.
—He matado a unos pocos. —Oh síp, su voz era apenas más que un gruñido
feroz.
—Eso es lo que van a enviar... junto con cualquier otra cosa que puedan
sobornar.
Medea esperó una explicación, pero no parecían ansiosos por explicar con
detalles. Así que los incitó.
—¿Qué es un strykyn?
Él asintió.
—Síp, y tu padre fue nombrado así por ellos. Feroces aves de rapiña que una
vez sirvieron a Ares en sus grandes batallas. Son los búhos negros de guerra
con alas rojas y picos dorados que viven en el borde del Hades, donde se
deleitan con las almas de los condenados y comen los cadáveres de los
cobardes.
Ella se quedó boquiabierta ante la vieja leyenda que su madre había usado
para asustarla para que se comportara cuando ella era una niña. Pero en vez de
usar su verdadero nombre, su madre, siendo una Apolita Atlante, se había
referido a ellos como Aves de Guerra Griegas.
Urian maldijo.
—Es bueno saberlo. —Medea miró alrededor del desolado paisaje que
tristemente carecía de fresas. Lástima que no eran alérgicos a los desolados
grises asquerosos...
—Hermoso.
Por más duras que las cosas habían sido para ella, no importaba el infierno
que la vida había desatado, siempre había tenido el abrigo del amor de su
propia madre. No podía imaginarse estar sola como lo había estado él. De ser
dejado para valerse por sí mismo.
Con una frialdad que sabía que era sólo protección superficial, él se volvió
hacia los demás.
—¿Tu padre?
—Emrys Penmerlin.
Una parte de ella tenía el impulso de inclinar la tetera antes de que explotara.
—Bueno, tenemos que darle las gracias por las preciosas trampas en este
lugar. Así que les advierto a todos ustedes que tengan cuidado con el lugar en
el que se detienen y que mantengan sus sentidos alertas. En todo momento.
—Ojalá yo pudiera. Por suerte, aprendí la lección cuando una liebre cometió
el error de intentar beberla antes que yo. Por lo menos conseguí sacar un poco
de hasenpfeffer de ella.
—Básicamente, Merlín controla todo aquí excepto las sílfides, que odian sus
tripas. También odian las nuestras. Por lo tanto, de nuevo, eviten cualquier
agua donde podrían vivir las sílfides de agua, incluyendo los charcos
profundos, y los árboles donde están las sílfides de los árboles, que son esas
desagradables perras que odian a los hombres y que nos arrancarán nuestras
extremidades para entretenerse.
—Gárgolas bebé. No son muy brillantes, pero son rocas y atacarán en masa.
Así que hace que sacude tus rocas tome un nuevo significado.
¿Por qué no le sorprendía? Maldita sea. Era tan difícil vivir aquí como en
Kalosis, que era el reino del infierno Atlante donde debías evitar todo tipo de
cosas de miedo. Cosas que incluían Carontes hambrientos y a sus padres.
—Encantador.
Medea miró hacia abajo y movió los pies mientras una ola de severos
temblores la atravesaba.
Él se encogió de hombros.
7 “Sod” se traduce como “césped” o “suelo”, por eso la confusión de Medea por las
Falcyn resopló.
—De ahí la otra rama tan acertadamente llamada Were Hunters que utilizan
para mis hermanos.
Porque Were era la palabra del inglés antiguo para hombre y era una palabra
raíz compartida para miedo y guerra. Lo que significa que los Were Hunters eran
—¡Papá!
—Extraño.
—¿Qué?
—Mi padre siempre me responde. —Se echó hacia atrás y se llevó las manos
a la boca para gritar más fuerte—. ¿Padre? ¿Nimue?
Medea tenía esa mala sensación de nuevo. Algo sobre esto no estaba bien.
Podía sentirlo profundamente en su interior.
—¿Sílfide?
Curiosa, Medea se encaminó tras él, hacia el bosque. Nunca antes había visto
un verdadero espíritu de sílfide. Sólo había escuchado leyendas e historias
sobre ellas.
Pero mientras el árbol se despertaba con un color rojizo y con una forma
Pensó que era sólo que estaba siendo juiciosa sobre ellas hasta que Blaise
saltó lejos con una maldición.
Blaise se puso pálido antes de agarrar a Brogan para apartarla del árbol.
Alguien la agarró.
Se giró para golpearlos, sólo para captar el aroma masculino que conocía más
íntimamente de lo que quería admitir. Y era uno que estaba empezando a darle
un consuelo innato que ni siquiera quería investigar.
—¿Falcyn?
Eso era aún más aterrador que los atacantes que no podía ver.
Con ella todavía en sus brazos, Falcyn se dio la vuelta lentamente para
examinar su entorno y para asegurarse que habían escapado de las poseídas
sílfides gallu.
Para su inmediato pesar, Falcyn la puso en pie. No sabía por qué, pero una
parte de ella quería que él se aferrara a ella como Blaise había hecho con
Brogan. Ser tan renuente a dejarla ir.
¿Estás loca?
Tenía que estarlo. Medea Theoxena no necesitaba a nadie. No para nada. Las
emociones eran para los idiotas y los tontos. Ninguno de los dos era ella.
Nunca.
Nunca volveré a ser débil. No por ninguna razón.
Aquella había sido la promesa que se había hecho el día en que estaba de pie
sobre los cuerpos de su marido y su hijo. El día en que había destrozado al
pueblo humano como una arpía vengativa, arrasando a cada ser allí.
Hasta el día de hoy, podía oír sus gritos y ver sus rostros mientras les hacía
pagar por lo que le habían quitado despiadadamente sin consideración ni
remordimiento.
Eso era lo único que le había permitido vivir con la angustia de su pérdida.
El conocimiento de que ella les había devuelto el mismo dolor que le habían
Pero nunca habría maldecido a sus propios hijos, ni siquiera en medio de ese
tipo de dolor irracional. Por nada. Que él pudiera hacer eso a su padre y a ella
era un pecado imperdonable.
Eso también la debilitaba por él. Los unía. Era raro encontrar a alguien que
pudiera relacionarse con su furia. A su necesidad de expiación de sangre.
Alguien que no la juzgaba por querer venganza, incluso todos estos siglos más
tarde.
Peor aún, esos pensamientos trajeron una inesperada oleada de ternura
estrellándose contra ella. Una que hizo a su garganta cerrarse y a sus ojos
aguarse.
Rápido, antes de que se perdiera por completo por este dragón a su lado.
—Lo amas mucho más que a un hermano, ¿sabes? ¿Qué pasa con ustedes
dos?
—Hubo un momento en el que pensé que podría ser ese hijo que
mencionaste, pero dado que él conoció a tu hijo en Camelot... mi dinero dice
que es tu nieto, ¿verdad?
Ah, síp, ahí estaba la expresión que lo confirmaba en esos hermosos rasgos de
dragón. Falcyn nunca debería jugar al póquer. Sus oponentes limpiarían la casa
con su cartera.
—No lo sé. No estaba allí cuando nació Blaise. Tal vez su padre hizo lo que
Blaise dijo y lo dejó morir. Nunca he conocido a Maddor. No tengo ni idea de su
carácter o cualquier otra cosa. Podría ser fácilmente un gran bastardo como yo.
Aunque es mi hijo, es un completo extraño para mí.
—¿Por qué? —Tan pronto como la pregunta salió, lo lamentó, porque le
arrancó una mirada de dolor tan grande que ella pudo sentirlo.
Era una expresión de profunda angustia. El tipo que sólo un padre podría
sentir ante la pérdida de un hijo.
Cuánto se despreciaba por reabrir sus heridas cuando era obvio que él no era
realmente un bastardo. A pesar de sus palabras, se preocupaba por su hijo
desconocido tanto como a ella le había importado el suyo. Y le dolía tanto por la
pérdida. Era la pérdida de todos esos años juntos que nunca fueron. La angustia
de preguntarse qué podría haber sido. En qué clase de hombre su hijo se habría
convertido. Qué clase de relación habrían tenido.
Y Falcyn amaba a Blaise más que a su propia vida. Había visto eso de
primera mano en todo lo que hacía por él. La forma en que lo hacía y lo
cuidaba.
Seguro como el infierno que no quería que fuera de una líder Daimon.
De cualquier persona.
Maldita sea.
Una vez más, tal comentario lo habría llevado normalmente a una ira justa,
pero no oyó desdén o burla en su tono. A ella le divertía el hecho de que él
fuera una criatura de sangre fría.
Sonriendo aún más ampliamente, ella colocó el más casto beso imaginable en
su mejilla antes de alejarse, y, sin embargo, encendió su sangre más de lo que
alguna vez había sido encendida antes.
—Mi hermano.
—¿Perdón?
—Que los mandrake nunca podrían sostener sus formas de dragón por
mucho tiempo. Pueden luchar en ellas, volar en ellas, pero no pueden vivir
permanentemente como dragones. Los mandrake son básicamente nada más
que hombres que tienen la capacidad de asumir el poder de un dragón cuando
lo necesitan.
—La madre de mi hijo estaba tan enfurecida cuando se enteró de que Max
los había maldecido que llevó a Maddor a Landvætyria donde yo no podía
llegar a él. Cuando Igraine y sus hermanas no pudieron encontrar ningún modo
de evitar el hechizo de Max, toda la raza mandrake que concibieron fue
esclavizada y torturada por eso, con mi hijo siendo su principal chivo expiatorio
y el punto focal de su odio. Entonces, ¿cómo puedo creerlo? Me fue prohibido
ver a mi hijo. Para protegerlo de la crueldad de ellos. Él podría estar de pie a mi
lado el día de hoy y no lo reconocería. Estoy seguro de que me odia. ¿Quién
podría culparlo por ello?
—¿Pero ella es una estatua? ¿No murió? —Eso era lo que Brandor había
dicho.
—Debería haber pensado en eso. Debe haber sido lo que ella estaba haciendo
en vez de matarlos. —Soltó un largo suspiro—. Siempre fue la crueldad especial
de Morgen para sus enemigos. Anir y cada soldado bajo su mando fueron
convertidos por su magia en su Legión de Piedra personal.
—¿Legión de Piedra?
—Un ejército de gárgolas. El único alivio que Merlín pudo darles por el mal
de Morgen es que, bajo la luz de la luna llena, se vuelven humanos hasta el
amanecer. De lo contrario, son estatuas congeladas durante la luz del día y son
su ejército siempre que lo necesite.
—¡Eso es horrible!
Él asintió.
Cuando él habló, supo que tenía razón. Pero la verdad era aún peor.
—En efecto.
—¿Morgen lo sabe?
—Estoy seguro de que sí. No es como si Igraine o sus hermanas alguna vez lo
ocultaron.
Y aun así Morgen había esclavizado a su propio hermano...
Si las leyendas eran ciertas, Morgen había hecho cosas mucho peores que eso
a su familia. Especialmente a su hermano Arturo. Así que por qué esperaba que
tuviera alguna compasión por Maddor, no lo sabía.
Por eso Medea no tenía ninguna consideración por la humanidad. Por qué
los veía como parásitos. Su crueldad era verdaderamente espectacular y
superada sólo por los propios dioses.
Deseando un mundo mejor para todos ellos, Medea hizo una pausa en medio
del bosque, al darse cuenta de que todo aquello parecía igual. Una persona
Sin embargo, Falcyn iba por el paisaje como si supiera exactamente hacia
dónde se dirigía.
—¿Dónde estamos?
—Al palacio de Merlín. Ya que fue el último lugar que discutimos, creo que
es donde es más probable que encontremos a los otros.
Sin ninguna solución mejor sobre cómo salir de este lugar, lo siguió de
nuevo.
—Dragonvane.
—No veneno10. Vane. Es un olor especial que mezcla ámbar y almizcle con
mirra. Tristemente, lo encontramos tan irresistible como un gato a la hierba
gatera.
—Estabas drogado.
—Te lo aseguro, no habría dormido con ella de otra manera. Aunque Igraine
era muy atractiva, yo era muy consciente de cómo había matado brutalmente a
su segundo marido con el fin de seducir y luego casarse con el padre de Arturo.
Dado su historial de asesinato de esposos y amantes, nunca me habría dado un
chapuzón en su piscina, si hubiera estado en mi sano juicio. Ninguna mujer es
tan atractiva. —Soltó un suspiro cansado—. Me hace preguntarme qué hechizo
usó en Uther Pendragon. Me cuesta creer que hubiera sucumbido más rápido
que yo.
—¿Debería?
—Aparentemente.
—¿De qué?
Una sonrisa burlona curvó sus labios.
—Ha pasado un tiempo. Es difícil intimar con hombres que sabes que están a
sólo un minuto de la muerte. Especialmente después de que ya has perdido tu
corazón y tu alma… al último de los buenos. —Le dirigió una mirada de
acero—. ¿Qué pasa contigo?
—Sé exactamente cuánto tiempo ha pasado desde que dormí por última vez
con alguien. No estaba preguntando por mí.
Él se frotó el ojo.
Medea no sabía por qué, pero se sentía mal por él. Y un poco celosa. Pero al
final, su curiosidad sacó lo mejor de ella mientras retrasaba su paso.
Medea trató de imaginar cómo debía verse como un dragón. Era difícil
—Pero…
Esta vez fue él quien hizo una pausa. Se volvió para mirarla como si quisiera
ver su expresión.
Eres un idiota fue el primer pensamiento que tuvo ella, pero rápidamente fue
seguido por la verdad.
Su estómago se encogió.
—Eres un semidiós.
Ah, síp, ahora una úlcera empezaba a formarse. O eso, o ella se estaba
preparando para dar a luz a un diamante, porque su estómago se tensó lo
suficiente como para crear uno en el hoyo de su vientre.
—¿Qué?
—Ya sabes —dijo sarcásticamente—. Mis dos padres eran dioses. Mi madre
Si Azura era la diosa que maldijo a su madre por coquetear con su pareja,
había solamente un dios masculino que podría haberlo engendrado.
Y feroz.
Sin duda había estado mirando por encima de su hombro toda su vida.
¿Hablaba en serio?
—¿No sabes lo que significa ser maldecido? ¿Sangrar por las acciones de
otros por algo en lo que no has participado? Oh sí. No tengo idea de cómo es
eso. En absoluto.
Se encogió de hombros con una indiferencia que estaba seguro que no sentía.
—Está bien. Hace mucho tiempo aprendí que nadie está inmune a la miseria.
Y a algunos de nosotros, nos acecha como a su perra favorita en celo.
—Lo siento por todo lo que has perdido. Los inocentes nunca deberían verse
obligados a pagar por los actos de los demás. Cada gota de sangre derramada
por ellos es una acusación contra el mundo entero por su falta de corazón.
Ella colocó su mano sobre la suya mientras sus ojos le quemaban con la
profundidad de su dolor y coraje. Su estómago se tensó cuando se encontró con
su mirada y vio la verdad en ella. Vio los horrores de los que no se atrevía a
hablar porque le dolían tanto que hablar de ellos solo le hería más. Así que la
única manera de sobrevivir era enterrar la agonía tan profundamente que se
Xyn había compartido eso. Había nacido sólo un año después que él. Juntos,
habían tratado de aplacar la ira de sus madres.
Y fallado miserablemente.
Los dioses hicieron enemigos despiadados, y los dos habían sido unidos por
sus esfuerzos para corregir el odio. Enlazados por sus cicatrices.
—¿Falcyn?
—Somos las cobayas —dijo con un suspiro—. Y como tales, siempre estamos
Él rió amargamente.
—Cierto.
—No lo sé, y no me gusta no saberlo. Nunca he estado de esta forma sin mis
poderes. Es... irritante. Y no es algo a lo que estoy acostumbrado.
—Ambos engendrados por el mal, para hacer el mal. Como los Malachai.
Medea asintió.
—El actual Malachai, Nick Gautier, era sólo el último de una línea de miles
de ellos. Y cada uno vivió durante cientos, a veces miles, de años.
Y con ella llegó otra sorprendente revelación cuando recordó algo que Urian
le había contado de la piedra de dragón de Falcyn y por qué era tan especial.
El no respondió.
