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REPENSAR EL ANTIGUO PERÚ

APORTES DESDE LA ARQUEOLOGÍA


Rafael Vega-Centeno Sara Lafosse
(EDITOR)

Repensar
EL ANTIGUO PERÚ
Aportes desde la Arqueología

Luis E. Castillo Narrea


Sofía Chacaltana Cortez
Luisa Díaz Arrióla
Diana Fernández Mascco
Luis Angel Flores Blanco
Johny Isla Cuadrado
Christian Mesía Montenegro
Carmen Verónica Ortiz Torres
Manuel F. Perales Munguía
José Luis Pino Matos
Gabriel Ramón Joffré
Marco Rosas Rintel
Rafael Segura Llanos
Henry Tantaleán
Rafael Vega-Centeno Sara-Lafosse

IEP
INSTITUTO DE
PONTIFICIA
UNIVERSIDAD
CATOJ.ICA
ESTUDIOS DEL PERU
PERUANOS
Serie: Historia Andina, 46

© Rafael Vega-Centeno Sara-Lafosse

© IEP Instituto de Estudios Peruanos


Horacio Urteaga 694, Lima 11
Telf.: (51-1) 332-6194 INDICE
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© Pontificia Universidad Católica del Perú, Fondo Editorial


Av. Universitaria 1801, Lima 32, Perú
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feditor@pucp.edu.pe / www.pucp.edu.pe/publicaciones

ISBN: 978-9972-51-621-4
ISSN: 1019-4541
Introducción................................................................................................................................9
Impreso en el Perú
Primera edición: Lima, abril de 2017 I. LOS PRIMEROS HABITANTES (ca. 12.000-3000 a. C.).............................................15
1000 ejemplares
1. La investigación del periodo Precerámico Temprano en el Perú.
Hecho el depósito legal Su historia y perspectivas.
en la Biblioteca Nacional del Perú: 2017-04267 Carmen Verónica Ortiz Torres...............................................................................17
Registro del proyecto editorial
2. El periodo Arcaico en la cuenca del lago Titicaca
en la Biblioteca Nacional: 31501131700428
y sus alrededores, Andes centro-sur
Luis Ángel Flores Blanco........................................................................................49
Asistente editorial: Yisleny López
Corrección: Sara Mateos II. LA COMPLEJIDAD SOCIAL EN SUS INICIOS (ca. 3000-200 a. C.).........................85
Diagramación: Silvana Lizarbe
Carátula: Gino Becerra 3. El periodo Arcaico Tardío en perspectiva regional.
Cuidado de edición: Odín del Pozo Nuevos aportes
Rafael Vega-Centeno Sara-Lafosse......................................................................87
Prohibida la reproducción total o parcial de cualquier parte de este libro
sin permiso de los editores. 4. Estudios sobre el periodo Formativo en los Andes centrales
Christian Mesía Montenegro................................................................................123
5. El periodo Formativo en la cuenca norte del Titicaca, Perú.
Nuevos datos y perspectivas
Henry Tantaleán....................................................................................................161
Vega-Centeno Sara-Lafosse, Rafael, ed.
Repensar el antiguo Perú: aportes desde la Arqueología. Lima, IEP; PUCP, 2017 III. MANIFESTACIÓN DE LAS IDENTIDADES (ca. 200 a. C. - 550 d. C.)..................189
(Historia Andina, 46)
6. La cultura mochica: confrontando el modelo estatal con una
1. HISTORIA ANDINA; 2. ÉPOCA PREHISPÁNICA; 3. COLONIA; 4. REPÚBLICA; perspectiva andina
5. POBLACIÓN INDÍGENA; 6. ARQUEOLOGÍA; 7. ANDES; 8. PERÚ Marco Rosas Rintel...............................................................................................191

W/0I.04.03/H/46 7. Nasca: cultura y sociedad en la costa sur del Perú


Johny Isla Cuadrado.............................................................................................237
IV ENTRE FENÓMENOS Y PROCESOS MACRORREGIONALES
(ca. 550-1532 d. C.)........................................................................................................275

8. Repensando la interacción cultural durante la hegemonía wari:


modelos interpretativos y evidencia funeraria en la costa central
del Perú
Rafael Segura Llanos................................................................................277
9. Redescubriendo a los plateros chimú INTRODUCCION
Diana Fernández Mascco y Luis E. Castillo Harrea..............................315
10. Identidad cultural, prácticas funerarias y territorio ychsma
Luisa Díaz Arrióla................................................................................................343
11. Algunas consideraciones sobre los asentamientos aglomerados
del periodo Intermedio Tardío en la región del Mantaro
Manuel F. Perales Munguía.................................................................................365
12. Perspectivas locales de la influencia inca en el
Colesuyu de los Andes sur-centrales
Sofía Chacaltana Cortez.......................................................................................399
13. Wamani: territorialidad, autoridades ancestrales
y redes de parentesco sagrado en el Tawantinsuyu.
Reflexiones y propuestas sobre la supuesta organización
provincial Inca

R
José Luis Pino Matos...........................................................................................441 epensar implica poner en discusión supuestos, afirmaciones y
convicciones. Por otro lado, lejos de ignorar los conocimientos
V.REFLEXIONES FINALES.................................................................................................553
o contribuciones anteriores, repensar supone partir de ellos bus
14. Figurar la historia precolonial andina cando ponerlos en perspectiva. Este esfuerzo reflexivo ha sido la
Gabriel Ramón Joffré...........................................................................................555 inspiración de los trabajos que conforman el presente volumen.
Sobre los autores.....................................................................................................579 Así, partiendo de la idea de repensar, las autoras y autores aquí
reunidos analizan lo que desde el título estamos llamando el Anti guo
Perú, un concepto que merece discutirse. En primer lugar, lo usamos
aquí como alternativa al más frecuente término de “Perú prehispánico”.
Una razón fundamental para hacerlo es la incon veniencia de definir a
una etapa de la historia por negación, en este caso, sobre la base de
que aún no llegaban los españoles. La otra es, sin duda, abrir el
escenario para encontrar, sin esencialis- mos, las líneas de continuidad
y cambio en las poblaciones que habitaron nuestro actual territorio. El
Antiguo Perú puede verse así como una etapa de fundación que —
tal como esperamos se perciba en las diferentes contribuciones de
este volumen— fue testigo de procesos históricos que, si bien
fueron significativamen te afectados en el siglo XVI por la invasión
europea, continuaron
10 I Rafael Vega-Centeno Sara-Lafosse Introducción | 11

desarrollándose y contribuyen a dar fisonomía a lo que llamamos época antigua de la historia del Perú es el motivo de los siguientes
en la actualidad nuestra “comunidad nacional”. artículos.
Tradicionalmente, el Antiguo Perú ha sido estudiado desde la Como suele ocurrir con cualquier estudio de la historia, el del
perspectiva de la “historia andina”. Bajo este concepto se suele hacer Antiguo Perú ha generado (y seguirá haciéndolo) un desafío cons tante
referencia al devenir de una población y una cultura especí ficas de reflexión. Las propuestas para entenderlo suelen ser eva luadas,
frecuentemente englobadas en el término algo difuso de “lo andino”. cuestionadas, renovadas y, eventualmente, reemplazadas.
Desde el punto de vista espacial, suele ser una historia circunscrita a lo En este escenario, se me dio la oportunidad de participar, gra cias
que comúnmente se entiende por Andes, es decir, las zonas altas del a la invitación de Francisco Quiroz, en el V Congreso Nacio nal de
macizo cordillerano. A partir de estas considera ciones, los estudios sobre Historia realizado en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos el
la historia andina se han enfocado, prin cipalmente, en las trayectorias de año 2012. En este evento tuve a cargo la organización de un simposio
las poblaciones que habitaron el territorio en cuestión antes de la sobre el Perú prehispánico, ocasión para crear un es pacio en donde se
llegada de los españoles. Luego de este momento de quiebre, la historia pudiese llevar a cabo el tipo de reflexión arriba descrito. De esta
andina ha tendido a ser considerada la de las poblaciones marginales manera, se convocó a un grupo de arqueólogas y arqueólogos
coloniales y, luego, republicanas. connacionales, de una generación formada en uni versidades peruanas
Este fraccionamiento de la historia puede superarse si enten demos entre las décadas de 1980, 1990 y 2000, para que presentase sus
por historia andina al conjunto de procesos y acontecimien tos planteamientos sobre las etapas o formaciones culturales más
ocurridos con las poblaciones que se asentaron y produjeron cultura, a significativas del pasado andino. La idea era que no se tratase
lo largo del tiempo, en el espacio geográfico generado a partir solamente de una compilación de antecedentes, ni que se
del levantamiento tectónico conocido como cordillera de los Andes, restringiese los trabajos a investigaciones específicas. Lo que se buscó
que incluye el piedemonte costero, las cuencas inte randinas, los fue una visión crítica del estado del conocimiento de cada problemática a
páramos de altura y el bosque tropical montano del Oriente. Una tratar y, en el marco de esta reflexión, una postura, sea adscribiendo
perspectiva similar podría contribuir a incorporar en un mismo planteamientos anteriores o presentando ideas innovadoras que
marco histórico a las poblaciones que habitaron a lo largo del permitiesen, por un lado, ofrecer al lector una re visión actualizada de
tiempo en los bosques tropicales de la cuenca del río Amazonas. problemáticas clave del desarrollo histórico andino y, por otro,
La historia del Perú (antiguo, colonial y republicano), enten dida brindar un panorama (aunque aún incompleto) de cómo una
como historia andina e historia amazónica, nos permite asu mir una generación de arqueólogos y arqueólogas ha tratado los temas en
profundidad temporal que nos hace considerar como tal a aquellas cuestión.
etapas de la historia en que la República del Perú no existía ni era En el simposio, pudimos contar con la participación de Ve rónica
concebida o soñada. Es importante, sin embargo, mencionar que se Ortiz, Rafael Vega-Centeno, Christian Mesía, Marco Rosas, Víctor
trata de una lectura de la historia que solo tie ne sentido si se Falcón, Johny Isla, Rafael Segura, Diana Fernández, Luis En rique
asume la relevancia de dichas etapas en nues tro presente y futuro, Castillo, Manuel Perales, Sofía Chacaltana y Gabriel Ramón. Gabriel
más allá de su actual disfrute o utilización como recursos simbólicos tuvo a su cargo los comentarios finales.
o turísticos. Desde esta perspectiva, la Luego de este congreso, convenimos en que valía la pena
compartir las contribuciones allí presentadas con un público más
amplio. Por otro lado, se reconoció que eran varios los temas de
12 | Rafael Vega-Centeno Sara-Lafosse Introducción | 13

la arqueología andina que quedaban sueltos. Por eso se invitó a La tercera parte está compuesta por contribuciones que eva lúan
preparar trabajos semejantes para otros periodos o culturas. De las características de los conocidos desarrollos regionales. Marco
esta manera, se sumaron al esfuerzo Luis Ángel Flores, Henry Tan- Rosas discute la naturaleza de las formaciones sociopolíti- cas
taleán, Luisa Díaz y José Luis Pino. Por un imponderable, Víctor mochicas, mientras que Johny Isla brinda un panorama inte gral de
Falcón no nos pudo acompañar en la versión impresa. la cultura nasca.
Este volumen está lejos de abarcar todos los aspectos, etapas o El volumen continúa con los planteamientos de revisión de las
regiones del Antiguo Perú. Los autores, por otro lado, han opta do épocas en las que surgen formaciones sociopolíticas expansivas.
en forma variada por los sistemas de periodificación procesales (estadios Así, mientras Rafael Segura discute la naturaleza de la “influencia wari”
Arcaico, Formativo, etc.) o taxonómicos (Horizontes e In termedios). Sin en la costa central, Diana Fernández y Luis Enrique Casti llo
duda, alcanzar un acuerdo sobre los conceptos que permiten ordenar la reflexionan sobre los orígenes y procedencia de los plateros chimú,
historia del Antiguo Perú es una tarea pendien te que escapa a este Luisa Díaz estudia el tema de las identidades entre las po blaciones
libro. Lo que hemos hecho ha sido organizar los trabajos a partir de tardías de la costa central, y Manuel Perales analiza la organización
la identificación de cuatro hechos históricos significativos: el política en la región del Mantaro. Finalmente, Sofía Chacaltana revisa la
poblamiento del territorio andino; el desarrollo de la complejidad articulación de poblaciones locales ante la ex pansión inca en el suroeste
social; la manifestación de las identidades regiona les; y el desarrollo del Cuzco, y José Luis Pino nos ofrece una nueva perspectiva sobre
de proyectos políticos expansivos y redefinición de identidades. Con cómo entender la territorialidad (y con ella, la organización) de lo
relación a los dos primeros hechos, hemos considerado pertinente que solemos llamar Tawantinsuyu.
organizar la información de los Andes cen trales y los Andes centro-sur Tal como en el simposio, este volumen culmina con una re flexión
(Lumbreras 1981) de forma separada. sobre cada una de las contribuciones, a cargo de Gabriel Ramón. El
El poblamiento implica no solo un desplazamiento en el terri torio lector notará la perspectiva crítica de este investigador, quien nos
sino una adaptación al mismo, incluidos los procesos inicia les de recuerda que varios de los temas planteados en este volumen, lejos de
transformación de especies en variedades domésticas y de asentamiento haberse cerrado, están abiertos a la discusión. Seguramente varios de los
permanente. De esta manera, el libro comienza con la evaluación autores retomarán esta discusión con Ramón y otros colegas en futuros
de la época de los primeros pobladores de los Andes foros.
centrales, a car go de Verónica Ortiz, y de los Andes centro-sur, Finalmente, quisiera poner en relieve una característica de ia
a cargo de Luis ✓ Angel Flores. Una revisión de las etapas y
procesos obra en su conjunto: su valor como testimonio de diferentes for mas
de sedentarización y domesticación de especies está, lamentable mente, de tratar problemáticas arqueológicas (en función de la for mación de
ausente en este volumen. Remitimos al lector al notable trabajo de pre y posgrado, así como de posición teórica) que, sin embargo, tienen
Elmo León (2013) para suplir esta deficiencia. el denominador común de asumir una perspecti va crítica de los
El desarrollo de las primeras formas complejas de organiza ción modelos con los que los autores crecieron como investigadores. Queda
social es tratado por Rafael Vega-Centeno. Sigue el texto de Christian claro que esta perspectiva no implica una descalificación a priori o una
Mesía sobre el llamado “Fenómeno Chavín”. Mientras ambos artículos postura autosuficiente hacia contri buciones anteriores, sino una
analizan la problemática en cuestión en los Andes centrales, el siguiente, valoración de dichos aportes, revi sando sus fortalezas y exponiendo
de Henry Tantaleán, evalúa procesos seme jantes en los Andes centro- los temas pendientes. De esta manera, se espera que esta perspectiva
sur. contribuya al desarrollo
14 I Rafael Vega-Centeno Sara-Lafosse

del conocimiento. Así, más que textos que buscan cerrar temas,
estos artículos se presentan como una invitación a continuar con
las investigaciones. Se trata, pues, de un volumen que busca ser
una pausa en el camino del conocimiento para revisar, evaluar,
reflexionar y proponer orientaciones. El lector podrá evaluar si se
logró este cometido en las páginas siguientes.
No quiero terminar esta presentación sin expresar mi agra
decimiento a quienes apoyaron este proyecto. Al enterarse del
simposio, Bernardo Haour, desde la Universidad Antonio Ruiz de
Montoya, y Martín Tanaka, desde el Instituto de Estudios Peruanos
(IEP), alentaron con entusiasmo la publicación de sus ponencias.
La participación de Juan Roel fue fundamental en el ordenamiento,
compaginación y diseño inicial del volumen. Finalmente, gracias
I
a las direcciones editoriales del IEP y de la Pontificia Universidad
Católica del Perú (PUCP) por confiar en el proyecto. Esperamos no
haberlas defraudado.
LOS PRIMEROS HABITANTES
(ca. 12.000-3000 a. C.)
Bibliografía

León Canales, Elmo


2013 14,000 años de alimentación en el Perú. Lima: Universidad
de San Martín de Porres.

Lumbreras, Luis Guillermo


1981 Arqueología de la América andina. Lima: Milla Batres.
1
LA INVESTIGACIÓN DEL PERIODO
PRECERÁMICO TEMPRANO EN EL PERÚ
Su historia y perspectivas

Carmen Verónica Ortiz Torres'

E
n este trabajo se revisan las investigaciones sobre los prime ros
pobladores de los Andes centrales, poniendo en relieve su
trascendencia en cinco tópicos fundamentales: la cronología;
la genética; el medio ambiente; la paleotecnología; las metodolo gías
idóneas para el estudio de estas ocupaciones tempranas en la zona; y
las rutas de ingreso al territorio. Luego se presenta trabajos que
contribuyen al debate y, finalmente, se hace una síntesis del estado de
la cuestión.

Las investigaciones sobre el Precerámico Temprano


en los Andes centrales

Los primeros hallazgos correspondientes a las épocas tempra nas


en los Andes se remontan a 1933, cuando el etnólogo alemán Heinrich
Ubbelohde identificó las puntas Paiján en las pampas de Mocan,
definiéndolas como artefactos de “carácter paleolítico” al

1. Museo Nacional de Antropología, Arqueología e Historia. Correo-e: <veroni-


caortizz73hotmail.es>.
18 | Carmen Verónica Ortiz Torres observar en ellas la presencia de pátina. 2 Explicó que encontró
las puntas en superficie, asociadas a restos óseos de
megafauna, por lo que supuso que correspondían a una 1 / La investigación del periodo Precerámico Temprano en el Perú
población de cazadores del Pleistoceno Final, hipótesis | 19

que fue posteriormente desestima da, debido a la falta de


evidencias que vincularan los restos óseos con la la pérdida de importante información contextual de los
industria lítica. La confirmación de la existencia de poblacio hallazgos. Por fortuna, la cueva L-2, donde se obtuvieron los
nes sin cerámica llegó varios años después, con el fechados, fue excavada por niveles naturales. En dicha cueva
descubrimiento del método de datación por carbono 14 también se regis traron los entierros humanos más
(Libby y Arnold 1949). Entre las primeras pruebas de tempranos de Sudamérica para la época (Bonavia 2004:
fechados, se analizaron las muestras del sitio de Huaca 268). Cardich afirmó que se trataba de individuos con cráneos
Prieta, previamente excavado por Junius Bird. Los resultados dolicohipsicéfalos, de cara medianamente ancha, y con
confirmaron la existencia de las ocupaciones humanas huesos robustos. Uno de ellos presentó una ligera deformación
precerámicas planteadas por Bird, quien también había craneana artificial (Cardich 1964: 120-121). 3 Otro des
afirmado que la industria lítica de Paiján debía ser más cubrimiento significativo de Lauricocha fueron los entierros
temprana que Huaca Prieta (Bird 1948). Ese mismo año, de ni ños, debido a su complejidad en comparación con los
Larco reportó el hallazgo de puntas Paiján y sus talleres de adultos (1964: 114-116).
líticos (Larco 1948: 11). Cardich fue pionero en señalar la importancia en los
A finales de la década de 1950, los estudios pioneros de Andes del estudio de las morrenas de periodos glaciares e
Au gusto Cardich en los yacimientos de Lauricocha (cuevas interglaciares (cercanas al sitio) para la reconstrucción del
L-l, L-2, L-3, LJ-1, U-2 y cortes en las planicies P-Ll y P-L2) paleomedioambiente habitado por los humanos. Fue,
(Cardich 1958: 12), permitieron identificar una ocupación además, el primero en proponer una cronología de las
humana en los Andes centrales desde el Holoceno Inicial glaciaciones andinas, posteriormente criti cada por John
(León 2007). Los fechados ob tenidos en la cueva L-2 Rick, quien notó que no era posible conocer la in tensidad de
determinaron su antigüedad alrededor de los 9525 años las glaciaciones en los Andes, hecho que dificultaba la
radiocarbónicos (Cardich 1964: 20). Sin embargo, en el comprensión cabal del proceso (Rick 1983: 59-60).
2015, Elsa Tomato y su equipo realizaron nuevas dataciones La secuencia de Lauricocha propuesta por Cardich se
de los cráneos que arrojaron una antigüedad de 2500 a basó en la tipología lítica y en la correlación estratigráfica de
3500, posterior a la estimada por Cardich. Asimismo, los yacimien tos. Los parámetros de su tipología se
afirmaron que no todos los individuos eran contemporáneos, definieron simplemente por la morfología y el tamaño de los
al sostener que se necesitaba una muestra más amplia artefactos. Posteriormente, Rick revisa esta propuesta y
de osamentas humanas para establecer los diversos reporta problemas en el registro de las me diciones de las piezas
orígenes de la población allí presente (Tomasto et ál. 2015). con las que se caracterizaron los tipos (1983: 42-47), siendo
Debe mencionarse que la excavación realizada por niveles insostenible la determinación de cada tipo, según los
ar bitrarios de Cardich en la mayor parte de sus trabajos, propios parámetros de Cardich. Debe mencionarse que,
ocasionó aun con estos cuestionamientos, tanto la tipología como
la propuesta de secuencia planteada continúan siendo
utilizadas por algunos arqueólogos. Insistimos en que para
2. Pátina: modificación natural de la superficie de las rocas a través establecer una tipología, es
de los años por acción del sol, el viento o el agua, que ocasiona el
cambio de color, así como una rugosidad y porosidad leves.
fueran sometidos a análisis de genética y ADN, constituirían una fuente de
primera importancia para rastrear a nuestros ancestros fuera del
3. Es importante mencionar que si actualmente estos restos humanos continente y dedu cir sus posibles rutas de migración.
20 | Carmen Verónica Ortiz Torres uniformes en toda la Tierra (Rick 1983: 21, 53-62). Respecto
de la industria lítica del complejo, Lanning y Patterson
relevante crear los tipos relacionados con las técnicas de sugirieron en un principio que se trataba de “hachas de
elabo- ración (sauoir-taire), ya que las técnicas identifican la mano” que debie ron ser usadas para matar especímenes
tradición de elaboración de un grupo (se puede obtener un de megafauna, pero no se encontró ninguna evidencia de
artefacto de cierta forma y dimensión por diversas técnicas). asociación entre piezas líticas
Menos conocidos son los hallazgos de Gerhard
Schroeder, quien por la misma época, en 1953, encontró el
abrigo de Ichuña y, en él, las primeras evidencias
precerámicas del sur del Perú. Se trata una colección de
40 puntas, raspadores, raederas y piedras de adorno
asociados a carbón y material óseo animal. En su repor te
menciona que las puntas son de base recta o escotadura poco
modificada (Schroeder 1957).
En las décadas de 1960 y 1970 se llevaron a cabo nuevas
in vestigaciones arqueológicas en la costa y sierra sur del
país. En 1963, Edward Lanning y Thomas Patterson
descubrieron el sitio de Cerro Chivateros (PV 46-27), así
como otros sitios con artefactos similares en el valle del
Chillón. Basándose en los tipos de arte factos y la
correlación entre la estratigrafía y los fechados de los
sitios, establecieron el “complejo Chivateros” (conocido
también como la secuencia de Chivateros-Oquendo). El
estrato más tem prano de la secuencia fue fechado en 10.000
a. C. (Patterson 1966). Posteriormente, Rosa Fung cuestionó
la validez de los fechados, pues se hicieron sobre muestras
de tillandsias, plantas que crecen naturalmente en la zona por
lo que pueden ser anteriores, coetá neas o posteriores a la
ocupación humana (Fung et ál. 1972). Pat terson y
Lanning (1964) también propusieron una reconstrucción
del clima al momento de la ocupación del sitio a partir de la
ex trapolación de paleoclimas reconstruidos para otras
regiones del mundo, propuesta que Fung también discutió,
debido a las gran des distancias entre los Andes y
Europa. Rick concuerda con Fung y desarrolla la crítica,
poniendo en relieve que las glaciaciones no fueron
1 / La investigación del periodo Precerámico Temprano en el (Lynch 1980: 175-177).
Perú | 21
En 1968, a escasos 25 kilómetros de Quishqui Punku,
Lynch localizó la cueva de Guitarrero y la excavó, observando
y óseos de estas especies. Posteriormente, en 1967, Lanning que su in dustria lítica presentaba muchas semejanzas con la
pro puso que los artefactos fueron elaborados para de Quishqui Punki, tanto en materias primas como en formas.
trabajar la madera de los árboles de las lomas cercanas, La cercanía cro nológica y espacial era notoria entre estos dos
planteamiento que carecía de evidencias de huellas de uso sitios.
(análisis traceológicos) (Lanning 1967: 46). Luego del En el informe final de la excavación de Guitarrero,
descubrimiento de Chivateros, se reportaron otros sitios Lynch re veló que tuvo problemas para interpretar los
con artefactos del tipo Chivateros en Ancón ((Patterson y contextos, debido a las actividades de huaqueo realizadas
Lanning 1964), en el valle de Lurín (Patterson 1966) y en en algunas áreas de la cue va. Reportó el hallazgo de
Cupis- nique (Chauchat 1978). Actualmente este tipo de plantas domesticadas tempranamente (frijol, ají, oca y
artefactos es en tendido como una “industria de preformas” de huachulla) hacia el 9600 a. C. (años calibrados), por
la punta Paiján. Es importante indicar que, en la década de asociarlas a muestras de carbón (Lynch 1980). No obstante, en
1960, Lanning dividió el periodo Precerámico en seis etapas 1998, las muestras de frijoles se sometieron a dataciones
(Lanning 1967). directas, usando el acelerador atómico (AMS), y arrojaron
En 1964, Thomas Lynch identificó el sitio de Quishqui fechas alrededor del 4400 a. p. (Kaplan y Lynch 1999).
Punku, en el callejón de Huaylas, reportando una variedad Asimismo, es necesario men cionar los fragmentos de hilos y
de puntas líti cas a partir de las que estableció una tipología de tejidos elaborados con técni cas como el entrelazado en
sobre la base, fun damentalmente, de la morfología de los espiral, que evidenciaron actividad de manufactura de fibras
artefactos, sin considerar otras variables, como la vegetales en la cueva (Adovacio y Lynch 1973). En el 2011,
tecnología o las implicancias funcionales de las formas James Adovacio y su equipo realizaron nuevos
22 | Carmen Verónica Ortiz Torres Moseley. La investigación de Chauchat fue subvencionada
por el Centre Nacional de la Recherche Scien- tifique, bajo la
fechados sobre los tejidos de fibras vegetales, obteniendo una asesoría, supervisión y metodología de Frangois Borde y
an tigüedad de 12.100-11.100 a. p. 4 (Jolie et ál. 2011: 285). A Denise de Sonneville-Borde (Chauchat 1975b)). Bajo esta
partir de estos análisis posteriores se consideró que la influencia, Chauchat aplicó el método tipológico-estadístico en
domesticación de plantas se produjo hacia el segundo milenio los estudios de la industria lítica de Paiján (Merino 1994: 48).
a. C. en el sitio, con firmándose por otro lado la temprana Chauchat logró identificar dos tipos de espacios
manufactura de los tejidos en los Andes (10.000 años a. involucrados en la manufactura de las puntas Paiján: los sitios
C.). Se puso en evidencia, además, la alteración de cantera y los sitios taller. Planteó hipotéticamente la cadena
estratigráfica del sitio y la necesidad de revisar sus colecciones operativa de elaboración de las puntas Paiján, indicando que
con nuevas tecnologías analíticas. en las canteras observó la ma teria prima de las puntas,
En 1974, Claude Chauchat estudió los artefactos líticos asociada a piezas bifaciales similares a las del complejo
de los talleres y canteras de la pampa de Cupisnique, Ascope Chivateros, por lo que propuso que los bifaces del tipo
y Casma, y aquellas recuperadas en el marco del Proyecto Chivateros corresponderían a la primera etapa de talla de la
Chan Chan-Moche Valley, en particular las colecciones de punta Paiján. Los sitios taller evidenciaban la talla lítica, por
los proyectos de investiga ción de Paúl Ossa y Michael presentar re currentes piezas con fracturas tecnológicas
ocasionadas por golpes de percusión erróneos, lo que provocó 1 / La investigación del periodo Precerámico Temprano en el Perú
que el tallador las descartase. Chauchat también se percató de | 23

que antes de las preformas “Chiva- teros”, había una etapa de


reducción de talla que no había definido y a la cual A finales de la década de 1960, Richard MacNeish y su
denominó “esbozo” (Chauchat 1975a: 92-93). equipo exploraron la sierra surperuana y aplicaron el
modelo metodoló gico que habían elaborado para el valle de
Tehuacán en México (MacNeish 1969). Su objetivo era ubicar
sitios con condiciones ambientales óptimas para el inicio de
la domesticación de plan tas; es decir, sitios con diversidad
4. Años calibrados de acuerdo con la curva IntCalO9.
de zonas ecológicas, sitios con sustento agrícola y cuevas con
presencia de plantas. En Ayacucho, MacNeish observó varios
sitios potenciales y seleccionó once de diversas zonas
ecológicas, los cuales fueron excavados simultá neamente entre
los años de 1969 y 1970. Uno de ellos fue la cueva de
Pikimachay, que presentó evidencias líticas y óseas
asociables al periodo Pleistoceno Final (MacNeish 1971).
Los estratos tem pranos fueron definidos por su descubridor
en dos complejos. El complejo más antiguo, denominado
Paccaicasa, estaba compues to por cuatro estratos: k, j, i e
il, que fueron fechados por radiocar- bono entre 22.450 y
17.000 a. C. (MacNeish 1979: 19). El segundo complejo fue
denominado Ayacucho y contenía los tres estratos siguientes:
hl, h y h. Fue fechado en 14.050 a. C.
Sin embargo, las evidencias no fueron documentadas y
publica das en detalle, lo que provocó que varios autores
concluyeran que las evidencias líticas no tenían
modificación antropogénica sino que se fracturaron al caer
del techo durante un movimiento sísmi co (Bonavia 1991,
Lynch 1990, Rick 1989). Con respecto a las piezas del
complejo Ayacucho, solo Lynch sustentó que algunas eran arte
factos de materia prima “exótica”, pero consideró que debieron
fil trarse de los estratos tardíos (Lynch 1990: 25). Lynch
también indicó que los estratos de ambos complejos no eran
continuos entre los sectores norte y sur de la cueva, y que
el estrato g, que correspondía al desprendimiento del techo de
la cueva, era el único que presen taba continuidad entre
ambos sectores (Lynch 1990: 25).
En 1969, Ramiro Matos prospectó la puna de Junín en el
marco del Proyecto Arqueológico Junín patrocinado por la reportó el hallazgo de varias cue vas, una de las cuales fue la
Universidad Nacional Mayor de San Marcos, la National cueva de Pachamachay, donde excavó
Science Foundation y la Universidad de Michigan. Matos
24 | Carmen Verónica Ortiz Torres obtener un fechado confiable para la capa 5 de
aproximadamnte el sexto milenio a. C. (Kau licke 1999).
entre 1969 y 1973. En 1974, John Rick continúo la Kaulicke ha propuesto una cronología regional para los
excavación con el propósito de elaborar un modelo de sitios precerámicos de la puna de Junín (Uchkumachay, Telar
subsistencia basado en la ecología y la tecnología de machay, Panaulauca y Pachamachay), la cual aún es materia de
cazadores recolectores. La estratigrafía de la cueva presentó discusión (véase León 2007).
33 capas divididas en tres fases. En la primera fase, fechada
en 9850 a. C. años radiocarbónicos, las puntas son escasas y
están elaboradas en materia prima exógena a la zona. La
segunda fase presentó variedad de puntas talladas en materias
primas de la zona y abundante material lítico. Rick mencionó la
preferencia de ciertas materias primas para tallar determinados
artefactos (como las puntas denticuladas), y argumentó que
cada punta de distinta forma representaba posiblemente a un
grupo so cial. Sin embargo, en el cercano abrigo de
Telarmachay (Junín), Daniéle Lavallée comprobó por análisis
traceológicos y talla ex perimental, en un contexto al parecer
similar, que las diferencias de formas se relacionaban con
diferentes actividades. La tercera ocupación, fechada entre el
5900 y 4000 a. C., presenta solo dos variedades de puntas;
abundan las lascas y se incrementa el trata miento térmico de
talla (León 2007: 242). Se evidenciaron postes en la boca
de la cueva y áreas de actividad para procesar pieles en el
marco de un aumento de restos de vicuña y artefactos líticos
vinculados con la fase anterior.
Finalmente, Rick concluyó que los cazadores de la puna
de Junín eran sedentarios, ya que los restos óseos encontrados
indi caban que el consumo de vicuña fue sostenido,
habitándose el campamento base constantemente y los
campamentos de caza por días (Rick 1983: 186). La
domesticación de camélidos, según este investigador, debió
suceder hacia el 3500 a. C. (Rick 1980: 265).
La cueva de Uchkumachay fue también descubierta
por Matos y excavada por Peter Kaulicke y su equipo.
Excavaron por capas naturales (siete capas) y lograron
1 / La investigación del periodo Precerámico Temprano en el a la investigadora los meses en que el abrigo debió ser
Perú | 25
ocupado. Hacia el 6000 a. C. hay una preferencia por cazar
vicuñas y guanacos. Hacia el 5600 a. C. aparecieron los
En 1973, Cardich reportó restos óseos de un primeros camélidos domésticos y entre el 4400 y 4000 a. C. la
Scelidoterium en la cueva de Huargo, con posibles huellas de alpa ca fue domesticada (1995: 358-359). Estas
uso y un fragmento de punta de hueso, ambos asociados a evidencias cuestionaron la teoría de Rick, quien sostenía,
restos de Equus amerhippus, Lama y Scelidoterium (Cardich sobre la base de sus excavaciones en Pachamachay, que el
1973: 10). Los fechados oscilaron entre los 15.067 y 13.019 hombre en las punas de Junín tuvo asegu rada la caza de
años a. C., calibrados en la curva del he misferio norte (León vicuñas permanente y que, debido a ello, se volvió un
2007). Lamentablemente, los estudios son in suficientes y las cazador sedentario y posteriormente las domesticó.
evidencias ameritan una revisión (León 2007:184). En Telarmachay, el estudio de las materias primas líticas
En 1974, Daniéle Lavallée y su equipo iniciaron las deter minó que las canteras se encontraban a un radio de cinco a
excavaciones en Telarmachay. El propósito de la diez kilómetros, y que posiblemente la obsidiana provenía de
investigación fue comprender el proceso de domesticación de Quispisisa (hoy Huanca Santos), una localidad ubicada a 350
animales en los Andes, para lo cual aplicaron la paleoetnología kilómetros de distancia del sitio (Lavallée 1995: 76). Se
desarrollada por André Leroi-Gourhan (Lavallée 1995:1). Su identificaron además dos cadenas operativas líticas: la primera
método de excavación fue e\décapage (1995: 33). La es la industria de piezas bifa- ciales obtenidas de un bloque
monografía refiere que las primeras ocupaciones entre el inicial o de una lasca, y la segunda está compuesta por
8000 y 6000 a. C. consumieron en alto porcentaje lascas modificadas. Los análisis traceológicos determinaron por
especies como la vicuña, el guanaco y la taruca y, en huellas de uso y talla experimental, los distin tos usos de
menor cantidad, el zorrino y la vizcacha. La presencia de cada tipo de artefacto. Los estudios de Telarmachay
fetos y neonatos de camélidos entre diciembre y abril, le indicó
26 I Carmen Verónica Ortiz Torres a. p.) (Richardson 1978: 274). La economía se basó en el
consumo de recursos de manglares y del mar, como peces,
evidenciaron que durante el Holoceno Medio los camélidos con chas y lobos de mar, y de plantas como la calabaza
despla zaron a los cérvidos preferidos en la época anterior, (domesticada en el complejo Siches) (Richardson 1981: 144-
incidencia que también se presenta en Pachamachay, 145). Entre los arte factos líticos se observan lascas modificadas
Uchkumachay y Panaulau- ca, y que parece establecer la y otros instrumento unifaciales, pero no se reportaron puntas.
contemporaneidad de los sitios. Por último, hacia el 4000 a. C. Un estudio de huellas de uso y de microrrestos podría
se reportan óseos de perros en Uchku machay y Telarmachay. ayudarnos a comprender el tipo de especies procesadas y
En 1978, James Richardson III publicó el resultado de sus cómo se las procesó con estos instrumen tos. Así, la
exca vaciones en la región de Chira y Talara, delimitando determinación tecnotipológica permitiría determinar ti pos que
una secuencia de ocupaciones precerámicas. Se trata de una puedan encontrarse en otros sitios de la zona y establecer
secuencia sobre la base de la información de diez pequeños espacios y medioambientes, e inclusive trazos de rutas de
campamentos, con una primera ocupación denominada circula ción de estos grupos.
complejo Amotape del Pleistoce- no Final (11.500-8000 a. En la década de 1980, Frédéric Engel publicó sus trabajos
p.), una segunda llamada complejo Siches del Holoceno de investigación sobre Paloma, un sitio que se caracteriza por sus
(8000-5000 a. p.), y finalmente el Complejo Honda (5000-4000 vi viendas con entierros humanos en el interior. La gran
cantidad y diversidad de material orgánico recuperado en 1 / La investigación del periodo Precerámico Temprano en el
estos sitios motivó el interés, y posterior estudio, de dichas Perlj | 27

colecciones por investiga dores de diferentes especialidades,


como Robert Benfer, Elizabeth Reitz y Christoper Donnan, En los años ochenta, la mayoría de los proyectos de
que han aportado al entendimiento del modo de vida de los investiga ción llevados a cabo en la sierra del país se
pescadores con incursión en las lomas es tacionales y suspendieron por el terrorismo, y solo algunos, como los
domesticación de plantas hacia el Holoceno Medio (Benfer desarrollados en el sur, en el valle de Zaña y en la costa
1999). norte (Paiján), lograron continuar. Así, los estudios de
Chauchat en Pampa de los Fósiles (Paiján) se pro longaron
hasta el 2004, integrándose al equipo Jacques Pelegrin (un
experto tallador), quien aplicó la metodología de “cadenas
operativas” propuesta por el etnólogo Leroi-Gourhan (1965).
Este método se basa en la observación etnográfica de los
contextos arqueológicos, en donde el análisis tecnotipológico
del material lítico no es solo una descripción de forma y
tamaño del objeto, sino la comprensión de las acciones
técnicas para la obtención del artefacto: desde que se
extrae el material de la cantera hasta el testear la piedra,
el proceso de débitage (talla), la formatiza- ción, el uso y el
abandono (Chauchat y Pelegrin 2004: ix). Inclu sive son
muy importantes las piezas fallidas y las que presentan
fracturas ocasionadas por errores tecnológicos, uso o abandono
(Chauchat y Pelegrin 1993: 368). Debemos tener en cuenta
que este análisis nos revela una parte de las acciones del
pasado a tra vés de la reconstrucción de la “cadena
operativa”, y que cuando se comprenden varias cadenas
operativas, podemos reconstruir las relaciones, actividades y
el uso del espacio entre los grupos implicados. Chauchat y
Pelegrin observaron que existen variacio nes en la industria
lítica de los sitios Paiján según las zonas (su girieron que
podría tratarse de grupos humanos distintos), y que para
delimitarlas era necesario analizar todos los sitios
utilizando el método tecnotipológico (Chauchat 2012: 14).
Asimismo, seña laron acertadamente que la exposición de las
piezas líricas a la intemperie había provocado que se
borrasen las huellas de uso de los bordes activos, que
hubieran permitido determinar su fun ción (2012: 38). El
trabajo de estos autores evidenció también que los estudios
de la prehistoria requieren de la colaboración de un equipo según las evidencias que se encuentren en el contexto—, así
de especialistas —paleoclimatólogos, geólogos, paleontó como de
logos, geoquímicos, palé obotánicos y zoólogos, entre otros,
28 | Carmen Verónica Ortíz Torres características de toda Sudamérica. Según Lynch (1980), estas
son el antecedente de las industrias líticas costeñas y serranas
análisis arqueométricos, los cuales permiten un registro del Perú por la forma lan ceolada y la acanaladura (Briceño
minucio so de las actividades desarrolladas en los 1999), relación también sugeri da por León, debido a la
yacimientos arqueológi cos, que son bienes agotables. condición de indicador cronológico para el sur del
Pelegrin y Chauchat observaron los artefactos y dedujeron continente de estas puntas (Pleistoceno Final e inicios del
las etapas de talla de la punta Paiján. Luego Pelegrin Holoceno) (León 2007). Algunos investigadores, como Pearson
experimentó la talla de este tipo de puntas y comprobó la
secuencia que ambos habían planteado hipotéticamente.
Chauchat y Pelegrin registra ron entonces el proceso
experimental, se dirigieron a un taller payánense y
examinaron la distribución de los artefactos lítico dis persos
frente a un fogón. Compararon la cantidad de desechos
de su moderna replicación con los del sitio, y así lograron
estimar cuántas puntas se habían elaborado. Según la
dispersión de dese chos en torno al fogón, se pudo determinar
que se trataba de un núcleo familiar de aproximadamente
siete personas. En el taller también registraron desechos de
alimentos, como peces, lagarti jas y plantas, que debieron
consumir mientras tallaban. Un tercer espacio que lograron
identificar es la zona de las viviendas, a las que
Chauchat y sus colaboradores denominaron
campamentos. Se trata de lugares donde se encuentran
fogones, desperdicios de comida, batanes, lascas modificadas
por uso y estructuras de 1/3 a 2/3 de circunferencia, con
diámetros de entre 4 y 7 metros. Los estudios de los restos
óseos realizados en Cupisnique brindaron información sobre
individuos con cráneos dolicocéfalos, de frente ancha, al
parecer, orificios nasales estrechos y alta estatura (Chau chat
1984). Estos restos óseos, al igual que los de Lauricocha,
ur gen de estudios de ADN y genética a fin de establecer
conexiones entre grupos humanos en el continente y entre
continentes.
Fue también en la década de 1980 cuando en el Perú se
re portaron las tempranas puntas cola de pescado,
1 / La investigación del periodo Precerámico Temprano en el entre 10.000 y 4000 a. p. (Aldenderfer 1990). Allí, dentro de
Perú | 29
lo que es un campa mento abierto, se lograron identificar las
canteras de las materias primas líticas. La mayoría de las
(2002), sostienen que las puntas cola de pescado son, a piezas provienen de canteras lo cales y en menor cantidad
su vez, una dispersión de las puntas Clovis en el centro y de canteras ubicadas en la costa y en la puna. De estas
sur del continen te. Si bien los hallazgos de puntas cola de últimas se obtuvieron sílex de color azul, negro y marrón,
pescado en los Andes centrales son escasos en el registro calcedonia y obsidiana. La obsidiana de las primeras
arqueológico y en los estudios de análisis tecnológicos, las ocupaciones tempranas se fecha hacia el 9400 a. p. y
evidencias reportadas en el Perú nos revelan el contacto con procede de la cantera de Cotallalli ubicada en el valle del
el grupo portador de este tipo de artefactos en el complejo Coica (Arequipa), a
Puente, en Ayacucho (MacNeish 1980), en el sitio Tillane, en 250 kilómetros al noroeste del sitio. Los datos obtenidos de
Arequipa (Szykulski 2005), en los yacimientos PV23-13 y seis muestras de obsidiana fueron analizados por activación
PV23-204, en La Libertad (Briceño 1999), y en el abrigo de neutro nes, evidenciándose contacto con la zona del
rocoso de Laguna Negra, en el valle alto de Chicama, con dos Coica desde tiem pos tempranos. A partir del 7800 a. p.
puntas repor tadas (León 2007, León y Yataco 2009), entre la obsidiana se obtuvo de la cantera Aconcagua, ubicada a
otros lugares. A fin de establecer o desestimar la relación 80 kilómetros al este de Azana. Hacia el 6000 a. p.
entre las puntas cola de pesca do y las puntas desaparece el uso de esta materia prima hasta aproximadamente
lanceoladas en mención, considero que se requie re aplicar el 4400 a. p., cuando reaparece, siendo nueva mente el
la metodología de cadena operativa para reconstruir el origen la cantera de Aconcagua. Respecto de las eviden
método y la técnica de talla, así como estudiar y reestudiar cias líticas, se encuentra una variedad de formas similares
sitios. a las de la sierra norte y central, pero en la última
En 1985 se descubrió el sitio de Azana en la quebrada de ocupación de Azana
Os- more, a 3430 msnm, con ocupación precerámica de
30 I Carmen Verónica Ortiz Torres complejo tratamiento funerario. La vinculación de
Quebrada de los Burros con el Cañón a Chinchorro se
se hallaron puntas triangulares con bases convexas o con lados sustenta también en los restos óseos encontrados en
paralelos y bases cóncavas de tres centímetros de altura, que Quebrada de los Burros, que incluyen fragmentos de cráneos
nos hacen recordar a las puntas encontradas por Schroeder en con una delgada capa marrón o negra, que podría
Ichuña. Como menciona Aldenderfer, también se encuentra corresponder al oxido de manganeso (sustancia en estu
este tipo de puntas en las poblaciones del lago Titicaca y el dio) usado en el segundo sitio para el tratamiento de las
norte de Chile entre el 6000 y el 4000 a. p. (Aldenderfer cabezas de los muertos. A diferencia de la tradición
1999). Chinchorro, los restos de Quebrada de los Burros no se
A mediados de la década de 1990, Lavallée y su encuentran momificados. Este hecho, sumado a la
equipo ini ciaron investigaciones al sur de Tacna, en los antigüedad de su datación, implica que Que brada de los
sitios Quebrada de los Burros y el Cañón, a dos Burros podría corresponder a un antecedente o a los orígenes
kilómetros del mar (Lavallée 1999: 395). Los artefactos de la tradición Chinchorro. Los restos han sido fechados
encontrados son, al parecer, similares a los de la en 9830±140 a. p. sobre muestras de conchas, y estudios de
tradición Chinchorro del norte de Chile, conocida por su cali bración en curso deberán confirmarlos. Si el fechado es
correcto, serían los restos óseos más tempranos del sur de 1 / La investigación del periodo Precerámico Temprano en el Perú
Perú (1999: 413). Uno de los aportes más significativos de | 31

esta investigación fue la detección de la fría Corriente


Peruana en el mar de la costa sur del Perú entre el 8100 y diversidad de diferentes especies marinas permite proponer a
5800 a. C., lo cual produce las densas nebli nas y el La vallée y su equipo que el grupo humano que habitó en
sistema de lomas en la costa, que no se han este sitio estaba perfectamente adaptado al medio marino y
corroborado en los estudios que realizó el proyecto. Sin crea el interro gante de que al no ingresar por los Andes a
embargo, la predomi nancia de guanacos y cérvidos, esta zona del Pacífico sur, debieron hacerlo bordeando el mar
presentes constantemente en el sitio, evidencia la desde el norte o por vía marítima (1999: 413-414). Es
ocupación del lugar entre junio y octubre, que es la necesario enfatizar que en el proyec to dirigido por Lavallée
temporada de lomas (1999: 395-398). No se han encontrado colaboró un equipo de especialistas para cubrir el registro y
especies serranas ni materias primas líticas alóctonas análisis de los restos, que la metodología de análisis utilizada
que sugie ran algún contacto o adaptación con la sierra. fue la de cadenas operativas y que la excavación se hizo
Por el contrario, la por décapage.
Por otro lado, Tom Dillehay y sus colaboradores
trabajaron desde la década de 1970 hasta el año 2011 en
el norte del país. Su hipótesis es que hubo una ruta de
ingreso de Centroamérica al Perú por el valle inferior de
Zaña (antes del ingreso de los paiján). El sitio más
temprano es El Palto, fechado entre 14.200 y 9600 cal.
a. p. (Maggard 2011), con artefactos unifaciales (como los de
Amo- tape), puntas Paiján y cola de pescado. El estudio regional
tecnoti- pológico de estos artefactos podría revelar las
relaciones entre las puntas cola de pescado y las Paiján.
Además, se lograron ubicar 51 sitios con una economía
similar a la de los sitios Paiján actualmente en estudio,
estructuras elípticas y herramientas unifaciales toscas parecidas
a las que reporta Richardson en Siches y Amotape (Di llehay
1999). La segunda fase denominada Las Pircas (Nanchoc)
se ubica hacia el 7800-5800 a. C., y es en la que se logra
conocer todo un repertorio de plantas posiblemente
domesticadas, por ha llazgos, como una hirsuta de maní
(Arachis hipogeo), una especie de quinua (Chenopodium sp.,
cf. quinoa), yuca (Manihot sp.), frijol (Phaseolus sp.) y pacae
(Inga feullie) (Dillehay et ál. 2011: xiii). Sin embargo, la
domesticación de estas plantas no ha sido aún muy bien
definida y podría tratarse de una predomesticación u horti
cultura. Los artefactos líricos son unifaciales, de materia prima
vol cánica, y los estudios de traceología han revelado que el se hallaron piedras de moler. Las viviendas son de
lustre y brillo en los bordes de los artefactos se deben al quincha, se ubican en las laderas de
procesamiento de plantas y a trabajos con madera. También
32 | Carmen Verónica Ortiz Torres investigadora es su hallazgo sobre la industria de pequeñas
laminillas que podrían asociarse a los grupos humanos del
las quebradas, y hay evidencias de canibalismo, pues se callejón de Huaylas (Quishqui Punku - cueva de Guitarrero)
encontró huesos fragmentados y quemados en los fogones (Lodeho 2012), posibles portadores de este tipo de artefactos.
(Dillehay 1999). La tercera fase que plantean Dillehay y su Actualmente estamos realizando el aná lisis tecnotipológico
equipo es la de Tierra Blanca, del 5800 al 3000 a. C., en la cual de Quishqui Punku a fin de definir su relación.
reportan sitios con canales de irrigación, áreas domésticas
sin viviendas, depósitos y viviendas en una fase en
expansión, en la que las poblaciones descienden a la costa
con una arquitectura ceremonial formalizada y comunal.
Dillehay propone un modelo evolutivo, al observar la
recurrencia de sitios que definen cada fase en la costa norte
(Dillehay et ál. 2011: xiii). Hasta ahora, solo se ha divulgado
el fechado de El Pal to para esa fase; se espera aún la
publicación detallada de cada uno de los sitios. La
economía de recursos vegetales, el proceso de la temprana
horticultura, los también tempranos canales que se
reportan, las estructuras domésticas y el canibalismo son datos
importantes para comprender cómo las sociedades del
Precerá mico Final se volvieron cada vez más complejas.
Recientemente, Dillehay y su equipo han presentado los
resultados de sus excava ciones en Huaca Prieta. Los estratos
más tempranos han arrojado fechas que van de 14.200 a
13.300 años calibrados a. p., con una in dustria lítica similar a la
de Amotape y con alimentación de recur sos marinos
(Dillehay et ál. 2012: 5). Por último, entre el 6700 y 3000
a. p. se comprobó la domesticación de maíz en Paredones
(Nasca) y Huaca Prieta (La Libertad), al haberse hallado
microfósiles de maíz con granos de almidón y fitolitos
(Grobman et ál. 2012).
En el 2012, la prehistoriadora Lore Lodeho presentó su tesis
doctoral sobre los pobladores del norte del Perú, en torno al
abrigo rocoso de Manachaquí, en la sierra norte (Cajamarca),
anterior mente trabajado por Church (1996) con dataciones que
arrojaron 12.200-4200 cal a. p. El principal aporte de esta
1 / La investigación del periodo Precerámico Temprano en el Charles Stanish en 1984 (Proyecto Contisuyo) (Ortiz 2015).
Perú | 33
Como se ha documentado, los recientes estudios y datos
cien tíficos han retrocedido en miles de años la ocupación
En el 2014, Kurt Rademaker y su equipo reportaron humana en el Perú, registrándose la más temprana entre el
tres sitios
15.000 y el 14.000 a. p. (Paiján, Pikimachay, entre otros
—el abrigo rocoso de Cuncaicha y los talleres líricos
sitios). Dataciones con tecnología de mayor precisión y
Cuncaicha y Pucuncho—, enfatizando que quienes
calibradas también han arrojado ocupacio nes más tardías,
colonizaron el territorio ya se encontraban adaptados a la
como las de Lauricocha o la de la domesticación de plantas
falta de oxígeno, extremo frío y fuerte radiación solar
en Guitarrero. Los estudios de genética y ADN revelan la
característicos de las zonas a 4500 msnm. Por ello, estos
necesidad de ampliar las investigaciones con muestras más
investigadores sostienen que no es válida la teo ría de
gran des de individuos que permitan establecer conexiones y
que los humanos no se habían adaptado a la altura en
rutas de migración con sustento científico, pues una sola ruta
el
es una hipó tesis que ya no es sostenible.
12.000 a. p. Se trata, según mencionan, de los sitios más altos
habi tados por el hombre tempranamente. Entre los hallazgos
reportan vicuñas, guanacos y tarucas cazados por estos Breve reseña continental
grupos humanos, así como plantas. Entre los 750 artefactos
líricos encontrados des tacan las puntas pequeñas con La discusión sobre los primeros pobladores del territorio
pedúnculo de la zona sur peruano- chilena, los bifaces y los andino no es ajena al debate sobre el poblamiento del
raspadores (Rademaker et ál. 2014). En el taller de continente ameri cano. Es importante, por lo tanto, revisar
Cuncaicha se reportó dos puntas cola de pescado que coinciden el estado de la cuestión de dicho debate. Hacia la segunda
con las otras dos halladas en Titijones, un sitio excavado por mitad del siglo XX, casi toda
34 | Carmen Verónica Ortiz Torres continuamente hallazgos de sitios pre-Clovis que, estudiados
con metodologías de análisis más rigurosas y valiéndose de
la comunidad científica aceptaba los planteamientos de los adelantos tecnológicos —como los fechados calibrados y
Vanee Haynes (1964), quien sostenía la posibilidad de una los estudios de genética—, están eviden ciando varias rutas de
única ruta de ingreso al continente por el corredor libre de ingreso alternativas a Clovis, como la ruta costera de las islas
hielo de Beringia, emprendida por grupos humanos portadores Aleutianas (bordeando Asia e ingresando al oeste de EE.
de puntas Clovis. Sin embargo, se documentaron evidencias más UU.), con migraciones más tempranas que la de los
tempranas que las de Clovis en el continente, entre ellas, 13.500 años a. p. de Clovis. El caso emblemático es el estudio
Pikimachay (Perú), Piedra Fu- rada (Brasil) y Monte Verde reali zado en Monte Verde en el 2008, en el que Tom Dillehay y
(Chile) en América del Sur, así como Topper (EE. UU.) y un equi po de especialistas recuperaron fechados sobre
Meadowcroft (EE. UU.) en América del Norte. La antigüedad muestras de algas extraídas de espacios habitacionales de la
de los sitios pre-Clovis no fue mayormente aceptada por ocupación Monte Verde II, del sitio del mismo nombre,
las deficiencias en las metodologías que se aplicaron en los arrojando fechas de entre 14.220 y
sitios o por inconsistencias en las evidencias, razón por las que 13.220 a. p. años calendáricos. Posiblemente la ruta de ingreso
mu chas han sido descartadas. Sin embargo, desde la de este grupo fue la del Pacífico sur (Dillehay 2008).
última década del siglo pasado y hasta hoy se reportan Asimismo, la teoría trasatlántica de Dennis Standford y
Bruce Bradley propone una ruta de ingreso al continente 1 / La investigación del periodo Precerámico Temprano en el Perú
por el Atlánti co norte de grupos humanos solutrenses de | 35

España, debido a la semejanza de su tecnología lítica (bifaces


sofisticados y estandari zación laminar) con la industria Clovis engañosos porque se pueden obtener, como ya lo hemos
(Standford y Bradley 2004: 459-471). Al respecto, men cionado, mediante distintas metodologías. Sugerimos
consideramos que las similitudes observa das por Standford entonces aplicar la metodología de cadenas operativas y
y Bradley deberían demostrarse en la tecnología de comprobar su si militud por la talla experimental y el
manufactura, es decir, en “el saber hacer”, en el saber tallar análisis tecnotipológico. Más allá de aspectos que hay que
de una forma determinada, debido a que las formas y tamaños precisar, el debate actual sugiere re visar la idea de una
son única ruta de migración y considerar rutas al ternativas. Este
tipo de aproximación resulta, como veremos más adelante,
bastante promisorio para el caso andino.

Viejas colecciones revisitadas: una contribución al


debate

En la colección de material lítico del Museo Nacional de


Antropo logía, Arqueología e Historia del Perú (MNAAHP),
tuve la ocasión de contextualizar una muestra de los complejos
Pacaicasa y Aya- cucho de la cueva de Pikimachay. Se
procedió a analizar las evi dencias de ambos complejos
correspondientes al sector sur de la cueva para determinar,
por lectura tecnológica, si presentaban mo dificación
antropogénica por talla intencional, aplicando el método de
cadenas operativas (Pelegrin 1995). El geólogo Carlos Toledo
realizó el análisis mineralógico con la finalidad de determinar la
composición de las materias primas, localizar su origen y
definir si correspondían al techo de la cueva. En el
análisis, se descar tó actividad humana en el complejo
Paccaicasa, debido a que las rocas ígneas graníticas y
granidioríticas no son aptas para la talla, además corresponden
al techo de la cueva, y a que no se observó evidencias
antropogénicas de talla. Por el contrario, la capa h del Complejo
Ayacucho contiene literalmente las evidencias más anti guas
del país, de ca. 15.701-14.622 cal a. C., al presentar artefactos
a partir de lascas, con talones diedros y negativos
intencionales. La tendencia bifacial parece clara y la selección
de materia prima silicificada lo sustenta (figura 1.1). Entre su
selección también se registró artefactos elaborados en que confirman el transporte inten cional humano de estas
guijarros (un raspador) y calizas exógenos a la cueva (raedera), materias primas al sitio.
36 | Carmen Verónica Ortiz Torres techo de la cueva está en curso.
De igual manera, tuve la ocasión de revisar los materiales
re cuperados por Lynch en Quisqui Punku, lo que me permite
hacer

figura 1.1. Lasca del complejo Ayacucho de la cueva de Pikimachay


(17.771-17.861 a. p. años calibrados), elaborada en materia prima sílicificada
(MNAAHP).

Al observar los perfiles de las excavaciones en las


publicacio nes (MacNeish 1979) se corroboró lo expuesto por
Lynch. No obs tante, se observó que el estrato g es muy
grueso en comparación con los estratos por deposición de la
cueva (MacNeish 1981: 13- 54), por lo que parece que ese
estrato es el mejor sello que pudie ron tener las evidencias
de los dos complejos pleistocénicos.
El geólogo Carlos Toledo Gutiérrez (2012) revisó también
los perfiles publicados (MacNeish 1979) y concluyó de manera
preli minar que por un estrato tan denso de piedras no podrían
filtrarse artefactos de estratos superiores (comunicación
personal, febrero del 2012). El análisis de la materia prima del
1 / La investigación del periodo Precerámico Temprano en el Si bien el sitio no cuenta con fechados radiocarbónicos, la
Perú | 37
existencia de esta punta sugiere que la ocupación humana
en él debió darse entre el Holoceno Inicial y el Holoceno
algunas observaciones. Primero, con respecto a las puntas Medio.
lanceo ladas que reportó Lynch (Lynch 1970: 16-19),
observamos que se elaboraron mayoritariamente sobre lascas;
segundo, las láminas y laminillas presentan patrones de
preparación dorsales y en el talo nes para su extracción;
tercero, los raspadores muestran pedúncu lo para ser
enmangados, son, al parecer, similares al tipo AII la de
Telarmachay (según informa Lavallée), y están elaborados
sobre soportes de lascas de tendencia laminar (Lavallée 1995:
103). La materia prima de láminas y puntas es óptima para
la talla, desta cando entre la volcánica, el jaspe, la cuarcita y
la riolita.
Finalmente, identificamos también en esta colección
una pun ta cola de pescado (fragmentada), sobre una lasca
de reducción bifacial, que presenta la típica acanaladura de
extracción laminar para el enmangue. La determinación de su Figura 1.2. Punta cola de pescado de Quishqui Punku (MNAAHP).
materia prima, docu mentación y publicación están en curso.
38 | Carmen Verónica Ortiz Torres correspondería a los pobladores adaptados a recursos del
mar, de las lomas y el valle medio (con una cronología
Conclusiones contemporánea al grupo anterior), es decir, a los productores
del complejo Paiján, portadores de puntas cola de pescado,
Frente al supuesto compartido durante la mayor parte del láminas y raspadores de tendencia laminar, que habrían
siglo XX de que había una sola ruta de ingreso a Sudamérica y migrado a la sierra, estandarizan do las puntas foliáceas.
a los Andes centrales, las evidencias revisadas nos dejan Un tercer grupo correspondería al grupo con industria de
bosquejar varias ru tas. Lamentablemente, la discontinuidad lascas y artefactos unifaciales y con conocimiento de
en la investigación de los sitios preceramicos o la falta de plantas, con evidencias en Huaca Prieta, el complejo El Palto y
análisis de dataciones radiocarbó- nicas, de ADN y genética Amotape (este último bordeando los 11.000-9000 a. C.). El
nos impiden contar con información más detallada o precisa al cuarto ingreso sería el del grupo que posteriormente devino
respecto. en la tradi ción Chinchorro (entiéndase dentro de este
Con los datos a la fecha podemos enunciar que entre las grupo a los pobladores de Quebrada de los Burros y otros
pri meras ocupaciones humanas en esta región está la de sitios de la costa sur menciona dos en el texto) y,
un primer grupo representado por Pikimachay (industria finalmente, el quinto grupo estaría representado por el
de lascas bifaciales) y Huargo, en el marco del Pleistoceno grupo sureño portador de las puntas pequeñas, triangulares
Final, hacia el 15.000 a. C. Se trataría en este caso de y generalmente de bases cóncavas.
cazadores de megafauna. El segundo gru po A esto hay que añadir que los restos óseos humanos de
Pampa de los Fósiles y Lauricocha son el soporte de la hipótesis 1 / La investigación del periodo Precerámico Temprano en el
de una po sible migración proveniente del Pacífico sur, Perú | 39

Australia y sur de Asia, cuyos estudios esperan ser sometidos a


análisis de ADN por investiga dores como Tomasto y su equipo, Con relación a las metodologías apropiadas para abordar
así como se espera realizar nuevas excavaciones en la zona con el estudio de estas épocas, es importante mencionar que en
el equipo y tecnología analítica idóneos. el Perú ios arqueólogos adolecen de formación académica en
prehistoria, debido a que no hay el soporte de laboratorios
especializados ni expertos que permitan obtener datos
precisos que posibiliten des cubrir los diversos orígenes y la
antigüedad de los grupos humanos del periodo Precerámico
(también llamado Arcaico) y, más aún, lograr un consenso
científico.
Creemos importante, por lo tanto, contar con arqueólogos
for mados en la especialidad de prehistoria, con una visión
holística que les permita afrontar el análisis de periodos
tempranos, y que consideren realizar estudios de
paleomedioambiente (una disci plina indispensable para
reconstruir el escenario geográfico al que se enfrentaron los
pobladores del pasado) y de cronología; contar con
especialistas en genética y paleoenfermedades (a fin de re
construir las rutas migratorias a través de datos genéticos
preci sos) y con laboratorios arqueométríeos; emplear la
metodología de cadenas operativas, que analiza y revela la
secuencia lógica del proceso de talla (tecnotipología), que
luego se comprueba a tra vés de la replicación (arqueología
experimental); así como aplicar esta metodología a otros
materiales. Consideramos importante, por último, realizar
excavaciones por décapage (que permiten do cumentar
finamente los contextos y establecer con detalle el uso del
espacio y los diversos desechos), y disponer de un equipo de
excavación y análisis, según el material hallado.
Esto nos permitirá reconocer, a través de los datos
científicos y el registro arqueológico, las diferencias entre las
diversas adap taciones y los cambios en los grupos humanos
que ocuparon el territorio central andino hace miles de años,
entender el medio ambiente que enfrentaron y al que se
adaptaron, las rutas y los procesos. Surgirán entonces teorías
que dejen de explicar lo acon tecido basándose en modelos
sobre otros grupos humanos del pa sado, cuya realidad y contexto fueron diferentes.
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EL PERIODO ARCAICO EN LA CUENCA
DEL LAGO TITICACA Y SUS ALREDEDORES,
ANDES CENTRO-SUR

Luis Ángel Flores Blanco'

E
n las últimas dos décadas se ha dado a conocer información
muy relevante sobre el periodo Arcaico en los Andes centro-
sur. Como he señalado en un anterior trabajo (Aldenderfer y Flores
2011), la mayor parte se ha centrado en la región costera del sur del
Perú y extremo norte de Chile, y en la sierra occidental de ambos
países, publicándose certeras síntesis y trabajos monográficos (La-
vallée y Julien 2012, Muñoz et ál. 1993, Sandweiss 2003, Standen et
ál. 2004, Wise 1999, Aldenderfer 1998, Núñez y Santoro 1988). Sin
embargo, para otras zonas de la región, entre ellas la cuenca del
lago Titicaca, la situación es algo más problemática.
La información del Arcaico para el Titicaca es escasa, aun que
para el lado peruano se han realizado avances importantes, con
extensas prospecciones arqueológicas, estudios paleoam- bientales, al
menos una excavación intensiva en la cuenca de lla ve y otras
restringidas en toda la región (Aldenderfer 2002, 2012; Craig 2005,
2012; Craig et ál. 2009; Stanish et ál. 2002). Para el lado

1. Universidad Nacional Federico Villarreal. Correo-e: <lflores78gmail.com>.


50 | Luis Ángel Flores Blanco
boliviano, en cambio, los trabajos aún son muy exiguos, si bien ya se
vienen publicando algunos interesantes resultados que mues tran un
ocupación muy antigua en ecosistemas de gran altitud y en la parte 2 / El periodo Arcaico en la cuenca del lago Tit icaca y sus alrededores ¡ 51

oriental (Capriles et ál. 2011, Rivera y Calla 2011, Capriles y Albarracín-


Jordán 2011, Lombardo et ál. 2013) (figura 2.1).
En este artículo pretendo realizar un estado de la cuestión so bre
el periodo Arcaico en la cuenca del lago Titicaca, que en reali dad es
una profundización y actualización de otros ya publicados (Aldenderfer
2012, Craig 2012). Aunque reviso someramente las evidencias del lado
boliviano y los territorios circundantes, por la finalidad de este libro, me
centraré principalmente en el lado pe ruano del lago. Empezaré con
una especie de historiografía de las investigaciones del Arcaico en la
región, para luego ocuparme de las recientes evidencias desde dos
escalas distintas de análisis es pacial: una regional y otra
microespacial. A partir de ellas, intenta ré encontrar algunos
patrones que me permitan esbozar los vacíos y las posibilidades de
investigación en la región.

Historia de las investigaciones sobre el


Arcaico en la cuenca del lago Titicaca
Figura 2.1. Distribución de los principales yacimientos arcaicos en los Andes centro-sur. 1:
Antes de 1990, la mayoría de los estudios sobre el Arcaico en la Puyenco; 2: Playa Chira; 3: Jaguay; 4: Yara y Carrizal; 5: Kilómetro 4; 6: Sitio Anillo; 7: Loma
cuenca del lago Titicaca eran generalmente de impresiones y se de lio; 8: Tacahuay; 9: Quebrada de los Burros; 10: Sumbay; 11: Ichuña; 12: Asana; 13: To-
quepala; 14: Jiskairumoko, Pirco y Kallachuro; 15: Quelqatani; 16: Caru; 17: Acha; 18: Cama
restringían a una breve representación de los objetos de superfi cie, rones; 19: Tojo-Tojones; 20: Quebrada la Higuera; 21: Patapane; 22: Guañure y Puxuma; 23:
sin profundizar en los contextos arqueológicos (Aldenderfer 2012: Hakenasa; 24: Las Cuevas; 25: Lipiche; 26: Viscachani; 27: Eucaliptus; 28: Iroco.

28) (figura 2.2). En el registro existen, entonces, una serie de hallazgos y


descripciones del material cultural. Se reportaron, para empezar, objetos
asignados al Arcaico cerca de Chucuito (Palao 1989). Otros materiales Uticos superficiales en Quellkata (Piu Salazar 1977), Tu-
investigadores informaron sobre materiales precerá micos en la cuenca muku (Palacios Ríos 1984) y Lípez (Berberian y Arellano 1978).
del río Maure en Bolivia, al suroeste del río Desaguadero (Arellano 1987, Pero, tal vez, el sitio ¡cónico de la arqueología serrana de los
Arellano y Kuljis 1986). También se hicieron breves informes Andes centro-sur sea Viscachani, que se encuentra en el altipla no
descriptivos de materiales del Arcaico y Formativo en el abrigo Ichuña, oeste boliviano (Ibarra Grasso 1957, Muscio 2001, Patterson y Heizer
al oeste de Puno, en la sierra mo- queguana (Menghin y Schreoder 1957). 1965). Este sitio ha servido durante años como base para las
Se informó asimismo de comparaciones con otros asentamientos arcaicos y sus colec ciones, en
localidades tan lejanas como el norte del Perú y los An des
centrales. Las tipologías construidas a partir de la colección de
bifaciales y puntas de proyectil de Viscachani han dado una visión
de las posibles conexiones de larga distancia a través de los
Andes. La tecnología de herramientas de piedra reducida ha
52 | Luis Ángel Flores Blanco
2 / El periodo Arcaico en la cuenca del lago Titicaca y sus alrededores | 53
servido como punto de partida para los esquemas evolutivos del
cambio cultural. Todo esto se logró a pesar de un gran problema
pequeñas estructuras junto a las paredes del abrigo que, cierta
con el sitio: nunca se lo había excavado intensiva y estratigráfica-
mente, no pueden haber albergado a muchas personas (Alden
mente, y ninguno de sus componentes había sido radiométrica-
derfer 1999, 2004). Recientemente, las investigaciones en el sitio
mente fechado; por lo tanto, la cronología del sitio “flotaba” en el
Soro Mik’aya Patjxa, en la cuenca del río llave, suplen en parte este
tiempo, convirtiéndose en una tipología relativa. Viscachani sigue
vacío, demostrando que entre los 8000 y 7000 años a. p. los grupos
siendo importante, pero ya no tiene el brillo que tuvo hace 40 años
de cazadores-recolectores empezaron a tener patrones residen
(Aldenderfer 2009: 81).
ciales más vinculados a un territorio (Haas 2014).
Otras áreas de Bolivia, fuera de la cuenca del Titicaca, fueron
Hasta un mejor conocimiento de estos periodos tempranos en
mejor integradas a las secuencias regionales conocidas. Barfield
la misma cuenca, los investigadores siguen usando como referen
(1961) describió varios sitios en el extremo oeste de Bolivia, cerca
te al sitio Asana, en la sierra de Moquegua (Aldenderfer 1998).
de la frontera con Chile y Argentina, alrededor de los salares La
Luego de la década de 1990, el conocimiento sobre el perio
guna Colorada y Laguna Hedionda. En el lado chileno, Gustavo Le
do Arcaico aumentó significativamente para el caso del altiplano
Paige (1958) llegó a estudiar la adyacente región de Atacama por
peruano. Entre 1994 y 1995, Aldenderfer inició el primer recono
décadas y creó una secuencia cultural cronológica relativa basada
cimiento especializado para identificar sitios tempranos en la
en excavaciones estratigráficas y comparaciones tipológicas.
cuenca del río llave, ubicando 200 sitios y componentes arcaicos
Fechados radiocarbónicos y reconstrucciones paleoambienta-
(Aldenderfer y Klink 1996, Craig 2005, Klink y Aldenderfer 1996).
les extensivas han otorgado validez a una gran parte de la crono
Un segundo reconocimiento se efectuó en 1997 en la cuenca del
logía relativa, dando lugar a una perspectiva importante sobre el
río Huenque, identificando 151 sitios y componentes del Arcaico
proceso cultural y la adaptación económica que resultó del cam
(Klink 2005).
bio y la variabilidad climática (Núñez et ál. 2002).
Si bien los reconocimientos de Aldenderfer y su equipo no fue
A finales de los años ochenta se dio el gran cambio en el
ron los únicos que se hicieron en la zona, fueron de los pocos que
conocimiento del Arcaico en la cuenca del lago Titicaca. Alden
descubrieron evidencias de dicho periodo. Los reconocimientos
derfer documentó en esa época el arte de Qillqatani (Klarich y
de la región Juli-Pomata, al sur del lago (Stanish et ál. 1997), y de
Aldenderfer 2001), un amplio abrigo rocoso. También hizo un re
Chucuito (Frye y De la Vega 2005), ambos enfocados en la ribera
conocimiento de los alrededores (Kuznar 1989) y una excavación
moderna y los márgenes inmediatos del lago, no ubicaron sitios
sistemática del abrigo (Aldenderfer 1999). Estas investigaciones re
precerámicos.
sultaron en el descubrimiento de una larga secuencia
Erickson (1988) prospectó en la región al norte de la cuenca
habitacional del sitio, que va desde el Arcaico hasta el tiempo
del Titicaca y tampoco descubrió sitios del Arcaico, aunque esto
moderno, y en la identificación de otros sitios arcaicos en sus
no impidió que especulara sobre la presencia de cazadores y re
cercanías. A pesar de los intensivos trabajos de Aldenderfer y sus
colectores a lo largo de la margen lacustre.
colegas, llama la aten ción las pocas evidencias excavadas del
Últimamente, algunos proyectos, especialmente en la parte
Arcaico Medio o incluso más tempranas. Hasta hace pocos años,
norteña de la cuenca, han empezado a descubrir sitios del Arcai
Qillqatani, ubicado en el drenaje del río Chila, era la única
co, en particular en los valles de los ríos Ramis, Huancané-Putina
evidencia del Arcaico Medio cer ca de la cuenca del Titicaca,
y Azángaro (Stanish y Plourde 2000). Lisa Cipolla (2005) informó
con dataciones de 7500 a. p., y con
el hallazgo de 90 sitios del Arcaico en la cuenca Huancané-Putina.
54 | Luis Ángel Flores Blanco
2 / El periodo Arcaico en la cuenca del lago Titicaca y sus alrededores | 55

historia de uso como marcador cronológico en esta zona, pero


solo hace poco se desarrolló una tipología satisfactoria. En conse
cuencia, los arqueólogos forzosamente tuvieron que comparar las
puntas de los sitios superficiales o de las excavaciones con las se
cuencias más conocidas, como aquella desarrollada por John Rick
(1980) en Pachamachay para los Andes centrales, o la de Santoro
y Núñez para el norte de Chile (1987, véase también Santoro 1989).
Esta táctica funcionó relativamente bien para los periodos
tempranos. Pero las comparaciones resultaron ser forzadas y, por
lo general, insatisfactorias para los tiempos más tardíos debido a
la regionalización de los estilos de punta, es decir, frente a un nú
mero creciente de estilos en un alcance geográfico limitado (Al
denderfer 1989). Sin embargo, sobre la base de un gran volumen
de datos estratificados, una mejor información de campo y el uso
generalizado de datación radiocarbónica, Cindy Klink y Mark Al
denderfer (2005) desarrollaron una cronología de puntas de pro
yectil para las tierras altas de los Andes centro-sur que comprendía
cuatro periodos: Arcaico Temprano (9500-8000 a. p.); Arcaico Me
dio (8000-6000 a. p.); Arcaico Tardío (6000-4500 a. p.); y Arcaico
Terminal (4500-3600 a. p.) (figura 2.3).
Figura 2.2. La cuenca dei lago Titicaca con los principales sitios del periodo Arcaico Una serie de proyectos extensos en la cuenca del río llave, con
(trian gulo negro). (Sobre la base del plano de Nathan Craig 2011: 369, fig. 1. El recuadro sitios como Jiskairumoko, han contribuido a tener una secuencia
superior se basa en la foto satelital de la Nasa: Topography of Andes from a Digital
Elevalion Model). local en la cuenca del Titicaca. Aldenderfer y sus colegas definie
ron en este sitio una secuencia local que abarcaba los periodos
Arcaico Tardío y Formativo Temprano, incluyéndose el nivel Arcai
Yo mismo he encontrado una cantidad importante de estos sitios co Terminal, que marca la transición de un modo de vida de re
tempranos en el triángulo de los ríos Pucará y Azángaro y en la colector errante a uno más sedentario, con una economía basada
cuenca del Ramis (Aldenderfer y Flores 2008). en el pastoreo de camélidos y el uso intensivo del Chenopodium
(Aldenderfer 2012; Aldenderfer y Barreto 2004; Craig 2005, 2012;
Ordenándonos temporalmente: la cronología Craig y Aldenderfer 2002).
Lamentablemente, más allá del sitio de Jiskairumoko, aún
Para entender el orden cronológico de la cuenca del lago Titicaca, poco se conoce, incluso del Arcaico Tardío. Otro gran problema
hay que enmarcar esta región en un contexto espacial mayor, el es que todavía no existen profundas secuencias estratigráficas ni
de los Andes centro-sur. Las puntas de proyectil tienen una larga dataciones profusas para la cuenca del Titicaca, como por ejem
plo se posee para la sierra occidental en Asana (Aldenderfer 1998).
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2 / El período Arcaico en la cuenca del lago Titicaca y sus alrededores | 57

sino para algunos aspectos de los procesos culturales dentro del


marco evolucionista en general (Aldenderfer 2012).
Es importante señalar, por otro lado, que en algunas áreas de
los Andes centro-sur, específicamente en las tierras altas del ex
tremo sur del Perú y del norte de Chile, los nombres de las fases y
sus límites definidos son generalmente compatibles. En esta ins
tancia, las fases se basan en excavaciones intensivas y extensivas
—las más importantes fueron las del yacimiento de Asana—, pero
también en excavaciones restringidas en siete sitios al aire libre y
en abrigos rocosos en las cuencas del Osmore y del Chila en Perú
(Aldenderfer 1998: 69-75, 1999, 2002), y en varios abrigos rocosos
en el norte de Chile (Santoro 1989, Santoro y Núñez 1987).
Aunque varios sitios se han excavado últimamente en la cos
ta (Lavallée et ál. 2011, Muñoz et ál. 1993, Sandweiss et ál. 1998;
Standen et ál. 2004, Wise 1999), aparte del famoso complejo Chin
chorro y sus vestigios de humanos momificados (Arriaza 1995),
Figura 2.3. Cuadro cronológico de los Andes centro-sur, sobre la base de puntas de proyec
til, aplicable a la cuenca del lago Titicaca (cuadro modificado de Tripcevich y Mackay 2012, se ha avanzado poco en lo que respecta a nombres de fases, y el
basado en la propuesta de Klink y Aldenderfer 2005). concepto de complejo cultural se usa como sustituto.

El patrón de asentamiento arcaico en la cuenca del Titicaca:


Por tanto, la cronología del Titicaca se ha propuesto sobre la caminando por la puna
base de comparaciones y secuencias de localidades serranas
cercanas. En la cuenca del lago Titicaca, los sitios arcaicos son reconocidos
Como ya he señalado en otro trabajo (Aldenderfer y Flores principalmente por ser dispersiones de material lítico, donde la
2011: 540-541), si bien muchas de las secuencias generadas por morfología de las puntas de proyectil es usada como diagnóstico
las primeras excavaciones estratigráficas en los Andes centro-sur para determinar una cronología relativa para la región Centro-Sur
fueron verificadas, tomó algún tiempo antes de que se adoptaran andina (Klink y Aldenderfer 2005).
los nombres de las fases, ampliamente aceptadas. La razón es que Si bien, a diferencia de la costa y la sierra occidental, hasta la
muy pocos sitios del periodo Arcaico se habían excavado y estos se fecha no se ha excavado ningún sitio del Arcaico Temprano en la
encontraban muy dispersos por toda la región. Por lo tanto, los ar cuenca del Titicaca, algunas puntas de proyectil halladas en la región
queólogos se conformaron con un esquema de periodización del parecen ser de ese periodo (tipos 1 A, 1B, 2A, 4A y 5B) (figura 2.3).
Arcaico (o Precerámico) Temprano, Medio y Tardío, y utilizando En la cuenca de llave, Cindy Klink (2005) identificó puntas con
datos radiocarbónicos, ubicaron los sitios (o sus niveles) en los pe semejanzas formales y tecnológicas a las de la fase Khituña (7500-
riodos apropiados. El concepto del periodo llegó a ser una “taqui 6700 a. C.) de Asana, e incluso, similares a las de los niveles N4-
grafía intelectual”, no exclusivamente para la noción del tiempo, N7 de Quebrada de los Burros (Lavallée et ál. 2011). Esto permite
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2 / El periodo Arcaico en la cuenca del lago Titicaca y sus alrededores | 59

sugerir que el poblamiento más temprano de la cuenca correspon de lluvia en la región (Craig et ál. 2009). La ausencia total de sitios
de al Arcaico Temprano, notándose una alta movilidad. del Arcaico Medio en la margen del lago sugiere que el lago mis
Tratando de entender estos datos espaciales, Aldenderfer mo no fue una zona importante para la economía (Adenderfer
(2002) propuso un modelo en que los recolectores del Arcaico 2002). Por ejemplo, el sitio del Arcaico Medio más próximo a la
Temprano establecieron sus bases de residencia al borde de la orilla moderna del lago en la cuenca de Huancané-Putina queda a
puna para explorarla. La densidad de la población fue muy baja y la 12 kilómetros (Cipolla 2005: 59), y en llave, a 15 kilómetros. En las
movilidad muy alta y, por la ubicación de los sitios, se puede inferir prospecciones donde se han reportado evidencias del Arcaico, es
que su subsistencia se basó en recursos ya conocidos. El registro tas se ubican alejadas de la ribera del Titicaca, en la parte interior,
permite inferir que la caza fue la actividad de mayor importancia, junto a los ríos (Adenderfer 2002).
aunque como no se han excavado sitios del Arcaico Temprano, Aunque la población del Acaico Medio ciertamente aumentó,
no existen datos acerca del uso de la vegetación silvestre. Sobre todos los índices de crecimiento sugieren que fue un proceso re
la base de datos tipológicos, se han identificado sitios del Arcaico lativamente lento (Craig 2005). Con la aridez del medioambiente,
Temprano tanto a lo largo del río llave (Aldenderfer y Klink 1996) el cambio de residencia debió ser bastante frecuente y, a la vez,
como en la cuenca del Huancané-Putina (Cipolla 2005), ubicados se redujo la cuantía de los recursos y se circunscribió al recorri
en situaciones muy semejantes. do de los ríos. Por otro lado, la tendencia hacia sitios de mayor
En esta misma línea, Klink (2005) sugiere que estos datos se tamaño durante el Acaico Medio también podría explicarse por
ñalan que el descubrimiento de la puna lo realizaron pequeños una redundancia residencial, no necesariamente por un aumento
grupos de cazadores y recolectores, que viajaban siguiendo el cur de población. Es decir, en algunas situaciones medioambientales,
so de los ríos principales de las sierras occidentales, manteniendo hubo una reocupación frecuente y repetida, ya que los recursos
aún sus bases de residencia en las zonas más bajas. importantes quedaban cerca. A través del tiempo se formaron si
Durante la siguiente fase, en el Arcaico Medio, se ve un aumen tios más grandes con más artefactos desparramados (Craig 2012).
to dramático en la frecuencia de sitios en todas las cuencas (Al En el caso de un crecimiento demográfico, esto pudo ser de
denderfer 2002, 2012). Este incremento en el número de sitios se berse al traslado de poblaciones provenientes de los territorios
puede atribuir a tres factores: un aumento de la población misma; más impactados por la sequía (Adenderfer 2002, 2012). Uno de
tal vez una migración de gente de otras regiones; y principalmente los más afectados por ese fenómeno fue el norte de Chile, donde
un cambio en el patrón residencial. Los sitios se ubicaron prefe Núñez y su equipo (2002) han propuesto que, por su aridez extre
rentemente a lo largo de los ríos tributarios de los cursos de agua ma, se abandonó esta región, dándose lo que se llamó un “silen
principales. En esta lógica espacial, las bases de residencia se dis cio arqueológico”, sobre todo entre 6000 y 2000 a. C. (Cross et ál.
pusieron sobre las terrazas altas que daban a los valles (Rigsby et 2000), sin explicar, sin embargo, dónde se dirigió la gente. Ya he
ál. 2003). Algunos campamentos provisionales se ubicaron dentro señalado que la zona costera surperuana y norchiiena fue un buen
de cuevas y abrigos pequeños, y paros para la caza se localizaron lugar de refugio, pero el interior de los valles de la cuenca del Titi
donde había una buena vista panorámica (Tripcevich 2002). Este caca, como llave y Huancané, pudieron ser también alternativas,
enfoque en los ríos no es sorprendente, ya que el periodo de 4000 al menos temporales.
a 2000 a. C. fue de mucha aridez. El nivel más bajo del lago se ha Durante la etapa final del Acaico Medio (4900 a. C.), y sobre
documentado hacia los 3500 a. C., un hecho que refleja la escasez todo del Tardío (4900-3000 a. C.), ocurren cambios mayores en la
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2 / El periodo Arcaico en la cuenca del lago Titicaca y sus alrededores | 61

cuenca del Titicaca, tanto en el modelo de asentamiento como en arranca en el 2000 a. C. (Craig et ál. 2009, Rigsby et ál. 2003). En
la economía y el sistema social. esta etapa ya es evidente la domesticación de Chenopodium y de
En comparación con el Arcaico Medio, en el Arcaico Tardío se camélidos (Aldenderfer 2012; Murray 2005).
acentúan los cambios en el patrón de asentamiento y en la eco Hasta ahora, gran parte de la información de los patrones de
nomía: aumenta, por ejemplo, el número de sitios y las puntas de asentamiento descritos proviene del lado occidental del lago Titi
proyectil que se encuentran en los principales ríos tributarios de caca. Para el lado este, en cambio, encuentro una situación algo
la región. Esto sugiere que la población siguió creciendo durante crítica, no solo por la falta de información, sino porque los trabajos
esta fase. Otro cambio que se observa, particularmente después ahí realizados no han reportado evidencias del periodo Arcaico:
de 3000 a. C., es un movimiento general hacia las orillas del lago no se las ha encontrado en la península de Taraco, al sureste del
Titicaca. A pesar de que el lago permanece salado, es probable que lago (Bandy 2001), tampoco en la cuenca baja de Tiwanaku (Alba-
empezara a estabilizarse y que cuando ei clima mejoró, a partir del rracín-Jordán y Mathews 1990), y ni siquiera algo más lejos, en el
1500 a. C., el medioambiente lacustre fuera más atractivo. Esto se departamento de Oruro, en la sierra central boliviana, del cual ya
aprecia en los reconocimientos del Huenque-Ilave y Huancané-Pu- hay un primer informe (McAndrews 2005: 2).
tina (Aldenderfer y Klink 1996,Cipolla 2005, Craig 2005, Klink 2005). Una de las pocas evidencias que se tiene del Arcaico en el lado
En el Arcaico Tardío se acelera también el cambio cultural. En boliviano del lago proviene de la isla del Sol, donde Stanish y sus
el registro arqueológico se hace evidente el consumo de Cheno- colegas (2002) descubrieron una ocupación fechada en 3780 años
podium (quinua) y de camélidos y un proceso que llevó a una vida a. p. (2700-1600 cal. a. C.). Según ellos, al sitio pudo accederse
aldeana. mediante embarcaciones, pero recientes estudios batimétricos
En el aspecto socioeconómico, se acentúa el sistema de in muestran que este lugar pudo haber estado conectado con el
tercambio con comunidades lejanas, lo que habría permitido continente (D’Agostino et ál. 2002).
que algunos individuos sobresalieran, portando objetos Habría que preguntarse si este “vacío arqueológico” es cul
exóticos y vistosos, como las cuentas de oro y turquesa encontradas en tural u obedece a problemas metodológicos. Recientemente, a
Jis- kairumoko, o adquiriendo obsidiana de fuentes tan lejanas como partir de una prospección sistemática y total, se han obtenido los
Chiribaya, en Cotahuasi (Arequipa), a pesar de la ubicuidad del primeros reportes para la región de Oruro, colindante al lago Uru-
sílex de alta calidad usado anteriormente (Aldenderfer 2002, 2004; Uru, donde se señala la presencia de al menos 35 sitios del Arcaico
Aldenderfer et ál. 2008; Craig y Aldenderfer e. p.). Estoy convencido emplazados en las orillas del lago y de seis sitios con componentes
de que estos son datos de un preludio de poder, de una temprana tanto del Arcaico como del Formativo, siendo precisamente estos
desigualdad social, aunque aún sin rastros claros de complejidad; sitios los que muestran una continuidad cultural de fundación para
el caldo de cultivo de lo que luego ocurrirá en el periodo Formativo. el desarrollo formativo Wankarani (Capriles et ál. 2011).
Cambios aún más dramáticos ocurren en el Arcaico Terminal El descubrimiento de estos sitios del Arcaico en Bolivia des
(3000-1900 a. C.). Visto desde una perspectiva regional, aunque pierta nuestro interés. Espero que pronto pueda cristalizarse en
el número de sitios disminuye, su área aumenta, sugiriendo un excavaciones intensivas en alguno de estos asentamientos. Ade
patrón de incorporación de los pobladores. Estos sitios más gran más, como bien lo ha señalado Michel (2008: 154), en Bolivia es
des se sitúan sobre o cerca de las terrazas aluviales, de formación necesario correlacionar las reconstrucciones
nueva, y coinciden con una fase de mejoramiento climático que paleoecológicas
—como la del nivel de agua de los lagos— con la información
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2 / El periodo Arcaico en la cuenca del lago Titicaca y sus alrededores | 63

arqueológica sobre patrones de asentamiento para poder enten der se ven algunos moledores. La densidad del material lítico recupe rado
el proceso de poblamiento. sugiere una reocupación frecuente. Sin embargo, estas ocu paciones no
Como lo han señalado los propios arqueólogos bolivianos (Arellano produjeron rasgos más permanentes y, por lo mismo, se concluye
1992: 309, Michel 2008, Rivera 2004, Rivera y Strecker 2005: 12), las que fueron breves. Tal vez estas son las evidencias más antiguas de
investigaciones sobre el periodo Arcaico son las me nos desarrolladas un sitio multicomponente del Arcaico Tardío, fe chado hacia los 3300 a.
de Sudamérica y se basan principalmente en estudios no sistemáticos C. (Aldenderfer 2012; Craig 2005: 210, 410,
de sitios superficiales y de sus materiales. 725; Craig 2012).
Por otro lado, el yacimiento de Kaillachuro es un sitio mor tuorio
Los sitios altiplánicos por dentro: excavaciones que consiste en nueve montículos bajos, en cuya superficie se
encontraron puntas de proyectil diagnósticas que Cindy Klink identificó
Fuera de Qillqatani, solamente se han excavado de manera ex tensiva como representativas de varios periodos, desde el Ar caico Temprano
tres sitios en la zona de llave: Pirco, Kaillachuro y Jiskairu- moko. Estos hasta el Formativo (Craig 2005: 403, tabla 7.4). El sitio está sobre un
fueron ubicados en el reconocimiento de Aldenderfer y excavados en montículo natural grande y prominente, desde el que hay una vista
varias campañas por él y sus colegas desde finales de los años impresionante al valle y las pampas del río Aguas Calientes, e incluso
noventa (Aldenderfer 2002, 2012; Aldenderfer y Klink 1996; Klink y a la confluencia con el río Huenque, donde nace el río llave (2005:
Aldenderfer 1996; Craig 2005). 405).
La ocupación de estos sitios recorre el Arcaico Tardío y Termi nal, La excavación en algunos de los montículos de Kaillachuro, como
e incluso el Formativo Temprano, y ha proporcionado nuevos datos los montículos 4 y 6, evidenció la presencia de varios entie rros
sobre el proceso de sedentarización, domesticación e inicio de la secundarios, de los cuales muchos, en particular el montículo 6,
complejidad y desigualdad social en la cuenca. muestran deformación craneal (Aldenderfer 2012, Craig 2005: 687).
Pirco se ubica en la quebrada del mismo nombre, aguas abajo de En el montículo 4 se encontraron los restos de un infante enterrado
la confluencia de los ríos Grande y Uncallane, en la cuenca del río dentro de una caja de piedra cuidadosamente construi da. Asociadas
llave. La ocupación está sobre una pequeña elevación natural en la a este entierro se encontraron pequeñas lascas de obsidiana. El entierro
terraza aluvial T4 y más próxima al río que los otros sitios que estaba además cubierto por un polvo fino de ocre. La base de este
describiré luego (Aldenderfer 2012; Craig 2005: 397, 2012). Durante su entierro se fechó entre 2578 y 2302 a. C., indicando ser una tradición
descubrimiento, en 1995, se identificaron sobre la su perficie puntas de funeraria del Arcaico Terminal (Aiden- derfer 2012: 34-35; Craig 2005:
proyectil, mayormente de rocas basálticas, con alta frecuencia de 403-404, 443, 676, tabla 7.5).
formas pedunculadas con aletas y lanceoladas, asignables tipológicamente Esta tradición funeraria en Kaillachuro continuó hasta el perio do
al Arcaico Tardío (Craig 2005: 395, ta bla 7.2; Klink y Aldenderfer Formativo, tal como lo indican los artefactos cerámicos y azadas de
2005). El sitio fue excavado mediante trincheras en el 2003. Ha sido piedra asociados con los entierros en los niveles superiores de los
interpretado como una ocupación de base residencial de corto plazo, montículos. Esta tradición ha sido interpretada como una posi ble
debido a su estratigrafía super ficial. Se recuperó un entierro humano continuidad étnica entre los habitantes de esta región, aunque no se
secundario, pero sin ajuar funerario. No se han reportado rasgos de niega la posibilidad de una migración demográfica nueva (Craig
basurales o estructuras. El conjunto de artefactos muestra la talla de 2005: 443). Lo que queda claro es que el sitio siguió monu-
puntas de proyectil y mentalizándose. No cabe duda de que los hallazgos de obsidiana
64 | Luís Ángel Flores Blanco
2 / Ei. periodo Arcaico en la cuenca del lago Titicaca y sus alrededores | 65

y restos de ocre asociados al entierro de Kaillachuro sugieren la


importancia de poseer y ostentar objetos foráneos.
Jiskairumoko, tal vez el sitio del Arcaico Tardío-Terminal más
investigado de la región, fue definido como una base residencial
semisedentaria (Aldenderfer 2012; Craig 2005, 2012). Este asen tamiento
es un palimpsesto de al menos cinco niveles que van desde el
Arcaico Tardío hasta el Formativo Inicial (Craig 2005: 413, 2012: 57).
Me centraré en este artículo solo en las fases del Arcaico.
Durante el Arcaico Tardío, el sitio estaba compuesto por la Casa
Semisubterránea 1, de 20 m 2 de área, excavada en el esté ril, que
parece haber sido parte de un trazado aldeano mayor, del cual se
conoce posiblemente una segunda casa (Casa 2); asocia do a esta
fue encontrado el Entierro 1. Para el siguiente periodo, Jiskairumoko se
consolidó como una aldea compuesta por varias estructuras pequeñas
semisubterráneas, de las cuales se han re conocido solo tres
(Aldenderfer 2012; Craig 2005, 2012) (figura 2.4). Cada una de estas
estructuras tuvo alguna forma de almace namiento y un fogón central Figura 2.4. Casa semisubterránea del sitio Jiskairumoko (llave, Puno). Tomado de Alden
derfer 2012: fig. 3.
formado por piedras acomodadas; de estos fogones se han obtenido
muestras para fechar. Las datacio- nes más antiguas provienen de la
Casa 2, y van desde 2473-2119 a.
Nathan Craig (2012) sostiene que es posible que todos sean restos de
C. hasta 1784-1601 a. C. Ya para ese momento, la dieta de sus habi tantes
mujeres, y que por su asociación con piedras de moler, se esté intentando
consistía también en plantas domesticadas, especialmente el
conmemorar el procesamiento de plantas. Por otro lado, se podría
Chenopodium, tal como lo evidencia la presencia frecuente de moledores;
pensar también en una conmemoración del pasto reo por la presencia
también aparecen las primeras evidencias de cría de animales, como
de una efigie de camélido en el entierro 1 y de huesos de camélidos en los
camélidos (especialmente Lama glamá) y cuyes (Cavia porcellus)
entierros 3 y 4.
(Aldenderfer 2012; Craig 2005, 2012). Los límites de las casas se
El registro arqueológico funerario de Jiskairumoko, identifi cado
aprovecharon para llevar a cabo trabajos de manu factura —como el
al exterior de las casas semisubterráneas 1 y 2 (Craig 2005, 2012),
procesamiento de lana—, tal como lo indica el hallazgo de espadas de
presenta un rico contexto para inferir las actividades de los vivos con
tejedor de hueso y una fusayola opiniro de arcilla en las inmediaciones
los muertos. Al sureste de la casa 2 se han reportado los entierros
de la Casa 2 (Craig 2012: 78).
1, 2 y 3. Todos ellos estuvieron rodeados de grandes manchas de ceniza,
En las casas de Jiskairumoko se ha detectado, durante los pe riodos
restos de instrumentos líticos de molienda, y semillas de quinua que
Arcaico Tardío y Terminal, la convivencia de actividades do mésticas y
son evidencia de un área de procesamien to de plantas. En el entierro
ceremoniales con prácticas rituales para los muertos, durante al menos
1 hay actividades de quema próxima, como lo indica su asociación con
600 años. Se han descubierto cinco entierros de adultos, de los cuales dos
un fogón al oeste y con ceniza producto de una quema al sureste. Entre el
han sido identificados como mujeres.
relleno que cubría el
66 | Luis Ángel Flores Blanco 2 / El periodo Arcaico en la cuenca del lago Titicaca y sus alrededores | 67

entierro 3 se encontró huesos de camélidos, semillas de quinua y


rocas alteradas por el fuego. Al suroeste de la casa 1 se descubrió
un gran pozo que contenía el entierro 4, los restos de un adulto
enterrado con huesos de camélidos y concentraciones de rocas
Dibujo de Planta (Aldenderfer el al. 2008: Flg.t)
termo fracturadas. Estas son evidencias de remoción y aperturas
de los contextos funerarios, una clara manipulación de los muer tos
(Craig 2012: 74, 78-80, 84-86, 103-105).
Por otro lado, llama la atención la presencia casi exclu siva
de entierros de mujeres entre los exteriores de las casas de
Jiskairumoko, donde además, en dos de ellas se ha logrado identificar
una deformación craneal bilobada (Craig 2005, 2012). Creo que todo
esto refleja la importancia que se quiso dar a la figura de la mujer, y
que la deformación tal vez sea algún in dicador de identidad étnica o
incluso de género. Lo que también resulta de sumo interés es que
estos entierros contienen objetos de mucho simbolismo por su
procedencia exótica. Una anciana (entierro 1) fue enterrada con una
efigie de camélido, cuentas de turquesa e instrumentos de piedra, Legend

alguno de ellos de obsidiana. Otra mujer adulta (entierro 2) fue Btockl Level
Pjcoi-a
Reconstrucción de un collar de cuentas de oro
y turquesas encontrado en el Entierro 2
enterrada con nueve cuentas de oro y once de turquesa (figura 2.5). ÜJpAft
(Aldenderfer et al. 2008; Flg.4)

Esto ha sido interpretado como la evidencia de una creciente


diferenciación social durante el Ar caico Terminal, debido al uso de
materiales exóticos (Aldenderfer et ál. 2008; Craig 2012: 105). Sin
embargo, también puede ser una muestra de la llegada de mujeres como
parte de pactos matrimo niales intercomunales, tal como se los conoce
en otros ámbitos (Ruiz-Gálvez 1992).
Jiskairumoko es un buen ejemplo de cómo los habitantes lle
I I1: Pkw Zono 3: Mddcn 15; tocio Míddon | j 7: Hardpan Chort Fíate
varon su vida cotidiana en las casas y alrededores, y de cómo en I | Ash Lena 4; PJ lO&l 6: Mtídon Fil ¡n Plhouao | | Bono FAft

ciertos momentos pudieron acceder a sus antepasados, expresan do Perfil estratigrafía» del Bloque 1 donde esta representado el Entierro 2 (Aldenderfer et al. 2008: Flg.2)

una clara continuidad entre el pasado y el presente. Esta comu nicación


Figura 2.5. Planta y perfil de donde fue encontrado el entierro 2, cerca de la casa semisub-
entre el mundo de los vivos y el de los muertos permitió construir un terránea 2 de Jiskairumoko. En este contexto se halló un collar de oro y turquesas. (Sobre la
tiempo cíclico, un tiempo mítico, un eterno retorno (Flores 2013, base de las figuras de Aldenderfer et ál. 2008).

