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PRINCIPIOS DE
CRIMINOLOGÍA
LA NUEVA EDICIÓN
4ª Edición
Valencia, 2013
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nuestro Procedimiento de quejas.
A nuestro colega y buen amigo Per
Stangeland, retirado de la vida
académica, cuyo ingenio y trabajo
excepcional continúan bien presentes
en esta nueva edición de Principios de
Criminología.
A los alumnos de Criminología de
los autores, y a todos los estudiantes y
profesores que emplean Principios de
Criminología como libro de texto en
múltiples universidades españolas y
latinoamericanas, sin cuyo entusiasmo
por saber y enseñar, esta obra no
colmaría su mejor sentido y finalidad.
Agradecimientos
Los autores quieren agradecer la colaboración para la
presente edición a Ana Martínez Catena, Lucía Columbu,
Mercé Viger y Marina Redondo Viger, cuya ayuda fue
inestimable para las búsquedas de la bibliografía revisada
en este libro.
También agradecemos al Magistrado Carlos Climent
Durán su aportación en dos de los capítulos de este libro.
Introducción a la Cuarta Edición
Principios de Criminología se ha consolidado como
manual de referencia para los estudios de Criminología en
muchas universidades españolas y latinoamericanas.
Desde su primera edición en 1999, pasando por las
ediciones segunda y tercera, de 2001 y 2006, cada vez ha
suscitado mayor interés y ha tenido mayor aceptación
entre los profesores de distintas asignaturas, que lo han
recomendado sistemáticamente a sus alumnos; y, también,
de los propios estudiantes, muchos de los cuales nos han
comentado, en distintos lugares, que la lectura de esta
obra, pese a su volumen inicialmente intimidatorio, no les
ha resultado por lo común enojosa, sino enriquecedora y
grata.
Ahora ponemos a disposición de docentes y alumnos
una flamante edición de Principios de Criminología,
ampliamente actualizada y renovada en diferentes
sentidos. Inmediatamente, lo que resultará más obvio a los
lectores es que la nueva edición solo está a cargo de dos
de sus tres autores originarios, ya que nuestro colega y
buen amigo, el profesor Per Stangeland, está retirado de la
vida académica, y ha preferido no contribuir a esta nueva
edición. A pesar de ello, el conocimiento, la intuición, la
sutileza y el ingenio de Per continúan presentes en
muchos lugares y momentos de esta obra y, sin sus
aportaciones iniciales a las ediciones precedentes, esta
cuarta edición no habría podido ser como es. Nuestra más
sincera y cariñosa gratitud por ello a nuestro querido
amigo Per Stangeland. Otro cambio aparente es el orden
de los propios autores del libro, que, por la misma razón
azarosa por la que dicho orden de autores fue el que era
en las ediciones anteriores, es otro actualmente, en el bien
entendido que tanto entonces como ahora la contribución
de los autores al conjunto de la obra es semejante.
Por lo que concierne a la estructura formal de esta
cuarta edición, las similitudes y los cambios más
significativos son los siguientes. Con ligeras variaciones
en las denominaciones, el libro continúa estando
estructurado en cuatro partes. La primera parte (I.
Criminología y delincuencia), en que se define la
disciplina criminológica y su método, y se describe a gran
escala el fenómeno criminal, cuenta con la novedad de un
capítulo sobre historia de la Criminología, cuya
conveniencia nos han reiterado en años pasados diferentes
colegas y amigos.
La segunda parte (II. Explicación científica del delito),
en que se presentan las teorías criminológicas, incorpora
siete capítulos (uno menos que en la edición precedente).
Son sus novedades estructurales más destacadas las
siguientes: la refundición de algunos capítulos teóricos
previos (en concreto, se han combinado en un único
capítulo, por un lado, las teorías de la elección racional y
las de la oportunidad, y por otro, las perspectivas sobre
diferencias individuales y las teorías del aprendizaje); la
inclusión de un capítulo nuevo sobre criminología del
desarrollo; y la eliminación del capítulo anteriormente
existente sobre teorías integradoras. Éste se ha suprimido
desde la consideración de que en la criminología actual
muchas teorías son hasta cierto punto integradoras, lo que
hace a esta denominación poco operativa y discriminadora
a la hora de clasificarlas. De este modo, las teorías, en
exceso heterogéneas, que antes se situaban bajo el
epígrafe de integradoras, se han reubicado, como
explicaciones multifacéticas y, por qué no, integradoras,
al final de sus respectivos troncos conceptuales más
directos (como teorías del control, de la oportunidad, o
del desarrollo).
La tercera parte (III. Delitos, delincuentes y víctimas),
que detalla las distintas formas de la fenomenología
criminal, es la que más se ha reducido en el número de
capítulos, que ha pasado de once a ocho. Ello no significa
que se haya prescindido de contenidos criminológicos
fundamentales, en relación con las diversas categorías
criminales y sus actores, sino que se ha efectuado una
mayor integración y condensación, en un único capítulo
temático, de ciertos contenidos, que antes estaban
divididos en dos o más lugares. En concreto, se han
aunado, en capítulos unitarios, delitos contra la propiedad
y delincuentes comunes, delitos contra las personas y
delincuentes violentos, delincuencia sexual adulta y abuso
sexual infantil, delincuencia económica y crimen
organizado. Consideramos que estas refundiciones
permitirán perspectivas más comprensivas y claras de
todos estos fenómenos criminales, que anteriormente
podían aparecer como más dispersos.
Finalmente, la estructura de la cuarta parte (IV. Control
y prevención del delito), que trata sobre las reacciones
sociales y legales dirigidas a controlar, prevenir y tratar la
delincuencia, permanece esencialmente la misma, con la
excepción de que los dos últimos capítulos de la tercera
edición, que en ambos casos versaban sobre la
prevención, de acuerdo a la misma lógica integradora que
se viene aduciendo, se han agregado sintéticamente en
uno solo.
Todos los capítulos finalizan con dos epígrafes breves,
el último de los cuales, titulado Cuestiones de estudio,
recoge diferentes preguntas y sugerencias de ejercicios
didácticos, que pueden ser útiles para el estudio y repaso
de las temáticas y contenidos de cada capítulo, y para el
desarrollo de prácticas y trabajos con los alumnos. El otro
epígrafe, que también existía ya en anteriores ediciones
bajo la denominación de Principios criminológicos
derivados, se ha transformado ahora en Principios
criminológicos y política criminal, con la intención de
hacerlo más ambicioso en dirección a derivar y sugerir, a
partir de las investigaciones y resultados presentados en
cada capítulo, posibles propuestas para la mejora y el
avance científico de las políticas criminales actuales y de
futuro. Animamos a ver este epígrafe, no como algo
cerrado y completo, que en absoluto lo es, sino como una
mera propuesta inicial para que profesores y alumnos
puedan, en cada caso, reflexionar y debatir, desde el
conocimiento científico, acerca de tales posibilidades de
innovación político-criminal.
En paralelo a los cambios estructurales comentados, esta
nueva edición de Principios de Criminología ha sido
ampliamente regenerada en sus contenidos y formas.
Desde la fecha de 2006, en que se publicó la tercera
edición, ha transcurrido un tiempo prolongado, tanto
cuantitativamente como, más aún, en un sentido
cualitativo, es decir referido a los muchos y profundos
cambios que se han producido en la vida social. Han
tenido lugar variaciones y transformaciones notables en el
uso de las tecnologías de la información, aumento de la
alarma mediática, y de la subsiguiente preocupación
social por la delincuencia (a pesar de que se haya
producido en muchos casos una reducción general de los
delitos), incremento exponencial de la intolerancia y de
las políticas criminales populistas, en conexión con una
expansión ubicua de rígidos sistemas de vigilancia y
seguridad en ciudades y transportes, graves alteraciones y
crisis económicas que afectan a múltiples ciudadanos,
países y regiones del mundo (Europa y España incluidas),
fenómenos migratorios masivos, etc.
Todo lo anterior tiene evidentes conexiones con
variadas temáticas de las que se ocupa la Criminología,
como la delincuencia en sí, el miedo al delito, la
influencia a este respecto de los medios de comunicación,
la victimización delictiva, la relación entre economía y
delincuencia, la estigmatización y el rechazo de grupos
sociales foráneos (inmigrantes, minorías raciales,
culturales, religiosas, etc.), los cambios en los estilos de
vida y su afectación a la topografía de los delitos, las
nuevas formas de criminalidad organizada, las reformas
penales, el funcionamiento y las intervenciones de la
justicia, la prevención delictiva, la reinserción de
delincuentes, y muchos otros. Por ello, en esta cuarta
edición se ha hecho un esfuerzo especial para hacernos
eco, hasta donde ha sido posible, de todos aquellos
cambios sociales que guardan más estrecha relación con
la delincuencia y el control de los delitos.
Además de las transformaciones operadas en el contexto
social, por lo que se refiere a la disciplina criminológica
en sí, también se han producido novedades sustanciales,
que hemos intentado acoger y reflejar en este libro. La
más destacada es la constante y creciente publicación de
nuevas investigaciones sobre múltiples materias
criminológicas, incluyendo nuevos conceptos y teorías, y
nuevos resultados empíricos sobre casi todas las parcelas
del conocimiento tratadas en este manual. Este progreso
científico tiene una clara dimensión internacional,
particularmente evidente en la ingente producción
académica que proviene de Estados Unidos, Canadá,
Australia, y los países europeos más desarrollados, pero
también dicho avance se ha producido en España, donde
la investigación criminológica ha aumentado y mejorado
de forma muy notable. Lo anterior ha requerido, a los
efectos de esta cuarta edición, una amplia revisión de
información bibliográfica, con la finalidad de su
incorporación a esta obra, que ahora recoge más estudios
y referencias científicas tanto españolas como
internacionales, incluyendo también algunas
investigaciones realizadas en Latinoamérica.
Por último, aunque las ediciones sucesivas de una obra
como ésta toman lógicamente como base los textos
precedentes, a partir de los cuales se compone la nueva
versión, en esta cuarta edición se ha efectuado una
profunda actualización y renovación formal y de estilo de
múltiples textos y capítulos, con el propósito de hacerlos
más comprensibles, ágiles y armoniosos. La buena
ciencia, si es que los contenidos aquí presentados
pudieran aspirar a serlo, no es en absoluto incompatible
con el bien decir científico, al que se ha aspirado en este
manual de Criminología. En tiempos de SMS y usos
lingüísticos telegráficos y rudimentarios, de colapso
idiomático, particularmente en las disciplinas científicas,
en torno a la ubicua influencia de la lengua inglesa
(incluida la vigente tontuna académica, de amplia
implantación en España, de identificar estereotipadamente
la mejor ciencia con aquella que se publica en inglés), y
de los no pocos cuestionamientos y desafectos políticos y
territoriales acerca de la lengua castellana, queremos
reivindicar en esta obra la utilización correcta y cuidada,
también en Criminología, de esta hermosa y magnífica
lengua que nos ha tocado en suerte en el reparto de las
lenguas del mundo, a nosotros y a otros cuatrocientos
millones de ciudadanos.
De todo lo sucedido desde las precedentes ediciones a
esta nueva, lo más significativo y triste para este libro es
la desaparición en 2009 del Profesor Antonio Beristain,
maestro y amigo entrañable, que en paz descanse, cuyo
prólogo lúcido honró las anteriores ediciones y continúa
enalteciendo la presente obra.
Sobre la base de todo lo dicho, expresamos nuestra más
sincera gratitud a todos aquellos profesores y estudiantes
que han confiado y adoptado anteriormente Principios de
Criminología como manual de referencia, y aspiramos a
que esta cuarta edición pueda también merecer su interés
y aceptación.
Prólogo a la Primera Edición
CRIMINOLOGÍA CIENTÍFICA DESDE EL SIGLO
XX HACIA EL XXI
ANTONIO BERISTAIN, S. J.†
Catedrático emérito de Derecho penal
Director del Instituto Vasco de Criminología
San Sebastián
CUESTIONES DE ESTUDIO
1. Busca en distintos libros de texto cómo es definida la Criminología. ¿En qué se
parecen y se diferencian las definiciones que has encontrado? ¿Existe relación
entre la definición de Criminología de cada manual y la estructura de sus capítulos
o temario?
2. ¿Es la Criminología una ciencia interdisciplinaria? ¿Tiene un método propio o
utiliza el mismo método que otras ciencias? ¿Comparte algunos instrumentos de
estudio con otras disciplinas? Razona tus respuestas y valora sus implicaciones.
3. ¿Cuáles son las principales áreas de estudio criminológico? ¿Cuáles son las
temáticas más relevantes en cada área? ¿Y sus dificultades de análisis científico?
4. ¿Qué es un delito? ¿Qué es la delincuencia? ¿Y la conducta antisocial? ¿Y la
desviación social? ¿En qué resultan semejantes y en qué no todos estos conceptos?
5. Compara y relaciona la definición jurídica de delito y otras posibles definiciones
“naturalistas” o criminológicas.
6. ¿Qué se entiende por “desviación de las élites”?
7. En relación con las víctimas, ¿de qué cuestiones de investigación y aplicadas puede
ocuparse la victimología?
8. ¿Constituye el ajuste de cuentas dentro de una banda de narcotraficantes un
ejemplo de control social? Razona tu respuesta.
9. ¿Cuáles son las funciones o roles profesionales de los criminólogos en la sociedad
actual? ¿Se te ocurren otras posibilidades de actuación profesional?
1. El placer y el dolor:
El comportamiento de los hombres se halla sometido a
dos dueños soberanos: la evitación del dolor y la
obtención del placer. Ellos determinan lo que hacemos, lo
que decimos y lo que pensamos, y constituyen la única
medida de la correcto y lo incorrecto.
2. Condiciones de las que dependen el placer y el dolor:
Los placeres y los dolores serán mayores o menores
según su intensidad, su duración, su certeza o incerteza,
su proximidad o lejanía, su fecundidad (o probabilidad de
que a un placer o dolor le sigan otros del mismo signo), su
pureza (o probabilidad de que les sucedan consecuencias
de signo contrario), y su extensión (o número de personas
a quienes afectan).
3. Principio de utilidad:
Por ello, el principio básico que rige el comportamiento
humano es la utilidad, que aprueba o desaprueba las
acciones según que tiendan al logro de la felicidad o a la
prevención de la infelicidad, ya sea de los individuos
concretos o de la comunidad en su conjunto. El interés
común no es otra cosa que la suma de los intereses
individuales.
4. Fuentes de dolor y de placer:
El placer y el dolor pueden ser suministrados a los
hombres desde cuatro fuentes sancionadoras distintas: la
física, fuente de placeres y dolores naturales, la moral o
popular, en la que el papel básico lo juegan los otros
ciudadanos, la religiosa, de la mano de un ser superior, y
la política, administrada por el juez. Esta última es la
única que pueden determinar las leyes, mediante las
penas.
5. Finalidad de las leyes:
Todas las leyes tienen como objetivo principal prevenir
el daño a los individuos o las comunidades, compensando
dicho daño mediante la asignación de una pena, con los
siguientes propósitos:
– Prevenir, si fuera posible, la comisión de toda clase de
delitos.
– Si no se lograra prevenirlos, al menos inducir al
delincuente a realizar un delito menos dañino.
– Si el individuo decide cometer el delito, disponerle a
no hacer más daño del necesario.
– Efectuar la prevención del modo más barato posible.
6. Proporción entre los delitos y las penas:
Para el logro de estos objetivos Bentham estableció las
siguientes reglas de proporcionalidad entre los delitos y
las penas:
– Primera: El valor de la pena no debe ser en ningún
caso menor que el suficiente para compensar el
beneficio del delito.
– Segunda: Cuanto mayor sea el daño del delito, mayor
deberá ser la gravedad de la pena mediante la que sea
compensado.
– Tercera: Cuando dos delitos entran en competencia, la
pena por el delito mayor deberá ser suficiente para
inducir a un hombre a preferir el delito menor.
– Cuarta: La pena se debería ajustar de tal manera a
cada delito concreto que, para cada parte del daño
que el delito produce, debería haber un motivo que
disuadiera al delincuente de realizar esa parte del
daño.
– Quinta: La pena no debería ser en ningún caso
superior a lo necesario para el cumplimiento de las
reglas aquí expuestas.
LA REALIDAD CRIMINOLÓGICA: TEXTOS CLÁSICOS: Suavidad de las
penas (Cesare Beccaria, De los delitos y de las penas, capítulo XXVII, pp. 101-103)
“(…) Uno de los mayores frenos del delito no es la crueldad de las penas, sino su
infalibilidad, y en consecuencia tanto la vigilancia de los magistrados como la
severidad de un juez inexorable debe ir acompañada, para ser una virtud útil, de una
legislación suave. La certidumbre de un castigo, aunque sea moderado, causará
siempre mayor impresión que el temor de otro más terrible pero unido a la esperanza
de la impunidad; porque cuando los males, aunque mínimos, son seguros, amedrentan
siempre los ánimos humanos, mientras que la esperanza, don celeste que a menudo es
el único que poseemos, aleja sin cesar la idea de los mayores, en especial cuando la
impunidad, que la avaricia y la debilidad procuran muchas veces, aumenta su fuerza.
La misma atrocidad de la pena hace que se ponga tanto más esfuerzo en esquivarla
cuanto mayor es el mal hacia el que se corre; y provoca que se cometan varios delitos
para escapar de la pena de uno solo. Los países y las épocas en que se practicaron los
más atroces suplicios fueron siempre los de las más sanguinarias e inhumanas
acciones, puesto que el mismo espíritu de ferocidad que guiaba la mano del legislador
sostenía las del parricida y del asesino. Desde el trono dictaba leyes de hierro para
ánimos atroces de esclavos, que obedecían. En la oscuridad privada estimulaba a
inmolar tiranos para crear otros nuevos.
Para que una pena alcance su efecto basta que el mal de la pena sea superior al bien
que nace del delito, y en este exceso de mal deben considerarse incluidas la
infalibilidad de la pena y la pérdida del bien que el delito produciría. Todo lo demás
es superfluo, y por tanto tiránico. Los hombres se regulan por la repetida acción de
los males que conocen, y no de los que ignoran”.
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(a lo largo de un periodo de 3 años) por cada mil jóvenes residentes. En el extremo
contrario, el distrito Sarrià-Sant Gervasi, cuya vivienda promedio tiene 120 metros
cuadrados, tan solo posee una tasa delictiva de 2,3.
Más interesante todavía resulta el análisis de la relación entre zonas concéntricas y
delincuencia. Tal y como ilustra el cuadro 2.1, el área II, que define la zona de
transición y que incluye diversos barrios del centro de la ciudad, tiene una superior
tasa promedio de jóvenes delincuentes (de 12,8) que la Zona I (7,1) y las zonas más
periféricas (la tasa de la Zona III es 8,3 y la de la Zona IV 8,2). La tasa media global
de jóvenes delincuentes de la ciudad de Barcelona es 10,1. Es evidente, pese a todo,
que las diversas ciudades, y lógicamente la ciudad de Barcelona, tienen sus propios
condicionantes orográficos e históricos que difícilmente permiten que el modelo en
áreas concéntricas derivado del Chicago de principios del siglo XX se adapte de
manera plena. En concreto, el desarrollo urbanístico de Barcelona se halla
condicionado por su particular orografía que encajona la ciudad entre montañas y
frente al mar Mediterráneo. Por otro lado, la evolución urbanística de las últimas
décadas ha diluido la estructuración en áreas o zonas concéntricas, tal y como fue
definida por los teóricos de Chicago hace ya más de ochenta años.
2.7.1. Investigación
Una característica importante de la criminología
española moderna ha sido su acelerado desarrollo en
términos de investigación (Cerezo, 2012; San Juan, 2011),
como puede constatarse por los múltiples estudios y
publicaciones referenciadas en este manual. En origen,
muchos de los estudios que se realizaron en España se
vincularon, según ya se ha comentado, al ámbito
penitenciario y en ellos tuvo un papel central la Escuela
de Estudios Penitenciarios. A partir de mediados de los
años ochenta, con la asignación de competencias de
justicia juvenil y de prisiones a la Generalitat de Cataluña,
jugó también un cometido decisivo para el desarrollo de
la investigación criminológica española el Centre
d’Estudis Jurídics, del Departamento de Justicia, que
emprendió un amplio programa de investigación y
publicaciones acerca del funcionamiento de la justicia
juvenil y las prisiones, las reformas penales, las
características personales y sociales de los delincuentes, la
reincidencia, los procesos de reinserción, etc. Producto de
ello fueron su colección de libros Justícia i Societat, y sus
revistas periódicas y boletines estadísticos Papers
d’Estudis i Formació, Invesbreu, Justifórum y Justidata,
algunas de las cuales siguen publicándose actualmente.
En vinculación con la Universidad de Valencia, a finales
de los años ochenta se publicaron tres números de la
revista Delincuencia/Delinquency, que fue la primera
revista criminológica en España con un formato científico
internacional. En ella se incluyeron relevantes trabajos de
investigadores españoles y extranjeros en temáticas como
delincuencia juvenil, agresión sexual, educación y
tratamiento de delincuentes, etc., aunque
desgraciadamente esta publicación pronto se extinguió.
A partir de los años noventa aparece en la escena de la
investigación criminológica española el Instituto de
Criminología de la Universidad de Málaga. Este centro
desarrolla y publica diversos estudios sobre delincuencia
económica, urbanística, emigración, ecología y análisis
geográfico del delito, cifras de criminalidad en Andalucía
y en el conjunto de España, etc. Su Boletín
Criminológico, publicación periódica editada
ininterrumpidamente desde 1994 (actualmente también en
formato virtual), ha cooperado de forma relevante a la
incentivación y difusión de la investigación en
Criminología, y es un referente constante para estudiosos
de esta disciplina.
También han contribuido de forma expresa e importante
a la investigación española en Criminología los centros
universitarios siguientes: las universidades Autónoma de
Barcelona y, más recientemente, Pompeu i Fabra y
Girona, cuyos respectivos equipos han investigado en
materias como criminología crítica, impacto de las
reformas penales, decisiones judiciales, inseguridad
ciudadana, efectos del encarcelamiento, violencia de
género y reinserción social; la Universidad de Castilla-La
Mancha, cuyo Centro de Investigación en Criminología
sobresale por sus estudios en delincuencia juvenil y
prevalencia delictiva, especialmente a partir de la
aplicación de instrumentos de autoinforme, y
evaluaciones de la justicia de menores; la Universidad de
Santiago de Compostela, con investigaciones acerca de la
conexión entre consumo de drogas y delito, factores
individuales de riesgo para la conducta antisocial,
biología de la agresión y psicología judicial; la
Universidad de Salamanca, con análisis sobre los efectos
psicológicos de la victimización delictiva y sobre la teoría
del aprendizaje social de Bandura; la Universidad del País
Vasco, en conexión con su Instituto de Criminología, que
fundó en 1976 el entrañable y admirado profesor Antonio
Beristain (con cuyo prólogo a la primera edición esta obra
se honra), con investigaciones en victimología,
delincuencia juvenil, política criminal, miedo al delito,
justicia restaurativa y tratamiento psicológico tanto de
víctimas de maltrato de pareja y de agresión sexual como
de agresores; la UNED, cuyo equipo de profesores e
investigadores en Criminología ha publicado estudios
sobre historia de la criminología, teoría criminológica y
delincuencia juvenil; la Universidad de Lleida, con
estudios sobre victimología, acoso y penas alternativas; y
la Universidad de Barcelona, especialmente a partir de
equipos de investigación vinculados al Grupo de Estudios
Avanzados en Violencia, que han realizado trabajos sobre
evaluación y predicción de riesgo, delincuencia juvenil y
factores de riesgo para el delito, maltrato familiar,
agresión sexual, eficacia del tratamiento de delincuentes y
de víctimas, psicología criminal y criminología teórica.
Para el desarrollo y difusión de la investigación
española en Criminología una iniciativa crucial de los
últimos años fue la creación, a partir de 1998, de la
Sociedad Española de Investigación Criminológica
(SEIC), que aglutina a muchos de los investigadores y
profesores españoles que trabajan en Criminología en
distintas universidades y Centros de Investigación. La
SEIC ha favorecido la investigación y la formación en
Criminología, en primer lugar, mediante la celebración de
un congreso anual de Criminología, que ha promovido la
investigación sistemática y el intercambio de información
científica en las diversas materias y áreas criminológicas
(Cerezo, 2012). Además, en 2003 se creó la Revista
Española de Investigación Criminológica (REIC), que es
un anuario, en formato virtual, que publica artículos
científicos con arreglo a los parámetros internacionales,
incluyendo normas y criterios de calidad, metodológicos,
formales y de contenido, y previo proceso de revisión
anónima por pares. La REIC, que cuenta con amplio
reconocimiento, incluyendo su incorporación en diversos
índices de impacto académico, ha sido decisiva para la
homologación internacional de los estándares de calidad
de artículos científicos publicados en la Criminología
española (véase San Juan, 2011).
Existen también otras revistas españolas que publican,
aunque no exclusivamente, artículos de Criminología: la
Revista de Derecho Penal y Criminología, que se edita en
la UNED, y la Revista Electrónica de Ciencia Penal y
Criminología, que se publica desde la Universidad de
Granada, Cuadernos de Política Criminal, publicada en la
Universidad Complutense de Madrid, y Eguzkilore, desde
la Universidad del País Vasco.
3. Los fenómenos criminales que tienen lugar en una sociedad, como robos,
homicidios, maltrato familiar, violaciones, etc., son acontecimientos “normales”,
en el sentido de inherentes al propio funcionamiento social, por lo que a gran
escala propenderán a cierta estabilidad a lo largo del tiempo, con oscilaciones
naturales al alza y a la baja. En general, dada la multiplicidad de factores incursos
en cada fenómeno infractor o criminal, resultarán irrealistas y probablemente
abocados al fracaso los intentos de erradicarlo o controlarlo fundamentalmente a
partir de reformas u endurecimientos penales.
4. Ya desde los primeros estudios científicos en Criminología se puso de relieve que
la privación relativa, o conciencia de desigualdad social, incrementa los
sentimientos de injusticia y resentimiento, que pueden ser en muchos casos
precursores emocionales de la agresión y el delito.
5. La pobreza y privación relativa, la anomia, o desregulación social, que resulta de
las transformaciones sociales rápidas y deja a los individuos sin referentes
normativos para su conducta, y la desorganización social, que expone a los
ciudadanos a frecuentes modelos y situaciones de marginación y delincuencia,
constituyen antesalas frecuentes de la criminalidad. Aquellas áreas urbanas donde
se concentran estos problemas son contextos de alta probabilidad de imitación y
aprendizaje de conductas infractoras y delictivas, especialmente por parte de los
jóvenes, por lo que dichas áreas deberían ser objetivos prioritarios para la
prevención.
6. La herencia más importante del positivismo criminológico fue su propuesta de
utilizar el método científico, basado en la observación y medida sistemática de las
realidades sociales, para el estudio de la criminalidad.
7. Los estudios sobre imitación, aprendizaje y delincuencia constataron que la
conducta delictiva generalmente se adquiere en vinculación afectiva o asociación
diferencial con personas que previamente cometen delitos, de las que se imitan
tanto las habilidades y hábitos delictivos como las definiciones y valores que
amparan y justifican dichos comportamientos.
8. Desde planteamientos del interaccionismo simbólico y marxistas se puso de relieve
cómo los grupos más poderosos de la sociedad utilizan su fuerza y poder para
influir sobre las leyes y los mecanismos de control, lo que suele ir en detrimento
de los clases bajas y menos favorecidas, cuyas conductas son más fácilmente
etiquetadas como delictivas, y sus miembros más probablemente estigmatizados
como delincuentes.
9. La Criminología en general, y la criminología española en particular, tienen ante sí
dos importantes retos de futuro: mejorar y consolidar la calidad de su formación
universitaria, y trasladar los conocimientos criminológicos a aplicaciones
innovadoras que permitan políticas criminales más diversificadas, realistas, y
eficientes.
CUESTIONES DE ESTUDIO
1. ¿En qué época surgió la criminología científica? ¿Qué otras disciplinas naturales o
sociales aparecieron en las mismas décadas? ¿Qué similitudes tiene la
Criminología con ciencias como la biología o la sociología? ¿En qué se diferencia
de ellas?
2. ¿Cuándo comenzó la criminología científica en España? ¿Quiénes fueron sus
principales representantes?
3. ¿Qué relación existe entre la Ilustración y la Escuela clásica?
4. ¿Qué significa “placer” y “dolor” en la teoría clásica del delito?
5. Resumen y comentario crítico de las principales ideas de Beccaria y de las de
Bentham.
6. ¿Qué pensadores contribuyeron a la expansión de la Escuela clásica en España?
7. ¿Cuáles fueron las principales aportaciones de Lombroso al desarrollo de la
Criminología?
8. ¿Cómo se concretó el positivismo criminológico en España? ¿Quiénes fueron sus
autores principales? ¿Las ideas más destacadas?
9. ¿Cómo explica la escuela de Chicago la delincuencia urbana? ¿Sigue siendo útil el
concepto de desorganización social en las ciudades de nuestro tiempo?
10. ¿Qué implicaciones criminológicas tiene el concepto de “desorganización
social”?
1 Según Locke, todas las pasiones guardan relación con el placer y el dolor.
El placer es “las saciada plenitud del ser; el dolor es la contradicción de la
tendencia a la perfección del ser” (Saldaña, 1914: 133.134).
2 De acuerdo con la naturaleza humana existen dos tipos de delitos: los
delitos atroces, que atentan contra la seguridad de la vida, y los delitos
menores, que menoscaban la seguridad de los bienes, que son producto de
una convención social. Los hombres tienen menor inclinación para llevar
a cabo los primeros que los segundos.
3 “Uno de los mayores frenos del delito no es la crueldad de las penas, sino
su infalibilidad (…)” (p. 101). La probabilidad de delinquir disminuirá en
la medida en que en el intelecto humano se establezcan mayores
asociaciones entre los comportamientos de los hombres y las
consecuencias que les sobrevienen.
4 “Más fuertes y sensibles deben ser las impresiones sobre los ánimos
endurecidos de un pueblo recién salido del estado salvaje. (…) Pero a
medida que los ánimos se amansan, en el estado de sociedad aumenta la
sensibilidad y, al aumentar ésta, debe disminuir la fuerza de la pena (…)”
(pp. 145-146).
5 El ladrón y el asesino experimentarán un menor temor por el momento final
de la horca o la rueda para no infringir unas leyes frecuentemente injustas,
que el temor que sentirán ante la idea de la esclavitud de la cárcel. “Quien
teme el dolor obedece las leyes; pero la muerte extingue en el cuerpo
todas las fuentes de dolor” (p. 121). Además, la aplicación de la pena de
muerte puede constituir un ‘funesto’ ejemplo para los ciudadanos a
quienes las leyes conminan a respetar la vida humana. La pena de muerte
solamente debería aplicarse en casos extremos, como los delitos políticos.
La cárcel, según Beccaria, no constituye una disuasión suficiente cuando
la persona condenada “aun privada de libertad, siga teniendo tales
relaciones y tal poder que comprometa la seguridad de la nación” (p. 104).
6 El origen histórico de esta idea puede situarse ya en la Grecia del siglo IV
antes de Cristo, donde ya Epicuro había desarrollado una doctrina
filosófica que consideraba que el logro del placer y la evitación del dolor
constituían las motivaciones básicas de la vida humana y también las
fuentes de su moralidad (Arrighetti, 1973; Gaarder, 1995). La doctrina
epicúrea fue retomada y desarrollada en la modernidad por el matemático
y filósofo francés Pierre Gassendi (1592-1655) quien, conjugando
filosofía epicúrea y cristianismo, postuló que la felicidad residía en la paz
del espíritu y en la ausencia de dolor corporal (The New Encyclopaedia
Britannica, Vol. 5, 1993).
7 Llamamos la atención del lector sobre la modernidad de estas propuestas,
efectuadas en un momento primigenio de la criminología científica, hace
ahora casi doscientos años, pero que son de extraordinaria actualidad, ya
que, en términos generales, no distan mucho de las proposiciones
contemporáneas acerca de la prevención de la delincuencia.
8 “Los más sensatos tratadistas de la antigüedad convienen en que algo que
pasa en el corazón del hombre se revela en el semblante, y puede ser
conocido con una atenta observación (…) Según los antiguos
fisionomistas, el fundamento principal de su ciencia está en que la
semejanza de cualidades físicas entre varias personas arguye semejanza en
sus cualidades morales” (Montes, 1911: 49 y 54).
9 “El tamaño y forma de un órgano cerebral, siendo todo lo demás igual, es
medida positiva de su potencia y se manifiesta por la superficie exterior
del cráneo” (Gall, en Saldaña, 1914: 344-345).
10 Acerca de la capacidad de Lombroso para generar polémica, escribió
Dorado Montero, quien probablemente lo conoció en Italia, que “donde
ponía la mirada y la pluma introducía la inquietud” (cita tomada de
Serrano Gómez, 2007, p. 148).
11 “En realidad, lo que Lombroso llama un criminal es un preso… Todos los
presos se parecen en algo. El régimen que les es común, determina en
ellos ciertas anomalías particulares, por las cuales se distinguen, a la larga,
de los hombres libres; lo mismo que sucede con los sacerdotes y con los
monjes…” (Anátole France, Les criminels, La vie littéraire, II; en
Saldaña, 1914: 357).
12 El profesor Belga Xavier Francotte replicaba a Lombroso tan
prematuramente como el año 1891, en su propia obra La Anthropologie
Criminelle, en los siguientes términos: “El hombre honrado y el hombre
criminal no forman dos categorías esencialmente separadas. El
delincuente no es un ser aparte de la humanidad. Todo hombre lleva
consigo las pasiones, las inclinaciones, los instintos que pueden llevarle al
delito” (Saldaña, 1914, p. 358).
13 Entre éstos se refirió a aspectos tan variados como la influencia
criminógena del clima, la lluvia, el precio del grano, las costumbres
sexuales y matrimoniales, las leyes penales, las prácticas bancarias, la
estructura del gobierno, y las creencias religiosas y sociales (Lombroso,
2006; Bernard et al., 2010).
14 Estas propuestas no eran consideradas reaccionarias en aquel momento
histórico, sino incluso progresistas, suscitando la adhesión de muchos
intelectuales y políticos no solo de derechas sino también de izquierdas.
15 En primer lugar, las diferencias físicas halladas entre los grupos de
delincuentes y de no delincuentes fueron, en realidad, muy pequeñas,
resultando incluso mayor la variabilidad observada dentro de la propia
muestra de delincuentes que entre éstos y los sujetos de comparación.
Además, Hooton incluyó en su muestra no delictiva una gran proporción
de policías y bomberos, cuya selección profesional toma en cuenta sus
mejores cualidades físicas, lo que constituye un sesgo evidente para su
comparación con los presos. Muy probablemente este sesgo fue el origen
de las diferencias físicas entre delincuentes y no delincuentes encontradas
erróneamente por Hooton.
16 “La Frenología acaba de revelarnos que, sea cual fuere la naturaleza del
alma, sus manifestaciones en este mundo, al menos, dependen de la
organización cerebral, ya que si esta organización no se mejora en algunos
seres, o se les permite reproducirse, el alma manifestará en ellos aquellas
aberraciones que llamamos verdadero crimen; cuando el hombre es
demente o criminal nato, si queremos servirnos de este último impropio
término, cualquier castigo es injusto e inútil” (Cubí y Soler, en 1843, cita
tomada de Saldaña, 1914: 346).
17 Antecedente más remoto de los intentos de construir una ciencia de los
delitos fue, según se ha comentado, la Fisionomía, que también contó en
España con defensores a lo largo de los siglos XVII y XVIII, tales como
Miguel Medina, el Padre Tamayo, y Jerónimo Cortés (Montes, 1911).
18 La denominación área de transición hace directamente referencia a que se
trata de una zona de tránsito de habitantes, ya que a ella suelen ir a vivir
los recién llegados a la ciudad (el deterioro urbanístico existente propicia
que las viviendas sean allí más baratas) hasta que logran instalarse en un
barrio mejor, dando paso a que nuevos recién llegados la habiten (Cid y
Larrauri, 2001).
19 Para el cálculo de cada tasa delictiva se procedió de la siguiente manera:
(1) para calcular el número de jóvenes delincuentes por distritos tomamos
como base la información que nos fue facilitada por la Dirección General
de Medidas Penales Alternativas y Justicia Juvenil del Departamento de
Justicia (y publicada en los Anuarios Estadísticos de la Ciudad de
Barcelona) sobre el número de jóvenes de 12 a 18 años que había pasado
por la jurisdicción penal juvenil en la ciudad de Barcelona; (2) esta
información correspondía a la serie temporal de los años 1994, 1995 y
1996 y, en conjunto, incluía 2.409 casos; (3) las cifras estaban desglosadas
según los distritos municipales en que se estructura la ciudad de Barcelona
(1. Ciutat Vella; 2. Eixample; 3. Sants-Montjuic, 4. Les Corts; 5. Sarriá-
Sant Gervasi; 6. Grácia; 7. Horta-Guinardó; 8. Nou Barris; 9. Sant
Andreu, y 10. Sant Martí); (4) para hallar las tasas de jóvenes delincuentes
por cada mil jóvenes residentes en cada uno de los distritos se utilizó el
censo de población de 0-14 años correspondiente al padrón de 1991 (datos
tomados de la revista Barcelona Societat, n. 2, 1994, pág. 9); (5) por
último, se ha calculado la tasa promedio de delincuencia de cada zona
concéntrica a partir de la media delictiva de todos los barrios que la
integran en todo o en parte (estas tasas promedio se reflejan en el pie del
cuadro 6.1).
20 La conexión entre la conducta antisocial y el contexto social en que se
producía resultaba evidente a los ojos de estos primeros teóricos de
Chicago. Lattimore, en un informe de 1914 sobre las condiciones de
Skunk Hollow, un suburbio de la ciudad de Pittsburgh, escribía (Matza,
1981: 33-34): “Si alguien quiere hacerse una idea del problema del tiempo
libre, de la delincuencia juvenil, del problema racial, de los males
sociales, de la violación de la ley seca, del desempleo y de la incapacidad
debida a causas industriales, solo necesita darse una vuelta por el Hollow
y ver cómo se afirman las fuerzas desintegradoras cuando las fuerzas de
progreso han sido eliminadas por el letargo cívico y por el egoísmo”.
21 Sin embargo, la explicación dada por los teóricos de Chicago contradecía
en buena medida sus propias observaciones. Hablaban de falta de orden
pero, en cambio, sus estudios describían la presencia de distintos tipos de
orden, de diferentes modos de organización social, aunque fueran
minoritarios y opuestos a las pautas generales de los grupos prevalentes.
De este modo, lo que verdaderamente puso de relieve la escuela de
Chicago fue, en primer lugar, la existencia en la sociedad de grupos
diferentes con valores y normas distintos y, también, que en algunos de
esos grupos sociales —marginales y minoritarios— la desviación y la
delincuencia eran procesos habituales (Scull, 1989).
22 La idea básica que subyace a las teorías del aprendizaje es que el
comportamiento humano se aprende. La primera elaboración de esta idea
en el pensamiento occidental fue realizada por Aristóteles (384-322 a.C.),
quien propugnó que el conocimiento es el producto exclusivo de la
experiencia. Según Aristóteles las experiencias sensoriales que guardan
alguna relación entre sí se asocian en nuestra mente, a partir de cuatro
leyes de asociación (Vold y Bernard, 1986): la ley de la semejanza (los
estímulos se asocian con mayor facilidad si son similares), la ley del
contraste (la marcada diferencia entre estímulos facilita también su
asociación en la mente), la ley de la sucesión en el tiempo (los estímulos
se conectan más fácilmente si se siguen temporalmente el uno al otro) y la
ley de la proximidad en el espacio (la contigüidad espacial de los
estímulos facilita su vinculación mental). A partir de los postulados
aristotélicos nació el asociacionismo, que ha sido una concepción
omnipresente en la cultura occidental desde entonces hasta nuestros días.
Los filósofos empiristas como Hume, Hobbes y Locke fundamentaron su
pensamiento acerca del conocimiento humano sobre la misma idea de la
asociación de sensaciones (Yar, 2010; O’Malley, 2010). Este enfoque dio
lugar en los inicios de la psicología, a finales del siglo XIX, a la aparición
de dos líneas de investigación paralelas. Una de ellas fue iniciada por el
alemán Herman Ebbinghaus, quien llevó a cabo los primeros
experimentos para conocer cómo se producía en la mente humana el
proceso de asociación entre estímulos. La segunda línea fue desarrollada
por el norteamericano Edward Lee Thorndike mediante experimentos
sobre condicionamiento estimular en animales.
23 Las ciudades que conoció Tarde a finales del siglo XIX estaban inmersas
en un proceso de rápidos cambios y de expansión, con continuas
inmigraciones desde las zonas rurales.
24 La teoría de la asociación diferencial, tal y como la presentamos a
continuación, quedó definitivamente diseñada por Sutherland en la última
edición que éste realizó de su obra Principles of Criminology. En
posteriores ediciones del libro los discípulos de Sutherland, Donal R.
Cressey y David F. Luckenbill, comentaron las revisiones y
modificaciones teóricas propuestas por otros autores pero preservaron la
teoría de Sutherland en su forma original (Akers, 1997).
25 Este presupuesto de la teoría de Sutherland se fundamenta en el
interaccionismo simbólico desarrollado por George Herbert Mead, W. I.
Thomas y otros autores de la escuela de Chicago. El interaccionismo
simbólico ha argumentado (Vold y Bernard, 1986: 211) que “las personas
construyen ‘definiciones’ relativamente permanentes de las situaciones o
de los significados que derivan de sus propias experiencias. Esto es,
deducen significados particulares a partir de experiencias específicas pero
después los generalizan, de manera que tales interpretaciones se
convierten en un modo personal y general de ver las cosas. A partir de
estas definiciones individuales diversificadas, dos personas pueden
comportarse de maneras muy diferentes frente a situaciones muy
semejantes”.
26 Como en las ciudades modernas conviven, debido a los conflictos
culturales, definiciones favorables y desfavorables a la delincuencia,
ambos tipos de influencia pueden incidir sobre los individuos.
27 Sutherland sostiene que las teorías sociológicas que pretenden explicar la
delincuencia en su conjunto, por ejemplo la teoría de la desorganización
social de la escuela de Chicago, deberían ser consistentes con las teorías
individuales de explicación de la conducta delictiva.
28 O como más tarde Matza (1981: 25), desde su perspectiva naturalista,
matizaría: “Siendo, pues, la desviación un rasgo común a toda sociedad,
por venir implicada por la organización social y moral, no necesita de una
explicación extraordinaria. Extraviarse de un camino no es ni más
comprensible ni más asombroso que mantenerse en él”.
29 Goffman utilizó como fuente primaria de información para sus análisis la
observación en una sola institución hospitalaria, Santa Isabel en
Washington, y a partir de esta observación particular extrajo conclusiones
generales sobre diversas instituciones totales: las prisiones, los
monasterios, las escuelas militares, los asilos de ancianos y los campos de
concentración. Analizó los cambios y las reacciones de los sujetos
internados como producto de los ambientes en los que se encontraban,
más que como efectos de la propia enfermedad, de la patología que
padecían.
30 A mediados del siglo pasado el pensamiento marxista sentaría las bases en
las que después beberían los teóricos del conflicto. Escribe Marx
(Schoeck, 1977: 213-214): “En la producción social de su vida los
hombres se adentran en unas relaciones determinadas, necesarias,
independientes de su voluntad (…). El conjunto de esas relaciones de
producción constituye la estructura económica de la sociedad, la base real
sobre la que se alza un edificio jurídico y político, y a la que responden
unas determinadas formas de conciencia social. El tipo productivo de la
vida material condiciona en definitiva el proceso vital social, político y
espiritual. No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino
que, a la inversa, es su ser social el que condiciona su conciencia”. Según
Marx, el conflicto social surgiría de la siguiente sucesión de
acontecimientos: “En un determinado estadio de su evolución las fuerzas
productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las
relaciones (…) de propiedad (…). Y entonces aparece una época de la
revolución social. Con el cambio de la situación económica se transforma
también todo el monstruoso edificio (…). Hay que distinguir (…) entre el
cambio material (…) y las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas
o filosóficas, en un palabra, las formas ideológicas, con que los hombres
toman conciencia de ese conflicto y lo resuelven”. Pese a todo, ni Karl
Marx ni Friedrich Engels desarrollaron una teoría propia sobre la
delincuencia. Aluden a problemas delictivos varias veces en sus obras,
pero sin tratarlos con profundidad, y tampoco presentan un programa de
política criminal.