Y con ese silencio, le dijo todo. Si él fuera tan viejo y el hijo de dos dioses,
incluso uno que fue maldecido, su piedra tendría que ser mayor que la de los
otros también. Más poderosa.
Ese poder estaba reservado para muy pocos, y de los pocos capaces de
hacerlo ...
Por eso él podía cambiar de forma cuando los demás no podían. No era sólo
Falcyn empezó a decirle que estaba loca. Desde los albores del tiempo, había
llevado ese secreto. No le contó a nadie la verdad sobre sí mismo ni sobre su
piedra. A nadie.
No tenía ninguna razón para confiar en ella. Y todas las razones para
permanecer en silencio.
—¿Por qué tu madre creó a los demás, sabiendo que los dioses tratarían de
matarlos también?
—El lilit eran sus señuelos para distraer a Azura y a los demás de mí y de mi
hermana. Pero mi madre perdió la cordura en el proceso y con ella se convirtió
en el demonio mismo que la había doblado. Nosotros fuimos rápidamente
olvidados como hijos suyos y convertidos en instrumentos para ser utilizados
en su guerra contra todos.
—Es un bastardo sin valor que hace que el tuyo parezca amoroso en
comparación. Todo por lo que él me quiso siempre fue por venganza contra los
otros dioses. Yo nunca signifiqué nada para él, excepto para ser utilizado como
herramienta. Si hay algo o alguien valioso para Noir, no lo sé. Dudo que se
preocupe por Azura. No creo que sea capaz de preocuparse por alguna cosa.
Falcyn resopló.
—Sí. Únicamente por eso. Los dioses saben, que nunca sería por sus hijos o
su esposa-hermana.
Se encogió de hombros.
—Me aburrí con la política del panteón. Nunca fui mucho de jugar en equipo
de todos modos.
—Bueno, porque lo era... Y dime, lord Falcyn, ¿qué hace el dragón que ha
vivido tanto tiempo?
Se dio cuenta demasiado tarde de que era la pregunta equivocada, ya que sus
ojos se volvieron de un profundo color rojo oscuro y él frenó el paso. Más que
eso, apretó los puños y bajó la cabeza.
Él la hizo detenerse.
—Triste, ¿verdad? Apenas los conozco aún. Quiero amar a mi padre, pero es
—Sólo porque confío en su amor por Davyn. Aunque tal vez no sea capaz de
darle la espalda a Urian, su historia con Davyn es tal que dudo que traicionara a
su único, y verdadero hermano. Ellos han sangrado con demasiada frecuencia
el uno por el otro en el pasado y tienen demasiada historia el uno con el otro.
Confío en Davyn y Davyn confía en Urian.
Medea no habló cuando la levantó sin esfuerzo para estar a su lado. Él era
una bestia enorme. Más fuerte que cualquier hombre con quien había estado en
mucho tiempo. Y siempre había tenido debilidad por los grandes y fuertes.
Incluso ahora, todavía podía saborear sus labios del beso que le había dado.
Y cuando se encontró con su mirada, sabía que esos pensamientos estaban
desnudos ante su sabio sentido de dragón.
Falcyn cerró los ojos mientras la saboreaba a ella y a la pasión más dulce que
jamás había conocido. A diferencia de Tisiphone, ella no lo juzgaba por un
nacimiento que no podía evitar. O lo creía innecesariamente duro por los
sentimientos y rencores que tenía contra un mundo brutal.
Ella lo entendía. Sobre todo, porque ahora sabía que era un dios de la guerra.
Un secreto que nunca había dejado que nadie supiera.
Y nunca antes había estado en manos de una criatura similar. Debido a que
los dragones compartían un fondo genético común y la historia, había evitado
dormir con uno, ya que veían a todas sus hembras como sus hermanas.
Su odio por su madre lo había mantenido alejado de los demonios. Así que la
mayoría de sus amantes habían sido humanos y fey. Nunca había estado con un
Apolita o Daimon. Como eran de origen griego y despreciaba a los griegos por
lo que le habían hecho a su raza y a sus hermanos, los consideraba criaturas
repugnantes.
Medea frunció el ceño ante sus inesperadas palabras. ¿Quién le había dicho
eso?
—Dilo, Medea —insistió él—. Porque ahora mismo, todo lo que quiero es
estar dentro de ti aquí en el bosque como el animal que soy. Y sé cuán malo es
anhelarte cuando no hay nada para ninguno de los dos. Sé que mereces algo
mejor y que no tenemos tiempo para ello. Pero honestamente, no me importa
una mierda eso o cualquier otra cosa. En todo lo que puedo pensar ahora es en
ti y cuánto te deseo.
Esto no era sólo una necesidad biológica. Había algo más en sus sentimientos
por él.
Era extraño, siempre se había preguntado cómo sería acostarse con una de
las otras especies, ya fuera un hombre o un Were. En sus fantasías más salvajes,
a veces se imaginaba cómo tomarían a una mujer. Si serían violentos o tiernos.
O tan gentiles como su propio marido, que se había ganado su corazón cuando
ella no era más que una niña inocente mucho tiempo atrás en su antiguo
mundo.
Pero era este temible dragón quien la tentaba ahora. Una bestia feroz,
violenta, que no toleraba a nadie. Su ira era tan evidente, era prácticamente
No lo hagas.
No…
Y por primera vez en siglos, vio un futuro para sí misma donde no estaba
sola. Uno que no era amargo.
¡Detente, Medea!
Fue muy tarde. La compuerta estaba abierta y todos esos sueños reprimidos
se precipitaron sobre ella. Lo único que había querido era un bebé a quien amar.
Una vida para compartir con alguien más.
Su madre siempre había dicho que su corazón imprudente la llevaría por mal
camino.
Porque no creía en reglas o refinamiento. Esos eran para Max y sus hermanos
y hermanas. Ellos fueron los que prestaron atención a las reglas y ordenes de
Savitar. Aquellos que respetaron los pactos y la política de los dioses.
Como dios mismo, siempre se había considerado a sí mismo por encima de
tan pequeñas, e irritantes cosas que habían sido relegadas a los mortales y a las
criaturas menores.
Hasta ahora.
Había vivido toda su vida sin el calor de una tierna caricia. ¿Cómo podría
alejarse ahora?
Trazó la curva de sus labios hinchados con la yema del dedo, antes de
separar sus labios y besarla profundamente.
Falcyn cerró los ojos e inhaló la dulzura de su aliento cuando dejó suelta su
lengua para lanzarse contra la de ella, para barrer hasta el paladar de su boca
hasta que ella gimió y se retorció. La sensación de su cuerpo flexible presionado
contra el suyo mientras sacaba su camisa negra de sus pantalones.
—Nunca he sido de hacer lo que se supone que debo hacer. Va con todo mi
malvado título de villana.
—Sí, y me parece una de tus cualidades más atrayentes.
El corazón de Medea se agitó cuando él le ofreció una sonrisa real con esas
palabras burlonas. Fue inesperado e impresionante.
Nunca en su vida había ardido así. Ansiando a otro con un calor tan feroz. Ni
siquiera podía comprender esas sensaciones extrañas. Eran tan confusas y
arrolladoras, y no podía imaginar porqué las sentía hacia él.
Su enemigo.
Falcyn dejó sus labios para dejar un sendero de besos bajando por su
garganta hasta el pecho que acarició.
Falcyn nunca había probado nada parecido a su cuerpo. Ella estaba tan
caliente. Tan atractiva. Más aún porque sabía que estaba compartiendo con él lo
Era algo de lo que las cicatrices de su cuerpo daban testimonio, igual que las
suyas.
Hasta ahora, nunca se había dado cuenta de lo afortunado que era de haberse
salvado de tal golpe físico.
Y se alegró de que, en ese momento, y por cualquier razón, estuviera con él.
Ella jadeó audiblemente mientras pasaba sus manos sobre sus tensos brazos.
Apretó los dientes mientras su cabeza daba vueltas de placer.
Pero no podía contenerse. Ahora no. Necesitaba más de ella. Necesitaba tocar
cada centímetro de su cuerpo y reclamarlo como suyo.
Y lo hizo.
Falcyn apretó los dientes por lo increíble que se sentía. La quería de una
manera inimaginable. Ella le rodeó con calor y su aliento contra su cuello envió
mil escalofríos directamente a su alma.
Era lo más increíble que había visto. Una oleada de feroz posesión lo
atravesó entonces, especialmente cuando miró hacia abajo para verlos unidos.
—¿Puedes?
Ella asintió.
Gimieron al unísono.
Aun así, él suavizó sus empujes, teniendo cuidado con ella, ya que nunca
había hecho esto con una mujer antes. No estaba seguro de cuán exactamente
grande se pondría.
Girando su cabeza, Falcyn rodó con ellos aún unidos. La sentó encima de él y
la observó mientras ella tomaba el control para que él no tuviera que
preocuparse de hacerle daño mientras su cuerpo continuaba expandiéndose.
Se rió, incapaz de creer el sonido. O que podría ser tan divertido mientras
tenían relaciones sexuales.
—Duro y fuerte. Incluso puedo sentirte pulsando aquí. —Bajó la mano hasta
su abdomen.
Ella gritó tan fuerte que resonó en los árboles y se apoyó contra él de una
Medea se sentía tan extrañamente libre con él. En cierto modo nunca lo había
hecho antes. Ni siquiera con su marido. Pasó las manos por los duros músculos
de su pecho y abdomen. Era tan extraño verlo tumbado debajo de ella, entre sus
muslos extendidos
Su dragón.
Sabía que no sería así para muchos. No un dragón que odiaba tanto como
éste. Simplemente él no era así.
Él sostuvo sus caderas en sus manos y guio sus movimientos. Pero, lo que la
tenía cautivada era la expresión de felicidad en su rostro. Sus mejillas estaban
ruborizadas, sus ojos oscuros y desenfocados.
Ella gimió mientras movía sus manos de sus caderas a sus pechos, donde
jugó con sus pezones hinchados.
—Mojada y suave.
Dejó de moverse.
Ella sonrió ante eso. Eso hizo ese momento aún más especial para ella.
Medea temblaba ante la pasión que sentía, por la forma en que acarició sus
labios con los de él y envolvió su lengua alrededor de la suya. Sus músculos se
apretaron alrededor de ella, haciéndola temblar.
Por favor, que no me esté mintiendo. Odiaría tener que matarlo por ello. Y lo
mataría. Porque si él estaba mintiendo, ella no sería capaz de soportar la vida
con el dolor de que la dejara con un engaño tan terrible.
No a cualquiera.
Falcyn se apartó del beso, luego se dio la vuelta y tomó el control de nuevo.
Medea arqueó la espalda mientras se movía más rápido. Más fuerte. Era
como si estuviera compitiendo por algo.
Era tan grande ahora que estaba llenándola. Cada golpe trajo más placer.
Cada beso y cada caricia reverberaban a través de ella.
Él reclamó sus labios de nuevo cuando se estrelló contra ella aún más
profundo de lo que había estado antes. En ese momento, gritó mientras salía su
liberación. Su cuerpo explotó con color y placer.
Ella respiró con dificultad cuando se derrumbó sobre ella y la abrazó con
fuerza.
—Gracias, Medea —le susurró al oído mientras jadeaba fuerte. Luego besó
sus labios nuevamente en una tierna caricia que hizo que la atravesaran
escalofríos.
Ella había supuesto que él había terminado con ella, por lo que la sorprendió
cuando extendió sus piernas y tocó el lugar más privado de su cuerpo.
—¿Disculpa?
Él sonrió perversamente.
—Nunca he tomado a una mujer como dragón. Nunca encontré una que
fuera suficiente mujer para ello.
Ese pensamiento la puso un poco nerviosa.
—¿Confías en mí?
Realmente no.
Pero …
No lo hizo.
Fue entonces cuando se dio cuenta de que todavía estaba hinchado dentro de
ella.
—Eso es impresionante.
—Sí, lo eres.
—Sabes, si los demás nos encuentran mientras estoy desnuda, voy a matarte,
dragón.
Él rió.
—De hecho, sí lo hace. Es agradable estar con una mujer que entiende mi
oscuro, y feliz lugar a donde ir.
Eso era cierto. Una cosa que sabía acerca de los viajes interdimensionales, es
que a menos que tuvieran permiso o circunstancias especiales, se podían visitar,
pero sólo por tiempo limitado. Para quedarse, tenías que intercambiar lugares
con otra persona.
Eso era lo último que alguien quería, ya que rara vez escogían la que habías
elegido. Más bien iban detrás de la primera para causarle el mayor dolor
posible.
Y los dioses.
Falcyn era un dragón condenado por su propio nacimiento por una celosa
diosa perra.
Eso era todo lo que los dioses jamás les permitirían. Todo lo que sus
enemigos les dejarían. Y entre los dos, tenían una lista espantosamente larga de
Falcyn asintió.
—Lo sé.
—¿Qué es esto?
—Son hermosos.
Él asintió.
—Era increíblemente poderoso. Uno de los más fuertes Simeon Magi
entrenado nunca. Un verdadero manslaghe. —Eso era impresionante dado que
un manslaghe no sólo podría tomar una vida, sino que podía destruir un alma.
Era lo que los convertía en una de las razas más temidas de un asesino de
dioses. Más que incluso los Chtonianos que habían sido creados para vigilar a
los propios dioses.
Y cuando habló, se dio cuenta de que sí, de hecho, entendía por qué ella
albergaba tanto odio por el antiguo guerrero Sephiroth.
—Estuve allí cuando Jared volvió a su ejército y los llevó a la masacre. Lo que
hiciste con él mientras tu madre lo sostenía por Artemis, no me importa. Por lo
que a mí respecta, se lo merecía. Sé que él piensa que tiene un noble motivo
para sus acciones, pero no puedo perdonarlo. Todo lo que puedo decir es que
me alegro de que su madre estuviera muerta en ese momento. Habría roto su
corazón al verlo traicionar su juramento.
Falcyn se acercó a su lado para poder pasarse los dedos por el cabello.
—Ayudaré a tus padres. No por lo que hemos hecho ahora. Sino porque
estoy cansado de ver a los dioses destruir vidas sin razón.
—Gracias.
—No hay problema. Sólo tienes que encontrar una forma de sacarnos de aquí
—Bueno, eso es más fácil decir que... —Medea hizo una pausa en su frase
cuando una extraña sensación atravesó su cuerpo. Como si alguien o algo
hubiera apretado su alma. Era de lo más curioso. Un dolor profundo y oscuro la
penetró. Uno que la hizo sentirse extrañamente deprimida y agotada.
—¿Medea?
—De repente, estoy tan cansada. Apenas puedo mantener los ojos abiertos.
—Se sentó para terminar de vestirse—. Supongo que simplemente estoy
abrumada. Hay tanto que hacer. Ni siquiera sé por dónde empezar. —Su
corazón se hundió ante la idea de lo que tenían por delante—. ¿Y si no podemos
llegar a ellos a tiempo? ¿Y si es demasiado tarde?
—No lo es.
Ella lo hizo.
Mierda…
—No voy a ninguna parte. ¿Por qué molestarse? De todos modos, es inútil.
No había esperanza. Como ella había dicho. Todo lo que hacían se convertía
en una mierda.
Oh mierda…
¡Soy drakomai!
Tenía que sacar esta mierda de su cabeza antes de que se volviera loco. Y
desde la profundidad de esa locura, solo había un lugar al que podía pensar ir.
—¿Medea?
Ella lo miró.
En ese momento, odió a su hermano Max más de lo que había hecho antes.
¿Por qué? Porque las siguientes palabras de su boca salieron directamente de su
—Nada es inútil.
Tan malo como Max había sido antes de estas últimas semanas, era dos veces
más horrible y santurrón ahora que tenía a su dragonswan y a sus hijos con él.
Había momentos en que Falcyn estaba seguro que vomitaría por la sobrecarga
de sacarina al estar rodeado por muchos de ellos. Lo único peor que Max eran
sus hijos y su esposa.
Él se rió por su tono hosco y sus palabras le sonaron a él, como le gustaría
algo mejor.
—¡Eso es!