2014).
Finalmente, excavaciones restringidas en Ch’uxuqulla y Titin-
huayan, dos sitios en la isla del Sol, en pleno lago Titicaca, brindan
68 | Luts Ángel Flores Blanco
2 / El periodo Arcaico en la cuenca del lago Titicaca y sus alrededores | 69

interesantes datos sobre sitios estratificados con ocupaciones de regiones extensas para identificar algunos cuantos sitios atri-
durante el Formativo y Arcaico Terminal. El nivel más bajo de buibles al Arcaico, caracterizados solo por dispersiones líticas en
Ch’uxuqulla, a casi dos metros de profundidad, ha sido fechado en superficie. Otra explicación es que los procesos naturales o cultura les
3780 ± 170 a. p., y en él se ha encontrado lascas de obsidiana y de posdeposición pueden haber contribuido a destruir los registros del
sílex y un núcleo de cuarcita, una clara indicación de la fabricación periodo Arcaico o, quizás, haberlos modificado de tal manera que no
de herramientas en el sitio (Stanish et ál. 2002: 448). En Camata sean reconocibles. Por ejemplo, fuertes procesos antiguos y actuales de
también se halló un nivel temprano (Steadman 1995). remoción de terreno para el cultivo o la potente ocupa ción
arqueológica de sitios del Formativo y Tiwanaku, propios de la región,
Problemas, posibilidades e interpretaciones del periodo pudieron haber destruido evidencias arcaicas. No obstante, esto parece
Arcaico en la cuenca del lago Titicaca inverosímil para el caso boliviano, teniendo en cuenta que trastornos
similares han sucedido en el lado peruano del lago. También puede ser
Aunque los arqueólogos que trabajan en la cuenca del lago Titicaca que la mayor parte del sector boliviano simple mente no fue ocupada
han dado grandes pasos en el conocimiento del periodo Arcaico durante el Arcaico y que recién empezara a serlo con el crecimiento
en esta región, aún se está lejos de comprender muchos aspectos demográfico que debe haberse generado durante el periodo Formativo.
de este proceso cultural inicial. Obviamente, esta situación cam biará Sin embargo, esto parece contrade cirse con la existencia de sitios
a medida que las investigaciones en la región aumenten y que nos más allá de la cuenca del Titicaca, en zonas como Potosí, Oruro,
atrevamos a realizar interpretaciones más sociales, pero esto tomará Chuquisaca y Tarija (Arellano 2000, Capriles et ál. 2011, Michel 2008,
tiempo. Rivera y Calla 2011).
Luego de haber realizado un estado de la cuestión sobre el
periodo Arcaico en la cuenca del Titicaca, queda mencionar algu nos El problema cronológico
temas de estudio que considero importante desarrollar con mayor
profundidad (Aldenderfer y Flores 2011) y hacer algunas sugerencias. La propuesta de Klink y Aldenderfer (2005) es un primer paso im
portante en este camino y un buen complemento a otras tipologías
El problema de los datos regionales (Rick 1980, Santoro y Núñez 1987, Santoro 1989), capaz
además de captar con mayor detalle la variabilidad local en la re gión.
Más allá de los problemas y posibilidades de investigación iden tificados Sin embargo, aún falta contar con una cronología asociada a largas y
para la cuenca del Titicaca, lo que nos preocupa es la disparidad de claras secuencias estratigráficas locales en ambos lados del lago
datos que existe entre el lado peruano y el boliviano, una situación Titicaca, que permita tener intervalos de tiempo específi cos. La
que requiere explicarse. Se podría razonar que, al menos en las cronología, por lo tanto, es un tema todavía pendiente en la región.
prospecciones antiguas, no se previeron sitios del Arcaico y que, por
tanto, estos lugares se pasaron por alto o fueron ignorados. Quizás esto El poblamiento del Titicaca
también se deba a la metodología aplica da. Por nuestra experiencia
en el valle del Ramis (Aldenderfer y Flores 2008), puedo señalar que La mayoría de los arqueólogos que trabajan en la región consideran
se requieren barridos completos que los primeros habitantes llegaron a ella viajando principalmente
70 | Luis Ángel Flores Blanco
2 / El periodo Arcaico en la cuenca del lago Titicaca y sus alrededores | 71

a lo largo de la costa del Pacífico, y de ahí, a la sierra, a través de


haber servido para fabricar textiles como bienes de lujo o de pres tigio
los valles del flanco occidental. Las investigaciones en sitios de la
para el comercio con las tierras altas (Aldenderfer 1999). Es pertinente
sierra (Aldenderfer 1998 y 1999) y de la costa (Keefer et ál. 1998; La-
plantearse entonces la siguiente pregunta: ¿cómo se in trodujeron estas
vallée et ál. 1999, 2011; Muñoz et ál. 1993; Sandweiss et ál. 1998) han
especies?
confirmado esta hipótesis. Frecuentemente se considera, además,
Se viene sosteniendo, además, que en los Andes centro-sur se
que la cuenca del Titicaca debió ocuparse ya bien comenzado el
dio un proceso de domesticación del camélido paralelo e inde pendiente
Holoceno. Sin embargo, algunas preguntas sobre este proceso per
al de los Andes centrales (Cartajena et ál. 2007, Lynch 1983,
manecen sin responder: por qué en la cuenca del Titicaca se ha re portado
Yacobaccio 2003). Las evidencias que hoy avalan este plan teamiento
la presencia de puntas de proyectil que en sitios fuera de la región, tanto
quedan lejos de nuestra zona de trabajo, pues se ubican hacia el
serranos (como la fase Khituña de Asana) como cos teños (por
noroeste argentino, en sitios como Inca Cueva 7, donde hay pruebas de
ejemplo, los niveles N7-N4 de Quebrada de los Burros) del sur del
confinamiento de camélidos hacia el 4100 a. p. (Asche- ro y
Perú y norte de Chile (Aldenderfer 1998: 131, 1999: 382, Klink y
Hoscman 2011, Yacobaccio 2003). Las evidencias asignables al Arcaico
Aldenderfer 2005, Lavalle et ál. 2011: 342), han sido datadas
que hoy se tienen para este tema en la cuenca del Titicaca son exiguas
generalmente en 10.000 años de antigüedad y asignadas al Arcaico
e indirectas, y solo las más tempranas se circunscriben al lado
Temprano. Por otro lado, no hay que descartar la posibilidad de
peruano. En el sitio de Jiskairumoko hay pruebas de do mesticación de
una ruta amazónica (Aldenderfer y Flores 2011), más ahora con el
camélidos desde el Arcaico Terminal (Craig 2005, 2011). El sitio más
reciente hallazgo de ocupaciones de 10.000 años atrás en los Lla nos
próximo al Titicaca, pero fuera de la zona, es Qillqatani, donde se ha
de Moxos, región amazónica de Bolivia (Lombardo et ál. 2013). Por
reportado acorralamiento de animales ha cia el 3660 a. p.
último, aunque sin datos convincentes y poco probable, en el caso de
(Aldenderfer 2011). Desafortunadamente, aún no se ha publicado la
la cuenca del Titicaca también se ha planteado la posibi lidad de un
monografía de este importante lugar.
poblamiento en el periodo paleoamericano (Arizaca y Quispe 2005).
Otro sitio, algo más alejado, es el de Asana, donde hay un nivel
datado en 3800 a. p., en el cual el pH del sedimento tiene rangos
La domesticación de especies en la puna
de potasio y textura muy parecidos a los de los corrales modernos,
por lo cual se ha propuesto que fue un depósito de excrementos
Nos hace falta comprender mejor la variabilidad y las trayectorias
(Aldenderfer 1998).
del proceso de domesticación en la cuenca del Titicaca.
Con respecto al proceso de domesticación de plantas, nues
Los primeros pasos hacia la complejidad social
tro conocimiento de ciertas especies es prácticamente nulo. Sin
embargo, la quinua (Chenopodium quinoá) y la papa (Solanum La cuenca del Titicaca también fue el escenario donde emergieron
tuberosurrf) figuran como las primeras evidencias de domestica las primeras sociedades desiguales de los Andes centro-sur (Al denderfer
ción en la región y en los Andes en general (Bruno 2005, Murray y Flores 2011). A pesar de contar con datos muy suge-, rentes
2005, Spooner et ál. 2005). No obstante, recordemos también que (Aldenderfer 2012, Craig 2012), el tema sigue pendiente de mayor
en las economías marítimas aparece en algún momento el algo análisis para entender lo que Aldenderfer (2004) ha llama do el
dón, que además de su uso obvio en la economía local, puede “preludio del poder”. Los datos de las prospecciones en los valles del
Ramis e llave, sumados a excavaciones en los sitios de
72 | Luis Ángel Flores Blanco
2 / El periodo Arcaico en la cuenca del lago Titicaca y sus alrededores | 73

Quilqatani y Soro Mik>aya Patjxa, del Arcaico Medio, y de Jiskairu- Jiskairumoko, donde los cazadores-recolectores residieron ya en
moko, del Arcaico Tardío-Terminal, permiten apreciar un patrón in una aldea, al menos la mitad del año, en la época de lluvias y en
teresante: una ocupación recurrente de sitios, es decir, un apego a parte de la época seca y fría (de noviembre/diciembre a mayo/
ciertos lugares (Haas et ál. 2015), al menos desde el Arcaico Medio, junio). Durante el resto del año, los pobladores pudieron haber se
aunque más claramente al final del Arcaico, llegándose a desarro llar mudado a otros lugares, haberse internado para cazar o haber visitado a
incluso una arquitectura pública en el periodo Formativo. Esto podría otras comunidades como parte del establecimiento de redes de
estar indicándonos una tendencia hacia la concentración de sitios intercambio. Considero, entonces, que el inicio de la vida aldeana, la
como reflejo del incremento demográfico, el desarrollo de la vida domesticación de especies y el comienzo de los inter cambios regionales
sedentaria y la complejidad social (Aldenderfer 2002, Al- denderfer y en el Titicaca no solo deben entenderse como un cambio económico
Flores 2008). Esta recurrencia en la ocupación de sitios del sino sobre todo como un modo distinto de habitar el espacio, pensar el
Arcaico/Formativo también es sugerente para la parte boliviana (Capriles mundo y también intentar explicarlo (Flores 2013, 2014, e. p.).
et ál. 2011). Al final de este artículo, cabe resaltar que después de muchos
Toda esta información me ha permitido proponer anterior mente años de abandono, el periodo Arcaico ha llegado finalmente a
que la aparición de esta complejidad temprana está asocia da a la constituirse como una problemática digna de un estudio extenso.
construcción de un paisaje monumental neolítico reflejo de la Es alentador comprobar que los arqueólogos peruanos y bolivia nos,
domesticación de un pensamiento (Flores 2013, 2014). Con esto y sus colaboradores extranjeros, vienen haciendo enormes esfuerzos
quiero decir que las prácticas naturalizadas de los cazadores- recolectores para definir el Arcaico en sus respectivos países (Alden derfer y Flores
complejos del Titicaca, que empezaron a cambiar su patrón de 2011).
residencia desde el Arcaico Medio, frente a condicio nes
ambientales extremas y buscando dar respuestas a problemas
antropológicos profundos, como la propia muerte, hicieron que Agradecimientos
la gente empezase a regresar a los mismos sitios, especialmen te
Siempre estaré agradecido con Mark Aldenderfer y Nathan Craig
al lugar donde enterraban a sus muertos (Flores e. p.), como ya
por permitirme ingresar a la arqueología del periodo Arcaico en
se sabe que se hizo desde los 8000 años a. p. en el sitio de Soro
la cuenca del lago Titicaca. Además, agradezco a Mark el consen tirme
Mik’aya Patjxa. Ello conllevó a que los sujetos se objetivasen en un
usar las figuras 2.4 y 2.5 de este artículo, y a Nicholas Trip- cevich, la
entorno cada vez más experiencial y a que contasen con una
figura 2.3. Gracias a Rafael Vega-Centeno por invitarme a participar
casa que empezaba a ser “ancestralizada”, imprimiéndose
en este libro. Y finalmente, gracias al revisor anónimo del IEP, cuyos
una semántica compartida, una memoria comunal y la produc ción
comentarios me permitieron mejorar esta versión.
de un lugar propio. Pero junto con ello, también sucedió algo práctico, el
reclamo de un territorio. Además, la propia práctica aldeana permitió
ir creando un sistema existencial cíclico regido por varias de sus Bibliografía
actividades, tales como las festividades alrede dor de los muertos, las
redes de intercambio y los ciclos naturales de su entorno, que Albarracín-Jordán, Juan y James Mathews
1990 Asentamientos prehispánicos del valle de Tiwanaku. Volu
incluían el clima y las primeras actividades de horticultura y pastoreo. men 1. La Paz: Producciones CIMA.
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II
LA COMPLEJIDAD SOCIAL
EN SUS INICIOS
(ca. 3000-200 a. C.)
3
EL PERIODO ARCAICO TARDIO
EN PERSPECTIVA REGIONAL
Nuevos aportes

Rafael Vega-Centeno Sara-Lafosse'

E
l periodo Arcaico Tardío (ca. 3000-1800 a. C.) ha adquirido una
importancia creciente en el estudio de la formación de las so
ciedades complejas en los Andes. Esto se ha debido al incremento
de las evidencias en los últimos años, que han permitido nuevos
enfoques orientados a superar las propuestas que consideraban a
esteperíodocomo una etapa de modestos antecedentes de los de sarrollos
asociados con el posterior periodo Formativo. En efecto, diferentes
hallazgos a lo largo de la historia han servido para cam biar
paradigmas y avanzar hacia un conocimiento más elaborado del
Arcaico Tardío. A mi juicio, actualmente nos encontramos en una
nueva etapa en la que los hallazgos están permitiendo cons truir
nuevas perspectivas hacia el futuro para entender esta etapa de la
historia. Vale la pena, en tal sentido, repasar el derrotero de estos
hallazgos y evaluar su relevancia.

1. Pontificia Universidad Católica del Perú. Correo-e: <fvega@pucp.edu.pe>.


88 | Rafael Vega-Centeno Sara-Lafosse

Los inicios: modestas aldeas costeñas


3 / El periodo Arcaico Tardío en perspectiva
regional | 89
Si bien las primeras excavaciones en un sitio del Arcaico
Tardío se llevaron a cabo en 1941 en Áspero (Willey y Corbett
1954), el reco nocimiento de una etapa “precerámica” en la siete hectáreas de extensión donde se podían definir por lo
historia andina se dio cinco años después, en 1946, con la menos tres “montículos-plataforma” de evidente carácter
identificación de estratos precerámicos en el sitio de Huaca público. Cuatro años después, Rosa Fung trabajaba en otro
Negra, en el valle de Viró (Strong y Evans 1952). Pocos de los sitios identifi cados por Engel—Las Haldas—,
años después, se tuvo la primera caracteriza ción de un corroborando la extensión que podían tener las
asentamiento precerámico con los trabajos en el sitio de ocupaciones precerámicas (Fung 1972a). El mis mo Engel,
Huaca Prieta, en el valle de Chicama (Bird y Hyslop 1985). con sus trabajos en el sitio de El Paraíso, entre 1965 y
El reconocimiento de la extensión de las ocupaciones 1966, pudo determinar que se trataba de un asentamiento
precerá micas en el llano costero tuvo un significativo de por lo menos 15 hectáreas de extensión, donde se
impulso con el inicio de las investigaciones de Fréderic podían identificar siete montículos-plataforma de diversas
Engel en 1955, que permitieron el registro de 25 escalas (Engel 1967). En paralelo, desde 1961, la Misión de la
asentamientos a lo largo de una franja de 2500 kilómetros de Universidad de Tokio comenzó a trabajar en el sitio de
longitud (Engel 1957). Nuevos sitios fueron identifi cados en Kotosh, permitiendo registrar un conjunto arquitectónico
los años posteriores y otros, como Asia Unidad 1, fueron precerámico compuesto por una plataforma de tres niveles
estudiados en más detalle (Engel 1963). En paralelo, se que contenía recintos cuadrangulares de claro carácter ri
identifica ban otras ocupaciones en emplazamientos costeros tual, como el conocido “Templo de las Manos Cruzadas”
como Ancón (Muelle y Ravines 1973). (Izumi y Sono 1963, Izumi y Terada 1972).
Corresponde a esta época una de las primeras La década de 1970 tuvo como hito importante la
caracterizacio nes de las “culturas precerámicas”, elaborada por revisita del si tio de Áspero por Gordon Willey y Michael
Edward Lanning (1960), quien propuso un escenario de Moseley, quienes reco nocieron que se trataba de un
pequeñas aldeas ubicadas cerca de la línea costera, cuya asentamiento de 13,2 hectáreas con por lo menos seis
subsistencia descansaba en la ex plotación de recursos montículos-plataforma de carácter público (Mo seley y
marinos y se complementaba con un nú mero limitado Willey 1973). A partir de ese momento, se multiplicaron los
decultígenos, entre los que destacaba el algodón (1960:38-41). estudios de asentamientos del periodo Arcaico Tardío,
ingresando a la literatura arqueológica nuevos sitios, como
Salinas de Chao (Alva 1986), Alto Salaverry (Pozorski y
El primer giro: los grandes asentamientos Pozorski 1977), Bandurria (Fung 1988: 77-78), Gavilanes
(Bonavia 1982), Huaynuná (Pozorski y Pozorski 1987),
Las décadas de 1960 y 1970 fueron el escenario de un cambio
Huaricoto (Burger y Salazar-Burger 1985), La Gal- gada
sig nificativo en la forma de entender los desarrollos culturales
(Griederet ál. 1988) y Piruru (Bonnier 1988, Bonnier y Rozen-
del Ar caico Tardío. Es importante mencionar, al inicio de este
berg 1987). En paralelo, otros sitios, como El Paraíso
ciclo, los trabajos de Wolfgang Wendt (1976 [1964]) en el
(Quilter 1985) o Áspero (Feldman 1980, 1985), eran
sitio de Río Seco, descubierto previamente en los trabajos
estudiados con más detalle.
de Engel. Wendt excavó entre 1960 y 1961 en este lugar,
Este cúmulo de evidencias abrió un fecundo debate sobre
identificando un asentamiento de
la naturaleza de las sociedades del periodo Arcaico
Tardío; discu sión que se centró en tres temas fundamentales. este tema, es conocida la tesis de Michael Moseley (1975)
El primero estaba relacionado con las estrategias de sobre las bases marítimas de la civilización andina, en
subsistencia y los patrones de asentamiento. En relación con consonancia con un planteamiento anterior formulado
90 | Rafael Vega-Centeno Sara-Lafosse
vez, condiferentes dinámicas rituales, con instalaciones
más privadas (o domésticas) en las zonas altas y edificios
por Rosa Fung (1972b). La idea general era que la abundancia más “públicos” en la costa (Moseley 1992: 115).
de recursos marinos habría permitido la concentración de El tercer tema se relacionaba con el grado de complejidad
poblacio nes costeras y la consecuente formación de que habrían alcanzado las sociedades del periodo Arcaico
instituciones y líderes corporativos que dirigieron la Tardío. Al respecto, bajo el supuesto de que la arquitectura
construcción de edificios públicos, así como el desarrollo pública revela la
de manufacturas. Si bien se discutió mucho acerca de la
validez de este planteamiento (v.g., Kaulicke 1994: 246,
Lumbreras 1981: 145-146, Wilson 1983: 257-263), existía una
signi ficativa preponderancia de información sobre
asentamientos cos teros (es decir, a una distancia no
mayor de cinco kilómetros de la línea costera), en
contraste con la casi ausencia de datos sobre asentamientos en
los valles. A esto se sumaba una importante pre ponderancia
de los restos de origen marino en los inventarios de las
excavaciones arqueológicas. Fruto de esto, las ocupaciones del
periodo Arcaico Tardío eran caracterizadas como grandes
asenta mientos nucleados, ubicados en la franja costera y
con una estra tegia de subsistencia que combinaba una
explotación intensiva de recursos marinos con un número
limitado de cultígenos (Canziani 1989: 41, Fung 1988: 93,
Pozorski 1987: 16-18, Proulx 1985: 254-256).
El segundo tema se relacionaba con el análisis de la
arquitec tura pública y, más específicamente, con un
aparente contraste entre edificios “costeros” y “serranos”.
La arquitectura de zonas altoandinas era generalmente
caracterizada como de recintos independientes, en contraste
conla arquitectura de la costa, con siderada de montículos-
plataforma que contenían recintos in terconectados (Burger
1992: 51-52, Fung 1988: 73, Moseley 1992: 112-121, véase
también el texto de Mesía en este volumen). So bre la
base de este contraste, varios autores plantearon que es
tábamos ante el reflejo de sociedades con diferentes grados de
complejidad (Feldman 1987: 13-14, Fung 1988: 75-93) y, a su
3 / El periodo Arcaico Tardío en perspectiva
regional | 91
años después, comenzaron las excavaciones en el sitio de
Caral (figura 3.1), incluyendo intervenciones en los
montículos y sus plazas adyacentes (Shady 1997, 2003a,
existencia de jerarquías y una autoridad central y, bajo
2003b, 2006a; Shady y Machacuay 2003; Shady et ál. 2003).
esquemas evolutivos como el propuesto por Elman Service
Las excavaciones incluyeron también sectores residenciales
(1962, 1975), si tios como Áspero fueron considerados
(Flores 2006; Noel 2002, 2004; Pe
como manifestaciones de “jefaturas” (Feldman 1987:12-13),
ralta 2003; Shady 1997, 2001, 2006a; Shady y López 1999;
una etiqueta extendida por otros al resto de asentamientos
Vizconde 2004) y estructuras menores (Shady 1997, 2006a;
de la época (v.g., Haas 1987:32). En con traste, otros autores
Shady et ál. 2009).
observaban que no existía suficiente evidencia para hablar
Los alcances de la investigación de Shady y su equipo
de la diferenciación interna necesaria para contemplar un
han ido más allá del sitio de Caral y han incluido
“modelo de jefatura” (Burger 1992: 37, Richardson 1994: 60).
excavaciones en los sitios de Chupacigarro (Machacuay
2008, Shady 2001, Shady et ál. 2003), Miraya, Lurinhuasi y
El segundo giro: Caral y la costa norcentral Áspero, en el valle de Supe y, en el sitio de Vichama, en el
valle de Huaura (Shady 2007).
La década de 1990 tiene como hito importante, a no Si bien aún está pendiente la publicación en detalle de
dudar, el ini cio de los trabajos de Ruth Shady y su equipo estos trabajos, son varios los resultados relevantes que
de la Universidad de San Marcos en el valle de Supe, el año deben evaluarse. Uno de los más importantes ha sido la
1994. Los trabajos de Shady partieron del reconocimiento de identificación de grandes complejos arquitectónicos sin
los asentamientos tempranos pre viamente identificados por cerámica ubicados dentro de un valle. El registro de 29
Williams y Merino (1979) y de la selec ción de 18 de ellos fechas radiocarbónicas provenientes ma yormente de Caral ha
para un registro en detalle (Shady et ál. 2000: 34-48). Dos confirmado la ubicación temporal de estos
92 | Rafael Vega-Centeno Sara-Lafosse

Figura 3. L Foto satelital del complejo arqueológico de Caral.


Fuente: Google Earth 2013.

complejos a lo largo del tercer milenio antes de Cristo


(Shady 2006a; Shady et ál. 2001). Se ha incrementado también
nuestro co nocimiento acerca del diseño arquitectónico
esperable en los lla mados “montículos plataforma”,
caracterizados por patios-recinto articulados con espacios
posteriores y la eventual presencia de pe queños recintos con
fogón central, articulados con sistemas de es calinatas
centrales y adyacentes. Se ha podido confirmar también
el sistema constructivo de plataformas rellenadas con shicras.
Los trabajos en Caral han permitido asimismo el registro y
caracteriza ción de espacios residenciales con una 3 / El periodo Arcaico Tardío en perspectiva
regional | 93
sugerente variabilidad en escala y calidad constructiva,
relacionada en forma directa con la cercanía de los edificios
públicos. sobre la significativa diversidad de especies botánicas
Los trabajos en Caral han brindado, a su vez, nuevas consumidas (Shady 2000, 2006b).
eviden cias sobre los patrones de subsistencia del periodo El año 2000 se dio inicio a otro proyecto de gran
Arcaico, en particular sobre la importancia de peces como la escala en la costa norcentral, llamado “Proyecto Norte
anchoveta o la sardina en la dieta de sus habitantes (Bearez y Chico”, dirigido por Jonathan Haas, Winifred Creamer y
Miranda 2000) y Alvaro Ruiz. Este proyecto se concibió bajo un espectro
macrorregional que incluía los valles de Huaura, Supe,
Pativilca y Fortaleza. En Pativilca se revisitaron complejos
arquitectónicos previamente identificados por Engel y
presumiblemente de época precerámica, identificándose
ade más nuevos asentamientos. Algo semejante se hizo
en los valles de Fortaleza y Huaura y, sobre la base de
estos reconocimientos, se llevaron a cabo excavaciones de
pequeña escala en varios de ellos para obtener muestras
radiocarbónicas que confirmasen la posible asignación
precerámica de los complejos arquitectónicos (Haas et ál.
2004, Ruiz et ál. 2007). Posteriormente, Haas y sus co legas
centraron sus investigaciones en el sitio de Caballete
(Haas y Perales 2004, Ruiz et ál. 2006). Sin duda, la
mayor contribución de este proyecto son las fechas
radiocarbónicas para el conjunto de la región, que
permiten confirmar la asignación cronológica de un
significativo número de complejos arquitectónicos dentro
del periodo Arcaico Tardío.
Otros proyectos han contribuido a poner en relieve esta
región. Destaca el trabajo de Alejandro Chu en Bandurria
(Chu 2008a, 2008b), que ha permitido expandir nuestro
entendimiento de la escala del sitio y sus diferentes
componentes. Los trabajos de Chu han permitido, además,
documentar fechas radiocarbónicas signi ficativamente
tempranas (Chu 2008a: 126,130). Puede mencionar se
también nuestro trabajo en Cerro Lampay, en Fortaleza,
donde se documentó una típica estructura ceremonial de la
región, regis trándose en detalle el proceso de enterramiento
al final del uso de la misma (Vega-Centeno 2005).
Los trabajos reseñados han permitido replantear algunos en la costa no eran exclusivamente costaneras. Más aún, en
su puestos de la década anterior. En primer lugar, es los cuatro valles descritos
indudable que las ocupaciones del periodo Arcaico Tardío
94 | Rafael Vega-Centeno Sara-Lafosse
Finalmente, desde un planteamiento que reivindica la prioridad
temporal de los asentamientos costeros, Alejandro Chu
queda claro que las principales ocupaciones se encuentran coincide también en esta perspectiva, al considerar a la
dentro de los valles. En segundo lugar, el escenario de costa norcentral como un área primordial de desarrollo de
estudio en esta re gión ha cambiado, de sitios aislados a asentamientos complejos (Chu 2008a: 29-36).
sistemas de asentamientos en perspectiva regional. En Tenemos así que, en contraste con las perspectivas
tercer lugar, la escala y complejidad de los asentamientos previas a la década de 1990, las propuestas derivadas de
de estos valles han llevado a replantear las características los trabajos en la
sociopolíticas de las sociedades que los habitaron.
Por otro lado, sobre la base de estas investigaciones, se han
propuesto nuevas explicaciones sobre los procesos
sociopolíticos y las dinámicas regionales para el periodo
Arcaico Tardío. Ruth Shady (2003a) ha planteado la tesis
del “Estado prístino”, consti tuido a partir de un proceso
de centralización política en el valle de Supe que tuvo a
Caral como su centro dinamizador y que se basó en un
fluido intercambio de bienes entre la zona costera y la
zona valluna (Shady 2000: 50-52). Algo significativo en
términos regionales es que Shady atribuye a Caral y el valle de
Supe un rol nuclear en el proceso civilizador andino, en
tanto que se trató de una región articuladora de
experiencias previas hechas en territo rios vecinos (2000:
54-60).
Por su parte, Haas y sus colegas han cuestionado la
centrali- dad de Caral, sugiriendo que se trataría de un
escenario donde coexistirían varias entidades políticas
autónomas, con eventua les relaciones jerárquicas entre
algunas de ellas (Haas y Creamer 2004, 2006). No
obstante, en términos regionales, coinciden con Shady en
considerar a la costa norcentral como el foco de surgi
miento de la civilización andina (Haas y Creamer 2006:
746), luego de mencionar la singular concentración de
grandes asentamientos (más de 30 en 4 valles) en la región,
en contraste con otras áreas donde los asentamientos con
arquitectura pública serían fenóme nos aislados (2006: 754).
3 / El periodo Arcaico Tardío en perspectiva
regional | 95
asentamientos de la costa norcentralhan inspirado nuevas
investigaciones en di ferentes partes de los Andes centrales.
Estas investigaciones han llevado, por su parte, a replantear
costa norcentral crearon un nuevo escenario para entender el
el esquema regional propuesto desde Caral, como veremos a
pe riodo Arcaico Tardío en los Andes centrales. En este
continuación.
escenario, se ha tomado en consideración a las ocupaciones
Es necesario, sin embargo, revisar antes algunos
vallunas como de mayor protagonismo que las costaneras
supuestos en los que se basaba la centralidad de la costa
y se ha puesto en relieve la importancia de evaluar
norcentral. Como men cionamos, se planteaba que se trataba
espectros regionales (en contraste con las perspectivas de
de un área singular por la concentración (entre 18 yl 3
“sitio” de la época anterior). Se ha puesto en debate,
asentamientos por valle) de comple jos de arquitectura
además, el grado de complejidad sociopolítica de las so
pública, en contraste con otras regiones don de estos
ciedades del Arcaico Tardío. Junto con estas contribuciones, el
aparecían aislados. Algunos ejemplos epónimos de sitios
es cenario macrorregional ha sido replanteado en función
aislados eran, por ejemplo, La Galgada, Kotosh o Salinas
del núcleo y de las periferias, atribuyendo a la región de la
de Chao. Es probable que la perspectiva “intrasitio” de
costa norcentral un rol de “foco civilizador” del cual se
quienes llevaron a cabo las investigaciones en estos
derivarían las siguientes expre siones culturales andinas, y
lugares influyera en esta visión de los mismos. Sin embargo,
ubicando a las ocupaciones arcaicas de otras zonas como
la escasa información regional de los tres revela que el
la periferia de este centro dinámico.
escenario de “sitios aislados” es cuestionable. En el caso
de La Galgada, un recorrido de diez kilómetros a lo largo
Un tercer giro: el dinamismo de las “periferias” del cañón de Tablachaca permitió reconocer que este sitio
com partía el territorio con complejos arquitectónicos
No cabe duda de que los trabajos en Caral y otros análogos, como
96 | Rafael Vega-Centeno Sara-Lafosse
En el caso de Lambayeque, los trabajos de Ignacio
Alva en Cerro Ventarrón han permitido identificar un
Pedregal, Pajillas y Tirinchugo Norte (Grieder et ál. 1988: complejo arquitec tónico del periodo Arcaico Tardío con
89). Por su parte, en el caso de Kotosh, sitios como Wayra características de diseño y materiales constructivos muy
Jirka o Shillaco- to comparten con él la ocupación de la singulares. Se trata de un edificio que experimentó por lo
cuenca del Alto Huallaga (Izumi 1971: 50-51). Por último, menos tres fases arquitectónicas (Alva 2010:100-106, 2012).
sitios como Tizal o Cerro Cabra son contemporáneos de La construcción se hizo sobre la base de “blo ques
Salinas, en el valle de Chao (Alva 1986: 85-89). Debe sedimentarios de arcilla compacta unidos con
mencionarse que en los tres casos, se trata de asentamien aglomerante de barro” (Alva 2010: 102), que permitieron
tos reconocidos a partir de trabajos de corta duración. Es, levantar una platafor ma de planta rectangular irregular.
por lo tanto, probable que prospecciones más sistemáticas Durante la fase 3, la plataforma contó además con un
hagan que el número de asentamientos crezca. sistema de contrafuertes para consolidar la plataforma superior
Yendo, por otro lado, a las nuevas investigaciones, son (2010: 105).
cuatro las zonas que vale la pena evaluar: el valle de En términos formales, se trata de una plataforma
Lambayeque, el va lle de Casma, el valle de Chillón y la aterrazada, en cuya cima se erigió un recinto rectangular con
cuenca del bajo Utcubamba. un fogón en su parte posterior. En las fases identificadas,
es significativa la presen cia de pintura mural para crear 3 / Ei. periodo Arcaico Tardío en perspectiva
regional | 97
contrastes de bandas blancas sobre fondo rojo, pero sobre
todo, la existencia de pinturas murales con diseños figurativos
complejos (Alva 2010: figs. 6-8). Es de destacar, por otro cuanto a técnicas constructivas, soluciones formales y
lado, la existencia de espacios arquitectónicos adyacentes, elemen tos decorativos revelan que estamos ante un
entre los que sobresale un recinto de planta “cruciforme” en edificio producto de una tradición arquitectónica
cuyo interior también se instaló un fogón (2010: 104 y fig. 9). diferenciada de aquellas reconocidas para el periodo
La arquitectura de Huaca Ventarrón tiene elementos Arcaico Tardío de otras regiones. Por otro lado, si bien aún
com partidos con otras regiones, como la presencia de fogones no se han identificado complejos homólogos en la re
en los espacios rituales culminantes. Sin embargo, las gión, no debe descartarse que Huaca Ventarrón forme
singularidades en parte de una “comunidad” de centros ceremoniales que
hayan ocupado los valles de Lambayeque.
En el caso del valle de Casma, el periodo Arcaico Tardío
en este valle está comenzando a ser repensado a partir de
los hallazgos en el sitio de Sechín Bajo (Fuchs et ál.
2010). Es importante recordar, sin embargo, que los trabajos
de Peter Fuchs en Cerro Sechín ya ponían sobre la mesa
la posibilidad de considerar que se trataba de un conjunto
arquitectónico precerámico (Fuchs 1997). Tanto la estratigrafía
de Cerro Sechín como las fechas radiocarbónicas re cuperadas
sugerían consistentemente que las tres primeras fases
constructivas del edificio de Cerro Sechín correspondían a
ocupa ciones precerámicas, y que incluso el edificio de la
emblemática fase IV habría sido construido en las
postrimerías del periodo Ar caico Tardío (1997: 158). Fuchs
reconoce una etapa de “uso poste rior” del edificio, que
correspondería a una ocupación del periodo Formativo
Temprano y en la que recién aparecen evidencias de al farería
temprana (1997: 152-155). Debe sumarse a ello el
registro de una fecha de Pampa de las Llamas-Moxeke
(lamentablemente, sin contexto claro), que también
sugiere ocupaciones ubicables en el tercer milenio antes de
Cristo (Pozorski y Pozorski 1987: 10-11).
Con estos antecedentes, la posibilidad de que los
grandes complejos del periodo Formativo del valle Casma
tuviesen antece dentes arquitectónicos en el periodo Arcaico
Tardío se ha consoli dado a partir de los hallazgos en Sechín
Bajo. En este sitio se han identificado tres edificios
superpuestos. El primero corresponde a una plataforma de de cinco fases constructivas, experimentó la construcción
aproximadamente 50 x 40 m y 2 m de altura, que contenía de cuatro plazas circulares hundidas en el mismo lugar
varios fogones y áreas de quema y que, en una se cuencia (Fuchs et
98 | Rafael Vega-Centeno Sara-Lafosse
(Benfer et ál. 2005). En Bue navista se han registrado un total
de tres edificios consistentes en conjuntos rectangulares
ál. 2010: 60-66). Las fechas radiocarbónicas registradas construidos sobre plataformas bajas, que están divididos en
sugieren que se trataría de un edificio ocupado en la su interior en una antesala y un recinto central. Los
segunda mitad del cuarto milenio antes de Cristo (2010: 75). recintos centrales suelen ser significativamente más
Posteriormente, se registra la construcción del segundo edi largos que anchos y, en uno de ellos, se incluye un
ficio, compuesto en su primera fase por un conjunto recinto semisubte- rráneo con nichos en las paredes, definido
rectangular con esquinas redondeadas dividido en su como “ofrendatorio”.
interior de forma simé trica en nueve ambientes
articulados por un complejo sistema de accesos. A partir
de la evaluación de fechas radiocarbónicas correspondientes a
fases posteriores, se considera que la prime ra fase del
segundo edificio corresponde al tercer milenio antes de
Cristo, siendo coetánea a la de los edificios de barro de
Cerro Sechín (2010: 75).
A partir de este conjunto de evidencias,
Henning Bischof ha propuesto la existencia de
un periodo Sechín, que engloba ría los casos mencionados
y que se ubicaría entre los 3400 y los 1650 a. C.,
cubriendo el lapso de tiempo comúnmente asignado al periodo
Arcaico Tardío (Bischof 2010: 10-20). El periodo Sechín se
caracterizaría por edificios donde es característico el
adobe cóni co de grandes dimensiones para la
construcción de plataformas y un conjunto de recintos con
esquinas redondeadas. El arte mural estaría también presente
(como en el caso de la fase I de Cerro Sechín),
constituyendo un estilo característico que permite consi
derar para este periodo a sitios como Punkurí, en el valle
de Nepe- ña (2010: 17)
En el caso del valle del Chillón, por mucho tiempo se lo
con sideró un ejemplo de valle con un solo sitio complejo:
El Paraíso, en Chuquitanta. Sin embargo, los recientes
hallazgos en el sitio de Buenavista han revelado la existencia de
otro complejo con carac terísticas compartidas con El Paraíso
3 / El periodo Arcaico Tardío en perspectiva
regional | 99
Los cuatro escenarios regionales previamente descritos nos
sugie ren un conjunto de zonas con desarrollos endógenos
para el ter cer milenio antes de Cristo. Si sumamos a esto las
Los conjuntos se complementan con elementos figurativos;
consideraciones
en un caso, los frisos en las paredes de un zorro y, en el otro,
un compo nente libre modelado en forma de un gran rostro
antropomorfo flanqueado por dos figuras de animales. Un
tercer conjunto se en cuentra hacia el este de los mencionados.
Esta distribución nos recuerda el análisis de Quilter de la
arqui tectura en la unidad I de El Paraíso, donde se considera la
existencia de por lo menos cinco estructuras rectangulares
con antesala y re cinto central (Quilter 1985). Este patrón de
aglomeración de estruc turas rectangulares con estas
subdivisiones en el interior, dispuestas sobre plataformas, ha
sido registrado recientemente en el sitio de Pampa de los
Perros, también en el valle del Chillón (Cornejo 2012).
Los datos de Buenavista y Pampa de los Perros nos
permiten esbozar una tradición arquitectónica singular, en la
que los espa cios ceremoniales constan de plataformas que
aglomeran recintos de naturaleza ritual que, siguiendo un
patrón general de antesala- cuarto central, cuentan con una
significativa variabilidad interior. Por su parte, la
coexistencia de tres asentamientos de estos nos vuelve a
sugerir un escenario de varios complejos compartiendo la
región y, probablemente, entrando en una dinámica de
interac ción y competencia.
Recientemente, trabajos en la cuenca del bajo
Utcubamba (Olivera 2014) han permitido reconocer un
desarrollo cultural con temporáneo con las manifestaciones
arriba mencionadas, y que incluye la construcción de
estructuras ceremoniales de planta cir cular. Si bien la
caracterización de los patrones culturales corres pondientes a
estas ocupaciones está en sus inicios, todo parece indicar
que nos encontramos ante una región con el mismo dina
mismo que el identificado en las otras regiones estudiadas.

Nuevas perspectivas regionales


100 i Rafael Vega-Centeno Sara-Lafosse 3 / El periodo Arcaico Tardío en perspectiva regional ! 101

planteadas para las cuencas de Tablachaca o el Alto Huallaga, se


puede proyectar un escenario macrorregional con una multiplici dad
de zonas y regiones que experimentaron dinámicas propias en este
lapso y, en ese sentido, los desarrollos identificados en la costa
norcentral constituirían uno de esos desarrollos (figura 3.2). Reserva
Este escenario da pie para volver a replantear nuestros esque mas Nacional
Pacaya -
de pensamiento en función de la naturaleza de los procesos de Samiría
complejización social dentro del periodo Arcaico Tardío en los Andes
centrales, incluyendo la discusión sobre los “orígenes de la civilización - X- Chiclayp^f
andina”.
Como antecedente, conviene recordar la relevancia que tuvie WO
Vaile de
ron, en la segunda mitad del siglo XX, los cambios de perspectiva w
Trujino * •'• vi
>
sobre Chavín en lo que respecta a los orígenes de la civilización f.
en los Andes. Frente al esquema original del “foco civilizador” o
del punto de origen de la civilización, se pasó a un esquema de
dinámicas de interacción e intercambios multidireccionales en las wSwaaylH U3 í

que se fue gestando la civilización andina y en las que, en última Vallé de Casma.ffe
instancia, Chavín aparecía como una síntesis del proceso (Lum breras Sistema de y^H
1981). de PativikaCÍÉ
En tal sentido, si bien los trabajos desarrollados desde de la
década de 1990 en adelante en la costa norcentral permitieron am pliar
el panorama de discusión de la génesis de la civilización an dina Vaílétfél Chillón
hasta el tercer milenio antes de Cristo, nos hicieron regresar al
esquema de centro-periferia, y de la identificación de un foco civilizador
original. Así, Caral o el “Norte Chico” fueron propuestos como los
centros desde donde la civilización andina surgía o, en una visión
más estrecha del concepto de civilización, surgía la “pri mera
civilización andina”.
En contraste, los hallazgos recientes aquí reseñados nos per miten, Figura 3.2. Mapa de los Andes centrales ilustrando las regiones con dinámicas culturales
particulares durante el período Arcaico Tardío.
una vez más, reivindicar el valor de las interacciones en múltiples
direcciones y, por otro lado, los procesos endógenos que generan sus
dinámicas propias. Dentro del área andina, diferentes cuencas o
conjuntos de cuencas serían escenarios paralelos don de las donde los aspectos rituales estarían jugando un rol catalizador de
interacciones entre sus pobladores estarían llevando a for mas de estas dinámicas, reflejando en la proliferación de edificios cere moniales
organización social y política crecientemente complejas, la existencia de unidades sociopolíticas en interacción
102 | Rafael Vega-Centeno Sara-Lafosse

y competencia, como ei modelo propuesto por Colin Renfrew


(1986) de interacción de entidades políticas pares. 3 / El periodo Arcaico Tardío en perspectiva regional | 103

Por otro iado, es de esperar que este tipo de regiones hayan


tenido oportunidades de interacción que hayan permitido, por un elementos arquitectónicos distintivos de los Andes, como la plaza
lado, la difusión en múltiples direcciones de elementos culturales circular hundida (Williams 1972), el diseño de templos con planta
y, por otro, reforzar identidades regionales. Esto se reflejaría tanto en U (Williams 1971, 1980) o los recintos con banqueta y fogón
en los patrones arquitectónicos de espacios rituales compartidos central (Bonnier 1988), por poner algunos ejemplos. Por su parte,
como en aquellos que singularizan a cada región. Así, en algunas dentro del enfoque cuantitativo, se han dado varias contribuciones
regiones la arquitectura ritual destaca por el volumen de los edifi que han permitido abrir la discusión sobre las implicaciones socio-
cios, mientras que en otras es la sofisticación y/o elaboración de los políticas del fenómeno arquitectónico (Haas 1987, Lanning 1960,
espacios y sus elementos constitutivos lo que las hace diferentes. Pozorski 1987, Shady et ál. 2000). Ambos enfoques, sin embargo,
presentan algunas limitaciones que es necesario poner en relieve.
Diseño arquitectónico, organización espacial, La perspectiva tipológica puede en ciertas ocasiones sobre-
prácticas rituales y dinámicas políticas dimensionar los aspectos formales en la arquitectura, dejando de
iado a veces cómo es que los elementos formales llegan a constituir
En esta revisión sobre las tradiciones regionales del periodo Arcai espacios significativos. Esto se pone en evidencia cuando volúme
co Tardío, queda claro que el manejo de la evidencia arquitectó nes geométricos son asumidos como “patrones arquitectónicos”.
nica ha desempeñado un rol central en la caracterización de las Por su parte, la perspectiva cuantitativa puede tender a reducir la
sociedades de entonces. complejidad del fenómeno arquitectónico a una sola variable (el
Es importante mencionar, sin embargo, que el manejo de esta volumen de construcción), sin tomar en cuenta la complejidad
evidencia estuvo dominado por dos enfoques. Por un lado, ha exis del proceso constructivo ni la naturaleza del diseño arquitectónico
tido un enfoque tipológico, que ponía énfasis en la identificación previo a dicho proceso. Dado el grado de simplicidad al que po
de formas arquitectónicas prototípicas y en el registro de su distri día llegarse, no es casualidad que bajo ambos enfoques se hayan
bución espacial y temporal. Por otro lado, ha existido un enfoque llevado a cabo caracterizaciones del fenómeno arquitectónico so
cuantitativo, que enfatizaba el volumen de los edificios, partiendo bre la base de evidencia superficial, prescindiendo de información
de la premisa de que este reflejaba de manera directa la escala del contextual proveniente de excavaciones.
proceso constructivo y, de manera indirecta, la capacidad de con Un aporte alternativo para la caracterización de la arquitectura
vocatoria o control de los líderes o élites responsables de conducir ceremonial temprana puede darse si partimos de una evaluación
la construcción. Se requería, en este caso, de técnicas de medi de las implicaciones de las funciones propias de este tipo de edi
ción de los volúmenes arquitectónicos y, en aproximaciones más ficios. Entendemos por implicaciones los factores derivados de la
sofisticadas, de los elementos constructivos y sus requerimientos creación de un espacio destinado a acoger actividades rituales,
técnicos. como son el número y naturaleza de los participantes, la forma de
Los enfoques aquí mencionados han contribuido significati acceder a los espacios, las posibles distribuciones en el interior
vamente al conocimiento del fenómeno arquitectónico en los An de los espacios y las instalaciones internas. Además, en tanto que
des. Gracias al enfoque tipológico ha sido posible ei registro de se trata de espacios de congregación para actividades específicas
que, a su vez, se convierten en recursos identitarios para quienes
participan de ellas, es importante establecer los posibles tipos de
grupos humanos congregados.
104 I Rafael Vega-Centeno Sara-Lafosse
Al respecto de esto último, es común la consideración de tres
categorías o escalas de grupos humanos: familia, comunidad y
región. Las unidades familiares corresponden a aquellos grupos 3 / El. periodo Arcaico Tardío en perspectiva regional | 105

relacionados por vínculos de parentesco que, en términos con-


ductuales, suelen constituir una a más unidades domésticas nu formales antes mencionados. En La Gaigada, tal como en Kotosh,
cleares. Las unidades comunales corresponden a aquellos grupos existen dos montículos que contienen los recintos (en este caso,
de alcance local que articulan a varios grupos familiares en una solo en la cima) y, por otro lado, se trata de un sitio que coexiste
dinámica de interacción cotidiana. Finalmente, las unidades regio con otros que también cuentan con arquitectura pública asignable
nales corresponden a sistemas que integran varias comunidades a ocupaciones precerámicas (Grieder et ál. 1988).
dentro de un ámbito territorial de mayor espectro. Ambos casos, emblemáticos de la llamada tradición Mito, su
Así, esperamos poder definir edificios rituales familiares, co gieren escenarios regionales donde coexisten asentamientos con
munales o regionales. Es importante mencionar que ninguna de edificios ceremoniales equivalentes en escala o complejidad, he
estas categorías corresponde necesariamente a algún “tipo” de so cho que insinúa la existencia de unidades sociopolíticas autóno
ciedad o “sistema sociopolítico”. La articulación de estos edificios mas unas de otras. Este escenario corresponde a la existencia de
y sus características es, justamente, lo que debe contribuir a definir espacios ceremoniales con un rango de congregación local (v. g.,
empíricamente el tipo de formación social que las ha construido. el asentamiento y sus alrededores), que se puede relacionar con
A partir de estos parámetros, pasaremos a revisar las carac entidades comunales. Es sugerente, por otro lado, que en ambos
terísticas de los centros ceremoniales del periodo Arcaico Tardío. casos, los asentamientos incorporen dos espacios que, si bien son
Vamos a centrarnos en algunos casos emblemáticos para ensayar equivalentes en patrones de construcción y diseño, difieren en el
una caracterización. volumen final, sugiriendo un ordenamiento espacial con princi
En primer lugar, merece la pena discutir las evidencias del sitio pios de dualidad asimétrica. Por otro lado, en el interior de estos
de Kotosh. Kotoshes conocido por los recintos ceremoniales regis espacios, encontramos una subdivisión en unidades arquitectóni
trados en la fase Mito de este sitio (Izumi y Terada 1972: 129-166), cas menores, de acceso autónomo y función homologa (los recin
que Elizabeth Bonnier (1988) caracterizó como recintos con piso tos ceremoniales), susceptibles de considerarse como espacios
a desnivel y fogón central. En Kotosh, estos recintos fueron cons rituales de grupos familiares (clanes, linajes, etc.).
truidos sobre una plataforma escalonada que los contenía en sus Nos encontraríamos, por lo tanto, ante edificios que revelan
diferentes niveles. Burger (1993: 66-70) ha sugerido que podrían actividades rituales que involucran a los grupos humanos que
haber coexistido hasta 25 de estos espacios en el sitio. Por otro componen una comunidad (v. g., grupos familiares) y que, a su
lado, como se ha mencionado líneas atrás, las investigaciones de vez, han concertado un espacio común que represente a dicha
la Misión Japonesa en el valle del Huallaga permitieron registrar entidad. Puede, por otro lado, explorarse la posibilidad de que
estructuras semejantes en los sitios de Wayra Jirka y Shillacoto existan desigualdades (en recursos o poder) entre estos grupos a
(Izumi 1971), existiendo la posibilidad de que otros asentamientos partir de la escala, calidad constructiva y ubicación de los recintos
homólogos estén aún por identificarse en este valle. dentro del espacio comunal.
El sitio de La Gaigada, en el cañón de Tablachaca, presenta Los recientes estudios en la costa central revelan caracterís
significativas semejanzas con Kotosh, más allá de los aspectos ticas semejantes para el periodo Arcaico Tardío. Como se ha se
ñalado, a las evidencias del conocido sitio de El Paraíso, se han
sumado ahora las de Buenavista y Pampa de los Perros, en el valle
medio y bajo del río Chillón, sugiriendo una distribución de asen
tamientos semejante a las consideradas para el Alto Huallaga o el
106 | Rafael Vega-Centeno Sara-Lafosse
3 / El periodo Arcaico Tardío en perspectiva regional | 107

cañón de Tablachaca. Por otro lado, las estructuras registradas en


alcance comunal compartiendo el valle y que, en su interior, alber gan
estos sitios presentan rasgos que hay que tomar en cuenta.
espacios para grupos de base, razonablemente considerados como
En el caso de El Paraíso, se cuenta con un registro completo
grupos familiares. Se trata, por lo tanto, de una situación homologa a la
de la organización espacial de la unidad 1, analizada por Jeffrey
del Alto Huallaga o de Tablachaca, si bien en térmi nos formales, son
Quilter, quien concluye que esta se compone en su cima de al
estructuras que revelan identidades regionales particulares.
menos seis estructuras compuestas, por lo general, de dos recin tos
Si comparamos esta situación con la de la costa norcentral
articulados. La forma, disposición de accesos y tamaño de los recintos
(valles de Fortaleza, Pativilca, Supe y Huaura), encontramos con trastes
pueden variar, existiendo sin embargo un patrón relativa mente común
de otra naturaleza. Es importante resaltar que por mucho tiempo se
de escala y diseño. Quilter (1985) encontró estruc turas semejantes
consideró que en esta región existía un patrón de mon tículos-plataforma
en la unidad IV, quedando abierta la posibilidad de un número
asociados con plazas circulares hundidas. Esta definición se basaba,
considerable de estas en todo el sitio.
como mencionamos antes, en registros su perficiales (Williams 1980).
Los trabajos recientes del equipo de Benfer y Ludeña (2005)
Las excavaciones llevadas a cabo en los últimos años han
en el sitio de Buenavista han permitido el registro de por lo me nos
permitido definir un patrón arquitectónico más preciso.
tres estructuras rituales que, como en el caso de El Paraíso, se
Puede comenzarse por la descripción de la estructura exca vada
componen de dos recintos articulados, si bien en este caso pueden
en el sitio de Cerro Lampay (Vega-Centeno 2005), en el valle de
encontrarse elementos figurativos impresionantes, como frisos y
Fortaleza. Se trata de una estructura compuesta por un recin to
modelados de barro. Por último, César Cornejo (2012) ha reportado la
posterior y una antesala. El primero es de unos 45 m 2 de área, mientras
existencia de un montículo plataforma en el sitio de Pampa de los
que la antesala tiene unos 144 m 2. Un detalle significativo de esta
Perros, en cuya primera terraza encontramos, una vez más, una serie
estructura es que, además del acceso frontal y el que co necta a
de estructuras de dos recintos. En la secuencia registrada por Cornejo
ambos espacios, existen accesos laterales simétricamente dispuestos,
(2012), en Pampa de los Perros puede con templarse una ocupación inicial
además de un acceso posterior. En un segundo mo mento, se adosó
con la presencia de los recintos rectangulares subdivididos, construidos a
otra estructura que replica a la primera, aunque en menor escala
nivel. Posteriormente, se construye una estructura de por lo menos dos
(figura 3.3).
plataformas. Si bien no se ha excavado en la cima de esta estructura, en
Los trabajos llevados a cabo en sitios como Caral o Chupaci-
la plataforma intermedia se registraron alrededor de media docena de
garro, en el vecino valle de Supe, permiten enriquecer significa tivamente
recintos, varios de los cuales contaban con la subdivisión interna. Se
la información sobre este tipo de edificios. En primer lugar, revelan
trata, como en el caso de El Paraíso y de Buenavista, de estructuras
que los recintos-antesala, definidos por Shady como salones
con áreas no mayores de 25 m 2 y, como en los otros casos, es pro
ceremoniales, suelen contar con un fogón ubicado en el eje
bable que los complejos alberguen un importante número de las
central, cerca del ingreso delantero. El piso de los mismos, además,
mismas.
suele presentar banquetas ubicadas hacia la parte poste rior (Shady
Puede considerarse, a partir de estos registros, que el valle
2006). En segundo lugar, queda claro que sobre la base de este
del Chillón muestra la constitución de un patrón de estructuras
patrón formal, se han construido estructuras de mayor complejidad
rituales donde recintos de pequeña o mediana escala se articu lan
espacial, con una sucesión de dos o más estructuras
en espacios comunes, formando probablemente centros de
108 | Rafael Vega-Centeno Sara-Lafosse
3 / El periodo Arcaico Tardío en perspectiva regional | 109

y contrasta con el espacio central antes descrito, que articula la


actividad ritual de convocatoria más pública.
Este doble juego, de espacios de convocatoria y espacios res
tringidos, sugiere que estamos ante un tipo de edificio ritual comu nal,
que incluye la participación de las unidades familiares dentro de un
espacio compartido donde habrían también representantes de unidades
familiares hegemónicas que conducirían las actividades rituales y que,
en un proceso de diferenciación creciente, contarían con espacios
rituales exclusivos. Llama la atención que, como parte de este manejo
de la escena ritual, surjan espacios arquitectónicos de organización
dual, sugiriendo la organización en mitades de las entidades comunales en
cuestión (Vega-Centeno 2005).
Figura 3.3. Reconstrucción isométrica del conjunto arquitectónico de Cerro Lampay. Desde esta perspectiva, centros de gran escala, como Caral, Miraya,
Lurinhuasi, San José o Caballete, pueden ser entendidos como
complejos arquitectónicos donde se estarían congregando y
compartirían el espacio estructuras ceremoniales de distintas co
que, por otro lado, suelen dominar la parte central de los grandes
munidades. Otros casos, como Cerro Lampay, Cerro Blanco Norte
montículos-plataforma.
o Cerro Blanco de Supe, sugerirían espacios comunales aislados.
Al respecto, debe considerarse que una diferencia significativa
El alcance regional de cada uno de estos asentamientos y las re laciones
entre las estructuras ceremoniales de esta región y las del Hualla-
(de cooperación, subordinación-dominación, hegemo nía, etc.) entre
ga, Tablachaca o el Chillón es que, en vez de existir un agregado
ellos deberían ser parte de la agenda de futuras investigaciones.
de espacios, la escena ritual dentro de una estructura se reduce a
Las evidencias del valle de Casma son aún escasas en lo que respecta
un solo espacio (o dos) que, por otro lado, introduce un sistema de
a la descripción de diseños arquitectónicos completos. Los casos
accesos más complejo, revelando un sistema de desplazamiento-
registrados en la actualidad (Cerro Sechín, fase I, y Sechín Bajo,
congregación hacia el espacio ritual necesario para regular grupos
primera fase del segundo edificio), corresponderían a una etapa
humanos con mayores variables de estructuración. Es significati
terminal del periodo Arcaico Tardío. Con esta salve dad, es
vo, asimismo, que en algunas estructuras de Caral, como la Pirá
importante mencionar que en ambos casos se cuenta con edificios de
mide Mayor o el Templo del Anfiteatro, existan espacios rituales
mediana escala caracterizados por la existencia de un espacio inicial a
restringidos que consistan en recintos con un fogón central y un
manera de atrio, desde el que se accede a un re cinto central ubicado
solo acceso (Shady y Machacuay 2003, Shady et ál. 2003). Estos
en la parte posterior y a espacios laterales. Es importante indicar que esta
espacios, que recuerdan a los de Kotosh o La Galgada, bien pue
disposición básica será reproducida y elaborada en mayor escala y
den ser entendidos también como espacios rituales para grupos
complejidad en edificios del perio do Formativo Temprano en el
familiares que, en estos casos, constituirían grupos con acceso pri
mismo valle, poniendo en evidencia una significativa continuidad
vilegiado a lugares restringidos. Es por lo tanto probable que este
cultural (Vega-Centeno 1995).
mos ante una manifestación de segregación social que se articula
110 | Rafael Vega-Centeno Sara-Lafosse
distribución en los espacios laterales. Por otro lado, la au sencia de
otros edificios comparables dentro de los mismos sitios sugiere que, una
Comparando con los edificios del valle de Fortaleza, Pativilca vez más, nos encontramos ante espacios de al cance comunal. Es
y Supe, vemos que en Casma también se proponen espacios cen tralizados significativo, asimismo, que en contraste con el énfasis en el
con una clara diferenciación entre ambientes centrales y laterales. volumen y la escala percibido en los edificios de Fortaleza, Pativilca,
Sigue siendo llamativa la recurrencia de un esquema dual de Supe y Huaura, en el caso de Casma, para este periodo, no se cuenta
con grandes montículos plataforma pero, en contraste, existe una 3 / El periodo Arcaico Tardío en perspectiva regional | 111

significativa elaboración de los elementos ornamentales (v. g., frisos,


columnas, etc.). culturales homologas que por un proceso centrífugo de expansión
Esta revisión puede incluir ahora a la región de Lambayeque, a cultural. El desafío de futuras investigaciones es comprender, justa
partir de los trabajos en el sitio de Ventarrón, que han revelado una mente, cómo se fueron articulando estas tradiciones a lo largo de
estructura de carácter ceremonial compuesta por una plataforma los cerca de 1200 años que duró el periodo en cuestión.
escalonada, en cuya cima aparece un solo recinto (Alva 2010). Di versos Por otro lado, puede decirse que durante el periodo Arcaico
elementos, como el uso de contrafuertes para los muros de Tardío la arquitectura ceremonial revela diferentes formas de es
contención o pintura mural compleja, evidencian una tradición cultural tructuración del poder y de estructuración de las relaciones entre
diferenciada de aquellas de más al sur. Por otro lado, la organización linajes dentro de las comunidades andinas. En algunos casos, se
centralizada y unitaria del espacio ritual sugiere una situación homologa a enfatiza aún el espacio autónomo de cada grupo, siendo posible
la de la costa norcentral y el valle de Casma. En este caso, se ha la diferenciación entre estos por la escala, elaboración o ubicación
registrado un recinto cuadrangular singular, ubicado en la cima del de los espacios, mientras que en otros casos existen ya grupos cla
montículo compuesto por al menos tres plataformas. Elementos ramente diferenciados con acceso privilegiado a un nuevo espacio
arquitectónicos subsidiarios se encuen tran al pie de la estructura, ritual comunal, cuyo diseño revela las formas en que la participa
insinuando una mayor complejidad en el diseño. ción de los grupos es uniformizada. En tal sentido, la agenda de los
investigadores debería contemplar no solo la existencia de tradi ciones
A manera de conclusión culturales autónomas, sino la coexistencia de formaciones sociopolíticas
de diversa escala y complejidad dentro del proceso de interacción
Las investigaciones aquí reseñadas han llevado a configurar un antes mencionado. Entender cada región en todas estas dimensiones
estado de la cuestión que sugiere un significativo dinamismo en será el requisito para ampliar nuestros conoci mientos sobre esta época
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110.
4
ESTUDIOS SOBRE EL PERIODO FORMATIVO
EN LOS ANDES CENTRALES

Christian Mesía Montenegro'

E
n su obra Origen y desarrollo de las civilizaciones prehistóricas
andinas, Julio C. Tello desarrolló un modelo evolutivo a partir
de un proceso singular de innovación cultural seguido de varios
procesos de transmisión cultural, muchos de ellos entretejidos,
los cuales originaron híbridos culturales cuyas fuentes presentan
una dificultad de rastreo proporcional a su profundidad cronológi ca.
Este “big bang” cultural, según Tello, fue monocausal y ocurrió en
la floresta tropical, condicionado por particularidades geográ ficas —
siguiendo un clásico y vigente determinismo ambiental— que
originaron prácticas horticultoras y/o agrícolas, con un fuerte énfasis en
el cultivo de la yuca. Esta idea fue luego adoptada por Lathrap para
explicar los procesos sociales del Formativo en los Andes centrales y
septentrionales.
De acuerdo con Tello, el primer proceso de transmisión cultu ral
ocurrió cuando las gentes de la floresta entraron en contacto con
las de la sierra norcentral (callejón de Conchucos o valle del

1. Universidad San Ignacio de Loyola. Correo-e: <christian.mesia@gmail.


com>.
124 ' Chrlstian Mesía Montenegro río Tungurahua), originándose la “primera civilización andina”, que
sería parte de la “primera época” o “Imperio megalítico” propuesta
por los cronistas Guamán Poma de Ayala y fray aplicación de dataciones absolutas
Buenaventura de Salinas y Córdoba. Similar al proceso de
expansión del “big bang”, las formas culturales se
agruparon a partir de un punto común, dándose lo que se
viene a conocer en la actualidad como culturas arqueológicas
del periodo Formativo: las culturas paracas, pucará,
cupisnique, kotosh, etc. Siguiendo este esquema, el periodo
Forma tivo se define como el escenario donde surgió la
civilización a partir de un punto específico de alta
densidad cultural, cuya explosión ori ginó que se formasen
las civilizaciones prehistóricas andinas. Sien do
consciente de que las ideas de Tello son mucho más
complejas que lo que expongo aquí, considero importante
empezar este texto con la siguiente pregunta: ¿realmente
hubo un “big bang” cultural en el periodo Formativo?
Para responderla, tomaré los puntos de referencia que
definen la hipótesis de Tello y los examinaré consi derando
los conocimientos que tenemos sobre el periodo.

Ei concepto de Formativo en la prehistoria andina

En 1919, Julio C. Tello visitó por vez primera el sitio de


Chavín de Huántar, manifestando su asombro por la
monumentalidad y com plejidad de su arte lítico (Tello
1929). Tello argumentó que este centro ceremonial era
preinca, propio de la “edad megalítica” di rectamente
relacionada con la primera de las cuatro etapas de la
historia andina propuestas por Guamán Poma de Ayala y fray
Bue naventura de Salinas y Córdoba en el siglo XVII (tabla
4.1). Tello calculó la duración de cada época en años
calendarios, basándose en estas dos crónicas (Tello 1929:
19), y planteó cuatro etapas para la prehistoria andina,
estando la primera equiparada con Chavín de Huántar
(Tello 1929, 1942).
Desde el trabajo de Tello, el análisis cronológico de la
prehis toria andina ha avanzado de manera notable,
mediante el per feccionamiento del estudio estilístico de
materiales asociados a columnas estratigráficas o la
4 / Estudios sobre el período Formativo en los dose una sociedad “orientada hacia el complejo sacerdote-
Andes centrales | 125
templo, evidenciado en montículos y asentamientos
dispersos” (Steward 1948:103). Evidentemente, cuando se
(radiocarbono y luminiscencia estimulada definió el Formativo, no se te nía mayor referencia de los
ópticamente-OSL, por sus siglas en inglés) complejos arquitectónicos del periodo Arcaico Tardío
(Feathers et ál. 2008, Kembei y Hass 2013, Rick (Haas et ál. 2004, Shady et ál. 2001). Una alternativa a
et ál. 2009). este término fue planteada por John Rowe, quien en
1962 sugirió el uso de los conceptos de periodo Inicial y
Tabla 4.1
Horizonte Temprano (Rowe 1962). Su propuesta se
Cuadro cronológico de la historia prehispánica de
acuerdo con Guamán Poma y fray Buenaventura de enmarcaba en una nueva estructura cronológica basada en
Salinas y Córdoba una secuencia obtenida en Ocucaje (lea). De acuerdo
con Rowe, el periodo Inicial comenzó con la aparición
Guamán Poma Buenaventura de la cerámica en el registro arqueológico del valle de lea,
de Salinas
exten diéndose hasta la llegada de la influencia Chavín al
Auca Runa 1000 ANE 0
mismo. Esta influencia daba inicio al Horizonte
Purun Runa 2100 ANE 1000 ANE
Temprano, que discurría hasta el uso de la decoración
Wari Runa 3400 ANE 1500 ANE
polícroma poscocción en el mismo valle. Existen tres
Wari ^Viracocha Runa 4200 ANE 2500ANE
criterios diferentes en esta segregación: material (cerá
mica), estilístico (estilo Chavín) y tecnológico (decoración
El uso del término Formativo para definir
poscoc ción). En otras palabras, la segregación cronológica
esta época se inició a mediados del siglo XX
se establecía a partir de elementos tecnológicos y
(Steward 1948, Strong y Evans 1952), planteán
estilísticos (Kaulicke 1994).
126 | Christian Mesía Montenegro Por eso, el término Formativo es ampliamente aceptado y
uti lizado en la arqueología andina, y la gran mayoría de
El uso de este esquema cronológico se complicó hace arqueólogos que investigan el espacio temporal
unos 30 años, con la adición del término “Horizonte Chavín” comprendido entre los 1800 y los 200 ANE se sienten
propuesto por Richard Burger, quien señaló que “El estilo del cómodos con él (Kaulicke 1994, Kaulicke 2010, Lumbreras
Horizonte Chavín se inició probablemente durante las 1989). Por ello, también, se lo empleará en el pre sente
épocas finales del Periodo Inicial y continuó durante las trabajo.
primeras cinco o seis épocas del Horizonte Temprano si El periodo Formativo en los Andes centrales comprende
seguimos la secuencia de Ocucaje” (Burger 1992: 54). Utilizar apro
simultáneamente los términos Horizonte Temprano y Hori
zonte Chavín es algo problemático, considerando que el
Horizonte Temprano se define sobre la base de una poco
clara secuencia maestra, y que el Chavín se construye
apoyado en lecturas erró neas de fechados radiocarbónicos
y en estratigrafías contradicto rias, como se explicará más
adelante.
4 / Estudios sobre el periodo Formativo en los Andes Formativo
centrales | 127

Años (ANE) Periodo Definición Estilos cerámicos


Gordon 1998, Morales 1993, Rosas 1970). Las cerámicas más 500-0 Formativo Estilos cerámicos ¿Janabarroide Tardío?
tem pranas aparecen en el sitio de Pandanche Final poschavín
(Kaulicke 1975, 1994)
Blanc
—con un material semejante al de la costa ecuatoriana, o
como el de los sitios de Valdivia y Machalilla (Burger 1992) sobre
—, Toril (Burger y Salazar 1985), Kotosh (Izumi y Sono Rojo
Whit
1963), Yarinacocha (Lathrap 1960b), Chira Villa (Lanning e-on-
1953), Ancón (Rosas 1970), La Pampa (Terada 1979) y La Red
Florida (Patterson 1985). 900-500 Formativo Fase Blanco y Negro
Janabarroide, Cupisni- Tardío en
Tabla 4.2 Chavín de Huán que Transitorio
Esquema cronológico general propuesto para el ; ’ •’ •*í '- tar, y los estilos cerá ■
micos janabarroides.
ximadamente 1600 años, pero dada la variabilidad 1200-900 Prearquitectura Kotosh-Kotosh,
Blanco y Uraba- rroide,
existente en el registro arqueológico y los cambios ocurridos Negro en
For Idolo, Cupisni- que
en este lapso de tiempo, es necesario dividirlo en etapas. Por mati Chavín de
ello, propongo una vo Huántar
Med
io
división cronológica basada en los trabajos de Kaulicke y 1800-1200 Prechavín Pandanche A,
Lumbre ras (Kaulicke 1994, 2010; Lumbreras 1989) (tabla Kotosh
4.2). El Formativo es un periodo de gran complejidad y es Formativo Wairajirka,
Temprano Chira, Hal
sencillamente muy difícil resumirlo en unas cuantas páginas, das, Sechín
por lo que centrar la discusión
en Chavín de Huántar servirá de modelo adecuado para Es en este punto cuando es posible efectuar una
investigar el rol de los centros ceremoniales durante el segregación entre procesos de innovación y de transmisión
Formativo, especial mente para los subperiodos Medio y cultural. Al parecer, existieron diversos focos de innovación
Tardío. cultural expresados en ma teriales cerámicos crudos y
rudimentarios, en donde se encuentran complejos con un
El Formativo Temprano (1800-1200 ANE) número reducido de formas y una decoración sim ple, como
Guañape, Ancón, Toril, La Pampa y Chira. Por otro lado,
El marcador cronológico para el inicio del periodo podríamos hablar de transmisión cultural al referirnos a los
Formativo ha sido la introducción y/o invención de comple jos cerámicos de sitios como Pandanche, Tutishcainyo
artefactos cerámicos y de me tal, así como de textiles tejidos y Kotosh, que presentan formas complejas y decoraciones
con telar (Bonavia 1991, Burger y elaboradas sin una fase

128 | Christian Mesía Montenegro previa de experimentación tecnológica, lo cual indicaría que
esta tec nología fue traída de otros lares y podría damos luces rectangulares también se encuentran en la costa
sobre contactos regionales. Siguiendo esta línea de
pensamiento, Lathrap sugirió que alrededor de los 2000 ANE,
gentes de la cuenca del río Ucayali tuvieron contactos con la
cuenca del río Huallaga, encontrándose fragmentos cerámicos
con decoraciones muy similares (Tutishcainyo Temprano
en Yarinacoha y Kotosh Wairajirca en Huánuco). Del mismo
modo, la cerámica temprana de Yarinacocha tiene elementos
que la acercan a la de la floresta tropical colombiana (Lathrap
1960a, 1970), lo cual a su vez explicaría las formas y
decoraciones de esta cerámica en particular. En el caso de la
sierra norte de los Andes centrales, las cerámicas de
Pacopampa y Huacaloma muestran similitudes con la de
Pandanche Temprano, que está a su vez emparentada con
las de Valdivia y Machalilla, como ya se mencionó.
En cuanto a la arquitectura monumental, está presente en
los Andes centrales al menos un milenio antes que la
cerámica, desde el periodo Arcaico Tardío (3000-1800 ANE),
cuando extensos cen tros ceremoniales formaron parte del
paisaje cultural de los valles costeños, con una fuerte
concentración en lo que se ha venido a llamar últimamente
la civilización Caral o Norte Chico (Haas et ál. 2004; Hass y
Creamer 2004, 2006; Shady 1997, 2004; Shady et ál.
2001; Shady y Leyva 2003; Vega-Centeno 2007; Williams
1980), y en menor escala, en la sierra (Bonnier 1983,1997;
Burger y Salazar 1980, 1985; Izumi y Sono 1963). En la
costa, los siguientes elemen tos arquitectónicos fueron las
unidades básicas de construcción: plataformas, montículos y
plazas circulares (Williams 1980), mien tras que en la sierra,
los edificios rectangulares con fogones cen trales fueron los
más comunes. Estos edificios eran relativamente pequeños,
pero debido a que se los cubría constantemente para erigir
nuevas construcciones encima, forman montículos de
has ta 12 metros de altura (Izumi y Sono 1963). Este tipo
de edificio ha dado origen a la llamada tradición
arquitectónica Mito (TAM) (Bonnier 1997), y fue parte de lo
que Burger denominó tradición religiosa Kotosh (TRK)
(Burger y Salazar 1985, Contreras 2010). Es tas estructuras
4 / Estudios sobre el periodo Formativo en los Andes la plaza y/o estucar y decorar la fachada de los edificios
centrales | 129
(Patter- son 1985). San Jacinto es cuatro veces más grande
que La Florida y habría requerido 2 millones de metros cúbicos
central, habiéndose reportado ejemplos en el valle de de material para tan solo nivelar la plaza de 30 hectáreas
Supe y en la costa de Áncash (Pozorski y Pozorski 1987, (Burger 1992).
Shady y Leyva 2003). En el valle de Lurín, los complejos con planta en U se
Durante el Formativo Temprano, las unidades presen tan en pares cercanamente dispuestos: La
arquitectónicas básicas del Arcaico Tardío fueron reagrupadas, Candela, Buenavista; Mina Perdida, Parka; Cardal; Piedra
originando nuevos patrones arquitectónicos. En la costa Liza, Anchucaya (Mesía 2000). En el valle del Rímac, hubo
central, la tradición arqui tectónica de planta en U dominó el al parecer preferencia por disponerlos en la ribera norte del
paisaje de los valles de Lurín, Rímac, Chillón, Garagay y río, más espaciados que en el valle de Lurín (Silva y García
Chancay (Burger y Salazar-Burger 1991, Ravines e Isbell 1997). Esta tradición persistió durante el Formativo Medio,
1975, Silva y García 1997, Williams 1980). Esta arqui tectura cuando diseños iconográficos similares a los encontrados
se caracterizó por un montículo central flanqueado por dos en los ceramios en Chavín de Huántar adornaban las fachadas
plataformas alargadas, las que a su vez cercaban una plaza del montículo central (Mesía 2007).
cua dranglar; en algunos casos se ubicó un pequeño En el valle de Casma se han registrados edificios con
vestíbulo frente al montículo. Adicionalmente, plazas patrones di ferentes a los de la costa central. Los sitios de
circulares fueron construidas en la plaza cuadrangular o a los Sechín Alto, Taukachi- Konkan y Pampa de las Llamas
lados de las plataformas alargadas (Scheele 1970, Williams comparten un patrón arquitectónico conformado por un axis
1980). Para tener idea del tamaño que al canzaron algunos de longitudinal con un montículo de grandes dimensiones a cada
estos edificios, en La Florida trabajaron 6,7 millones de extremo del mismo, y frente a ellos, platafor mas
personas/día, sin incluir el trabajo necesario para nive lar superpuestas con plazas rectangulares y cuartos rectangulares
130 | Christian Mesía Montenegro compuesto de plata formas interconectadas mediante
escalinatas, una plaza cuadran glar hundida y unidades
interpretados como unidades domésticas (Pozorski y Pozorski rectangulares domésticas dispuestas alrededor del
1998). Existen restos de pintura mural en el valle de Casma; complejo. La cerámica encontrada se asemeja a las de
por ejemplo, Moxeque tuvo frisos de hasta 2,5 metros de Pandanche y Huacaloma Temprano (Kaulicke 1975;
alto, que flanqueaban la escalinata que daba acceso a la Tellenbach 1986, 1996; Terada y Onuki 1982).
escalinata del montículo, repre sentando a personajes vestidos El Formativo Temprano se caracteriza por la continuidad
con túnicas y faldellines, uno de los cuales porta en cada de las prácticas constructivas establecidas durante el
mano una serpiente bicéfala (Tello 1956). El valle de Arcaico Tardío, con un fuerte énfasis en la arquitectura
Casma durante este periodo debió de haber sido similar al monumental con grandes plazas y decoración mural.
valle de Supe durante el Arcaico Tardío, con una concentración Arquitectura pública parece ser el término más adecuado, ya
de grandes centros ceremoniales en un área relativamente que proporcionó un espacio apropiado para ceremo nias
pequeña. religiosas (por el tipo de iconografía usado como decoración
En la costa norte, en el valle medio de Jequetepeque, mural), las cuales sin duda enmascaraban motivos políticos. La
el sitio de Montegrande es uno de los más importantes de na turaleza religiosa de las ceremonias fue un filtro que
este periodo en la sección norte de los Andes centrales. Está englobó los as pectos económicos y políticos de estas
sociedades. Esta tendencia se mantiene durante el Formativo 4 / Estudios sobre el periodo Formativo en los Andes
Medio y Tardío, y prácticamente definió los aspectos centrales | 131

ceremoniales de Chavín de Huántar.


cupisnique. El inicio de este subperiodo deberá definirse
El Formativo Medio (1200-800 ANE) progre sivamente a medida que se cuente con nuevas
dataciones radio- métricas. Durante muchos años,
Tal vez la característica más notoria de esta etapa sea el cupisnique fue reconocido como una manifestación costeña
inicio de la construcción del centro ceremonial de Chavín de Chavín de Huántar. Tello creyó que este desarrollo se
de Huántar, con el consiguiente desarrollo de su produjo a partir de un fenómeno de transmisión cultural
iconografía asociada, así como la edificación de sitios procedente del callejón de Conchucos, que llamó “Chavín
costeños agrupados bajo la etiqueta de costeño” (Tello 1960). Estas ideas fueron puestas en tela de
juicio por Rafael Larco, quien sobre la base de sus
excavaciones en los valles de Cupisnique y Chicama
propuso el término “cupisnique” para los desarrollos
tempranos en Chicama y las áreas inmediatas (Larco 1945).
A diferencia de Tello, Larco (1948) planteaba un de sarrollo
local costeño que luego alcanzó la sierra. Una revisión crí
tica de fechados por radiocarbono (Bischof 1998),
especialmente de los provenientes de Huaca de los Reyes
(Pozorski 1975), indica un desarrollo contemporáneo entre
este sitio y Chavín de Huán tar. Estudios adicionales
realizados en la arquitectura de Huaca de los Reyes por
Conklin muestran la presencia de ocho fases ar quitectónicas
—cada una con decoración mural—, en lugar de las dos
propuestas por Pozorski (Conklin 1985). Huaca de los
Reyes es parte del complejo de Caballo Muerto, el cual
presenta siete si tios adicionales (Pozorski 1975) y, al
parecer, fue el sitio cupisnique por excelencia. Según Elera,
fue “uno de los principales centros intra regionales o el
centro principal Cupisnique. Es probable que este sitio
represente una centralización inicial de la cultura clásica
Cupisnique bajo una jerarquía religiosa o autoridad. Tal vez
este patrón haya sido común en los valles adyacentes” (Elera
1998: 276)
Otros ejemplos importantes de arquitectura cupisnique
son los de los sitios de Poro Poro, Purulen, Limoncarro,
Huaca Lucía, Huaca Gallo y Huaca Partida (Alva 1988a,
1988b; Barreto 1984; Shimada, Ele ra y Shimada 1983;
Zoubek 1997). En general, estos centros ceremo niales fueron tectura de la costa norte (Burger 1992). Esta tradición
construidos sobre plataformas bajas, con escalinatas centrales arquitectónica pudo haber estado restringida a la costa norte,
conducentes a cuartos rectangulares, en las que se pue den en donde los centros
apreciar columnas, que son elementos distintivos de la arqui
132 | Christian Mesía Montenegro Huaca Prieta y Huaca de los Reyes, que se correlacionan con un
abandono repentino de estos sitios. Bird reconoce los problemas
compartieron una serie de elementos culturales, manteniendo intrínsecos de los fechados por radiocarbono en este periodo,
su independencia política al estilo peer polity (Renfrew 1986). algo que también admiten otros autores (León 2006, Mesía
Elera su giere que durante el desarrollo inicial de cupisnique, 2007, Rick et ál. 2009). De acuerdo con Nials y sus colegas
las poblaciones alrededor de los centros ceremoniales (1979 a y b), este fenómeno ocurrió alrededor de los 500
probablemente conformaron grupos políticamente autónomos ANE, por lo que no existe un consenso sobre la fecha.
(Elera 1998). En tanto la compleji dad se iba acrecentando,
hacia finales del Formativo Medio, el área estuvo poblada por
pequeñas pero prósperas unidades políticas.
El fin de cupisnique no es nada claro, aunque Elera y otros
su gieren que pudo deberse a un fuerte fenómeno de El
Niño (Elera 1998, Bird 1987, Inokuchi 1998, Onuki 2001).
Tal como señala Ele ra, “En la secuencia Cupisnique existe
un una continuidad cultural muy clara desde el Precerámico
Tardío [Arcaico Tardío] hasta el Formativo Medio, la cual
finaliza abruptamente como resultado de una catástrofe
natural que forzó el abandono de los asentamientos costeños”
(Elera 1998: 257). En los sitios de Huaca Negra, Huaca
Prieta, Puemape y otros del valle de Moche, existe evidencia
de un abandono asociado a la falta de moluscos en el
registro arqueo lógico. Desde el Arcaico Tardío hasta el
Formativo Medio, las po blaciones costeras buscaron
especies cuyo hábitat estaba en las aguas frías de la
corriente de Humboldt, lo cual según Elera y Mc- Bird, se
refleja en el registro arqueológico (Bird 1987, Elera 1998).
Estas especies incluyeron peces, aves y mamíferos marinos,
por lo que su desaparición del registro arqueológico ha sido
interpretada como evidencia de un fenómeno de El Niño: “una
de las conse cuencias de este desastre natural es la
desaparición casi entera de moluscos adaptados a las frías
aguas peruanas” (Elera 1998: 274). Bird (1987) propone
una fecha de 800 ANE para este hecho, basán dose en
fechados por radiocarbono provenientes de Las Haldas,
4 / Estudios sobre el periodo Formativo en los Andes la tradición de los complejos con planta en U se mantiene,
centrales | 133
ampliándose los existentes y construyéndose nuevos.
Entre los que se edifican en esta época están Cardal y
Actualmente, es común referirse a los materiales Manchay Bajo, en el valle de Lurín (Burger y Gordon
del Forma tivo Medio procedentes de los valles 1998). El sitio de Cardal presenta al menos tres atrios
comprendidos entre Virú y Moche como cupisnique. Las superpuestos en el montículo central, el más tardío
poblaciones de estos valles com partieron un conjunto de severa mente dañado, mientras que el más temprano no
elementos materiales limitados a esta sección, como las ha sido excava do. Las excavaciones en el atrio medio
botellas de asa estribo que aparecen por vez primera en revelaron impresionantes frisos modelados flanqueando
la costa alrededor de los 1500 ANE (Elera 1998), y que el acceso al atrio, que representa ban “una boca
probablemente llegaron a la costa norte procedente del alargada con dientes triangulares entrecruzados y masivos
oriente ecuatoriano, de acuerdo con los hallazgos en Santa colmillos superiores” (Burger y Salazar-Burger 1991: 283).
Ana-La Florida fechados en 2500 ANE (Valdez 2008). A Esta iconografía es semejante a la de las bocas grabadas en
pesar de que la compren sión de los fenómenos sociales las secciones centrales de los animales míticos
ocurridos en la costa norte es aún limitada, puede decirse representados en el Obelisco Tello, e incluso a la de las
que alrededor de los 1200 ANE esta región se convirtió bocas felínicas que figuran en los amarus de la cerámica
en el foco de un conjunto de materiales característicos de estilo dragoniano hallada en la ga lería de las
de esta zona, que son conocidos como cupisnique en ofrendas en Chavín de Huántar. Burger sugiere que el
términos generales, algo similar a lo que sucede en el resto atrio medio, y consecuentemente su decoración asociada,
de los Andes centrales con el término janabarriu, que podría haberse completado alrededor de los 970 ANE
hasta la fecha no se en cuentra coherente ni claramente (Burger y Salazar- Burger 1991). Esta fecha es
definido. ligeramente contemporánea a la de los inicios de la
Paralelamente a lo cupisnique, en la costa central fase arquitectónica Blanco y Negro en Chavín de
134 | Christian Mesía Montenegro equipo del Museo Nacio nal de Arqueología, y el
inmediatamente inferior lo fue por Ravines e Isbell. Estas
Huántar (Kembel 2001, Rick 2008), y a la aparición de excavaciones revelaron un conjunto de frisos polí cromos
cerámica janabarroide en los Andes centrales (Mesía 2007, modelados sobre sus muros, semejantes a los amarus ya
Rick et ál. 2009). mencionados de la cerámica “dragoniana” de Chavín de
Cardal no es el único complejo con planta en U que Huántar (Lumbreras 1989, 1993). Se observan rostros
muestra una iconografía relacionada con la de Chavín de antropomorfos con bocas felínicas y tres colmillos,
Huántar en sus fachadas. Garagay se encuentra en el valle separados por paneles geométri cos. Es interesante
bajo del río Rímac y fue excavado por primera vez en 1959 mencionar que, según Lumbreras, el amaru de tres
por un equipo del Museo Na cional de Arqueología colmillos es una versión femenina del Dragón Chavín de
liderado por Manuel de Ontaneda y Aquiles Ralli, y luego Tello (Lumbreras 1993, Tello 1942). Por consiguiente, la
por Isbell y Ravines en 1974 (Ravines e Isbell 1975). El relación entre los complejos con planta en II y Chavín
montículo central tenía una altura de 23 metros, mientras de Huántar podría ser más compleja e intensa que la
que los brazos de la U medían seis y nueve metros cada planteada por Burger y Ravines, quienes los identificaron
uno. El atrio tardío fue excavado parcialmente por el como sitios prechavín (Burger 1981, Bur ger 1992,
Ravines et ál. 1982, Ravines e Isbell 1975). La cerámica 4 / Estudios sobre el periodo Formativo en los Andes
de Garagay ha sido clasificada en seis alfares, dos de ellos centrales | 135

—de acuerdo con Ravines— relacionados con la difusión


del “estilo Chavín” o cerámica janabarroide, están relacionadas con las fases cerámicas del Formativo
caracterizada por la presencia de rocker stamping y Tempra no, como Curayacu A (Lanning 1953, Ravines et ál.
círculos impresos con puntos centrales, en contrados en un 1982), y con las fases La Florida y Hacha en Ancón (Rosas
relleno constructivo datado mediante radiocar- bono en 1970). Lo que se obser va en Garagay coincide con lo
780 ANE (Ravines et ál. 1982). Esta fecha calibrada en un que sucedió en Ancón, en donde la cerámica local fue
rango de dos sigmas nos da un parámetro de 1132-761 reemplazada por cerámica janabarroide, o como Rosas la
ANE. Ravi nes reporta otros tres fechados de radiocarbono, llama, “chavinoide” (1970). Desafortunadamente, Ravines
pero no da luces sobre su procedencia y/o asociaciones no ha indicado qué alfares estuvieron asociados con los
cerámicas, por lo que no son de mucha utilidad, más allá frisos dragonianos. Sin embargo, dada su gran similitud
de indicar que provienen del For- mativo Temprano. Las iconográ fica con la cerámica dragoniana de Chavín de
primeras dos fases cerámicas de Garagay Huántar, se puede sugerir su contemporaneidad con la fase
arquitectónica Blanco y Negro del sitio. Lumbreras también
ha planteado la contempora neidad entre Garagay y
Chavín, indicando que al menos existieron juntos durante la
colocación de ofrendas en la galería de las ofren das
(Lumbreras 1989, 1993).
La tradición de complejos con planta en U continúa en la
costa central durante el Formativo Medio, asociada a
iconografía relacio nada, similar o derivada de Chavín de
Huántar, y en algunos casos, como en Garagay,
extendiéndose hacia el Formativo Tardío, vincu lada a
cerámica “janabarroide”.
En la sierra norte de los Andes centrales la situación
es un tan to diferente. Existe arquitectura monumental en
sitios como Paco- pampa, Kuntur Wasi y Huacaloma, la
cual no es masiva en cuanto al volumen, como ocurre en
los sitios de la costa o incluso en Chavín de Huántar,
pero se observa una gran inversión en energía, especialmente
en el trabajo en roca cortada y pulida. Por ejem plo,
durante el Formativo Medio, el sitio de Kuntur Wasi
consistió en dos plataformas rectangulares con una
plataforma rectangular hundida construida sobre terreno
estéril (Onuki 1995). La cerámi ca asociada a estas
estructuras es muy similar a aquellas de la fase Huaca Loma
Tardío en Huaca Loma y Pacopampa 1 en Pacopampa
(Inokuchi 1998, Seki 1998, Seki et ál. 2006), y se deriva de plataforma como componente arqui tectónico del Formativo
estilos procedentes del Formativo Temprano. En Medio (Seki et ál. 2006). La arquitectura y cerámica
Pacopampa la situación es similar, con tan solo una permanecen casi invariables durante este periodo, la
136 | Christían Mesía Montenegro 4 / Estudios sobre el periodo Formativo en los Andes
centrales | 137

periodo, la cerámica continua presentando estrechas


relaciones con la del Formativo ecuatoriano, y la
arquitectura se muestra es table, sin mayores cambios. Esta
situación cambia drásticamente durante el Formativo
Tardío, en donde se dan transformaciones severas en 0
I—I 1—J—UJ
5cm

diseño arquitectónico y cerámica debido a la introduc


ción de elementos Cupisnique y Chavín.

a 3<n

El Formativo Tardío (800-500 ANE)

El Formativo Tardío se relaciona con la fase 046 OT1 03 era

arquitectónica Blan co y Negro de Chavín de Huántar y con


la aparición de cerámica “janabarroide” en los Andes D 5cm

centrales (figura 4.1). De acuerdo con Richard Burger 0 5«n


0
LU—W—UJ
5cm

(1993), esta cerámica representa un periodo en el


cual el centro ceremonial alcanzó su máximo última fase cerámica de Chavín de Huántar, indicando que
desarrollo, rodea do por una “protociudad” de 42 hectáreas “los materiales Janabarriu son una mayoría en nuestra
de superficie. Siguiendo con lo planteado por Burger, el muestra excavada. La ri queza de la muestra nos
centro ceremonial alcanzó tal ni vel de prestigio durante proporciona una visión comparativamen te completa de un
esos años que gentes de diversas regiones acudieron a inventario grande de formas y decoración, que empequeñece a
él, depositando ofrendas, transportando las dos fases anteriores [Urabarriu y Chakinani] en cuanto a
materiales (o ideas) hacia y desde Chavín. variedad” (Burger 1993).
Esta perspectiva podría explicar la presencia de
materiales janabarroides en Cajamarca, Paracas, Ayacucho,
Lima, etc. (Burger 1992). Como se ha indicado en la sec
ción anterior, la construcción del centro ceremonial se
habría ini ciado durante el Formativo Medio (Kembel 2001,
Kembel y Hass 2013, Rick 2005, Rick et ál. 2009), pero su
apogeo y subsecuente declive se dieron durante el
Formativo Tardío (Kembel 2001, Kem bel y Hass 2013,
Rick et ál. 2009). La fase arquitectónica Blanco y Negro
puede ser en realidad equiparada con la fase ceramográfica
Janabarriu de Burger. Burger definió a Janabarriu como la
descartadas por ser “demasiado tempranas” para el autor.
Figura 4.1. Cerámica janabarroide procedente del sector Wacheqsa de Chavín de
Huántar. ISGS-506 también fue rechazada. “El resultado del fechado
fue de 2520+100 años radiocarbónicos: 570 ANE para la
muestra de carbón, lo cual entra en conflicto con la
Esta fase fue registrada en cinco unidades de
estratigrafía de la exca vación de la cual fue tomada y se
excavación, de las cuales solo una fue datada mediante
contrapone con el estimado de la fase Janabarriu” (Burger
radiocarbono: la unidad DI, localizada a 100 metros al
1981: 596). La fecha ISGS-506 resultó más temprana que
sur del centro ceremonial. Esta fe cha, ISGS-506,
las muestras tomadas de los niveles asignados como
proviene de un relleno sobre la superficie de un piso
Chakinani. No solamente se rechazó UCR-748 y UCR-
asociado a un muro, el cual es cubierto por una plataforma
747, sino también ISGS-506. La pregunta inmediata es
que contiene cerámica catalogada por Burger como
cómo se fechó esta fase: a través del uso de las fechas
Janabarriu. So bre esta plataforma se colocó una ofrenda
Chakinani y un fechado de la fase inmediata poschavín
de cuy y mullu. Existen otras dos fechas, UCR-748 y
(Huaraz), a fin de crear los límites
UCR-747, tomadas de las unidades D2 y El, que fueron
138 | Christian Mesía Montenegro 65-2. En cuanto a los elementos cerámicos, esta fase se
caracte riza por presentar elementos similares a los que
terminus a quo y terminus ad quem de la fase Janabarriu. El definen a la cerá mica janabarroide en Chavín de Huántar:
límite terminus a quo estaría dado en el final de la fase “Al mismo tiempo que el rocker stamping simple, aparece el
Chakinani, mien tras que el terminus ad quem en el inicio rocker stamping dentado. Los diseños estampados de círculo
de la ocupación Huaraz. El fechado Huaraz fue y punto, círculos concéntricos, for mas en S, y formas en
proporcionado por la muestra GIF-1079, la cual con un anzuelo son muy populares” (Izumi y Sono 1963). La
sigma alcanza el rango de 338 ANE-70 NE, y con dos sigmas, datación de esta fase es problemática, ya que se sobre pone
el de 209 ANE-3 NE (figura 4.2). parcialmente al rango temporal establecido para la fase Ko-
Al observar las fechas absolutas de los sitios de Kotosh, tosh-Kotosh, la cual desafortunadamente presenta sigmas con
La Pam pa, Kuntur Wasi, Garagay y la secuencia relativa de una desviación estándar de hasta 600 años, GaK-150, N-66-a y
Ancón, se pue de notar que los materiales janabarroides N-67-2.
no son tan tardíos como se había sugerido antes, razón Las cerámicas de la fase Kotosh-Kotosh han sido
por la cual lo planteado por Bischof es más que oportuno: relacionadas e incluso identificadas con las cerámicas de la
“El Chavín Tardío, léase Janabarriu, podría haber fase Urabarriu (figu ra 4.3) de Chavín de Huántar, localizadas
finalizado alrededor de los 500 o incluso 600 cal a. C., mucho estratigráficamente bajo depósitos janabarroides (Burger 1993,
antes del siglo III, como fue propuesto por Burger” (Bischof Lumbreras 1993). Se puede argumentar que la superposición
1998: 68). Las implicaciones de una reubicación temporal que se observa en Chavín está representada en el sitio de
de Janabarriu como un fenómeno temprano no solamente Kotosh, con materiales urabarroides
involucran a Chavín de Huántar, sino también al proceso
regional de complejidad so cial del Formativo de los Andes
centrales. Veamos por ejemplo el sitio de Kotosh,
específicamente la fase Kotosh-Chavín, que ha sido datada
sobre la base de dos fechados de radiocarbono, GaK-263 y N-
4 / Estudios sobre el periodo Formativo en los Andes
centrales | 139

debajo de materiales janabarroides. Siguiendo esta línea de


pen samiento, se puede plantear que las cerámicas de la
fase Kotosh-
Chavín son en realidad materiales janabarroides, ya que

[...] mantienen una cercanía con la cerámica de Chavín


de Huán tar y de sitios costeños Chavín. Es cierto que la
fase precedente Kotosh-Kotosh muestra un impacto
“chavinoide”. Sin embargo, observado desde un contexto
más amplio, estamos inclinados a pensar que el tipo
Kotosh bien pulido [el cual forma parte de la fase
Kotosh-Chavín] destaca en toda la secuencia Kotosh;
muestra poca semejanza con otros estilos cerámicos de
Kotosh y más afini dades con otros sitios Chavín. (Izumi y
Sono 1963: 156)

La datación por radiocarbono de ambas fases presenta el


Figura 4.2. Fechados de radiocarbono procedentes de Chavín de Huántar y pro blema de la amplitud de sus desviaciones estándar.
recuperados por Burger. ISGS-506 es el único fechado Janabarriu válido.
UCR-748 y UCR-747 son otros fechados asociados a materiales Janabarriu, Sin embargo, es sugerente cómo las fechas de la fase
descartados por ser anómalos (entran en el marco NE). Nótese cómo ISGS- Kotosh-Chavín —incluso con las desviaciones estándar
506 e ISGS-507 se sobreponen, siendo este último catalogado como
Chakinani. mencionadas— no se encuentran
140 | Christian
Mesía Montenegro

Figura 4.3. Cerámica urabarroide procedente del sector Wacheqsa de Chavín de


Huántar.

04] ora
en el marco cronológico establecido por Richard Burger de

1 1 390- 200 ANE (Burger 1993), sino en un espacio temporal


más temprano.
Otro ejemplo a ser considerado es el caso del sitio de
o Sera
La Pam pa, ubicado en el departamento de Áncash,
provincia de Corongo, a 1800 msnm. Está compuesto por
nueve montículos semicircu lares, que cubren un área
aproximada de 100 hectáreas (Terada 1979: 1). La historia 4 / Estudios sobre el período Formativo en los Andes
cultural del sitio se divide en cuatro fases: Yesopampa; La centrales | 141

Pampa; Tornopampa y Caserones (Terada 1979). Cerámicas


janabarroides aparecen en La Pampa durante la fase La tal y como se observa en los tipos cerámicos” (Terada 1979:
Pampa. Existen dos fechados de radiocarbono provenientes de 177; énfasis agregado). Durante la fase La Pampa se dieron
contextos de esta fase: TK 176 y TK 195. Estos fechados cambios sustanciales en la arquitectura —entre otros, en las
caen dentro del Formativo Tardío y “coinciden técnicas cons tructivas, en la orientación de las plataformas y
perfectamente con la edad esti mada para este periodo, el en el tipo de roca utilizada en los muros—, lo cual llevó a
cual se relaciona con la cultura Chavín, Terada a plantear una fuerte influencia externa en La Pampa
(Terada 1979). Hasta cierto punto esto es similar a lo que
sucedió en Kuntur Wasi, en donde durante la fase Kuntur
Wasi —contemporánea a la fase La Pampa en La Pampa y
a la cerámica janabarroide en Chavín de Huántar—, se dio
una modificación intensa en la arquitectura del centro
ceremonial, asociada a cerámicas similares a las
identificadas como Cupisni- que Transitorio en el valle de
Chicama (Onuki 1995).
En Kuntur Wasi, las cerámicas janabarroides —como
se acaba de mencionar— aparecen durante la fase Kuntur
Wasi. Existen cin co fechados radiocarbónicos provenientes
de esta fase: TK 913, TK 908, TK 912, TK 909 y TK 910.
De acuerdo con Onuki, la fase Kuntur Wasi se ubica entre los
950 y los 540 ANE (Onuki 1995). De cual quier modo, la
presencia de materiales janabarroides en Kuntur Wasi —
según la información disponible— se inició 600 años
antes de lo propuesto para Chavín de Huántar por Burger. “Si
la fase Ja- nabarriu estuvo situada entre los 390-200 a. C.,
sería contemporá nea con la fase Copa en Kuntur Wasi,
pero las características que son representativas de
Janabarriu están presentes en la fase Kun tur Wasi y en
el Complejo Sangal, los cuales son cronológicamen te más
tempranos que la fase Janabarriu en Chavín de Huántar”
(Onuki 1995: 270).
Esta introducción de cerámicas janabarroides en el
norte de los Andes centrales está vinculada a una gran
transformación del diseño arquitectónico en el área. La fase
Kuntur Wasi en Kuntur Wasi no solamente se caracteriza
por la presencia de cerámicas janabarroides, sino también por
la construcción de un imponente centro ceremonial que fase ídolo. Una situación similar se da en Pacompama,
destaca por encima de la modesta arqui tectura en donde “la mayor parte de la arquitectura visible está
compuesta por dos plataformas superpuestas durante la relacionada con la
142 | Christian Mesía Montenegro los 1200 a. C. y 900 a. C. En contraste, la fase más
temprana del centro religioso de Chavín de Huántar está es
fase Pacopampa II: la plaza cuadrangular, el muro de timada entre los 850 a. C. y 460 a. C., sobre la base de dos
retención de la tercera plataforma y probablemente el resto análisis radiocarbónicos”2 (Burger 1981: 596).
de los muros de re tención de las plataformas que rodean a la
plataforma superior y el resto de estructuras menores
(cuartos y patios)” (Seki et ál. 2006: 17). Seki y sus 2. Es importante mencionar que Burger utilizó fechados
radiocarbónicos sin calibrar. El uso de fechados sin
colegas ubican la fase Pacopampa II en el rango de los calibrar agrega un nivel diferente de
850-585 ANE, lo cual coincide con el argumento
propuesto en las páginas previas. Las cerámicas asociadas con
esta fase son janabarroides, destacando la presencia de
círculos concéntricos impresos con o sin puntos centrales.
Estos datos en el ámbito regional coinciden con los
obtenidos en el centro ceremonial de Chavín, en donde
contextos arqueoló gicos asociados a cerámica de índole
o características janabarroi des han sido datados en un rango
de 900-500 ANE (Contreras 2007; Mesía 2007, 2012; Rick et
ál. 2009; Sayre 2010), marco temporal en el cual ha sido
ubicada la fase arquitectónica Blanco y Negro, la cual
engloba el íntegro del espacio arquitectónico que puede ser
observado actualmente (Feathers, Johnson y Kembel
2008; Kem- bel 2001, 2008; Kembel y Hass 2013; Rick
2008) (figura 4.4).
Chavín ha sido interpretado como una “cultura madre”
(Tello 1960), como una derivación o síntesis de
desarrollos provenientes de la costa norte y central (Burger
1988, 1992; Larco 1945). Las fe chas absolutas obtenidas en
Chavín de Huántar, incluidas aquellas que provienen de
contextos “urabarroides” datados por Burger, ubican a
este sitio en una relación contemporánea con la mayoría
de los centros de la costa norte y central, lo cual entra
en fran ca contradicción con lo establecido antes: “una
evaluación de las mediciones radiocarbónicas sugiere que
los centros ceremoniales de Caballo Muerto, Haldas y
Garagay estuvieron prosperando en la costa peruana entre
4 / Estudios sobre el periodo Formativo en los Andes Huántar. Los fe chados GX-31647, AA-75385, AA-75388 y AA-75383
centrales | 143 corresponden a contextos urabarroides, mientras que los restantes a contextos
janabarroides.