31 Una vez llegados al poder, los líderes marxistas tenían que enfrentarse
directamente con el problema delictivo. En los primeros años de la Unión
Soviética, se desarrollaron programas novedosos contra la delincuencia,
descriminalizando comportamientos que antes eran delictivos, como por
ejemplo la homosexualidad, y proponiéndose la reeducación y
reincorporación de los delincuentes al seno de la clase obrera. Sin
embargo, “las reminiscencias de la época capitalista” no desaparecieron y
la represión estatal se consolidó. La sociedad rusa en la época de Stalin
fue, probablemente, una de las más represivas que ha existido en la
historia humana, con cientos de miles de personas ejecutadas, y millones
de ciudadanos internados en campos de trabajos forzados en Siberia, en
condiciones extremas de esclavitud y privaciones. La criminología oficial
en los países comunistas asumió un rol de apoyo total al estado y a su
política represiva, algo bastante alejado precisamente de los
planteamientos de la criminología crítica.
3. MÉTODO E
INVESTIGACIÓN
CRIMINOLÓGICA
3.1. MÉTODO CIENTÍFICO Y CRIMINOLOGÍA 130
3.2. CÍRCULO DE LA INVESTIGACIÓN EMPÍRICA 133
3.2.1. Modelo conceptual 134
3.2.2. Hipótesis 135
3.2.3. Modelo operativo 136
3.2.4. Recogida de los datos 138
3.2.5. Análisis de los datos 140
3.2.6. Revisión de la hipótesis y del modelo conceptual de partida
143
3.3. MEDIDAS Y MUESTRAS 144
3.3.1. Las variables y su medida 146
3.3.2. Dispersión muestral 148
3.3.3. Universo/población y muestra 149
3.3.4. Procedimientos de muestreo 150
3.3.5. Tamaño muestral 154
3.4. ENCUESTAS Y CUESTIONARIOS 156
3.5. ENTREVISTA 161
3.5.1. Tipos de entrevista 162
3.5.2. Fases de la entrevista 164
3.6. OBSERVACIÓN 165
3.6.1. Observación documental 165
3.6.2. Observación sistemática o directa 166
3.6.3. Observación experimental 168
3.6.4. Observación participante 170
3.7. INVESTIGACIÓN EN LA ACCIÓN (ACTION RESEARCH)
171
3.8. LA RECONSTRUCCIÓN DEL PASADO: LA
INVESTIGACIÓN CRIMINALÍSTICA COMO MÉTODO
CIENTÍFICO 172
3.9. INTERPRETACIÓN DE LOS RESULTADOS 174
PRINCIPIOS CRIMINOLÓGICOS Y POLÍTICA CRIMINAL 177
CUESTIONES DE ESTUDIO 178
3.2.2. Hipótesis
La metodología científica hasta aquí razonada es un
sistema o modo de proceder para el análisis sistemático de
información, pero no incluye ni resuelve la contribución
que debe efectuar a dicho análisis la imaginación y la
curiosidad, que, ciertamente, quedan a la capacidad
individual de cada investigador o equipo de
investigadores. Trabajo concienzudo e imaginación son
los ingredientes complementarios e insustituibles del
avance científico. Esta interrelación entre ellos, a la vez
que independencia, fue magníficamente referida por Max
Weber en su obra El político y el científico: “La
ocurrencia no puede sustituir al trabajo, como éste a su
vez no puede ni sustituir ni forzar la ocurrencia, como no
puede hacerlo tampoco la pasión. Trabajo y pasión sí
pueden, en cambio, provocarla, sobre todo cuando van
unidos, pero ella [la ocurrencia] viene cuando quiere y no
cuando queremos nosotros… Claro que jamás surgiría si
uno no tuviera tras sí esas horas de penar en la mesa de
trabajo y esa preocupación constante por las cuestiones
abiertas” (Weber, 1992: 193-194).
La ocurrencia, o imaginación investigadora, a la que se
refiere Max Weber, tiene que ver fundamentalmente con
el momento científico de la formulación de preguntas de
investigación y de hipótesis, es decir con la fase del
establecimiento de relaciones de influencia entre factores.
En el trabajo científico, ésta es una actividad en general
poco pautada y que fundamentalmente va a depender de
la capacidad —y tal vez de la suerte (¿inspiración?)— de
cada investigador.
Cada modelo conceptual de partida permite concebir
hipótesis acerca de la cuestión o cuestiones analizadas. La
hipótesis suele constituir un razonamiento lógico previo a
la realización de una investigación científica, es decir, una
idea —o conjetura de relación entre variables— (Walker
y Maddan, 2012), que en términos de lógica formal podría
expresarse como: “Si A, entonces B”— (Ziman, 1986).
Con dichas hipótesis se intentará ofrecer una explicación
hasta cierto punto novedosa, susceptible de aportar
nuevos datos al conocimiento del tema analizado, o bien
que permita replicar, tal vez con variantes, estudios ya
desarrollados por otros investigadores y confirmar o no
sus resultados.
Los siguientes pasos en la tarea investigadora irán
encaminados a comprobar empíricamente las hipótesis
formuladas. Por ejemplo, un proyecto de investigación
podría dirigirse a corroborar el modelo conceptual según
el cual los malos tratos en la pareja tienen su origen
fundamentalmente en las tradiciones y valores machistas,
y en los roles asignados socialmente a las mujeres; de ser
así —y esta podría ser la hipótesis de partida de un
estudio— en regiones y países con mayor tradición y
actitudes machistas sería esperable una mayor prevalencia
de maltrato de mujeres que en poblaciones en que existan
valores sociales que amparen la igualdad de derechos
entre mujeres y hombres. A esta hipótesis inicial podría
haberse llegado por diversos caminos: a partir de la
revisión de estudios antropológicos o sociológicos sobre
distintas sociedades y culturas, mediante la observación
directa de distintas poblaciones, a partir de los datos
recogidos en centros de asistencia a mujeres maltratadas,
etc.
Community Resources in
Recursos en la
Neighborhood –Chicago Youth
comunidad
Development Study
Exposición a la Children’s Exposure to Community
violencia Violence
Fear of Crime –Chicago Youth
Miedo al delito
Development Study
3.6. OBSERVACIÓN
La observación de conductas y contextos es una
herramienta fundamental de la investigación
criminológica. Aunque, por definición, observar
determinada realidad debería implicar la visión y registro
directos de la misma, también existen métodos de
observación indirectos, basados en datos documentales,
recogidos con antelación. Empezaremos por éstos.
CUESTIONES DE ESTUDIO
1. ¿Qué es el método hipotético-inductivo? Explica su lógica. ¿Se basa en la
deducción o en la inducción?
2. ¿Es cierto que todos los delitos tienden a ser ocultados, o unos más que otros?
¿Cuáles pueden ser las razones de los agresores y de las víctimas para ello? ¿Qué
problemas se suscitan para la investigación criminológica como resultado de la
ocultación de los comportamientos delictivos? ¿Qué métodos pueden usarse para
hacer los delitos más accesibles a su estudio?
3. Buscar información sobre normas éticas de la investigación, en general o
específicamente en otras disciplinas, y analizar su posible aplicación a la
investigación en Criminología.
4. Definir los distintos conceptos implicados en el círculo de la investigación
empírica, e idear proyectos esquemáticos de investigación que ejemplifiquen
dichos pasos (sobre hurtos, robos, lesiones, delitos sexuales, etc.). Especificar
cuáles serían las variables e indicadores independientes, dependientes y
moduladores. ¿Son lo mismo las variables y los indicadores?
5. En función de las “leyes térmicas” de Quetelet (aludidas en el capítulo anterior),
los delitos de agresión podrían aumentar en verano debido a la mayor temperatura
existente. Busca hipótesis alternativas, que pudieran explicar el mismo fenómeno.
Concibe posibles estudios para investigarlas.
6. ¿Qué significa “triangulación” en metodología? ¿Y el método de “bola de nieve”?
7. ¿Qué es un estudio piloto? Poner ejemplos de posibles estudios piloto.
8. ¿En qué se diferencian la estadística descriptiva y la inferencial? ¿Qué índices
estadísticos pueden ser representativos de una y de otra?
9. Individualmente o por grupos, pedir a los alumnos que consulten un manual de
estadística (preferiblemente especializado en Criminología), y se fijen
detenidamente en un procedimiento estadístico que pueda utilizarse en estudios
criminológicos, sintetizándolo y explicándolo al resto de compañeros de clase.
10. Revisar estudios criminológicos, y buscar ejemplos reales en que las variables se
hayan definido en un nivel nominal, ordinal, de intervalos o de razón.
11. A partir de dichos estudios, analizar sus sistemas de muestreo, identificando el
procedimiento técnico seguido, y el tamaño y representatividad de las muestras.
Discutir en la clase las opciones adoptadas en cada estudio, y sus posibles ventajas
e inconvenientes.
12. Comparar los diversos instrumentos de recogida de información (encuestas y
cuestionarios, entrevista y observación) y comentar y debatir en qué tipos de
estudios pueden ser más útiles y eficientes, y en cuáles no.
13. ¿Qué es la investigación en la acción, o action research?¿Qué utilidad puede
tener la criminalística para la investigación criminológica?
14. ¿Qué moralejas pueden extraerse del relato de Bertrand Russel sobre el “pavo
positivista”?
(Fuentes: Van Dijk et al., 2007; International Crime Victims Survey y 2005
EU ICS)
CUESTIONES DE ESTUDIO
1. ¿Con qué medidas puede contarse para determinar el volumen de la delincuencia?
¿Qué significa que la delincuencia pueda representarse como si se tratara de un
“iceberg”?
2. ¿Qué ventajas e inconvenientes presenta la medida de la delincuencia a partir de
los siguientes métodos?:
• Las mediciones del miedo al delito o percepción de inseguridad
• Las estadísticas penitenciarias
• Las estadísticas judiciales/fiscales
• Las estadística policiales
• Las encuestas de autoinculpación
• Las encuestas de victimización
1 Por la lentitud del proceso penal, las sentencias suelen reflejar más bien
diligencias previas de años anteriores que diligencias del mismo año, pero
la misma desproporcionalidad se repite año tras año. En el quinquenio
1990-1994, por ejemplo, se contabilizan 11 millones de asuntos incoados,
y solamente 440 mil delitos apreciados
2 Estudios del CIS nº 1152, 1974, 2015 y 2152. Otros estudios que incluyen
una pregunta sobre experiencia de victimización sin especificar qué
delitos se sufrieron, son los nº 1453, 1714 y 1736. En 1980 se realizó un
estudio en el área metropolitana de Madrid (nº 1251), y, en 1982, un
estudio sobre victimización en tres ciudades españolas (encuesta nº 1313).
3 Compilado de Alvira 1982:36, CIS, 1978, tabla 14 y tablas no publicadas
de estudios posteriores. Se ha corregido una aparente confusión entre los
delitos callejeros con y sin violencia en los datos ofrecidos por Alvira
Martín, utilizando los porcentajes originales del CIS, 1978, que se supone
que son correctos.
4 Algunas de las encuestas realizadas preguntan por delitos sufridos por la
familia entera, y otras solo por delitos sufridos por la persona entrevistada.
También se puede preguntar por sucesos a lo largo de la vida, durante los
últimos dos años o los últimos 12 meses. Además, preguntas específicas
sobre cada tipo de delito aportan más respuestas positivas que preguntas
generales. Sobre estos problemas metodológicos, véase Alabart y Sabaté
(1989), La encuesta de seguridad ciudadana (Ayuntamiento de
Barcelona, p. 35), y Stangeland (1995), The Crime Puzzle (Miguel Gómez
Publicaciones, Málaga, capítulo 4).
Asuntos penales (delitos y faltas) ingresados en los tribunales de justicia
Denuncias policiales (presuntos delitos y faltas)
Parte II
EXPLICACIÓN
CIENTÍFICA DEL
DELITO
5. TEORÍAS Y PARADIGMAS
CRIMINOLÓGICOS
5.1. INTRODUCCIÓN: ¿QUÉ ES UNA TEORÍA? 237
5.2. TEORÍAS CRIMINOLÓGICAS 240
5.2.1. Pugna científica entre teorías 241
5.2.2. Dificultades de la comparación teórica 243
5.2.3. Cuestiones prioritarias que requieren explicación 248
5.3. PARADIGMAS CRIMINOLÓGICOS 250
5.3.1. Libre albedrío y castigo 251
5.3.2. Paradigma científico 251
5.3.3. Conflicto social 252
5.4. GRUPOS TEÓRICOS PRINCIPALES 254
5.4.1. Tensión y control social 257
5.4.2. Criminología biosocial 257
5.4.3. Diferencias individuales y aprendizaje 258
5.4.4. Etiquetado y conflicto social 259
5.4.5. Elección racional y oportunidad delictiva 259
5.4.6. Desarrollo de las carreras delictivas 260
5.5. ESTRUCTURA DE LOS CAPÍTULOS TEÓRICOS 261
PRINCIPIOS CRIMINOLÓGICOS Y POLÍTICA CRIMINAL 263
CUESTIONES DE ESTUDIO 264
2. Para que las teorías criminológicas sean comparables y competitivas entre sí deben
hacer referencia al mismo objeto de estudio. Los dos principales objetos de
análisis, a los que se refieren la mayoría de las teorías criminológicas, son la
conducta delictiva y los mecanismos de control social.
3. Los paradigmas criminológicos suelen comportar un conjunto de asunciones y
presupuestos sobre el funcionamiento de la sociedad en general, y de la
delincuencia en particular. Los principales paradigmas criminológicos son el del
«libre albedrío y castigo», el «científico» y el del «conflicto social». En la
criminología actual existe una mayoritaria aceptación y combinación de
presupuestos conceptuales de estos tres paradigmas, considerando sus respectivos
planteamientos como necesarios y compatibles entre sí.
4. Las teorías de la tensión y el control social apuntan en dirección a los esfuerzos que
las sociedades deberían hacer para mejorar la integración social de sus miembros,
y para erradicar todas aquellas tensiones individuales y sociales susceptibles de
generar reacciones de agresión y violencia.
5. La Criminología biosocial nos recuerda que, pese a nuestro gran desarrollo social y
cultural, los seres humanos tenemos una naturaleza biológica imbuida de
características y condicionantes, que como nuestra capacidad de agresión, han sido
conformados a lo largo del proceso de la evolución y se hallan presentes en cada
uno de nosotros. Estas características naturales no deberían ser ignoradas, como
tan a menudo se hace, sino debidamente tomadas en consideración, para
modularlas y orientarlas más eficazmente en una dirección prosocial.
6. Los conocimientos psicológicos sobre diferencias individuales y aprendizaje
pueden resultar especialmente útiles para la socialización de niños y jóvenes, la
prevención del delito, y el diseño de programas de tratamiento con delincuentes.
7. De las perspectivas criminológicas del etiquetado y del conflicto hemos aprendido
que los delitos no siempre constituyen un mero a priori, y que los controles
sociales son una pura consecuencia, sino que lo contrario también es posible: que
la delincuencia puede precipitarse o exacerbarse bajo una acción desmedida e
imprudente de los mecanismos de control y de la justicia. Esto debería ser tomado
mucho más en cuenta de lo que suele hacerse, antes de poner en marcha
endurecimientos penales impulsivos y poco racionales, que más bien pueden
estimular que no reducir el delito.
8. Las teorías de la elección racional y de la oportunidad llaman la atención sobre el
hecho de que, pese a todos los condicionantes individuales y sociales con los que
pueden contar los sujetos, finalmente son los individuos quienes toman sus propias
decisiones y opciones de comportamiento. Aunque a la vez se reconoce que en
tales decisiones juegan un papel muy importante las opciones de conducta
disponibles, y particularmente, por lo que se refiere a los delitos, las oportunidades
criminales.
9. La Criminología del desarrollo nos ha enseñado que la actividad delictiva no surge
generalmente de forma repentina e imprevista, sino que suele comportar todo un
proceso creciente de inicio, incremento y persistencia delictiva a lo largo de un
tiempo. En este proceso va a resultar crítica la presencia de factores de riesgo y de
protección a que se halle expuesto un individuo, lo que tiene importantes
implicaciones preventivas. Otro resultado muy relevante, en el que se abundará en
un capítulo posterior, es el conocimiento sólido acerca de que la inmensa mayoría
de quienes han cometido delitos suelen abandonar pronto, y de forma natural, la
actividad delictiva. La implicación de ello para la política criminal es que los
sistemas de control deberían ser mucho más racionales y moderados, evitando en
todo lo posible medidas punitivas prolongadas y estigmatizantes (especialmente a
través del internamiento), ya que tales medidas podrían acabar teniendo efectos
contraproducentes, contribuyendo, no a la erradicación de la actividad criminal,
sino a su prolongación.
CUESTIONES DE ESTUDIO
1. ¿Qué es una ley científica? ¿Qué es una teoría?
2. ¿Cuáles son los principales criterios que suelen considerarse para valorar la
idoneidad de una teoría científica?
3. ¿Qué significa que las teorías deben responder a los criterios de consistencia lógica
y de verificabilidad empírica? ¿Cómo podría definirse la parsimonia científica?
Buscar ejemplos de teorías del delito más o menos parsimoniosas.
4. ¿En qué sentido debe interpretarse la afirmación de que la teorías criminológica
constituyan productos intelectuales del tiempo en que fueron formuladas?
5. ¿Qué características tenían las explicaciones del delito en la antigüedad?
6. ¿Por qué razones resulta complicada la comparación entre las teorías
criminológicas?
7. ¿Existen distintos objetos de estudio criminológico? ¿En qué sentido puede ello
afectar a la comparación entre teorías diversas?
8. ¿Qué es el determinismo científico? ¿Significa que la conducta delictiva está
determinada de antemano? Razonar la respuesta y poner ejemplos.
9. ¿Qué son teorías criminológicas implícitas, de mínimo desarrollo y explícitas?
Buscar ejemplos que permitan ilustrar estas categorías teóricas.
10. ¿Qué constataciones y hechos requieren ser atendidos y explicados por las teorías
criminológicas?
11. ¿Cuáles son los principales paradigmas y grupos teóricos existentes en
Criminología? ¿Cómo se relacionan unos y otros?
12. Leer en clase el capítulo XV del libro In-tolerancia cero, titulado “Diálogo sobre
una nueva ciencia: criminología”, y debatir en grupos acerca de los argumentos
favorables y desfavorables que los personajes del Diálogo dan en relación con
diversos paradigmas y teorías criminológicas.
6. TENSIÓN Y CONTROL
SOCIAL
6.1. INTRODUCCIÓN: CONCEPTOS FUNDAMENTALES 267
6.1.1. Derivados teóricos de la escuela de Chicago 268
6.1.2. Validez empírica de la relación entre desorganización social y
delincuencia 269
6.2. TEORÍAS DE LA TENSIÓN 270
6.2.1. Anomia y tensión 270
6.2.2. Anomia institucional 274
6.2.3. Subculturas 275
A) Privación de estatus y subcultura delictiva 276
B) Oportunidad diferencial 277
6.2.4. Teoría general de la tensión 280
A) Relaciones sociales negativas y motivación para la
delincuencia 280
B) Fuentes de tensión principales 281
C) Conexión entre tensión y delincuencia 284
D) Prevención de la delincuencia 286
E) Validez empírica 289
6.3. TEORÍAS DEL CONTROL SOCIAL INFORMAL 291
6.3.1. Primeras formulaciones teóricas 292
A) Teoría de la contención de Reckless 292
B) Teoría de la neutralización y la deriva de Sykes y Matza 294
6.3.2. Teoría del control social o de los vínculos sociales 297
A) Mecanismos de vinculación social 298
B) Contextos de la vinculación social 299
C) El apego a los padres 300
D) Validez empírica 301
6.3.3. Teoría del autocontrol 306
A) Encaje entre conducta delictiva y bajo autocontrol 307
B) Manifestaciones del autocontrol 308
C) Causas del bajo autocontrol 309
D) Validez empírica 310
6.3.4. El control social informal según edades 314
6.3.5. Teoría de la Acción Situacional del Delito 315
A) El delito como ruptura de prescripciones morales 315
B) Acción situacional 316
PRINCIPIOS CRIMINOLÓGICOS Y POLÍTICA CRIMINAL 319
CUESTIONES DE ESTUDIO 320
6.2.3. Subculturas
La hipótesis según la cual existe vinculación entre
tensión y delincuencia también forma parte de las teorías
de las subculturas. Según éstas muchos individuos de la
clase baja estarían sometidos a una discrepancia entre las
aspiraciones sociales y los recursos personales disponibles
para su logro. Este desajuste fines-medios les genera
estados emocionales de tensión y de disconformidad con
las pautas colectivas (Melde y Esbensen, 2011). Sobre
esta base de partida, lo más innovador de las teorías
subculturales fue proponer que la conducta delictiva,
particularmente de los jóvenes, resulta de su asociación en
grupos o pandillas subculturales que rechazan los medios
o los fines sociales establecidos, y fijan como guía de su
conducta nuevos objetivos o métodos (Tibbetts, 2012;
Walsh, 2012)3.
Dos de las perspectivas subculturales clásicas más
conocidas fueron las planteadas a mediados del siglo XX
por Cohen (1955) y por Cloward y Ohlin (1966).
B) Oportunidad diferencial
Con posterioridad, Cloward y Ohlin (1966), en su otra
Delinquency and Opportunity: A Theory of Delinquent
Gangs, aceptaron también la hipótesis de Merton de que
la tensión conduce a la desviación y a la delincuencia,
como resultado de la situación de anomia. Incorporaron
también algunas de las sugerencias de Cohen sobre los
factores que propician la aparición de las subculturas
juveniles y, como novedad, añadieron un nuevo elemento
teórico: la noción de estructuras de oportunidad ilegítima.
En este concepto propusieron que las bandas juveniles
surgirían en contextos en los cuales las oportunidades
legítimas de conseguir los objetivos sociales típicos —
dinero, bienestar o estatus— son escasas. De ahí que en
aquellos barrios en los que la delincuencia
profesionalizada se encuentra organizada, los miembros
de las bandas juveniles acabarán enrolándose en los
estamentos delincuenciales adultos, y perpetuando de este
modo sus carreras delictivas (Siegel, 2010). En cambio, si
no existen organizaciones delictivas adultas, la subcultura
de la banda adoptará formas divergentes más blandas, y se
manifestará en forma de conductas vandálicas o de peleas
entre bandas. Finalmente, quienes, en tales contextos
sociales, no se ubiquen ni en el orden social establecido ni
en la subcultura delincuencial de la banda, acabarán,
según Cloward y Ohlin, como sujetos refugiados en
actividades marginales tales como el consumo de drogas
(Clemente y Sancha, 1989; Giddens, 2009)4.
En síntesis, las teorías subculturales, unidas a los
postulados sobre la anomia y la tensión, propusieron que
las discrepancias entre fines y medios, que se dan en la
colectividad, especialmente entre las clases menos
pudientes, producen estrés e incomodidad social, y que
estas vivencias, a su vez, conducirían a la delincuencia
(Siegel, 2010). Estos análisis también sostuvieron que un
joven marginal que realice pequeñas actividades
delictivas no necesariamente se convertirá en un
delincuente de carrera, si no existen referentes
delincuenciales adultos. La falta de modelos delictivos, de
recompensas sociales por el delito y de medios adecuados
para llevarlo a cabo, puede sustraer al joven de la
delincuencia, o, en el peor de los casos, reducirlo a una
situación de marginalidad no delictiva. En el cuadro 6.1
se esquematiza el proceso de creación y funcionamiento
de las subculturas delictivas entre los jóvenes, de acuerdo
con las teorías subculturales.
CUADRO 6.1. Esquema del proceso de generación de las subculturas
delictivas, de acuerdo con las formulaciones teóricas de Cohen (1955) y
Cloward y Ohlin (1966)
D) Prevención de la delincuencia
En coherencia con su argumentación teórica central, que
relaciona tensión y delito, Agnew (2006) consideró que
para prevenir la criminalidad es necesario reducir la
exposición de los individuos a tensiones, a través de
medidas como las siguientes:
• Eliminando aquellas tensiones que llevan a la
delincuencia, tales como los sistemas punitivos de
crianza en la familia y en las escuelas, la
discriminación social, laboral, etc.
• Alterando ciertas tensiones (que no pueden ser
eliminadas) para hacerlas menos conducentes al
delito. Por ejemplo, los sistemas punitivos de justicia
juvenil, ya que difícilmente pueden ser abolidos,
deberían suavizarse, priorizando el uso de medidas
comunitarias, de justicia reparadora, etc.
• Sustrayendo a los sujetos de tensiones criminógenas,
tales como, por ejemplo, retirando la patria potestad o
custodia infantil a padres que son delincuentes
persistentes, cambiando a ciertos niños y adolescentes
de colegios problemáticos, etc.
• Entrenando a los sujetos en mayor riesgo, en
habilidades de afrontamiento de las tensiones, de
modo que se hagan más resistentes a su influjo
criminogénico.
• Incrementando el apoyo social a jóvenes en situación
de riesgo, lo que podría disminuir sus experiencias de
tensión.
• Aumentando el control social informal.
• Reduciendo los contactos con amigos delincuentes y
las creencias favorables a la conducta delictiva.
LA REALIDAD CRIMINOLÓGICA: Teoría y práctica: la interpretación de la
conducta de robar una motocicleta a la luz de la teoría general de la tensión
Para comprender cómo explica la teoría general de la tensión el comportamiento
delictivo, considérese el siguiente ejemplo de delincuencia juvenil. Imagínese el caso
de un joven de 16 años con pocos recursos económicos que ansía tener una
motocicleta. ¿Cómo conseguirla? No dispone de demasiadas opciones. ¿Quizás
robándola?
Según la teoría de Agnew, los factores a que se ha aludido podrían precipitar el
robo de la motocicleta. En primer lugar, el joven del ejemplo tiene un objetivo
importante (poseer una moto) y no parece contar con muchas alternativas de conducta
para el logro de ese objetivo. ¡Pero todos los chicos de su pandilla tienen una moto y
él no!
Además, puede que carezca de aquellos recursos personales que le podrían
permitir un afrontamiento alternativo de esta situación. Entre éstos juegan un papel
importante, según la teoría, la inteligencia, la creatividad y las habilidades de
resolución de problemas interpersonales. Si dispusiera de las habilidades personales
convenientes, podría, por ejemplo, buscar un trabajo para los fines de semana que le
permita ganar el dinero necesario para comprar la moto apetecida, o bien plantearse
comprar la moto a plazos.
Podrían existir algunos elementos de apoyo social convencional susceptibles de
disuadirle de robar la moto, si, por ejemplo, contase con la ayuda de otras personas
para lograr su objetivo, o, por el contrario, para hacerle comprender que no es tan
importante tener una motocicleta de manera inmediata, y que una opción sería esperar
un tiempo para comprársela. Por lo que respecta al apoyo instrumental, la
probabilidad de delincuencia ante esta situación disminuiría si el chico contara con
alguien que le ayudase a buscar un empleo.
Para concluir, deberían tomarse en consideración también otros dos elementos que
pueden facilitar el robo: tener amigos delincuentes (“mis amigos lo hacen y no pasa
nada, por qué no lo voy a hacer yo”), o una experiencia continuada con la
adversidad: “No es que no tenga moto, es que tampoco tengo equipo de música, no
tengo nada. Quiero una motocicleta ya”.
E) Validez empírica
De acuerdo con el propio Agnew (1992). si la teoría
general de la tensión fuera cierta tendría que suceder que,
al aumentar la tensión en los individuos, aumentarían
paralelamente sus conductas delictivas. A la vez, los
factores explicativos propios de otras teorías de la
delincuencia (como la ruptura de los vínculos sociales,
según la teoría de Hirschi, o el aprendizaje de conductas
delictivas, que postulan como explicación las teorías de
Sutherland y de Akers) deberían permanecer invariables.
Desde una perspectiva empírica, la relación entre ira y
delincuencia violenta cuenta con un sólido aval empírico
(Lilly et al., 2007; Wright, Gudjonsson y Young, 2008).
Un estudio de Paternoster y Mazerolle (1994) evaluó
empíricamente la teoría general de la tensión de Agnew
y, tangencialmente, la teoría del control social de Hirschi,
y la del aprendizaje social de Akers. La teoría general de
la tensión propone, según se acaba de ver, que si se
producen ciertos focos de tensión sobre los individuos,
aumentarán sus conductas delictivas. La teoría del control
social de Hirschi establece que la falta de apego a los
padres y a otras instituciones sociales, como la escuela o
los amigos, favorece la delincuencia. Por último, la teoría
del aprendizaje social (a la que se hará referencia más
adelante) afirma que la clave explicativa de la
delincuencia reside en el aprendizaje de las conductas
delictivas. Para valorar empíricamente estas teorías,
Paternoster y Mazerolle (1994) definieron diversos
indicadores de los anteriores constructos teóricos, que
fueron evaluados en una muestra de 1.655 jóvenes
norteamericanos de 11 a 17 años, a partir de información
procedente del Informe nacional sobre la juventud. Se
establecieron medidas, para cada uno de los jóvenes
estudiados, tanto de los elementos explicativos propuestos
por la teoría como de la variable delincuencia, en dos
momentos distintos con el intervalo de un año entre una y
otra medición.
Como medidas del constructo teórico tensión se
evaluaron los siguientes aspectos: 1) la existencia de
problemas en el barrio, que pudieran constituir una fuente
de tensión para el joven: ambiente físico estresante,
vandalismo juvenil, casas abandonadas o robos; 2) se
valoró si los jóvenes habían experimentado
acontecimientos vitales negativos, tales como divorcio de
sus padres, muerte de un familiar, desempleo paterno o
cambio de escuela; 3) se tomó en cuenta la existencia de
posibles relaciones problemáticas con adultos,
especialmente con los padres; 4) se constató si los jóvenes
habían tenido peleas con los amigos o en la escuela; y 5)
se ponderó si los sujetos percibían serias limitaciones
sociales para el logro de sus objetivos personales.
Como indicadores de la ruptura del apego social y del
aprendizaje de conductas delictivas (constructos
correspondientes a las teorías de Hirschi y de Akers,
respectivamente) se tomaron las siguientes medidas: 1) el
grado en que los jóvenes manifestaban rechazo de las
conductas delictivas; 2) la proporción de amigos
delincuentes que tenían; 3) su predisposición delictiva,
ponderada a partir de su mayor impulsividad y su más
bajo autocontrol; 4) los grados académicos alcanzados,
como medidor de la existencia o no de problemas en la
escuela; y 5) su vinculación con la familia.
Para verificar si los anteriores elementos teóricos
mostraban relación con la conducta delictiva, se preguntó
a los jóvenes sobre su participación a lo largo de un año
en una serie de actividades ilícitas (robos de coches o de
dinero, posesión de armas, utilización de drogas, actos
vandálicos, etc.). Además, se creó un indicador global de
delincuencia mediante el sumatorio de las diferentes
actividades delictivas en que cada joven había
participado.
Cinco de las seis medidas del constructo tensión
(problemas en el barrio, acontecimientos vitales
negativos, relaciones problemáticas con adultos y peleas
con los amigos o en la escuela) mostraron una asociación
positiva y significativa con el comportamiento delictivo.
Esta relación se produjo incluso cuando fueron
controlados los efectos de las variables de control social y
de aprendizaje. También se constató asociación entre
algunos indicadores de control social o de aprendizaje y la
conducta delictiva. Específicamente, los jóvenes con
mayor proporción de amigos delincuentes también
delinquieron en mayor medida. Por el contrario, los
jóvenes que manifestaban un mayor rechazo de la
conducta delictiva y aquéllos que obtenían mejores logros
académicos cometieron menos delitos. El estudio de
Paternoster y Mazerolle (1994) apoya parcialmente tanto
la teoría general de la tensión de Agnew como las teorías
del control social de Hirschi y del aprendizaje social de
Akers. Con independencia de los elementos teóricos ya
comentados, en general los varones de la muestra y
aquéllos que tenían un historial delictivo más prolongado,
delinquieron con mayor frecuencia.
Brezina, Piquero y Mazerolle (2001) y Warner y Fowler
(2003) han sometido a comprobación empírica también la
teoría general de la tensión por lo que se refiere a sus
implicaciones, no individuales, sino de macro-nivel.
Brezina et al. (2001) evaluaron una amplia muestra de
2.213 estudiantes varones de secundaria pertenecientes a
87 escuelas seleccionadas al azar, obteniendo una
asociación parcial entre los niveles de tensión e ira
informados por los estudiantes y la frecuencia y gravedad
de los conflictos experimentados en las relaciones con sus
compañeros. Warner y Fowler (2003) analizaron datos de
65 barrios de un estado norteamericano, y encontraron
que las mayores carencias y privaciones existentes en los
barrios guardaban relación con un aumento de los niveles
de tensión en dichos barrios, y que dichas tensiones
incrementadas se relacionaban a su vez con mayores
niveles de violencia.
El presupuesto central de la teoría general de la tensión
de Agnew (1992, 2006; Tibbetts, 2012) fue también
evaluado, mediante un diseño experimental, en una
muestra de estudiantes de ciencias sociales en sendas
universidades norteamericanas (Rebellon, Piquero,
Piquero, y Thaxton, 2009). Para ello los sujetos se
asignaron al azar a un grupo experimental y a uno de
control. Los del grupo experimental fueron expuestos,
mediante viñetas diseñadas al efecto, a posibles
situaciones de frustración de expectativas, como la de ver
truncada una esperada promoción laboral, de la que se
acababa beneficiando una persona de menor valía. Los
resultados mostraron una asociación significativa entre
mayores niveles de ira situacional y mayor probabilidad
autoinformada de intención de conducta antisocial contra
la fuente responsable de la tensión experimentada.
1. Negación de la responsabilidad.
2. Negación del delito (ya sea de la ilicitud o del daño causado).
3. Negación de la víctima (descalificación).
4. Condena/rechazo de aquéllos que condenan la acción.
5. Apelación a lealtades debidas.
6. Defensa de la necesidad de la conducta.
7. Defensa de un valor.
8. Negación de la justicia o de la necesidad de la ley.
9. Argumento de “todo el mundo lo hace”.
10. Argumento de “tenía derecho a hacerlo”.
D) Validez empírica
Desde su formulación originaria en 1969 se han llevado
a cabo numerosos estudios para evaluar la teoría de del
control social de Hirschi. Vold et al. (2002) concluyeron
al respecto lo siguiente:
• De los cuatro mecanismos de vinculación social
propuestos por Hirschi, muchos resultados apoyan la
validez de los constructos ‘apego’, ‘compromiso’ y
‘creencias’, mientras que no quedaría claramente
avalada como mecanismo de vinculación social la
‘participación’ en actividades comunitarias.
• En muchas investigaciones (p.e., en muchos de los 71
estudios que fueron revisados por Kempf —1993—)
se hallaron correlaciones entre conducta delictiva y
algunas de las variables explicativas propuestas por la
teoría de Hirschi. Sin embargo, tales variables habían
sido operacionalizadas y medidas de maneras muy
distintas, lo que dificulta la obtención de conclusiones
inequívocas sobre la veracidad científica de los
constructos nucleares de la teoría de Hirschi.
La teoría de los vínculos sociales es competitiva. en
muchos de sus términos, con la teoría del aprendizaje
social del comportamiento delictivo, que se verá más
adelante. La teoría de los vínculos sociales atribuye la
génesis de la implicación delictiva de los jóvenes al hecho
de su desvinculación social (de su familia, de sus amigos,
etc.), mientras que la teoría del aprendizaje social
establece que el comportamiento delictivo se aprende por
vinculación social con familiares o amigos delincuentes.
Se han desarrollado múltiples estudios que han evaluado y
comparado la capacidad explicativa de los constructos
principales de una y otra teoría. Sorprendentemente,
algunos de estos análisis han hallado apoyo empírico para
ambas teorías, concluyendo que la implicación de los
jóvenes en actividades delictivas es favorecida tanto por
la ruptura de los vínculos sociales como por el
aprendizaje que se produce en grupos próximos al
individuo (p.e., Alarid, Burton y Cullen, 2000). Sería
posible que ambas teorías, a pesar de su diferente
construcción nominal, contuvieran en realidad dos
maneras distintas de explicar procesos semejantes de
desarrollo de las carreras delictivas juveniles.
LA REALIDAD CRIMINOLÓGICA: El control informal de la delincuencia en
las sociedades rurales y urbanas (elaboración de los autores)
El “cotilleo” como sistema de control informal en los pueblos
Un ejemplo sobre el funcionamiento del control social informal en el mundo rural
ha sido documentado por un antropólogo social británico, Pitt-Rivers (1989), quien
estudió durante los años 50 el fenómeno del “cotilleo” como mecanismo de control en
el pueblo granadino de Grazalema.
Para Pitt-Rivers una de las formas más eficaces que adopta el control informal en
Grazalema es el “cotilleo”, que consiste en los comentarios que realiza un círculo
reducido de personas sobre un individuo ausente. En el “cotilleo” se produce un
distanciamiento de la persona que es objeto de comentarios y suelen emitirse juicios
de valor acerca de su comportamiento. Estos grupos de “cotilleo” interpretan las
normas sociales y califican a los otros según sus criterios. Uno de los pocos recursos
de defensa con que cuenta el individuo que ha sido objeto de estas críticas, es
incluirse a su vez en otros grupos donde pueda también emitir juicios sobre los
demás.
Sin embargo, el cotilleo como medio de control social, deja de ser eficaz en los
extremos de la estructura social. Es decir, carece de interés cotillear sobre alguna de
las prostitutas del pueblo, que ya han sido excluidas de la “buena sociedad”, o hacerlo
sobre el terrateniente del lugar, que en cierto modo posee inmunidad social respecto
de sus actividades. En cambio, sí que resulta eficaz el cotilleo sobre aquellas personas
que quedan entre ambos polos, todos aquellos habitantes del pueblo a los que sí que
les importa qué digan de ellos los demás y que no desean ser señalados o excluidos
(Merry, 1984).
El control informal en la sociedad actual
En la sociedad actual, para entender este cambio, debemos comparar las
comunidades pequeñas, donde el control informal funciona de manera más eficaz, y
las grandes urbes, donde dicho control no es tan poderoso. En las comunidades
pequeñas las personas son una entidad única y no poseen diferentes roles que les
permitan escapar de uno a otro, en función de su conveniencia. En el estudio sobre el
pueblo de Grazalema, al que nos hemos referido, se observó que prácticamente
ningún vecino era conocido por su nombre, sino que cada uno tenía un apodo que lo
caracterizaba. Cada persona era etiquetada de determinada manera y no podía asumir
diferentes papeles que permitiera matizar o relativizar tal etiqueta. A diferencia de
esto, en las sociedades urbanas cada individuo actúa en diferentes papeles, en la
familia, en el trabajo, entre los amigos. Son papeles distintos, por lo que las
valoraciones negativas que puedan darse en uno de ellos no tienen por qué afectar a la
vida del sujeto en su conjunto. De esta manera, cometer algún pequeño delito no
preocupa en exceso a muchos individuos ya que ello no tiene por qué repercutir en
otros ámbitos de su vida. Las consecuencias pueden ser más limitadas, debido al
anonimato social.
De este modo, la ampliación de la comunidad y la segmentación de los roles ha
producido una debilitación del control informal. Quizá exista un número máximo de
personas, del que pueda saberse casi todo, ya sea directamente ya sea a través de otras
personas que a su vez las conocen. Este conocimiento facilita enormemente el control
social. Por otro lado, el control sobre el comportamiento indeseable en un pueblo
pequeño se halla vinculado al refuerzo y apoyo de la conducta deseada. Los márgenes
de conducta aceptados pueden ser estrechos, pero también existe solidaridad y
colaboración entre vecinos, generosidad y ayuda a personas con problemas.
No obstante, las sociedades muy cerradas y pequeñas también generan su propias
formas de desviación y de delincuencia, algunas de ellas como producto tal vez del
exceso de control. Un ejemplo de ello pueden ser los esporádicos episodios de
delincuencia violenta que a veces tienen lugar. Si dos vecinos de un pueblo
mantienen un conflicto por las lindes de sus tierras, están obligados a aguantarse o a
solucionar ese conflicto, sin que pueden escapar de él o evitarlo, ya que viven en los
estrechos márgenes de un mismo pueblo. Estas sociedades cerradas pueden generar
también miseria debido a que muchas personas son excluidas de la comunidad por
razón de su comportamiento.
Con la migración masiva desde los pueblos a las grandes ciudades, se cambian
radicalmente las formas de control social. Una familia de campesinos, desplazada a
un piso en la quinta planta de un bloque de viviendas, pierde muchos de sus contactos
sociales. Una reacción típica es encerrarse y despreocuparse de la vida social urbana.
La única lealtad social que sobrevive al desplazamiento es la solidaridad con la propia
familia. Inmigrantes de los pueblos, que sabían perfectamente cómo organizar su vida
en el ámbito rural, muestran poco interés por el barrio urbano. Tampoco suelen
participar en asociaciones de vecinos o de padres de alumnos, y ven la vida urbana
como una selva donde cada uno se defiende por sí mismo. Sus hijos aprenden a
conocer en la calle un mundo totalmente diferente al de sus padres. El espíritu de
comunidad y solidaridad, fuertemente presente en la sociedad rural de hace dos
generaciones, se pierde en el traslado a la ciudad.
En la sociedad moderna lo típico es que no existan estos conflictos cerrados, hay
más movilidad, los sujetos cambian de círculos sociales, de lugar de residencia,
desaparece el control informal ejercido a través del cotilleo, ya que no existe tanta
información sobre los otros. Sí parece que entra en juego un control más abstracto,
lejano y formal, que resulta menos eficaz porque no está basado en unos niveles tan
altos de información sobre el otro como los existentes en las sociedades pequeñas. De
este modo, ante un hecho delictivo no es fácil encontrar testigos, la información
obtenida es escasa, y la investigación policial y judicial sin ayuda de la población
suele ser poco eficaz. Los datos que puedan ofrecer los mecanismos del control
informal son vitales para que la policía y la justicia puedan actuar con eficacia. Sin
ellos resulta muy difícil aclarar los delitos y tener conocimiento de todos aquellos que
no se denuncian.
Podría pensarse que una gran parte de la vida social del pueblo se canaliza ahora a
través de la televisión. Los ciudadanos muestran gran interés por aquellos programas
que les ofrecen cotilleo, luchas en familia, y tramas de poder o de amor. En cierto
modo, estas representaciones televisivas podrían funcionar como un sistema
compensatorio constituido por una realidad simulada que ofrece la oportunidad de
hablar sobre los personajes en liza, y reemplazar de esta manera aquellos comentarios
que antes se realizaban en la plaza del pueblo o en el mercado. Una diferencia
fundamental estriba en que la realidad social que generalmente se muestra en la
televisión no se corresponde a menudo con la sociedad que nos rodea, sino que puede
reflejar una realidad bien distinta, como la de la sociedad norteamericana. Además,
las películas y seriales de la pequeña pantalla están pensados para resultar atractivos y
entretener, lo que hace que exageren y distorsionen la propia realidad. Todo ello
dificulta el que puedan servir como sustituto que aporte información adecuada sobre
nuestra realidad vital más cercana, aquélla en la que tenemos que desenvolver
nuestras vidas.
El anonimato y la gran ciudad han roto aquellos lazos de control informal que
venían operando en las sociedades rurales. Si analizamos este cambio a partir de la
teoría del control social de Hirschi podemos constatar que ahora los compromisos de
los individuos son más sectoriales (laborales, educativos, etc.) y no lo son con la
comunidad como un todo. Ello hace que nuestro comportamiento en uno de estos
sectores de vinculación no influya necesariamente sobre nuestro desempeño en otros
ámbitos distintos. En cuanto al apego familiar, se ha producido también una
reducción de la familia tradicional, más amplia, que ha sido sustituida por una familia
más nuclear, con menores lazos exteriores. Pese a todo, la sociedad española se sigue
caracterizando todavía por el mantenimiento en las familias de fuertes vínculos con
otros familiares cercanos (padres, hermanos, tíos, primos), situación que podría
compensar, al menos hasta ahora, la desaparición del control vecinal.
La participación social también ha cambiado, habiendo disminuido la implicación
en actividades que se desarrollan en el lugar de residencia. En las sociedades
pequeñas, todas las actividades se desarrollan en un pequeño radio de acción que se
podría recorrer caminando. Las distancias entre el lugar de residencia, el de trabajo y
el de ocio son ahora mucho mayores. Se ha ampliado considerablemente el círculo
donde nos movemos diariamente. Las distancias desde el domicilio hasta el lugar de
trabajo pueden ser de 30 km., en Madrid o Barcelona, y hasta de 100 km. y más, en
urbes como New York o Tokio. Las actividades sociales ya no tienen lugar en las
inmediaciones del domicilio. Los vecinos solo pueden observar a sus convecinos
cuando salen del domicilio o vuelven a él. Por ello, además de que los vecinos
carecen de información sobre los otros para poder hablar de ellos, los posibles
comentarios pierden importancia, ya que la mayoría —incluido el propio interesado
— ni siquiera conocería los comentarios a que pueda haber dado lugar. La vida
social, ya sea comprar, cometer delitos, o practicar actividades sexuales poco
aceptables, se desarrolla en un ámbito muy poco controlable. Esta nueva situación,
derivada de la movilidad y del anonimato, es muy posible que esté favoreciendo un
aumento de los delitos.