—No, pero ahora tengo una imagen de ti desnuda encima de mí otra vez y
he olvidado completamente mi tren original de pensamiento.
—¿En serio?
—¡Oh sí… sí! Tenía un pensamiento sobre eso. Saltos de fe. ¿Ya sabes?
Medea le frunció el ceño. Lo dijo como si ella debería entender algo arcano
Detrás de esa frase. Pero no significaba nada para ella.
—¿Sí? Bueno…
—Sigo olvidando que eres una Apolita. Sin experiencia real entre los fey.
—Confía en mí, estás mejor fuera. La última vez que salieron a jugar con tu
gente, hicieron la raza Were Hunter.
—Dagon no era una criatura fey. Y creo que, como dios sumerio, él estaría
altamente ofendido por tu categorización como tal.
—Lo soy, ciertamente. La mitad, de todos modos. Hekate era su madre. Pero
compartimos el mismo pedazo de mierda del donante de esperma.
Se rió de la forma en que resumía las cosas. El dragón tenía un fraseo y una
perspectiva.
—Oh sí. Lo siento. La fe es una palabra moderna para los fey. Y, saltos de fey,
fue una vez un término para el agua corriente y fresca acumulada en un arroyo,
en contraposición a un bien.
—Estoy poseída por los espíritus de la duda. ¿Te lo crees? Por supuesto que
estoy dudando de ti. Y gracias por esta maravillosa experiencia, ¡por cierto!
Mucho mejor que un viaje a Disneyland. No puedo creer que me fuera de casa
por esto.
—Bueno, estaba amonestada por eso cuando era niña. Después de que Apolo
hiciera su maldición.
—¿Pero ya no?
Él asintió.
—¿Jugué con las reglas y qué conseguí? Un corazón roto y una familia
asesinada. El cuerpo reventado. A la mierda. Así que sí. Aprendí a endurecer
mi corazón y a dar tanto como recibo. Con gusto.
—Conozco el sentimiento.
—No. Es el sentido común el que habla. Estoy seguro de que me odia por lo
que mi hermano le hizo. Me odia por no encontrarlo antes. —Juntó las cejas en
profunda consternación—. Tienes razón. Esa podría ser la SOD hablando y no
yo.
—No tengo ni la más mínima idea. Realmente no soy yo. Normalmente soy
una perra importante para todo el mundo. —Se alisó el cuello—. Pero algo en ti
hace que quiera arrancarme las garras.
—Sí. Siento lo mismo contigo. Hay una calma dentro de mí cada vez que te
acercas. Y no lo entiendo. Incluso ahora. La mayoría saca a la bestia en mí. Pero
tú… pareces sacar solo lo mejor.
Esas palabras hicieron que sus ojos se aguaran. Incluso más extraño, la
hacían sentirse mareada como una niña otra vez. Algo que no había sentido en
innumerables siglos.
Más que eso, él la hacía sentirse segura de una manera que nadie jamás lo
había hecho.
Él rió amargamente.
—Nunca conocí a una mujer no dragón que no gritara al verme por primera
vez en mi cuerpo real.
Se puso de pie audazmente ante él, con las manos en las caderas, para
enfrentarse a él.
Por respeto. Era una bestia enorme y peligrosa. Incluso más grande de lo que
ella había esperado nunca. Sus escamas rojas relucían como si tuvieran manchas
doradas en su color rojo. Largas y brillantes garras de oro y colmillos curvos
sobresalían, recordándola que era un depredador del orden superior.
Audaz. Sin aliento, se acercó a él hasta que pudo poner su mano sobre su
gran hocico.
Te entiendo.
Sube a bordo.
Ni Falcyn tampoco.
No hasta que alguien la arrancó hacia atrás y ambos se dieron cuenta de que
era un SOD. Rodeándola, la obligó a alejarse de él y cubrió su cuerpo.
Encima. Detrás. Uno incluso golpeó su hombro, solo por ser un imbécil.
Nada funcionó.
—¡Falcyn!
—¿Falcyn?
—¿Estás bien?
—¿Cómo me liberaste?
—Tiré agua fey sobre ellos para hacerlos sólidos, y él les golpeó la mierda
mientras se debilitaban. Estábamos intentando explicarle qué hacer. Pero no
escuchaba.
Urian se rió.
—Buen punto. La próxima vez que Nick o Dev lo usen, tendré que sacarles el
tema. —Levantó la barbilla hacia Medea—. ¿Te sientes mejor?
—Aparte del agua que algún irreflexivo bastardo me ha tirado encima, sí.
Con una sonrisa divertida, Falcyn utilizó sus poderes para crear una
chaqueta de cuero que dejó caer sobre sus hombros.
—No vayas allí. Los demonios Caronte me han dicho que el dragón asado es
bastante sabroso. Con o sin la salsa de barbacoa.
—Esa amenaza tendría más peso si no fueras una Apolita que vive
únicamente de la sangre de su propia especie.
—Sí, pero todavía cazo y mato por deporte. Nunca olvides eso.
Más bien se habían llevado mucho mejor de lo que los demás podrían
adivinar. Y el aroma seductor de su dragón tan cerca de ella ahora la estaba
calentando mucho más que la chaqueta de cuero que había conjurado.
Era todo lo que podía hacer para no ceder a esos impulsos que hacían que su
—Mi poder para cambiar está de vuelta —le dijo a Blaise—. ¿Cómo está el
tuyo?
Su ira irritó a Medea. Seguramente tenía que sentirse aliviado de tener esos
poderes restaurados.
—Esto no es bueno.
—Estoy pensando que si podemos cambiar solo podría significar una cosa…
Necesitamos llegar al castillo de mi padre. ¡Rápido!
—Por favor, hermano. Tengo tus seis.
Falcyn y Blaise regresaron a sus cuerpos de dragón. Bajó su ala para que
Medea tuviera acceso a su parte posterior mientras que Blaise permitía que
Brogan y Brandor montaran en él para un paseo.
Por suerte, nadie pareció darse cuenta. Sin embargo, sus mejillas se
calentaron de todos modos. Era tan incómodo saber qué pensamientos estaban
Sí, no se perdió eso. O el ruido sordo que precedió a un poco de fuego que
salió de su boca antes de levantarse en toda su gloria de dragón.
Una vez que todo el mundo estuvo asegurado, tomaron vuelo sobre el no tan
divertido encantado bosque.
Pero afortunadamente, fue solo una cuestión de minutos antes de que vieran
el brillante castillo de cristal que flotaba sobre la línea de árboles, girando en un
lento círculo. Sin duda, sabía que esto era donde Emrys Merlín hizo su casa. Y
Era insidioso contra el paisaje cargado de sangre. Como lo era el silencio que
reverberaba y solo se rompía por el sonido de las alas de los dragones.
Más que eso, quería aliviar el dolor y sabía que no había manera de calmar lo
que oyó. Ninguna palabra podría deshacer esto. Ni la magia.
Para cuando Falcyn llegó allí, Blaise estaba de rodillas, acunando el cuerpo
de Emrys en sus brazos. Se estremeció ante la visión de ellos entrelazados, en la
manera que Blaise lloraba mientras sostenía al hombre que consideraba su
padre. Pero lo que más dolía era saber que su propia sangre nunca lloraría por
él a esa profundidad.
Sin embargo, Falcyn estaría mucho más devastado si algo le pasaba a Blaise.
Había estado aún más inconsolable después de que Max lo hubiera separado de
Maddor. Y eso era lo que ardía tan profundamente en este momento.
—Lo siento.
Falcyn no tenía ni idea. Pero incluso los dioses podían caer. Todo lo que
tomaba era un paso en falso. Un enemigo más letal. Miró a su alrededor, a la
destrucción. Por los restos y las manchas de sangre por todas partes, era obvio
que Emrys había puesto una cruel pelea por su vida.
¿Qué demonios?
Abriendo los ojos, se ahogó al verlos a los dos. Sangre goteaba de la esquina
de su boca.
Gallu llegó. No éramos lo bastante fuertes para luchar contra ellos. Ejercían alguna
forma de magia que nunca hemos visto antes. Algo más viejo de lo que conocía Merlín.
—¡No!
Una lágrima corrió por el rabillo del ojo y se congeló hasta la mitad de su
mejilla para convertirse en un guijarro sólido en la pared.
Escúchame, Blaise. Merlín te amaba… como yo. Siempre fuiste considerado como su
verdadero hijo. Igual que Arturo. Ahora necesitamos que saques la piedra de su anillo y
la uses para liberar a los dragones que Morgen encarceló debajo de su castillo.
—No lo entiendo.
¿El aliento del dragón de Camelot? Está hecho por ellos. Los verdaderos dragones de
antaño. Los que utilizaba para hacer a los mandrakes. Si se les deja sin vigilancia, puede
despertarlos ahora que está muerto, y esclavizarlos para sus batallas. Emrys ya no está
más aquí para protegerlos de ella o para evitar que los use en su ejército. Debes hacer
esto por él, de lo contrario el mundo del hombre se derrumbará y todos nosotros nos
habremos sacrificado por nada.
—¿Por qué no liberó a los dragones?
Ellos lo habrían matado por lo que les hizo. No se atrevió a arriesgarse a su ira. ¡Por
favor, querido! Debes… Su voz se apagó cuando expulsó una respiración
profunda y se congeló por completo.
Ella se fue.
Era tan injusto. Cerrando los ojos, sintió que sus poderes divinos surgían en
una manera que no lo habían hecho en siglos. Poderes inactivos que había
dejado atrofiar porque no le había importado lo que le ocurriera. No le había
importado lo que le pasara al mundo o a Max. Todo lo que había amado había
sido tomado y así había aprendido a vivir en el estado de Que los jodan a todos.
Pasaron varios minutos antes de que Blaise se apartara y se secara los ojos.
—Nunca te juzgaría.
—Gracias. —Se fue para unirse a los otros, que finalmente estaban entrando
en la antigua sala.
Con sus propios ojos húmedos, alargó la mano para pasar su mano por el
cabello de Falcyn.
—¿Estás bien?
Falcyn lo hizo.
Éste no era el gentil dragón que había hecho el amor con ella. Este era el
antiguo dios de la guerra Veles, al que los guerreros antiguos más fieros habían
hecho sacrificios de sangre antes de conducir sus ejércitos a la batalla.
Algo en él había cambiado en los últimos minutos. Era una bestia muy
Más feroz.
—Que nadie haga daño a mi nieto de esta manera con impunidad. Ellos
quieren una guerra… estoy aquí para dársela.
Oh sí, Kessar había despertado a una bestia dormida en Falcyn. Ella arqueó
una ceja a eso.
—Buen truco.
No por nada.
Enfadada, se quedó a mirar. Había algo misterioso en el aire. Eso dejó el pelo
en la parte posterior de su cuello de punta. La piel de gallina corrió a lo largo de
sus brazos.
—¿Cómo puede esta piedra liberar a los dragones? —Urian ladeó su cabeza
para mirarla.
Lo que era muy extraño para Medea, cuando se dio cuenta de lo más joven
que Emrys Merlín había sido en comparación con Blaise.
—¿Cómo puede ser tu padre cuando es obvio que eres al menos diez años
más viejo?
—¿En serio?
Asintiendo, sonrió.
Falcyn resopló.
Él le sonrió.
—Eres un tonto.
—Más o menos.
Falcyn le dio unas palmaditas en la espalda mientras miraba los dos frescos
serenos.
—Lo aprecian.
Una sola lágrima pasó por delante de Blaise para deslizarse por su mejilla.
—Lo tendré yo mismo. —Los ojos de Falcyn ardieron con su furia mientras
hacía su promesa.
Narishka se quedó paralizada a medio paso por la última cosa que esperaba
oír.
—¿Perdón?
El guerrero Adoni que la había estado sirviendo durante siglos cambió
nerviosamente cuando volvió a pensar en su informe. De hecho, dio un paso
atrás en su escolta de dos hombres armados en el estrecho pasillo que estaba
iluminado por las resplandecientes entrañas de los demonios que habían
desagradado a la amante que servían. Tan pronto como se separó y chocó
contra la pared, hizo una mueca y tragó saliva.
—Lo escuché desde el reino Sylph yo mismo. Entraron en su reino hace poco
tiempo. Un mandrake, un dragón, un Apolita, un Vidente de la Muerte, y un
hombre cuyos poderes no podía identificar. Al parecer, se han hecho amigos de
Brevalaer.
—Sí, milady.
Esa solo podía ser la hermana de la puta que había estado zumbando y
lloriqueando.
Narishka giró una mirada fría y áspera del Adoni ante ella hasta el
excepcionalmente alto hombre rubio que se acercaba a ellos. Vestido con una
armadura verde y dorada como los tres Adoni que le habían estado
informando, Arador Pendragon todavía iba como un ladrón y hablaba en la
lengua vernácula de los campesinos. Como el último amante de Morgen y el rey
de su corte y Círculo, pensaba en sí mismo como el guerrero más letal y capaz
en todo el mundo.
Pero palidecía en comparación con Kerrigan, una vez grande, que había
gobernado aquí antes que él. Y no solo porque Kerrigan fuera el guardián de la
espada Caliburn.
Nay, había mucho sobre los poderes oscuros de Kerrigan que pocos
superaron. Y nadie podía tocar las habilidades de su propio hijo traidor, Varian
duFey. Mientras que los poderes merlinianos de Arador eran impresionantes,
tenían un largo, largo camino para seguir antes de que pudiera empezar a
desafiar a algunos de los más feroces miembros de los señores de Avalon que se
opusieron a ellos.
O a ella.
Ella entrecerró su mirada hacia él cuando esa amenaza la hizo hervir. Sin
embargo, se negó a dejar que lo supiera. En cambio, sonrió como si sus palabras
no la molestaran en absoluto. Porque mientras la enojaban, no lo veía como una
amenaza. No más que el zumbido de un mosquito.
—Morgen me convocó.
—Ah.
—¿Qué se supone que significa eso? —A diferencia de ella, no tenía la
sabiduría para evitar la ira en su tono.
Ella devolvió una sonrisa verdadera. Lo que eso significaba, era que no
estaba cerca del hombre que Kerrigan había sido. Ese cabrón bastardo nunca
había llegado a los deseos de Morgen. Más bien, había llevado a su sobrina a la
distracción con su desafío sin fin. Y esa era una de las razones por las que
Kerrigan había durado más que cualquier otro en su reino.
Una extraña luz apareció en sus ojos antes de que pasara junto a ella.
—¿Arador?
Se volvió y se marchó.
Con esas palabras pronunciadas, fue a reunir a sus propios agentes para
planificar su estrategia para la próxima ronda.
—Eres una erupción, amigo mío. Tal erupción, que actualmente se está
arrastrando por tu cuello.
—No tienes ni idea. Pero no pondría nada más allá de ella. Lo principal por
ahora es que encontremos a Blaise y que él y Emrys sepan lo que está pasando.
Tú toma a Beau y encuéntralos.
Kaziel dudó.
Apenas habían desaparecido en las sombras de las cortinas antes de que los
dos amantes más recientes de Morgen bajaran por el pasillo, gruñendo.
—Me gustaría que Brevalaer estuviera todavía aquí. Nadie más puede
manejarla cuando está en este mal humor. ¿Cómo lo manejó durante tanto
tiempo?
—Espero que no. Están alimentando a los gallu con los infectados.
—Ni idea. Pero estoy seguro que no puede salir nada bueno.
Algo frío se frotó contra Varian. Más rápido de lo que podía pensar, sacó su
daga y la lanzó.
—Cuidado, primo. Necesito cenar antes de que alguien me hinque una daga.
—Lo siento, pero tu Merlín me envió con noticias. Emrys y Nimue han caído.
—Apolo ordenó a sus demonios que los asaltaran. Él está cerrando el lazo
alrededor de los dragones, tratando de llegar a la piedra de dragón primero.
Mientras tanto, tienes que obtener la losa de Morgen antes de que encuentre la
piedra de Falcyn y resucite a Mordred. De lo contrario, todo está perdido.