Ciertamente, la tradición arquitectónica de los


complejos cívi cos ceremoniales con planta en U aparece en
el Formativo Tem prano, de acuerdo con las fechas
absolutas de La Florida y Mina Perdida (Burger y Gordon
1998, Patterson 1985), pero los fecha dos provenientes de
Cardal y Garagay los ubican en el Formativo Medio,
contemporáneos a Chavín de Huántar. En la costa norte
la situación es bastante similar. Como se mencionó,
Bischof ubi ca a la Huaca de los Reyes en el
Formativo Medio, a diferencia de lo previamente
establecido por Pozorski, quien la sitúo en el Formativo
Temprano (Bischof 1998, Pozorski 1975); la evaluación

complejidad a la interpretación cronológica, ya que asume que los


niveles atmosféricos de radiocarbono fueron siempre los mismos.
La calibración de fechados radiocarbónicos tiende a “envejecer”
a las muestras (Ziólkowski et ál. 1994).
Figura 4.4. Fechados correspondientes al sector Wacheqsa de Chavín de
144 | Christian Mesía Montenegro Cierta mente, es bastante claro que Chavín no fue la fuente
desde la cual se irradió la civilización, pero también lo es
crítica de la arquitectura del sitio, realizada por Conklin que no es producto de un proceso derivado de cupisnique, o
(1985), refuerza los argumentos de Bischof. Huaca de los de desplazamientos pobla- cionales producidos desde la costa
Reyes ha sido entendido como el sitio típico y norte y central, como lo sugi rieron Larco y Burger,
posiblemente más importante de la esfera cupisnique respectivamente (Burger 1981, 1988; Larco 1945). En tal
durante el Formativo de los Andes centrales. Existen sentido, los nuevos hallazgos en Chavín de Huántar
suficientes elementos para colocar a Chavín de Huántar de concuerdan con lo establecido por Kembel, quien indica que
forma contemporánea a la Huaca de los Reyes, de tal
modo que los murales con decoración “chavinoide” y la [...] no fue un precursor de los centros ceremoniales del
plaza circular hun dida de Huaca de los Reyes no anteceden periodo Inicial Tardío [Formativo Medio] o del Horizonte
Temprano tem prano [Formativo Tardío[, ni una
a Chavín, sino más bien son contemporáneos. Si Chavín de
consecuencia tardía del colapso de los mismos, el centro
Huántar fue contemporáneo a Cupisnique, la hipótesis
ceremonial de Chavín de Huántar parece haber sido
difusionista de Larco no es correcta. Los centros contemporáneo con estos centros y parte de una red de
ceremoniales del Arcaico Tardío, como los del Formativo centros que decayeron alrededor de la mitad del primer
Temprano de Casma y la costa central, contradicen igualmente milenio
la hipótesis de Tello sobre Chavín como una “cultura madre”. a. C. (Kembel 2001)
4 / Estudios sobre el periodo Formativo en los Andes
centrales | 145
Los fechados provenientes de Chavín de Huántar
indican que este centro surgió al inicio del Formativo Medio,
siendo contem poráneo a la arquitectura compleja de la sierra El Formativo Final (500-50 ANE)
norte y de la costa norte y central. El Formativo Tardío
puede, en tal sentido, caracte rizarse en primera instancia y en Este periodo se relaciona con el mundo
general por la gran influencia que alcanzó Chavín en el ámbito poschavín/cupisnique en los Andes centrales. En Chavín de
regional, manifestada en la amplia distribución de cerámicas Huántar, el centro ceremonial deja de funcionar como tal, y
janabarroides en los Andes centrales. sus espacios ceremoniales, como la plaza circular, son
ocupados por estructuras domésticas asocia das a
cerámicas poschavín, específicamente del estilo identificado
como Huaraz, que aparece extensivamente en la región de
Áncash (Amat 2004, Bennett 1943, Lau 2002, Lumbreras
1993) y podría ser una variación regional del estilo Blanco
sobre Rojo identificado por Willey (1948) en la costa central.
Sin embargo, la capa H excavada por Lumbreras en la
plaza circular podría sugerir la posibilidad de una fase o
subíase Janabarroide Tardía, asociada al colapso del
centro ceremonial: “suponemos que la capa H representa
un pe riodo en el cual el sitio fue abandonado [.,.] periodo en
el cual el enlucido de los muros empezó a caer y la
gente arrojó desechos de comida y fragmentos de
cerámica. Proponemos la hipótesis de que esta basura es
contemporánea con la última ocupación de Chavín”
(Lumbreras 1989: 147).
Las cerámicas asociadas a esta capa son cuencos
decorados con diseños estampados en “S” horizontales,
círculos concéntri cos estampados, así como vasijas con
engobe rojo y líneas anchas incisas con grafito en el
interior de las mismas (Lumbreras 1989). Es bastante
probable que esta ocupación esté vinculada con la fase
arquitectónica Soporte del centro ceremonial,
caracterizada por una rápida construcción de muros de
soporte que sirvieron de refuerzo a las fachadas construidas
durante la fase arquitectónica Blanco y Negro. El final de la
fase Blanco y Negro estuvo marcado por un fuerte
fenómeno sísmico (Kembel 2008, Rick 2008), que habría
originado una descomposición del sistema político res
ponsable del sistema religioso materializado en el centro estructuralmente (Kembel 2001, 2008; Rick 2008). La
ceremo nial. La fase Soporte representa el intento de las disminución de la calidad de la cerámica ja nabarroide
autoridades del centro ceremonial de reforzarlo producida en esta etapa podría explicarse por la crisis
146 | Christian Mesla Montenegro hornos abiertos más que de hornos cerrados, un rasgo
predominante del Formativo Medio y del Tardío (Willey
que atravesaba el centro ceremonial durante la fase Soporte. 1948).
Sin embargo, se necesitan mayores estudios para diferenciar Con relación a la cronología absoluta del estilo Blanco
los com ponentes janabarroides contemporáneos al uso de sobre Rojo en Áncash, Lau utiliza cuatro fechas: Gif-1079
Chavín como centro ceremonial, de aquellos componentes (Chavín de Huántar), AA-32484 (Chonta Ranra), Beta-31354
que son contempo ráneos al colapso y abandono del uso (Queyash Alto) y Beta-31357 (Queyash Alto), a fin de definir
ceremonial del sitio. Por otra parte, después de la formación sus parámetros crono lógicos (Lau 2002: 183). Estas fechas
de esta capa H en la plaza circular, este espacio es apoyan un marco temporal
ocupado por las unidades domésticas menciona das
líneas arriba, asociadas a cerámicas Huaraz, que son muy di
ferentes a los conjuntos urabarroides o janabarroides:

[...] como una influencia horizontal, se circunscribe a la


cerámica y está caracterizada por el uso de decoraciones
con pintura blanca sobre el rojo natural o engobe rojo. Otra
técnica decorativa es el uso de delgadas líneas incisas
las cuales delimitan las áreas pintadas. La simplicidad
del diseño geométrico y ciertas formas son también
elementos que identifican al estilo Blanco sobre Rojo en
contextos diversos. (Willey 1948: 10)

En una escala regional, este estilo ha sido encontrado


en si tios como Kotosh, San Blas, Puerto Morín, Baños de
Boza, Chonta Ranra Punta, Cerro Trinidad, Pashash, La
Pampa, Huaricoto, Kun- tur Wasi y Salinar (Burger y
Salazar 1985, Inokuchi 1998, Izumi y Sono 1963, Morales
1993, Strong y Evans 1952, Terada 1979, Willey 1948). A
diferencia del Formativo Tardío, en el cual la cerámica
janabarroide puede ser asociada al momento cumbre de
Chavín de Huántar, la distribución de la cerámica Blanco
sobre Rojo en los Andes centrales no parece estar
relacionada con algún centro ceremonial en particular. Según
Willey, la presencia de este estilo podría haber estado
relacionada con un cambio tecnológico, con el uso de
4 / Estudios sobre el periodo Formativo en los Andes estilos janabarroi des pueden no haber sido completamente
centrales | 147
reemplazados por la cerámica Blanco sobre Rojo, como se
observa en Kuntur Wasi y probablemente en Chavín, pero
temprano para este estilo en esa región. En Kuntur Wasi, disminuyeron drásticamente en el registro arqueológico.
después de la fase del mismo nombre, la fase Copa es La configuración social de los Andes centrales cambió
dominada por con juntos cerámicos que podrían drásti camente durante el Formativo Final, “el patrón de
identificarse como Blanco sobre Rojo, que coexisten con grandes centros cívicos ceremoniales en el norte de los
cerámicas reminiscentes a Janabarriu, caracterizadas por una Andes centrales parece ser reemplazado por un ambiente
gran variedad de diseños que combinan líneas, rectas social más fragmentado, basado en pequeñas comunidades y
horizontales, verticales y curvilíneas, triángulos, rec sus territorios” (Lau 2002). Esta transfor mación sentó las
tángulos, círculos concéntricos y círculos con punto. Esta bases para el desarrollo de los procesos sociales regionales
fase está datada entre los 450 y los 250 ANE (Inokuchi que caracterizaron a las sociedades estatales durante
1998, Onuki 1995). los primeros 600 años de la edad moderna.
Si vinculamos esta información con lo previamente A modo de sumario sobre lo previamente expresado, se
discutido sobre Janabarriu, una ubicación cronológica puede precisar lo siguiente:
temprana del estilo Blanco sobre Rojo parece ser lo más
lógico según los datos dis ponibles. Por consiguiente, el • Chavín de Huántar es más temprano de lo
estilo Blanco sobre Rojo en Áncash podría haber surgido que se había sugerido antes.
a partir de los 500 ANE, continuando hasta la • La cerámica janabarroide en Chavín de
aparición de estilos que forman parte del conjunto Huántar es al me nos 600 años anterior a lo
conocido como recuay, al inicio de la edad moderna. Los que se había planteado antes.
148 | Christian Mesía Montenegro cubiertos por razones de espacio. Sin embargo, espero haber
tratado los elementos básicos que origi naron y configuraron
• Los centros ceremoniales cupisnique y los el Formativo, los cuales sin duda han sido permeados por mis
complejos con planta en U del Formativo Medio no propias observaciones e interpretaciones.
son prechavín sino contemporáneos a Chavín de
Huántar. ¿“Big bang” cultural?
• Existió una compleja red de centros ceremoniales,
tanto costeños como serranos, interactuando AI inicio del presente texto se planteó la siguiente pregunta:
entre ellos duran te el Formativo Medio, y ¿hubo realmente un “big bang” cultural durante el periodo
especialmente durante el Forma tivo Tardío. Formativo? Esta duda surgió a partir de lo expuesto por Tello
en Orígenes y desarrollo de las civilizaciones prehistóricas
Estas conclusiones derivan de una lectura crítica de la andinas (1942). En esa obra, la línea de transmisión cultural
litera tura disponible y del examen de los fechados tiene como punto inicial la floresta tropical, prosigue hacia
radiocarbónicos y sus contextos asociados. Es necesario Chavín de Huántar, desde donde se generan otros dos
indicar que lo presentado en este texto es un resumen del nodulos de transmisión (llamados también “troncos”), Paracas-
periodo Formativo y que muchos detalles no han podido ser Cuzco y Pucará-Tiahuanaco, que actúan como espacios en
donde se procesa la información cultural recibida, re 4 / Estudios sobre el periodo Formativo en los Andes
transmitida a su vez en entornos geográficos adyacentes. centrales | 149

La pre misa esencial es que la primera civilización de los


Andes centrales “tiene como características en su arte, el En términos evolutivos, podría hablarse de una
tallado, el esculpido, el grabado y la escultura en madera, progresión an tes que de un cambio puntuado, con una
piedra y barro. Chavín es el ex ponente de esta Civilización en fuerte preponderancia de difusión y adaptación a partir de
el Norte Andino; las Cavernas de Paracas en el Centro y un centro de innovación cul tural, que no estaría ni en
Pukara en el Sur” (Tello 1942:123). Chavín ni en el Huallaga, sino en las profundidades de la
floresta, desde donde no solamente vendría el sustento
material (ej. La yuca) sino también el ideológico (ej. la
leyenda de los felinos de los pueblos arawak). El proceso de
transmisión cultural estaría dado sobre la base de ideas
antes que de poblaciones. No es necesario, entonces, pensar
en grandes desplazamientos demográficos sino en un
movimiento de ideas a partir de relaciones de
intercambio comercial. Es decir, tenemos dos
innovaciones, la agricultura intensiva y la religión, a las que
tenemos que agregar la cerámica, que de acuerdo con Tello,
“apa rece” en estratos profundos en el sitio de Kotosh (Tello
1942).
¿Cómo se contrapone esta línea con las evidencias de
comple jidad social provenientes del Arcaico Tardío? El
reemplazo parcial de aquellos elementos culturales que no
son lo suficientemente flexibles como para poder ser
incorporados a un conjunto de prác ticas novedosas y de
mayor versatilidad adaptativa, podría servir como
explicación del cambio o diferenciación existente entre el
Arcaico Tardío y el Formativo. Persisten formas
arquitectónicas bá sicas, como las plataformas, los
montículos y las plazas circulares, que se convierten en
unidades básicas constructivas de la arqui tectura del
Formativo, mientras que la iconografía representada en
mates, textiles y vasijas de piedra es reemplazada por figuras
fundamentalmente inspiradas en felinos y, en menor
dimensión, en saurios y aves de rapiña.
Si asumimos que la iconografía es la materialización o
repre sentación material de un corpus ideológico —o como
diría Alden- denfer, de la pura y simple religión—, la
innovación fundamental durante el periodo Formativo se mayor ven taja adaptativa que los textiles y vasijas de
dio en el ámbito religioso y se sir vió de soportes piedra, pues combina la longevidad del mensaje impreso en
materiales más duraderos y transportables, como la ella con un fácil transporte. Es
cerámica. En ese sentido, la cerámica presenta una
150 | Christian Mesía Montenegro responsable de la modifi cación del espectro material del
Formativo en los Andes centrales, se da en el plano
probable que este conjunto religioso asociado al felino se haya religioso y se expande rápidamente por el territo rio,
ori ginado en la floresta, como lo sugirió Tello, y que su mejor capturando el interés de autoridades —que vieron en ella
aliado en cuanto a la difusión fuera la cerámica, que una forma más eficiente de perpetuarse en el poder—
indudablemente se vio reforzada por el prestigio alcanzado por y de feligreses
los centros ceremoniales encargados de reproducir y —que vieron satisfechas diversas necesidades de índole
propagar los nuevos iconos religiosos y los mensajes sicoló gica mediante la aceptación y participación
asociados a ellos. La idea de competición social como activa en prácticas
mecanismo de propagación es útil en la medida en que ex
plica la diseminación de un conjunto iconográfico que
mantiene la individualidad del centro productor, pero que es
reconocido como parte de una tradición de alcance regional.
Esto podría explicar la propagación que se observa a fines
del Formativo Temprano, pero no aclara adecuadamente la
aceptación inicial de esta “religión fe- línica”. Es bastante
sencillo indicar que representaba una ventaja adaptativa en
comparación con el sistema ideológico representa do en
la iconografía del Arcaico Tardío. Sin embargo, el
verdadero reto está en indicar la naturaleza de esta ventaja
adaptativa o uni dad de selección en términos evolutivos, y
eso es algo que aún no podemos precisar, más allá de decir
que esta ventaja debió de ser más profunda que la
proporcionada por la cerámica como nuevo y mucho más
eficiente soporte material de este nuevo conjunto iconográfico.
¿Hubo un “big bang” cultural durante el periodo
Formativo? Pienso que no como lo planteó Tello. Por
encima de cualquier forma material popularizada
culturalmente, con excepción de la cerámica (que aparece
de manera exógama en varios lugares de los Andes
centrales), el territorio estaba poblado por instituciones
políticas, con economías especializadas, que venían
transformán dolo de modo sustancial desde los inicios del
Arcaico Tardío (ca. 3000 ANE). La innovación fundamental,
4 / Estudios sobre el periodo Formativo en los Andes arquitectura monumental de Purulén, costa norte del
centrales | 151 Perú”. En Beitrage Zur Allgemeinen Und
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religiosas. ¿Podrían ser las ya mencionadas ventajas
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adaptativas donde habría que buscar las elusivas unidades 1984 “Las investigaciones en el templete de Limoncarro”.
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ratory ofthe Institute ofPhysics, Silesian Technical University,
fenómenos sociales desde la llegada de sus primeros pobladores,
Warsaw-Gliwice.
alrededor del 10.000 a. C. (para una discusión sobre el periodo Arcaico,
Zoubek, Thomas véase Aldenderfer y Flores 2011 o Flores en este volumen). Si bien la
1997 “The Initial Period Occupation of Huaca El Gallo/Huaca La demarcación política entre el Perú y Bolivia ha condicionado el
Gallina, Virú Valley, Perú and its Implications for the Guañape desarrollo de la arqueología en la zona del Titicaca, la historia de las
Phase Social Complexity”. Tesis doctoral. New Haven: Uni investigaciones ha estado atravesada por una serie de proyectos que la
versidad de Yale.
superan y que entran en diálogo, aunque a veces poco evidente,
generando una importante retroalimentación entre
ambos lados del lago y entre arqueólogos nacionales y extranjeros.
Asimismo, a pesar de que en la actualidad es una de las zo nas
más pobres de los Andes peruanos y está relativamente poco poblada, su
historia cambiante, especialmente en épocas prehis pánicas, demuestra
la capacidad de los grupos sociales allí asen tados de desarrollar
modelos de organización socioeconómica

1. Instituto Cotsen de Arqueología, University of California-Los Ángeles.


Correo-e: <henrytantalean@yahoo.es>.
162 | Henry Tantaleán
y sociopolítica que se ajustan muy bien a las condiciones físicas
y medioambientales del altiplano. En ese sentido, las formas de 5 / El periodo Formativo en la cuenca norte del Titicaca [ 163
organización social tejidas alrededor de tecnologías (como la
agrícola) generaron la reproducción de la vida social y diversas
manifestaciones materiales, que abarcan desde la arquitectura
hasta estilos cerámicos y litoescultóricos de gran calidad, espe
cialmente durante el desarrollo de sociedades estatales.
Así, empezando con pequeños grupos de cazadores-recolec tores-
pescadores asentados de manera estacional en abrigos y campamentos al
aire libre (Aldenderfer y Flores 2011), continuan do con las primeras
aldeas (Craig 2012) y luego con los primeros estados o sociedades
complejas (Stanish y Levine 2011, Tantaleán 2008), para luego fluctuar
entre comunidades autónomas y estados (Arkush 2005, Stanish 2003)
hasta llegar al predominio incaico en el área (Hyslop 1979, Julien
1983), la historia se muestra suficien temente rica como para estudiar
fenómenos sociales que pueden compararse con otros en los ámbitos
regional e incluso universal.
Asimismo, supone un reto para la investigación arqueológica
compartir el trabajo con las sociedades actuales, para quienes la
arqueología no es una prioridad pues, al fin y al cabo, lo que para
nosotros resulta un “patrimonio arqueológico”, para ellas es parte
de su mundo dinámico y cambiante y, por supuesto, de su vida.

Una breve historia de las investigaciones arqueológicas


en la cuenca norte del Titicaca
Figura 5.1. Mapa de la cuenca norte del Titicaca.

Con los primeros viajes de Pedro Cieza de León (2005 [1550]) por
la zona del Titicaca en el siglo XVi, comenzó toda una serie de des Catherine Julien (1983) y Clark Erickson (1983, 1984), realizarán ver
cripciones sobre los restos arqueológicos de esta región. Durante el daderos trabajos científicos en la cuenca norte del Titicaca. Más
siglo XIX, “viajeros” como Charles Wienner (1993 (18801) también recientemente, Charles Stanish (2003), Mark Aldenderfer (1989) y
nos acercaron a la arqueología de la zona. Sin embargo, será a fina otros colegas (Steadman 1995, Craig 2005, Plourde 2006, Cohén
les del siglo XIX, y sobre todo en el siglo XX, cuando generaciones 2010, Arkush 2005, Levine 2012, etc.) han llevado a cabo importan
de investigadores extranjeros nacidos o procedentes de los Esta dos tes investigaciones en esta región.
Unidos, como Adolph Bandelier (1905), Alfred Kidder II (1943), Marión Asimismo, investigadores peruanos, como Luis Valcárcel
Tschopik (1946), John Rowe (1942), Jóhn Hyslop (1979), (1925), quien descubrió científicamente la cultura pukara, o Ju lio
C. Tello, que permaneció en el sitio Pukara durante algunos días
(Tello 1943: 152), aportaron desde el Perú conocimiento so bre la
arqueología de esta zona. Además de estos dos grandes
164 | Henry Tantaleán intelectuales, debe mencionarse a Emilio Vásquez (1937a, 1937b,
1939, 1940), quien publicó una serie de trabajos monográficos so
bre importantes sitios arqueológicos de Puno. Por su parte, José 5 / El periodo Formativo en la cuenca norte del Titicaca | 165
María Franco Inojosa (1940) acompañó a Alfred Kidder II en las
primeras excavaciones científicas en Pukara e hizo algunos re desde una incipiente arqueología pero, sobre todo, desde un en
conocimientos en el área. Uno de los discípulos de Tello, Manuel foque etnológico. Más adelante, fue Alfred Kidder II quien por
Chávez Bailón (1950), descubrió la cultura qaluyu e hizo diferentes primera vez excavó en los sitios de Pukara y Qaluyu a finales de
prospecciones en la zona. Adicionalmente, comenzó a definir a los años treinta. Adicionalmente, aunque de manera esporádica,
dicho estilo cerámico en paralelo con John Rowe. Sergio Chávez John Rowe (1956) y Manuel Chávez Bailón (1950) identificaron y
siguió la senda de su padre y desarrolló una extensa investigación definieron la existencia de un estilo de cerámica formativa, que
en la zona, acompañado por Karen Mohr (Chávez 1975, 1988, 1992; Chávez Bailón denominó con el nombre del sitio de Qaluyu.
Chávezy Mohr 1970, 1975). Como decíamos, fue Luis Lumbreras quien en la década de
También debemos a Luis Guillermo Lumbreras una perspecti 1970 realizó algunas excavaciones en el sitio de Pukara, junto con
va panorámica de los procesos sociales en la cuenca del Titicaca algunos de sus colegas-alumnos, entre los que se encontraba Elias
(Lumbreras y Amat 1968, Lumbreras 1974). Lumbreras excavó el Mujica. Fue justamente Mujica quien permaneció un buen tiempo
sitio de Pukara con sus alumnos, como parte de una escuela de ahí a finales de los años sesenta, realizó restauraciones en el edifi
campo. Entre los estudiantes que lo acompañaron en esa experien cio principal de Qalasaya y reexcavó la estructura de patio hundi
cia tenemos a Elias Mujica, quien prosiguió ese trabajo y escribió do que había excavado originalmente Kidder. Asimismo, escribió
importantes artículos sobre el desarrollo económico y político de algunos reportes de su trabajo y presentó algunos modelos de de
esa cultura (Mujica 1987, 1991). En la década de 1970, tenemos a sarrollo económico y político para la cultura pukara (Mujica 1991).
Arturo Ruiz Estrada (1976), quien durante sus excavaciones en la Sería Elizabeth Klarich (2005a, 2005b) quien retomó las excava
necrópolis collao e inca de Sillustani, descubrió lo que terminó co ciones del sitio a finales de la década de 1990, como parte de un
nociéndose como el “Oro de Sillustani”: un conjunto de piezas de programa de investigaciones que se asociaba con los trabajos del
oro y otros metales que debió formar parte del ajuar de la tumba de Programa Collasuyu, donde Charles Stanish y sus alumnos (Aimée
algún miembro de la élite inca/colla allí enterrado. Es importante en Plourde, Karl LaFavre, Amanda Cohén, etc.) se dedicaron a pros pectar
este recuento mencionar también a Rolando Paredes, quien alentó valles de la cuenca norte del Titicaca, así como a realizar excavaciones
y participó en diferentes investigaciones antes señaladas y fue di en sitios formativos del departamento de Puno. El li bro Ancient
rector del Instituto Nacional de Cultura durante muchos años en la Titicaca: The Euolution of Complex Society in Southern Perú and
década de 1990, alentando a otros investigadores a proseguir sus tra Northern Bolivia de Stanish (2003) es, probablemente, uno de los
bajos. Igualmente entre los investigadores destacados se encuentra mejores textos sobre la prehistoria de la cuenca del Titicaca. Por
Juan Palao Berastain, un estudioso de la cultura local. Finalmente, último, la serie de publicaciones titulada Advances in Titicaca
Cecilia Chávez y Edmundo de la Vega han trabajado extensamente Archaeology (Stanish et ál. 2005, Vranich et ál. 2012) ha difundido un
en la zona y colaborado con los equipos de Aldenderfer y Stanish. conjunto de trabajos en la zona.
Para el tema específico de este artículo, Luis E. Valcárcel fue el De esta manera, los estudios de las sociedades formativas en
descubridor científico de la “cultura pukara”, a la cual se aproximó la cuenca del Titicaca, a pesar de ser poco conocidos en la litera
tura arqueológica andina en general, han estado silenciosamente
acumulando evidencia y comenzando a explicar los fenómenos
sociales tempranos en el área. Asimismo, la contraparte boliviana
ha mantenido un diálogo que, desde la época de Uhle, Bennett y
166 | Henry Tantaleán Kidder y, más adelante, Ponce Sanginés, ha posibilitado una inte
rrelación que, a pesar de la frontera, ha generado un comparti
miento de ambiciones en el campo del descubrimiento y de las 5 / El periodo Formativo en la cuenca norte del Titicaca | 167
explicaciones arqueológicas.
Igualmente, proyectos de investigación, como el de la Uni amplia sobre los diversos aspectos materiales y antropológicos de
versidad de California en Berkeley, liderado por Christine Hastorf, estos lugares. Sus trabajos nos ayudan a entender ios procesos de
han mantenido una visión vinculante de los procesos históricos a poblamiento, domesticación, sedentarización y complejidad so
ambos lados del lago (Hastorf 1999, 2005, 2008; Roddick y Hastorf cial acaecidos en el denominado periodo Arcaico y el tránsito al
2010). Los arqueólogos bolivianos de las últimas generaciones han Formativo, proviniendo la mayor parte de los datos de contextos
seguido esa tradición. En especial, las publicaciones científicas, domésticos y de reconocimientos regionales sistemáticos.
tales como Textos Antropológicos, Nuevos Aportes o Chachapuma, El Formativo en la cuenca del Titicaca se ha dividido en tres
representan buenos ejemplos del estado de la arqueología boli etapas: Formativo Temprano (2000-1300 a. C.), Formativo Medio
viana que, pese a sus problemas internos, sigue divulgando sus (1300-500 a. C.) y Formativo Superior (500 a. C.-400 d. C.) (Stanish
investigaciones más recientes, sobre todo las referidas al periodo 2003). Para la primera etapa tenemos a las primeras organizacio
Formativo. En realidad, existe toda una nueva generación de ar nes sociales asentadas permanentemente en aldeas y relaciona
queólogos bolivianos enfocados en el estudio del Formativo en la das con las más antiguas vasijas cerámicas, aunque todavía no
zona del Titicaca que pertenece a su país. quedan claros otros aspectos de su cultura material. Es, por otro
lado, una época en la que todavía muchos de los elementos de la
El estado del conocimiento sobre el periodo época previa subsisten, pero en la que comienza a aparecer cierto
Formativo en el lado peruano de la cuenca del nivel de organización política, la economía de las comunidades
Titicaca se diversifica y aumentan claramente la población y las relaciones
entre comunidades agropastoriles. Sin duda, es una etapa del For
En una reciente síntesis de los estudios sobre el Arcaico —etapa mativo que necesita mayor investigación (para una síntesis de este
previa al Formativo—, Aldenderfer (2012) reúne la mayor parte de periodo, véase Stanish 2003: 99-109).
la información sobre ese periodo. Documenta el paso de una épo A diferencia de la situación anterior, el Formativo Medio está
ca sin cerámica a una con cerámica en el sitio de Jiskairumoko y claramente relacionado con lo que los investigadores han venido
en otros en el valle del llave, lo que ofrece una idea de cómo pudo llamando “cultura qaluyu”, la cual domina, por medio de sus asen
haberse dado este proceso (también consultar 2005 y Craig 2005). tamientos aldeanos, la mayor parte de esta época. Con respecto a
Asimismo, el patrón de asentamientos en el valle del Huancané- los estudios sobre el estilo cerámico Qaluyu, desde su descubri
Putina realizado por el equipo de Stanish nos plantea una tempra miento casi en paralelo por John Rowe y Manuel Chávez Bailón,
na utilización de estos espacios vallunos y cercanos al lago Titicaca en los últimos 15 años se ha avanzado considerablemente en el
(Cipolla 2005). conocimiento de los grupos sociales relacionados con él. Las in
Por su parte, Nathan Craig (2005, 2012) describe el desarrollo vestigaciones de Stanish (2003), Plourde (2006), Cohén (2010) y
de las primeras aldeas en el valle de llave. Craig, quien ha acom Tantaleán (2010) han aportado numerosos datos acerca de la for
pañado en diferentes momentos a Aldenderfer en su preocupa ma de vida de estos grupos humanos.
ción por los primeros asentamientos humanos, ofrece una visión Posteriormente, en el Formativo Superior, los grupos sociales
se identificaron con una tradición litoescultórica y cerámica de
nominada Pukara por el sitio epónimo y más extenso de la épo
ca, que se prolonga desde los 500 a. C. hasta los 400 d. C. Como
168 ] Henry Tantaleán hemos dicho, en los últimos años Elizabeth Klarich (2005a) ha sido
la principal investigadora de esta sociedad mediante sus excava
ciones en el sitio epónimo y la prospección del área adyacente. 5 / El periodo Formativo en la cuenca norte del Titicaca | 169
Klarich (2005b) realiza una importante síntesis de lo avanzado en
el conocimiento de la cultura pukara, demostrando que si bien los este reconocimiento de los asentamientos, la litoescultura, la ce
festines son importantes en estos primeros centros de poder, las es rámica, la producción de artefactos líricos, entre otros aspectos,
trategias variaron en el tiempo, de una inclusiva a otra excluyente. quedan en condiciones de establecer objetivamente la presencia
Por su parte, el proyecto de reconocimiento arqueológico y las de los grupos sociales vinculados con qaluyu y pukara, avanzando
excavaciones de MarkAldenderfer y asociados, como Nathan Craig una perspectiva crítica acerca de cómo se han construido estas
y Luis Flores Blanco, nos introducen en el tema de las primeras culturas arqueológicas y ofreciéndonos datos que pueden ayudar
sociedades agrícolas y sus técnicas (como las qochas) para hacer a entender mejor los fenómenos relacionados con estos tempra
frente a las condiciones medioambientales de la cuenca norte del nos asentamientos agrícolas y pastoriles. De hecho, gracias a este
Titicaca (Craig et ál. 2011, Flores et ál. 2011). Sus trabajos se basan trabajo se pudieron realizar excavaciones arqueológicas restringi
en investigaciones previas, como las realizadas por Jorge Flores das en un sitio de ese valle, que describiremos para sustentar las
Ochoa y Percy Paz (1983), a las cuales le han sumado sus propios nuevas perspectivas que se presentan en este artículo.
estudios de prospección y sus excavaciones restringidas en las qo En general, se puede decir que existe un importante avance
chas y sitios asociados, mostrándonos un panorama mucho más en el registro de los restos arqueológicos desde el mismo sitio de
preciso de la geomorfología, arqueología y antropología relacio Pukara y muchos otros asociados con el estilo precedente de Qa
nadas con las estrategias agrícolas tempranas en la cuenca del río luyu, hasta la etapa en que pukara se consolida como una entidad
Pucará, que se podría ampliar hacia otras zonas del altiplano. política en la región.
Posteriormente, los trabajos de Abigail Levine, Cecilia Chávez,
Amanda Cohén, Aimée Plourde y Charles Stanish nos ofrecen im
Una explicación del desarrollo social en la cuenca
portantes propuestas arqueológicas sobre el proceso que permitió
norte del Titicaca durante el Formativo
que las sociedades adquirieran complejidad a partir del Formativo,
cuando encontramos a las culturas denominadas qaluyu, pukara
Según nuestras investigaciones, los asentamientos de los grupos
y, últimamente, taraco (Stanish y Levine 2011). En estos trabajos,
sociales relacionados con el estilo cerámico Qaluyu (1400-400 a. C.)
los autores sostienen la importancia que tuvieron los espacios ce
comparten muchos objetos; no hemos encontrado hasta la fecha
remoniales que llegaron a consolidarse en el denominado “com
una distribución diferenciada de la producción material en estos si
plejo Kalasasaya” (como los patios hundidos), para ellos un claro
tios (Tantaleán 2010, Tantaleán y Leyva 2011) (figura 5.2). De hecho,
reflejo de la complejización social y del desarrollo de liderazgos
ni las investigaciones de otros colegas ni las nuestras han
políticos y económicos.
adverti do diferenciaciones en los espacios arquitectónicos, más
Por su parte, Henry Tantaleán, Michiel Zegarra, Alex Gonzá-
allá de las residenciales o funcionales. Si bien se han detectado
les y Carlos Zapata Benites (2012), sobre la base de su trabajo de
algunas construcciones que se podrían definir como plazas
campo en el valle del río Quilcamayo-Tintiri, en la provincia de
hundidas en los sitios qaluyu, ellas forman parte del mismo sitio y
Azángaro, logran caracterizar la materialidad social. A partir de
no se hallan artefactos diferentes de los de otros sectores del
asentamiento. Por ejemplo, el tipo de cerámica que se encuentra en
estos amplios espacios es la misma que la de sectores que uno
bien podría de finir como domésticos. Si existe alguna
diferencia, dependerá de la cantidad y no de la calidad de
artefactos. Toda esta propuesta
170 I Henry Tantaleán
5 / El periodo Formativo en la cuenca norte del Titicaca [171
explicativa se vio confirmada por nuestras investigaciones en el va
lle del Quilcamayo-Tintiri, en Azángaro (Tantaleán 2010, Tantaleán
A partir de su existencia como objeto relevante dentro del paisaje
y Zapata Benites 2014), por las prospecciones de Amanda Cohén
construido del asentamiento y el paisaje asociado a objetos del es
(2010) en el valle de Pukara, y por las de Stanish y su equipo (2014)
tilo Qaluyu, se desarrollaron y confluyeron prácticas sociopolíticas
en el valle del Huancané-Putina.
y, también, socioideológicas que reprodujeron relaciones sociales
De todos los objetos reconocidos como propios del estilo Qalu-
“colectivizantes”. Asimismo, las vasijas cerámicas de estilo Qaluyu,
yu, el principal es definitivamente la huanca (un pilar piedra), tan
en sus diferentes formas y decoraciones, se hallan en todos los si
to por su singularidad como por su volumen, aspecto y ubicación.
tios y sus sectores, y su producción pudo ser local o se las adquirió
Cuando esta huanca se encuentra asociada a plazas hundidas, se
en otras poblaciones productoras (figura 5.3). De esta manera, se
halla en un lugar “especial” dentro del asentamiento, aunque no
puede plantear que en los sitios qaluyu no existen otros objetos más
segregado materialmente de los otros sectores. Evidentemente, se
allá de los producidos localmente. Todos son objetos comunes y se
realizó un gran esfuerzo colectivo en su producción, y el espacio que
hedían, también, en espacios comunes para el grupo social.
la albergaba se destinó a un culto que congregaba a los comune
En el caso de los asentamientos relacionados con objetos del
ros como parte de actividades colectivas (Tantaleán y Leyva 2010).
estilo Pukara (400 a. C.-350 d. C.), ellos se construyeron en dos
espacios físicos: en sitios anteriormente ocupados (qaluyu) o en
sitios sin ocupación previa (Tantaleán y Leyva 2010). Cuando se
fundaron nuevos sitios pukara que no estaban directamente re
lacionados con la producción agrícola precedente, se eligieron
lugares que controlaban otros tipos de espacios productivos y/o
rutas naturales de acceso a otras zonas ecológicas. Dichos sitios
compartieron un diseño arquitectónico básico, que incluía edifica
ciones monumentales de tipo platafórmico, grandes recintos rec
tangulares, plazas hundidas y, por supuesto, litoescultura (figura
5.4). Por primera vez en la región, se puede hablar de una verda
dera jerarquía de asentamientos.
En los sitios donde se encuentran objetos de estilo Pukara,
estos artefactos se hallan ubicados en sectores diferenciados del
asentamiento y se distinguen, principalmente, por la calidad de su
producción. La cerámica decorada se halla en sectores específi
cos de los sitios y, sobre todo, la variedad no doméstica se encuen
tra en espacios destinados a prácticas alejadas de las comunes o
cotidianas.
De todos los objetos reconocidos como parte de la cultura ma
Figura 5.2. Vista de un sector del sitio de Qaluyu. terial pukara, la litoescultura es sin lugar a dudas primordial (sensu
Lull 2007), tanto por su material como por su producción, volu
men y ubicación en los principales sectores de los montículos y
172 | Henry Tantaleán
5 / El periodo Formativo en la cuenca norte del Titicaca | 173

Figura 5.4. Cerámica de estilo Pukara.

trascendental en las prácticas sociopolíticas y socioideológicas.


De hecho, según Sergio Chávez (2004), este tipo de litoescultura
es parte del fenómeno que denomina la “tradición religiosa Yaya-
Mama”, en su segunda fase (Yaya-Mama Tardío), reconociéndose
de esta manera una continuidad en las prácticas sociopolíticas e
ideológicas enfocadas en los objetos Uticos (figura 5.5). Asimismo,
Figura 5.3. Cerámica de estilo Qaluyu. existe una novedosa variedad de objetos en los sitios arqueológi
cos de la cuenca norte del Titicaca, como los de obsidiana o ba
salto divino, que pudieron estar presentes en algún caso previo,
plazas hundidas. En ese sentido, siguiendo a Lull (2007: 201), la
pero cuya cantidad se incrementa durante el desarrollo de los gru
litoescultura —concretamente la estela escalonada pukara— su
pos sociales que utilizaban los objetos de estilo Pukara (figura 5.6),
pone una “transformación” de la huanca observada en los sitios
hasta llegar a hacerse muy visible en el registro arqueológico.
asociados a objetos de estilo Qaluyu. Si bien conserva su forma bá
En estos nuevos espacios segregados de los asentamientos
sica y su ubicación central, ha sido convertida en un objeto nuevo
vinculados a objetos de estilo Pukara y más dedicados a su pro
ubicado en espacios que ahora son restringidos, con una función
ducción, como las plazas hundidas, se habrían depositado los ca
dáveres de individuos en estructuras funerarias complejas y con
artefactos singulares, como se reconoció en la plaza hundida de
Qalasaya, excavada por Kidder en el sitio epónimo (Franco Inojosa
1940: 132). Todos estos nuevos objetos y espacios arquitectónicos
5 / El período Formativo en la cuenca norte del Titicaca [175

que los reúnen nos señalan prácticas sociales en las que la dis tribución
y el consumo fueron asimétricos y se concentraron en lugares elegidos
por un grupo específico de la sociedad.
Adicionalmente, nuestras investigaciones en el valle del Quil-
camayo-Tinriri, en Azángaro y, en especial, nuestras excavaciones
en el sitio de Chaupisawakasi, nos sugieren que la sociedad puka ra
creó sitios fuera del área que constituía su núcleo (Tantaleán y Zapata
Benites 2014). Al menos, cuatro de los grandes sitios con material
pukara encontrados en el valle del Quilcamayo-Tintiri corresponderían a
i
centros político-ceremoniales. Entre sus dife
i
rentes funciones ceremoniales, económicas y políticas, estos si tios
controlaron una de las rutas que conducen del altiplano a la ceja de
selva. Asimismo, cada uno de los sitios controlaba espa cialmente
importantes áreas de qochas. Nuestras excavaciones en Chaupisawakasi,
uno de estos sitios pukara, demuestran que se in virtió un importante
tiempo y esfuerzo humano en la construcción de una plataforma
monumental de piedra y barro, que incluyó una estructura
arquitectónica compuesta por una plaza y recintos cuadrangulares en su
cima. Las excavaciones comprobaron que la edificación se realizó
asociada con material cerámico Pukara Clásico. Los depósitos
arqueológicos tenían una gran cantidad de desechos de consumo a
escala supradoméstica, con una calidad más allá de la de un simple
grupo social rural. De hecho, se encon traron artefactos que uno podría
definir como de élite: cerámica de estilo Pukara polícroma, minerales
I exóticos (como crisocola), cuentas de hueso, restos de animales de
origen costeño, etc.
Los fechados radiocarbónicos asociados a capas con material
r
pukara en Chaupisawakasi, además, coinciden con el momento
de mayor expansión de pukara en la cuenca norte del Titicaca,
registrado alrededor del siglo I antes de Cristo. Esto se vincula,
efectivamente, con la expansión de pukara hacia el sitio de Taraco
(Stanish y Levine 2011). Así, pues, gracias a nuestros datos y los de
-t
otros colegas, se puede afirmar que pukara fue un Estado expansi vo
Figura 5.5. Estela escalonada del sitio de Can que controló áreas más allá del valle de Pukara de una manera sistemática
cha Cancha Asiruni (provincia de Azángaro),
asociado con el sitio cerámico y lítico Pukara. y efectiva.
176 | Henry Tantaleán
Está situación socioeconómica y sociopolítica se mantendrá
relativamente estable hasta el 400 d. C., cuando nuevas prácticas 5 / El periodo Formativo en la cuenca norte del Titicaca | 177
sociales desconocieron estos objetos y los lugares que los alber gaban.
Posteriormente, los espacios arquitectónicos pukara solo serán visitados por otras sociedades prehispánicas, como los co llas,
que los usaron como fuente de materiales de construcción para
enterrar a sus muertos en tumbas de tipo cista y, posiblemen te,
como huacas. Así, la materia de la que estaban hechos estos espacios
arquitectónicos seguirá siendo parte de nuevas prácticas sociales, aunque
con otras particularidades que habrá que com prender en su contexto
histórico.

Comentarios finales

Sin duda, a pesar del gran avance de la arqueología en la cuenca


norte del Titicaca en las últimas dos décadas, existen varios pro blemas
que requieren ser atendidos con más detalle e, incluso, algunos que
no se han tomado en cuenta. Tal vez uno de ellos es nuestro mínimo
interés por investigar la sierra oriental y la Ama zonia cercana a la
cuenca del Titicaca, que en el caso del Perú corresponde a las provincias
de Sandia y Carabaya. Dichas áreas, poco exploradas todavía,
seguramente nos ofrecerán nuevos datos que cambiarán nuestra
perspectiva sobre varios temas de la re gión: el poblamiento
humano; el origen de la complejidad social; las interrelaciones con
otros grupos de la ceja de selva o Amazo nia; y las épocas
posteriores, como la de los incas, con sus estrate gias y objetivos.
En general, nos faltan datos para entender el poblamiento de
la cuenca del Titicaca. Gracias a los trabajos de Aldenderfer y de
otros colegas, hemos dado un gran paso en tener información
regional de valles como los de llave, Ramis y Huancané; pero a
excepción del sitio de Jiskairumoko, faltan más excavaciones sis
temáticas, sobre todo en los sitios más tempranos. Este mismo
problema repercute en nuestra falta de conocimiento del proceso
de domesticación animal y vegetal.
También nos falta entender mejor el proceso de complejidad
Figura 5.6. Sitio de Pukara. social desde sus fases de preludio de poder hasta cuando surgie ron
liderazgos permanentes vinculados con el Formativo Medio y Superior.
Al igual que en el caso anterior, deberemos investigar
178 | Henry Tantaleán Taraco, para poder comprender el sistema de apropiación y uso
territorial de las sociedades en esta región. Los trabajos de Sta-
más áreas y sitios, e ir más allá de los sitios de Pukara, Qaluyu y nish, Aldenderfer, Tantaleán y sus colegas son ejemplos a seguir
para entender lo que constituyen territorios “centrales” y “peri féricos”. 5 / El periodo Formahvo en la cuenca norte del Titicaca ¡ 179
Pero también se requiere conocer los mismos sitios por dentro con
más profundidad. Por ejemplo, se necesitan excava ciones extensas esfuerzos por reunir a los colegas que trabajan tanto en el lado
en Pukara y otros sitios importantes para entender su organización, peruano como en el boliviano generarán seguramente una impor tante
sus áreas de actividad y su ritmo de crecimiento. Complementario a ello, interacción para comprender detallada e integralmente los procesos
hace falta un mayor interés en los asenta mientos domésticos o “rurales”, sociales prehispánicos en esta región.
que pueden ofrecernos una pers pectiva “desde abajo”, en esa llamada
household archaeology que todavía necesitamos desarrollar en la
Agradecimientos
zona (para un resumen de la aplicación de este enfoque en el Perú,
véase Nash 2009). Cla ramente, las condiciones para la investigación
En primer lugar, quiero agradecer a Rafael Vega-Centeno por aco
en el altiplano no son las óptimas, pero algunas novedosas
ger mi texto en esta compilación. Asimismo y, de manera muy
estrategias ayudarán a superar esta situación. Un nítido ejemplo en esa
especial, quiero agradecer a Charles Stanish por apoyar constan
dirección son los trabajos de Aldenderfer (2012) y Craig (2012).
temente mis investigaciones en la cuenca norte del Titicaca, y al
Como en todo proceso, además del surgimiento de la socie dad
Ministerio de Cultura por otorgarme los permisos para mis trabajos
compleja más temprana —como la pukara—, hay que enten der las
de campo. También estoy agradecido con mis compañeros del ver
razones de su colapso, su relación directa o indirecta con el
dadero y original Programa de Investigaciones Arqueológicas Asi-
fenómeno tiwanaku y su rol en los territorios que conforman el lado
runi (PIARA): en especial a Michiel Zegarra, Alex González y Carlos
peruano de la cuenca del Titicaca. Stanish y su equipo han planteado
Zapata Benites. Además, tengo que agradecer a las comunidades
que, después del siglo IV d. C., hubo una gran sequía en la cuenca
campesinas del valle del Quilcamayo-Tintiri y, en particular, a Mar
norte del Titicaca, que corresponde a lo que han lla mado “cultura
garita Quispe Ccaso y su familia, que me permitieron realizar ex
huaña tardío” (Stanish 2003: 9). Sin embargo, falta definir
cavaciones en su terreno, que forma parte del sitio arqueológico de
arqueológica y antropológicamente la época relacionada con ese
Chaupisawakasi. Agradezco por último a quien revisó el texto por
estilo cerámico —una etapa que desde la década de 1970 ha sido
sus acertados comentarios que han ayudado a mejorarlo. Como
considerada como de “silencio arqueológico”—, para po der entender
es de justicia, eximo a todos ellos de los errores en los que haya
el proceso histórico que llevó a los collas y lupakas a construir fortalezas
podido incurrir.
de altura o pukaras.
A pesar de todas estas carencias, en este artículo hemos visto
que se ha avanzado bastante en el conocimiento de las socieda des Bibliografía
altiplánicas. Creemos que el trabajo compartido por arqueólo gos
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III
MANIFESTACIÓN
DE LAS IDENTIDADES
REGIONALES
(ca. 200 a. C. - 550 d. C.)
6
LA CULTURA MOCHICA:
CONFRONTANDO EL MODELO ESTATAL
CON UNA PERSPECTIVA ANDINA

Marco Rosas Rintel'

E
ste artículo busca cuestionar la validez de un modelo de or
ganización política propuesto para la cultura mochica, que
cuenta actualmente con amplia aceptación entre arqueólogos na
cionales y extranjeros. Dicho modelo, denominado modelo esta
tal mochica, surgió a finales de la década de 1970 de los aportes
de distintos miembros del Proyecto Chan Chan - Valle de Moche
(Bawden 1977, Conrad 1978: 282-283, Moseley 1978a: 523-524, Topic
1977), y propone que los mochicas estuvieron integrados bajo un
sistema estatal multivalles. La evaluación crítica de este modelo
se centra en tres de sus principales supuestos: a) la idea del ex
pansionismo mochica por conquista militar; b) la propuesta de la
secuencia cerámica única; y c) la noción de la integridad temática
de la iconografía mochica.
Como contraste, propongo en este trabajo un esquema teórico
I alternativo inspirado en información etnohistórica. Este modelo,
que denomino modelo de segmentación política en parcialidades,
plantea que los mochicas se organizaron en múltiples unidades

1. Correo-e: <rosasrintel@gmail.com>.
192 | Marco Rosas Rintel políticas autónomas. La viabilidad de este segundo modelo se
jus tifica a partir de la evaluación de tres supuestos que
derivan de él y que se oponen a los del modelo estatal hoy en día, se cristalizó en un seminario de arqueología
mochica: a) la idea del ex pansionismo por medios pacíficos; andina titulado “La
b) la propuesta de las múltiples secuencias cerámicas; y c) la
noción de la diversidad temática de la iconografía
mochica. Se arguye que la evidencia de las recien tes
investigaciones de sitios mochicas favorece los supuestos del
modelo etnohistórico.

El origen del modelo estatal mochica

La cultura arqueológica conocida como “moche” o


“mochica” fue una de las más representativas de la
costa peruana durante el periodo Intermedio Temprano
(ca. 1-600 d. C.). Durante la eta pa inicial de la
arqueología científica mochica —que se prolonga,
tentativamente, desde las excavaciones pioneras de Max Uhle
en Huacas del Sol y de la Luna (1899) hasta la década de
1960—, dis tintos autores notaron que esta cultura tenía
claros signos de com plejidad que se manifestaban en: a) su
amplia extensión territorial;
b) sus grandes obras de irrigación y de arquitectura
monumental;
c) sus fastuosas tumbas; y d) sus elaborados ejemplos de
arte mue ble, expresados, sobre todo, en piezas cerámicas y
de metal (Ben- nett 1946: 99, Bennett y Bird 1949: 176,
Larco 1946: 167, Strong y Evans 1952: 245, Uhle 1913: 107,
Willey 1948: 12). Fue, sin embargo, a partir de la década de
1970, que un nuevo grupo de arqueólogos reinterpretó esta
evidencia, concluyendo que los mochicas concre taron el
primer desarrollo estatal que surgió en los Andes centrales
(Billman 1996: 1, Bourget 2006: 1, Castillo 2000b: 15,
Chapdelaine 2008: 129, Haas 1981: 83, Marcus 1998: 75,
Moseley 1983: 222, Shi- mada 1994a: 135, Topic 1977: 382-
383, Wilson 1988: 332). Las serias implicancias que conlleva
esta sentencia para la historia cultural andina nos llevan a
preguntarnos: ¿cuándo se originó y cómo se sustentó el
modelo estatal mochica?
El modelo estatal mochica, tal y como lo conocemos
6 / La cultura mochica | 193 Antes de pasar a la exposición del modelo estatal mochica,
consi dero conveniente revisar la información y los marcos
ciudad del desierto y su entorno en el Perú costeño”. Este conceptuales sobre los que se sustentó. Esto es necesario
evento tuvo lugar entre el 5 y el 9 de abril de 1976 en la para poder entender sus postulados más importantes. El
School of American Research, ubicada en la ciudad de Santa modelo estatal mochica asimi ló información de dos grandes
Fe, Nuevo México, Esta dos Unidos. En dicho seminario, fuentes: los resultados de las investi gaciones desarrolladas
12 miembros del Proyecto Chan Chan - Valle de Moche, previamente en la costa norte del Perú y las propuestas
dirigido por Michael E. Moseley y Carol J. Mackey, teóricas vigentes en tiempos de su formulación.
expusieron y discutieron los resultados de sus investiga
ciones en distintos sitios del valle de Moche entre 1969 y Investigaciones previas
1974. Si bien la mayoría de exposiciones estuvieron
relacionadas con el tema chimú, dos ponentes, Theresa En lo que concierne a las investigaciones previas, son cuatro
Lange Topic y Garth Bawden, se ocuparon de los los au tores y/o proyectos que mayor influencia ejercieron en
mochicas, partiendo de sus investigaciones en las Huacas la formula ción de este modelo: Rafael Larco Hoyle, el
del Sol y de la Luna y en Galindo, respectivamente. Proyecto Valle de Virú, Chrisotpher B. Donnan y Donald
Versiones más extensas del modelo estatal mochica Proulx. Rafael Larco Hoyle fue el erudito peruano que,
esbozado en estas ponencias aparecieron un año más tarde desde mediados de 1930 hasta prácticamen te el año de
(1977) en las tesis doctorales de estos dos autores. su fallecimiento en 1966, más influyó en la forma como
investigadores norteamericanos concibieron a la cultura
mochica (Bennett 1939: 3, Collier 1955: 9, Donnan 1973: v,
Antecedentes del modelo estatal mochica
Ford y Willey 1949:

194 | Marco Rosas Rintel norteamericanas, legó muchas interpretaciones sobre la


ocupación mochica de este valle, que coincidieron
6, Kosok 1965: 110, Kroeber 1944: 6, Larco 2001 [1938]: 28, mayoritariamente con las enarboladas por Larco Hoyle.
Strong y Evans 1952: vii, Willey 1946). Esta influencia se Entre ellas figuran: la idea de que los mochicas tu vieron su
proyectó más allá de su muerte, afectando también las área nuclear en los valles de Moche y Chicama (Collier
interpretaciones de los miem bros del Proyecto Chan Chan 1955: 136, Ford 1949: 66, Strong y Evans 1952: 192, Willey
- Valle de Moche. Entre los aportes de Larco Hoyle que 1953: 31), y la propuesta de que se habrían expandido
fueron incorporados al modelo estatal mochi- ca figuran: a) rápidamente al valle de Virú por medio de una conquista
su cronología de cinco fases para la cultura mochica (Larco militar (Collier 1955: 136, Ford 1949: 66, Strong y Evans
2001 [1948]); b) la idea del origen mochica en el valle de 1952: 216, Willey 1953: 397). El estudio de patrones de
Chicama (Larco 2001 [1938]: 2); c) su interpretación de un asentamiento desarrollado por Gordon Willey (1953) sumó,
gobierno multirregional presidido por un Gran Señor o “Cié por otro lado, algunas visiones novedosas. Entre ellas
Quich” (Larco 1946: 167, 2001 [1940]: 178); y d) la figuran la propuesta de que el sitio de Huancaco habría
propuesta del expansionismo fungido como la “capital provincial” que los invasores
militar (Larco 2001 [1938]: 23). mochicas erigieron en el valle de Virú (Willey 1953: 397), y
El Proyecto Valle de Virú, desarrollado en 1946 por la idea de que huacas menores habrían servido como centros
miembros de distintas instituciones educativas y científicas
desde donde los advenedizos gobernaron pequeños núcleos 6 / La cultura mochica | 195
de población dispersos en el valle (1953: 382).
Christopher Donnan realizó, entre 1965 y1967, extensas de cinco fases de Larco Hoyle. De esta manera, fechó a finales
pros pecciones del valle bajo del Santa con el único de la fase II la conquista del valle, tomando como base el
propósito de en tender la ocupación mochica de esa región. estilo más tem prano de las piezas cerámicas presentes en
Los resultados de su investigación aparecieron en su tesis las colecciones priva das de la región (Donnan 1973:125).
doctoral de 1968 y luego fueron publicados por la Universidad La ocupación del Santa habría perdurado durante las fases III
de California en 1973. El gran mérito de Donnan consiste y IV, tiempo durante el cual se ha bría dado una
en haber combinado en su estudio nociones preexistentes migración de gente venida del norte, considerando la
sobre el expansionismo mochica con la cronología similitud de las vasijas locales con las del área nuclear
mochica (1973:126). Finalmente, la relativa escasez de
cerámica en la fase V sugirió a Donnan que, para entonces,
los mochicas habían perdido el control político de este valle
sureño (1973: 127).
Donald Proulx desarrolló dos prospecciones del valle
de Nepe- ña en los años 1967 y 1971, con resultados
publicados en sendas monografías de 1968 y 1973,
respectivamente. La importancia del trabajo de Proulx radica
en haber seleccionado para su análisis lo que entonces se
pensaba era el valle más sureño del territorio mo chica. En
su segundo trabajo, en el que presenta una exposición
mucho más completa de la ocupación mochica de Nepeña,
Proulx (1973: 48) coincidió, en gran medida, con las
interpretaciones avanzadas por Donnan. Estas
coincidencias incluyen, por ejem plo, la propuesta de una
invasión militar mochica originada en la fase III e
intensificándose en la IV, y que esta invasión tuvo como
resultado una colonización del valle por gente exógena. El
valle de Nepeña, sin embargo, se distinguía del valle de
Santa por presen tar un gran sitio central que claramente
descollaba por el volumen de su arquitectura monumental,
entre todos sus similares (Paña- marca). Si bien Proulx
siempre consideró a Pañamarca como un centro
ceremonial, lo adaptó a su modelo de dominación política
externa, considerando que habría desempeñado la doble
función de centro administrativo provincial de los invasores
(1973: 49).
Modelos teóricos previas, el modelo estatal mochica también se nutrió de
preceptos de dos formulaciones teóricas que estuvieron en
Además de la información reportada por investigaciones boga en tiempos de su
196 | Marco Rosas Rintel los tiempos de la “Nueva Arqueología”. Dado que la teoría
de sistemas asimilaba preceptos de la cibernética —o la
formulación. Estas propuestas teóricas son el modelo de ciencia de la comunicación y control (Rappaport 1971: 59,
evolucio nismo universal y la teoría de sistemas. Watson et ál. 1971: 73)—, se adap tó perfectamente a las
El modelo de evolucionismo universal, planteado por los aspiraciones de la Nueva Arqueología de desarrollar un
an tropólogos norteamericanos Marshall D. Sahlins y, programa “explícitamente científico” (Gibbon 1989:
especialmente, Elman R. Service, sostenía que las sociedades
primitivas podían clasificarse en cuatro estadios evolutivos de
menor a mayor com plejidad: bandas, tribus, cacicazgos y
estados. El modelo fue esbo zado inicialmente en un libro
conjunto denominado Evolution and Culture (Sahlins y
Service 1960: 37), y luego Service se encargó de desarrollarlo
en una serie de publicaciones hasta mediados de la década
de 1970 (Service 1962, 1971, 1975). En su momento, este
modelo tuvo una gran aceptación entre los arqueólogos, que
ávi damente buscaron asignar las culturas que estudiaban a las
etapas evolutivas propuestas.
Según Service (1962: 165), los Estados se caracterizan
por mantener muchos atributos que son típicos de los
cacicazgos. Estos atributos incluyen una dirección
centralizada, una jerarquía de gobernantes con cargos
hereditarios y una autoridad sancio nada religiosamente, e
inclusive una economía enfocada en la re distribución de
productos. La diferencia principal entre estas dos formas de
organización sociopolítica radica en que los Estados
ejercitan una estrategia de integración centrada en el
monopolio de la fuerza (Service 1962: 163,1975: 16). Si bien
Service (1975: 90) anticipaba que los Estados nacientes
debían exhibir una maqui naria judicial y punitiva bastante
explícita y formal, la dificultad de detectar estos mecanismos
arqueológicamente generaba la nece sidad de combinar las
propuestas de este modelo con otro que ofreciera más
posibilidades de identificación.
Este modelo remite a la teoría de sistemas, que ocupó un
sitial importante en la disquisición arqueológica durante
6 / La cultura mochica | 197 práctica arqueológica al ofrecer medios para identificar los
avances en or ganización administrativa, típicos de los
83, Watson et ál. 1971). Según esta perspectiva, los Estados Estados. La centralización, por ejemplo, se reflejaba en el
en frentaron el reto de regular la comunicación y control de surgimiento de centros primarios, especialmente “ciudades
vastas poblaciones, maximizando tres adaptaciones en su capitales” (Crumley 1976: 64). También en la categoría
aparato admi nistrativo: centralización, jerarquización de tipos de asentamientos, la jerarquización se ma nifestaba
y especialización (Flan- nery 1972: 409, Wright y Johnson en un mínimo de tres niveles de centros administrativos
1975: 267). La centralización permitía la emisión oportuna y por encima del tipo básico de sitio habitacional
efectiva de comandos dirigidos a asegurar el buen (Carneiro 1981: 54, Wright y Johnson 1975: 273). La
funcionamiento del sistema, corrigiendo rápida mente las especialización, por otro lado, se manifestaba mínimamente
fluctuaciones peligrosas que podían desestabilizar ór en la disociación de funciones se culares y religiosas,
denes inferiores (Flannery 1972: 411). La jerarquización que en función de la arquitectura monumen tal se
permitía la transmisión eficiente de estos comandos a expresaba en la proliferación de palacios y otros espacios
los componentes más apartados del sistema, favoreciendo administrativos, paralelamente a la de templos y otras
la integración (Wirsing 1973: 156). Finalmente, la estructuras religiosas (Wright 1977: 389).
especialización cumplía el doble rol de facilitar un manejo
eficiente de las masas de información que se movían a El modelo estatal mochica
través de la jerarquía de control, al tiempo que limitaba
las posibilidades de independencia de los órganos de control El modelo estatal mochica, tal como fue expuesto por distintos
su bordinados (Wright y Johnson 1975: 267). participantes del Proyecto Chan Chan - Valle de Moche,
La perspectiva sistémica brindó grandes ventajas a la propuso
198 | Marco Rosas Rintel extenso Estado territorial (1977: 369): a) el gran tamaño del
sitio, que lo convertía en el más extenso conocido previo a la
que, partiendo de orígenes oscuros en las fases I y II de la fase Mochica V; b) la presencia en este sitio de formas
cro nología de Larco Hoyle, los mochicas consolidaron un arquitectónicas arquetípicas que fueron repro ducidas en los
Estado en los valles de Moche y Chicama en la fase III y centros provinciales; y c) el inmenso volumen de la Huaca del
emprendieron una serie de conquistas militares de los Sol —considerada la estructura de adobe más grande del
valles vecinos. Estas conquis tas eventualmente los llevaron área andina (Moseley 1978b: 32)— y la propuesta de Moseley
a dominar una franja de territorio costeño que se extendió (1975a) de que fue construida con mano de obra proveniente
entre los valles bajos de Lambayeque y Nepeña (Bawden de distintas comunidades.2
1977: 25, Conrad 1978: 283, Donnan 1976: 2). Para Una cuarta línea de evidencia que sugería la
administrar las poblaciones y otros recursos de las áreas preeminencia política de este sitio partió de una observación
anexadas, los invasores construyeron en cada valle un centro hecha por Larco Hoyle (2001 [1938]: 200) décadas atrás, que
administrativo provincial, así como una serie de centros locales identificaba a la cerá mica procedente de los sitios de Huacas
menores, repre sentados por huacas (Topic 1977: 376). del Sol y de la Luna (valle de Moche) y Pampas de
Dentro del área nuclear mochica, tres líneas de evidencia Jagüey (valle de Chicama) como la más fina exponente de
su gerían que el sitio de Huacas del Sol y de la Luna los estilos Mochica III y IV. De hecho, Michael Moseley
constituyó la ciu dad capital desde donde se gobernó este (1978a: 523, 1992: 179) consideró el estilo de estas fases
como un “estilo corporativo” explícitamente utilizado como 6 / La cultura mochica | 199
un
emblema del poder estatal. Es interesante observar,
además, que la presencia de dos grandes huacas con
2. La propuesta de contribuciones laborales de múltiples comunidades características arquitectó nicas muy disímiles en este sitio
se sus tentó en la detección de cerca de cien marcas distintas
gravadas “en fresco” en un número similar de lotes de adobes utilizados
sirvió para proponer la necesaria especialización de funciones
en la construcción de las Huacas del Sol y de la Luna (Moseley 1975a: que debía advertirse en las esferas más altas de poder de
192). todo orden estatal (Moseley 1992: 168, 178; Topic
1977:373).
Si bien el modelo estatal mochica sugirió un ascenso
vertigi noso para esta tradición cultural, también propuso
un final dra mático. La ausencia de cerámica de la fase
V en Huacas del Sol y de la Luna y en los valles sureños
hizo pensar en un abandono prematuro de la mitad sur del
territorio hacia finales de la fase IV (Bawden 1977: 26).
Este abandono fue tentativamente asignado a un mega-
Niño que destruyó por completo el área de sostenimien
to de la capital estatal (Moseley 1978b: 32, Moseley y
Richardson 1992, Shimada 1976: 511-512) y a un desgaste
de estrategias tradi cionales de gobierno (Bawden 1977:404-
405, Topic 1977: 386-387). En el valle de Lambayeque,
considerado entonces la frontera nor te del territorio
mochica, se conocía desde 1951 la existencia de un extenso
sitio mochica con arquitectura monumental de gran mag
nitud llamado Pampa Grande (Schaedel 1951: 237). Este sitio
fue investigado entre 1973 y 1975 por Kent C. Day,
anteriormente un miembro del Proyecto Chan Chan -
Valle de Moche, quien consta tó que su principal
ocupación se circunscribía a la fase Mochica V (Shimada
1976: 134-135). Pampa Grande fue eventualmente inte
grado al modelo estatal mochica, asumiendo que representó
una segunda ciudad capital que acogió tanto a una
población local, como a gente que huía del colapso del sur.
Esta capital habría sido rápidamente erigida durante la fase
Mochica V en un área de refu gio norteña que no fue
afectada por los hechos que generaron el dramático abandono
sureño (Bawden 1977: 385).
El retroceso sureño, sin embargo, no habría trasgredido
los lí mites del valle de Moche. En este valle se erigió representó una especie de baluarte que marcó la nueva
durante la fase Mo chica V el sitio de Galindo como centro frontera sur del estado territorial (Topic 1991:
administrativo provincial (Bawden 1977,1982). Este sitio
200 | Marco Rosas Rintel Evans 1952: 217, Topic 1977: 367, Willey 1948: 13).
Los argumentos que sustentaban la conquista militar,
237). El colapso final de Pampa Grande, y de lo que quedaba por fuer tes que parecieran, no tardaron en ser rebatidos,
del Estado mochica, fue asignado por Izumi Shimada en su a veces inclu sive por los mismos intelectuales que
tesis doc toral de 1976 a una falla sistémica. Según Shimada proponían la existencia de un estado multirregional
(1976: 521-523), Pampa Grande albergó una base social mochica. Tal vez la objeción más signi ficativa fue una
muy variada que se resistió al sistema tributario impuesto crítica que Michael Moseley (1975b) esbozara a
para sostener a la gran ciudad. Los gobernantes del
reconstituido Estado mochica V no pudieron con trolar esta
base social.

Difusión cultural por conquista militar

Uno de los supuestos fundamentales que derivan del modelo


estatal mochica se refiere a la forma como esta cultura
alcanzó tan amplia expansión territorial. Basándose en las
propuestas de los precurso res del Proyecto Chan Chan -
Valle de Moche, los proponentes del modelo asumieron como
único mecanismo posible a la conquista militar. A la hora de
mencionar la evidencia material que sustentaba este juicio,
los proponentes hicieron alusión al mismo tipo de evi dencia
que habían usado sus predecesores. Esta evidencia se
refie re a la súbita aparición del fenómeno mochica en los
valles sureños (Proulx 1973: 48, Strong y Evans 1952: 216,
Topic 1977: 367, Willey 1953: 397), los cambios que esta
irrupción generó en el patrón de asentamiento de estos valles
(Donnan 1973: 126, Proulx 1973: 48, Topic 1977: 367), la
presencia en esos valles de fortalezas construi das tanto por
los mochicas como por sus eventuales contendores (Bawden
1977: 382, Donnan 1973: 16-18, Strong y Evans 1952: 128,
Willey 1953: 381-382), la también rápida desaparición de la
influen cia mochica en el sur al final de la fase IV (Bawden
1977: 382, Don nan 1973:127, Willey 1948:13) y, por
supuesto, el aliento fuertemente militarista de la iconografía
mochica (Bawden 1982: 381, Donnan 1973:126, Strong y
6 / La cultura de que simpatizaba con el modelo estatal mochica, Wilson se
mochjca | 201
mostró renuente a aceptar que la Huaca China, la única
fortaleza mochica que Donnan había identificado en este
las propuestas de Donald Proulx (1973). Moseley argüyó
valle, realmente habría cumplido funciones militares. Para
que las impresiones de “súbita aparición”, “rápida
Wilson (1988: 213), la ausencia de rasgos distintivos de
desaparición”, e inclu sive “cambios dramáticos” que los
arquitectura militar, como fosos secos, bastiones o una
arqueólogos advierten en sus estudios de patrones de
estructura central fortificada, relacionaba más bien a este
asentamiento, son un producto artificial de las
edificio con funciones religiosas.
secuencias cerámicas que usan para identificar y ordenar
El debate surgido a partir de la identificación
cronológicamente a las culturas que estudian. Al asumir
funcional de Hua ca China resaltó el difícil problema de
errónea mente que los estilos cerámicos reflejan con
diferenciar en la arquitec tura de las distintas culturas
precisión el devenir de grupos específicos de gente, no
que se sucedieron en la costa norte, la arquitectura
es difícil llegar a la dudosa con clusión de que las
netamente militar de los adoratorios erigidos sobre la
anormalidades en la distribución espacial y/o temporal de
cima de cerros. Para el caso mochica, la dificultad de
estos estilos (que muchas veces se deben a proble
identificar estructuras claramente militares asignables a las
mas de conservación u otras anomalías) corresponden a
fases III o IV, tanto en el valle del Santa como en otras
patrones equivalentes en el ordenamiento espacial y
regiones, llevó a la curiosa con clusión de que una “Pax
temporal de grupos humanos (Moseley 1975b: 691).
Mochica” habría reinado en tiempos de la imposición
Interesante fue también la polémica que se dio en torno
estatal (Moseley 1992: 183, Wilson 1988: 335). Implícita
a la identificación de la arquitectura militar mochica. Uno
en esta propuesta estuvo la idea de que la expansión
de los pri meros entredichos surgió a raíz de una
mochica ha bría sido tan rápida y efectiva, que no ofreció
segunda prospección del valle bajo del Santa desarrollada
tiempo, ni para los
por David Wilson entre 1979 y 1980 (Wilson 1988). A pesar
202 | Marco Rosas Rintel cotidia na, representaba más bien actividades rituales y
conceptos sobre el mundo sobrenatural (Donnan 1976:
agresores ni para sus contendores, de erigir estructuras 130, Hocquenghem 1978: 128). Las escenas de combates y
defensi vas (Topic 1991: 235). Curiosamente, entonces, la combatientes, por lo tanto, no aludían a sucesos y
propuesta de la expansión militar del Estado mochica quedó campañas militares reales, sino a batallas ri tuales libradas
fundamentada en la ausencia de arquitectura militar. entre miembros de una misma comunidad en un ambiente
El último argumento que sustentó el carácter militar de ceremonial. Basándose en información histórica y en la
la expansión mochica —aquel que aludía a la prolijidad de analogía etnográfica, Hocquenghem (1978: 136) propuso que
temas militares en la iconografía— cayó rápidamente con las batallas habrían tenido el carácter de ritos propiciatorios
los grandes avances en el desciframiento de la iconografía de fertili dad agrícola, en los que se recurría al sacrificio
mochica en la dé cada de 1970. Si bien son varios los y ofrecimiento de la sangre de los vencidos para asegurar el
autores comprometidos con estos avances, son dos los que favor de los ancestros.
aquí nos interesan: Christopher B. Donnany Anne Marie
Hocquenghem. Estos autores resaltaron que la La idea de la secuencia cerámica única
iconografía mochica, lejos de aludir a temas de la vida
El modelo estatal mochica también fomentó la idea de 6 i La cultura
que una sola secuencia cerámica expresaba mochica [ 203

adecuadamente el devenir evolutivo del extenso Estado


territorial mochica, incluidos el área nuclear y sus idea de que los artesanos especializados que produjeron las
provincias. La secuencia cerámica escogida para ex presar finas vasijas mochicas trabajaron bajo los auspicios de los
el cambio temporal fue la esbozada por Rafael Larco altos líderes políticos y religiosos estatales, que denotaban un
Ho- yle (1948) varias décadas atrás. Esta secuencia está alto grado de in tegración y coordinación.3
centrada en cambios en la forma, tecnología de Cuando los proponentes del modelo estatal mochica
manufactura y decoración de un tipo cerámico muy busca ron establecer límites temporales precisos para las
representativo de la tradición mochica: las botellas finas de fases cerámi cas de esta secuencia, recurrieron a la
asa-estribo (Larco 2001 [1948]: 26-33). La lógica detrás de secuencia maestra de lea y a la cronología estilística que
la propuesta de la secuencia única parecía residir en la Dorothy Menzel estaba afinando para el Horizonte Medio
(Menzel 1964, 1968; Rowe 1962, 1967 [1965]).
Especialmente crítica en este sentido fue la paridad temporal
que Menzel estableció entre el estilo Mochica V y el
Nievería, partiendo de asociaciones detectadas en el sitio
de Vista Alegre, en el valle del Rímac. Esta asociación
fechó estilísticamente la fase Mochica V dentro de la
época 1 del Horizonte Medio (Menzel 1964: 33). En un
trabajo de 1967, John Rowe y Dorothy Menzel publicaron
un cuadro cronológico en el que fecharon el inicio del
Horizonte Me dio en el 550 d. C. (Rowe y Menzel 1967:
iv). Esta fecha estableció un límite temporal superior para la
fase Mochica IV. Se asumió, por otra parte, que el periodo
de recomposición del Estado mochica V no habría durado
más de 200 años, lo que fechó tentativamente el colapso
mochica en el año 750 d. C. Para las fases anteriores a la
Mochica V, se propuso una duración promedio de 100 años,
lo que ubicó tentativamente el origen de la cultura mochica
alrededor del
100 d. C. (véase Donnan y Mackey 1978, cuadro 1). La
secuencia cronológica final para la cultura mochica quedó
establecida como lo ilustra la figura 6.1.
En un principio, fue muy difícil corroborar o rebatir
la validez de la secuencia cronológica propuesta para la
cultura mochica partiendo de los escasos fechados
radiocarbónicos disponibles (véase Bawden 1977: 410,
Conrad 1974: 740, Ravines y Álvarez
3. James Ford (1949: 66) propuso que habrían sido los propios
sacerdotes los que fabricaron las vasijas, mientras que Michael
Moseley (1992: 179) sugirió que las afinidades estilísticas
resultaban de la exportación de moldes he chos en la capital a
talleres estatales en provincias.
204 | Marco Rosas Rintel 6 / La cultura mochica | 205

1967: 22-23, Willey 1958: 356). En las décadas de 1960 y 1970, el


método del fechado radiométrico era todavía una ciencia naciente
en la arqueología peruana, plagada de errores y malentendidos. CRONOLOGIA SECUENCIA CRONOLOGÍA
RELATIVA CULTURAL ABSOLUTA
Los amplios rangos temporales de los fechados calibrados difí cilmente
podían competir con la asumida mayor precisión de las secuencias
cerámicas armadas según criterios estilísticos. En la evaluación de los
fechados, por lo tanto, comúnmente se aplicaba la falacia de
afirmación del consecuente: estos eran considerados válidos en tanto su
media calibrada coincidiera con, o se apro ximara razonablemente a,
el rango temporal inferido de la fase cerámica pertinente. Dada la
escasa muestra de fechados disponi ble, era fácil rechazar aquellos
que ofrecían resultados divergentes bajo pretexto de una
contaminación.
En esta plétora de errores e interpretaciones dudosas, destaca
como excepción el ensayo de fechado de materiales mochica del
valle de Santa desarrollado por Christopher Donnan (1973). Don-
nan no solo se preocupó por obtener una muestra relativamente
extensa de fechados, sino que también fue el primero en usar este
método para advertir posibles fallas en la secuencia vigente, repre
sentadas por la aparente contemporaneidad de dos de sus fases
más representativas (1973: 131).
La idea de una única secuencia cerámica mochica encontró
su más seria oposición, empero, en los resultados de las excavacio
nes que Donnan y Cock (1983-85, 1986a, 1986b, 1999) desarrolla ron Figura 6.1. Cronología mochica favorecida por los proponentes del modelo
estatal mochica.
en el sitio de Pacatnamú entre los años 1983 y 1987. Al analizar la
cerámica de un cementerio excavado durante la temporada de 1985,
los autores notaron que esta no seguía claramente la secuen cia de la cultura mochica (Bawden 1996: 252, Castillo y Donnan 1994,
tradicional propuesta por Larco Hoyle (Donnan y Cock 1986a: 64-65). Chapdelaine 2010: 252, Kaulicke 1992: 899, Quilter 2010: 68, Shi-
Subsistían grandes diferencias en el inventario de formas, al ser, mada 1994b: 375).
por ejemplo, los floreros y huacos retrato inexistentes en el lote En un trabajo posterior, Castillo y Donnan (1994) propusie ron
excavado. Los autores propusieron la existencia de dos tradi ciones en una secuencia cerámica alternativa para la mitad norte del territorio
el territorio mochica, una abarcando los valles sureños (ahora mochica (véase también Castillo 2003). Esta secuen cia consta
ampliados de Huarmey a Chicama) y otra los norteños (Je- quetepeque a de tres fases denominadas Moche Temprano, Medio y Tardío. Si
La Leche) (Donann y Cock 1986a: 65). Esta división territorial es ahora bien en apariencia representa un avance en nuestro entendimiento del
ampliamente aceptada por los investigadores devenir histórico de los mochicas, en realidad
206 | Marco Rosas Rintel conlleva las mismas limitaciones evidentes en la secuencia origi nal
de Larco Hoyle, pues no deja de ser una secuencia estilística con
escaso respaldo estratigráfico y radiométrico. En resumen, ya sea 6 / La cultura mochica | 207
que consideremos la existencia de una o dos secuencias ce rámicas
mochica, estas proponen, en esencia, un mismo devenir evolutivo para
temas (si no todos) podrían concatenarse en secuencia, formando
poblaciones asentadas en territorios muy vastos y discontinuos.
algo así como una gran narrativa mítica mochica (Castillo 1991;
Hocquenghem 1989; Quilter 1990, 1997).
La propuesta de la integridad Intimamente ligado a la idea de la integridad temática está el
temática de la iconografía mochica principio de “representación abreviada”. Según este principio, los
mochicas muchas veces hacían alusión a los temas centrales del
Otro supuesto que acompañó la formulación del modelo estatal culto estatal a partir de representaciones aisladas de acciones y/o
mochica es la idea de que la rica iconografía de esta cultura, re personajes típicos de estos temas (Donnan 1976: 125). El principio
flejada de manera prominente en las botellas decoradas con línea de “representación abreviada” no solo ayudó a explicar la aparen
fina de la fase Mochica IV, expresaba una unidad de temas a lo lar te proliferación de representaciones iconográficas mochicas que
go de su territorio. Dicha idea está íntimamente ligada al concepto se observa en los museos. También resultó de mucha utilidad para
de “estilo corporativo estatal” (Moseley 1992 179), y parte de la no la interpretación precisa de figuras iconográficas simples o frac
ción de que estas vasijas fueron creadas por maestros artesanos cionadas que los arqueólogos encontraban en sitios mochicas. No
que trabajaron bajo la estricta supervisión de una casta superior importa en qué valle se ubicara el sitio en cuestión, ni que este no
de sacerdotes integrada bajo un sistema centralizado. La idea de produjera ejemplos de escenas complejas útiles para establecer
la integridad temática de la iconografía mochica se concretó a me comparaciones, las figuras siempre podían ser referidas a los te
diados de la década de 1970, paralelamente a la elaboración del mas centrales de la cosmovisión mochica.4
modelo estatal mochica. Aquí también son Christopher B. Donnan El principio de “representación abreviada” halló también una
y Anne Marie Hocquenghem sus principales responsables. inusitada aplicación en la interpretación de contextos funerarios.
Estos autores propusieron que la amplia diversidad de repre En 1988, Donnan empleó una escena compleja ilustrada en una fina
sentaciones iconográficas mochicas que se constata en las co botella asa-estribo Mochica IV, aparentemente huaqueada en el va
lecciones de museos es, en realidad, una imagen ilusoria. Según lle del Moche, para interpretar uno de los entierros más notables
ellos, el corpus iconográfico mochica remite a un número limita del sitio de Sipán. La botella ilustra el “tema de la presentación”,
do de temas básicos, que ocasionalmente son representados en o “tema del sacrificio”, en el que una procesión de divinidades es
su integridad en escenas complejas durante las fases IV y V (Don mostrada presentando una copa a un dios principal (véase Donnan
nan 1975, 1976: 117, 1978: 158; Hocquenghem 1977, 1989: 20). 1978, figs. 239a y b). Pues bien, según Donnan (1988: 555), el per
En sonaje histórico conocido como el “Señor de Sipán” presentaba en
una publicación de 1989, Anne Marie Hocquenghem incluso nos su ajuar funerario diversos adornos e insignias que lo relacionaban
ofreció una aproximación bastante precisa del número de temas con el personaje mítico “A” o dios principal de esta escena.
que conformarían el corpus iconográfico mochica, indicando que
son 19 (1989: 21). Ella y otros autores han propuesto que
muchos
4. El principio de “representación abreviada” es sumamente útii para la inter
pretación de piezas cerámicas descontextualízadas que abundan en mu
seos y colecciones privadas. Estas piezas constituyen el principal material
de estudio de los iconógrafos de la cultura mochica.
208 | Marco Rosas Rintel Después de la identificación pionera de Donnan, siguieron in tentos
por empatar otros entierros prominentes de Sipán con más seres
míticos de la misma escena (Alva y Donnan 1993: 164, Bour- get 6 / La cultura mochica | 209
2008). Estos ensayos han prosperado, aun considerando que los
ocupantes originales de Sipán nunca produjeron botellas simi lares a diversificación de poblaciones mochicas que la nueva evidencia re
la usada en el ejercicio de identificación, o un muestrario de cogida por investigaciones recientes parece estar demostrando. De
divinidades equivalente al representado en ella. 5 Esta evidencia es, preferencia, este modelo debería también sustentarse en
sin embargo, irrelevante si respetamos la premisa de que todos los patrones de organización documentados en sociedades andinas,
ocupantes del vasto territorio mochica conocían y manejaban el como es el caso de la cultura mochica. Un modelo que reúne estas
mismo repertorio de temas iconográficos centrales. caracte rísticas, que yo denomino modelo de segmentación política en
Como resulta obvio, la idea de la integridad temática de la ico par cialidades, fue rescatado por la etnohistoriadora Patricia
nografía mochica no admite la existencia de posibles temas ico Netherly a partir de documentos judiciales y administrativos de la
nográficos regionales o locales. Si estos temas existieran, no se Corona española procedentes de la costa norte (véase Netherly 1977,
podría, por ejemplo, aplicar el principio de “representación abre 1984, 1990). Según estos documentos, las poblaciones de la costa
viada” para interpretar vasijas decoradas que carezcan de informa norte del siglo XVI estaban organizadas en distintas “parcialidades”,
ción de procedencia. La existencia de temas iconográficos locales que Netherly (1977: 119) interpretó como conjuntos de linajes
es sugerida, sin embargo, por la distribución espacial restringida emparen tados por línea patrilineal.
de las vasijas Mochica V que ilustran el “tema del entierro”. Por el En la costa norte del siglo XVI, las parcialidades de agricultores
momento, estas vasijas parecen limitarse a unos pocos sitios del —que eran las que concentraban mayor número de habitantes—
valle del Jequetepeque (Castillo 2003: 102, Donnan y McClelland denotaban una organización territorial particular. Por lo general,
1979: 5). cada parcialidad proclamaba como suyo un canal principal de
irrigación y los terrenos que este irrigaba. Los territorios de las
El modelo de segmentación política en parcialidades parcialidades tenían típicamente la forma de una cuña alargada,
extendiéndose desde el río (en su extremo más estrecho) hasta
Como queda demostrado en la discusión anterior, distintas líneas alcanzar, en algunos casos, el litoral (figuras 6.2 y 6.3). Este territo
de evidencia ponen en duda la validez de los supuestos fundamen rio comprendía el curso de un canal, y abarcaba en su extensión,
tales del modelo estatal mochica. Se hace, entonces, necesario además de terrenos fértiles del valle, una amplia gama de eco
recurrir a un modelo alternativo que exprese mejor la aparente sistemas productivos (Netherly 1984: 236). Por lo general, existía
una relación directa entre la magnitud del canal de irrigación y la
importancia de la parcialidad que se servía de él (Netherly 1977:
5. Si observamos la iconografía sacra producida por los artesanos de Sipán, 283). Había, sin embargo, excepciones a esta norma pues, en oca
expresada de manera prominente en artefactos de metal, podríamos con siones, un mismo canal era compartido por dos o más parcialida
cluir que sus autoridades habrían reverenciado un repertorio más básico des de igual jerarquía.
de divinidades, representadas por el clásico “Decapitador”, un felino, un
cangrejo y un búho antropomorfizados, y el “animal lunar” (Alva y Donnan En lo que concierne a la organización política de las parciali- .
1993: figs. 121, 197, 204; Chero y Alva 2010: figs. 1, 2 y foto 26). dades de agricultores, cada una estaba regida por dos autoridades:
el “principal” y la “segunda persona”. En un mismo valle, las par
cialidades estaban muchas veces integradas bajo un orden
políti co único presidido por los “principales” de las parcialidades más
importantes de cada mitad del valle. Este escalafón superior regía
210 | Marco Rosas Rintel
6 / La CULTURA MOCHICA i 211

Figura 6.2. Vista aérea de un valle imaginario de la costa norte, mostrando el curso del río,
el valle aluvial, canales prehispánicos y sitios con grandes huacas asociados a estos últimos.

sobre las autoridades y poblaciones de las demás parcialidades de


la región, que se organizaban por debajo de él en orden jerárquico Figura 6.3. Imagen que muestra territorios hipotéticos de parcialidades y tres modelos posi
bles de asociación entre estas: 1. asociación intravalie, 2. autonomía, 3. asociación extrava lle
(Netherly 1977: 117, 1984: 230). (costa), y 4. asociación extravalle (sierra).
Hasta aquí, el modelo alternativo no difiere mucho de un sis tema
estatal. Sin embargo, Netherly (1984: 233, 1990: 464) admite que
muchas veces el nivel superior de integración podía estar au sente y ámbito costeño (figura 6.3:3) o serrano (figura 6.3:4). Por supuesto,
las parcialidades quedaban libres para ejercer una amplia gama de podemos esperar cambios en el mapa político de las regiones a lo
asociaciones políticas. Podemos esbozar, entonces, dis tintos largo del tiempo.
escenarios que ilustran las diferentes opciones abiertas para estas El modelo de segmentación política en parcialidades consi dera
asociaciones (figura 6.3). En algunos casos, es posible que solo posible, por lo tanto, no solo una situación de segmentación política
unas cuantas parcialidades hayan optado por ensayar una co nexión generalizada para las poblaciones mochícas, sino también una
política abarcando, inclusive, una mitad del mismo valle (figura amplia gama de opciones para sus eventuales asociaciones. Este
6.3:1). Otras habrían preferido mantener su autonomía (fi gura 6.3:2), modelo se opone, en esencia, a la idea de integración políti ca total
mientras que otras habrían establecido conexiones po líticas con implícita en el modelo estatal mochica. La discrepancia también se
organizaciones equivalentes externas al valle, ya sea del hace extensiva a los tres supuestos fundamentales que derivan del
modelo integracionista. En las siguientes páginas, se describen los
supuestos fundamentales alternativos que se rela cionan con la
propuesta de segmentación, se discuten los concep tos que les dan
sustento y se presenta evidencia —recogida por investigaciones recientes
— que prueban su viabilidad.
212 | Marco Rosas Rintei. Difusión cultural por medios pacíficos
Si aceptamos la propuesta de la autonomía política de las parcia lidades 6 / La cultura mochíca | 213
y de la libertad de sus asociaciones, podemos pensar en mecanismos
alternativos a la conquista militar para explicar la di fusión del
tuvieron el efecto de difundir sobre regiones muy amplias ideo logías
fenómeno mochica. En el caso de sociedades primitivas, la guerra
particulares y sus productos materiales (entre ellos, estilos cerámicos)
entre poderes equivalentes es una solución que general mente solo
(Rostworowski 2008: 201).6 Cabe destacar aquí, que la existencia de estos
conduce al mutuo exterminio (Tainter 2002: 123). Es lógico concluir,
grandes centros de peregrinación ya ha sido sugerida para el caso
entonces, que la guerra entre parcialidades habría sido evitada en la
mochica (Castillo 2000a: 148, Franco et ál. 2010: 110, Quilter2010:
mayoría de casos (véase, sin embargo, Dillehay 2001; Rosas 2010). 84).
Un argumento alternativo al uso de la fuerza que explica la amplia
expansión territorial de la cultura mochica fue planteado por Garth
Bawden en 1995. Bawden, quien a finales de la década de 1980 La existencia de múltiples secuencias cerámicas
había recusado su adhesión al modelo estatal mochica, centró su
atención en la difusión ideológica. Según él, la cultura material mochica El modelo de segmentación política en parcialidades también pone en
fue la expresión simbólica de una ideología po lítica sumamente duda la validez del segundo supuesto del modelo estatal mochi ca,
prestigiosa que fue adoptada, de manera volun taria y diferencial, por referido a la existencia de una o dos secuencias cerámicas para esta
los segmentos de élite de distintos grupos que vivían en la costa cultura. Este número limitado de secuencias refleja un número igualmente
norte (1995: 259). Esta ideología representó un lenguaje común que restringido de trayectorias evolutivas para las poblacio nes que
permitió a las élites de estos grupos inte grarse, intercambiar parejas y ocuparon tan amplio territorio. El modelo de segmentación política en
desarrollar acciones conjuntas. Al mismo tiempo, constituyó un parcialidades propone, por el contrario, no solo la exis tencia de
instrumento eficaz para establecer diferenciaciones verticales con la base múltiples entidades políticas regionales, sino también que estas podrían
popular. haber mantenido su autonomía a través de distintos periodos de tiempo. A
El argumento de la difusión ideológica nos abre dos grandes lo largo de esta trayectoria, habrían también establecido diversas
alternativas, que no son mutuamente excluyentes, sobre la forma como conexiones políticas con sus pares costeños e, inclusive, serranos.
la ideología mochica habría alcanzado tan amplia difusión territorial. Por Como producto de esta autonomía y relacio nes cambiantes, deberían
un lado, podemos observar una reacción en cade na, establecida a visualizarse en el registro arqueológico subestilos regionales mochicas y
partir de la interacción entre pares, en el ámbito de la costa norte. múltiples secuencias cerámicas paralelas, cada una reflejando el devenir
Pero también podemos considerar la existencia de grandes focos de histórico singular de estas entidades políticas autónomas.
diseminación ideológica, como fueron los centros oraculares de Investigaciones recientes desarrolladas en la costa norte han ofrecido
prestigio interregional que tan difundidos estuvieron en el mundo notable evidencia —especialmente referida a fechados radiocarbónicos y
andino (Curátola y Ziolkowski 2008: 9). En tiempos incas y estilos cerámicos— que prueban la existencia
anteriores, estos oráculos acogieron peregrina ciones de gente venida
de lugares muy distantes, y generalmente

6. En este punto, me adhiero a una opinión vertida por María Rostworowski (2008:
201), quien resalta la común confusión de muchos arqueólogos andi nos al
explicar las amplias difusiones territoriales que evidencian algunos estilos
cerámicos preincas en términos de “guerras y conquistas”, ignoran do el
importante rol cumplido por estos centros de peregrinación.
214 | Marco Rosas Rintel los tres casos que considero más notables.

de esta diversificación estilística mochica. A continuación presen to Caso 1: valle de Moche


6 / La CULTURA MOCHICA I 215
La figura 6.4 compara una serie de fechados obtenidos por Claude
Chapdelaine entre 1995 y 1999 de la “zona urbana moche”, ubicada entre
las Huacas del Sol y de la Luna (Uceda, Chapdelaine y Verano 2008,
cuadro 21), con una serie similar obtenida años después por Gregory
Lockard en el sitio de Galindo (Lockard 2005, tabla 5.4). La
equivalencia temporal que evidencian ambas series no tendría por
qué sorprendernos, de no ser porque los fechados fueron toma dos de
contextos asignables a dos fases distintas de la secuencia de Larco Hoyle:
Mochica IV en Huacas del Sol y de la Luna y Mochica V en Galindo.
Esta evidencia prueba que, en el valle de Moche, dos subestilos mochicas
distintos fueron producidos y usados al mismo tiempo en los centros de
población más grandes del valle. Esta evi dencia es difícil de asimilar bajo
la propuesta de integración política total del modelo estatal mochica,
especialmente considerando que el valle de Moche es asumido como
el área nuclear de esta cultura, y el sitio de Huacas del Sol y de la Luna
como su capital estatal.

Caso 2: valle de Jequetepeque Figura 6.4. Comparación de fechados entre la zona urbana moche y el sitio de Galindo.

El segundo caso nos lleva al valle del Jequetepeque, específica mente


a los sitios de Dos Cabezas y Pacatnamú. Entre 1997 y 2000, Christopher
Los fechados de las tumbas de Dos Cabezas también tienen, empero,
B. Donnan y Guillermo Cock excavaron una serie de tumbas de élite
serias implicaciones en la secuencia cultural del bajo Je quetepeque. Si
mochica en la esquina suroeste de la gran pirámi de de Dos Cabezas
bien no tan abundantes como en el caso anterior, estos fechados
(Donnan 2007: ix). Las tumbas contenían varias vasijas escultóricas de
son consistentes con otro grupo de fechados que el arqueólogo
altísima calidad, claramente asignables a la fase Mochica I, pero una
alemán Heinrich Ubbelohde-Doering obtuvo entre 1962 y 1963 de
serie de fechados obtenidos de materiales orgánicos asociados arrojaron un
contextos excavados en la huaca 31 de Pacatna mú (Ubbelohde-
rango calibrado consistente que oscilaba entre 390 y 645 d. C. (Donnan
Doering 1966: 22) (figura 6.5). Tales contextos se relacionan con un
2003 76). Como Donnan mismo observó, este intervalo temporal
material cerámico mochica diferente, cuyos máximos exponentes son
corresponde más bien a una ocupación Mochica IV de los valles del
botellas de asa-estribo de pasta negra, cuerpos achatados y limitada
sur.
calidad de la decoración escultórica (véase Ubbelohde-Doering 1983,
fig. 24, 2-5). Este material ha sido asignado, en términos estilísticos, a una
fase denominada “Moche Medio” que, en principio, sucedería a la
Mochica I en el tiempo (Castillo 2003:81).
Si consideramos el escaso volumen de la huaca 31, la modestia de
los entierros de élite asociados a ella y la pobreza del material
216 | Marco Rosas Rintel 6 / La cultura mochica | 217

modelo estatal mochica como el principal centro administrativo


Años AP que los invasores mochicas erigieron en este valle durante la fase
1200—i
III (Conrad 1978: 285, Topic 1977: 374). Huancaco fue nuevamente
DOS CABEZAS PACATNAMÚ
(Mochica 1)* * 1 (MocheMedio)** excavado entre 1998 y 1999 por Steve Bourget (2003, 2010), quien
1300 — constató una serie de patrones anómalos en su material cerámi co.
En primer lugar, sorprendió que las asas de las finas botellas asa-estribo
recuperadas en el sitio remitieran claramente al estilo Mochica I (Bourget
1400 —
i 2010, fig. 16). Pero más sorprendente aún fue que una serie de
I fechados asociados a estos materiales ofrecieran un intervalo
calibrado cuyos límites se ubican entre 550 y 700 d. C. (Bourget 2010:
1500 —
215). Según la cronología tradicional mochica, este intervalo temporal
debería corresponder más bien a una ocupa ción Mochica V (figura
1600 — 6.1).
En segundo lugar, Bourget observó que la decoración pictórica
de las vasijas finas de Huancaco era muy elemental, limitándose a
1700
* Tomado de Donnan 2007: 197-198
repeticiones de figuras geométricas simples (Bourget 2010, figs. 9-11).
* * Dr. Bemd Kromer, comunicación personal 2009. En otras palabras, esta decoración obviaba la iconografía figu rativa más
representativa de la tradición mochica. Este dato no sería
Figura 6.5. Comparación de fechados entre Dos Cabezas y Pacatnamú.
del todo inusual, de no ser porque desde tiempos del Proyecto Valle
de Virú se conoce que este valle también albergó sitios dotados de
un componente de cerámica fina que se puede asignar claramente
cerámico hallado en estos entierros, no sería absurdo concluir que al estilo Mochica IV (Strong y Evans 1952: 89, 110, 167). Estos sitios
la fase Moche Medio representa un momento de involución cultu ral. habrían sido coetáneos con la ocupación mochica de Huancaco.
Sin embargo, la evidencia de fechados concordantes sugiere más Al interpretar la singularidad estilística de la producción cerá mica
bien que la arquitectura y los materiales de Pacatnamú se rían de Huancaco, Bourget (2010: 222) propuso que esta repre senta un
representativos de una parcialidad que coexistió lado a lado con otra desarrollo cultural paralelo (y distinto) al mochica, que distinguió con el
más próspera representada por el sitio de Dos Cabezas. Esta nombre de “cultura huanchaco”. En mi opinión, no es necesario
parcialidad habría sido liderada por individuos que contaron con llegar a este extremo para caracterizar lo que es claramente un subestilo
medios mucho más limitados para expresar materialmente su prestigio y mochica regional. Este subestilo es sim plemente representativo de una
privilegios políticos. parcialidad que optó por mante nerse relativamente al margen de la
esfera de interacción formada por parcialidades Mochica IV aledañas.
Caso 3: valle de Virú

El tercer y último caso remite al valle de Virú, específicamente al si tio


de Huancaco. Este sitio fue interpretado por los exponentes del
218 | Marco Rosas Ríntel
6 / La cultura mochica | 219

La diversidad temática de la iconografía mochica presentación de sangre en una copa, y posiblemente un repertorio
elemental de divinidades), cada grupo habría reinterpretado estos
El modelo de segmentación política en parcialidades también pone en
preceptos según sus propias particularidades, generando, en el re gistro
duda la propuesta de la integridad temática de la iconografía mochica.
arqueológico, un corpus iconográfico de inusitada riqueza. La
Algunas parcialidades políticamente autónomas habrían tenido su
variedad de imágenes que decoran los huacos mochicas que encontramos
origen en tiempos anteriores a la gran difusión de la ideo logía mochica.
en los museos, que muy bien puede reflejar un caso de
Desde tiempos inmemoriales, estas parcialidades habrían enarbolado
“representación abreviada”, no haría alusión a 19 temas espe cíficos,
sus propias creencias locales, muchas veces relacionadas con elementos sino a una variedad de temas cuyo número queda aún por precisar.
notables del paisaje de su localidad (como cerros, lagunas o islas).
Al integrarse a la cultura mochica, los líderes de estas parcialidades
habrían aprovechado los medios de expresión que ofrecía esta nueva Conclusiones
ideología para manifestar ma terialmente sus creencias particulares. El
resultado de esta adap tación sería una plétora de expresiones En este artículo, se han confrontado y evaluado críticamente dos
iconográficas regionales. modelos que aluden a la organización política de la cultura mochi
La diversidad de cultos de las sociedades andinas prehispá nicas ca: el modelo estatal mochica y el modelo de segmentación política
es un hecho que ha sido documentado a partir de distintos medios. La en parcialidades. La validez de estos modelos ha sido contrastada
evidencia más notable podría estar constituida por los distintos a partir de un examen crítico de tres supuestos fundamentales que
documentos oficiales legados por los “extirpadores de idolatrías” que derivan de ellos. Estos supuestos se refieren a la manera como se
recorrieron el territorio del Perú en los siglos XVI y XVII (Arriaga 1999 habría difundido la cultura mochica, el número de secuencias cerá
[1621], Duviols 2003, Polia 1999). El jesuíta Pa blo Joseph de Arriaga micas que pueden ser identificadas para esta cultura, y la variedad
(1999 [1621 ]: 31), por ejemplo, en el periplo que realizó por las de temas iconográficos producidos por los mochicas. En general, la
provincias de Huacho y Cajatambo entre 1617 y 1618, documentó que evaluación ha generado resultados desfavorables para los supuestos
cada parcialidad tenía una huaca principal (y otras menores), a la del modelo estatal mochica. Al margen de que la asumida integra
que consideraba su ente protector y de la que tomaba su nombre. ción administrativa de un vasto territorio multivalles nunca ha sido
Para el caso de las parcialidades mochi- cas, es altamente probable adecuadamente probada, hasta ahora no han sido detectadas cla
que cada una haya contado también con una huaca principal y otras ras fortificaciones asignables a las fases Mochica III y IV, el supuesto
subsidiarias. Incluso en el caso de que algunas hayan seleccionado carácter militarista de la iconografía mochica es igualmente expli
la misma imagen para represen tar a su divinidad tutelar (por cable en función de las actividades rituales, la cerámica mochica
ejemplo, el “Dios Búho”), cada una de estas imágenes conllevaría un parece admitir una gran variedad de estilos regionales, y existen
significado y correspondencias iconográficas distintas en territorios indicios para afirmar la existencia de temas iconográficos locales.
diferentes. Es justo reconocer, sin embargo, que la evidencia revisada
Por lo tanto, si bien es cierto que las élites regionales que adop taron tampoco respalda, de manera definitiva, los supuestos del modelo
la ideología mochica habrían compartido una serie de pre ceptos alternativo. Tres casos citados en este artículo prueban la coexis tencia
básicos propios de esta ideología (como el énfasis en las batallas de tradiciones cerámicas paralelas en tres valles distintos. Aunque estos
rituales, la ceremonia del sacrificio humano seguida de la casos parecen indicar la existencia de parcialidades
220 I Marco Rosas Rintel 6 / La cultura mochica | 221

autónomas en estas regiones, falta aún evidencia que permita ge neralizar de correspondencias genéticas entre individuos mochicas y galli nazo
esta propuesta para abarcar toda el área cultural mochica. También inhumados en el sitio de El Castillo, en el valle del Santa (2008: 188).
subsiste un escaso respaldo material para los supuestos adicionales del Otro tipo de análisis especializado con potencial de produ cir
modelo, como son la difusión por medios ideo lógicos y la resultados favorables se refiere a estudios de composición de pastas
multiplicidad de temas iconográficos mochica. A mi entender, sin cerámicas. Por ejemplo, y en perfecta concordancia con el caso aquí
embargo, esta escasez es más producto de una des atención de los tratado, en la arqueología del suroeste de los Estados Unidos se ha
arqueólogos, que de la inexistencia de esta eviden cia. Si bien el sugerido que los grupos hohokam que habitaron el área nuclear de
modelo de segmentación política en parcialidades denota una los ríos Salt y Gila conformaron “comunidades de irrigación” autónomas,
antigüedad similar a la del modelo estatal mochica, es este último el identificables a partir de asentamientos dis tribuidos a lo largo del curso
que ha concitado un número desproporcionalmente mayor de de canales mayores (Crown 1987, Fish y Fish 1991: 163, Gregory
seguidores. 1991: 170). Pues bien, un análisis recien te de pastas cerámicas
Por eso, este artículo persigue, como un propósito ulterior, con desarrollado por Abbott (1994) ha ofrecido una prueba de esta
vencer a mis colegas de considerar los postulados del modelo de autonomía, demostrando que los sitios asocia dos al “sistema de
segmentación política en las parcialidades que forman parte de sus canales 2” del área de Phoenix intercambiaron vasijas domésticas entre
investigaciones. Este cambio de actitud implicaría, empero, una ellos más frecuentemente que con sitios ubicados en sistemas de canales
postura valiente que no solo se limitaría a tomar más fechados ra- vecinos.
diocarbónicos o a desarrollar descripciones y cuantificaciones más Finalmente, y para concluir, si bien en este artículo se han pre
detalladas de la cerámica hallada en las excavaciones. También sentado argumentos que desacreditan al modelo estatal mochica,
implicaría inducir cambios radicales en los diseños de investiga ción no es factible minimizar su valor en el desarrollo de la arqueología
hasta ahora vigentes. Los estudios de patrones de asentamien to, por de la costa norte del Perú. El modelo estatal mochica es expre
ejemplo, deberían partir de contrastar la hipótesis de que sitios sión de los paradigmas que estuvieron en boga en un tiempo pa
coetáneos ubicados a lo largo del curso de un mismo canal conforman sado en la arqueología andina y mundial. Estos paradigmas son,
una unidad estilística. Los estudios de iconografía mo chica, por otro precisamente, los que acompañaron el desarrollo de la llamada
lado, deberían dar mayor énfasis a piezas cerámicas con información “arqueología procesual”. El modelo estatal resultó ventajoso en
fiable de procedencia y contexto. su momento, pues permitió explicar un fenómeno cultural que se
Futuros estudios deberían también poner mayor énfasis en la presentaba muy complejo y apenas estudiado bajo una visión inte-
aplicación de nuevos métodos especializados de análisis de mate riales gradora. Pero conforme se han sumado nuevas investigaciones y
arqueológicos. Un ejemplo de estos métodos son los estudios pioneros de las tendencias de la arqueología moderna nos conminan a resaltar
ADN mitocondrial que Shimada y sus colaboradores (2008) están las particularidades de las formaciones culturales que estudiamos,
aplicando en restos humanos mochicas. Tales análisis, si bien todavía se hace necesario un cambio de enfoque. En ese sentido, el mo
en una etapa embrionaria, ya han producido algu nos resultados que delo de segmentación política en parcialidades se perfila como
parecen refrendar las expectativas del modelo etnohistórico. Tal es el una alternativa ideal para interpretar las estrategias de organiza
caso del descubrimiento de una marcada distancia genética entre ción política mochicas. Dicho modelo no solo integra principios
individuos mochicas de élite procedentes de cuatro valles distintos derivados de sociedades andinas, sino también representa mejor
(Shimada et ál. 2008: 187), y la detección el fenómeno de di versificación cultural que se está observando.
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NASCA:
CULTURA Y SOCIEDAD EN LA COSTA SUR
DEL PERÚ

Johny Isla Cuadrado'

L
a cultura Nasca es una de las formaciones sociales más im portantes
del área andina. Es mundialmente conocida por su excepcional cerámica
polícroma, por sus elaborados textiles bor dados y por sus gigantescos
geoglifos dibujados en las laderas y
mesetas desérticas de las provincias de Palpa y Nasca. El nom bre
de Nasca fue adoptado por el arqueólogo alemán Max Uhle en 1901
para denominar a un tipo de cerámica pintada de la costa sur, cuyo
lugar de procedencia se indicaba como Nasca. Dicho término deriva de
Nanasca, nombre perteneciente al último curaca de la zona al
tiempo de la llegada de los españoles. Nasca como estilo fue
definido formalmente por James Joyce en 1912 al referirse a la cerámica
de esta cultura.
La cultura Nasca se desarrolló entre los años 0 y 650 d. C., du
rante el periodo de los Desarrollos Regionales, tiempo en el cual se
■V
consolidó como un notable Estado teocrático que alcanzó un alto
£ grado de desarrollo social y tecnológico sustentado en un óptimo

1. Centro de Investigación para la Arqueología y el Desarrollo (ANDES). Correo-


e: <isla.nasca@gmail.com>.
238 | Johny Isla Cuadrado manejo y explotación de ios recursos naturales. Teniendo en cuenta las
limitaciones que presenta la vida en el desierto, principalmente la
escasez de agua, los nasca supieron aprovechar los pocos es pacios 7 / Nasca: cultura y sociedad en la costa sur del Perú ! 239
disponibles para la agricultura y a la vez desarrollaron una serie de
canales o galerías filtrantes (también llamados puquios) para captar
agua del subsuelo. Al mismo tiempo, la ubicación de la mayor parte de
su territorio en una zona intermedia entre la costa y la sierra, les
permitió acceder a recursos y productos de distintos pisos ecológicos
que hicieron posible el sustento de sus habitantes y el desarrollo de
una economía variada y estable.