No obstante, no todos los miembros de la sociedad desarrollan sus vidas en este
amplio espacio al que nos venimos refiriendo. Aquellos sujetos que no poseen medios
de transporte (niños, adolescentes, ancianos, los más pobres) siguen viviendo con un
horizonte cercano. Y en este reducido círculo en el que han de vivir probablemente
existen menos actividades lícitas suficientemente atractivas que propicien el
establecimiento de lazos emocionales, compromisos y creencias favorables a la
conducta social y que fomenten su participación en círculos integradores. Ya que
todos los que pueden salen fuera del barrio para trabajar, para estudiar o para
divertirse, los jóvenes que crecen en ese único contexto no tienen la posibilidad de
observar tantas actividades positivas, ni de aprender tantos roles de comportamiento
legal: por el contrario, puede suceder que su aprendizaje social se empobrezca y no
reciban una adecuada educación en las normas, valores y costumbres sociales
convencionales. De esta manera, la sociedad urbana, que puede mejorar las
oportunidades de enriquecimiento personal para los jóvenes y los adultos bien
integrados, si la contraponemos a la sociedad rural, puede también tener efectos
perniciosos para grupos marginales o que no disponen de la movilidad necesaria, y
son obligados a vivir en un ámbito menos atractivo y culturalmente más
empobrecido.
De acuerdo con todo lo que hemos venido comentando, el anonimato, que es una
característica destacada de las modernas sociedades urbanas, podrían favorecer la
comisión de delitos, al reducirse la operatividad de los mecanismos de control
informal que funcionaban en las comunidades rurales. Esta constatación parece
apoyar sustancialmente la teoría del control social de Hirschi.
Sin embargo, también podemos vincular el análisis de estas nuevas realidades
delictivas con otra de las teorías que se verá más adelante: la teoría de las actividades
rutinarias de Cohen y Felson. Según esta teoría el delito requiere tres condiciones
imprescindibles: la existencia de delincuentes motivados para delinquir, la presencia
de objetos atractivos para el delito, y la ausencia de controles eficaces. Del análisis de
la sociedad actual que hemos efectuado, cabe concluir que en las ciudades podría
haber más sujetos dispuestos a delinquir debido a diferentes motivos (a causa de las
inconsistentes estrategias de crianza utilizadas por sus padres, del aprendizaje de
conductas delictivas o de las disfunciones sociales propias de la sociedad urbana).
También en ellas es mucho mayor la presencia de objetos atractivos para el delito, a
la vez que la vida urbana propicia, según hemos comentado, una vigilancia informal
mucho menos eficaz (Felson, 1994).
D) Validez empírica
Desde su formulación en 1990, la teoría del autocontrol
ha dado lugar a múltiples investigaciones sobre la validez
de sus principales constructos. En general, según Siegel
(1998), existe amplia evidencia científica que relaciona
impulsividad (lo opuesto al autocontrol) y conducta
delictiva. El rasgo impulsividad puede discriminar
también entre delincuentes reincidentes y no reincidentes.
Las medidas de bajo autocontrol han resultado también
buenos predictores de la posible conducta delictiva de
jóvenes de distintas culturas y grupos raciales. Por
ejemplo, en una investigación con adolescentes
afroamericanos (chicos y chicas), el bajo autocontrol fue
un buen predictor de delincuencia posterior, dando cuenta
de entre un 8.4 y un 13 por ciento de la varianza de la
conducta antisocial de los varones, y entre un 4 y un 8.4
por ciento de la de las chicas (Vazsonyi y Crosswhite,
2004). Además, el bajo autocontrol, tal y como la teoría
había planteado, se ha mostrado también útil para predecir
otras formas de conducta de riesgo, tales como la
conducción temeraria de vehículos, el engaño en la
escuela, las prácticas sexuales arriesgadas, y el juego
patológico (Jones y Quisenberry, 2004).
Dos de los asertos principales de la teoría —1) el hecho
de que el bajo autocontrol esté integrado por seis
dimensiones o elementos distintos (propensión a la
recompensa inmediata, gusto por la aventura,
inestabilidad en las relaciones, falta de planificación,
insensibilidad ante el sufrimiento, y no consideración de
consecuencias de la conducta), y 2) que el autocontrol
constituya una característica estable en los individuos que
la poseen— fueron evaluados por Arneklev, Grasmick y
Bursik (1999), en sendas muestras de jóvenes adultos, de
edades semejantes. Los resultados de este estudio
confirmaron tanto la multidimensionalidad del constructo
autocontrol como su invariabilidad a lo largo del tiempo.
En España, Serrano Maíllo y sus colegas (Serrano
Maíllo, 2011) evaluaron la teoría del autocontrol a partir
de una muestra de 58 jóvenes internos, en centros de
reforma de la Comunidad de Madrid, hallando una firme
relación entre bajo autocontrol y conducta antisocial y
delictiva.
En síntesis, diversos estudios han obtenido resultados
favorables a la teoría del autocontrol, conformando la
conexión entre bajo autocontrol y mayor probabilidad de
delito (Ezinga, Weerman, Westenberg et al., 2008;
Pauwels, 2011; Serrano Maíllo, 2011; Siegel, 2010),
incluida alguna investigación transcultural, comparando
muestras de países occidentales, orientales y africanos
(Rebellon, Strauss y Medeiros, 2008). También avalan
indirectamente el constructo autocontrol las
investigaciones que han probado la relevancia
criminógena de factores de riesgo como la impulsividad,
necesidad de gratificación inmediata y el rasgo búsqueda
de sensaciones, debido a sus paralelismos con el
autocontrol (Pratt y Cullen, 2000; Romero, Gómez-
Fragela, Luengo, y Sobral, 2003).
Una de las polémicas teóricas más persistentes en
Criminología tiene que ver con si existe una
preponderancia, como mecanismo desinhibidor de la
conducta delictiva, del control externo (como se propone
en la primera teoría de los vínculos sociales de Hirschi y
en la teoría del control de Sampson y Laub, a la que se
hará referencia a continuación), o más bien del control
interno o autocontrol. La opinión de algunos autores (p.e.,
Cohen y Vila, 1996) es que probablemente ambos
procesos son relevantes, y la preponderancia de uno u otro
dependerá de las categorías y características de los
delincuentes. Mientras que algunas personas que no
muestran un alto riesgo delictivo, podrían cometer delitos
si se les presentan oportunidades favorables para ello
(proceso en el que la falta de control externo jugaría un
papel central), algunos delincuentes de alto riesgo, con
perfiles más versátiles y sociopáticos, presentarían
mayores déficits internos, como los elementos integrantes
del bajo autocontrol.
Una aportación meritoria del planteamiento de
Gottfredson y Hirschi (1990) fue su distinción, y posterior
recombinación entre sí, de los conceptos de criminalidad
(como tendencia) y delito (como acción). Esta
diferenciación permitiría comprender mejor el hecho de
que algunas personas, a pesar de mostrar bajo autocontrol,
no cometan delitos, si han experimentado el control
adecuado, a partir de procesos educativos intensos, o
debido a que carecen de las oportunidades para ello; y,
paralelamente, también permitiría explicar que individuos
con elevado autocontrol puedan, sin embargo, acabar
delinquiendo, si se vieron expuestos a reiteradas
oportunidades delictivas (Siegel, 1998).
La teoría del autocontrol ha recibido también algunas
críticas importantes (Bernard et al., 2010; Serrano Maíllo,
2011; Siegel, 2010):
1. La teoría puede resultar tautológica. Esta crítica se
basa en la explicación circular que supone argumentar que
quienes delinquen lo hacen porque carecen de
autocontrol, y, a continuación, afirmar que quienes
carecen de autocontrol cometen actos delictivos. Es decir,
aquí existe un problema metodológico que debe
resolverse adecuadamente en las evaluaciones de la teoría,
en el sentido de que deberían separarse con precisión las
variables independientes (los elementos integrantes del
bajo autocontrol) de las dependientes (las manifestaciones
o resultados de conducta delictiva) (Lilly et al., 2007;
Marcus, 2004; Stylianou, 2002).
2. Diferencias individuales/contextuales. La teoría ha
prestado poca atención a la influencia que pueden tener
sobre la delincuencia los elementos culturales,
ambientales o económicos. Su perspectiva básica realza
las diferencias individuales en las tendencias delictivas.
¿Quiere ello decir que las diferentes tasas delictivas de,
por ejemplo, el ámbito rural y el urbano, son debidas a
que los habitantes de las ciudades son más impulsivos que
los de los pueblos? De modo paralelo, ¿puede afirmarse
que los hombres son más impulsivos que las mujeres?
3. Creencias morales. La teoría del autocontrol ignora
las influencias de las creencias individuales sobre la
conducta, perspectiva que constituía, sin embargo, un
elemento fundamental de la previa teoría de los vínculos
sociales de Hirschi (1969).
4. La teoría presupone la estabilidad a lo largo del
tiempo de ciertos rasgos individuales. Sin embargo,
también existe abundante investigación sobre el desarrollo
evolutivo de las personas, que contradice esta supuesta
estabilidad temporal. Muchos estudios que han
documentado la posibilidad de desarrollar en distintas
etapas de la vida, al menos parcialmente, la habilidad
individual de autocontrol (Andrews y Bonta, 2010;
Arneklev, Grasmick y Bursik, 1999).
5. Diferencias transculturales. La teoría asume una serie
de estereotipos muy norteamericanos de lo que constituye
o no una conducta de riesgo o ilícita. Por ejemplo,
Gottfredson y Hirschi reiteradamente mencionan, como
comportamientos inapropiados e ilícitos, fumar o
mantener relaciones sexuales fuera del matrimonio. Es
evidente que esta perspectiva sesgada limita culturalmente
la teoría, ya que el concepto de conductas de “riesgo” en
ciertos ámbitos socioculturales no necesariamente
coincide con el de otros.
Gottfredson y Hirschi han considerado, en distintos
trabajos sobre su teoría, que el “autocontrol” sería un
constructo de naturaleza sociológica, que no se
correspondería con el rasgo psicológico de idéntica
denominación. Para la evaluación del dicho constructo
teórico (el de la teoría de Gottfredson y Hirschi), durante
los últimos años se han desarrollado diferentes escalas de
auto-informe. Sin embargo, un equipo de investigadores
españoles (Romero et al., 2003) aplicaron algunas de estas
escalas a sendas muestras de adolescentes y jóvenes
estudiantes, obteniendo que, en realidad, los componentes
del bajo autocontrol, tal y como son evaluados en la teoría
de Gottfredson y Hirschi, guardan una estrecha
correspondencia con cinco componentes bien conocidos y
tradicionalmente evaluados en la psicología de la
personalidad: Búsqueda impulsiva de riesgo,
Temperamento volátil, Preferencia por tareas simples,
Auto-centramiento, y Preferencia por actividades físicas.
En función de estos resultados, Romero et al. (2003)
consideraron que el constructo criminológico de bajo
autocontrol, una vez operacionalizado, no constituiría un
concepto nuevo y diferente, sino una variable análoga a
otras bien conocidas en la psicología de la personalidad.
Incluso, en estudios psicobiológicos más recientes, se ha
obtenido una alta correlación entre pobre autocontrol y
ciertos marcadores genéticos que se asocian a una baja
producción orgánica de serotonina, neurotransmisor
relacionado precisamente con la inhibición conductual
(Walsh, 2012).
También se ha considerado que la teoría del bajo
autocontrol atiende en exclusividad a aspectos
individuales y contextuales próximos, sin tomar en cuenta
el influjo sobre la delincuencia de los grandes factores
sociales (culturales, económicos, etcétera). Incluso en el
plano individual, se ignorarían elementos tan importantes
para la orientación de la conducta, como podrían ser las
creencias y valores propios. Distintos autores han
concluido que la consideración exclusiva de variables
individuales tempranas (en general las características y
disposiciones infantiles pero en particular la falta de
autocontrol), no permitiría comprender las trayectorias
delictivas a largo plazo (Doherty, 2006; Sampson y Laub,
2003).
B) Acción situacional
Según lo anterior, la teoría de la acción situacional se
dirige a describir los mecanismos específicos que
conectan a los individuos con los contextos en los que se
producen sus acciones criminales (véase cuadro 6.5). El
“campo de acción” del individuo (individual’s activity
field) es la configuración de contextos (incluyendo
personas, objetos, y eventos en localizaciones
específicas), a los que un sujeto se ve expuesto y
reacciona. Mientras que un “contexto de acción” sería la
intersección específica entre un individuo (con sus
correspondientes características y experiencias
personales) y un tipo particular de contexto. Sujeto y
contexto son interconectados mediante la percepción
individual de alternativas y los procesos individuales de
decisión, a lo Wiskström denomina mecanismo
situacional.
CUADRO 6.5. Factores y mecanismos clave de la teoría de la acción
situacional
Fuente: elaboración propia a partir de Wikström (2008), p. 218.
CUESTIONES DE ESTUDIO
1. ¿Cuáles fueron los grupos teóricos principales que se derivaron de la Escuela de
Chicago? ¿Bajo qué consideraciones conceptuales y teóricas surgieron?
2. ¿Qué fue el Proyecto Área de Chicago? ¿Tuvo éxito? ¿Por qué?
3. Buscar información sobre otros proyectos sociales parecidos, ya sea en España o en
otros países.
4. ¿Es igual o diferente el concepto de anomia de Durkheim y de Merton? ¿Y el
concepto de anomia institucional, de Messner y Rosenfeld? ¿En qué sentidos? ¿Es
la anomia algo individual o también social?
5. ¿Resulta aplicable en la actualidad el concepto clásico de subcultura delictiva? ¿En
qué se parecen y diferencian los grupos subculturales actuales y los descritos por
los teóricos norteamericanos de las subculturas?
6. ¿Cómo explican Cloward y Ohlin la delincuencia a partir del concepto de
oportunidad diferencial?
7. Según la teoría general de la tensión, ¿cuál sería la vinculación entre tensión y
delincuencia?
8. ¿Cuáles son los principales factores impulsores y de predisposición que pueden
modular el que los individuos afronten la tensión en forma delictiva?
9. ¿Qué papel juegan los mecanismos de neutralización en la conducta infractora?
10. ¿Qué significa, en términos criminológicos, según Sykes y Matza, que los jóvenes
se hallan a la deriva?
11. ¿Cuáles son los principales mecanismos de vinculación social incluidos en la
teoría de Hirschi?
12. ¿Cómo opera el apego a los padres en la prevención de la conducta delictiva?
13. ¿Cuál es el concepto criminológico de “bajo autocontrol”? ¿Cómo se asocia a la
delincuencia? ¿Es igual o diferente al concepto psicológico de autocontrol?
14. ¿Cuál es la idea central de la teoría del control social informal según edades?
15. ¿Qué constructos principales incluye la teoría de la acción situacional?
16. Seleccionar alguna o algunas de las teorías presentadas en este capítulo (el mismo
ejercicio podría hacerse también en relación con los capítulos teóricos
posteriores), y, en grupos, analizarlas críticamente a la luz de los criterios que
deben reunir las teorías criminológicas, según se vio en el capítulo 5.
7.2.2. Herencia
Los tres tipos de investigación mediante los que
tradicionalmente se intentó conocer la influencia de la
herencia sobre la criminalidad fueron los estudios de
familias de delincuentes, los estudios de gemelos y los
estudios de hijos adoptivos. Todos ellos pretendieron
delimitar y cuantificar cuáles eran los efectos
diferenciales que la herencia, por un lado, y el ambiente
de crianza de los jóvenes, por otro, tenían sobre su
conducta delictiva. Más modernamente, el estudio de las
influencias genéticas en el comportamiento y
personalidad de la gente se conoce como genética de la
conducta, y aquellos científicos que rastrean las
influencias del código genético en el desarrollo,
explicando de qué modo las prácticas culturales
evolucionaron conjuntamente con las predisposiciones
heredadas, reciben el nombre de sociobiólogos (véase más
adelante) o psicólogos de la evolución. No hace falta
mencionar que los genetistas de la conducta han
desarrollado, igualmente, un enorme interés en el estudio
del ADN como depositario de la base genética de los
rasgos de personalidad (una revisión en Wright, 2000).
Finalmente, la culminación del proyecto Genoma
Humano ha descubierto que hay un horizonte muy vasto
de lugares a los que mirar buscando las bases genéticas de
la conducta. Más allá de los primitivos esfuerzos por
hallar el origen de la delincuencia en determinadas
anomalías cromosómicas —es el caso de la aberración
cromosómica XYY, con un gran impacto mediático en los
años 60-70—, la investigación actual está más inclinada a
encontrar “huellas”, o composiciones particulares de
grupos de genes que pudieran actuar como facilitadores
muy poderosos del comportamiento violento reincidente.
C) Estudios genéticos
Durante los últimos años se están realizando
importantes estudios genéticos que intentan relacionar la
herencia cromosómica con la vulnerabilidad al cáncer y a
otras enfermedades. En la actualidad, sin embargo, no hay
muchas investigaciones cuyo propósito específico sea
determinar la relación existente entre dotación genética y
delincuencia, tal y como se pretendió hace dos décadas,
cuando, paradójicamente, los conocimientos genéticos
eran mucho más modestos de lo que lo son en la
actualidad.
En algunos estudios realizados en los años sesenta (el
primero de ellos efectuado por Patricia Jacobs y sus
colaboradores en un hospital de máxima seguridad de
Escocia) se encontró que los delincuentes varones
encarcelados presentaban una proporción de
anormalidades cromosómicas superiores a las existentes
en la población general. En concreto, se detectó en ellos la
presencia de un cromosoma Y extra, que daba lugar a una
trisomía del tipo XYY (lo que se conoce como el
síndrome del super-macho genético), en una proporción
superior (de entre el 1 y el 3%) a la hallada en la
población general (que sería menor del 0,1%) (Akers,
1997; Curran y Renzetti, 1994, 2008). Algunos
investigadores llegaron a pensar que esta malformación
genética podría hallarse en la base de algunos tipos de
delincuencia violenta, pero esta teoría en la actualidad
está totalmente desacreditada, ya que incluso entre
delincuentes encarcelados se ha encontrado una mayor
proporción de otras anormalidades cromosómicas
diferentes del síndrome XYY.
LA REALIDAD CRIMINOLÓGICA: Muere “el Arropiero”, el mayor asesino en
serie de España (El Periódico de Cataluña, miércoles 8 de abril de 1998, p. 25)
Delgado Villegas, fallecido en Badalona, se inculpó de 48 crímenes
Manuel Delgado Villegas, el Arropiero, considerado el mayor asesino en serie en
la historia reciente de España, falleció el pasado 2 de febrero en el hospital de Can
Ruti de Badalona, víctima de una afección pulmonar, informó ayer el rotativo La
Vanguardia.
El Arropiero, que tenía 55 años y cumplía condena en la Clínica Mental de Santa
Coloma, murió en el hospital sin que nadie supiera de su horripilante historial.
Ingresó en estado crítico con los pulmones muy afectados por un elevado consumo de
tabaco. Había pasado por el centro seis veces en el último año, y los médicos y las
enfermeras que lo atendieron no conocieron hasta ayer su pasado criminal.
Delgado Villegas, un exlegionario nacido el 25 de enero de 1943 en Sevilla que
había trabajado en la construcción y como mozo de cuadras, fue detenido el 18 de
enero de 1971 en El Puerto de Santa María (Cádiz), como presunto autor del
estrangulamiento de su novia, Antonia Rodríguez. Aunque en principio negó la
autoría del crimen, acabó confesando ante la policía la muerte de la mujer y de otras
47 personas. La policía investigó 22 de los asesinatos que confesó y acabó por probar
su participación en ocho de ellos. Pasó seis años en la cárcel sin que nadie le
nombrara un abogado defensor.
Bisexual y necrófilo, el Arropiero sufría una alteración genética que le hacía tener
un cromosoma de más, a lo que se atribuyó su carácter violento, y fue uno de los
personajes de la crónica negra que más tinta hizo correr en las páginas de sucesos.
7.4.1. La genética
Como hemos visto en páginas anteriores, en la
actualidad hay una evidencia clara de influencias
genéticas en la conducta antisocial y agresiva. Esta
conclusión procede tanto de los estudios con niños
adoptados, niños gemelos criados de forma separada y
conjunta, y análisis de genética molecular. El punto ahora
más importante tiene que ver con el procedimiento en el
que la influencia genética interactúa con el ambiente en la
predisposición a la conducta antisocial. En realidad
resulta obvio que los procesos genéticos precisan de un
ambiente para que puedan expresarse. De este modo, los
cambios ambientales producirán la activación y la
desactivación de la influencia genética a lo largo de la
vida del individuo.
7.4.2. Psicofisiología
Hasta ahora hemos visto que hay una transmisión
genética de la predisposición a la delincuencia/violencia,
pero ¿cuál es el mecanismo o senda de esa transmisión?
Las características psicofisiológicas del individuo son un
buen candidato a esa plaza, porque tienen también un
importante sustrato genético, y es muy probable que en
ellas pueda expresarse la fuerza biológica que fomenta el
crimen.
C) Factores de protección
Hasta hace muy poco nada se sabía de cómo la biología
podía proteger contra el inicio en la delincuencia. Sin
embargo, ahora sabemos que una activación2 elevada del
sistema nervioso autónomo puede constituir un
importante factor de protección. Por ejemplo, Brennan et
al. (1997) encontraron que los chicos daneses que tenían
un padre delincuente pero que no llegaron a ser
delincuentes de adultos, mostraban una respuesta
electrodérmica y cardiaca mayor que sus compañeros de
generación que sí llegaron a ser delincuentes y que tenían
igualmente padres con antecedentes delictivos. Es
importante señalar que estos jóvenes protegidos por su
mayor capacidad de respuesta autonómica superaban en
esas reacciones psicofisiológicas a los hijos no
delincuentes de padres que tampoco lo fueron, lo que
demuestra que aquellos “necesitaban” de esa protección
extra para superar el hándicap de su herencia proclive al
delito.
¿Por qué una actividad reducida del sistema nervioso
autónomo actuaría como un factor de riesgo para la
delincuencia?
Raine nos señala que hay al menos dos teorías
principales para explicar este hecho:
1. La teoría de la ausencia de miedo. Esta teoría sugiere
que una baja actividad autonómica es un marcador
biológico de que el sujeto, en su psicología, no siente con
intensidad el miedo. La ausencia de miedo facilitaría la
violencia y la conducta antisocial, porque esa conducta
(peleas, amenazas, etcétera) requiere un cierto grado de
arrojo (entendido como no experimentar miedo) para ser
puesta en práctica. Además, en la infancia, un niño que no
vivencia el miedo de forma significativa tiene muchos
más problemas para aprender las normas, ya que la
asociación:
trasgresión castigo miedo a una nueva trasgresión
se establecería con mucha más dificultad que en otros
niños, al ser menor el miedo que el joven experimentaría
de repetir la conducta (miedo que es determinado por una
mayor activación del sistema autónomo). Esta teoría
recibe un apoyo sólido en el hecho de que esta baja
activación del sistema autónomo también proporciona los
fundamentos del temperamento desinhibido o “sin miedo”
en los niños (Kagan, 2004).
2. La teoría de la búsqueda de estimulación. Este
planteamiento (Eysenck, 1977; Quay, 1965) mantiene que
la baja activación representa un estado fisiológico
displacentero, y que los sujetos antisociales buscan la
estimulación con objeto de incrementar su nivel de
activación y devolverlo a un nivel óptimo. Así pues, los
delincuentes intentarían con sus delitos estimular su
sistema nervioso (lógicamente, de forma no consciente).
En realidad esta teoría es complementaria con la anterior:
un bajo nivel de activación puede predisponer al delito
porque produce un cierto grado de ausencia de miedo, y
también porque facilita la búsqueda de estimulación
antisocial. Las medidas de comportamiento de falta de
miedo y de búsqueda de estimulación tomadas a los 3
años de edad predicen la conducta agresiva a los 11 años
(Raine et al., 1998).
En contraste con las conclusiones sobre los déficit de
activación, existe otra corriente de investigación que se
centra en la actividad de orientación reducida, es decir, en
la capacidad disminuida de prestar atención (o de orientar
la atención) hacia nuevos estímulos. Esta perspectiva se
ha concretado en la teoría de la disfunción prefrontal y de
la atención. Así, Raine y Venables (1984) han propuesto
una hipótesis del déficit de atención en la que se sostiene
que los delincuentes se caracterizan por un déficit
fundamental en la capacidad para asignar recursos
atencionales apropiados a los estímulos ambientales.
Fowles (1993), discutiendo esta teoría, amplió los déficit
a dos: uno con respecto a la atención prestada a los
estímulos neutrales, y otro con respecto a la anticipación
de estímulos aversivos o dolorosos.
¿Qué es lo que dice, en resumen, la teoría de la
disfunción prefrontal?:
Que un daño o lesión en la región prefrontal del cerebro [la zona
que está arriba de los ojos] produce una serie de alteraciones
psicofisiológicas (entre las que se encuentran una reducción de la
capacidad de orientar la atención y de la activación del sistema
nervioso) que predisponen al sujeto a diversos rasgos y características
(por ejemplo, que busque nuevas sensaciones, que no tema ante los
posibles daños o castigos de su acción, que tenga problemas para
asignar la atención) que hacen más probable la violencia y la
delincuencia (Raine, 2002:316).
B) Exposición a la nicotina
El efecto que la exposición del feto al alcohol pueda
tener sobre la conducta antisocial es bien conocido (por
ejemplo, Fast, Conry y Look, 1999), así como también la
incidencia negativa del consumo de tabaco por parte de la
madre. Raine cita la investigación de Brennan, Grekin y
Mednick (1999), en la que encontraron que cuando la
madre fumaba por encima de 20 cigarrillos al día, sus
hijos, en la edad adulta, tenían el doble de probabilidad de
cometer delitos violentos. Ahora bien, ese riesgo era cinco
veces mayor cuando el consumo de cigarrillos se asociaba
a la presencia de complicaciones en el parto (nuevamente,
la interacción biosocial). Por su parte, Rasanen et al.
(1999) hallaron que la exposición fetal a la nicotina
incrementaba dos veces el riesgo de delincuencia que se
producía a la edad de 26 años, y que dicho riesgo se
incrementaba en un 12% si de pequeño el delincuente
había crecido sin su padre.
Raine interpreta que la acción de la nicotina sobre la
delincuencia futura se explicaría por la alteración que
provoca su consumo en el desarrollo del sistema de
neurotransmisores de la noradrelanina, lo que a su vez
perturbaría la actividad del sistema nervioso
parasimpático, algo plenamente consistente con lo
señalado con anterioridad, en el sentido de que hay en los
delincuentes una clara evidencia de activación nerviosa
reducida.
C) Complicaciones en el parto
Diversos estudios han mostrado que los niños que
sufren de complicaciones en el parto tienen una mayor
probabilidad de desarrollar conductas antisociales,
trastorno disocial y cometer delitos violentos en la edad
adulta, cuando otros elementos de riesgo ambiental están
también presentes. Por ejemplo, Raine et al. (1994)
evaluaron la influencia de problemas en el parto y de
posible rechazo por parte de la madre (evidenciado por el
hecho de haber intentado abortar o por haber ingresado al
niño en un orfanato) en una cohorte de 4.269 niños
varones nacidos en Copenhague. La presencia de ambos
elementos de riesgo se dio en tan solo el 4% de la
muestra, a pesar de lo cual estos sujetos fueron
responsables del 18% de todos los delitos violentos
cometidos por la muestra total en su edad adulta (hasta la
edad de 34 años). Es importante señalar que esta
interacción no apareció para las infracciones no violentas,
así como tampoco para aquellos casos en los que la
violencia se había manifestado tardíamente en la conducta
de los sujetos, sino que afectaba a los individuos que
manifestaban un comportamiento violento recurrente
desde la infancia.
Esta interacción se ha constatado en otros estudios
llevados a cabo en diferentes países (Suiza, Finlandia,
Canadá y Estados Unidos), donde se han observado
diversos factores ambientales en interacción con los
problemas en el parto: un ambiente familiar con graves
carencias (USA y Canadá) y habilidades de crianza
deficientes de los padres (Suiza). Raine (2002: 318)
concluye:
Las complicaciones en el parto como anoxia (falta de oxígeno), y
nacimiento mediante fórceps se piensa que pueden dañar el cerebro,
por lo que pueden ser solo una de las diferentes fuentes de disfunción
cerebral observadas en grupos de niños y adultos antisociales. Por otra
parte, como se ha señalado anteriormente, es posible que las
dificultades en el parto no predispongan por sí mismas a la
delincuencia, sino que requieran de la contribución de circunstancias
ambientales negativas para provocar el delito violento en la edad
adulta. Además, aunque dichas dificultades puedan dañar al córtex
frontal, es posible que afecten a otras áreas, como por ejemplo el
hipocampo. En este sentido, diversos estudios recientes que han
empleado la neuroimagen han mostrado que el hipocampo presenta un
funcionamiento anormal en asesinos (Raine et al., 1997), diferentes
anomalías estructurales en psicópatas (Laakso et al., 2001), y es
particularmente susceptible a la anoxia.
7.4.4. Neuroimagen (escáner del cerebro)
A) La Tomografía de Emisión de Positrones
(TEP)
La investigación previa ha indicado que los delincuentes
violentos muestran un funcionamiento reducido en el
córtex prefrontal, como comentamos con anterioridad
(Raine, 1993; Moya, 2010). Un estudio que ha empleado
la TEP ha analizado la interacción entre la disfunción
prefrontal y la violencia (Raine et al., 1998). Un grupo de
convictos por asesinato fue dividido, según provinieran de
un ambiente familiar bueno o malo, de acuerdo a
variables como experiencia de abuso sexual y malos
tratos, antecedentes penales de los padres o pobreza
severa. Se observó que los asesinos que procedían de
buena familia tenían una reducción del 14,2% en el
funcionamiento del córtex prefrontal (la zona
orbitofrontal, exactamente); esta disfunción está asociada
a una menor capacidad de sentir miedo y al desarrollo de
las características emocionales y de personalidad que
caracterizan a los psicópatas. Este resultado encaja bien
con la investigación acerca de la actividad alterada del
sistema nervioso autonómico, revisada antes, que
señalaba que ésta era más deficitaria en los delincuentes
que provenían de un buen ambiente.
A) Estudios longitudinales
Hay varios estudios que reseñar aquí, pero citaremos
solo los de Moffitt (1990) y Raine et al. (1996) a modo de
ejemplo. Moffitt señaló que los con un funcionamiento
neuropsicológico deficiente y que provenían de familias
con graves carencias tenían cuatro veces más probabilidad
de ser violentos que sus compañeros de edad que solo
presentaban los déficit neurológicos. De modo semejante,
Raine et al. encontraron que los niños que presentaban
esos dos riesgos, acumulaban, cuando eran adultos, el
70,2% de los delitos violentos cometidos por el conjunto
de la muestra total.
B) Neurotransmisores y toxinas
Los estudios aquí todavía son escasos para proporcionar
evidencia de la interacción biosocial, sin embargo ya hay
algunos resultados que prueban dicha interacción. Por
ejemplo, Moffitt et al. (1996) hallaron que, aunque los
delincuentes violentos mostraban mayores niveles de
serotonina en sangre que los sujetos no violentos, aquellos
que a una alta tasa de serotonina sumaban un ambiente
familiar adverso tenían tres veces más probabilidad de
cometer un delito violento antes de cumplir los 21 años,
en comparación a los sujetos que solo tenían un elevado
nivel de serotonina o solo un ambiente familiar adverso.
Por lo que respecta a las toxinas, un estudio empírico
relevante fue el de Masters et al. (1998), quienes
evaluaron las tasas de delitos violentos en 1.242 comarcas
de los Estados Unidos. Hallaron que aquellas comarcas en
las que se daba la interacción de tres factores distintos
(alta densidad de población, exposición al plomo o al
manganeso —dos toxinas— y alto consumo del alcohol),
la delincuencia violenta registrada era mayor.
7.5. SOCIOBIOLOGÍA, PSICOLOGÍA
EVOLUCIONISTA Y AGRESIÓN
“Sociobiología” fue un término acuñado por Edward O.
Wilson en un libro homónimo publicado originariamente
en 1975, y en su edición castellana en 1980. En él
compendiaba un conjunto amplísimo de investigaciones,
realizadas durante décadas, que analizaban la relación
existente, en diversas especies animales, y también en el
hombre, entre Biología y conducta social, con especial
atención al comportamiento agresivo. Wilson (1980)
definió la sociobiología como el estudio de los
fundamentos biológicos de la conducta social.
Al poner en relación unas especies con otras se constata
que muchos comportamientos presentan una cierta
continuidad a lo largo de las distintas especies. El hombre
ha evolucionado a partir de especies inferiores, de modo
que su comportamiento también está claramente influido
por su biología.
Muchas teorías criminológicas parten del supuesto de
que la agresión humana constituye una conducta no
adaptativa o contraria a la naturaleza. Wilson (1980)
afirma, sin embargo, que, desde una perspectiva
biológica, el comportamiento agresivo es adaptativo:
“Cuesta creer que cualquier característica tan extendida y
fácilmente invocada en una especie como el
comportamiento agresivo lo es en el hombre, pueda ser
neutra o negativa en cuanto a sus efectos sobre la
supervivencia del individuo y sobre la reproducción” (p.
265), que son los dos principales motores de adaptación
de las especies.
Biológicamente son erróneas, según Wilson, las dos
perspectivas opuestas que contemplan la agresividad
humana en un sentido extremo. Una de ellas atribuiría a la
agresión un cariz sanguinario, cuya máxima expresión
serían las tendencias del hombre a matar a sus semejantes.
La perspectiva contraria plantearía la agresividad humana
solamente como la expresión de una especie de neurosis,
o como una respuesta no adaptativa (patológica),
propiciada por circunstancias anormales. Wilson descarta
ambos extremos: los humanos no son seres sanguinarios,
pero manifiestan conductas agresivas que van más allá de
las manifestaciones patológicas. Él entiende que la
agresividad es un comportamiento adaptativo,
programado para aumentar la supervivencia y la
reproducción de los individuos en situaciones de tensión.
En condiciones ambientales adversas, la agresividad
permite, por un lado, la supervivencia del individuo y, por
otro, la continuación de la especie.
Desde que apareciera el texto de Wilson, la
sociobiología impactó profundamente en la psicología,
dando lugar a la llamada “psicología de la evolución” o
evolucionista (Buss, 2011; Liddle, Shackelford y
Shackelford, 2012), según la cual la teoría de la evolución
puede aplicarse a todos los ámbitos de la psicología.
Específicamente, los psicólogos evolucionistas establecen
que el cerebro humano se compone de un gran número de
mecanismos que procesan la información en una serie de
dominios específicos (es decir, mecanismos
psicológicamente evolucionados) que fueron
seleccionados en la historia evolutiva como respuesta a
los diversos problemas específicos adaptativos a los que
hicieron frente los ancestros del ser humano, tales como
hallar cobijo y alimento, defenderse de los depredadores,
encontrar pareja y procurar la supervivencia de los
descendientes (Tooby y Cosmides, 2005).
¿Cómo explica la violencia y el crimen la psicología
evolucionista? ¿En qué sentido la evolución ha
preservado esos actos que causan tanto sufrimiento a la
humanidad? Para contestar a esta pregunta primero
tenemos que comprender cómo funcionan esos
mecanismos en la psicología del individuo. Tales
mecanismos, psicológicamente evolucionados, registran
tipos específicos de información o inputs (por ejemplo:
estímulos ambientales, actividad fisiológica, etc.; por
ejemplo, la amígdala se especializa en la percepción de
estímulos amenazantes y por ello favorece la emoción de
temor), posteriormente la procesan y generan un tipo
igualmente específico de productos (output), entre los que
se hallan la conducta manifiesta, pero también la actividad
fisiológica —una emoción, por ejemplo— o la
información que resulta útil para otros mecanismos
psicológicos, como por ejemplo la memoria. Una
consecuencia de todo esto es que “tales mecanismos
evolucionados pueden generar una conducta desadaptada
en nuestra sociedad, ya que en ésta dominan los inputs
novedosos” (Liddle et al, 2012: 24).
Un caso muy claro es el siguiente: nuestro organismo
todavía continua albergando la respuesta innata de temor
ante serpientes y arañas, a pesar de que estos animales
hace tiempo que dejaron de ser una amenaza relevante en
nuestro escenario vital. Sin embargo nuestra historia
evolutiva los incardinó en nuestro genoma, y el temor a
ellos ahí permanece. Por el contrario, objetos amenazantes
mucho más reales en la actualidad como enchufes y
coches no suelen generarnos ese miedo instintivo, porque
su aparición en la historia evolutiva de la humanidad es
muy reciente, lo que ha impedido que forme parte de
nuestra naturaleza instintiva (Liddle et al., 2012).
Ahora bien, diversos comportamientos que, como la
violencia, resultan desadaptados en la sociedad actual,
probablemente continúan produciéndose debido a que en
la historia evolutiva del ser humano sí que fueron
adaptativos, es decir, confirieron ventaja a quienes los
exhibían a la hora de transmitir sus propios genes. No
obstante, no se trata de conductas inevitables,
determinadas genéticamente a producirse en la vida de las
personas; son patrimonio del ser humano, pero éste
dispone de su capacidad de control para llevarlas o no al
acto.
En resumen, negar la perspectiva de la psicología
evolucionista de la violencia (la violación, el asesinato, la
guerra) sería un comportamiento programado por la
evolución para favorecer la reproducción del agresor, es
decir, tendría la misión de asegurar el control del territorio
y de los recursos para asegurar la máxima eficacia
reproductiva, lo que en la práctica implicaría también
ejercer control sobre las mujeres.
Tomemos, por ejemplo, el caso de la violación. ¿Por
qué violan algunos hombres? Desde el planteamiento
evolucionista, la respuesta sería: porque, como resultado
de la herencia ancestral, aquellos sujetos que no tienen
modo de acceder a las mujeres más deseables (jóvenes,
atractivas y saludables, que podrían asegurar la
reproducción más exitosa), solo disponen de su fuerza
física: “Los hombres convictos de violación son,
típicamente, los de menos éxito en nuestra sociedad, son
incluso los de menos éxito entre los propios delincuentes;
sin embargo, el grupo de mujeres que son víctimas de este
delito se corresponde con las más deseadas por todos los
hombres en cualquier sociedad” (Ghiglieri, 2000: 86).
Esta misma línea de reflexión podría explicar las
violaciones en masa en tiempos de guerra (Ghiglieri,
2000: 91):
Durante la guerra, la mayoría de los soldados tienen su
supervivencia como algo incierto. Además, son jóvenes y todavía no
suelen tener hijos, su perspectiva de ser padres no puede ser muy
halagüeña, en esas circunstancias. Ahora bien, lo cierto es que en sus
batallas se encuentran con mujeres jóvenes, atractivas, fértiles y
desprotegidas. A esto hay que añadir que la violación en la guerra no
se suele castigar. ¿Qué sucede si una violación deja a la víctima
embarazada? Pues que el violador no ha de preocuparse de mantener a
su hijo, principalmente porque no está seguro de que ese hijo sea suyo.
Y, finalmente, los soldados que son capaces de violar a las mujeres e
hijas de sus enemigos, encuentran un trofeo más en su victoria. De tal
modo que la violación es tanto una vindicación de la victoria como un
premio por la misma. En síntesis, la violación en masa es una victoria
reproductiva masiva.
11. ¿Podrías señalar alguna película que represente el modelo biosocial aplicado a la
Criminología en alguno de sus aspectos, ya sea en su versión más clásica o más
moderna?
12. ¿Qué elementos de prevención de la violencia podrían señalarse como eficaces o
al menos prometedores atendiendo a los últimos desarrollos de la Criminología
Biosocial?
8.1. INTRODUCCIÓN
En el capítulo que hemos denominado diferencias
individuales y aprendizaje nos referiremos, en primer
lugar, a un conjunto de factores característicos de los
individuos, ya sean de carácter hereditario o adquirido,
que les hacen distintos a unos de otros, y, en segundo
término, a los mecanismos de aprendizaje del
comportamiento, factores y procesos todos a los cuales la
investigación criminológica actual atribuye un notable
peso explicativo a la hora de comprender la conducta
delictiva.
Respecto de las diferencias individuales, centraremos
nuestra atención en los siguientes factores principales:
crianza familiar, sexo, inteligencia y personalidad. Esta
selección de apartados está basada en la investigación: se
cree que los orígenes de las variaciones más significativas
a la hora de explicar la implicación de un sujeto en una
carrera delictiva guardan una estrecha relación con el
modo en que éste es atendido y educado durante su
infancia, el sexo con el que nace —y los efectos culturales
que el sexo conlleva, es decir el género—, la inteligencia
con la que procesa y responde a las situaciones que va
encontrando en su vida y, finalmente, las variables que
definen su personalidad, es decir, su modo habitual de
adaptarse a las exigencias y retos de su desarrollo.
Por lo anterior se comprenderá la obvia relación
existente entre las diferencias individuales y el
aprendizaje. Si se aprende a actuar de modo antisocial, es
decir, si uno ha de disponer de unas habilidades e
incentivos para transgredir la ley, tales capacidades y
motivos estarán mediados por las diferencias individuales
que le definan. En una familia respetuosa con la ley y
atenta con los hijos, una niña con buena inteligencia y una
personalidad reflexiva tiene muy pocas probabilidades de
cometer delitos, y viceversa: en una familia donde los
padres se desentienden de los hijos, un chico con pobres
recursos cognitivos y una personalidad inestable e
impulsiva presenta un riesgo mucho mayor para aprender
cómo delinquir y las actitudes adecuadas con las que
hacerlo, para así obtener lo que anhela. Las teorías del
aprendizaje de la delincuencia son importantes porque
aplican las leyes del aprendizaje de la psicología a la
adquisición y mantenimiento de la carrera delictiva, y
tales leyes, mientras que puede que no expliquen todo el
proceso de convertirse en un delincuente habitual, forman
parte necesaria de esa explicación, porque el delinquir es
un comportamiento tan humano como cualquier otro de
naturaleza compleja.
8.6.1. La impulsividad
Como tantas veces ocurre en psicología, la definición de
esta variable de personalidad ha incluido diferentes
componentes, entre los que encontramos “la falta de
inhibición conductual, la inmediatez y espontaneidad del
comportamiento, la ausencia de reflexión previa a la
conducta, la escasa resistencia a los impulsos internos o la
falta de consideración de las consecuencias futuras de la
propia acción” (Romero et al., 1999, p. 73).
Su relevancia en el estudio de la delincuencia parece
innegable, ya que son muchos los autores que han citado
la falta de autocontrol como una de las causas
fundamentales del hecho antisocial, y en especial, la
incapacidad para resistir la tentación de realizar algo que
se anticipa como placentero pero que lo prohíben las leyes
(en otro apartado vemos el lugar central que ocupa
también en la explicación del comportamiento del
psicópata). Como acabamos de ver, una de las teorías
psicológicas más influyentes acerca de la “personalidad
criminal”, la de H. J. Eysenck (formulada por primera vez
en 1964), introduce como elemento central la
impulsividad dentro del constructo psicoticismo.
Pero ha sido J. A. Gray quien más contribuyó décadas
atrás a iluminar la importancia de la impulsividad en
relación con la delincuencia. Gray (1975, 1987) identificó
la existencia en el cerebro de lo que denominó el “sistema
de inhibición conductual” o SIC, el cual se activa
mediante impulsos asociados al miedo o a las situaciones
en que no se recibe una recompensa esperada (es decir,
situaciones de frustración por no obtener algo valioso que
se esperaba). Como resultado de la activación del SIC se
produce una experiencia de ansiedad y la inhibición de la
conducta en curso. El SIC es el encargado de dirigir la
llamada evitación pasiva, de gran importancia en el
aprendizaje, ya que tiene como misión producir la
inhibición de las respuestas que han sido previamente
castigadas (Lykken, 2000, p. 196).
¿Qué es lo que sucede si un sujeto dispone de un SIC
débil? Sencillamente, el individuo tendrá dificultades para
aprender que determinadas conductas no deben realizarse,
ya que percibirá menos ansiedad —que las personas con
un SIC fuerte— ante los castigos recibidos previamente
por realizarlas. En otras palabras, su evitación pasiva será
débil.