—Ni siquiera se acerca. —Él lanzó una sonrisa arrogante a Varian—. Ella
también quiere que entregues una llave de portal.
Varian se echó a reír. Hasta que se dio cuenta de que no era una broma.
Sacudió la cabeza.
—Los caminantes de sombras solo pueden pasar a través de uno en uno. Sin
una clave, estarían atrapados y obligados a oírme al otro lado.
—Seguro que piensas en algo. He oído que eres bueno en una crisis.
—Eres un bastardo.
—Y aquí pensé que eras un maestro ladrón que podía robar una llave de
quien quisieras.
—¿Pregunta?
—¿Confías en él?
—No confío en nadie más que en mi esposa e hijos, pero nunca me ha dado
una razón específica para no hacerlo. ¿Por qué?
—¿Tu punto?
—En realidad no tiene sentido. Solo algo sobre ese demonio hace que se me
levanten los pelos.
Sin embargo, allí había una presencia maligna, y por una vez no era su
madre o Morgen.
No, esto era algo mucho más insidioso. Como una negrura intentando
devorar el mundo. Como Níthöggur royendo las raíces de Yggdrasill cuando
intentó liberarse de su prisión.
—¿De?
—De verdad… —La mente de Morgen giró con esta nueva información—.
¿Algún otro mocoso del que necesito saber?
—No tan lejos como sé. Su lealtad a ese fin parece haber muerto con su hijo
original, Monakribos.
—¿Y qué hay de su padre? ¿Se suponía que Kissare no iba a renacer para
poder volver a ella?
—Lo era, de hecho. —Una lenta sonrisa maligna se extendió por su rostro—.
Por qué, Morgen, querida bruja malvada, creo que has encontrado algo.
—¿Entonces renació?
Los Destinos.
Él no lo dijo, pero Morgen sabía la respuesta tan bien como él. Esas tres putas
sabían todo sobre todo el mundo.
—Explicaría tanto… Archon juró que nunca sería el padre de un hijo con ella
y fue a su estado nebuloso demandando que Acheron no era su hijo. Si
Apollymi realmente lo hubiera amado, nunca habría terminado con él como lo
hizo. Dios sabe, sufrió mucho para proteger a Kissare y a su descendencia.
—Y Destinos.
—Si no lo hacen, lo aprenderán. —Él le dio un último beso, luego se alejó
caminando.
—¿Adónde vas?
—No es útil.
Medea se llevó la mano a los labios antes de acercarse a Brogan para susurrar
en voz alta.
Falcyn arqueó una ceja ante su extravagante humor. Y fue entonces cuando
se sorprendió por lo diferentes que eran las dos mujeres. No solo porque una
era rubia y la otra morena. Medea estaba vestida de cuero negro, camiseta
apretada y vaqueros, y botas de tacón con un aura innata de te-cortaré-si-me-
irritas que sangraba de cada fibra de su ser. Mientras tanto, Brogan era mucho
más suave con su gasa multicolor verde y marrón brillante que flotaba sobre su
marrón cuero. Aunque era una poderosa kerling con las habilidades de una
Vidente de la Muerte, había un aire de serena dulzura.
Sí, no sentía nada por la kerling, pero una mirada a Medea era suficiente para
ponerle duro y dolorido por otro sabor de sus exuberantes y llenas curvas.
Ella destelló una sonrisa para exponer un toque de colmillo que, por alguna
razón loca, encontró adorable.
Medea disparó una explosión a Urian, que hábilmente esquivó y se rió antes
de devolver una de las suyas.
Medea se burló.
—Ya sabes, Falcyn, creo que debes poner en el muro más puntos extra en
todos tus lamentables escondites.
Sí, esa imagen era vívida y aguda. Y hacía sus pantalones incómodamente
Al menos eso era lo que pensaba hasta que una luz aguda casi le cegó.
Después de dejar que el fuego en sus manos desapareciera, Shadow sacó uno
de los tres amuletos que llevaba al cuello sobre su cabeza.
Puesto que Shadow no reaccionó a la peculiar gárgola con él, Falcyn asumió
que debían ser aliados, ya que Shadow toleraba a pocos de pie en su periferia
donde podrían atacar sin ser visto. Sobre todo, porque la gárgola se quedó atrás
y cruzó los brazos sobre su musculoso pecho como si estuviera contento de
esperar a que terminaran su negocio.
—Son estatuas, ¿verdad? Lo han sido durante siglos. ¿Qué son unos días
más? Mientras tanto, mi pueblo se está muriendo mientras hablamos. ¡Tenemos
que salvarlos!
—Y la hermana de Falcyn está entre los que están en Camelot. Ella será la
primera a la que Morgen matará si la despierta. ¿También la condenarías?
Falcyn arqueó una ceja ante la inesperada revelación de Brandor. No tenía ni
idea de que Xyn fuera uno de los dragones congelados bajo Camelot. Y lo
sorprendió que los cortesanos fey supieran de su presencia allí cuando acababa
de aprender eso.
—No hay delirios, amigo. Justo antes de irme, enviaron un guardia tras él.
Conociéndola, no era para el café o té, ni para un bocado de la tarde. Mientras él
soporta algunas características similares con sus amantes pasados… —cortó
una mirada significativa hacia Brandor—… no es su tarifa habitual, y ella
normalmente lo mantiene con una corta correa, a poca distancia, que odia a la
bruja con una pasión desesperada y es probable que le arranque la garganta un
día. Pero ninguno de nosotros podría averiguar por qué ella lo querría.
Generalmente solo lo llama para la guerra.
Falcyn asintió.
—No voy a dejar que entres en esa pesadilla sin alguien a tu espalda. Dios o
lo que seas, todavía necesitarás algún apoyo con el que puedas contar.
—No es una gran amenaza, viendo cómo nunca las usas, de todos modos.
—¿Te conozco?
—No.
No sabía qué.
Falcyn la rodeó.
Medea se rió por la última cosa que había esperado. Una roca con sentido del
humor.
—Me doy cuenta tardíamente que debería haberlos presentado a todos. Beau
duFey… estos son… ellos. Mejor conocidos como los que van a conseguir que
nos maten.
Beau lo abrazó.
Ella asintió.
—Ahora recuerdo por qué no me caes bien. —Barrió con su mirada a Blaise y
Falcyn—. Cualquiera de ustedes, en lo que respecta a eso. —Con una
respiración profunda, Shadow crujió sus nudillos—. Muy bien, chicos. Última
oportunidad. Aquellos que quieran un billete para la Cordura, que levante la
mano y saldremos al portal a su reino casa.
Él asintió.
—Sí.
Brandor comprobó el nudo en su cintura, lo que le dijo cuán grave era esto.
Shadow asintió.
—Hogar dulce jodido hogar. La cuerda es para evitar que cualquier cosa me
arrebate a uno de ustedes mientras me muevo a través de él.
Porque perderse allí era no volver a verlo nunca más. La oscuridad estaba
siempre hambrienta y buscaba cualquier alimento que pudiera encontrar.
—Mantén tu miedo bajo control. La ira más. Recuerda que las sombras son
solo una burla de las formas y sentimientos que están intentando duplicar.
Nebulosa y transitoria, carecen de toda sustancia y forma. Se dispersan con
miedo ante el primer signo de luz, porque saben que no pueden mantener su
propia forma. El engaño y el truco son las armas primarias que las sombras
utilizan para distraer a los incautos y engañarlos pensando que son algo que no
son. Pero al final, esas sombras no son más que trucos de baile que se
aprovechan de las mentes desprevenidas, incapaces de diferenciar la mentira de
la verdad. Cuando todo está dicho y hecho, las sombras son tragadas ya sea por
los rayos del sol abrasador o por la oscuridad que los come enteros.
—¿Tienes miedo?
—La verdad nunca me asusta. Estuve aquí antes de que comenzara el tiempo
y estaré aquí durante mucho tiempo después de que tus sombras sean
olvidadas.
—Cuidado, Veles. Ha pasado mucho tiempo desde que he visto este lado
tuyo.
—Hacemos lo que tenemos que hacer, para sobrevivir, ¿no es así, hermano?
Algo oscuro y vil pasó entre ellos en una sola mirada. Un reconocimiento de
sus pasados que cada uno conocía mutuamente, y sin embargo no querían
compartir con nadie más. Fue tan intenso que por unos segundos esperaba que
Falcyn lo atacara.
—Ese es mi plan.
Falcyn puso los ojos en blanco.
Cuando Shadow se volvió para revisar los nudos de todos, Falcyn captó una
extraña imagen al ver el perfil de Shadow. Era tan peculiar. Su mente se
trasladó a un recuerdo de Maxis sobre el rostro de Shadow. Pero no una
reciente. Era de Maxis del mundo antiguo cuando había sido adornado con
pieles y pintura.
Falcyn se burló del mero pensamiento de ser íntimo con alguien tan
traicionero como Shadow.
—Creo que acabo de vomitar en mi boca. Confía en mí, si fuera a doblar mis
gustos en esa dirección, no serías tú.
—¿Alguna vez te has preguntado cómo Jared fue capaz de cambiar las
espadas por su ejército?
Shadow se congeló cuando una agonía tan profunda que incluso ella podía
sentir oscureció sus ojos.
—No sabes nada de lo que pasó ese día, dragón. —Su respiración era
irregular, y miró a Falcyn—. Me estás juzgando, bastardo… pero no sabes nada
de mi pasado.
—Sé lo suficiente.
—Eso es lo que todos dicen justo antes de recoger las piedras para matar a
una víctima por ser parte de un crimen del que nunca quisieron ser parte.
Regodéate en tu miseria. Gime y lloriquea, dragón. En eso eres bueno. Algunos
de nosotros nunca nos permitimos un refugio donde poder ceder a semejantes
rabietas.
Beau lo detuvo.
—No es tan romántico o espectacular como tu voz lo hace sonar. Por toda la
belleza, está plagado de pesadillas.
—Es un skatos.
Ella frunció el ceño ante un término que nunca había oído antes.
—¿Un qué?
—Guardianes —respiró Shadow—. Para asegurarse que perteneces aquí. Si
eres un intruso que no tiene negocios en este reino, desatan a los Fringe-
Hunters sobre ti.
—Vete, Mairee.
La mujer se dirigió a Medea y no fue hasta que estuvo tranquila con ella que
Medea comprendió por qué Brogan había jadeado en voz alta. La mitad de la
cara de la mujer faltaba. Lo que quedaba se transformó en una pesadilla
espeluznante.
Medea resopló.
—¿Adónde vas?
Siguió avanzando.
—No tengo tiempo para ti. Así que busca otro al que molestar.
Shadow la apartó. Pero no pasó mucho antes de que empezara a cantar una
cantinela embrujada.
—En tu vida, el halcón se arrastra… canta, hija mía, canta. Deja tu voz al cielo
volar… pero recuerda que no hay nadie que te salve cuando mueres.
—¡Basta! —rugió Shadow. Y cuando lo hizo, sus ojos se pusieron del color de
la sangre. Resplandecieron en un fuego profano en la oscuridad.
—¡Te juro por mi alma podrida y maldita, que, si no te vas, Mairee, acabaré
lo que Sakers comenzó!
Shadow soltó una risa amarga. Avanzó hacia ella, luego se detuvo. Se volvió
hacia ellos y maldijo.
—¡Brogan!
Medea miró para ver que el viento aullaba enmascarando los sonidos del
caballo de Crom mientras se precipitaba hacia ellos.
Y no estaba solo.
Lo que parecía ser un centenar de perros de sombra seguían su paso, con los
ojos amarillos que brillaban intensamente.
Medea sintió que la sangre se le escurría de la cara al darse cuenta de que no
había manera de luchar ese número.
—¿Qué vas…?
—¡Vete! —rugió a Falcyn—. Adelante. ¡No pares! Si los ladridos de los perros
te alcanzan, estarás acabado.
Cada vez más fuerte, los ladridos y gruñidos aumentaron. Brogan extendió la
mano y tomó la suya. Mientras estaba de pie valientemente con su mandíbula
apretada en silencio, hubo el más mínimo temblor en su mano para que Medea
supiera cuánto miedo tenía la mujer.
El Crom tiró de su caballo a una parada brusca, haciendo que la parte trasera
y la pata se dispararan hacia la mano.
Medea se quedó boquiabierta cuando vio que los ojos de Brogan ahora eran
Echando la cabeza hacia atrás, Brogan dejó escapar un grito que heló la
sangre. Golpeó el suelo hasta que su puño estuvo ensangrentado y magullado.
El Crom luchó durante varios segundos hasta que se dio cuenta de que
Falcyn no estaba dispuesto a ceder. Más que eso, llegó a la conclusión
sorprendente y veraz de que Falcyn de hecho tenía los medios y la capacidad
para llevar a cabo su amenaza no tan vacía.
Tan pronto como Brogan dijo esas palabras cayó hacia adelante en un
montón. Blaise volvió a su forma humana para poder correr a su lado y tirar de
ella hacia sus brazos.
—¿Ro? —Su voz temblaba por la tensión de su miedo—. ¡Háblame! ¡Di algo!
Esa mirada torturada le hizo doler el estómago por él. Y atrajo los recuerdos
de su propia pérdida. Hizo que todas esas viejas heridas se abrieran frescas de
nuevo.
Por un momento, temió rendirse a la agonía del pasado y ser arruinada por
eso de nuevo.
—¿Qué?
Falcyn apretó los dientes.
Sus ojos llamearon ante esas palabras, Shadow los rodeó para llegar a Brogan
y tocó ligeramente su mejilla.
Tan pronto como él retiró la mano sus ojos se abrieron. Perdidos en su dolor,
ni Blaise ni Brandor lo vieron en un principio.
—Pueden tomarme por la fuerza y romper todos los huesos que tengo, pero
sólo tu tendrás siempre mi corazón, Blaise. Porque es lo único mío para dar.
Resoplando ante sus acciones ridículas, Medea se secó los ojos. Jaló una
respiración entrecortada, agradecida.
—Siento su dolor, hermanos míos. Siempre soy el que más está de sobra. —
Lanzó un vistazo a su alrededor—. Entonces ¿quién de ustedes panda de
idiotas, destruyó mi cuerda?
—Me gusta mi cuerda. Es muy útil para todo tipo de cosas. Y todavía
tenemos que conseguir que todos salgamos de aquí. Mairee es solo una de una
serie de perras traidoras que pueden invocar toda clase de infierno sobre
nosotros.
Ella no entendió.
—¿Cómo es eso?
—Síganme o no, depende por completo de ti. Pero a menos que desees
construir una casa en este agujero del inferno, te sugiero que apures el paso.
—Del suyo propio. Empezó con los demonios, luchando por Noir y el
Mavromino. Por razones desconocidas, se pasó a luchar con el Kalosum… hasta
que ayudó a Jared a masacrar a su ejército para Noir.
—Estoy seguro de que él sabe sus razones. Jared podría saberlo también.
O tal vez la verdadera realidad era que había elegido enterrarlos más que
simplemente olvidarse de ellos.
Shadow había llegado antes para hablar con Caleb, quien había llevado a una
de sus más grandes bandas de demonios contra el Mavromino. Falcyn y
Adidiron, uno de sus comandantes Arel, habían tropezado en ese encuentro por
accidente.
—Nunca somos castigados por los pecados que cometemos. Más bien somos
castigados por ellos.
Esas palabras sabias persiguieron a Falcyn hasta nuestros días. Ellas nunca
habían estado lejos de su mente.
Nadie debería tener que sangrar hasta los huesos por amar o confiar en otro.
—Estoy aquí.
—Eso dices, pero puedo ver en tus ojos que estás en otro lugar.
Cuán negras eran las almas de los demás realmente. Y cuán a menudo otras
personas condenaban a los inocentes por sus propias fechorías y actos corruptos
que no podían soportar por sí mismos. Debido a que era más fácil verlo en
alguien más y odiarlos por ello de lo que era odiarte a ti mismo y esforzarte por
tratar de solucionarlo. Después de todo, las personas eran menos propensas a
verlo en ti si su atención está siendo desviada por la culpabilidad que señala
con el dedo en distracción hacia aquellos que no podrían defenderse a sí
mismos porque eran inocentes, y ni siquiera podían contemplar los pecados que
se echaron sobre ellos.