Ubicación y territorio

El territorio donde se desarrolló la cultura nasca se localiza en la


costa sur del Perú (figura 7.1), dentro del denominado Sur Árido, 2
en una zona que se encuentra en la frontera oriental del llamado
desierto de Atacama, la cual, como toda zona de frontera, es muy
sensible a los cambios climáticos (Eitel y Mácthle 2009). En ese sen tido,
las condiciones para el desarrollo de las sociedades humanas establecidas
en esta área no fueron las más fáciles y estuvieron mar cadas por los
continuos avances y retrocesos del desierto (Eitel et ál.
2005). La ejecución de tecnologías hidráulicas (Schreiber y Lancho
2006) y el temprano desarrollo de la tecnología agrícola (Hesse y Ba-
ade 2007) fueron importantes logros para contrarrestar sus efectos.
En este contexto, las principales y mayores evidencias que
se conocen de la cultura nasca provienen de los diversos valles
que conforman la cuenca del río Grande, considerado el área nu clear
de su desarrollo y, en menor escala, también de los valles de lea y
Pisco por el norte y Acarí por el sur. Sus límites también se
Figura. 7.1. Mapa de la costa sur del Perú con el territorio ocupado por la cultura nasca.

2. El norte fértil y el sur árido son términos que derivan del análisis conjunto del
medioambiente y de sus transformaciones como resultado de la inter vención extendieron desde la costa del océano Pacífico hasta parte de la
del hombre. Estas dos suprarregiones de los Andes centrales tienen su límite cordillera occidental de los Andes, por encima de los 3500 msnm.
al sur de la meseta de Junín y de los valles de Lima (Lumbreras 1990: 154),
más exactamente, en el valle de Chincha. ' Estos extremos constituyen los límites más definidos que tuvo el
territorio de la cultura nasca. Asimismo, algunas evidencias de está
cultura se han encontrado más al sur (en los valles de Ocoña y
Camaná) y más al norte (en el valle de Chincha), pero estas son re
lativamente pocas y se atribuyen principalmente a la presencia de
colonos en esos valles alejados y también al intercambio de bienes.
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En este contexto, el área de desarrollo de la cultura nasca estilizados, además de una serie de apéndices y volutas (Rowe
comprendió la mayor parte de lo que se conoce como la costa 1960).3
sur, la cual en términos generales se caracteriza por la presencia Si bien Max Uhle (1914) fue el primero en reconocer y ensa
de un gran tablazo desértico de origen marino que a intervalos yar una clasificación de estas dos modalidades, el primer estudio
de grandes distancias es atravesado por pequeños valles (oasis) y sistemático de la cerámica nasca fue hecho más tarde por Anna
quebradas, por donde discurren las aguas de ríos estacionales que Gayton y Alfred Kroeber (1927), quienes sobre la base de un mé todo
bajan desde los Andes hacia el mar. Estos valles, a diferencia de de análisis cuantitativo que consistía en establecer las rela ciones
los valles más amplios y mejor irrigados de la costa central y norte, entre formas, diseños y las preferencias de color, llegaron a proponer una
se localizan tierra adentro, lejos del mar, conformando pequeños clasificación de cuatro fases para la cerámica nasca: A, X, B e Y (o
pero fértiles oasis donde las condiciones para el desarrollo huma Nasca C), las cuales, en términos generales, esbozan bastante bien el
no llegan a situaciones casi extremas debido a la escasez del agua. desarrollo de la cultura nasca.4
No obstante esto, los oasis de lea, Palpa y Nasca “adquirieron Más tarde, Lawrence Dawson inició el estudio de la cerámica
rangos de valles, a raíz de la infraestructura agraria que ellos [los bajo la dirección de John Rowe (1956), llegando a definir una se cuencia
antiguos pobladores] impusieron. Sin embargo, los excedentes de de nueve fases —desde Nasca 1 hasta Nasca 9— (Rowe 1960), cuya
producción no tuvieron la magnitud del norte fértil y eso impidió clasificación fue hecha con un método de análisis lla mado “seriación
el desarrollo de los imponentes proyectos urbanos como los de por continuidad de rasgos y variación de temas”, en donde se
Moche o Lima, o incluso Chincha, que está al borde de ambas supra- asume que los cambios en las formas de las vasijas y en los
regiones” (Lumbreras 1990:161). motivos decorativos ocurren gradualmente y no al azar. Este método
En este contexto, nasca puede ser caracterizada como una tí pica requiere primero de la definición de temas (formas y diseños) que
cultura de desierto que, pese a las dificultades que impone una persistan a lo largo del tiempo, aun cuando sus ras gos individuales
relación desigual con el medio, llegó a alcanzar un floreciente desarrollo puedan ser susceptibles de cambiar; luego, una vez conocidos los
cultural que le permite ser reconocida como una de las más temas “extremos”, otros ejemplares pueden ser cronológicamente
importantes formaciones sociales del Antiguo Perú. ordenados dentro de estos, teniendo en cuenta su parecido con
ellos.
Cronología y seriación Aunque la seriación elaborada por Dawson nunca ha sido pu blicada
en detalle, ha sido la más aceptada por la mayoría de los investigadores
La cronología para trazar el desarrollo de la cultura nasca se ha que trabajan en la costa sur, en tanto que la validez individual de casi
sustentado básicamente en la seriación de su fina cerámica po lícroma, todas sus fases ha sido confirmada por fechados radiocarbónicos (Proulx
cuya mayor distribución se encuentra en los valles de la cuenca del río 1968, Unkel y Kromer 2009, Unkel et ál.
Grande. Así, al poco tiempo de su descubrimiento, varios
investigadores se concentraron en el estudio de la cerámi ca nasca,
3. Los principales estudios sobre el tema fueron realizados por Tello (1917),
en la que básicamente identificaron dos modalidades: una
Gayton y Kroeber (1927), Kroeber (1956), Strong (1957), Dawson —citado por
denominada Monumental que se caracteriza por tener diseños naturalistas Rowe (1960)— y Kroeber y Collier (1998).
y contornos bien definidos, y la otra denominada Pro- lífera, que se 4. En la actualidad se sabe que la fase Y corresponde a los estilos Loro y Cha-
destaca por presentar diseños naturalistas pero más kipampa de la cultura wari, pertenecientes a la primera época del Horizonte
Medio.
242 i Johny Isla Cuadrado 7 / Nasca: cultura y sociedad en la costa sur del Perú | 243

2012). Sin embargo, una de las mayores dificultades que todavía afronta Tabla 7.1
esta clasificación sigue siendo la falta de una clara estrati grafía que Cuadro cronológico de los desarrollos regionales en la costa sur
defina, o toda, o parte de la secuencia. Al no haberse ob
servado notables diferencias locales o regionales, el mismo Rowe FASES SITIOS?

indica que “la seriación determina únicamente el orden cronológi co Chakipampa


Wari Wari HM-1/2 Huaca del Loro
Loro
de las fases [más] no su definición” (Rowe 1960: 41).
jCkiaviña
En este punto, es importante hacer referencia a la clasificación hecha
Htóastóáféá
por William D. Strong (1957) sobre la base de la cerámica procedente del 440 d. C.
sitio de Cahuachi, en donde él reconoce seis fa ses (Paracas Tardío,
Proto-Nasca, Nasca Temprano, Nasca Medio, Nasca Tardío, y Huaca del Desarrollos
Loro) que ordena siguiendo el esquema propuesto por Gayton y Kroeber 300 d.C. regionales . Medio. ? Nasca 4,5 j
(1927). Según este esquema, la fase Paracas Tardío corresponde
básicamente a la definición de la fase Nasca 1 en el valle de lea
(Menzel et ál. 1964). Aun cuando el método de esta clasificación no ha ■■ CanWdq.-. §
sido explicado y su ordena miento se sustenta mayormente en
Buena Vista,
observaciones estilísticas y en relaciones estratigráficas derivadas de Nasca
Transicional Nasca 1 Hatun Mayo,
Transicional Topará
excavaciones hechas sobre la base de niveles arbitrarios (Strong Paracas
Ocucaje 10 La Puntilla,
Carapo
1957: 43), la seriación pro
puesta por Strong es la única que se elaboró independientemente
sobre la base de fragmentos y piezas enteras provenientes de un solo Antes de la ocupación nasca, durante el periodo Formativo, los valles
sitio, y la que expone mejor no solo los cambios estilísticos sino de la costa sur estuvieron ocupados por la cultura paracas (800-150 a. C.),
también las realidades temporales que, a mi entender, se aproximan que tuvo su centro de desarrollo en los valles de Chincha, Pisco e lea y, en
mejor al desarrollo que tuvo la cultura nasca. menor escala, en los valles de la cuenca del río Grande. 5 Hasta el
En los estudios de la cultura nasca se han identificado tres épocas momento, la época Paracas Tardío 6 es la mejor representada en los
de desarrollo: Nasca Temprano, Nasca Medio y Nasca Tar dío, que valles de Palpa y Nasca, en donde ade más de un numeroso grupo de
han sido ampliamente aceptadas por los especialistas en el tema y aldeas y asentamientos de rango medio, se han registrado varios
que son las que, de una u otra manera, conjugan bien las diversas sitios con importantes complejos de petroglifos y geoglifos, que
propuestas cronológicas planteadas a lo largo del tiempo (tabla 7.1). constituyen los antecedentes inme diatos de los famosos geoglifos de la
En ese sentido, las fases propuestas por Dawson sobre la base de la cultura nasca (Isla y Reindel
cerámica se distribuyen de la siguiente manera: la época Nasca
Temprano comprende a las fases Nasca 2 y 3; la épo ca Nasca Medio
a las fases Nasca 4 y 5; y la época Nasca Tardío a las fases Nasca 6 y
5. Un largo proceso cultural ha sido documentado en los valles de Palpa (Reindel
7. La fase Nasca 1 ha sido considerada como parte de la época de 2009, Isla 2010), en donde se puede ver el contexto en el que se desarrolló la
transición entre las culturas paracas, topará y nasca, mientras que las cultura nasca.
fases 8 y 9 identifican a los estilos Loro y Chakipampa pertenecientes a la 6. La época Paracas Tardío (370-150 a. C.) corresponde a la última etapa de
desarrollo de la cultura paracas y comprende las fases Ocucaje 8 y 9 de la
cultura wari. cerámica.
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2005, 2008). Asimismo, recientemente se han registrado varios abiertos. Algunos edificios conocidos como la Gran Pirámide, el Gran
asentamientos Paracas Tardío en la parte alta de los valles de Pal pa, Templo, el Templo del Escalonado o la Gran Pirámide 2 (véa se Orefici
por encima de los 3000 msnm, lo que indica que el ámbito de la 1992), entre los cuales varios alcanzan los 20 metros de altura,
cultura paracas no se limitaba a la costa sino que también alcanzaba la constituyen verdaderas edificaciones monumentales con sólidos muros
sierra occidental de los Andes (Reindel e Isla 2013). de adobes que fueron adaptados a las colinas natu rales, formando una
Después, durante la época de transición entre las culturas pa racas serie de plataformas escalonadas conectadas por pasadizos y escaleras.
y nasca, conocida como época Transicional o Proto-Nasca (150 a. C.- Si bien las primeras construcciones establecidas en Cahuachi datan
50 d. C.), se observa la ocurrencia de varios estilos de ce rámica que de las épocas Paracas Tardío y Transicional, la mayoría de las
indican la existencia de una transición gradual de las técnicas y estilos del estructuras arquitectónicas y los edificios más importantes se construyeron
periodo anterior hacia el nuevo estilo formal mente reconocido como durante la época Nasca Temprano, en las fases Nas ca 2 y Nasca 3,
Nasca. Del mismo modo, el estudio de los patrones de asentamiento cuando el sitio fue ocupado de manera activa, por más de dos siglos,
indica que en esta época también ocurrió un notable incremento en el por una élite de personas (sacerdotes y espe cialistas) que tuvieron a su
número de asentamientos. Este aumento en el número de sitios, y cargo la conducción política y religiosa de la sociedad nasca, así como
por tanto en el número de habitantes —registrado en los valles de por grupos de artesanos dedicados
lea, Palpa y Nasca—, se atribuye a la intrusión de la cultura topará, la
cual teniendo su centro de desarrollo en los valles de Topará y Chincha,
se expandió a todos los valles de la costa sur (Wallace 1986). La
intrusión de la cultura topará provocó el fin de la cultura paracas y a la vez
generó la formación de una nueva estructura social, cuya fase más
desta cada está representada por el estilo Necrópolis, que constituye el
antecedente inmediato del estilo Nasca propiamente dicho.
La primera etapa de desarrollo autónomo de la cultura nasca
corresponde a la época Nasca Temprano (50-300 d. C.), tiempo en el
cual la sociedad nasca experimentó un notable auge político y cultural
teniendo como sede al sitio de Cahuachi, un extenso asen tamiento en el
valle de Nasca, en donde se concentró el poder político e ideológico
que luego extendió su influencia a todos los valles de la costa sur
(figura 7.2). En Cahuachi, considerado como la capital de la cultura
nasca de ese tiempo, se encuentran nu merosas construcciones hechas
con muros de adobes y paredes de quincha, que conforman
diversos conjuntos arquitectónicos donde destacan los edificios
públicos, áreas de residencia, zonas de producción, viviendas y
cementerios, todos los cuales ocupan un área de casi 150 hectáreas, Figura 7.2. Vista general del área central de Cahuachi, donde destacan tres conjuntos arqui
alternados con plazas y espacios tectónicos conocidos: el Gran Templo (arriba a la derecha), la Gran Pirámide (arriba a la
izquierda) y el Templo del Escalonado (parte inferior izquierda).
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450.000 ' 500.000

a la producción de cerámica, tejidos y otros bienes. También se sabe


que en ese tiempo en Cahuachi vivía un importante grupo de personas
dedicadas al servicio y mantenimiento de los edificios públicos y de sus
residentes, mientras que alrededor de tales edi ficios y en los espacios
abiertos había áreas de vivienda de pobla ciones dedicadas a! desarrollo de
actividades productivas (bienes artesanales) y también a la agricultura.
De este modo, Cahuachi se constituyó en el centro político y religioso
de mayor importancia en la región, con una red de centros secundarios
establecidos en otros sectores de los valles de Palpa y Nasca (La Ventilla,
Cantayoq, Los Molinos, Llipata Viejo, Coyungo, Montegrande, etc.) y
también en lea (Cerro Cordero) y Acarí (Tam bo Viejo) (figura 7.3).
Estos centros menores funcionaron como capitales regionales y estaban
conectados con Cahuachi a través de grupos de élite que compartían
los mismos cánones ideológi cos y religiosos que emanaban del centro
principal. De este modo, la misma ideología, las mismas costumbres,
los mismos modos de vida y los mismos bienes (cerámica, tejidos,
geoglifos, etc.) se observan por igual en todos los valles de la región.
No obstante, se debe tener en cuenta que desde otra perspectiva, Cahuachi
es considerado solo como un centro ceremonial vacío y no un centro
urbano (véase más adelante), desde donde se irradiaba la ideo logía
religiosa de los gobernantes o sacerdotes (Silverman 1993).
Al final de la época Nasca Temprano se observa un colapso en
I
la estructura de la sociedad y el declive del poder teocrático establecido en
Cahuachi, el cual es abandonado al final de la fase Nasca 3, al igual
que la mayoría de los centros secundarios (Silverman y Proulx 2002). En 450.000 500.000

ese tiempo, en la fase Nasca 4, se nota una disminución de los sitios de Figura 7.3. Mapa de la cuenca del Río Grande de Nasca con los principales sitios nasca
mencionados en el texto.
habitación y de los centros ceremoniales. Las causas de este colapso
todavía no se han ex plicado con claridad, pero las mayores
evidencias indican que se debió a la ocurrencia conjunta de factores población.7 Lo que sí resulta claro es que para este tiempo el pro ceso de
sociales (aparentes pugnas por el poder dentro de la misma clase desertificación de toda la región se había incrementado y cada vez había
dominante) y fac tores climáticos (ocurrencia de lluvias torrenciales menos agua superficial en los valles.
seguidas de sequías prolongadas), para los cuales no estaba preparada la

7. Las excavaciones en Cahuachi (Nasca) y en Los Molinos (Palpa) han permi tido
registrar muros colapsados y espacios inundados por el agua, lo que in dica la
ocurrencia de fuertes lluvias en la zona, aunque no las catastróficas mencionadas
por Orefici (1992) y Grodzicki (1994).
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El colapso de Cahuachi habría creado un vacío en la organiza ción
sociopolítica nasca, en la cual algunos personajes o élites asen tados en los
centros menores se habrían reafirmado en la escala social, por lo que se tumbas habían sido saqueadas, la arquitectura funeraria y parte de
mantuvo la ideología religiosa de la época Nasca Temprano (visible en la las ofrendas asociadas —que incluyen vasijas de cerámica, ob jetos de
cerámica y los textiles), pero en un contexto de mayor competitividad piedra y oro, conchas de Spondylus, puntas de obsidiana, etc.— indican
entre individuos y entre grupos de ellos. que en ellas se enterraron a personajes de la élite nasca (Reindel e Isla
En este contexto, en poco tiempo se reorganizó la estructura social 2001, Isla y Reindel 2006). Cabe indicar que cerca de La Muña, hacia
y se inició una nueva etapa en la cual la sociedad nasca alcanzó su el sudoeste, había varios asentamientos que fueron ocupados en las
más alto grado de desarrollo político y social, lo cual a su vez se épocas Paracas Tardío, Transicional y Nasca Temprano, y que durante la
tradujo en la existencia de una mayor diferenciación social entre sus época Nasca Medio fueron re organizados e integrados como un solo
habitantes. Esta nueva etapa, correspondiente a la época Nasca asentamiento con más de 15 hectáreas de extensión.
Medio (300-440 d. C.), estuvo representada por un gran dinamismo en En este contexto, existe cierto consenso en que durante este tiempo
las relaciones políticas y sociales, una gran ex perimentación artística y una los grupos sociales mostraban suficientes diferencias so cioeconómicas. Las
reorganización de los patrones de asentamiento y de las formas de tumbas de La Muña representan el pico de un nuevo patrón de
enterramiento. La agricultura, la actividad económica más importante, enterramiento en donde se puede observar mejor estas diferencias,
experimentó un mayor desarrollo con la ampliación de los puquios o notándose la emergencia de nuevos líderes indi viduales —o miembros de
galerías filtrantes, mientras que en las laderas y mesetas desérticas algunos grupos de élite—, cuyos roles fueron legitimados a través de
también se ob serva un notable incremento en la producción de reclamos en sus derechos de des cendencia, en lugar de los aspectos
geoglifos, los cuales a la vez tienden a ser más grandes y estilizados. comunales y religiosos que do minaban en la época Nasca Temprano
En este contexto, nuevas élites y centros regionales (Taruga, (Silverman y Proulx 2002).
Estaquería, Viscas, Puente Gentil, etc.) surgieron en los diferentes valles La época Nasca Tardío (440-640 d. C.) marca el inicio de una nueva
en reemplazo de aquellos de la época Nasca Temprano, siendo La etapa en el desarrollo de la cultura nasca, en donde se nota una
Muña —en la parte media del valle del río Grande, en Palpa— el disminución de los cánones religiosos predominantes en las épocas
asentamiento que parece haber asumido el rol domi nante durante ese anteriores y un aumento significativo del poder civil o lai co. De este
tiempo.8 modo, la estructura social resultó siendo significativa mente más
En efecto, en La Muña no solo se han identificado los restos de compleja en cuanto a su organización política y social. Debido a ello, la
un asentamiento con arquitectura monumental planificada, plataformas iconografía de la época muestra la aparición de personajes reales —seres
que cumplieron funciones públicas y religiosas, áreas de vivienda y humanos en vez de sacerdotes o seres sobrenaturales— finamente vestidos
geoglifos, sino también grandes tumbas de élite de la fase Nasca 5. y ostentando una posición de prestigio y poder, en los cuales se puede ver
Aunque al tiempo de su descubrimiento dichas el nuevo carácter que tuvo la sociedad nasca. Debido a esto, en este
tiempo se observa una notable disminución en la producción de geoglifos
(cuya acti vidad implicaba una profunda carga religiosa), y el arte en
8. Debido a su localización (en la parte baja y estrecha del río Grande), sitios como general tiende a ser más estilizado y recargado que antes.
Coyungo y Montegrande fueron reocupados en esta etapa y siguieron en uso Si bien en la época Nasca Tardío hubo una fuerte disminución en
hasta la época Nasca Tardío e incluso después.
la construcción de geoglifos, los estudios de los geoglifos en
250 | Johny Isla Cuadrado Palpa revelan que al mismo tiempo se incrementaron las activida des
rituales relacionadas con ellos. La explicación de este fenó meno tendría
que ver con el severo proceso de aridez que afectó a la región 7 / Nasca: cultura y sociedad en la costa sur del Perú | 251
alrededor del año 600 d. C. (Eitel y Máchtle 2009), lo que impulsó a
la población a realizar más cultos relacionados con el agua y la y al mismo tiempo ejercieron presión sobre los nasca en su mismo
fertilidad (Lambers 2006; Reindel et ál. 2006a, 2006b). territorio.
Asimismo, a diferencia de las épocas anteriores, la distribu ción De este modo, alrededor del año 650 d. C., la región cayó bajo la
de los poblados en la época Nasca Tardío presenta un cambio importante influencia de la cultura wari procedente de la vecina sierra de Ayacucho,
provocado por el aumento en las condiciones de ari dez. En principio que introdujo importantes cambios en la producción artesanal (visibles
se nota el abandono parcial de las partes baja y media de los valles, especialmente en la cerámica), en las costum bres funerarias y en los
advirtiéndose la concentración de la gente en unos pocos sitios, patrones de asentamiento, y acabó con la arraigada tradición de dibujar
aunque más grandes, que se establecieron en las partes más altas de geoglifos en el desierto.
los valles o en lugares fuera de la cuenca del río Grande, en donde el
acceso al agua era más estable y se guro. En ese sentido, solo
algunos pocos sitios se establecieron en la parte norte y sur de la Organización política y social
cuenca, donde había mayor agua super ficial en los ríos, como es el
El grado de desarrollo y la complejidad que alcanzó la organización
caso de los valles de Palpa, o canales subterráneos, como en los valles de
política y social de la cultura nasca todavía es un tema en debate, con
Nasca. Poblados como Pampa de la Tinguiña en lea y Chaviña en Acarí
dos posiciones opuestas. Por un lado, la que sostiene que ya en la
son ejemplos del éxodo ocurrido en la cuenca del río Grande. Siendo esta la
época Nasca Temprano esta cultura había alcanzado un im portante
situación, es posible sugerir que la falta de agua generó en esta época
desarrollo económico y social, el cual sentó las bases de una
conflictos intraétnicos, lo cual se encuentra reflejado en la proliferación de
sociedad compleja cuyas características indican la existencia de un
imágenes de cabezas trofeo y guerreros en la iconografía la época.
Estado regional que, teniendo su capital en Cahuachi —en el valle de
Al final del desarrollo de la cultura nasca, en la fase Nasca 7, sus
Nasca—, se expandió hacia los valles de lea y Acarí (Rowe 1963, Lanning
contactos e influencias llegaron mucho más al norte, hasta los
1967, Proulx 1970, Lumbreras 1974, Massey 1986). Por otro lado, la
valles de Chincha y Cañete. Asimismo, en este tiempo se re gistran
posición que sostiene que la cultura nasca se organiza ba en función de
contactos de nasca con otras sociedades más lejanas de la costa
varios curacazgos (jefaturas) que compartían una misma ideología, y
(moche) y la sierra (huarpa). No obstante, parece que la crisis generada
cuyo centro de cohesión estaba coordinado por la esfera de influencia
por la falta de agua en la región afectó seriamente la producción
ejercida desde Cahuachi (Silverman 1986, 1993, Carmichael 1995,
agrícola, lo que provocó el deterioro económico y el consecuente
Silverman y Proulx 2002).
colapso de la estructura sociopolítica establecida en los valles de la
Como se puede observar, ambas posiciones se sustentan, bá
cuenca del río Grande, y se tradujo en el final de la cultura nasca.
sicamente, en la interpretación que hasta hace algunas décadas atrás
Este acontecimiento coincidió con la llegada gradual de grupos serranos
se tenía de Cahuachi. Así, mientras Rowe (1960) veía en Ca huachi un
relacionados con la cultura wari, que ocuparon las partes altas de los valles
centro urbano compuesto por templos, plazas, cemen terios y áreas de
de la cuenca del río Grande
habitación, Silverman (1993) notaba un centro ceremonial vacío, sin
una verdadera arquitectura monumental y sin áreas de
almacenamiento, sin una densa población domésti ca, con limitada
especialización y diferenciación socioeconómica, abundante parafernalia
ritual y con entierros que solo mostra ban diferencias de rango
más no de clase. Aunque Silverman no
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descarta que Cahuachi tuviera una función pública, sostiene que los sepulturas de una élite que claramente estaba separada del res to
actos políticos que se realizaban en el sitio estaban marcados por la de la población.9 Esto, en oposición a los conceptos plantea dos por
ideología religiosa nasca. Silverman y Carmichael, podría interpretarse como una clara evidencia
La falta de sistemáticas investigaciones de campo no solo en Cahuachi de una sociedad estratificada, algo que de algún modo ya ha sido
sino en otros sitios nasca de la cuenca del río Grande y de los valles reconocido por varios estudiosos para la época Nasca Medio
vecinos, ha permitido que se mantenga este statu quo en el (Silverman y Proulx 2002, Schreiber 2006). Esta situa ción seguramente
entendimiento de la sociedad nasca y que de una u otra manera predomine tuvo mayor impulso con la implementación de una infraestructura
la idea de que los nasca apenas alcanzaron un desarrollo simple, sin una hidráulica, lo que permitió el desarrollo de la agricultura y la generación de
estructura política bien organizada y cohesionada. excedentes para la construcción de obras públicas como los geoglifos,
En ese sentido, en los últimos años las investigaciones sobre la cultura las cuales estaban a cargo de especialistas, al igual que la producción de
nasca han cobrado un nuevo impulso, enfocándose en el estudio de cerámica y tejidos.
diversos aspectos de su cultura material y mediante el cual se ha Desde esta perspectiva, el grado de cohesión y centralización que
retomado el debate sobre la caracterización de la socie dad nasca. Tal había alcanzado la sociedad nasca resulta ya evidente desde la
vez los trabajos más completos son los que vienen realizando Reindel e Isla época Nasca Temprano, cuando en todo el territorio ocupado por los
en los valles de Palpa, en la parte norte de la cuenca del río Grande, en nasca se pueden ver los mismos tipos de arquitectura, los mismos
donde se ha llegado a trazar casi toda la historia cultural de la región artefactos (cerámica, textiles, etc.), los mismos patrones de
(Isla 2010, Reindel 2009). enterramiento y los mismos complejos de geoglifos. Entonces, volviendo al
En el caso específico de la cultura nasca, las investigacio nes debate inicial, es posible plantear que ya entonces la sociedad nasca reunía
han incluido trabajos de prospección, documentación de los geoglifos y las condiciones para ser considerada un Estado arcaico, hecho que
excavaciones en diversos sitios de los valles de los ríos Grande, Palpa y resulta más evidente durante la época Nasca Medio (Isla y Reindel
Viscas. Entre los resultados más importantes se puede indicar el 2006). En este contexto, no parece casualidad que cuando ocurrió el
hallazgo de un patrón de asentamiento nasca bien consolidado a lo colapso y abandono final de Ca huachi (con su élite gobernante y toda su
largo del tiempo, en donde se observa una clara jerarquía de sitios parafernalia ritual), Los Molinos y otros centros regionales fueran
que indica la existencia de una organiza ción política bien estructurada simultáneamente aban donados en todos los valles.
a escala regional. Sitios como Los Molinos y Llipata Viejo (para la época Durante la época Nasca Tardío, las evidencias indican que la sociedad
Nasca Temprano), La Muña (Nasca Medio) o Parasmarca (Nasca Tardío), nasca alcanzó un mayor grado de complejidad sociopo- lítica, en la que
en los cuales se per cibe una arquitectura monumental planificada, áreas se pueden distinguir individuos reales que asu mieron el rol de líderes
de vivienda, grandes tumbas y geoglifos, cumplieron el rol de centros seculares en contraposición de los líderes religiosos (sacerdotes) de las
regiona les donde se concentró una élite de la sociedad. Ejemplos de estos épocas precedentes. Estas personas aparecen frecuentemente pintadas en
centros regionales se observan también en todos los demás valles que posición de poder y presti gio, sosteniendo cabezas trofeo en sus
forman parte del territorio nasca. manos, mientras que en las
Asimismo, el estudio de los contextos funerarios revela la exis tencia
de importantes diferencias en la sociedad nasca. El hallazgo de
grandes tumbas en La Muña constituye un caso excepcional de 9. La Muña parece haber sido el sitio que asumió el rol de centro político más
importante de la región después del abandono de Cahuachi.
254 | Johny Isla Cuadrado 7 / Nasca: cultura y sociedad en la costa sur del Perú | 255

épocas Nasca Temprano y Medio eran personajes sobrenaturales o No obstante, se debe indicar que en todos los casos se trata de entierros
seres humanos vestidos con parafernalia sobrenatural los que manipulaban individuales que fueron colocados en dos posiciones predominantes: una
las cabezas trofeo (Silverman y Proulx 2002). semiextendida y otra sentada, recordando a los entierros paracas.
Solo en algunos casos se han conservado restos de uno o dos tejidos
El patrón funerario de la cultura nasca llanos que envolvían los cuerpos. En tumbas de mayor estatus también
se han encontrado individuos envueltos con finos tejidos llanos
En la historia de las investigaciones de la cultura nasca, la bús queda y adornados con elaborados fle cos tridimensionales.
el estudio de entierros y contextos funerarios han sido los objetivos que En cuanto al ajuar funerario, las tumbas nasca por lo general contienen
guiaron los trabajos de campo de diversas expedi ciones arqueológicas una gran variedad de ofrendas, entre las cuales destacan las vasijas
realizadas desde inicios del siglo pasado en la cuenca del río Grande. de cerámica, los artefactos de piedra y hueso y, según el grado de
Desde entonces, más de 500 contextos funerarios de esta cultura han sido conservación, diversos restos orgánicos (alimentos). Cada tumba
excavados y registrados con cierto rigor científico en diversos sitios y contiene de una a doce vasijas de cerámica. Entre los restos
cementerios de los valles de lea, Palpa y Nasca (Strong 1957, Tello y orgánicos se halla una gran variedad de plantas o frutos (maíz, yuca,
Mejía 1967, Proulx 1970, Masón 1926, Neudecker 1979, Carmichael camote, frijoles), así como restos de cuy, camarones y moluscos, que se
1988, Kroeber y Collier colocaban posiblemente como alimento para el viaje del difunto al más
1998, Silverman 1993, Orefici y Drusini 2003). allá y que casi siempre se encontraban en vasijas de cerámica o en
Los estudios sobre los contextos funerarios de la cultura nasca indican contenedores de calabaza.
que durante ese tiempo hubo una cierta estandarización en las
formas de enterramiento, notándose en todas las épocas los mismos tipos Las tumbas de La Muña
de sepultura, un tratamiento similar de los individuos y los mismos
objetos como parte del ajuar funerario, aunque se observan marcadas Las evidencias materiales indican que durante la época Nasca Me dio,
diferencias en la calidad y cantidad de este ajuar (Carmichael 1988, la sociedad nasca había alcanzado su más alto grado de de sarrollo y, por
1995; Isla 2001,2009). tanto, presentaba una marcada diferenciación social (Silverman y Browne
En cuanto a los tipos de sepultura nasca, los más frecuentes son 1991, Isla y Reindel 2006). En La Muña se ha identificado un cementerio
los entierros en ollas, en pozos y en barbacoas (cámaras con techos), especial de esa época, que contenía más de una docena de grandes
cada uno de los cuales presenta variantes que dependen del tamaño, tumbas dispuestas en varias plata formas alargadas, delimitadas por
preparación y acabado. Al respecto, las grandes tum bas de La Muña grandes muros de adobes. 10 Seis de estas tumbas fueron excavadas en
constituyen casos especiales que evidentemente tienen que ver con el el marco de las investigacio nes del Proyecto Nasca - Palpa (Isla y
estatus de los individuos allí enterrados. En cuanto al tratamiento de los Reindel 2006).
individuos, los datos son todavía muy escasos debido principalmente al
mal estado de conservación de los cuerpos.
Salvo algunos ejemplos en donde el terreno ha permitido una buena
conservación de los restos orgánicos, en la mayoría de los casos la 10. Si bien estas tumbas fueron saqueadas en la década de 1940, en todas ellas se
humedad del terreno apenas ha permiti do la conservación de los ha llegado a recuperar valiosos objetos e información que de una u otra forma han
permitido reconstruir su contexto original.
huesos y de las ofrendas de cerámica.
256 | Johny Isla Cuadrado 7 / Nasca: cultura y sociedad en la costa sur del Perú | 257

Al respecto, se puede decir que las tumbas de La Muña se diferencian A pesar de las condiciones de aridez que afecta el área, los es trechos
en muchos aspectos de otros contextos funerarios de la cultura nasca valles-oasis de lea, Palpa y Nasca fueron aprovechados al máximo para el
conocidos hasta hoy. No se trata de simples pozos con cámaras en la cultivo de variados productos, entre los que des tacan productos
tierra, sino que además presentan arquitectura funeraria —a modo de un alimenticios como el maíz, la yuca, el camote, los pallares y los frijoles, así
mausoleo— sobre el nivel del terreno, la cual estaba delimitada del como para el cultivo de plantas industria les, como el algodón. Teniendo
resto del sitio por un grueso muro de adobes. En este caso, las cámaras en cuenta que los ríos tienen agua superficial solo en algunos meses
se encontraban entre 5 y (durante el verano), en aquellos valles donde no la había durante la
8 metros de profundidad, a una mayor profundidad que la máxi ma mayor parte del año —en los va lles de Nasca—, se construyeron una
categoría asignada por Carmichael para las tumbas nasca de más serie de canales subterráneos, mejor conocidos como galerías filtrantes o
prestigio (Carmichael 1995). Esa diferencia en la calidad de las puquios, que sirvieron para llevar el agua a la superficie y de ahí a los
tumbas se observa también en el ajuar funerario. En efecto, a campos de cultivo.
pesar de haber sido saqueadas, se pudo registrar la calidad y variedad Otras actividades económicas importantes fueron la gana dería, la
de los objetos asociados, entre los que destacan finas piezas de pesca y el marisqueo, de las cuales se han encontrado abundantes
cerámica, cuentas de piedras semipreciosas, conchas evidencias en las excavaciones realizadas en diversos sitios nasca en los
Spondylus y cuentas de oro. Incluso hay evidencias de que en los patios valles de Palpa y Nasca. En este caso, especial atención mereció la crianza
o antesalas de las tumbas se depositaban ofrendas hasta muchos años de camélidos (llamas y alpacas), que debieron mantenerse en rebaños en
después del acto de sepultura, lo que significa que las personas la parte alta de los valles (en las zonas quechua, puna y suni), en donde
enterradas eran importantes y fueron veneradas du rante algún tiempo hubo condiciones fa vorables (lomas, zonas de pastoreo y agua) para
después. el desarrollo de la ganadería. Los camélidos fueron importantes porque
El tamaño de las tumbas de La Muña, su arquitectura funeraria, la proporcio naban carne para la dieta (Valdéz 1988) y lana para la
exclusividad de ese sector de la necrópolis y el rico ajuar funera rio — producción de tejidos y, a la vez, porque servían para el transporte de
especialmente los objetos de lujo, como los de Spondylus y oro—, no carga a larga distancia. Se sabe que la lana de los camélidos fue teñida y
dejan duda de que estas tumbas fueron destinadas a una élite utilizada intensamente en los tejidos nasca, que luego eran borda dos
claramente separada del resto de la población. Por lo tanto, se con hilos de algodón (Phipps 1989). Asimismo, existen eviden cias de
pueden interpretar como evidencia de una verdadera estratifi cación que los camélidos fueron utilizados en rituales de sacrificio y como
social de la cultura nasca durante la época Nasca Medio (Reindel e Isla ofrendas en Cahuachi (Orefici 1993, Valdéz 1994).11
2001, Isla y Reindel 2006). Por otro lado, la economía nasca se complementaba con el intercambio
con zonas más alejadas de la sierra ayacuchana, de donde obtenían
La economía nasca productos como la obsidiana y plumas de la ceja de selva (para sus
tejidos), a cambio de pescado, menestras y 11
Como en la mayoría de las culturas del mundo andino, la econo mía
nasca se basó en la agricultura. Sin embargo, esta actividad constituyó un
reto difícil para los antiguos nasquenses, debido a las difíciles condiciones 11. En Cahuachi, Orefici (1993) ha excavado un recinto que contenía el entierro de
más de 60 llamas sacrificadas, cuidadosamente dispuestas una al lado de la
geográficas, a la limitada cantidad de campos de cultivo y a la notable otra con los cuellos doblados y luego cubiertas con tierra y arena.
escasez de agua superficial en la región.
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algodón. Aún no se tienen evidencias de una dinámica actividad


comercial, pero es posible que esta haya estado en proceso.

Los puquios o galerías filtrantes

Uno de los logros tecnológicos más importantes de la cultura nas- ca


fue la construcción de un sistema de puquios 12 o galerías fil trantes,
mediante los cuales extrajeron el agua del subsuelo desde profundidades
que fluctúan entre los 5 y 15 metros (figura 7.4). Más de 40 puquios
fueron construidos en los valles de Nasca (Aja, Tie rras Blancas),
Taruga y Las Trancas, en la parte sur de la cuenca del río Grande,
donde las condiciones de aridez fueron mayores y por tanto hubo
menos agua superficial. La construcción, limpieza y mantenimiento
de estas obras implicaron un enorme esfuerzo físico, una gran
organización y la dirección de especialistas en in geniería hidráulica.
De acuerdo con diversos estudios (Gonzáles García 1978; Rossell
Castro 1977; Schreibery Lancho 1988, 1995), este sistema hidráulico
comprende una profunda zanja y/o túnel que, siguien do la
Figura 7.4. Vista del puquio de Ocongalla, en el valle de Nasca, donde se puede ver los ca
inclinación del terreno, fue excavada hasta llegar a captar el agua de la nales de captación de agua del subsuelo.
napa freática y luego llevarla al nivel de la superficie. Cuando se trata de
túneles, estos presentan ojos o respiraderos construidos con piedras y
palos de huarango, que se ubican a dis tancias variables entre 5 y 20 Las investigaciones más completas sobre este ingenioso y efi ciente
metros siguiendo el curso de las gale rías. En general, estos pukios se sistema hidráulico han demostrado que los pukios son ori ginales del
dividen en tres partes: una galería subterránea, una trinchera abierta y una área andina y que sus inventores fueron los pobladores de la cultura
qocha o reservorio. Las galerías miden en promedio entre 100 y 300 nasca. Un estudio de este sistema hidráulico en aso ciación con los
metros, pero hay al gunas mucho más largas que incluso llegan a pasar antiguos patrones de asentamiento, sugiere que la construcción de estos
por debajo del curso actual de los ríos, mientras que las trincheras puquios habría ocurrido en la época Nasca Medio (Schreiber y Lancho
abiertas tienen una longitud promedio que va de 200 a 600 metros hasta 2003, 2006), aunque la existencia de sitios Nasca Temprano en la zona
llegar a la qocha o reservorio, donde el agua se almacena para de influencia de estos indicaría una mayor antigüedad. Aun cuando
distribuirla a los campos de cultivo (Schreiber y Lancho 1995). algunos de estos pukios ya han desaparecido o están en proceso de
destrucción, hasta hace poco todavía había 35 en pleno funcionamiento.
A pesar de que el agua subterránea constituye una fuente im portante
12, La palabra puklo o puquio deriva de pukiu, que en quechua significa ma nantial para preservar la vida en la región, se debe indicar que con cierta
o pozo de agua (González Holguín 1989: 294). frecuencia ocurren épocas de crisis debido a que el vo lumen del agua
del subsuelo disminuye como consecuencia de
260 | Johny Isla Cuadrado
7 / Nasca: cultura y sociedad en la costa sur dei.. Perú [ 261
la falta de lluvias en la sierra. Estas características generales de la cuenca
del río Grande nos dan una idea bastante completa de las grandes
dificultades que enfrentaron las poblaciones asentadas en esta zona,
que son mucho más evidentes en la actualidad, debido a la falta de
un manejo más racional del recurso hídrico.

Geoglifos (líneas y figuras)

Los geoglifos de Nasca, más conocidos como las líneas de Nasca,


constituyen una de las manifestaciones culturales más importan tes
de los antiguos nasca (figura 7.5). Estos inmensos geoglifos (lí neas y
figuras) se encuentran dibujados en las pampas desérticas y laderas
de Palpa y Nasca, y cubren un área de más de 350 km 2.’3 La mayoría
se hicieron entre el 1 y 600 d. C., tiempo que compren de todo el
desarrollo de la cultura nasca. No obstante, recientes estudios llevados a
cabo en Palpa han puesto en evidencia que el trazado de estos dibujos
en el desierto empezó muchos años an tes, durante el desarrollo de
la cultura paracas, y especialmente en la época de transición de paracas
a nasca. figura 7.5. Geoglifo localizado en las mesetas desérticas de Palpa, donde se puede ver la
En efecto, en el marco de las investigaciones del Proyecto Nasca superposición de trazos hechos por los antiguos nasca.
- Palpa se han registrado más de 50 nuevas figuras —inde pendientes o en
grupos— pertenecientes a las culturas paracas y topará, que fueron
Desde el descubrimiento científico de los geoglifos en 1926 (Tello
dibujadas sobre las laderas y colinas cercanas a Palpa (Reindel et ál.
y Mejía Xesspe 1967, Kroeber y Collier 1998), se han plan teado varias
2006).13 14 Si bien la mayoría de ellas son de la época Paracas Tardío
hipótesis sobre su significado. En términos generales, se puede decir
(380-250 a. C.), algunas son seguramente más antiguas. Otros
que cada autor ha encontrado geoglifos para sus tentar o explicar su
geoglifos de este tiempo también se han iden tificado en forma aislada en
teoría.15 Así, en los primeros informes cientí ficos, con los
las pampas localizadas entre Pisco e lea, así como en la zona de la
conocimientos de la época, las líneas de Nasca se interpretaron como
Tinguiña y en el sector de Ocucaje (en el valle de lea).
sistemas de irrigación, caminos ceremoniales o lugares de culto a los
ancestros (Mejía Xesspe 1940, Horkheimer 1947, Kroeber y Collier
13. La mayor concentración de geoglifos se encuentra en las pampas de Juma- na
1998).
(Nasca) y Llipata (Palpa), localizadas entre los kilómetros 402 y 440 de la En la década de 1940, Paúl Kosok y María Reiche propusieron para
carretera Panamericana Sur. los geoglifos una función astronómica (Kosok y Reiche 1949,
14. Algunas de estas figuras ya habían sido identificadas años antes por gente
de la localidad y visitadas por María Reiche en 1949 (Reiche 1976).

15. Para una revisión crítica de las principales hipótesis, véase Aveni 1990. Véase
también Aveni 2000, Lumbreras 2000, Makowski 2001 y Silverman y Proulx
2002.
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Kosok 1965, Reiche 1993). Basándose en que algunas líneas rectas se incluso algunos geoglifos marcan acuíferos subterráneos (Aveni 1990;
orientaban hacia determinados puntos en el horizonte (puestas del Reinhard 1986, 1988; Johnson etál. 2002).
sol) durante importantes fechas del calendario (p. e. solsticios), Kosok y La variedad de hipótesis para interpretar los geoglifos, breve mente
Reiche pensaron que las líneas de Nasca constituían “el libro más indicadas aquí, muestra el gran interés que hay por enten der el
grande de astronomía del mundo” (Kosok 1965: 49). Con la ayuda de significado de este singular legado de la cultura nasca, pero a la vez
ese calendario se habrían trazado los movimientos de diversos astros y demuestra la falta de conocimiento. Recientes investiga ciones sobre los
se habrían marcado especialmente aquellas fe chas que eran geoglifos de Palpa han tratado de cubrir estas defi ciencias, realizando un
importantes para la agricultura como, por ejemplo, la llegada de las completo registro y documentación de los mismos, y llegando a
aguas en los ríos o el comienzo de la siembra. Reiche amplió la formular una interpretación más coherente en el marco de su contexto
hipótesis de Kosok y pensó que también podía identificarse en las figuras cultural.
de la pampa de Nasca ciertas constela ciones estelares. En este sentido, sobre la base de las evidencias documentadas en
A pesar de que la hipótesis astronómica dominó durante mu cho los geoglifos de Palpa, resulta claro que en tiempos de la cultura nasca, las
tiempo la discusión acerca del significado de los geoglifos de Nasca, laderas y las mesetas desérticas de la región tenían un carácter mucho
todavía no se han presentado las evidencias que la com prueben. Si más dinámico que en la actualidad. Los habitan tes de los
bien los ensayos de varios astrónomos han demos trado que algunas asentamientos establecidos a lo largo de las márgenes de los valles
de las líneas marcaban la salida y el ocaso del sol o de otros astros frecuentaban continuamente el terreno desértico para construir, ampliar o
en fechas importantes (Hawkins 1974, Aveni 1990, Ruggels 1990), modificar los geoglifos, o bien para caminar y depositar ofrendas en ellos.
esos mismos estudios pusieron en evidencia que la gran mayoría de los En este contexto, los altares de piedra fueron los lugares donde se
geoglifos no pueden ser interpretados como indicadores astronómicos, cristalizaron diversas actividades hu manas, en especial aquellas
con lo cual la teoría astronómica ha perdido validez. relacionadas con el culto religioso. Las ofrendas y conchas de
Más recientemente, sobre la base de las tradiciones docu mentadas Spondylus encontradas en los altares indican que las ceremonias
por fuentes históricas o etnohistóricas del área andina giraron alrededor de cultos al agua, lo cual no es de extrañar,
—como, por ejemplo, los sistemas de líneas que conectaban luga res considerando el clima árido y el frágil sistema ecológico de la región.
sagrados o el trabajo comunitario en grupos de parentesco—, otros De esta manera, las laderas y me setas desérticas que bordean los
investigadores han planteado que los geoglifos tuvieron una valles formaron parte de un pai saje social estructurado, animado y
función religiosa. Así, se piensa que fueron utilizados como caminos dinámico, donde los geoglifos fueron la sede de importantes
sagrados, como marcadores de espacios sagrados para llevar a cabo ceremonias religiosas que giraron en torno de cultos al agua y a la
reuniones y rituales, o para conectar lugares de im portancia religiosa fertilidad (Lambers 2006; Reindel et ál. 2006a, 2006b).
(Aveni 1990; Urton 1990; Reinhard 1986, 1988; Rostworowski 1993a, b).
Otras hipótesis indican una relación entre los geoglifos y el agua,
Resumen y comentarios finales
destacando que algunas de las figuras zoo- morfas representan animales
del mar o de la selva amazónica, que los trapecios se orientan
Como resultado de las recientes investigaciones realizadas en va rios
siguiendo el curso de los mismos, o que
asentamientos de la cultura nasca, especialmente en aque llos
localizados en los valles de Palpa, en la actualidad se tienen
264 | Johny Isla Cuadrado 7 / Nasca: cultura y sociedad en la costa sur del Perú | 265

nuevas luces sobre el desarrollo cultural de la región que, sin duda, la distribución de los bienes comerciales —productos artesana les—
están cambiando la percepción que teníamos de esta cultura. y la dirección de las actividades religiosas. Sobre la base de estas
En principio, se debe empezar diciendo que durante el tiem po evidencias podemos asumir que el sistema político de todo el
de la transición entre la cultura paracas y la nasca ocurrieron importantes territorio ocupado por la cultura nasca estuvo bien organizado. Por
cambios en la cuenca del río Grande, que condujeron a un alto otro lado, mientras se pueden identificar centros menores o centros
desarrollo cultural en un medioambiente caracterizado por extremas regionales, como Cantayoq, La Ventilla, Los Molinos o La Muña, solo
condiciones de aridez. En contraste con el patrón de asentamiento Cahuachi —con su carácter de mayor centro urbano— puede ser
paracas, durante la época Transicional (150 a. C.-50 considerado la capital de una entidad política suprarre- gional como
d. C.), en todos los valles de la región hubo un incremento demo gráfico fue la cultura nasca.
que definió un nuevo patrón de asentamiento, en donde los sitios Si bien en algunas investigaciones previas se había planteado
se establecieron ocupando la mayor parte del borde de los valles. que esta cultura representaba una simple cultura de campesinos
Esta ubicación es completamente abierta, sin instalacio nes organizados en torno a pequeños grupos de élite, los recientes tra bajos
defensivas y lo más cerca posible a los campos de cultivo. en los valles de Palpa —con el estudio de los patrones de asentamiento
Esta situación se acentúo durante la época Nasca Temprano (50- y, especialmente, con el hallazgo de grandes tum bas de élite en La
300 d. C.) y consolidó durante Nasca Medio (300-440 d. C.), cuando la Muña— muestran que la sociedad nasca estaba jerarquizada y gobernada
mayor parte del borde de los valles fue ocupada por diversos tipos de por un élite firmemente establecida. La prosperidad y el desarrollo social
asentamientos. El notable desarrollo alcanzado en este tiempo puede también habrían producido una economía especializada. En este
ser entendido solo en el contexto de la exis tencia de un efectivo contexto, los sacerdotes habrían sido los responsables de dirigir las
sistema de irrigación y el uso intensivo de los campos de cultivo. actividades religiosas, mientras que los especialistas estaban a cargo
Los puquios o galerías filtrantes se constru yeron en ese tiempo en los de las actividades producti vas y de la construcción de geoglifos.
valles de Nasca en donde había una mayor escasez de agua. Las Desde la época Nasca Temprano, los geoglifos se hicieron so bre
evidencias registradas en las exca vaciones de diversos sitios nasca — las mesetas que rodean los valles, siendo crecientemente in corporados
tanto en Palpa como en Nas ca— indican que la agricultura fue la en las actividades relacionadas con cultos al agua y a la fertilidad,
base de la economía nasca, complementada con la obtención de seguramente debido al gradual proceso de desertifi- cación que
productos de la costa y de la sierra. En este contexto, los productos afectaba la región. En este sentido, se entiende que la agricultura
marinos y la carne de camélidos fueron importantes para la dieta de los necesitaba urgentemente suficientes recursos hídricos. Frente a las
antiguos nasca, mientras que la lana de camélidos y la obsidiana condiciones de aridez y la falta de agua, en las épocas Nasca Medio y
traídos de la sie rra lo fueron para la producción de tejidos y artefactos. Nasca Tardío la gente construyó altares sobre los geoglifos con la
El patrón de asentamiento nasca también muestra una clara finalidad de realizar ceremonias y rituales religio sos vinculados con
jerarquía, notándose que al lado de pequeños caseríos y aldeas, el agua y, por tanto, con la fertilidad.
aparecen verdaderos centros poblados con edificios y arquitec tura En estas condiciones, durante la época Nasca Tardío los asen
de adobe que constituyen centros regionales. Estos centros evidentemente tamientos más importantes también se construyeron en las partes
fueron las sedes de un poder político centralizado que tuvo a su altas de los valles, donde el acceso al agua era más seguro. Sin
cargo la administración de los sistemas de riego, embargo, hacia el año 600 d. C., el proceso de aridez alcanzó sus
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niveles más altos y toda la región entró en crisis. Probablemen te Mortuary Practices. Washington D. C. Dumbarton Oaks Re-
esta crisis se acentúo con las fuertes lluvias causadas por irre gularidades search Library and Collection.
climáticas, las mismas que destruyeron los cultivos y asentamientos. Ante
este panorama, los conflictos debieron ir en aumento, algo que se Eitel, Bernhard et ál.
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puede percibir en las representaciones de la cerámica Nasca Tardío. Palpa Región, Southern Perú: Paleoenviromental Changes and
Al no ser una sociedad guerrera, las es cenas de conflicto en la Their Impact on Pre-Columbian Cultures”. En Archeometry 47
cultura nasca deben ser interpretadas en el contexto de las tensiones (1): 137-158.
generadas por la falta de agua. En ese sentido, la obtención de cabezas
humanas dejó de ser una activi dad puramente ritual, como lo Eitel, Bernhard y Bertil Machtle
2009 “Man and Environment in the Eastern Atacama Desert
era en la época Nasca Temprano, y pasó a ser una actividad profana (Southern Perú): Holocene Climate Changes and Their Impact
realizada en el marco de una mayor hostilidad. on Pre-Columbian Cultures”. En Markus Reindel y Günther
En resumen, estos sucesos condujeron a la desestabilización Wagner (eds.). Neu) Technologies for Archaeology. Natural
y colapso de la floresciente cultura nasca, rompiendo con ello la Science in Archaeology. Berlín y Heildelberg: Springer-Verlag.
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textiles perdió su plasticidad y colorido, pero tal vez el cambio más Publications in American Archaeology and Ethnology 24.
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8
REPENSANDO LA INTERACCIÓN CULTURAL
DURANTE LA HEGEMONÍA WARI:
modelos interpretativos y evidencia funeraria
en la costa central del Perú

Rafael Segura Llanos1

L
a naturaleza de las relaciones entre el Imperio wari y las so ciedades
contemporáneas del periodo Horizonte Medio (ca. 600-1000 d. C.)
es uno de los temas en debate más encendidos
y significativos de la arqueología peruana, tanto por el interés en
conceptualizar adecuadamente el surgimiento y desarrollo del Es tado
prehistórico andino, como por la amplitud geográfica en que los
contactos interculturales habrían ocurrido, involucrando regio nes
con diferentes trayectorias culturales, cronologías arqueológi cas y
disponibilidad de información pertinente. La costa central no ha
estado ausente de este debate, entre otras razones, porque los restos
wari o derivados de wari de esta región —principalmente fu nerarios y
excavados entre fines del siglo XIX y comienzos del XX—, fueron
cruciales en las primeras formulaciones de wari como un imperio,
aunque a lo largo del siglo XX y hasta hoy no se han podi do
documentar hallazgos comparables ni identificar nuevas líneas de
evidencia que amplíen los datos tempranamente conocidos.

1. Universidad Antonio Ruiz de Montoya. Correo-e: <rafael.segura@uarm.pe>.


278 | Rafael Segura Llanos En este trabajo, discuto este estado de conocimientos basado en un
breve repaso de los modelos que se han formulado para en tender el
Horizonte Medio, y prosigo con una revisión de los restos funerarios 8 / Repensando la interacción cultural durante la hegemonía warí | 279
mencionados líneas arriba. Así, examino cómo en las discusiones sobre la
naturaleza de la presencia wari en la costa central han predominado
El modelo más antiguo es el modelo imperial, que interpreta
posiciones extremas poco productivas que nos impiden acercarnos a
la difusión cultural wari como la hegemonía política de un Esta do
la complejidad de las relaciones interculturales. A su vez, cuestiono el
expansivo con capital en el valle de Ayacucho, una condición
uso poco crítico que común mente se ha hecho de algunos
privilegiada que habría sido alcanzada a través del ejercicio de la
materiales arqueológicos a favor del modelo imperial wari, aun a pesar
coerción, incluyendo algunas veces la conquista militar (e. g. Isbell
de investigaciones que de muestran que este modelo no puede ser
1991, 2001; Lumbreras 1969, 1980, 2011). Dorothy Menzel (1964,
asumido ortodoxamente. Mi intención no es proponer una
1968, 1977) planteó una variación de este modelo al sugerir que, en
reconstrucción histórica y cultural de la costa central sin la presencia
sus orígenes, la semilla ideológica del Imperio pudo ser promovida
de wari, sino sugerir un ejercicio reflexivo que contribuya a entender la
por un intenso proselitismo religioso para después experimentar
complejidad de las relacio nes entre wari y las sociedades
un relevante proceso de secularización. Es de destacar que tan to
centrocosteñas contemporáneas que da cuenta de la particular escasez
Luis G. Lumbreras (1969, 1980) como Dorothy Menzel (1964) y William
de restos wari en la región.
Isbell (1991) descartaron muy tempranamente la interpre tación
simplista de que la influencia imperial wari cristalizaría de forma más
Los modelos sobre wari y el Horizonte Medio o menos uniforme a lo largo y ancho del territorio cen- troandino.
Siguiendo esta línea de razonamiento, la interpretación imperial fue
Es bien sabido que los modelos son herramientas esenciales en el posteriormente refinada con el “modelo de mosaico de control”,
conocimiento científico, en la medida en que permiten describir, que postula que el dominio wari no fue ni continuo en el espacio ni
comprender y predecir los fenómenos naturales y sociales. Siendo homogéneo en el ejercicio del poder, ya que los gobernantes wari
cierto que sin modelos difícilmente habría ciencia moderna, ca bría debieron necesariamente adecuarse a las condi ciones locales de cada
recordar que siempre son una representación incompleta de los región (Schreiber 1992, 2005, 2012).
mecanismos que gobiernan un sistema dado, y que al guiar el curso El segundo modelo, el modelo de la federación, religiosa, fue
de la investigación, necesariamente restringen las preguntas que los sugerido por Daniel Shea (1969), quien argumenta que durante el
investigadores se plantean (Cartier et ál. 2001, Franck 2004). Esta Horizonte Medio se consolidó una anñctionía andina, esto es, una
acotación no pretende cuestionar ingenuamente el papel de los extensa liga religiosa articulada por oráculos (huacas) muy pres tigiosos,
modelos en la arqueología, sino simplemente recordar su natu raleza tales como Warivilca y Pachacamac, en la sierra y costa central,
heurística y por ello la necesidad de manipularlos y perfec cionarlos respectivamente, que en ocasiones pudieron funcionar
constantemente. complementariamente y en otras acentuar su rivalidad. Shea usa
En lo que concierne al Horizonte Medio, se han planteado cua tro como analogía las antiguas anñctionías griegas, especialmente
modelos principales para entender los cambios culturales y la amplia la que se conformó alrededor del famoso oráculo de Delfos, las
distribución de rasgos wari durante este periodo de la pre historia andina. cuales propiciaron una activa relación recíproca entre las comuni dades
de creyentes del mundo helénico. Una interacción similar habría
facilitado la rápida estandarización de elementos culturales del
Horizonte Medio, aunque sin una necesaria unificación polí tica.
Afín a este modelo son los planteamientos de John y Teresa Topic
(2000, 2010), quienes encuentran que, al menos en la sierra
280 | Rafael Segura Llanos 8 / Repensando la interacción cultural durante la hegemonía wari | 281

norte, la adopción de prácticas culturales compartidas y/o difusión de que la globalización no necesariamente conduce a una inevitable
sus símbolos materiales durante este periodo se debió a una tradición homogeneización cultural. Por el contrario, es bastante frecuen te
ideológica basada en el culto a los ancestros y a la parti cipación que los elementos culturales globalizados sean reinterpretados según
intercomunal en peregrinaciones. las necesidades de los contextos locales, lo que a su vez puede
El tercer modelo, que denomino modelo comercial, fue forma lizado dinamizar los procesos de etnogénesis y cristalizar en nue vas
por Ruth Shady (1982, 1988,1989) y causó gran controversia en la tradiciones culturales híbridas. En el caso del Horizonte Medio, diríamos
medida que no solo cuestionó la presencia wari en varias regiones del que estas nuevas tradiciones podrían muy bien encon trarse reflejadas
Perú, sino que también puso en duda la existencia misma de un en los diversos estilos Wari y sus derivados.
Estado fuerte en Ayacucho. Tomando como punto de partida los Uno puede encontrar entre los intersticios de estos cuatro mo
estudios lingüísticos de Alfredo Torero (1970), quien sugiere que el delos otros planteamientos algo más eclécticos, en el sentido de
Horizonte Medio se define mejor como una conste lación de Estados que reconocen que los modelos predominantes no son necesa
regionales independientes, Shady sostiene que la homogeneización riamente excluyentes y que necesitan incorporar un conjunto más
cultural de este periodo, arqueológicamente perceptible en la distribución amplio de variables. Si bien en la actualidad es poco razonable
espacial y en la asociación de rasgos estilísticos de la cerámica, resultaría dudar de la existencia de un Estado expansivo wari, se cuestiona la
de una amplia red de inte racciones económicas interregionales interpretación simplista del modelo conquistador o de wari como
enraizadas en la actividad comercial del precedente periodo Intermedio única fuerza detrás de la amalgama cultural de amplias regiones
Temprano. Shady ve polos de desarrollo comercial de distinta andinas (e. g. Jennings 2010b). Esto ha llevado a reevaluar los an
complejidad, que se acti van y declinan a diferentes velocidades, y que tiguos datos desde perspectivas más flexibles o a incluir nuevos
al ingresar a la diná mica del intercambio interregional propician el factores largamente ignorados. Tómese por ejemplo el renovado
encumbramiento de élites locales y la internacionalización de énfasis que en los años noventa se dio al rol de lo religioso y sim
elementos culturales. Estos polos de desarrollo económico habrían sido bólico en la configuración política del Imperio (Anders 1991), que
los grandes cen tros urbanos (como Marcahumahuco, en la sierra norte, sugiere que “secularización” y “sacralización” (términos en los
o Caja- marquilla en la costa central) que habrían funcionado como las que alguna vez se discutió la expansión wari) son dimensiones
capitales de Estados más o menos coetáneos. que no ocurren de forma pura y excluyente en sociedades pre
En último lugar, recientemente Justin Jennings (2010a) ha capitalistas o, más recientemente, la reconsideración del marco
sugerido aplicar un modelo de globalización basado en una con- ecológico de las relaciones políticas y económicas interregionales
ceptualización más amplia del fenómeno, que no se limita única mente (Glowacki y Malpass 2003, Moseley 2001, Shimada et ál. 1991), un
al ámbito de la economía capitalista mundial ni se restringe a aspecto crucial porque la construcción de la cultura y la negocia
nuestro presente periodo histórico. Siguiendo las reflexiones de John ción del poder también se basan en la disponibilidad de recursos
Tomlinson (1992), Jennings propone que la globalización puede ser económicos y simbólicos, según su distribución espacial y sensibi
entendida como la interdependencia de gentes de di ferentes regiones, lidad a las dinámicas medioambientales.
lo que resulta en una “conectividad compleja” entre lo globalizado y Estas últimas posturas son particularmente atractivas en la
lo localizado. Él retoma la observación cla ve, planteada en años medida en que, al incorporar una serie de variables que habían
recientes por antropólogos y sociólogos, de quedado insuficientemente atendidas, propician el análisis de nuevas
líneas de evidencia y así contribuyen a expandir nuestro
282 I Rafael Segura Llanos 8 / Repensando la interacción cultural durante la hegemonía wari | 283

entendimiento de la complejidad de los fenómenos culturales del La costa central


Horizonte Medio. El reto, sin embargo, es que esto supone adquirir
flexibilidad teórica, construir nuevas preguntas de investigación y A partir de una revisión histórica de la arqueología del Horizonte
explorar nuevas metodologías, exigencias todas a las que no siem pre Medio, puede decirse que gran parte de la imagen de wari como entidad
estamos inclinados, a veces debido a una lealtad mal entendi da con culturalmente hegemónica en los Andes centrales ha sido construida sobre
los modelos originales. la base de la evidencia funeraria de la costa cen tral. Tres conjuntos
Así planteadas las cosas, creo que una manera de no enrique cer de datos han sido especialmente relevantes: las tumbas excavadas
varios de los modelos mencionados es aceptarlos sin cuestiona- miento, por Wilhelm Reiss y Alphons Stübel en la bahía de Ancón en 1875
asumirlos como prescripciones inalterables y defenderlos mediante (Reiss y Stübel 1880-1887); los cemente rios excavados por Max
argumentaciones del todo o nada. Respecto del Horizon te Medio, Uhle, también en Ancón y en los sitios de Pachacamac, cerca de Lima, y
no pocas veces se lo ha discutido en términos de si hay o no la hacienda San Nicolás, en el valle de Supe, unas décadas después
artefactos de estilo Wari en una región, asumiendo que este criterio (Uhle 1903, 1913; véase también Kroeber 1925; Oakland 2010); y las
único es suficiente para probar o invalidar la influencia aya- cuchana. colecciones privadas de artefac tos formadas a fines del siglo XIX por
Pienso que esta discusión no es muy productiva porque se conduce anticuarios alemanes, muy especialmente la reunida por el comerciante
únicamente en términos binarios de presencia/ausen- cia de Wilhelm Gretzer ac tualmente custodiada en el Museo Etnológico de
indicadores arqueológicos, un método que, si bien permite elaborar una Berlín (Hoffmann 2007, Schmidt 1929). En conjunto, estos restos
“cartografía” de la distribución de los restos culturales en el espacio, arqueológicos conti núan siendo la principal evidencia a favor de la tesis
concede poca atención a las condiciones de su ocu rrencia. Quizás la de un dominio wari de la costa central, tal como se puede apreciar en
postergación de la pregunta crucial sobre cómo ocurre la presencia de los trabajos más importantes de Menzel (1964, 1968, 1977) y en las
lo foráneo explica nuestra reiterada inclina ción a solo confrontar los posteriores revisiones del Horizonte Medio de la región (e. g. Kaulicke
modelos más contrastantes (e. g. modelo imperial vs. modelo comercial). 2000). Yo enfatizo lo de principal evidencia, porque si bien es cierto
Si bien es verdad que algunos de los enfoques que he resumi do que desde entonces los arqueólogos han venido hallando esporádica
líneas arriba intentan redirigir la discusión sobre la base de una mente algunos materiales wari o derivados de wari, claramente estos
contextualización más completa de los restos culturales, no lo es menos no son comparables, en estado de preservación, número y calidad, a
que varias regiones que son críticas para entender el Hori zonte Medio aquellos recuperados y/o reunidos por Reiss y Stübel, Uhle y
todavía se encuentran sujetas a lo que Isbell llama el “péndulo intelectual” Gretzer, ni siquiera si consideramos estas colecciones de manera
en torno a wari (Isbell 2008: 744), es decir, atrapadas en debates del individual (compárese, por ejemplo, con hallazgos de Flo res 2013,
tipo “con wari o sin él”, convirtiéndose así en áreas de vieja tradición Franco y Paredes 2000 e Isla y Guerrero 1987).
arqueológica pero de limitada con tribución a la reconstrucción cultural Dejando forzosamente los estudios bioarqueológicos, que han sido
de este periodo (Marcone 2010, Segura y Shimada 2010). Considero imposibles de aplicar en las colecciones discutidas en este tra bajo
que este es el caso de la costa central y voy a ilustrarlo con una revisión debido a la desaparición de los restos osteológicos humanos,2
de los restos fune rarios que han modelado nuestra percepción de wari
en la región.
2. Aunque cabe mencionar que en años recientes, con el propósito de identifi
car la posible migración serrana hacia la costa durante el Horizonte Medio,
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se puede decir de forma más específica que la irrupción wari en la costa Horizonte Medio de la costa central han sido por lo general inter pretados
central ha sido tradicionalmente invocada a partir del nuevo tratamiento bajo este enfoque único centrado en lo predominante como un
dado a los cuerpos enterrados y de los cambios en los estilos y técnicas bloque coherentemente estructurado. Por ello, es perti nente revisar
de los artefactos que los acompañan. Para dis cutir el significado de algunos de los componentes de dichos entierros de una forma más
estas manifestaciones materiales, conviene recordar que el tratamiento, inquisitiva, particularmente la práctica novedosa de preparar fardos
posición y orientación de los cuerpos, y los artefactos asociados en un funerarios, las nuevas técnicas y representaciones en los textiles y los
contexto funerario, reflejan creen cias religiosas, ideales filosóficos y nuevos estilos de la cerámica.
principios sociales diferencial mente compartidos por ciertos grupos
de la sociedad, por lo que se esperaría que las variaciones formales
Los fardos funerarios
en estas categorías re flejen distintas aproximaciones al ritual
mortuorio, algunas de las cuales podrían indicar identidades subalternas
La elaboración de un fardo funerario requiere que la posición sen tada
basadas en género, etnicidad, parentesco, etc. (Carr 1995). En
y flexionada de los individuos fallecidos sea aceptada cultural mente.
consideración a este ar gumento, sostengo que ha existido una excesiva
Como se nos ha recordado con pertinencia recientemente (Marcone 2012),
confianza en las costumbres mortuorias lima (v. g., de la cultura lima)
esta posición no fue una novedad wari en la costa central, pues fue bien
más canóni cas, como única base para hacer comparaciones entre
conocida y persistente, aunque no siempre prevaleciente, en las prácticas
prácticas locales y foráneas. Por “excesiva confianza en las costumbres
mortuorias de la cultura lima del periodo Intermedio Temprano.
mor tuorias más canónicas” me refiero al hecho de que los arqueólogos
Como ejemplo, puede citarse el caso de los entierros de niños
nos hemos interesado comúnmente en los rasgos modales de los
Lima Medio de Cerro Manchay en el valle de Lurín (Marstellery
correspondientes contextos lima, ignorando sus bien conocidas va
Marcone 2012), o de los cementerios Lima Tardío de Huaca 20 en el
riaciones o desviaciones. Si bien este énfasis en lo más recurrente
complejo de Maranga, donde la po sición sentada-flexionada está
es válido en la medida en que permite organizar los materiales ar
presente al lado de otras variantes posicionales (MacKay 2008, Mauricio
queológicos de acuerdo con un concepto normativo de la cultura, a
2015). En mi propia experien cia, y como parte del Proyecto
veces tiende a proporcionar una falsa imagen de homogeneidad. Como
Arqueológico Pachacamac dirigido por Izumi Shimada, tuve
consecuencia de esto, no es raro que una serie de grupos no dominantes o
oportunidad de excavar en el año 2005 varios entierros Lima Medio
subculturas sean ignorados y que la popularización de “nuevas”
en el famoso cementerio al pie del Templo Pintado de Pachacamac,
conductas sea interpretada únicamente como expre sión de la
documentando la posición sen tada-flexionada y la orientación al oeste de
introducción de fuerzas exógenas, y no de condiciones preexistentes, o,
los adultos enterrados (Shimada et ál. 2010). En realidad, si uno revisa la
más importante aún, de una compleja interacción entre ambas fuentes
evidencia fune raria a través de varios periodos arqueológicos, observará
de cambio. Precisamente, los entierros del
que la posición extendida de los lima fue una “anomalía” que
transitoria mente interrumpió la larga tradición de entierros sentados-
flexivos de la región (e. g. Makowski 2002; Paredes 1986; Stothert y
Nichole Slovak llevó a cabo un estudio isotópico en huesos humanos de
Ancón. Slovak (2007: 153) encontró un individuo, de 35 analizados, con una Ravines 1977). Más aún, cabe recordar que la posición sentada-
medida isotópica de estroncio consistente con las halladas en restos huma flexionada estuvo bastante generalizada en muchas otras regiones
nos de Conchopata, Ayacucho.
centroan- dinas durante tiempos prewari, al punto que podría ser
demasiado
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simplista adjudicar su restablecimiento en la costa central solo y en otras zonas de Ayacucho (e. g. Valdez et ál. 2006). Esto sugiere una
exclusivamente a una inédita imposición ideológica wari. forma diferente de relación con los individuos fallecidos, in cluso con
La tradición de los fardos funerarios puede definirse como la respecto a los entierros huarpa del periodo Intermedio Temprano e inicios
práctica de envolver los cuerpos con vestimentas y capas sucesivas de del Horizonte Medio, toda vez que estos se ca racterizan por contener
telas para asegurar la protección y/o representar la identidad del individuos completos con indicios de en voltorios (Leoni 2010). En
fallecido (la que tuvo en vida o la que adquiriría con su muer te). general, todo indica que la singularidad wari se debe a factores
Los fardos parecen haber asegurado, en el plano simbólico y en el culturales más bien que tafonómicos.
mundo real, la vigencia de los individuos en la sociedad, y en ese Si esto es así, cabe preguntarse de dónde proviene y cómo se
sentido constituirían, como bien ha argumentado Peter Kau- licke, establece la famosa tradición de fardos funerarios del Horizonte Medio en
una expresión de memoria materializada (Kaulicke 2001). Ahora bien, la costa central. Desde luego, podemos decir que wari difundió esta
tras un exhaustivo análisis de contextos funerarios del sitio wari de práctica, pero con ello no acaban sino que empiezan nuestras
Conchopata en Ayacucho, William Isbell (2004) ha concluido que los indagaciones. ¿Por qué wari no propagó sus propios con ceptos
wari practicaron varios tipos de enterramiento y que no estuvieron mortuorios? ¿Se habrá tratado de una reinterpretación impe rialista de las
interesados en preservar a sus muertos ni en elaborar fardos funerarios. tradiciones locales, en cuyo caso, como quizás diría Jennings, habría que
La diferencia con la preparación y pre servación de momias entre los estudiar lo local para entender lo globalizado?
incas parece ser dramática: Es pertinente recordar que los fardos funerarios tienen una larga
historia en la costa sur (actual departamento de lea) desde fines del
It would be attractive lo imagine similar mummies populating Wari’s Formativo Tardío, al menos. Los famosos fardos paracas de la bahía
landscape of death, but this seems unlikely. Wari mortuary facilities were del mismo nombre (Tello y Mejía Xesspe 1979) exhi ben algunos
not designed to preserve mummified flesh. Under the floors in the
atributos primigenios que luego se consolidan con los siglos en el
ground, Wari dead were soon reduced to bones. Furthermore, some of
the bones, but not mummified cadavers, were removed while other Horizonte Medio, tales como el uso de cañas o palos para asegurar la
parts of the body remained in the graves. Apparently, Wari ancestors correcta posición del individuo, o la presencia de una incipiente
were deliberately dismembered, something that would have horrified cabeza falsa en forma de un nudo notorio en la par te superior del
Inka worshippers. (Isbell 2004: 28) fardo adornada con plumas o vinchas (Paúl 1990).
Particularmente interesantes son los entierros hallados en la hacienda
En una publicación más reciente, esta conclusión es reiterada y Ocucaje, pues contienen fardos que exhiben una falsa cabeza de tela
extendida al caso tiwanaku: “We repeat our conviction that both Wari con la cara pintada (Dawson 1979, King 1983), téc nicamente similares a
and Tiwanaku pit and cist burials in the ground are inconsis- tent with aquellas del Horizonte Medio, aunque casi 1200 años más antiguas.
the production and conservation of mummies” (Isbell y Korpisaari 2015: Algunos autores mencionan que no hay propiamente fardos funerarios,
155). similares a los paracas y wari, en la subsiguiente cultura nasca, pero a la
En efecto, a través de todo el Horizonte Medio los rituales mor vez advierten que esto podría deberse a sesgos en las muestras disponibles
tuorios wari se basaron en el desmembramiento de los cuerpos, la (Isla y Reindel 2006: 382). Junto con esta conjetura, cabe recordar que
desarticulación del esqueleto y la manipulación de los huesos, una la existencia de textiles nasca en diversas colecciones,
práctica que, si bien podría estar sesgada en el heartland wari por la provenientes de entierros y exhibiendo un excelente estado de
deficiente preservación de los restos, ha sido confirmada conservación, sugiere que
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fueron parte de paquetes funerarios en los que las telas no tuvie ron punto, deberíamos recordar que los tapices dentados-excéntricos y
contacto directo con el cuerpo degradado, lo que habría sido posible ranurados, que son los que se hallan en el Horizonte Medio de la costa
gracias a la presencia de otras envolturas intermedias o rellenos. En central, ya eran preferidos por algunos miembros de la socie dad lima
cualquier caso, los fardos funerarios pre Horizonte Me dio, con o sin siglos antes (Fernández y Falcón 2006, Mogrovejo 1995). Sabemos
falsas cabezas, solo han sido hallados en la costa sur, una constatación además que la historia del tapiz en el norte de Ayacucho se remonta
que plantea la cuestión de por qué deberíamos enfatizar únicamente el a varias culturas del periodo Intermedio Temprano, in cluida recuay
aporte wari, que no cultivó este tratamien to mortuorio, y soslayar el (Oakland y Cassman 1995). Dadas las relaciones de larga data entre
de otras regiones que sí poseen antece dentes en el establecimiento de recuay y lima, como queda demostrado por présta mos estilísticos que
esta tradición fuera de Ayacucho. experimentaron su propio desarrollo entre las sociedades limeñas (Lau
Una observación final sobre los fardos funerarios es la frecuen te 2011, Makowski y Rucabado 2000), cabe preguntarse si la presencia de
suposición de que las máscaras de madera tallada, que a veces los tapices en el Horizonte Medio en la costa central habría sido posible
acompañan, son evidencia suficiente de su ubicación temporal en el sin estas anteriores interacciones entre productores y usuarios
Horizonte Medio. Esto podría ser así, pero solo dentro del condicional. regionales, a menos que imaginemos que todas las culturas prewari
La presencia de estas máscaras desde el Horizon te Medio hasta fueron sistemas cerrados que solo se abrieron después del séptimo
el Horizonte Tardío, su reconocida variabilidad y su característica siglo de nuestra era. El tapiz fue ciertamente un tipo de tela muy distintivo
ocurrencia descontextualizada en cementerios huaqueados o colecciones de las élites wari, pero parece que en algunas partes de la costa
privadas, señalan que ellas no son por sí mismas indicadores central, tal como en el va lle del Rímac, no fue una técnica
cronológicos fiables. De hecho, las pocas máscaras de Pachacamac predominante, concediéndosele más bien un estatus especial a otras
analizadas por radiocarbono, y que en apariencia podrían asignarse al variedades, como la doble tela, especialmente en contextos funerarios
Horizonte Medio, se fechan en rea lidad en la primera parte del (Flores Espinoza et ál. 2012).
periodo Intermedio Tardío (Shimada et ál. 2010: 145). Así, parece Al ignorar estos precedentes, la presencia wari en la región pa rece
razonable sugerir que una excesiva confianza en los artefactos aislados o efectivamente monolítica y homogénea, una percepción que podría
en su análisis únicamente estilístico podría conducir al tipo de llevarnos a concederle a cualquier fardo de apariencia wari un
razonamiento circular cuestio nado por Kaulicke (2000: 316), esto es, carácter de prueba política que en realidad solo podría tener a una
que sorprendentemente el modelo termina probando la cronología, y no al escala muy general. Este es el caso de los famosos fardos excavados por
revés. Reiss y Stübel en Ancón. En su exhaustivo análisis de 360 telas de
esta colección depositada en el Museo Etnológico de Berlín
Los textiles (incluyendo telas de fardos que los autores ilustraron en acuarelas),
Margaret Young-Sánchez encuentra que “the Reiss and Stübel
Las telas de los fardos funerarios de la costa central son una de las excavations provide no evidence of parvasive and lasting Huari
líneas de evidencia más fuertes que respaldan la tesis de un dominio influence on the iconographic and technical repertoire of Ancon’s
wari, ya que varias de ellas muestran innegables diseños y motivos textiles such as would be expected in the event of for- cible
de origen wari y tiwanaku. Junto con esto, es frecuen te sostener conquest, religious conversión, and incorporation into a lar- ger
que wari propagó entre las élites locales el consumo de tapices economic and political system” (Young-Sánchez 2000: 19). Ella concluye
(Ángeles y Pozzi-Escot 2000, Stone 1986). Pero en este que wari no innovó las técnicas textiles y por lo tanto no
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reorganizó sistemáticamente la producción (2000: 223), una de ducción mera aculturación unidireccional bajo control imperial, y más bien
que sin duda debe sorprender a muchos familiarizados con las sugiere que la integración de ingredientes foráneos en el sistema
ilustraciones de los fardos de Ancón exhibiendo telas con evidentes nativo ocurrió como parte de una activa construcción de una iden tidad
diseños tiahuanacoides. Cabe aclarar, sin embargo, que la local en un escenario donde wari fue, sin duda, relevante.
conclusión de Young-Sánchez no se construye sobre la singulari dad En Pachacamac, el afamado sitio localizado en el vecino valle
de unos pocos casos selectivamente ilustrados en publicacio nes de Lurín, a pesar de décadas de intervenciones arqueológicas de
arqueológicas, sino sobre la variabilidad interna, demostrable pero diferente escala y propósito, el interés ha recaído preferentemente
poco conocida, de la totalidad de la muestra sujeta a estudio. Ya que en los textiles excavados en 1896 por Max Uhle (1903) en el ce menterio
este escenario es diferente al que habría existido en el valle de Asia I al frente del Templo Pintado de Pachacamac (Engelstad 1984, Kohut
(Ángeles y Pozzi-Escot 2000), donde wari habría tenido un rol mucho 2005, Van Stan 1967; véase también Ángeles y Pozzi-Es cot 2010).
más importante en la producción y/o consumo de tex tiles, es Particularmente importante es el análisis realizado por Ina Van Stan
evidente que las relaciones con Ayacucho fueron muy va riables. Ello (1967) de 160 de aquellos textiles que no pocas veces han sido
nos previene de hacer extrapolaciones concluyentes entre colecciones tratados como referentes locales de la época wari.
de origen diferente sin análisis previos, y sugiere que las relaciones Sin embargo, es importante señalar que nosotros no podemos
políticas con wari pudieron ser sustancialmente diferentes, incluso entre asumir que todos los artefactos que provienen del cementerio 1
valles de una misma región. “debajo de la base del Templo de Pachacamac”, son piezas “wari”
Un sitio que recientemente está proporcionando una intere sante del Horizonte Medio, pues el mismo Uhle sostuvo que los obje tos
gama de telas del Horizonte Medio es el complejo de Hua- ca de “estilo Tiwanaku” de este cementerio fueron escasos, ha llándoseles
Pucllana, en el valle bajo del Rímac, en el distrito capitalino de normalmente mezclados con otros de fechado más reciente (Uhle
Miradores. Por ejemplo, el hallazgo de una tumba muy disturbada 1903: 19-25). Ina Van Stan fue consciente de esta mezcla cronológica,
que habría pertenecido a un “sacerdote” y que contenía al menos por lo que decidió cautelosamente organizar las piezas textiles de su
seis unkus enteros con técnicas y decoración de filiación wari, re nueva estudio de acuerdo con criterios funcio nales. Por ejemplo, uno de
la tesis de un dominio imperial ayacuchano (Flores Espino- za los artefactos tejidos más frecuentes del cementerio I
2013). Cabe señalar que, según toda la evidencia disponible, los unkus minuciosamente descritos por Van Stan son las famosas bolsas con
son una innovación en el vestuario local adoptada durante el flecos, con abertura o cerradas (también co nocidas en inglés como
Horizonte Medio. Es pertinente, sin embargo, tener en cuenta que poliches), que acompañan a los fardos funerarios que se fechan tanto en
un análisis más exhaustivo de los unkus de Pucllana indica que la segunda mitad del Horizonte Medio como en el Intermedio Tardío.
casi todos ellos exhiben estilos Wari profundamente “costeñi- zados” en Este amplio rango cronológi co de los materiales del cementerio I es
sus variantes del norte (moche), central y sur (chiribaya) (Chuchón coherente con lo hallado por Lauren Kohut (2005), quien al analizar
2013). Esto último, aunado a su fabricación con técni cas 20 bolsas que actual mente se preservan en el Museo de Arqueología
predominantemente locales y a la ausencia de indicadores de colonización de la Universidad de Pensilvania, EE. UU., encontró que la mayoría
o control político en el sitio (v. g. un notable cam bio en la se asigna mejor al periodo Intermedio Tardío, incluidas aquellas bolsas
arquitectura local emparejado con la presencia súbita de tejidas con hilos de lana. Más aún, tratando de tener una línea
contextos y objetos de estilo ayacuchano que no se restringen a independien te de datación, Izumi Shimada y sus colaboradores
una sola categoría de artefacto), relativiza el argumento de la sometieron a
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análisis radiocarbónico algunas muestras orgánicas provenientes pequeña cantidad podría deberse al hecho de que los entierros
de fardos del cementerio I, portando bolsas idénticas a las halla das con materiales wari del Horizonte Medio solo estuvieron presentes
por Uhle CShimada et ál. 2015; Takigami et ál. 2014: tabla 1). Los en algunos sectores del gran cementerio de Ancón, y que las exca
resultados corroboran la ubicación cronológica de gran parte de vaciones selectivas de Reiss y Stübel no siempre coincidieron con
estos objetos y contextos en épocas pos Horizonte Medio. estas áreas (Haas 1986: 74-75). Podría ser así, pero hay que consi derar
En general, podemos decir que las telas wari o influenciadas que durante el siglo siguiente las extensas excavaciones di rigidas por
por wari están presentes en todos los sitios mencionados, aun que Julio C. Tello, sus colaboradores y otros arqueólogos en el sitio,
siempre en un número bastante limitado. Por el contrario, las pautas siempre proporcionaron un número muy limitado de vasi jas con
técnicas y decorativas centrocosteñas claramente prevale cen. Si la rasgos wari fácilmente identificables (e. g. Ravines 1979, 1981;
poca presencia de piezas textiles acusando el impacto tecnológico y Kauffman 1994; para una revisión general, véase Kaulicke 1997). Más
estilístico ayacuchano se debe a un real consumo selectivo de estos aún, como hemos visto a través del estudio de Young- Sánchez, en el
objetos, o más bien a sesgos en las muestras examinadas derivados de caso de los entierros excavados por Reiss y Stübel, los tejidos wari o
su propia conformación o de problemas de conservación, es una con influencia wari tampoco son numerosos.
cuestión que solo se podrá resolver desa rrollando más estudios Mi impresión preliminar es que no solo las vasijas enteras sino
analíticos de las colecciones disponibles y sus contextos de también los fragmentos de vasijas de estilos Wari son muy escasos en
procedencia. la costa central, incluso aquellos que provienen de pisos y rellenos,
al punto que su hallazgo episódico suele causar cierto revuelo entre
La cerámica los arqueólogos interesados en el Horizonte Medio local (e. g. Franco
y Paredes 2000, Isla y Guerrero 1987, Narváez 1999). Si bien algunas
Veamos finalmente la cerámica asociada, un material que tiene pocas ofrendas no funerarias han sido halladas en los últimos años
la ventaja de que la variabilidad de su frecuencia difícilrpente pue de (e. g. Chauca 2009), sospecho que, en general, los fragmentos recu
ser adjudicada a problemas de conservación. Es inobjetable la existencia perados en sitios monumentales de los valles del Chillón, Rímac y
de vasijas de estilo Wari Provincial en tumbas (Menzel 1964), aunque Lurín provienen de vasijas de entierros removidos por diversas prác ticas
sería muy útil saber, donde sea posible, su número aproximado, culturales prehistóricas que aún quedan por ser entendidas.
distribución en los entierros y cantidad relativa con relación a todos los La poca frecuencia de fragmentos de estilos Wari también se
estilos presentes. Sin estas cuantificaciones básicas, la información puede observar en el ya discutido sitio de Pachacamac, el mismo
queda reducida a las piezas individuales, que al ser reiteradamente que ha sido clave en las discusiones sobre el Horizonte Medio. Wi-
usadas como referencia comparativa, podrían dar la apariencia de una lliam Strong y John Corbett publicaron, en 1943, su famoso corte
presencia generalizada. estratigráfico en el basural al pie del Templo del Sol, que clara mente
Tomemos como ejemplo el caso de Ancón, nuevamente. Al refleja la secuencia ocupacional del sitio y se considera uno de los
estudiar las vasijas de cerámica de la colección de Reiss y Stü- más completos de toda la costa central (Strong y Cor bett 1943).3
bel, Richard Haas (1986) encontró que las vasijas con influencia ¿Por qué este gigantesco basural muestra abundante
ayacuchana conforman un grupo muy pequeño del total de la
muestra; de hecho, solo 6 de las 146 vasijas analizadas podrían
relacionarse estilísticamente con wari. Haas presume que esta 3. Aunque podemos objetar la metodología empleada por Strong y Corbett
para determinar las proporciones de los tipos alfareros recuperados por
294 [ Rafael Segura Llanos 8 / Repensando la interacción cultural durante la hegemonía wari ¡ 295

cerámica de estilos Lima, Ychsma, Inca y de otros estilos menos funeraria bastante densa próxima a la zona investigada por el
populares, pero escasos o ningún fragmento de los estilos del auge equipo de Shimada (Eeckhout 2010, Owens y Eeckhout 2015: fig.
wari como, por ejemplo, el esquivo estilo Pachacamac de la época 10.8). En consonancia con los postulados de Menzel, en un prin cipio
2 del Horizonte Medio? el hallazgo promovió la idea de que al fin se había localiza do una
Ni el Proyecto Pachacamac encabezado por Izumi Shimada ni ocupación wari muy consistente en el sitio, con artefactos manifestando
el Proyecto Ychsma liderado por Peter Eeckhout —dos proyectos la importante influencia ayacuchana a través del estilo Pachacamac
muy importantes desarrollados de manera independiente en el si tio (Eeckhout 2005). Sin embargo, algunos años después del
en los últimos años—, han tenido éxito en hallar la evidencia cerámica descubrimiento, y luego de acumular y procesar más datos, Eeckhout
esperada, en cantidad y calidad, que concuerde con el énfasis que objeta la creencia de que este estilo haya sido la expresión exógena de
Menzel le dio a wari en este famoso centro costeño (Menzel 1964, una poderosa fuerza cultural y política afin cada en el sitio, así como
1977). Ni siquiera los entierros excavados por am bos proyectos la idea de Pachacamac mismo como un “santuario de peregrinación”
cerca de donde Uhle trabajó a fines del siglo XIX proporcionaron lo durante el Horizonte Medio:
buscado.
Es preciso destacar que a pesar de tres años de excavaciones [... ] resulta bastante peligroso aplicar el modelo del santuario ora cular
en la céntrica plaza de Los Peregrinos y en el cementerio I al pie de peregrinaje tal como se conoce en el imperio inca a otros contextos.
del Templo Pintado, y de documentar una importante sucesión Así, las propuestas de Menzel respecto de la difusión del estilo
Pachacamac en el Horizonte Medio II no concuerdan con este modelo
ocupacional desde el periodo Lima hasta el arribo inca, Shimada
pues, de ser el caso, tendríamos muchos más ejem plos de estilos
y sus colaboradores comprobaron que el material alfarero que po dría
foráneos, en el sitio mismo, durante este periodo. En realidad, los
identificarse como de estilo Pachacamac, Atarco/Viñaque o Wari artefactos foráneos o que muestran influencias forá neas solo se
Provincial es notoriamente infrecuente (e. g. Shimada et ál. 2010, encuentran al pie del Templo Pintado de Pachacamac y solo en
2015; Segura y Shimada 2010: fig. 7.6). Así, razonable pero algunas tumbas específicas [... ] Tal vez por estas razones históricas
cautelosamente, se pone en cuestionamiento las generalizaciones ligadas a la importancia pionera del trabajo de Uhle, se ha
realizadas en el pasado basadas en la limitada evidencia del estilo generalizado la idea desarrollada por Menzel, pero estas pro puestas no
resisten el examen de los hechos. (Eeckhout 2008: 171, véase también
Pachacamac: “ [no] sabemos por quién o dónde fue hecho el estilo
Eeckhout 2013)
de cerámica Pachacamac con el famoso ‘Grifo de Pachacamac’.
En realidad, a la fecha no hay evidencia de que dicha cerámica
Aunque recientemente Eeckhout encuentra posible atribuir
haya sido producida en el sitio que da nombre al estilo” (Shimada
al influjo wari parte de los cambios funerarios y tecnológicos que
etál. 2010: 146).
operaron en Pachacamac entre el fin de la ocupación lima y aque llas
Por su parte, Eeckhout halló algunos fragmentos y vasijas de
poslima de la segunda mitad del Horizonte Medio, su veredicto continúa
estilo Wari de la época 2 del Horizonte Medio, incluido un cuen co
cuestionando la imagen clásica del sitio como un vigoro so centro
decorado con el icono del Grifo de Pachacamac, en un área
wari sostenido por su tradición oracular: “the vast majo- rity of
material culture (especially ceramics) found at Pachacamac is
niveles estratigráficos, no se puede ignorar que los estilos y tipos que do indigenous to the Central Coast, and it is only in the Late Horizon that
cumentaron en su corte principal son los que, en efecto, los arqueólogos there appears to have been a large-scale pilgrimage system in operation”
suelen hallar distribuidos en otros sectores del sitio.
(Owens y Eeckhout 2015: 184).
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En realidad, son tan pocos los tiestos de filiación wari fuera de encuentran que no hay evidencia empírica para asignarle a wari
las tumbas, que sorprende que no discutamos explícitamente el po sible tal rol en esta parte de la costa peruana (Nelson et ál. 2010), una
significado de su escasez. Creo que es importante repetirlo: de su conclusión que es coherente con la poca presencia wari en el sitio
escasez, no de su inexistencia. Sobre este punto, Isbell ha pregun tado si de Chimu Capac documentada hace casi 20 años (Valkenier 1995).
es razonable esperar que la cerámica funeraria debiera apa recer en Sobre la base de este cuerpo de datos, Isbell reevalúa algunas de
otros tipos de contextos (Isbell 2010a: 246). La respuesta obvia es que las propuestas de Menzel de esta manera:
necesariamente no, pero la pregunta consiguiente es:
¿por qué ocurre esta poca representatividad con wari y no con todas In Menzel’s 1977 study of the archaeological collections excava-
ted by Max Uhle for the University of California at Berkeley, she
las otras culturas autóctonas o de origen foráneo en la costa central?
made some extraordinary inferences that were perhaps accepted
En esta línea de razonamiento, es interesante observar la dis
too uncritically by many Andeanists. In the mouth of the Supe Va-
tribución de la cerámica inca, por ser reflejo de la expansión de un lley (between the Pativilca and Huaura valleys), at a place called
Imperio a menudo usado como modelo para interpretar los restos Chimu Capac, Uhle (1925) excavated part of a cemetery containing
wari. Pues bien, la cerámica inca en cualquiera de sus variedades material remarkably Wari-like. The cemetery was located next to a
en la costa central no está solamente presente en entierros funera rios, walled hilltop and a sizable area of residential buildings. Without
sino en una amplia gama de contextos arqueológicos: basura les further work at Chimu Capac, Menzel inferred that the cemetery,
the fortifications, and residential buildings all belonged to the Midd-
estratificados (e. g. Makowski y Vega-Centeno 2004), superficies de
le Horizon. She suggested that a heartland Wari expeditionary forcé
plazas y áreas residenciales (e. g. López-Hurtado 2011, Makowski et ál.
established a stronghold at Chimu Capac to prevent Pachacamac
2005), rellenos constructivos (e. g. Bazán 1990), ofrendas no funerarias from gaining too much power and, particularly, from allying with
(e. g. Córdova 2011), etc. Este contraste con la escasa y mucho menos polities emerging farther north along the coast. (Isbell 2010a: 246)
distribuida cerámica de estilos Wari es un fenómeno especialmente
notorio e intrigante al considerar que los incas solo estuvieron unos 70 Y más adelante concluye: “it is increasingly apparent that Men zel
años en la cúspide del poder, mientras que se acepta que la vigencia overestimated the nature and degree of Wari influence on the central
del Estado wari en Ayacucho y su fuerte pre sencia en gran parte de los and north-central coast” (2010a: 247).
Andes centrales pudo extenderse, cuan do menos, por tres siglos En general, pienso que la muy limitada presencia de cerámica
(Finucane et ál. 2007; Isbell 2008, 2010b). de estilos Wari en Pachacamac y otros sitios no puede revertir la di
Algunos detalles iconográficos de la cerámica del Horizonte rección que impone la fuerza de los datos que he esbozado. A me nos
Medio en Pachacamac han sido descritos por Rommel Ángeles y que en los próximos años se descubra una mayor diversidad de
Denise Pozzi-Escot, identificando elementos de la costa norcen- contextos y distribución de los materiales wari o influenciados por
tral, en línea con la idea de Menzel de que esta región fue un foco wari, es razonable suponer que no será fácil modificar esta re evaluación
de influencia wari muy importante (Ángeles y Pozzi-Escot 2010, basada en la evidencia acumulada en más de 100 años de
Menzel 1977). Más aún, Ángeles y Pozzi-Escot (2010: 194) conside ran arqueología en la costa central del Perú.
que ciertos atributos arquitectónicos en Pachacamac, como el uso
de adobes cuadrangulares, son expresión del establecimiento wari vía Comentarios finales y conclusiones
la zona de Supe-Pativilca. Sin embargo, recientes traba jos en el
llamado “Norte Chico”, enfocados en el Horizonte Medio, La mayoría de los modelos resumidos en la primera parte de
este trabajo concuerdan en que wari tuvo un rol importante en el
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desarrollo cultural de los Andes centrales durante el Horizonte Me toda la evidencia acumulada, en realidad presentan una notable
dio, sea como Estado imperial con control directo o influencia so diversidad en la configuración de los contextos arqueológicos y
bre amplios territorios centroandinos, sea como agente catalizador los artefactos asociados, a la vez que una presencia wari limitada.
de las interacciones interculturales en las que estuvieron inmersas Sin embargo, por mucho tiempo, tal diversidad fue insuficiente mente
tanto wari como otras sociedades contemporáneas. Que el mode atendida, centrándose la atención más bien en los objetos exóticos de
lo imperial se encuentra respaldado por los restos materiales de estilos Wari, y así favoreciendo su interpretación como evidencia de una
muchos valles serranos y algunos enclaves costeños es una cons vigorosa intrusión ayacuchana en toda la costa central.
tatación que no puede objetarse tras décadas de investigaciones. A El estado de conocimiento actual hace difícil que los arqueó logos
este respecto cabe tener presente los recientes hallazgos con restos se adscriban a un modelo imperial de control directo en la costa
wari documentados en sitios de regiones tan distantes como distin central, aunque muchos de ellos todavía tienden a explicar los
tas, como El Castillo de Huarmey, en la costa del departamento de procesos locales únicamente desde la presencia real o hipo tética de
Áncash (Giersz y Makowski 2014), o Espíritu Pampa, en la selva alta wari. Sin negar el aporte wari, esto ya no es sostenible por una
del Cuzco (Fonseca 2011, Valdez 2011). Siendo esto cierto, sin em serie de razones. Para empezar, las cronologías arqueo lógicas están
bargo, no parece ser suficiente para explicar la diversidad de proce refinándose, de modo que si bien ahora sabemos que la metrópoli
sos culturales concurrentes con wari durante el Horizonte Medio, Wari tuvo vigencia hasta el siglo XI d. C. sin dar oportunidad al
tal como sugieren varias líneas de evidencia arqueológica que no desarrollo de estilos epigonales en Ayacucho (Is- bell 2010b),
concuerdan fácilmente con las predicciones del modelo imperial. también reconocemos la contemporaneidad de cul turas importantes
La costa central ha desempeñado un papel importante en con wari durante casi todo el Horizonte Medio; tal es el caso de
los inicios de la arqueología en el Perú, al exhibir un proceso cul tural algunas sociedades mochica y su fuerte identidad vigente bastante
prehistórico muy complejo, así como sitios que estuvieron después del fin del periodo Intermedio Temprano (e. g. Chapdelaine
suficientemente preservados y logísticamente al alcance de los 2010). Aunque comparativamente hablando la costa central posee un
anticuarios y primeros profesionales de la arqueología que nece número reducido de fechados absolutos del Horizonte Medio, hay
sariamente debían residir temporalmente en la capital del país. indicios de que los patrones culturales lima también se prolongaron
Una serie de factores culturales, históricos y tafonómicos que aún en este horizonte más allá de lo que se había asumido décadas atrás.
quedan por ser bien comprendidos, parecen haber facilitado el Una serie de compilaciones y re visiones recientes de los fechados
hallazgo de restos wari o derivados de wari, extraordinarios pero calibrados disponibles en esta región (e. g. Narváez 2013, Valdez
limitados, de una manera que difícilmente se pudo replicar en el 2015), indican claramente que la denominada fase Lima Tardío (o
siglo siguiente. Pareciera que Reiss y Stübel, Uhle y Gretzer, fueron Lima 7-9 en la secuencia esti lística de Thomas Patterson [1966])
mucho más afortunados que los arqueólogos de las décadas pos teriores, alcanza sobradamente el si glo IX d. C., y que bien podría
que buscaron y aun hoy buscan hallazgos comparables sin un éxito
extenderse hasta el mismo siglo X. En consecuencia, la existencia
semejante.
simultánea de fuertes tradiciones regionales durante este periodo
Estos artefactos, cerámica y textiles principalmente, que han arqueológico nos obliga a modi ficar el antiguo planteamiento de que
sido una y otra vez discutidos e ilustrados selectivamente en tra bajos estas identidades, algunas
arqueológicos posteriores, fueron recuperados fundamen talmente de
cementerios extensos y densos, los cuales, según
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posiblemente unificadas bajo formas de gobierno estatal, 4 fueron basada en una pretendida (imposible, por cierto) “invisibilización de
meramente suplantadas por la marea cultural wari a partir del si glo wari”, el reconocimiento de que muchos valles o regiones cen- troandinos
Vil de nuestra era. poseyeron una tradición cultural suficientemente sólida como para
Asimismo, cabe reiterar que el hallazgo de materiales extralo cales incorporar de manera selectiva o minimizar los aportes imperiales, si
o con rasgos foráneos, ya no solo wari, sino también de otras regiones acaso no poseer un importante nivel de independen cia política de
costeñas, no debería ser una sorpresa, ya que la mezcla de wari, constituye un avance en dos sentidos. En pri mer lugar,
elementos culturales es una norma en la conformación de las sociedades promueve un refinamiento del propio modelo imperial, desplazándolo del
humanas. Esta regla es mucho más generalizada en sociedades complejas antiguo razonamiento del “imperio macizo y su cultura invasiva” a uno
porque el desarrollo de estas se debe pre cisamente a la intensidad y basado en un continuum de poder que va desde el control directo hasta
amplitud de sus interrelaciones intra e intergrupales. Incluso en la la influencia de baja intensidad, una variante del modelo que considero
ausencia de grandes organizaciones panandinas, la multidireccionalidad mucho más valiosa porque per mite evaluar los posibles reacomodos
de las influencias culturales, cambiantes y variadas a través del tiempo, ha de este continuum a lo largo del tiempo y, con ello, los diferentes y
sido normalmente consustancial con poblaciones asentadas sobre cambiantes escenarios en que wari tuvo que operar, tal y cual lo
territorios conti guos y con fronteras flexibles dentro de una misma persuasivamente argumenta do por Katharina Schreiber (2012). En
“área cultural”. segundo lugar, porque cues tiona la autoridad del modelo único,
Finalmente, debe señalarse que la concepción relaciojial de las forzándonos fructíferamente a comprender a las poblaciones humanas
sociedades andinas prehistóricas y de su cultura nos permite redefinir el andinas y, con ellas a sus instituciones, como los sistemas complejos que
carácter de los Estados como organizaciones multidi- mensionales son; esto es, como una constelación de realidades que han sido viables
operando sobre realidades múltiples, lo que parece ser ventajoso a gracias a la no toria diversidad de sus respuestas a la extraordinaria
la luz de las diversas intensidades con que <var¡ se manifiesta en el multiplicidad de dinámicas culturales, históricas y medioambientales que
registro arqueológico valle a valle. A partir de la presencia discontinua de les ha tocado enfrentar. Esta pluralidad de formas solo es teóricamente
los objetos wari y de las formas diversas en que estos materiales inteligible a partir de aproximaciones multimodales que en con cierto
habrían circulado entre élites contempo ráneas, uno puede decir que, si sopesen lo metropolitano y lo provincial, lo foráneo y lo local.
algo calza con la imagen que va emergiendo de wari, es la definición que Poco de esto, sin embargo, puede alcanzarse haciendo de las
hace años hiciera el his toriador Franklin Pease del mismo desiguales relaciones interculturales del Horizonte Medio una di cotomía
omnipresente Estado inca: se trata, ante todo, de una compleja y estática que oscila entre el “debe haber restos wari por que hubo
desigual red de relaciones más bien que de una entidad monolítica de imperio” y el “aquí no hay imperio porque no hay restos wari”, ambos,
poder (Pease 1989: 110). planteamientos que carecen de consistencia lógica y que no se
En resumen, creo que lo que es importante enfatizar aquí es que, condicen con la complejidad de los datos arqueoló gicos disponibles.
lejos de constituir una desfiguración de la prehistoria andina Esto es lo que precisamente ha ocurrido en la costa central, y lo que,
creo yo, parcialmente explica nuestro insu ficiente estado de
conocimiento del Horizonte Medio local frente a los avances que,
4. Conviene recordar que varios autores (e. g. Earle 1972, Lumbreras 2011, Pat- respecto de este periodo, se han alcanzado en otras regiones del Perú.
terson et ál. 1982) encuentran que la organización política de los lima, espe
cialmente a fines del periodo Intermedio Temprano y en la primera mitad
del Horizonte Medio, corresponde a la de un Estado arcaico.
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Agradecimientos Cartier, Jennifer, John Rudolph y Jim Stewart