Junto al SIC, Gray introdujo un “sistema de activación
conductual” o SAC, ubicado en el hipotálamo, y
responsable de iniciar las conductas dirigidas hacia una
recompensa o iniciadas en situaciones que no están
asociadas a la amenaza de un castigo. Precisamente es el
SAC el apoyo biológico de la impulsividad, al igual que el
SIC es el fundamento de la experiencia de ansiedad: las
personas impulsivas disponen de un SAC fuerte. La
delincuencia, entonces, desde el punto de vista de los
estudios de Gray, “se relaciona con una alta sensibilidad a
la posibilidad de obtener estímulos reforzantes y con una
susceptibilidad relativamente débil ante el castigo”
(Romero et al., 1999, p. 77). El delincuente desearía con
gran energía obtener el beneficio ilícito de su delito (SAC
débil), y experimentaría poca ansiedad ante la expectativa
del castigo que ello podría llevar acarreado (SIC débil).
De este modo, la mayor impulsividad de los
delincuentes les impediría prestar poca atención a las
consecuencias positivas derivadas de respetar las leyes, ya
que estas siempre son más difíciles de ver, por estar más
distantes en el tiempo, mientras que los refuerzos del
delito se perciben inmediatos a la realización de la
conducta transgresora (Wilson y Herrnstein, 1985). Es
decir, los sujetos impulsivos tendrán más dificultades para
demorar la gratificación en el tiempo, querrán obtener
cuanto antes el refuerzo, lo que les llevará a preferir la
opción antisocial (que da beneficios inmediatos) a la
prosocial, que siempre exige esfuerzo y paciencia para
saborear sus frutos.
Jolliffe y Farrington (2009) realizaron una revisión
sistemática acerca de la relación existente entre medidas
tempranas de impulsividad (a partir de los cinco años de
edad) y la conducta violenta posterior, usando únicamente
datos derivados de estudios longitudinales prospectivos.
Los resultados señalaron que tales medidas tempranas de
impulsividad se asociaban de modo relevante con la
violencia, incluso a edades tan tardías como los 40 años.
De entre todas las variables vinculadas con la
impulsividad, fueron las de “correr riesgos” y “vivir el
peligro” las que mostraron una asociación más intensa.
Los autores de la revisión sugirieron que, mientras estas
variables se asociaban directamente con el delito (porque
el tomar riesgos lleva a delinquir, ya que la delincuencia
es una de las grandes formas de correr riesgos), otras
variables del espectro de la impulsividad como una
concentración deficiente se relacionarían con el delito de
modo indirecto, por ejemplo a través del fracaso escolar.
Diversos meta-análisis han mostrado el vínculo existente
entre un mal autocontrol (Pratt y Cullen, 2000) y el
trastorno de déficit de atención e hiperactividad y
delincuencia (Pratt, Cullen, Blevins et al., 2002), variables
que reflejan esta dificultad para concentrarse.
De acuerdo a la revisión realizada por Romero et al.,
(1999), la impulsividad se ha unido a diferentes
indicadores biológicos, entre los que encontraríamos una
predominancia de la actividad del hemisferio derecho
sobre el izquierdo, una débil actividad de la
monoaminoxidasa (enzima que regula los sistemas de
neurotransmisión monoamínicos y especialmente el
neurotransmisor serotonina), todo lo cual avala la validez
de considerar la impulsividad como una de las variables
más importantes en la explicación psicológica de la
conducta delictiva5. Y de hecho la investigación empírica
parece confirmar esta relación (entre muchos, Farrington
y Jolliffe, 2013; Lykken, 2000; Romero et al., 1999).
6. Ley empírica del efecto: las consecuencias de una conducta son un determinante
decisivo de su probabilidad futura. Las consecuencias gratificantes, o de refuerzo,
tienden a mantener el comportamiento delictivo, mientras que las punitivas, o de
castigo, tenderán a suprimirlo.
7. La justicia penal resulta poco efectiva para reducir la conducta delictiva de los
delincuentes, ya que ni los castigos que se aplican son inmediatos, ni son
castigadas todas las conductas delictivas, ni se refuerzan otros comportamientos
alternativos de carácter prosocial. Además, el castigo provoca serios trastornos
emocionales a los individuos que lo sufren.
8. En el aprendizaje del comportamiento delictivo deben diferenciarse dos procesos
sucesivos y concatenados: el aprendizaje inicial y la repetición de la conducta o,
en términos criminológicos, la reincidencia.
9. El aprendizaje inicial de la conducta delictiva se produce a partir del balance entre
(1) las definiciones aprendidas por el sujeto —favorables a la delincuencia—, (2)
la imitación de modelos delictivos, y (3) la ponderación anticipada entre refuerzos
y castigos esperables de la conducta ilícita.
10. Unas condiciones ambientales en el proceso de socialización facilitan el
aprendizaje de esquemas cognitivos o sociales que, a su vez, facilitan la comisión
de actos delictivos al otorgar justificación al sujeto que delinque.
CUESTIONES DE ESTUDIO
1. ¿Cómo se relaciona la educación de la familia y la delincuencia?
2. ¿Qué factores de riesgo podrían ser diferentes en el caso de la delincuencia
femenina con respecto a la masculina?
3. ¿Cuántos tipos hay de inteligencia?
4. ¿En qué consiste la llamada “inteligencia interpersonal”?
5. ¿Cómo puede contribuir la falta de inteligencia general a la delincuencia?
6. ¿Qué es lo que origina la conducta delictiva, según Eysenck?
7. ¿Cuáles son los principales presupuestos criminológicos de la teoría de la
asociación diferencial de Sutherland?
8. ¿En qué consiste el principio de asociación diferencial?
9. ¿Puedes poner algunos ejemplos de cómo los niños aprenden ciertas conductas
mediante procesos de aprendizaje respondiente, operante y por imitación?
10. ¿Qué papel juegan las definiciones en el aprendizaje de la delincuencia? ¿Qué son
definiciones generales y específicas?
11. ¿Qué son los refuerzos sociales?
12. ¿Qué añade la teoría de Akers a la teoría de Sutherland?
13. ¿Qué dice la teoría de “las lecciones de vida”?
14. ¿Qué teoría o modelo explicativo crees que podría aplicarse para la explicar la
actividad delictiva de los personajes principales que aparecen en películas como
El Padrino, Uno de los nuestros o Gomorra?
Delitos % de cambio
% de cambio
seleccionados: tasa (disminución/aumento)
(disminución/aumento)
promedio del durante el período 2005-
durante el período 2008-2010,
periodo 2005-2010 2007, antes de la crisis a partir de la crisis económica
económica
Conjunto de los
delitos violentos
6,67% -1,12%
(por 1.000
habitantes): 2,58
Homicidio (por
-13,24% -14,18%
100.000 h.): 2,55
Violencia doméstica
(por 100.000 h.): 12,59% 0,61%
1,54
Mujeres asesinadas
por sus parejas (por
20% -2,63%
cada 100.000
adultos): 0,34
Conjunto de los
delitos contra la
-4,55% -9,47%
propiedad (por
1.000 h.): 16,51
Hurto (por 1.000
-3,6% -9,09%
h.): 10,58
Robo con violencia
-12,56% -16,57%
(por 1.000 h.): 1,72
Tirones de bolsos
-13,04% -5,41%
(por 1.000 h.): 0,39
Robos en casas (por
-5,68% 6,47%
1.000 h.): 3,58
Robos de coches
-24,59% -37,99%
(por 1.000 h.): 2,54
Blanqueo de
capitales (por 12,67% 65,18%
1.000.000 h.): 2,65
A) Intervención temprana
Quizás la piedra angular de un programa de prevención
de la delincuencia sea el fomentar las experiencias de
intervención temprana. Hay dos razones fundamentales
para ello. En primer lugar, los programas de intervención
temprana dirigidos a niños en riesgo y a sus familias, son
viables políticamente. La lógica que subyace a ello es
poderosa: no hay excusas válidas para no intervenir antes
de que el problema se consolide. En relación con la
delincuencia, la investigación muestra, de modo claro,
que hay una continuidad sustancial entre la aparición de
trastornos de conducta en la infancia y la delincuencia
posterior, especialmente en el caso de los delincuentes
reincidentes o crónicos. Iría en contra del sentido común
no procurar evitar el desarrollo de delincuentes juveniles,
cuando sabemos que surgen debido a determinadas
condiciones vividas en la niñez. En este sentido, podría
lograrse un amplio consenso, tanto entre los analistas
sociales como en la propia opinión pública, a la hora de
señalar la necesidad de proteger a los niños de las
circunstancias negativas de ambientes criminógenos.
En segundo lugar, múltiples evaluaciones empíricas han
evidenciado que los programas de intervención temprana
son eficaces en la prevención de la delincuencia y de otros
problemas sociales, y ayudan a ahorrar dinero a los
contribuyentes, frente al elevado coste de las medidas
penales de encarcelamiento prolongado (Redondo, García,
Blanco et al., 1997). Pero estos programas de
intervención temprana no deben ser la única vía de la
prevención. Si bien parecen ser los más efectivos, trabajar
con niños más allá de la primera infancia —los cinco
primeros años— es también una exigencia que se apoya
en la investigación.
9.9. POSTMODERNIDAD Y
CRIMINOLOGÍA
Últimamente, también ha llegado hasta el campo de la
criminología el denominado ‘postmodernismo’. El
pensamiento postmoderno plantea en general, por
oposición al pensamiento ‘moderno’, encarnado por la
ciencia y el desarrollo tecnológico, que el conocimiento
científico, a pesar de su apariencia de objetividad y mayor
validez, también estaría mediatizado por el lenguaje (Lilly
et al., 2007). Es decir, la ciencia habría construido toda
una estructura de presupuestos y ‘aprioris’ plasmados en
el lenguaje y las expresiones sociales, que primarían el
propio conocimiento científico por encima de otras
formas de conocimiento, y en muchos casos se acabaría
transformando en fuentes, no de liberación, sino de
dominio y opresión (Matthews y Young, 1992). Este
pensamiento ‘postmoderno’ se ha concretado en la
criminología en un análisis del discurso de los operadores
y actores de la justicia: jueces y abogados, policía,
víctimas y delincuentes. La asunción de todos estos roles
estaría mediatizada por ‘lenguajes’ especiales (jurídicos,
victimológicos, de género, etc.) que transferirían a sus
propias nomenclaturas las vivencias auténticas de los
sujetos, desfigurándolas en pro de la coherencia legal e
institucional, pero alejándolas de su realidad. Ilustraría
bien esta situación cuando, por ejemplo, una víctima de
violación es interrogada en el juicio, y su experiencia de
sufrimiento es ‘reconstruida’ en parafernalia jurídica
destinada a los intereses de la propia justicia (que incluye
también el dominio de la víctima), perdiéndose a menudo
de vista las necesidades genuinas de la propia víctima.
Frente a la anterior situación, el ‘postmodernismo’
propone una cultura plural que genere discursos
alternativos, que promuevan un mayor respeto de la
diversidad, una menor victimización de los otros por parte
de los delincuentes, y, también, un menor castigo de los
delincuentes por parte de la sociedad (Vold et al., 2002).
CUESTIONES DE ESTUDIO
1. ¿Qué perspectivas teóricas suelen agruparse bajo la denominación de teorías
críticas y del conflicto? ¿Qué semejanzas y diferencias guardan entre ellas?
2. ¿Qué son la desviación primaria y secundaria? ¿Cómo se produce el proceso de
etiquetamiento que conduce a la desviación? ¿En qué consiste el proceso de
amplificación de la desviación?
3. ¿En qué se diferencian la vergüenza reintegradora y la estigmatizadora?
4. ¿Qué es la criminología crítica? ¿Cuándo se inició?
Prevención especial
Según la doctrina penal, la prevención especial podría
favorecerse, a partir de las penas privativas de libertad,
mediante de los siguientes mecanismos:
• Incapacitación o inocuización: la permanencia en
prisión del sujeto le impediría la comisión de nuevos
delitos en la sociedad, al menos durante el período que
dure su encarcelamiento.
• Maduración: tras su estancia en prisión el individuo
saldría de ella con mayor edad y, en consecuencia, con
menor menos energía para delinquir.
• Mejoras personales: el individuo podría mejorar
cualitativamente durante su estancia en prisión, como
resultado de su tratamiento, escolarización, cambio de
ambiente, desempeño de un trabajo, etc.
Prevención general
La prevención general podría estimularse a través de
tres sistemas:
• Habituación: sugiere la idea de que, como resultado de
la existencia de normas y sanciones penales, las
personas acabarían automatizando aquellos
comportamientos que se hallan dentro de la legalidad
normativa. Un ejemplo de ello sería cómo los
ciudadanos generalmente detienen su vehículo de
forma automática ante un semáforo en rojo, sin tener
que pensar y decidir en cada caso acerca de la
conveniencia de esta conducta.
• Formación normativa: haría referencia al efecto
educativo que, a largo plazo, podrían tener las normas
penales, a lo que Silva Sánchez (1992) se refirió como
“prevención general positiva”. La idea implícita aquí
es que las leyes penales, que suelen ser ampliamente
publicitadas a partir de la gran atención mediática que
reciben los delitos y las sentencias, podrían promover,
a largo plazo, la “educación” penal de la población,
acerca de qué conductas están prohibidas y pueden ser
castigadas. Así podría suceder, por ejemplo, que la
difusión de sentencias penales sobre el acoso sexual en
el trabajo contribuyera a cambiar las costumbres
sexistas en las relaciones laborales, o que ciertas
condenas sobre delitos ecológicos fortalecieran la
conciencia social sobre la protección del medio
ambiente.
• Disuasión: este efecto, también denominado
“prevención general negativa”, sería dependiente de
tres parámetros, comentados con antelación, en el
marco de la teoría clásica: certeza, prontitud o
inmediatez, y dureza de la pena. La certeza y la
inmediatez dependerían ante todo de la eficacia
policial y de la rapidez del procedimiento penal,
mientras que la dureza estaría directamente
determinada por el código penal.
Además de las precedentes consideraciones acerca de
las finalidades teóricas del castigo penal, distintos autores
han puesto de relieve un marcado seguidismo en las
políticas criminales de las últimas décadas, incluido el
caso de España, del alarmismo y las “soluciones”
punitivistas dictaminadas por los medios de comunicación
o que proceden de Estados Unidos (Corcoy Bidasolo, Mir
Puig y Gómez Martín, 2007b; García Arán y Peres-Neto,
2008; Gómez Martín, 2007; Mir Puig, 2007a, 2007b;
Queralt Jiménez, 2007a).
F) ¿Disuasión o moralidad?
Más allá de la disuasión y el control, formal o informal,
la conducta social de las personas también, o
principalmente, se regula a partir de los valores morales,
creencias, actitudes, destrezas, habilidades, etc., recibidos
a lo largo del proceso de socialización. Así por ejemplo,
Wikström, Tseloni y Karlis (2011), evaluando una
muestra de adolescentes del Peterborough Adolescent and
Young Development Study, desarrollado en Inglaterra a
partir de una cohorte de 716 sujetos, no obtuvieron apoyo
empírico global para la disuasión como constructo
autónomo. Analizaron cuatro tipos de conductas
infractoras: hurtos en tiendas, robos de objetos del interior
de los vehículos, vandalismo y agresión. Hallaron que la
mayoría de los jóvenes no evitaban cometer delitos
porque tuvieran miedo de las consecuencias negativas
para ellos, sino sencillamente debido a que no
contemplaban el delito como una alternativa de
comportamiento. Con todo, la amenaza percibida de
castigo fue una consideración relevante para evitar el
delito en aquellos adolescentes que mostraban con
antelación una fuerte inclinación delictiva.
Resultados parecidos obtuvieron también Kroneberg,
Heintze y Mehlokop (2010), a partir de una muestra de
2.130 adultos en la ciudad alemana de Dresde. En
conjunto se halló, contrariamente a la expectativa de las
teorías de la elección racional y la disuasión, que la
mayoría de los sujetos con normas prosociales claramente
internalizadas, no basaban sus elecciones de conducta en
los eventuales beneficios y costes de los delitos. Tal tipo
de elecciones racionales coste/beneficio del delito solo
aparecían en aquellos sujetos que no se sentían vinculados
con normas morales de índole prosocial. Chen y Howitt
(2007) hallaron, a partir de una muestra de 330
delincuentes juveniles varones, internados en el sistema
correccional juvenil de Taiwan, y de 114 jóvenes no
delincuentes, que los infractores mostraban con claridad
un menor desarrollo moral, en términos de los estadios de
desarrollo moral de la teoría de Kohlberg (1984). Los
estudios aquí referidos ampararían perspectivas teóricas
que incluyen elementos de moralidad como factores
inhibidores del delito, tal como la Teoría de la acción
situacional (Wikström, 2008a; aludida en un capítulo
anterior), por encima de teorías puras de elección
racional.
D) Derivaciones aplicadas
Desde esta teoría se derivarían dos predicciones
principales acerca de la conducta delictiva:
a) La ausencia de uno solo de los elementos
mencionados será suficiente para prevenir la comisión de
un delito: si no existe un delincuente motivado, un
objetivo atractivo o una víctima propicia, o no se carece
del oportuno control, se elimina la posibilidad del delito.
b) Contrario sensu, la convergencia de estos tres
elementos producirá un aumento de las tasas de
criminalidad.
Si estas predicciones fueran certeras, deberían
observarse dos efectos de las actividades cotidianas sobre
la magnitud de la delincuencia. El primero sería que las
rutinas que tienen lugar en el seno de la familia o cerca de
ella, o en general dentro de los grupos primarios o
afectivamente próximos, deberían suponer un menor
riesgo de victimización, debido a la improbable presencia
en ellos de delincuentes motivados (desconocidos, etc.), y
a la paralela presencia de eficaces protectores (familiares,
amigos, vecinos…). Contrariamente, para aquellas
propiedades o personas expuestas en lugares visibles o
accesibles, aumentaría el riesgo de victimización.
Cohen y Felson pusieron especial énfasis aplicado en el
último elemento condicionante del delito, los eficaces
protectores. Consideran muy difícil evitar, con finalidades
preventivas, el primer y segundo elementos teóricos: la
existencia de delincuentes motivados, y la posible
presencia de víctimas propicias u objetos atractivos y
valiosos. Por eso afirman que la criminalidad aumenta
cuando se reduce el control ejercido por las personas
sobre sí mismas o sobre sus propiedades.
Eck (Eck y Wartell, 1998; Eck y Clarke, 2003) propuso
un modelo integrador, que incorpora los elementos
fundamentales de la teoría de las actividades rutinarias
sobre la delincuencia y añade los elementos de control
que les son parejos, en el que podría denominarse
triángulo de la delincuencia y del control:
CUADRO 10.4. Triángulo de la delincuencia y del control
Fuente: elaboración propia a partir de J. Eck y R. Clarke (2003), Classifying
common police problems. En M. S. Smith y D. B. Cornish (Eds.), Theory for
practice in situational crime prevention, Montsey (New York), Criminal
Justice Press.
G) Evaluación empírica
Las investigaciones que se ha desarrollado sobre la
teoría de las actividades cotidianas, en general han
centrado su atención sobre los lugares donde se producen
los delitos y sobre las características y el comportamiento
de las víctimas. Una de sus conclusiones más reiteradas, a
la vez que obvia y esperable, ha sido establecer que pasar
más tiempo fuera de casa aumentaría la probabilidad de
ser víctima de un delito a manos de desconocidos, tal y
como anticipa la propia teoría.
Sherman et al. (1989) describieron la existencia en las
ciudades de lugares o espacios calientes o de alto riesgo
(hot spots) para los delitos, en los cuales acontecería el
mayor número de acciones delictivas dentro de la ciudad,
muy por encima del que se produce en otras
localizaciones adyacentes (Vozmediano y San Juan,
2010). Por ejemplo, en un estudio realizado en la ciudad
de Minneapolis se encontró que el 50% de las llamadas de
denuncia recibidas por la policía procedían de tan solo el
3% de los espacios urbanos, a la vez que los robos
violentos se concentraban en el 3,6% del conjunto la
ciudad (Sherman, Gartin y Buerger, 1989: 27-55). De
acuerdo con una investigación de Wikström sobre la
ciudad de Estocolmo (Tonry y Farrington, 1995: 429-468)
el 47% de los asaltos callejeros se producían en el 3% de
las calles del centro de la ciudad, y en el Distrito Central
de Negocios, pese a que éste ocupaba solamente el 1% del
espacio urbano, tenía lugar el 31% del total de los delitos.
Tradicionalmente, la policía ha construido sus mapas de
“puntos delictivos calientes” a partir de sus registros
históricos de hechos delictivos, a pesar de que tales
puntos a menudo no son estáticos, sino fluidos o
cambiantes. Ello aconseja, idealmente, el empleo de
técnicas estadísticas más sofisticadas (como la tabla de
contingencia de Knox o la simulación de Monte Carlo),
que permita estimar la fluidez o movilidad de tales puntos
calientes del delito y sus posibles regularidades
(Summers, 2007).
En la investigación española, Sabaté y Aragay, y más
recientemente el Institut d’Estudis Regionals i
Metropolitants de Barcelona (IERMB), en sus diversos
estudios sobre la victimización en Barcelona (véase, por
ejemplo, Sabaté y Aragay, 1995, 1997; IERMB, 2012),
han constatado que las mayores tasas de victimización
delictiva se producen en los barrios centrales de la ciudad,
en los más adinerados, y en los menos protegidos (por
ejemplo, el mayor número de delitos contra los vehículos
correspondía a barrios con menor proporción de
parkings). Conclusiones semejantes fueron obtenidas por
Stangeland y Garrido de los Santos (2004) al respecto de
la ciudad de Málaga, en sus análisis del mapa del crimen,
y por Hernando (2007) en su Atlas de la seguridad de
Madrid. Las agresiones contra la seguridad personal son
más numerosas en los distritos centrales de la ciudad, que
parecen ofrecer a los delincuentes mayor anonimato a la
vez que abundancia de víctimas potenciales (Sabaté y
Aragay, 1997; IERMB, 2012).
Diversos estudios han puesto de relieve cómo la mayor
oferta de oportunidades infractoras que se asocia a los
desarrollos económicos, tecnológicos, etcétera, habidos en
la modernidad, contribuyen a favorecer muchos delitos.
Pese a ello, tal relación no siempre es unidireccional.
Durante las últimas décadas del siglo veinte y las primeras
del veintiuno se han producido ingentes cambios y
avances sociales y tecnológicos que, según uno de los
postulados centrales de la teoría de las actividades
cotidianas, tendrían que llevar a una expansión de los
delitos. Sin embargo, en un amplio estudio de Tseloni et
al. (2010), se constató, a partir del análisis de la evolución
de diferentes categorías delictivas en 26 países de diversas
regiones del mundo, que desde mediados de los noventa
se ha producido una reducción significativa de los hurtos
en el interior de los vehículos, de robos de los propios
vehículos, de robos de casas, y de hurtos y robos a
personas.
Por lo que se refiere a la delincuencia organizada,
Kleemans y Poot (2008) analizaron en Holanda, a partir
tanto de información cuantitativa como cualitativa,
alrededor de 1.000 casos de delincuentes vinculados a
delitos organizados, hallando firme evidencia para la tesis
de que la estructura de oportunidad social, es decir la
disponibilidad de conexiones sociales susceptibles de
ofrecer a los individuos ventajas delictivas provechosas,
es clave para explicar la implicación en delincuencia
organizada.
Además de los avales empíricos con los que cuenta,
desde una perspectiva formal, la teoría de las actividades
cotidianas es una elaboración conceptual explícita y
lógica, con proposiciones claramente definidas y
coherentes entre sí. No obstante, como es lógico y sucede
a todas las teorías, tampoco en este aspecto le han faltado
críticas. Por ejemplo, Akers (1997), uno de los autores
principales de la teoría del aprendizaje social, criticó su
falta de definición del constructo “delincuentes
motivados”. ¿Qué son o quiénes son los delincuentes
motivados? ¿Todas la personas están motivadas para el
delito? O, ¿en qué momento está presente en un lugar un
delincuente motivado? ¿Qué características tiene? Para
Akers (1997) la teoría de las actividades cotidianas, más
que una teoría de la delincuencia, sería una teoría de la
victimización. La teoría asume, como premisa de partida,
que existen individuos motivados para el delito, pero no
se explica tal presunción, sino indirectamente, al
describirse algunas de las características más típicas de las
personas o lugares donde se llevan a cabo los delitos.
Además, Akers (1997) afirma que es del puro sentido
común el que la gente que menos se expone tiene menos
posibilidades de ser víctima de un delito, y no considera
que recordar esta obviedad constituya una gran aportación
teórica.
10. Como ecosistema social, a la delincuencia pueden serle atribuidas también las
características generales de todo sistema vivo: 1) la delincuencia se organiza de
diversas formas (primitivas/elaboradas, individuales/colectivas…); 2) efectúa
adaptaciones continuas a los cambios y circunstancias del momento; 3) cuenta con
metabolismo, o ritmos y ciclos periódicos (p. e., en función de los horarios de la
actividad comercial); 4) experimenta desarrollos y evoluciones vitales (inicio de
los jóvenes en el delito, consolidación de su actividad criminal, desistimiento
delictivo); 5) procesos de reproducción y renovación (incorporación, a un
ecosistema criminal, de nuevos delincuentes o de nuevas víctimas); y 6) la
delincuencia reacciona y se reajusta frente a los cambios que se producen en el
contexto circundante.
11. Se comprueba que la mayor oferta y diversificación de las oportunidades
infractoras, que suele asociarse al desarrollo económico y social, contribuye
relativamente a favorecer nuevos delitos.
12. Frente al concepto de delincuente motivado, se ha considerado también que puede
existir una motivación situacional para el delito: cuanto más fácil sea la acción
transgresora y más potentes sus refuerzos, mayor será la instigación hacia el
comportamiento infractor.
13. Un indicador frecuente de que los adolescentes y jóvenes podrían experimentar
tentaciones delictivas es el tiempo que pasan, junto a sus amigos, en actividades
no estructuradas, en ausencia de figuras de autoridad (generalmente, personas
adultas).
14. Según la teoría del patrón delictivo, la mayor probabilidad de delito se producirá
en aquellos lugares en que confluyan las rutas cotidianas de posibles delincuentes
motivados (en sus desplazamientos habituales por la ciudad) con la presencia de
oportunidades delictivas (turistas, comercios, casas, coches…).
15. Como resultado de la prevención situacional de los delitos (a partir del aumento
de los obstáculos, del control informal y de la vigilancia) una parte de los delitos
se previene definitivamente mientras que otros se desplazan a otros lugares más
favorables.
16. Según la teoría de la ventanas rotas, para prevenir que en un lugar aflore y se
consolide una delincuencia más frecuente y grave, como resultado del abandono
de la calle por parte de los ciudadanos y del consiguiente decaimiento del control
social informal, debe empezarse por controlar y evitar en ese mismo lugar las
diversas actividades marginales y de pequeña delincuencia tales como la venta
callejera, el menudeo de drogas, la prostitución, etc.
CUESTIONES DE ESTUDIO
1. ¿En qué se parecen y en qué se diferencian las teorías de la elección racional y las
de la oportunidad delictiva? ¿Se parecen más que se diferencian? ¿Tiene sentido
aunarlas en un solo capítulo o sería mejor analizarlas de modo separado?
2. ¿Puedes definir los conceptos de disuasión, prevención especial y prevención
general? ¿E inocuización? ¿Cuáles son los mecanismos principales a partir de los
que podrían operar la prevención especial y la general?
3. ¿Hay una sola o varias teorías de la disuasión? Razona tu respuesta.
4. ¿Qué significa valor o utilidad de la conducta? ¿Y recompensas y castigos? ¿De
qué factores dependen?
5. ¿Han confirmado las investigaciones la disuasión delictiva? ¿En qué supuestos?
¿Funciona la prevención especial disuasoria? ¿Y la prevención general? ¿Qué
tiene mayor efecto disuasorio, la dureza o la certeza de las penas? ¿Puedes
mencionar algunos estudios al respecto de estas diversas cuestiones? De acuerdo
con lo explicado en el capítulo 2 (Método e investigación criminológica), qué
metodologías han seguido los estudios sobre disuasión.
6. ¿Alguna vez se te ha pasado por la cabeza realizar una acción ilegal (obviamente,
no tiene por qué ser un homicidio)? ¿Cuáles fueron las razones para desistir de
llevarla a cabo?
7. Individualmente o en grupos, y repasando previamente el capítulo 2, preparar un
proyecto esquemático de investigación para analizar el posible efecto disuasorio
de la legislación contra las drogas, o al respecto de cualquier otra categoría de
delitos.
8. Define los conceptos de “territorialidad”, “vigilancia natural” e “imagen y
entorno”, de la teoría del espacio defendible.
Nivel 4
Ajuste psicológico (.15)
Relación con los padres (.15)
Vínculos sociales (.15) Padres antisociales (.16)
Problemas de conducta (.13) Delitos contra personas (.14)
Actitud/notas escuela (.13) Problemas de conducta (.12)
Salud/condición física (.13) Cociente intelectual (.11)
Cociente intelectual (.12)
Otras características familiares (.12)
Nivel 5
Hogar roto (.10)
Nivel socio-económico familiar (.10)
Hogar roto (.09)
Padres maltratadores (.09)
Padres maltratadores (.07)
Otras características familiares (.08)
Grupo de amigos antisociales (.04)
Uso alcohol/drogas (.06)
Etnia (.04)
DESISTIMIENTO
DEL DELITO:
-Mejora de la
POTENCIAL
habilidades lícitas
ANTISOCIAL A CORTO
-Aumento de
PLAZO: específico y
vínculos afectivos
orientado a delitos concretos
con parejas no
(estimulado por
antisociales
aburrimiento, ira, bebida,
-Menores
frustración, amigos,
oportunidades
oportunidades fáciles)
-Menor utilidad
esperada por la
conducta ilícita
A) Potencial antisocial
El concepto central de la teoría ICAP es el de “potencial
antisocial” (PA), o capacidad que presenta un individuo
de realización de actos antisociales. Existiría un
“potencial antisocial persistente o a largo plazo”, diverso
entre individuos, en función de su impulsividad, tensión,
procesos de socialización y modelado del
comportamiento, y experiencias vitales. Este potencial
antisocial a largo plazo, de cariz general, permitiría
ordenar a los sujetos, para cada sector de edad, en un
continuo, en el que la inmensa mayoría se situaría en
sectores de bajo potencial antisocial y un pequeño grupo
en potenciales antisociales elevados. Los individuos de
alto potencial antisocial global o a largo plazo
presentarían mayor probabilidad de cometer distintos
tipos de conductas antisociales y delitos.
Según Farrington, existirían tres tipos de factores y
procesos de los que dependería que los jóvenes
desarrollen altos potenciales antisociales a largo plazo. En
primer lugar, de los procesos energizantes o motivadores
de estas conductas, entre los que estarían el deseo de
bienes materiales y de prestigio social, y los deseos de
estimulación, que serían más intensos en chicos
pertenecientes a familias más pobres (dadas las menores
posibilidades con que cuentan para su obtención), así
como el nivel de frustración y de estrés de un sujeto, y su
posible consumo de alcohol.
En segundo término se hallaría la influencia de modelos
antisociales, que imprimiría al comportamiento una
direccionalidad antisocial. Ello se haría más probable
cuando los padres son delincuentes, o bien el sujeto tiene
amigos delincuentes, va a una escuela problemática o vive
en un barrio criminógeno.
En tercer lugar, el potencial delictivo a largo plazo se
vería incrementado también cuando un joven ha
experimentado una pobre crianza familiar, procede de
familias problemáticas, o muestra escasa ansiedad y temor
frente a situaciones de riesgo, todo lo cual haría más
difícil la adquisición de los mecanismos inhibitorios
internalizados (vinculación, creencias y actitudes
prosociales, empatía, etc.). Dos aspectos relevantes, que
pueden condicionar el potencial antisocial a largo plazo,
son la alta impulsividad y las experiencias traumáticas, de
impacto crítico en el desarrollo vital del individuo
(pérdida de los padres, abandono de la escuela, maltrato
infantil…).
En paralelo, los individuos concretos experimentarían
variaciones, en función de su edad, motivación y factores
situacionales, en su propio “potencial antisocial a corto
plazo”, que sería mucho más específico y orientado a
delitos concretos. En particular, este potencial a corto
plazo variaría en los individuos en consonancia con
posibles factores próximos energizantes de la conducta
antisocial, tales como estar aburrido, iracundo, bebido, o
frustrado, o bien ser animado a la comisión de delitos por
parte de amigos o compañeros. También dicho potencial
podría verse incrementado ante la presencia de
oportunidades para el delito, y, viceversa, los incrementos
en el potencial antisocial podrían llevar a la búsqueda de
objetivos delictivos.
Aunque, en función de cuál sea su “potencial antisocial
a largo plazo”, podría efectuarse una ordenación relativa
de las personas que sería bastante estable en el tiempo, en
general los niveles absolutos de dicho “potencial
antisocial” cambiarían con la edad, alcanzando sus
mayores niveles al final de la adolescencia (especialmente
debido a la creciente influencia de los amigos, frente a los
padres) y decreciendo después.
D) Validación empírica
Uno de los avales empíricos más directos de la teoría
del Potencial Antisocial Cognitivo Integrado (ICAP)
procede de un estudio realizado en Holanda por Van der
Laan et al. (2009). El punto de partida de esta
investigación fue analizar en qué grado los riesgos a largo
plazo y los riesgos a corto plazo se vinculan, de manera
aislada o en combinación, a la conducta delictiva grave.
Para ello evaluaron una muestra de 292 adolescentes y
jóvenes, en un 67,9% varones, en el rango de edad 10-17
años (edad media 14,2 años, DT 2.0). Se había recogido
información sobre los sujetos, mediante autoinforme,
acerca de su participación en quince tipos de conducta
infractora, incluyendo sexo forzado, lesiones, violencia o
amenazas para imponerse a otros o robar, sustracción de
carteras o bolsos, hurto en casas o en vehículos, hurto de
bicicletas o ciclomotores, sustracción de objetos y
propiedades, y vandalismo en transportes públicos,
viviendas o vehículos. A partir de esta información se
construyó una escala que ponderaba la frecuencia y
gravedad de las infracciones cometidas por cada joven, lo
que permitió dividir la muestra en dos grupos: uno, de
delincuencia moderada (jóvenes que solo habían cometido
una infracción leve y ningún delito grave), y un grupo de
delincuencia grave (jóvenes autores de uno o más delitos
graves en combinación con otras infracciones menores).
Como factores de riesgo a largo plazo se definieron las
siguientes variables (evaluadas a partir de distintas escalas
estandarizadas): 1) individuales (nivel de conducta
prosocial, trastornos de atención e hiperactividad, y
problemas emocionales), 2) familiares (apoyo emocional,
apertura hacia los padres, conocimiento paterno de las
actividades del joven, y supervisión paterna), y 3)
escolares (rendimiento escolar y vinculación a la escuela).
Como factores de riesgo a corto plazo, se había recogido
información situacional, en relación con los delitos auto
informados, sobre los siguientes cuatro aspectos: 1) la
posible presencia de co-delincuentes, 2) la percepción por
el joven de bajo riesgo de detección, 3) la ausencia de
posibles vigilantes o guardianes, y 4) haber consumido
alcohol o drogas antes del delito. Además, se controló la
influencia que sobre los resultados podían tener las
variables sexo, edad y ascendencia extranjera de los
jóvenes (variables moderadoras). Para los análisis de
resultados los autores combinaron diversos
procedimientos estadísticos, incluyendo correlaciones,
análisis de efectos marginales y regresión logística por
pasos.
El primer resultado general de este estudio es que la
mayoría de los factores de riesgo analizados, tanto a largo
plazo como a corto plazo (escasa conducta prosocial,
limitado apoyo emocional, bajo interés paterno en las
actividades del joven, inadecuada supervisión paterna,
bajo rendimiento escolar y falta de vinculación a la
escuela), correlacionaron significativamente con la
gravedad delictiva.
Para analizar la influencia combinada de factores de
riesgo sobre la conducta delictiva se construyeron cinco
modelos sucesivos de análisis. El Modelo 1 incluyó el
análisis de las variables moderadoras (sexo, edad y
ascendencia extranjera), permitiendo comprobar que los
varones tenían una probabilidad superior (en un 15%) a
las chicas de pertenecer al grupo de los delincuentes
graves, y que los jóvenes en el intervalo 14-17 años tenían
una probabilidad mayor en un 22% que los más jóvenes,
de 10 a 13 años, de pertenecer a dicho grupo de
delincuentes graves.
El Modelo 2 mostró que los factores de riesgo a largo
plazo se asociaban a un notable incremento, del 40%, en
la probabilidad de pertenencia de los sujetos al grupo de
delincuencia grave, destacando entre estos factores la
mala conducta previa, la supervisión parental inapropiada
y la desvinculación de la escuela.
El Modelo 3 analizó la contribución a la predicción
delictiva de los factores de riesgo a corto plazo, o
situacionales, y evidenció que en conjunto éstos
mejoraban la predicción del riesgo de delincuencia grave
en un 15%, sobresaliendo en ello las variables ausencia de
vigilantes y el haber consumido alcohol o drogas antes del
delito.
El Modelo 4 comprobó si la acumulación de factores de
riesgo a largo plazo, o históricos, permitía per se predecir
la delincuencia grave, diluyendo el posible efecto
predictivo de los factores situacionales. La acumulación
de riesgos en el desarrollo se asociaba claramente a una
probabilidad incrementada de conducta delictiva grave: la
presencia de un factor incrementaba esta probabilidad en
un 27%; dos lo hacían en un 32%; tres en un 41%, y 4-6
en un 45%. Sin embargo, los factores situacionales o a
corto plazo, cuya interacción fue explorada por el Modelo
5, no mostraron efectos acumulativos, sino aislados, sobre
la predicción delictiva.
Las principales conclusiones de Van der Laan et al.
(2009) fueron las siguientes: 1) un solo factor de riesgo
histórico (individual, familiar o escolar) tiene mucha
menor relevancia que la acumulación de diversos factores
de riesgo; 2) la incorporación de factores situacionales
(ausencia de vigilantes y consumo de alcohol/drogas
previo al delito) mejora la predicción de la delincuencia
grave; 3) considerados uno a uno, la fuerza predictiva de
un factor situacional puede incluso ser superior a la de un
único factor histórico; sin embargo, la acumulación de
factores de riesgo en el desarrollo (es decir, a largo plazo)
muestra mayor capacidad predictiva de delincuencia
grave que la que tendrían los factores situacionales per se.
Estos resultados avalarían parcialmente la teoría ICAD
de Farrington (2008c) y sus predicciones, en cuanto que la
acumulación de riesgos a largo plazo es decisiva para la
anticipación de las carreras delictivas, cuya probabilidad,
además, se ve incrementada por la presencia de elementos
situacionales.
De modo semejante a como la interacción entre riesgos
parece contribuir a la probabilidad delictiva en mayor
cuantía que cada factor de riesgo en solitario, así sucede
también en lo relativo a la reincidencia delictiva. LeBel,
Bunett, Maruna y Bushway (2008) analizaron una
muestra de 130 delincuentes contra la propiedad,
correspondientes al Oxford Recidivism Study, a quienes se
entrevistó a su salida en libertad, tras cumplir una pena, y
de los que se efectuó un seguimiento durante diez años.
Los resultados obtenidos claramente apoyaron un modelo
subjetivo-social, en el sentido de que la probabilidad de
reincidencia se asoció tanto a los estados subjetivos de los
sujetos con antelación a su excarcelación como a las
circunstancias y condiciones sociales que posteriormente
experimentaron.
12.1. INTRODUCCIÓN
Los medios de comunicación podrían dar la impresión
de que la delincuencia es un asunto espectacular, morboso
y violento. Un análisis del espacio que cinco periódicos
españoles dedicaron a reportajes sobre la delincuencia,
midiendo el tamaño de cada noticia, mostró que dominan
los reportajes sobre delitos violentos. Dentro del espacio
dedicado a sucesos, se encontró que un poco más de la
mitad relataba sucesos dirigidos contra las personas, y una
cuarta parte atendía a sucesos relacionados con el
terrorismo. Solamente un 15% de las noticias se referían a
delitos contra la propiedad, y la gran mayoría de estos
reportajes comentaban hechos espectaculares, como
estafas y atracos, y no el robo común (Fernández,
Herreros, Saenz et al., 1995). Una investigación paralela
analizó la programación de cinco cadenas de televisión
durante una semana entera, y contabilizó 427 relatos de
homicidios o asesinatos, pero solamente 67 sobre robos y
hurtos (Medina Galera, Mesa, Reina et al., 1996).
Sin embargo, el delito por excelencia en España es el
pequeño hurto o robo. En el año 2010, de 1.262.422
delitos y faltas denunciados a la Policía y a la Guardia
Civil, más de 1.100.000 fueron contra la propiedad,
mayoritariamente hurtos y robos (MIR, 2011).
Un ratero actuando en un dibujo del Siglo XIX, Francia.
12.2. EL HURTO
Lo que podríamos denominar hurto “profesional”,
conocido al menos desde las ferias medievales, suele
comportar tres pasos: la distracción, el golpe y la
dispersión. En la actualidad es más conocido en boutiques
o en joyerías, y su desarrollo es como sigue: mientras una
o varias personas distraen al dependiente, otra se lleva la
mercancía y la pasa rápidamente a una tercera, para que,
en el caso de que las identifiquen y cacheen, la persona
que sustrajo la mercancía no lleve nada encima. Esta
técnica es también típica para carteristas que actúan en
equipo (Sutherland, 1993a).
En España el hurto ha descendido: aunque las
estadísticas oficiales del Ministerio del Interior (Cuerpo
Nacional de Policía y Guardia Civil) solo deslinda el
hurto de los otros delitos contra la propiedad en su versión
más leve, es decir como una falta, podemos deducir que
tanto en esta modalidad como en la de delito (cuando lo
sustraído supera los 400 euros) ha descendido en el año
2010, siguiendo la tendencia general de la delincuencia
contra la propiedad. En efecto, las faltas de hurto fueron
en ese año 490.305, mientras que en 2009 hubo 495.146,
y 524.489 en 2008. La tendencia general en los delitos
contra la propiedad es la de una disminución suave que
comienza en el año 20033.
La descripción clásica de la actuación de los ladrones
habituales puede encontrarse en el libro de Sutherland,
original de 1937 (1993a), “Ladrones profesionales”
(Professional thief), donde el creador de la teoría de la
Asociación Diferencial lleva a cabo un estudio clásico,
uno de los pioneros de las llamadas “historias de vida”, en
este caso en torno al ladrón profesional Broadway Jones
(alias Chic Conwell). Al esforzarse en comprender el
mundo desde el punto de vista del delincuente, Sutherland
hizo mucho más que analizar en detalle el lenguaje,
habilidades para el robo y estilo de vida de los ladrones
profesionales, ya que los presentó como seres humanos
con deseos y necesidades normales, bien lejos del modelo
patológico del delincuente, según el cual este y el
“hombre honrado” estarían separados por el abismo de
una psicología enferma e innata que caracterizaba al
primero. En efecto, Sutherland detalla de modo vívido
cómo el delincuente ha de cuidar con esmero las escenas
de sus “golpes”. Así, el ladrón profesional que trabaja
solo, tiene, ante todo, que actuar de una forma que no
levante sospechas. Tiene que ir bien vestido, parecer un
cliente importante, y apoderarse de dinero o mercancía de
una manera rápida y discreta. Sutherland (1993a) también
aporta el ejemplo del ladrón que se hace pasar por
empleado de banco; con la vestimenta correcta, se coloca
un lápiz detrás de la oreja y circula por el banco con toda
naturalidad.
Sin embargo, la gran mayoría de los hurtos en
comercios y oficinas los comete el “aficionado”, es decir,
el cliente normal que, aprovechando la oportunidad, se
lleva un poco de mercancía. Este tipo de ladrón es más
fácil de identificar para el personal de seguridad de la
tienda, ya que una serie de características lo delatan: está
más nervioso, mira más a los demás clientes que a la
mercancía y suele dar varias vueltas por la estantería antes
de meter una prenda u otro objeto en su bolso o dentro de
sus ropas (Murphy, 1986).
Hay pocos datos fiables sobre la extensión de este
fenómeno. En el cuadro 12.1 se observa, a partir de una
encuesta a jóvenes españoles, que un 8% de los chicos y
un 5,1% de las chicas habían robado en una tienda
durante el último año.
Otro método para investigar el fenómeno de hurto en
tiendas y almacenes es vigilar discretamente a clientes
elegidos al azar, con un equipo de observadores que
comprueban si se llevan mercancía sin pagarla en la caja.
Un estudio de los Estados Unidos (citado en Murphy
1986: 50) indicaba que un cliente de cada 15 robaba algo.