Enfermo, realmente.
—Estamos aquí.
Con sus poderes, cortó otro agujero, de una pequeña habitación de su reino
de la sombra a Camelot. Shadow se quedó atrás mientras lo atravesaban. Luego
se unió a ellos y selló la ruptura herméticamente.
Rodando los ojos ante su sarcasmo, ella sacudió la cabeza hacia él.
—¿Estás herido?
—¿Shadow?
Sus ojos rodaron hacia atrás en su cabeza mientras sus piernas se doblaban.
Habría golpeado con fuerza el suelo si Falcyn no lo hubiera atrapado y bajado
lentamente al suelo.
Sin embargo, tan pronto como lo recostó la puerta se abrió para mostrar un
pequeño grupo de Adoni que no eran sus aliados.
El sonido estridente de metal llenó el aire cuando los Adoni desenvainaron
sus espadas.
Como su padre, era muy guapo. Con el cabello y los ojos negros, emanaba
innata, cruda masculinidad que atraía a otros hacia él. Y aunque nunca había
tenido un sabor de su exuberante y sexy cuerpo, sospechaba que era increíble
en la cama. Al menos eso era lo que decían todos los rumores de él.
De nuevo, igual que su padre. Oh en los días en que Falcyn había sido
mucho más imprudente e indiscriminado. Cuando no le importaba quién se
aventurara en su cama o dónde se encontraba en la mañana.
Lo que bebía.
Pero era para otro día eso de explorar los límites de los gustos de Maddor.
Se encogió de hombros.
—¿Por qué estamos todos en esta cosa llamada vida? Esa es una pregunta
para la posteridad y para los filósofos. ¿Es eso realmente lo que quieres
discutir?
—No. ¡Lo que quiero es darme un festín con tu fétido corazón, perra!
Aye, ella conocía esa mirada ardiente, llena de odio en esos ojos oscuros.
Cómo nadie había imaginado que Maddor era el único y verdadero hijo de
Veles no lo podía imaginar. Eran tan similares en temperamento y gestos. Aún
más iguales en palabras como en acciones. Podrían ser la misma persona. Solo
un tonto podía perderse lo similares que eran el uno con el otro.
—Mi ¿qué?
Cruzando los brazos sobre el pecho, arqueó una ceja hacia la bestia que
finalmente había controlado.
—Aye. Parece que hemos guardado algunas cosas de ti durante los siglos
que te han encerrado aquí. Una de ellas es que tu madre biológica, Igraine, era
mi verdadera hermana de sangre.
Maddor se congeló. Por su expresión, ella podía decir que estaba debatiendo
si creerle o no.
—Kerrigan.
Pensando en ello, tenía una lista larga y tórrida de los que odiaba hasta la
médula de sus huesos. Tanto es así que, si ella continuaba jugando este juego,
estarían aquí por semanas.
Sacudió su cabeza.
Por supuesto, el Adoni hizo sonar una alarma. Porque mantener la calma
solo sería demasiado pedir. ¿No es así?
Urian maldijo.
Por el contrario, extendió sus manos a los lados como si se divirtiera con ellos
y su predicamento.
Varian maldijo.
—Maldita sea, Shade. ¿No puedes alguna vez hacer algo a la mitad de vez en
cuando? No, no tienes una pequeña herida. Tienes que ser prácticamente
eviscerado.
—Si planeas aprovechar lo que creo que eres, no lo hagas. Morgen lo sentirá
y saltará sobre ti al minuto en que lo intentes —Él trabajo en detener el
sangrado de Shadow—. Tengo esto. Tienes una misión que cumplir. Pero
El intestino de Falcyn se anudó. Conocía las palabras del Caballero del Grial
antes de que Varian se las dijera.
—Narishka tiene a Maddor, y está furioso —La mirada de Varian fue a Blaise
antes de encontrar la mirada de Falcyn—. También conozco lo que dudo que
quieras hacer público.
—No quería que entres hasta que tengas todos los datos. Narishka le contó a
Maddor todo sobre su pasado y sus padres. Y quiero decir t-o-d-o —Sacó la llave
de Shadow y se la dio a Falcyn—. Hay una escalera al final del pasillo que te
llevará a las catacumbas. Ten cuidado. Están esperando que todos ustedes
vayan ahí y sean estúpidos.
Ella ladeó la cabeza cuando una mirada lejana oscureció sus ojos.
Los pelos de Falcyn se alzaron ante una nota que había enterrada en su voz.
Brogan extendió la mano y tocó la mano de Medea. Con una sonrisa triste, se
volvió y señaló las líneas en los lados de la palma de Medea.
—¿Perdón?
Brogan abrió la palma de Medea y, usando su uña, trazó las líneas que
dividían su piel.
—Tu corazón está roto, pero sanando. Y aunque nunca olvidarás lo que te ha
pasado, puedes y seguirás adelante. Valiente en todas las cosas. Esa eres tú,
Medea. Tus cicatrices no te definen. Son simplemente silenciosos testimonio de
tu resistencia y belleza interior.
—Y yo creo que eres perfecta tal y como eres. No hay nada sobre ti que
cambiaría.
Esas palabras la derritieron. Peor aún, le trajeron lágrimas a los ojos, como la
cosa más dulce que alguien le había dicho en tanto tiempo, no recordaba haber
oído nada más precioso.
Tan acostumbrada a la ira como su constante estado de ser, no estaba segura
de cómo lidiar con estas tiernas emociones que Falcyn tocaba sin esfuerzo.
Cuando hablaba con ese timbre rico y profundo que le enviaba escalofríos...
Eso era una peor pesadilla que los Daimon. Al menos en su caso. Medea no
podía imaginar un horror peor. No hay peor tragedia que pasar todos los días
con el terror de perder todo de nuevo.
No podía hacerlo.
Falcyn vio el pánico que flameaba en los ojos de Medea un latido de corazón
antes de que se girara sobre sus talones y corriera fuera del cuarto como si los
perros del infierno le mordieran el alma.
Blaise se burló.
—No lo sé. Mujeres aterradoras y niños pequeños, hacer que los hombres
adultos se meen los pantalones, es un tipo de especialidad tuya, hermano.
—¿Qué?
Ella resopló.
—¿Qué?
Sus ojos se oscurecieron con tanto tormento que lo golpeó como un puño en
su tripa.
—Brogan puede ver la muerte, pero el futuro que describió para mí es más
de lo que puedo hacer frente. Me aterrorizó.
La magnitud de su confianza en él no se le escapó. Comprendió exactamente
lo raro que era, y no lo tomaría a la ligera.
—Sí, el infierno interno es algo que he hecho todo lo posible por evitar. Es
todo ese estilo de vida suburbano. Pequeña casa de rancho. Furgoneta blanca.
Fiestas de barrio y cortadoras de césped. —Se estremeció—. Estaría destapando
cañerías el fin de semana.
—¿Qué puedo decir? Podría ser capaz de hacer que una mamá con vaqueros
se vea sexy.
Ella se echó a reír. Pero solo por un momento antes de que la tristeza
regresara a sus ojos oscuros.
—¿Por qué no puedo ser normal, Falcyn? ¿Por qué tuve que haber nacido tan
maldita?
—Confía en mí, todos nos sentimos así. Muchas veces pienso que los
Destinos tienen un mayor rencor hacia mí, o soy solo su chivo expiatorio y
chiste favorito.
—Exactamente.
Medea le permitió tomar su mano para poder llevarla de regreso a los demás.
Pero con cada paso que daban, no podía detener el temor abrumador que la
debilitaba de una manera que odiaba. Peor era la premonición de que algo malo
estaba a punto de suceder.
Mucho peor.
De acuerdo, Gallinita. Deja de esperar el otro zapato. Respira y deja que se vaya.
Bueno, mejor yo que tú, ¿no? Así era como veía el mundo.
Y mientras ella tenía la sangre de miles en sus manos, era solo la muerte de
un pequeño puñado la que la atormentaba. Davyn sería uno de ellos, si alguna
vez caía.
No, él no la perseguiría.
—Con mucha precaución. Es una cosa mortal cuando es usada por un no-
dragón. Es malhumorado e irritable.
—¿Como yo?
—Sí, lo hiciste. Escuché tu voz en tu propia cabeza. Hablaba tan fuerte, que
pensé que era mi propia voz interior gritando.
Él bufó.
Tratando de no pensar en ello, Medea siguió a los demás por una estrecha y
serpenteante torre. A medida que continuaban, empezaba a sentirse como si
estuvieran descendiendo al infierno mismo. Se puso cada vez más frío, más
oscuro.
—El jardín de Morgen. —El tono de Blaise era plano y sin emociones en la
penumbra.
—No entiendo. ¿Un jardín bajo tierra? —Tan pronto como terminó la
pregunta se ralentizaron.
Falcyn usó su bola de fuego en su mano como una antorcha para que
pudieran ver lo que estaba alrededor de ellos.
En todas direcciones.
—Mierda —dijo.
Falcyn asintió.
—El gas que exhalamos. Eso causa eso. Incluso cuando estamos atrapados
por la magia. No sé por qué. Solo un peculiar subproducto.
—Es lo más seguro de hacer. Así, Morgen no tendrá nada que despertar y
usar contra nosotros.
—No estoy seguro de cómo usar el anillo de mi padre para despertarlos. ¿Tú
sabes?
Justo cuando sus dedos lo rozaban, el dragón más cercano a ellos abrió sus
ojos y gruñó.
Capítulo 15
Sostener.
Por primera vez en su vida, estaba con sus hijos. Ambos. La magnitud del
momento lo abrumó mientras luchaba con las emociones que ni siquiera podía
comenzar a definir. Retorcido dolor. Angustia.
Alegría y orgullo inexplicables.
Un amor increíble.
Y todavía…
Con un furioso siseo, Maddor se lanzó contra él para que Falcyn no pudiera
hacer contacto.
¡Jodete!
Falcyn apenas empujó a Blaise hacia atrás antes de que Maddor lo traspasara
con una punta.
Por supuesto que sí. ¡Es tu culpa que esté aquí! ¡Tengo la intención de matarlos a los
dos!
¡Estás a punto de estar aún más triste en estos tres segundos antes de que te mate!
De repente, el piso resonó bajo sus pies. Como un terremoto de magnitud 6,0.
Confundido por la causa de esto, estiró la mano hacia Medea. Pero era difícil
permanecer en pie.
Deberían ser tan afortunados. En lugar de que los demonios dramonk fueran
liberados, las grietas en la piedra se ensancharon y un humo verdoso salió en
espiral. Era como si la mazmorra entera estuviera viva y en movimiento.
No, no se mueve.
Respiración. Eso era exactamente como se sentía. Olía como eso. La manera en
que el piso y las paredes se movían llegaba a tiempo como si alguien tomara
Sísmico. Ondulado.
Discordante.
—Alguien dígame que estos son vapores como el que el oráculo de Delphian
usaba para drogarse antes de que ella farfullara incoherencias.
Medea negó.
Y espadas.
¿Qué demonios?
—¿Qué puedo decir? Soy un idiota. Culparía al hecho de que vengo de una
larga línea de ellos, pero mi mamá y papá me patearían el trasero por el insulto.
Así que culparé a Stryker por haberme criado entre ellos. —Urian usó sus
poderes para conjurar una espada—. ¿Alguien tiene idea de quién y qué son
estos idiotas?
—Es la mazmorra.
—Aquí hay dos secciones. La cámara aquí abajo. La Mort à Jamais, La Muerte
Eterna, donde Morgen y Narishka colocan a esos que quieren torturar sin temor
a matarlos. Está encantado, asegurando que las víctimas vivirán sin importar lo
que se les haga. Una vez que terminan con la tortura, Morgen toma el cuerpo
sin vida y lo agrega a las catacumbas. Pero el subproducto de esa crueldad y
magia es que la mazmorra absorbe el alma de los torturados y se aferra a ella
para siempre. Hace del alma una parte de ella. Después de un tiempo, l'âme en
peine se une con los otros que están atrapados aquí hasta que se conviertan en
una sola entidad.
Sacudió la cabeza.
Falcyn soltó un suspiro cansado ante las palabras que significaban Death
Shadow.
—¿Me estás diciendo que estamos enfrentando al malvado gemelo de
Shadow?
Brandor se rió.
—¿Sin él?
—Bueno, eso es... jodidamente inútil. —Tenían que encontrar alguna manera
de liberar a Maddor sin matarlo. Despertar a los dragones.
O matarlos.
Pero ¿cómo podría alguien luchar contra una sombra cuando no eran una
sombra? Como podían arrastrar a sus soldados, hacerlos sólidos, y golpear el
infierno...
Espera un segundo.
¡Sí, eso era todo!
Falcyn se lamió los labios con expectación por la lucha por venir. Pero
mientras se preparaba mentalmente, tenía una idea radical.
Radicalmente loca.
Esto era una locura, pero lo suficientemente loco para que pudiera funcionar.
—Estoy con Brogan. Creo que esta es una profunda mala idea.
—Lo bueno es que soy malo hasta la médula de mis huesos. —Falcyn disparó
una explosión de fuego a las sombras espiraladas que se dirigían hacia ellos—.
Es posible que desees arrullar al Crom, amor... más pronto que tarde.
Medea trató de luchar contra un atacante, solo para saber lo que ya sabía. Era
una tarea imposible. Eran demasiado rápidos y no corpóreos. Una mala
combinación en una lucha.
La voz de Brogan resonó en los muros de piedra mientras una gran sombra
se abría para acercarse a ellos.
—La angustia es el sonido más querido. —Se rió—. Dime ahora de cada
dolor. Hasta que no quede vida aquí.
—Eres un idiota retorcido. —Falcyn le disparó una bola de fuego a su nuevo
amigo.
Ella no le respondió.
—De más oscuro pecado y tremendo poder. Deja que la más encarnizada ira
reine y colme.
—El Crom levantándose. —Falcyn sacudió su barbilla hacia la luz que giraba
en círculos vertiginosos. Un caballo resopló a lo lejos.
Hasta que el Black Crom y su caballo saltaron del portal y crecieron ante
ellos.
Brogan retrocedió con un grito mientras Blaise corría para protegerla.
Falcyn sonrió.
—¿Perdón?
Una lenta sonrisa curvó sus labios cuando finalmente entendió lo que le
estaba pidiendo hacer. Con una inclinación de su barbilla y un guiño, soltó una
La piel de gallina le corría por el cuello, por la espalda y los brazos. El éter le
susurraba en los oídos. Las voces de mil millones de personas y de sus padres y
los de otros panteones.
Él oyó el alma del mundo. El universo. Incluso las estrellas susurraron en sus
oídos. El poder se elevó dentro de él. Crepitando. Rompiendo.
Chisporroteando.
Sin que se lo dijeran, Falcyn sabía que sus ojos se habían vuelto un amarillo
serpentino. Algo que se confirmó cuando Medea lo miró y jadeó.
Pero él era más grande que esas leyes. De vuelta a ese día, su padre había
Lombrey se congeló.
Está funcionando.…
Más alto.
El Black Crom gritó. Lombrey maldijo y se retorció al caer sobre sus rodillas
Algo oscuro y frío pasó a través de Falcyn. Se levantó como una ola y se
derrumbó. Electricidad se filtraba a través de su cuerpo, haciendo que su
cabello volara hacia arriba y hacia fuera. Durante un minuto, nadie se movió.
Nadie respiró.
Nadie se atrevía.
Falcyn se volvió hacia Lombrey, esperando ver a Maddor.
—Lo es.
Con la frente arqueada con duda, se volvió hacia Lombrey, quien se quedó
mirando con el ceño fruncido de perplejidad.
El dragón que para todos los intentos y propósitos parecía ser Maddor podía
seguir hablando. Echó un vistazo a la habitación como si estuviera tan
desorientado y confundido como se sentía Falcyn.
Esa mala sensación se profundizó dentro de él. Por favor, dime que no…
—¿Urian?
—¿Sí?
—¿Medea?