2001 The Nature and Structure ofScientiñc Models. Madison: Wis-
Manifiesto mi especial agradecimiento a Rafael Vega-Centeno consin University, NCISLA.
por su amable invitación a participar en el simposio de historia
Chapdelaine, Claude
del Perú prehispánico, el mismo que estuvo bajo su coordinación
2010 “Moche and Wari during the Middle Horizon on the North
como parte del Quinto Congreso Nacional de Historia organizado Coast of Perú”. En Justin Jennings (ed.). Beyond Wari Watts:
por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (agosto 2012). Regional Perspectives on Middle Horizon Perú. Albuquerque:
Igualmente, expreso mi agradecimiento a Edinson Napa Manco, University of New México Press.
arqueólogo de la Universidad Nacional Federico Villarreal, por su
Chauca Iparraguirre, George E.
ayuda diligente con la revisión de algunas fuentes empleadas en
2009 “Uso y abandono de la plataforma 2 de la Huaca San Marcos
este trabajo. durante la segunda época del Horizonte Medio”. Tesis de li
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los materiales recuperados por Max Uhle, Louis M. Stumer y mayoría en los museos del país. Sin embargo, la gran can tidad de
la Misión Arqueológica Italiana”. Tesis de licenciatura. Lima: piezas de orfebrería depositadas en nuestros museos se encuentran
Pontificia Universidad Católica del Perú.
“descontextualizadas”, es decir, no cuentan con los datos exactos de
Valkenier, Lisa su procedencia. Esto convierte a los museos en simples repositorios de
1995 “New Evidence for Chimu Capac and the Early Horizon piezas, lo cual genera un problema para el análisis de estos vestigios.
Period in the Supe Valley, Perú”. En Journal of the Steivard Todo esto, sumado a la escasa literatura arqueológica referida a los
Anthropological Society 23 (1-2): 269-286. trabajos orfebres —en particular chi mú—, hace que a estas piezas
no se las pueda ubicar en el tiempo y espacio y que se les atribuya
Van Stan, Ina
1967 Textiles from Beneath the Temple of Pachacarnac, Perú: A solo superficialmente una filiación cultural. El presente estudio es un
Parí ofthe Uhle Collection. The University Museum. Filadel fia: análisis preliminar que busca contextualizar unos vasos rituales de plata,
University of Pennsylvania. llamados “akillas”, que

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Universidad de Columbia. gmail.com >.
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<lejacn@gmail.com>.
316 | Diana Fernández Mascco y Luis E. Castillo Narria 9 / Redescubriendo a los plateros chimú | 317

proceden de la Colección Carranza y Dalmau del Museo Nacional evidencias de este tipo de vasos se atribuyen a la cultura sicán (750-
de Arqueología, Antropología e Historia del Perú (MNAAHP). 1375 d. C.), cuyo centro principal se encuentra en el Santuario His tórico
de Pómac, en Batán Grande, Lambayeque (Vetter 2009).
Introducción En los valles de Chillón, Lurín y Rímac, en la costa central, así
como en los de Chincha e lea, en la costa sur, también se han
En este trabajo nos aproximamos a las formas de organización del reportado vasos de plata y oro de los periodos Intermedio Tardío (1000-
trabajo orfebre en el Estado chimú a través de un estudio de piezas 1400 d. C.) y Horizonte Tardío (1400-1533 d. C.), entre los que
de la colección Luis Carranza y Juan Dalmau, decomisada por la destaca el vaso-retrato. Estos vasos fueron catalogados como chimú,
dirección de gobierno de la ciudad de Trujillo y entregada al Museo pero estudios recientes dan cuenta de su origen en la costa central y sur
Nacional, el 20 febrero de 1930. del Perú (Carcedo 2004).
Durante muchos años, se pensó que esta colección provenía Por otro lado, las intervenciones arqueológicas realizadas en el
de la plataforma funeraria denominada Huaca La Misa, ubicada año 2009 por José A. Hudtwalcker en la isla San Lorenzo (Callao),
en el grupo Rivero del sitio arqueológico Chan-Chan, o de algunas con el apoyo de la Marina de Guerra del Perú, nos muestran un
de las huacas de Pacasmayo, zona donde residía Juan Dalmau. Sin hallazgo importante para contextualizar el uso de vasos de plata en
embargo, en el estudio preliminar de las piezas nos dimos cuenta la costa central durante el Horizonte Tardío. Se trata del descubri miento
de que los datos de procedencia eran ambiguos, como sucede del fardo funerario de una mujer a quien se ha denomina do “la
con muchas de las piezas rotuladas como de la “cultura chimú” tejedora” por sus materiales asociados al trabajo textil, pero que entre
que proceden de decomisos o donaciones y que hoy albergan sus brazos portaba tres vasos-retrato de plata.
nuestros museos. Retornando a la costa norte, el viajero George Squier, quien
Una característica particular de esta colección es que contie ne recorrió el Perú en el siglo XIX, menciona sus exploraciones en
en su mayoría piezas de morfología específica, en este caso, vasos el Gran Chimú, específicamente en Chan Chan, acompañado del
de plata denominados “akillas”, un término que en quechua significa coronel La Rosa. Ambos recorrieron muchos recintos, especial mente
“vaso de metal”. En su Vocabulario de la lengua quechua de 1608 la Huaca El Obispo, donde descubrieron un depósito que contenía una
(1987), el padre González Holguín definió akilla quri como copa de oro gran cantidad de vasijas de oro y plata. Al respecto, Squier describe:
y akilla ccolque o aquillaqyllqi como vaso de plata. Por su parte, en
su Vocabulario de la lengua aymara de 1812 (1984), el jesuita y Las vasijas estaban apiladas en forma regular, una copa sobre otra,
y, de acuerdo a la opinión del coronel, habían sido escondidas aquí
lingüista Ludovico Bertoni afirmó que akilla significa “vaso de plata
en la época de la lucha entre los chimús y los incas para preservar las
para beber”.
de las garras de estos últimos. La mayoría de las vasijas tenía la forma
Vale la pena recordar que, según los investigadores, las prime ras de tazas para beber o vasos y algunas eran ordinarias, de pla ta muy
evidencias de vasos de metal provienen de la época tiahuanaco (400 a. delgadas, considerablemente aleada con cobre y oxidadas a tal
C.-l 100 d. C.), cuyo centro principal se encuentra al suroeste del lago punto que algunas resultaban tan quebradizas que casi no to leraban
Titicaca (Bolivia). A este periodo corresponden unos esca sos vasos manipuleo. Las habían fundido, salvo unas pocas, con un provecho muy
rituales elaborados exclusivamente en oro. También se han reportado pobre en cuanto a la cantidad de plata exportable. (Squier 1974 [1877])
vasos de metal de estilo tiahuanaco en San Pedro de Atacama (Chile). En
cuanto a la costa norte del Perú, las primeras
318 | Diana Fernández Mascco y Luis E. Castillo Narrea
9 / Redescubriendo a los plateros chimú | 319

Los datos sobre cada uno de los lugares donde fueron encon trados Los sacerdotes, habían ofrecido los vasos de los Incas, salían a la puerta
estos vasos revelan su gran importancia en los diferentes actos a recibir los vasos de los curacas, los cuales llegaban por su antigüedad,
rituales ligados a las élites gobernantes. La iconografía de cada una como habían sido reducidos al Imperio, y daban sus vasos y otras
las piezas halladas posiblemente aluda a mitos o ritos de cada lugar o cosas de oro y plata que para presentar al Sol habían traído de sus
de las distintas culturas a las que pertenecieron. tierras [...]. (Garcilaso de la Vega 2005 [1609]: 185)
En el Horizonte Tardío, los incas elaboraron vasos en made ra
(kero) y metal (akilla), en oro o plata, con motivos abstractos. Las Según Cobo, los vasos de metal también eran parte fundamen tal
akillas fueron importantes en los ritos y ceremonias incaicos. Como del ajuar funerario y del culto a las momias (o mallquis):
describe Garcilaso de la Vega:
Tomaban asimismo todos sus bienes muebles, vajillas y servicio
de oro y plata, y sin dar desto cosa a los herederos, parte ponían
[...] el Rey se ponía en pie, quedando los demás de cuclillas, y
con el difunto y parte enterraban en los lugares donde solía recibir
tomaba dos grandes vasos de oro, que llamaban aquilla, llenos del brebaje
recreación cuando vivía. (1964 [1653]: 163)
que ellos beben. Hacia esta ceremonia en nombre de su padre, el Sol,
y con el vaso de la mano derecha le convidaba a beber, que era lo
que el sol había de hacer, convidando el Inca a todos sus parientes, Esta revisión permite entender que la akilla era, sin duda, una
porque esto del darse a beber unos a otros era la mayor y más pieza importante en la parafernalia ritual del Perú prehispánico.
ordinaria demostración que ellos tenían del bene plácito del superior Por lo tanto, entender su uso y producción nos permite aproximar nos
para con el inferior y de la amistad de un amigo con el otro. (2005 a las dinámicas productivas, el consumo y las relaciones socia les
[1609]: 184)
entre los pueblos que las fabricaron y utilizaron. Ese es nuestro propósito
al estudiar las piezas de la Colección Carranza y Dalmau.
En los ritos de libación eran piezas muy importantes entre los ídolos, Finalmente, es necesario revisar la información concerniente
los ancestros y el Inca: al periodo Intermedio Tardío, en el cual parecen enmarcase las
piezas. Como lo muestra la literatura arqueológica, en esta etapa
Tenían también delante de los muertos unos vasos grandes como pudo haberse consolidado un grupo especializado en orfebrería, los
cangilones, llamados vilques, hechos de oro y de plata, ellos echa ban llamados “plateros”.
la chicha con que brindaban a los muertos; mostrándoselo pri mero; y
solían brindarse unos muertos a otros, y los muertos a los vivos, y al
contrario; lo cual hacían en nombre de ellos sus ministros. En estando La sociedad chimú durante el periodo Intermedio Tardío
llenos estos vilques, los derramaban en una piedra re donda que tenían
por ídolo en mitad de la plaza, alrededor de la cual estaba hecha una El Intermedio Tardío fue una etapa de organización política y desa rrollo
alberca pequeña, donde se resolvía la chicha por ciertos sumideros y cultural que se expresó en diversas áreas geográficas, con cier to grado
caños ocultos que tenía. (Cobo 1964 [1653]: 164)
de interdependencia y a la vez con un desarrollo particular, muchas veces
en conflicto pero coexistiendo en un mismo espacio.
Por otro lado, las akillas eran fundamentales en el acto de re La costa norte en este periodo ha sido analizada por diversos in
distribución estatal incaica, en el que cumplían diversos roles. Es tos vestigadores, entre los que destacan Russel y Jackson para el valle de
vasos eran entregados a los curacas para sellar su adhesión al Imperio Chicama, y Shimada para el de Lambayeque. Apoyados en informa ción
inca: etnohistórica del siglo XV y en los resultados de sus respectivos
320 [ Diana Fernández Mascco y Luis E. Castillo Narrea 9 / Redescubriendo a los plateros chimú | 321

proyectos de investigación, estos arqueólogos arrojaron datos sobre verdaderos centros urbanos con residencias de élite por lo general
el desarrollo económico, específicamente sobre el trabajo de espe- amuralladas, que se desarrollaron fundamentalmente para ejercer
cialización artesanal, durante el Intermedio Tardío (Vetter 2009). un estrecho control sobre los bienes, ya que la explotación de la
Según estos autores, al momento de la conquista inca, la costa tierra, llevada a gran escala, constituía la fuente básica de materias
norte peruana tenía organizaciones políticas complejas y dualistas primas.
en las cuales cada nivel jerárquico se componía de varios grupos Uno de los centros urbanos chimú más extensos y mejor con
sociales o “parcialidades”. Las parcialidades estaban congregadas servados, que sigue deslumbrando hasta la actualidad, es Chan
en pares o mitades e integradas bajo la autoridad de los grupos de Chan, considerado la capital del Estado chimú (Ravines 1980: 23).
nivel jerárquico superior. En las parcialidades de los rangos más Su desarrollo como tal pudo haberse iniciado hacia el año 800
bajos estaban quienes se dedicaban a la agricultura, la pesca y d. C. (1980: 101), aunque, según Moseley, pudo haberse construi do
la producción artesanal. Algunas parcialidades habrían incluido a y ocupado hacia el 1200 d. C. (Moseley 1974). Chan Chan fue el
grupos de artesanos especializados en alguna actividad en particu lar centro de la entidad política más importante de la costa norte durante
y afiliados a líderes pertenecientes a altos niveles jerárquicos. Es el Intermedio Tardío, hasta su ocaso luego de la conquista inca de esta
probable que los plateros se organizaran de esta forma y que integraran región.
una parcialidad como especialistas en trabajos de plata. Entre las actividades económicas más importantes de las so ciedades
Otro rasgo que identifica a este periodo en la costa norte es el costeras, que terminaron de consolidarse durante el In termedio Tardío,
cambio radical en el patrón de asentamiento y en el uso del espa cio, figuró el comercio marítimo entre las distintas zonas del litoral
mediante el cual pequeñas aldeas sin planificación alguna se peruano. Esta gran apertura comercial, que inten sificó el intercambio,
constituyeron en “centros conglomerados urbano-religiosos, con no solo se llevó a cabo con los pueblos de la costa (intercambio
estilos arquitectónicos variados y finos, donde radicaban las élites horizontal) sino también con los de la sierra (intercambio vertical),
y trabajadores muy especializados” (Santillana 2008: 265). aunque en este último caso en menor esca la. Podría decirse que el
Una de las sociedades que se gestó en medio de los cambios desarrollo de esta actividad fue asimismo una gran estrategia política
políticos y culturales descritos fue la llamada sociedad chimú. Los en beneficio de las élites en construc ción, al parecer expansionistas,
chimú dominaron 24 valles situados entre espacios desérticos, quienes demandaban cada vez mayores marcadores de diferenciación
que abarcaban desde el litoral hasta las estribaciones de la gran social, como los bienes de lujo; quizás por eso el “mullu” siempre fue
cordillera, alcanzando su mayor amplitud al norte de la ciudad de (no solo durante esta época) un bien tan preciado.
Trujillo, donde se constituye una amplia plataforma. De todos es tos El comercio también acrecentó la obtención de materias pri mas,
valles, el de Moche se erigió como el centro de articulación política como los metales, que pudieron distribuirse en tortas metáli cas o
de los distintos señoríos locales, consolidando su poder. En su lingotes que agilizaban la elaboración de las piezas. Así, una mayor y
momento de mayor esplendor, la cultura chimú abarcó des de el más eficaz obtención de materia prima habría conllevado un
valle de Chancay, por el sur, hasta el valle de Zarumilla, por el incremento en la escala de elaboración de piezas de metal y en el
norte, y desde el Pacífico hasta las primeras estribaciones de la cordillera número de artesanos especializados. Cabe preguntarse si esto ocurrió
de los Andes (Ravines 1980: 23). en la zona de Chan Chan durante la época chimú, una in terrogante que
El periodo chimú se caracterizó por una gran expansión políti ca desarrollaremos más adelante.
manifiesta en la aparición de numerosas ciudades planificadas,
322 | Diana Fernández Mascco y Luis E. Castillo Narréa 9 / Redescubriendo a los plateros chimú ] 323

Por otro Jado, los chimú lograron ampliar las zonas agrícolas, orfebrería chimú, es posible pensar que tuvo antecedentes en los
lo que contribuyó al desarrollo de una ingeniería hidráulica que permitió lambayeque. Esta riqueza ayudó a legitimar el poder de las élites
el aprovechamiento y buen manejo del agua de los ríos a través de un que controlaban un gran Estado en consolidación permanente, del que
sistema de canales. Entre los canales construidos en esa época la tradición orfebre fue su máximo exponente.
tenemos el de La Cumbre, ubicado entre los valles de Chicama y Moche
y considerado la obra de riego prehispánica más lograda de la costa norte
La orfebrería en la costa norte: el caso de la cultura chimú
del Perú (Santillana 2008: 279). La tecni- ficación de la producción
agrícola pudo generar excedentes con los cuales sostener a un grupo
En este estudio se considera principalmente la costa norte y central,
de artesanos especialistas a tiempo completo, como los orfebres, que al
zonas donde la orfebrería alcanzó un extraordinario desarrollo (Vetter
parecer ejercieron un papel muy importante en la sociedad.
2008:19) reportado por numerosas investigaciones cuyo principal ob
Según los documentos coloniales, los chimú llevaron a cabo
jetivo fue dar a conocer la cadena operativa del trabajo metalúrgico a
tres campañas expansionistas: una que abarcó la parte baja del
través de los vestigios de las sociedades que se dedicaron a él.
valle de Moche; otra que se extendió a los valles de Chicama, Pa-
Esta tradición orfebre se expresó desde periodos tempranos. Por
casmayo, Zaña y Virú y que fijó el valle de Chao como frontera sur; y
ejemplo, en la zona de Piura se desarrolló la cultura vicús, in fluida al
una última al sur del valle de Santa y al norte del área de Lam- bayeque,
parecer por el Ecuador en varios aspectos culturales, en tre ellos el
que estuvo a cargo del último rey independiente chimú llamando
trabajo orfebre. Los vicús trabajaron principalmente el cobre, el cobre
Minchamcaman. Fue él quien consolidó las fronteras chimú desde
dorado y, en menor escala, el oro, siendo sus técni cas más utilizadas
Tumbes hasta Carabayllo, en el valle del Rímac (Bo- navia 1991: 446-
el laminado combinado con el recortado y el va ciado. Posteriormente,
448). El cronista Cabello Balboa también se refiere a este personaje
para la época moche, podríamos hablar de una especialización de
como el responsable de la anexión definitiva del territorio lambayecano.
orfebres, evidenciada en la calidad y fineza de las piezas. Muestra de
Es necesario mencionar que Lambayeque ya contaba con una rica
esto son los distintos ornamentos de me tal hallados en el ajuar
tradición de orfebrería y con zonas aleda ñas de extracción de metal
funerario de la tumba del señor de Sipán, ubicada en Huaca Rajada, en
para la producción local.
el departamento de Lambayeque.
Si nos guiamos por las fuentes etnohistóricas, podemos supo ner
Esta herencia fue asumida por una sociedad a quien se con fundió
que muchos de los señoríos sometidos por el rey chimú con servaron
por largos años, por el estilo, con la chimú. Sin embargo, las
fuertes raíces locales. Quizás el de Lambayeque fue uno de ellos,
investigaciones llevadas a cabo en los años noventa determinaron
pues al parecer allí se impuso una nueva dinastía, debido quizás a la
que se trataba de dos culturas distintas. Estamos hablando de la
importancia económica que tenía esta región tan cerca na al área
cultura lambayeque o sicán, que surgió en el Horizonte Medio y se
nuclear de los chimú (Bonavia 1991: 500).
prolongó hasta el Intermedio Tardío, luego de lo cual fue al pare cer
Es posible afirmar que los chimú obtuvieron un gran beneficio, por
anexada al Estado chimú. La cultura lambayeque o sicán fue heredera de
no decir el más importante, al anexarse la región Lambayeque, pues no
un conocimiento metalúrgico de alto nivel. Los lam bayeque
solo captaron un área tributaria, sino también la mano de obra
experimentaron nuevas técnicas de manufactura y otros tipos de
calificada para conseguir y producir bienes de lujo, exclu sivamente en
aleaciones, siendo un rasgo distintivo de su iconografía la representación
metal. En lo que respecta a la fina producción de
de Naylamp, su dios principal, como motivo cen tral (Shimada
1987)
324 | Diana Fernández Mascco y Luis E. Castillo Narrea
9 / Redescubriendo a los plateros chimú | 325

Como mencionamos anteriormente, los chimú también desa rrollaron trabajaron directamente con las élites. Esto explica, en parte, el he cho
esta actividad artesanal y pudieron heredar las tecnolo gías de sus de que ciertos grupos de artesanos, como los plateros, se de dicaran
predecesores. Por otro lado, es posible que los orfebres se dedicaran exclusivamente a su labor, diferenciándose de los orfebres que se
a tiempo completo a la producción de piezas, super visada por las élites ubicaban en los “barrios”. Es decir, en un mismo grupo ar tesanal pudo
y que se destinaba a ellas, trabajadas principal mente en unidades haber una separación de roles, distinguiéndose los ar tesanos afiliados de
domésticas. los artesanos dependientes (Benier 2008: 47).
Topic hace referencia al hallazgo de cuatro talleres localizados Por otro lado, los chimú también utilizaron las aleaciones y téc nicas
en sitios habitacionales, por lo cual supone que los trabajos en de manufactura de los moche y los lambayeque, aunque en estos
metal no se realizaban en grandes talleres o en lugares específicos casos, pocos fueron los trabajos en plata debido a la escasez de
sino en espacios domésticos. Es posible que el trabajo orfebre no materia prima. Como ya dijimos, según las investigaciones y fuentes
necesitara de un gran espacio. Puede haberse realizado en lugares etnohistóricas, los chimú pudieron obtener más fácilmente materias
pequeños, como una vivienda, con áreas de trabajo y de alimenta ción primas, como la plata, a través de un intenso y creciente intercambio
separadas. Cabe recordar, además, que el trabajo orfebre no deja comercial. Por eso sus orfebres elaboraron una mayor cantidad de piezas
muchos residuos (Vetter 2009: 48). bajo este soporte. Es necesario mencionar que los chimú también
Topic (1990) nos detalla los rasgos que denotan la actividad introdujeron nuevas formas de elaboración y decoración de las piezas,
orfebre en Chan Chan. A través de un análisis espacial y arquitec tónico siendo una de sus técnicas decorativas más distintiva la del satinado.
infiere la presencia de un trabajo orfebre de característi cas No debemos dejar de señalar la evidencia de producción ar tesanal
diferenciadas, pues los talleres se encontraban en las zonas residenciales en sitios provinciales chimú, aunque en cantidades me nores que las
de élite. En estos espacios, Topic halló material in situ, como del núcleo de Chan Chan. Uno de estos lugares de gran producción
herramientas líticas y restos de posible escoria, lo que lo llevó a metalúrgica fue Cerro Cementerios, en la zona de Batán Grande.
pensar que habría todo un taller orfebre, con un área de fundición En esta misma región de Lambayeque, Huaca Chotuna fue también un
incluida (por el hallazgo de escoria), y que con ello encontraría toda la centro metalúrgico especializado que se remonta a épocas anteriores a la
cadena operativa. Sin embargo, luego de los trabajos de análisis de conquista chimú y que continuó operando durante el Intermedio Tardío.
Moseley y Lechtman se pudo determinar que estos restos no eran Es posible que la produc ción artesanal de estos sitios satisficiera las
escoria sino restos orgánicos. necesidades de las éli tes tanto urbanas como locales (Santillana
Posteriormente, Topic distingue que la manufactura básica en 2008:282-283).
metal se hacía en los “barrios” (unidades domesticas de la perife ria),
mientras que el acabado final, en las zonas residenciales de élite.
También señala que la producción artesanal pasó de ser de pequeña Los plateros chimú
escala en la fase temprana de ocupación de Chan Chan, a gran
En tiempos prehispánicos, los plateros llegaron a pertenecer a la élite.
escala, especializada y monitoreada en las fases media y final
Eran los encargados de elaborar las piezas ceremoniales de plata que
(Santillana 2008: 281).
representaban los mitos y ritos de un pueblo (Vetter 2008: 17). A través
Considerando la ubicación espacial de los talleres en el com plejo
de sus creaciones lograron un alto nivel de especiali- zación (Vetter
arquitectónico mencionado, podemos indicar que la activi dad
2008: 241)
orfebre era diferenciada en la época chimú y que los artesanos
326 | Diana Fernández Mascco y Luis E. Castillo Narrea 9 / Redescubriendo a los plateros chimú | 327

El fenómeno de la especialización hace referencia a situaciones Para el mismo periodo se conoce también en la costa sur la
en las cuales un artesano se aleja completamente de la producción presencia de orfebres plateros en la zona de Chincha, donde se
de alimentos, ya que debe asegurar toda o una parte de su subsisten cia han registrado datos sobre los trabajos en elaboración, así como
mediante el intercambio de los bienes materiales que produce (Costin sobre la transformación del material en hornos de fundición ha llados
1991: 4, Evans 1978: 115, Muller 1984: 489). De esta manera, la en el sitio de Tambo de Mora. Estos hornos aparecen aso ciados a la
especialización permite producir más objetos y de mejor calidad con elaboración de piezas, a diferencia de las evidencias arqueológicas sobre
una menor inversión de tiempo y energía (Benier 2008: 47) los plateros chimú que solo arrojan datos su perficiales sobre el trabajo.
Esta especialización de un sector de la población pudo estar Rostworowski (2005) indica que, según el documento “Aviso”,
desarrollándose desde el periodo Intermedio Temprano, como lo los orfebres de Chincha solo se dedicaban a su oficio, producien do
sugieren las recientes investigaciones en el sector 27 de Huaca de objetos que formaban parte del tributo al Inca y otros para sus “propias
la Luna. En otras palabras, es posible que en la época moche se granjerias”. Esto es similar a lo que ocurre entre los arte sanos
estuviera dando una diferenciación de orfebres en una cadena norteños, incluso luego de las respectivas conquistas por el Estado inca.
operativa, con una separación de actividades en la dinámica de La gran pericia de los orfebres chimú fue reconocida en tiem
elaboración de piezas de metal. Las investigaciones señalan que pos posteriores, como lo demuestra Cieza de León: “y porque son
en este periodo las técnicas de elaboración dependían del uso que hábiles para labrar metales, muchos dellos fueron llevados al Cuz co
se le daba a las piezas, ya sea como herramientas o como bienes y a las cabeceras de las provincias, donde labraban plata y oro en
suntuosos para la élite. joyas, vasijas y vasos y lo que más mandado les era”. Vetter analiza
Según Topic (1990), la especialización artesanal entre los chi- el anónimo de Chincha de 1577 y la visita de Gonzales de Cuenca de
mú se percibe en el ámbito de una segmentación en el espacio 1566-1567 (Espinoza 1987), donde se menciona que ha bían ayllus
arquitectónico. Esto pudo estar también relacionado con la im enteros en la costa (Trujillo, Pacasmayo, Chepén, Zaña, Chiclayo,
portación de artesanos de la zona de Lambayeque, que demandó Ferreñafe y Lambayeque), posiblemente agrupados por barrios, que se
crear nuevas áreas diferenciadas en los centros urbanos, como el dedicaban exclusivamente a una ocupación artesa- nal y que eran
de Chan Chan. Es, pues, en función de los datos arqueológicos que dirigidos por un cacique (Vetter 2009: 117).
esta interpretación resulta coherente (Bonavia 1991: 468). En cuanto a los trabajos en plata, no pretendemos decir que
El control de los artesanos especialistas fue, entonces, una es trategia las sociedades anteriores a la chimú no los conocían, sino que
política de la élite para consolidar su poder, materializado en la fueron los chimú quienes más los desarrollaron, convirtiéndose en
producción de artefactos de metal de calidad extraordinaria. Benier una característica suya. Como dijimos, esto pudo deberse a que
explica que esto ocurre cuando las motivaciones políticas guardan obtuvieron más fácilmente la materia prima como producto de un
relación con la voluntad de eficacia económica o adaptati- va (Benier comercio intensivo con señoríos costeros, como los de Ychsma
2008:34). Las piezas elaboradas por los plateros —como los vasos de y Chincha, y con zonas de la sierra norte, en especial Cajamarca,
plata— pudieron ser parte de los bienes de prestigio vinculados con el rica en minerales y donde abunda la plata.
reforzamiento y conservación de la autoridad de la élite, y ser Como hemos visto, la especialización artesanal pudo estar
fuertes marcadores de diferenciación social, ya que sus principales dándose desde tiempos tempranos, estandarizándose en la época
características son su rareza, su inaccesibilidad para la gente común,
su contenido explícito y su carga simbólica.
328 | Diana Fernández Mascco y Luis E. Castillo Narrea 9 / Redescubriendo a los plateros chimú | 329

chimú. A pesar de la conquista inca, los plateros chimú conserva ron Tomaban asimismo todos sus bienes muebles, vajillas y servicio
algunas de sus características. Con la llegada de los españoles se de oro y plata, y sin dar desto cosa a los herederos, parte ponían
produjo, sin embargo, un cambio significativo en el rol de estos orfebres, con el difunto y parte enterraban en los lugares donde solía recibir
un tema que no será tratado en este artículo. recreación cuando vivía. (Cobo 1964 [1653]: 163)

Los vasos o akillas Si bien se ha tratado de aproximarse al origen y uso de estos


vasos o “akillas” hasta tiempos incaicos, aún existe un vacío para
Como ya hemos dicho, “akilla” es una palabra quechua que desig na la zona de la costa. Es probable que en esta región se los utilizara
un vaso de metal. Se trata de un vaso de plata o de oro, al estilo de también para diversos ritos, y que sirviesen de recipiente de algu na
un kero, con forma de cubilete, empleado desde la época pre hispánica bebida fermentada (Vetter 2009: 196) o de agua de mar.
como objeto ceremonial, con un importante valor ritual (Vetter 2009:
195). Su uso no se remonta a la época inca, como lo sugieren varios Los vasos o akillas de la Colección Carranza y Dalmau
cronistas, sino a la cultura tiahuanaco. Las prime ras evidencias de
estos vasos rituales provienen de la zona de San Pedro de Atacama: El Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú
los pocos que se han encontrado ahí son de oro. Otra evidencia de (MNAAHP) cuenta con una importante muestra de vasos de metal
estos vasos procede de la cultura lamba- yeque o sicán, elaborados de diferentes periodos prehispánicos, que incluye la colección Ca rranza
en este caso con plata u oro, aunque también los hay bimetálicos. y Dalmau, con 68 vasos registrados. Nueve de estos ejem plares
Un rasgo compartido por los vasos de ambas culturas es que tienen sirvieron para nuestro análisis preliminar.
una decoración llana, con cintas anchas o angostas. La diferencia entre En nuestro trabajo obtuvimos resultados interesantes de los
los vasos tiahuanaco y los lambayeque es que estos últimos están estudios químicos y microscópicos como parte de un estudio pre vio
decorados con seres zoo- morfos, así como con incrustaciones de de conservación de estas piezas. Estos análisis nos ayudaron a corroborar
piedras preciosas. la composición sobre la técnica de aleación, así como el porcentaje
En la época chimú, disminuyeron al parecer los trabajos en de plata contenido en cada uno de los vasos. Ade más, se realizaron
oro y cobre para dedicarse casi exclusivamente a las piezas de placas radiográficas (rayos X) que nos ayudaron a confirmar también
plata. Aunque los objetos manufacturados por estos orfebres fue ron el nivel de manufactura y tecnología utilizado para su elaboración.
casi los mismos que los de sus predecesores, se incorporó un nuevo
corpus, dentro del cual destacan particularmente los vasos en forma La tecnología
de cubilete, así como las denominadas “copas sonaja”, muchos de
ellas con una rica iconografía representando una gama de temas Para fabricar los vasos o akillas se empleó la técnica conocida
(Vetter 2012). como “recopado” o “embutición profunda”, decorando la pieza
Luego, en el Horizonte Tardío, las akillas fueron fundamenta les con el repujado y el cincelado (figura 9.1). Se inicia el trabajo marti
en la redistribución estatal inca, donde cumplían diversos roles. Estos llando un lingote o torta metálica, recalentándolo (recociéndolo) y
vasos se entregaban a los curacas para sellar su adhesión al Imperio inca sumergiéndolo en ácido —que puede haber sido orina humana o
y, por otro lado, formaban parte importante del ajuar funerario y del culto de animales— y en agua intercaladamente para que no se rompa
a las momias:
330 | Diana Fernández Mascco y Luis E. Castillo Narrea 9 / Redescubriendo a los plateros chimú | 331

el metal, hasta formar un disco con el diámetro aproximado de la


altura deseada del vaso. Se coloca el disco sobre un molde cón cavo
de madera dura (sufridera) y se martilla hacia el centro del disco,
recociendo el metal para devolver la maleabilidad y evitar rupturas. Se
va martillando mientras se va rodando el disco, reco ciéndolo de ser
necesario. Este procedimiento se realizaba hasta lograr la altura
deseada. Para evitar la formación de pliegues en el metal, se procedía a
calentar y martillar desde la parte más angos ta. De esta forma se
elaboraban las paredes del vaso. Tal como se ha señalado, “el
orfebre tuvo que hacer un vaso completo median te la técnica de
recopado para luego proceder a cortar transver salmente la base del
mismo, y unirlo al cuerpo inferior del vaso” (Carcedo y Vetter 2004:
Figura 9.1. Espécimen M-6030: Primer tema, diseños repujados con escena de “pesca ritual”.
167).

Descripción iconográfica preliminar El siguiente tema es una escena de pesca donde se ven a per sonajes
en embarcaciones más sencillas y con una vestimenta también más
Uno de los objetivos de este estudio es recuperar la iconografía de simple. Proliferan en esta escena las aves marinas y los peces.
los vasos. Por ello se procedió al dibujo minucioso de cada uno de Esta escena se repite tanto en la parte media de la pieza como en
ellos. Así, se pudo observar de manera completa los diseños que el borde, abarcando todo el diámetro. En este caso, la base no
adornaban los vasos y clasificarlos en cuatro temas generales. presenta decoración. Por lo descrito, se puede deducir que se está
El primer tema consiste en escenas de pesca con personajes representando una pesca artesanal, como se puede ver en el vaso M-
portando vistosos tocados en embarcaciones dentro de las cuales, 10489 (figura 9.2).
en la parte media, se observa una especie de red con una repre sentación
zoomorfa que podría asociarse a una “raya”. Esta esce na se
presenta de manera repetitiva en toda la parte media de la pieza
compuesta por cuatro bandas verticales y acompañada de una ola
antropomorfa con tocados, en la misma dirección en la que se
encuentran graficadas las embarcaciones con los persona jes
descritos. Se observa además otro personaje con forma de ola
antropomorfa, con el detalle de sus pies representados reiterada mente
tanto en el borde del vaso como a lo largo de su diámetro. Por todo
lo descrito, se puede inferir que se está representando una pesca
ritual. Por último, en la base de la pieza, abarcando todo el
diámetro, se observan figuras de olas. Un ejemplo de este pri mer
tema se muestra en el vaso M-6030 (figura 9.1). Figura 9.2. Espécimen M-10489: Segundo tema, diseños repujados con escena de “pesca
artesanal”.
332 | Diana Fernández Mascco y Luis E. Castillo Narrea El tercer tema identificado es el de un “personaje principal” dispuesto
de manera frontal, con un vistoso tocado. En una de sus manos sostiene
un cuchillo de doble hoja. En la parte central de su cuerpo figura una 9 / Redescubriendo a los plateros chimó | 333
cabeza antropomorfa a manera de ola, ubicada de perfil. Se lo
representa repetitivamente en tres bandas verticales en todo el vaso,
pero intercalando dos bandas con la representación de aves en vuelo.
Por otro lado, tanto en el borde como en la base figuran diseños de aves
volando. Esto se observa en todo el diáme tro de la pieza, como
puede verse en el vaso M-10509 (figura 9.3).

Figura 9.4. Espécimen M-10490: Cuarto tema, diseños repujados con escena de
“personaje principal” en posición de perfil, acompañado con aves y peces.

Contextualización preliminar y comentarios finales

Nuestra investigaciones sobre los vasos de plata sugieren que exis ten
Figura 9.3. Espécimen M-10509: Tercer tema, diseños repujados con escena de “personaje ciertos elementos iconográficos en las piezas analizadas que no
principar’ en posición frontal, acompañado con aves en sobre vuelo. pueden ser atribuidos a la cultura chimú, pues son característi cos de
la cultura lambayeque, tal como puede verse en la decora ción de las
piezas M-10509, M-10490 y M-6030. Estos elementos son: un personaje
Por último, en el cuarto tema se observa una escena con un principal con tocado y con rasgos ornitomorfos en el rostro, en cuyo
personaje de perfil, con un vistoso tocado y portando también un cuerpo se representa una especie de ola marina con rostro y tocado,
cuchillo de doble hoja. Esta representación se repite en las cinco la cual se conoce como la “ola antromorfa” (Narváez 2014, Mackey
bandas en todo el diámetro del vaso y se intercala con otra de aves 2001).
acompañadas de peces muy cercanos a su pico. Esta misma ima gen Mientras que en el vaso M-10509 se observa un personaje re
se observa en el borde y la base de la pieza, graficándose en todo su presentado de manera frontal, en el M-10490 uno parecido figura
diámetro, como se observa en el vaso M-10490 (figura 9.4). de perfil. En ambos casos, los personajes están asociados a cu chillos
de doble hoja y acompañados de aves y peces. El perso naje
representado en el vaso M-10509 se asemeja mucho al que se
encuentra en una orejera de oro lambayeque reportada por Kauffmann
Doig (1989: 239). Aunque el arqueólogo no detalla la procedencia
exacta de esta pieza, la clasifica como característica del estilo
Lambayeque por su decoración.
334 | Diana Fernández Mascco y Luis E. Castillo Narrea
Si bien las semejanzas mencionadas son notorias, existen tam bién
diferencias significativas en la decoración de los personajes. Por 9 / Redescubriendo a los plateros chimú | 335
ejemplo, en el caso de los ojos, los lambayeque representaban a
sus personajes con ojos en forma de “coma”, o resaltando el área de perfeccionándola y llevando los trabajos en plata a su máxima
las pupilas, al contrario de las decoraciones chímú, donde los ojos expresión.
aparecen representados de una manera más llana y circular. En Por otra parte, las similitudes entre las piezas de metal lamba yeque
cuanto a los personajes chimú propiamente dichos, aparecen y chimú —como la decoración con elementos marinos— podrían ser
representados de forma más humanizada, en contraste con los se res producto de una continuidad cultural. La anexión de los
ornitomorfos característicos de la decoración lambayeque. lambayeque por parte de los chimú quizás determinó que los artesanos
En lo que respecta a los objetos vinculados a los personajes conquistados, o incluso toda la sociedad sometida, ejer cieran una
principales, en el caso de la cultura lambayeque, ellos portan en fuerte influencia cultural sobre los conquistadores, un hecho que se
las manos cuchillos de doble hoja, mientras que este instrumento vería reflejado en el repertorio iconográfico. Si el desarrollo metalúrgico
casi no aparece en las representaciones chimú, en las cuales los chimú se basó en la tradición lambayeque, esta última también pudo
personajes llevan otros artefactos, como bastones, báculos y cu chillos influir en el arte y en la tecnología chimú (Santillana 2008: 275).
de una sola hoja reportados en soportes cerámicos (Mackey 2001), o Es necesario mencionar que los últimos trabajos en el comple jo
carecen de estos distintivos en soportes de metal, como el cuenco de plata arqueológico Chotuna-Chornancap, a cargo de Carlos Wester (2012),
del Museo Rafael Larco Hoyle (Carcedo 2001: 45). demuestran una ocupación lambayeque del sitio, con te mas, como la
En la pieza M-6030 se identifican también algunos rasgos lam ola antropomorfa, similares a los de nuestros vasos.
bayeque. Los temas representados en este vaso nos recuerdan a En un análisis preliminar sobre soporte textil, James Raid argu ye
ios frisos reportados por Narváez en 1996 en la Huaca de las Balsas, que existe una influencia lambayeque-chimú, y que si acepta mos
ubicada en la zona de Túcume-Lambayeque. En ambos casos, la que los tejidos desempeñaron un papel psicológico y político y
ola antropomorfa es uno de los personajes más importantes. El fueron utilizados por la élite para diseminar y conservar concep tos y
tema principal pareciera ser el de una pesca ritual, en la que los creencias, el impacto fue de gran envergadura. En las zonas que
personajes antropomorfos interactúan con la naturaleza, en parti cular quedaron bajo el control directo de los chimú probablemente hubo
con el mar, teniendo relevancia las aves y los peces. una mayor incidencia de técnica e iconografía chimú —qui zás
Esta misma escena también figura en un textil (tapiz) consi derado asimilando algunas ideas lambayecanas—, pero en aquellas donde el
chimú-lambayeque, reportado por James W. Reid en 1989, que control chimú fue menos estricto, los lambayecanos pue den haber
contiene una representación más compleja, pero en la que también continuado empleando su iconografía tradicional, re presentando a sus
destaca la ola antropomorfa, las aves y los peces, como parte de una propios dioses (James Reid 1989: 154).
pesca ritual.
Podemos concluir que aunque la orfebrería fue una activi dad
muy importante durante la época chimú, ya había sido antes Conclusiones
magistralmente desarrollada por los lambayeque. De esta ma nera,
los lambayeque fueron los poseedores de esta gran tradi ción, de En conclusión, los vasos de plata de la colección Carranza y Dal-
la que los chimú pueden haber sido herederos directos, mau, que fueron inicialmente catalogados como piezas chimú,
bien pueden clasificarse como lambayeque-chimú por poseer ele mentos
comunes a ambas tradiciones. Se puede proponer que se trata de
vasos chimú fabricados por orfebres lambayeque o por
336 | Diana Fernández Mascco y Luis E. Castillo Narrea canos. Este escenario nos ilustra la compleja organización de los procesos
productivos de bienes rituales, que involucraba la partici pación e
orfebres chimú que tuvieron como maestros a artesanos lambaye- interacción de grupos culturales diversos y, probablemen te, el traslado
y reubicación de artesanos. Es un escenario, además, donde se están 9 / Redescubriendo a los plateros chimú | 337
materializando procesos sincréticos que ofrecen una nueva visión
de lo que comúnmente llamamos “cultura chi mú”, más que como Bertonio S. J., Ludovico
una entidad cultural uniforme, como una con gregación de identidades 1984 [1612] Vocabulario de la lengua aymara. La Paz: Centro de la Reali dad
diversas reunidas bajo la hegemonía de los gobernantes de Chimor. Económica y Social, Instituto Francés de Estudios Andi nos y
En ese contexto, nuestro análisis invita a reflexionar sobre el rol que Museo Nacional de Etnográfica y Folklore.
ejercieron los lambayeque en lo que comúnmente llamamos “chimú”
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Agradecimientos Lima: Edubanco.

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Terminar este artículo no habría sido posible sin la revisión opor
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tuna, antes de su sensible partida, de nuestra maestra, la doctora de la costa central durante el Horizonte Medio”. En Boletín
Gabriela Schwórbel H. No queremos olvidar tampoco a cada una de Arqueología PUCP 8: 151 -189.
de las personas que nos ayudaron en esta investigación: Wilfredo
Cordero en los trabajos de conservación; Olga Lucía Valencia en Castillo, Luis Enrique
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los trabajos gráficos; la ingeniera Q. América Ramírez y la doctora vasos de plata de la cultura chimú”. En Luisa Vetter et ál. II
Gladys Ocharan en los estudios químicos y microscópicos; y Denis Congre so Latinoamericano de Arqueometría. Lima.
Angulo y Christian Cancho por sus comentarios. Cada una contri
buyó grandemente a culminar este proyecto. Castillo, Luis Jaime et ál.
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10
IDENTIDAD CULTURAL, PRÁCTICAS
FUNERARIAS Y TERRITORIO YCHSMA

Luisa Díaz Arrióla1

L
a arqueología de los periodos Intermedio Tardío (900-1470
d. C.) y Horizonte Tardío (1470-1532 d. C.) de la costa central
peruana ha estado fuertemente marcada por los estudios etnohis-
tóricos del siglo XVI. Fueron las investigaciones de Rostworowski
(1977, 1978, 2002, 2008) las que nos revelaron las identidades cultu rales
de las sociedades que vivían en el área de Lima antes de la llegada de
los incas. Nos referimos a los ychsma de los valles bajos de Lurín y
el Rímac y a sus vecinos norteños, los colli, del valle del Chillón.
También contribuye a este conocimiento el estudio de Es- pinoza (1964)
sobre cuatro ayllus: Pachacamac, Manchay, Quilcay y Caringas
(figura 10.1), que habitaron el valle de Lurín durante la ocupación inca.
Asimismo, ha sido la etnohistoria la que ha pro porcionado información
sobre el denominado “señorío ychsma” y su deidad Pachacamac,
cuyo culto alcanzó el grado de panandino durante el periodo Horizonte
Tardío.

1. Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Correo-e: <ledaluisa@gmail.


com>.
344 | Luisa Díaz Arrióla

Este artículo se centra en el señorío Ychsma, que se desarro lló


durante el Intermedio Tardío, teniendo como capital al centro ceremonial
de Pachacamac, ubicado en la desembocadura del río Lurín. Cornejo
(2000), basándose en información etnohistórica, asume que la
trascendencia y el culto panandino de Pachacamac durante la época
inca fueron iguales durante el Intermedio Tardío. Las
investigaciones arqueológicas comienzan a poner en eviden cia una
realidad diferente para ese periodo: al parecer, la deidad Pachacamac y su
culto tuvieron una importancia regional, alcan zando principalmente
las comarcas alrededor de Lima (Eeckhout 2008, Shimada et ál.
2010). Es cierto que la ocupación inca dejó una fuerte impronta en la
organización social, la estructura econó mica y las manifestaciones
culturales de la región, algo que es muy evidente en Pachacamac, la
capital ychsma. Lo mismo se observa en Armatambo (Chorrillos) y
Pampa de Flores (Pachacamac), por citar algunos de los lugares más
importantes del área. Esta presen cia dominante, aunada a la
información etnohistórica, ha puesto una suerte de velo a la
interpretación arqueológica del Intermedio Tardío, periodo de desarrollo
local de los ychsmas.

Las investigaciones arqueológicas sobre el “señorío Ychsma”

Muchas investigaciones se han enfocado en el establecimiento de


una secuencia cerámica que sirva de sustento a una cronología
relativa (Bazán 1990, 1992; Díaz y Vallejo 2002; Feltham y Eeckhout
2004; Vallejo 2004). También se ha trabajado en entender la natura leza
y las características de las pirámides con rampa (PCR) —la ar quitectura
del poder local ychsma— (Díaz y Vallejo 2003; Dolorier 1998; Eeckhout
1995, 1999a, 1999b, 2003; Franco 1998, 2004; Jimé nez Borja y Bueno
1970, 1985; Paredes y Franco 1987). Asimismo, se han realizado
estudios dirigidos a entender las prácticas fune rarias tardías
identificadas en la zona de Lima (Bazán 2008; Casas y Dolorier
2006; Díaz 2011; Díaz y Vallejo 2004, 2005; Díaz y Landa
2008; Eeckhout 2007, 2010; Guerrero 2004; Shimada et ál. 2006, Shi
mada et ál. 2010). Por su parte, otros estudios se han centrado en Figura 10.1. Los curacazgos y ayllus del territorio ychsma de acuerdo con la información
etnohistórica del siglo XVI.
346 | Luisa Díaz Arrióla
comprender la naturaleza y las ocupaciones culturales del sitio de 10 / Identidad cultural, prácticas funerarias y territorio ychsma | 347
Pachacamac (Eeckhout 1998,1999c, 2007, 2008; Eeckhout y Owens
2009; Makowski et ál. 2009; Shimada et ál. 2004, 2010; Uhle 2003
Desde una visión arqueológica, este enfoque nos lleva a pre
[1903]).
guntarnos cómo podemos establecer la identidad cultural de una
Teniendo en cuenta los conocimientos arqueológicos acumu lados
población y, asimismo, de qué manera podemos reconocerla en
para la región de Lima, este artículo se propone discutir las nociones de
un territorio determinado. En este caso, se trata de reconocer la
territorio e identidad cultural aplicadas al caso ychs- ma, en tanto
identidad cultural ychsma circunscrita en una zona que la etnohis-
son categorías que se pueden registrar en el dato arqueológico. De esa
toria ubica en las cuencas bajas de los ríos Rímac y Lurín. Por otro
forma, queremos abrir otros derroteros en la investigación de las
lado, sabemos que las prácticas funerarias y la arquitectura públi ca
sociedades tardías de Lima.
se encuentran entre los mejores indicadores arqueológicos de etnicidad.
Para los fines de este estudio, nos centraremos en el indicador
Del territorio y la identidad cultural en la arqueología funerario.
Para nuestra investigación, hemos optado por definir como
En términos sociales, la noción de territorio abarca mucho más “complejo arqueológico” al conjunto de tres indicadores de la
que la de espacio geográfico ocupado por una población. 2 Es una cultural material ychsma: las prácticas funerarias; la arquitectura
noción que se sustenta en las distintas maneras como las socie dades monumental de PCR; y el estilo cerámico reconocido. Juntos dan
transforman su entorno. Esto se hace para satisfacer las necesidades cuenta de una “etnia arqueológica” que, de acuerdo con Cárde- nas-
materiales de subsistencia, sin olvidar que de estas poblaciones se Arroyo (1996: 46), expresa la asociación de varios indicadores de la
enmarcan en un sistema de creencias y valores propios, que en el cultura material “que la caracterizan y al mismo tiempo la di ferencian
mundo andino sacraliza y llena de contenido ritual a todo el espacio de otros grupos, imprimiéndole un sello inconfundible”. De esta
habitado. Desde la perspectiva arqueológi ca, esas actividades forma, se previene la posibilidad de que varios grupos ét nicos
humanas dejan una impronta particular, que hoy en día solemos compartan un mismo indicador cultural, como en muchos casos suele
llamar “paisaje cultural”. Asimismo, sabemos que las expresiones ser la cerámica.
culturales dentro de un territorio no son ho mogéneas, sino que dentro de
él suelen interrelacionarse la ho mogeneidad y la diversidad cultural. Los
La etnicidad y la muerte
espacios geográficos con homogeneidad cultural suelen manifestar el
poder y el gobierno centralizados, mientras que los espacios de
Las sociedades crean formas distintivas de tratar a sus muertos de
diversidad cultural re presentan a aquellas zonas periféricas donde las
acuerdo con la edad, el género, las circunstancias de la muerte, la
manifestaciones culturales locales tienen más presencia.
posición social y el rol laboral que cada individuo cumplió en vida.
No podemos olvidar que son los deudos quienes preparan el cuer po
del fallecido siguiendo determinadas convenciones sociales, las que
definirán con cuál de la distintas identidades que tiene un indi viduo a lo
2. Para una definición más amplia de nuestra postura sobre la noción de largo de la vida será enterrado. De allí que sea importante identificar los
terri torio y de territorio ychsma, en particular, véase Díaz 2008.
patrones funerarios de una población, las singularida des y excepciones
a ese patrón, para luego registrar su distribución geográfica, que en el
caso ychsma contribuirá a inferir la extensión del territorio de este
señorío tardío de la costa de Lima.
348 | Luisa Díaz Arrióla
El tratamiento funerario que una determinada población rea liza a
sus muertos es un proceso particular e intrasocial. Este se expresa 10 / Identidad cultural, prácticas funerarias y territorio ychsma | 349
mediante convenciones culturales que la arqueología puede
percibir. Los patrones funerarios son considerados como propios y Territorio y prácticas funerarias
diferenciadores del tratamiento funerario que hacen los grupos étnicos,
durante la fase Ychsma Tardío3
siendo la tumba el resultado de un conjunto de ritos realizados antes
y después de la muerte (Kaulicke 2004: 344- 345). En consecuencia, Analizando las evidencias funerarias de Pachacamac, Armatam-
los ritos son un proceso de simbolización para lograr bo, Pampa de Flores, Huaca Santa Cruz (inca), Huaca Granados, La
satisfactoriamente la separación del(los) individuo(s) muerto(s) del Rinconada Alta, El Sauce, Puruchuco (inca), Huaquerones (inca),
núcleo doméstico y de la colectividad étnica. Solo de esa manera se Cajamarquilla, Pueblo Viejo (inca) y Malanche, se han podido
logra la aceptación del deceso. identificar los siguientes tipos de fardos (figura 10.2):4
Los ritos funerarios permiten que la imagen de los muertos
encuentre un lugar en el imaginario de los vivos. También deter minan 1) Tipo A: fardo compuesto de telas, acompañado de cañas
el pasaje hacia otra vida. Los ritos humanizan la muerte y la convierten en laterales y un ajuar funerario externo.
un acto social, dando sentido al cambio de estatus que atraviesan y 2) Tipo B: fardo compuesto de telas, también con cañas late rales
adquieren los muertos en la conciencia colectiva (Lenoir y Tonnac 2004: pero sin ajuar externo.
24-26). Luego de los ritos, los muertos asu men una identidad
3) Tipo C: fardo simple compuesto de telas que envuelven el
cambiada desde la cual podrán relacionarse, en su condición de
cuerpo, asociado a un ajuar externo.
muertos, con el mundo de los vivos. De esta forma, se construye y
se consolida un “mundo de los muertos” y un “mundo de los vivos”, 4) Tipo D: fardo simple y sin ajuar externo.
donde cada quien tiene un lugar en la vida social que incorpora todas 5) Tipo E: fardo compuesto de telas que envuelven el cuerpo y
las dimensiones existentes. que luego fue introducido en una bolsa o malla elabora da
La ritualidad funeraria se percibe en la tumba como una fo tografía con soguillas torcidas de junco. La mayoría de las veces lleva
que ha fijado en un momento toda la secuencia de los actos una estructura lateral interna de cañas.
realizados hasta el momento de cerrar el espacio mortuorio. Dentro de la 6) Tipo F: fardo con falsa cabeza que externamente presenta una
tumba permanecerá el individuo con los objetos del ajuar funerario, malla elaborada con cuerdas; suele contener más de un
sus vestidos, el peinado y los alimentos que usó en vida, expresando la individuo.
identidad étnica y la posición social que com partió en el mundo de los 7) Tipo G: fardo compuesto de telas que externamente pre senta
vivos (Kaulicke 2004: 344-345). En suma, las prácticas funerarias una malla de retículas cuadradas, hecha con sogui llas
construyen la memoria de los muertos y también expresan mediante trenzadas.
convenciones recurrentes la identi dad étnica, social, de género y
laboral, aspectos fundamentales para esta investigación.
3. Esta fase se divide en A y B. La cronología relativa de la subíase A se corre
laciona con el Intermedio Tardío 7-8 (Menzel 1976) y, de acuerdo con los
fechados de la PCRIII de Pachacamac, entre el 1400 y 1470 d. C. (Eeckhout
1995, 2004: 412; Michzynski et ál. 2003). La subíase B se correlaciona com
pletamente con el Horizonte Tardío.
4. Los fardos tipo A, B, C y D han sido identificados por nosotros en los cemen
terios de Armatambo, mientras que el tipo D fue aislado en el cementerio de
La Rinconada Alta.
350 | Luisa Díaz Arrióla 8) Tipo H: fardo con una gran anudación en la parte superior,
además de soguillas trenzadas en la sección media.
10/ Identidad cultural, prácticas funerarias y territorio ychsma ¡ 351
En varios casos, no ha sido fácil establecer la distinción entre la fases
cerámicas Ychsma Tardío A y B, 5 pues muchas de las investi gaciones
han reportado las evidencias funerarias de forma gene ral.
Resumiendo, la distribución de la tipología de fardos señalada, superpuesta
a los sitios que poseen pirámides con rampa (PCR), y teniendo en cuenta la
distribución de la cerámica Ychsma Tardío, permite definir tres esferas
diferenciadas (figura 10.3). La primera de ellas, la “esfera funeraria del
litoral”, se sitúa en el valle bajo de Lurín y del Rímac (color rojo).
Involucra los sitios de Pachacamac, Armatambo, parcialmente La
Rinconada Alta y al parecer también Pampa de Flores. Maranga
igualmente formó parte de este espa cio, pues Jijón y Caamaño (1949)
reportó una alta presencia de fardos preparados con cañas laterales. Tipo A/C Tipo 0/D Tipo E
En esta esfera predomina la matriz en forma de hoyo simple, que
fue excavada directamente en el suelo, siendo el fardo con estructura
lateral de cañas (tipos A/C). La cerámica corresponde a los estilos
Ychsma, Puerto Viejo, Inca-Chimú e Inca Provincial.
La segunda, la “esfera funeraria de lomas” (color verde), co rresponde
a los asentamientos de las lomas costeras que tienen ocupación de los
periodos Intermedio Tardío y Horizonte Tardío. Esas poblaciones son
serranas y están asentadas a lo largo de todo el año en ese
ecosistema costeño (Moutarde 2005). Las tumbas son colectivas,
puestas en cámaras o depósitos reutilizados con paredes de piedras
canteadas. Los individuos pueden estar des nudos (Pueblo Viejo) o TipoF TipoG TtpoH
enfardelados (Malanche) y son enterrados

5. La distinción de esta fase cerámica se basa en que el Ychsma Tardío A mani


fiesta aquella vajilla de tradición local anterior a la influencia inca. Cronoló
gicamente correspondería a la parte final de! Intermedio Tardío. El Ychsma
Tardío B se desarrolla en pleno auge de la presencia inca (Horizonte Tardío) en
la región de Lima, lo que implica la sobrevivencia de formas locales tra
dicionales y la incorporación de un catálogo de formas propiamente incas,
además de una mayor circulación de estilos foráneos.

Tipo torneros de la sierra de Lima

Figura 10.2. Tipología de fardos durante la fase Ychsma Tardío en la región de Lima.
352 ; Luisa Díaz Arrióla
KOOOO

en posición flexionada. Los fardos contienen los restos de un in dividuo


o de varios, como en el caso de Malanche, donde el fardo de un
adulto también contenía restos de seis subadultos. La cerá mica
asociada al asentamiento inca de Pueblo Viejo demuestra la presencia de
una cerámica doméstica relacionada con la alfarería de pasta marrón
de Huarochirí, en la sierra de Lima. Pero también circulan otros estilos;
entre ellos, los estilos Ychsma, Puerto Viejo, Chimú-lnca e Inca
Provincial. El patrón funerario descrito es pro pio de la sierra de
Lima, demostrando que se trata de poblaciones serranas asentadas en la
costa. A nuestro entender, Pueblo Viejo y Malanche son
asentamientos que funcionaron como enclaves serranos, ubicados en
zonas de buenos pastos y cercanas a los recursos marinos,
desempeñando un rol importante dentro de un modelo de territorio
andino discontinuo, que también ha sido lla mado “control vertical de
pisos ecológicos”. Esta zona no es étni camente ychsma.
La tercera esfera, la “esfera funeraria del valle medio del Rí-
mac”, está conformada por el valle medio del río Rímac, aunque
también se incluye la sección superior de su valle bajo (color Lila).
Allí las prácticas funerarias son muy heterogéneas y muchas de las
evidencias se asocian a la época inca. Esta zona comparte con las Leyenda

otras dos zonas la cerámica Ychsma Tardío, los estilos Inca-Chimú


e Inca, y en Huaquerones, el estilo Ica-Inca. En esta esfera se apre cian
tres subzonas donde la preparación de los fardos es diferente. '■

La primera subzona se sitúa en la margen izquierda y en la Sitios Arqueológicos Tardíos


1, Pachocamac <0, Mvjco Sania Cruz 31, Mcmertóy

sección superior del valle bajo, justo cuando el valle se estrecha 2. Qutoy XUanduy
4. RuTthiwi
17. EiOKvw32, Son Juan doParacni
1$, umatómfio33. Hwycín Pariachi
tatas
S. Pompada flores A-a ift. MorongaM. Con congo

para dar inicio al valle medio. Allí los sitios de El Sauce, Huaca Gra C. Pactó Rodeado
7. Tamtotngo
«.Tgeratas
2O.HuanUta35. Pedreros
Morco Salado36. Campay
El Sau»37. Canto Chico

nados, La Rinconada Alta y Puruchuco comparten el fardo tipo E,


9, Qoecnxta Totaío LO.Parxjtrfma Mangcmarw33. Catata do ta Cruz
n.tícso

cuya preparación consiste en una malla hecha con soguillas tren zadas 24. la Rinconada A¡v» 33.
2$. Melgarejo 40. Ruaco Granadoa

de junco que deja un espacio circular a la altura de la cara. >2.


2C. la pMUCtww

da CüntguSta 27. Pvmctuxo


41. Huanch^iuaytas 42.í.ttóncbo
tatas Tres Mantas •
Lsta Pis a tanca
En El Sauce y Huaca Granados las paredes de las tumbas lle van 13. R<0 Sea» 23. Anexo <5o Pwvrtwco 43. Pueita Viejo M Huaquorowi
«.lindero IS.Armatamso 30. CoStno Humea

lajas o piedras, dando forma a cistas. Además, en El Sauce


T
i Isla Pan do Azúcar
Lita las Ananaa

las tumbas suelen tener una tapa de lajas y piedras indicando el Fig.3 Ocupación del Territorio durante la tose Ychsma Tardío

lugar de ingreso. En La Rinconada Alta el fardo con malla externa


(tipo E) coexiste con los fardos que utilizan la estructura lateral de
Figura 10.3. Ocupación del territorio durante la fase Ychsma Tardío.
354 i Luisa Díaz Arrióla
cañas (tipo A/C) y con los fardos simples (tipo B/D). Todo indica 10 / Identidad cultural, prácticas funerarias y territorio ychsma | 355
que La Rinconada Alta funcionó como un lugar de contacto entre
las prácticas funerarias del litoral y las del valle medio del Rímac. rostro, la presencia de láminas de metal en el interior de la boca, las
La segunda subzona también se ubica en la margen izquierda del pinzas en las manos de los individuos masculinos, y la presencia de
valle medio y comprende los sitios de Puruchuco y Huaquero- nes. Al manojos de cabello humano entre los pliegues de las telas. Hay, por otro
parecer, en Puruchuco, el fardo envuelto externamente por una bolsa lado, varias características que diferencian a estos fardos de los hallados
de malla (tipo E) y los fardos simples son anteriores a los grandes fardos en Pachacamac y en los asentamientos del litoral.
(de alto estatus) que llevan falsa cabeza (tipo F) y que deben Finalmente, está la presencia en la “esfera funeraria del litoral”
pertenecer a la época inca. Puruchuco comparte con la primera (color rojo) de ciertos tipos de fardos que son más recurrentes en la
subzona la forma de hacer la matriz funeraria, pues se ponen lajas de esfera 2, sobre todo para la época inca. Nos referimos a los far dos
piedra en las paredes. También comparte los fardos con malla externa tipo G presentes en Armatambo y Pampa de Flores. Es posible que
de junco, pero a su vez comparte con Huaque- rones los grandes estemos ante la evidencia de traslado de algunos individuos procedentes
fardos con falsa cabeza del periodo Horizonte Tardío. Sin embargo, es del valle medio del Rímac, quienes preservaron sus identidades étnicas
en Huaquerones donde Farfán (2000) iden tificó un tipo de fardo regionales al momento de ser enterrados en los asentamientos
utilizado por los niños y por un solo adulto (tipo G). Este envoltorio ubicados alrededor de Pachacamac. Por lo con trario, se aprecia que en
consiste en una especie de malla externa que ajusta todas las telas y el centro ceremonial prevalece la utiliza ción del fardo con cañas
que no deja ningún espacio libre en la cara. Es diferente al laterales (tipo A/C), sin que ello signifique su exclusividad.
identificado en La Rinconada Alta, El Sauce o Huaquerones. Por la
cerámica asociada estilo Ychsma Tardío se puede inferir que el
fardo tipo G debió corresponder a individuos de menor jerarquía, Conclusiones: territorio, etnicidad y patrones funerarios
aunque para ser categóricos habrá que espe rar la publicación de la
De los indicadores estudiados podemos inferir que existe una zona
totalidad de los contextos trabajados por Cock y Goycochea (2004).
nuclear ychsma donde se ejerce una función central en la organización y
Un solo fardo similar se ha excavado en Armatambo (Bandelier en
la administración de ese territorio. Allí se expresa la normalización
Hyslop y Mújica 1992), y en ese caso, parece estar asociado a cerámica
de ciertas conductas culturales. Esos indicadores homogéneos en los
de la época inca.
periodos tardíos de la región Lima se manifies tan en un recurrente
La tercera subzona corresponde al sitio de Cajamarquilla, en
patrón funerario, representado en los fardos con cañas laterales (tipo
la margen derecha del valle medio, al frente de Huaquerones. En
A/C), en la construcción de las PCR y su mayor presencia en el valle
este lugar, las matrices funerarias de alguna forma se parecen a las
de Lurín y en los sitios de Armatambo y Maranga. Además, se
descritas para El Sauce, donde se tapó la boca de la tumba con lajas
incorpora la utilización de la cerámica de nominada Ychsma.
y barro, si bien en Cajamarquilla se utilizaron lajas y trozos de yapa ría
En ese sentido, el valle de Lurín y el valle bajo del Rímac pue den
con barro. Los fardos tardíos son bastante diferentes a los otros tipos
considerarse el área nuclear del territorio ychsma. Apoya tam bién
identificados, además de asociarse a la cerámica Cuculí y a algunos
nuestro argumento la existencia de una gran tumba colectiva en
estilos costeños que no han sido precisados por los autores (Segura et ál.
Pachacamac. En ella, los 34 individuos depositados, que no tie nen un
2002). Esta subzona comparte con las otras dos, la posición flexionada
parentesco maternal entre sí y cuya vida transcurrió en gran parte en las
de los adultos, el uso de un pigmento rojo en el
regiones aledañas a la costa central, fueran enterrados
356 | Luisa Díaz Arrióla que ellos provinieron de diferentes zonas durante el Intermedio Tardío y
el Horizonte Tardío, fueron enterrados cumpliendo las convenciones o
en su mayoría utilizando la modalidad de fardos con cañas o pa normas funerarias establecidas, lo que demuestra la existencia de una
los laterales (Shimada et ál. 2006, 2010). Ahora bien, a pesar de normalización en las prácticas funerarias de Pachacamac y sus alrededores.
Esta normalización habría comen zado sobre todo en Pachacamac 10 / Identidad cultural, prácticas funerarias y territorio ychsma | 357
durante el Ychsma Temprano y habría perdurado hasta el Ychsma
Tardío, cuando llegó a abarcar todos los valles bajos y las islas. de la identidad cultural ychsma. Este enfoque nos permite ampliar
Pero esta realidad también indica que lo político y lo religioso el debate arqueológico sobre la naturaleza y las características po líticas
estaban imbricados y que, a pesar de que algunos de esos y sociales del llamado “señorío Ychsma” y de otros grupos tardíos
individuos habrían tenido una identidad étni ca diferente a la contemporáneos. Es posible que la homogeneidad y la di versidad
ychsma, las normas disponían que sus cuerpos fueran preparados culturales identificadas en la región de Lima hayan teni do su punto
sobre todo en fardos con cañas laterales (tipo A/C). Una modalidad de encuentro en la raigambre e importancia religiosa que tuvo la
ampliamente usada en Armatambo. deidad de Pachacamac durante los periodos tardíos. Asimismo, prestamos
En este nivel de nuestra investigación postulamos que la zona atención al hecho mismo de la amplia va riedad funeraria que se
periférica ychsma se sitúa claramente en la sección media del Rí- observa en el valle medio del Rímac y la tendencia a la normalización en
mac. Allí, la tradición arquitectónica monumental local (Villacorta 2000, Pachacamac y sus alrededores, lo que en función de la etnicidad
2004) coexistió durante el Horizonte Tardío con la tradición de nos hace pensar en la posibilidad de que esas identidades étnicas se
pirámides con rampa ampliamente utilizada en Pachacamac. Esta hayan fortalecido internamente como una respuesta a la expansión
zona comparte ios estilos cerámicos presentes en los valle bajos de inca. Es posible que los cam bios sucedidos por la ocupación inca en
Lurín y del mismo Rímac, aunque con la presencia del estilo Cuculí. la región de Lima hayan fortalecido las identidades locales, dándose
Esta cerámica es muy escasa en los asentamientos y cementerios una respuesta interna a una amenaza exterior. Lo que vemos son las
cercanos al litoral. Según Narváez (2006), su presen cia en dos caras de una misma moneda, dos dimensiones de un mismo
Cajamarquilla data del Ychsma Medio. fenómeno.
El único reporte de fardos (tipo H) bien documentado para Reconocer esta compleja y rica realidad social aportará a los
Cajamarquilla tiene una preparación funeraria tan distinta que, planteamientos futuros sobre la forma de organización político y social
por el momento, es el único caso situado en un valle agrícola que ychsma que aún está por debatir. De otro lado, queda por continuar
no puede considerarse ychsma. Sin embargo, quizás es un tan to investigando el contraste entre la información etnohistó- rica de la
prematuro afirmar esto; habrá que esperar los resultados e in región de Lima y la información arqueológica que hasta ahora
vestigaciones posteriores. El fardo tipo H guarda mucho parecido con conocemos. La etnohistoria nos muestra que el valle bajo y
los fardos reportados para la zona de Collique (Herrmann y Meyer medio del Rímac era diverso, formado por distintos curacazgos que
1993). se articulaban en torno a un complejo sistema de canales de irrigación.
Esta resumida presentación demuestra la ventaja de relacionar Por su parte, las evidencias arqueológicas nos revelan que la franja
la noción de territorio y las prácticas funerarias como un indicador litoral del Rímac y del Lurín era más homogénea que diversa,
definiéndose de esa forma por su proximidad al asenta miento de
Pachacamac, por lo menos durante el Ychsma Tardío.
¿Qué otros aspectos culturales y sociales desempeñan un rol im portante
en la configuración de lo que hoy llamamos ychsma? Esto es algo
que aún nos queda por investigar.
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2. En este trabajo empleo el término “región del Mantaro” para referirme a la
sección inferior de la cuenca alta del río del mismo nombre, entre las zonas
altoandinas de Chinchaycocha y Yauli, por un lado, y la accidentada comar ca
de Tayacaja, por otro. Quizás el rasgo más distintivo de este espacio es la
gran depresión glacioaluvial que se conoce popularmente como “valle del
Mantaro”, donde se encuentran en la actualidad las ciudades de Jauja, Concepción,
Chupaca y Huancayo.
366 | Manuel F. Perales Munguía
En la literatura popular —e incluso en la historiografía tradicio nal—,
los asentamientos arriba mencionados suelen considerar se 11 / Algunas consideraciones sobre los asentamientos aglomerados... | 367
“ciudades” o “ciudadelas” pertenecientes a antiguos “reinos” y
“naciones” que existieron antes del Tahuantinsuyu, y que en mu chos población de Jauja durante la segunda mitad del Intermedio Tar dío,
casos actuaron de forma homogénea —como colectividades conocida como fase Wanka II (ca. 1350-1450 d. C.). Este hecho habría
indiferenciadas— bajo el liderazgo de sus “reyes” para oponer una provocado, entre otras cosas, la necesidad de desarrollar nuevos
férrea resistencia al avance incaico. Quizás el ejemplo más nota ble niveles de integración política orientados a asegurar el control de los
de visiones de este tipo sea la que se ha construido alrededor del recursos y protegerlos de los intentos de apropiación de parte de
denominado “reino” huanca en el valle del Mantaro, cuya in dómita grupos vecinos. Este proceso habría llevado, entonces, a la formación
población, llevada por un odio profundo hacia los señores del de los numerosos asentamientos fortificados men cionados al principio,
Cuzco, terminaría pactando una alianza con los españoles para destruir al algunos de los cuales, como el extenso sitio de Tunanmarca,
Estado inca (Espinoza 1963, 1971,1973). llegarían a constituir sedes de las jefaturas antes mencionadas (Earle
No obstante, numerosas investigaciones arqueológicas han 1997, 2005; Johnson y Earle 2003).
cuestionado seriamente visiones maniqueas como la de! “reino” En este contexto, el presente trabajo aspira a contribuir al es tudio
huanca (D’Altroy 1992, 2015; D’Altroy y Hastorf 2001; Earle 2005; de la problemática delineada en la región del Mantaro, esta vez
Parsons et ál. 2013), señalando más bien que, en los años previos a mediante la búsqueda de indicios de integración sociopolítica inferidos
la incursión incaica, el valle del Mantaro —particularmente la zona del examen de la relación entre los patrones de aglome ración humana
de Jauja— estuvo ocupado por grupos políticamente fragmenta dos, observados a escala regional y la presencia de es pacios públicos en
liderados por élites que pugnaban por el poder en un contex to de los asentamientos. Si bien este procedimiento se apoya
marcado crecimiento demográfico, competencia y conflicto por el parcialmente en algunas formulaciones evolucionistas, sus
control de recursos básicos para la subsistencia. resultados serán discutidos a la luz de algunas críticas recien tes que
Estas nuevas perspectivas abiertas por la arqueología —con considero importantes para interpelar la aplicación del modelo de
marcada influencia neoevolucionista y procesual— analizaron jefatura en el contexto andino precolonial.
necesariamente el problema de las formas de organización so-
ciopolítica de los pueblos de Jauja durante el periodo Intermedio
Tardío (ca. 1000-1450 d. C.). Estas fueron definidas por Timothy Consideraciones teóricas previas
Earle como jefaturas bastante grandes, pero al mismo tiempo dé bilmente
La arqueología peruana ha estado notablemente influenciada por
institucionalizadas (Earle 1997: 49), encabezadas por personajes que
los enfoques procesualistas desarrollados por la academia nor
las fuentes escritas tempranas denominan cinche o cinchecona
teamericana, al amparo de los cuales se desarrollaron métodos
(Toledo 1940 [1570]: 23, 34; Vega 1881 [1582]: 84), que habrían
como el estudio de los patrones de asentamiento, 3 cuyos resul tados
buscado afianzar su poder —usualmente inestable— demostrando su
permitieron elaborar esquemas evolucionistas que han in tentado
capacidad para defender a sus comunidades en enfrentamientos armados.
mostrar secuencias universales de cambios que habrían experimentado,
Un aspecto clave en las formulaciones que se acaban de men cionar
supuestamente, todas las sociedades humanas.
es el rol que desempeñó el crecimiento explosivo de la

3. Vale la pena mencionar aquí que los estudios de patrones de asentamiento intentaron
hacer clasificaciones de “sitios” con el objetivo de reconocer la existencia de
sistemas organizativos jerarquizados, con niveles de aglomera ciones humanas que
reflejasen estructuras de poder y toma de decisiones.
368 | Manuel F. Perales Munguía Uno de tales esquemas —muy popular, por cierto— es el de Elman
Service, que establece una línea divisoria entre sociedades seg mentarias
—bandas y grupos tribales—y sociedades controladas y dirigidas por un 11 / Algunas consideraciones sobre los asentamientos aglomerados... | 369
poder central autoritario instituido como gobierno
—los Estados— (Service 1971, 1984). De este modo, se comenzó a Otras críticas recientes al concepto de jefatura denuncian que
asumir que cuanto más niveles o jerarquías de asentamiento se se trataría de un constructo elaborado a partir de una extrapolación
reportasen en el registro arqueológico, mayor era la complejidad forzada de datos etnológicos a realidades culturalmente distintas
sociopolítica, la estratificación social, la centralización del poder y (Pauketat 2007), llegando incluso a abusar de procedimientos
la sofisticación del aparato de gobierno. como la analogía etnográfica, particularmente cuando hay una
En este contexto, también se comenzó a prestar atención a gran necesidad de identificar formas organizativas preestatales en
las sociedades situadas en un nivel evolutivo intermedio entre las el registro arqueológico, así como una urgencia de contar con un
organizaciones segmentarias y los Estados (Earle 1997: 14), carac marco conceptual para la comparación transcultural (Yoffee 2004).
terizadas por jerarquías de liderazgo sutilmente centralizadas y En conjunto, todas estas controversias llevaron a ciertas re
asociadas a incipientes expresiones de estratificación social y es- formulaciones del evolucionismo contemporáneo, caracterizadas
pecialización en el ejercicio del poder, a las que se les ha llamado por la introducción de teorías que consideran la existencia de for mas
jefaturas o cacicazgos (Barfield 2000: 300, Jhonson y Earle 2003: organizativas de carácter más bien colectivo (Blanton et ál. 1996),
44). La vasta información arqueológica y etnohistórica sobre este concebidas como caminos alternativos hacia la compleji dad
tipo de sociedades se ha interpretado como consecuencia de su sociopolítica y en las que se privilegia el análisis de aspectos como las
notable variabilidad (Earle 1987), y ello ha llevado a su vez a esta blecer jerarquías flexibles, la diferenciación horizontal, las orga nizaciones
subdivisiones entre jefaturas (o cacicazgos) simples y jefa turas corporativas y la dimensión ritual, de la mano con nue vas maneras
complejas (Wright 1984, Johnson y Earle 2003), siendo estas últimas de interpretar conceptos como los de complejidad, conocimiento, poder y
consideradas en muchos casos las precursoras inmedia tas de las autoridad, a partir de datos procedentes de otros continentes, como
formas arcaicas de Estado (Carneiro 1981) o incluso sus análogas (Grinin África (Mclntosh 1999).
2011). En el contexto andino, algunas de las críticas más directas
De otro lado, durante los últimos años se han venido haciendo al modelo de jefatura fueron lanzadas por Axel Nielsen (2006a,
numerosas críticas a la categoría de jefatura, principalmente cues 2006b, 2009), quien ha hecho hincapié en sus limitaciones para
tionando la rigidez de ciertos modelos utilizados en el análisis de incluir principios organizativos de carácter corporativo, negando
los patrones y sistemas de asentamiento —el del lugar central, por de este modo la posibilidad de identificar formas alternativas —no
ejemplo—, los cuales confunden las nociones de orden y jerar jerárquicas— de complejidad. Según este autor, este sería precisa mente
quía, asumiéndolas como indesligables entre sí. En consecuencia, el problema con las investigaciones arqueológicas llevadas a cabo
se introdujeron nuevos conceptos, como el de heterarquía, refe en Jauja por Earle (1997, 2005), para quien los líderes sur gidos en esta
rente a la relación mutua entre distintos elementos que no están zona durante el Intermedio Tardío habrían “fraca sado” en
dispuestos jerárquicamente o que tienen el potencial de hacerlo, implementar formas de organización estables con una elaborada
pero en distintas maneras dentro de sistemas de autoorganización ideología y una eficiente base económica. En su lugar, Nielsen señala
(Crumley 1995: 3). que las evidencias indican más bien la ejecución de un proyecto
político exitoso que “se las arregló para mantener unidas a
comunidades muy grandes [...] durante más de un siglo de
violencia endémica, junto con una distribución más igualitaria de
los recursos y el poder” (Nielsen 2009: 220, traducción propia).
370 | Manuel F. Perales Munguía ¿Cómo aproximarnos, entonces, a las formas organizativas
de las sociedades precoloniales tardías de la región del Manta ra
sin eludir la problemática que se acaba de mencionar? Desde mi 11 / Algunas consideraciones sobre los asentamientos aglomerados... | 371
punto de vista, deberíamos estudiar mejor las modalidades y mecanismos
de integración sociopolítica, puesto que ellos fueran fundamentales en los parte de dicho periodo, la misma que, como ya vimos, correspon
procesos de construcción del poder y autori dad, ya sea en un de en la cronología regional a la fase denominada Wanka II.
escenario de complejidad vertical o en uno de ca rácter horizontal. Sin
embargo, para superar los cuestionamientos reseñados en los párrafos La región del Mantaro durante la segunda mitad del periodo
previos, debería tomarse en cuenta que tales mecanismos de Intermedio Tardío (fase Wanka II, ca. 1350-1450 d. C.)
integración no son inherentemente jerárqui cos y que pudieron tener
expresiones materiales muy distintas a las que estamos Gracias a un conjunto de más de 20 fechados de radiocarbono ob tenidos
acostumbrados a observar. Más aún, la identifica ción de dicha por el UMARP4 (D’Altroy 2001), se pudo perfeccionar parcial mente la
materialidad en el registro arqueológico podría ser un tanto difícil, secuencia cronológica elaborada para la región por David Browman
según ha demostrado Nielsen (2006a, 2006b) para el caso de la (1970), lográndose establecer para el periodo Intermedio Tardío en la
región circumpuneña de los Andes meridionales. zona de Jauja —particularmente en el valle de Yana- marca— dos fases
Como se dijo en el acápite introductorio de este trabajo, nues tra claramente reflejadas en marcados cambios en el patrón de
aproximación a las formas y mecanismos de integración socio- política asentamiento. La primera de estas fases, denominada Wanka I, ha sido
contemplará la relación entre dos variables: los patrones de fijada aproximadamente entre los años 1000 y 1350 d. C., tiempo en
aglomeración humana y la presencia de espacios públicos en los el cual no hubo una importante aglomeración de la población (Hastorf
asentamientos de la región en estudio. Sobre la primera, de bemos et ál. 1989) y tampoco indicios de centrali zación política (D’Altroy
recordar que investigaciones recientes han demostrado que el 2001: 39, Hastorf et ál. 1989, Hastorf 2001a: 159, LeBlanc 1981: 249).
fenómeno de la aglomeración humana no necesariamen te está Por su parte, la segunda fase, Wanka II, muestra un
“emparejado” con procesos de centralización política y de emergencia de panorama radicalmente distinto, habiéndose indica
formas jerárquicas de organización (Birch 2013). En cuanto a la do que durante ese lapso de tiempo las sociedades locales dieron
segunda, debe tomarse en cuenta que el entorno construido —y, por pasos importantes hacia el desarrollo de organizaciones comple jas
ende, la arquitectura— representa una especie de lenguaje no verbal que fueron clasificadas como jefaturas por Earle (1997, 2005), como
cuya organización refleja las actividades, va lores y propósitos indicamos antes. Es precisamente por eso que nos ocupa remos de
individuales y/o colectivos (Rapoport 1990: 87, 179), de tal modo que dicha fase, contrastando la evidencia disponible para los asentamientos
puede “modelar” la dimensión política del grupo, incluidos los del valle de Yanamarca, al noroeste de Jauja, con datos sobre sitios
procesos de construcción de poder y autori dad (Smith 2003: 26). habitacionales de otras partes de la región, como la porción
Partiendo de estas consideraciones, procederé entonces a exa minar meridional del valle del Mantaro y parte de las cuencas de los ríos
rápidamente la evidencia disponible hasta la fecha para los colectivos Ricrán y Cunas (figura 11.1).
humanos que ocuparon la región del Mantara durante el
Intermedio Tardío, centrándome principalmente en la segunda

4. Siglas correspondientes al Upper Mantaro Archaeological Research Project,


importante proyecto arqueológico que se llevó a cabo en la zona de Jauja
entre mediados de las décadas de 1970 y 1980. Precisamente estuvo lidera do
por Timothy Earle y luego fue codirigido también por Terence D’Altroy y Christíne
Hastorf.
372 | Manuel F. Perales Munguía
11 / Algunas consideraciones sobre los asentamientos aglomerados... | 373

y el UMARP (D’Altroy y Hastorf 2001; Earle et ál. 1980, 1987), por


vez primera en la historia de esta zona surgieron centros poblados
bastante extensos, emplazados prácticamente en su totalidad en cumbres
por encima de los 3700-3800 msnm, encontrándose de este modo
relativamente distanciados de las principales concen traciones de tierras
agrícolas ubicadas en el fondo del valle y de las mayores fuentes de agua
disponibles (figura 11.2). Se ha reportado un total de 38 sitios, que
albergaron a su vez a una población que habría tenido entre 37.000 y
61.000 habitantes dedicados a la agri cultura y el pastoreo (D’Altroy
2001: 39). Sin embargo, de esos 38 sitios, solo cuatro superan las 14
hectáreas de extensión, llegando a concentrar a más de 32.000
individuos en su conjunto, es decir, a más del 50% del total de
habitantes de esa zona (D’Altroy 1992, 2001; Earle 2005).
La preocupación por el tema defensivo durante esta fase pa rece
Figura 11.1. Mapa del departamento de Junín con la ubicación general de las zonas obvia, puesto que varios asentamientos presentan murallas de
mencionadas en el artículo.
piedra de dimensiones variables, que restringen notablemente el
acceso a los sitios (D’Altroy 2001: 39, Earle et ál. 1980, LeBlanc 1981).
La segunda parte del periodo Intermedio Tardío (fase Wanka Esto se observa claramente en Tunanmarca, un asenta miento que
II, ca. 1350-1450 d. C.) en el valle de Yanamarca con sus 25,4 hectáreas de extensión, debió albergar a una población
de alrededor de 10.600 habitantes (Earle 2005: 97).
En el caso del valle de Yanamarca y los alrededores de Jauja, los La arquitectura aún visible en muchos sitios presenta un con junto
asentamientos de la fase Wanka II presentan características distin tas importante de características comunes. Según los datos ob tenidos por
a los de tiempos inmediatamente previos, correspondientes a la el JASP (Parsons et ál. 2013) y el UMARP (D’Altroy 1992; DeMarrais
fase Wanka I (ca. 1000-1350 d. C.), en la primera mitad del Inter medio 2001; Earle 2005; Earle et ál. 1980, 1987; LeBlanc 1981), sabemos que
Tardío. Según los resultados del JASP5 (Parsons et ál. 2013) dichos complejos estuvieron conformados por aglo meraciones de
edificios de planta circular de tres a cinco metros de diámetro,
levantados con muros de doble hilera de piedras asentadas con
5. Siglas correspondientes al Junín Archaeological Survey Project, liderado por argamasa de barro, que abarcaban unos 8,9 me tros cuadrados de
Jeffrey Parsons y codirigido por Charles Hastings y Ramiro Matos. Ejecutado
hacia mediados de la década de 1970, fue en realidad el primer proyecto área techada. Estas estructuras se disponen al rededor de pequeños
sistemático de investigación arqueológica que tuvo por finalidad el estudio de espacios abiertos o “patios” delimitados por muros más bajos de piedra
los cambios en los patrones de asentamiento precoloniales en la sierra del
y barro, formando unidades residen ciales compactas entre las
actual departamento de Junín. Poco después, sus resultados sirvieron de
base para el diseño y puesta en marcha del UMARP. cuales se aprecian áreas de circulación o corredores bastante
sinuosos (DeMarrais 2001: 121-123). A partir de estudios
comparativos con la arquitectura de otras sociedades
374 | Manuel F. Perales Munguía
11 / Algunas consideraciones sobre los asentamientos aglomerados... | 375

preindustriales (e. g. Flannery 1973), los miembros del UMARP han


propuesto que cada una de las mencionadas unidades residen
ciales o “grupos de patio” albergó a una familia nuclear y a otras
personas ligadas a ella (DeMarrais 2001: 124, Earle et ál. 1987: 9).
Análisis estadísticos efectuados sobre las construcciones visi
bles en Tunanmarca y en otros sitios contemporáneos del valle de
Yanamarca, revelan que existe una clara y directa relación entre
la extensión de las áreas techadas y las áreas sin techar en las
unidades residenciales o “grupos de patio” que conforman los
asentamientos. De este modo, se ha observado que las unidades
residenciales con espacios abiertos más amplios se encuentran
hacia la parte central de los sitios más extensos, al mismo tiempo
que presentan una mayor cantidad de edificios circulares asocia
dos, los cuales a su vez se distinguen por un mejor acabado en la
albañilería exterior de sus muros (D’Altroy 2001, DeMarrais 2001,
Earle 2005, Earle et ál. 1987). Por ello, además del hecho de ubi
carse cerca de posibles espacios públicos o plazas, que veremos
más adelante, los “grupos de patio” con los atributos indicados
han sido considerados por el UMARP como conjuntos de viviendas
pertenecientes a familias de élite (D’Altroy y Hastorf 2001, DeMa
rrais 2001, Earle et ál. 1987).
Más allá de la unidad residencial o grupo de patio se encuen
tran los “barrios” y sectores residenciales en los que estuvieron
divididos los asentamientos más extensos —Tunanmarca, Hatun-
marca y Llamap Shillon—, los cuales comparten el hecho de pre
sentar divisiones de carácter dual, en cuya parte central se observa
la presencia de grandes espacios abiertos, a modo de plazas o “pa
Figura 11.2. Mapa del valle de Yanamarca mostrando el patrón de
asentamiento de las fases Wanka I (02a) y Wanka II (02b) (Tomado tios” más grandes (figura 11.3), aunque poco definidos desde el
de D’Altroy 2001: 38, 40). punto de vista formal (D’Altroy 1992, 2001; DeMarrais 2001; Earle
2005; Earle et ál. 1980, 1987). Esto contrasta con lo observado en
sitios de menor dimensión, como Umpamalca y Chahuín, donde
no existen tales espacios abiertos y, por ende, las posibles unida des
residenciales de élite se encuentran dispersas en todo el asen tamiento.
No obstante, estudios desarrollados a partir de mapas convexos y
axiales revelan que los criterios empleados por sus
376 | Manuel F. Perales Munguía habitantes en cuanto al uso y distribución de los espacios fueron
los mismos en general, caracterizándose por el hecho de contar
con áreas de circulación o corredores muy sinuosos, así como por 11 / Algunas consideraciones sobre los asentamientos aglomerados... | 377
brindar un particular énfasis al espacio familiar doméstico, con re lación
a los espacios públicos (DeMarrais 2001, Earle 2005). De acuerdo con Browman (1970), durante la fase Arhuaturo
se habría iniciado un crecimiento de los sitios habitacionales pre
La segunda parte del periodo Intermedio Tardío existentes, siguiendo un proceso que culminaría con la aparición
(fase Arhuaturo, ca. 1250-1470 d. C.) en el sur del de asentamientos extensos formados por concentraciones agluti nadas
valle del Mantaro y la cuenca del río Cunas de estructuras de piedra y barro de planta circular, dispues tas
también alrededor de pequeños espacios abiertos a modo de “patios”.
Con respecto a la parte sur del valle del Mantaro, donde se encuen
Dichos espacios fueron habilitados mediante la construc ción de
tran actualmente las ciudades de Chupaca y Huancayo, Browman terrazas artificiales definidas por muros de contención de piedra y
(1970) estableció la fase Arhuaturo para la segunda parte del perio barro, cuya preparación permitió atenuar la pendiente del terreno.
do Intermedio Tardío, comprendida entre los años 1250 y 1470 d. C.
Los sitios descritos también ocupan emplazamientos con cla
Si bien esta propuesta no se apoya en fechados radiocarbónicos
ra connotación defensiva, como cumbres de cerros que dominan
sino en una seriación de la cerámica de la zona, observamos que a el fondo del valle, y suelen estar divididos en dos “barrios” o secto res
grandes rasgos los márgenes temporales de la unidad cronológica principales, por lo general uno a mayor altura que el otro según la
indicada coinciden con los de la fase Wanka II establecida para el topografía del terreno. Curiosamente, Browman indica que las
valle de Yanamarca. edificaciones se encuentran habitualmente más apiñadas en los
barrios bajos, en cuya construcción se empleó una mayor canti
dad de bloques grandes de piedra. Por su parte, en los barrios altos
0 200m hay una presencia más constante de espacios abiertos a modo de
grandes “patios”, así como una mejor técnica constructiva carac
terizada por la presencia de muros que incluyen en su albañilería
una mayor cantidad de piedras pequeñas y alargadas a modo de
cuñas, asentadas con una argamasa de mejor calidad (Browman
1970: 230-233).
Por otro lado, en la cuenca del río Cunas, comprendida en
gran parte dentro de la provincia de Chupaca, los sitios tardíos
identificados se hallan por lo general en cumbres de cerros o es
tribaciones montañosas que dominan el territorio, desde los 3400
msnm, en los límites superiores del piso kichwa, hasta más de
Figura 11,3. Plano del sitio de Tunanmarca con la ubicación de los espacios abiertos cen
trales que separan sus dos sectores habitacionales (Tomado de D’AJtroy y Hastorf 2001: 69). 4400 msnm, en la puna. Aquí se observa que los sitios localizados
a una menor altitud están asociados a terrazas de cultivo, en tanto
que los corrales son más constantes en los sitios de la puna. No
obstante, los asentamientos más extensos se encuentran hacia la
parte baja de la cuenca, en el sector donde el río Cunas ingresa
al valle del Mantaro propiamente dicho, configurando una suerte
378 | Manuel F. Perales Munguía mucho más nucleado hacia el valle bajo, donde se levantan sitios con
más de 30 hectáreas de extensión, que suelen estar subdivi didos en
de patrón de asentamiento disperso hacia las tierras altas, y otro dos grandes sectores habitacionales separados por espa cios abiertos
(figura 11.4), como parece ser el caso de Arhuaturo y Huaturi (Perales 11 / Algunas consideraciones sobre los asentamientos aglomerados... | 379
2004a, 2011).
La agricultura moderna ha afectado gran parte de los sitios
localizados por debajo de los 4000 msnm y, por esta razón, resul ta
difícil saber si allí existían murallas perimétricas u otros rasgos como
zanjas, que sí se aprecian en los asentamientos del valle de
Yanamarca. Del mismo modo, gran parte de las edificaciones originales
han sido derribadas, aunque existen suficientes indicios que permiten
señalar que estas eran relativamente similares a las reportadas en
otros sitios tardíos del sur del valle del Mantaro, toda vez que
presentaban planta circular, muros de doble hilera de piedras
asentadas con argamasa de barro y un solo acceso, hallándose
igualmente dispuestas alrededor de espacios abiertos acondicionados por
lo general sobre terrazas artificiales (Brow- man 1970; Perales
Figura 11.4. Vista panorámica del asentamiento de Huaturi en el bajo Cunas. Se aprecia en
2004a, 2011). Además, descripciones someras realizadas hace varias forma clara la organización del sitio en dos sectores habitacionales separados por un espacio
abierto central.
décadas por investigadores locales (e. g. Te- 11o 1959) dan cuenta de
la existencia de pequeñas construcciones circulares de piedra con
cubiertas de falsa bóveda en algunos de los sitios más grandes de la El periodo Intermedio Tardío en la cuenca alta del río Ricrán
zona, como Huaturi, cuyas caracterís ticas hacen recordar a los
edificios mortuorios reportados en los grandes asentamientos de la En la cuenca alta del río Ricrán, 40 kilómetros al norte de Jauja, se han
puna en el alto Ricrán, según vere mos más adelante. documentado aspectos importantes de la cultura material de sus
Finalmente, como ya he señalado en publicaciones anteriores (Perales habitantes durante el Intermedio Tardío, aunque la falta de fe chados
2004a, 2011), la poca evidencia disponible hasta el mo mento sobre la impide hasta el momento establecer diferenciación alguna dentro de
cuenca del Cunas, sugiere que el patrón de asen tamiento del periodo este periodo, tal como sí se ha hecho para el valle de Ya namarca. Del
Intermedio Tardío posiblemente no sufrió cambios drásticos a raíz de mismo modo, la notable continuidad de las tradicio nes alfareras
la ocupación inca de la zona, al menos en la parte baja del valle, locales durante el Horizonte Tardío dificulta todavía una segregación
donde casi todos los sitios, incluidos los más extensos, presentan en clara entre los asentamientos ocupados durante la ocupación inca y
superficie material alfarero propio del Intermedio Tardío y del Horizonte los preexistentes (Perales 2004b, 2005, 2011).
Tardío (Browman 1970). Pese a las limitaciones señaladas, en el alto Ricrán se ha iden tificado
un patrón de asentamiento relativamente disperso du rante los
periodos tardíos (tabla 11.1, figura 11.5), con un total de
29 asentamientos registrados, de los cuales 17 se encuentran en
cumbres montañosas de la puna, por encima de los 4000 msnm,
que en su conjunto habrían alojado a una población de casi 6000
habitantes. Los doce sitios restantes se hallan en cumbres de co linas
o estribaciones montañosas más bajas, dentro del piso suni, entre los
3720 y 3950 msnm, y habrían contado con una población total de poco
más de 1300 personas (Perales 2013).
380 | Manuel E Perales Munguía
De modo interesante, los sitios localizados hacia la puna pre sentan
de manera recurrente murallas perimétricas y zanjas que restringen el 11 / Algunas consideraciones sobre los asentamientos aglomerados... | 381
ingreso a ellos, así como corrales tanto en el interior como al exterior
de tales murallas. Por su parte, los asentamientos emplazados en lugares a
menor altitud, hacia el piso suni, carecen de estos elementos, estando
más bien asociados de manera cons tante a terrazas de cultivo (Perales
2005). En vista de estas diferen cias, he propuesto que los asentamientos
de la puna estuvieron orientados principalmente hacia la ganadería, en
tanto que los de la suni lo estuvieron hacia la agricultura (Perales 2005,
2013), en el marco de un sistema económico de naturaleza más bien
agropas- toralista. Sin embargo, es intrigante también la notable
presencia de cerámica de filiación inca en los sitios a menor altitud, lo
que puede sugerir que durante el periodo Intermedio Tardío el agro-
pastoralismo de las poblaciones locales del alto Ricrán habría otor gado
mayor énfasis a la explotación de los recursos de la puna (Perales 2012,
2013).