El valor medio del objeto robado era escaso. Solamente
uno de los 109 ladrones detectados fue identificado por el
personal de seguridad del establecimiento. Asimismo,
dicho estudio indicó, al contrario de lo que resulta de las
encuestas de autodenuncia, que las mujeres robaban más
que los hombres en las tiendas.
Un tercer método para conocer los robos y hurtos en
tiendas es basarse en datos contables de los grandes
almacenes, donde constan las cifras de pérdidas por hurto.
De un resumen de estas estadísticas (López Bonilla 2001)
resultaba una cifra de pérdidas, cuyo origen se
desconocía, de alrededor del 1% en el comercio minorista
español. Eso correspondía en 1995 a una suma de 811
millones de euros.
Esta pérdida desconocida se desglosaba en tres grupos:
1. Hurtos externos que se refieren a sustracciones de los
clientes,
2. Hurtos internos, cometidos por empleados y
proveedores,
3. Errores contables donde no ha ocurrido ningún robo.
Las cifras de pérdidas varían bastante según el tipo de
comercio, siendo los grandes almacenes, las tiendas de
apertura 24 horas y las tiendas de bricolaje las que más
pérdidas sufren.
Una de las razones que explicarían este fenómeno
podría ser la escasa inversión en medidas de seguridad.
Tiendas de bricolaje y hogar, por ejemplo, según este
estudio, invertían un 0,27% de su facturación total en
seguridad, y perdían un 2,56% en hurtos. Seguramente
sería rentable para estos negocios mejorar la seguridad y
así conseguir reducir sus pérdidas.
Es interesante que el nivel de hurtos en comercios varíe
mucho entre empresas que venden las mismas
mercancías, lo que sugiere determinadas circunstancias y
modos de funcionamiento, pueden hacerlo más o menos
probable. Es decir, aunque los hurtos no pueden
eliminarse por completo, el número de hurtos se puede
reducir. La actitud resignada, consistente en calcular un
cierto volumen de hurtos como inevitable, hace que el
costo del robo recaiga sobre los precios de la mercancía
que pagan los clientes honrados, lo que es a todas luces
inapropiado e injusto.
A muchos negocios les falta un plan coherente sobre
cómo reducir los hurtos. Este plan debe empezar con el
diseño del local, las puertas, la colocación de estanterías y
las cajas. También debe incluir una formación específica
de los empleados: qué hacer con clientes sospechosos,
cómo mantener un control sin abrumar a los clientes, etc.
Es importante incentivar a los empleados para poder
reducir los hurtos; por ejemplo, dar un plus salarial si se
consiguen reducir pérdidas de mercancía o convenir la
contratación de más personal durante las horas y días en
que los empleados se ven desbordados por avalanchas de
clientes (en el capítulo 24 se trata el asunto de la
prevención situacional o medioambiental, que afecta
particularmente a los comercios y lugares abiertos al
público).
Al final, hay que establecer una colaboración
sistemática con la Justicia. Por un lado, si hay gran
impunidad, aumentarán los hurtos; por otro, la disuasión
no afectará de igual forma al ladrón aficionado (para el
que puede ser suficiente la vergüenza de ser llevado a la
oficina de seguridad y abonar el precio de la mercancía)
que al profesional (al que tal solución no disuadirá). Por
todo ello, solo una rutina ágil de colaboración con la
Policía y los Juzgados permitirá disuadir a los potenciales
ladrones e identificar a aquéllos que puedan robar grandes
cantidades.
12.3.3. La receptación
El mercado de reventa de objetos robados es
fundamental para el ladrón. Video-cámaras, aparatos
sofisticados de comunicación, joyas, ropas u otros objetos
tienen que convertirse en dinero metálico. A estos efectos,
existen varios canales de distribución, entre los cuales se
pueden mencionar los siguientes:
El receptor profesional. Es un contacto fijo, que compra
cualquier objeto con discreción y agilidad. Puee ser un
chatarrero, vendedor ambulante u otro que venda
mercancías de segunda mano, pero pocos ladrones tienen
acceso a un receptor profesionalizado de este tipo.
Prestamistas. Regentan tiendas especializadas en la
compra de joyas y oro. Con el control legal de las
transacciones y la obligación de pedir documentación a la
persona que vende un objeto de valor, este tipo de
negocio se ha reducido. No obstante, en países con leyes
más laxas o de escasa aplicación, algunos de estos
negocios siguen siendo una buena salida para el fruto del
robo (ver cuadro siguiente sobre La Realidad
Criminológica).
Traficantes. A los que venden drogas, algunos
consumidores con frecuencia les ofrecen, como pago por
la droga, mercancía robada, en vez de dinero en efectivo.
De este modo algunos traficantes podían expandir su
negocio, convirtiéndose también en receptores de objetos
robados.
Amigos. También existe el robo “a medida”, a partir del
encargo de amigos u otros contactos.
Transeúntes en la calle. Lo menos profesional (y más
arriesgado) en esta materia parece el ofrecimiento de
objetos robados a la primera persona que el ladrón se
encuentra en la calle, lo que comportará escasas
posibilidades de realizar un buen negocio. Los objetos de
segunda mano tienen difícil salida en países saturados de
bienes de consumo, aunque pueden ser objetos codiciados
en otros países.
LA REALIDAD CRIMINOLÓGICA
Comercio con objetos robados en Durango, México
La Voz de Durango, 12 de febrero de 2012
Muchos de los artículos que son robados en domicilios particulares de la ciudad,
aparecen exhibidos en las casas de empeño, aseguró la regidora Patricia Jiménez
Delgado, quien pide a las autoridades revisar estos negocios, ya que están aceptando
aparatos de dudosa procedencia, lo que alienta a los amantes de lo ajeno a seguir
cometiendo sus fechorías.
A pesar de que en el 2009 fue aprobada la “Ley que regula las Casas de Empeño
en el Estado de Durango”, en la práctica, solo constituye como muchas otras, un buen
intento por establecer normatividad sobre un tema de impacto social, pero no es otra
cosa más que letra muerta.
En un posicionamiento que realizó la regidora en la sesión del pleno del cabildo el
día de ayer, refirió que de acuerdo a las estadísticas, los robos a casa habitación se
han incrementado considerablemente y muchas de las víctimas de este delito han
externado que sus pertenencias las han observado en negocios que prestan dinero a
cambio del empeño.
De acuerdo a ley en referencia, las Casas de Empeño están obligadas a solicitar una
identificación y comprobante de domicilio al pignorante [el que entrega en préstamo]
para la formalización del contrato que se efectúa para recibir el artículo de valor, pero
en muchas ocasiones estos requisitos no se solicitan.
Además, cuando los dueños de los establecimientos tengan sospecha sobre la
procedencia de los objetos ofrecidos en prenda, deben solicitar la factura de los
mismos.
Efectivamente, la mayoría de las personas no tienen la cultura de pedir y guardar
las facturas de los artículos que adquieren en las tiendas, sin embargo, los dueños de
Casas de Empeño a criterio, deben solicitarlas.
La edil pidió a las autoridades estatales revisar estos negocios por ser de su
competencia. “Entre más apliquemos el reglamento, se puede ir inhibiendo el delito
del robo, porque si los ladrones que roban en domicilios, sustraen objetos del interior
de los vehículos y asaltan negocios, tienen donde llevar estos artículos, pues es como
seguir alentándolos, porque finalmente lo que buscan es obtener dinero aunque sea
poco por lo robado”.
6. Junto a esto hay que recordar que los delincuentes no siempre son tan racionales
como el modelo de la Elección Racional sugiere. La investigación señala que hay
una enorme variabilidad en este punto: algunos delincuentes profesionales pueden
ser muy calculadores de los beneficios y costos de implicarse en un delito, pero
para muchos delincuentes parece que la toma de decisiones está sesgada en favor
de un modelo limitado o simplificado, donde el interés parece ponerse solo en los
resultados (beneficios) positivos esperados, y no en la probabilidad real de que
tales beneficios se produzcan o en los costos implicados.
CUESTIONES DE ESTUDIO
1. ¿Cuál es el delito por excelencia en España?
2. ¿Qué métodos existen para estudiar el fenómeno del robo en tiendas y almacenes?
3. ¿Cuáles son las zonas urbanas de mayor riesgo de sufrir robos y hurtos?
4. ¿Qué conclusiones pueden extraerse de las entrevistas realizadas a ladrones
profesionales?
5. ¿En qué consiste la llamada “toma de decisiones racional limitada o simplificada”?
6. ¿Qué podrías concluir acerca del perfil del delincuente contra la propiedad?
7. ¿Qué puede resumirse sobre la psicología del delincuente contra la propiedad?
8. Extrae las principales conclusiones relativas a las motivaciones de los delincuentes
que roban en tiendas y a las características de los que emplean la violencia en los
robos.
9. ¿Puedes pensar en algunos ejemplos de la ficción (películas o novelas) donde los
delincuentes contra la propiedad actuaran de un modo muy racional, y otros donde
actuaran desafiando a la razón, es decir, sin meditar nada sobre riesgos y
beneficios?
13.2.3. El asesinato
Aunque no dominan numéricamente, también se
producen asesinatos y homicidios donde el autor actuó
con premeditación. Se pueden clasificar los asesinatos en
varias subcategorías:
Causas políticas o religiosas. Aquí se incluyen los actos
de terrorismo, fenómeno al que dedicaremos un capítulo
más adelante.
Asesinos múltiples en un solo acto (mass murderers).
Aunque el autor de matanzas pueda ser calificado de
enfermo mental, su actuación tiene cierta “lógica”. Con
mucha frecuencia se trata de una venganza contra su
familia, su pueblo, o sus colegas o amigos. La acción
suele ser premeditada, y suele buscarse que muera el
mayor número de personas posible. Es frecuente que
termine con el suicidio del autor.
“Spree killers”. Este término americano, de difícil
traducción —pero que en ocasiones se transcribe como
“asesino en cadena” o “itinerante”—, abarca situaciones
donde un crimen, por ejemplo un atraco a un banco, ha
acabado mal, los autores del atraco han utilizado las
armas para poder escapar, y en su desesperación siguen
matando en su fuga posterior. Un asesinato más o menos
importa poco en una situación donde todo ya está perdido.
Ahora bien, tal denominación se aplica generalmente a los
individuos que matan por el hecho de hacerlo, sin
necesidad de que haya un móvil material o que tal acción
homicida sea el resultado inesperado de un delito anterior.
La idea general es que alguien mata a varias personas en
una misma secuencia temporal, aunque dicha secuencia
pueda tener ciertas interrupciones, y acontezca en
diversos lugares. Es decir, el asesino se desplaza matando.
Asesinos en serie. En la gran mayoría de los casos de
homicidio, parricidio y asesinato, la policía puede
identificar al autor sin grandes investigaciones. Por la
cercanía entre víctima y autor, y la existencia de testigos y
pruebas materiales, no suelen existir dudas fundadas sobre
quién lo ha hecho, por lo que aproximadamente un 90%
de los homicidios se aclara. Los casos de película no
tienen mucha relación con los casos que la brigada
policial de homicidios encuentra. Sin embargo, quedan
por resolver un 10%. Estos homicidios no necesariamente
han sido cometidos con más profesionalidad, sino que
puede que la investigación judicial se realizara de forma
inadecuada debido a varios motivos: por empezar
demasiado tarde, por no precintar el lugar del hecho hasta
que se realizó la inspección ocular, por centrarse
demasiado en una línea de investigación sin atender
debidamente a otras alternativas, etc.
En unos pocos casos ocurre que una persona, por
motivos sádicos, sexuales, o por alcanzar el éxtasis
emocional que algunos individuos podrían pretender
como resultado del hecho de matar, asesina a un
desconocido y logra no ser identificada. El éxito obtenido
al salir impune de su crimen, da lugar a ilusiones de
grandeza y sentimientos de plenitud, y el autor repite.
Tradicionalmente, suele requerirse la existencia de tres
víctimas para que el individuo entre en ese grupo
“selecto” de asesino serial, pero en los últimos años
algunos autores apoyan la idea de que dos sería un
número ya suficiente (Garrido, 2012). En estos casos, el
autor puede tener una inteligencia por encima de lo
normal, pero son los menos; en contra del estereotipo, los
casos más recientes de asesinato serial en España (El
cuidador de Olot, Remedios Sánchez, el Asesino de la
baraja, Tony King, etc.) no evidenciaron una inteligencia
sobresaliente, aunque sí una fría determinación de seguir
con los planes (un estudio de estos asesinos aparece en
Garrido y López Lucio, 2006). Son mucho más comunes
otros rasgos como una personalidad trastornada
(típicamente una psicopatía), preparar los asesinatos con
cierta premeditación, tener algo de conocimiento de las
pesquisas policiales y cómo evitarlas, y saber permanecer
bastante tiempo sin despertar sospechas (ver más
adelante). Sin embargo, ocurren poco casi quinientos
homicidios consumados al año en España y solo unos
pocos se pueden atribuir a este perfil de autor.
Vamos a ocuparnos con mayor detenimiento de estos
asesinos, bajo el epígrafe general de “asesinos múltiples”.
**Valores de Odds Ratio (OR) o número de veces que los niños que
presentaban el factor tenían mayor probabilidad de cometer un delito violento
en comparación con los que no lo presentaban, cuando tenían una edad
situada entre los 10 y los 20 años. El * indica que la diferencia es
estadísticamente significativa.
11. Existen psicópatas integrados, personas que por su inteligencia y nivel social
actúan de manera ilegal y no son detectados. Un campo particularmente idóneo
para estos sujetos es el mundo de las finanzas y las empresas. No cabe duda que se
hace necesario tomar conciencia de este problema con objeto de generar más
controles en estos ámbitos profesionales, dado que el daño y los costos sociales
pueden ser muy elevados.
CUESTIONES DE ESTUDIO
1. Busca información sobre la delincuencia violenta en España en el siglo XX. ¿Había
más o menos violencia hace veinte o treinta años?
2. Si la disponibilidad de armas de fuego influye en el número de homicidios,
también debe de ser apreciable su impacto en otros tipos de sucesos,
particularmente en el número de suicidios. Investiga la relación entre suicidios y
homicidios.
3. ¿Qué puedes concluir del gráfico que muestra la distribución de la presencia de
armas de fuego en los diversos países y los niveles de violencia que poseen?
4. ¿Cómo se dividen los asesinos múltiples?
5. Busca un caso de asesinato serial o múltiple en internet o en la bibliografía
especializada y resume los aspectos esenciales del caso. Pon el énfasis en lo que
podría entenderse como factores etiológicos (personales y situacionales) del
mismo.
6. Enumera las características más relevantes de la psicopatía.
7. ¿Qué relación hay entre la psicopatía, la emoción de la ira y la violencia
autodirigida?
8. ¿Cómo se relacionan los diferentes factores de la PCL-R y la violencia?
9. ¿Qué diferencia hay entre los psicópatas primarios y secundarios?
10. ¿Qué es la “tríada oscura”?
11. ¿Qué relación o influencia posee el rasgo del narcisismo en la violencia?
12. ¿Qué se puede concluir en relación al tratamiento de los psicópatas?
1 http://www.unodc.org/unodc/crime_cicp_surveys.html
2 Fuente: Material inédito de las encuestas en Málaga (Díez Ripollés et al.,
1996).
3 The New York Times, 28 de enero de 2005.
4 Este asesino operó entre 1966 y 1974, y nunca fue capturado. Escribió 21
cartas a la policía y a los periódicos. Dejaba su firma consistente en una
cruz rodeada de un círculo.
5 David Berkowitz, conocido como el “Hijo de Sam”, y como el “asesino del
calibre 44”, porque ésta era el tipo de arma que empleaba en sus
asesinatos. A diferencia del asesino del zodíaco, Berkowitz solo escribió
dos cartas, dirigida una a los periódicos, y otra a la policía. Años después
de ser condenado a cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional
tuvo una conversión religiosa y llegó a ser Pastor de una Iglesia
protestante (ver Garrido, 2012).
6 Curiosamente, esta idea está detrás del canibalismo practicado por muchas
tribus primitivas: si los guerreros se comen a su enemigo, su fuerza pasará
a los vencedores.
7 No queremos decir que no tenga incidencia en los homicidios (que la tiene),
sino que el número de estos es pequeño en comparación con otros países
de Europa, como antes señalamos.
8 Ver un resumen del Informe en El País, de 30 de enero de 2006.
9 El País, 11 de junio de 2012.
10 Rogamos al lector que no considere que nosotros apoyamos sin reservas
un origen biológico pleno de la psicopatía (véase Garrido, 1993). Más
bien la referencia a Meloy tiene el valor de la expresividad con que este
autor refiere sus estudios de la emoción de los psicópatas.
11 Trastorno por déficit de atención e hiperactividad.
12 Término que procede de la obra de Nicolás Maquiavelo “El Príncipe”
(1511), donde se aconseja el uso de cualquier medio de manipulación al
alcance del Príncipe para obtener y conservar el poder.
13 No obstante, como apuntan los propios autores (López Romero et al.,
2012), es posible que la investigación que relaciona los estilos educativos
de los padres y la psicopatía se vean afectados por un doble proceso: por
una parte, por la herencia compartida entre hijos y padres, de tal modo que
tales síntomas en los niños responderían a características heredadas de los
padres; y por otra, que los niños difíciles de educar podrían evocar unas
respuestas más autoritarias en los padres, las cuales no se producirían si
los niños no tuvieran conductas aversivas en el trato con sus padres.
14. ENFERMEDAD MENTAL,
ALCOHOL, DROGAS Y
VIOLENCIA
14.1. INTRODUCCIÓN 657
14.2. ENFERMEDAD MENTAL Y VIOLENCIA 658
14.3. TRASTORNO ANTISOCIAL, PSICOPATÍA Y ABUSO DE
SUSTANCIAS 663
14.3.1. Trastorno antisocial de la personalidad y abuso de sustancias
664
14.3.2. La transmisión de una asociación 668
14.3.3. ¿Qué es lo que se transmite? 671
14.3.4. La precocidad como precursor de riesgo 672
14.3.5. Los psicópatas 673
14.4. INCENDIOS INTENCIONADOS 679
14.4.1. Tipología de incendiarios 681
A) Por beneficio o lucro 681
B) Por animosidad o venganza 681
C) Por vandalismo / excitación 682
D) Para ocultar un crimen 682
E) Por razones políticas 682
F) Piromanía 683
14.4.2. Patologías mentales asociadas 683
14.4.3. Conclusión incendiarios 685
14.5. CONCLUSIONES 685
PRINCIPIOS CRIMINOLÓGICOS Y POLÍTICA CRIMINAL 688
CUESTIONES DE ESTUDIO 688
14.1. INTRODUCCIÓN
Los trastornos mentales y la violencia son viejos
compañeros de viaje. Ya en la literatura y el teatro de la
Antigüedad hallamos numerosos ejemplos de cómo el
vino y la locura acompañaban actos de venganza o
crímenes, los cuales a su vez eran explicados por la acción
de esas fuerzas externas e internas sobre el hombre. Es
decir, través de la historia la sociedad ha tendido a creer
que la enfermedad mental y la violencia son dos
fenómenos muy vinculados. El mismo Shakespeare lo
reflejó así en varias de sus obras, como “Enrique IV” o
“La fierecilla domada”. Esta visión es importante porque
mediatiza la relación de la gente con los enfermos
mentales y la política de salud mental de las autoridades.
Pero, en el siglo XXI, ¿qué hay de cierto en ello?
Como veremos en este capítulo, la existencia de esa
asociación hoy en día parece demostrada, si bien
cuantificarla es una cuestión más compleja. Dentro de los
trastornos mentales nos vamos a detener en dos tipos, los
que sin duda tienen mayor relevancia en la Criminología:
las enfermedades mentales graves conocidas como
psicosis, y los trastornos de personalidad del grupo B del
Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos
Mentales DSM-IV, y más en concreto del Trastorno
Antisocial de Personalidad (TAP en adelante) —y por
extensión de la psicopatía—, por ser el diagnóstico por
excelencia del delincuente multirreincidente y violento
(Garrido, 2003).
Así pues, en esta primera parte nos ocuparemos de las
psicosis y la violencia, y en la segunda de la asociación
entre el diagnóstico de TAP / Psicopatía y el abuso de
sustancias, lo que se conoce como Patología Dual.
La tercera parte de este capítulo dirige su atención a los
incendiarios, responsables de delitos de enorme gravedad
para toda la sociedad, por el incalculable daño que causan
al medio ambiente, así como a la economía del país y de
los afectados, sin contar las pérdidas en vidas humanas
que en ocasiones también se producen. Hemos incluido el
incendio intencionado en este capítulo por tres razones: la
primera es que una patología mental (la piromanía)
consiste justamente en la compulsión de incendiar, si bien
es cierto que solo una pequeña parte de los incendiarios
son pirómanos; la segunda es que el abuso de sustancias y
otras patologías mentales suelen verse implicados en tales
actos.
F) Piromanía
Muchas veces cree la gente que los incendiarios “están
mal de la cabeza”. Como señalamos en la introducción,
esto dista mucho de ser verdad, y en parte se debe a la
confusión, de la que ya nos hemos hecho eco, entre
“incendiario” y pirómano.
De hecho, a pesar de que la piromanía aparece como
una enfermedad acreditada en el DSM-IV, en el epígrafe
de “trastornos por control de los impulsos”, los
investigadores no las tienen todas consigo. Es decir,
todavía hay autores que discuten en realidad su propia
definición y contenido sintomático, y mientras que unos
destacan esa ausencia de control de los impulsos —que lo
relacionaría con comportamientos como la cleptomanía
—, otros enfatizan el efecto de “placer” o “liberación”
que produce el contemplar las llamas. Y todavía unos
terceros ponen el acento en el carácter sexual de la
satisfacción que provee. Es decir, según esas percepciones
diferenciadas de la piromanía, en el primer caso
dominaría el descontrol del impulso, pero en los otros
estaríamos ante una obsesión y una desviación sexual,
respectivamente.
Recientemente el profesor Shea (2002) ha llamado la
atención sobre un hecho inquietante: el empleo de la
categoría de piromanía en el DSM-IV como un
diagnóstico “por defecto”, es decir, que se aplicaría solo
cuando en el caso concreto no existen indicios que
permitan ubicarlo en una de las categorías anteriores (por
beneficio, animosidad, vandalismo, etc.).
No obstante, y al margen de la piromanía, lo cierto es
que hay diversas investigaciones que han revelado la
asociación entre los trastornos mentales y de la
personalidad y los incendios provocados. Vamos a
ocuparnos de esta cuestión en el apartado siguiente.
14.5. CONCLUSIONES
La relación entre violencia y enfermedad mental
(psicosis) puede plantearse con dos interrogantes: ¿Hay
una relación entre la enfermedad mental y la violencia? Si
esta relación existe, ¿puede predecirse quiénes de entre
estos enfermos llegarán a comportarse violentamente? Las
respuestas a estas preguntas aparecen en la primera parte
de este capítulo: en efecto, hay una relación entre ambos
fenómenos; la enfermedad mental aumenta el riesgo de
ser violento. Y la psicosis esquizofrénica, pero
particularmente los síntomas positivos de la esquizofrenia
(delirios de amenaza, persecución, control), parece que
son los mejores índices predictivos del surgimiento de
respuestas violentas. Por otro parte, el abuso de sustancias
y el alcohol (patología dual) incrementa más la violencia
de los enfermos mentales.
Sin embargo, la violencia resulta más probable si el
sujeto tiene un trastorno de personalidad antisocial o una
psicopatía que una psicosis. Y, desde luego, la presencia
de la patología dual, es decir, el hecho de que estos
sujetos abusen del alcohol o las drogas, hace las cosas
más difíciles, porque los pacientes duales con un trastorno
antisocial de personalidad tienen muchas más limitaciones
a la hora de llevar una vida socialmente competente. Esto
incluye tener un trabajo estable, una relación familiar
armoniosa y una vida alejada del sistema de justicia penal.
En este capítulo hemos visto cómo, invariablemente, el
diagnóstico de este trastorno complicaba las cosas.
Además, tenemos muchas razones para pensar que la
personalidad antisocial puede ser un constructo que refleje
un ‘rasgo genético latente’ donde tendrían asiento muchos
diferentes problemas de integración social, entre los que
se incluirían la delincuencia y la violencia, la
irresponsabilidad social y el consumo abusivo de
sustancias.
Las investigaciones apuntan a que en el ‘núcleo duro’ de
la personalidad antisocial se encontrarían dos dimensiones
principales. En primer lugar la desinhibición conductual o
impulsividad, ya que la ausencia de autocontrol aparece
como un elemento clave en multitud de comportamientos
irresponsables y antisociales. En segundo lugar, la
ausencia de sensibilidad emocional o de sentimientos de
culpa, lo que se refleja en una pobre vinculación
emocional con los otros y en una capacidad importante
para desconectarse moralmente de las repercusiones de
los actos que uno comete.
Estos dos componentes constituyen los pilares sobre los
que se erige el diagnóstico de la personalidad psicopática.
Los psicópatas pueden tener también un diagnóstico de
trastorno antisocial de la personalidad, pero muchos de
los que tienen tal diagnóstico no son psicópatas, ya que
les faltan los rasgos de dureza emocional y manipulación
narcisista típicos de aquéllos. De esto se deduce que es
importante que prestemos atención a la aparición de la
psicopatía en sujetos diagnosticados de TAP, porque se
derivan importantes implicaciones en el campo del
tratamiento.
En efecto, sabemos que los adictos que además tienen
un TAP tienen un peor pronóstico de rehabilitación:
vuelven a consumir drogas en mayor proporción y se
implican en más actos antisociales y delictivos. Pues bien,
creemos que sería muy útil prestar atención a la presencia
de rasgos psicopáticos, por cuanto que habríamos de tener
en cuenta su capacidad para el engaño y la manipulación,
y el efecto que eso pueda tener en el tipo de instrucciones
y recomendaciones terapéuticas que les proporcionamos.
Esto es igualmente cierto cuando trabajamos con jóvenes
adictos, donde la presencia de los rasgos de la psicopatía
añaden una información muy valiosa que no está presente
en la mera constatación de que el joven tiene un trastorno
disocial. Los jóvenes con características psicopáticas
suelen formar parte del grupo de los delincuentes con
carreras delictivas crónicas y violentas. La evaluación del
tratamiento con esta población también resulta crítica,
dado que representan el extremo del comportamiento
delictivo en adolescentes.
¿Cómo puede servirnos el diagnóstico de personalidad
antisocial y en particular el de psicopatía para programar
el tratamiento? Loving (2002), por ejemplo, entiende que
la psicopatía, tal y como es evaluada mediante la PCL-R
permite ya ser de utilidad para el tratamiento de los
delincuentes, y afirma: “Si introducimos a la PCL dentro
de un protocolo de evaluación, nos puede ayudar a la hora
de realizar tareas de selección, implementación de
programas de intervención y en la toma de decisiones a
través de todo el curso del tratamiento” (281).
Loving en particular destaca la importancia de saber
definir programas de tratamiento que descansen en
estrategias que busquen como meta que el delincuente
descubra aquello “que puede obtener de beneficio” si
participa en el programa, al tiempo que le ayude a no
meterse en problemas. Esta aproximación ha sido
denominada por Young et al. (2000) “egoísmo ilustrado”
(enlightened self interest). La idea de una filosofía de
tratamiento basada en este razonamiento sería la
siguiente: en lugar de intentar modificar los aspectos
interpersonales y afectivos que predisponen al psicópata a
actuar de modo antisocial y ventajista, como la empatía o
el sentimiento de culpa —cuya modificación hasta la
fecha no se ha revelado posible— deberíamos emplear un
modelo de regulación de la conducta que destacara la
contención de las conductas disruptivas y la promoción de
conductas positivas que le resulten atractivas, esto es, que
incidan en el desarrollo de una autoestima no relacionada
con la ejecución de actos dañinos.
Por otra parte, la planificación del tratamiento puede
verse beneficiada no solo por la consideración de la
puntuación total, sino atendiendo también a las
puntuaciones derivadas de los factores, así como por el
estudio individualizado de los items. Por ejemplo, un
joven que obtenga una puntuación de 2 en impulsividad y
un 0 en manipulación es evidente que no presenta las
mismas necesidades de intervención que alguien que
obtiene justo lo contrario. Por otra parte, un chico que
obtenga una puntuación moderadamente alta pero que
destaque en el factor 2 (estilo de vida asocial) tiene un
perfil diferente al que presenta un factor 1 (ámbito de
personalidad) elevado pero un bajo factor 2.
Es evidente que el consumo de drogas amplifica muchos
de los rasgos de irresponsabilidad y de desconexión
emocional que presentan los sujetos con una personalidad
antisocial. Sin embargo, por ello mismo resulta crucial
que los programas de tratamiento atiendan de modo
especial a la capacidad que tienen estos sujetos de fingir y
adulterar la realidad en la presentación de los hechos que
hacen a los clínicos y a los familiares. Esto es incluso más
importante si el paciente está cumpliendo una condena
por haber delinquido, ya que su falta de recuperación
puede tener nefastas consecuencias para sus futuras
víctimas.
Finalmente, en el caso de los incendios provocados,
aunque la patología mental y el abuso de sustancias
también están involucrados, la baja tasa de arrestos y
condenas obliga a poner el énfasis en la prevención
situacional del delito: mejores mecanismos de prevención
y de respuesta rápida ante el inicio de un fuego parecen
ser las mejores estrategias a aplicarse.
CUESTIONES DE ESTUDIO
1. ¿Crees que en la actualidad los enfermos mentales están bien atendidos en nuestra
sociedad?
2. ¿Por qué la esquizofrenia paranoide parecer ser la enfermedad mental que más se
relaciona con la violencia?
3. ¿Qué queremos decir cuando hablamos de una “vulnerabilidad latente” ante la
violencia?
4. ¿Qué hipótesis existen que relacionen los trastornos mentales con la violencia?
5. ¿Qué es la patología dual?
6. ¿Por qué la psicopatía no es lo mismo que un diagnóstico de TAP?
7. ¿Cuántos tipos hay de incendiarios?
8. ¿Qué es un pirómano?
15.2.2. Víctimas
A partir de encuestas y entrevistas de victimización
pueden conocerse también las experiencias de abuso
sexual sufridas por las víctimas y, asimismo, las
reacciones y circunstancias naturales en que, en algunos
casos, lograron evitar los delitos (lo que puede tener
implicaciones relevantes para la prevención).
A continuación se presentan algunos ejemplos de abusos
sexuales, extraídos de las encuestas de victimización de
Málaga:
“La encuestada estaba pasando el día en el campo con la familia.
Bajó al río a tomar el sol y al poco rato, un hermano de su tío fue
donde ella estaba y empezó a tocarla. Logró escaparse. No ha
denunciado el delito porque su familia no la cree”.
“Se disponía a cruzar la carretera cuando llegó un individuo que no
la dejaba pasar y, a su vez, no dejaba de tocarla”.
“Cuando volvía de trabajar, en la escalera de su casa, un sujeto
empezó a forcejear con ella. La tiró al suelo pero, ante los gritos de
ésta, huyó. La encuestada piensa que los fines del individuo eran
sexuales. Además, ello pareció confirmarse cuando, esa misma
semana, le ocurrió algo semejante a otra chica del mismo bloque pero,
esta vez, el agresor manifestó su intención de violarla. Ambas señoras
denunciaron el caso y la descripción del individuo coincidía”.
“Un borracho, socio de la discoteca donde trabajaba, se introdujo
detrás de la barra, donde ésta se encontraba, y empezó a tocarla de
manera ofensiva e, incluso, le dio un beso forzado en la boca”.
Fuente: material inédito de la encuesta de victimización de Málaga
(Stangeland, 1995b; Díez Ripollés et al., 1996).
15.2.3. Daños
La mayor parte de la investigación suele concluir que
las víctimas experimentarían importantes efectos
patológicos posteriores, como consecuencia de haber
sufrido abusos sexuales en la infancia. Entre estos efectos,
consumo de drogas, depresión, ansiedad, trastornos de
personalidad (en particular trastorno de personalidad
límite), promiscuidad sexual, disfunción sexual y una
mayor probabilidad, cuando la víctima es adulta, de ser
autora de abusos sexuales con otros niños (Avery,
Hutchinson y Whitaker, 2002; véase también el estudio
que se acaba de comentar de Calle, 1995).
Una de las consecuencias más graves y estudiadas del
abuso sexual infantil es la manifestación de un conjunto
de síntomas que recibe el nombre de trastorno de estrés
postraumático (en adelante, TEP), diagnosticado a partir
de la presencia de sentimientos de miedo, pensamientos y
sensaciones recurrentes vinculados al abuso, y activación
fisiológica intensa (dificultad para dormir, concentrarse,
etc.). Sin embargo, actualmente los investigadores están
en desacuerdo acerca de si verdaderamente existe una
asociación relevante entre el trastorno de estrés
postraumático y el abuso sexual infantil. Aunque los
estudios varían de modo muy notable a la hora de
establecer la tasa de prevalencia, muchos investigadores
creen que los síntomas del TEP ocurren con una alta
frecuencia, y constituyen el núcleo del trauma del abuso
sexual en los niños. La disparidad de los resultados
hallados podría explicarse por diferencias en las muestras
evaluadas, la diversidad de los instrumentos empleados, o
la inexactitud de los diagnósticos de abuso. Por otra parte,
existen igualmente resultados contradictorios en relación
a si el TEP está vinculado con la intensidad (gravedad) y
la duración del abuso.
Con objeto de clarificar esta cuestión, Dubner y Motta
(1999), evaluaron a 50 niños que habían sufrido abuso
sexual, a 50 que habían sufrido maltrato físico, y a 50 que
no habían sido abusados ni maltratados, pero todos los
cuales tenían el común denominador de que estaban
acogidos temporalmente en hogares distintos del suyo
propio. De ellos, 40 niños eran preadolescentes (8-12
años), 72 adolescentes (de 13 a 15 años), y 38
adolescentes-adultos (16-19 años). El abuso, en todos los
casos, se había producido, como máximo, con una
antelación de dos años a la realización del estudio. Los
niños fueron evaluados mediante diferentes pruebas, entre
ellas una entrevista semiestructurada y una escala tipo
Likert de 20 ítems, para diagnosticar un posible TEP.
Dubner y Motta hallaron que los niños sexualmente
abusados presentaban el TEP en el 64% de los casos, por
un 42% para los niños con experiencias de maltrato físico,
y un 18% para supuestos de aquellos niños que no habían
sufrido ni abuso y maltrato. En todas las comparaciones
las diferencias fueron significativas.
La relativa alta tasa de TEP en los niños sin ningún tipo
de abuso pudo deberse, según los autores, a que podrían
haber existido casos de abusos/malos tratos ocultos, o
bien que hubieran sido testigos de otros hechos inductores
del trastorno de estrés postraumático, tales como actos de
violencia conyugal o delitos violentos.
Por otra parte, los resultados de este estudio no
evidenciaron relación entre la duración y gravedad del
abuso y la presencia de TEP, lo que coincide con lo
también hallado por otros autores. Aunque quizás el relato
de los episodios de abuso por parte de los niños, en cuanto
a su duración e intensidad, pudo ser distorsionado —
señalan los autores del estudio—, lo que podría haber
encubierto tal asociación.
En tercer lugar, los datos señalaron que los niños
preadolescentes (8-12 años) presentaban más casos de
TEP que los adolescentes (13-15 años), lo cual sorprendió
dado que distintos autores habían considerado que la
adolescencia constituiría un periodo especialmente
proclive a experimentar este trastorno. Finalmente, como
se esperaba, las chicas evidenciaron más TEP que los
chicos.
Ahora bien, ¿son siempre devastadores en la vida de las
víctimas los efectos del abuso sexual infantil? Para
responder a esta cuestión, Rind, Bauserman y Tromovitch
(1998) evaluaron específicamente el impacto a largo plazo
del abuso sexual infantil (en adelante, ASI). Para ello
realizaron un meta-análisis de 59 estudios publicados
sobre ASI que habían tenido como objeto de evaluación la
población de estudiantes de college (equivalente a tres
años de estudios universitarios). Estos análisis
correspondían a 70 muestras independientes (grupos
experimentales y controles), que en conjunto incluían a
35.703 sujetos (13.704 hombres y 21.999 mujeres),
aunque no en todas las muestras pudieron evaluarse todos
los efectos y resultados que se presentan a continuación
(cuadro 15.5).
Los efectos autopercibidos del abuso se dividieron en
dos categorías: los recuerdos que tenían los sujetos
acerca del periodo pasado de su vida en que sufrieron el
abuso (posibles recuerdos negativos, neutros o positivos);
y la percepción o valoración actual del abuso. También
se incluía una apreciación global de los individuos en
cuanto a si ellos creían que el abuso experimentado había
afectado a sus vidas, y en qué forma.
CUADRO 15.5. Correlatos psicológicos evaluados en las muestras de los
estudios meta-analizados
1. Abuso de alcohol 10. Paranoia
2. Ansiedad 11. Fobias
3. Depresión 12. Síntomas psicóticos
4. Disociación 13. Auto-estima
5. Trastornos alimenticios 14. Ajuste sexual
6. Hostilidad 15. Ajuste social
7. Sensibilidad interpersonal 16. Somatización
8. Locus de control 17. Ideas y conductas de suicidio
9. Sintomatología obsesivo-compulsiva 18. Ajuste (bienestar) general
CUESTIONES DE ESTUDIO
1. ¿Qué significa que la delincuencia sexual constituye un fenómeno criminal
particularmente complejo?
2. ¿Cuáles son y en qué consisten los delitos sexuales más frecuentes y graves?
1 Ambos datos resultarían bastante coherentes entre ellos, en cuanto que una
victimización anual del 1% equivaldría a una victimización acumulada del
22,5% a o largo de 22,5 años, periodo temporal aproximado al que harían
referencia las respuestas de muchas de las mujeres encuestadas, cuyas
edades mayoritariamente oscilarían entre los 25 y 35 años.
16. VIOLENCIA EN LA
FAMILIA
16.1. EL CONTEXTO SOCIO-HISTÓRICO 736
16.2. TEORÍAS DE LA VIOLENCIA HACIA LA MUJER 737
16.2.1. Perspectivas psicológicas 738
16.2.2. La perspectiva sociológica 741
A) La teoría general de sistemas 741
B) Teoría del intercambio social 742
C) Explicaciones estructurales (feministas) sobre la violencia a
la mujer 742
16.3. LA RELACIÓN ENTRE VIOLENCIA FAMILIAR Y LA
VIOLENCIA COMUNITARIA 742
16.3.1. El desamparo aprendido 743
16.3.2. Otras perspectivas alternativas 743
16.4. EL MALTRATO A LA MUJER 745
16.4.1. La investigación en España 745
A) La investigación del IAC de Sevilla 745
B) La investigación del grupo de Echeburúa 750
C) La investigación de la Universidad de Valencia 751
16.5. PREVENCIÓN DE LA VIOLENCIA DOMÉSTICA EN EL
SISTEMA DE JUSTICIA Y EN LA SOCIEDAD 754
16.5.1. El sistema de justicia 754
16.5.2. El homicidio en la pareja y su prevención 758
16.5.3. La prevención en la sociedad 763
16.6. MALTRATO INFANTIL 767
16.6.1. Maltrato infantil: definiciones 768
16.6.2. La familia y el maltrato: una relación oscura 769
16.6.3. Características de las familias según los modelos explicativos
del maltrato 772
16.6.4. Líneas para la prevención 775
16.7. MALTRATO A LOS ANCIANOS 778
PRINCIPIOS CRIMINOLÓGICOS Y POLÍTICA CRIMINAL 781
CUESTIONES DE ESTUDIO 781
(n.s.) no significativo
Fuente: Echeburúa, Del Corral y Amor (2002)
C) La investigación de la Universidad de
Valencia
Aunque la investigación antes analizada del Instituto de
Criminología de Sevilla ya había recogido algunos datos
en este sentido, lo cierto es que existe escasa evidencia
empírica acerca de la posible concurrencia de los tres
tipos de violencia contra la mujer en las relaciones de
pareja: física, psicológica y sexual. Es importante tener en
cuenta que las mujeres no son un grupo homogéneo en su
experiencia como víctimas de la violencia doméstica, por
ello es necesario explorar de modo más detallado el
impacto que tienen en la salud de la mujer estos tipos de
agresiones. Este fue precisamente el objetivo de la
investigación del grupo que dirige Manuela Martínez,
profesora de la Universidad de Valencia (García Linares
et al., 2005).
Como parte de un estudio amplio desarrollado por las
autoras acerca del efecto del maltrato ocurrido en la
relación amorosa sobre la salud de las víctimas, 182
mujeres provenientes de diferentes lugares de la
Comunidad Valenciana fueron entrevistadas durante unas
3 horas, a lo largo de dos encuentros, siguiendo una pauta
estructurada. Las mujeres se distribuyeron en tres grupos:
52 mujeres no maltratadas (MNM), 75 mujeres
maltratadas físicamente (MMF) y 52 mujeres maltratadas
psicológicamente (MMP). En estos dos últimos grupos se
estudió con especial atención en qué medida aparecía
también la agresión sexual, definida ésta de modo muy
exhaustivo, incluyendo desde el sexo forzado hasta la
coacción y amenazas para mantener relaciones sexuales o
visionar pornografía. Algunos de los resultados más
relevantes obtenidos se describen a continuación (cuadro
16.5).
Las autoras señalan que la duración, la frecuencia, la
regularidad y la intensidad de la violencia experimentada
por la víctima son factores de gran importancia a la hora
de considerar el impacto de ésta en la salud de la mujer. Y
añaden: “El hecho de que en más del 50% de los casos la
violencia empiece en los tres primeros años de la relación,
sin que haya ningún acontecimiento desencadenante
relevante, es algo importante de mencionar, porque uno
de los mitos de la violencia doméstica es que comienza
porque el agresor ha sufrido una situación particular de
estrés, o bien se ha debido a que haya empezado a
consumir drogas o alcohol. Por otra parte, también es
digno de señalar que la frecuencia de la violencia está
muy relacionada con el tipo de que se trate: la violencia
más frecuente es la psicológica (se da más de una vez a la
semana en el 75% de los casos), seguida de la sexual y la
física” (p. 118).
Otra cuestión relevante que queremos destacar de su
estudio es la violencia sufrida después de la separación de
la pareja. Se obtuvo la siguiente información: el 71,8% de
las MMF y el 90,9% de las MMP informaron de nuevas
agresiones después de la separación. En las MMF, un
14,3% informaron de nuevas agresiones físicas, el 100%
de nuevas agresiones psicológicas, y ningún caso de
agresión sexual. Por su parte, las MMP informaron que en
todos los casos se dio de nuevo la agresión psíquica, y
además un 5% reveló una nueva agresión sexual.
Finalmente, es importante constatar también que un alto
porcentaje de las MMF sintieron que su vida peligraba
mientras vivían el asalto a cargo de su pareja, y que un
tercio de ese grupo de mujeres tuvo esa misma sensación
durante una agresión sexual. Si tomamos en consideración
las mujeres que sufrieron una agresión psíquica y un
asalto sexual, un tercio de ellas creyeron que su vida
estaba en juego. Concluyen las autoras: “Además, la
capacidad de predecir los ataques variaba entre las
víctimas, desde un 50% de las ocasiones en las víctimas
de asaltos físicos hasta un 33% cuando el asalto era
sexual. Esto nos indica que muchas mujeres no tienen la
oportunidad de tomar precauciones con objeto de prevenir
o hacer frente al ataque” (p. 120).
CUADRO 16.5. Los resultados del estudio de la Comunidad Valenciana de
Linares et al. (2005)
ÁMBITO DE
RESULTADOS OBTENIDOS
EXPLORACIÓN
Las MMF y MMP tendían más a vivir sin pareja que las MNM,
Perfil
pero no existían diferencias significativas en edad (M= 44), nivel
sociodemográfico
cultural (escuela primaria) o empleo.
En la mayoría de las MM (cualquiera de los tipos) el agresor era el
marido, y en más del 60% de los casos la relación se extendía más
allá de los 10 años. El 52% de las MMF y el 40% de las MMP
Relaciones con el dejaron a su pareja; sin embargo regresaron un 21.3% y 14.5%,
maltratador/pareja respectivamente. El número de mujeres que dependía
económicamente de sus parejas era mayor en el caso de las MM
que en las MNM. Un mayor número de MMF (48%) que de MMP
(30%) denunciaron a la policía su situación.