—¿Sí?
Si Maddor no era Maddor, y todos los demás eran quienes se suponía que
debían ser, qué podría haberle sucedido a su...
Jódeme.
Medea vio la sed de sangre en los ojos de Falcyn. Esperaba que bajara al
Crom y le diera una paliza. Así que cuando soltó el látigo y dio un paso atrás,
su mandíbula se aflojó.
Por lo poco que sabía de su dragón, la retirada y la misericordia no estaban
en él.
—Solo estaba tratando de salvarlo. —La voz de Falcyn era apenas audible.
Mientras tanto, el Crom no hizo ningún movimiento para irse o ir tras los
huesos que Brogan había nombrado anteriormente.
—Eso parece.
Maddor maldijo.
—Aunque no puedo decir que te culpo. Porque sin ofender, Maddie, te ves
mucho mejor sin una cabeza sobre tus hombros a como estabas. Siempre fuiste
un monstruo, pero nunca más de lo que eres ahora mientras buscas una
Medea no estaba segura de cuál de ellos era el más aturdido por su pregunta.
Ahora era el turno de Maddor de actuar aturdido… al menos eso era lo que
ella suponía.
Aunque para ser honesto, era difícil decirlo cuando él no tenía cabeza ni
expresiones faciales para juzgar. Más bien, se quedó allí, paralizado.
—Yo... yo no entiendo.
—Es cierto, Maddor. Al menos, creo que eres Maddor. Falcyn me envió aquí
para cuidar de ti. Soy yo quien la incitó a ir a Falcyn, esperando que él fuera
capaz de encontrarte y ayudarte a salir de aquí. No conté con su reacción
exagerada que resultaría en su muerte. Supongo que debería haberlo hecho.
Aquella voz inesperada, dulce y lenta pasó por Falcyn como un cuchillo.
No.
No podría ser...
Su oído martilleando, se volvió para ver a Sarraxyn. Pálida y parada con pies
inestables, tenía un brazo apoyado contra la pared más cercana a ella.
—Saludos, hermano.
Con sus propias extremidades temblando, cruzó la habitación para tomarla
en sus brazos.
—¿Cómo?
Cerrando los ojos, Falcyn apretó la mano en su largo cabello rojo como la
llama que se separó para mostrar sus puntiagudas orejas. Su translúcida,
vibrante mirada verde quemándolo. Ella seguía siendo una de las mujeres más
hermosas que había visto.
Eso absorbió todo el aire de la habitación y tuvo el mismo impacto que una
bomba nuclear detonando en medio de ellos.
—¿Q-q-q-qué?
Falcyn apretó los dientes por el modo en que le contó algo con lo que él
hubiera sido mucho más delicado.
Xyn asintió.
—Yo estaba allí cuando naciste. Tu madre estaba furiosa, pensando que tu
albinismo tenía que ver con la maldición de Max.
—¿Qué maldición?
Su mandíbula se aflojó.
Maddor se sentó.
Su fuerte tono fue puntualizado por el grito de Falcyn con las mismas
palabras.
—Y la maté por sus acciones contra ti —dijo Xyn—. Todo lo que se te dijo,
Blaise, fue una mentira inventada por Morgen para hacerte daño. Todavía
estabas húmedo de abrir tu huevo cuando te llevé a Emrys para criarte. La
única verdad que sabías era que tu padre era el líder de los mandrakes.
Otra mentira que Morgen había guardado para que nadie supiera que estaba
relacionada con su raza.
Maddor gruñó ante Xyn.
—Estaba planeado una vez que supiera que estabas a salvo, pero Morgen se
enteró de mis intenciones y me atrapó aquí antes de que tuviera la oportunidad.
Con un rugido feroz, Maddor se dirigió hacia Xyn, solo para ser detenido por
alguna fuerza invisible.
El Crom real hizo un ruido profundo dentro del cuerpo del dragón.
—No estoy seguro. —Falcyn extendió la mano para impedir que Medea
atrajera a la bestia cuando se movió para un ataque.
Todos lo estaban y no estaba seguro qué significaba eso. Pero con su suerte,
no era algo bueno.
Ellos.
—Es bueno ser una sombra, ¿eh? Me hace desear ser una. —Sacó una espada
y se preparó para atacar.
Simi Parthenopaeus.
Vestida con una falda púrpura corta, maya a rayas negras y rojas, y un corsé
a juego, era la… algo del Dark Hunter Acheron. Nadie estaba seguro de qué, y
Acheron nunca fue bueno en dar detalles, sobre Simi o cualquier cosa.
—Akri le dijo a Simi que estabas actuando todo extraño y raro últimamente,
y que la Simi debería mantener un ojo en ti, Akri-Uri. Así que… recogí tu
frecuencia cardíaca durante mi pausa publicitaria. Desde que sabía que no
estarías con ninguna criatura como esa diosa-vaca pelirroja haciendo cosas que
hacen a la Simi quedarse ciega, pensé que estabas en problemas. Así que pensé,
Simi, es mejor que estés revisando a ese viejo ex-Daimon para asegurarte de que
está bien y que no está a punto de recibir algo que no fuera amistoso.
—Nadie es tan tonto como para enredarse con un hambriento Caronte. ¿No
lo sabes?
Simi jadeó.
—¡Dilo! ¡La Simi tan-n-n-n-n hambrienta! Han pasado veinte minutos desde
que la Simi tuvo su último diamante... —Hizo una mueca al girar, buscando
comida.
—¡Sí! —Urian se lanzó hacia ellos—. ¡Así es! Tengo un Caronte aquí y no
tengo miedo de soltarla. ¡Hah!
Un dragón estornudó a su lado, soplando fuego que llegó un poco
demasiado cerca de Urian.
—Ah, montón de crías. —Con las manos en las caderas, Falcyn terminó de
poner a Maddor de nuevo en su cuerpo.
En el momento en que el Crom fue él mismo otra vez, tomó su látigo y fue
directamente a Brogan.
Brogan levantó la mano para hacerles saber que estaba bien. Después de
unos cuantos segundos, ella asintió.
—Que nunca quiere volver a ser un dragón. Puedes quedarte con tu viejo
cuerpo apestoso.
Blaise resopló.
—No estoy muy segura de querer ser nosotros. —Medea miró a los inquietos
dragones, que todavía estaban observándolos un poco demasiado cerca para su
felicidad.
Simi apretó su dedo contra sus labios e inclinó la cabeza con una adorable
expresión. Sí, eso no tenía sentido para Falcyn. ¿Cómo podría una criatura tan
letal ser tan poco comúnmente encantadora? La dicotomía del demonio gótico
nunca dejaba de asombrarlo o sorprenderlo.
—También es mi hermana.
—Oh sí. Yo debería tener... pero espera. Tu papá es falso-akri. —Apretó las
manos contra sus cejas—. ¡La Simi está tan confusa!
Urian se rió.
Preocupado, él suavemente tiró de una de sus manos hasta que abrió los ojos
para mirarlo.
—Es como tu papá, Simi. Me sacaron del útero de mi madre antes de que
naciera y me pusieron en el vientre de otra. Así que la Apolita de quien nací en
realidad no era mi madre. Y Stryker no era realmente mi padre. Styxx es mi
padre y Betania es mi verdadera mamá.
—¡No, tonto! —Con los brazos en jarra, Simi puso los ojos en blanco—.
Aunque ambos fuimos adoptados, la Simi quiere decir adaptable, porque Akri-
Uri tenía que improvisar con la gente, pero no su gente. No es realmente un
Daimon, es un semidiós. Lo cual es mejor. A veces, de todos modos. —Le
reprochó cuando miró de regreso a Urian—. Lo siento, Akri-Uri. ¿Es por lo que
experimentas mucha tristeza junto con la tristeza de Phoebe?
—Sabes, con todo este ruido, Morgen está obligada a darse cuenta de lo que
ha sucedido. Podríamos pensar en salir de aquí antes de que envíe a algo o
alguien a investigar.
—De acuerdo, debe estar un poco preocupada con el Crom detrás de ella,
aún podríamos llevarlos a mi isla. Solo para estar seguros.
—Te amo.
—Igualmente.
—Vivo para el día, Veles, en que puedas decir esa palabra sin asfixiarte —Y
con eso, reunió a los dragones y se fue.
—Maddor...
—No digas nada. No queda nada entre nosotros. —Sus ojos traicionaron su
tormento mientras se acercaba a Blaise—. Nunca debí haber intentado matarte.
—¿Qué tipo de disculpa fue esa? —Falcyn quería golpear a su hijo. Sin
embargo, no podía culparlo. Realmente no. Era su propio trasero, y el de Max,
el que quería estrujar más.
Blaise suspiró.
Falcyn se estremeció.
Eso lo sorprendió.
Falcyn resopló.
—Lo siento.
—No estés tan triste, gente dragón. —Sus alas se agitaron, luego se
emplumaron mientras se acercaba a Blaise para abrazarlo.
Su padre.
Todavía…
Y un hijo.
Al igual que Excalibur, la piedra dragón era capaz de tomar la vida y darla.
El poder de ella emanaba y vibraba a través de su mano. A través de todo su
cuerpo.
Para siempre.
Dio un salto ante el acento cantarín del demonio Caronte, pensó que le había
dejado atrás con su padre. ¿Cómo diablos se había metido en su habitación?
Ella era tan honesta y de fiar. No podía imaginar siquiera ser así. Su vida
nunca se había inclinado a ello.
Pero no era tan tonto como para actuar en contra de ella. Su instinto de
supervivencia mantenía su temperamento bajo control y decidió que el mejor
curso de acción era fingir ignorancia con ella.
—Sí, tú sabes. Por supuesto que sí. Ahora sea un buen muchacho dragón. —
Señaló a la piedra—. Akri-Falcyn está muy molesto porque agarró su juguete. Él
dice que lo necesita y entonces estoy aquí para conseguirlo. Porque la Simi no lo
quiere triste. ¿Nadie te dijo nunca que no robes? ¡No agarras lo que no te
pertenece! Ahora entrégalo.
—¿O qué?
—¿De verdad quieres ir allí? Porque la Simi podría usar algo de barbacoa. Y
la carne de dragón es la más rica. Solo digo.
Ahora…
Sí, pero no fue sólo su corazón que se hizo añicos cuando recuerdos tras
recuerdo lo atravesaron. A pesar de que vivió la mayor parte de su vida como
un hombre, nunca había sido tratado como un ser humano. Solamente un
animal que Morgen temía se orinara en su alfombra y masticara sus zapatos
favoritos.
Maddor se estremeció ante las imágenes que tomaron turnos para agredirlo
sin piedad. Odiaba la vida. Siempre lo hacía. Cada puto latido del corazón no
era más que otra oportunidad para que otra persona te dijera lo inútil que eras.
Cuánto lo odiaban.
Y su padre pensó que una simple disculpa podría rectificar eso. Sí, como
no…
—No lo entiendes.
—Lo es. —Se acercó para ahuecar su barbilla y apretar sus mejillas—. Lo
siento. Está bien. No pretendía ser una iditica. ¿Ves? Sencillo, pan comido con
extra queso.
Él frunció el ceño ante su tono más profundo donde imitó su voz. Maldita
sea, la demonio gótica era encantadora.
Su ceño se fundió a una dulce sonrisa.
Ese era sin duda su fuerte. Infierno, la perra era conocida por tomarse las
molestias de joder a otros.
Literal y figurativamente.
Él se aferró a la piedra.
¿El único problema con eso? No sabía qué era lo correcto de hacer. Proteger a
su padre.
Blaise y los demás habían vuelto sin ellos. Dividida entre su familia y Falcyn,
había decidido permanecer aquí en Camelot con él.
Él la necesitaba más.
Cerrando los ojos, aspiró su olor mientras pasaba sus manos por su cabello.
Sin embargo, él nunca había hecho tal cosa. Nunca había querido.
Hasta ahora.
Desde que podía recordar, había estado recluido en una manera que ningún
otro dragón había sido. La única vez que había sido débil fue después de la
muerte de Haydn. Incapaz de lidiar con la pérdida de su hermano, había
permitido a Igraine seducirlo por Morgen.
—Por supuesto que lo soy. De lo contrario, me habría ido ya. Sólo una total
idiota estaría aquí en el dominio de su enemigo por ninguna buena razón. —
Medea jugó con el cinturón de Falcyn. Realmente no debería estar con él ahora
y lo sabía. Sin embargo, no se atrevía a dejarlo y ni siquiera sabía por qué.
Y no podía apartar los ojos de él. O sus manos. Había pasado demasiado
tiempo desde que se había sentido así. Desde que había querido estar con
alguien.
Con una lentitud que era una auténtica tortura, ella se desabrochó el cinturón
y se quitó los zapatos. Juró que su corazón dejó de latir mientras la veía abrir
ese cinturón, luego su bragueta.
La forma en que movió las caderas para deslizar sus pantalones hacia abajo
lo golpeó como un puño en el estómago.
Medea sabía que debería estar regresando a Kalosis para cuidar de los otros,
pero no pudo. Necesitaba este momento con Falcyn. Era una necesidad
imperativa que no podía negar. El mundo entero podría arder por completo y a
ella no le importaría.
Vaciló delante de ella, tan cerca que podía sentir el calor de su cuerpo. Oler el
aroma de su piel. Era todo lo que podía hacer para no entrar en el calor de él.
Presionar su cuerpo contra el suyo…
Congelada en el lugar, ella no se movió mientras él se inclinaba hacia ella y
respiraba contra su cuello. Se retiró muy ligeramente.
Él ahuecó su rostro entre las manos mientras su lengua exploraba con avidez
cada milímetro de su boca. Se estremeció. Este señor dragón oscuro ciertamente
sabía cómo besar. Su cabeza estaba nadando, enterró las manos en su grueso y
ondulado cabello.
Medea sintió una oleada de alegría vertiginosa cuando Falcyn acarició sus
pechos. Cada parte de ella ardía por su toque.
Y luego hizo lo que tenía que ser la cosa más tierna que un hombre había
hecho por ella. Envolvió los brazos a su alrededor y simplemente la abrazó con
la cabeza en su hombro mientras se mecía con ella. Algo en su interior se
rompió y se fundió ante la sensación de ser sostenida así… como si fuera
preciada para él. Solamente suya.
Se echó hacia atrás para volver a sus labios antes de tomar su mano en la
suya y llevarla a la parte de él que más estaba deseándola.
Medea gimió cuando Falcyn rodó sobre su espalda y la atrajo hacia él. Se
A diferencia de los otros con los que había estado, él no estaba nervioso en
absoluto. Estaba relajado y tranquilo.
Su igual.
Medea tomó su mano entre las suyas y la sostuvo cerca. Entendía que ella no
significaba nada para él y que cuando esto terminara, él probablemente se
alejaría. El pensamiento dolió y sin embargo aún no podría forzarse a detener
esto.
No sabía por qué, pero en realidad quería estar con él, incluso si era sólo
temporal.
Falcyn suspiró mientras incitaba sus labios y su pálido cabello caía alrededor
de ellos en una cortina suave. Oh sí, esto era lo que había necesitado más o
menos. Ninguna mujer se había sentido mejor que Medea. Ella lo montó lento y
con calma, al menos al principio. Pero al cabo de unos minutos, aceleró sus
golpes.
Al percibir lo que necesitaba, se dio la vuelta con ella hasta que estuvo debajo
de él.
—Ni yo. —Pero tan pronto pronunció esas palabras y se levantó para besarla,
sintió moverse el aire alrededor de él.
Falcyn habría resoplado hacia ella, pero en ese momento… todo lo que podía
hacer era sostener a su hijo.
—¿De verdad no me abandonaste? —Su voz era apenas más que un susurro
ronco.
—Lo he intentado todo para llegar a ti. Maldito sea mi hermano por ello.
Morgen me había dejado fuera por completo.
—Todavía te odio.
Maddor apretó los dientes contra el hombro de Falcyn antes de dar una
palmada en su espalda y alejarse un paso.
Falcyn no pasó por alto la forma en que sus ojos brillaban en la penumbra. Se
aclaró la garganta con brusquedad, Maddor se obligó a parecer severo.