Tabla 11.1
Categorías de sitios registrados en el alto Ricrán
(basado en Perales 2005: 128, 130)

Asentamientos de puna (orientados Asentamientos de suni (orientados principalmente


hacia la ganadería) principalmente hacia la agricultura)
Clase A:
10.1-14 hectáreas
Glasé' B: . ■
7.1- 10 hectáreas

Figura 11.5. Mapa del alto Ricrán mostrando el patrón de asentamiento correspondiente al
periodo Intermedio Tardío (Perales 2013).
Clase C:
Clase C:
5.1-7 hectáreas que está caracterizada por conjuntos de edificios de planta circu lar,
2,8-3,5 hectáreas
Clase D: levantados con muros de piedra y barro, y dispuestos alrededor de
Clase D:
3.1- 5 hectáreas
2,3-2,7 hectáreas espacios abiertos habilitados a su vez sobre terrazas artificiales (Perales
Clase E:
Clase E: 2005), constituyendo los típicos “grupos de patio” descri tos
1,5-3 hectáreas
1,2-2,2 hectáreas
previamente por Parsons, Earle y sus colegas (DeMarrais 2001,
La arquitectura existente en los asentamientos tardíos del alto Earle et ál. 1987, LeBlanc 1981, Parsons et ál. 2013). Sin embar go,
Ricrán es similar a la reportada en el valle de Yanamarca, puesto una característica adicional de la arquitectura de los sitios tar díos del
alto Ricrán es la presencia de construcciones circulares,
382 | Manuel F. Perales Munguía 11 / Algunas consideraciones sobre los asentamientos aglomerados... | 383

a veces de dos niveles, levantadas también con muros de piedra y barro, aspectos, cuyo examen mediante excavaciones sistemáticas cons tituiría
cuyos diámetros son, a diferencia de las demás, de un me tro en una tercera etapa de trabajo, como fue el caso de las labo res del
promedio, y cuyas cubiertas se han elaborado mediante la técnica de la UMARP en el valle de Yanamarca (Parsons et ál. 2013: 5-6).
falsa bóveda. Estos edificios se encuentran presentes en los Considerando lo que se acaba de decir, ahora pasaremos a
asentamientos más grandes de la zona —todos ubicados en la puna examinar los datos presentados con la intención de desarrollar al gunas
y con extensiones de entre nueve y quince hectáreas—, por lo hipótesis sobre las formas de integración sociopolítica que habrían
general cerca de los accesos de las murallas, donde tam bién se ocurrido en la región del Mantara durante la segunda mi tad del
observan corrales de planta rectangular. Por la asociación de los Intermedio Tardío, las mismas que más adelante podrían ser
edificios descritos con osamentas humanas, se ha inferido que estos evaluadas como parte de una tercera etapa investigativa, como la
habrían cumplido una función funeraria (Perales 2012, 2013, 2015). que ha sido señalada por Parsons y sus colegas. En tal sentido, procederé
Adicionalmente también se ha reportado en el alto Ricrán la existencia a examinar elementos relacionados con los patrones de
de aglomeraciones de pequeñas estructuras de piedra y barro, de planta aglomeración humana que se pueden percibir en cada una de las
oval o circular, con un diámetro promedio de 0,60 metro, concentradas en cuatro zonas tratadas, así como el problema de la existencia de espacios
la parte baja de farallones y abrigos roco sos que dominan las públicos dentro de los asentamientos allí registrados. Si bien
quebradas laterales de la margen oriental del valle y que separan a su carecemos de un buen control cronométrico para la región, con
vez los conjuntos de estribaciones mon tañosas donde se localiza la excepción del valle de Yanamarca, la recurrencia reportada de
mayoría de los asentamientos tardíos más extensos de la zona. Debido múltiples aspectos de la cultura material nos otorga cierto gra do
también a la asociación de estas estructuras con restos óseos humanos, se de confianza como para plantear el supuesto de que muchos
considera que tuvieron igualmente una función funeraria, a modo de cistas —cuando no la gran mayoría— de los sitios incluidos en este es tudio
(Perales 2005, 2015). fueron contemporáneos, al menos durante una parte de su historia
ocupacional.
Rastreando modalidades de integración sociopolítica:
patrones de aglomeración humana y presencia de espacios Patrones de aglomeración humana
públicos en asentamientos
Los datos disponibles muestran, de forma interesante, tenden cias
En una publicación reciente, Jeffrey Parsons y sus colegas del JASP han distintas de aglomeración humana en cada una de las cuatro zonas
señalado que desde las primeras pesquisas arqueológicas rea lizadas en la estudiadas. De una parte, en algunas zonas el incremento demográfico
sierra de Junín hasta la década de 1970, sus reconoci mientos sistemáticos durante el Intermedio Tardío fue muy notable, como sucedió en el valle
buscaron, a modo de una segunda etapa de investigación, definir los de Yanamarca, donde surgieron asentamientos que llegaron a contar
patrones de asentamiento en perspectiva regional. Se esperaba que ello con poblaciones que habrían superado los
sirviese para elaborar hipótesis so bre demografía, formas de 10.000 habitantes. Este sería el caso de Tunanmarca y de los dos sitios
organización sociopolítica, estrategias de subsistencia, producción vecinos de Hatunmarca y Llamap Shillon, todos los cuales en su
económica e intercambio, entre otros conjunto fueron clasificados por el equipo del UMARP dentro de la
categoría de “centros regionales” (Earle 2005: 96).
384 | Manuel F. Perales Munguía 11 / Algunas consideraciones sobre los asentamientos aglomerados... | 385

Desde Ja perspectiva de Earle, cada uno de los “centros regio cifras que se han indicado para el caso de Tunanmarca, siendo
nales” mencionados constituyó el núcleo de entidades políticas de posible plantear que todos esos asentamientos se encontraban,
tipo jefatura que habían incorporado un conjunto de sitios habita- de algún modo, en un mismo nivel o escala de aglomeración. No
cionales de menor rango, extensión y población. En el caso emble obstante, la carencia de datos impide determinar si en el Cunas di
mático de Tunanmarca, este autor señaló que los miembros de la chos sitios se encontraban articulados a otros yacimientos de me
jefatura vivieron en asentamientos de tres niveles de jerarquía: un nor dimensión, como se ha observado en el valle de Yanamarca.
centro —Tunanmarca— de 10.600 habitantes, un pueblo de 5200 En las cuencas altas de los ríos Ricrán y Cunas la situación
residentes y cinco aldeas cuyos moradores oscilaron entre los 600 parece haber sido más modesta en función de los procesos aglo-
y 1450 individuos. De este modo, los datos indicarían que en su merativos que estamos siguiendo. En el primer caso, sobre el cual
conjunto los integrantes de dicha entidad política pudieron haber hay una relativa mayor información, los estudios sobre
bordeado las 20.000 personas (2005: 97). patrones de asentamiento han permitido determinar entre tres y
Si tomamos en cuenta los cálculos demográficos propues cinco cla ses de sitios habitacionales según sus dimensiones (tabla
tos por el UMARP para todo el valle de Yanamarca durante la fase 11.1), aunque ninguna es equivalente a la categoría de “centro
Wanka II, establecidos en un rango de entre 37.000 y 61.000 in regional” que el UMARP ha propuesto para el valle de Yanamarca
dividuos (D’Altroy 2001: 39), entonces la población de la entidad (Perales 2005). Por el contrario, algunos cálculos —bastante
política encabezada por Tunanmarca habría comprendido entre discretos, por cierto— han señalado que los asentamientos más
un 32% y un 54% del total de los habitantes de la zona menciona grandes del In termedio Tardío en el alto Ricrán habrían contado
da. Siguiendo la argumentación de Earle, esto podría significar que cada uno con una población de poco menos de mil habitantes
casi todos los residentes del valle de Yanamarca pudieron haberse (Perales 2013), razón por la cual en términos demográficos se
subdividido tan solo entre dos o tres grandes organizaciones, más equipararían más bien con los sitios categorizados por Earle y su
aún si recordamos que los sitios de Hatunmarca y Llamap Shillon equipo como “al deas grandes” (Earle 2005: 97). Los mismos
habrían ocupado un rango similar al de Tunanmarca en el sistema cálculos antes referi dos han sugerido también que poco antes de la
de asentamientos propuesto para ese territorio. anexión del alto Ricrán al Tahuantinsuyu, ese territorio pudo
El panorama observado para la porción meridional del valle haber sido ocupado en total por una población que habría
del Mantara aparenta ser algo similar, especialmente en la zona bordeado los 6000 indivi duos (Perales 2013).
que también está comprendida dentro del curso inferior del río La leve tendencia hacia la dispersión demográfica que se apre
Cunas, donde destacan dos sitios por sus notables dimensiones: cia en el alto Ricrán se percibe con mayor claridad en el alto Cunas,
Arhuaturo (37,45 hectáreas) y Huaturi (31,35 hectáreas) (Perales donde casi la totalidad de asentamientos que pertenecerían al Inter
2011: 46). Empleando algunos de los índices establecidos por el medio Tardío no sobrepasan las cinco hectáreas de extensión y, por
UMARP para calcular la población del valle de Yanamarca duran lo tanto, habrían albergado menos personas, probablemente entre
te la fase Wanka II (Earle et ál. 1987: 9), podríamos adelantar, de 500 y 800 individuos. Sin embargo, en la propuesta de categorización
manera preliminar, que en la segunda mitad del Intermedio Tardío de asentamientos de Earle (2005: 97) estos sitios menores del alto
Arhuaturo pudo albergar entre 5617 y 11.235 personas, en tanto Cunas también podrían ser considerados “aldeas grandes”, aunque
que en Huaturi habrían vivido entre 4702 y 9405 personas. Como ciertamente de menor envergadura que sus pares del alto Ricrán.
vemos, los máximos valores de estos rangos se aproximan a las
386 i Manuel F. Perales Munguía 11 / Algunas consideraciones sobre los asentamientos aglomerados... | 387

Tabla 11.2 Espacios públicos


Patrones de aglomeración humana observados en las cuatro zonas
estudiadas
EN LA REGIÓN DEL MANTARO La identificación de los espacios —y por ende la arquitectura pú blica
— en los asentamientos del Intermedio Tardío en la región del Mantaro
Escala de aglomera Categoría de asen Valle de Ya Sur del valle Alto Alto constituye un problema que hasta la fecha no ha logrado ser
ción humana tamiento según el namarca del Mantaro Ricrán Cunas
UMARP (Earle 2005, / bajo Cunas resuelto de manera apropiada. Al respecto, los estudios de Par- sons y
Earle etál. 1987) sus colegas sugieren, para el caso de las vecinas zonas de Tarma y
> 7500 habitantes Centro regional X X Junín, que tales espacios pudieron encontrarse tanto den tro como
2000-7499 habitantes Pueblo X X fuera de los sitios mencionados, asociados a los muros perimétricos que
500-1999 habitantes Aldea grande X X X X los rodean o a estructuras “aisladas” que podrían haber tenido fines
100-499 habitantes Aldea pequeña X X X X funerarios, religiosos o de almacenaje (Parsons et ál. 2000: 149 y
< 99 habitantes Caserío X X X X ss.). Con todo, queda bastante claro que estas expresiones materiales
carecen de los rasgos de monumentalidad que usualmente son
resaltados en el caso de otras sociedades precoloniales de los Andes
La tabla 11.2 resume las apreciaciones que se acaban de de centrales, hecho que según D’Altroy (1992: 57) se habría debido a
sarrollar y muestra en forma clara que en la región del Mantaro los que gran parte de la movilización de la fuerza de trabajo disponible
procesos de aglomeración humana durante el Intermedio Tardío en esos tiempos se orientó hacia la actividad guerrera y la construcción
fueron bastante marcados en el valle de Yanamarca y en la porción de la infraestructura defensiva requerida por cada población.
sur del valle del Mantaro, especialmente en el sector donde se su
Un tipo de espacio abierto asociado al despliegue de accio
perpone a la cuenca inferior del río Cunas. Como hemos visto, allí
nes humanas desarrolladas en el marco de procesos de integra
algunos asentamientos contaron con poblaciones que sobrepasa
ción sociopolítica podría definirse como “plaza”, entendido en un
ron los 7500 habitantes y encabezaron una jerarquía de sitios que,
sentido amplio como un escenario físico acondicionado para la
según autores como Earle, podría interpretarse como evidencia
realización de reuniones públicas (Nielsen 2006a: 64). Aunque en
del desarrollo de procesos de centralización política e incipiente
muchas sociedades estos espacios suelen ser bastante formales
estratificación social, conducentes al surgimiento de entidades po
y están relacionados con expresiones arquitectónicas de carácter
líticas jerárquicas, como grandes jefaturas.
monumental, ello no parece ocurrir en los asentamientos del In
En contraste, las cuencas altas de los ríos Ricrán y Cunas fue
termedio Tardío en la región del Mantaro y áreas vecinas, donde
ron escenarios del surgimiento de asentamientos mucho más
una plaza puede estar constituida sencillamente por una porción
pequeños, que en el mejor de los casos habrían albergado pobla
de terreno dentro del sitio, caracterizada, entre otros aspectos,
ciones de menos de 2000 habitantes. Por tal motivo, siguiendo la
por estar libre de edificios y artificialmente nivelada (Parsons et ál.
línea argumentativa de Earle, de corte evolucionista, estos sitios
2000: 154). Es más, la evidencia arqueológica disponible sugiere
podrían haber sido parte de entidades políticas menos complejas,
que esta aparente informalidad de las plazas parece constituir un
posiblemente jefaturas simples, y menos institucionalizadas que
rasgo característico de muchos sitios del periodo mencionado en
las que pudieron existir en los valles de Yanamarca y Mantaro.
distintas regiones de los Andes centrales (Guenguerich 2015: 375).
388 | Manuel F. Perales Munguía 11 / Algunas CONSIDERACIONES SOBRE LOS ASENTAMIENTOS AGLOMERADOS... I 389

Tabla Huacrash— que, si bien en términos demográficos caería dentro


11.3
Categorías de asentamientos presentes en las zonas estudiadas, considerando de la categoría de “aldea grande” del UMARP, tiene una configura
la ción bastante similar a la de los enormes sitios del valle de Yana
PRESENCIA DE ESPACIOS PÚBLICOS COMO PLAZAS INFORMALES Y LA ORGANIZACIÓN ESPACIAL

Categoría de asentamiento marca, con dos “barrios” o sectores habitacionales separados por
según el UMARP (Earle 8| Valle de Sur del valle aho Alto
2005; Earle etál. 1987) C; del Ricrá Cimas. una porción de terreno libre de edificios residenciales donde pudo
Centro regional
Mantaro/ n haberse ubicado alguna suerte de plaza informal.
bajo Cunas
Con respecto al caso que se acaba de mencionar, valdría la
X X
Pueblo WWíK: pena aclarar que la existencia de un asentamiento con las carac
Aldea grande X X X X terísticas de Huacrash podría interpretarse como un indicio de
Aldea pequeña ISsií que su población —aunque relativamente menor, con poco me
Caserío X X X X nos de mil habitantes— habría comenzado a desarrollar formas
de integración sociopolítica un tanto más complejas y parecidas a
Sobre la base de estas consideraciones, procederemos a dis las de sitios contemporáneos mucho más extensos. Por este mo
cutir algunos aspectos sobre la presencia de espacios públicos tivo, desde una perspectiva mixta, que combina los patrones de
vinculados a fenómenos de integración sociopolítica —entendidos aglomeración humana con la presencia de espacios públicos y la
también como plazas generalmente informales— en las cuatro zo organización interna de los sitios estudiados, se podría elaborar
nas abordadas. Para ello considero pertinente comenzar resaltan una variante en la categorización de los asentamientos estudiados,
do que tales espacios se encuentran ausentes prácticamente en según se muestra en la tabla 11.3, donde propongo que algunos de
casi la totalidad de los asentamientos registrados, con excepción los yacimientos más grandes del alto Ricrán, como Huacrash, pu
de los más extensos —los “centros regionales”, según el UMARP—, dieron haber ocupado una posición más elevada —quizás dentro
donde aparecen en medio de los dos grandes sectores residencia de la categoría de “pueblos” del UMARP— en el sistema regional
les en los que se subdividen dichos sitios, como se observa en Tu- de asentamientos en el Mantaro. En cuanto al alto Cunas, por el
nanmarca, Hatunmarca y Llamap Shillon en el valle de Yanamarca momento no se puede hacer, en contraste, mayor observación.
(Earle 2005, Earle etál. 1987).
En la parte sur del valle del Mantaro y el curso inferior del río A modo de conclusión
Cunas se observa un patrón similar, donde únicamente los sitios
más extensos, como Arhuaturo y Huaturi —que podrían clasificar La evidencia disponible para los asentamientos del Intermedio
se también como “centros regionales” si aplicamos los criterios Tardío —particularmente de su segunda mitad— en la región del
del UMARP—, exhiben indicios que sugieren la presencia de los es Mantaro, sugiere la existencia de una relación directa entre proce
pacios públicos informales antes señalados (Perales 2004a, 2011). sos de aglomeración humana y desarrollo de nuevas formas de in
Un panorama bastante distinto se aprecia en el alto Ricrán y alto tegración sociopolítica, expresadas estas últimas en el surgimiento
Cunas, donde dichos espacios están totalmente ausentes, o al me de “plazas” o espacios públicos todavía informales en su mayoría,
nos aquellos que tenían una ubicación central en relación con la pero en posiciones relativamente centrales en los sitios más exten
organización espacial de los sitios en su conjunto. No obstante, en sos que se han reportado hasta la fecha.
la primera zona mencionada existe un asentamiento —el sitio R-8,
390 | Manuel F. Perales Munguía
11 / Algunas consideraciones sobre los asentamientos aglomerados... | 391

Desde un punto de vista evolucionista, lo que se ha dicho Hastorf (2001b: 317)— conocidos como cinchecona, quienes eran
podría respaldar el papel fundamental que se le atribuye al cre cimiento “elegidos” por los miembros de las colectividades a las que perte necían
demográfico en el desencadenamiento de las transfor maciones y cuya permanencia en el cargo trascendía las situaciones de
conducentes a una mayor complejidad organizativa (Johnson y Earle conflicto bélico (Toledo 1940 [1570], Vega 1881 [1582]). Más aún, el
2003: 12, 24, 39), la misma que en el modelo de las jefaturas segundo de estos documentos sugiere que la autoridad de es tos
implica la aparición de jerarquías sociales y la centra lización del poder personajes pudo estar sancionada por los vínculos que habrían reclamado
en una élite —que incluye al jefe y su cuerpo de asistentes— cada vez tener con antepasados y huacas, razón por la cual se podría decir que
más diferenciada y que cuenta con una au toridad sancionada los espacios donde se encontraban los referentes materiales de dichos
mediante mecanismos y recursos coercitivos e ideológicos seres y elementos sobrenaturales se habrían convertido no solo en lugares
(Barfield 2000: 300-301). de culto, sino en escenarios para la negociación política (Perales 2015).
En el caso de las sociedades del Mantaro, si bien estas atrave saron, De este modo podríamos en tender por qué dentro de los asentamientos
como vimos, por notables procesos de aglomeración, llama la no hay una presencia recurrente de espacios públicos propiamente
atención la ausencia de varios de los indicadores de la fuerte ins- dichos, puesto que estos se encontrarían fuera, asociados a sitios
titucionalización política que se esperaría que hubieran experimen tado funerarios o a rasgos significativos del paisaje, razón por la cual
estos grupos humanos según el modelo de jefatura, más aún si tomamos probablemente tampoco hayan adquirido muchas características
en cuenta que las entidades comandadas por sitios como Tunanmarca y formales.
los demás “centros regionales” del UMARP compren dieron poblaciones Hace algunos años, Parsons y sus colegas delinearon un modelo
de decenas de miles de habitantes cada una. para la organización sociopolítica de los pueblos tardíos de las veci nas
Partiendo de la contradicción mencionada, valdría la pena to mar zonas de Tarma y Chinchaycocha (Parsons et ál. 2000: 190-192). Allí los
en cuenta los planteamientos de Nielsen (2009: 220) y con siderar la autores mencionados destacaron la posibilidad de la exis tencia de
posibilidad de que los procesos de integración política ocurridos en niveles de integración regional y suprarregional asociados a
nuestra área de estudio significaron más bien el desa rrollo de formas expresiones arquitectónicas relativamente poco monumentales, sitios
alternativas de complejidad, tal vez de carácter “ho rizontal”, corporativo funerarios y accidentes geográficos de particular connotación simbólica.
o, si se quiere, heterárquico, donde el ejercicio del poder implicaba En términos generales, dicha propuesta podría respaldar lo
necesariamente la negociación constante entre segmentos de líderes no manifestado en el párrafo anterior, afianzando la concepción de que
dispuestos de manera estrictamente jerár quica y pertenecientes a la base ideológica que legitimaba los procesos de construcción de
grupos de parentesco que podrían haber alternado distintos roles según poder y autoridad dentro de las entidades políticas abordadas también
las diversas circunstancias, siguien do principios andinos, como pudo contar con un sentido corporativo, sustentada en la noción de la
aquellos encerrados en el concepto de yanantin (Hastorf 2001b: 316). existencia de un gran número de huacas y ancestros vinculados a
Tomando en cuenta lo expresado, parece cobrar más sentido la distintos linajes y que, al igual que estos, asumían un papel protagónico
información proporcionada por las fuentes escritas tempranas que en las negociaciones políticas e incluso en las guerras (Nielsen 2009).
mencioné al principio, donde se señala que en tiempos previos a En suma, se puede afirmar que una lectura más cuidadosa del
la conquista inca el liderazgo político en la región recaía en grupos registro arqueológico en la región del Mantaro nos obliga a debatir el
de personas —no en individuos particulares, como ha remarcado modelo evolucionista de la jefatura, frente a la identificación de un
392 | Manuel F. Perales Munguía esa categoría —o de desecharla— están en función de los resul tados
de nuevas investigaciones que contemplen necesariamente una
conjunto de rasgos que parecen poner en tela de juicio su alcance revisión crítica de las bases teóricas y metodológicas emplea das
universal. No obstante, la decisión y las posibilidades de reformular hasta la fecha, que nos ayude a prevenir el error de pasar por alto
materialidades vinculadas a caminos alternos hacia la comple jidad 11 / Algunas consideraciones sobre los asentamientos aglomerados... | 393
sociopolítica. Por lo pronto, como han enfatizado Parsons et ál.
(2000: 192) y Birch (2013: 6), podemos comenzar esa tarea es tudiando Crumley, Carole
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Sofía Chacaltana Cortez'

E
ste texto evalúa, desde una perspectiva local, los disímiles pro cesos
de imperialismo inca ocurridos en la región conocida como
Colesuyo, en los Andes sur-centrales del Perú. Para hacerlo,
se basa en el estudio de Camata Tambo/Pueblo y Tacahuay Tam-
bo/Pueblo, sitios multicomponentes tardíos (del Intermedio Tar dío
e Horizonte Tardío) ubicados en distintas zonas ecológicas del Colesuyo.
El Colesuyo fue una subregión geográfica y administrativa re
conocida por María Rostworowski (1986) en sus investigaciones
sobre documentos históricos de la costa sur-central (véase Julien
1979, 1985) (figura 12.1). Esta investigadora sugirió que este terri torio
incluía las zonas alta (3000-2500 msnm), media (2500-1500 msnm) y
baja (1000-0 msnm) desde los valles de Tambo en Are quipa hasta los
valles del extremo norte de Chile.1 2 Este espacio

1. Universidad Antonio Ruiz de Montoya. Correo-e: <sofia.chacaltana@uarm.pe>.


2. A pesar de que no existe un consenso sobre los límites del Colesuyo, la
mayoría de investigadores asume que llegó hasta la región de Tarapacá (Hi dalgo
2009, Rostworowski 1986).
400 | Sofía Chacaltana Cortez

estuvo integrado a la zona altiplánica mediante un intenso flujo


de productos y gentes que involucró diversos aspectos estructu rales,
políticos y culturales a lo largo del tiempo (Van Burén 1996). Durante el
Intermedio Tardío, este fue un sistema multiétnico en donde se
hablaban las lenguas aymara, puquina y uroquilla (véase Cerrón
Palomino 2010), probablemente debido a la presencia de colonos wari,
tiwanaku y altiplánicos durante el Horizonte Medio3 (Goldstein 2005).
De esta forma, el Colesuyo fue una región que abastecía a los
más poderosos y complejos grupos altiplánicos, como los colla,
lupaca y pacaje, antes, durante y luego de la incorporación inca
de los Andes sur-centrales. Al respecto, los documentos históricos
indican que por lo menos antes y durante la ocupación incaica, la
costa proporcionaba pescado seco, moluscos, cochalluyo (Durui-
llea antarctivá) y guano (Diez de San Miguel 1964 [1567]; Julien
1985, 1987; Hidalgo 2009), y el valle medio y alto, mayormente
ají (Capsicum sp.), maíz (Zea mays) y algodón (Gossypium bar-
badense). En cambio, la zona altiplánica proveía de papa seca o
chuño, charqui (carne seca de camélido), cañigua (Chenopodium
pallidicaule Aellerí) y otros granos de altura.

Investigaciones previas

La interacción de los lupaca, y en general de los grupos altipláni cos,


con las poblaciones del Colesuyo, fue uno de los casos utiliza dos para
construir el famoso modelo socioeconómico andino de “control
vertical de un máximo de pisos económicos” propuesto por John
Murra en la década de 1970 (1972, 1976). Esto despertó el interés de
varios investigadores por estudiar la región (Cañedo Ar guelles 1993,
2005; Chacaltana 2010a; Chacaltana et ál. 2010; Covey

3. Según el lingüista Rodolfo Cerrón Palomino (2010), esta configuración fue


además efecto de la presencia de los Estados tiwanaku y wari, así como de
los posteriores grupos sociales que se formaron en el valle. Figura 12.1. Mapa tentativo del Colesuyo, con ubicación de ios sitios de Tacahuay y Ca ntata,
en ei que se señala las relaciones entre las facciones lupaca y zonas específicas del Colesuyo.
402 | Sofía Chacaltana Cortez

i 2000; Julien 1985; Hidalgo 2009; Horna 2010; Reycraft 1998; Stanish
1985, 1991; Van Burén 1996; Zaro 2005, 2007), lo que dio lugar a 12 / Perspectivas locales de la influencia inca en el Colesuyu... |
una serie de trabajos que se describirán brevemente. 403
En general, las perspectivas sobre las interacciones Ínter e in-
trarregionales del Colesuyo con el altiplano en épocas tardías (del fue una región marginal del Imperio (Covey 2000, Llagostera 1976,
Intermedio Tardío al Horizonte Tardío) han sido múltiples. Desde Muñoz 1987, Santoro et ál. 1987), debido a que no hubo en ella
una visión teórica, estos enfoques forman parte de la perspectiva una transformación sociopolítica ni ideológica, como sí ocurrió en
conocida como de “arriba hacia abajo” (Sinopoli 2001), 4 debido a otras provincias del Estado inca (Covey 2009). Hay que destacar
que se centran principalmente en las grandes organizaciones polí que este modelo fue principalmente construido sobre la base de
ticas —como los imperios y los estados arcaicos—, sin considerar datos históricos y de algunas exploraciones arqueológicas (Dauels-
los procesos y contextos políticos locales (Dietler 2005). berg 1969, 1995 [1959], 1995 [1960]; Llagostera 1976; Muñoz
Así, un primer modelo de interacción sugiere que las relacio 1987;
nes entre las poblaciones serranas y costeras y el Imperio se ba- , saron en Santoro
líneas etál. 1987).
tradicionales de interacción regional establecidas anteriormente por las élites El segundo modelo de interacción surgió como reacción al pri
altiplánicas. Posiciones que encajan en mero. A diferencia de este, incorporó básicamente datos arqueo
este modelo (Llagostera 1976, Murra 1976) sugieren que estas in lógicos (Nuñez 1987), lo que permitió otorgar mayor
teracciones se realizaron a través de colonias altiplánicas enviadas complejidad a las hipótesis de interacciones ínter e intrarregionales entre
al valle para proveer de productos específicos a los líderes Iupaca. el Co lesuyo y las sociedades altiplánicas durante los periodos
Así, esta perspectiva asume que aunque el sistema de poder im tardíos. Este modelo sugiere que la incorporación del Colesuyo
perial se impuso sobre la región, la presencia inca en la costa se afectó a las poblaciones locales de manera “más directa y
dio a través de autoridades altiplánicas (Llagostera 1976), y que las efectiva” (Lynch y Nuñez 1994). Según esta perspectiva, hubo
relaciones sociopolíticas regionales y locales no se transformaron o colonias altiplánicas asentadas en el Colesuyo antes de la influencia
no sufrieron grandes cambios con la llegada de los incas a la zona. inca, y aunque es tas continuaron funcionando durante el apogeo
Así pues, con este modelo se argumentó que la dispersa y poca imperial, la presen cia del Imperio sí llegó a transformar el contexto
presencia de objetos y arquitectura de estilos incaicos en el socioeconómico local. Las investigaciones que siguen este modelo
Colesuyo no era un signo de la escasa relevancia económica y política reconocen que las poblaciones locales fueron sometidas a la nueva
de este territorio para el Imperio (en cuanto a inversión y administración imperial, a través de la imposición directa de
ganancia imperial). Este tipo de relación indicaría que el Colesuyo funcionarios e insti tuciones imperiales.5 De esta manera, esta
perspectiva sugiere que el imperio tuvo un control directo sobre el
<
1
Colesuyo, que no fue una región marginal, sino una zona de
I
relevancia e importancia económica y política para el centro de poder.
Debido a que este modelo se nutrió de datos provenientes de
4. Las posiciones denominadas de “arriba hacia abajo” sugieren que los gran investigaciones arqueo lógicas (Nuñez 1987, Lynch y Nuñez 1994), se
des cambios solo ocurren en los centros de poder. Por ello, estudian los ¡ imperialismos
pudodesde
comprobar que el Colesuyo tuvo una gran cantidad de
una perspectiva centrista y unidimensional. En la ac
tualidad, esta postura ha sido fuertemente criticada, debido a que no consi arquitectura y materiales de
dera los procesos locales del imperialismo. Por ello se propone adoptar una
posición de “abajo hacia arriba” o perspectiva local (Sinopoli 2001).

5. Entre ellos figuraban los tocricocs o “el que todo lo ve”, que eran funciona
rios imperiales de alto rango que velaban por los intereses del Imperio en
regiones específicas (Cerrón Palomino 2006, Julien 2006); los quipucama-
yocs o contadores, las segundas personas o yanaconas de élite, e institucio
nes como los tambos y los centros administrativos.
404 | Sofía Chacaltana Cortez
12 / Perspectivas locales de la influencia inca en el Colesuyu... | 405

estilos imperiales (ceramios, metales, keros, entre otros objetos), y sitios como Tacahuay y Camata bajo las diferentes influencias im
que mereció una alta inversión del imperio, así como una elevada periales?; ¿cómo se articularon los diversos sistemas multiétnicos
retribución económica (Uribe 2004). del Colesuyo a los disímiles y hegemónicos poderes del imperia
Finalmente, el tercer modelo es una crítica a los dos modelos lismo inca?
anteriores porque se aleja de las categorías y perspectivas teóricas
de incorporación territorial o coercitiva y hegemónica o indirecta
(Covey 2000, Luttwak 1976). Los investigadores que siguen esta lí Consideraciones teóricas
nea son principalmente arqueólogos que a través de sus trabajos
En un periodo corto de tiempo, el Imperio inca se expandió y
identificaron de forma física a las instituciones imperiales instaura
abarcó múltiples poblaciones a lo largo del vasto territorio andino.
das en la distante región del Colesuyo (Bürgi 1993; Guillaume 1992,
Luego de establecer contacto diplomático o militar con las nuevas
2001; Van Burén 1993). Luego de realizadas sus respectivas labores
poblaciones, construyó un impresionante sistema de
de campo, estos investigadores indicaron que las relaciones entre
comunica ción que consistió en caminos y tambos,
los incas y las poblaciones del Colesuyo se dieron a través de “am
instaló un complejo sis tema administrativo basado en la organización
plificadas versiones de las instituciones políticas imperiales” (Bürgi
y regulación de las poblaciones locales por motivos políticos y
1993). Quienes defienden esta perspectiva descubrieron, además,
económicos, movilizó a grandes cantidades de gente fuera de su
que al contrario de la información histórica (Diez de San Miguel
territorio (mitimaes) y, en algunas regiones, construyó impresionantes
1964 [1567]), las investigaciones arqueológicas no identifican colo
centros urbanos y administrativos siguiendo los cánones
nias lupaca en el valle alto, pero sí una fuerte influencia altiplánica
arquitectónicos imperiales (Coben 2006, Hyslop
en el Colesuyo (Bürgi 1993; Stanish 1985, 1991, 1998). Los estudios
1990, Santillana 2012). Pero se reconoce que el panorama social
enmarcados dentro de este modelo representaron un gran avance
del imperialismo inca en regiones específicas fue el resultado de
en el conocimiento de las interacciones imperiales, altiplánicas y
las múltiples respuestas de los grupos locales, el medio ambiente de
locales, debido a que en muchos casos emprendieron las primeras
cada lugar y los intereses imperiales. Todas ellas son variables que
excavaciones en el valle de Moquegua, así como en valles conti
crearon un mosaico de interacciones socia les en este territorio
guos, como el de Otora (Stanish 1985). Así, estas investigaciones
denominado Tahuantinsuyo.6
llegaron a sugerir que antes de la llegada de los incas a la región,
el grupo con mayor influencia en el Colesuyo fue el de los colla del Teniendo en cuenta las variables mencionadas, este trabajo se
altiplano, quienes quedaron reducidos luego de la incorporación aleja de las perspectivas que identifican al control estatal de mane
inca del circum-Titicaca (Arkush 2005; Julien 1982, 1983). Por ello, ra directa y/o indirecta (Luttwak 1976, Sinopoli 2001), ya que su ob
durante el Horizonte Tardío se percibe el gran cambio de una fuerte jetivo es observar los procesos de colonización interna. Asimismo,
influencia lupaca en el valle de Moquegua y el Colesuyo. se centra en las élites locales que, bajo procesos de colonización,
A pesar de que estas últimas investigaciones han contribuido tuvieron la difícil tarea de articular a las comunidades conquis
tadas con el nuevo poder impuesto (Elson y Covey 2006, Schrei-
al entendimiento de esta zona, aún hay importantes interrogantes
ber 1992). Y es que las élites locales, al igual que otros factores
que necesitan aclararse. Siendo esta la situación, llevamos a cabo
investigaciones orientadas a comprender los cambios políticos y
económicos locales: ¿cómo se transformaron las economías de
6. Tahuantinsuyo es como los incas llamaron al territorio imperial y
“cultural mente inca” (véase D’Altroy 2005).
406 | Sofía Chacaltana Cortez 12 / Perspectivas locales de la influencia inca en el Colesuyu... I 407

sociopolíticos y económicos, desempeñaron un rol importante en repercutieron en las estructuras de poder. Se sabe que los líderes
el diseño y ejecución de las políticas estatales (véase Elson y Co- locales y los asociados al centro de poder son capaces de reprodu
vey 2006, Schreiber 1992, Wolf 2005). cir, rechazar y modificar las sociedades y prácticas culturales, con
De esta forma, la presente pesquisa busca identificar las dis el fin de obtener resultados deseados (Blanton et ál. 1996: 2, Elson
tintas dimensiones de la influencia imperial en las relaciones lo y Covey 2006: 3). En el caso particular de las élites locales, porque
cales y regionales de las disímiles poblaciones del Colesuyo, así durante periodos de colonización, pierden u obtienen mayor po
como las capacidades políticas de los líderes locales. Por ejemplo, der, ya que en muchos casos funcionan como intermediarias entre
Michael Malpass y Sonia Alconini sugieren que el control imperial el Imperio y las poblaciones (Elson y Covey 2006). Este aspecto ha
fue invariablemente “indirecto” debido a que los incas siempre se sido desarrollado por las ciencias sociales (Bordieu 1977, 1990) y
apoyaron —aunque en distinta forma e intensidad— en las élites aplicado a la arqueología por investigadores que estudian imperia
regionales y locales, las que a su vez fueron incorporadas a una lismos arcaicos en otras regiones del globo (véase Pauketat 2000,
jerarquía administrativa (Malpass y Alconini 2010: 4-5). Esta afirma Sinopoli 2001). A partir de estas consideraciones, nuestro trabajo
ción es interesante porque, más allá de su validez, invita a pensar se propuso entender de qué manera las élites de la chaupi yunga
en la siguiente pregunta: ¿cómo se puede observar estos elusivos (sierra) y de la yunga (costa) habitando el Colesuyo, se articularon
poderes en las periferias del Imperio (o más allá de sus límites), con los diversos poderes del Imperio inca. Para llevar a cabo esta
cuando los grupos locales “adquieren algunas de las características tarea, se emplearon varias líneas de evidencia, como las de tipo pa-
del Estado pero nunca son realmente incorporados [o copiados]”? 7 leobotánico (análisis de flotación y pólenes), químico (análisis de
(Marcus y Feinman 1998: 6). Sobre las prácticas de un imperio, la composición cerámica por LA-ICP-MS), bioantropológico y etno-
debe mencionarse que a pesar de que en muchos casos los esta histórico, con el fin de obtener una visión integral de las dinámicas
dos e imperios —tanto arcaicos como modernos— son percibidos establecidas a partir de la ocupación inca de la región.
como grandes estructuras políticas y sociales, se sustentan, crean Los datos etnohistóricos sobre esta zona son múltiples (Ca ñedo-
y a su vez son transformados por los intereses de las élites relacio Arguelles 1993, 1994, 2005, 2009; Diez de San Miguel 1964
nadas con el imperio y/o centros de poder, las élites locales, e in [1567]; Galdós Rodríguez 1975/1976 [1549]; Hidalgo 2009; Julien
cluso, los comunes (Wolf 2005). Por ello, al estudiar el imperialismo 1982, 1985; Málaga etál. 1974 [1546-1556]; Trelles Aréstegui 1991).
inca en el Colesuyo, debe tomarse en cuenta la agencia 8 de estas Leyendo los documentos podemos identificar que las relaciones
élites y de los comunes. Todos ellos son agentes importantes que entre los grupos del Colesuyo y los del altiplano fueron múltiples.
Por ejemplo, John Murra (1980) y John Rowe (1982), basándose
en la visita de Garci Diez de San Miguel (1964 [ 15671) a los grupos
7. Traducción de la autora. En esta frase, Joyce Marcus y Gary Feinman aluden lupaca del altiplano, identificaron la presencia de colonos o mi
a que, a pesar de buscarse la recreación de espacios, burocracia y políticas
imperiales en zonas provinciales, estas políticas nunca se incorporan de timaes altiplánicos en el Colesuyo, impuestos al parecer por las
forma idéntica, lo que refiere a conceptos de hibridación cultural. élites lupaca, y luego asumidos por los incas.9 Asimismo,
8. Agencia (agertcy) es un término difícil de traducir al español, pero aproxi siempre
madamente se refiere a la capacidad humana de acción, que forma parte
constitutiva de los sistemas sociales (Giddens 1984). Con sus acciones dia
rias y/o cotidianas, y como conocedores y actores de las normas sociales,
los individuos son participantes —con o sin intención— del orden y el siste
ma social (Dobres y Robb 2000, Doman 2002). 9. Pero como se indicó anteriormente, este escenario ha sido discutido por in
vestigaciones arqueológicas (Bürgi 1993; Stanish 1998; Van Burén 1993), ya
que durante el Intermedio Tardío no se ha encontrado influencia o
presencia
408 | Sofía Chacaltana Cortez 12 / Perspectivas locales de la influencia inca en el Colesuyu... | 409

basándose en este documento, hallaron que las élites designadas Valle alto de Moquegua: poblaciones chaupi yunga
en el Colesuyo explotaban directamente los recursos y mantenían
vínculos con sus respectivas facciones en el altiplano. Por otro Durante el Intermedio Tardío, las partes media y alta del valle de
lado, la historiadora Teresa Cañedo Argüelles (1993, 2005), en sus Moquegua estuvieron habitadas por los grupos estuquiña, que
estudios sobre los documentos jurídicos de Juan Gutiérrez Flores se caracterizaron por ser organizaciones políticas fragmentadas
(visitador en los años 1572-1573 del valle de Moquegua para resol inmersas en enfrentamientos endémicos. Esta situación proba
ver pleitos de indígenas en la zona), indica que existían distintos blemente se debió a una inestable economía agrícola y a una or
tipos de interacciones entre los grupos del Colesuyo y las élites ganización social basada en estrategias de competitividad (Arkush
lupaca (véase Chacaltana et ál. 2010). Por ejemplo, esta autora re 2005). Las comunidades estuquiña vivían en la cima de los cerros,
vela que luego de la conquista inca, la zona lupaca Hanansaya o en conjuntos habitacionales amurallados, y contaban con peque
Urcosuyo estuvo directamente relacionada con el valle medio de ños sistemas agrícolas adyacentes de aproximadamente diez hec
Moquegua,10 mientras que la Hurinsaya o Umasuyo tenía una co táreas11 (véase Dayton 2006; Williams 1997, 2001). A pesar de que
lonia en el valle de Sama —que probablemente corresponde al si los estuquiña tuvieron un tipo de economía solo doméstica y, en
tio reconocido por Hermann Trimborn (1975) como Sama Grande algunos casos, comunitaria, se ha sugerido que desde antes de
(Covey 2000)— y estaba vinculada con el área de Torata (valle alto la presencia inca, participaron en un intenso intercambio de bie nes
de Moquegua). Por otro lado, el historiador Cúneo Vidal (1916) su y productos con los grupos altiplánicos (Bürgi 1993, Conrad 1993,
giere que los lupaca de Acora mantenían relaciones directas con Stanish 1985). ¿De qué manera se dieron estas interacciones
la zona alta del valle de Tacna, así como los de Juli lo hacían con interregionales?
la zona alta del valle de Moquegua, y los de Pomata, con el valle Nuestras excavaciones en Camata Tambo/Pueblo y en Taca-
de Sama (véase también Julien 1985) (véase figura 12.1). En esta huay Tambo/Pueblo permiten aclarar esta interrogante (véase
descripción se percibe la complejidad de las relaciones de las fac para más detalle Chacaltana 2010b y Chacaltana et ál. 2010).
ciones altiplánicas con poblaciones y zonas específicas del Cole
suyo, una información que será relevante cuando se analicen los Camata Tambo/Pueblo
datos cerámicos.
Camata Tambo es un tambo inca de aproximadamente 120 x 50
metros de área, ubicado a 2800 msnm en el valle alto de Moque gua.
A menos de 100 metros de distancia de este tambo se encuen tra
Camata Pueblo, una aldea estuquiña. Camata Tambo tiene un total
de colonias lupaca en el Colesuyo. Por el contrario, durante este periodo
fueron al parecer los colla del noreste del lago Titicaca quienes tuvieron más de 31 qolqas, aparte de otras cuatro qolqas ubicadas en la par te
influencia, perdiéndola cuando fueron castigados por los incas por rebeldes. norte de Tacahuay, en un edificio denominado “complejo chull- pas"
10. Aunque no se indica cómo fue esta relación, se sostiene que en Moquegua (figura 12.2). Es importante mencionar que está rodeado por un
los líderes lupaca continuaban bajo e! poder político de los líderes
principales Apu Cari (don Martín Cari durante la época colonial) y/o Apu complejo sistema de terrazas agrícolas de aproximadamente
Cusí (don Martín Cusí), hanan y hurin, respectivamente, que fueron puestos
o legitimados por el Imperio. Durante la época colonial había líderes
locales que indicaban haber gobernado con estos líderes lupaca, segundas 11. Las aldeas estuquiña tuvieron tierras agrícolas aledañas con un rango
personas o burócratas impues tos por el Inca como “segunda persona” que va de entre 0,5 y 10 hectáreas (Dayton 2006, Williams 1996).
(Cañedo-Argüelles 2005).
410 | Sofía Chacaltana Cortez 12 / Perspectivas locales de la influencia inca en el Colesuyu... | 411

noreste tienen una dimensión de unos 4x3 metros y se encuen


tran bastante deterioradas.
La qolqa 1 está ubicada en el sector sur y presentó un piso
de lajas con revestimiento de argamasa. Bajo la superficie de este
piso se encontró un ducto de ventilación de aproximadamente 30
centímetros de ancho, que cruzaba la qolqa de norte a sur y que
no tenía salida al exterior. Por otro lado, los análisis de polen iden tifican
la presencia de maíz (Zea mays), molle (Schinus molle') y
Chenopodium/Amaranthus, representado por la quinua, cañigua y
otros granos, y de Solanum/Lycopersicon, donde figuran la papa, el
tomate andino y el pepino. También se hallaron productos de mar,
como moluscos, lo que sugiere que esta qolqa se construyó para
almacenar productos de procedencia regional.
Por otro lado, la qolqa 13 posee un piso compuesto en la su perficie,
ya que tiene lajas a lo largo de los muros y barro batido en el
Figura 12.2. Mapa de Camata Tambo/Pueblo marcando las unidades de excavaciones centro. Este cuarto de almacenamiento también presenta un piso
inter venidas por el presente proyecto (dibujo tomado de Dayton 2006). complejo, pues tuvo un relleno de piedras sin argamasa y dos canales
que pasaban por debajo, uno de los cuales se encontró clausurado
350 hectáreas12 (Dayton 2006). En la presente investigación se ex (figura 12.3). Al igual que en la qolqa 1, se hallaron muy pocos
cavaron cuatro cuartos de almacenamiento, dos qolqas del tambo, restos macrobotánicos, pero se identificó algunas evi dencias de
una qolqa del complejo chullpas y una estructura de almacena miento Solanum sp. (papa), Amaranthus sp. (kiwicha) y echi- nopsis, que es
encontrada en el centro del pueblo estuquiña y al lado de un una fruta parecida a la tuna, y abundante presencia de molle
espacio abierto que ha sido identificado como una unidad do méstica (Goldstein y Muñoz 2007). También se halló Zea mays y
de élite (Chacaltana 2010b). Las qolqas de Camata Tambo están Chenopodium/Amaranthus, lo que indica una diversidad de pro ductos,
separadas en tres sectores. El sector sur está compuesto por siete aunque principalmente se encontró papa como semilla (véase
qolqas correspondientes a los almacenes de mayor tamaño, de Chacaltana 2010a).
aproximadamente 6x5 metros; las qolqas del sector noroeste miden De acuerdo con las excavaciones realizadas en Camata Tambo,
cerca de 5 x 4 metros; mientras que las 13 qolqas del sector así como las llevadas a cabo por Guillaume-Gentile (1992), los tres
sectores tuvieron sofisticados pisos y distintas tecnologías arquitec
tónicas, enfatizándose el paso libre del aire y agua. En general, estas
qolqas tuvieron tecnologías de almacenamiento bastante comple jas,
12. Este sistema agrícola diseñado durante la presencia inca en el valle alto fue
acompañado de la construcción de tres grandes reservorios de agua que que Craig Morris (1992) denominó “pisos abiertos” a partir de sus
organizaban la distribución hacia las terrazas, así como de la ampliación del excavaciones en los cuartos de almacenamiento de Huánuco Pampa.
canal de irrigación principal. Esta complejidad agrícola sugiere la ayuda de
los líderes locales para el manejo de las tierras y de la mano de obra y un
Estos pisos se caracterizan por ser rellenos compuestos de piedras de
conocimiento del medioambiente, social y político. distintos tamaños y sin argamasa. Estos tipos de pisos
412 | Sofía Chacaltana Cortez
12 / Perspectivas locales de la influencia inca en el Colesuyu... | 413

Camata Pueblo

En el centro del pueblo estuquiña de Camata se excavó un pequeño


recinto de almacenamiento que tiene otros cinco pequeños cuar
tos contiguos (figura 12.2). Guillaume-Gentile realizó excavaciones
en el recinto número 2, y nuestro proyecto, en el recinto número 3.
CHUQUIBAM (JA-
La distribución espacial y los resultados de nuestras excavaciones
revelan que estas unidades de almacenamiento tenían caracterís
TQRATA
ARCHAHOLOOICAL
PRQJECT2006

ticas arquitectónicas tanto estuquiña como incaicas (Chacaltana


2010a, 2010b). En la estructura excavada (estructura 3), se halló un
piso compuesto de lajas y barro, debajo del cual se encontró un
relleno formado de grandes piedras con argamasa.
Asimismo, por debajo del relleno de este cuarto de almacena miento
se encontró una pequeña estructura de acopio, característi ca de las
Figura 12.3. Dibujo del piso de la qolqa 13 de Camata Tambo. Nótese el detalle de los
canales. unidades domésticas estuquiña. Los almacenes estuquiña son
pequeñas estructuras rectangulares de 70 x 80 centímetros, con paredes
de barro de 10 centímetros de ancho, que se ubican dentro de las
tenían el objetivo de ser ventilados, de crear un ambiente refrige
unidades domésticas, específicamente al lado de la zona de cocina
rado y con una temperatura estable, ya que en la sierra y la puna la
(Bürgi 1993, Conrad 1993, Guillaume-Gentile 1992). Llama la atención
temperatura cambia drásticamente entre el día y la noche. Asimis
el contraste entre los tradicionales sistemas de almacena miento
mo, se descubrieron determinados cultígenos y una variedad antes
estuquiña de dimensiones domésticas, y las radicalmente distintas
no observada en las excavaciones de cuartos de almacenamiento
tecnologías incas. Estas evidencias indican que las qolqas o
en otros sitios incas (Hastorf 1984, Lennstrom y Hastorf 1992, Levine
almacenes encontrados en la superficie central del pueblo fueron
1992, Morris 1992). Esto solo fue posible gracias a los estudios macro
construidas durante la ocupación incaica del valle.
y microbotánicos de las muestras obtenidas en las qolqas y en las
Así, sobre la base de las evidencias arqueológicas y paleobo-
terrazas agrícolas que rodean el tambo13 (Dayton 2006). Esta presen
tánicas, se propone que durante la presencia inca en la región, el
cia de ciertos productos agrícolas se relaciona con una sofisticada
poder económico y político de las élites locales aumentó, debido
tecnología de almacenamiento, mostrando una especialización.
a la vinculación de élites específicas con esta institución imperial,
como lo fue el tambo de Camata. Esto tuvo dos efectos importan
13. Christine Hastorf (1984) conduce un sofisticado análisis paleobotánico (flo tes: el primero fue un mayor acceso a productos provenientes de
tación o investigación macrobotánica) de qolqas ubicadas en varios sitios las aumentadas terrazas agrícolas, administrados y distribuidos por
incas de la región del Mantara, que está llegando a conclusiones bastante
la administración imperial, y el otro fue poder acceder a tecnolo
interesantes.
gías agrícolas de almacenamiento que permitieron un cambio de
una economía de tipo doméstico a otra de tipo político, lo que tuvo
implicancias políticas e ideológicas que veremos más adelante.
414 | Sofía Chacaltana Cortez Valle bajo de Moquegua: poblaciones yungas
La costa estuvo poblada por grupos dispersos, fragmentados, redu 12 / Perspectivas locales de la influencia inca en el Colesuyu... | 415
cidos y localizados en pequeñas quebradas a lo largo de la región
denominada Colesuyo (Chacaltana et ál. 2010, Covey 2000, Julien
economía diversificada, basada en la agricultura, la explotación
1985). Arqueológicamente, estos grupos han sido reconocidos a
de las lomas, la tenencia de rebaños, la utilización de los recursos
través de cerámicas con diseños, tecnologías y formas disímiles
del mar y el intercambio con grupos de pescadores especializados
denominadas San Miguel, Gentilar y Chiribaya Terminal. Los datos
y con grupos del valle alto y subordinados al altiplano. Se trata de
etnohistóricos, en cambio, solo mencionan dos grupos distintos: los
un panorama complejo sobre unas poblaciones (y una región) an
coles y los camanchaca, los primeros con una economía mixta y
teriormente no estudiadas por haber sido consideradas pasivas,
los segundos con una marítima (pescadores). Según Rostworowski
marginales, sin interacciones sociales que merecieran investigarse
(1981), en el Colesuyo los pescadores siempre estuvieron subordi (Zaro 2010).
nados a los agricultores, por lo que en el Intermedio Tardío y el Ho
rizonte Tardío fue fácil para los serranos establecer relaciones de Excavaciones en Tacahuay Tambo/Pueblo
subordinación e intercambio con las poblaciones pescadoras. Hoy
se sabe que los vínculos entre las poblaciones costeñas pescado Tacahuay Tambo/Pueblo es un sitio multicomponente con eviden
ras y agricultoras fueron más complejos que lo que Rostworowski cia de ocupación doméstica y con una arquitectura que parece
supuso (Hidalgo 2009, Lizárraga 1968 [1603-1609], Schiappacasse y propia de un tambo inca. Se ubica a 30 kilómetros al sur del río lio
Niemeyer 1989). Por ello, las interrogantes son: ¿qué características y a dos kilómetros tierra adentro del océano Pacífico. Al contrario
tuvieron estos grupos costeros durante las épocas tardías?; ¿cómo de otros sitios de la zona costera del Colesuyo, Tacahuay se distin
fueron sus relaciones Ínter e intrarregionales en el Intermedio Tar gue, en primer lugar, por sus abundantes fragmentos de cerámi
dío y durante la influencia inca? ca altiplánica (Inca-Cuzqueño e Inca-Altiplánico) distribuida en la
El modelo de Rostworowski se basó en documentos colonia superficie del “tambo”14 (Covey 2000, Chacaltana et ál. 2010), y en
les y, por ende, en escritos con una visión hispana bastante sesga segundo lugar, por ser un sitio compuesto de espacios foráneos, lo
da. Hoy en día se ha advertido que algunos grupos especialistas cales y económicos bastante diferenciados. Por ejemplo, entre sus
de pescadores estuvieron formados por ayllus que explotaban tie áreas económicas tenemos a los tendales (zonas planas y areno
rras del valle adentro, y que además eran especialistas en distintas sas en las laderas del cerro) y un sistema agrícola de alrededor de
tecnologías de pesca, metalurgia y textilería (Nuñez 1987, Salazar 30 hectáreas irrigado por pozos de agua. En el 2010, se abrieron 14
et ál. 2010, Schiappacasse y Niemeyer 1989). Las investigaciones unidades de excavación en espacios estatales (estructuras dentro
arqueológicas llevadas a cabo recientemente están demostrando del área del tambo, como la kallanka, estructuras rectangulares y
que las relaciones y la naturaleza de los grupos de pescadores fue
ron más variadas y complejas que lo que hasta ahora se ha plan
teado (Horna 2010, Salazar et ál. 2010). 14. Se pone este término entre comillas debido a que se ha sugerido que esta
De las excavaciones realizadas en Tacahuay Tambo/Pueblo se estructura tuvo la distribución espacial de una posta de descanso inca, e
inicialmente se la identificó como un tambo (Chacaltana et ál. 2010, Covey
desprende que la gente que vivía en el sitio de Tacahuay tuvo una 2000). Sobre la base de nuestras investigaciones, se ha determinado que
este edificio no corresponde a un tambo incaico, como sí lo fue Camata
Tambo. Esto gracias a varias evidencias, como la falta de un camino formal
que llegue a Tacahuay, la ausencia de un sistema de almacenamiento, no
estar articulado al sistema administrativo incaico, y la ausencia de pisos
formales en la kallanka. Esto no descarta que este edificio pudo haber cum
plido funciones parecidas a las de un tambo y/o estancia.
416 | Sofía Chacaltana Cortez chullpas}, económicos y domésticos. 15 A continuación, describimos las
excavaciones realizadas en espacios del tambo (figura 12.4) y en los
denominados espacios económicos. 12 / Perspectivas locales de la influencia inca en el Colesuyu... | 417

Espacios imperiales o del tambo en cambio, encontramos una clara deposición de deshechos pro venientes
de sucesos esporádicos de preparación de comida, indi cando intensos
a) Estructura I
pero ocasionales usos de este espacio. Esta basura se compone de
grandes cantidades de carbón, pequeños frag mentos de cerámica
Se trata de un cuarto rectangular o kallanka ubicado alrededor de
quemada (ollas y cuencos), peces pelágicos (de alta mar), muchos
un patio. En las excavaciones encontramos que sus niveles supe
restos óseos de camélidos con evidencia de cortes, y diferentes especies
riores (D y E) revelaban una intensa reutilización del espacio duran te
de moluscos de playa y de roca. Sobre la presencia de moluscos en
la época colonial temprana, ya que estas capas se hallaron bajo la
Tacahuay, se ha sugerido que existía un acceso diferenciado a estos
ceniza del volcán Huaynaputina, que erupcionó en el 1600 d. C., siendo
recursos, estando las especies de playa rocosa más presentes en los
esta una clara marca temporal en el registro arqueológico. El
espacios imperiales, y las de playa de arena o abierta más en los
espacio fue utilizado para encerrar a cerdos y ganado vacuno, ya
espacios domésticos (Breslin 2002). Esta apreciación es interesante
que se encontró abundante excremento de estos animales en las
porque la playa rocosa se ubica aproximadamente a cinco kilómetros
capas coloniales tempranas.16 De forma similar, las muestras de polen
de Tacahuay y se sabe que ahí existieron grupos de pescadores
provenientes de los niveles D y E identificaron polen de olivo (Olea
(especialistas) desde por lo menos la época chiribaya hasta la
europea}, lo que confirmó que se trataba de un espacio uti lizado
colonial (Bar y Chacaltana 2010, Covey 2000, Trelles Aréstegui
durante la época colonial y que el cultivo de olivo comenzó pocas
1991). En cambio, los moluscos de playas de arena están más
décadas después del contacto entre andinos y españoles. Por el
cerca de Tacahuay Tambo/Pueblo y no requieren de tecnologías
contrario, la capa F corresponde al uso prehispánico de la kallanka con
sofisticadas. Por ejemplo, por etno grafías de pueblos de pescadores de
tres fechados de carbono radioactivo calibrados en tre el 1250 y el
la costa norte, se sabe que marisquear en playa abierta no requiere
1450 d. C. con el rango de 2 sigma. 17 Es interesante mencionar que esta
de una especialización, a diferencia de recolectar moluscos en una
estructura rectangular no tuvo un piso formal;
playa rocosa, para lo cual se necesita experiencia y técnica (Sabella
1975:55-57). En esta estructura I, mediante análisis botánicos se
encontraron fragmen tos y polen de maíz, semillas de molle, Solanum
15. Esta diferenciación de espacios se hizo para tener una metodología de ex sp. (tubérculos) y Cheno-Am, lo que indica que se consumían granos y
cavación más clara. Los distintos sectores agrícolas de Tacahuay también tubérculos.
están considerados como espacios económicos. Esta división se realizó
antes de ser excavado, por lo que los datos obtenidos no necesariamente
corresponden a las categorías de espacios utilizadas. Chullpas
16. Informe presentado por Susan deFrance en el 2010 e incluido en el informe
de campo del Programa de Investigaciones de Tacahuay (Bar y Chacaltana a) Estructura II (chullpa I)
2010).
17. 2 sigma de calibración según la fórmula de McCormac et ál. (2004) para Se excavó en una estructura al costado de la kallanka (estructura 1),
el hemisferio sur.
que aparentaba ser un almacén o qolqa debido a su forma circu
lar, por estar al lado de la kallanka y ser parte constitutiva de los
tambos incas (Chacaltana et ál. 2010). Sin embargo, esta estructura
correspondió a una chullpa rectangular de alrededor de 1,40 metro
de alto x 2,40 metros de ancho (figura 12.5), construida de piedra,
12/ Perspectivas locales de la influencia inca en el Colesuyu... | 419

con argamasa, y revestida en el exterior de barro. En la fachada


tiene una entrada de 1 x 0,55 metros, sellada por dos lajas de coqui na
plana (roca de orilla marina formada por restos malacológicos), una
piedra que fue traída de la costa (existe en Punta Picata, a cin co
kilómetros de distancia). En general, las características forma les de
la chullpa tienen influencias altiplánicas (Hyslop 1977, Isbell 1997,
Julien 1981, Ravines 2008, Risto y Párssinen 2005, Tantalean 2006). En
la actualidad, esta estructura está bajo la superficie debi do a dos
grandes eventos de El Niño ocurridos en los últimos 500 años, que la
han cubierto de tierra y barro. Dichos eventos han sido documentados
anteriormente, y pueden ser observados en otras zonas de la quebrada
de Tacahuay (véase Keefer et ál. 2003).
Las excavaciones revelaron que esta chullpa fue disturbada
en la época colonial, debido a que se hallaron materiales de ese
periodo bajo la superficie, así como ceniza del Huaynaputina en
varias capas. Por ello, solo se excavó la mitad oeste de esta estruc tura,
donde recuperamos abundantes pedazos de cerámica de los estilos San

o los sectores agrícolas, las unidades excavadas mencionadas y los pozos de agua del lugar.
Miguel, Gentilar, Chiribaya Terminal e Inca-Altiplánico, artefactos de
cobre estannífero y muchos fragmentos óseos hu manos y patas de
camélidos (Bar y Chacaltana 2010). Debido a que la chullpa fue
disturbada, no se pudo determinar el número mínimo de individuos
ni identificar todos los materiales asociados a ellos. Por otro lado,
por la variedad y calidad de las piezas recu peradas, se pudo deducir que
el contexto fue bastante suntuoso y complejo; contenía varios individuos
de todas las edades y sexos, así como objetos de lujo provenientes de
otras regiones.

b) Estructura IX (chullpa II)

wx<« 0090808 0000808

Esta unidad corresponde a una chullpa ubicada en la parte oeste


del tambo. Se trata de una estructura intacta de 1,70 metro de alto
por 2,20 metros de ancho. De forma similar a la estructura ante rior,
no fue claramente distinguida en la superficie porque estuvo cubierta por
eventos eólicos y por sedimentos originados por fenó menos de El Niño,
razones por las cuales su interior se encontró
420 | Sofía Chacaltana Cortez 12 / Perspectivas locales de la influencia inca en el Colesuyu... |
421

algunos materiales excavados en la chullpa refleja una interesante


secuencia temporal. Por ejemplo, las vasijas con estilos locales y
regionales estuvieron ubicadas en las partes media y baja de la
chullpa, mientras que las que tenían estilos incas-altiplánicos se
encontraban cercanas a la superficie. También se hallaron varios
fragmentos de keros (vasos) de madera con diseños romboidales,
rectangulares y de tramado. Estos diseños son tradicionalmente
incaicos. Finalmente, se encontraron aproximadamente 20 patas
de camélidos, 26 piruros pequeños de piedra con evidencia de uso,
una punta de proyectil de cuarzo y varias cuentas de crisocola.
Los análisis metalográficos indican que, por su composición y
forma, los tumis hallados en la chullpa son de manufactura estatal y
probablemente provienen del altiplano, ya que el cobre utilizado en
Figura 12.5. Foto de la chullpa 1 (estructura II) de Tacahuay Tambo. ellos es bastante diferente a los cobres locales, cuyos niveles de es
Nótese las lajas de coquina ubicadas en la entrada este de la estructura. taño son más bajos (véase Carcedo y Vetter 1999, Salazar et ál. 2010;
15-16). Asimismo, respecto del grupo de individuos encontrado
inalterado. Este edificio funerario también presentó una entrada en la chullpa, ellos parecen pertenecer a un grupo familiar o ayllu de
en la fachada este, con una piedra plana de coquina bloqueándola. La aproximadamente dos a tres generaciones, según la propuesta de
chullpa fue dividida en diez niveles arbitrarios para llevar un mejor periodo de vida indígena hecha por Noble David Cook (1981).
control de las excavaciones, encontrándose 32 individuos, entre los Por su parte, los análisis macrobotánicos y palinológicos de
cuales figuraban hombres y mujeres adultos, adolescentes, materiales y sedimentos de nueve sectores agrícolas del sitio de
niños e infantes. Asimismo, en esta estructura se hallaron 15 objetos Tacahuay permitieron distinguir la presencia de sectores especia
de metal, entre ellos tres tumis de bronce estannífero lizados en el cultivo de maíz en el extremo norte y sur y, en con
(concentración de estaño que varía entre 7,53% y 1,40%), 18 pinzas traste, una agricultura más diversificada en los sectores centrales
de cobre y ador nos o narigueras de lumbago, entre otros (figura 12.4). También se identificó abundante Zea mays en todos
materiales. También se recuperó un total de 70 vasijas de los espacios a través del tiempo, lo que sugiere un mayor
cerámica completas, de las cua les el 80% fueron de estilos locales acceso a productos foráneos durante la influencia inca (e. g.
(mayormente Gentilar y Chiriba- ya), 18% de estilos de procedencia Chenopo- diumquinoa'). Por otro lado, los análisis macrobotánicos
regional (Estuquiña), y el 2% de estilos incas-altiplánicos. La permitie ron encontrar semillas de algodón, en contraste con
deposición diferenciada y vertical de una ausencia de Capsicum sp. o ají, información que ha sido
corroborada por las muestras de polen. Esto es importante porque los
datos históricos mencionan que los grupos costeros proveían de ají a
los señores lupaca, algo que no estaría ocurriendo en el caso
18. Este tipo de lectura se hizo con una pistola de emisión de rayos X de de Tacahuay. En lo que respecta al algodón, su distribución es
fluores cencia que midió hasta 15 elementos distintos (incluidos Bi, Ba, Sn,
Ni, Zr, Ta, As, Au, Ti, Zn, Mn, Pb, In, Fe, Cu, Ag, K, V). interesante. Las semillas de algodón solo se hallan en las
muestras obtenidas del
422 | Sofía Chacaltana Cortez 12 / Perspectivas locales de la influencia inca en el Colesuyu... |
423
contenido de las vasijas provenientes de contextos de ofrendas
y/o en las chullpas, y no en los sectores domésticos ni en las cuenta la información histórica. Sobre la base de investigaciones
capas de las estructuras. Asimismo, tampoco se ha encontrado polen arqueológicas y de documentos históricos, se sabe de la
de algodón en las muestras que se han obtenido del sector existencia de mitimaes colla especialistas en fabricar objetos de
agrícola. Sobre la base de estas evidencias, se ha propuesto que cerámica viviendo en Milliraya (Hayashida 1995, 1998; Spurling
se utiliza ban semillas de algodón para realizar rituales y que, al 1992). Estos mitimaes del mismo grupo étnico pero de distintas
igual que el ají, no se lo cultivó en esta quebrada. parcialidades fueron reubicados en esta localidad, y tuvieron acceso
Por otro lado, en Tacahuay existe evidencia de presencia de a tierras agrícolas de los valles occidentales (Spurling 1992). Por
árboles (como la tara y el molle) y de una diversidad de plantas, otro lado, desde una perspectiva ecológica, se ha sugerido que, en la
como la lúcuma (Pouteria lucuma), el camote (.Ipomea batatas) y época prehispánica, la producción de cerámica no pudo
otras plantas endémicas características de un ambiente de lomas. desarrollarse en el altiplano en tiempos de lluvia o heladas debido
Esta diversidad de cultígenos económicos, hierbas y árboles, su a la humedad (Arnold 1993: 236). Las temperaturas además son
giere una agricultura del estilo de “jardín doméstico” (Peters más bajas en la altura y la combustión más difícil. Estas
2000), lo que tiene implicaciones sociales.19 condiciones impedirían especializarse en cerámica a tiempo
Los trabajos incluyeron también la lectura química de 70 frag completo en esta región. Es importante considerar este aspecto para
mentos cerámicos de Tacahuay a través del método de ablación el Colesuyo. Se tiene evi dencia de que existían mitimaes lupaca
de espectroscopia de plasma inducido por láser, realizado en el especialistas en cerámica en la localidad de Ccupi (Diez de San
laboratorio de masas del Museo Field de Chicago (Piscatelli y Cha Miguel 1964 [1567], Hayas hida 1995), sitio que no ha sido
caltana 2012). La mayoría de los fragmentos cerámicos analizados identificado arqueológicamente (Spurling 1992, Julien 1985). Sin
provenientes de Tacahuay presentaron estilos foráneos (inca-alti- embargo, por la visita de Garci Diez se sabe que estos ceramistas
plánico, regionales y locales), revelándose que la cerámica de Ta (también hubo especialistas en metalurgia) se organizaron bajo el
cahuay tiene una gran variedad de composiciones de elementos, sistema dual característico de los lupaca, que ya hemos
pero que en general, las muestras se agrupan en la formación geo descrito anteriormente. Por otro lado, es probable que, al igual
lógica de Tumilaca, localizada en el valle alto de Moquegua (véase que los mitimaes ceramistas colla, los mitimaes lupaca pudieran
Sharratt et ál. 2009), y en una de las dos formaciones acceder a tierras del valle. Este esce nario no solo explicaría la
geológicas del valle bajo de Moquegua.20 similitud química entre la cerámica re cuperada de Tacahuay y la
Los datos sobre posibles fuentes de arcilla y cerámica son in formación geológica del valle medio de Moquegua, sino
teresantes en sí mismos, pero lo son aún más cuando se toma en también la fuerte presencia de estilos pareci dos en ciertas zonas
del Colesuyo. En la actualidad, esta similitud entre algunos
estilos cerámicos incas-altiplánicos
19. La agricultura de estilo “jardín doméstico” alude a una agricultura a baja (especialmente el Sillustani Polícromo y Saxamar) comienza
escala, manejada por grupos familiares (por su cercanía a las unidades do
mésticas), y en la que había una diversidad de plantas económicas, medici a ser cada vez más evidente. Al parecer, existe un patrón de
nales y rituales (Peters 2000). distribución espacial de cerámica de estilos inca-altiplánicos en el
20. El valle bajo de Moquegua se distingue por poseer dos tipos de Colesuyo. Por ejemplo, las excavaciones realizadas en el valle
sedimentos: uno de plutones ígneos del Jurásico y el otro caracterizado por
los depósitos del Cuaternario sedimentario. medio de Moquegua (en las afueras de la ciudad de Moquegua)
por el arqueólogo Luis Díaz en el 2010, descubrieron que en
esta zona hay una gran cantidad de cerámica inca-altiplánica muy
parecida a la de Tacahuay. Al
424 I Sofía Chacaltana Cortez 12 / Perspectivas locales de la influencia inca en el Colesuyu...
[ 425
mismo tiempo, algunas piezas de los museos de Azapa en
Chile y de Peañas en Tacna son idénticas a las de Tacahuay. con grupos de especialistas costeros, como ios pescadores o los
Este patrón de distribución espacial de cerámica concordaría con agricultores dedicados al algodón y al ají. Esta apertura hacia ma
los vínculos de las facciones altiplánicas con zonas específicas teriales y prácticas regionales y altiplánicas por parte de
del Colesuyo, tal como mencionamos líneas arriba. poblacio nes costeras en el Colesuyo (Lozada 2002, Miranda y
Umire 2007, Reycraft 1998), representó una transformación social
Conclusiones nunca antes vista en esta región. Es importante mencionar que no
se especula sobre el lugar de origen o la identidad étnica de los
La investigación arqueológica centrada en procesos de imperialis hombres y mu jeres encontrados en las chullpas, ya que esta
mo arcaico en zonas provinciales, periféricas o alejadas del información solo se obtendrá luego de realizar análisis de isótopos de
centro de poder se torna cada vez más compleja. Esto debido a que estroncio de las muestras de estos individuos.
en los últimos años se ha puesto en evidencia que estos procesos son En cambio, los grupos de élite locales que habitaban en Ca
el producto de complejas negociaciones de poder entre los variados ruata Pueblo, por su cercanía con instituciones estatales —como
intereses imperiales, regionales y locales. Por un lado, los intereses Camata Tambo—, se articularon al Imperio desde otra
imperiales pueden ser ideológicos, políticos y/o económicos (Al- situación y de manera distinta. Por las evidencias encontradas en
conini 2008), encontrándose además en una posición Camata Pueblo, estás élites tuvieron acceso a una tecnología de
jerárquica de poder; por otro, los intereses locales responden a almace namiento que las benefició económicamente y, por ende,
las múltiples y competitivas élites de cada territorio, así como a política e ideológicamente, por sobre las poblaciones del valle alto
los intereses de los comunes (Dobres y Robb 2000). y, pro bablemente, las de otras regiones. Sin embargo, al
Al respecto, las investigaciones realizadas en los sitios de Ca- parecer esto no ocurrió con todas las élites estuquiña que vivían
mata y Tacahuay tienen importantes resonancias teóricas y meto por el valle alto de Moquegua, sino solo con algunas que
dológicas que van más allá del objetivo de este texto. No obstante, tuvieron la agencia de ajustarse a las nuevas condiciones
hemos podido mostrar información relevante sobre los intereses implantadas por los incas y altiplánicos, asociándose con ellos (véase
planteados, enfocándonos en las élites locales en contextos de im Chacaltana et ál. 2010).
perialismo, así como en la naturaleza de los grupos locales Se pueden apreciar, así, las maneras como el imperialismo
antes y durante la presencia de los incas en el Colesuyo. A partir de inca afectó a los disímiles pueblos del Colesuyo. En la parta
esta información, pueden plantearse una serie de ideas. alta del valle vemos una articulación con el sistema político
Respecto de los múltiples individuos y objetos hallados en la imperial debido a la presencia de instituciones incas, como los
chullpa II (estructura IX), esto sugiere que las personas de ese tambos, los centros administrativos y el camino inca, entre otras.
gru po o ayllu pertenecientes a una élite costera tuvieron En esta zona se puede observar que, por su relación directa con
identidades de elaboración compleja ideológica y política. Estas Camata Tam bo, las élites estuquiña de Camata Pueblo
élites que vi vían en Tacahuay construyeron identidades de tuvieron la posibilidad de emular tecnologías de almacenamiento
dimensiones regio nales e híbridas. Tuvieron acceso a imperiales, lo que les permitió tener más beneficios económicos,
materiales exóticos (regionales y del altiplano), llevaron a cabo y probablemente po líticos, que otros grupos del Colesuyo, una
prácticas rituales altiplánicas (con texto funerario en chullpas'), y situación nunca antes vista entre los estuquiña. En la costa del
establecieron vínculos económicos Colesuyo, en cambio, el escenario es otro. En principio, el Imperio
no articuló esta zona, pero las élites altiplánicas (o cercanas a
ellas) pudieron utilizar su
426 | Sofía Chacaltana Cortez
12 / Perspectivas locales de la influencia inca en el Colesuyu... |
427
acceso a objetos imperiales (como cerámica, keros y/o metales)
para establecer relaciones sociales con élites y grupos fuentes de arcilla del valle bajo de Moquegua, así como el levanta
costeros. En la costa, el contraste entre la fuerte presencia de miento de Tacahuay.
objetos de estilos imperiales y la ausencia de una arquitectura Por otro lado, las investigaciones en Tacahuay se llevaron a
imperial no hace pensar en una incorporación indirecta sino, más cabo gracias a la beca otorgada a la doctora Susan deFrance por la
bien, en un escenario más complejo de interacciones locales e National Geographic.
interregionales que puede comenzar a vislumbrarse gracias a las Se agradece a los investigadores que realizaron los
investigaciones arqueológicas. análi sis macrobotánicos de Camata Tambo/Pueblo, entre ellos
Finalmente, tomar en cuenta la perspectiva de grupos David Goldstein y Lizzette Muñoz, quienes en los laboratorios de la
alejados de los centros de poder o de grupos pequeños constituye Uni versidad Cayetano Heredia prepararon el informe final de
un reto, debido a que en muchos casos las evidencias Camata Tambo. El biólogo Luis Huamán y su equipo hicieron
arqueológicas en si tios no monumentales, domésticos, y/o los análisis de polen en el laboratorio de palinología de ese mismo
“marginales” (por encon trarse en zonas que han sido excluidas de centro de estudios. Los análisis de los restos óseos humanos de
las investigaciones) son difíciles de observar debido a la naturaleza Tacahuay fueron hechos por el equipo de investigación dirigido por
misma del contexto arqueológico. Por ello hemos puesto en relieve la bioan- tropóloga Martha Palma. También se agradece a la doctora
la ventaja de em plear distintos tipos de análisis y de colaborar Sonia Guillén, del Centro Mallqui, y a los miembros del Museo
con otras disciplinas para obtener una visión más completa y Contisuyo en Moquegua, por haber ayudado con la logística
detallada de los grupos humanos que han sido obviados o no de este progra ma de investigaciones. Finalmente, cualquier
estudiados con detenimien to por los investigadores, como ha error u omisión es de responsabilidad de la autora.
ocurrido con los que vivían en Tacahuay Tambo/Pueblo y Camata
Tambo/Pueblo.
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Por otro lado, la autora recibió las siguientes becas que con Departamen to de Antropología. Los Ángeles: Universidad de
tribuyeron a la investigación: la beca Provost de la Universidad de California.
Illinois, gracias a la cual se hicieron los análisis paleobotánicos
de las excavaciones; la beca de la Fundación Nacional de Ciencia Arnold, Deán
Norteamericana, 0950385, para realizar su tesis doctoral y las ex 1993 Ecology and Ceramic Production in an Andean Community.
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cavaciones en el sitio de Tacahuay Tambo/Pueblo; y la beca de la
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13
WAMANk TERRITORIALIDAD, AUTORIDADES
ANCESTRALES Y REDES DE PARENTESCO
SAGRADO EN EL TAWANTINSUYU
Reflexiones y propuestas sobre la supuesta
organización provincial Inca

José Luis Pino Matos'

“[...] era hijo de un Wamani, grande, de una montaña con


nieve eterna. Él, a esa hora, le había enviado ya su espíri tu:
un cóndor gris cuya espalda blanca estaba vibrando”.
José María Arguedas, La agonía de Rasu Ñiti.

“Adoptemos, pues, como punto de partida la Divinidad”.


Edgar Alian Poe, Eureka o ensayo sobre el
universo.

D
esde hace décadas, los interesados en la sociedad inca se pre
guntan cómo en un territorio tan vasto (casi todo el oeste de América
del Sur), los incas pudieron controlar a las poblaciones, diseminadas
en diversas ecologías y a veces muy distantes. En una conferencia de
1958, John Murra indicó que la red de caminos tuvo que ser el
sistema que relacionó la periferia con el centro y la cos
ta con el altiplano, y que “esta red servía para todo esto y mucho

1. Pontificia Universidad Católica del Perú. Correo-e: <josepinomatos@pucp.


edu.pe>.
442 | José Luis Pino Matos
necesita una visión interdisciplina ria (Dillehay y Netherly
más” (Murra 2002: 45). Pero ¿cómo era esa relación
1998: 224-226) con un enfoque geográfico
centro-perife ria y cuáles eran sus características?; ¿cómo
estaban organizadas y distribuidas las poblaciones en los
Andes antes del dominio inca?;
¿cómo sucedió el contacto y el proceso de organización
geopolítica entre los incas y estas poblaciones?; ¿cómo se
entiende y explica la territorialidad durante esa época?;
¿qué modificaciones territoria les implicó la expansión
inca?; ¿fueron las nuevas territorialidades negociadas,
resistidas o consensuadas? (véase Bouysse-Cassagne
2010: 71).
Para resolver algunas de estas preguntas, el propio John
Murra propuso investigar “la vida provincial inca” con dos
ejes de trabajo: el estudio y confrontación en campo de
algunas visitas y docu mentos coloniales, y el estudio de
los sitios “provinciales” incas asociados. La particularidad de
esta investigación fue que se rea lizó de forma
interdisciplinaria, con la participación de historiado res,
antropólogos, arqueólogos, lingüistas y botánicos, entre otros
especialistas (Murra 1967a: 241-246). Sin embargo, las
preguntas siguen vigentes y son varios los estudios que se
han ocupado de ellas desde diversas perspectivas. En este
trabajo reflexionaremos sobre lo avanzado, intentando
generar un debate y contribuir con algunas ideas nuevas.

Referencias teóricas sobre territorio y territorialidad

El tratamiento conceptual del territorio y la territorialidad es


trans cendental para entender las dimensiones sociales y
espaciales de las sociedades antiguas, así como para
identificar las propiedades de los territorios, sus
estructuras, principios de organización y pro cesos de
transformación (Zedeño 2008: 210, 213). Si bien se han
realizado numerosos estudios sobre la territorialidad en los
Andes prehispánicos, algunos investigadores alegan que
estos trabajos carecen de un marco teórico adecuado
para el análisis en distin tas escalas espaciales, y que se
13 / Wamani: territorialidad, autoridades de una determinada relación social que viene a ser la
ancestrales... í 443
territorialidad (Benedetti 2009: 7). En otras palabras, si el
concepto de territorio representa la dimensión política del
explícito para compatibilizar la información arqueológica y espacio humanizado, la territorialidad es una noción que
etno- histórica existente (Julien 1993: 223). refleja la “espa- cialización” del poder, es decir, el uso del
Para empezar esta discusión, debemos indicar que con espacio como vehículo para el ejercicio del poder (Escalona
la pa labra “territorio” no solo se designa una jurisdicción 2009: 278).
o porción de tierra de un país, región o provincia, sino Según Robert Sack, la territorialidad en términos
también una herramienta y concepto ordenador, una geográficos es una forma de comportamiento espacial
categoría para analizar determinados procesos en los que constituye el telón de fondo de las relaciones
cuales los grupos humanos construyen identida des y humanas y de las concepciones del espacio mismo. Las
piensan y modifican el espacio donde viven (Benedetti sociedades interactúan y se mueven constan temente en el
2009: 5-6). Referirse entonces al tema de los territorios es espacio, convirtiendo a la interacción humana en un modo
aludir de al gún modo a las ideologías, tácticas y de transmisión de energía e información con el fin de
estrategias de poder; en esta línea, se puede entender que afec tar, influir y controlar las ideas y acciones de los
“territorio es sin duda una noción geográfica, pero en demás y su acceso a los recursos. En tal sentido, las
primer lugar es una noción jurídico-política: es lo que relaciones humanas espaciales son el resultado de
controla un cierto tipo de poder” (Foucault 1999: 318). influencia y poder y, por ende, la territorialidad es la
Asimismo, para entender los territorios es necesario principal forma espacial que toma el poder (Sack 1986:
comprender cómo estas tácticas y estrategias se despliegan, 26). Así, podemos entender por territorialidad a una
se implantan, dis tribuyen, dividen, controlan territorios y estrategia espa cial individual o de grupo por influir,
organizan espacios como parte de una determinada afectar o controlar objetos,
geopolítica. El territorio es, así, el pro ducto “espacial”
444 | José Luis Pino Matos un grupo se apropia temporalmen te de un
espacio, puede ser un agente quien ejerza la
personas y relaciones para delimitar y dominar un área territorialidad.
geográfica, que vendría a ser el territorio (Sack 1983: 56, Una acción: la territorialidad es una acción
1986: 19). En otras palabras, un espacio pasa a ser un consciente, una estrategia mediante la cual un
territorio cuando un actor, al apropiarse de él de forma determinado agente lo caliza un área, la demarca, se
concreta o abstracta, lo “territorializa” (Raffesün 2011 apropia y controla algo de lo que hay en esa área.
[1980]: 102). Un grupo territorializa un espacio con el fin de
En estos términos, según Alejandro Benedetti (2011: crear un ámbito de encuentro, pertenencia, inter
49), el te rritorio pone en vinculación tres elementos: cambio. Para ello se ponen marcas identificables y
visibles que ejerzan determinada influencia y
Un agente: cualquier individuo, grupo social, control.
comunidad o empresa puede construir un territorio Una porción de la superficie terrestre: el espacio que
por razones va riadas, como estrategia para se controla y se delimita finalmente con existencia
controlar recursos, personas, relaciones. Cuando material, que puede localizarse en un mapa,
observarse y descri birse, viene a ser la dimensión 13 / Wamani: territorialidad, autoridades
material del territorio, pero no es el territorio ancestrales... | 445

propiamente. El espacio delimitado es el


componente material con el que se construye este entramado de relaciones sociales, que atraviesa y es
te rritorio efímero. Una vez que el grupo deja de atravesado por otros procesos. Son las sociedades las que
controlar el espacio delimitado, el territorio en su devenir y a través de sus relaciones construyen
desaparece, porque ya no hay relaciones de poder “los” territorios. Por esta ra zón, la temporalidad es un
que lo sostengan. elemento fundamental. El territorio es el espacio
localizado, delimitado, apropiado y controlado con una
Por último, al considerar la dimensión temporal, el temporalidad determinada (Benedetti 2011: 51). De
territorio es una entidad geohistórica, pues no es un igual modo, se debe tomar en cuenta que existe una
soporte material previo a las relaciones sociales, un objeto variabilidad de patrones y procesos territoriales. Los
a partir del cual se desarrollan los procesos: el territorio arqueólogos deben entender el con trol del territorio
mismo es un proceso constitutivo del como una de las modalidades a través de la cual la
autoridad puede ser ejercida y reclamada (Van Valkenburgh
y Osborne 2013).

Antecedentes en el caso andino

Entender la territorialidad inca es entender a su vez una


parte de la historia de la territorialidad prehispánica. Pero ¿a
qué nos refe rimos cuando hablamos de territorio inca?;
¿qué lo conformaba?;
¿había subdivisiones en este territorio?; ¿tenía una razón de
ser la división del territorio?; ¿cómo se dividía,
delimitaba o demarcaba un territorio?; ¿dividir es
organizar?; ¿podemos hablar de uno o de muchos territorios
en la época inca?; ¿cómo se ordenaban los terri torios
prehispánicos?; ¿qué sociedades fueron dominadas por
los incas y cuáles eran sus respectivos territorios?
Se ha escrito profusamente sobre estos temas,
siguiendo las lógicas y narrativas de las crónicas españolas
del siglo XVI. Estas narraciones constituyeron, en efecto, la
fuente preferida para re construir el pasado andino, sin
que ellas merecieran una verdade ra crítica, explicándose
además los hechos a partir de una lectura acrítica de los
cronistas (Bouysse-Cassagne 2010: 69). Tal es el caso de
la comprensión territorial prehispánica planteada en fun
ción de las “provincias” y de las “cabeceras provinciales”. De algún modo, una reconstrucción acuciosa de las
¿Vale la pena insistir en usar términos como “provincia” primeras divisiones políticas coloniales es una ventana y un
para entender las realidades previas a la llegada del régimen punto de partida
hispánico?
446 | José Luis Pino Matos medieval, tales como “reino”, “provincia”, 3 “señorío”,
“imperio”, “gobernador”, o “señor”.
para aproximarse y analizar la organización territorial inca
(Julien 1991: 1). Incluso no solo la documentación colonial
administrativa sino también los títulos de comunidades 2. El término quechua wamanin (guamaniri), según la crónica de Felipe
Gua
brindan la posibilidad de comprender las divisiones o los ntón Poma de Ayala (1987 [1615]: 453), quería decir provincia y
límites, ya sean internos o exter nos, de las poblaciones corregimiento.
prehispánicas (Arellano 1994: 99). Se debe tener cuidado, 3. En el Imperio romano, las provincias fueron unidades
sin embargo, de usar ios términos “señorío”, “na ción” y territoriales de ca rácter jurídico administrativo, delimitadas y
circunscritas a ciudades con el
“provincia”, sobre todo porque en la documentación colo
nial es difícil identificar las demarcaciones políticas y porque
no siempre las fronteras étnicas coincidían con las
provincias (Arella no 1988: 54). Cabe asimismo preguntarse
si en la documentación colonial sobre los Andes existen
conceptos y categorías en lenguas originarias referidos a la
organización territorial. ¿Es posible recu perar y usar
adecuadamente categorías territoriales previas a la conquista
española? Los estudios precedentes no necesariamente
insisten en ello, sin bien han rescatado varios términos
nativos, en tre ellos la palabra quechua wamani o
wamanin,2 vinculándose la a la organización “provincial”
inca percibida por los españoles. Estamos convencidos de que
un estudio interdisciplinario de tér minos quechuas, sobre
todo del de wamani como una categoría andina, puede
brindar más luces para comprender la organización territorial
prehispánica, sin forzar la búsqueda de categorías equi
valentes en contextos alejados en tiempo y espacio de las
realida des prehispánicas en los Andes.

El concepto de “provincia” que llegó del Viejo Mundo

En el siglo XVI, las organizaciones geopolíticas del


Nuevo Mun do, incluidos los Andes, fueron interpretadas y
registradas en las crónicas utilizando términos de la Europa
13 / Wamani: territorialidad, autoridades gobierno de carácter periférico supeditadas a una de
ancestrales... | 447
mayor jerarquía, donde se desempeñaba la junta general
(Ce breiro Nuñez 2012: 24-27). Esta incipiente organización
Obviamente, como en España, el centro político colonial territorial
era el rey (Bouysse-Cassagne 2010: 68-69). Así, las
descripciones de las Amé- ricas en ios siglos XV y XVI
fueron frecuentemente el fruto del “reco nocimiento” de fin de mantener la ley, el orden y sobre todo recaudar impuestos
instituciones conocidas en una realidad extraña, !o que ÍGarnsey y Saller 1991: 32-47).

supuso un proceso unidireccional y asimétrico de


percepción, explicado o interpretado a partir de
narrativas europeas (Nieto Oiarte 2009: 29). En este
proceso, algunas realidades territoriales se describieron con
el apelativo de “provincias”. Las Indias españolas se
incorporaron jurídicamente a la Corona de Castilla, y las
provin cias fueron entendidas según los términos que se
manejaban en esos tiempos (Elliot 2010: 34).
La denominación de provincia que llega a América en
el siglo XVI aludía a una división territorial con fines
administrativos que se empleaba desde 1371 en los reinos
de Castilla y Aragón (Cebreiro Nuñez 2012: 18-19).
Posteriormente, después de 1480, se denomi naría
provincias a los distintos territorios de la corona de
Castilla (2012: 25). De manera significativa, hasta el
siglo XVIII, la forma de organizar el territorio en la
península ibérica fue enormemen te desordenada y
desarticulada (Burgueño 1997: 355, 359), por lo que
hubo varios intentos de modificarla. Recién en el siglo
XIX se dio el tránsito de la organización territorial de
reinos del antiguo régimen absolutista “disgregado” a
provincias de un Estado liberal “centralizado”, recibiendo
cada una la denominación de su capital (Lacomba 2007:
291-293). Asimismo, durante el gobierno de los Reyes
Católicos, en cada provincia de los reinos de Castilla se rea
lizaban una vez al año las “juntas provinciales”, que
venían a ser las reuniones de los representantes de la
Corona. Las ciudades o villas donde se llevaban a cabo
estas juntas eran conocidas como caberas de provincia o
“cabeceras”, y funcionaban como capital o sede de
448 I José Luis Pino Matos

española, que obedecía a las dinámicas sociales, económicas y


políticas de la Europa del siglo XV, servía para la recaudación de
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los impuestos de la Corona. c>o Q..2 o
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Planteamientos previos sobre la territorialidad
y las provincias del Imperio inca
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Grupos étnicos y áreas altoandinas consideradas provincias incas según John Rowe (1946).
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fue el pionero en analizar la territorialidad inca, ejerciendo una □ □ □ CU CU


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gran influencia en los investigadores que le siguieron. Su primer
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aporte fue proponer la existencia de divisiones por unidades políti •
cas en los Andes, dejando entender que existía una posible corres -g
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pondencia entre grupos étnicos y provincias (Rowe 1946). A pesar
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de que Rowe indicó que las “provincias” eran las unidades más £ § •-J c£g2 23 a §- G . •>
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inca, también admitió que la información sobre una “posible” divi


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sión provincial inca era incompleta (1946: 185). Un segundo aporte


importante es su Highland
grupos: Peruuian clasificación de estasCoastal
diuisions, unidades en tres
dioisions grandes
y Solivian
Highland diuisions. Leyendo la lista de estos grupos, elaborada con
las referencias que Rowe encontró en las fuentes históricas, se ob
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serva que solo se mencionan provincias para las áreas altoandinas

(Peruuian Highland diuisions y Boliuian Highland diuisions}, mien

tras que las de la costa son descritas como valles (1946: 186-192).
considerados provincias incas (véase tabla 13.1). Otro
De esto se desprende que solo los territorios altoandinos fueron
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13/ Wamani: territorialidad, autoridades ancestrales... | 451

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”'X= r. g? -O :X1 f ■' > - ‘-o ‘S
£ □ G G £' G 1 I ££ £ Según Rowe (1946: 262), el territorio ocupado por los incas
00 00 UO GO y g:
correspondía a un imperio denominado “la tierra de los cuatro
cuadrantes” o Tawantiñsoyo, por estar dividido en cuatro grandes
sectores (great c/uarters) o soyo que confluían en el Cuzco, que
era la capital imperial. Rowe indicó, además, que probablemente
esta partición fue proporcional y hecha por el Inca Pachacuti. Es
en este punto de la lectura que hizo Rowe de sus fuentes donde fi gura
que cada cuadrante o soyo estuvo subdividido en provincias, también
denominadas wamañ o wamani, y que muchas de ellas correspondían a
estados nativos o grupos étnicos conquistados por los incas.
Cuando estas unidades territoriales eran demasiado pequeñas, se las
agrupaba en una sola provincia. Cada provincia se subdividía
generalmente en dos o tres fracciones. Sin embargo, el patrón ideal
inca era la división dual (mo/eZy), siendo estas frac ciones denominadas
sayas. Las sayas o secciones (moities) a su vez podían estar
subdivididas en grupos de parentesco o ayllus de variado número y
tamaño. Cada unidad territorial estaba a cargo de un funcionario
específico, y cada uno de los cuatro cuadrantes o soyo, de un
prefecto denominado apo. Asimismo, cada provincia
o wamani estaba sujeta a un gobernador imperial denominado
tti (ti (ti <ti
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(ti 'O• <ti t’oqrikoq (1946: 263).
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jo y ordenó jerárquicamente la organización espacial y territorial
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inca bajo categorías nativas: suyu, wamani, saya y ayllu, haciendo
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'O ¡s k'í’ ?■ lo mismo con sus autoridades: apu, tocricoq y curaca. Asimismo,
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vincia se fundaba una ciudad capital que funcionó como centro
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administrativo y religioso (1946: 262), y que los cuatro apu forma ron
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«t£i : o -(ti - un “consejo de Estado” con un secretario. Cabe indicar que
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s. Ó ó -o esta forma de describir la organización burocrática incaica se ajus taba
mucho al modelo europeo, sobre todo en lo que respecta a la idea de
un “consejo”: el consejo real era el órgano más importante
452 | José Luís Pino Matos
13/ Wamani: territorialidad, autoridades ancestrales... | 453

de la monarquía española en el siglo XVI, la “columna vertebral” original, posiblemente se tomó de una narración de conquista, en
administrativa del rey (Coronas Gonzales 1987: 179). especial de la victoria de Pachacuti Inca Yupanqui sobre los chan
Otro aporte clave de Rowe para el entendimiento de la terri cas (Rowe 2003a: 188), un relato que de algún modo concordaba
torialidad inca fue la publicación corregida de la lista de los anti con el espacio sagrado que conformaría el Cuzco (2003a: 191).
guos adoratorios del Cuzco publicada por Bernabé de Cobo Probablemente, también, algunos de los nombres de las huacas
(1890 [ 1653]),4 5 llamada también lista de los ceques? y su análisis de esta lista se hayan referido a lugares de culto y asentamientos
corres pondiente (Rowe 2003a). Según Rowe, este es el documento anteriores a la ocupación inca (2003a: 189, 191). Rowe igualmen
más importante para el estudio de la topografía del Cuzco y sus te asoció algunas huacas a su contexto paisajístico, como en el
alrede dores. La lista incluía agrupaciones reunidas por ayllus o caso de Tambomachay y Huanacaure, que agrupó mediante ejes
grupos de parentesco, y a su vez, por el rango que ellos tenían. visuales, juntando elementos como una cueva, una fuente, la ar
De acuer do con Rowe, el sistema de registro de información quitectura de un andén, un lugar de caza y una montaña como un
empleado se adaptaba muy bien a los quipus o cuerdas anudadas, conjunto significante ritual (2003a: 191).
pudiendo ser cada adoratorio un nudo, cada ceque una Otro aporte de Rowe en el aspecto territorial fue la publicación
agrupación de adorato rios en una cuerda, y cada cuerda y análisis de los documentos coloniales reunidos bajo el título de
diferenciada posiblemente por un tamaño o color (Rowe 1946: “Probanza de los incas nietos de conquistadores”, declarada por
300, 2003a: 183). En ese sentido, Rowe (2003a: 181-193) indicó los descendientes de Tupac Inca Yupanqui, a su vez miembros del
que se trataba de una lista de huacas6 o adoratorios agrupadas en Qhapaq ayllu, del linaje de dicho Inca (Rowe 2003b: 100-116). Es
cuatro sectores o suyus, asociados a su vez a cada uno de los tos documentos, que datan de 1569, contienen dos “memorias” o
cuatro caminos principales que partían del Cuzco al Chinchaysuyu, declaraciones de los integrantes de dicho ayllu en respuesta a un
Antisuyu, Collasuyu y Contisuyu. Así, cada adoratorio o huaca interrogatorio para probar su ascendencia real y poder reclamar,
estaba asignado a un ceque o línea que salía del Coricancha. así, favores de la Corona española.
Estos ceques mostraban el orden de distribución sucesiva en el La primera memoria reseña la composición del Qhapaq ayllu,
espacio que rodeaba el Cuzco. En cada suyu había nueve ceques conformado por los tres linajes de prestigio asociados a los tres
divididos en tres grupos, a excepción del Contisuyu, donde había 14 hijos del Inca Pachacuti como fundadores de estos linajes, siendo
ceques. Cada grupo o secuencia de tres estaba ordenado de el de mayor prestigio el de Qollana, perteneciente a Tupac Inca
acuerdo con rangos, utilizando las denominaciones collana, payan y Yupanqui, luego el de Payan, perteneciente a Amaru Tupac, y fi
cayao para referirse a cada ceque, siendo collona el de mayor nalmente el de Kayaw, perteneciente al tercer hermano, también
rango, payan el de rango intermedio y cayao el de me nor. Rowe llamado Tupac Yupanqui (Rowe 2003b: 80). La segunda memo
consideró que esta relación de adoratorios, en su forma ria, conocida como la “Memoria de las provincias”, es una lista
de las “provincias” conquistadas por Tupac Inca Yupanqui y sus
hermanos, en la que se indica dónde construyeron “fortalezas” o
4. Esta lista, que figura en la Historia del Nuevo Mundo de Bernabé Cobo, ya
había sido publicada por Marcos Jiménez de la Espada, pero con errores de asentamientos incas, dónde capturaron a líderes locales, dónde
transcripción. trasladaron a poblaciones en calidad de mitimaes, dónde se reali
5. Ceque era la denominación para las líneas que guiaban el orden espacial zaron conquistas pacíficas o dónde hubo confrontaciones (2003b: 90-
de los adoratorios del Cuzco.
97).
6. Según este autor, las huacas vendrían a ser lugares santos u objetos
sagra dos (Rowe 2003a: 182).
454 I José Luis Pino Matos

Rowe contrastó esta información con la de otros autores del


siglo XVI, destacando el orden de la declaración, que agrupa la
información de acuerdo con los cuatro cuadrantes o suyus del si guiente
modo: Chinchaysuyu, Antisuyu, Collasuyu y Contisuyu, y ia
organiza conforme a ciertas categorías, como provincias, for talezas
construidas o tomadas, reyes o lideres capturados (Rowe 2003b: 82).