Todas las mujeres que resultaron físicamente maltratadas también
lo fueron psicológicamente, pero no al contrario. En más del 80%
de las MM la violencia comenzó durante la convivencia, y en más
del 50% durante los tres primeros años, sin que las mujeres
pudieran determinar ninguna causa o razón particular. El acto de
agresión más frecuente era de tipo verbal (insultos y
Violencia del
humillaciones), seguido por conductas de dominio (aislamiento
agresor
social, dejarla sin capacidad de decidir), chantaje emocional y
privación económica. En el 70% de las MMF, el agresor amenazó
las vidas de su mujer y familia, y en el 75% la violencia fue algo
regular y periódico. Comparadas con las MMP, el abuso
psicológico de las MMF comenzó antes e incluyó más insultos y
amenazas para sus vidas.
No hay un patrón de respuesta típico, sea el maltrato físico,
psíquico o sexual. Ahora bien, mientras las MMF pueden llegar a
Conducta de la
contraatacar (lo hizo el 37.5% de ellas) cuando sufren agresiones,
mujer mientras
ni éstas ni las MMP contraatacan cuando son asaltadas sexual-
sufre la agresión
mente. De hecho, las MMF y las MMP apenas difieren en sus
respuestas cuando el asalto es sexual o psicológico.
Los dos grupos de MM diferían de las MNM en su mayor
experiencia de abuso físico y sexual en su infancia, pero no en el
Historia de
abuso psicológico. También presenciaron en mayor medida
victimación
violencia entre sus padres (MMF= 29,3%; MMP= 36,4%; MNM=
13,5%).
Fuente: Centro Reina Sofía (2002). Los datos muestran las mujeres mayores
de 14 años por millón de mujeres fallecidas por violencia de sus parejas.
Fuente: Saldaña et al. (1995), citado en Fernández del Valle y Bravo (2002).
Fuente: Fernández del Valle et al., (1999), citado en Fernández del Valle y
Bravo (2002)
CUESTIONES DE ESTUDIO
1. ¿Cuál era la perspectiva tradicional acerca de la violencia en la familia?
2. Resume las principales características de los modelos teóricos que han explicado el
maltrato a la mujer.
3. ¿En qué consiste la teoría de las tres etapas de L. Walker?
4. ¿Cuáles son los elementos comunes que existen entre la violencia familiar y la
comunitaria?
5. ¿Cuáles son las ideas más importantes para la prevención del maltrato a la mujer?
6. ¿Qué se puede concluir de los modernos estudios desarrollados en España?
7. ¿Cuántos tipos hay de maltrato infantil?
8. ¿Qué factores de riesgo se asocian con el maltrato, tanto en las familias como en
los niños?
17.3. CONCLUSIONES
El delito económico y la corrupción constituyen
auténticos riesgos para la estabilidad social y la
prosperidad de las naciones. Los delincuentes de cuello
blanco aprenden a violar las normas y leyes si encuentran
un caldo de cultivo en sus empresas e instituciones para
creer que esas acciones son esperables por parte de los
demás. De este modo se facilita la justificación del delito,
y se aprovecharán las oportunidades para lograr el
beneficio ilegítimo para uno mismo o para la empresa o
institución (partido político, por ejemplo) en la que
trabaje.
La experiencia de estos últimos años ha sido una buena
muestra de que es muy difícil que los sujetos con poder y
responsabilidad se autorregulen. A pesar de que en la
actualidad existen más sujetos capaces de cometer delitos
económicos que no tienen por qué ser gente de gran
influencia y estatus (como definió Sutherland al
delincuente de cuello blanco), especialmente por la
expansión de internet y la telemática, sigue siendo verdad
que la gente en puestos claves de empresas e instituciones
pueden causar graves pérdidas patrimoniales a la
sociedad, además de erosionar la credibilidad en el estado
y sus instituciones. Por ello se hace imprescindible una
apuesta fuerte por generar normas y actividades
preventivas, apoyadas en suficientes recursos para vigilar
su aplicación.
El crimen organizado se ha extendido y diversificado en
los últimos años. Junto al tradicional tráfico de drogas
ahora las mafias tienen otros objetivos como son los
productos falsificados y el tráfico de seres humanos con
fines de explotación sexual, laboral, para la adopción de
niños e incluso para el trasplante de órganos. La
comunidad internacional intenta responder con acuerdos y
tratados, pero parece que la ley siempre va por detrás de
los delincuentes. En buena parte su poder viene de su
enorme capacidad de corromper y comprar voluntades, y
de la existencia de países enteros que actúan casi como
santuarios para sus actividades, bien por connivencia de
sus líderes y dirigentes, bien por pura impotencia.
Frente al crimen organizado, como frente al terrorismo,
el gran desafío de la justicia es ganar en eficacia mientras
al tiempo se respetan las leyes relativas a los derechos
civiles y libertades fundamentales del conjunto de los
ciudadanos. Por ahora va ganando el crimen organizado.
PRINCIPIOS CRIMINOLÓGICOS Y POLÍTICA CRIMINAL
1. El comportamiento delictivo empresarial y administrativo no constituye un campo
aparte para la Criminología, sino que se puede analizar en el marco de sus teorías
generales: las teorías del aprendizaje, de las subculturas, de la oportunidad
diferencial y del control social resultan relevantes.
2. El delincuente de cuello blanco se perfila como una persona con valores hedonistas
y una personalidad narcisista con escaso autocontrol ante las oportunidades de
obtener un beneficio ilegítimo.
3. Un número relevante de delincuentes de cuello blanco cometerán también delitos
comunes como extorsiones, agresiones e incluso homicidios para preservar su
anonimato ante la justicia. Es lo que se ha denominado más recientemente como
“delincuentes de cuello rojo”.
4. Los casos sobre apropiación indebida en las empresas privadas y la malversación
de fondos en el sector público, aunque cada vez salen a la luz con más frecuencia,
siguen siendo a menudo casos desconocidos, así que los datos policiales y
judiciales dan poca indicación de la envergadura total del problema.
5. El fraude telemático y otros tipos de cibercrimen son modalidades delictivas
crecientes que pueden dejar obsoletas otras prácticas tradicionales del robo y de la
estafa. El delincuente profesional siempre adopta la tecnología de su tiempo. Es
imprescindible que tanto los propios consumidores como el Estado desarrollen
unos hábitos y normas de actuación que frenen el avance del delito en la red.
6. La delincuencia económica y la corrupción precisan de leyes eficaces que puedan
disuadir a los delincuentes de sus propósitos. Hasta la fecha los diferentes estados
han mostrado ser bastante deficientes al respecto.
7. Las mafias se parecen cada vez más a corporaciones multinacionales, al tiempo que
algunos políticos y hombres de negocios adoptan métodos mafiosos o se integran
en estas organizaciones criminales. El enorme desarrollo de esta forma delictiva
exige que los gobiernos presten una gran atención a su limitación y erradicación.
8. El que en países en descomposición (como la extinta Unión Soviética) florezcan
rápidamente las mafias, y empleen a delincuentes comunes como miembros de
número, ilustra que toda forma de criminalidad tiende a alimentarse mutuamente.
Los gobiernos deben recordar que no solo el delincuente común es un problema, y
harían bien en considerar los graves perjuicios económicos y de erosión de la
convivencia que se desprenden de la delincuencia organizada.
9. El crimen organizado se expande y difumina debido a la mayor relación existente
entre las diferentes mafias internacionales y a la mayor posibilidad que el mundo
globalizado ofrece para el tráfico de drogas y de seres humanos. La telemática
también facilita la generación de estas prácticas ilícitas y el cobro de sus
beneficios.
10. La existencia de personas en todo el mundo en situación de grave necesidad y los
déficits de control democrático de muchos estados constituyen también elementos
esenciales para la consolidación de esta actividad delictiva.
CUESTIONES DE ESTUDIO
1. Define la delincuencia de cuello blanco y sus tipos.
2. ¿Qué teorías explican esta actividad delictiva?
3. ¿Cuáles son los rasgos generales del delincuente de cuello blanco?
4. ¿Qué formas de delincuencia están al alcance de los que emplean la telemática?
5. ¿Qué puedes decir de la corrupción en España? ¿Qué formas toma?
6. ¿Cómo operan en la actualidad las mafias del crimen organizado?
7. ¿Qué evolución han experimentado tales mafias en los últimos años?
8. ¿Qué dice la Convención de Palermo acerca del control de esta delincuencia?
9. ¿Qué explicación se puede dar al caso de la violencia del crimen organizado en
México?
10. ¿Puedes señalar alguna película o libro de ficción donde el cibercrimen tenga un
lugar destacado? ¿Cómo se explicaría desde lo planteado en este capítulo?
1 Ver:
http://www.transparencia.org.es/BAROMETRO_GLOBAL/BAROMETRO%20GLOB
2 Ver: http://www.transparencia.org.es/
ÍNDICES_DE_PERCEPCIÓN/INDICE%20DE%20PERCEPCION%202011/TABLA_
3 The New York Times, 25 de agosto de 2012: “No crime, no punishment”.
4 Citado de Olivé y Borrallo (1999) p. 23.
5 LEC Art. 282 bis 4.
6 El artículo 6 establece esos delitos del siguiente modo:
a) i) La conversión o la transferencia de bienes, a sabiendas de que esos
bienes son producto del delito, con el propósito de ocultar o disimular el
origen ilícito de los bienes o ayudar a cualquier persona involucrada en la
comisión del delito determinante a eludir las consecuencias jurídicas de
sus actos;
ii) La ocultación o disimulación de la verdadera naturaleza, origen, ubicación,
disposición, movimiento o propiedad de bienes o del legítimo derecho a
éstos, a sabiendas de que dichos bienes son producto del delito;
b) Con sujeción a los conceptos básicos de su ordenamiento jurídico [del país
que suscribe la Resolución]:
i) La adquisición, posesión o utilización de bienes, a sabiendas, en el
momento de su recepción, de que son producto del delito;
ii) La participación en la comisión de cualesquiera de los delitos tipificados
con arreglo al presente artículo, así como la asociación y la confabulación
para cometerlos, el intento de cometerlos, y la ayuda, ayuda, la incitación,
la facilitación y el asesoramiento en aras de su comisión.
7 El País, 8 de agosto de 1993.
8 El País, 8 de agosto de 1993.
9 El País, 25 de febrero de 2006.
10 Informe de AI presentado por su secretaria general, Irene Khan, titulado:
“México: muertes intolerables. Diez años de desapariciones y asesinatos
de mujeres en Ciudad Juárez y Chihuahua”.
11 Ver www.elpasotimes.com/borderdeath/español
FRAUDE
18. EL TERRORISMO
18.1. ORÍGENES Y DEFINICIÓN 828
18.2. CAUSAS 833
18.2.1. ¿Por qué mataban los etarras? 833
18.2.2. ¿Por qué se inmolan matando los terroristas islámicos? 836
18.3. ¿QUIÉNES SON LOS TERRORISTAS? 838
18.4. RESPUESTAS AL TERRORISMO 843
18.4.1. ¿Son los terroristas racionales en su actividad criminal? 845
18.4.2. Una tipología de terroristas 850
18.4.3. Un mayor control sobre la inmigración y las prácticas
religiosas 852
18.5. ESTUDIOS EMPÍRICOS DE LAS MEDIDAS CONTRA EL
TERRORISMO 854
18.6. CONCLUSIONES 856
PRINCIPIOS CRIMINOLÓGICOS Y POLÍTICA CRIMINAL 857
CUESTIONES DE ESTUDIO 858
UN ATAQUE CON GAS TÓXICO A LA HORA PUNTA EN 16 ESTACIONES DEL METRO SIEMBRA EL
PÁNICO EN TOKIO (El País, 21-3-95)
“Un misterioso atentado con sarín, un gas nervioso letal descubierto por los
alemanes en la II guerra mundial sembró ayer el pánico en el metro de Tokio durante
la hora punta matinal y se cobró seis vidas. Seiscientas personas más permanecen
hospitalizadas y unas 3.200 han recibido tratamiento médico (…). La policía, sin
emplear explícitamente la palabra ‘terrorismo’, afirmó que se trata de una ‘acción
premeditada para causar el mayor número posible de muertos’.
[Días después se conoce que los responsables son los miembros de una secta que
se denomina “La Verdad Suprema”, cuyo líder es Shoko Asahara, quien resulta
capturado. Antes de ser apresados cometerán otros crímenes]”.
18.2. CAUSAS
Es posible que la pérdida de influencia de la religión, la
familia, y de otras instituciones culturales y sociales, junto
con los cambios desestabilizadores provocados por las
corrientes post-industriales (y sus efectos en el mercado
de trabajo y en la creación de bolsas de pobreza que se
comparan con gran disgusto con las clases pudientes)
hayan llevado a algunos hombres y mujeres a la
alienación y a la violencia. Al mismo tiempo,
determinados segmentos de la población de algunos
países se muestran reacios a identificarse con la mayoría,
y se refugian en sus identidades étnicas o religiosas. Estos
descontentos en la vida política y social son explotados
por los grupos terroristas para lograr sus propios fines. Sin
embargo, como discutiremos luego, el terrorista islámico
está lejos en muchos casos de ser un marginado.
Adolf Tobeña, un profesor e investigador de las bases
biológicas de la agresividad humana, ha elaborado un
importante trabajo en el que intenta buscar los elementos
comunes de todo terrorismo, adoptando una perspectiva
multifactorial, que incluye desde las bases biológicas del
comportamiento del terrorista, hasta los fenómenos del
contexto político y cultural en el que toma cuerpo el
desarrollo del terrorismo (Tobeña, 2005).
Tobeña explica en su libro las bases biológicas de la
agresión terrorista, así como los fundamentos
antropológicos de la agresión de un grupo hacia otro,
cuando éste es considerado distinto y enemigo. Sobre ello
no hablaremos aquí, ya que excedería el propósito de este
capítulo. Sin embargo sí que procede considerar los
cuatro requisitos que establece el autor como elementos
necesarios para entender por qué hay personas que se
convierten en terroristas. Así, éstos se caracterizan por ser
(1) jóvenes varones que se ofrecen para el crimen, (2) que
buscan obtener determinados beneficios a corto y a la
largo plazo, (3) con el objetivo de derribar el poder del
territorio y sustituirlo por el que representan, y (4) que se
instalan en un contexto ideologizado totalizante.
Julia llevaba unos 15 años casada con Mudhar. Antes hubo otros 6 de noviazgo. En
ese tiempo no tuvo conocimiento de la supuesta actividad de su esposo, acusado de
ser propagandista de Al Qaida y recluta de terroristas. A sus ojos era solo un buen
árabe sin radicalidad. Un hombre digno de confianza.
18.6. CONCLUSIONES
El terrorismo es un tipo de delito que, a pesar de existir
desde el mismo origen de la sociedad ilustrada del siglo
XVIII (revolución francesa), ha adquirido en estos inicios
del siglo XXI una entidad globalizada y difusa, en forma
de Islamismo Radical, que supone una grave amenaza
para muchos países, en particular los occidentales, objeto
de las iras de los seguidores de Al-Qaeda. La brutalidad
de atentados como los perpetrados en Nueva York,
Madrid o Londres es una declaración de principios
diáfana.
En el análisis de las causas aparecen factores sociales,
culturales, religiosos, económicos y psicológicos. Tal y
como se comentó anteriormente, resulta muy perturbador
que muchos de los terroristas (en particular entre los
yihadistas) sean personas cultas, con una buena
integración social en sus países de acogida. Aunque como
es lógico los dirigentes intenten seleccionar a los
“mejores” entre todos los que aspiran a ser bombas
humanas, lo anterior no deja de ser una dificultad añadida
en términos de prevención, porque la integración de los
inmigrantes puede resultar una vía menos eficaz de lo
esperable para evitar los atentados. Junto a nuevos
análisis que permiten valorar la vulnerabilidad de lugares
estratégicos de un país para mejorar su protección frente
al terrorismo (cfr. Apostolakis y Lemon, 2005), sugerimos
el desarrollo de estrategias de prevención que, aun
pareciendo de perfil bajo, constituyen quizás formas más
eficaces de evitar los atentados. Esas estrategias se basan
en políticas de inteligencia y de práctica policial, y deben
ir acompañadas por medidas administrativas y penales
decididas. Sin embargo, considerar la lucha contra el
terrorismo como una “guerra” puede ser una política
global ineficaz, dado que no se dan los criterios
convencionales que la definen (un enemigo específico
declarado, unas fronteras delimitadas, el respeto a unos
mínimos principios que se ajusten a la noción de “guerra
justa” de Waltzer, 1977), y, peor aún, puede provocar la
expansión de las células terroristas al sentirse ultrajada la
población que recibe las bombas. Como escribe Joseph
Margolis: “América está haciendo realidad los sueños
más salvajes de Al Qaeda, a una velocidad que nunca esta
podría haber imaginado” (Margolis, 2004, p. 405). Han
pasado años desede que se realizó esta afirmación. Es
cierto que Al Qaeda no ha vuelto a hacer en Europa un
gran atentado desde Londres en 2005, y desde luego en
Estados Unidos desde el 11/S, pero es evidente a día de
hoy que el terrorismo islámico no va a ser derrotado
mediante una guerra, sino mediante buenos servicios de
inteligencia y políticas eficaces de prevención.
PRINCIPIOS CRIMINOLÓGICOS Y POLÍTICA CRIMINAL
1. En buena medida, el terrorismo se alimenta de una indoctrinación que genera en
los jóvenes sentimientos de odio y distorsiones cognitivas; ello posibilitó
asesinatos como el de Tomás y Valiente (prestigioso jurista) y el de Miguel Ángel
Blanco (concejal del partido popular). Como en la delincuencia común, la
educación orientada a que los menores desarrollen su competencia social y la
conducta de ayuda a los demás parece ser algo ineludible. En qué medida el
contexto político permita eso, es otra cuestión.
2. En los terroristas no existe una mayor presencia de enfermedades mentales que en
otros delincuentes. En los casos en los que la legitimidad otorgada por el pueblo es
mínima, la necesidad de conservar una auto-imagen positiva, junto al
mantenimiento de un estilo de vida peculiar, explican su persistencia en el crimen.
Es difícil ver cómo un estado democrático puede acabar con un problema así;
perdido un fin político, los motivos de conservación del grupo terrorista adquieren
la mayor prioridad.
3. La situación se complica por la existencia de variadas personalidades en los grupos
terroristas. La distribución del poder entre ellas puede dar orientaciones distintas a
sus acciones y a su relación con los poderes públicos.
4. Entre las medidas posibles que pueden poner en práctica los gobiernos para
combatir el terrorismo, la asistencia a las víctimas, la profundización de los
valores democráticos, la coordinación de la justicia internacional y cortar las
fuentes de financiación, parecen ser opciones necesarias, tal y como señala
Naciones Unidas.
CUESTIONES DE ESTUDIO
1. ¿Qué es un grupo terrorista?
2. ¿Por qué ha pasado a ser el terrorismo un problema tan relevante en la
Criminología actual?
3. ¿Cómo se podría describir a un terrorista?
4. ¿En qué consiste el argumento del “gato de Alicia”?
5. ¿Qué tipologías pueden establecerse con respecto a los terroristas?
6. ¿Cuáles son los cuatro elementos que utiliza el profesor Tobeña para describir el
origen de la violencia terrorista tanto de ETA como de Al Qaeda?
7. ¿Qué medidas de prevención pueden realizar los estados democráticos frente al
terrorismo?
19.7. CONCLUSIÓN
Las víctimas del delito piden, cada vez más, una
consideración no sólo en el plano de la comprensión
humana de su condición, sino en el pleno reconocimiento
legal que refrende la moralidad diáfana de lo que
representan en una sociedad democrática: el resultado del
trato injusto que debe ser expresamente minimizado (ya
que no, por desgracia, evitado) por la sociedad y sus
instituciones. Ese reconocimiento expreso es lo que
denunciaba, con la valentía que le caracterizaba, el
profesor Beristain (2005, p. 96), cuando escribió: “En
bastantes centros de enseñanza de algunas profesiones de
España, cuando los terroristas cometen un asesinato,
algunos docentes al comenzar la clase invitan a un minuto
de silencio, pero otros no lo hacen. Y propugnan que no
debe hacerse, porque “la hora de clase no es para eso”.
Las víctimas del terrorismo son víctimas del crimen,
pero sólo desde hace algunos años hemos aprendido a
reconocerlas como tales. En la comprensión de la
amplitud de la victimización en la sociedad
contemporánea podremos profundizar en terrenos cada
vez más amplios del delito en todas sus manifestaciones,
aunque ello suponga cruzar algunas lindes no demasiado
transitadas por la Criminología (como las víctimas del
crimen organizado, la corrupción o las prácticas abusivas
criminales de los Estados). Tal y como hemos explicado,
esa visión sistémica de la delincuencia y la victimización
puede dar importantes frutos en el futuro, al abrir nuevas
vías de prevención.
Profesores e investigadores de Criminología de la Universidad de Murcia. De
izquierda a derecha: Marta Aguilar Cárceles, Rosa Patró Hernández, Samuel
Rodríguez Ferrández y David Lorenzo Morillas Fernández. En la actualidad
sus líneas de investigación se centran en el ámbito victimológico y las
repercusiones criminológicas del trastorno por déficit de atención e
hiperactividad (TDAH). La oferta formativa de la Universidad de Murcia
incluye el Grado en Criminología, dos másteres, uno en criminología aplicada
a la ejecución de penas y otro en criminalística; así como un Título Oficial de
Doctorado Interuniversitario en Criminología con las Universidades de
Granada y Miguel Hernández de Elche.
CUESTIONES DE ESTUDIO
1. ¿Por qué la Victimología es una parte muy importante de la Criminología?
2. ¿En qué consiste la teoría de estilo de vida?
3. ¿Qué es la multi-victimización? ¿Puedes citar factores de protección frente a la
victimización?
4. La parte imputada en un asunto criminal tiene derecho a un abogado de oficio, la
parte perjudicada, no. ¿Por qué existe esta diferencia?
5. ¿Qué tipo de ayuda es más esencial para la víctima de un delito violento? ¿Quién
se responsabiliza de esto?
6. ¿En qué consiste la mediación?
7. ¿Qué debemos entender por una visión sistémica de la victimización?
8. ¿Cómo puede entenderse la prevención de la violencia contra la mujer bajo esa
perspectiva?
9. Haz un estudio sobre las instituciones que, de un modo u otro, prestan atención a
las víctimas en tu localidad.
A) Burocratización
En este modelo se consideró importante delimitar, con
arreglo a la Ley, las competencias policiales, las
situaciones en las cuales se autoriza su intervención, y los
derechos de los detenidos. Se pretende desvincular a la
policía de la política, y potenciar la vigilancia judicial de
la actividad policial5.
Estas reformas conllevan:
• Más “papeleo”, insistencia en que todas las
actuaciones de la policía queden documentadas por
escrito.
• Mayor nivel de disciplina interna.
• Una organización jerárquica y centralizada, con una
mayor división de tareas entre cada brigada o unidad.
B) Motorización
A diferencia de la policía tradicional, que patrullaba a
pie desde varias comisarías pequeñas y dispersas por la
ciudad o desde cuarteles de la Guardia Civil en cada
pueblo, el modelo profesional implica centralización en
macro-comisarías, y atención al público desde una única
sala de denuncias, y desde una central de llamadas y
comunicaciones. Las innovaciones básicas son:
• El teléfono e internet. Con la extensión de la red
telefónica, particularmente a partir de la telefonía
móvil, los ciudadanos pueden fácilmente llamar por
teléfono en caso de urgencia. Por otra parte, la amplia
disponibilidad de internet facilita también el uso del
correo electrónico y otros sistemas de comunicación
telemática.
• El coche. La actividad policial se concentra más en
mantener una flota de coches patrulla, conectados a la
central por radio, y que acuden al lugar donde se
requiere asistencia policial.
• El ordenador. Se establecen bases de datos sobre
penados, detenidos y personas buscadas, un sistema
que permite la identificación rápida de personas, a
través de huellas dactilares u otras características.
Registros sobre vehículos matriculados, propiedades y
licencias también son disponibles en caso de
necesidad.
• Investigación. En el modelo tradicional, se
investigaban los delitos según interés y capacidad. La
policía “profesional” no establece sus propias
prioridades, sino que es instruida para realizar los
mismos pasos de investigación en todos los delitos
denunciados. En un robo con fuerza en las cosas en el
domicilio, por ejemplo, se desplaza la policía
científica al lugar, con el fin de buscar huellas
dactilares y elaborar un atestado sobre la inspección
ocular realizada.
Estas reformas han contribuido, sin duda, a una policía
más legalista, democrática y eficaz. El modelo, inspirado
en reformas policiales de otros países occidentales desde
décadas, todavía no ha sido implantado en España en su
totalidad, básicamente por la variedad de organizaciones
existentes (Guardia Civil, Policía Nacional, Policía Local
y Autonómica) con solapamiento de competencias en
muchos casos, y escasa coordinación de recursos.
No obstante, este modelo policial —todavía un futuro
deseado para los que pretenden reformar la policía
española— ya ha sido llevado a la práctica en otros
países, y ya ha mostrado sus defectos.
Vamos a resumir los puntos principales de la crítica
contra el modelo profesional.
C) Burocratización excesiva
La insistencia en el control sobre las actuaciones
policiales, tanto la instrucción judicial como el control
jerárquico interno, puede crear más preocupación por la
gestión interna y por los informes y atestados que hay que
redactar, que por los problemas de los ciudadanos. La
policía puede llegar a cumplir estrictamente con la
legislación vigente y, sin embargo, carecer de iniciativa
propia para resolver problemas y esclarecer los delitos.
En la literatura sobre la policía se suele distinguir entre
actuaciones “reactivas” y “proactivas”, según quien toma
la iniciativa de la movilización policial (Reiss y Bordua,
1967). La actuación “reactiva” se produce a petición de
las autoridades o de los ciudadanos, mientras la
“proactiva” se pone en marcha a iniciativa de la propia
policía. Si un ciudadano llama a la policía y se envía un
coche patrulla, la actuación es reactiva, mientras que si un
coche patrulla observa algo sospechoso en la calle y se
detiene para investigar, actúa en una forma proactiva.
Cuanto más se formaliza a la policía, mayor automatismo
se producirá en la respuesta policial, y una menor
actividad proactiva.
Un estudio internacional sobre modos de actuación de la
policía en varios países (Bayley, 1985) mostró gran
variedad en la iniciativa propia de la policía, siendo más
frecuente la actuación reactiva. Más de un 90% de las
actuaciones policiales tuvieron lugar a requerimiento
requerimiento de otras partes, mientras la iniciativa propia
o proactiva representó el restante 10%.
CUESTIONES DE ESTUDIO
1. Compara los datos ofrecidos en este capítulo con las teorías de la disuasión del
capítulo 5 ¿En qué tipo de disuasión puede influir la actuación policial?
2. Los ciudadanos, en varias encuestas realizadas a nivel nacional, se manifiestan más
satisfechos con la policía que con el Poder Judicial. ¿A qué se debe esta
diferencia?
3. ¿Qué tipo de control pueden ejercer los ciudadanos sobre la policía a través de
órganos democráticos? ¿Quién está representado en la Junta Local de Seguridad
en tu ciudad? ¿Con qué frecuencia se reúne esta junta? ¿Qué tipo de asuntos
discute?
4. ¿Tú crees que en general, en tu barrio, hay una buena relación con la policía? Si no
es así, ¿cómo podría mejorarse?
C) Delitos violentos
Muchas agresiones entre jóvenes pueden ser el resultado
de recíprocas provocaciones entre individuos, o bien
pueden tener un carácter más bien grupal, y producirse en
defensa del que consideran su propio “territorio” en el
barrio, del logro de su primacía sobre un grupo rival, o en
protección de sus señas de identidad frente a las
agresiones de los grupos “enemigos”. También puede
producirse violencia xenófoba contra extranjeros e
inmigrantes, o contra grupos sociales específicos, como
puedan ser travestís, indigentes u otros.
En España, se detiene anualmente a algo más de
doscientos jóvenes en relación con delitos de homicidio,
lo que supone en torno a un 0,5% del total de las
detenciones de jóvenes, y por delitos de lesión a casi tres
mil jóvenes (en torno a un 6,5% del total de las
detenciones). Aunque en conjunto el número de jóvenes
detenidos se redujo durante el periodo 2002-2006, hubo
un aumento de las detenciones por delitos de homicidio y
lesiones, del 11,57% y del 28,95% respectivamente.
D) Agresiones sexuales
Los delitos sexuales corresponden a una mínima
proporción de la delincuencia tanto en autores jóvenes
como adultos. En 2006 se detuvo a 713 jóvenes por su
presunta relación con un delito de carácter sexual,
aproximadamente una décima parte de la población adulta
detenida por estos mismos delitos (que ascendió a 7.809
personas).
El perfil de los agresores sexuales no suele diferir
mucho del de otros delincuentes juveniles agresivos y
violentos: sujetos impulsivos, con bajo autoconcepto,
poca tolerancia a la frustración, que menosprecian la
figura femenina, con retraso en su desarrollo madurativo
y con serias carencias afectivas, muy influenciables, con
rasgos de agresividad física y verbal, con falta de
internalización normativa y de sentimientos de culpa, y
con dificultades de aprendizaje. Muchos suelen pertenecer
a familias con problemas de afecto y violencia entre sus
miembros, y en las que el modelo educativo ha sido de
negligencia y falta de control.
A) Equidad de la Ley
Por ejemplo, Pérez Jiménez (2005) analizó el
funcionamiento del sistema de justicia juvenil a partir de
la teoría del etiquetado o labelling approach. Su punto de
partida, o hipótesis, fue la siguiente: “Considero que en el
procedimiento penal de menores la selección [la inclusión
de estos en el sistema], no solo se produce, sino que
refuerza el proceso estigmatizador iniciado en otras
instancias informales, siendo la situación de desventaja
social la que tiene un mayor efecto en la posibilidad de ser
etiquetado como delincuente […]” (p. 135). A
continuación Pérez Jiménez definió operativamente las
“medidas más restrictivas” como aquellas que, dentro de
la LORPM, suponen un internamiento del menor
(incluyendo también el internamiento abierto y el
terapéutico) o bien la permanencia de fin de semana en su
propio domicilio o en un centro. Para valorar la posible
situación “personal y sociofamiliar más desfavorecida” de
los menores, la autora se basó en los informes del equipo
técnico de los juzgados, que pudieran poner de manifiesto
dicha condición.
Su estudio empírico incluyó dos muestras
complementarias: una de 242 casos de menores, incoados
en tres juzgados de Andalucía en los años 1998, 1999 y
2000, conforme al procedimiento de la previa ley de
menores LO 4/92; y una segunda muestra integrada por
300 casos, juzgados también en Andalucía, pero de
conformidad a la vigente ley 5/2000. La hipótesis de
partida de la autora no pudo ser confirmada a partir de los
datos. Tanto en la primera muestra como en la segunda
abundaron tanto los jóvenes que provenían de situaciones
personales y sociales favorables como aquellos en
situaciones desfavorables. Y tales factores no parecieron
guardar relación con el tipo de medidas, más o menos
restrictivas, impuestas por los tribunales de menores.
B) Desjudicialización e interés del menor
Rechea y Fernández Molina (2006) evaluaron la
utilización que jueces y fiscales realizaban de las medidas
previstas por la ley vigente, y, en concreto, en qué grado
se empleaban con los menores actuaciones tendentes a
desjudicializar los casos, es decir, a evitar que el joven
pasase por las diferentes etapas y situaciones a que puede
verse sometido en el marco del sistema de justicia juvenil.
Con tal fin, distinguieron entre las acciones desarrolladas:
a) por el fiscal, el cual, de acuerdo con el artículo 18 de la
LORPM, puede suspender el proceso si el menor es
primario y el delito no es grave; y b) las llevadas a cabo
por el juez, quien, en virtud de la filosofía implícita en la
justicia de la restauración, puede ofertar a las partes el
cierre del procedimiento, con tal de que el delincuente
juvenil se avenga a reparar el daño causado a la víctima, o
bien participe en alguna actividad social acordada, o
llegue a conciliarse de algún otro modo con la víctima
mediante un proceso de mediación.
Según datos de 2002, es decir, prácticamente al inicio de
la aplicación de la nueva ley de menores, las autoras
hallaron que un porcentaje importante (del 43%) del
conjunto de las causas judiciales iniciadas con menores,
finalizaba realmente con una intervención
desjudicializadora, que generalmente se adoptaba a
iniciativa del propio fiscal.
En segundo término, Rechea y Fernández Molina
(2006) analizaron el tiempo que tardaban en finalizarse
los procedimientos judiciales. Para ello estudiaron el
funcionamiento de los juzgados de menores de Castilla-
La Mancha durante el año 2002. Encontraron que, por
término medio, desde que el delito se había cometido
hasta que el juzgado lo sobreseía, cuando así se
consideraba para el mejor interés del menor, pasaba un
periodo 20,2 meses, tiempo que se reducía a 4,6 meses si
se contaba desde el momento, no de la comisión del
delito, sino de incoación del expediente judicial. Para la
aplicación de mediación y reparación, los periodos
medios transcurridos fueron de 8,1 y 5,6 meses,
respectivamente. Y para aquellos casos en que los
expedientes habían terminado en una medida judicial, lo
que significaba que el procedimiento había llegado a su
conclusión, los valores fueron de 13,8 meses desde que el
delito se hubo cometido, y de 9,3 meses desde que se
abriera el expediente. De este modo se comprobó un
resultado lógico: cuanto más penetra un caso en el
procedimiento del sistema de justicia juvenil más tiempo
tarda en concluirse.
Una tercera línea de análisis de Rechea y Fernández
Molina (2006) se dirigió a evaluar la fase de la sentencia,
y en particular el grado en que las medidas impuestas
atendían al principio del “superior interés del menor”
(artículo 3.1. de la LORPM), considerando para ello las
necesidades educativas, sociales, etc., del joven
(valoradas por el equipo técnico), por encima de otros
factores como la edad, el tipo de delito y su gravedad, y si
el joven era reincidente o primario. A este respecto, las
autoras consideraban la duración de las medidas
impuestas por la reforma de la LO 7/2000 como
“demasiado largas si el propósito de la ley era actuar en el
mejor interés del menor, [ya que] si la rehabilitación no ha
tenido éxito con una medida de dos años, la probabilidad
de éxito de una medida con una duración superior es
mínima, no importan las circunstancias personales o
familiares que concurran en el joven”. De ahí que fueran
muy críticas con la reforma, antes analizada, que aumentó
la duración de las medidas de internamiento en caso de
delitos muy graves (violaciones y homicidios), hasta los 8
años para los jóvenes en la franja de edad de 16-17 años
(4 años para los menores de 16 años), y para el supuesto
de delitos terroristas (10 años y 5 años, respectivamente).
Las autoras consideraban que no era una buena idea que
la ley atase de manos a los jueces, al imponer
obligatoriamente unas medidas de internamiento en el
caso de delitos graves, ya que, en su opinión, las
circunstancias personales y sociales deberían ser los
elementos decisivos a este respecto, y no meramente la
naturaleza del delito cometido.
C) Libertad vigilada
En un estudio específico sobre la aplicación de la
medida de libertad vigilada a infractores juveniles,
concretamente en una muestra de 60 menores de las
provincias de Zaragoza, Málaga y Toledo, Bernuz,
Fernández, y Pérez (2009a) constataron que la “libertad
vigilada” puede ser un buen instrumento de intervención
con menores infractores, permitiendo conjugar objetivos
de educación y de control. Toda la información necesaria
para esta evaluación se recogió mediante un cuestionario
diseñado al efecto, que permitió obtener datos relativos a:
1) variables del menor [edad, residencia, delito cometido,
e información psicosocial sobre la familia del menor; la
información familiar permitió clasificar a los menores, a
este respecto, en cuatro categorías: a) sin problemática
familiar, b) con problemática familiar leve, c) con
problemática moderada, y d) con problemática grave]; 2)
tramitación del expediente (posible medida cautelar,
conformidad o no con la medida, posible existencia de
condiciones de suspensión, etcétera); 3) desarrollo de la
ejecución de la medida (fechas de los diversos trámites,
programa individualizado de ejecución de medida,
etcétera); 4) resultados (asistencia a las entrevistas y
actividades, grado de cumplimiento de los objetivos
establecidos, valoración realizada por los técnicos,
etcétera). Para la obtención de esta información, además
de los propios expedientes, también se entrevistó a los
educadores que habían tenido a su cargo la ejecución de
las medidas.
La muestra estaba integrada en un 80% por varones, y
mayoritariamente por jóvenes de nacionalidad española,
con un 16,7% de menores inmigrantes. Una proporción
elevada de menores (40%) pertenecía a familias con
problemáticas, entre moderadas y graves, en lo referido a
la educación de los hijos así como a circunstancias de
drogadicción o comportamiento delictivo de los padres.
Un alto porcentaje (64,7%) presentaba problemas de
conducta, tales como amenazas o agresiones a
compañeros, y también violencia verbal y física con su
familia. En un 63,3%, los jóvenes infractores evaluados
tenían como amigos a otros chicos y chicas
“problemáticos”, consumidores de drogas y con
frecuentes conductas agresivas y delictivas. Muchos de
ellos (hasta un 33,3%) presentaban trastornos en su
desarrollo cognitivo, emocional y comportamental. En
relación con el historial delictivo y judicial de los
menores, un 56,6% tenía antecedentes en la Fiscalía o los
Juzgados de menores, habiendo cumplido
aproximadamente la mitad de ellos medidas previas de
libertad vigilada y, en algunos casos, de internamiento.
En sus análisis, estas autoras consideran que la
dimensión “control” de conducta del menor se haría
explícita en las interacciones del educador y el menor a
partir de sus entrevistas periódicas, de las llamadas del
educador a los diversos servicios a que acude el menor
(escuela, talleres, posibles trabajos, programas de
deshabituación a drogas, intervenciones familiares,
etcétera) y, también, mediante los informes de
seguimiento del menor. Por su parte la dimensión
“educación” se concretaría durante la ejecución de la
medida a través de los contenidos específicos en los que
el educador y otros profesionales trabajan con el menor.
Por ejemplo, en el área del conflicto judicial (que ha
dado lugar a la medida judicial impuesta) el educador
suele tratar con el menor, durante las entrevistas, la
cuestión de su propia responsabilización por el hecho o
hechos delictivos cometidos, así como también sobre las
emociones y reacciones de cada menor ante la medida que
le ha sido impuesta, y sobre los controles que el propio
educador tiene sobre él. En el área de desarrollo
individual y de salud se trabaja con él mediante talleres
diversos, programas de deshabituación a drogas, etcétera.
En el área familiar y social se hace lo propio en relación a
contenidos relativos a los familiares y otras personas
significativas del contexto próximo del sujeto. Por último,
en el área formativo-laboral, los educadores y monitores
de formación suelen motivar al menor en relación con la
continuación de su propia participación, le acompañan en
la selección de la formación que más le atrae y puede
convenirle, le entrenan en la búsqueda de empleo,
etcétera.
Así, la medida de libertad vigilada, bien realizada,
puede cumplir, en opinión de Bernuz et al. (2009a) un
extraordinario papel mixto, en que se combinen de modo
equilibrado la educación y el control del comportamiento
de los jóvenes infractores.
Los principales resultados de la ejecución de la presente
medida de libertad vigilada fueron los siguientes:
• Las intervenciones más frecuentemente propuestas en
el marco de los Programas Individualizados de
Ejecución de Medida fueron las siguientes: 1)
promoción, búsqueda y mantenimiento del empleo (en
un 68,3% de los casos evaluados), 2) talleres de
habilidades sociales, drogas o sexualidad (61,7%), 3)
control de tóxicos y prevención (48,3%), 4)
actividades formativas y de refuerzo de los estudios
(41,7%), 5) comportamiento adecuado en casa
(36,7%), 6) entrevista y tratamiento familiar (36,7%),
7) evitar compañías antisociales (28,3%), 8)
actividades de tiempo libre (23,3%), 9) tratamiento
psicológico o médico (20%), 10) no cometer delitos
(18,3%), 11) reflexión sobre el delito (16,7%), 12)
apoyo educativo o de comportamiento (15%), 13)
comportamiento adecuado en el colegio, trabajo,
talleres, etcétera (13,3%), y 14) comportamiento
adecuado con educadores, acudir a citas, etcétera
(10%).
• En los expedientes evaluados no se constató una clara
correspondencia entre las necesidades educativas
detectadas y las concretas intervenciones llevadas a
cabo. A veces se propusieron intervenciones
orientadas a objetivos que no habían sido
identificados, al menos de manera explícita, como
necesidades del menor y, viceversa, se habían
detectado necesidades educativas a las que después no
se asignó una intervención específica.
• A la hora de llevar a cabo las intervenciones, los
educadores utilizaron tanto las propias actuaciones y
posibilidades como, también, recursos ajenos,
especialmente de los ámbitos de la salud, la formación
y el trabajo. Los educadores entrevistados
consideraron que existía una gran carencia de medios
de salud mental y apoyo psicológico para jóvenes,
terapias y control de drogodependientes, y apoyo
multidisciplinar a familias problemáticas.
• La mayoría de los menores (el 83%) acudió
regularmente a las entrevistas con los educadores y al
resto de las actividades que les habían sido asignadas
(el 78%), incluido el plan de trabajo del Programa
Individualizado (el 63,5%).
• En general se observó una correlación positiva (y
estadísticamente significativa) entre la asistencia del
menor a las entrevistas y actividades establecidas y su
cumplimiento del plan de trabajo e implicación en el
proceso educativo de la libertad vigilada. Como
medidas de eficacia, se valoraron los logros en las
siguientes áreas de actuación: familiar,
formativo/laboral, grupo de amigos, aspectos
personales (psicológicos y relativos a posibles
adicciones) y responsabilización. Los mejores
resultados se obtuvieron en las áreas de
responsabilización y formativo/laboral, resultados
moderados en el área familiar, y resultados bajos en
las áreas personal y del contacto con amigos
problemáticos. La consecución plena de los objetivos
se logró entre el 46,7% y el 63% de los casos. Pese a
ello, se constató la existencia de un pequeño grupo de
menores con los que, incluso asistiendo a las
actividades previstas, no se lograron los resultados
deseados.
Bernuz et al. (2009b), en consonancia con los datos de
su evaluación, valoraron positivamente las intervenciones
realizadas en el marco de la libertad vigilada, aunque
sugirieron la necesidad de idear nuevas estrategias de
control, de educación y de reinserción para la ejecución
de esta medida.
D) Opinión pública: ¿Educación o castigo de
los menores infractores?
En relación con los menores infractores, es frecuente
que se aduzca que la opinión pública lo único que valora
y requiere es un castigo firme y ejemplarizante,
argumento que ha sido el punto de partida de las diversas
reformas llevadas a cabo para endurecer la ley de
menores. Si embargo, los ciudadanos no suelen mostrar a
este respecto una opinión tan unívoca, sino que
acostumbran a manifestar tanto una demanda de defensa
social y castigo de los delincuentes juveniles como, al
mismo tiempo, la necesidad de su rehabilitación y
reinserción social.
Por ejemplo, en un estudio de opinión del Observatorio
de la Actividad de la Justicia (2012), preguntados acerca
de diferentes opciones de castigo de los delincuentes
jóvenes, los ciudadanos encuestados puntuaban con notas
elevadas y parecidas (entre 6,5 y 8,2 puntos sobre 10) las
siguientes alternativas de actuación con los menores (p.
92):
– La única forma de evitar que los jóvenes delincuentes
vuelvan a cometer delitos es castigarles debidamente
(6,9).
– Enviar a los jóvenes delincuentes a prisión no tiene
mucho sentido porque esto solo incrementa la
delincuencia ya que las prisiones son escuelas de
delincuencia (6,3).
– Como la mayoría de jóvenes delincuentes cometen
delitos una y otra vez, la única manera de proteger a
la sociedad es enviarlos a prisión cuando son jóvenes
y mantenerlos allí (5,1).
– Deberían establecerse penas más duras para la
mayoría de los delitos que cometen los jóvenes (7).
– Una forma de prevenir la delincuencia juvenil es
reforzar la disciplina, e incluso si es preciso la mano
dura, en la familia y en la escuela (6,8).
– Debería proporcionarse más ayuda y apoyo a la
familia de los delincuentes juveniles (6,5).
– Una forma de prevenir la delincuencia juvenil es
dedicar más recursos a los centros escolares y a sus
actividades extraescolares (8,2).
CUESTIONES DE ESTUDIO
1. ¿Qué se puede concluir de los datos de autoinforme sobre la extensión de la
delincuencia juvenil en España? ¿Y en relación a las estadísticas oficiales?
2. ¿Cuáles son las categorías delictivas en que participan en mayor grado los
menores?
3. ¿Qué indica la investigación existente acerca de la reincidencia delictiva de los
jóvenes? ¿Existe relación entre la reincidencia juvenil y la reincidencia adulta?
¿Hay continuidad entre ambas? ¿Qué características tienen los menores
reincidentes?
