´Vía de la acción´, ´vía del guerrero´ o (volviendo a echar mano de la terminología
del hinduismo) ´vía del shatriya´ que más que entenderla desde la óptica de la acción exterior hay que entenderla bajo el prisma de la acción interior. Hay que entenderla como ascesis, como trabajo interno metódico, riguroso, como ejercicios constantes tendentes a conseguir la autarquía del practicante con respecto al mundo de las pasiones, de las aprensiones, de los sentimientos, de los impulsos, de los instintos y de los sentidos. Trabajo interno que, tras este disciplinado proceso de –permítasenos la expresión- profilaxis del alma y, por tanto, de autodominio y autocontrol tendrá como siguiente objetivo el conocimiento de realidades cada vez más sutiles y alejadas de la realidad física que perciben nuestros sentidos y como fin último la Gnosis de la Realidad Suprema, incondicionada y eterna que se halla en el origen de todo el mundo manifestado, a la par que también tendrá como fin último la identificación total de la Persona con dicha Realidad Suprema; esto es, la Iluminación o Despertar de la que nos habla el budismo. Todos los valores y atributos consustanciales al tipo humano del guerrero lo hace más propicio que cualquier otro para transitar por este arduo camino, por el cual pocos pasos (o ninguno) se podrán dar sin esas buenas dosis (tan indisociables al shatriya) de espíritu de sacrificio, de voluntad, de marginación del yo en aras de la 86 consecución de un objetivo no particular, de heroísmo y de una valentía que comporta la superación de miedos, pavores y complejos; miedos que irán apareciendo en algunos estadios de este proceso iniciático de descondicionamiento y desapego por cuanto dicho proceso implica el ir desligándose de los soportes existenciales en los que el hombre vulgar suele apoyar su condicionado discurrir por la vida. Es por todo esto por lo que la ´vía de la acción´ ha sido asociada al arquetipo del guerrero y por todo esto por lo que la consideramos como la única viable para emprender la empresa consistente en lograr la autonomía del alma -o mente- con respecto a todo lo que la puede mediatizar; autonomía que convertirá al iniciado en estas lides en Autarca o Señor de sí mismo. El camino opuesto a éste no puede, por oposición, ser otro que el de la ´vía pasiva´ (quizás confusamente muchos han llamado a este camino opuesto como ´vía contemplativa´) y que no puede nunca aspirar a nada más que no sea la simple fe, creencia o devoción en la divinidad o, a lo sumo, a estados de arrebato y arrobamiento extático-místico en los que el alma, lejos de ser Señora de sí misma, es objeto de perturbador enceguecimiento. La preeminencia de la dimensión interior de la ´vía del guerrero´ comentada algunos párrafos más arriba no nos debe hacer ignorar su dimensión exterior y no nos debe, por tanto, hacer olvidar aquellas sagas en las que el guerrero y/o el caballero iban pasando por todo tipo de aventuras y superando una serie de pruebas que no eran ni más ni menos que el reflejo externo de aquellos cambios descondicionadores y transmutadotes que en su interior iba experimentando; a la vez que estas pruebas externas le servían de apoyo para facilitarle dichos cambios internos. No podemos, en consecuencia, olvidarnos, por ejemplo, del ciclo artúrico y del Grial y no podemos, tampoco, olvidarnos de aquellos caballeros monjes que en órdenes religioso-militares del Medievo, como lo fueron la del Temple, optaron por la ´vía de la acción´ como camino a seguir en aras a la consecución de la transustanciación del yo condicionado en Ser descondicionado.