Provincias conquistadas por Tupac Inca Yupanqui ordenadas por suyus, sobre la base de la transcripción de John Rowe (2003b)
Según Rowe, este orden correspondería también al sistema de
información que se registraba en cuerdas anudadas o quipus (Rowe
2003b: 82-83) (véase tabla 13.2).
Rowe señaló que en estas dos memorias la forma de presen tar
el Qhapaq ayllu y la descripción de los suyus que agrupan las provincias
seguían el “orden canónico” que figura en la lista de los adoratorios o
huacas del Cuzco (Rowe 2003a: 181-230, 2003b: 82). De esta forma,
Rowe rescató, contrastó y ordenó la información bajo las categorías
mencionadas en las fuentes históricas, indican do también el orden
de un recorrido o de una particular narrativa de conquista que pudo
estar registrado en un soporte material de cuerdas anudadas.
Si bien los aportes pioneros de Rowe se caracterizaron por su
sistematicidad, por el análisis etnohistórico comparativo y el con cepto
de organización territorial inca bajo categorías nativas, conti nuaron con

Caxamarca iGuamachuco Chachapoyas Guayacondos


el modelo de “provincia” que el mismo autor cuestionó. Por otro lado,
el trabajo empírico de Rowe no fue examinado con el detalle que
merecía, y sus interpretaciones se repitieron sistemáti camente sin
consideraciones históricas ni posturas críticas, lo que llevó a muchas
generalizaciones en trabajos posteriores.

La territorialidad discontinua y el modelo del archipiélago vertical

Otro planteamiento importante sobre la configuración de los terri torios


en tiempos del Tawantinsuyu es el de la territorialidad dis continua o
modelo del archipiélago vertical trazado por John Murra (1967b, 1972,
2002) y originado en la diversidad y complementarie- dad ecológica
andina.
Pal [tas]
Agrupamiento de provin J ’ cias y
orden del relato de recorrido de
FORTALEZA (asenta miento inca)
SUYU conquista o “ruta”. (Posibles cuerdas PROVINCIA
de un quipu) ■

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ANOTACIONES
7 Pa[casmayo] Le salieron de paz. Chimo
Ciares Capturó a Pigarcapac, Cañarcapac
8 Quito y Chicapac.
......... -......................... -
Puerto uiejo Guancavilca
Guayaquil Manta
Chinchaysuyo
9 Vapo
Guamo Curba Turuca Quisin
Aba chumbi nina chumbi Quinchicaxa

Quinchicaxa Hizo frontera, puso mitimaes.


10 Paucarmayo
Yscayssingas .......-......... -...............-..-
11 Opatari Manan
12 [Ca]Yanpussi Paucarguambo
Antísuyo (An des) 13 Aulapi
Manupampa Chicoria ? Batalla contra Guamauio, Vichin-
: cayna y Huango.
Capachanco Conquista desde los moxones de
Pocoypoco lallagua Uillcanota
Arapa Se construyó “fuertes” por toda la provincia.
14 Collao
Capturó y castigo a Coaquiri, Pachacuti,
Pucará
Carapuri y Chucachuca.

Asilo
15 Asangaro Carabaya Retornaron a Pucará.
Lupaca ...
Pacaxa
16 Pucarani Castigo a los rreueldes, puso orden. Poxa Carangas
Collasuyo Paria
Charcas
17 Uila charca
Hanco charca
Chichas
....... ......... ....-................ ......................
Moyomoyos Amparáis
18 Aquitas Copayapo Churomatas
Caracos
Chiriguanas
Tucuman Tucuman Hizo fortaleza, puso mitimaes.
Chile Y como vieron que toda la gente
19 Tarapaca era pobre la dejaron de conquistar.
\3/Wamank territorialidad, autoridades ancestrales... | 459

Basándose en información histórica, Murra menciona que et-


nias como los lupaqa del altiplano o los chupachu de la cuenca del
Chaupiguaranga, además de tener un núcleo principal de asenta miento,
controlaban muchas tierras que se encontraban a grandes distancias y en
diferentes ecologías, sin que necesariamente do minaran los espacios
intermedios ni a las etnias que habitaban en ellos. Mediante este tipo
de control, posiblemente panandino, era factible la explotación de
recursos y el uso de espacios de forma multiétnica (Murra 1967b: 384,
386). Murra planteó además que los ejercicios de poder entre los incas y
otras etnias se efectuaban a través de los kuraqkuna1 o autoridades
locales, desarrollándose la administración desde establecimientos
incas con infraestructura de almacenaje vinculados a los caminos
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principales (1967b: 391). Este modelo de archipiélagos verticales
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c • S>v : ua ■ □DO i identificado para el siglo XVI sería una manifestación muy tardía y
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alterada de un antiquísi mo patrón andino de territorialidad (Murra
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1972: 429).
• Como parte de este modelo, Murra planteó que

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las relaciones que existían entre núcleo e isla periférica eran
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E de lazos de parentesco mantenidos y periódicamente reafirmados
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ceremonialmente en sus asentamientos de origen. (2002: 128)

En tal sentido, para el caso inca, con el Cuzco como núcleo y


centro de poder, Murra señaló:
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CM : OJ CN

Que no había tributo en la economía del Estado Inca, sus ingresos


provenían de: a) Chacaras y papacanchas y rebaños estatales que el
Tawantinsuyu tenía repartidos en todo su territorio, trabajadas y cui
dadas con la mano de obra de las etnias locales conquistadas. Estas

7. Kuraqkuna o curaca era el término quechua para nombrar a los líderes y


0 autoridades étnicas revestidos de connotaciones rituales (Pease 1992a: 21).
c
o 8. Murra menciona que uno de estos establecimientos incas fue Huánuco
Pampa (Murra 1967b: 391).
460 | José Luis Pino Matos
13/ Wamani: territorialidad, autoridades ancestrales... | 461
etnias guardaron no solo amplia autonomía administrativa sino el ac
ceso a sus archipiélagos pre-incaicos; b) Nuevos recursos estatales a incaica (Julien 1991: 155), siendo probable que Francisco Pizarro
través de obras de riego y de andenerías, importación de rebaños y
traslado de poblaciones. (1972: 464) tuviese que apoyarse en esta división y en los censos mediantes los
cuales los incas la establecieron, para repartir las encomiendas que
Por lo tanto, Murra sugiere que la expansión incaica —sobre otorgaban a sus dueños el derecho a cobrar un tributo.
todo de su élite— llevó a los territorios y pueblos conquistados un Luego de la temprana repartición de encomiendas, como par te
modelo de control vertical que ya era practicado por poblaciones de las reformas del virrey Toledo, se establecieron las doctri nas o
andinas para la mejor percepción y utilización de los recursos en reducciones de indios. La definición de las doctrinas como unidades
su extraordinario conjunto de ambientes geográficos (1972: 465). territoriales fue esencial. Las poblaciones nativas fueron reunidas en
En todo caso, el espacio controlado por los incas habría estado pueblos, donde se les impartía una instrucción cató lica. Los
conformado por una red de colonias estatales con múltiples fun ciones, territorios de la encomienda y de la doctrina coincidie ron de
que abarcaban territorios a gran distancia del Cuzco (1972: 467). Murra alguna manera, conformándose así territorios coterminales para
agrega que al llevar el modelo a gran escala, la vertica lidad física pierde facilitar el cobro de tributos al corregidor y el gobierno de la
importancia y es reemplazada por una verticali dad estructural, donde población al curaca, que para estos fines pasó a ser un funcio nario a
los espacios que constituyen el archipiélago ya no necesitan tener sueldo de la administración española. El territorio de la encomienda
ninguna proximidad, ya que sus nuevas fun ciones trascienden las concordaba con el de la doctrina de modo que coin cidieran también las
consideraciones ecológicas (1972: 465). jurisdicciones de ambas autoridades locales (Julien 1991: 157-159).
Identificar la filiación de los grupos con sus encomiendas y con los
La reconstrucción de las provincias incas pueblos donde después fueron reducidos por el virrey Toledo
según la etnohistoria y los modelos imperiales ayudaría a reconstruir la organización territo rial previa a la conquista
española (1991: 156), debido a que ni la encomienda ni la política de
La tradicional reconstrucción de las provincias incas partiendo de reducciones representaron una com pleta ruptura con el pasado.
la etnohistoria se encuentra muy bien ilustrada en los trabajos de Además, la encomienda se basó en líneas de autoridad de la época
Catherine Julien, debido a la minuciosa labor que realizó con fuen tes tardía del Imperio incaico, por lo que el mismo virrey Toledo
documentales del siglo XVI y XVII. Julien señala que para re construir la reconoció haber heredado la división territorial de los incas (1991: 164-
organización territorial incaica, es necesario comenzar analizando la 165). En este sentido, el estudio de la organización política de las
división política realizada por la administración espa ñola durante el primeras décadas de la Colonia es clave para entender la territorialidad
gobierno del virrey Francisco de Toledo (1568-1581). prehispánica andina.
Toledo reformó y definió los límites de las provincias rurales, Con estas consideraciones que resumen la temprana organi zación
conocidas como corregimientos, demarcados a partir de la organi zación territorial del virreinato de Perú, Julien indica que:
colonial temprana de la población indígena en encomien das, que no
Las referencias fortuitas a “provincias” en la documentación de! siglo
eran unidades de tierra, sino derechos sobre los grupos indígenas que se XVI confunden el problema de si existía o no un sistema de territo
ejercían a través del curaca al cual estaban suje tos. Según Julien, el rios delimitados en el momento de la llegada de ios españoles. Los
estudio de la concesión de encomiendas al comienzo de la Colonia etnohistoriadores no asumen más que los términos como “provin cia”
permitiría aproximarse a la división política usados en los documentos escritos en español comunican una
realidad andina, pues (estos términos) están muy ligados a modos de
462 | José Luis Pino Matos 13 / Wamani: territorialidad, autoridades ancestrales... | 463

conceptualizar el espacio que eran foráneos a los Andes. El término que se hacía directamente a sus componentes poblacionales, y que
“provincia” incluye en sí la conceptualización del espacio como un habrían sido capaces de mantener grandes fuerzas militares perma
territorio definido con límites físicos. La política incaica que resulta nentemente para protección de sus fronteras demarcadas, y a su vez
ba en el traslado de comunidades enteras de mitimaes y el esfuerzo para preservar el orden interno. (2001: 29)
hecho por los pobladores de altura para asegurarse de recursos pro
ductivos en otras zonas, han contribuido a una premisa etnohistórica
de que los territorios eran discontinuos o discontiguos. El problema De algún modo, esta definición se ajustaba a las descripciones
de dónde se hallaba la gente sujeta a un grupo político es en realidad que de la sociedad inca hacían las fuentes etnohistóricas (D’Altroy
irrelevante con respecto a la cuestión de si existían o no territorios y Schreiber 2004: 258), asumiéndose tácitamente que la adminis tración
delimitados entre sí. Aunque no podamos entender el sistema de
imperial se realizaba sobre la base de una organización provincial,
pensamiento que subyace a la territorialidad en la época de control
incaico, podemos hallar confirmación en los documentos de que los porque así lo describían las fuentes del siglo XVI y XVII.
incas poseían cierta noción de territorio delimitado. (1991: 162) Si bien D’Altroy señaló que la sociedad inca es prácticamente
un ejemplo paradigmático de todas las formas de sociedad políti ca,
Al modesto entender de algunos historiadores, tal noción no en un primer momento usó el modelo territorial-hegemónico para
necesariamente se orientó a conformar circunscripciones territo riales explicarla (D’Altroy 1992: 19-24). Según este modelo, basado en
continuas (Julien 1999: 475, Pease 2007: 49). investigaciones sobre romanos y aztecas, un imperio hegemó- nico
En contraste, y sobre todo entre los arqueólogos, la perspecti va es una sociedad central que puede dominar a otras socie dades
de una organización provincial se alimentó de alguna manera del mediante la diplomacia o la conquista a un bajo costo y con poca
intento de realizar estudios comparativos basados en modelos que se inversión, proporcionales a una escasa extracción de recursos y a un
construían a partir de diferentes sociedades del mundo an tiguo, sobre control limitado de las poblaciones sometidas. Un imperio territorial, por
todo porque las características básicas de los imperios podían detectarse otro lado, implica una estrategia intensa y directa para gobernar a los
en algunas sociedades de los Andes prehispá nicos, como la wari y la pueblos sometidos, cuyos costos son muy altos debido a la inversión
inca (D’Altroy y Schreiber 2004: 258). Sin embargo, una pregunta que a gran escala en infraestructura física de control, como caminos,
acompañó constantemente a los in vestigadores fue si los conceptos de centros provinciales y defensas fronterizas (D’Altroy 2003: 23).
imperio e imperialismo, deri vados de la tradición europea, podían Aunque la continuidad espacial de muchos imperios tempranos
aplicarse a las sociedades andinas sin cometer el error de asumir los hacía más susceptibles de ser analizados en función del grado
aspectos inexistentes en ellas, llegando a interpretaciones inexactas de integración, los incas podían explicarse mejor sobre la base de
(2004: 257). Por esta ra zón, algunos arqueólogos creyeron estos dos tipos de estrategias imperiales —la hegemónica y la terri torial
conveniente usar como enun ciado de trabajo la definición de “imperios —, que dependían de una compleja mezcla de fuentes de po der, las
primarios” de Thomas Barfield (2001). Según este autor, un imperio es: que a la vez dependían de las capacidades de organización y
recursos de la sociedad central y de la variedad de pueblos subor dinados
[...] un Estado establecido por conquista, con una soberanía sobre (D’Altroy 1992: 24). Según D’Altroy, para entender la orga nización
territorios de gran tamaño, ya sean en el ámbito subcontinental o
continental, además que internamente incorporaban a millones o imperial inca se requería de un estudio amplio desde una perspectiva
decenas de millones de personas, dentro de un sistema de adminis espacial y de información detallada de varios territorios provinciales. Por
tración unificada y centralizada. Este tipo de Estado habría estado ello, su trabajo se centró en el valle del Mantaro, en la sierra central
financiado mediante un sistema de tributos o cobro de impuestos del Perú, llamada en las fuentes etnohistóricas
464 I José Luis Pino Matos 13/ Wamaní. territorialidad, autoridades ancestrales... | 465

“la provincia de Wanka Wamani”, y cuya capital provincial fue el discusión—, gran parte de los estudios sobre los incas (sobre todo
asentamiento inca de Hatun Xauxa (1992: 25, 38-40). los arqueológicos) asumen tácitamente la existencia de provincias
Posteriormente, D’Altroy confesó que los modelos teóricos incas, sin un previo análisis teórico-metodológico y crítico, sola mente
que usó, como el de centro-periferia y el territorial-hegemónico, con la seguridad que les otorga citar fuentes etnohistóricas, en
mostraban debilidades, pues se centraban, de manera exclusiva, muchos casos, textualmente. A excepción de lo realizado por D’Altroy y
en las élites dominantes y dominadas, lo cual conducía a una lec tura otros colegas que han trabajado sistemáticamente en la sierra central
vertical de las sociedades estudiadas que inducía a errores en la andina,9 aún está pendiente definir teóricamente las características
comprensión de aspectos domésticos y comunitarios (D’Altroy 2003: provinciales en varias zonas, así como implementar herramientas
24). Según este autor, entonces, cualquier explicación de la organización metodológicas sólidas para identificarlas arqueoló gicamente y realizar
inca debe equilibrar las categorías analíticas occi dentales modernas y las respectivas comparaciones, al menos en el ámbito de los suyus.
las posibles e identificables lógicas sociales de los incas (2003: 25).
Otro reciente ejemplo de estudio desde una perspectiva com La “provincia” inca como concepto
parativa, sobre la base de información histórica y arqueológica y
considerando además las investigaciones de D’Altroy sobre los in César Astuhuaman (2006, 2011) es uno de los investigadores que
cas, es uno que se ha propuesto analizar las provincias a partir de en los últimos años más ha reflexionado sobre la provincia inca, en
la complejidad y dimensiones de las diferentes estrategias emplea particular en la zona de Piura, en la parte norte del Chinchaysuyu
das en la expansión imperial, sobre todo para comparar la socie (2010). Los trabajos de Astuhuaman pueden dividirse en tres mo mentos,
dad azteca con otras cuyos manejos fueron similares. El objetivo es que corresponden a tres planteamientos diferentes.
poder reconocer determinadas acciones y tácticas de naturaleza En un primer momento, Astuhuaman indica que es necesa rio
provincial, al menos teóricamente (Starky Chance 2011: 192, 226- estudiar la expansión inca desde una “perspectiva provincial”, analizando
227), considerando que “no sólo los poderes imperiales tuvieron la variabilidad de la organización administrativa estatal en las
estrategias para la administración de sus poblaciones sujetas, sino provincias, con dos preguntas que él considera importantes:
que también los súbditos provinciales usaron varias estrategias ¿qué era una provincia inca?, ¿cómo se la puede reconocer y definir?
para mantener y mejorar su posición dentro del imperio” (Stark y Astuhuaman parte del concepto de provincia usado en el Imperio
Chance 2007: 203). Para estos fines, desde hace algunos años, algu romano, donde los países y pueblos sometidos al gobierno imperial
nos investigadores de Mesoamérica vienen trabajando, siguiendo fueron llamados “provincias”, un concepto que el Imperio español
modelos de núcleo-periferia (Berdan y Smith 1996), en la construc adoptó para delimitar las regiones que conquistaba (Astuhuaman
ción de la idea de provincias tributarias (Berdan 1996) y provincias 2006: 274). Para este análisis Astuhuaman revisa detalladamente las
estratégicas (Smith 1996), según las tácticas locales que se pueden
identificar en la Mesoamérica prehispánica y colonial, siempre bajo
9. La temática de los aspectos provinciales en la época inca también fue tra bajada
la consideración de que el término provincia hace referencia teóri por Tom Dillehay y Patricia Netherly (1998), Michael Malpass (1993), y
camente a una porción de territorio bajo el dominio imperial. Michael Malpass y Sonia Alconini (2010), quienes también examinaron la
perspectiva de las fronteras. Rodolfo Raffino y Rubén Stehberg (1997, 1999)
En general, podemos decir que, por varias razones —quizás
analizaron el Tawantinsuyu desde la perspectiva imperial. Y de forma re lativamente
por practicidad o por evitar apoyarse en modelos teóricos en reciente, Susan Ramírez (2005) ha visto la temática territorial como un
fenómeno religioso.
466 | José Luis Pino Matos
13/ Wamani: territorialidad, autoridades ancestrales... | 467

fuentes históricas, e indica que del modelo etnohistórico emerge administrativa, para lo cual metodológicamente se requeriría ex plorar
la idea de que una provincia inca tuvo 40.000 familias organizadas dos provincias vecinas (2006: 287). Por último, afirma que cada
en dos partes o mitades y estructuradas en un sistema jerárquico centro administrativo sería el reflejo del Cuzco, siendo cada provincia un
basado en el sistema decimal (Astuhuaman 2006: 275). Una preo pequeño Tawantinsuyu (2006: 288).
cupación del autor fue conocer la materialidad de los límites que En el segundo momento, Astuhuaman (2010) se centra en la
definieron la jurisdicción de dichas provincias incas (2006: 278-279, organización provincial inca en la sierra de Piura, un trabajo orien tado
288). Sobre la base de investigaciones previas, Astuhuaman plantea a esclarecer cómo se constituyeron las provincias y cuál fue su
seis aproximaciones conceptuales: estructura y función. El autor admite que la reconstrucción de las
provincias incas sobre la base de evidencias materiales es una tarea
a) La provincia como una unidad étnica y geográfica, una difícil, y que solo pudo hacerla utilizando la evidencia históri ca.
aproximación basada principalmente en el trabajo de Asume, entonces, que los sitios incas de gran magnitud fueron los
Rowe (1946) centros de las jurisdicciones incas denominadas “provincias” por los
b) La provincia como una población de tributarios cronistas europeos, y que cada uno de estos sitios repre sentó a una
c) La provincia con relación a los paisajes sagrados provincia diferente. Sugiere, además, que la red de caminos 10 y los
asentamientos fueron la base administrativa de la organización provincial
d) La provincia como una división geopolítica y jerárquica
y que la existencia de un gran centro admi nistrativo ceremonial en cada
e) Las provincias juntas o confederaciones interprovinciales provincia es un supuesto necesario para el análisis espacial y
f) Las provincias como parte de un proceso y modelo a arqueológico (2010: 328). Sobre las fron teras provinciales, plantea dos
contrastar. posibilidades: las provincias como territorios delimitados; y las provincias
como nodos de adminis tración a lo largo del Camino Inca de acuerdo
Sin duda, los aspectos más importantes de esta conceptuali- con el modelo del archipiélago, que de algún modo se podrían haber
zación son la sugerencia de una cercana relación con los paisajes representado mediante quipus en vez de mapas (2010: 330). Con
sagrados como posible base de la identidad de los grupos étnicos, respecto al es tudio de las jurisdicciones incas, indica que la
y el rescate del planteamiento de Henri Favre (1967) sobre que investigación sería más productiva si se centrara en la identificación
las provincias incas se constituyeron sobre la base de anteriores y comprensión de las redes de comunicación antes que en los
unidades religiosas que rendían culto a una montaña determinada “evasivos” e “iluso rios” límites de las provincias o en la supuesta
y que la circunscripción de una provincia podría coincidir con el distribución de los grupos étnicos (2010: 343).
área de prestigio de un apu o wamani. Al respecto, Astuhuaman
agrega que la estrategia inca habría consistido en el control de los
cultos locales y la imposición de los cultos incas, como parte de 10. Astuhuaman, argumenta que: “El énfasis en la implementación y el control de
una gran estrategia estatal para lograr el dominio político, econó los caminos y los nodos de administración o de culto fue una caracterís tica
mico y principalmente ideológico de las poblaciones asentadas en recurrente de los antiguos imperios y su estudio puede iluminar nues tra
comprensión de los diferentes enfoques a las jurisdicciones antiguas en lugar de
las provincias (2006: 280). Igualmente, Astuhuaman recalca que continuar usando el anacrónico concepto de Estado territorial: la administración sin
para investigar las provincias incas sería necesario definir su cir fronteras continuas antes que territorios delimitados, conformación dinámica y no
estática de provincias” (2010: 332).
cunscripción jurisdiccional e identificar el límite de la organización
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Finalmente, en el tercer momento, Astuhuaman (2011) retoma Sobre este asunto hay dos tipos de problemas: unos se refieren a la
y perfecciona su esquema. Define más ampliamente la aproxima ción noción de territorialidad y, en consecuencia, están relacionados con
conceptual relacionada con el tema ideológico, planteándola bajo el la ocupación del espacio; otros, tienen que ver con la secuencia de
término de “provincia como paisaje sagrado”, sobre la base de la las conquistas apreciable en los propios relatos de las crónicas.
propuesta de Henri Favre (1967) acerca de la corresponden cia entre El primer problema está analizado por la investigación de los últimos
años, y se ha logrado algunos aportes que permiten entender mejor
el área de prestigio de un apu o wamani y la provincia incaica. Indica la noción del espacio. Desde luego hubo en los Andes una visión
que el culto a los ancestros enfocado en las mon tañas fue una simbólica del espacio, pero desde los tiempos en que escribían los
expresión de la organización provincial en los ám bitos ceremonial y cronistas predominó una imagen espacial que hablaba de un terri
político bajo el gobierno inca, teniendo como ejemplo las redes o torio políticamente organizado en “provincias” que correspondían
a los diferentes grupos étnicos mencionados en las crónicas y, de
esferas de influencia de las deidades Catequil en Huamachuco y hecho estas crónicas consideraban las zonas de expansión de los In
Cajamarca, Pariacaca en la sierra central, y Pa- chacamac en la costa cas de acuerdo a las provincias que los mismos iban conquistando.
central (Astuhuaman 2011: 92-93). De esta manera, la línea general de las crónicas deja la impresión de
Sin embargo, como colofón de todas las etapas de su análisis, que dichas provincias eran anteriores a la formación del Tawantinsu-
yu y que correspondían a cada uno de los grupos étnicos, igualmente
este autor presenta un planteamiento conciliador que denomina pre-existentes como organizaciones políticas. Ello no parece cierto
“el concepto de archipiélago administrativo” como provincia inca, en todos los casos y, en último extremo, podría corresponder a una
que se materializa en la red de caminos y de sitios desplegada en división realizada durante el Tawantinsuyu. (2007: 48)
territorios discontinuos que el Estado inca debía administrar. La
imagen de este concepto sería como la de una red radial de líneas Asimismo, describiendo la región del lago Titicaca, Catherine
y nodos, con el centro provincial como núcleo, conectado a los si Julien11 mencionó:
tios según jerarquía por medio de los caminos y rodeado de áreas
marginales con presencia de sitios intrusivos y áreas de influencia La división provincial Inca utilizó la previa organización en la región
del Lago Titicaca, del mismo modo como años más tarde lo hizo
de otras provincias (2011: 97). Este planteamiento iría acorde con la administración española. Las provincias Inca vagamente se basa
la dispersa distribución de los paisajes sagrados y directamente ban en lo que los españoles denominaron naciones. Las naciones
relacionado con el culto de los ancestros locales. Según el autor, el que observaron los primeros escritores europeos habían vivido un
dominio ideológico fue una primera etapa de la expansión estatal siglo o más de régimen Inca. Entonces, la organización que obser
varon esos escritores tempranos era un reflejo de la administración
bajo el concepto del archipiélago, que posteriormente se definiría Inca, dejando abierta la cuestión de la organización política más
como la distribución de archipiélagos religiosos o red de adorato temprana. (2004: 17)
rios o lugares sagrados (2011: 98-100).
Esta visión defendía de algún modo la correspondencia entre
La perspectiva de una organización unidades étnicas y divisiones provinciales asociadas a un orden
provincial en cuestionamiento de tributación. Posteriormente, la misma autora plantearía otras
propuestas para explicar la organización territorial inca, dándole
Desde hace algunas décadas, varios investigadores han manifesta do
que la perspectiva de una organización provincial sensu stricto no
está funcionando para analizar la organización y expansión in cas.
11. Las propuestas iniciales de Catherine Julien (1978) estuvieron muy influidas
Sobre este tema, Franklin Pease expresó lo siguiente: por John Rowe (1946).
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13 / Wamani: territorialidad, autoridades ancestrales... | 471

más importancia a ciertas categorías espaciales quechuas, como suyu,12


Conquistas rituales, “tierras reales” y territorialidades negociadas
que estarían íntimamente vinculadas a cultos y espacios sagrados
(Julien 2002b). Un aspecto clave para entender la territorialidad prehispánica es
En su momento, Lidia Iácona y Rodolfo Raffino (1993: 247) ar comprender la naturaleza de los que la ejercieron y cómo la obtu vieron.
gumentaron que con el término provincia se pretendía homologar Para el caso de la sociedad cuzqueña, el gobernante inca era una
realidades tan diferentes como las de Roma y los Andes y que, huaca^ o deidad, quizás el personaje que más poder con centró en el
por lo tanto, su uso para describir la realidad andina era inadecua mundo andino antes de la llegada de los españoles.
do. Del mismo modo, Frank Salomón (1988: 62-63) indicó que el Debemos recordar que el mecanismo más importante pitra con seguir
avance cuzqueño hacia el Ecuador representó una expansión de y configurar las supuestas “provincias” fueron las conquistas rituales.
la ideología inca en términos cualitativos, pero que considerando Estos eventos consistían en viajes, peregrinaciones y enfren tamientos
la perspectiva de la discontinuidad y las evidencias onomásticas, rituales que se hacían para concretar complejas alianzas, negociaciones
la imagen de “provincia” resultaba incompatible con la realidad religiosas y lazos de parentesco con los demás gru pos étnicos a
prehispánica ecuatoriana. Muy probablemente la noción de terri través de sus huacas y curacas, a fin de poder reestruc turar las relaciones
torialidad de los incas rebasaba los conceptos de frontera y demar de reciprocidad y redistribución. Esto ameritaba realizar expediciones
cación de la sociedad española (Arellano 2012: 421). periódicas para mantener y renovar el orden establecido en los espacios
En este contexto, vale la pena mencionar la peculiar observa ción controlados (Pease 1991: 73-74).
del cronista Cieza de León (1995 [ 1553 ])13 sobre las diferentes formas de Desde el inicio de la expansión imperial, todo lo conquistado
organización espacial entre España y los Andes en el si glo XVI. Esta le pertenecía al Punchao, la divinidad solar inca. Las etnias con quistadas
reflexión llevó a varios investigadores a proponer que la percepción debían aceptar su supremacía, y como señal de incor poración a sus
territorial que los incas tenían de sus dominios no se apoyó en provincias dominios, los incas debían construir una casa para esta deidad solar
sino en los caminos principales (Hyslop 1990: 58), lo cual pudo ser (Ziófkowski 1997a: 265-266). El Inca adquiría los derechos sobre
otro antiguo modelo de percepción de domi nios territoriales (Smith una gran parte de lo conquistado mediante el
2005: 840). Estos dominios territoriales no necesariamente debieron estar
sujetos a un gobierno estatal que centralizaba el poder y dividía el
espacio en superficies contiguas, ni haber requerido del despliegue de
un gran aparato burocrático para fines de control político. 14 * 15 Estados centralizados correspondientes, se trata aquí de un espacio com partido,
compenetrado por dos poderes complementarios, ambos presen tes en cada
localidad concreta para frenar las pretensiones exageradas del otro. De esta
manera, los principios duales que regían la organización inter na de cada grupo
12. Según Catherine Julien (2002b), suyu haría referencia a una parcialidad de étnico fueron proyectados hacia toda la franja transversal, produciéndose una
un todo territorial. verdadera ‘integración territorial’ sin la necesidad de un vasto aparato
13. “De manera que como en España los antiguos hazían diuisión de toda ella burocrático y estatal” (1987:81).
por las prouincias: assí estos Indios para contar las que auía en tierra tan grande 15. Franklin Pease indica que “El Inka era una persona sagrada, una guaca que dialogaba
lo entendían por sus caminos” (Cieza de León 1995 [1553]: 258). con las divinidades, un conjunto de dioses plurales que más ha ría pensar en
14. Sobre la territorialidad aymara antigua, Tristan Platt refirió: “A diferencia de una ‘democracia sagrada’, salvando distancias y jerarquías, y donde
las ‘unidades nacionales’ que hoy campean en la región detrás de fronte ras aquellos hombres que podían convertirse en guaca mediante un ritual de
supuestamente absolutas, protegidas por las ‘fuerzas armadas’ de los iniciación ingresaban a un amplio universo sagrado. Un mundo sacralizado como
aquél no puede entrar fácilmente en la cómoda y antigua explicación teocrática”
(2012: 136).
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juego ritual que tenía que ganarle a la deidad solar. 16 El tema del Inca que estaba en el derecho y la capacidad de “solicitar” ritual mente
juego ritual y la tenencia de tierras ha sido estudiado en detalle por la participación de las poblaciones en las empresas que re quería,
varios investigadores (Rostworowski 1962, Rowe 1997, Zuidema 1989: ejerciendo así el poder en contextos estrictamente rituales, puesto que lo
256-257, Ziólkowski 1997b). De algún modo, se puede en tender que había obtenido de igual modo (Pease 2012: 143-153). Así, las casas que
las tierras no estaban asociadas a propietarios, sino a distintos se construían para el Sol, así como otras formas de arquitectura
destinatarios (el Inca, el Sol, las huacas, el ayllu), sin que las ceremonial, constituían marcas simbólicas, hitos de memoria y
parcelas tuvieran necesariamente el mismo destino todos los años. El escenarios para recordar las alianzas, los parentes cos concretados y
cultivo de las tierras era considerado un ritual y de ningu na manera sus obligaciones respectivas. De ningún modo estas construcciones
un usufructo (Hernández 2012: 264). Es probable que estas debieron ser consideradas estrictamente como delimitaciones
conquistas rituales a nombre de la divinidad solar y el esta blecimiento de territoriales. Por eso podemos afirmar que los gobernantes incas
mecanismos para afirmar su supremacía sobre las demás huacas del no fueron la fuente de toda autoridad; muy por el contrario, las
Imperio hayan surgido con el Inca Pachacuti, que de alguna manera diversas organizaciones étnicas no incas man tuvieron su autonomía.
dejó a sus sucesores la figura del Inca como regente de todo lo Las conquistas incaicas fueron un mecanismo de articulación
conquistado, al ser considerado representante vivo del Punchao e hijo compleja que incluía el diseño de pautas redistributivas, negocia ciones
de la divinidad solar. Con ello, todas las conquistas fueron estimadas y acuerdos de los incas con otras huacas, que se jugaban periódicamente
legítimas por tener un carácter reli gioso (Ziólkowski 1997a: 276-279). el control de grupos humanos y se repartían po blaciones mediante
Como se dijo, a través de sus formas rituales, estas conquistas fueron acciones rituales. Ciertas fuentes etnohistóri- cas, al mencionar que se
la esencia del poder en los Andes prehispánicos al estable cer a gran jugaban provincias, se referían, no a las tierras, sino a la obtención de
escala relaciones de parentesco entre el Inca, las huacas y los autoridad para el manejo y adminis tración de mano de obra mediante
curacas, todos ellos entidades sagradas. Más que imponerse, en un conjunto de prestaciones que las autoridades étnicas entregaban
muchos casos se debió negociar y acordar el manejo de las poblaciones a las élites incas (Pease 1989: 13-18). Otros autores consideran que
bajo los principios de la reciprocidad y redistribución, creándose de esta el poder del Inca sobre los demás grupos étnicos era limitado y
manera una red de parentela sagrada, con un precario, y que el Imperio inca fue “una congregación de creyentes en
un culto estatal, ca racterizado por un personaje central, manifestación del
divino fun dador, quien se desplazaba por distintos centros de
16. Cristóbal de Albornoz describe estos juegos rituales: “Del machacuay usan peregrinación en donde él o sus representantes negociaban los términos
el día de hoy en sus fiestas y taquies, haciendo juego de ayllar que antigua mente de la participación a dicho culto” (Ramírez 2008: 7). En tales
jugaba el inga, echando en alto esta figura de culebra y hecha de lana; y los
que apostaban echavan sus ¡líos, que son tres ramales de soga hecha de términos, la territorialidad en los Andes guardaba bastantes
niervos de animales o de cueros dellos, y a los cavos unas pelotas de plomo. diferencias con las ideas europeas del siglo XVI sobre los espacios y el
A este juego ganó el inga muchas provincias a las guacas que ya se las
havía(n) dado. Y los camayos de las guacas, permitía el inga que jugasen las tales
modo de ejercer dominio sobre las poblaciones.
provincias con él por otras y se hazían perdedizos. Y des pués de ganados
por el inga con este medio de juego, las satisfazla el inga a las guacas y
camayos con dalles tierras y ganados y otros servicios. Son muchas las tierras
que ganó a este juego de el ayllar el machacuay” (1967 [1582]: 23).
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Propuestas sobre la territorialidad inca Considerando justamente la temporalidad, podemos indicar que
a partir del dominio colonial español, la organización territorial
Estudiar la expansión inca desde la perspectiva de una organiza ción prehispánica sufrió un drástico proceso de cambio, al desarticular se
provincial no ha sido el mejor camino para comprender la organización los sistemas organizativos y políticos existentes e implantarse los
territorial inca. Si el espacio controlado por la socie dad inca no repartimientos y encomiendas, las reducciones, los obispados, los
estaba organizado en provincias, si no se manejaba la noción de curatos y doctrinas, y las nuevas divisiones geográficas y políti cas del
provincias, menos aún como territorios circunscritos, y si los gobierno virreinal (Rostworowski 1993: 182). A diferencia de los
espacios geográficos podían ser compartidos de forma mul- tiétnica, contextos histórico-sociales occidentales, en tiempos pre hispánicos, la
podemos decir que las provincias no existían en la reali dad andina sacralidad, la discontinuidad y el dominio territorial por parentesco
prehispánica. fueron posiblemente las características principales de la
¿Por qué insistir, entonces, en el uso de la categoría provincia territorialidad en los Andes.
para describir la organización territorial inca? ¿Cuál era realmente
la forma de organización territorial inca? ¿Cuál sería una alternativa Sacralidad
teórica-metodológica para analizarla? Obviamente, el tema territorial en
los Andes ha sido y sigue siendo complejo. Sin embargo, sobre la Es muy probable que la idea de territorialidad que manejaban las
base de lo expuesto líneas arriba, presentamos una perspectiva poblaciones andinas prehispánicas tuviera un carácter sagrado o
exploratoria, tratando de caracterizar la territorialidad andina prehis pánica ceremonial (Regalado 1996: 88). Entre las poblaciones quechua hablantes,
y de ordenar la información utilizando categorías espaciales provenientes las nociones de espacio y tiempo se designan con un mismo término:
de las lenguas nativas, sin que esta propuesta excluya otras propuestas pacha, que significa al mismo tiempo el universo, la tierra, el mundo,
epistemológicas contemporáneas o pretenda ser la única forma de la época, la estación, etc. (Wachtel 1973: 181). Hasta la actualidad,
comprender la territorialidad en los Andes. muchas poblaciones andinas consideran que la pacha, como espacio
físico, tiene un carácter sagrado. Determi nados espacios geográficos
Características de la territorialidad en los Andes adquirían un carácter sacro por consi derarse el lugar de procedencia
prehispánicos de los ancestros del grupo social. A través de esos lugares,
denominados pacarinas o pacariscas, se mantenía la identidad y
En el proceso de conquista, sucedido en el siglo XVI, los términos cohesión de los grupos sociales (Hernán dez 2012: 267). La tierra en sí
españoles con los que se describió los territorios del Nuevo Mundo no misma era también considerada una entidad sagrada. Más que un
necesariamente reflejaban las ideas nativas sobre la organiza ción del objeto susceptible de ser poseído, era un espacio sagrado o incluso
espacio (Julien 1999: 475). La organización territorial pre hispánica era una geografía sacra poblada de ancestros y dioses (2012: 263, 265).
diferente a la que impuso el nuevo sistema venido de Occidente y Francisco Hernández enfatiza esta concepción indicando que “Es
fue el producto de siglos de procesos sociales en los Andes. Fue una precisamente en torno a esta geografía sagrada que se organiza una serie
territorialidad que se ajustó seguramente a cir cunstancias históricas y de demarcaciones de funciones y de espacio, pues de alguna manera
patrones propios que ayudaron a concebir los territorios de formas son los dioses los que delimitan el espacio asignado a sus parientes
particulares que contrastaban con las que llegaron del Viejo Mundo. y es a partir de la geografía sagrada que se sustentan, por ejemplo,
los derechos
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de acceso a la tierra” (2012: 265). En ese sentido, las divinidades no solo poder de la organización incaica estaba estrechamente relaciona do
serían el soporte espacial, sino también quienes ordenaban el espacio, al con el mantenimiento de lazos de parentesco, concebidos como uno
estar este concebido desde una perspectiva ritual. de los principales mecanismos de expansión (Hernández 2012:
252). Para establecer relaciones, los incas preferían las alian zas antes
Discontinuidad que la violencia. Por ello, el Inca intercambiaba mujeres con los
curacas, un hecho que servía para forjar vínculos de paren tesco que
Otra característica principal de la territorialidad en los Andes fue la debían ser continuamente renovados (2012: 252-253). En la
discontinuidad. Diferentes grupos étnicos desplegaban un sistema de organización inca, que seguía las pautas de la reciprocidad, era necesario
dispersión espacial mediante el cual podían usar y controlar espacios que todas las partes integrantes se reconocieran como parientes para
alejados de su lugar de origen, así como compartirlos con otros grupos poder interactuar (2012: 253). De este modo, des pués de establecida
étnicos. Existen evidencias de que la territorialidad discontinua pudo ser la alianza entre el Inca y el curaca, se accedía a la mano de obra de
llevada a extremos (Rostworowski 1993: 183- 187), como seguramente los parientes en este sistema de reciprocidad (2012: 255), donde los
ocurrió en el caso de la sociedad inca, quien la llevó a una escala linajes cuzqueños eran los depositarios de las alianzas que habían
mayor, posiblemente siguiendo mode los y costumbres antiguos. establecido cada uno de sus fundadores (2012: 257). En esta línea, el
De esta manera, las poblaciones andinas prehispánicas utili zaban parentesco funcionaba como sustento del derecho de acceso a las tierras
sus territorios, no como unidades continuas, sino como un conjunto de dentro de los diferentes ayllus o parentescos con asignación de espacios
ámbitos ecológicamente diferentes, que les permitía obtener una (2012: 264).
diversidad de recursos en regiones distantes, donde cada grupo étnico
podía tener una cobertura espacial amplia y compartida con otros Categorías espaciales de la territorialidad andina
grupos, configurándose espacios multiétni- cos. Esta noción de prehispánica
territorialidad discontinua contrasta notable mente con la imagen
occidental de “provincias”,17 en las cuales supuestamente cada grupo Después de haber explorado las perspectivas sobre la territoriali dad
étnico ejercía un control total sobre un territorio continuo y aislado (Pease prehispánica, en especial inca, y para ordenar metodológica mente la
2007: 48-49). información, es necesario confeccionar una lista de los términos nativos
relacionados con categorías espaciales, para lue go tratar de
Parentesco describirlos, explicarlos y elaborar algunas propuestas de
interpretación. En este caso, a manera de ejercicio, propone mos las
El dominio territorial por parentesco debió ser también muy im portante siguientes categorías:
en los Andes. Rowe (1946, 2003a, 2003b) propuso que la espacialidad y Primer grupo: las categorías que implican algún grado de tan
la territorialidad andinas estaban íntimamente vin culadas con las gibilidad o materialidad.
relaciones de parentesco. De igual modo, parte del
Articuladoras: huaca, pacarisca, wamani, Cuzco
17. Según el mismo Pease (2007: 49), el uso de la categoría provincia “colisiona” De superficies o áreas: suyu, saya, chuta
con las nociones de territorio que se manejaron en los Andes prehispánicos. Conectivas o vinculantes: ñan, ceque
13/ Wamani: territorialidad, autoridades ancestrales... | 479

Demarcatorias: usno, huanca, saywa, apacheta


pues representaban a cada ayllu, linaje o parcialidad18 que debían
ofrecerles los rituales correspondientes, y mantenían la cohesión
Segundo grupo: las que implican una abstracción en el ámbito en el ámbito del parentesco.19 Las huacas pacariscas eran consi deradas
cognitivo. las progenitoras de los grupos humanos, cada uno de los cuales
veneraba a una en especial (Julien 2011a: 106).
Ordenadoras de superficies: harían, hurin, allauca, icho- Según Hernández (2012), “al identificar los lugares de origen
qa, urna, urco de cada grupo andino como los espacios de donde emergieron
Mediadoras: tincuy, taypi, sus primeros miembros, se estaba también justificando la identi ficación
chaupi Integradoras: tawantin, de los aillus andinos con sus respectivos territorios y, ob viamente, con
esta identificación quedaba garantizada no solo la posesión del territorio,
yanantin Totalizadoras: pacha
sino también su explotación por parte del grupo” (2012: 267). Por lo
tanto, conocer y entender la interacción de las poblaciones con sus
Tercer grupo: las que implican una interacción social.
huacas pacariscas es un buen punto de inicio para entender la
territorialidad andina prehispánica.
Dinamizadoras: capacocha
Territorial familiar: ayllu, collana, payan, kayaw Bipartición, tripartición y cuatripartición como
Laborales o de obligación: chuta, mita, suyu principios ordenadores
A continuación exploraremos algunas de estas categorías, a
manera de reflexiones y alcances. En la sociedades andinas antiguas, sobre todo en la inca, se utili zaron
la bipartición, tripartición y cuatripartición como principios ordenadores
del espacio, siendo la bipartición o división en mita des el primer
Huacas pacariscas: geografías sagradas y vínculos étnicos
principio, y la cuatripartición el segundo, teniendo

Huaca o waq’a fue el término usado en los Andes para designar a


los adoratorios o lugares de culto, y de forma genérica, a todo lo que
18. “[...] toda esta Provincia de los Yanaguares arde enla idolatría. Apenas ay
era sagrado, incluidos personas y cargos que eran reverenciados pueblo alguno sin adoratorio de ídolos. Cada aillo o parcialidad es el cerro
por estar conectados con el universo sagrado (Pease 2007:142-143). donde cada uno tiene sus comidas, y sus ganados. En todas sus necesidades
y aprietos le inuocan, le piden favor, y ofrecen sacrificios y estos son varios
En los Andes prehispánicos, las huacas eran ciertas montañas, ce rros, según la variedad délas cosas, porque los ofrecen cuando les nace un hijo al
rocas, lagunas, manantiales, ríos, árboles o cuevas considera dos los año se junta todo el ayllo y parentela, y entre todos quitan el cauello al recién
lugares de origen de las poblaciones, llamados pacariscas (Albornoz nacido, vistenle una vestidura rica a su modo” (Polia 1999 [1639]: 473).
1967 [1582]: 20; Santa Cruz Pachacuti 1995 [1613]: 20-21), 19. “Que quando fueren camino lleven alguna reliquia o piedra de algún cerro
dejunto a la huaca para que les suceda bien el negocio que van hazer y
pacarinas (Arriaga 1920 [1621]: 69) opacaricos (Guamán Poma 1987 quando se olvidaren deesto cojan vn manojo de paja y poniéndolo sobre
[1615]: 66). Las huacas fueron divinidades tutelares que represen taban alguna piedra lo adoren en lugar de su huaca. 12 Que quando yendo camino
descubrieren a Pariacaca o Tambarico (Tambraico) o otros cerros donde hay
a las entidades sociopolíticas y/o étnicas (Ziólkowski 1997a: 261).
huacas las reuerencien y hagan adorar a sus compañeros y que tengan obligación de
Estos lugares tenían una íntima connotación social y religiosa, enseñar a hazer esta reuerencia a los que fueren de su parcia lidad” (Polia 1999
[1639]: 335).
480 | José Luis Pino Matos
siempre un centro20 a partir del cual se realizaban estas divisiones (Miño
1994: 34-39). El historiador Franklin Pease (1991) considera que el 13/Wamani: territorialidad, autoridades ancestrales... | 481
dualismo u organización en mitades es una de las caracte rísticas que
más destacan en la organización social andina. Según Pease, sus raíces duales complementarias, podía tener elementos variables y cam biar
están en las relaciones de parentesco, manifes tadas en la división según su aplicación y el contexto en el que se empleaba (Are- llano
dual de algunos grupos étnicos que se ordena ban usando términos 1998: 473-491).
como harían saya (mitad alta) y hurín saya (mitad baja), urna Sin embargo, para el caso inca, Nathan Wachtel propone que
(próximo al agua) y urco (próximo al cerro), allauca (derecha) e el espacio y la sociedad estuvieron ordenados de acuerdo con los
ichoqa (izquierda). Este mismo autor indica que, al llegar al Perú, los mismos principios, los cuales siempre se presentaban combina dos.
españoles de alguna manera percibieron estas divisiones, pero: Según Wachtel, la tripartición era el principio fundamental que regía la
organización social, por expresar jerarquía en la organiza ción del
Con el tiempo se precisaron sectores similares en las organizacio nes
étnicas, muchas veces confundidas éstas con “provincias” por los parentesco desde la perspectiva social y espacial, ubican do
cronistas. Las mitades son opuestas y complementarias, son Ya- espacialmente a los tres grupos incas de la siguiente manera: el grupo
nantin como las manos, o como las parejas, de signo opuesto, pero collona, situado al centro del Cuzco, el grupo payan, estable cido en el
siempre complementarias. La organización dual tiene funciones re
interior de la ciudad, y el grupo kayaw, ubicado en los alrededores de la
conocidas en el parentesco, en la conformación de los respectivos
linajes de Curacas o “señores” que gobernaban cada unidad étnica ciudad (Wachtel 1973: 31-32, 35). El mismo autor considera que la
(un Curaca hanan y otro hurin). Cada una de estas “mitades” tenía división decimal fue otro principio importante de organización,
funciones específicas y era reciproca con relación a la otra. Ahora complementario a la bipartición y tripartición.
bien, si la presencia de las dos mitades y de los curacas que las re
presentan es clara, menos evidente es la imagen o configuración te
rritorial de tales mitades. (Pease 1991: 41-42) El Tawantinsuyu como espacio en la cosmouisión
andina prehispánica
De esta manera, cada localidad se dividía en sayas (hanan
saya, hurin saya), al igual que el Cuzco, siendo la división dual La extensa superficie en América del Sur en la que se desarro lló
la más importante, sobre todo porque fue utilizada por los incas la sociedad inca se conoce como Tawantinsuyu,2' una palabra quechua
con fines administrativos (Julien 2002a: 94). El altiplano al sur del que se entiende como “todas las cuatro partes juntas”. 22 Desde el siglo
Cuzco, que correspondía al Collasuyu, también estuvo distribui do XV se la registró en las fuentes escritas españolas para referirse al
en dos bandas, una que hacía referencia a los cerros (urco) y la espacio que abarcó el “imperio” de los incas. 23 Se afirma que el
otra al agua (urna) (Bouysse-Cassagne 1986: 215-217). Si bien la Tawantinsuyu fue el mayor imperio de la América indígena (Conrad y
bipartición respondía a una división político-administrativa del espacio, y Demarest 1988: 109), y uno de los más grandes
constituía un paradigma espacial inca de oposiciones

21. “Tahuantin suyo” es “Todo el Perú, o las quatro partes del que son Ante
20. Este centro debía ser un lugar o espacio significativo: podía ser una suyu, Colla suyu, Conti suyu, Chinchay suyu”, según el vocabulario de Diego
huaca, un elemento arquitectónico o un espacio público. González Holguín (1989 [1608]: 336).
22. Tawantinsuyu también puede entenderse como la unión de las cuatro par tes
o los cuatro cuadrantes íntimamente ligados (Urton 2003: 77), o como “Todo el
mundo” (Pease 2007: 31).
23. “Imperio de los incas" es citado muchas veces en las fuentes escritas del
siglo XVI (Cieza de León 1995 [1553]: 258, Garcilaso de la Vega 1991 [1609]:
95; Cobo 1956 [1653]: 128).
482 | José Luis Pino Matos y heterogéneos de las sociedades antiguas (D’Altroy 2003: 21; 2005: 201).
Sin embargo, tal como indica Liliana Regalado, no existen ar gumentos
válidos para considerar que el nombre Tawantinsuyu hizo en su 13 / Wamani: territorialidad, autoridades ancestrales... |
momento referencia a un territorio políticamente or ganizado y que, 483
por consiguiente, sus habitantes se consideraban integrantes de un
Estado cuya jurisdicción tenía fronteras fijadas y mantenidas solo por El Cuzco: el “centro” del Tawantinsuyu hacia las
mecanismos políticos. Muy por el contrario, la denominación cuatro direcciones
Tawantinsuyu aludía a un mundo o espacio conoci do y ordenado
ceremonialmente (Regalado 1996: 89-90). Como se mencionó, el Cuzco fue considerado el centro del Tawan
En este sentido, más que la categorización sociopolítica de un tinsuyu. En medio de este lugar se encontraba una plaza llamada
poderoso “Estado expansivo”, el Tawantinsuyu fue en gran medi Haucaypata, que era un espacio ceremonial abierto
da una conceptualización del espacio (Julien 2009: 130), una for considerado el punto de confluencia de las cuatro partes del mundo y
ma de cognición o visión del mundo. Se concebía al Tawantinsuyu de donde salían los caminos hacia cada suyu, tal como lo indicó
como a todo el espacio que abarcaba los Andes, 24 25 con un lugar Pedro Cieza de León en el siglo XVI:
central llamado Cuzco donde se juntaban las cuatro partes y desde
donde partían cuatro direcciones. El Tawantinsuyu, considerado De esta plaza salían cuatro caminos reales, en el que llamaban
Chin- chasuyo se camina a las tierras de los llanos con toda la
la totalidad del universo inca, estaba organizado espacialmente serranía hasta las provincias de Quito y Pasto, por el segundo
en suyus23 o parcialidades y se orientaba mediante estas cuatro camino que nombran Condesuyo entran las provincias que lo son
partes, tomándolas a su vez como las direcciones más importan sujetas a esta ciudad, y a la de Arequipa. Por el tercero camino real
tes que conducían a los confines de todo el espacio conocido. De que tiene por nombre Andesuyo se va a las provincias que caen en
las faldas de los Andes, y algunos pueblos que están pasada la
esta manera, el Tawantinsuyu, con el Cuzco como centro y punto
cordillera. En el último camino de éstos que dicen Collasuyo
de encuentro, estuvo compuesto y dividido al mismo tiempo en entran las provincias que alle gan hasta Chile. (1995 [1553]: 258)
cuatro suyus: el Chinchaysuyu, hacia el poniente del sol (al
oeste y noroeste); el Collasuyu, hacia el levante del sol (al sureste); el De esta manera, los cuatro caminos que salían del Cuzco fue
Andesuyu, hacia las montañas (al noreste); y el Condesuyu, hacia ron nombrados como cada suyu.
el mar (al suroeste).26 * 27 El Cuzco fue considerado a la vez un centro sagrado, que se
ordenaba espacialmente de acuerdo con estos cuatro caminos.
Su edificación sagrada más importante fue el Coricancha, un lugar
24. “Se dize Tauantin Suyo desde el cabo de la montaña de Chile hasta el cabo que albergaba los ídolos de las deidades principales y en algunos
y montaña de Nobo Reyno, desde la Mar de Sur hasta la Mar del Norte; toda
la cierra, toda la montaña, toda la cordellera y llanos, arenal de mar, gran casos las momias de los gobernantes incas fallecidos. Desde el
señor de su rreyno sugetaua y rreynaua el Ynga” (Guamán Poma 1987 Coricancha salían hacia los cuatro suyus unos líneas llamadas ce-
[1615]: 344-346). ques, que se dirigían a todas las huacas21 o lugares sagrados de los
25. Suyu es un término quechua que también hacía referencia a una parte
divi dida por una obligación (Santo Thomas 2006 [1560]: 535).
alrededores del Cuzco. Estas líneas estaban ordenadas de acuerdo
26. Según Guamán Poma, las partes se orientaban de la siguiente manera:
“Mapa Mvndi de las Indias: as de saver que todo el rreyno tenía quatro
rreys, quatro partes: Chinchay Suyo a la mano derecha al poniente del sol; arriua
a la montaña hacia la Mar del Norte Ande Suyo; da donde naze el sol a la
mano esquierda hacia Chile Colla Suyo; hacia la Mar de Sur Conde Suyo”
(Guamán Poma 1987 [1615]: 1075).
27. Huaca era una palabra quechua para designar a ios lugares y objetos sagra
dos, así como a los seres sobrenaturales; en general, todo lo sagrado era
huaca. La mayoría de las huacas eran de piedra (Julien 2002a: 170).
484 | José Luis Pino Matos con cada suyu; en este sentido, cada suyu fue llamado a la vez un
“camino”: 13 / Wamam: territorialidad, autoridades ancestrales... |
485
Del templo del Sol salían como de centro ciertas líneas, que los in
dios llaman, ceques; y hacíanse quatro partes conforme a los
quatro caminos Reales que salían del Cuzco: y en cada uno de (Hyslop 1990: 30, 1985: 36, 67; Farrington 1998: 53, 2013: 20). Se
aquellos ceques estauan por su orden las Guacas y adoratorios que debe tener en cuenta, también, que el Inca era llamado Cuzco,
hauia en el cuzco, y su comarca, como estaciones de lugares píos, porque como persona representaba y era considerada el centro
cuya vene ración era general a todos. (Cobo 2003 [1653]: 194) del mundo, un axis mundi viviente (Farrington 1998: 53, Ramírez
2008: 9). El Cuzco como lugar o paisaje se constituyó como un mo
Se entiende, así, que los lugares sagrados estaban organizados delo de articulación de un centro con su entorno paisajístico sa
ensuyusy que los caminos recibían el mismo nombre (Julien 2009: 130- grado, vinculado y vivido mediante relaciones de parentesco, que
131). Por ello, la población en general entendía y describía sus se conectaba de diversos modos con todas las huacas emparen
divisiones y organización espacial como “caminos” más que como tadas, creando así territorialidades familiares sacras que debieron
provincias: “De manera que como en España los antiguos hazían posiblemente repetirse en otros lugares.
diuisión de toda ella por las prouincias: assí estos Indios para con El Cuzco organizado mediante ceques, más que una organiza
tar las que auía en tierra tan grande lo entendían por sus caminos” ción espacial de las manifestaciones sagradas locales, era una or
(Cieza de León 1995 [1553]: 258). Esto podría considerarse un par ganización espacial de redes de parentesco sagrado, construida a
ticular modelo de concepción premoderna de dominios territoria su vez como un espacio central donde se ubicaban las principales
les por parte de la sociedad inca (Smith 2005: 840), vinculándose ceremonias de articulación de estas redes. Por lo tanto, el Cuzco
también todos los caminos con los aspectos sagrados de los pai era la red de parentesco sagrado más importante y vigente antes
sajes. Los caminos y los adoratorios estaban íntimamente relacio de la llegada de los españoles. Siguiendo este razonamiento, po
nados; se observa esta relación principalmente en el paisaje y las demos entender que los otros Cuzcos eran espacios de memoria
rocas talladas alrededor del Cuzco (Christie 2008). En esta relación que representaban y evidenciaban la existencia de otras redes de
con el paisaje, los ceques podían funcionar como los senderos que parentesco sagrado establecidas por los incas en lugares fuera del
vinculaban los rasgos topográficos visibles y memorables del Cuz Cuzco primigenio, que se comunicaban estratégicamente unas
co (Beyersdorff 2002). Estos rasgos, en muchos casos, eran a su con otras, principalmente mediante la red de caminos existente.
vez adoratorios con toda una historia legendaria asociada a cada
ayllu o grupo familiar inca, que se vinculaba con el Coricancha, un Tinkuy: del Haucaypata a los lugares
lugar que funcionaba como el eje de la organización espacial y de sagrados del Tawantinsuyu
los ciclos rituales del Cuzco (Farrington 1992).
La organización espacial del Cuzco reflejaba la cosmovisión En medio del Haucaypata, la plaza del Cuzco, se encontraba un
inca. Por lo tanto, el Cuzco fue entendido como un modelo paradig usno compuesto de una roca con un receptáculo con drenaje so
mático, a la vez que el centro sagrado del mundo. Posteriormente, bre una plataforma de piedra labrada a manera de altar, donde el
con la expansión inca, hubo “otros Cuzcos” o “nuevos Cuzcos” en gobernante inca se sentaba en las ceremonias públicas y donde
aquellos lugares donde los incas tuvieron una presencia importante se ofrecían los sacrificios y libaciones a la deidad solar, que
bebía y estaba acompañada de las huacas y de los mallquis o
ances tros (Rowe 1990: 95, 2003: 232; Hyslop 1990: 99; Pino
2010a: 104).
A este lugar llegaban importantes delegaciones desde los cuatro
suyus, trayendo consigo niñas y niños escogidos de cada lugar,
486 | José Luis Pino Matos
13 / Wamanv. territorialidad, autoridades ancestrales... |
acompañados de diversas ofrendas, para su sacrificio en los prin 487
cipales actos ceremoniales (Hernández Príncipe 2003 [1621]): 743).
Este sacrificio era conocido como la Capacocha (Duviols 1976: 11-
construir usaos, que eran otros hitos fundacionales relacionados
57). Desde este usno, el supremo Inca enviaba la Capacocha a to
con la memoria que rendían homenaje a los ancestros y las pobla
das las huacas del Tawantinsuyu, llevando las delegaciones este
ciones conquistadas.
sacrificio de regreso a los lugares sagrados de las cuatro partes.
Estos usnos eran considerados huacas generales de los ca
Partiendo de la plaza del Cuzco, salían por los cuatro caminos ha
minos reales (Albornoz 1967 [1582]: 24). Eran plataformas monu
cia cada uno de los suyus (Cristóbal de Molina 2008 [1575]): 117).
mentales que constituían el “escenario” de los actos ceremoniales
La plaza del Cuzco, como se dijo, era el lugar donde confluían los
fijados en el calendario inca, en los que se recreaba de alguna
caminos que conducían a los cuatro confines del mundo. Este es
manera una teatralidad del poder. Ritualmente, estos actos permi
pacio era además considerado un tinku o lugar de memoria, culto
tían legitimar con un rol de autoridad a los personajes protagóni-
y encuentro con los ancestros (Arellano 2012: 421, Barraza 2013).
cos (Pino 2004: 309; Pino y Moreano 2013; Coben 2006, 2012). Los
usnos eran lugares de memoria que se situaban estratégicamente
Usno: hito simbólico donde confluyen los
en la confluencia de los caminos, espacios donde también con
nudos de la red sagrada
fluían las relaciones visuales con los aspectos más notables del
paisaje local (véase figura 13.1), y desde donde salían rutas de pe
En los orígenes legendarios de los incas, el Cuzco fue la roca donde
regrinaje, que conformaron toda una red sagrada, hacia las demás
uno de sus ancestros míticos, bajo la forma de lechuza, se posó y
huacas del Imperio. En estos lugares, centros de organización del
se convirtió en piedra,28 un hito fundacional que marcó el lugar que
espacio local, los peregrinos debían realizar rituales y libaciones a
debían poblar.29 Al expandirse el Imperio, los incas comenzaron a
las deidades y ancestros, claramente vinculados y visibilizados en
el paisaje (Pino y Moreano 2013).

28. Después de un estudio lingüístico de las fuentes, Rodolfo Cerrón Palomino Saywa: marcadores territoriales de interconexión
concluye que Cuzco significaría “la piedra donde se posó la lechuza”, como
una designación conmemorativa de los incas para referirse al lugar desde
donde empezaron a poblar el resto del territorio (2008: 284-287). La construcción de saywas como marcadores territoriales en el
29. “Desde el cual asiento Mango Capac vido un mojón de piedra que estaba Tawantinsuyu es un hecho que se narra sobre todo en los mitos
cerca del sitio donde agora está el monasterio de Santo Domingo del Cuzco, de fundación y en los relatos de conquista. En las fuentes etno-
y mostrándosele a su hermano Ayar Auca, le dijo: “¡Hermano!, ¿ya te acuer
das como esta entre nosotros concertado que tu vayas a tomar posesión de
históricas generalmente se los describe como el producto de un
la tierra donde habernos de poblar? ¡Y pues agora, mira aquella piedra!” Y proceso de amojonamiento y repartición de los territorios y recur
mostrábale el mojón dicho: “¡Ve allá volando (porque dicen le había nacido sos. Sin embargo, estos hitos de demarcación, sobre todo los que
unas alas), y sentándote allí toma posesión en el mismo asiento donde pare
ce aquel mojón, porque nosotros iremos luego a poblar y vivir!”. Ayar Auca, se colocaban en los caminos, estaban relacionados con la medi
oídas las palabras de su hermano, levantóse sobre sus alas y fue al dicho lu ción y división ritual de superficies que se debían trabajar, es de
gar que Mango Capac le mandaba, y sentándose allí se convirtió en piedra y
cir, plasmaban espacialmente las obligaciones grupales. Eran hitos
quedo hecho mojón de posesión, que en la lengua antigua de este valle se II
ama cozco, de donde le quedo el nombre del Cuzco al tal sitio hasta hoy. De
aquí tiene los ingas un proverbio que dice: Ayar auca cuzco guanea, como

si dijese “Ayar Auca mojón de piedra mármol” (Sarmiento de Gamboa 1943


[1572]: 127-128).
488 I José Luis Pino Matos
\3/Wamani: territorialidad, autoridades ancestrales... | 489

de este término nativo sea más amplio, incidiremos en esta pers


pectiva, tomando en cuenta los estudios previos que lo utilizan.

El wamani como unidad administrativa en las


fuentes etnohistóricas

Podemos citar a dos autores, entre otros del siglo XVI, que refieren
que la categoría territorial “provincia”, tal cual la entendían los es
Figura 13.1. Usno del wamani de Pumpu en dirección a la roca Ninapunchao, en el bosque pañoles, tenía un equivalente en la sociedad inca. Uno de ellos es
de piedras de Huayllay (Chinchaycocha, Pasco). Fotografía del autor.
Felipe Guamán Poma de Ayala, quien indica que la palabra wama-
nin aludía a una jurisdicción, una provincia o corregimiento (Gua
mán Poma 1987 [1615]: 453); wamanin incap, al nombre de una
que obedecían a ciertos principios institucionalizados de organiza saywa o hito de demarcación (1987 [1615]: 904); wamanin apu o
ción de espacios sociopolíticos, socioproductivos y/o rituales. Estos wamanin curaca, a una autoridad con jurisdicción (1987 [1615]: 65,
principios, bastante alejados de las lógicas europeas de organiza 189, 305, 338, 341, 453, 924); y Capac Ñan wamanin, a los caminos
ción del espacio, no podían encontrar un equivalente en el pen principales que unían a los wamanis o lugares donde el Inca se re
samiento español (Sanhueza 2004: 483-494). Las saywas no solo unía con las autoridades locales para establecer las reciprocidades
recordaban la filiación a ciertos grupos y las obligaciones, sino que (1987 [1615]: 355) (véase figura 13.2). El otro autor es Hernando de
además servían para interconectar los paisajes sacralizados, más Santillán (1968 [1563]), quien refiere que el término waman quería
que para separarlos. decir provincia.30 Este cronista incluso detalla cómo se conformaba
administrativa y jerárquicamente cada provincia.
Wamani: geografía como entidad sagrada y
materialidad de territorialidades
30. “Hizo asimismo el dicho inga otra división de su tierra para tener mejor
cuenta, y de cada cuarenta mil vecinos hizo una guarnan, que quiere decir
La denominación wamani figura en las fuentes etnohistóricas aso provincia, y en cada una puso un gobernador que residía en ella y le llama
ciada a la organización territorial inca que percibieron los españoles. ban Tocricoc, que quiere decir que lo mire todo. Asimismo dividió cada
Gran parte de los investigadores del incario la usan como una cate valle o provincia en dos partes o parcialidades; la una nombraban anan,
que quiere decir arriba, y la otra lurin, que dice abajo; y en estas dos par
goría equivalente a provincia (Párssinen 2003: 239; Santillana cialidades dividió la gente de cada valle igualmente; y para tener más par
2012: ticular noticia de todos hizo otra división y dio cargo de cada cient indios
87; Platt et ál. 2006: 44, 254, 284; DAltroy 1992: 25; Matos 1994: a un curaca, al cual llamaban señor de pachaca; y entre cada diez curacas
destos escogía el más hábil para mandar y más hombre, y hacíale curaca
102- sobre los otros nueve, y este tenía cargo de los nueve curacas y de su gente,
103; Arellano 2012:407,411). Sin embargo, como se dijo líneas arriba, y los mandaba, y ellos le obedecían y estaban subjetos; a este llamaban cu
el análisis histórico puede enfrentar muchas limitaciones si no se raca de guaranga, que dice señor de mil indios. Y cada un señor de pachaca
ponía un mandón que le ayudase cuando él estuviese ausente, y para el
realiza con una perspectiva etnográfica. Para que el gobierno de todo un valle donde había muchos guarangas, ponía un señor
entendimiento sobre todos que llamaban Huno, el cual era gobernador sobre los
curacas de pachaca y de guaranga, y ellos le obedecían como a señor. Y para
las
490 | José Luis Pino Matos
Varios estudios sobre ei término wamani y la administración
provincial incaica31 sugieren que existieron posiblemente dos cla 13/ Wamani: territorialidad, autoridades ancestrales... | 491
ses de wamani. uno más grande que el otro, siendo sus funcio
narios el hunu apu y su segunda persona, el wamanin apu, jefes
de 10.000 y 5000 tributarios, respectivamente (Moscovich 2008:
77). Por su parte, Idilio Santillana sostiene que el nombre de Vilcas
Huaman haría referencia a una “provincia sagrada”, traduciendo
vilcas como “sagrado” y huaman como “provincia”32 (Santillana
2012: 304). Sin embargo, no debemos olvidar que, además de pro
vincia, la otra acepción semántica de waman. wamani o mamani
es halcón (Bertonio 2006 [1612]: 603, Santo Thomas 2006 [1650]:
615, González Holguín 1989 [1608]: 539). El halcón, como ave sal
vaje que habita en las montañas, al igual que los cóndores, repre
senta el espíritu de los ancestros fundadores de los ayllus y grupos
étnicos, como veremos más adelante.

cosas tocantes al tributo del inga, y para ver si sus mandatos y régimen que
él ponía se guardaban, era sobre todos el Tocricoc; por manera, que cada
indio obesdecia al curaca de pachaca, y el de pachaca al de guaranga y el
de guaranga al Huno y todos al Tocricoc. Este Tocricoc tenía a cargo de es Figura 13.2. El Qhapaq
coger y sacar de cada provincia la gente que el inga mandaba sacar para la Ñan Wamanin que conecta
guerra y de escoger las mujeres que cada provincia le daba de tributo para la huaca pacarisca de
Cho- clococha con el usno
el inga y para el Sol, y otras repartía a los curacas, y las demás daba a los de Vilcashuaman, según
indios atunlunas, que es tanto como gente plebeya, y algunas tomaba para Feli pe Guamán Poma de
si con licencia del inga. Y asimismo este Tocricoc repartía entre los cura Ayala (1987 [1615]: 354).
cas e indios las tierras que había en cada valle, excepto las que se habían
aplicado al inga y al Sol, por sus hojas, señalando a cada uno donde había
de sembrar su chacara para su sustentación, y otro ano le mudaba en otra
parte; y así no les dejaba cosa conoscida mas de aquel buen gobierno con a) Pacarisca y wamani: el origen y las formas de los ancestros
que les proveían de lo que les era nescesario conforme a su calidad, sin que
le faltase nada; y asimismo señalaba tierras a los curacas y hacia que los
indios le sembrasen”(Santillán 1968 [1563]: 381-382). La relación entre las huacas pacariscas y los wamanis es muy es
31. Un examen reciente sobre las provincias incas puede revisarse en trecha. Por tanto, conocerla puede ayudarnos a entender el ori
Santilla na (2012: 87-93).
gen mitológico de las poblaciones, su vínculo con la geografía, así
32. Guamán Poma menciona que, además de la conquista de Vilcas Guarnan
por el Inca Viracocha, el otro lugar conquistado fue Guarnan Xauxa, hacien como la identificación de cada grupo o ayllu con su wamani y la
do referencia a Hatun Xauxa (Guamán Poma 1987 [1615]: 107). Otros lugares responsabilidad ritual para con su pacarisca. Para entender esta re
que refiere este cronista en el mismo sentido son los que se encontraban
en la ruta del camino principal: Taya Caxa Guarnan y Anchi Cocha Guarnan
lación, podemos apoyarnos en el texto sobre el origen de los incas
(1987 [1615]: 337). que recogió Cristóbal de Molina (2008 [1575]),33 que indica que las

33. “[...] y que allí en Tiahuanaco, el Hacedor empezó a hacer las gentes y
na ciones que en esta tierra hay; y haciendo de barro cada nación,
pintándoles
492 | José Luis Pino Matos
naciones creadas por el “Hacedor” en Tiahuanaco se sumergie 13/Wamani: territorialidad, autoridades ancestrales... |
ron en la tierra y luego aparecieron en distintos lugares a través de 493
cuevas, cerros, manantiales, lagunas y del pie de los árboles, que
de algún modo vendría a ser las pacariscas donde se construyeron El wamani según las fuentes etnográficas
adoratorios. Asimismo, según este relato, el primero en emerger de
la tierra, que vendría a ser el ancestro común del grupo, se petrifi En la cosmovisión de muchas comunidades altoandinas actuales,
caba o se convertía en un waman o halcón, cóndor u otra ave. De los cerros están poblados de entidades sagradas, los “dioses de los
este modo, estos seres transformados constituirían lo que posible cerros”, que pese a la diversidad de nombres y sus múltiples ma
mente era el espíritu del wamani. Como ejemplo de estos lugares nifestaciones, cumplen funciones semejantes y comparten rasgos,
tenemos la lista de huacas de Cristóbal de Albornoz (1967 [1582]), relacionados con los agujeros, las lagunas y los manantiales (Mar
en la que se describen importantes pacariscas. tínez 1983a: 86). Estas deidades son denominadas familiarmente
Al respecto, el relato sobre la fundación del Cuzco incaico del Tayta Wamani (padre wamani) o Tayta Urqu (padre cerro), y re
cronista Sarmiento de Gamboa (1943: 127-128 [1572] es bastan siden principalmente en el mundo subterráneo (Ansión 1987: 115).
te ilustrativo. Sarmiento de Gamboa narra que Ayar Auca, uno de Veamos algunos ejemplos y perspectivas.
los cuatro hermanos ancestros de los incas, después de haberse
convertido en ave, se posó en el lugar que vendría a ser posterior a) Algunos casos etnográficos
mente el Coricancha y se transformó en piedra. El Coricancha se
convirtió entonces en el centro sagrado del Cuzco, a partir del cual Al norte de Huancavelica, en la zona de Moya, el wamani es la dei
se organizó espacialmente el territorio. dad principal a quien se le rinde culto en las festividades ganaderas
con el fin de pedir protección para los animales (Fuenzalida 1980
[1965]: 160). Esta deidad tiene la propiedad de hablar y está asociada
con aves como el waman (halcón), el cóndor y el killincho (cerníca
lo), y también con el trueno. Puede además estar representada bajo
los trajes y vestidos que cada uno había de traer y tener; y los que habían
de traer cabellos con cabello, y los que cortado, cortado el cabello; y que, la forma cristiana del apóstol Santiago. Al Tayta Wamani se lo consi
concluido, a cada nación dio la lengua que había de hablar, y los cantos dera el dueño de todo, sobre todo de las plantas y animales que hay
que habían de cantar y las simientes y comidas que habían de sembrar. Y en las alturas. Su morada está en el cerro, pero no es necesariamente
acabado de pintar y hacer las dichas naciones y bultos de barro, dio ser y
anima a cada uno por sí, así a los hombres como a las mujeres; y les mandó el cerro, aunque las peticiones y rituales se dirijan a ese lugar. En el
se sumiesen debajo de tierra, cada nación por sí, y que de allí cada nación ámbito local, entre las alturas más conocidas donde se encuentran
fuese a salir a las partes y lugares que él les mandase; y así dicen que los
unos salieron de cuevas, ios otros de cerros, y otros de fuentes, y otros de estas deidades figuran Pallkaq, Laive y Marcachakana. Sus ceremo
lagunas y otros de pies de árboles y otros desatinos de esta manera; y que nias consisten en sacrificios de animales y libaciones que se efectúan
por haber salido y empezado a multiplicar de estos lugares, y haber sido de en un hueco en los mismos cerros, delante de una roca, que con
allí el principio de su linaje, hicieron huacas y adoratorios a estos lugares, en
memoria del primero de su linaje que de allí procedió y así cada nación se frecuencia coinciden con sitios prehispánicos (1980 [1965]: 161-163).
viste y trae el traje con que a su huaca vestían. Y dicen que el primero que Cada familia tiene un estrecho vínculo con su montaña protec
de aquel lugar nació allí se volvía a convertir en piedras, otros en halcones y
cóndores y otros animales y aves; y así son de diferentes figuras las huacas
tora. En su cosmovisión, existe una jerarquía entre estas montañas
que adoran y usan” (Cristóbal de Molina 2008 [1575]: 6-8). que poseen wamani: ellas pueden ser qatun wamani o mayor, o
sullka wamani o menor, siendo las dos montañas principales en
la región las de Waman Rasu y Waman Chiri o Tambraico (Favre
1967: 122-123).
494 | José Luis Pino Matos Por otro lado, en la comunidad de Uchkus se realizaba hasta hace
algunos años rituales nocturnos en los cuales la gente en tregaba 13 / Wamani: territorialidad, autoridades ancestrales... |
ofrendas a un manantial o puquio conocido como Tuco- lemisa, 495
donde consideraba que residía el wamani (Ruiz y Farfán 2000: 5).
Cabe indicar que cerca del puquio Tucolemisa se en cuentra el wamanis y se les rinde culto diariamente, tanto a las mayores
complejo arqueológico lichkus-Inkañan, construido con piedra como a las menores. El mayor wamani de la región es el cerro ne
trabajada al estilo cuzqueño, adyacente a dos forma ciones rocosas vado Qarwarasu, pero también lo son algunas llanuras o pampas.
talladas denominadas Qorimina y Chuncana (Ruiz 1998: 66-67, En general, al wamani también se le denomina auki. Esta dei
Coello 1999: 78-81). dad tiene alas, puede tener la forma de un águila e incluso hablar.
En Puquio, actual capital de la provincia de Lucanas (Ayacu- Protege y da de comer, y de ella brotan las aguas como si
cho), se tiene la referencia de que el wamani es considerado una salieran de sus venas (Arguedas 1956: 197-199). La festividad
deidad protectora de las comunidades y animales, que recibe ór principal del wamani se celebra en el mes de agosto y es
denes de otra deidad conocida como Inkarri (Arguedas 1956:195). conocida como la Fiesta del Agua. Yaku es la palabra quechua
Los líderes comunitarios de ayllus o grupos familiares, conocidos para designar el agua, pero cuando se alude a ella en un sentido
como aukis y considerados “cabecillas” o “mayores cabildos”, ceremonial, se utiliza el término unu, tal como figura en las
cumplen la función de oficiantes en las festividades de estas co canciones rituales de los aukis. El agua viene a ser también la
munidades, sobre todo en la del agua. Estos líderes son considera sangre del wamani al que todo ser vivo tiene derecho natural
dos también como el espíritu de las montañas. En una entrevista, (1956: 200-201). Por otro lado, se habla de unos personajes
uno de estos aukis indicó que los wamanis pueden tomar la forma mitológicos conocidos como wachoq, que pe netraron en el corazón
del cóndor y que todas las montañas tienen un wamani que pro de los wamanis e hicieron unos orificios por donde brotó el agua
vee de agua a todos y de pastos a los animales. Según este auki, (1956: 202-203). Los informantes de Pu quio también refieren
los wamanis fueron creados por el antiguo “señor Inkarri”, que era que el culto al wamani se realiza sobre una roca grande a manera
hijo del Sol y que amarró a su padre a la montaña de Osqonta, 34 de altar, que puede ser del tamaño de una plaza, y que se ubica
junto a una llanura denominada Wanakupampa (Arguedas 1956: en la cima de los cerros. Ahí se hace sacrifi cios de animales
189, 193).35 En esta zona se considera que todas las montañas son cuyos cuerpos son depositados en un hueco que se hace en la
tierra o en el interior de un pukullu o tumba antigua. En
cambio, los corazones de los animales sacrificados se arrojan
34. Osqonta fue un adoratorio importante en la época inca, según Cristóbal
en un lugar denominadopallqa, donde la corriente de agua es pro
de Albornoz (1967 [1582]: 28). funda, o ahí donde brotan los manantiales conocidos como pu
35. Otro auki relató que el Inkarri encerró al viento en el cerro Osqonta peque quios (1956: 203-207).
ño y que en el cerro Osqonta grande amarró al padre Sol para que durara Los pobladores de Chuschi (Ayacucho) afirman que en las
el tiempo, para que durara el día. Desde la cima de Osqonta grande, arrojó
una barreta de oro para que pudiese caber el Cuzco en la llanura de Qe- montañas más altas y en las lagunas de las punas residen los wa
llqata, lo que no fue posible porque la barreta se hundió en lo manis, que son dueños de todas las plantas y animales. Explican
profundo, y el Cuzco se fue donde está ahora (Arguedas 1956: 191). Otro
informante también afirmó que el Cuzco pudo haber estado en la pampa de que se les debe realizar rituales en agosto y febrero, que es
Qellqata, donde está hirviendo aguardiente, vino y chicha (1956: 194). cuando la tierra se abre y los wamanis reciben las ofrendas. A estos
dos meses se les denomina el momento de nuestros “padre y
madre”, dando a entender que se trata de un culto a los ancestros
(Isbell 2005: 199). Estas deidades tienen la particularidad de
transformar se en cóndores. Asimismo, existe una jerarquía entre
ellas, seme jante a la de una estructura provincial de gobierno, de
tal manera
496 | José Luis Pino Matos 13/ WaMANV. TERRiTORIALíDAD, AUTORIDADES ANCESTRALES... | 497

que hay tres mamarás superiores que son cumbres muy altas. 1986: 212). Los lugares donde residen los mamanis poderosos se
Entre ellos está el Rasuwillka, que es un pico nevado cercano a encuentran generalmente en las punas. Estos espacios pueden re
Ayacucho, y debajo de él, otras montañas subordinadas, como la conocerse en zonas pedregosas o donde hay grandes peñascos
Comañawi (la más poderosa de la región). En el ámbito local, su o rocas (Arguedas 1956: 203), sobre todo cuando se encuentran
bordinado a esta última cumbre está el lago Yanaqocha, en la puna cercanos a un usnu36 o rodeados de monumentos líticos que pue
de Chicllarazu, considerado el lugar de residencia de un mamani den tener la forma de un amontonamiento de piedras (Isbell 2005:
mayor que se comunica directamente con el presidente de la Re 188), denominado mallku o apu mallku en el altiplano sureño (Ri-
pública y que puede dar órdenes a los mamarás de menor jerar viére 1991: 32). Estas manifestaciones físicas del mamani nos re
quía que viven en el cerro Ontaqarqa y en la laguna Tapaqocha miten a los relatos de origen de la fundación del Cuzco, donde un
(2005: 95,187). ancestro mítico de los incas convertido en lechuza se transformó
En las proximidades de los centros poblados, existen dos ma- en piedra sobre un mojón de esa misma sustancia (Sarmiento de
manis que residen en los cerros de Condoray y Sulcaray, asociados Gamboa 1943 [1572]): 127-128). De igual modo, en las narraciones
cada uno con la población de Cancha Cancha y Chuschi, respecti de Huarochirí del siglo XVI se relata cómo la huaca Macacalla se
vamente. Entre las dos cimas hay una plataforma ceremonial inca transformó en un maman o halcón y se trasladó de un cerro a otro
de piedra trabajada denominada Pataccassa. Cabe indicar que distante, para establecer una nueva población que posteriormente
cada familia posee un lugar particular para rendirles culto y realizar se considerarían sus hijos (Taylor 1999: 355). De esta manera, las
sus ofrendas. Este espacio es conocido como “caja” y se hereda en manifestaciones del mamani pueden expresar ideas de movilidad
la familia junto con la parafernalia ritual. En ese sentido, es posible y establecimiento territorial, mediante la materialización o apro
que los mamanis sean deidades heredadas y compartidas por la piación de hitos físicos que de forma conjunta hacen referencia a
línea paterna de los varones de una parentela (Isbell 2005: 188). dimensiones espaciales (rocas o monumentos líticos) y temporales
(memorias, trayectorias y fundaciones).
b) Las formas visibles del mamani
c) El mamani como representación sagrada de la reciprocidad
Los mamanis residen en las profundidades de las altas montañas,
en lugares que son conocidos como sallqa o urqu, y están ínti Si bien el mamani es la divinidad protectora del ganado y su cul
mamente relacionados con los animales tanto salvajes como do to está íntimamente asociado a la puna, también otorga bienestar,
mésticos de las partes altas, ya sean aves, felinos, camélidos, etc.
(Flannery y Marcus 1989: 25-26). Por ello, son deidades sumamente
veneradas por los pastores de altura. A pesar de ser el mamani una 36. La idea del wamani también ha sido asociada a la de usnu por Juan Ansión
deidad que reside principalmente en las profundidades del mundo (1987: 129, 131), quien indica que aunque algunos pobladores de La Mar,
en Ayacucho, consideran al usnu como otro tipo de espíritus alados deno
subterráneo, su nombre está asociado al halcón, que es un ave de minados “gentiles” que también viven en las profundidades de los cerros,
presa que vive en lo alto de las montañas, mas no en su interior (An- la idea del usnu puede equivaler a la de wamani (Ansión 1987: 138). Poste
riormente, otras referencias han resaltado la relación entre el wamani, el
sión 1987: 129). Estos espíritus pueden manifestarse cuando vuela relámpago, los cerros (sobre todo de la puna) y el usnu (Ramón 2009, 2010,
un cóndor (1987:120), y también adoptan la forma de otras aves de 2014), y la materialización de este vínculo mediante la construcción de pla
altura o la de Santiago Apóstol, un santo católico (Ortiz Rescaniere taformas rituales incas de piedra trabajada, cercanas a antiguos adoratorios
prehispánicos (Cavero 2010).
498 | José Luis Pino Matos protección y prosperidad a toda población que vive bajo su juris dicción,
siempre y cuando le entregue ofrendas. Se afirma que el wamani encarna
el poder local (Ansión 1987: 23) y el espíritu de la comunidad, pues 13 / Wamani: territorialidad, autoridades ancestrales... |
facilita la cohesión entre sus miembros en el ám bito ideológico, 499
contribuye a cimentar las relaciones sociales y la obligatoriedad de los
vínculos de reciprocidad en una comunidad, de la misma manera lideran a cada grupo, desempeñan cargos importantes y pueden
que existe una reciprocidad entre la comuni dad y el wamani ejercer autoridad en actividades esenciales y obligatorias de la lo
(1987: 121). calidad (Arguedas 1956). Algunos oficiantes en la Colonia tenían
el poder de congregar a varios wamanis para que conversaran en
d) El Tayta Wamani: autoridad ancestral de ámbito territorial asamblea, pero en la oscuridad, donde no se les pudiese ver, solo
escuchar. Es el caso de Pedro Alanya y Nicolás Huacho, quienes
Se puede entender, entonces, con los ejemplos que he citado, que reunían en Lircay a importantes wamanis de las lejanas lagunas
los wamani son los espíritus de ciertas montañas que, según su Canlalay y Choclococha, situadas en las partes altas fronterizas de
importancia, protegen a una parcialidad, a un pueblo o a una etnia la región de Huancavelica (Pease 2012: 307-360).
entera. Por lo tanto, ameritan el culto de estas poblaciones, para Por lo tanto, sobre la base de la información etnográfica, vale
mantener el orden y su protección (Ortiz Rescaniere 1986: 212). la pena preguntarnos si estudiar al wamani como una institución
Juan José García Miranda realizó una tipología de las montañas compleja en las regiones donde aún se le rinde culto (Huancave
consideradas wamanis en los Andes centrales, siguiendo varios lica, Ayacucho, Apurímac, Junín, Yauyos, entre otras), podría apro
criterios. En lo que respecta a influencia espacial, según esta cla ximarnos a antiguos modelos de organización social o territorial, y
sificación existen wamanis mayores o macroespaciales, que son si existió un íntimo vínculo (además de social, político o territorial)
los wamanis regionales asociados a provincias o que actúan como entre las montañas y los grupos étnicos. Estas fueron preguntas
articuladores interétnicos; y wamanis menores o locales, vincula que formuló Henri Favre hace más de 30 años basándose en la
dos a localidades concretas. Asimismo, de acuerdo con criterios evidencia etnográfica. Tomando referencialmente algunas fuentes
de complementariedad o dualidad, existen wamanis masculinos etnohistóricas, Favre propuso que “posiblemente los incas estable
y femeninos, y mayores o menores. Por último, de acuerdo con cieron sus unidades estatales administrativas sobre unidades reli
criterios funcionales o temáticos, existen wamanis de los ganados, giosas previas, donde cada unidad contenía a todos los individuos
de los productos agrícolas, de los linderos, de las minas, de los o grupos que rendían culto a una misma montaña. La circunscrip
viajeros, etc. (García Miranda 1998: 57-62). ción de un Wamani habría coincidido con el área de atracción e
En la mayoría de los casos, los lugares donde residen los wa influencia, que se derivaba de una montaña Wamani” (1967: 140).
manis o donde se materializan físicamente se encuentran en las Añadió que el jefe o auki de cada grupo era el personaje de más
alturas. A veces estas materializaciones se conocen como mallku edad, que servía de enlace con los ancestros fallecidos, pero sobre
o apu mallku, y representan asimismo a las divinidades tutelares todo con el wamani como legitimo ancestro y principal fuente de
y fundadoras de los linajes de cada localidad (Riviére 1991: 32). poder (1967: 136-137), como lo fueron antiguamente las huacas,
A su vez, es el wamani quien otorga poderes sobrenaturales a los que representaban a los antepasados de los curacas (1975: 74), la
aukis, que son las personas de más edad (Favre 1967: 136), las que máxima autoridad de los grupos étnicos.
En este contexto, otra palabra quechua cobra importancia para
nuestro análisis. Se trata del término apu, que posee el significado
de señor, rico y poderoso, y que se usa para designar al wamani en
las zonas de Ayacucho y Huancavelica (Ansión 1987:121), así como
en el altiplano boliviano se usa la denominación apu o apu-mallku
500 | José Luis Pino Matos
para hacer referencia a las montañas más altas o a los espíritus de las
montañas (Riviére 1991:30). Este aspecto es interesante, puesto que 13/ Wamani: territorialidad, autoridades ancestrales... |
hoy en día se sigue llamando apu mallku a las autoridades ai- tiplánicas 501
tradicionales (Choque 2000: 27), o apu a las autoridades en
general, representantes comunales y tenientes el antepasado común de la población local y representante de la
gobernadores de algunas poblaciones amazónicas (Surrallés autoridad comunal (Ansión 1987: 135, 138).38
2009: 37). Del mis mo modo, apu son las personas que pertenecen a Sobre la base de estos testimonios etnográficos, Juan Ansión
una gran red de parientes con acceso a muchos recursos y que afirma que “El Wamani es así la autoridad que se ejerce sobre una
pueden desempe ñarse como autoridades cívicas-religiosas de determinada jurisdicción, es el poder que expresa la voluntad de la
prestigio, como el al calde-vara (varayuq) en Chuschi (Ayacucho) gente que la habita” (1987:138). Cabe recalcar que Ansión no indica
(Isbell 2005: 110-111, 121). Por analogía, se puede pensar que en cada que el wamani sea la jurisdicción sino el poder que se ejerce sobre
una de las cuatro partes en las que se dividía el Tawantinsuyu ella. Según Ansión, existen también jerarquías territoriales en este
existía una autoridad que ostentaba el título de apu (Favre 1975: 69). ejercicio de poder, y cada familia tiene su wamani particular que
Habría que pregun tarse, entonces, si existe una equivalencia entre reside en determinadas montañas (1987: 139). A su vez, el wamani
apu y wamani, o una jerarquía, aunque según los ejemplos que se es considerado apu por ser rico y poderoso, una imagen en la que
han mostrado, wamani es el espíritu en sí y apu puede ser un atributo. el poder está íntimamente relacionado con la riqueza (1987:188).
En este punto vale la pena indicar que en las sociedades tra
e) El wamani como autoridad y fuente de poder de la autoridad dicionales andinas, la pobreza se refiere a una escasez o
carencia de familiares, y la riqueza a una profusa o abundante familia.
Para nuestro análisis, el siguiente caso puede ser muy útil. Un re Por lo tanto, se es más poderoso cuanto más parientes se tenga y más
lato de la localidad de Huamanquiquia (Ayacucho) narra cómo un se mantengan las relaciones de reciprocidad correspondientes. El
varayuq se fusiona con el cerro Pirwachu (Ansión 1989: 67). po der del varayuq como dirigente se apoya en el reconocimiento
Según la población, la autoridad comunal y el cerro pueden de todos, sobre todo de sus familiares, en que lo reconozcan como la
conformar una sola entidad, que a su vez puede ejercer poder sobre autoridad del grupo, como el intermediario con los cerros y
los otros varayuq que actúan a favor de la comunidad, la custodian y como la representación o encarnación del wamani, ya que es el
se reú nen en asambleas37 para tomar importantes decisiones luego wama ni quien actúa como su garante sagrado y refrenda el cargo
de la aprobación de la misma. En esta localidad se considera que el de autoridad que desempeña (Ansión 1989: 67). Desempeñar
wa mani que reside en el cerro Pirwachu es Tayta Urqu (padre cerro), cargos de autoridad implica una gran generosidad, una gran
capacidad de convocatoria y una entrega total al servicio de la
comunidad (1989: 66). Para cumplir bien con estos cargos, es
indispensable el compromiso familiar, la confianza y la aprobación
comunal. Ade más, la generosidad de la autoridad, entendida
37. Referencias sobre negociaciones entre grupos étnicos y autoridades locales como la capacidad de dar en abundancia durante el desempeño de
con sus correspondientes deidades en posibles asambleas, que figuran en
tradiciones orales de épocas prehispánicas, fueron trabajadas por Gabriela
su cargo, es un reflejo de la generosidad del wamani, que es el
Sternfeld (2004). dueño de todas las

38. Juan Ansión indica que: “La voz del Wamani es entonces la voz que expresa
la voluntad del conjunto de la comunidad, voluntad objetivada en el cerro y
que vuelve hacia los hombres para quitarles toda duda sobre lo que deben
hacer” (Ansión 1987: 138).
502 | José Luis Pino Matos 13/ Wamani: territorialidad, autoridades ancestrales... |
503

cosas y quien a su vez proporciona todo lo necesario a sus hijos,


que son la población que desciende de él y que le rinde culto. Con cómo sucedió esto para entender la naturaleza del wamani y su
secuentemente, la generosidad otorga poder (1989: 66) . 39 40 connotación territorial en tiempos prehispánicos.
Juan Ansión afirma que el fundamento del poder en los Andes Según Peter Gose, el término wamani no solo se refería a las
supone posiblemente una estratificación social desarrollada y una montañas. Al igual que la palabra apu, wamani aludía probable
deificación o divinización del líder que actúa como jefe (en este mente a los ancestros o a las momias de los ancestros, de los cuales
caso, el varayuq o el curaca). La deificación está ligada a la identifi tomaron su nombre ciertas montañas (Gose 2008: 265). Durante la
cación total del jefe con la entidad sagrada y a su papel de mediador Colonia, los curacas, las momias de estas autoridades y sus ídolos
con la población con la que se produce también esa identificación perdieron los títulos de autoridad ancestral (apu, wamani y mallku)
ideológica (1989: 68). Por esta razón, la idea de wamani está ínti que habían compartido con las montañas, creando la mentalidad
mamente vinculada al ejercicio de poder del líder y a la colectiva espíritus antropomorfos que habitaban esas cumbres y
territoriali dad que ejerce con su grupo social sobre un espacio o quedando esta figura de autoridad solo en los espíritus de las mon
conjunto de espacios, considerados como territorios de estos tañas, quienes no solo adquirieron casi todas las funciones de las
grupos sociales que se encuentran relacionados, identificados y momias de los ancestros y sus ídolos, sino también el sentido de
emparentados con un aspecto geográfico reconocido como un soberanía indígena que los curacas encarnaban. Del mismo modo,
ancestro común. al suceder el cambio de un patrón de residencia disperso a uno
concentrado, hubo una redefinición de la pertenencia grupal, una
f) El wamani como autoridad ancestral nueva identidad de grupo, que también cambió el entendimiento
del paisaje entre las poblaciones nativas (2008: 239-241).
La evidencia etnográfica indica claramente que el poder, la autori
dad y la riqueza en términos andinos son atributos del wamani, lo ¿Qué es entonces un wamani?
cual brinda pistas para entender mejor lo que significaba un wa
mani en la época inca, sin tener que apoyarnos literalmente en lo Como hemos podido ver luego de revisar algunos estudios y ejem
que dicen las fuentes etnohistóricas. Por ejemplo, “algunas fuen plos etnohistóricos y etnográficos, el concepto de wamani no
tes del siglo XVI y XVII sugieren que el espíritu del ancestro podía equivale a “provincia”. Como muchos términos nativos, wamani
poseer a las autoridades nativas con la finalidad de comunicarse es un término polisemántico que guarda una complejidad en su
directamente con sus descendientes y seguidores” (Ramírez 2008: uso y cuyo significado ha variado en el tiempo, sobre todo con los
8). Esto nos recuerda los ejemplos etnográficos citados, en los grandes cambios que han supuesto los procesos de reestructura
cua les el wamani y la autoridad étnica se fusionan en uno solo y ción social y espacial. En tiempos prehispánicos, waman no solo
a la vez representan los deseos y la voluntad de la comunidad, se refería al halcón sino también al espíritu de los ancestros o a
conside rándose como wamani a ambos: a la montaña y a su los personajes fundadores de ios grupos étnicos que se transfor
representan te, los dos como una autoridad indiscutible. Es maron en aves luego de haber emergido de sus lugares de origen
importante saber (pacariscas). A su vez, se denominaba wamani^ a la autoridad y al

39. Para casos prehispánicos, el gobernante inca era el que tenía la mayor capa 40. Una traducción en quechua de la palabra wamanl puede ser “el que posee
cidad de otorgar dadivas y agasajar a las poblaciones con las que tenía que waman" o “donde reside el waman”.
establecer algún tipo de relación (Pino 2010b).
504 | José Luis Pino Matos 13/ Wamani: territorialidad, autoridades ancestrales... |
505
espacio que poseía justamente ese espíritu, un espacio que tam
bién fue llamado wamani porque albergaba huacas, que eran au las uacas y de las casas del sol y tenplo de Curi Cancha; el trono y
toridades ancestrales personificadas en sus representantes (ya sea aciento de los Yngas llamado usno en cada uamani señaló” (1987
apus o curacas), o a las momias o ídolos de esas huacas con las [1615]: 280, las cursivas son nuestras).
cuales el Inca, en calidad él mismo de huaca, establecía, Es interesante mencionar también que muchos lugares o con
mantenía y renovaba alianzas y vínculos de parentesco mediante junto de lugares eran considerados wamanis por estar
rituales de reciprocidad que le permitían disponer la realización de próximos o sobre las huacas pacariscas. Estos eran los sitios que los
las gran des obras comunales.41 Por esta razón, en la época inca, incas preferían para fundar sus centros ceremoniales administrativos,
algunos espacios considerados wamanis tenían sus autoridades porque, por su nexo espacial con las pacariscas, poseían waman.
religiosas (“hechiceros como sacerdotes”) y estaban en las rutas Vemos, pues, que en el ámbito espacial, wamani no es una ju
principa les del Camino Inca: eran llamados, por ejemplo, Vilcas risdicción territorial sino un principio de autoridad ancestral que
Guarnan, Guarnan Xauxa, Taya Caxa Guarnan, Anchi Cocha podía ejercerse sobre los grupos con los que se mantenía relacio
Guarnan, etc.42 Al igual que el Cuzco, cada “cabecera provincial” nes de parentesco. A su vez, esta autoridad podía residir espiritual
o wamani era un espacio ceremonial de tincu, porque era el mente en las manifestaciones sacralizadas del paisaje. En algunos
escenario donde se desarrollaban rituales de encuentro de los casos, la pertenencia de los wamanis podía ser multiétnica.
ancestros sagrados para reciprocar. El Inca, de algún modo, al Sin embargo, el término wamani es propio del Chinchaysuyu
mantener relaciones de parentesco con muchos de estos ancestros —sobre todo del área central andina—, y no de todas las unidades
waman poseía más poder que otras huacas. Así, también, los administrativas del Imperio inca, como se lo ha usado en el ámbito
espacios wamani que construía tenían diversas maneras de académico.
conectarse material y visual mente con los ancestros, ya sea a
través de caminos, canales o líneas de contacto visual hacia los El Chinchaysuyu como cuadrante de rutas de
paisajes sagrados donde se ha llaban las pacariscas de los waman. conexión de wamanis
Como señal de concretización de los vínculos sagrados
con En el Tawantinsuyu, la cuarta parte o suyu que se encontraba hacia
los ancestros, los incas construían hitos monumentales donde se el oeste y que luego terminó extendiéndose hacia el septentrión se
recordaban y mantenían estas alianzas mediante rituales. En estos llamó Chinchaysuyu, según algunas fuentes, porque Chincha era el
monumentos, llamados usnos, la actividad más importante era la nombre de la más prestigiosa población que habitaba en las costas
libación con las huacas. Por eso, Guamán Poma refiere que: “Pa al oeste del Cuzco.43
cha Cutí Ynga dio orden muy mucha hazienda para sacrificar
a
43. “Todas estas provincias ya dichas nombraba y tenía el Inga repartidas en
cuatro partes: la una y más principal y demás gente y de mejor temple
llamaban Chincha y Suyo, que ponían el nombre a esta provincia por el
41. Felipe Guamán Poma de Ayala indica que: “Y ancí se dize camino rreal del pueblo de Chincha porque decía Atabalipa cuando le pregunto el Marqués
Ynga y tienía puesto sus guamanies y tanbillos, casas adonde se aposen- que como traía en andas al señor de Chincha, y todos los demás señores
taua, y en cada prouincia su juridición hacía camarico” (1987 [1615]: 355: las del reino parescian delante dél con carga y descalzos, dijo queste Señor de
cursivas son nuestras). Camarico se entiende como la acción de dar labor o Chincha antiguamente era el mayor Señor de los llanos, que echaba solo
de disponer. de su pueblo cien mil balsas á la mar, y que era muy su amigo, y por esta
42. Guamán Poma 1987 [1615]: 107, 280, 337.
506 | José Luis Pino Matos
13 /Wamani: territorialidad, autoridades ancestrales... |
507
Asimismo, desde el Cuzco, se concebía que el Chinchaysu
yu se encontraba hacia el poniente del sol y el Collasuyu hacia el las cimas de los cerros, las montañas nevadas, los lagos, las lagu
levante,44 lo que en referencia al movimiento solar marcaba un eje nas, los manantiales, las cuevas y las rocas.
simbólico muy importante de un suyu a otro, teniendo en cuenta Mediante “coremas”45 o modelos gráficos de representación
además que Pachacamac y Titicaca, dos huacas muy importan abstracta del espacio geográfico podemos explicar la organización
tes, se hallaban correspondientemente en cada uno de estos su espacial de algunos lugares considerados wamanis, que se encon
yas. Es posible que desde épocas previas a la inca, la ruta entre traban en el entorno de algunas huacas pacariscas.
estas huacas y sus puntos intermedios hayan sido importantes, y Para el Tawantinsuyu, Martti Párssinen (2003: 221-223) plan
que por eso los incas los consideraron después en su proceso de teó que la organización espacial cuatripartita se realizó teniendo
establecimiento de sitios ceremoniales (Santillana 2012: 81). La el Cuzco como centro, y que la diferenciación de espacios entre
ruta del Cuzco hacia el Chinchaysuyu se hace principalmente en los cuatro suyus se plasmó mediante la consideración de líneas vi
dos tramos: Cuzco-Vicashuaman-Chincha; y Vilcashuaman- Chin- suales orientadas desde el Cuzco hacia las altas cumbres nevadas
chaycocha-Quito. Como se indicó, en el trayecto podemos encon visibles a gran distancia (ver figura 13.3).
trar sitios ceremoniales incas asociados a los paisajes sagrados En la zona del Collasuyu, la huaca más importante fue el lago
locales. Titicaca. Los grupos altiplánicos se situaron en sus alrededores, te
Teniendo en cuenta que cada población se regía étnicamente niendo al lago como el eje sagrado que dividía a cada grupo en dos
a través de su wamani y tomaba como referencia espacial a su partes complementarias. Cada grupo tenía sus mitades (moities')
huaca pacarisca local, el Tawantinsuyu era un universo de muchas correspondientes en las dos bandas denominadas urco suyo y
divinidades vivientes e interactuantes, con toda una red de adora urna suyo, con el sitio inca de Hatunqolla situado en el lado urco
torios interconectados, que no solo estaban en el Cuzco. Las más (cerro), vinculando a todos los grupos étnicos con el sistema de
importantes divinidades fueron registradas en algunas relaciones caminos que abarcaba ambas bandas del lago (Bouysse-Cassagne
de huacas que hoy en día se conocen (Albornoz 1967 [1582], Cobo 1986: 215-217, Julien 2002a: 85) (véase figura 13.4).
2003 [1653]). En la sierra central del Chinchaysuyu, una huaca muy impor
tante fue el lago Chinchaycocha, que constituyó igualmente el
Las huacas y wamanis como hitos centro sagrado donde confluían las rutas y espacios asociados de
geográficos de ordenamiento espacial varios grupos étnicos. Además del lago, otros puntos geográficos
—como montañas nevadas— considerados pacariscas fueron los
Podemos afirmar que en el paisaje sagrado, los lugares más nota referentes de la organización espacial. El Camino Inca vinculó to
bles fueron considerados huacas pacariscas y constituyeron los hi dos estos espacios, instalándose estratégicamente una serie de si
tos geográficos más importantes de la organización espacial. Eran tios ceremoniales administrativos con un usno a ambos extremos
del lago (en Pumpu y Chakamarca). Estos sitios poseían maman
por estar rodeando al lago Chinchaycocha, la huaca pacarisca más
grandeza de Chincha pusieron nombre de Chincha y Suyo dende el Cuzco
hasta Quito que hay quatrocientas leguas” (Pizarro 1968 [1571]: 568).
45. Para más detalles sobre la utilización de coremas en las dinámicas territo
44. Guarnan Poma 1987 [1605]: 1075).
riales, sobre todo en el Cuzco, se puede revisar el trabajo de Jean-Paul Deler
(1998).
508 | José Luis Pino Matos 13/ Wamani: territorialidad, autoridades ancestrales... | 509