4. ¿Cuál es la consideración existente en los países europeos acerca de las edades de
responsabilidad penal juvenil y adulta? ¿Y sobre la duración de las medidas
aplicables a los menores? Se sugiere, como ejercicio para los alumnos, la
búsqueda de dichas edades en otros países y regiones del mundo.
5. ¿Qué son las intervenciones tempranas en materia de delincuencia? ¿Cuáles son
sus finalidades? Buscar programas específicos de intervención temprana.
6. ¿Qué novedades introdujo la Ley de Menores de 2000? ¿Qué medidas establece
para los menores?
7. ¿Cuáles son las principales intervenciones aplicadas con los menores infractores en
España? ¿Y en otro países? ¿Y en tu comunidad autónoma en particular?
8. ¿Cuáles han sido algunas de las líneas de investigación empírica de la justicia de
menores en España? Buscar nuevos artículos y estudios a este respecto.
“Depende de cómo sea el tirón se puede castigar hasta con cinco años. ¿Debe ir a
la cárcel esa persona si ha delinquido por primera vez?”, se pregunta Eduardo
Navarro, magistrado de la Sección Sexta de la Audiencia de Barcelona, con 20 años
de experiencia, 17 de ellos en juzgados de instrucción. “La sociedad no entiende que
no sea así. Los incidentes que he tenido como juez han sido por no enviar a alguien a
la cárcel”, afirma.
Díez Ripollés ratifica que algunas penas son desproporcionadas. “No es razonable
que un delito urbanístico se castigue con un máximo de dos años de cárcel, lo mismo
que un hurto agravado, porque al final siempre acaban en la cárcel los mismos”. Es el
inicio de una tela de araña en la que queda atrapado el preso y que él ayuda a tejer en
muchas ocasiones, pues los índices de reincidencia se sitúan entre el 40% y el 70%.
El perfil del recluso español apenas ha variado con los años. Es un hombre, de 30 a
40 años y condenado por robo o tráfico de drogas. Las reclusas suponen el 8% del
total de la población. La mayoría están condenadas por tráfico de drogas (48,4%).
El llamado Código Penal de la democracia de 1995 que impulsó el ex ministro de
Justicia Juan Alberto Belloch eliminó la redención de pena por trabajo o estudio y
estableció el cumplimiento íntegro. Eso significa que la mayoría de las condenas se
pagan “a pulso”, en lenguaje carcelario, y que se aplica en muy pocas ocasiones la
secuencia lógica en la vida penitenciaria: prisión preventiva, segundo grado,
permisos, tercer grado, libertad condicional y libertad definitiva.
Siete de cada diez penados están en segundo grado, y así pasan la mayor parte de
su estancia entre rejas, sin lograr permisos. Solo el 15,1% cumple condena en
régimen abierto, y los que logran la libertad condicional suponen el 11%. “Es
totalmente innecesario estar tanto tiempo en la cárcel. El cumplimiento íntegro no es
bueno desde ningún punto de vista porque aumenta la reincidencia”, sostiene José
Cid, profesor de Derecho Penal de la Universidad de Barcelona, que ha analizado el
fenómeno en el libro El incremento de la población reclusa en España entre 1996 y
2006.
El abogado madrileño José Luis Galán lleva en la profesión más de 35 años y sigue
en el turno de oficio. Tiene claro que la situación se hace cada más vez insostenible y
que urge un cambio legislativo en sentido contrario al incremento punitivo de los
últimos años. “Lo que no se puede hacer es buscar el aplauso fácil. No siempre se
legisla para sacar votos, porque, si no, no habría impuestos. Hay que cambiar las
normas que se aplican para que la cárcel sea el último recurso, no el primero y
único”, asegura. A renglón seguido reprocha al PSOE la aplicación de una política
punitiva que, de manera sustancial, coincide con la del PP. “La izquierda se ha
abonado a la chita callando a esa política represora. Cuando no se ha puesto al frente
de la procesión, ha ido detrás con el capirote y gran mansedumbre”.
Galán también cuestiona que algunas conductas estén tipificadas como delito.
“Diga lo que diga el Tribunal Constitucional, es disparatado que las amenazas del
marido a la esposa sean delito. Y con la última reforma sobre seguridad del tráfico se
han pasado”. Ahora hay en España 3.721 presos penados cuyo delito principal es de
violencia doméstica, desde un asesinato —una minoría—, a lesiones o amenazas.
También hay 816 reclusos por delitos al frente del volante.
“La delincuencia patrimonial de escasa importancia no es razonable que se
castigue con penas que comportan la entrada en prisión”, dice Díez Ripollés. Con tres
matices: que sean delitos graves, que los cometan reincidentes o altos sectores de la
sociedad. “A esos solo se los puede intimidar con la cárcel”, afirma el jurista. Y es
que los delincuentes de cuello blanco que acaban entre rejas son una excepción. Casi
nadie discute el efecto ejemplarizante que eso causa en la sociedad, aunque tarden en
entrar porque pagan mejores abogados y agotan todos los recursos, muchas veces con
el beneplácito de los tribunales.
“El Código Penal es duro con el débil y débil con el duro”, asegura Díez Ripollés.
“Los tribunales tienden a ser más comprensivos con determinados delitos porque la
ley es interpretable”, opina la abogada barcelonesa Lidia Lajara, con 16 años de
experiencia como penalista. “Hay muchos tipos de jueces y sería injusto no reconocer
que muchos creen en la rehabilitación y apuestan por ella”, dice José Cid. Lo que
ocurre es que las administraciones no les ofrecen la posibilidad de imponer medidas
alternativas. “Hay que decir que los jueces de Cataluña somos unos afortunados y que
sí podemos imponer penas al margen de la cárcel de las que en otras comunidades no
han oído ni hablar”, dice el juez Navarro.
“Otra política criminal es posible”, afirma el catedrático Díez Ripollés, y las penas
alternativas para delitos menores son un ejemplo. Ayudarían a descongestionar las
prisiones y reducirían el gasto público. Una medida así cuesta 3,05 euros diarios, y el
coste de un preso es de 78,29 euros al día, según un estudio de la Generalitat catalana,
la única comunidad con competencias en prisiones.
“No se puede dejar de castigar al delincuente, pero sin tanta dureza y aplicando las
políticas que ya han dado resultados en otros países”, dice Díez Ripollés. Como en
Finlandia, recuerda, que a principio de los ochenta tenía una de las tasas de
encarcelamiento más altas de Europa y ahora está a la cola.
A) Prisiones y punitividad en Europa
Las tasas diferenciales de encarcelamiento existentes en
Europa, entre los países mediterráneos, centroeuropeos,
nórdicos y del Este europeo, probablemente estarían
reflejando, más que grandes diferencias en sus respectivas
magnitudes delictivas, modos distintos de encarar el
problema criminal (Cruells y Maestres, 2009; Giménez-
Salinas, 1998). Según las cifras europeas de encarcelados
en 2013, en los países nórdicos había una tasa promedio
de 63 encarcelados por cada 100.000 habitantes, en los
países centroeuropeos de en torno a 98 encarcelados, en
los países mediterráneos de aproximadamente 133,
mientras que en los estados del Este de Europa las tasas
rondarían un media de 260 recluidos (véase detalle sobre
diferentes países europeos en cuadro 22.6). Estas
diferencias tan grandes en las ratios de delincuencia,
¿indicarían realmente tanta disparidad en las cifras de
criminalidad de unos países y de otros? Muy
probablemente la respuesta sería que no. Que la diferencia
estribaría más bien, según se viene argumentando en este
epígrafe, en los modos y mecanismos distintos, que tienen
los diferentes estados, de canalizar y de controlar el
fenómeno delictivo (Ruidíaz García, 1996), unos con un
menor recurso al encarcelamiento y otros con una mayor
utilización de la pena de prisión.
CUADRO 22.6. Tasas de población penitenciaria en Europa (2013)
La tasa de cada país refleja el número de encarcelados por cada cien mil
habitantes. Los países se han dividido en cuatro grandes bloques de carácter
territorial y sociocultural (Países Nórdicos, Centroeuropeos, Mediterráneos, y
Países del Este), para los que a su vez se ha obtenido una tasa promedio de
encarcelados (t).
(Fuente: elaboración propia a partir de la información publicada por el
International Centre for Prison Studies, University of Essex:
www.prisonstudies.org)
B) Extranjeros en prisión
Otra prueba fidedigna de la desvinculación entre tasas
de delincuencia y de encarcelamiento es aportada por las
ratios de encarcelados extranjeros en distintos países
europeos (véase cuadro 22.8), que suelen ser en general
más altas que las proporciones de ciudadanos extranjeros
residentes en los respectivos países (CEJFE, 2011; García
España, 2007). Dentro de ello, existen países europeos
(Suiza, Italia, España, Noruega, Suecia, Alemania, y
Países Bajos) cuyas tasas de encarcelados extranjeros son
muy elevadas, superando con creces el 20% del conjunto
de su población penitenciaria, mientras que otros países
(Inglaterra/Gales, Irlanda, Finlandia, Francia y Portugal)
tienen porcentajes de extranjeros en prisión más
moderados, de entre el 12,6% y el 18,8%.
¿Significan estas elevadas tasas de extranjeros en
prisión que éstos delinquen en mayor medida que los
ciudadanos autóctonos? La respuesta más probable es que
no, que los extranjeros no parecen contribuir de forma
incrementada a la delincuencia de los diversos países
(Arbach et al., 2013; Capdevila y Ferrer, 2012; García
España, 1999, 2007; Neiderhofer, 1997). La explicación
más probable de lo anterior es que los inmigrantes
concitarían en mayor grado circunstancias adversas, tales
como su frecuente situación de ilegales, una mayor
atención policial sobre ellos, una mayor proporción de
varones jóvenes entre las poblaciones de emigrantes
(como es bien sabido, los varones jóvenes delinquen con
mayor frecuencia que las mujeres), mayores dificultades
para subsistir, etc., circunstancias todas que podrían
incrementar la probabilidad de que más inmigrantes que
autóctonos pudieran acabar siendo detenidos y
encarcelados (Martínez, Stowell, y Lee, 2010; Sampson,
2008).
CUADRO 22.8. Porcentaje de extranjeros encarcelados en distintos países
europeos (2013). Junto a cada país se incluye, entre paréntesis, su
población penitenciaria global.
22.4. REINCIDENCIA
En diferentes países europeos y americanos existe una
larga tradición en el análisis de la reincidencia en el delito
(véase, por ejemplo, Tournier y Barre, 1990; Tournier,
Mary y Portas, 1997). Diversos estudios en países
europeos obtienen tasas promedio de reincidencia, para
periodos de seguimiento de entre 3 y 5 años, de en torno
al 40-45%. Estudios efectuados en Estados Unidos
refieren tasas de reincidencia algo más elevadas, que se
sitúan, para periodos de seguimiento de 3 años, en el
51,8% (Langan y Levin, 2002). En España el análisis
científico de la reincidencia fue un aspecto criminológico
descuidado durante décadas, aunque parcialmente
enmendado en los últimos años (Serrano Gómez y
Serramo Maíllo, 2012). La primera investigación española
sobre la reincidencia en el delito se efectuó en 1992 con
una muestra de 485 sujetos, que habían sido excarcelados
desde las prisiones de Cataluña en 1987, después de haber
cumplido una condena de privación de libertad superior a
tres meses (Redondo, Funes y Luque, 1993; véase
también en capítulo 10). La reincidencia global de esta
muestra, para un seguimiento promedio de tres años y
medio, fue de 37,9%.
En esta investigación se constató una estrecha relación
entre la edad de los sujetos y su mayor o menor
reincidencia. En síntesis, reincidieron más en el delito los
individuos más jóvenes, y reincidieron menos los menos
jóvenes. Según se vio, muchas carreras delictivas suelen
comenzar muy tempranamente, a la edad de 10, 12 ó 14
años. Se afianzan y adquieren su momento más álgido
entre los 16 y los 20 años. A estas edades, los sujetos
pueden experimentar períodos de encarcelamiento de
varios años. Cuando salen de nuevo a la calle, tras
cumplir estas primeras condenas de privación de libertad,
muchos de ellos son aún individuos jóvenes, con gran
vitalidad para reincidir en el delito.
En segundo lugar, puede concluirse también que todas
aquellas medidas penales y penitenciarias que aligeran la
condena de un sujeto (como, por ejemplo, la reducción
del período de encarcelamiento, su pase a régimen
abierto, o su liberación condicional) parecen operar en un
sentido “reinsertador”, facilitando que el individuo no
vuelva a delinquir. En el estudio de Redondo et al. (1993),
de los sujetos que accedieron a la libertad condicional,
solo reincidieron un 20,4%. Por el contrario, el mayor
endurecimiento del cumplimiento de las condenas (su
cumplimiento íntegro, la ubicación de los sujetos durante
largos períodos en régimen cerrado, y la denegación del
régimen abierto y de la libertad condicional) fue un
predictor de posterior reincidencia. De aquellos
encarcelados que no accedieron a la libertad condicional,
reincidieron el 53,1% y, lo que resulta aún más negativo,
de quienes terminaron sus condenas en situación de
régimen cerrado, reincidieron un 78%.
A los diez años del primer estudio de reincidencia, se
efectuó en Cataluña una segunda investigación, en este
caso a partir de la población de sujetos excarcelados en
1997 de los centros penitenciarios catalanes (Luque,
Ferrer y Capdevila, 2004, 2005). La muestra estuvo
integrada en esta ocasión por 1.555 personas de las que se
efectuó un seguimiento de un mínimo de 4,5 años y un
máximo de 5,5 años. La tasa global de reincidencia fue
del 37,4%, muy semejante a la tasa del 37,9% obtenida en
el estudio realizado diez años antes, aunque para un
periodo de seguimiento algo menor (de en torno a 3,5
años). Los hombres reincidieron en mayor proporción
(38,2%) que las mujeres (28,5%). Por tipologías
delictivas, reincidieron más los delincuentes que habían
cumplido penas por delitos contra la propiedad (36,6%),
seguidos de los que las habían cumplido por delitos
sexuales (22,2%), los condenados por delitos contra las
personas (17,6%) y, en última instancia, los que habían
cometido delitos contra la salud pública, generalmente de
tráfico de drogas (16,6%). Los sujetos excarcelados tras
haber cumplido la última parte de su condena en libertad
condicional, reincidieron en una tasa muy inferior
(15,6%) que los que excarcelados sin haber accedido a la
liberación condicional (44,3%). Mediante un análisis de
regresión logística se pudo determinar que las variables
que predecían la reincidencia de manera significativa eran
las siguientes: la variable sexo (ser varón), el peor
comportamiento en prisión, el cumplimiento íntegro de la
pena (sin libertad condicional), la menor edad del primer
ingreso en prisión, el mayor número de ingresos previos,
y el haber pasado más tiempo en prisión. Más
recientemente, un nuevo estudio de reincidencia en
Cataluña analizó una muestra de 1.403 sujetos
excarcelados en 2002 y evaluados durante un periodo de
seguimiento de cuatro años (Capdevila y Ferrer, 2009).
En este caso la reincidencia promedio fue del 40,3%, con
una mayor proporción de reincidentes, como en los
estudios anteriores, entre los delincuentes contra la
propiedad (50%), y entre aquellos que no habían accedido
a la libertad condicional (51,3%).
En 2001 se publicó un estudio de reincidencia sobre una
muestra de 330 sujetos que habían pasado por la Central
Penitenciaria de Observación (organismo dependiente de
la Dirección General de Instituciones Penitenciarias), y
que habían sido excarcelados entre 1993 y 1996 (Serrano
Sáiz, Romero y Noguera, 2001). Se analizó un periodo de
seguimiento de tres años, tras la excarcelación de cada
sujeto. La reincidencia global acumulada fue del 46,7%,
reincidiendo el 30,6% durante el primer año, el 12,7% en
el segundo año y el 3,4% en el tercero. Por tipologías
delictivas, la mayor tasa de reincidencia correspondió a
los delincuentes contra la propiedad (58,8%), después a
los delincuentes sexuales (31,6%), a los condenados por
delitos contra las personas (26,7%), y a los sentenciados
por delitos contra la salud pública —muchos de ellos
correspondientes a tráfico de drogas— (24,4%). Se ha de
tener en cuenta que en este estudio probablemente se
analizó una muestra de sujetos que presentaban de inicio
mayor riesgo de reincidencia que los de las muestras
catalanas, debido al hecho de que haber sido trasladados a
la Central Penitenciaria de Observación evidenciaría
alguna problemática especial relativa a su clasificación
penitenciaria (lo que puede incluir problemas de
comportamiento en prisión y otros factores de riesgo
asociados a una mayor probabilidad de reincidencia).
Estas circunstancias pueden haber condicionado que en
esta evaluación se obtuviera una tasa de reincidencia 10
puntos superior a los estudios catalanes anteriormente
mencionados.
22.5. COSTES SOCIALES Y ECONÓMICOS
DE LOS DELITOS Y SU CONTROL
La delincuencia en sí y, posteriormente, la represión y el
control de la misma, comportan grandes costes personales
y sociales, entre los que deben computarse también las
pérdidas materiales que se derivan de los delitos y las
inversiones económicas requeridas para la mejora de la
seguridad (Cohen, Piquero y Jennings, 2010; Welsh y
Farrington, 2011).
Los costes personales conciernen, sobre todo, a los
daños y el sufrimiento experimentados por las víctimas de
los delitos, tanto directas o primarias, las personas que
padecen un robo o una agresión, como aquellas víctimas
indirectas o secundarias, como familiares, amigos, y, a la
postre, el conjunto de la comunidad social que es
perjudicada de múltiples maneras por la delincuencia
(Piquero, Jennings, y Farrington, 2011). Cuantos más
hurtos y robos, mayor temor a salir a la calle; cuantas más
agresiones sexuales, más oprimidas y con menor libertad
se sienten las mujeres; cuantos más problemas de
corrupción, más medidas de control y mayor rigidez y
lentitud en la gestión pública, etc. Muchos de los
perjuicios e inconvenientes de la delincuencia están
creados, además de por los delitos en sí, por un miedo
exagerado al delito y por las medidas de control excesivas
con las que se reacciona frente a posibles delitos futuros.
Es decir, a los perjuicios directamente ocasionados por la
delincuencia hay que añadirle también los inconvenientes
derivados de las precauciones tomadas contra ella, que, en
muchos casos, reducen la calidad de vida del conjunto de
los ciudadanos.
El coste económico inmediato de la delincuencia es el
valor de los bienes robados. A esta cifra hay que sumar
los gastos de prevención estática de la delincuencia, como
las inversiones en cerraduras, alarmas y verjas, y en
personal dedicado a reprimirla: guardias y vigilantes,
policías, jueces y funcionarios penitenciarios.
Piquero et al. (2011), a partir del datos del Estudio
Cambridge sobre Desarrollo de la Delincuencia,
estimaron que un varón delincuente crónico comportaría
un costo anual de 18 libras (unos 21 euros) por ciudadano
británico, o, en términos globales, un costo total de 742
libras (unos 865 euros) por contribuyente.
En España, en un estudio realizado hace años (Serrano
Gómez, 1986) se estimaba, en base a datos de las
compañías de seguros y de la inversión en prevención por
parte de particulares, que a mediados de los años ochenta
en España se gastaban anualmente en seguridad unos 50
euros por individuo. Añadiendo el costo de los servicios
estatales correspondientes a prevención y lucha contra la
criminalidad, la suma se elevaba a unos 80 euros por
persona y año. Treinta años después, los gastos directos
del delito por persona y año ya son superiores a los 350
euros anuales por habitante. Durante las últimas décadas,
España ha realizado una fuerte inversión en la
construcción de cárceles, y el número de reclusos se ha
multiplicado por cuatro. Además, la seguridad privada es
uno de los sectores de la economía que más crece, y el
número de vigilantes y personal de seguridad privada se
ha cuadriplicado. El delito, como comentaba Serrano
Gómez (1986: 250) “crea empleo”.
Recapacite el lector sobre la secuencia de gasto público
que comporta la persecución de los delitos y de los
delincuentes (especialmente, de los más graves), su
procesamiento y enjuiciamiento, y, finalmente, la
aplicación de las penas impuestas. Anualmente se
destinan grandes presupuestos a las dotaciones de los
cuerpos de policía que se encargan de la indagación de los
delitos y la detención de los culpables, a la maquinaria de
la Administración de justicia y, cómo no, a la ejecución
de las medidas que son dictadas por los tribunales, entre
las cuales las más costosas son, sin duda, las penas de
prisión. A mero título de ejemplo, en España se gastan no
menos de mil cien millones de euros en la sola gestión de
las instituciones penitenciarias. Paralelamente, la
construcción de un nuevo centro penitenciario, que
disponga de unas 1.000 plazas, tiene un coste no inferior a
ochenta millones de Euros.
En los países anglosajones, particularmente en Estados
Unidos y Reino Unido, se realizan a menudo estudios
económicos de la justicia penal, en términos de análisis
coste-beneficio, es decir, contrastando la eficiencia de
aquello que se gasta en relación con los resultados que se
obtienen (Welsh y Farrington, 2011).
Contrariamente a ello, en España no suelen realizarse
estudios de índole económica acerca del encarcelamiento
y la justicia, lo que no deja de ser particularmente
sorprendente en etapas de grave crisis y dificultades
económicas. Una excepción a esta carencia general de
estudios económicos la constituyó una investigación de
Redondo, García, Blanco, Anguera y Losada (1997),
quienes analizaron los costes del sistema penitenciario
catalán en sus distintos apartados de gasto: los gastos
necesarios para su gestión (instalaciones y
administración), los presupuestos invertidos en seguridad
de las prisiones, aquéllos dirigidos a promover la salud de
los encarcelados y, por último, los gastos efectuados para
facilitar la educación y reinserción social. De todas estas
partidas económicas, las destinadas en conjunto a
instalaciones y administración y a vigilancia eran, a todas
luces, las más gravosas. De los 88 millones de euros
gastados en el sistema penitenciario catalán en 1994, 59,3
millones de euros, lo que suponía el 67,68% del
presupuesto, correspondieron a administración y
seguridad. Se invirtió un total de 16,7 millones de euros,
el 19,14% del presupuesto en calidad de vida, y 11,5
millones de euros, un 13,16% del global, en rehabilitación
y reinserción (al que correspondía un 16% del conjunto
del personal penitenciario, incluyendo criminólogos,
psicólogos, sociólogos, pedagogos, maestros, educadores,
trabajadores sociales y monitores diversos).
De todos los análisis económicos efectuados por
Redondo et al. (1997), destacó el elevado coste por
interno que comportaba el encarcelamiento: en 1994 las
prisiones catalanas gastaron anualmente trece mil euros
por cada preso, lo que equivalía a unos 36 euros por día
(para el año 2012, esos gastos se estimaban en unos
30.000 euros anuales, equivalentes a unos 82 euros
diarios). Ello sin contar la exorbitante cifra que
comportaba la creación de cada nueva plaza penitenciaria,
que en 1994 no era inferior a 48.000 euros. Ello
significaba que, al precio de la estancia en prisión, había
que añadir unos 28 euros diarios por interno, en concepto
de amortización de los gastos de construcción de la plaza
penitenciaria ocupada. En 2006 la construcción de cada
nueva plaza podría estimarse en no menos de 90.000
euros. Y en 2011 solo la Administración penitenciaria
dependiente del Ministerio del Interior gastó en la gestión
de las prisiones un presupuesto global superior a mil
doscientos millones de euros (Secretaría General de
Instituciones Penitenciarias, 2011).
En el apartado de las relaciones entre costes económicos
del encarcelamiento y beneficios logrados, Redondo et al.
(1997) concluyeron que, en general, se obtenían mejores
resultados en indicadores de beneficio, como una mayor
proporción de sujeto en programas de educación y
rehabilitación, una tasa más elevada de permisos y salidas
programadas concedidos, y una superior proporción de
internos en régimen, en los centros más pequeños (que,
sin embargo, resultaban ser los más costosos por interno,
desde un punto de vista económico). Por el contrario, los
centros más grandes, aunque comportan cierto ahorro
económico, mostraban mayores dificultades para
acometer los objetivos de reeducación y reinserción social
previstos por la ley.
LA REALIDAD CRIMINOLÓGICA
Las prisiones de EEUU rebajan las penas para ahorrar costes (El
Economista.es, 14/07/2009)
Las cárceles estadounidenses y la justicia no se libran del azote de la crisis. Las
cuentas de buena parte de los gobiernos estatales se encuentran bajo mínimos y las
bancarrotas atormentan importantes áreas como California. Sin dinero ni siquiera para
costear los salarios de empleados públicos, mantener las prisiones y a sus inquilinos
se ha convertido en un verdadero suplicio.
Algunos departamentos correccionales, como el del estado de Washington, han
puesto en práctica algunas técnicas originales para ahorrar algunos dólares como por
ejemplo lavar la ropa de los encarcelados con agua fría, reciclar y hacer compost con
las sobras de la cocina o, incluso, recolectar agua de lluvia, algo que permite ahorrar
hasta 4,6 dólares por prisionero.
Sin embargo, estas medidas no están siendo suficientes para frenar los ingentes
costes de manutención de prisiones y, por eso, se han tenido que comenzar a aplicar
métodos alternativos de sentencia para no seguir aumentando el número de reclusos
en el país. Según explicaba el Washington Post, tribunales dedicados a juzgar a
traficantes de drogas, conductores ebrios y otras fechorías, están optando por imponer
condenas de arresto domiciliario o libertad condicional para evitar enviar nuevas
personas a la cárcel.
A día de hoy, mantener a una persona en centro penitenciario estadounidense viene
a costar alrededor de 79 dólares diarios mientras que una libertad vigilada o
monitorizada solo cuesta 3.50 dólares, por lo que el ahorro es más que evidente.
Ocho prisiones ya han cerrado sus puertas
Según Adema Gelb, director del Proyecto de Seguridad, del Pew Center, “la
economía está obligando a muchos estados a tomar decisiones sobre la marcha”.
“Hemos observado que se están tomando nuevos caminos para garantizar la seguridad
pública a un coste mucho más barato”, añadió.
En estados como Michigan, el tomar decisiones de este estilo no ha evitado que se
hayan tenido que cerrar un total de ocho prisiones, ya que con un déficit de 1.400
millones de dólares, las autoridades estatales no podían permitirse el lujo de poder
mantener abiertas dichas cárceles. Otros casos, como el de Texas, ponen los pelos de
punta. Dicho estado cuenta con más de 155.000 encarcelados y el mayor número de
condenados a muerte del país, dado el conservadurismo que caracteriza a su sistema
judicial.
Los expertos proyectan que para 2012, el estado necesitará otras 17.000 camas
para cobijar a los nuevos reclusos algo que supondría tener que construir hasta ocho
prisiones por un valor total de casi 1.000 millones de dólares.
De momento, parece que se están llevando a cabo progresos mínimos para reducir
costes, algo que podría poner en peligro el funcionamiento del sistema de prisiones y
las decisiones judiciales a lo largo y ancho del país.
Algunos ciudadanos temen que la falta de fondos y la toma de decisiones
alternativas acabe por relajar la justicia y no condenar como se debe a los criminales.
Otros creen que precisamente esta situación demuestra lo contrario, que los jueces
más conservadores encarcelan demasiado pronto a los culpables.
El Reino Unido cerrará seis prisiones inglesas por su alto coste (Agencia EFE,
10/01/13)
Londres, 10 ene (EFE).- Seis prisiones inglesas serán cerradas y otras tres
quedarán parcialmente clausuradas por su alto coste de mantenimiento, lo que
permitirá un ahorro de 63 millones de libras (77 millones de euros) anuales, informó
hoy el Gobierno. Según un comunicado emitido hoy por el Ministerio de Justicia, las
cárceles afectadas, algunas de ellas viejas y construidas en tiempos victorianos, están
en Essex, Canterbury, Gloucester, Portsmouth, Somerset y Shrewsbury, con
capacidad para albergar a 2.600 presos. En cuanto a los centros penitenciarios que
serán parcialmente clausurados son los de las localidades británicas de Chelmsford,
Hull y el de la Isla de Wight. Al tiempo que comunicó esos cierres, Justicia anunció
sus planes de construcción de una nueva “súper cárcel” con capacidad para 2.000
presos, que será la mayor prisión de todo el Reino Unido, un 25% más grande que las
instalaciones que existen en la actualidad. Con relación a ese proyecto, el ministerio
reveló que se llevarán a cabo planes de viabilidad acerca de la ubicación del nuevo
centro penitenciario en Londres, el noroeste de Inglaterra y el norte de Gales.
“Nuestra estrategia es asegurarnos de que contamos con lugares suficientes para hacer
frente a la demanda de los tribunales a la vez que garantizamos lo mejor para el
contribuyente”, explicó el ministro británico de Justicia, Chris Grayling. En la nota,
este titular también señaló que hay que “rebajar el coste del sistema de prisiones, gran
parte del cual es viejo y caro”. “No obstante, no quiero que los tribunales se
encuentren en una posición en la que no puedan enviar a un delincuente a la cárcel
porque no hay lugares disponibles”, agregó.
Los recortes llegan a las cárceles
El Govern admite serias dificultades para pagar la factura penitenciaria y
aplica recortes en la cárcel | Con la supresión de la merienda, se ahorra medio
millón de euros al año sin afectar a la dieta del preso (La Vanguardia.com,
7/07/12)
En las cárceles de Catalunya ya no hay merienda gratis. El Govern ha suprimido
la pieza extra de fruta, el yogur o el zumo, repartidos con el menú del almuerzo y que
muchos reclusos guardaban para la hora de la merienda. La retirada de ese
complemento en la alimentación penitenciaria se incluye dentro de las medidas de
ahorro que Justícia ha empezado a aplicar en los gastos de toda la infraestructura
relacionada con la comida.
CUESTIONES DE ESTUDIO
1. Buscar datos de la ciudad, provincia o comunidad autónoma de residencia acerca
de los procedimientos instruidos en los tribunales de justicia. ¿Cuántos de ellos
corresponden a asuntos penales? ¿Se parecen dichas cifras a las proporciones
globales existente en el conjunto de España? Comparar las cifras obtenidas acerca
de los delitos con las correspondientes a la policía.
E) Holanda y Bélgica
Holanda cuenta con el denominado sistema TBS
(‘terbeschikkingstelling’, o detención discrecional por
parte del gobierno), que permite prolongar la detención o
encarcelamiento de aquellos individuos considerados
peligrosos y con algún trastorno mental que disminuye su
capacidad de autocontrol y de responsabilidad criminal.
Un sistema similar existe también en Bélgica,
ofreciéndose tratamiento especial a los delincuentes con
enfermedades mentales.
En unión a lo anterior, en Holanda se ofrece evaluación
y tratamiento psicológico para los encarcelados comunes
(que no presentan trastornos mentales). Tales tratamientos
consisten en psicoeducación, motivación para la
participación activa en el propio tratamiento,
psicofarmacoterapia, atención y consejo psicológico en
casos de crisis (https://www.nifpnet.nl/). También en
Bélgica se ofertan a los infractores condenados
tratamientos psicológicos o psiquiátricos individuales,
actividades para la promoción del bienestar dentro la
prisión, e intervenciones para preparar la futura liberación
de los presos (http://justitie.belgium.be).
A) Autoestima
La autoestima se refiere a la valoración que tiene un
sujeto acerca de sí mismo y de su propio comportamiento,
al grado en que un individuo se halla satisfecho de quién
es y de cómo es. Una autoestima de razonable a elevada
se asocia a personas emprendedoras y que se proponen
nuevas metas en su vida, mientras que una autoestima
baja se vincula a desánimo e inhibición conductual, a un
cierto abandono de uno mismo. El nivel de autoestima
que una persona posee guarda también relación con el
éxito que ha tenido en sus iniciativas y en los proyectos
que ha emprendido, en cómo le ha ido su vida.
Se ha constatado reiteradamente que los delincuentes de
diversas tipologías —y particularmente los abusadores y
agresores sexuales— presentan una autoestima más baja
que los sujetos no delincuentes (Marshall, Champagne,
Sturgeon y Bryce, 1997). La comisión de un delito sexual,
y su correspondiente procesamiento y condena, se asocian
por lo común a una devaluación importante de la propia
imagen y a una bajada de la autoestima. Existe riesgo de
que ello se traduzca en un notable desánimo respecto del
futuro y de las propias capacidades y posibilidades para
manejarlo. Esta es la razón por la que muchos
tratamientos de agresores sexuales comienzan por este
módulo de trabajo sobre autoestima como una condición
necesaria para motivar a los sujetos a trabajar activamente
para mejorar y cambiar positivamente su futuro (Redondo
et al., 2012).
B) Educación sexual
En el capítulo 15 se argumentó la necesidad, para la
prevención de las infracciones sexuales, de una apropiada
socialización sexual. De modo paralelo, en el marco del
tratamiento de los agresores sexuales, resulta
imprescindible ofrecer a los sujetos la información y
educación sexual adecuadas en términos biológicos,
psicológicos y sociales. Así como, también, enseñarles a
expresar sus propias emociones y sentimientos afectivos y
sexuales, así como a reflexionar acerca de los diversos
significados y expectativas que tales expresiones pueden
comportar para uno y otro sexo, y para distintas personas.
Por lo que se refiere a sus experiencias delictivas
pasadas, para comenzar se requerirá también ayudarles a
hacerse conscientes de que pueden haber utilizado el sexo
como “estrategia de afrontamiento” de sus problemas
emocionales y de relación, pero que en realidad tal
estrategia es ineficaz para la resolución efectiva de dichos
problemas. A la vez, se les deben enseñar estrategias de
afrontamiento más apropiadas, variadas y eficaces para
enfrentarse a sus dificultades personales y emocionales (la
estrategia más empleada en esta dirección, para múltiples
problemas de comportamiento. ha sido la técnica de
resolución de problemas —D’Zurilla, 1993; D’Zurilla y
Goldfried, 1971).
Por último, la educación sexual también habrá de
ocuparse de aspectos tan importantes como los siguientes:
mejorar la capacidad de reflexión de los sujetos para
interpretar significativamente la sexualidad como una
forma de comunicación, placer, satisfacción y felicidad,
pero al mismo tiempo como una relación especial entre
dos personas, que se aceptan y respetan recíprocamente;
mejorar la conciencia y disposición de los individuos para
el cambio terapéutico en el marco del tratamiento; y
educarles sobre la relación psicológica entre emociones,
pensamientos y conductas, que resulta de la mayor
relevancia tanto para comprender la precipitación de la
agresión sexual como para poder controlarla.
E) Autocontrol emocional
Muchos de los comportamientos de abuso o agresión
sexual pueden precipitarse como resultado de emociones
extremas (tensión, ira, deseo de venganza…) debidas a la
dificultad de los sujetos para el manejo apropiado de
situaciones conflictivas (Agnew, 2006; Andrews y Bonta,
2006; Kingston, Firestone y Yates, 2012; Tittle, 2006). En
todos estos supuestos están implicadas tanto la carencia
de habilidades como las interpretaciones inadecuadas de
las interacciones sociales (por ejemplo, atribuyendo mala
intención a la otra persona) y, finalmente, una
exasperación emotiva que puede implicar el
enfurecimiento y una posible agresión.
Para paliar estas dificultades, las técnicas para regular
las emociones de los individuos y enseñarles cómo
controlar sus posibles explosiones iracundas, han
consistido en entrenar a los sujetos en una o más de las
facetas del comportamiento implicadas en la agresión
(Novaco y Renwick, 1998; Novaco, Ramm y Black,
2001). Es decir, en dotarles de mejores habilidades
fácticas para enfrentarse eficazmente a las situaciones de
conflicto, enseñarles a arbitrar nuevas y más benignas
interpretaciones del comportamiento de otras personas, y
entrenarles para controlar sus estados de tensión y
ansiedad.
Así mismo, serán objetivos y aspectos relevantes del
entrenamiento en habilidades sociales los siguientes:
comprender la conexión existente entre ira/enfado crónico
y las conductas agresivas (y sus posibles agresiones
sexuales); desarrollar estrategias para controlar la ira;
adquirir habilidades para expresar el enfado de forma
adecuada, y para ser asertivos (es decir, para manifestar
abiertamente sus quejas y deseos a otras personas pero de
forma no agresiva); aprender a detectar los precursores
situacionales y fisiológicos que anteceden a sus respuestas
coléricas; debatir acerca de las similitudes y diferencias
que puede haber entre aguantarse, negociar o agredir en
situaciones específicas de conflicto; aprender a relajarse
mediante “entrenamiento en relajación”.
CUESTIONES DE ESTUDIO
1. ¿En qué momento se iniciaron históricamente los tratamientos con delincuentes?
¿Cuándo se produjo su desarrollo moderno? ¿En qué países se aplican actualmente
tratamientos con delincuentes y en cuáles no? ¿Qué razones podrían explicar que
se implementen o no tratamientos en un país concreto?
2. ¿En qué consiste el modelo de rehabilitación riesgo-necesidades-responsividad?
¿Qué relación existe entre dicho modelo y los factores de riesgo para el delito
denominados estáticos y dinámicos?
3. ¿Cuáles son los objetivos preferentes de los tratamientos con delincuentes? ¿Han
de ser distintos los objetivos del tratamiento en función de las diversas categorías
y tipologías delictivas? Razona la respuesta.
4. ¿Por qué es importante entrenar a los delincuentes en nuevas habilidades de vida?
¿Cuáles son las principales técnicas que se han empleado para ello?
5. Efectuar una simulación en clase de la técnica de entrenamiento en habilidades
sociales, a partir de propuestas de los alumnos sobre conductas que sería
conveniente desarrollar en el marco de un tratamiento con delincuentes juveniles.
6. ¿Qué aspectos de la cognición han sido objeto de atención en los tratamientos de
los delincuentes? Realizar una simulación sobre reestructuración cognitiva de
alguna distorsión cognitiva que pueda ser frecuente en maltratadores, ladrones de
casas, o delincuentes de cuello blanco.
7. ¿Cómo pueden relacionarse las dificultades y problemas emocionales con la
conducta delictiva? ¿Cómo intentan los tratamientos regular las emociones?
8. ¿En qué consiste la técnica de prevención de recaídas? Sugerir ejemplos de
posibles secuencias de recaída, o reincidencia delictiva, en delincuentes juveniles,
ladrones de casas, traficantes de drogas, defraudadores, maltratadores, etc.
9. ¿Es España un país desarrollado o infra-desarrollado por lo que se refiere a la
aplicación de tratamientos con delincuentes? ¿Cuáles son las razones para
considerar una cosa o la otra?
10. ¿Qué eficacia contrastada presentan los tratamientos aplicados con delincuentes?
¿Es mayor la efectividad con los delincuentes jóvenes o con los adultos? Razonar
la respuesta dada.
24.1. EL PARADIGMA DE LA
RESISTENCIA (RESILIENCIA)
En las últimas décadas, los esfuerzos para el desarrollo
de la adolescencia han sido de dos tipos: programas para
prevenir los problemas de conducta (p.ej., Johnson, Pentz,
Weber, et al., 1990) y programas diseñados para
promocionar conductas competentes (Garrido y López,
1995). Esta separación en el ámbito aplicado ha alcanzado
el terreno académico, de tal manera que en ambos se ha
producido un interesante cambio de paradigma donde la
discusión se ha centrado en la relación existente entre los
factores de riesgo y los factores protectores, y en su efecto
combinado en el desarrollo del joven (Hawkins, 1992;
Perry y Jessor, 1985). Uno de los puntos centrales en esta
nueva perspectiva es el concepto de “resistencia”
(resiliency) (Dugan y Coles, 1989; Hawkins y Catalano,
1992), a partir del cual se considera que los chicos, las
familias, las comunidades y las escuelas tienen tanto
características de riesgo como de protección. El resultado
final en un individuo es el producto de las interrelaciones
específicas de éste con sus diferentes ambientes.
C) El ambiente social
¿Cuál es el efecto de aspectos como la cultura, el
vecindario o los padres? En el caso de la cultura, una
conclusión provisional podría ser esta: los ambientes
culturales que muestran un fuerte rechazo de la violencia
mitigan la imitación de la violencia observada a través de
los medios, lo que podría explicar el caso de Japón, un
país donde se ve mucha violencia en televisión, cine y
video-juegos, pero que se halla entre los países con menor
delincuencia del mundo.
Otra variable a considerar aquí es el nivel
socioeconómico del barrio: en promedio, los niños de
bajo nivel socioeconómico ven más televisión y más
violencia en ella que los de nivel más elevado, aunque no
parece que, a igualdad de televisión consumida, los
efectos difieran porque un niño pertenezca a un nivel u
otro.
La influencia de los padres sí que parece muy relevante:
aquellos padres que controlan el acceso de sus hijos a la
televisión que estos ven (tanto en duración como en el
tipo de programas), y que dedican un tiempo a discutir e
interpretar con sus hijos el significado de los programas
que han observado, tienden a minimizar la influencia
negativa de la violencia que observan sus hijos.
CUESTIONES DE ESTUDIO
1. ¿Cuáles son las características del modelo de salud pública? ¿Cómo se puede
aplicar a la lucha contra el delito?
2. ¿Qué factores de protección podrías señalar como más influyentes en su capacidad
de inhibir la delincuencia?
3. ¿Qué conclusión podrías extraer acerca de la relación entre los conceptos de
“eficacia colectiva” y “tolerancia cero”?
4. ¿Por qué resulta difícil estudiar el efecto de los “media” en la violencia de los
espectadores?
5. ¿Qué se puede concluir acerca de esos efectos en general?
6. ¿De qué modo podría estudiarse el ahorro económico que supone para la sociedad
el desarrollo de los programas de prevención temprana en detrimento del uso
expansivo de la cárcel?
7. ¿Qué tienen en común los diferentes desarrollos encuadrados en la Criminología
Positiva?
8. ¿Qué reflexiones te provoca la tesis de Pinker acerca del declinar de la violencia en
la historia?