—Tienes que salir de aquí antes de que Morgen se dé cuenta que no estoy
llevándole la piedra. No quieres tener eso aquí en su reino. Ella va a
destrozarte.
—Maddor…
—¿Qué es esto?
—La llave para el portal. Con esto, puedes dejar este reino.
—Buen hombre dragón. ¡La Simi les ayudará a liberar a los dragones! Una
promesa. Y la Simi nunca rompe su palabra.
—Gracias, Simi.
Falcyn esperó hasta que las mujeres pasaron por delante antes de tirar de
Maddor a sus brazos.
—Te quiero, Maddor.
Fuerte.
Pero mientras era aspirado a través de las dimensiones, oyó la voz débil de
su hijo.
Colt Theodorakopolus se puso de pie tan pronto como vio entrar a Falcyn.
Alto y de cabello oscuro, el Centinela were-oso era un habitual en el personal
que trabajaba como guardia de seguridad y tocaba la guitarra para la banda de
la casa, The Howlers.
—¿De verdad?
Le tomó todo lo que tenía para no sonreír hacia su salvaje Apolita. Sólo Xyn
lo había protegido alguna vez de tal manera. Y antes de que pudiera detenerse,
ahuecó su rostro entre las manos y la besó.
Max jadeó.
Al menos no hasta que inclinó la ceja en una expresión que era idéntica a la
utilizada por Falcyn cada vez que estaba irritado. Ahora veía las similitudes.
Mientras Max miraba a su mujer, ella tuvo una nueva epifanía sobre el
dragón.
Mierda.
Literalmente. No era de extrañar que los dos dragones fueran tan diferentes.
Todo tenía sentido ahora.
Ella hizo un gesto hacia la bestia. Aparte del hecho de que parecía uno…
—Él apesta a ellos. Del mismo modo que sé que eres parte demonio, y algo
mucho más traicionero. No puedes confundirlo. Su sangre corre por él. Rezuma
de él. Todo en él traiciona su crianza.
Tal vez no, pero al menos ella finalmente entendía por qué Max había hecho
lo que hizo en cuanto a Maddor concernía. Arel bastardo estúpido. Todos ellos.
No eran más que pedantes mojigatos.
Max balbuceó.
—Y tú eres el que personalmente causó que todas las razas de Were Hunter
fueran condenados por los dioses griegos a una guerra eterna entre sí,
Dragonbane. Así que no me sermonees sobre lo correcto e incorrecto.
Especialmente no en lo que a ellos respecta. Yo hago lo que quiero, que se
pudran tus reglas. —Y con eso, tomó la mano de Medea y la proyectó desde el
Santuario a Kalosis.
Algo que Medea pensó era una buena idea hasta que se manifestaron en el
gran salón de su padre en el centro del reino Daimon.
Tan pronto como aparecieron en la parte delantera del vacío trono de hueso
de Stryker un fuerte rugido atronador llegó. Nunca había oído tal clamor. Y
definitivamente no aquí. Este era el lugar donde todo el mundo llegaba la
primera vez que viajaban a Kalosis. Se creó para que su padre pudiera
controlarlos.
—He venido con buena intención y en paz, Braith. No hay ningún mal para ti
en mi corazón. —Levantó las manos con las palmas frente a él para mostrarle
que estaban vacías.
—No te atreverías.
—Yo nunca fui tu enemigo. —Esos habían sido sus padres. Nunca él.
—Sí.
—Entonces te hago responsable por sus acciones. Será mejor que reses para
que se comporte.
—Llévame a ellos.
Sin decir una palabra, ella lo condujo por un pasillo largo y oscuro.
—Trataré de contenerme.
—Hazlo por favor, ya que no tengo ganas de redecorar con otra cosa además
de tus entrañas.
Ella había tenido razón. Apolo había enviado una infernal enfermedad para
ellos.
—Un día.
—No.
—Ella había estado tan fuerte hasta hace aproximadamente una hora. —Una
lágrima corrió por su mejilla.
Falcyn tiró de la sábana para ver una furiosa erupción que cubría la piel
pálida de Zephyra. Las ampollas se habían abierto en heridas infectadas.
Por primera vez, sintió a Apollymi acercársele con algo más que odio o
desconfianza.
De hecho, puso su mano sobre él con una ternura que era completamente
inesperada.
—¿Puedo ayudar?
—Llévate a Medea de aquí para que no pueda ser infectada mientras trabajo.
—Ven, hija.
Medea vaciló.
—Falcyn…
Por mucho que odiaba irse, inclinó la cabeza y soltó la mano de su padre,
Entonces ¿por qué sus tripas estaban apretándose tanto? ¿Por qué algo se
siente tan erróneo? Estaba en casa ahora.
Sin embargo…
—No lo sé.
—¿Ellos?
—Esa fue la pregunta que hice cuando me dijeron que mi amor fue la causa
de una guerra que nunca debería haber comenzado. No una. Sino dos veces.
Y con eso, se dirigió a su jardín, donde podría llorar por su hijo, cuyo
nacimiento había sido maldecido y quien había sido arrancado de sus brazos
por los prejuicios y la venganza de los demás.
La vida era cruel. Medea lo sabía mejor que nadie. No tenía ningún sentido.
No había ninguna armonía. Ni razón. La miseria no reparaba en uno. La
Y sin embargo…
Sí, eso sin duda le haría sentirse mejor. Su cuello en sus manos…
Sin pensar, la abrió, y luego se detuvo en seco cuando vio que no estaba solo.
Estaba con una mujer. Lo que era muy, muy, muy extraño.
—¿Davyn?
Cuando Medea agarró el brazo de la mujer y tiró de ella hacia atrás, Davyn
atrapó su mano en una fuerza sorprendente para impedirle dar un golpe letal.
Davyn se tambaleó lejos de ella para alcanzar una manta para que pudiera
cubrirse mientras ese nombre hundido en su pasado la dejaba en un estupor
repentino.
Aturdida más allá de lo creíble, Medea se quedó parada allí, con la boca
abierta. No…
No era posible.
—Tampoco sé cómo. Como tú, al principio pensé que estaba soñando… pero
era ella. La reconocería en cualquier parte. La vi muchas veces a lo largo de los
años. Era ella, sin lugar a dudas.
—No puede ser. Mi padre la mató. —Eso era lo que todo mundo le habían
dicho.
—Eso es lo que creía también. Eso es lo que nos dijeron. Sin embargo, sé lo
que vi, Medea. La conocí cuando vivía en la comuna. Muchas veces cuando fui
ahí con Urian. —Se limpió en el muslo, esparciendo la sangre sobre su piel—.
Juro por los dioses, era Phoebe. Sé que lo era. Incluso sentí sus pensamientos
revueltos mientras se alimentaba de mí.
Que ella supiera, ni siquiera los dioses podían hacer eso. Frunciendo el ceño
lo miro.
—¿Estás bien?
—No lo sé, Gallinita —repitió. Sus rasgos estaban aún más pálidos. Su
expresión se volvió siniestra—. Esto destruirá a Urian cuando se entere. No hay
manera decir cómo le hará frente a las noticias.
—Sí, pero no era ella. Quiero decir que lo es. Pero… —Apretó los dientes—.
Ella no está bien. No es la misma mujer que conoció.
—¿Gallu?
—No lo creo. ¿No me estaría convirtiendo en uno de ellos ahora, si ella fuera
uno de ellos?
No tenía idea. Ese no era su panteón, así que no sabía las reglas que
gobernaban a sus especies.
—¿Falcyn?
—Es al que traje aquí para ayudarnos. Vístete. Está con mi padre ahora
mismo, sanándolo. Te llevaré con él y podemos preguntar. Si alguien sabe algo
acerca de los Gallu, él lo sabrá.
Sus pensamientos saltaron y bailaron sobre este nuevo giro de los eventos,
salió de la habitación mientras Davyn se ponía la ropa. Sin embargo, mientras
esperaba, solo un pensamiento seguía repitiéndose en su cabeza en un ciclo sin
fin.
Pero si no lo había…
Maldición.
Oh no, esas pesadillas serían mucho más preferibles a esta bestia pestilente
que trajo consigo una sensación repugnante que hizo que la mandíbula de
Dikastas cayera floja. De hecho, no se habría sentido más impresionado o
aturdido de encontrar a la misma Apollymi sentada aquí, mirándolo con odio.
Se ahogó con el bocado de su dulce y tomó un trago de café para aclarar su
garganta.
Horror, no realmente.
Inconveniente sería más adecuado, pero ya que Dikastas era el dios Atlante de
la justicia, moderación y orden, tenía un poco más de tacto como para decirlo en
voz alta, ya que causaría conflicto y discordia. Así que lo dejo abierto a la
interpretación del Dios griego, mientras se limpiaba la boca con una servilleta
de papel, luego hizo una seña hacia la pequeña silla de metal frente a él.
—Qué lugar tan peculiar para encontrarte. En realidad, creí que Clotho
estaba mintiendo cuando me dijo dónde estabas viviendo estos días.
Literalmente.
—Quiero información.
Apolo resopló.
Interesante.
—¿Parece que quiero comer o beber mierda? ¡Aléjate de mí, escoria mortal!
Dikastas suspiró ante sus palabras enojadas. Demasiado para Apolo siendo
un dios de la templanza.
—Bueno, si eso es tras lo que estás, la persona con la que realmente quieres
hablar es Bet, y tiene la más… —Se calló cuando Apolo le dio una dura mirada
y se dio cuenta de la total estupidez de lo que estaba sugiriendo—. Ah —dijo
Dikastas con una sonrisa burlona—. Supongo que no puedes ir ahí, ¿verdad? —
—Aún no has respondido mi pregunta. ¿Por qué él? ¿Por qué entonces?
—Si. Muy seguro. Kissare amaba a Apollymi. Dio si vida por ella y por su
hijo. No había nada altruista en Archon. Era muy parecido a ti.
—Una vez más, nadie lo sabe. Pero diría que debe haberlo hecho.
—¿Por qué?
—¡Gracias!
Él le sonrió.
—De nada.
—¿Estás bien?
—Tenemos un problema.
Su padre gruñó.
—¿Ahora qué? ¿Apollymi está otra vez de mal humor? ¿O Apolo regresó?
—¿Cómo no lo es?
—¿Gallu?
Sacudió la cabeza.
—Peor.
—Anglekos.
Sí, eso lo haría. Eso era el porqué evitaba atrapar humanos psicóticos. Esa
sangre manchada podía abrumar y contaminar a un Daimon. Esas almas
corruptas eran tan malvadas que tenían la desagradable tendencia de infectar al
Daimon que trataba de alimentarse de ellas, a menudo convirtiendo al Daimon
en un asesino psicótico. Había algunos lo suficientemente fuertes que podían
tomar almas así.
Urian había sido uno. Davyn otro. De hecho, Davyn solo se alimentaba de
esas almas, como Urian cuando había sido Daimon. De una manera, mantenían
a la humanidad segura removiendo a esos miembros de la sociedad.
Sin embargo, no era una cosa fácil de hacer, y después de que ella tomó una
alguna vez, había sido suficiente conocimiento para dejar las cosas como
estaban.
—Es por eso que te obligué mantener a Urien ocupado esa noche. Trates y yo
recibimos una llamada pidiendo ayuda. Sabía que Phoebe estaba viviendo ahí.
Había sabido de ella por mucho tiempo, al contrario de lo que Urian creía, me
lo había contado no mucho tiempo después de que la instalara en un
apartamento. Solo me sentí tan traicionado de que Urien hubiera llevado a
Cassandra y Wulf ahí, también. No me importó que hubiera convertido a
Phoebe. Casi podía respetar eso. Era el Dark Hunter por lo que me molesté con
él. Que mintiera y protegiera a nuestro enemigo de mí cuando sabía cuánto
quería a esa última perra muerta. Y Kat. Esa fue la píldora más amarga. ¡Incluso
los casó!
Sacudió la cabeza.
—Empecé a hacerlo, pero no pude. No soy tan frío como crees. En cambio, la
traje aquí y la encerré en las catacumbas. En un principio, iba a decirle a Urian y
encargarnos de ella juntos. Después, cuando estábamos en el Infierno de Dante…
y Acheron se mostró en toda su arrogante, estúpida gloria. El Dark Hunter
estaba ahí con ese estúpido demonio escondido como un bebé, y una cosa llevó
a la otra… mi ira tomó lo mejor de mí. Lo siguiente que sabía, es que había
—Lo sé, Medea. Estuve ahí. Créeme, he revivido esa pesadilla más veces de
las que pueda contar. Nunca está lejos de mis pensamientos. Incluso cuando
mis ojos están abiertos. Esa noche es una de las pocas cosas en mi vida en la que
daría cualquier cosa para hacer las cosas diferentes.
Aun así, cuando encontró la mirada de Falcyn, vio en ella una promesa de fe.
Un juramento de sangre.
Como ella, había conocido una amarga traición. Dolor. Soledad. Mentiras.
Ella no era nada más que el producto de los sueños rotos y la confianza rota.
De dolor y pena.
Pero en sus ojos, finalmente vio un futuro. Y por primera vez, no fue
sombrío.
Los sentía también. Los había enterrado bajo una apatía que lo había dejado
incapaz de sentir nada durante tanto tiempo que había comenzado a creer la
mentira de todo.
Ahora…
Apretando sus dientes, buscó en su mente algo que decirle. Pero las palabras
fallaron. No había nada que pudiera decir para trasmitir adecuadamente lo que
sentía por ella.
Nada.
Así que tomó su mano y presionó sus labios en su palma abierta, después a
su corazón para que pudiera sentir el hecho de que latía solo por ella y por
nadie más.
—Me conoces princesa. Si hablo, lo más probable es que diga algo incorrecto
y te enojes. Noventa por ciento de inteligencia es saber cuándo cerrar la jodida
boca.
Falcyn ladeó la cabeza ante el sonido cuando un raro sonido susurrante bajó
por su columna. Uno que no sentía hace mucho tiempo. Seguramente no podía
ser lo que pensó. Sería imposible para Apolo infiltrarse en el dominio de
Apollymi.
¿No es así?
—Suena como…
Un instante después, las puertas se abrieron de golpe para dejar entrar a los
gigantescos búhos negros de Ares.
Capítulo 19
Su sangre.
Su elección. Cualquiera de las opciones estaba bien para ella. Cuanta más
sangre, mejor, porque con lo que estarían sangrando, conseguiría una comida
gratis.
—Ah, mira, no quieren ir ahí, chicos. Si vienen por mi piedra y les entregaré
la suya en su lugar. Ahora, antes que comience la castración, sugiero que se
lleven de vuelta a cualquier idiota que enviaron en esta búsqueda de suicidio y
los abofeteen con mis más profundos saludos.
Su madre aplaudió.
Los strykyn se movieron para atacar, pero antes de que pudieran acercarse a
ellos, un grupo asesino Caronte invadió su grupo como una escuela de pirañas
hambrientas.
O tal vez esa era la súbita náusea extraña causada por los demonios
hambrientos.
—En realidad, con Simi. —¿Peor? Estaba haciendo que ella quisiera
barbacoa. Sí, estaba enferma y lo admitía.
Pero entonces, eso era lo que la hacía la villana. Y lo que la hacía apreciar el
lado más oscuro de Falcyn.
Lo cual la aterrorizaba. Había pasado siglos sola, sin pensar nunca en estar
con alguien más. Nunca consideró la posibilidad de formar parte de una pareja
otra vez. Había quedado relegada al concepto. Satisfecha con eso.
Ahora…
Durante tanto tiempo la vida le había dado más patadas de las que había
retenido. Y eso hizo todo más difícil de confiar. Más difícil de creer. ¿Cómo
podía tener fe cuando todo lo que conocía era traición y dolor?
Entonces otra vez, dos negativos hicieron un positivo. Y nadie y nada era
más negativo que Falcyn y ella.
Juntos…
Falcyn resopló.
—Lo hacía.
—Te lo dije.