LEYINJ2A GRUJOS ETNICOS

Figura 13.3. Corema de la división espacial del Cuzco ela ------ CanunO inca
Urca 5uj/o
Figura 13.4. Corema de la organización es
borado sobre la base del diagrama de Parssinen 2003: 222. O Sitio inca
Canches
Cana.'.
Canches
pacial aymara en torno al lago Titicaca, ela
Canas
(Diagramado por Wendy Moreano y José Pino). Q Huaica principal -1 Jgo Ayaviri
Azungaro borado sobre la base de la información de
Collas
Chiquicachc
Collas Bouysse-Cassagne 1986: 204yJuiien 2002a:
Lupac.is
Pacajes Pacajes 85. (Diagramado por Wendy Moreano y
José Pino).
importante de la región. Tanto el camino como el lago constituían
el eje que dividía este altiplano en dos grandes partes o bandas,
hacia la salida y hacia la puesta del sol (Duviols 1974-1976: 275-297, en dos la zona de Yauyos; también era el punto de confluencia de
Arellano y Matos 2007:14, Pino y Moreano 2014) (véase figura 13.5). las zonas de Xauxa y Tarama (véase figura 13.6).
Otra zona del Chinchaysuyu, provincia en la época colonial, Con estos ejemplos podemos ver que las manifestaciones del
fue la de Yauyos. La descripción que de ella realizó el corregidor paisaje sacralizado por distintos grupos étnicos sirvieron como hi tos
Diego Dávila Briceño (1965 [1586]: 155-165) es muy ilustrativa. La de ordenamiento espacial, y que en muchos casos, las hua- cas
zona de Yauyos estaba dividida en dos: Lurín Yauyos y Anan Yau pacariscas funcionaron como puntos de confluencia más que de
yos. El punto referencial de esta división era el nevado Pariaca- división, razón por la cual los incas formalizaron su presencia mediante
ca, que era el lugar donde moraba la deidad del mismo nombre. la construcción de tambos y usaos en los alrededores de estos
El camino que iba de Pachacamac a Cuzco tenía que cruzar esta sitios, para que fueran considerados también wamanis. Esta
provincia. Un tramo muy famoso de esta vía iba por el costado infraestructura imperial desplegada por todo el Tawantinsuyu constituyó
del Pariacaca, y asociado a él, en las faldas del nevado, había un el soporte de las vías y un signo de la ritualidad inca (Pino 2009). Un
asentamiento inca (Tambo Real). Pero el Pariacaca no solo dividía aspecto importante es la existencia de caminos
510 | José Luis Pino Matos
HUARAUTAM8O
A o &
YARUPAJA ¡ HUAGARUNCHU Oriente
VAROS

TAR MATAMBO

Figura 13.5. Corema de la orga


LEYENDA GRUPOS ETNICOS nización espacial de la zona del
— - Camino inca Yaros Chinchaycocha, elaborado sobre la
& Montaña nevado AtaviHos base de la información de Du- viols
A Cerro Yanamates
© Sitió inca Chinehaycochas
1974-1976:275-297 y Amilano y
Q Huaca principal - Lago Tarantas Matos 2007:14. (Diagramado por LEYENDA
Wendy Moreano y José Pino).
PRIMER REPARTIMIENTO TERCER REPARTIMIENTO MONTAÑA NEVADO
¿a Apu-Wamani
Mancos Guadocheri Huaca-Pacarisca
© Santiago de Icboca @ San Francisco de Sisicaya
@ Santa Cruz de Suinatnarca ® San Josepc del Chorrillo Sitio Inca
antiguos que formalizaban la conexión física de espacios asocia dos a © Santo Domingo de AHuaca
® San XptovaJ do Reamara
@ Santa Ana de Cbancarima
<§) San Daniian de Checa
DOCTRINAS RELIGIOSAS
DEYAUYOS
cada uno de los grupos étnicos que rodeaban a estas hua- cas. El Laraos @ Santa Mana de Jesús de Guadocheri
© San Bartolomé de Tupi @ San Pedro de Quinte Primer Repartimiento
@ San Lorenzo
camino funciona interconectando no solo el espacio del waman local, © Sonta Madalena de Runpa
0 San Pedio de Cusí
Segando Repartimiento
Tercer Repartimiento
© San Francisco de Guanta Cuarto Repartimiento
sino otros espacios del ámbito regional considera dos wamanis, © Santo Domingo de Atan Lanío
CUARTO REPARTIMIENTO
Quinto Repartimiento
© San Agustín de Guaquis Mama
formándose una red de interconexión de paisajes sagrados que cubrió todo © San Francisco de Vltis, @ Santa Ines de Cbcchima PUEBLOS DE LOS YUNGAS
® San Pedro de Manís
el Tawantirisuyu. La red vial en la épo ca inca se superpone y vincula SEGUNDO REPARTIMIENTO ® San Jerónimo de Píeoi @ ® Quivi
® Cañete
San Juan de Malucona @
con una gran red de wamanis y huacas pacariscas, asociándose a las ©Atún Yauyo San Mateo de Guanehor ® CoaiUo
@ Azi»
© San Jerónimo de Ornas
rutas de peregrinaje de los más prestigiosos. Por esta razón, Craig Morris (§> San Rdipc de Cumia QUINTO REPARTIMIENTO
©Cidango
@ Mala @
San Pedro de Pilas
Chile»
opina que la infraes tructura inca puso más énfasis en lo ritual y ceremonial © Nombre de Jesús de Ayavirc
@ San Xptova! de Cuaneque
Chacaila @ Rtohacama
® Santa Olalla de Caiao @ Cuidad de los Beyes
que en lo militar y burocrático (Morris 2013: 165). ® Santiago de fttmpa Quinche
@ San Juan de Visca
@ San Jerónimo de Riña ® Callao
@ San Francisco de Chacal!»
© San Martín de Ocanibi @ Sao PLdro de Casta PUEBLOS AL ORIENTE
® San Francisco de Anco (§) Santiago de Caranipoma
© Santo Domingo de Canche! @ Xauxa
@ Santo Domingo de Canuda <§) Tarania

Figura 13.6. Corema de la zona de Yauyos, elaborado sobre la base de la descripción y


relación de Diego Dávila Briceño 1965 [1586]: 155-165. (Diagramado por Wendy Moreano y
José Pino).
512 | José Luis Pino Matos

El Tawantinsuyu como el “tejido” de una


red de territorialidades sagradas

Algunos investigadores han sugerido que para las sociedades pre


hispánicas, el mundo pudo ser considerado como un tejido (Pease
1992b: 47), siendo la concepción del espacio geográfico homologa
a la del espacio en una pieza tejida, con sociedades interactuando
bajo la visión de una territorialidad tejida o de un territorio-tejido
(Martínez 1983b: 78-79). El sistema vial incaico, que cubría apro
ximadamente 40.000 kilómetros,46 47 * conformaba una inmensa red
sagrada que conectaba diversos territorios, en la cual los caminos
servían como formas físicas de enlace, como un tejido que se ar ticulaba
mediante los asentamientos incas que conformaban los nudos de esta
red. Como un complejo concepto totalizador, me diante los caminos,
el Tawantinsuyu organizó espacialmente tanto el Cuzco como sus
cuatro partes. Establecer una red vial de gran des proporciones no
solo creó una espacialidad imperial sino que también se entendió como
una efectiva conquista simbólica del territorio (Berenguer 2007:435).
Esta ordenación a través de las vías sirvió sobre todo para vincular a las
poblaciones con las huacas o los lugares sagrados más importantes
del espacio andino (Julien 2002b: 17-20) (véase figura 13.7).
La Instrucción para descubrir todas las guacas del Pirú y sus
camayos y haziendas de Cristóbal de Albornoz (1967 [1582]) es un
documento que permite conocer las características de las huacas
y lugares sagrados más importantes del Tawantinsuyu, así como
su jerarquía y su relación con los grupos étnicos y los agrupamien-
tos o parcialidades que Albornoz denominó “provincias”. En esta
lista, las huacas principales se clasifican en dos: las huacas paca riscas
y las huacas generales. Las huacas pacariscas^ eran las que

46. Hyslop 1984: 224.


47. Sobre las huacas pacariscas, Albornoz refiere: “Hay, como dixe arriba, el
prencipal género de guacas que antes que fuesen subjetos al ynga tenían,
que llaman pacariscas, que quieren dezir creadoras de sus naturalezas. Son Figura 13.7. Mapa de las principales huacas, así como de las montañas con presencia de
Capacocha, todas interconectadas por la gran red vial inca. Elaborado sobre la base de Hys lop
1984 y Albornoz 1967 (1582). (Diagramado por Wendy Moreano y José Pino).
514 | José Luis Pino Matos cada grupo étnico poseía o las que se “allegaron por parcialida des”,
y su culto era atendido por el suyu al que pertenecían. Las parcialidades a
las que hace referencia Albornoz eran las unidades decimales en que 13/ Wamani: territorialidad, autoridades ancestrales... |
fue organizada la población de una “provincia”. En cuanto a las 515
huacas generales, su culto era responsabilidad de todo el
Tawantinsuyu (Julien 2002b: 17; 2011b: 104), y podían in cluir a Los sitios sagrados locales posiblemente se constituyeron en
ciertas pacariscas muy prestigiosas u otras huacas, o a cons trucciones los puntos de referencia para la organización espacial y demarca
como los usnos a las que los incas dieron una jerarquía imperial. La ción de los wamanis que estuvieron bajo el control inca (Arellano
presencia de un usno podía indicar, también, que se estaba en una 2003: 29; 2012:417). Como se sabe, para ejercer un gran dominio e
zona donde se rendía culto a una huaca general.48 instituir una territorialidad discontinua a gran escala, los incas usa
ron como estrategia el establecimiento de alianzas y de vínculos
de parentesco no solo con los curacas locales, que eran también
en diferentes formas y nombres conforme a las provincias: unos tenían pie entidades sagradas, sino también con sus huacas pacariscas, que
dras, otros fuentes y ríos, otros cuebas, otros animales y aves e otros géneros eran la fuente de su poder (al menos de las más prestigiosas).
de árboles y de yervas y desta diierencia tratavan ser criados y descender de
las dichas cosas, como los ingas dezia(n) ser salidos de Pacaritambo, ques Esta estrategia fue aplicada con éxito en el complejo religioso
de una cueba que se dize Tambo Toco y los angaraes y soras descender del Titicaca, la huaca general más prestigiosa del Collasuyu situa
de una laguna llamada Choclo Cocha y desta manera todas las provincias da en una isla del lago. Los incas transformaron su adoratorio en el
del Pirú, cada cual de su modo aplicando cualquiera de las cosas dichas a
su nascimiento. A estas pacariscas se allegaron por parcialidades muchos lugar de nacimiento del cosmos y el lugar de origen de los funda
nombres de guacas que, descubiertas las pacariscas, como allegados suyos dores del linaje inca, pasando de ser un adoratorio local altiplánico
se descubren luego.
Hase de entender que ninguna parcialidad de naturales dexó de tener esta
a uno macrorregional (Bauer y Stanish 2011: 63). El prestigio del
guaca pacarisca, por pequeña o grande que fuese la parcialidad [...] Todas Titicaca sirvió para legitimar y reforzar el estatus sociopolítico de
reconoscieron que esta guaca pacarisca, sin otras muchas particulares y sin la élite gobernante inca, que era percibido por todos los peregrinos
las generales que los ingas le pusieron, demás que tenían otras guacas para
el principio de labrar las tierras y otras para quando las coxen y para cuando que recorrían largas distancias por una red vial de puntos sacrali-
tresquillan los ganados y para cuando los hechan a los padres y para cuan zados. En el caso del Titicaca, su culto era responsabilidad de todo
do paren. Todas las dichas guacas son diferenciadas en nombres y servicios
y ceremonias conforme a las provincias [...].
el Tawantinsuyu por ser una huaca general o panandina. Recibía
Todas las mas guacas dichas tienen servicios y chácaras e ganados y vesti ofrendas de los cuatro suyus (Julien 2002b: 16-17).
dos y tienen sus órdenes particulares de // sus sacrificios y moyas que son Paricaca49 es otro ejemplo de una importante huaca que re
dehesas donde apacientan los ganados de las dichas guacas y tienen gran
cuenta con todo. Hay entre estas guacas pacariscas muy muchas que ree sidía en una montaña nevada en Huarochirí, y que fue aliada del
dificaron los ingas, dándoles muchos mitimas servicios que para este fin Cuzco, pues apoyó al Inca en la conquista de varios grupos locales
los mudava de unas provincias a otras. Dioles (el inga) muchos ganados y del Chinchaysuyu. Esta huaca poseía toda una red de parentelas
basos de oro y plata como fue en toda la Cordillera que mira al mar, en todo
lo que conquistó, en especial a cerros de nieve y bolcanes que miran a el sagradas compuestas por hijos, hermanos y mujeres, distribuidas
mar y que salen de los ríos que riegan muchas tierras que, en lo que yo he en el ámbito macrorregional y conectadas mediante el Camino
visitado” (1967 [1582]): 20).
Inca (Astuhuaman 2008: 97-119). Otros ejemplos de importantes
48. Como en el caso de la huaca Chinchaycocha, que fue una huaca general
reverenciada por los incas (Albornoz 1967 [1582]: 30) que tenía dos usnos en huacas generales vinculadas a la red sagrada fueron Pachaca-
cada extremo del lago. mac, en la costa central, y Catequil, en la sierra norte. Al igual que
en los anteriores ejemplos, durante el dominio inca, estos sitios

49. Pariacaca no se consideró una huaca general, pero fue una huaca
aliada muy importante en la expansión inca.
516 | José Luis Pino Matos
sagrados se convirtieron en centros religiosos macrorregionales y 13 / Wmiani: territorialidad, autoridades ancestrales... | 517
panandinos de poder y prestigio, sirviendo de difusores de la ideo
logía oficial inca, a la vez que de espacios sagrados de negocia formalizar vínculos de parentesco con las pacariscas más impor
ción con la élite cuzqueña dominante (Lopéz-Hurtado y Nesbitt tantes, como en el caso de Titicaca.
2010: 226). Estas negociaciones y alianzas con las redes de huacas Teniendo en cuenta que las huacas pacariscas eran conside
y curacas de los principales grupos étnicos debían renovarse en radas las progenitoras de los grupos humanos y que cada grupo
contextos sagrados, sobre todo cuando un nuevo Inca asumía el tenía la obligación de venerar a su huaca, se puede ver un primer
mando, para ratificar y ampliar el poder del Cuzco. Ello convertía nivel de territorialidad en el ámbito de las redes de parentesco
al Tawantinsuyu en una red de poder que debía asegurar la supre locales de ascendencia sagrada. Sin embargo, si los incas estaban
macía cuzqueña y consolidar las fronteras de la influencia incaica ligados al Titicaca como la huaca pacarisca de donde había emer
(Hernández 2012: 247, 252). gido el Sol, y a su vez eran considerados hijos del Sol, “mediante el
Sobre la base de la lista de huacas de Cristóbal de Albornoz intercambio de esposas, las autoridades de distintos grupos étni
(1967 [1582]), Catherine Julien (2002b: 19) sustenta que existía cos y sus descendientes fueron incorporados a una gran red de pa
“toda una red de huacas pacariscas en el territorio incaico, vincu rentesco cuyos miembros podían rastrear su origen común hasta
lada con la organización decimal. Si el Tawantinsuyu servía para el Sol. La formación de un pueblo unificado por un mismo origen
estructurar la relación entre la población andina y las huacas, es fue otro de los componentes principales de la estrategia imperial
probable que se vinculase de alguna manera con la organización inca” (Ramírez 2008: 11). Esto indicaría un segundo nivel de terri
decimal de la misma población”. Asimismo, Julien indica: torialidad en el ámbito de las redes de parentesco sagrado, que en
este caso serían macrorregionales e inclusive continentales.
Como el registro de las huacas cuzqueñas 50 incluye una descripción
de lo que de costumbre se sacrificaba a cada huaca, podríamos pen
sar que se precisaría esta misma clase de información acerca de las La territorialidad visualizada como un quipu
huacas y su culto cuando al mismo tiempo se empadronó a la pobla
ción, refuerza la idea de que el culto de las huacas estaría vinculado Se ha considerado que la organización espacial se pudo plasmar
a las unidades decimales en que estaba organizada una provincia.
(2011b: 105) y registrar materialmente en los sistemas de cuerdas anudadas
conocidos como quipu. Incluso se ha mencionado que las prin
Estas afirmaciones, más que ser concluyentes sobre una or cipales listas de huacas y provincias estuvieron estructuradas en
ganización provincial, brindan muchas posibilidades de entender el orden de un quipu y fueron transcritas desde estos dispositivos
una compleja territorialidad inca manifestada en varias redes de (Rowe 1946, 2003a, 2003b; Párssinen 2003: 33-53). La lista de las
poder religioso integradas aparentemente como una sola. Indican huacas del Cuzco de Cobo (2003 [1653]) y de las huacas pacariscas
que para tener cohesionada la red, era necesario imbricarse con y generales de Albornoz (1967 [1582]) nos indica que la organiza
las huacas más prestigiosas, como en el caso de Pachacamac, y ción de estos posibles quipus reflejaría la estructura de estas redes
sagradas que han sido consideradas provincias por algunos auto
res.51 Gary Urton (2009, 2013), por su parte, también ha sugerido
50. Se refiere a la lista de huacas por ceques existentes en el Cuzco
presentada por Cobo (2003 [1653]).
51. En este sentido, Catherine Julien menciona que “si existiese una red de hua
cas en cada provincia, podemos pensar que —al igual que la lista de huacas
cuzqueñas— la organización del quipu reflejaría la estructura de esta red.
518 | José Luis Pino Matos que los sistemas de ceques y quipus proporcionan modelos ade cuados
para comprender cómo los incas pudieron concebir y ges tionar la vasta
red de líneas y nodos de su sistema vial, y que los quipus podrían 13 / Wamani: territorialidad, autoridades ancestrales... |
considerarse los paradigmas estructurales para la construcción y 519
funcionamiento del Imperio inca. Del mismo modo, Astuhuaman (2011:
100) indicó que el quipu pudo ser visto como una metáfora material “propiedad” que se manejaba en Occidente. Aun cuando no era
de los conceptos de imperio y de provincia como archipiélago. posible poseer la tierra a la manera occidental, se garantizaba el
derecho de uso a ella mientras que se la cultivara, se manejaba
El ejercicio de la territorialidad inca y la Capacocha
los espacios ceremonialmente en grupo, y las tierras estaban ha
bitadas por sus ancestros (2012: 272). Por ello es muy posible que
Sobre el vínculo de los linajes incas con los espacios conquista
los mecanismos rituales y ceremoniales fueran los que aseguraran
dos en el Tawantinsuyu, Francisco Hernández (2012: 269-273) in
el ejercicio de la territorialidad fuera del Cuzco a los linajes incas
dica que fue el ancestro fundador quien garantizó el control y el
durante mucho tiempo.
acceso a la tierra, y que el grupo, al hacer un manejo integral de
En este contexto, el ritual de la Capacocha52 se constituyó
la geografía sagrada, lo convirtió en su fuente de derecho más im
como una manifestación de la dinámica territorial inca, que se
portante de control de los espacios y recursos. Los incas se apro
realizaba espacialmente entre el centro sagrado del
piaban de los territorios mediante la sacralización, el control del
Tawantinsuyu y todas sus huacas, incluso las que se localizaban en sus
espacio sagrado y el establecimiento de deidades y de sus propios
confines. Mediante este ritual se permitía ejercer el control de los
ancestros como habitantes de los nuevos territorios conquistados.
lugares sacralizados, y también conocer los ámbitos vigentes de la
De esta manera se otorgaba a sus descendientes el correspondien
territo rialidad que se ejercía. Para la eficacia de esta forma de ejercer la
te derecho de uso. Asimismo, las deidades y ancestros definían el
territorialidad, se conectó simbólicamente la infraestructura inca
vínculo entre los grupos y el control de los espacios, porque de al
desplegada en los principales caminos con todos los lugares sa
gún modo tenían la función de delimitar la geografía sagrada, y de
grados (Pino 2004: 309). Para estos fines, se demarcó los espacios
asegurar y condicionar los espacios disponibles a sus correspon
sacralizados de todo el Imperio mediante la construcción de pla
dientes grupos de descendientes. Por lo tanto, habitar ritualmente
taformas usno en cada wamani, donde se enviaba las capacochas
un espacio sacralizado otorgaba un derecho de uso, y el dejar de
para su redistribución a todas las huacas.53 Esta ceremonia servía
hacerlo consecuentemente restringía dicho derecho. Esta forma de
para recordar y confirmar qué lugares sagrados se habían conquis
territorialidad difería largamente del concepto de “provincia” y de
tado, por lo que la Capacocha era un ritual eminentemente territo
rial (Rostworowski 2008). Además, cabe resaltar que la Capacocha
También podríamos pensar que en este quipu se registrarían qué clase de fue el mayor rito oracular, que aseguró la cohesión y coherencia
sacrificios se haría a cada huaca, pues Albornoz nos informa que, al tiempo
que los incas organizaron una provincia, además de tomar un padrón de la
población, se informaron de las huacas y del ‘orden que [los habitantes de la
provincia] tenían en el ofrecerle y sacrificarle y de las posesiones y servicio
52. Para conocer los detalles de la ceremonia de la Capacocha como
que tenían’” (2011b: 105).
mecanis mo ritual, puede revisarse el trabajo de Pierre Duviols (1976).
53. Guamán Poma indica al respecto: “Que los Yngas tienen tierra señalado en
todo este rreyno para sacrificios llamado usno, que es para sacrificar cien-
pre capa cocha al sol y a las uacas, uaca caray, al caminar apachito. Es la ley
y sacrificio de los Yngas” (1987: 254 [1615: fol. 262 [264]). Y asimismo
relata que: “Pacha Cuti Ynga dio orden muy mucha ha2ienda para sacrificar a
las uacas y de las casas del sol y tenplo de Curi Cancha; el trono y aciento de
los Yngas llamado usno en cada utamani señaló” (1987 [1615]: 267, las
cursivas son nuestras).
520 | José Luis Pino Matos
interna del Tawantinsuyu al conectarse recíprocamente con las 13 / Wamani: territorialidad, autoridades ancestrales... |
huacas ancestros más prestigiosas (Curatola 2008: 57). 521

Territorialidad permanente o territorialidad temporal La demarcación y


reconfírmación de la
Un aspecto a considerar en el análisis de la territorialidad es la tem territorialidad inca
poralidad, lo que empuja a preguntarnos si en el Tawanatinsuyu
los incas ejercieron una territorialidad permanente o una temporal. En los territorios que se consideraban significativos, el Estado inca
Sobre la base de las evidencias históricas, se entiende que en aplicaba una política de “apropiación” mediante la instalación de
muchos asentamientos incas de carácter administrativo ceremo centros ceremoniales, infraestructura logística de ruta (tambos y
nial, los funcionarios no tenían una residencia permanente. En al tambillos) e infraestructura demarcatoria del espacio, como monu
gunos casos, venían anualmente del Cuzco para las actividades mentos sagrados, hitos o mojones (Sanhueza 2005: 51-53). La cons
de reciprocidad y redistribución rituales (Párssinen 2003: 241-245). trucción de saywas y apachetas como monumentos sagrados y la
Del mismo, las evidencias arqueológicas indican que en los cen demarcación mediante la construcción de usaos que se hacía en el
tros ceremoniales administrativos como Huánuco Pampa, la ocu sistema vial, que cubría casi todos los paisajes sagrados del Tawan
pación era efímera, solamente condicionada a las necesidades y tinsuyu, estaban referidos más a sistemas de medición espacial y
recursos del Estado (Morris 1973: 138-139). Generalmente se llega temporal (Sanhueza 2004, 2005, 2013) de las memorias y relatos de
ba al lugar para organizar festividades (Pino 2010b). Teniendo en conquistas rituales realizadas por cada Inca (Pease 1992b: 109-112).
cuenta que en la ideología inca el culto solar fue preponderante, Estas demarcaciones de ningún modo sirvieron para establecer lí
muchas de estas festividades estuvieron asociadas a fechas ritua mites de tierras. El uso de amojonamientos y de saywas para fines
les marcadas por un calendario astronómico (Pino 2004). limítrofes fue propio del reordenamiento territorial en la Colonia y
Este tipo de territorialidad es bastante similar a la que ejercen en tiempos posteriores (Puente Luna 2008: 133-134).
deidades andinas contemporáneas que habitan las alturas de los La territorialidad conseguida por la élite cuzqueña mediante
Andes, como el Señor de Qoyllur Riti, cuyo santuario se ubica en conquistas rituales sobre casi todo el universo del Tawantinsuyu,
las faldas del nevado Ausangate, en el Cuzco. A ese lugar acuden debía ser formalizada y reconfirmada a través de la construcción,
en peregrinación masiva, una vez al año, devotos de diferentes sacralización, veneración y mantenimiento de las saywas y usnos
pueblos (sobre todo de la región), días antes del solsticio de como monumentos memorables, que cada gobernante inca tenía
junio, y después de las festividades y rituales, todos regresan a su que realizar al asumir el cargo. Con estas acciones y visitas se de
hogar (Randall 1982). bía nombrar, registrar y reconfirmar las relaciones
Podemos decir que el tipo de territorialidades temporales que sociopolíticas y religiosas y las alianzas conseguidas por sus
se observa en los grandes sitios incas establecidos a lo largo del antecesores (Ku- mai 2002: 627-632). Esto indica que cada
sistema vial responde más a un contexto de destinos ceremonia gobernante inca, al asu mir sus funciones, debía hacer un obligatorio
les de peregrinaje calendarizado, que de lugares donde se ejerce recorrido ritual por “todo” el Imperio, marcando y remarcando su
el control mediante la territorialidad política permanente. historia y la de sus ancestros en el paisaje, lo que seguramente
debió haber consumi do gran parte de su vida. En pocas palabras, el
Inca debía ser una deidad itinerante, a la vez que un líder peregrino
difusor del culto solar, único en la historia humana. El ejercicio
de su territoriali dad era móvil, temporal y translocalizado. A la
vez, era múltiple, pues de ser necesario, podía enviarse soio un bulto
del Inca o sus
522 | José Luis Pino Matos 13 / Wamani: territorialidad, autoridades ancestrales... |
523
cenizas a las zonas conquistadas, con el fin de que ellos lo repre
sentaran y que el soberano habitara en los espacios y en los tiem El Inca representaba el poder del Cuzco y ese poder debía
pos que fueran necesarios. De esa manera se aseguraba el control ser renovado ritualmente. Al viajar para realizar conquistas y for
de otros espacios sacralizados (Hernández 2012: 269-270), donde jar alianzas debía alejarse de su lugar de origen, pero sin dejar
constantemente estaban viajando deidades de todos los grupos de cumplir los rituales esenciales fijados en su calendario. Esta
étnicos, ya sean curacas, momias o ídolos, que debían también situación ameritaba, no solo que se desplazasen personajes im
reconfirmar sus historias locales en sus movimientos estacionales portantes con él y cierta logística, sino que se habilitase otros es
o peregrinajes. pacios rituales fuera del Cuzco, pero que guardaran las mismas
características solemnes que los que existían en ese lugar, como
El Inca como un cíclico centro móvil del Tawantinsuyu lo describe Garcilaso de la Vega (1991 [ 1609]: 496).55
Como parte de las ceremonias de ascenso al poder, el Inca
La mayoría de las formas territoriales tienden a ser fijas en el espacio debía volver a recorrer los territorios conquistados para renovar las
geográfico, pero algunas se pueden mover. Por ejemplo, el espacio alianzas establecidas con los diferentes grupos étnicos. En las cró
personal o la distancia social que rodea a una persona viajan con nicas del siglo XVI se describe cómo ciertos gobernantes volvían
esa persona cuando se mantiene la distancia (Sack 1986: 20). Desde a conquistar zonas anteriormente sujetadas por sus antecesores,
esta perspectiva, también puede entenderse al gobernante cuzque- incluso en los alrededores del Cuzco (Hernández 2012: 253), lo
ño como el centro de la territorialidad inca, pero en un sentido móvil. que puede indicar que esto eran representaciones rituales y no
Las conquistas y renovación de alianzas obligaban al Inca a tras conquistas en términos occidentales (Pease 2007: 50).
ladarse constantemente. Podría decirse que desde que asumía el Es probable que la corte del Inca tuviera un carácter itinerante
poder, pocas veces se mantenía en un solo lugar, pues debía cumplir por estar siempre acompañándolo. Es posible, entonces, que los
ciertas actividades reglamentadas por el calendario local cuzqueño, funcionarios y la información administrativa estuvieran siempre
o recorrer grandes distancias. Según fuentes del siglo XVI, hubo pau a disposición del gobernante. Dicha información estuvo conteni
tas que establecían periodos de tres años de viaje y tres años de da en quipus, instrumentos portátiles de registro que
permanencia en el Cuzco para el caso de Pachacutec (Garcilaso de facilitaban a los funcionarios del Inca “permanecer en el centro de la
la Vega 1991 [1609]: 313, 450; Betanzos 2010 [1551]: 165-169), y red de información independiente de donde se hallaran
de físicamente” (Topic 2013: 46-47, 58). En un pasaje sobre los
cuatro años de viaje para Tupac Yupanqui (Garcilaso de la Vega desplazamientos del Inca, fray Martín de Murúa (2004 [ 1590]: 131)
1991 [ 1609]: 491) y Huayna Capac54 * (Betanzos 2010 [ 1551 ]: 227). menciona que se

ansí por la serranía como por los llanos y la costa, por muchos gobernado
54. Para el caso de Huayna Capac, la relación de los quipucamayos de Vaca de res que tenía en toda la tierra” (Callapiña et ál. 1974 [1542-1608]: 41-42).
Castro indica lo siguiente: “é Guayna Capac Inga, todo el tiempo que vivió, 55. “Y porque Túpac Inca Yupanqui, habiendo ganado aquel pueblo, que está
trabajó mucho y bien en entender tener toda la tierra quieta y pacífica, visi en un hermosísimo valle, celebró en el campo aquella fiesta del sol le llama
tando toda la tierra personalmente desde Chile á Quito, ansí por los llanos ron así quitándole el nombre antiguo que tenía. Porque es de saber,
como por la serranía, que no le quedó rincón que en toda la tierra que no la como se ha dicho, que era costumbre de los Incas celebrarla como quiera que
hubiese visitado personalmente. /.../ É asistió en el gobierno de la provincia pudiesen donde quiera les tomase el tiempo de la fiesta, puesto que el sumo
de Quito é desde allí proveía de todo lo conveniente á este reino hasta Chile, sacerdote y los demás Incas que en el Cozco se hallaban las celebraban allá
con toda solemnidad” (Garcilaso de la Vega 1991 [1609]: 496).
524 | José Luis Pino Matos 13 / Wamani: territorialidad, autoridades ancestrales... |
525
trasladaba acompañado y cargado siempre por los representantes
de los cuatro suyus, con quienes compartía residencia. Estos a su
vez eran representados por parientes cercanos. 56 Este pasaje tiene
un correlato gráfico presentado también por Murúa (2008 [1615]),
en el que se observa al Inca cargado en una litera por cuatro perso
najes que representan a cada uno de los cuatro suyus (véase figura
13.8). Por estas descripciones gráficas y escritas podemos enten
der que el Inca y su corte personificaban la territorialidad viva del
Tawantinsuyu, y que el Inca era entendido como el Cuzco encar
nado o el centro móvil del Tawantinsuyu (Cummins 2005: 36).

Conclusiones

A manera de conclusión, podemos decir que el entendimiento de


las formas prehispánicas de territorialidad en los Andes será más
factible si se estudian con más detalle las categorías espaciales
nativas. Lo que se presentó en este texto solo fue un intento com
pilador y exploratorio, y aún urge una agenda de trabajo para defi Figura 13.8. El Inca Huáscar
nirlas. Hay numerosos estudios que defienden esta metodología, y car gado en una litera por los
repre sentantes de los cuatro
algunos —como los citados líneas arriba— han brindado muchas suyus, según fray Martín de
herramientas teórico-metodológicas. Sin embargo, es importante Murúa 2008 (1615).

recalcar que no se puede seguir asumiendo categorías de análi


sis europeas usadas en la Colonia como nociones estáticas que
se pueden extender a los tiempos prehispánicos, categorías que tampoco son válidas para los tiempos actuales. Se requiere, por lo
tanto, de una lectura crítica y autocrítica.
Sobre la particular e idiosincrática forma de concebir los te
rritorios en la época inca, podemos decir que se los conseguía
56. “Llevaban siempre las andas destos Reyes Ingas cuatro Señores de los más mediante conquistas rituales y una sacralización de la geografía,
principales que en su consejo tenía, como entre nosotros Duques o Marque
ses, que para el efecto estaba dedicados a los cuatro suyos, que son las cua
y que se ejercía la territorialidad a través del culto a los ancestros
tro provincias de Collasuyo y Chinchaysuyo, Contisuyo y Antesuyo los impuesto por sus descendientes. Los incas estaban emparentados
cuales residían siempre con el Inga en su palacio, dejando en sus lugares con casi todos los grupos étnicos, si no con todos.
hermanos, hijos o parientes cada uno como mejor le parescía, que para todo
tenían li cencia del Inga porque como siempre andaban con él en su Podemos decir, también, que las características de la terri
compañía, los quería mucho y les hacía muchas mercedes y grandes torialidad prehispánica eran la sacralidad, la discontinuidad y el
beneficios. Y hacia el Inga esto por tener sujeta su gente, y principalmente la
dominio espacial por parentesco. En este sentido, siguiendo la
de las cuatro provin cias, en las cuales estaba repartido todo este reino y
como las cabezas esta ban sujetas, lo estaban ni más ni menos los demás” noción de territorialidad discontinua indicada por Franklin Pea-
(Murúa 2004 [1590]: 131). se, podemos precisar que el territorio no era concebido como un
526 | José Luis Pino Matos espacio continuo, sino como un conjunto de espacios distantes y
ecológicamente delimitados (Pease 2007: 50). 13 / Wamani-, territorialidad, autoridades ancestrales... |
En la época inca, se concebía la totalidad del espacio en los 527
Andes como dividida en cuatro suyus, cuatro cuadrantes o cuatro
partes que, unidos, recibían la denominación de Tawantinsuyu. territorios prehispánicos eran conjuntos de nodos de transmisión.
Cada suyu era a su vez una dirección y un camino que partía del De esta forma, ios caminos desempeñaron la importante función
Cuzco. Cada uno de estos caminos, con su infraestructura de conectar las múltiples redes de deidades, contenidas a la vez
asocia da (saywas y usnus), era el soporte de una narrativa de en una sola que el Inca tejía y mantenía con los grupos étnicos.
conquis tas rituales que debían repetirse periódicamente. Esa era Las territorialidades que ejercían las huacas sobre sus descen
la forma de ejercer la territorialidad inca, que refleja sobre todo una dientes y las redes de parentesco sagrado que se establecían, co
terri torialidad religiosa itinerante y peregrina, difusora del culto existían y eran interdependientes. Estas redes que restablecían los
solar. Los agentes de estas territorialidades eran los ancestros y sus diferentes gobernantes incas con los curacas y huacas daban
re presentantes. Todos eran deidades socialmente vivas, aun así se lugar a la aparición constante de una variedad de
trataba de ídolos y momias. Cada una ejercía autoridad en dife territorialidades, lo cual hacía que los territorios en los Andes
rentes niveles, según su nivel de parentesco con lo sagrado. hayan sido posiblemen te tipos especiales de redes translocales, 57
Así, los gobernantes incas estaban emparentados con las huacas más que no necesariamente se caracterizaban por la posesión fija y
importantes, con quienes mantenían relaciones de reciprocidad y delimitada de espacios. Por el contrario, una territorialidad-red 58
redistribución en los ámbitos macrorregionales. Para ejercitar el tenía más ventajas si era móvil, y más posibilidades de
poder, se debía entrar en el ámbito de lo sagrado, pues la autori permanecer en el tiempo si man tenía sus relaciones mediante la
dad era portadora de sacralidad. Como se indicó, todo lo que era circulación constante por varios espacios geográficos. En el caso del
considerado sagrado era huaca. De esta manera, las personas que Inca, esto ocurría a través del establecimiento de redes de parentesco
desempeñaban cargos importantes, como los curacas y el Inca, mantenidas y renovadas mediante rituales y peregrinajes.
también eran huacas. Ellas no solo podían comunicarse con el Los espacios más importantes de interacción eran los
universo de lo sagrado, sino que al ser autoridades, eran lugares de origen, que se configuraban espacialmente como lugares de
sagradas de por sí (Pease 2007: 142-143). Lugares como las articulación territorial. Existía una figura de interterritorialidades
pacariscas y los wamanis eran fuentes de poder de las sagradas para cada huaca pacarisca o wamani, que consistía en
autoridades ancestrales, ya fuera el Inca o los curacas, que a su vez redes de poder interconectadas; no solo una, sino varias redes im
eran wamanis porque poseían el espíritu y poder de los ancestros bricadas. Siguiendo a Foucault, el wamani era la manifestación
fundadores de linajes. Lógicamente, cada grupo étnico poseía su de la espacialidad del poder que ejercían los espíritus de los
pacarisca y su wamani. En este contexto, muchos de los sitios ances tros fundadores de cada ayllu. Esta espacialidad tenía por
construidos por los incas también eran wamanis porque tenían carac terística, la movilización continua por territorios discontinuos y
la capacidad de contener a los ancestros en los rituales y el recorrido por los lugares de conmemoración históricos, desde los
festividades. Estos lugares eran hitos geográficos referenciales y lugares de origen o pacariscas hasta los monumentos que evoca
puntos espaciales de articulación terri torial, que veneraban y ban alianzas y parentescos con otros wamanis.
recorrían los grupos allegados en el ámbito de las relaciones de
parentesco con la geografía sacralizada. Los

57. Sobre los territorios como translocalidades puede revisarse el texto de


Ar- junAppadurai (1999).
58. Sobre la territorialidad-red puede revisarse el texto de Joe Painter (2011).
528 | José Luis Pino Matos
Desde la teoría de las redes de comunicación, y utilizando la
tipología elaborada por Paúl Baran (1964), podemos relatar la te 13 / Wamani: territorialidad, autoridades ancestrales... |
rritorialidad inca como un proceso dinámico, donde el territorio 529
conocido como Cuzco y su paisaje sagrado son una “red centra
lizada”, con el Coricancha como el centro y las huacas como los
nudos, para luego del inicio de la expansión inca, volverse una
“red descentralizada”, con varios núcleos físicos o nuevos
Cuz cos, pero siempre manteniendo el Cuzco primigenio con su or
ganización en ceques como modelo paradigmático. Sin embargo,
como posiblemente la territorialidad inca no fue físicamente fija
sino “peregrina”, móvil e itinerante, y debía ser reconfirmada, la
imagen del espacio pudo asemejarse a una “red distribuida”, con
territorialidades similares que debían negociar su existencia y sus
relaciones en términos rituales. Así, el Imperio inca llegó a trans
formarse en una territorialidad viva y muy dinámica, que
dependía de la renovación constante de sus vínculos de
parentesco sagrado con diferentes lugares del Tawantinsuyu, y
que probablemente es tuvo configurada como una “red
(a) (b) (c)
distribuida”, por donde circulaba el Inca conquistando espacios
ritualmente y conmemorando estas conquistas tanto física como
Figura 13.9. Tipología de redes según Paúl Baran 1964: a) centralizadas; b) descentralizadas;
oralmente (véase figura 13.9). c) distribuidas. La red distribuida guarda la forma de ia red rizomática propuesta por Gilíes
Este tipo de red distribuida, tomada de la teoría de la comuni Deleuze y Félix Guattari 2004.
cación, se ajusta a otra perspectiva teórica que se apropia en parte
de modelos biológicos para explicar fenómenos sociales humanos.
Basándonos en esto, podemos indicar que si todo el Tawantinsuyu en todos los sentidos, donde cualquier punto podía ser conectado
era una red de poder interconectada, podría pensarse que esta con otro como un rizoma vivo, pero sin llegar a ser una territoriali
forma de territorialidad tenía mayoritariamente características dad “acentrada”, puesto que en muchos casos la espacialidad del
rizomáticas,59 es decir, respondía a principios de expansión y con Inca era móvil y ningún punto podía ser el único núcleo. Del mis
quista como un rizoma, no presentaba un solo centro sino varios, y mo modo, esta territorialidad podía quebrarse en cualquier
no era una territorialidad cerrada y continua sino, por el contrario, pun to por cuestiones coyunturales, como la muerte de un Inca,
discontinua, tanto en el tiempo como en el espacio. Como territo pero volvía a surgir y a reconfirmarse desde cualquier otro punto, no
rialidad rizomática, se presentaba con extensiones en superficie necesariamente desde un centro. Al fin y al cabo, el centro era el
Inca mismo. Además, esta particular territorialidad de redes rizo
máticas era una acción cartográfica constante de elaborar
59. Para las nociones y características de la territorialidad rizomática, mapas de la memoria en el paisaje mediante conquistas rituales,
puede revisarse el trabajo de Gilíes Deleuze y Félix Guattari (2004: como un mapa abierto que se modificaba según la coyuntura y las
9-29).
nece sidades, pero medido y controlado a través de la ceremonia de la
Capacocha. Al haberse vinculado el Inca con todos los ancestros
del Tawantinsuyu como universo, esta territorialidad no solamente
530 | José Luis Pino Matos
se afiliaba al paisaje, sino que se presentaba como la “conjunción” 13/ Wamanp. territorialidad, autoridades ancestrales... I
de parentescos sagrados en un solo tejido. 531

Agradecimientos Ansión, Juan


1987 Desde el rincón de los muertos. El pensamiento mítico en
Ayacucho. Lima: Grupo de Estudios para el Desarrollo.
Deseo expresar mis sentimientos de sincera gratitud a varias per
sonas por haber contribuido a la realización de este texto, em 1989 “Autoridad y democracia en la cultura popular: una aproxi
pezando por Rafael Vega-Centeno, amigo y colega, a quien le mación desde la cultura andina”. En Allpanchis 33. Poder y
agradezco por haberme invitado gentilmente a contribuir con este autoridad en los Andes: 59-80. Sicuani: Instituto de Pastoral
Andina.
artículo y haberme dado la oportunidad de reflexionar sobre esta
temática, además de haber contado con su aliento y paciencia. A Appadurai, Arjun
Catherine Julien (f) por su atención, así como por las agradables 1999 “Soberanía sin territorialidad. Notas para una geografía pos
y valiosas conversaciones que tuvimos durante sus últimas estan nacional”. En Nueva Sociedad 163: 109-125.
cias en Lima. A mis Llaqtamasicuna Yachachiq Julián Idilio San-
tillana y Ramiro Matos, por las discusiones sobre la cosmovisión Arellano Hoffmann, Carmen
1988 Apuntes históricos sobe la provincia de Tarma en la sierra
y ritualidad incas, como también por cederme bibliografía esen central del Perú. El kuraka y los ayllus bajo la dominación
cial sobre las sociedades de los Andes prehispánicos y actuales. colonial española, siglos XVI-XVI1L BAS 15. Bonn: Estudios
Al Programa de Estudios Andinos, en especial a Marco Curatola y Americanistas de Bonn.
Krzysztof Makowski, por su apoyo y paciencia. A Hernán Ramos,
1994 “Los títulos de comunidades como fuentes para una recons
como siempre, por su apoyo y colaboración constantes. A Manuel
trucción histórica de límites de las antiguas etnias
Perales y Sergio Barraza por las productivas conversaciones que andinas: el ejemplo de Tarma en la sierra central del
siempre hemos sostenido al respecto. A Norma Matos por las facili Perú”. En Améri ca Indígena 4: 99-132.
dades prestadas, su aliento y permanente apoyo. Y, finalmente, un
agradecimiento especial a Wendy Moreano por su paciencia, sus 1998 “Hanan/urin: reflexiones acerca de un viejo concepto dual
Inka y su aplicación en el Chinchaysuyu”. En Sabine De-
comentarios, críticas, estímulo y apoyo, así como por haber reali
denbach-Salazar Sáenz et ál. (eds.). Nuevas
zado todos los diagramas y la edición de los gráficos que acompa contribuciones a la arqueología, etnohistoria, etnolingüística y
ñan este artículo. etnografía de las Américas. 50 años de estudios
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REFLEXIONES FINALES
14
FIGURAR LA HISTORIA PRECOLONIAL
ANDINA

Gabriel Ramón'

FIGVRA. Lat. figura, forma, Species á verbo fingo. fingís,


por dar forma a cierta materia, como el ollero, o alfahare-
ro, que de un pedago de barro forma diferentes vasos [...]
Figurar, hazer figura: formar o delinear alguna cosa.
Sebastián de Covarrubias,
Tesoro de la lengua castellana, 1611.

Partamos listando cinco atributos de este libro. Primero, sus 13


artículos han sido escritos por arqueólogos peruanos, cuatro mu jeres
y diez hombres. Segundo, salvo un par de excepciones, los autores son
mayores de 30 años y menores de 50. Tercero, todos completaron su
formación académica básica (cinco años de ba chillerato) en Lima: diez
en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM) y cuatro en
la Pontificia Universidad Católica del

1. Pontificia Universidad Católica del Perú: Correo-e: <glramón@pucp.edu.pe>.


556 | Gabriel Ramón Joffré Perú (PUCP). Cuarto, casi todos residen en Lima, salvo
aquellos que siguen viajando por razones académicas
(doctorados, posdoctora dos) y uno que vive en Huancayo, Una introducción a la situación actual puede obtenerse
comparando los ensayos de Macera (1977), Quiroz (1999) y
Junín. Quinto, al menos siete de los autores tienen Loayza (2012).
estudios de maestría o doctorado (concluidos o en
marcha) en el extranjero; cinco de esos siete estudiaron el
doctorado en los Estados Unidos, y cuatro de esos cinco son
de la PUCP. En suma, se trata de un universo bastante
restringido, por el que yo también transito. Sin embargo,
espero que mis observacio nes no sean tomadas como
“testimonio de parte” sino como un intento de poner en
perspectiva la labor de este grupo de arqueólo gos que
busca figurar el pasado precolonial andino desde la clase
media ilustrada limeña.2

Ya que el pasado siempre se figura (delinea, imagina,


moldea, piensa, repiensa, reconstruye, etc.) desde el presente,
es preciso distinguir cuatro peculiaridades del contexto
donde se está ejer ciendo la arqueología en Lima
(potencialmente, algunas de mis observaciones podrían
proyectarse más allá de la capital).3
En primer lugar, los diarios limeños publican
regularmente noticias sobre descubrimientos de nuevos sitios
arqueológicos, insistiendo en que se trata de: el más
antiguo, el más fastuoso,

2. Esta ponencia es una versión ampliada de los comentarios


presentados en el simposio sobre historia precoionial del Quinto
Congreso Nacional de His toria, por lo que en algunos casos no he
podido evitar el modo oral original. Asimismo, lamento que las
discusiones finales (del último día del evento) no sean
incluidas, ya que me dejan, inmerecidamente, con la última
pala bra. Agradezco a Rafael Vega-Centeno por su invitación y
paciencia.
3. A los recuentos historiográficos listados en Ramón (2005: 8, n.°
5), puede agregarse Shimada y Vega-Centeno (2011), y el
artículo de Lubow (2007), que nos aproxima —a través de un
caso concreto— a las relaciones entre política nacional y
arqueología. Para entender mejor lo que está pasando en
arqueología, es indispensable observar lo que sucede en historia.
14/Figurar LA HISTORIA PRECOLONIAL más allá del idioma. Por una serie de razones, el arqueólogo
ANDINA | 557
peruano promedio se precia de sus conocimientos en el
terreno, de haber visitado más sitios que sus colegas del
etc.4 Si bien algunos podrían pensar que este énfasis en los norte, en fin, de su calidad de baquiano; sin embargo, salvo
descu brimientos se limita al aspecto más público de la excepciones, publica una parte mínima de todo lo que dice
disciplina, en el caso peruano tiene una fuerte conocer, y cuando esporádicamente lo hace, raramente
repercusión en el modus operandi de su núcleo aparece al inicio de la lista de autores. A fin de evaluar
académico: antes que una tradición de explicacio nes estas primeras generalizaciones, así como los cambios que
coordinadas, nuestra arqueología se ha caracterizado por actualmente se están dando en nuestra disciplina, el lector
un énfasis en los descubrimientos y por un detalle asociado: puede someter los artículos de este libro a un ejercicio
el cono cimiento del terreno. Este rasgo, ya sugerido por sencillo: observar si existe alguna relación entre el modo
Alfred Kroeber al referirse a Julio Tello, sigue marcando como los autores presentan y discuten sus datos y el lugar
el día a día de nuestra disciplina (Kroeber 1944: 93). Podría donde realizaron sus estudios. Me parece que la reciente
decirse que ha existido un modo peruano de hacer internaciona lización de los arqueólogos peruanos, en tanto
arqueología que consiste en insistir en la novedad de los estudiantes, está transformando significativamente la
materiales. Como me contaba un colega nortea mericano producción académica local (pienso aquí especialmente en
(anónimo solicitado), hace una década, luego de uno el estilo de los artículos de Rosas,
de los diversos encuentros de arqueología andina en los
Estados Unidos, un profesor universitario le preguntó a sus
alumnos: “¿Pu dieron distinguir entre el estilo de las 4. Aunque el listado es mínimo, sirva de referencia
inicial: <http://blog.
ponencias norteamericanas y el de las peruanas?”. La pucp.edu.pe/item/172067/ultimos-hallazgos-
pregunta sigue vigente, porque la dife rencia existe, y va arqueologicos-en-el-pe- ru-1987-2012> (última
consulta: 1/2/2015).
558 | Gabriel Ramón Joffré depósitos de museos estatales. Cualquier arqueólogo que
trabaja en el Perú sabe lo difícil que es obtener acceso
Segura y Vega-Centeno). El desafío actual es saber si sostenido a las colecciones excavadas por otros colegas o a sus
finalmente podremos obtener una producción reportes de excavación. En muchos casos, hay que saber
arqueológica local cosmopoli ta, como ya se discute en de antemano qué material contie nen esos depósitos, ya
literatura.5 que no existen catálogos oficiales detalla dos. Más aún,
En segundo lugar, la arqueología peruana se hay una especie de posesión (implícita o explícita) de
caracteriza por algunos sitios, de modo que si un individuo está asociado a
la ausencia de archivos de consulta pública: depósitos de uno, prácticamente hay que esperar a que se jubile para acceder
museos bien organizados y razonablemente accesibles a las colecciones (aquí cada lector puede hacer su propia
para la investiga ción. Los historiadores peruanos pueden lista de sitios y arqueólogos). Ante el colapso de los
visitar los archivos para realizar sus investigaciones, pero depósitos oficiales perua nos, cada vez es más frecuente
¿dónde obtiene la mayor parte de los arqueólogos que los investigadores “colaboren” con el Estado creando
peruanistas su información? En las publicaciones de sus depósitos particulares, lo cual no contribu ye al libre acceso
colegas, en sus propias excavaciones (cuando tienen pre a esas colecciones: acabamos en la paradójica situación de
supuesto para realizarlas), y muy ocasionalmente en los
necesitar un permiso privado para acceder a materia les 14 / Figurar la historia
que son patrimonio nacional. Un caso que resume precolonial andina | 559

parte de lo
hasta aquí indicado es el de las 15 toneladas métricas de
cerámica excavadas en los proyectos dirigidos por el
5. Nuestra internacionalización todavía se limita a estudiar en el
hemisferio norte, raramente a enseñar arqueología en esa región arqueólogo norteameri cano Craig Morris en
del mundo: si bien la cantidad de profesores peruanos de Huanucopampa (La Unión, Huánuco) a fines de la
humanidades (historia, literatura, etc.) en universidades década de 1960 e inicios de la de 1970. Como se sabe, Hua
norteamericanas es notable, el número de arqueólogos haciendo
lo mismo es prácticamente nulo. Esta ausencia se vincula nucopampa es uno de los mayores sitios incas, y las
tanto con las condiciones internas (el mercado laboral peruano publicaciones de Morris (p. e. Morris y Thompson 1987)
ofrece más alter nativas en arqueología que en historia), como
con las expectativas de las universidades del norte. Una manera
cubrieron una minúscula porción de sus propios hallazgos.
complementaría de internacionaliza ción ha sido participar en Sin embargo, el conjunto de ma teriales está básicamente
proyectos extranjeros, lo que es particularmente claro en los perdido para la investigación académica local. Como
textos de Flores y Perales.
indica Rodolfo Monteverde (2009: 196):

En la actualidad el 1NC del Perú desconoce la real magnitud


de este material arqueológico, ya que no cuenta con el
registro oficial origi nal. Sólo existen las bases de datos del
análisis de gabinete y de las procedencias del material
asignadas por el doctor Morris, radicadas en el
American Museum of Natural History de los Estados
Unidos de Norteamérica, donde la única persona con la
autoridad legal so bre los archivos y datos de estas
investigaciones es el doctor Charles Spencer, director de la
División de Antropología del Museo. (Alan Co- vey,
comunicación personal con Alfredo Bar, 2006)

Lo más importante es que Huanucopampa no es un


caso ais lado. Lo curioso es que si bien el Estado peruano
ha seguido lle vando a cabo proyectos de excavación y
restauración en ese sitio, la atención oficial por esta
enorme colección cerámica ha sido prácticamente nula. Otro
detalle relacionado con esta ausencia de depósitos
organizados es que en pleno siglo XXI, para acceder a
muchas colecciones en el Perú, es mejor ser extranjero.
Asimis mo, es más fácil estudiar colecciones
arqueológicas peruanas en el extranjero que en el Perú,
pero los costos (pasaje, visa, aloja miento, etc.) excluyen
a la mayoría de los arqueólogos locales. Esta dificultad
de revisar sosegadamente colecciones para ofrecer
interpretaciones alternativas se vincula directamente al general de la arqueología andina protagoniza do por
primer ras go descrito (énfasis en los descubrimientos), John Rowe y sus discípulos —la Escuela de Berkeley—
y priva a la disciplina de una de sus herramientas en la década de 1960, estuvo principalmente basado en el
más poderosas. Basta recordar que el replanteamiento estudio
560 | Gabriel Ramón Joffré usado en Lima. En el mismo sentido, puede pensarse en las
colecciones del Archivo Histórico Riva Agüero, PUCP,
principalmente la de Toribio Mejía. Algunos estudios mo délicos
sistemático de colecciones, especialmente aquellas recientes basados en material excavado por colegas o usando
colec ciones serían el del arqueólogo canadiense Jean Fran^ois
recogidas por Max Uhle a inicios del siglo XX (Ramón
Millaire (2002) o el del polaco Janus Woloszyn (2009). Pese a
2013). De lejos, Rowe y sus discípulos son los autores más estar físicamente mucho más cerca de los museos y depósitos de
citados en este libro.6 material arqueológicos, los arqueólogos peruanos difícilmente han
producido algo semejante, salvo excepciones, como el trabajo de
En tercer lugar, tal vez para intentar paliar ese Joaquín Narváez (2006) usando la colección Sestieri.
desbarajuste en tre los dos rasgos descritos —énfasis en los 7. Sobre este tema me sumo a lo sugerido por Oyuela, Anaya, Elera y
descubrimientos y au sencia de archivos abiertos a la Valdez (1997) y por Lañe (2012: 222). Sobre las idas y vueltas de
esta corriente res pecto de la periodificación, véase Ramón (2005:
investigación arqueológica—, en el Perú se suele insistir 8, 16, 19, 20, 21, passim).
en la varita mágica llamada teoría, todavía sin resultados
concretos y memorables. Más aún, a falta de una discusión
teórica sostenida que articule estudios de colecciones
e investigaciones de otros colegas, se retorna
consecutivamente a la endémica “arqueología social” y sus
adláteres.7 Ya se ha dicho mucho sobre esta tendencia
académica, por lo que me limitaré a agregar que, pese a
todo el ampuloso aparato retórico esgrimido (básicamente
marxismo althusseriano, nunca thompsoniano), es tos
colegas siguen obviando el tema del pueblo (i. e. “las clases
populares”) en el pasado precolonial. En general, pese a
todo el reciente cacareo sobre “agencia” (agency) en
arqueología andina, el pueblo sigue siendo un reflejo fofo
de las élites, un eco, y se sigue justificando la excavación
de sitios de élite con la idea de tener la fortuna de
divisar alguna manifestación popular en esos

6. Un caso excepcional y encomiable en el panorama limeño es el


del Museo Larco, cuyas colecciones, especialmente la de
cerámica moche, han sido repetidamente estudiadas. Es difícil
pensar en un ejemplo comparable en alguna institución estatal.
Tal vez el archivo Tello, del Museo de Arqueología y
Antropología, UNMSM, que posee los cuadernos de campo de
Tello y sus discípulos, sea el caso del archivo arqueológico más
14/Figurar la historia arqueología ha generado fuentes laborales para más de una
precolonial andina | 561
ge neración de arqueólogos, las publicaciones resultantes
de este tipo de proyectos son mínimas y en su mayoría por
recintos. Paradójicamente, excavar y explicar debajo de cualquier estándar académico respetable (cf.
coherentemente si tios populares resulta mucho más Burger 2013: 327-328; Gonzales 2010: 149-151);
caro y complicado que hacer lo propio con los sitios de constituyen un mundo paralelo que ni siquiera ha contribuido
élite, y este es uno de los límites lógicos que tuvo, y a ampliar la posibilidad de contar con más catálogos de
sigue teniendo, la arqueología peruana. Para sustanciar materiales, que podrían servir para paliar la señalada falta de
esta afirmación sobre la arqueología actual, basta revisar
los artícu los de este libro e interrogarse: ¿va alguno
más allá de este límite?, 8. Por cuestiones cronológicas, la pregunta no incluye los tres
¿tienen las vasijas llanas alguna utilidad en sus primeros artículos del libro, que lidian con el Precerámico; por
interpretaciones?8 cuestiones temáticas, el artículo sobre los plateros chimús
también podría ser excluido de esta interrogante.
El cuarto y último rasgo significativo del panorama
9. Para una introducción al tema, puede revisarse:
actual son dos elementos conjugados: la arqueología de <http://www.conflictos- mineros.net/contenidos/19-peru/4980-
contrato dirigida por las grandes compañías 4980> (última consulta: 1/3/2015) y
transnacionales y el narcotráfico. En tér minos <http://revistaideele.com/ideele/content/yanacocha-y-la-elusi
%C3%B3n-
macroeconómicos, ambos (los minerales y las drogas) son tributaria> (última consulta: 11/3/2015). Vale la pena consultar la
nuestros productos emblemáticos. La arqueología de página del Perú Support Group, en particular su detallado reporte
sobre sobre el si niestro caso Majaz en la provincia de Ayabaca,
contrato bien pudo haber impulsado económicamente sierra de Piura (Bebbington 2007). En general, lo más ilustrativo
nuestra disciplina, pero no ha escapado a la regla general es contrastar la versión oficial (idílica, de las mineras) con la
que caracteriza a las grandes mineras, que en nuestro versión local, por ejemplo, el testimonio del presi dente de las
rondas campesinas de Ayabaca, José García Campoverde, del
medio han estado íntimamente asociadas a dos temas: caso Majaz: <https://www.youtube.com/watch?v=-
contaminación ambiental y muerte. 9 Si bien este tipo de HrwCa5InhM> (última consulta: 1/3/2015).
562 | Gabriel Ramón Joffré cuadro apo calíptico de nuestra disciplina en Lima, ni
insistir en la “crisis” (sensu Bonavia) o los “tiempos
archivos arqueológicos oficiales. 10 En la actualidad, el oscuros”. Se trata simplemente de una arqueología de
Perú es el mayor productor mundial de pasta básica de periferia subdesarrollada, con limitaciones y privilegios:
cocaína, y la intensifi cación del uso del territorio peruano caracterizada por el énfasis en lo majestuoso, princi palmente
como escenario de tráfico de drogas ha tenido funestos dirigida por extranjeros y excavada por peruanos, con
resultados para nuestra disciplina: cier tas zonas, las acceso local muy restringido a las colecciones públicas y
rutas de los transportadores de droga, ya no pueden ser feudos cotidianamente tangibles. Cada lector puede evaluar
prospectadas ni visitadas por los arqueólogos. 1' Tanto por la cómo este
in tervención minera como por el tráfico rural de
estupefacientes, el mapa de las zonas activamente
10. Entre las excepciones, cabe mencionar las valiosas publicaciones
investigadas se reduce a la costa o a las áreas vigiladas del co lega Luis Salcedo:
(cerca de las ciudades), y el boom de la ar queología en esas <https://sites.google.com/site/tempussolaris/> (última consulta
localidades se explica más claramente.12 10/3/2015), cuya presencia en este volumen hubiera sido ideal.
Todo lo anterior no nos debe llevar a imaginar un 11. Sobre el Perú como mayor productor de cocaína: <http://peru21
.pe/2012/07/30/ politica/eeuu-confirma-que-peru-principal- 14 / Figurar la historia
productor-mundial-cocai- precolonial andina | 563
na-2035324> (última consulta: 1/3/2014). Sobre los cruces entre
rutas de
cocaína y nuestra disciplina, estoy pensando aquí en casos como
el nunca esclarecido asesinato de dos arqueólogos ayacuchanos
contexto se percibe en los artículos del presente libro,
en 2008 —<http:// www.larepublica.pe/10-09- siendo el de Perales el más evidente punto de partida. 13
2008/delincuentes-asesinan-dos-arqueologos> (última consulta: Con esto en mente, vayamos al análisis comparativo de los
10/3/2015)—, o en mi propia experiencia al sur de Cajamar- ca
(2013), donde los pobladores nos recomendaron que era mejor artículos.
no ir a una localidad de las alturas. Un clima de inseguridad
semejante se experimenta en algunas zonas de Bolivia (Claudia
Rivera, comunicación personal 2010) y en el extremo norte 3
ecuatoriano (María Patricia Ordoñez, comunicación personal
2015).
Al revisar el libro, hay dos características iniciales que
12. Esta segregación espacial de los proyectos también se
experimentó clara mente a fines de la década de 1980 e inicios sorpren den positivamente. Primero, el uso de la historia
de la de 1990: la guerra inter na en el Perú provocó la de la arqueología como parte integral de la disciplina, es
migración de muchos proyectos (p. e. del célebre UMARP -
Upper Mantaro Archaeological Research Project, en Jauja,
decir, no como un adorno sino como una herramienta
Junín, varios de cuyos miembros se desplazaron a otras básica para revisar modelos, tenden cias, conceptos,
regiones más tranquilas) y propició la publicación de libros de métodos (Isla, Ortiz, Perales, Rosas, Segura, Vega-
síntesis.
Centeno). En cada texto, y con eficacia variable, la sección
histórica es utilizada para situar el problema y dar
mayor relevancia a la po tencial novedad que se anuncia. 14
Segundo, en un medio donde el estudio de colecciones es
mínimo —como se indicó líneas atrás—, es valioso el
énfasis en este tipo de investigaciones (Fernández y
Castillo, Isla, Ortiz, Segura). Creo que en una situación de
mala distribución económica crónica como la de
nuestra disciplina, nada mejor que usar las herramientas
más baratas a nuestra dis posición. Como indicamos, y
como bien señalan Segura e Isla, los estudios de
colecciones han sido clave en la arqueología andina.
Ambas estrategias —historia de la disciplina y estudio de
coleccio nes— son parte de una tendencia que todavía
carece de nombre, pero que debemos reforzar.
Generalizando lo indicado por Rafael

13. Lamentablemente, la ponencia de Víctor Falcón, que también


podía ilustrar este punto, no fue incluida en el texto final. Los
interesados en obtener un panorama más amplio pueden revisar
el sexto capítulo del libro de Mitchell (2002) sobre Egipto, un
país en situación bastante parecida a la peruana, donde el
grueso de la arqueología académica es realizado por accesibles es la diferencia clave entre la arqueología del Primer
extranjeros y el turismo de enclave se impone. Mi Mundo y la del nuestro.
experiencia en otros contextos latinoa mericanos, 14. Solo en el 2014 se publicaron tres libros sobre historia de la
norteamericanos y europeos, me lleva a pensar que la arqueología andina (Gánger, Ramón y Tantaleán), lo que
ausencia de archivos arqueológicos públicos organizados y sugiere que este tema está co brando interés.
564 | Gabriel Ramón Joffré Lanning, quien en 1967 publicó Perú before the In cas, a mi
juicio, el manual mejor pensado de la arqueología andina
Segura, muchas preguntas clave “solo se podrá[nj resolver en lo que respecta a articulación entre dato empírico y
desa rrollando más estudios analíticos de las colecciones propuesta teórica; el manual que coordinó con más
disponibles y sus contextos de procedencia”. elegancia, tiempo, estilo y organización sociopolítica,
Lamentablemente, persiste entre los colegas peruanos un temas centrales de nuestro simposio. Al hablar del famoso
prejuicio que sitúa a los estudios de colec ción por proyecto del valle del Virú, emprendido en 1946, Lanning
debajo de las excavaciones: la mejor manera de dijo: “Sus autores estaban mirando la mansión del Perú a
refutarlo es con la práctica sostenida. Siendo esta la través de la cerradura de un pequeño valle de lá costa
situación, me permito sugerir dos ideas. Primero, si norte,
decidimos hacer historia de la disci plina, recordemos que
en nuestro medio hay diversos archivos his tóricos
disponibles, y que hay autores que tratan temas
semejantes a los nuestros en otras latitudes, lo cual nos
permitirá pasar de una historiografía localista a una
localizada. Por ejemplo, el artículo de Anna Stahl (1999:
46, 47, passirri) sobre la historia de la arqueología en el
África subsahariana muestra una situación comparable a la
andina, y más importante aún, las soluciones que sugiere me
re cordaron temas que pude oír durante el simposio que
dio lugar a esta publicación. Segundo, el estudio de
colecciones no debe ser asumido solo como una
“catalogación” de material, sino repercutir en nuestras
interpretaciones generales sobre el pasado. Debemos
lograr que quienes tienen medios para realizar
excavaciones, no evadan los análisis de colecciones.

El marco para mis observaciones críticas lo proveen dos


autores clave para el simposio que nos convocó, el más
extenso —en cuan to a tiempo abarcado— del Quinto
Congreso Nacional de Historia: desde los 12.000 años a.
n. e. hasta el Tahuantinsuyo. El primer autor es Edward
14/FlGHRAR LA HISTORIA PRECOLONIAL
ANDINA I 565 actor responsable de todos y cada uno de los procesos
históricos gestionados por las diferentes sociedades que
han ocupado un mismo territorio. Creer en ese Perú
por la simple razón de que no tenían otro punto metafísico y trascendental es pensar la historia en términos
panorámico dispo nible” (Lanning 1967: 2). El religiosos. (1978: 1)
segundo autor clave es Pablo Macera, uno de los
Entonces, por un lado, tenemos a Lanning jugando
pocos historiadores peruanos que ha tomado en serio el
con la idea de cerradura, de visibilidad limitada de
pasado precolonial en sus reflexiones. Macera abre su
nuestra unidad analítica (su “mansión del Perú”), y por otro,
Visión histó rica del Perú, indicando:
a Macera indicando la posibilidad de múltiples historias,
En vez de una sola y unitaria historia del Perú quizás paralelas y discontinuas, en esa misma unidad, y
convenga hablar de las diferentes historias ocurridas en criticando las visiones teleológicas que han dominado las
el territorio que desde hace pocos años —a partir del
inter pretaciones históricas peruanas desde Tello. Hace
siglo XVI— se ha empezado a llamar PERU; [... ] Aun
hoy el estado peruano es una organización cuatro décadas, ambos autores ya trataban temas que
multinacional con relacio nes internas de dependencia han recobrado actualidad en el hemisferio norte y entre
y discriminación étnica [... ] Esta hipótesis acerca de la nosotros: el de la visibilidad limitada y el de la
multivalencia del concepto y de la realidad Perú es analí
explicación “ateleológica” del pasado. Más aún, ambas
tica y descriptiva; no arriesga ningún pronóstico
contra la realización de una nación peruana en el ideas ya tenían un precedente muy concreto en nuestra
futuro inmediato; lo que es más, postula a esa propia tradición arqueológica: Rowe (Ramón 2013: 237,
realización como un objetivo histórico probable y 238, 245). Usando la indi cada perspectiva, me interesa
positivo; pero se opone a la ideología ultranacional comenzar a discutir las ponencias a partir de otra figura
criolla elaborada a principios del siglo XIX y que
sostiene la existencia de un Perú permanente, es decir vinculada al proyecto Virú, la de la torta helada.
una entidad histórica de larga duración, idéntica a sí El paradigma de la torta helada para los Andes
misma desde hace miles de años (del precerámico a nace con Te llo, pero se consolida plenamente con el
Bolívar y Belaunde o Velasco); enti dad que sería el proyecto Virú, cuyos
566 | Gabriel Ramón Joffré Mesía y Vega-Centeno), la atención concreta está justificada.
Empecemos por el Formativo.
miembros excavaron y prospectaron (de modo bastante Según su definición original, el Formativo es un estadio,
incom pleto) un pequeño valle costero, y acabaron no un periodo, es decir, una categoría de desarrollo, de formas
asumiendo que esa secuencia era válida para todos los de orga nización sociopolítica, y no solo un marcador
Andes peruanos (Ramón 2007). Además, le dieron términos temporal. Primero, de manera, a mi juicio, equivocada,
evolutivos a cada una de sus seccio nes. Me refiero Kaulicke (2010) sigue insis tiendo en el Formativo como un
especialmente al libro de Wendell Bennett y Junius Bird, periodo, o mejor dicho, lo con vierte en un híbrido sin
Andean Culture History, publicado en 1949. Todo lo anterior proponer una definición explícita, y todo indica que Mesía
podría quedar como un detalle menor, como un dato no elige un camino distinto. Solo le faltó incor porar el
histórico, si no fuera porque lo mismo estaría pasando con llamado “Epiformativo” a la torta. Segundo, por un lado,
dos conceptos importantes: el Arcaico y el Formativo. Si en el simposio se indicó que el Formativo se asocia “al proceso
consideramos el rango temporal de ambos (alrededor de de emergencia de la civilización”, pero por otro, para
nueve mil años, según la infor mación proveída por Flores, marcar su inicio se utiliza la aparición de la cerámica. Si
usamos como marcador a la civilización —un término 14 / Figurar la historia
bastante complejo—, con certeza antes que una línea recta precolonial andina | 567

tendremos una entrecortada, y lo mismo sucederá si hacemos


lo propio con la aparición de la cerámica (recuérdese el tal sentido, el cuadro incluido y comentado por Flores es
concepto de periodo Inicial y su representación gráfica, bienveni do). Tercero, Mesía usa una estrategia común
cf. Lanning 1967: 26-27). Sin embargo, esa línea entrecor para criticar a Rowe: le atribuye sutilmente las culpas de
tada (la manifestación gráfica de la variabilidad) nunca se un término que él jamás usó: “Horizonte Chavín” (una
men ciona, ya que estropearía el esquema sugerido: ¿por propuesta de su discípulo, Richard Bur- ger, que Rowe
qué tenemos que seguir imaginando que las sociedades no suscribía). Rowe hablaba de Horizonte Tempra no,
fueron cambiando de modo paralelo en las diferentes nunca de Horizonte Chavín; Rowe buscaba un marcador
partes que constituyen actualmen te nuestro extenso de tiempo relativo sin connotación evolutiva, no un
territorio nacional? Sintomáticamente, quienes defienden el estadio. Si eso no se puede entender, de poco vale listar
Formativo (o el Arcaico) como periodo(s), raramente cientos de fechados ra- diocarbónicos. Cuarto, repitiendo una
presentan definiciones y cuadros de periodificación muletilla de Kaulicke (1994: 259), Mesía indica que el
detallados (en Formativo “parece ser un término con el cual la gran
mayoría de arqueólogos se sienten cómodos al inves tigar
el espacio temporal comprendido entre los 1800 y 200
ANE”. Este argumento es completamente antiacadémico,
ya que justifi caría el geocentrismo por “comodidad”: lleva
a aceptar los errores cuando son repetidos por mucha gente.
Más aún, hay cuestiona- mientos adicionales a la idea de
Formativo, menciono dos. Por un lado, el arqueólogo
brasileño Eduardo Neves publicó “El Forma tivo que
nunca terminó”, donde muestra que esa categoría
care ce de utilidad como marcador cronológico o
sociopolítico en la Amazonia, ya que iría desde la
introducción de la cerámica hasta la invasión europea.
Por ello, Neves (2007: 137) llama a emplear otros
parámetros, otros términos, a buscar variabilidad dentro
de este bloque. Si vemos el mapa de Sudamérica, la
Amazonia es la región natural más extensa del continente.
Por tanto, la idea de Formativo ya no es necesariamente
la más aceptada en nuestra gran extensión de tierra.
Segundo, y eso lo sugiere Vega-Centeno al tratar del
Arcaico en el “Norte Chico”, ¿qué hacemos con todos
esos sitios monumentales, ergo complejos, tan
tempranos?; ¿te nemos que ubicarlos antes del Formativo
solo por ser previos a la cerámica?; ¿caemos, entonces,
en una tiranía “ceramocéntrica” o proyectamos hacia
atrás el concepto? Según sus promotores, el sitio de Y mientras tanto, ¿qué sucede con el Arcaico? A
Caral sería una civilización: entonces, por definición, ¿re primera vista, Vega-Centeno usa el Arcaico Tardío (AT)
sultaría Formativo? como un rango temporal (3000-1800 a. n. e.) que ha sido
caracterizado de diversas formas,
568 | Gabriel Ramón Joffrf. nocido por Flores. Mi hipótesis es que el peso simbólico, y
concre to, de la generación anterior dificulta a estos autores
es decir, sin mayor compromiso en su definición. Sin experimentar con sus propias terminologías. Un buen debate
embargo, a medida que avanzamos en su texto, es claro que sobre estos temas, incluyendo a Mesía y Tantaleán, sería útil.'5
su AT ha estado asociado a ciertos rasgos más o menos
definidos, que lo distin guen, por ejemplo, del Formativo o
del Arcaico Medio. De ahí el indicado rol problemático de 15. Sin querer queriendo, estos cuatro autores transitan ei tema de la
sitios como el de Caral, que podría incluir rasgos perio- dificación, aunque me parece que sin llegar a reconocer
todo su poten cial narrativo. Para repensar este tema (la relación
relacionados con el Formativo (Mesía también lidia con entre periodificación y
esto). Al tratar el Arcaico de los alrededores del lago
Titicaca, Flores procede de modo distinto: presenta su
cronología y perio- dificación con breves definiciones de
cada uno de sus segmentos. Revela mucho de su modo
de aproximarse al tema, el hecho de que al tratar el
Arcaico Temprano, Flores solo presente la defini ción
teórica, indicando que no hay evidencias arqueológicas dis
ponibles. Esto nos sugiere algo que está implícito en el
artículo de Vega-Centeno: los orígenes (y compromisos)
teóricos de la defini ción de Arcaico y su vinculación
con ciertos rasgos diagnósticos. Otro detalle: Vega-
Centeno ubica su AT entre 3000 y 1800 a. n. e., mientras que
el equivalente para Flores en el centro sur (su AT) va del
5000 al 3300 a. n. e. ¿Qué está pasando aquí? ¿Cómo
relacionar ambas entidades que comparten un nombre? El
lector paciente puede sacar su línea. Entonces, volvamos al
AT de Vega-Centeno:
¿cómo escoge sus límites temporales?; ¿cómo se justifica
esta elección?; ¿se trata de fechas al azar o están asociadas a
rasgos diagnósticos (p. e. el origen de cierto tipo de
arquitectura pública compleja para el límite inicial y el
surgimiento de la alfarería para el límite final)? Me
parece, entonces, que la propuesta de Vega- Centeno no es
la de un simple recipiente temporal, ya que sus extremos
cronológicos usan rasgos significativos, como sí es reco
14 / Figurar la historia positivo. El artículo de Pino (que podría ser un libro) va
precolonial andina | 569
en esa vía, pero su extremado respeto por las propues tas
ajenas atenta contra la paciencia del lector: una visión
5 sintética hubiera favorecido la difusión de su valiosa
propuesta. Es signifi cativo que el arqueólogo más
Discutido —parcialmente— el marco terminológico, experimentado de todo el libro, Isla, vaya en otra
conviene ahora analizar tres temas que atraviesan el libro: dirección, enfatizando los bloques y la homogeneidad.
la variabilidad intra-andina; las relaciones entre unidades; Vinculado a lo anterior, se están rescatando las
y la proposición de definiciones. periferias (Vega-Centeno) y discutiendo sus relaciones con
En diversos artículos se está buscando documentar la el centro (o los centros). Como sabemos, hasta ahora la
varia
narrativa de la arqueolo gía andina se ha basado en
bilidad, la posibilidad de una heterotaxialidad (diferencia
centros desde los cuales se irradian ciertos rasgos: desde
socio- política sincrónica), es decir, de que existan
la cultura matriz de Tello hasta la ciudad sa grada de
grupos con un grado de desarrollo (o como lo
Shady. Hemos visto intentos de buscar otras historias, de
queramos llamar) distinto, que compar ten un mismo
orientar la narrativa de manera distinta, ya sea situándose en
escenario (los Andes peruanos). Esto es claro en la
la periferia, como lo han hecho Tschauner (2009) en
propuesta de Vega-Centeno al discutir el Arcaico, y
Pampa de los Burros y Vaughn (2009) en Marcaya, o
espero que en el futuro cercano se anime a proponer
buscando otras figuras para
una terminología más útil, más adaptable a la
variabilidad sincrónica que él mismo identifica en su
artículo. Para los casos inca (Chacaltana), moche
(Rosas) y wari (Segura), se intentan lecturas narración del pasado remoto) en otro contexto (Grecia) y volver
a los Andes, conviene revisar Morris (1997).
semejantes, se está jugando con modelos y eso es
570 | Gabriel Ramón Joffré unidades de partida no están claramente defini das: no
llego a comprender con qué base de información define
explicar las relaciones entre centros y periferias, como ha los límites espaciales de sus ayllus, sus tipos de entierros
sido sólidamente discutido por Segura. 16 17 En fin, creo que podrían haber sido descritos con mayor detalle para
ya estamos bastante bien entrenados en identificar distinguirlos mejor, y no pude encontrar datos sobre su
centros, periferias e inclu so lugares intermedios. Lo que corpus. Por tanto, resulta difícil seguir sus argumentos, o
no tengo muy en claro es cómo estamos haciendo para asumir sus resultados.
definir las relaciones entre ellos, y este me parece un punto La discusión anterior nos conduce al tema de la
en el que habría que insistir. No solo se trata de usar materializa ción de los conceptos o de los modelos. En
activación de neutrones, láser o petrografía, sino de proponer arqueología andina no solo discutimos términos como
modelos sobre producción y circulación de objetos. El aldea, ayllu, parcialidad, jefatura o Estado, sino que
ejercicio de Díaz sobre las diversas prácticas funerarias y la intentamos buscar su correlato material (e. g. el
identidad en el de nominado territorio ychsma sugiere una cuestionado ejercicio de Isbell 1997 con el ayllu). Eso es preci
vía para avanzar en este sentido, tratando de comparar y samente lo que nos ha distinguido de otras disciplinas. La
relacionar las diversas unidades. Sin embargo, sus estrate gia para hacerlo es generalmente analógica:
identificar casos en los que la entidad existe histórica o 14 / Figurar la historia
etnográficamente (de los que, por tanto, contamos con el precolonial andina | 571

nombre y su materialización), y bus car mecanismos


adecuados para proyectarlos. Se trata de hacer una para obtener definiciones adecuadas. Me parece que
traducción de concepto a objeto (o a conjuntos de Chacaltana, Perales, Rosas y Segura están avanzando en esa
objetos) y viceversa, y sería útil sistematizar o afinar vía. En tal sentido, tengo algunas observaciones, ya que —
los criterios básicos cómo decirlo— “moral mente” estoy a favor de la
propuesta de Rosas sobre parcialidades moche, pero
metodológicamente tengo dudas. Para comenzar, su
16. Coincidentemente, el arqueólogo huanchaqueño Gabriel Prieto ejercicio de deconstrucción y crítica debería generalizarse
ha insisti do en el valor de aproximarse al surgimiento de la para muchos otros temas de arqueología andina, pero ahí
complejidad desde una perspectiva periférica, tanto en la reunión
intercontinental de la Society for American Archaeology, como parece con cluir la novedad. Parcialidad es un término
en el Primer Congreso Nacional de Arqueolo gía (Lima, agosto muy amplio usado en los documentos coloniales por los
2014). invasores europeos para definir linajes o asentamientos, no
solo en el Perú sino también en Chile (sobre la
multiplicidad de usos del término, véase Chacaltana, Fer
nández y Castillo, y Pino, que incluso lo equipara a suyu).'1
Las par cialidades han sido documentadas para situaciones
de crisis, en el trance entre el Estado inca (o chimú-inca) y
el Estado colonial. Es decir, no se trataba de entidades
alternativas al Estado, sino de en tidades subordinadas al
mismo. Por tanto, ¿no podría pensarse en una
subordinación parecida en el caso moche? Es decir, si histó
ricamente las parcialidades han sido parte de un Estado,
¿porqué para moche debemos verlas como una opción
excluyente (i. e. puede haber Estado y parcialidades
simultáneamente)? Me parece que la existencia de un
estilo, que mal que bien tiene rasgos co munes
panregionales, como lo moche, está indicando algún
tipo de comunidad o de relación, y deberíamos buscar un
término para calificarlo. En el caso de que se pueda
demostrar que ese estilo común no existe, cabría
entonces preguntarse porqué se les asu me como
conjunto (Rosas las denomina “parcialidades mochica",
énfasis agregado). En ambos casos, el término parcialidad
me pa rece insuficiente, ya que solo identifica una parte; es
como decir
o facción, lo que es común entre los Indios. Latín. Factio.
17. No encontré el término en Covarrubias (1611). El Diccionario Famlia. ACOST. Hist. Ind. lib. 6. cap. 13. Porque en conquis
de autoridades (1737) indica: “PARCIALIDAD. Se toma tando cada Provincia, luego reducían los Indios a Pueblos y
también por ei conjunto de muchos que componen una familia comunidad, y contábanlos por parcialidades, y a cada diez Indios
ponían uno que tuviesse cuenta con ellos”.
572 | Gabriel Ramón Joffré parcialidades-. hay que definirlas operativamente, haciendo
posible su traducción en relación con otras unidades.
ayllu o linaje: falta una explicación completa. ¿Cómo se
articulan esas parcialidades? Por otro lado, ¿en qué
criterio nos basamos para poder proyectar casi mil años
hacia atrás (desde 1600 al 600
18. Para describir la organización política nasca, Isla alude al
a. n. e.) un tipo de unidad política? No me queda claro menos a dos con ceptos: Estado teocrático y Estado arcaico, y
qué tipo de traductores materiales se están usando. Para sustenta su existencia en la uniformidad estilística.
concluir con las parcialidades, es curioso que mientras Rosas
busca explicaciones alternativas al Estado en el Intermedio
Temprano, Isla en el mismo periodo está buscando
exactamente lo contrario, insistiendo en una figura
bastante tradicional del Estado nasca: hay una buena
discusión pendiente.18 En este debate podrían intervenir
Perales (Intermedio Tardío) y Segura (Horizonte Medio),
quienes buscan soluciones distintas al tema. El primero, en
una vía semejante a la de Rosas, sugiere abandonar la
terminología más monolítica, usar otros nombres; el
segundo propone redefinir el Estado (usando a Pease, que
también ha sido fuente de inspiración para Pino, para
descomponer visiones más tradicionales). Y para volver
a algunos de los temas sugeridos al inicio de este texto, ¿la
distinta interpre tación de ambas entidades (moche y
nasca) se debe a una base de datos diferente o a la
formación académica de cada uno de los autores?
Antes (hasta los años ochenta o noventa, dependien do
de la universidad) era más seguro y trendy identificar
estados; ahora ya no lo es tanto. Hay una tendencia
relativamente reciente a buscar unidades alternativas (a
aquellas consideradas “más du ras”, como Estado o
incluso jefatura), algo que también se puede apreciar en el
intento de algunos arqueólogos de recurrir a termi nología
quechua para definir sus unidades (como el wamani de
Pino). En todo caso, el asunto es similar al de las
14 / Figurar l,a historia en los libros de Lanning y Bonavia son una buena
precolonial andina | 573
introducción, son totalmente mejorables, pero no nos
imponen categorías desde el saque, como lo hacen el
6 Arcaico y el Formativo (del modo en que todavía se usan)
sugiriendo con tenido y dirección.
Hay muchos temas que tendrán que quedar para Segundo, en este libro hay un tema prácticamente
discusiones pos teriores (como el de la representación ausente, que es un componente explicativo clave y que
gráfica de la información arqueológica), por lo que incluso la arqueolo gía más reciente ha obviado: lo
concluyo con dos reflexiones. popular. Tanto si queremos definir una entidad política
Primero, no quiero que piensen que solo se trata de como moche, wari o chimú, las relaciones en tre sus
criticar al evolucionismo social, enviar los estadios al áreas, o cualquier otro aspecto que contemple al
basurero de la historia y, listo, sálvese quien pueda. No, conjunto de la sociedad, lo popular, lo subalterno, es
y esto ya lo habían pensado auto res como Lanning fundamental. Curiosa mente, el componente más
(1967) o Bonavia (1991) en sus respectivos ma nuales. Se abundante de la arqueología andina, la cerámica llana,
trata, en primer lugar, de insistir en que nuestra no ha sido incorporado en las explicaciones, salvo
visión del pasado es fragmentaria, que un mismo honrosas excepciones, como la de Gamarra y Gayoso
territorio nacional in cluye múltiples historias, en las (2008) para moche o la de Tschauner (2009) para chimú. 19
más variadas direcciones, que de ben ser establecidas Como bien demuestra este volumen, los primeros pasos
empíricamente. Esta vieja perspectiva (que se hacia el estudio de la heterotaxialidad y las periferias ya
remonta a Boas y Uhle) es mucho más abierta, ya que han sido dados; sin embargo,
nos invita a descubrir y no a imponer. Sin embargo, hasta
para descubrir ne cesitamos categorías y modelos, a fin de
cuenta, definiciones ope rativas. Los cuadros empleados 19. Mi posición detallada sobre este tema figura en Ramón y Bell (2013).
574 | Gabriel Ramón Joffré (última
consulta
1/2/2014).
mientras no integremos lo popular a nuestra explicación,
aunque sea teóricamente remarcando su complicada Bennett, Wendell y Junius Bird
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Luis E. Castillo Narrea

Conservador y Restaurador de bienes culturales de la Universidad


de Chile, ha participado y dirigido numerosos seminarios, confe rencias
y congresos sobre conservación de patrimonio cultural así como
diferentes proyectos de conservación de metales y tiene a su cargo
la coordinación del Grupo Latinoamericano de Restaura ción de
metales. En la actualidad está encargado del Laboratorio de
Conservación de Metales del Museo Nacional de Arqueología,
Antropología e Historia del Perú.

Sofía Chacaltana Cortez

Obtuvo su licenciatura en arqueología por la Pontificia Universidad


Católica del Perú, y es doctora en antropología por la Universidad
de Illinois en Chicago. Sus investigaciones se enfocan en estudiar
los procesos de colonización llevados a cabo tanto por las socieda des
prehispánicas como por la hispana en épocas tempranas. Ha sido
posdoctorante en el Museo Field de Chicago, y en la actualidad
580 I Rafael Vega-Centeno Sara-Lafosse Sobre los autores | 581

es profesora a dedicación exclusiva de la Universidad Antonio Ruiz al igual que en diversas ponencias relacionadas con la gestión cul tural
de Montoya. Está llevando a cabo el Programa Colesuyo en Moque- de sitios arqueológicos, así como en la investigación de los metales
gua, un programa internacional dirigido con colegas de universida des prehispánicos.
extranjeras. Ha obtenido varias becas de investigación como de la
Asociación Nacional de Ciencia de Estados Unidos, del Field Museum
de Chicago, así como de instituciones peruanas.
Luis Flores Blanco

Arqueólogo especializado en el estudio de los paisajes monumen tales


Luisa Díaz Arrióla de los periodos tempranos de la costa central y la cuenca del
Titicaca. Es licenciado por la Universidad Nacional Mayor de San
Licenciada en Arqueología (1996) y Máster en Arqueología Andina Marcos (2006) y con maestría en Arqueología Prehistórica por la
(2005) por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Doctora Universidad Complutense de Madrid, España (2013). Ha sido profesor
en Antropología, Etnología y Prehistoria en la Universidad Sorbona en universidades como San Marcos y Federico Villarreal. Actualmente es
de París 1 (2011). Entre los años 2004 y 2005 fue directora del Mu seo Director del proyecto El Pacífico. Ha publicado numerosos artículos en
de Sitio de Pachacamac. Ha sido investigadora invitada en los “Proyectos revistas especializadas del Perú y del ex tranjero, coeditado un libro
de Investigación Arqueológica Imiwaia I y Shamakush VIH”, dirigidos sobre Arqueología del Titicaca (2012) y viene editando otro sobre
por Ernesto Piaña y Raúl Orquera en la costa norte del Canal de Arqueología del paisaje andino.
Beagle, Argentina. Además, es miembro de ICOMOS- PERU y de la
Society of American Anthropology (SAA). Los temas de investigación
que desarrolla son el proceso de ocupación cultural prehispánico de los
Johny A. Isla Cuadrado
valles de Lurín y Rímac en la costa central pe ruana y la definición de
Arqueólogo egresado de la Escuela Académica Profesional de Ar
territorios étnicos a partir de las evidencias arqueológicas funerarias.
queología de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad
Actualmente es Directora del Departa mento Académico de
Nacional Mayor de San Marcos, Lima. Es Investigador principal de
Arqueología y Coordinadora de la Maestría en Arqueología Andina
“ANDES: Centro de Investigación para la Arqueología y el Desarro llo”
en la Facultad de Ciencias Sociales de la UNMSM.
e investigador asociado al Instituto Arqueológico Alemán (DAI), Berlín,
Alemania. Desde 1997 hasta la actualidad, junto con el Dr. Markus
Diana S. Fernández Mascco Reindel, dirige las investigaciones de los Proyectos Arqueo lógicos
“Nasca-Palpa” y “Palpa-Lucanas”, auspiciado por el Institu to
Licenciada en Arqueología por la Universidad Nacional Mayor de Arqueológico Alemán (DAI). Actualmente es el responsable del
San Marcos y egresada de la Maestría de Gestión cultural, patrimo nio “Sistema de Gestión para el Patrimonio Cultural en el Territorio de
y turismo de la Universidad San Martín de Porres. Trabaja en la Nasca y Palpa”, del Ministerio de Cultura. Ha publicado los resulta dos
Colección de Metales del Museo Nacional de Arqueología, An tropología de sus investigaciones en la costa sur en numerosas revistas científicas.
e Historia del Perú. Durante los años del ejercicio de su profesión ha
participado en diferentes proyectos de investigación,
582 I Rafael Vega-Centeno Sara-Lafosse Sobre los autores | 583

Christian Mesía Montenegro publicado Tradición y modernidad en la arquitectura del Manta-


ro (Huancayo: Universidad Continental, 2014) y editado Pueblos
Licenciado (2001) en Ciencias Sociales por la Universidad Nacional del Hatun Mayu. Historia, arqueología y antropología en el valle
Mayor de San Marcos. Magíster (2005) y Doctor en Ciencias Antro del Mantaro (Lima: Concytec, 2011). Asimismo, ha colaborado en
pológicas (2007) por la Universidad de Stanford, Estados Unidos. Se importantes revistas científicas de su especialidad. Actualmente
ha desempeñado como Director del Museo Nacional Chavín; del pertenece al Proyecto Qhapaq Ñan-Sede Nacional / Ministerio de
Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú; Cultura del Perú.
así como del Museo de Arte Precolombino Casa del Alabado (Qui to,
Ecuador). Ha ejercido la docencia universitaria en la Universidad Alcalá
de Henares (España), en la Universidad de Stanford y en la Universidad José Luis Pino Matos
Nacional Mayor de San Marcos. Es Codirector del Pro yecto de
Licenciado por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y Ma
Investigación Arqueológica Chavín de Huántar. Autor de diversos
gíster en Arqueología del Programa de Estudios Andinos de la Pon tificia
artículos sobre el período Formativo andino. Actualmente es docente
Universidad Católica del Perú. Ha realizado investigaciones relacionadas
y Director Ejecutivo del Vicerrectorado de Investigación de la
con la territorialidad, paisajes rituales y arqueoastro- nomía en la sierra
Universidad San Ignacio de Loyola.
central del Perú, sobre todo en las zonas de Huá- nuco, Pasco, Tarma y
Apurímac, y en cada uno de estos lugares hizo trabajos de gestión
Verónica Ortiz Torres cultural con las comunidades campesinas locales. Fue Secretario Técnico
del Proyecto Qhapaq Ñan-Sede Na cional (2011-2012), y ha ejercido la
Investigadora orientada al estudio de los primeros grupos huma nos docencia en la Maestría de Ges tión del Patrimonio Cultural de la
en el Perú, a través del análisis tecnotipológico lítico por cade nas Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en el Diplomado de
operativas. Actualmente es curadora de la Colección Lítica del Museo Gestión del Patrimonio Arqueoló gico de la Universidad Antonio Ruiz
Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú (MNAAHP), de Montoya, y en el Programa de Astronomía Cultural de la
estudiante de la Maestría en Estudios Andinos de la Pontificia Universidad de La Plata-Argentina.
Universidad Católica del Perú (PUCP). Obtuvo la beca de investigación
Marco Polo 2016-11 PUCP, modalidad pasantía, realiza da en Maison
Archéologie Ethnologie - Préhistoire et Technologie (Universite Nanterre Gabriel Ramón Joffré
París X). Es licenciada en Arqueología por la Universidad Nacional
Profesor asociado en el Departamento de Humanidades de la Pon tificia
Mayor de San Marcos.
Universidad Católica del Perú. Arqueólogo por la Universidad Nacional
Mayor de San Marcos e historiador por la PUCP. Magíster en Historia
Manuel F. Perales Munguía Urbana por la Universidad de Sao Paulo y doctor en Arqueología por la
Universidad de East Anglia. Ha publicado tres libros: La muralla y los
Licenciado en Arqueología por la Universidad Nacional Mayor de callejones (1999), Los alfareros golondrinos (2013) y El neoperuano
San Marcos y egresado de la Maestría en Antropología Jurídica de (2014).
la Universidad Nacional del Centro del Perú. Recientemente ha
584 | Rafael Vega-Centeno Sara-Lafosse Sobre los autores | 585

Marco Rosas Rintel Es investigador asociado del Instituto Francés de Estudios Andinos
en Lima y del Instituto Cotsen de Arqueología de la University of
Doctor en Arqueología por la Universidad de Nuevo México, EE. UU. California en Los Angeles (EE. UU.). Ha publicado artículos científi
(2010). Fue director del Proyecto Arqueológico Cerro Chepén (2003- cos en diferentes revistas especializadas y libros como Arqueología
2004), que investigó los mecanismos que generaron el colapso de de la formación del Estado: el caso de la cuenca norte del Titicaca
la cultura mochica en el valle del Jequetepeque. Se ha desempe ñado (2008), Ideología y realidad en las primeras sociedades sedentarias
como profesor contratado en la especialidad de Arqueología de la (1400 ANE-350 ANE) de la cuenca norte del Titicaca, Perú (2010) y
Pontificia Universidad Católica del Perú (2001-2005) y entre 2009 y recientemente, Peruvian Archaeology: A Critica! History (2014).
2011 como consultor en la elaboración de planes de manejo de sitios
peruanos actualmente inscritos en la lista del Patrimonio Cultural de la
Humanidad, como el Santuario Arqueológico de Pa- chacámac y el Rafael Vega-Centeno Sara-Lafosse
Parque Nacional del Río Abiseo. Más recientemen te ha tenido el
Se graduó como licenciado en arqueología en 1995 en la Pontificia
cargo de Responsable de la Unidad Ejecutora 007: Marcahuamachuco del
Universidad Católica del Perú. Realizó sus estudios de posgrado en
Ministerio de Cultura (2013-2015).
la Universidad de Arizona, donde obtuvo su título de Doctor en An
tropología el año 2005. Fue profesor de la Escuela de Arqueología
Rafael Segura Llanos de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y del Programa
de Humanidades de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya. En la
Bachiller y licenciado en Arqueología por la Pontificia Universidad actualidad es Profesor Asociado de Arqueología en el Departamen to
Católica del Perú y candidato doctoral en Antropología en Southern de Humanidades de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Ha
Illinois Universiy, Carbondale, EE. UU. Ha realizado investigaciones dirigido proyectos de investigación arqueológica relacionados con las
arqueológicas en sitios de la costa central peruana como Cajamar- sociedades complejas tempranas del valle de Fortaleza- Paramonga
quilla y Pachacamac, fruto de lo cual ha publicado, como autor (1996-2006) y las ocupaciones tardías de la cuenca alta del
principal o en coautoría, sus contribuciones en libros y revistas es Yanamayo, en la sierra de Áncash (2004-2008). En la actualidad viene
pecializadas. Su disertación doctoral examina las respuestas so ciales dirigiendo un proyecto de investigación en el Complejo Urba no de
a las dinámicas medioambientales en la prehistoria andina. Actualmente Maranga-Lima desde el año 2015.
ejerce la docencia en la Universidad Antonio Ruiz de Montoya.

Henry Tantaleán

Se licenció en Arqueología en la Universidad Nacional Mayor de San


Marcos. Obtuvo su maestría y doctorado en Arqueología Prehistó rica
en la Universidad Autónoma de Barcelona, España. Ha sido profesor en
diferentes universidades peruanas y en el extranjero.
Se terminó de imprimir en
los talleres gráficos de
Litho & Arte S.A.C.
Jr. Iquique 026 - Breña
Teléfonos: 332-1989 / 332-8397 / 332-9077
E-mail: ventas@lithoarte.com
Abril de 2017

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