B
bandas juveniles: 19, 277, 279, 607, 636, 924, 927, 973
barrio: 67, 68, 105, 164, 183, 190, 221, 249, 269, 279, 282, 283, 289, 290,
304, 305, 319, 360, 371, 422, 436, 437, 443, 482, 506, 508, 511, 513, 524,
525, 528, 541, 550, 558, 567, 569, 583, 585, 587, 634, 638, 743, 744, 781,
869, 914, 919, 920, 922, 925, 926, 932, 934, 944, 950, 1068, 1074, 1077,
1094, 1096, 1097, 1098, 1100
barrios integradores: 25, 1067, 1096
biotipologías: 14, 321, 327, 328
búsqueda de sensaciones: 15, 311, 334, 338, 363, 371, 387, 388, 391, 404,
949
C
cambio cognitivo: 24, 1025, 1040
carrera delictiva: 18, 49, 260, 342, 364, 413, 520, 521, 523, 530, 542, 553,
569, 570, 573, 596-598, 605, 634, 648, 673, 725, 728, 874, 896, 952, 973,
1062, 1068, 1080, 1083
castigo: 13, 23, 57, 80, 84, 85, 86, 89, 99, 126, 237, 240, 250, 251, 253, 264,
273, 307, 309, 338, 339, 346, 367, 382, 385, 389, 390, 393, 395, 414, 417,
424, 453, 454, 461, 463, 468, 480, 482-487, 527, 552, 654, 724, 768, 773,
774, 776, 779, 844, 855, 911, 935, 952, 956, 972, 977, 978, 1002, 1017,
1019, 1045, 1088, 1094, 1102, 1119, 1122, 1128, 1131, 1160
ciencia: 30, 34, 38, 41, 45-47, 50-53, 55, 66, 74, 75, 77, 92, 99, 113, 123,
125, 131, 135, 138, 173, 175, 181, 238, 239, 252, 253, 265, 271, 325, 410,
454, 459, 462, 479, 627, 736, 784, 803, 854, 863, 864, 908, 1068, 1075,
1081, 1095, 1118, 1125, 1151
cifras penitenciarias: 24, 975, 989, 1030
cifras policiales: 12, 179, 185, 186, 202, 206, 208, 209, 232, 369
cociente intelectual o C.I.: 377, 379, 381, 529
cognición interpersonal: 381
comunidad terapéutica: 993
condenas penales: 12, 179, 196, 977
condiciones económicas: 433, 434, 437, 442, 444, 490, 497, 633, 814, 817
condiciones sociales: 88, 111, 415, 436, 437, 492, 556
conflicto medios-fines: 271
conflicto social: 13, 115, 237, 251, 252, 259, 264, 427
consecuencias de la conducta: 311, 404
continuidad delictiva: 17, 315, 519, 525, 533, 536, 540, 542, 569
contrato social: 75, 78, 80, 1161
control emocional: 24, 381, 413, 950, 1025, 1045
control formal: 68-70, 262, 480, 599, 806, 864, 934, 1098
control informal: 17, 68-70, 302-306, 426, 455, 465, 485, 486, 510-512, 517,
628, 978
control paterno: 15, 49, 301, 363, 365-368, 570
control social: 11, 13, 14, 16, 34-36, 45, 47, 49, 56, 65, 68-70, 75, 89, 108,
114, 115, 126, 170, 237, 238, 246, 248, 253, 257, 262-264, 267-269, 274,
280, 281, 284, 287-292, 297, 300-306, 314, 319, 320, 407, 415, 416, 422,
425, 429-431, 433, 446, 448, 449, 452, 453, 463, 517, 527, 543, 598, 599,
690, 743, 824, 843, 844, 927, 930, 931, 934, 1097, 1098, 1120, 1149
correlatos psicofisiológicos: 360
corrupción: 21, 42, 45, 57, 58, 171, 186, 192, 214, 698, 754, 768, 783-786,
789, 792, 795, 800-803, 805-807, 810, 813, 814, 819, 821-825, 873, 882,
894, 897, 1011, 1107, 1152, 1156
crianza familiar: 15, 363, 364, 550, 559
crimen organizado: 21, 28, 37, 45, 615, 618, 637, 783, 808-818, 820-822,
824, 825, 895, 897, 981
criminalística: 12, 129, 172, 174, 178, 897, 908
criminología: 11, 25, 28, 45, 46, 51, 71, 77, 85, 87, 88, 91, 93, 99, 116-120,
122, 123, 127-130, 158, 246, 252, 253, 257, 260, 261, 264, 265, 270, 321,
324, 360, 401, 410, 427-429, 431-433, 449-455, 459, 462, 463, 488, 495,
497, 511, 520, 523, 542, 548, 608, 689, 690, 715, 737, 745, 843, 846, 864,
897, 978, 1021, 1069, 1100, 1101, 1103, 1107, 1109, 1112, 1113, 1122,
1126, 1131, 1133, 1143, 1149, 1162, 1163, 1171
criminología aplicada: 608, 897, 1021, 1112, 1133, 1149
criminología biosocial: 321, 360
criminología crítica: 117, 120, 252, 427, 428, 429, 431-433, 450, 452, 453,
463, 511, 1109
criminología del desarrollo: 28, 542
criminología positiva: 25, 1100, 1101
criminólogo: 34, 325, 427, 599, 863, 867, 878, 982
crisis económica: 69, 191, 192, 197, 209, 434, 440-442, 592, 610, 784, 788
cuestionario: 137, 139, 152, 157, 189, 221, 576, 609, 612, 746, 747, 866,
936, 969, 1023, 1163
curva de edad del delito: 260, 534, 535, 949
D
definiciones: 20, 60, 61, 75, 112, 113, 114, 127, 130, 143, 244, 250, 397,
398, 399, 402-404, 406, 407, 409, 412, 414, 422, 443, 617, 618, 671, 735,
768
delincuencia corporativa: 785, 787, 789
delincuencia económica: 21, 28, 120, 442, 783-786, 795, 807, 824
delincuencia juvenil: 17, 45, 62, 104, 106, 108, 118-120, 130, 133, 134, 156,
189, 212, 214, 239, 245, 287, 297, 310, 314, 324, 365, 397, 413, 533, 542,
576, 632, 635, 652, 682, 787, 935, 939, 940, 956, 967, 973, 974, 981, 1128,
1131, 1145, 1158, 1159, 1171
delincuencia ocupacional: 786, 789
delincuencia sexual: 20, 28, 66, 98, 218, 413, 689, 691, 692, 694, 697, 714,
719, 733, 734, 1148
delincuente: 18, 19, 35-39, 49, 62, 64, 84, 86, 90, 93-97, 101, 104, 111-114,
118, 156, 278, 286, 296, 307, 327, 334, 345, 348, 364, 382, 387, 390, 393,
394, 397, 400, 406, 409, 419, 421, 430, 449, 451, 467, 482, 492, 502, 503,
505-508, 517, 522, 523, 533, 573, 578, 594, 596, 597, 599, 600, 601, 602,
604-607, 618, 632, 633, 640, 641, 647, 651, 653, 658, 665, 675, 681, 687,
777, 785, 788-794, 799, 807, 824, 825, 829, 846, 847, 860, 864, 866, 867,
873, 881, 888, 890, 898, 903, 915, 922, 932, 957, 967, 968, 977, 978, 997,
1011, 1015, 1033, 1062, 1068, 1069, 1080, 1081, 1083, 1088, 1133, 1148,
1151, 1175
delincuente común: 18, 573, 596, 601, 647, 825, 847
delincuente contra la propiedad: 18, 573, 600, 601, 602, 604, 606
delincuente psicópata: 19, 607, 640
delincuentes juveniles: 73, 98, 105, 132, 150, 189, 279, 438, 460, 487, 499,
521, 570, 599, 609, 632, 651, 654, 676, 678, 740, 774, 775, 792, 888, 944,
950-952, 964, 972, 973, 974, 1019, 1029, 1038, 1041, 1042, 1050, 1061,
1062, 1066, 1098, 1159
delincuentes persistentes: 17, 260, 287, 519, 544, 545, 547, 570
delito: 11, 12, 14, 16-18, 21-23, 28, 29, 33, 35, 37-40, 45-47, 49, 50, 55, 56,
58-63, 65-75, 77, 79-81, 84-86, 88, 89, 91, 93, 94, 96-103, 109, 112-114,
116-120, 126, 127, 132, 143, 147, 153-156, 161-163, 167, 169, 174, 175,
179, 181-183, 185-191, 193, 195, 196, 198-201, 206, 211, 213, 214, 217,
218, 220, 225, 227, 228, 230, 232, 233, 235, 240, 244, 245, 248, 250-253,
255, 258-260, 263-265, 267, 270, 278-280, 284-286, 288, 291, 293, 295,
297-299, 301, 303, 306-312, 314-319, 324, 326, 328, 335, 338, 339, 344-
346, 349, 351, 353, 356, 360, 369, 370, 376, 385, 390, 395, 397-401, 408-
412, 415, 418, 421, 423, 428, 429, 431, 433-436, 438, 442, 443, 445, 449-
456, 458, 459, 464-467, 469-474, 476, 480-482, 484, 486-490, 492-497,
499-505, 507-523, 525, 530, 532-539, 541-543, 545-547, 549, 551, 553-
563, 566, 568-570, 573, 577, 580, 581, 585, 587, 590, 596-599, 601-606,
609, 613, 616, 629, 632, 633, 636, 644, 646, 648, 655, 660, 663-665, 670,
676, 679, 681, 684, 688, 690, 692, 701-703, 709, 713, 714, 717, 719, 721,
722, 725, 728-731, 733, 735, 744, 750, 755, 756, 760, 763, 777, 780, 781,
783, 785-793, 796, 801, 806, 807, 809, 811, 812, 819, 821, 823, 824, 829,
846, 847, 849, 856, 859-862, 864-866, 868-871, 873-875, 878, 880-887,
889, 892, 893, 895-899, 908, 910, 914-918, 920, 922-925, 929, 930, 932,
934, 936, 941, 944, 945, 946, 949, 952, 955, 957, 959, 961, 965, 968, 969,
971, 973, 975, 977, 978, 995-997, 1007-1009, 1011, 1012, 1016, 1020,
1022, 1023, 1026, 1027, 1035, 1036, 1041, 1043, 1044, 1046, 1047, 1049,
1054-1057, 1059, 1063, 1066, 1069, 1077, 1079-1084, 1086, 1099-1103,
1107, 1108, 1119, 1127, 1128, 1143, 1149, 1151, 1154, 1158, 1162-1164,
1168, 1170, 1172
delito/tendencias delictivas: 218, 307, 312, 334
derecho penal: 46, 47, 49, 50, 95, 97, 114, 123, 251, 431, 433, 452, 475, 511,
756, 783, 853, 863, 864, 878, 884, 888, 1143, 1151, 1152, 1156
derivación: 56, 421, 1033
desamparo aprendido: 20, 735, 743
desempleo: 88, 91, 108, 153, 181, 182, 202, 249, 269, 282, 283, 285, 290,
319, 436, 437, 438, 439, 441-444, 458, 463, 464, 492, 510, 527, 528, 562,
564, 592, 632, 738, 741, 764, 773, 776, 818, 1076
desigualdad: 16, 88, 127, 141, 293, 415, 435, 436, 437, 444, 463, 464, 509,
562
desistimiento delictivo: 20, 142, 517, 537, 538, 973
desorganización social: 11, 13, 77, 103, 105, 106, 108, 112, 127, 262, 267,
269, 397, 400, 412, 435, 436, 437, 527, 632
desviación primaria/secundaria: 418, 419, 463
desviación social: 62, 75, 270, 642, 1100, 1132
dieta: 360, 1015
diferencias individuales: 28, 258, 263, 264, 309, 310, 312, 363, 364, 385,
569, 793, 1102
dispersión muestral: 148
disuasión: 16, 81, 251, 318, 435, 465-467, 475, 477, 478, 481-484, 486, 487,
516, 517, 579, 585, 806, 924, 934, 1017
disuasión informal: 516
E
economía sumergida: 849
ecosistema delictivo: 518
edad penal: 23, 533, 935, 951, 958
educación infantil: 55, 727, 949
efecto de difusión de beneficios: 1084
eficacia colectiva: 25, 279, 314, 318, 411, 436, 930, 932, 1067, 1096-1100,
1108
eficacia de los tratamientos: 1058, 1061, 1064
elección racional: 16, 28, 255, 259, 260, 262-264, 307, 449, 452, 465, 466,
469, 470, 471, 472, 474, 485, 487, 505, 516, 517, 549, 602, 603, 788, 806,
922, 1080, 1164
empatía: 370, 371, 372, 379, 382, 410, 456, 459, 527, 532, 551, 563, 604,
642, 643, 644, 646, 647, 652, 653, 661, 671, 674, 675, 687, 710, 711, 720,
722, 729, 765, 777, 793, 890, 965, 1007, 1034, 1036, 1037, 1042, 1044,
1045, 1052, 1053, 1057, 1058, 1096, 1107
empuje social: 14, 321, 343
encarcelamiento: 24, 39, 120, 419, 443, 461, 468, 477, 485, 516, 546, 975,
983, 987, 991-995, 997-1001, 1003-1007, 1009, 1012, 1013, 1017, 1022,
1023, 1030, 1032, 1080, 1130
encuesta: 131, 138, 145, 151, 154, 157, 158, 163, 176, 187, 212, 214, 216,
217, 218, 219, 220, 221, 481, 575, 578, 582, 583, 591, 701, 745, 757, 865,
868, 870, 873, 980, 1085, 1110
encuestas de autoinforme: 212, 578
encuestas victimológicas: 182, 232, 233, 869
enfermedad mental: 386, 540, 640, 649, 657, 659, 660, 662, 667, 685, 688
enseñanza universitaria: 121
entrenamiento en habilidades sociales: 1039, 1050, 1052, 1062, 1065, 1066
entrevista: 12, 129, 131, 132, 157, 161-165, 176-178, 189, 215, 584, 586,
669, 704, 712, 746, 841, 874, 971
Ertzaintza: 184, 199, 207
Escuela clásica: 11, 77, 78, 79, 85, 127
Escuela de Chicago: 99, 269, 270, 291, 320, 416, 444, 488, 510
Escuela neoclásica: 452
especialización delictiva: 309, 597, 721, 725
estadísticas judiciales: 180, 193, 196, 232, 1022, 1167
estadísticas policiales: 150, 185, 199-201, 205, 233, 581, 611, 759, 866, 1109
estructura social: 224, 249, 272, 273, 285, 295, 303, 406, 407, 445, 446
estudios de familias de delincuentes: 329
estudios de gemelos: 329, 331, 332, 333, 392
estudios de hijos adoptivos: 329, 334
estudios genéticos: 321, 335
etiqueta: 303, 419, 645, 862
etiquetado: 63, 114, 135, 148, 238, 242, 259, 262, 264, 371, 415-424, 426,
428, 463, 485, 519, 549, 552, 569, 769, 967, 974
F
factores de protección: 25, 340, 341, 524, 531, 532, 566, 570, 874, 875, 876,
898, 1067, 1073, 1074, 1078, 1101, 1102, 1108
factores de riesgo: 14, 25, 45, 48-50, 72, 120, 260, 264, 311, 321, 337, 340,
341, 344, 370, 372, 376, 414, 436, 444, 520, 522-526, 528, 531, 532, 536,
537, 545, 548, 553, 554-556, 559, 563, 566, 567, 569, 570, 598, 599, 605,
632-634, 655, 662, 721, 732, 733, 738, 765, 781, 867, 873-875, 946, 947,
950, 964, 965, 1011, 1033, 1036, 1043, 1044, 1046, 1064, 1065-1067, 1070,
1071, 1074, 1076-1078, 1094, 1095, 1101, 1111, 1159
factores sociales: 11, 50, 54, 72, 77, 86, 87, 91, 93, 95, 209, 210, 232, 242,
262, 267, 314, 326, 331, 406, 423, 523, 547, 564, 664, 856, 869, 926
factor género: 447
familia: 20, 40, 41, 49, 114, 124, 151, 189, 218, 240, 241, 268, 269, 274, 275,
281, 283, 286, 290, 299, 302-305, 308, 330, 344, 345, 349, 360, 364, 365,
367, 370, 379, 394, 402, 407, 414, 445, 455, 460, 482, 492, 516, 524, 528,
529, 536, 537, 540, 544, 557, 558, 564, 591, 594, 615, 616, 619, 633, 637,
639, 655, 670, 671, 679, 698, 701, 710, 719, 733, 735-737, 739, 741-743,
748, 753, 756, 759, 769, 772-774, 777, 778, 781, 805, 833, 845, 860, 873,
876-878, 884, 904, 905, 948, 950, 961, 962, 966, 969, 970, 973, 978, 1003,
1007, 1046, 1073, 1077, 1078, 1081, 1087, 1095, 1096, 1102, 1107, 1162
finalidades de las penas: 1016
fraude telemático: 21, 783, 789, 794, 824
fuentes de tensión: 282, 283, 284, 286, 1045
funcionalismo: 63, 242
G
ganancias-pérdidas: 16, 465, 473
genética: 14, 103, 243, 321, 323, 329-331, 333, 335, 336, 340-343, 347, 357,
358, 392, 448, 526, 544, 670, 671, 738, 916
Guardia Civil: 90, 184, 192, 198, 199, 203-207, 211, 216, 573, 577, 595, 803,
815, 848, 903, 906, 908, 912, 913, 932, 933, 980, 1085
H
habilidades sociales: 710, 721, 965, 971, 1019, 1020, 1028, 1039, 1044,
1045, 1050, 1052, 1061, 1062, 1065, 1066, 1077, 1078, 1132, 1150
herbívoros y carnívoros: 802
herencia: 41, 102, 103, 127, 257, 329-332, 335, 342, 343, 345, 356, 360, 428,
654, 798
hipótesis: 12, 51, 87, 96, 98, 102, 105, 106, 129, 130, 135, 136, 138, 139,
141-143, 168, 177, 178, 197, 198, 210, 211, 237, 242, 248, 262, 270, 272,
275, 277, 333, 337, 344, 346, 352, 357, 358, 360, 374, 376, 378, 412, 434,
441, 447, 458, 477, 478, 504, 600, 601, 616, 639, 643, 660-662, 688, 721,
724, 760, 761, 762, 790, 796, 821, 822, 837, 875, 914, 916, 934, 964, 967,
1088, 1098
hogares benignos: 14, 321, 343
homicidio: 20, 47, 60, 147, 195, 198, 370, 424, 435, 436, 444, 457, 504, 517,
542, 607, 609, 614-616, 618-620, 622, 623, 629, 634, 655, 735, 736, 758-
761, 768, 822, 823, 836, 869, 876, 883, 884, 887, 903, 925, 944, 977, 1110,
1118, 1125
hormonas: 340, 352, 353, 374, 375
hurto: 18, 68, 147, 149, 150, 154, 201, 203, 217, 225, 288, 328, 367, 422,
504, 509, 515, 536, 543, 547, 549, 553, 573, 576-578, 596, 665, 786, 872,
881, 926, 943, 985, 996, 1145
I
idea pública atractiva: 426
Ilustración: 11, 77, 78, 79, 85, 127, 801, 1104, 1106
imitación: 11, 77, 88, 89, 109, 110, 112, 127, 128, 143, 148, 248, 258, 326,
367, 393, 395, 399, 404, 406, 407, 409, 414, 549, 563, 620, 1038, 1039,
1092, 1093, 1094
impulsividad: 15, 140, 141, 146-149, 175, 248, 258, 288, 290, 310, 311, 319,
324, 334, 339, 363, 368, 371, 372, 382, 387-391, 525, 532, 536, 539, 541,
549, 550, 551, 553, 557, 559, 560, 563, 570, 600, 642, 648, 667, 671, 672,
674, 686-690, 722, 766, 773, 778, 948, 949, 1034, 1042, 1044, 1045, 1058
incendiarios: 19, 657, 658, 681, 682-685, 688
incendios: 679, 680, 681, 683, 688, 907, 919
inferioridad biológica: 96
infractores adolescentes: 260, 570
infractores sexuales juveniles: 718, 730
ingredientes terapéuticos: 1036, 1042, 1065
inicio adolescente: 541
inicio delictivo: 318, 542
inicio tardío: 424, 542, 547, 952
instrumentos de investigación: 54, 74, 132
inteligencia: 15, 66, 96, 105, 242, 248, 258, 262, 263, 285, 287, 327, 339,
340, 352, 363, 364, 377, 378, 379, 380, 381, 388, 414, 445, 514, 526, 527,
536, 541, 557, 617, 641, 656, 674, 843, 846, 857, 874, 875, 1074, 1091,
1096, 1105, 1106, 1131
inteligencia emocional: 381, 514, 527
interacción: 14, 15, 35, 63, 65, 75, 112, 162, 244, 254, 259, 273, 277, 279,
321, 323, 327, 340, 342, 343, 347-349, 353, 358, 360, 363, 366, 367, 368,
373, 374, 379, 398, 409, 413, 423, 491, 494, 495, 509, 532, 539, 547, 551,
555, 559-561, 563-565, 569, 643, 659, 710, 717, 738, 743-745, 768, 773,
864, 873, 930, 973, 1001, 1026, 1028, 1036, 1037, 1041, 1044, 1046, 1050,
1051, 1065, 1101
interdisciplinariedad: 50, 244
interés del menor: 23, 935, 958, 959, 967-969
intervención educativa: 728, 1131
intervenciones con menores: 964
intervención temprana: 25, 460, 461, 654, 688, 949, 974, 1067, 1077, 1079,
1102
investigación: 11, 12, 16, 18, 20, 22, 25, 30, 34, 42, 46, 50-54, 66, 68, 72, 74,
75, 104, 106, 110, 119-121, 125, 129-138, 140, 142-144, 147, 149-152,
154-157, 163-166, 168, 169, 171-178, 199, 200, 214, 221, 232, 237, 241,
243, 245, 246, 248, 249, 251, 252, 254, 257, 258, 260, 261, 280, 282, 296,
300, 304, 310, 311, 313, 315, 322-326, 328, 329, 331, 335-337, 339, 340,
342-344, 346-350, 352, 358, 360, 363-366, 368, 375-378, 380, 381, 383,
385, 388, 391, 392, 396, 397, 407, 410-412, 415, 430, 431, 433, 435, 438,
439, 442-444, 448, 449, 452, 456, 458, 460, 461, 463, 464, 478, 479, 480,
482, 483, 485, 501, 514, 515, 517-519, 523, 532, 534, 553, 566, 573, 575,
576, 586, 588, 596-599, 604, 606, 608, 612, 617, 632, 634, 636, 643-646,
649-654, 659, 660, 662-672, 674, 679, 681, 685, 699, 701, 703, 705, 709,
714, 723, 724, 735, 737, 740, 744-751, 757-759, 764, 765, 770, 773, 775,
777, 780, 785, 788, 789, 793, 794, 795, 803, 808, 819, 823, 841, 846, 856,
861-863, 865, 868, 873, 874, 875, 892, 897, 901, 906, 907, 910, 913, 915-
918, 922, 924-926, 928, 934, 936, 946, 952, 956, 967, 973, 974, 977, 979,
993, 1001, 1006, 1009, 1012, 1017, 1018, 1020, 1021, 1026, 1033, 1045,
1067, 1068, 1071-1073, 1078, 1085, 1088, 1089-1091, 1094, 1096-1102,
1108, 1112, 1130, 1131, 1154, 1155, 1158, 1159, 1163, 1167
investigación empírica: 11, 50, 129, 133, 134, 143, 177, 178, 252, 391, 431,
463, 651, 759, 862, 974, 1045
investigación en la acción (action research): 926
J
justicia criminal: 23, 153, 406, 632, 731, 816, 864, 952, 975, 976, 980, 981,
982, 983, 1021
justicia de menores: 106, 120, 935, 956, 957, 973, 974, 975
justicia penal: 39, 47, 49, 78, 86, 101, 244, 414, 428, 432, 453, 467, 686, 730,
754, 819, 876, 885, 887, 889, 891, 977, 980, 1012, 1157, 1161, 1162, 1170-
1172
L
lesión: 137, 181, 203, 282, 340, 345, 347, 448, 607, 613, 629, 655, 708, 755,
756, 944
Ley de Ayuda y Asistencia a las Víctimas del Delito: 885
leyes de la imitación: 88, 109, 128
Ley Orgánica de Responsabilidad Penal del Menor: 23, 935, 956
ley penal: 48, 59, 62, 399, 953, 955, 1017
libertad vigilada: 430, 676, 731, 945-947, 953, 958, 960, 961, 969-972, 1014,
1044
libre albedrío: 93, 100, 101, 242, 244, 250, 251, 264, 449, 452
lucha de clases: 115
M
mafia (cosa-nostra): 810, 817
maltrato a la mujer: 20, 739, 742, 781, 863
maltrato a los ancianos: 778, 780
maltrato infantil: 551, 720, 744, 767, 769, 770, 773, 775, 776, 781, 895, 1150
malversación: 785, 786, 795, 801, 803, 807, 824
marxismo: 52, 242, 245
mecanismos de control: 47, 49, 75, 127, 254, 262, 264, 306, 416, 417, 422,
424, 463, 467
mediación: 23, 35, 394, 430, 452, 774, 863, 878, 885-891, 898, 901, 918,
927-931, 934, 945, 965, 968, 1017, 1098, 1102
mediación policial: 927, 928
medidas alternativas: 552, 983, 991, 997, 1022, 1023, 1030
medios de comunicación: 25, 29, 42, 47, 49, 50, 189, 190, 293, 398, 402,
469, 528, 573, 619, 655, 733, 735, 819, 829, 842, 867, 911, 920, 1087,
1089, 1092, 1094, 1096
menores infractores: 23, 73, 728, 729, 935, 945, 947, 951, 953, 954, 958,
962, 963, 964, 969, 972-974, 1150, 1159
meta-análisis: 24, 390, 410, 435, 536, 644, 661-663, 705, 718, 730, 946, 949,
1025, 1031, 1042, 1058, 1060-1062, 1078, 1090
método científico: 11, 12, 50, 54, 75, 92, 94, 127, 129, 131, 172, 423, 431
miedo al delito: 29, 71, 120, 126, 153, 186-189, 227, 228, 232, 453, 511-514,
690, 914, 1163, 1172
modelo de rehabilitación riesgo-necesidades-responsividad: 1066
modelo de salud pública: 25, 360, 1067, 1075, 1108
modelos policiales: 934
mordida: 802
Mossos d’Esquadra: 199, 206, 207
motivación delictiva: 18, 81, 442, 492, 519, 559, 561, 569, 570, 1058
motivación situacional: 502, 503, 504, 517, 518
motivos de la violación: 20, 689, 711, 1181
muestra: 12, 50, 97, 129, 138-140, 142, 145, 147-157, 168, 169, 171, 172,
177, 182, 183, 185, 189, 191, 212, 215, 219, 222, 227, 289, 290, 291, 304,
311, 332, 348, 349, 351, 371, 376, 379, 421, 422, 424, 435, 437, 458, 460,
476, 477, 484, 486, 487, 497, 504, 505, 507, 521, 535, 538, 547, 550, 553-
555, 567, 568, 570, 575, 576, 587, 588, 598, 599, 613, 632, 645, 649, 652,
656, 664-667, 670, 684, 699, 701, 703, 706, 708, 709, 714, 719, 720-722,
730, 739, 740, 745, 747, 750, 754, 757, 772, 775, 789, 794, 823, 843, 860,
866, 874, 875, 878, 914, 931, 936-938, 944, 945, 946, 952, 961, 967, 969,
980, 1006, 1009, 1010, 1039, 1043, 1044, 1057, 1058, 1072, 1079, 1090,
1091, 1095, 1096, 1148, 1159
muestreo: 12, 129, 150-152, 178
multi-victimación: 22, 859
N
neuroimagen: 337, 339, 349, 1157
neurología: 340
neuropsicología: 340
neurotransmisores: 15, 321, 340, 348, 352, 375
nicotina: 14, 321, 347, 348
O
observación: 50, 54, 92, 93, 104, 108, 115, 127, 130, 136, 142, 161, 162,
165-168, 170, 177, 178, 238, 239, 241, 250, 253, 279, 359, 392, 405, 416,
417, 518, 586, 665, 717, 729, 733, 1089, 1091, 1092, 1097, 1110
observación directa: 108, 136, 162, 166, 167, 416
observación documental: 165
observación experimental: 168
observación participante: 104, 142, 170
obstetricia: 14, 321, 340, 347
Oficina de asistencia a la víctima (AVD): 885
oportunidad diferencial: 320, 437, 787, 824, 994
oportunidad/es delictiva/s: 259, 260, 465, 517, 567, 568, 570, 717
orden social: 22, 273, 277, 400, 901, 1131
P
pandilla o banda: 170, 247, 268, 276-278, 287, 482, 541, 542, 714
paradigma científico: 251, 253
paradigma de la resistencia: 24, 25, 1067, 1070
paradigma del conflicto: 259
paradigmas criminológicos: 250, 251, 253, 264
parto: 14, 321, 347-349
patología social: 108, 268, 269, 1102
pena de muerte: 17, 81, 246, 247, 465, 483
penas privativas de libertad: 467, 976, 984, 987, 988, 1018, 1022, 1102
pensamiento crítico: 382
perfil del delincuente: 18, 573, 600, 606, 665
persistencia delictiva: 264, 552, 951
personalidad: 15, 54, 66, 70, 102, 105, 115, 117, 146, 242, 258, 262, 263,
293, 313, 325, 327, 328, 329, 333, 344, 350, 363, 364, 370, 371, 377, 383,
385, 387-389, 392, 393, 408, 418, 449, 526, 537, 545, 558, 600, 615, 617,
636, 640-646, 650, 653, 654, 658, 660, 661, 663-675, 679, 680, 682-688,
703, 711, 714, 738, 739, 762, 773, 775, 790, 793, 824, 834, 841-843, 1005-
1007, 1027, 1033, 1034, 1045, 1065, 1077, 1095, 1101, 1111, 1170
perspectivas feministas: 445-447, 463
población: 12, 37, 60, 66, 105, 106, 129, 137-140, 149-154, 156, 163, 164,
171, 177, 180, 182, 184, 185, 204, 207, 208, 212, 217, 221, 224, 227, 304,
332, 335, 353, 359, 365, 377, 430, 435, 438, 439, 441, 444, 449, 468, 504,
522, 535, 563, 564, 575, 590, 592, 597, 611, 629, 639, 652, 659, 670, 680,
685, 686, 692, 693, 695, 705, 745, 761, 770, 771, 776, 780, 781, 792, 802,
809, 833, 848, 849, 857, 866, 868, 882, 898, 903, 905, 914, 919, 926, 927,
933, 943, 944, 961, 982, 983, 988-990, 992-996, 998, 1000, 1001, 1009,
1023, 1104, 1107, 1119, 1139, 1171
población penitenciaria: 180, 184, 983, 989, 990, 992, 993, 995, 998, 1000,
1001, 1023
pobreza: 87, 90, 95, 97, 106, 108, 117, 127, 202, 269, 279, 286, 293, 314,
349, 370, 379, 429, 434-438, 442, 444, 464, 490, 492, 509, 519, 545, 558,
559, 562, 564, 628, 641, 760, 773, 775, 833, 1072, 1076
policía: 12, 22, 23, 42, 45, 49, 54, 59, 67, 69, 70, 75, 132, 137, 144, 150, 163,
164, 168, 171, 173, 174, 179, 180, 181, 184, 185, 189, 190, 191, 192, 193,
194, 195, 198, 199, 202, 203, 205, 206, 209, 214, 220, 221, 229, 233, 279,
304, 336, 369, 404, 446, 451, 462, 467, 480, 482, 492, 498, 499, 501, 508,
511, 512, 552, 566, 576, 592, 601, 609, 612, 616, 622, 625-627, 636, 637,
669, 736, 738, 740, 748, 749, 753, 757, 784, 796, 802, 810, 811, 813, 817,
818, 820-822, 827, 832, 843, 846, 849, 869, 872, 873, 885, 901-906, 908-
934, 936, 952, 975, 978, 979, 980, 1012, 1022, 1082, 1083, 1088, 1098,
1112, 1139, 1148, 1160, 1170
policía foral de Navarra: 199, 206, 207
policía judicial: 22, 612, 901, 902, 906, 910
policía local: 904, 927, 928, 929, 931
policía nacional: 130, 184, 192, 198, 199, 203, 205-207, 211, 612, 904, 906-
908, 910, 913, 931, 933, 1085
policía profesional: 22, 901, 911, 914
policía tradicional: 22, 901, 910, 912
positivismo: 11, 36, 77, 90, 92, 97, 98, 99, 100, 101, 127, 241
positivismo en España: 11, 77, 99
postmodernismo: 462, 463, 464
predicción: 20, 72, 75, 98, 120, 123, 126, 211, 335, 337, 376, 432, 477, 478,
483, 529, 530, 547, 555, 602, 608, 634, 649, 655, 689, 730, 731, 732, 741,
973, 1075, 1110
predictores de la delincuencia: 376
prevención: 17, 18, 20, 21, 25, 28, 30, 36, 37, 40, 45, 54, 55, 67, 69, 70, 72-
75, 83, 84, 86, 88, 98, 101, 123, 126, 127, 143, 168, 214, 241, 248, 252,
263, 264, 279, 314, 315, 319, 320, 324, 360, 361, 371, 372, 384, 399, 418,
429, 430, 448, 449, 451, 455, 456, 458, 460, 461, 463, 465, 467-469, 475,
479, 486, 504, 507-509, 515-519, 523, 563, 565, 566, 569, 579, 605, 608,
655, 670, 688, 690, 698, 701, 727, 728, 734, 735, 741, 758, 763, 766, 775,
780-783, 790, 795, 807, 845-847, 849-853, 856-858, 860, 864, 867, 875,
890, 895, 897-899, 903, 918, 922-927, 929, 930, 932, 966, 971, 973, 977,
1007, 1011, 1012, 1016-1018, 1020-1022, 1026, 1029, 1031, 1032, 1036,
1037, 1044, 1047, 1049, 1054-1057, 1059, 1061, 1064-1069, 1072, 1074-
1078, 1080, 1081, 1083-1086, 1096-1102, 1107, 1108, 1112, 1118, 1123,
1131, 1137, 1149, 1154, 1158, 1161, 1171
prevención de recaídas: 1032, 1036, 1037, 1044, 1047, 1054-1056, 1065,
1066
prevención especial: 86, 101, 467, 475, 479, 486, 517, 977, 1018
prevención general: 17, 73, 86, 465, 467, 468, 475, 479, 486, 517, 766, 977,
1018, 1112
prevención medio-ambiental: 25, 469, 1067, 1080, 1108
prevención primaria: 456, 566, 728, 1068, 1069, 1074-1077, 1108
prevención secundaria: 319, 566, 728, 1068
prevención terciaria: 728, 1068
principio de placer: 251, 260, 295, 400, 505
principio de utilidad: 86, 516
prisión: 24, 59, 66, 70, 82, 87, 131, 145, 149, 155, 184, 374, 419, 423, 424,
430, 433, 468, 475-479, 482, 484, 516, 533, 538, 576, 577, 586, 694, 714,
730, 732, 755, 763, 781, 790, 799, 803, 834, 882, 883, 890, 903, 957, 972,
975, 977, 978, 982-985, 987-989, 991-994, 996-1008, 1010-1013, 1015,
1017-1023, 1026, 1028, 1030, 1032, 1043, 1068, 1102, 1111, 1113, 1118,
1119, 1125, 1130, 1131, 1147, 1150, 1154, 1172
prisionización: 24, 975, 1001, 1004-1007, 1022
privación de estatus: 276
programas de tratamiento: 24, 264, 408, 461, 538, 654, 666, 687, 765, 781,
993, 1019, 1020, 1025, 1028, 1029, 1031, 1034, 1036-1038, 1040, 1056,
1059, 1060, 1061, 1064, 1065
programas familiares: 1036
psicobiología: 643
psicofisiología: 325, 340, 344
psicología del delincuente: 601, 606
psicología evolucionista: 15, 322, 355, 356, 360
psicópata: 19, 340, 389, 607, 623, 640, 641, 643, 644, 646-648, 650, 651,
654, 673, 679, 687
psicopatía: 18, 19, 322, 325, 330, 338-340, 386, 562, 607, 617, 626, 639,
640-646, 648-656, 658, 662-664, 673-679, 685-688, 834, 1146, 1157
R
rasgos físicos: 321
razonamiento abstracto: 382
razonamiento moral: 379, 383, 527, 646, 965
reacción social: 34, 47, 48, 49, 50, 58, 259, 423
realismo crítico: 16, 415, 448, 450, 463, 464
receptación: 18, 573, 589
recompensa: 171, 311, 389, 411, 472, 931
reforzamiento diferencial: 143, 401, 404
reforzamiento social: 405
reincidencia: 54, 72, 91, 98, 119, 126, 155, 156, 328, 372, 376, 408, 414,
420, 422, 424, 438, 461, 467, 475, 476, 477, 478, 479, 516, 536, 555, 608,
676, 718, 726, 730-734, 748, 765, 890, 924, 944-948, 950, 951, 965, 973-
975, 977, 996, 1002, 1005-1011, 1018-1020, 1022, 1023, 1028, 1033, 1034,
1042-1044, 1048, 1055-1058, 1060-1063, 1065, 1066, 1131, 1139, 1146,
1156, 1158, 1159, 1165, 1169, 1171
reincidencia de los jóvenes: 951
retribución: 39, 878, 987, 995
robo con fuerza: 18, 59, 168, 173, 543, 573, 576, 580, 588, 596, 811, 913
robo con violencia: 60, 80, 192, 217, 225, 442, 507, 543, 576, 592, 593, 596,
601, 604, 611, 655, 818
robo de conflictos: 22, 859
robo en casa: 18, 229, 573, 591, 869, 871, 898
S
seguridad ciudadana: 22, 71, 156, 190, 214, 218, 221, 432, 449, 609, 901,
902, 906, 910, 916, 919, 932, 1110, 1124, 1149
sistema endocrino: 374
sistema judicial: 22, 247, 823, 859, 876, 885, 928, 976, 981, 1014
sistema nervioso: 325, 337, 338, 339, 345-347, 348, 350, 360, 374, 375, 383,
386, 387
sistema penitenciario: 24, 82, 975, 976, 983, 986, 988, 994, 1013, 1018,
1021, 1030, 1031, 1040, 1158
socialización sexual: 715, 728, 733, 1049
sociobiología: 322, 354, 355, 360
somatotipos: 328
subculturas: 54, 242, 257, 275-279, 281, 293, 319, 320, 417, 426, 436, 527,
563, 788, 824
sustitutivos penales: 983
T
tamaño muestral: 154, 155, 156
tasa de encarcelados: 991
técnicas de neutralización: 132, 295, 296, 409, 790, 792, 794, 807
temperamento: 334, 346, 388, 547, 1170
tensión: 13, 246, 257, 262, 264, 267-270, 272, 274-278, 280-291, 307, 319,
320, 352, 354, 370, 375, 417, 549, 550, 562, 682, 738, 739, 851, 1045,
1051, 1052, 1057
teoría básica: 101, 102
teoría científica: 51, 238, 239, 240, 241, 264, 431-433
teoría de la asociación diferencial: 15, 111, 128, 258, 363, 392, 395, 396,
398, 401, 414, 447, 785, 787
teoría de la búsqueda de estimulación: 346
teoría de la contención: 292, 293
teoría de la neutralización y la deriva: 292
teoría de la personalidad delictiva: 15, 363, 383
teoría del apoyo social: 415, 454-456, 463, 464
teoría del aprendizaje social: 15, 120, 143, 246, 259, 262, 289, 302, 309, 363,
400-402, 406-408, 502, 739, 740, 743, 774, 1025, 1032, 1064
teoría de las actividades cotidianas: 246, 489-491, 500, 502, 518, 744, 871
teoría de las ventanas rotas: 172, 466, 510, 512, 518, 1086
teoría del autocontrol: 292, 310, 311, 312, 313, 1164
teoría de la vergüenza reintegradora: 424-426
teoría del control social informal según edades: 292, 320, 598
teoría del delito como elección: 259, 469, 472, 474
teoría del intercambio social: 742
teoría de los vínculos sociales: 240, 241, 246, 297, 302, 311, 313, 425
teoría del patrón delictivo: 466, 505, 507, 508, 517
teoría general de la tensión: 246, 262, 280-282, 284, 285, 287, 289-291, 320,
1045
teoría general de sistemas: 20, 735, 741
teoría integradora del potencial antisocial cognitivo: 260, 544
teorías criminológicas: 28, 72, 237, 238, 240-246, 248, 254, 255, 261-265,
292, 297, 309, 315, 320, 354, 412, 445, 449, 463, 544, 561, 563, 787
teorías de las etapas vitales: 263
teorías del control social: 280, 281, 290, 291, 425
teorías feministas: 415, 446
teorías multifactoriales: 262
terapia psicológica: 1040
terrorismo: 21, 37, 38, 42, 45, 133, 192, 483, 573, 616, 618, 750, 812, 824,
827-836, 838-840, 843-847, 849-851, 853-858, 861, 863, 882, 883, 887,
897, 954, 955, 1105, 1106, 1107
testosterona: 353, 374-376, 723, 1151
tipologías: 72, 126, 147, 195, 202, 206, 220, 249, 328, 515, 534, 570, 711,
722, 733, 734, 772, 780, 850, 858, 1010, 1019, 1023, 1028, 1049, 1066,
1111
tipologías de violadores: 711, 734
toxinas: 15, 321, 340, 352, 353
trabajos en beneficio de la comunidad: 184, 882, 984, 985, 1017, 1170
trastorno antisocial de la personalidad: 641, 644-646, 653, 663-669, 671, 673,
679, 680, 686
tratamiento: 24, 37, 38, 45, 73, 97, 98, 118-120, 142, 143, 162, 168, 170,
248, 264, 384, 408, 454, 461, 468, 488, 523, 538, 566, 585, 599, 607, 608,
654, 656, 664-666, 679, 686, 687, 690, 729, 730, 737, 750, 765-767, 773,
781, 832, 860, 879, 882, 884, 890, 949, 951, 959, 965, 971, 973, 988, 993,
994, 1017, 1019, 1020, 1022, 1023, 1025-1041, 1044-1050, 1052-1066,
1068, 1085, 1117, 1118, 1125, 1131, 1137, 1146, 1148, 1150, 1151, 1154,
1156, 1158, 1159, 1161
tratamiento cognitivo-conductual: 1061, 1117, 1148
tratamiento de los agresores sexuales: 24, 1025, 1036, 1047, 1049, 1158
triángulo de la delincuencia y del control: 493
triángulo del fraude: 791
U
utilidad esperada: 471, 516, 549, 550, 552
V
variación estacional de los delitos: 212
versatilidad delictiva: 20, 635, 689, 725
víctima: 22, 65-68, 162, 185-187, 194, 199, 205, 220, 232, 295, 296, 336,
356, 382, 430, 437, 462, 473, 487, 492, 493, 500, 502, 575, 588, 594, 601,
604, 608, 609, 612-616, 625, 626, 646, 660, 681, 682, 691, 698-700, 702,
703, 708, 709, 711-714, 719, 720, 722, 724, 729, 734, 736, 743-746, 752,
756, 757, 759, 760, 770, 786, 789, 792, 798, 799, 823, 829, 836, 859-864,
866-870, 873, 874, 876-890, 892, 893, 896, 898, 904, 908, 916, 934, 959,
960, 962, 968, 1035, 1053, 1054, 1057, 1068, 1069, 1089, 1102, 1111,
1116, 1133, 1134, 1137, 1151, 1156, 1160
víctimas de abuso sexual: 701, 711
víctimas de violación: 1054, 1058
victimización: 12, 16, 29, 67, 71, 120, 132, 145, 151, 155, 156, 166, 168,
179, 185-188, 190, 213-223, 225, 227, 228, 230, 232, 233, 282, 283, 319,
369-371, 415, 437, 445, 463, 492, 501, 502, 513, 514, 535, 557, 692, 695,
697, 699, 701, 711, 716, 744, 747, 860, 862, 864-868, 870-875, 879, 885-
887, 892, 893, 895-898, 1053, 1109, 1111, 1124, 1130, 1138, 1151, 1168
victimología: 22, 67, 68, 75, 120, 737, 780, 859, 861, 863, 864, 867, 892,
898, 910, 1113, 1125, 1137, 1139, 1153, 1168
vínculos sociales: 14, 240, 241, 246, 262, 267, 269, 289, 292, 297, 302, 311,
313, 425, 519, 530, 538, 563, 599, 1035
violación: 20, 47, 60, 62, 108, 201, 205, 218, 244, 283, 356, 398, 424, 462,
482, 504, 626, 646, 674, 689, 690, 695, 698, 701, 703, 708, 709, 711-714,
720, 722, 723, 733, 746, 747, 768, 779, 860, 881, 887, 1054, 1058, 1156
violencia comunitaria: 20, 735, 742, 743
violencia en las prisiones: 993
violencia familiar: 20, 735-737, 740-742, 744, 745, 750, 767, 773, 778, 781,
891, 965, 1029, 1103, 1132
violencia hacia la mujer: 20, 742, 763
Z
zonas de oportunidad: 584
Notas biográficas de los autores
SANTIAGO REDONDO ILLESCAS es Profesor titular de Criminología y
Psicología de la Universidad de Barcelona. También ha sido profesor
invitado en diversas universidades españolas y de otros países para impartir
cursos y conferencias sobre temáticas como la criminalidad en las sociedades
actuales, la delincuencia juvenil, el tratamiento y la rehabilitación de los
agresores y delincuentes, las explicaciones científicas del delito, las
agresiones sexuales y el maltrato de pareja. Ha sido consultor en materia de
política criminal en varios países de Latinoamérica, por invitación de
organismos internacionales como el Programa de Naciones Unidas para el
Desarrollo, el Banco Interamericano de Desarrollo, y el Banco Mundial. Es
autor de una teoría integradora sobre la delincuencia denominada Modelo del
Triple Riesgo Delictivo (TRD). Ha publicado numerosos artículos científicos,
capítulos de libros y libros. Sus libros más recientes son, además de su
coautoría de las tres previas ediciones de Principios de Criminología
(Valencia, 1999, 2001 y 2006), Manual para el tratamiento psicológico de
los delincuentes (Madrid, 2008), In-tolerancia cero: un mundo con menos
normas, controles y sanciones también sería posible (Barcelona, 2009), y
¿Por qué víctima es femenino y agresor masculino? La violencia de pareja y
las agresiones sexuales, en coatoría con el profesor Enrique Echeburúa
(Madrid, 2010).
VICENTE GARRIDO GENOVÉS es Profesor titular de la Universidad de
Valencia, donde imparte Criminología y Pedagogía. Ha escrito numerosos
libros de Criminología, Pedagogía aplicada a la delincuencia y Psicología
Forense, entre ellos (además de los realizados en colaboración con Santiago
Redondo) El psicópata (Valencia, 2000), Cara a cara con el psicópata
(Barcelona, 2004), Los hijos tiranos: El síndrome del emperador (Barcelona,
2006), ¿Qué es la Psicología Criminológica? (Madrid, 2006), Perfiles
Criminales (Barcelona, 2012) y El secreto de Bretón (Barcelona, 2013, con
Patricia López). Posee la Cruz de San Raimundo de Peñafort otorgada por el
Ministerio de Justicia. Actualmente combina la investigación con la literatura
de género negro, introduciendo elementos característicos de la Criminología
Forense; ha publicado dos novelas de gran éxito junto con Nieves Abarca:
Crímenes Exquisitos y Martyrium (Barcelona, 2012 y 2013)