—Sí, podríamos necesitar a los pájaros de la guerra, ¿así que podrías guardar
los condimentos y aguantar a las aves de corral para unos pocos? —Se acercó al
líder strykyn y literalmente lo arrancó de las manos del Caronte que había
estado mordisqueando en su yugular—. ¿Quién te envió exactamente?
—Morgen y Apolo.
—Pensé que te sentirías así, cariño. Ahora llévate a tus pequeñas lechuzas y
gallinas.
—Demonios, no. Pero creo que puedo confiar en su miedo a nuestros amigos
aquí. —Falcyn la miró y frunció el ceño—. Sin embargo, eso no es lo que
realmente me preocupa.
—¿No?
—¿Quién se atrevería?
Ella arqueó una ceja hacia él cuando ambos sabían que Davyn se había
atrevido en el pasado, pero eso había sido solo por el beneficio de Urian. Y
mientras ella sabía que él había llevado la información a su hermano, no
sospechaba de él en esto. Una cosa era ayudar a su amigo. Otra ayudar a un
enemigo que los había traicionado a todos.
No. Davyn nunca habría ayudado a Apolo contra su propia raza. Una raza
que Apolo había maldecido para morir.
Solo un idiota de rango sería tan estúpido. Entonces, ¿quién de ellos era el
que dijo idiota?
—Vaya. —Falcyn soltó una risa nerviosa—. Los Caronte son unas bestias
asustadizas. Básicamente la piraña voladora, excepto que la piraña no está casi
tan… hambrienta.
—En serio. Te hace preguntarte qué pensaban los Lemurianos cuando los
crearon.
—¿Qué? Yo estaba allí… un poco. Es para lo que fueron creados para atacar.
—¿Huh?
—La reina encontró el único conjunto de cadenas que podía contener a una
bestia verdaderamente fiera. Capturó el corazón de su líder. Lo llevó
profundamente a su guarida, lo calentó con su fuego, y lo hizo para que nunca
dejara su lado nunca más.
Su padre se rió.
—Estaría enojado por esto, pero no puedo dejar de pensar que tener a
nuestro propio dragón no puede ser algo malo.
—Ídem.
—Mientras trates a mi hija con todo el debido respeto y como la reina que es,
no tendremos problemas, tú y yo.
—Excepto para el dios que todavía está fuera para acabar con nosotros. —
Medea frunció el ceño cuando se encontró la mirada de Falcyn—. Esto no ha
terminado. Apolo no ha terminado con nosotros, como el strykyn ha
demostrado. Has salvado a mis padres. Pero todavía tenemos un traidor que
encontrar.
—¿Gallinita?
—Necesito ver a mi hermana. Asegúrate de que está bien con los demás.
—Iré contigo.
—¿Estás segura?
Ella asintió.
—Haré todo lo posible en eso, ya que arruinaría mi mejor día, y estoy seguro
que no lo haría el tuyo, tampoco. —Le tendió la mano por ella. En el momento
que sintió su toque, un extraño aleteo le atravesó el pecho. No estaba seguro si
alguna vez se acostumbraría a tener sentimientos tan tiernos por alguien más. A
tener una vida de debilidad.
¿Honestamente? No le gustaba. Era difícil saber que ella era un medio fácil
para su destrucción. Eso solo le hacía querer empujarla y rechazarla. Odiaba el
sentimiento de vulnerabilidad que ella ejercía.
—¿Estás bien?
No. Él tenía un nuevo y profundo respeto por ella al darse cuenta de cuánta
fuerza poseía. El hecho de que hubiera podido sobrevivir sin su hijo y esposo…
Su único consuelo a lo largo de los siglos había venido del hecho que no
había conocido a Maddor. Su hijo había sido un concepto para él. No una
realidad. No había sostenido o conocido a Maddor.
Ahora…
La mejor parte.
Solo que una muy grande, espaciosa, con una vista al océano que la dejó sin
aliento. Las paredes encantadas eran cristalinas, de modo que podía mirar hacia
fuera, pero no ser visto por alguien más. Su transparencia los hizo brillar y las
chispas de la luz del día le quemaban los ojos, pero no su piel.
Sin embargo, sin ellos, tendría que estar solo. Un espacio tan grande sin
compañía…
—Ja ja. Yo te odio tanto. —Sin embargo, había una luz en sus ojos que decía
que apreciaba las bromas de su hermana.
Medea apretó los labios para no reírse. Era tan extraño ver este lado suyo.
Era tan protector con sus hermanos. Protector con ella y Xyn también, pero
vieron la parte mucho menos seria de él. Mientras podía ser frívolo y sarcástico
con Blaise y Urian, era un tipo diferente de humor que el más vulnerable que
mostraba a los dos. Era más suave y amable con las mujeres en su vida.
—¿Y qué piensas hacer con todas estas bestias, Xyn? No estoy planeando
dejarles que se muden, ya sabes. Definitivamente no estoy cómodo con ellos
aquí.
—Sabes por qué. Y no empieces conmigo. Como dice el viejo refrán, la puerta
está en la pared.
—¿Cómo lo soportas?
—¿Desde cuándo?
Cruzando sus brazos sobre su pecho, la expresión de Falcyn dijo lo que esas
palabras le afligieron. Sin embargo, el brillo de sus ojos revelaba su diversión.
—¿Cómo ha fallado Varian en destriparte todos estos siglos?
—No por falta de esfuerzo de su parte, te lo aseguro. Soy más rápido que él.
—¿Y por qué creo que hay un poco más en eso de lo que estás diciendo?
—De nuevo, no es tan malo. Solo tienes que entender de dónde viene. Todos
somos criaturas del infierno que nos dieron la vida. ¿No es así?
Shadow asintió.
—Nuestro placer.
—Kerrigan era el merlin cargado con la espada Caliburn. Su esposa Seren era
el merlin para el telar de Caswallen que Morgen exigió a él y a Blaise capturar.
En el proceso de tomarlo de ella, la dama Seren se ganó el corazón de Kerrigan.
Él no podía entregarla a Morgen más de lo que Blaise podía entregar a su
Brogan a Crom. Así que Seren y Kerrigan, y su hijo y su hija, ahora viven en
Avalon con los demás, donde continúan luchando contra Merlín y su corte fey.
—Como tú.
—¿Y qué nivel de estupidez especial has logrado, dragón? Sé que tomaste un
golpe importante en la cabeza, pero no me di cuenta que te había hecho un
daño cerebral. ¿Deberíamos hacerte una tomografía? ¿Escaneo de perros?
—¿Cómo has logrado vivir tanto tiempo sin que nadie te mate, otra vez?
—Te lo dije, soy rápido en mis pies. —Shadow suspiró—. Entonces, ¿cuándo
quieres participar en tu suicidio?
Falcyn miró alrededor de su abarrotada casa.
—Ahora sería un buen momento. Eso evitará que enloquezca por mi GCS.
—¿GCS?
Xyn sonrió.
—Creo que debería haber pasado por alto tu estatua. —Falcyn gruñó en l
aparte de atrás de su garganta—. ¡Blaise! ¿Por qué volvimos a despertar a Xyn?
—¡Mentí!
—Vamos, libélula.
Hizo una pausa ante sus acciones.
—Sé lo que significa esa mirada en tus ojos. Vas a volver por Maddor. Planeo
ir contigo.
—¿No?
—Realmente no.
—Bueno, esa parte fue fácil. —Su voz se interrumpió cuando se dieron cuenta
de que estaban rodeados por los guerreros Adoni—. Pero esto es de lo que
estaba hablando. Malísimo, los bastardos puntiagudos tienden a notar cuando
venimos y vamos. ¿Peor? Las pequeñas perras atacan como langostas.
Apenas había terminado esa frase antes que demostraran que tenía razón y
se lanzaron.
—¿De verdad? ¿Tuviste que tirarnos en medio de una fiesta de las hadas?
—¡Cállate! —Falcyn lanzó una bola de fuego al Adoni más cercano a él.
Mientras tanto, Shadow tomó las armas contra los más cercanos a él.
—¿Perdón?
—Suplica todo lo que quieras. Pero sabía que volverías por Maddor. Ella
creía que estaba loca y sentimental. Sin embargo, eres predecible.
—¿Tu punto?
Medea se ahogó.
Ay.
La reacción de Falcyn fue mucho más violenta. Se lanzó hacia ella. Shadow le
capturó antes de que pudiera alcanzarla y hacer que fueran atacados.
—Modérate, hermano —le advirtió Shadow—. No dejes que se meta bajo tu
piel. Piénsalo.
Shadow tenía razón. Su ira le haría cometer un error, y eso era con lo que ella
contaba.
Pero eran Adonis. Todos magos. Más que eso, estaban acostumbrados a
luchar con su raza y sabían cómo derrotar a un dragón. En un grupo de
Solos, incluso con Shadow y Medea respaldándolo, podrían hacer daño, pero
en última instancia caerían por los fey bastardos.
Y Maddor seguiría estando retenido por Morgen y castigado por ello. Medea
estaría muerta, y todo sería culpa suya.
Así que tomó la única decisión que pudo. Utilizó sus poderes para convocar
su piedra y la sostuvo en su palma.
—Dame a mi hijo.
—Busca a Maddor.
No, pero su reacción le dijo mucho. Había algo especial en Mordred. Algo
más que sus otros hijos. Justo lo que era, recordó la pregunta.
Maldita sea…
Esperando hasta que Maddor llegó a su lado, utilizó sus poderes para guiar
la piedra a través de la habitación, en el aire, hacia Morgen.
Una sonrisa perversa curvó sus labios cuando agarró la piedra y la envolvió
en sus manos codiciosas.
—¿Qué?
—Una piedra dragón sin dragón no vale nada. ¿Cuán estúpido crees que
soy?
Mierda…
—No perderé a otro hombre al que amo, y no veré que pierdes a tu hijo. —
Rozó sus labios contra los suyos un instante antes de empujarlo a través del
portal que Shadow había abierto, luego usó sus poderes para sellarlo.
¿Por él?
—¿Falcyn?
—¿Padre?
No fue hasta entonces que se dio cuenta de que había sido Maddor quien
habló.
—La recuperaremos.
Shadow asintió.
—Ídem. ¿Morgen quiere una guerra? Vamos a darle una.
—No puedo creer que hayas hecho algo tan tonto, pequeña.
Oh sí, esto era tonto. Oscuro y triste, estaba iluminado con una impía luz
brillante. Sombras siniestras bailaban a su alrededor como criaturas vivientes.
Sin tener ni idea de dónde buscar refugio, Medea se precipitó hacia donde
fuera. No tenía absolutamente ningún destino en mente. A cualquier otro lugar
excepto aquí.
Megafabuloso.
—No soy una buena chica. También soy una villana. ¿La quieres? Tengo que
luchar por ella. Ven a conseguirla, perra. —La guardó en su sostén y manifestó
un conjunto de baghs nakas11. Por eso, quería sentir algo de sangre en sus
manos.
Y colmillos.
Ellos atacaron en masa y rápidamente aprendieron por qué era la líder del
ejército de su padre, cuando Medea desencadenó once mil años de furia
Daimon reprimida sobre ellos. Una cosa sobre los Spathi, no se detenían.
Pero esa no era la única razón por la que luchaba. En el fondo de su mente
era el pasado cuando vinieron por Praxis y Evander.
Esa noche, ella no había luchado en absoluto. Sin preparación y pasiva, había
estado desamparada ante los humanos mientras mataban a su esposo e hijo. En
aquel momento, se había dicho que era más noble hacer lo que los dioses
decretaban y aceptó su destino, fuera el que fuera.
Evander también lo había creído. Así que habían seguido las reglas y hecho
lo que se suponía que debían hacer. Nunca habían hecho ruido. Nunca
molestaron a nadie.
11 Baghs nakas: Es un arma como una garra de la India diseñada para encajar en
los nudillos o ser oculta debajo o contra la palma.
12 Pteruges: Pieza decorativa que cae de la cintura de la armadura de los antiguos
Y aquella noche había aprendido su pieza más vital. Para ser sincero con uno
mismo. No solo con honestidad, sino con caridad primero. Porque nadie más
estaría de pie para ella cuando más importaba.
Solo lo dejarás.
Pies primero.
Había entrado en este mundo luchando, con la sangre de otra persona en los
puños, y así era exactamente como tenía intención de salir.
No le importaba.
Las lágrimas llenaron sus ojos mientras envolvía sus brazos alrededor de su
cuello.
—¡Oh! ¡Oye!
—¡Eso duele!
Su mandíbula se aflojó.
—Esperaré fuera.
Completamente.
—Sencillo, lady Spathi. En cualquier parte que quieran. Lo que sea que
quieran.
Epílogo
Medea había estado temiendo este momento durante días. Pero era algo que
Pero al final, tenía razón. Era mejor que Urian se sintiera cómodo y rodeado
por la familia cuando aprendiera la verdad que estar cegado y rodeado de
extraños. Esto no auguraba nada bueno para nadie.
Todavía…
—Sí, lo sabemos. Pero los mantiene fuera de problemas y evita que les
pongan cuernos a los bebés en las cabezas.
—Así que este es el pequeño Aricles del que oigo cosas de su hermano mayor
Urian.
Con sus negros rizos en espiral alejados de su cara en una cola de caballo,
Bethany frotó la espalda de su hijo. Su piel de caramelo era impecable sobre las
cinceladas características agudas.
—¿Mimi?
—¿Estás bien?
Ella asintió.
Escalofriante.
Ahora deseaba haber aceptado la oferta de Davyn de estar aquí para esta
confrontación. Pero entonces ella no era una cobarde, y Urian era su hermano.
Y con una respiración profunda, se preparó para lo que iba a ser una mala
reacción.
Realmente mala.
—Hay algo que necesito decirte, Urian. Algo que no vas a creer.
No había una manera fácil de hacer esto. Así que se conformó con arrancar la
tirita tan rápida y misericordiosa como fuera posible.
—Stryker no la mató esa noche. Sigue viva.
Ja, eso sonó duro incluso a sus propios oídos. Ella podría patear su propio
culo.
—¿Qué?
Lo siento, hermano.
Pero tenía que ser fuerte por él. Y no tenía más remedio que ver esto a través.
Las lágrimas llenaron sus ojos cuando se encontró con la mirada de Acheron.
—¿Lo sabías?
—Juro por la vida de mi madre, que no tenía ni idea. Ella no es humana, así
que no puedo ver su destino. Está más allá de mis poderes. Si lo hubiera sabido,
te lo habría dicho.
—¿Stryker lo sabía?
Él le frunció el ceño.
—¿Qué hizo?
—Atacó la comuna donde la tuviste alojada. Él dijo que se corrompió por las
almas que estaba consumiendo para vivir.
Una lágrima corrió por su mejilla mientras miraba hacia el espacio. Angustia
cruda y atormentada irradiaba de él. Era obvio que se culpaba a sí mismo, al
igual que su padre había predicho.
—Bethany.
Falcyn suspiró.
—A menos que…
—Esto es un tiro largo. Quiero decir que es un Ave María de todos los
tiempos.
—¿Quién es Xander?
—¡Bastardo!
—Olvidé que no eres un dios. Jugar con la vida de las personas no es algo
con lo que tengas mucha experiencia. A veces tienes que dejar que las cosas
sigan su curso.
—Lo que significa que los buenos tenían todos los dragones… ahora no. Y
Urian contiene la sangre de Apollymi, Bet, Set y Acheron…
La venganza de Acheron.
Fin
Además debemos recalcar que dos de sus series han sido llevadas a las
viñetas. Marvel Comics ha publicado los cómics basados en la serie "Señores de
Avalon" (Lords of Avalon) la cual guioniza la misma Sherrilyn y "Chronicles of
Nick" es una aclamado manga. Su vida es muy representativa para muchos
"MENYONS" así se hacen llamar sus fans.
Saga Dark Hunter
Arco Acheron
10.2 Hasta que la muerte nos separe (Until Death We Do Part, 2006)
Arco Jaden
17.5 Donde los Angeles temen aventurarse (Where Angels Fear to Tread, 2008)
Amante Fantasma
Nacida en invierno
A la sombra de la luna
28 Dragonsworn (2017)